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Papi Me Ordeña Dormido - Hayden Ash
Papi Me Ordeña Dormido - Hayden Ash
HAYDEN ASH
ÍNDICE
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Ninguna parte de este libro se puede reproducir de ninguna manera, ni por medio electrónico, ni
mecánico, incluidos sistemas de almacenamiento o recuperación de información, son el
consentimiento por escrito de la escritora, excepto para ser utilizada en breves citas para la reseña de
un libro.
CAPÍTULO UNO
L a luz me ilumina los pechos mientras lleno los vasos de todos con té
helado.
Hoy es el cumpleaños de Emily, la exesposa de mi padrastro. Han
pasado muchos años desde que se divorciaron, pero, por curioso que
parezca, tanto ella como sus parientes lo han seguido viendo como parte de
su familia. A mí me parece muy extraño, pero así es.
Los tíos depravados de Emily tienen los ojos pegados a mis pechos.
Supongo que están bastante expuestos, pero, en mi opinión, es muy
irrespetuoso hacia mi papi. Ojalá papi los moliera a golpes. Pero Emily los
quiere tanto que papi dice que mientras no me toquen, no se pondrá
violento con ellos.
A papi le importan estas personas y quiere que piensen lo mejor de él.
Dice que luzco bien, pero lo dudo. En especial hoy, que sé que mi elección
de vestuario enfadó a toda la familia.
Lo cierto es que no estoy vestida para una barbacoa familiar como esta.
Pero cuando se trata de la moda, no puedo seguir el decoro. No creo que
haya nada de malo en vestirse de modo conservador, pero a mí me gusta
usar cosas bonitas. Y, a menudo, lo que a mí me parece bonito, a ellos les
parece promiscuo.
A pesar de eso, admito que últimamente se me pasó la mano a la hora
de elegir prendas. A veces, cuando llego a casa y me miro en el espejo, juro
que me parece ver a una chica de sororidad en éxtasis que acaba de regresar
de una violación colectiva con todo el equipo de béisbol.
Lo más irónico es que la realidad no podría ser más errada. Soy la típica
niña de papi conservadora y, a los diecinueve años, aún le temo a los chicos.
Quizás el motivo por el que cambié mi manera de vestir tiene que ver
con el hecho de que hace poco le conté a papi que sigo siendo virgen. Al
principio, me dijo que no me creía, y lo abofeteé. Luego le dije que, si no
me creía, me podía revisar el himen para comprobar que seguía intacto.
Como única respuesta, se rio. Pero creo que en verdad quería verlo por sí
mismo.
—Tesoro, ¿puedes ir a buscar el helado? —me pide papi.
—Jack, no la llames «tesoro» como si fuera tu esposa. Es extraño —lo
regaña la madre de Emily.
—Tienes razón, Daisy —responde—. Genevieve, ¿puedes ir a buscar el
helado de vainilla que guardaste en el congelador? Creo que irá bien con la
tarta de manzanas que horneó Emily.
«¿El congelador?»
«¡Ay, mierda! No guardé el helado en el congelador. Estoy segura de
que lo metí en la nevera. Siempre lo pongo allí cuando estoy por comerlo,
pero no esperaba que el almuerzo se prolongara tanto... ¡Oh, por Dios!
¡Papi me va a matar!».
—¡Eh, sí, claro, papi! —respondo.
A pesar de que la mayoría de los presentes está en buena forma, los
familiares de Emily son muy intensos con la comida. Un año, en la
celebración de Acción de Gracias, hubo una gran escasez de pavos, y papi
compró una pata de jamón cocida con miel. Cuando se enteraron, lo
obligaron a recorrer medio estado en busca de pavo.
Recuerdo que le dije a papi que eso era una ridiculez. Y que él era más
ridículo por complacer ese deseo absurdo. Pero papi me dijo que ellos
siempre habían sido la única familia que tuvo y que lo iba a hacer, sin
importar cuán tonto sonara.
¡Diablos! Si arruiné el helado, se va a enfadar muchísimo conmigo. ¡No
tengo ni idea de qué me hará!
Por eso, cruzo la puerta del patio apresurada y entro en la cocina.
Mientras corro al refrigerador, recuerdo lo que me distrajo en primer
lugar. Como había tenido todo listo para la fiesta antes de lo pensado, decidí
ir arriba y tomar una siesta corta para tener energía para lidiar con la familia
de Emily cuando llegaran. Sin embargo, de camino a la cama, vi a papi
tocándose en el sauna que se encuentra entre nuestras habitaciones.
