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Club de Lecturas El infinito en un junco

Irene Vallejo

Guía de lectura preparada por Julio Belinchón, Marzo/Abril 2021 Página 1


Club de Lecturas El infinito en un junco
Irene Vallejo

El infinito en un junco
La invención de los libros en el mundo antiguo
Irene Vallejo

Ediciones Siruela, 2019

Debate Club de lecturas 1/3: Sábado 19 Marzo 2022 – 19hrs España


Grecia parte 1
Vídeo de la sesión en Youtube: https://youtu.be/NC6_m7Viyj8
Audio de la sesión en Ivoox: https://go.ivoox.com/rf/83754366

Debate Club de lecturas 2/3: Sábado 2 Abril 2022 – 19hrs España


Grecia Parte 2
Vídeo de la sesión en Youtube: https://youtu.be/6Qfx9jzLnkE
Audio de la sesión en Ivoox: https://go.ivoox.com/rf/85051551

Debate Club de lecturas 3/3: Sábado 16 Marzo 2021 – 19hrs España


Roma
Vídeo de la sesión en Youtube: https://youtu.be/xWyOKp1mGpg
Audio de la sesión en Ivoox: https://go.ivoox.com/rf/85822840

Links de conexión a sesiones de debate zoom, disponibles para soci@s en sección Ágora de página
de inicio de www.clubdelecturas.com.

Guía de Lectura preparada por: Julio Belinchón

Ubicación de esta guía en la web de Club de Lecturas:


https://www.clubdelecturas.com/producto/el-infinito-en-un-junco-irene-vallejo/

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Irene Vallejo

Irene Vallejo es una joven escritora aragonesa con una formación universitaria en Zaragoza y
Florencia, doctora en Filología Clásica.

Ha publicado varias novelas y obras para niños y escribe habitualmente artículos en El Heraldo de
Aragón y El País. Entre sus obras destacan:

Terminología libraria y crítico-literaria en Marcial (2008)

El pasado que te espera (2010)

La luz sepultada (2011)

El inventor de viajes (2014)

La leyenda de las mareas mansas (2015)

El silbido del arquero (2015)

Alguien habló de nosotros (2017)

El infinito en un junco (2019)

Manifiesto por la lectura (2020)

Ha obtenido numerosos reconocimientos y premios, entre los que destacan:

-Mención especial del Jurado en el Premio Internacional de Novela Histórica de Zaragoza

-Premio Ojo Crítico de narrativa (2019)

-Premio Nacional de Ensayo (2020) por El infinito en un junco.

-Premio de Literatura Jose Antonio Labordeta (2020).

-Premio Aragón 2021, máxima distinción que concede el Gobierno de Aragón

-Premio Heraldo 2021 a los Valores Humanos y el Conocimiento

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-Premio de la Sociedad Española de Estudios Clásicos, en su XXI edición, por su labor de


difusión, promoción y defensa de los estudios clásicos.

La publicación del Infinito en un junco, aún en plena pandemia, tuvo un éxito inmediato. Primero en el
boca a oído y en poco tiempo, a la necesidad de realizar más de 40 ediciones, traducido a 30 idiomas
y publicado en más de 40 países.

Las posibilidades de que un ensayo erudito de 430 páginas, escrito por una autora poco conocida, se
transformase en un superventas eran escasas. Pero es evidente que nuestra época demanda esa
vuelta a los clásicos. Necesitamos el arte, la literatura, la historia y la filosofía en nuestro mundo
excesivamente tecnológico y obsesionado por lo inmediato y lo fugaz.

Cuando le fue concedido el Premio Nacional de Ensayo, el jurado dijo que había elegido esta obra
“por ofrecer un viaje personal, erudito e instructivo por la historia del libro y de la cultura en el mundo
antiguo, que transmite un sentimiento de colectividad en el que tanto la propia autora como quien la
lee se reconocen”.

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I.- GRECIA IMAGINA EL FUTURO

LA CIUDAD DE LOS PLACERES Y LOS LIBROS

Reconstrucción ideal del Museo de Alejandría

Frente a las embarradas y sucias calles de la Roma antigua, cuenta la autora, Alejandría era una
ciudad embriagadora, cuyos palacios, templos, avenidas y monumentos irradiaban grandeza. Desde
sus orígenes fue una ciudad de leyenda. Y tal vez la leyenda amorosa más famosa había sido la de
Cleopatra y Marco Antonio. Si la pareja hubiera ganado la guerra, hoy tal vez la Ciudad Eterna y sus
foros estarían en Egipto.

Cleopatra parece que no era una mujer de especial belleza, pero poseía el atractivo de su inteligencia
y su palabra. Cuando Marco Antonio quiso sorprenderla con un regalo deslumbrante, no recurrió al
oro o las joyas de las que ella tenía en abundancia, sino que puso a sus pies doscientos mil
volúmenes para la gran biblioteca. Sabía que así la seduciría más que con unas gemas singulares.
Los libros tenían allí un explosivo poder seductor.
Pero hoy no queda nada de todo aquello. Después de la 2ª Guerra Mundial y el conflicto de Suez en
el S. XX, nos cuenta Lawrence Durrel, las milenarias comunidades judía y griega habían huido. Y la
ciudad, que siempre fue perversa, ahora parece un enorme orinal público.

ALEJANDRO: EL MUNDO NUNCA ES SUFICIENTE

El legendario Aquiles era el personaje favorito de los niños en la antigua Grecia y Alejandro, que
conocía bien la Ilíada de la mano de su maestro Aristóteles, no sólo le admiraba, sino que hizo
realidad sus fantasías de éxito más desenfrenadas. Su expedición de conquistas de más de
25.000Kms en sólo 8 años incluyó Anatolia, Persia, Egipto, Asia Central y la India. En comparación
con él, Aquiles, que murió en el asedio de una sola ciudad, parece un vulgar principiante.

Mapa del imperio de Alejandro

A Alejandro le fascinó la isla de Faro y la costa próxima donde el delta del Nilo se funde con las aguas
del Mediterráneo. Había tenido un sueño con ese lugar y quiso fundar allí una de las muchas
Alejandrías que levantó a lo largo de sus conquistas. Él mismo trazó su perímetro y señaló dónde

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debían estar los distintos espacios que la completarían. Con el tiempo, la pequeña isla de Faro quedó
unida a la costa y albergaría una de las siete maravillas del mundo. El general ya no volvería a ver la
ciudad. Sólo regresó diez años después, ya cadáver, para ser enterrado allí.

Reconstrucción ideal del Faro de Alejandría

Pero en sus años de conquistas había sido un militar implacable. De camino a Egipto se apoderó de
toda la franja costera de Fenicia y Palestina. Únicamente se resistieron Tiro y Gaza y cuando cayeron
les aplicó un castigo brutal. Los supervivientes fueron crucificados a lo largo de la costa, y las mujeres
y los niños vendidos como esclavos.

Otras veces se mostró más generoso. Cuando capturó a la familia del rey persa Darío, respetó a las
mujeres y renunció a usarlas como rehenes dejándolas seguir viviendo en sus aposentos y
conservando sus vestidos y joyas.

Al entrar en las estancias de Darío vio el oro, la plata, las joyas, alfombras y muebles que no había
conocido en su provinciana Macedonia y comentó a sus amigos: “En esto consistía, según parece,
reinar”.

Alejandro no encontraba reposo en sus ansias de ir más allá para escapar a la mediocridad. No había
cumplido 30 años y empezaba a temer que el mundo no fuera suficiente para él. Quería ver el último
confín, el borde del mundo. ¿Encontraría el gran Océano Exterior del que le había hablado su
maestro Aristóteles? ¿O el final sería invisible, como una niebla espesa?

