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Actividad 3
Actividad 3
Podríamos inferir que a largo plazo existen diferencias significativas entre individuos
criados con y sin afecto.
Sin embargo, por más obvio que parezca, su repercusión en áreas como
la atención, memoria, planificación y conducta, son impresionantes.
https://neuro-class.com/experimento-harlow-del-amor-materno/
https://pijamasurf.com/2018/03/
el_estudio_que_mostro_que_bebes_que_no_reciben_amor_corren_riesgo_de_morir/
La importancia del afecto en la salud ha sido demostrada por estudios como este de
Harvard, pero nunca de manera tan radical como fue el caso de la investigación de
Rene Spitz en la década de los años 50 del siglo XX.
Desde antes de Spitz se había notado que los orfanatos tenían un altísimo índice de
mortandad, y a principios del siglo XX se creía que la causa debía de ser las
enfermedades contagiosas producto de la falta de limpieza de estos lugares. Fue
entonces que el doctor austriaco René Spitz propuso una teoría alterna, que quizás
parecería poco científica: los infantes sufrían de falta de amor. Para probar esto, Spitz
comparó un grupo de infantes que eran criados en cunas de hospital aisladas con
infantes criados por madres en prisión. Si el problema eran los patógenos del lugar,
entonces los niños criados en la cárcel debían de tener peores resultados. El estudio
mostró que el 37% de los infantes criados sin madre en un hospital murieron, mientras
que no se registró ninguna muerte entre los bebés encarcelados con sus madres. A su
vez, los bebés de la cárcel crecieron más rápido y mostraron mejores resultados en
diversas pruebas de salud. La investigación siguió algunos años más, y Spitz notó que
los huérfanos que sobrevivieron tuvieron una tendencia mucho más marcada a contraer
enfermedades y a tener problemas psicológicos.
https://es.gizmodo.com/paradojicamente-uno-de-los-experimentos-mas-crueles-de-
1783902243
El psicólogo se sorprendió, sobre todo y como diría, debido a que uno de los principios
básicos de la ciencia de la época era que los bebés, con el fin de tener la mejor de las
oportunidades para desarrollarse normalmente, necesitaban primordialmente comida y
mantenerse limpios. Y estos dos criterios los había cumplido con creces en las pruebas.
Así que en este clima de la época fue como Harlow se embarcó en los experimentos.
Una vez que había observado esa apatía en los bebés monos, el hombre ideó una
vuelta de tuerca. El psicólogo había percibido otro comportamiento inusual; se habían
vuelto locos con los forros de tela que cubrían partes de las jaulas. En las últimas
semanas los monos se habían aferrado a estas telas, incluso trataban de envolverse en
ellas y comenzaban a gritar cuando se mantenían lejos de ellas para la limpieza regular
de la jaula.
Si pasaban más de cinco días en una jaula sin un pedazo de este material, todos se
derrumbaban psicológicamente, apenas sobrevivían. ¿podría ser que ese trozo de paño
suave, quizá cálido, fuera tan importante como la misma leche embotellada con la que
eran alimentados?
Es entonces cuando Harlow introduce en las jaulas una especie de madres sustitutas
con el fin de observar si los monos cambian de actitud. Para dicho experimento se
construye una madre para los monos cuya cabeza estaba hecha de una bola de billar
de madera, ojos que eran realmente unos reflectores de bicicleta, y lo más importante,
un cuerpo cilíndrico que comprendía una toalla envuelta alrededor de un pequeño cojín
mullido.
Para su siguiente prueba construyó unas madres monstruo. En este caso con la forma
muy similar a las madres de felpa, aunque realmente era un engaño cruel. Una de estas
madres había sido diseñada con un sistema que sacudía al bebe en varias ocasiones,
otra versión estaba diseñada para asustar al bebé enviando ráfagas de aire comprimido
de vez en cuando y otra de ellas estaba equipada con puntas de metal ocultas que se
movían cuando el bebé esta arropado a la figura con el fin de que este se separara.
¿Cuál fue la reacción de los bebés? Tan pronto como la madre se
había calmado volvían a ella y la acariciaban cuando estaban cerca. Esta situación se
repitió una y otra vez, lo que para el propio Harlow fue algo impresionante, mientras las
madres monstruo agredían a los bebés, estos no cesaban en su empeño de la
necesidad de ellas, de su total dependencia hacia su figura.
Llegados a este punto Harlow fue más allá de lo que nunca pensó que iría. En primer
lugar, creando lo que llamó el “pozo de la desesperación”, en esencia unas jaulas de
aislamiento separadas del resto con forma de embudo. En el punto más bajo colocaba
al bebé mono. A los dos o tres días trataría en vano de trepar por las paredes de la
jaula, luego desistiría al darse cuenta de que no podía subir.
Sin ningún tipo de estimulación, allí se les enjaulaba al poco de nacer para permanecer
entre 30 días y un año entero. El resultado fue que en algún punto con el paso de los
días y las semanas los animales quebraban. Renunciaban a todo y simplemente se
quedaban sentados sin hacer nada, solos en un clima de desesperación. Luego,
pasado el tiempo, los monos se convertían en lo que llamaríamos en términos médicos,
un depresivo.
El último de los experimentos que el psicólogo llevó a cabo daba cuenta de hasta donde
llegó Harlow en su estudio. Una vez que había comprobado que el aislamiento afectaba
a la propia conducta social, el hombre decide averiguar si estos efectos (el aislamiento)
también se podrían dar en una interacción entre una madre y un bebé.
Para ello aísla a una serie de hembras mono, hembras que debían quedar
embarazadas. Harlow inventa entonces un sistema donde a través de una mesa con
correas podía atar a las hembras, de forma que estas, indefensas, debían esperar a la
entrada de los machos para fecundarlas sin ningún tipo de interacción social. Cuando
estas hembras aisladas quedaban embarazadas y tenían a la cría, eran incapaces de
ofrecer algún cuidado, muy al contrario, depresivas, su actitud era violenta como el
mismo psicólogo comentaría:
Nunca, ni en nuestros sueños más retorcidos, pensamos que seríamos capaces de
designar sustitutos que fueran tan crueles con sus crías como las auténticas madres.
La ausencia de experiencias sociales hace que no sean capaces de interactuar
socialmente con sus crías. Una de las madres aplastó la cara de su cría contra el suelo
y comenzó a comerle los pies y los dedos. Otra machacó la cabeza de la cría. El resto,
simplemente las ignora.
Como también hizo mención en clases la importancia del afecto en los bebes por todos
estos estudios y muchos otros más se demostró la importancia del amor en el
aprendizaje pero no solo el infante se sienta querido si no también la madre o quien
esta a cargo ya que es quien transmitirá emociones al nuevo ser.