Sin importar si estoy dentro con él o no, papi siempre lleva puesto su
traje de baño en el sauna. Pero ¿esta vez? Bueno, esta vez no se lo había
puesto. De hecho, no se había puesto nada de nada. Y ver la verga de papi
por primera vez me conmocionó por completo... de la mejor manera
posible.
Me quedé en el pasillo. Pasé varios minutos concentrada en la virilidad
de papi como un halcón. Con el transcurso de los segundos, comencé a
sentir varios estremecimientos de placer en el coñito.
Cuando más lo miraba, menos podía creer que se trataba de papi a quien
había encontrado masturbándose. Mi padrastro, el empresario sensiblero.
Sin embargo, en ese instante no lo vi de ese modo. Lo vi como a un...
hombre. Un hombre enorme y tonificado con una verga tremendamente
larga y dura. Las venas gruesas que la recorrían acentuaban su poder
pulsante.
Y papi la tocaba a la perfección, con movimientos tranquilos y
deliberados. Tenía la respiración lenta y profunda. Era como si estuviera
meditando. No pude evitar imaginarme que era mi mano la que le
acariciaba el miembro aterciopelado. Hasta llegué a preguntarle: «Papi, ¿te
la estoy tocando bien?».
Nada me podría haber preparado para ese momento. He estado loca por
los chicos desde que comencé la secundaria. Pero, de pronto, esos chicos
parecían niños en comparación con este semental entallado de cien kilos de
puro músculo duro y sólido. Como papi estaba envuelto en el calor seco del
sauna, se me ocurrió compartir mi humedad con él.
Cuando me imagino la ira apenas contenida de papá si se entera lo del
helado antes de que lo solucione, me distraigo del recuerdo hermoso y
excitante y regreso a la realidad. Me concentro en el hecho de que estoy en
la cocina para cumplir una tarea importante. Más tarde podré lidiar con la
lujuria que me genera el cuerpo de papi.
Abro la puerta de la nevera, tomo el bote de helado de vainilla y lo
coloco sobre la mesada de la cocina. Antes de abrirlo, miro alrededor para
asegurarme de que nadie pueda ver el helado por si está tan mal como me
temo.
Cuando toco los laterales del bote, lo único que siento es un líquido
puro y cálido. Inspiro hondo. Quizás parece peor de lo que es. Quizás la
mayor parte sigue estando sólida y solo la parte exterior se ha derretido.
Levanto la tapa. No. Todo se redujo a líquido.
Intento pensar en algo. Si vuelvo a meter el helado en el congelador, en
el mejor de los casos se congelará de forma extraña y será demasiado obvio
que metí la pata.
Podría intentar escabullirme en el coche, conducir unas cuadras hacia la
tienda y comprar más helado. Pero la madre de Emily, Daisy, la vieja
hambrienta, jamás tendrá paciencia como para esperar que vaya a la tienda
y regrese...
—Pequeña, ¿qué haces? —me pregunta papi con firmeza.
Asustada, me sobresalto y me apoyo contra la mesada. Luego deslizo el
bote de helado de vainilla a mis espaldas. Pero papi no es ningún tonto.
Sabe que le estoy ocultando algo. Y sabe que es el helado que la familia de
Emily quiere comer en este preciso momento.
—Ve arriba... —gruñe papi—. ¡Ahora!
—¡No! ¡No, papi! —le suplico—. ¡Lo siento!
—Ya es demasiado tarde —masculla—. Ve a mi habitación. Enseguida
subo.
—Papi, por favor... —le ruego.
—¡Te he dicho que subas! —ruge.
—De acuerdo —susurro.
Una ola de ansiedad me embarga como de costumbre cuando papi deja
entrever que me va a dar unas nalgadas.
Sin embargo, por primera vez, no estoy aterrorizada. También me
estremezco de anticipación ante el castigo inminente.
CAPÍTULO DOS
Tiene los ojos abiertos, pero… no parece estar despierto. Mira hacia
donde estoy, pero es como si no me viera.
Papi se levanta de la cama, se dirige hacia la puerta y la cierra con llave.
Camina normal, pero no parece real. Es como si estuviera en modo
automático o algo.
—Nunca se pueden tomar demasiadas precauciones —señala con un
tono dominante y hasta cruel… no es el tono normal de papi.
Mientras regresa a la cama, noto el pene grueso y erecto que le palpita
entre las enormes piernas que parecen troncos. El coñito me pica del deseo
de que papi me lo llene.