Pero para sus hombres, enfermos y agotados, el mundo no daba señales de terminar. Habían
recorrido miles de kilómetros, masacrado a cientos de miles de asiáticos, tenido que enterrar a sus
mejores amigos. Habían soportado hambrunas, travesías por el desierto, fríos glaciales, sed y los
pocos que habían sobrevivido ya no tenían las mismas fuerzas. Querían volver a casa, acariciar a sus
mujeres y ver a sus hijos, que apenas les recordarían.

PREGUNTA 1:
El imperio que pretendió crear Alejandro es uno más de los muchos que se han intentado a lo
largo de la historia (imperio romano, impero islámico, imperio mongol, español, inglés…) ¿La
globalización es una forma más de imperio con dominio de una minoría o es un camino hacia
un mundo unificado democráticamente?

EL AMIGO MACEDONIO

Cuando entraron de vuelta en la ciudad persa de Susa solo quedaban vivos la cuarta parte de los que
habían llegado a la India. Pero Alejandro les dio allí una de sus raras sorpresas.
En una gran ceremonia colectiva, hizo casar a todos los altos oficiales con muchachas de las familias
más pudientes del imperio persa. Y luego hizo lo mismo con el resto de las tropas. Él mismo añadió a
su nómina de esposas a una de las hijas de Darío.

Fue un esfuerzo por favorecer los matrimonios mixtos a una escala que jamás se volvió a ver.
Alejandro, sin embargo, no tuvo tiempo de imponer su visión. Meses después moría en Babilonia a la
edad de 32 años. Todavía hoy no podemos saber las causas de una muerte tan rápida. Tal vez unas

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fiebres de malaria, una infección gripal, una enfermedad autoinmune, o un veneno propiciado por sus
propios colaboradores. Las teorías conspiratorias ya funcionaban en aquellos momentos.

Y pocos años después comenzaron a tejerse anécdotas, relatos y versiones de todo tipo sobre el
personaje. En Egipto, durante los siglos posteriores a su muerte, se fue tejiendo un relato fantástico
sobre sus viajes y aventuras que circuló en multitud de idiomas con el título de La novela de
Alejandro. Fue uno de los libros más leídos en el mundo premoderno. Su memoria creció en Roma,
donde le añadieron el “Magno”, pero en Persia le llamaron “El Maldito” por haber mandado quemar el
palacio real en donde se guardaba una enorme biblioteca que contenía, entre otros libros, el Avesta,
el libro sagrado de los seguidores de Zoroastro.

Todavía hoy la valoración de su obra es muy diferente según la perspectiva que se considere, desde
la idealización y la ficción a la visión más escéptica de las últimas décadas en donde hay autores que
lo tildan de megalómano y de crueldad e indiferencia hacia las víctimas, incluyéndolo en el panteón
de los peores genocidas.

Lo cierto es que su figura sigue viva en la actualidad en imágenes, nombres de personas o libros
sobre sus hechos. Su deseo de inmortalidad de alguna manera lo ha conseguido hacer realidad.

PREGUNTA 2:
La historia está llena de personajes considerados héroes por unos y malditos por otros:
Alejandro, Julio César, Carlomagno, Hernán Cortés, Napoleón o Stalin, por sólo citar unos
pocos. ¿Son producto inevitable de su tiempo con todas sus contradicciones, o son símbolos
de las dos caras que tenemos los humanos? ¿Les debe algo la historia, o son figuras para
olvidar?

La muerte del caudillo, no obstante, inició una oscura época de enfrentamientos y asesinatos entre
sus generales y dentro de su propia familia.

Después de años de combates, ferocidad y muchas vidas segadas, quedaron tres señores de la
guerra: Seleuco en Asia, Antígono en Macedonia, y Ptolomeo en Egipto.

Ptolomeo vivió en Egipto el resto de su vida, desde donde peleó contra sus antiguos colegas a sangre
y fuego, para mantenerse en el poder.

El país que gobernaba le parecía extraordinario y asombroso: las pirámides, las dunas del desierto,
los camellos, los dioses con cabeza de animal, los eunucos, los jeroglíficos, el ceremonial de palacio,
los templos enormes, el fangoso Nilo, el culto a los muertos.

Ptolomeo no conocía la lengua ni las complicadas ceremonias, pero había aprendido de Alejandro a
comportarse con atrevimiento en las situaciones nuevas. Trasladó la capital a Alejandría, la única
ciudad sin pasado, como símbolo de un tiempo nuevo, para convertirla en el centro más importante
de todo el Mediterráneo, en el tráfico de mercancías, pero también en el pensamiento y en la ciencia.
Y destinó muchos medios a levantar su Museo y la Biblioteca.

EQUILIBRIO AL BORDE DEL ABISMO: LA BIBLIOTECA Y EL MUSEO DE ALEJANDRÍA.

Reconstrucción ideal de la biblioteca de Alejandría

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La biblioteca de Alejandría era una enciclopedia mágica que congregó el saber y las ficciones de la
Antigüedad para impedir su dispersión o su pérdida, pero también fue concebida como un espacio
nuevo, del cual partirían las rutas hacia el futuro.

Era variada y completísima, abarcaba libros sobre todos los temas, escritos en todos los rincones de
la geografía y abierta a todas las personas ávidas de saber. Incluía, según los que habían sabido de
ella, las obras más importantes de otras lenguas, traducidas al griego. Allí se realizó la conocida
versión griega de la Torá judía conocida como la Biblia de los Setenta, la traducción de los textos
iraníes atribuidos a Zoroastro, de más de dos millones de versos; la relación de los faraones desde
los orígenes hasta Alejandro, hecha por el sacerdote egipcio Manetón, entre muchos otros, de
manera que nunca se había emprendido una empresa de traducción de semejante magnitud. En
ningún lugar había existido tanta información reunida, tanto conocimiento posible, tantos relatos.
En el reparto del imperio de Alejandro, Ptolomeo no se había llevado la mayor tajada, pero sí la más
rica. En las orillas del Nilo crecían fabulosas cosechas de cereal, la mercancía que permitía dominar
los mercados de aquella época. Además, exportaba el material de escritura más utilizado entonces: el
papiro. La planta se cultiva con éxito en el valle del Nilo, pero es difícil de aclimatarse en otras zonas.
Desde el tercer milenio a.C. los egipcios descubrieron que con aquellos juncos podían fabricar hojas
para la escritura.

Planta de papiro

Durante siglos, en oriente próximo y luego griegos y romanos, escribieron su literatura en rollos de
papiro. A medida que las sociedades mediterráneas se alfabetizaban, necesitaban más papiro y los
precios subían al calor de la demanda. Los reyes de Egipto se apropiaron el monopolio de la factura y
el comercio de las hojas.
MM

Papiros

El rollo de papiro supuso un fantástico avance. Tras siglos de búsqueda de soportes sobre piedra,
barro, madera o metal, la escritura encontró finalmente su hogar en la materia viva del papiro. Y,

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frente a sus antepasados rígidos, el libro fue desde el principio un objeto flexible, ligero, preparado
para el viaje y la aventura.

Entre los muchos griegos que empezaron a llegar a Alejandría, había algunos miembros de la escuela
de Aristóteles, el Liceo. Uno de ellos, Demetrio de Falero recibió el encargo de organizar la biblioteca.
Para ello hubo de buscar obras escritas en griego por toda la geografía del Mediterráneo oriental para
lo que desplegó una red de empleados con dinero abundante.

El Museo era, en la mitología griega, el recinto sagrado en honor de las musas, las hijas de la
Memoria, la diosa de la inspiración. El de Ptolomeo llegó más lejos: fue una de las instituciones más
ambiciosas del helenismo, una primitiva versión de nuestros centros de investigación, universidades y
laboratorios de ideas. Se invitaba al Museo a los mejores escritores, poetas, científicos y filósofos de
la época y mantenían el puesto de por vida, con un salario, vivienda y comida gratis.

