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Características del perfil del agresor desde el enfoque cognitivo conductual

El enfoque cognitivo se basa en el supuesto teórico de que “la conducta de un


individuo está determinada en gran medida por el modo que tiene dicho individuo
de estructurar el mundo” (Maxi, 2010, como se citó en Beck, 1967, pág. 13).
Según este planteamiento, las personas más agresivas deberían tener creencias
normativas que aprueben o justifiquen la agresión, considerando que ésta es una
respuesta apropiada para resolver conflictos interpersonales o para obtener lo que
uno desea. De esta manera existirá una conexión directa entre las creencias
normativas y las operaciones de procesamiento de la información que finalmente
dan lugar al comportamiento, tanto en situaciones novedosas que requieren un
procesamiento más controlado como en situaciones familiares en la que el
procesamiento cognitivo es automático.
Por ello al evaluar el perfil del agresor bajo este enfoque podríamos afirmar que la
agresividad es aprendida en el desarrollo de sus vidas donde a través de los años y
experiencia vividas desde que son niños se va modelando su conducta.
Los padres, adultos o personas que forman parte del entorno de un niño se
convierten modelos de conducta, si estos recurren al castigo físico, el niño adquiere
esa conducta agresiva que recibe, por ello tratar de disminuir agresividad con
agresividad no da resultados fructíferos, estos niños aprenden que la agresividad es
la solución a sus problemas lo cual posteriormente lo vuelcan en su vida adulta y en
sus relaciones de pareja.
Podría decirse entonces que la violencia en el hogar y, más específicamente, la
violencia del varón contra su pareja, está vinculada a la identidad masculina en la
sociedad, conformada por un aprendizaje temprano en el hombre de ciertos valores,
creencias y actitudes como son el ejercicio de la autoridad y control, la preocupación
central por el éxito profesional, el ocultamiento de las emociones, entre otros
(Kaufman, 1997; Seidler, 2000). Estos patrones violentos de interacción y relaciones
de abuso son la consecuencia de un modelo familiar y social que las acepta como
estrategias válidas para resolver conflicto.
Ahora bien, todo esto es expresado por los agresores en forma de distorsiones
cognitivas relacionadas con los roles de género y la consiguiente subordinación de la
mujer (misoginia), aparte de cierta legitimación de la violencia como forma
adecuada para resolver conflictos (Echeburúa et al., 2003; Echeburúa y Redondo,
2010). Asimismo, una característica habitual del maltrato es la negación de esta
conducta por parte del agresor. Por ello, los agresores suelen usar un conjunto de
racionalizaciones para justificar su conducta violenta, evitando sentirse culpables,
rechazados socialmente y emocionalmente afectados. Así, suelen utilizar estrategias
como la negación y/o la minimización de la conducta violenta, la culpabilización de la
víctima, la supuesta reacción de defensa propia, entre otros (Lila et al., 2008;
Conchell et al., 2012)

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:

 Maxi, R. (2010). Aplicación de la terapia cognitiva conductual en un caso de


agresividad infantil. [Tesis de titulación]. Universidad del Azuay.
https://dspace.uazuay.edu.ec/bitstream/datos/1215/1/07731.pdf

 https://www.researchgate.net/publication/
353248287_Eficacia_de_un_programa_cognitivo-
conductual_para_hombres_maltratadores_en_la_relacion_de_pareja
 https://journals.copmadrid.org/apj/art/j.apj.2016.04.002

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