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LA FERIA DE MERCADO SABATINA

Patrimonio Inmaterial de Rionegro

Por: Carlos Andrés Zuluaga Marín

@rionegro_historico

Corría el año 1706, cuando el Alcalde de San Nicolás de Rionegro, José Gutiérrez de Céspedes,
hacía construir su casa de habitación en el costado occidental de la plaza, a fin de poder realizar las
“Primeras Fiestas Reales”. Por tal motivo mandó a “rozar el terreno y a desaguar la laguna para
poder sortear los primeros toros que se jugaran”. Podrán imaginar la apariencia del terraplén que
teníamos por plaza

El maestro Don Hilario López, artesano carpintero, que entre otras obras se le adjudica la creación
del primer altar del templo San Nicolás y de un tapial para la construcción de la iglesia de
Marinilla, compró los derechos de renta al último capellán que tuvo en posesión los terrenos de lo
que hoy es nuestro centro urbano, el licenciado Cristóbal Pérez Tazón.

Fue don Hilario quien vendió decenas de solares a hoy reconocidos personajes que habitaron
zonas influyentes del núcleo urbano durante la segunda mitad del siglo XVIII: Felipe Villegas de
Córdova, Ignacio Castañeda y su esposa Javiera Londoño, Juan de Dios Morales y Silva… entre
otros vecinos que encendieron el progreso de Rionegro.

Se comenzaba a parcelar y a dar forma a la plaza y su entorno.

El 10 de marzo de 1785, el Cabildo dispuso que el Mercado Mayor y Feria de Ganado se hicieran
todos los sábados en la Plaza. Con el pasar del tiempo esta decisión impulsaría en gran medida al
mejoramiento de las vías de acceso y caminos a la arteria fluvial del Magdalena, fortaleciendo a la
par el oficio de la arriería y la sólida vocación comercial del Rionegrero.

Dada la demanda que ofrecía la feria de los sábados, se establecieron luego los mercados menores
de los miércoles. La Feria de Ganado pasaría al sector de la Pola, cerca al antiguo hospital, hoy
Instituto Josefina Muñoz.

De las transformaciones que surgieron en Rionegro durante la segunda mitad del siglo XX, tal vez
la más marcada fue el traslado de la antigua feria de mercado a un nuevo espacio. Algo que sin
duda generó múltiples cambios en la identidad cultural de la ciudad. No obstante, entendiendo
que iba a la par de desafíos que enfrentó el municipio entre los vaivenes que costaron años en
definir la transición de pueblo a ciudad durante varias décadas.

Decisiones desacertadas y malos manejos administrativos que desencadenaron un parco progreso


ausente de desarrollo, sumado a la destrucción de un sólido patrimonio inmueble que hoy sería
atractivo para el mundo entero.
Las Vendedoras de Arepas

Uno de los encantos que tuvo la feria sabatina durante el siglo XIX y XX. según crónicas y fuentes
orales, eran las apreciadas vendedoras de arepas.

En el costado noroccidental de la Plaza se encontraba un Nogal que extendía buena sombra, allí se
instalaban estas mujeres, con sus pañolones y delantales, cada una con una enorme cesta de
amasijos: arepas de maíz pelado, mote, chócolo y capio. En forma de bola, telas y tejas. Otro
producto de fama eran las morcillas y las asaduras.

Tiempo después pasarían a establecerse en la conocida Calle Estrecha o Callejón del Teatro,
llamada hoy calle de la manteca. Allí se ubicaron por décadas estas mujeres que inspiraron los
primeros años del genial Ricardo Rendón, ya que su balcón lindaba al callejón. Allí salía el precoz
niño a dibujar y percibir los cobrizos rostros de las queridas matronas. Dibujo que, por fortuna,
muchísimos años después, fue hallado en Bogotá, simbolizando el bautizo artístico del Maestro.

Fortuna es que aún en la plaza se encuentra Doña Nubia Otalvaro, de las Cuchillas de San José,
antigua tierra de maíz y artesanas de las arepas, quien aún nos complace al vender sus deliciosos
amasijos de mote, tejas y pandequesos de capio. Las masas bolas de maíz pelado y las inigualables
tripas de morcilla. Únicas.

Plaza de Mercado Antonio María Carmona Tejada, la “Galería”

Las efemérides vividas durante el siglo XX trajeron en gran medida beneficios para el desarrollo de
Rionegro. Este fue el caso de la recordada Ley 51 o Ley de Honores, en conmemoración del
centenario de la Convención de Rionegro.

Mediante escritura pública del 8 de agosto de 1966 en la notaría primera, don José Jesús Rendón
Ramírez, transmitía a título de donación gratuita terrenos con destino a la construcción de la
nueva Plaza de Mercado Cubierto.

El señor Antonio María Carmona Tejada, exconcejal y comerciante, donó una porción de lote
donde se iba a establecer el nuevo local. Nombre que se le dio a la plaza en la década de los
noventa, en homenaje al recordado personaje.

El lugar elegido fue el sitio conocido antiguamente como La Mina o Belén, ocupado por grandes
lagunas. Así se le conocía ya que existía una mina de cal, donde además se extraía el preciado
caliche o calcrete, utilizado como suelo cemento para las calles.

Con el tiempo este terreno pasó a ser usado incluso como cancha de fútbol.

Finalmente, el 1 de diciembre de 1969, se daba por concluida la construcción de la nueva plaza de


mercado, tradicionalmente conocida como la “Galería”, Tuvo finalmente un costo de $920.000
pesos oro.
Pioneros de la Plaza que aún continúan con su labor

Don Jairo Serna nació en Marinilla, pero desde muy joven llegó a Rionegro a trabajar en la feria de
mercado. Aquí vino con su papá quien trabajaba de carnicero, él dedicado a la venta de telas y
retazos. “Mi puesto se encontraba al pie del caballo de Córdova, y las telas las traía cada viernes
del almacén Sayonara en Medellín.”

Cuenta que antes de llegar a la Plaza de Mercado Cubierto tuvieron otro traslado, como fue el de
la carretera Caldas, hoy Avenida de los Estudiantes. Inicialmente tocaba llegar a eso de las cuatro
de la mañana y comprar hojas de plátano para poder poner la mercancía sobre la “laguna”. En la
actualidad don Jairo continúa abriendo su local, a pesar de que “el doctor me recomendó dejar de
trabajar”, pero más bien le ha obedecido a su espíritu, sosteniendo que la venta de telas ha sido su
oficio por tantos años y es algo que hace parte de su vida.

Otra de las personas que aún perviven es Don Eugenio Gallego, líder comunitario que hizo parte
del trasladado a la actual Plaza de Mercado.

Hablar con don Eugenio es remontarse a cada uno de los hechos más importantes que han
ocurrido en la Plaza de Mercado, pero también muchas anécdotas de la cotidianidad que ocurren
en el concurso de los días.

Al igual que don Jairo, su negocio inició con la venta de telas, pero con el tiempo participó en
diferentes ámbitos comerciales. Más adelante realizó estudios en medicinas alternativas y
botánica. Actualmente tiene un local en la galería donde vende productos naturales.

La Plaza de Mercado debe seguir siendo un punto donde se fortalezca no solo la economía del
campesino y el comerciante sino donde confluya parte de esa historia y tradición que la hace
única.

Démosle la cara a la Plaza.

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