En Alejandría nacieron teorías revolucionarias, como el modelo heliocéntrico del sistema solar, que
sería rescatado en el S. XVI. Se rompió el tabú de las disecciones de cadáveres. Se desarrollaron
nuevas ramas del saber, como la trigonometría, la gramática, o la conservación de manuscritos, y
grandes descubrimientos como el tornillo sin fin, la máquina de vapor diecisiete siglos antes de Watt
(aunque solo se utilizó para mover muñecos).

Pocas veces en la historia se ha hecho un esfuerzo parecido por reunir en un único lugar a las
mentes más brillantes de la época.

La vida de aquellos investigadores profesionales discurría en el aislado espacio de la zona fortificada


de la ciudad, celebrando conferencias y debates públicos, pero sobre todo en el silencioso trabajo de
investigación.

Entre los sabios también hubo expertos en óptica y bajo sus órdenes se labraría el gran espejo de la
torre de más de cien metros que se levantó en la isla de Faro, que permitía orientar a los barcos que
se aproximaban a Alejandría y que acabó apropiándose del nombre de la isla. Y aunque sucesivos
terremotos lo destruyeron en la Edad Media, su huella se mantiene en los faros posteriores, que han
seguido su modelo arquitectónico.

Ptolomeo I dejó asegurada la continuidad del Museo y la Biblioteca antes de morir. De hecho se
continuaron acumulando nuevos volúmenes durante generaciones. Un siglo después, Ptolomeo III
mandó construir una nueva biblioteca fuera de las murallas, en el templo de Serapis, de quien tomó el
nombre de Serapeo. A ella tenía libre acceso todo el que quisiera consultar sus fondos. Sería, tal vez,
la primera biblioteca pública, mientras que la Gran Biblioteca seguiría reservada a los estudiosos.

Reconstrucción ideal del Serapeo

PREGUNTA 3:
En Alejandría se fomentó el trabajo de investigación colectivo, en donde las sinergias del
grupo multiplicaban los resultados. ¿Es posible que si la biblioteca hubiera podido continuar
en el tiempo, hubiera podido llegar a generar una revolución industrial en la antigüedad, del
tipo de la europea del S. XIX, o eran necesarios otros factores para ello, además del avance
científico?

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UNA HISTORIA DE FUEGO Y PASADIZOS

Cuando algunos coleccionistas en los S. XVII y XVIII donaron sus fondos de cuadros, esculturas y
objetos a instituciones públicas para su exhibición, comenzó un hábito que se iría extendiendo con el
tiempo, el de visitar museos. Estos museos como lugar para mostrar cosas antiguas, y no como el de
Alejandría, como centro del saber, aparecieron en Inglaterra y, poco después, en Francia. El Museo
Británico se inauguró en 1.759, y en 1789, la Francia revolucionaria confiscó a la monarquía el
palacio del Louvre con todos sus fondos, para convertirlo en un museo. La moda pasó a Norteamérica
donde en 1870 un grupo de empresarios fundó el MOMA. Hoy, una amplia red mundial de museos de
todos los géneros permite a visitantes y turistas conocer el pasado, las artes y la creación de cada
nación.

Inventados hace cinco mil años, los antepasados de los libros, eran tabletas de arcilla. En las riberas
de Mesopotamia no había papiro, y la piedra o la madera escaseaban. Lo que abundaba era el barro,
y con él conseguían pequeñas superficies del tamaño de una Tablet. Con un punzón hacían huellas
en forma de cuña, creando una escritura que hoy llamamos cuneiforme. Los antiguos sumerios
anotaban así inventarios, recibos, actas de juicios, y también algunos poemas e himnos.

Tablilla sumeria de arcilla

Asurbanipal, en el S. VII a. C., fue el mayor coleccionista de libros antes de Ptolomeo. Los
arqueólogos han desenterrado cerca de treinta mil tablillas, con documentos de archivo, magia,
religión y las obras más famosas de la literatura del Próximo Oriente. Todas aquellas bibliotecas, sin
embargo, dejaron de existir y se hundieron en el olvido. Las tablillas que aparecían de vez en cuando
entre las arenas del desierto contenían unos signos que nadie entendía y muchos pensaron que eran
simples adornos de puertas y ventanas. Sólo el tesón de algunos especialistas logró poner a la luz los
secretos que contenían.

Igual que la escritura cuneiforme, los signos jeroglíficos egipcios quedaron olvidados durante más de
un milenio. Y sólo a principios del S. XIX comenzó una apasionante carrera de especialistas por
descifrarlos. La carrera comenzó con la expedición de Napoleón a Egipto en su guerra contra los
ingleses. La operación fue un fracaso, pero puso de moda las antigüedades faraónicas.
Cerca del puerto de Rosetta un soldado encontró una losa con extrañas inscripciones. Este trozo
memorable es un fragmento de una antigua estela en donde el faraón Ptolomeo V ordenó grabar un
decreto sacerdotal traducido a tres tipos de escritura: jeroglífica, demótica y griega. Conscientes del
valor de esa piedra de basalto, los ingenieros hicieron copias en papel que más tarde se distribuirían
entre los estudiosos atraídos por el desafío. Actualmente la piedra se encuentra en el Museo Británico
después de que Nelson se apropiara de El Cairo y la trasladara a su país.

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La piedra Rosetta

Era el año 1812. Entonces empezó un juego de inteligencias. El primero en desentrañar el significado
de los símbolos fue Champolión, apoyándose en su intuición de que los glifos encerrados en un
círculo eran nombres de reyes. Leyó así el de Cleopatra. Champolión mismo era un personaje
singular. Dominaba unos ocho idiomas, entre ellos el copto, que le permitió establecer relaciones con
el enigmático idioma egipcio. A partir de ahí, fue haciendo similitudes y, con un esfuerzo personal
enorme que le quebró la salud, consiguió elaborar un diccionario y una gramática de jeroglíficos.
Después de siglos de sigilo, los papiros y los monumentos egipcios volvieron a hablar.

PREGUNTA 4:
El conocimiento del pasado está lleno de azar y también de pequeñas historias de grandes
científicos empeñados en desentrañar los secretos del pasado, como Champolión. ¿Qué
motivos pueden llevar a una persona a dejarse la salud en una tarea que probablemente, no le
reportará beneficios materiales?

LA PIEL DE LOS LIBROS

En la Antigüedad los libros eran objetos endebles, fabricados con materiales que se deterioraban, se
rompían o se disgregaban.

Los papiros habían sido un enorme avance respecto a las tablillas: fáciles de utilizar y de trasportar,
podían contener obras amplias como una tragedia griega, pero la lectura y el uso habitual los
consumían. El frío, la lluvia y los insectos los destruían. Además, el monopolio que ejercían los
faraones podía utilizarse para boicotear proyectos que les hicieran competencia. Ese fue el caso de
Pérgamo, donde el rey Eumenes trataba de hacer una biblioteca comparable a la de Alejandría y los
Ptolomeos encontraron fácil boicotearlo cortando el suministro de papiro.

En Pérgamo reaccionaron mejorando una vieja técnica de escribir sobre cuero. De ahí derivó el
nombre de pergamino. El proceso de su elaboración era lento y complejo, pero su resultado daba
unas láminas suaves, delgadas y muy duraderas. Un tipo especial de pergaminos eran las vitelas, de
un color blanco intenso y textura sedosa, que se obtenían de crías recién nacidas o incluso de
embriones abortados. Detrás del exquisito trabajo del pergamino se esconden pieles de animales que
han sufrido, pero tal vez preferimos ignorar que el progreso y la belleza incluyen dolor y violencia.

Preparación de la piel para ser usada como pergamino

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Pergamino medieval

El manuscrito de una sola obra podía necesitar la piel de un rebaño entero y suponía un gasto
enorme al alcance de muy pocos. No es extraño que poseer un libro, incluso un ejemplar corriente,
fuera durante largo tiempo privilegio exclusivo de nobles y órdenes religiosas. Sólo en 1.444 se abriría
la primera biblioteca pública desde la Antigüedad, en el convento de San Marcos de Florencia, con
los fondos legados por el humanista Nicoló Nicoli.