Papi se vuelve a meter en la cama conmigo y me abre las piernas. Su
verga parece arder de deseo de perforarme.
Lo vuelvo a mirar a los ojos, pero… es un error. Solo logro confirmar,
sin lugar a dudas, que papi está dormido. Este no es él. O al menos no es
una parte de él que haya visto antes. Sin embargo, explicaría lo que sucedió
antes en esta misma recámara. Lo cierto es que no le presté demasiada
atención a sus ojos antes, pero explicaría muchas cosas.
Papi me coloca la verga contra el sexo. Cierro los ojos y comienzo a
sollozarle en el hombro mientras me penetra con fuerza. Su tamaño me
estira la cavidad diminuta, pero está demasiado inconsciente como para
percatarse. La enorme verga me hace someter a su deseo inconsciente, a
permitirle embestir la conchita virgen de su pequeña.
Unas lágrimas me caen por el rostro mientras papi me embiste sin
contenerse. Todo esto me aterra. Y, sin embargo, tengo un fuego volcánico
en el coñito. Lo deseo. Lo he deseado tanto últimamente… desde que lo vi
desnudo en el sauna. De seguro también estaba dormido allí. Sea cual fuere
el problema que tiene papi que lo convierte en esta bestia sexual cuando
está dormido, no puedo decir que lo deteste. Mi fantasía más oscura se ha
vuelto realidad gracias a eso. ¡Diría que es un milagro pervertido!
La verga dura de papi me llena. Y la presión intensa me duele como mil
infiernos. Pero también se siente delicioso y no quiero que se detenga
jamás. Cada centímetro se siente más doloroso que el anterior. Me quedo
acostada indefensa bajo su cuerpo mientras me embiste sin cesar hacia el
suelo. Intento aferrarme a los hombros de papi, pero me coloca los brazos
sobre la cama con una agresión feroz. No estoy segura de que sepa quién
soy en este momento. Papi nunca ha sido agresivo conmigo, ni siquiera
cuando me da nalgadas porque me he portado mal.
Papi me embiste la vagina humedecida con una fuerza abusiva. Entierra
la cabeza entre mis senos y comienza a succionar mis enormes globos
llenos de leche. Con los dientes, captura el pezón izquierdo y comienza a
succionarlo. Antes de que pueda soltar un gemido, papi comienza a
succionarlo más fuerte. No está reaccionando al deseo de mi cuerpo. Su
dominio sobre mí es completamente egoísta. Su cuerpo lo obliga a poseer el
mío.
La piel sensible de mi pezón me cosquillea. La satisfacción que siento
mientras papi me penetra y me vacía los senos al mismo tiempo es
inmaculada.
Papi junta mis senos y se turna entre pezón y pezón para beber de mi
dulce néctar. Los sorbos interminables de leche prohibida hacen que el
miembro descomunal de papi crezca aún más en mi interior y que alcancen
nuevas profundidades en mí.
—Estos blanditos cartones de leche grandes son para tu papi, ¿no
Genevieve? —me pregunta.
Al oírlo decir mi nombre, se me estremecen las paredes vaginales
alrededor de su enorme verga. El clítoris me pulsa eufórico, y el rostro se
me sonroja de placer.
—Sabes que soy yo, papi —gimoteo apasionada—. ¡Sabes que soy yo!
Siento como si estuviera volando en este momento. Papi no deja de
embestirme el coñito con su gigantesco mástil. El fervor delirante por la
rajita de su pequeña parece no tener fin.
Por fin, mi cuerpo no puede aguantar más estimulaciones, y libero un
jugo del coñito como una catarata sobre la verga de papi, que queda
cubierta por algo sedoso y mantecoso.
Papi gime tan alto que todo el suelo tiembla. Luego, siento el semen
cálido que me llena. Sin retirar el miembro, yacemos juntos en la cama.
Me besa la mejilla debajo del ojo izquierdo. Y, por un momento, me
olvido de la familia demente de Emily y del estado de negación en el que se
encuentra papi cuando se trata de nuestro amor. Por un segundo, todo está
bien. Y eso es todo lo que necesito para caer en el mejor sueño de mi vida.
CAPÍTULO CINCO
ACERCA DEL AUTOR
Soy una autora de erótica que disfruta escribir historias inapropiadas y hacer que la gente se sienta
incómoda con lo pervertida que soy.
Cada uno de mis relatos eróticos es como un automóvil deportivo acelerado que aguarda a que abras
la primera página. En cuanto lo haces, la luz del semáforo se pone en verde ; )