PREGUNTA 5:
En el pasado la cultura era muy cara y privilegio de una minoría. Además de ese hecho ¿Hubo
al mismo tiempo una voluntad consciente de los poderosos para que la cultura no llegase a las
clases bajas? Hoy día la cultura se ha generalizado. ¿Ha puesto eso en peligro el estatus
social de los privilegiados?

EL MUNDO PERDIDO DE LA ORALIDAD

La tradición de la cultura griega arranca en los poemas de Homero. Y estos tuvieron su origen en un
mundo basado en la oralidad y en la memoria, no en el texto escrito.

Los poemas se recitaban en púbico y eran de todos, no pertenecían a nadie en concreto. Detrás de
cada relato había una galaxia de poetas que no habrían entendido el concepto de “derechos de
autor”.

Los poetas analfabetos crearon cientos de poemas que se han perdido para siempre y de los que a
veces se conservan fragmentos incrustados en otras obras. Debió de ser popular entre otros, el ciclo
sobre Tebas, donde nació el desgraciado Edipo.

Los recitadores de poemas contaban sus historias en las mansiones de los poderosos al final de sus
banquetes. Nos lo podemos imaginar con sus raídas ropas, acompañado de su cítara, envolviendo a
todo el mundo en la magia de un relato apasionante de aventuras y combates. Los convidados al
banquete siguen el ritmo con el pie y enseguida quedan hechizados. Les brilla la mirada y se sienten
atrapados por un relato que les llega al alma. El bardo domina su arte, modulando las palabras y
pausando en las partes adecuadas. La narración se interrumpe en el momento calculado para que lo
inviten a continuar al día siguiente. Al cabo de unos días, el músico viajero volverá a los caminos, en
busca de un nuevo refugio.

En esos tiempos, la literatura era un arte efímero y el recitar de un poema nunca era igual que la vez
anterior. El poeta conocía cientos de mitos y tenía un arsenal de frases preparadas para rellenar
versos.

Para dominar su oficio era necesario poseer una memoria prodigiosa. Igual que en los tiempos
modernos que han sido estudiados por antropólogos, aquellos cantores aprendían el oficio en su
propio hogar, pero también de otros cantores de los que memorizaban recitales de horas con una
sola audición. Y así impedían que todas las experiencias y el saber acumulado acabasen en la nada
del olvido.

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Sin embargo, desde el S. VIII a. C., un nuevo invento empezó a colarse en aquel mundo oral: la
palabra escrita. Al igual que con cada novedad en la historia (la imprenta, internet), hubo de
enfrentarse a muchos detractores que lo veían como decadente. Sócrates, ese gran conversador, se
negó siempre a poner por escrito sus enseñanzas. Acusaba a los libros de obstaculizar el diálogo de
ideas, porque la palabra escrita no sabe contestar a las preguntas y objeciones del lector.

Era, no obstante, difícil resistirse a la novedad de poder perdurar y ser recordado. El acto de escribir
alargaba la vida de la memoria, impedía que el pasado se disolviera para siempre. Los largos versos
de la Ilíada y la Odisea que ahora leemos como si fueran dos novelas tienen los pies entre la oralidad
y el nuevo mundo.

Tal vez un cantor de memoria oral que sabía los secretos de la escritura juntó las varias versiones
que circulaban, las limpió de divagaciones y las hilvanó para producir estas hermosas obras. ¿Se
llamó Homero? No lo sabemos. Pero podemos decir que Homero son las muchas personas que
mantuvieron vivos los relatos antiguos.

Y realmente nunca se llegó a extinguir el relato oral. Hasta el S.XX, quienes sabían leer eran una
minoría en todas las sociedades. La voz de los cantos y los mitos, como saben los antropólogos,
nunca ha callado del todo.

PREGUNTA 6:
¿La memoria hoy día, está infravalorada o sobrevalorada? ¿Es necesaria la memoria cuando
todos los datos están en internet?

LA REVOLUCIÓN APACIBLE DEL ALFABETO

Los primeros signos escritos aparecieron hace seis mil años en Mesopotamia. Poco después, y de
forma independiente la escritura nació también en Egipto, India y China. El arte de escribir tuvo,
según las teorías más recientes, un origen práctico, las listas de propiedades. La escritura vino a
resolver un problema de propietarios ricos y administradores palaciegos que necesitaban hacer
anotaciones porque les resultaba difícil llevar la contabilidad de forma oral.

Los primeros apuntes eran dibujos esquemáticos (una cabeza de buey, un árbol, un hombrecillo). Con
esos trazos, los antiguos terratenientes inventariaban sus rebaños, su despensa y sus esclavos. Al
principio imprimían esas formas en la arcilla con pequeños sellos y más tarde los trazaban con
cálamos. Los dibujos tenían que ser sencillos y siempre los mismos para que se pudieran aprender y
descifrar. El siguiente paso fue dibujar ideas abstractas. Dos rayas cruzadas significaban en la
primitiva escritura sumeria, enemistad; dos rayas paralelas, amistad. Un pato con un huevo, fertilidad.
Debió de ser emocionante descubrir que el amor, el odio y el terror podían escribirse.

Pronto se planteó un problema. Hacían falta demasiados signos para describir todas las cosas y
todas las ideas. El número de signos no dejaba de aumentar. La solución fue una de las mayores
genialidades humanas, original, sencilla y de incalculables consecuencias: dejar de dibujar cosas e
ideas y empezar a dibujar los sonidos de las palabras, que son limitados. Así, a través de sucesivas
simplificaciones, llegaron las letras, pero muchas no han dejada atrás su origen esquemático: la “O”
era un ojo, la “N” una serpiente, la “M” el movimiento del agua.

Ejemplo de evolución de algunas consonantes

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Dominar la escritura era un arte difícil que exigía conocer hasta un millar de símbolos y sus
complicadas combinaciones, solo al alcance de unos escribas que ejercían un oficio privilegiado y
secreto y formaban una aristocracia poderosa. Durante siglos, la escritura dio voz sólo al poder
establecido.

Más tarde, la invención del alfabeto derribó muros y abrió puertas para que muchas más personas
pudieran acceder al pensamiento escrito. La novedad surgió entre los pueblos semíticos. Partiendo
del complicado sistema egipcio, llegaron a una fórmula de asombrosa simplicidad. Retuvieron
únicamente los signos que representaban las consonantas simples, la arquitectura básica de las
palabras. Hacia el 1250 a. C., los fenicios llegaron a un sistema de 22 signos. Con esta simplificación,
la escritura alfabética liberaba al comerciante del engorroso modelo de símbolos y del poder del
escriba.

La onda expansiva del inventó trascendió al mundo de los mercaderes y los textos se convirtieron
poco a poco en vehículos de expresión personal. En Israel, los profetas irrumpieron en la Biblia; en
Grecia, personas sin origen aristocrático plasmaban sus interpretaciones para explicar el mundo
circundante. Las ideas novedosas sacudían las vetustas estructuras sociales.

De este sistema de los fenicios descienden todas las posteriores ramas de la escritura alfabética. La
más importante fue la aramea, de la que derivaron la hebrea, árabe e india, y más tarde, el alfabeto
griego y el latino, que a su vez fue la base de los distintos sistemas escritos de toda Europa y de los
territorios que después colonizaron los occidentales.

Hacia el S: VIII a. C., según los expertos, alguien de origen desconocido, pero ciertamente un
individuo griego, adaptó los signos fenicios a los sonidos de su tierra con sus mismos nombres
“aleph”= “alfa”, “bet”=”beta”…, pero ese vocabulario consonántico seguía resultando confuso y
ambivalente. Imaginemos el significado, p. ej. , de “año”, con sólo el signo “ñ” o “idea” con sólo el
signo “d”. Este griego de hace 19 siglos introdujo unos símbolos, las vocales, que añadían simplicidad
y concreción al lenguaje escrito. La invención del alfabeto griego, piensan los expertos, no fue un
proceso anónimo y colectivo, sino un acto individual, deliberado e inteligente. En el idioma griego no
hay tránsitos intermedios, ensayos ni retrocesos. Hubo alguien que se atrevió a forjar las palabras de
futuro dando forma a todos los signos que seguimos utilizando.

El ejemplo más antiguo de escritura alfabética que nos ha llegado no es una contabilidad de vacas o
de impuestos pendientes, sino un verso escrito en una vasija: “El bailarín que dance con mayor
destreza…”. Suponemos que la cerámica era el premio al mejor bailarín de un banquete, frecuente
entre los griegos. O éste otro de la misma época: “Yo soy la deliciosa copa. Quien la beba pronto será
presa del deseo de Afrodita…”. Una nueva época estaba empezando. El alfabeto sacó la escritura
fuera de la atmósfera cerrada de los almacenes de palacio, y la hizo bailar, beber y sucumbir al
deseo.

PREGUNTA 7:
La escritura, el papiro, el pergamino, el papel más tarde, el alfabeto de tan solo 28 signos o el
libro, nos parecen tan evidentes que podemos pensar que siempre han estado ahí, pero fueron
inventos de una época y de una persona desconocida. ¿Tienen tanto alcance como las
innovaciones técnicas, del tipo de la rueda, el barco, la imprenta y las máquinas, o su
trascendencia es más modesta?

VOCES QUE SALEN DE LA NIEBLA, TIEMPOS INDECISOS

Algunos autores deseaban ser recordados y añadían pasajes de su vida al relato que contaban.
Hesíodo hacia el s. VII a. C., en su “Los trabajos y los días” no canta a los héroes o a los aristócratas,
sino que nos sitúa en la vida cotidiana de un campesino amante de su trabajo y furioso con los vagos
o los jueces corruptos. La obra se convirtió en un texto escolar y marca el inicio de una poesía social.
Hacia el s. V a. C. la prosa ya estaba bien asentada, pero ella y los libros en los que se escribía
producían recelos, como si el texto escrito impidiera la reflexión necesaria y la memorización, como
almacén del bagaje de conocimientos de cada persona. De forma similar a lo que ocurre hoy día con
internet, donde con el aluvión de datos, nos preguntamos que dónde queda el saber. ¿No seremos en
el fondo más ignorantes que nuestros memorísticos antepasados?

Guía de lectura preparada por Julio Belinchón, Marzo/Abril 2021 Página 14


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Irene Vallejo

El alfabeto fue en su día una tecnología más revolucionaria que internet, porque el libro es una
expansión de la memoria y de la imaginación. Construyó por primera vez una memoria colectiva, ya
que todo el saber no se puede contener en una sola persona, pero gracias a los libros, cada uno de
nosotros encuentra las puertas abiertas a todos los relatos y todos los conocimientos.

UN HOMBRE DE MEMORIA PRODIGIOSA

Catalogar las cosas ha sido siempre un deseo o una necesidad de las personas. También en la
biblioteca de Alejandría el número de volúmenes había desbordado cualquier memoria y hubo que
elaborar un catálogo y de esa labor se encargó Calímaco de Cirene, el padre de los bibliotecarios. En
las galerías, pórticos, salas interiores y pasillos de la biblioteca, con sus anaqueles llenos a rebosar,
ya era posible perderse. Hacía falta un mapa y un orden.

Resolvió problemas de autenticidad y falsas atribuciones. Encontró rollos sin título que era necesario
identificar. Investigó la identidad completa de autores que tenían el mismo nombre. En fin, el nuevo
geógrafo de los libros hubo de poner orden en un inmenso caos con paciencia infinita.

De cada autor, Calímaco hizo una breve biografía y una relación de sus obras por orden alfabético y
la primera frase del texto.

La idea de utilizar el alfabeto para ordenar y archivar documentos fue una gran contribución de los
sabios alejandrinos. Hoy lo usamos con tanta espontaneidad que ni siquiera nos parece un invento. Y
sin embargo es una herramienta que alguien ideó en un momento de inspiración para resolver un
problema complicado.

El catálogo de Calímaco no se ha conservado, pero tenemos muchas referencias que nos permiten
saber cómo fue. También nos han llegado copias de fichas de autores con la relación de sus obras.
Por ejemplo, más de 100 de Sófocles y 73 de Esquilo. Un auténtico inventario de pérdidas, ya que
solo tenemos hoy siete de cada uno.

Clasificó también la literatura por géneros: el verso y la prosa, y luego parceló cada uno de ellos en
épica, lírica, comedia, tragedia, o en historia, filosofía, medicina, y, al final una miscelánea con las que
no encajaban en ningún sitio. La ordenación alfabética por géneros es la que seguimos utilizando.
Durante toda la antigüedad, el catálogo de Calímaco se consultaba y actualizaba continuamente y
colocó los cimientos de la bibliografía y el enciclopedismo.

Viendo la inmensidad de la biblioteca alejandrina, cualquier persona que la conociera sabría que
jamás podría leerlo todo. Nació entonces la necesidad de seleccionar. En la actualidad proliferan las
listas de discos que merece la pena escuchar, pelis que no pueden perderse, o los lugares a los que
deberíamos viajar. Internet es la gran lista de nuestros días. Seguramente los sabios antiguos fueron
infectados por el mismo virus invasor de las listas. No podían dedicar un largo tiempo a cada libro,
debían elegir. Para facilitarlo, crearon también un sistema de referencias que ha llegado hasta hoy. A
una escala menor que la de nuestros tiempos, también en la antigüedad abundaban los listados de
atores a quienes era necesario leer antes de morir. El sentido originario de aquellas selecciones fue
tratar de impedir que un puñado de libros maravillosos, se desvanecieran en el olvido.

Lo que hizo visionarios a aquellos sabios fue entender que los grandes autores y los grandes libros
debían viajar a través de los siglos; que no se podía privar de ellos a millones de personas todavía
por nacer.

PREGUNTA 8:
Hoy más que nunca es inabarcable el número de libros a nuestro alcance. Seleccionamos
nuestras lecturas. El Club tiene su sistema. ¿Cada uno de nosotros nos dejamos guiar por “los
libros que debes leer antes de morir”, o tenemos otras referencias para nuestra selección?

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TEJEDORES DE HISTORIAS

El primer autor del que tenemos noticia que firma un texto, es una mujer, Enheduanna, una
sacerdotisa y poeta que escribió en Mesopotamia 1500 años antes que Homero. “Lo que yo he hecho
nadie lo hizo antes” dice ella en uno de sus deliciosos poemas.

Este prometedor comienzo no tuvo continuación. Conocemos a Telémaco y su actitud de


menosprecio hacia su madre. La palabra pública pertenecía sólo a los hombres. La democracia
ateniense se cimentó en la exclusión de las mujeres, que permanecían confinadas dentro de casa,
lejos del espacio público y de la ebullición del ágora.

En las islas del Egeo, por contraste, las prohibiciones no eran tan estrictas. Las niñas, como hemos
visto, recibían educación y podían hacer oír su voz.

Conocemos a Safo. Era poco atractiva y no procedía de una familia rica. De forma casi milagrosa,
como algunas pocas más, lanza desde su rincón, una mirada original fulminando los muros que la
aprisionan. Safo escribió “Dicen algunos que nada es más hermoso que un escuadrón de jinetes, o
de infantes, o de naves. Pero yo digo que lo más bello es la persona amada”. Esas palabras sencillas
esconden una revolución mental, al atreverse a cuestionar aquello que l mayoría admira: desfiles,
ejércitos, poder. Safo, tras la muerte de su marido creó una escuela sólo para chicas jóvenes entre
las que tuvo varios amores. En Grecia miraban este tipo homosexualidad pedagógica como algo
incluso más digno y elevado que las relaciones heterosexuales. Su poesía, intensamente erótica fue
denostada durante los siglos siguientes, y aunque de forma muy fragmentada, algunos versos han
podido llegar hasta nosotros.

Tal vez, dentro de un mundo masculino, las hetairas, es decir, una especie de prostitutas de lujo, algo
similar a las geishas, eran las únicas mujeres realmente independientes. Procedentes en su mayoría
de Asia Menor, donde habían tenido educación, vivían sin el sometimiento a que se veían obligadas
las esposas atenienses, aunque a cambio se sabían doblemente excluidas, por extranjeras y por
putas.

Un orador del s. V a.C. describió las funciones de las mujeres con total claridad: “Tenemos a las
hetairas por placer, a las concubinas para el cuidado diario de nuestro cuerpo, a las esposas para
darnos hijos legítimos y para que sean guardianes fieles de nuestra casa”.

En algún caso estas hetairas se saltaron el papel socialmente asignado. Pericles rompió su
matrimonio para unirse con Aspasia, una hetaira nacida en Asia Menor. Los textos de la época no
ahorraban en insultos a esta primera dama: impúdica, cara de perro, mujer de burdel, etc. Pericles la
había escogido por amor, y no se reprimía de mostrar en público su afecto con abrazos y besos que
escandalizaban a los griegos. Hacerlo a la vista de todos, rayaba en la obscenidad. Lo que no decían
las habladurías es que la inteligencia de Aspasia ayudó a Pericles en su carrera política. Sócrates la
tenía en gran estima y disfrutaba de su brillante conversación y fue la autora de muchos de los
mejores discursos de su marido. Sin embargo, sus escritos se perdieron o fueron atribuidos a otros.
Ella no aparece en la historia de la literatura.

Algunas mujeres han llegado hasta nosotros a través de la literatura, como Antígona o Lisístrata,
aunque ninguna llega tan lejos como la Medea de Eurípides, quien habló por primera vez en los
escenarios de la furia y la angustia que anidaba en los hogares atenienses: “Nosotras las mujeres
somos el ser más desgraciado. Empezamos por tener que comprar un esposo y tomar un amo de
nuestro cuerpo, y este es el peor de los males. Separarse del marido es escandaloso para las
mujeres, no así para los varones. Aseguran que quedando en casa, las mujeres evitamos los peligros,
mientras que el hombre, pobrecillo, ha de ir a batirse a la guerra. Preferiría librar tres guerras antes de
parir una sola vez”. Curiosamente esas palabras de una mujer las decía un varón travestido.
Aspasia, nos dicen algunos autores, se dedicó en su madurez a escribir y enseñar, aunque no nos ha
llegado ninguno de sus textos. Podemos pensar que ayudó a traspasar para algunas mujeres, el
umbral de algunas escuelas filosóficas, como la Academia de Platón, donde había varias.

PREGUNTA 9:

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Estos ejemplos de mujeres atrevidas, son realmente excepcionales. Grecia era una sociedad
muy machista. Si en lugar de una Safo o una Aspasia hubiera habido miles de ellas… ¿la
historia hubiera sido diferente?
ES EL OTRO QUIEN ME CUENTA MI HISTORIA

La obra de teatro más antigua, completa, que nos ha llegado es Los persas de Esquilo. En ella cuenta
las batallas de Maratón y Salamina, pero desde el punto de vista de los vencidos. Sin burla, sin odios,
con afán de comprender al extraño, con una enorme empatía por el dolor y la sangre de los vencidos.
Así comienza el teatro.

En ese intento de comprensión de otras culturas, de otras gentes, destacó Heródoto, el inventor de
unas narraciones a las que tituló Historíai y que seguimos usando para dar título a la ciencia del
pasado. Fue un individuo curioso, incansable, un aventurero, un perseguidor de lo asombroso, un
nómada capaz de entender el mundo en su complejidad, un adelantado de la globalización. En una
época en la que la gente apenas salía de los límites de su aldea, él se enroló en barcos mercantes,
visitó un gran número de ciudades griegas, persas y extranjeras. Para poder relatar guerras y
acontecimientos con amplitud de miras. Al conocer al enemigo en su vida cotidiana, en tiempos de
paz, ofreció una visión diferente y más exacta que ningún otro escritor. Enseñó que la línea divisoria
entre la barbarie y la civilización nunca es una frontera geográfica, sino una frontera moral dentro de
cada pueblo, de cada individuo.

Descubrió que la verdad es huidiza, que los testigos a los que interrogaba le daban datos
contradictorios sobre los mismos hechos sucedidos, o bien los habían olvidado y en cambio
recordaban lo que sólo había sucedido en el mundo paralelo de sus deseos.

Lo que narra es la versión de los persas y fenicios, nunca los griegos. Así la historia occidental nace
explicando el punto de vista del otro, del enemigo. Incluso hoy sigue siendo necesaria una visión que
nos acerque a las culturas ajenas. Sólo conocemos lo nuestro si lo contrastamos con los otros.
Entre todos los pueblos que visitó observó que las costumbres son muy distintas en cada cultura,
pero su fuerza es gigantesca en todas partes. Todos tienden a creerse mejores. Todos estamos muy
dispuestos a considerarnos superiores. En eso somos iguales.

La obra de Herodoto fue la primera obra en prosa de una gran extensión escrita en griego. Constaba
de nueve partes, un rollo de papiro para cada una. Para acarrearlos haría falta un esclavo porteador y
su lectura no resultaba fácil. Había que realizar un complicado trabajo enrollando y desenrollando
metros y metros de texto. Para ahorrar espacios, no se separaban las palabras ni las frases, ni había
capítulos. Buscar un pasaje concreto en un ejemplar de cuarenta metros debía ser una tarea
complicada. Para establecer una relación entre varios rollos, se escribía al final las primeras palabras
del siguiente rollo. A pesar de todo, las obras estaban siempre en riesgo de deteriorarse, perderse o
desordenarse. Había cajas para trasportarlos y protegerlos de la humedad, de los insectos y de los
mordiscos del tiempo.

Los ejemplares en circulación de cada título eran escasos y su supervivencia debía mucho a los
cuidados o al simple azar. Las bajas eran constantes y encontrar modelos de una obra concreta para
copiarla, podía resultar muy difícil.

Imaginemos por un instante que tuviéramos que hacer una copia a mano de nuestros libros más
queridos. ¿Cuántos se salvarían? Por ello parece un milagro colectivo que obras como las Historias
hayan llegado hasta nosotros.

PREGUNTA 10:
Heródoto cuenta las cosas desde el punto de vista del otro. Pero dice que todos tienden a
creerse mejores. Todos estamos dispuestos a considerarnos superiores. ¿Seguimos siendo
así 2.500 años después? ¿Podemos esperar que se consiga un orden mundial capaz de evitar
conflictos y asegurar la paz perpetua que preconizaba Kant?

UNA APASIONADA RELACIÓN CON LAS PALABRAS

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Se han conservado miles de papiros entre las arenas y los basureros egipcios, lejos del mar y de la
humedad que los aniquilaba. En ese medio extremadamente seco se han recuperado en perfectas
condiciones. Datan de la llegada de los Ptolomeos en el s. III a. C., hasta la conquista árabe en el VII
d. C. ¿Qué contenían?
Aparte de documentos con cuentas y asuntos particulares, hay multitud de obras literarias. En primer
lugar de Homero, seguido de Eurípides y, a bastante distancia, Heródoto, Platón, Tucídides y otros.
Muchas eran particulares, compradas en Alejandría, adonde iban a copiar por encargo amanuenses
desde sitios lejanos. Eran, lógicamente, obras caras. También había pequeñas bibliotecas al margen
de las grandes de Alejandría o Pérgamo, anexas a los gymnasium de cada ciudad, que no solo se
utilizaban para ejercicio físico, sino que tenían también aulas y salas para conferencias. Allí podían
acudir los chicos menos pudientes.

Uno de ellos era Demóstenes, de familia venida a menos. Alto, flaco y con un importante defecto en la
dicción. Los demás chicos lo humillaban llamándolo bátalo, “maricón”. Sin embargo, poseía una
excelente cualidad, su disciplina: corría recitando poemas con el aliento cansado, o buscaba el rugido
del mar en días de tormenta para tener una buena concentración y se ponía pequeñas piedras en la
boca para mejorar su dicción.

Demóstenes

En la Grecia de los siglos V y IV a. C. el parloteo en el ágora, los debates o los litigios judiciales,
formaban parte de la vida cotidiana. También las críticas políticas. Entre las más famosas figuran las
Filípicas, en las que Demóstenes hizo una durísima crítica contra el imperialismo de Filipo, el padre
de Alejandro.

Seducidos por la belleza de las palabras, los griegos inauguraron el género de las conferencias, que
tuvieron una gran fortuna ya en la antigüedad. Los sofistas, maestros itinerantes, las daban en
púbico, a veces abiertas, pero casi siempre comprando una entrada.

Durante el helenismo el fenómeno se expandió. Una tropa de intelectuales errantes, de la que


también formaban parte artistas, filósofos o médicos, recorrían los caminos con la seguridad de
encontrar un auditorio solícito incluso en los más apartados rincones.

La censura también merodeaba en el mundo antiguo. Platón escribió acerca de las cualidades que
debería una sociedad perfecta en la que las ideas, la educación, el teatro o el arte se atuvieran a los
criterios que esa sociedad considerara adecuados. El libro tercero de esa obra podría ser el manual
de un dictador en ciernes. Allí se afirma que la educación debería inculcar, ante todo, seriedad,
decoro y valor. Debería haber un control sobre la literatura que leen los jóvenes (Homero y Hesíodo
deberían prohibirse, porque muestran a unos dioses poco edificantes) y la música que pueden
escuchar. El teatro solo debería tratar de personajes heroicos, masculinos, intachables y de alta
alcurnia. Como ninguna obra cumple estos requisitos, en su estado ideal habría que desterrar a
escritores de teatro, poetas y también escultores y pintores, creando una especie de policía poética
para vigilar la creación literaria o artística.

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La utopía de Platón es hermana de la distopía 1984 donde George Orwell imagina un Departamento
de Ficción en el que se produce toda la nueva literatura, y el Ministerio de la Verdad ha puesto en
marcha un gran proyecto encargado de reescribir toda la literatura del pasado.

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PREGUNTA 11:
En la actualidad existen ciertas formas de control en la literatura infantil. Los cuentos clásicos
de los hermanos Grimm se consideran violentos y se sustituyen por versiones más
edulcoradas, tipo Disney. Pero la violencia y las personas malvadas existen. ¿Conseguiremos
tal vez que los jóvenes no tengan herramientas para reconocerlos, o han sido sustituidos por
otra violencia más explícita en videojuegos y películas?

A Platón no le gustaba nada la democracia ateniense. Con la muerte de Sócrates esa democracia
había demostrado hasta dónde podía llegar. Quería instaurar, en cambio, un modelo político
inmutable, en el que no hiciera falta nunca más cambios sociales ni impúdicos relatos que socavasen
los cimientos morales de la sociedad. Después de los tiempos convulsos y traumáticos que había
vivido Atenas, deseaba estabilidad y eso solo lo podían dar el gobierno de los sabios, no el de la
necia mayoría. Si ese sistema solo podía ser defendido por un régimen represivo, pues adelante.
La contradicción es que él mismo era un pensador brillante, incisivo y con una inteligencia irreverente.
Probablemente, si hubiera sido educado según los principios que defendía, hubiera sido un pensador
menos interesante y mucho más aburrido. Como Flannery O´Connor escribió, “quien solo lee libros
edificantes está siguiendo un camino seguro, pero un camino sin esperanza, porque le falta coraje”.

LAS TRES DESTRUCCIONES DE LA BIBLIOTECA DE ALEJANDRÍA

Durante las luchas por el control de Egipto, las tropas de Julio César incendiaron el puerto de
Alejandría quemando no sólo un buen número de barcos, sino también unos almacenes que
guardaban varios miles de papiros de reciente adquisición, que esperaban para ser clasificados y
colocados.

No sabemos si el incendio afectó también a alguna zona de la biblioteca, pero la llegada de los
romanos desencadenó el lento hundimiento de la misma. El dinero para mantener sus fondos y a los
numerosos investigadores y escritores que allí había, procedían de los reyes ptolemaicos, pero ahora
Roma rebajó los medios que se requerían para un buen funcionamiento. Estaba claro que los mejores
tiempos de la biblioteca habían pasado.

Adriano y algunos otros emperadores del S. III fueron todavía protectores generosos, pero Caracalla
produjo importantes daños en la ciudad y en el Museo al ordenar su saqueo por una causa de poca
monta.

El empeoramiento de la economía del imperio y los grandes desafíos a los que hubieron de
enfrentarse los emperadores, hicieron que las ayudas fueran menguando. Cada vez había menos
dinero para reponer rollos deteriorados, envejecidos o perdidos, y para la adquisición de novedades.
Lo que vino a continuación fue un ciclo caótico de pillajes y depredaciones. La ciudad fue víctima,
como muchas otras, de las guerras civiles y luchas por diversas causas dentro del imperio, y sus
efectos en la biblioteca y el Museo, fueron muy graves.

Podemos imaginarnos a los científicos y eruditos del Museo contemplando con espanto cómo su
tesoro de hallazgos era sistemáticamente saqueado, ardía y se desmoronaba.

En la ciudad de Alejandría se estaban materializando las convulsiones de una gran crisis imperial
romana. Medio Oriente se estaba convirtiendo, como ocurre en la actualidad, en epicentro de
conflictos que nadie consigue remediar. Por las arterias de la ciudad bullían exaltados cabecillas de
distintos credos: judíos, paganos y cristianos (a su vez divididos en niceos, arrianos, monofisitas y
otros) y los ataques entre ellos eran frecuentes.

Por debajo de la violencia confusa se estaba gestando un cambio histórico. El emperador Constantino
legalizó el cristianismo y, más tarde Teodosio prohibió los cultos paganos y mandó el cierre de sus
principales centros de culto. Ya nada volvería a ser igual: el Estado se había convertido a la nueva fe
y había emprendido la demolición del mundo clásico.

PREGUNTA 12:
La mayor parte de los historiadores coinciden en señalar que el imperio romano, en sus
primeros siglos, fue muy tolerante con los diversos cultos y creencias. ¿La llegada del

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cristianismo cambió ese ambiente? ¿La iglesia ha hecho una valoración crítica de su pasado o
es una tarea pendiente?

En ese ambiente, no es de extrañar que el Museo y el Serapeo fueran centros neurálgicos de las
batallas religiosas y que la continuidad de las bibliotecas, creadas al servicio de la cultura clásica
pagana, no pareciese que tuvieran su futuro asegurado.

El Serapeo era una maravilla arquitectónica. Con sus elegantes patios porticados, sus obras de arte y
su aureola, era un lugar de encuentro y devoción para los paganos que estaban perdiendo la partida
histórica y clamando que cualquier tiempo pasado fue mejor.

En el año 391 todo saltó por los aires. El obispo Teófilo hizo aplicar los edictos del emperador
Teodosio de forma radical. Hizo desfilar restos de cultos paganos encontrados en unas obras para
que la gente se burlara de ellos. El pánico y el odio empezaron a cargar la atmósfera. Los
alejandrinos paganos y, en especial los profesores de filosofía atacaron a los cristianos. Las calles se
tiñeron de sangre y el refugio más seguro parecía el Serapeo. Durante varios días fue cercado por
una turba armada, reforzada por aguerridos monjes anacoretas provenientes desde el desierto. Solo
la llegada de una carta del propio emperador perdonando a los rebeldes de ambos bandos, pero
obligando a cumplir los decretos y ordenando la destrucción de todos los símbolos paganos, puso fin
al cerco.

Un destacamento de soldados romanos y una turbamulta enfurecida penetraron en el interior del


santuario e hicieron añicos la estatua de mármol, marfil y oro del dios Serapis-Zeus y el resto de las
instalaciones. Sobre las ruinas se construyó una iglesia.

Los hechos conmocionaron a todos los paganos de Egipto, incluso a aquellos que no eran muy
devotos. Comprendieron que todos ellos, con su politeísmo hedonista y su pasión filosófica, habían
sido arrojados a la cuneta de la historia.

El último huésped del Museo fue Teón. En medio de las batallas y enfrentamientos callejeros, intentó
salvar lo que pudo de aquel caos, preparando también una edición definitiva de los Elementos de
Euclides. Educó a su hija Hipatia en la ciencia y la filosofía y ella colaboró con su padre demostrando,
según sus contemporáneos, una enorme talla intelectual.

Hipatia decidió dedicar su vida al estudio y la enseñanza y aunque sus obras se perdieron, sabemos
que escribió sobre geometría, álgebra y astronomía. Supo reunir un selecto grupo de alumnos que
acabarían ocupando puestos importantes en la administración egipcia. Entre sus discípulos hubo
cristianos, paganos y ateos filosóficos, fomentando la amistad entre todos ellos.

Pero los tiempos no eran favorables para los moderados y los que preferían la reflexión pausada.
Cuando las cosas se complicaron, ella ya tenía más de 50 años, pero había sido de una
extraordinaria belleza en su juventud y ahora era reclamada por todos los gobernantes para que les
diera consejo.

La envidia y la maledicencia no tardaron en aparecer. Su conocimiento de astronomía fue


interpretado como experta en magia y brujería.

Por ese entonces había estallado una nueva ola de disturbios en Alejandría, esta vez entre cristianos
y judíos. El obispo de la ciudad, Cirilo, exigió la expulsión de toda la colonia de judíos, algo que
pareció excesivo a la comunidad de paganos, Hipatia incluida. Un grupo de cristianos seguidores de
Cirilo la secuestraron en plena calle acusándola de bruja y la llevaron hasta una iglesia cercana
donde la golpearon e hirieron con cascotes de cerámica, le arrancaron los ojos y la lengua y
finalmente, ya en la calle le extrajeron los órganos y quemaron los restos en una pira.
Se ensañaron con su cadáver intentando aniquilar todo lo que representaba como mujer, como
pagana y como maestra. El autor intelectual de aquel asesinato, Cirilo, nunca fue juzgado y la Iglesia
lo considera santo.

El linchamiento de Hipatia marcó el hundimiento de una esperanza. Desde entonces, la Gran


Biblioteca deja de ser mencionada, como si hubiera desaparecido para siempre. Las bibliotecas, las

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escuelas y los museos son instituciones frágiles, que no pueden sobrevivir mucho en tiempos de
violencia y de fanatismo.

Según un relato de incierta verosimilitud, cuando siglos después los ejércitos árabes entraron en la
ciudad, aún se encontraron en el edificio ruinoso del Museo, un buen número de libros polvorientos.
Cuando preguntaron al califa Omar I sobre cómo proceder con esos ejemplares, se dice que su
respuesta fue: “Si su contenido coincide con el Corán, son superfluos; y si no, son sacrílegos.
Procede y destrúyelos”.

No fue la última biblioteca destruida. Aún en el S. XX hemos visto procesos incendiarios contra la
cultura: las barbaries nazi y stalinista, la revolución Cultural china o las dictaduras latinoamericanas.
Tal vez el más reciente y dramático, que lo pudimos ver la tv, fue el bombardeo premeditado de la
gran biblioteca nacional de Sarajevo, donde fueron incendiados cientos de miles de ejemplares muy
valiosos, algunos de ellos únicos.

El sentimiento de nostalgia que nos invade como ciudadanos del S. XXI, dice Irene Vallejo, es aún
mayor cuando sentimos que la atmósfera electrizante en torno a aquellos rollos de la Antigüedad
debió de ser similar a la explosión creativa que significan hoy internet y Silicon Valley. Inventar
sistemas de ordenación alfabética y crear catálogos de los fondos, o dar otro paso anómalo y genial
al fomentar la traducción y abrir caminos hacia las mentes de otros. Sin traducciones tal vez
hubiéramos sido otros, más aislados y más limitados, carentes de ese concepto también inventado
por Alejandro, el cosmopolitismo.

PREGUNTA 13:
¿Es posible que las religiones y el patriotismo, hayan sido las causas más importantes de
conflictos y guerras a lo largo de la historia, tal como sostienen algunos pensadores?

II.- LOS CAMINOS DE ROMA

UNA CIUDAD CON MALA REPUTACIÓN

Roma, nos dice I.V., era una ciudad con mala reputación. Para empezar, surgió, nos cuenta la
leyenda, con un fratricidio de Rómulo sobre su hermano Remo.

Una ciudad nueva necesitaba nuevos pobladores y, al abrir sus puertas a todos los que se sentían
perseguidos en otros territorios, acabaron siendo una verdadera agrupación de delincuentes. Pero
había muchos varones y pocas mujeres por lo que se inventaron una fiesta para todos sus vecinos
que en realidad era solo una treta. A una señal convenida se abalanzaron sobre las mujeres que
habían acudido al evento junto a sus padres y maridos y las secuestraron. Los varones sabinos, que
así se llamaban los invitados, estando en clara minoría, hubieron de huir y resignarse ante estos
violentos vecinos.

Los descendientes de aquel desaprensivo Rómulo acabarían conquistando en poco tiempo la mayor
parte del mundo conocido mediante el engranaje bélico más demoledor que jamás se hubiera
conocido. En pocos siglos se hicieron con todo el territorio que rodea el mediterráneo, desde Portugal
a Oriente Medio, Inglaterra, Centroeuropa y el Norte de África.

Pese a que no inventaron la globalización, la llevaron hasta un grado de perfección que todavía hoy
nos impresiona. Desde Hispania a Siria una extensa red de ciudades permanecía comunicada gracias
a calzadas muy bien construidas, y aquellas ciudades tenían un sello inconfundible, con amplias
calles que se cortaban en ángulos rectos, gimnasios, termas, templos, acueductos o alcantarillado.
Estas novedades provocaron un hormigueo de gente yendo y viniendo como nunca se había visto en
el mundo antiguo. En la época de Julio César más de la mitad de los varones adultos habían estado
en territorios lejanos, bien guerreando, comerciando o en busca de las oportunidades que brindaba la
conquista.

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PREGUNTA 14:
Roma fue tal vez, el primer gran modelo de globalización. La autora señala muchos de sus
efectos positivos, pero también sus lacras. ¿Cómo juzgas lo que significa nuestro mundo
global hoy en día?

LA LITERATURA DE LA DERROTA

Una virtud de los romanos fue su capacidad de adaptación aprendiendo a imitar lo mejor de sus
enemigos, a apropiarse de lo que les gustaba y a combinar todos los ingredientes copiados para
crear nuevas formas propias. Más allá de sus capacidades para la guerra, fueron también lo
suficientemente humildes para aceptar la superioridad de la cultura griega. Un imperio, aceptaban los
más lúcidos entre las clases dirigentes, necesitaba un relato unificador, mitos, símbolos, arquitectura
o literatura, y para conseguirlo rápido sabían dónde encontrar el mejor modelo: “Grecia lo inventa y
Roma lo quiere” reza el aforismo.

Los intelectuales y creadores latinos siempre se presentaron como discípulos de los clásicos griegos
y muchos ricos romanos aprendieron la lengua de sus súbditos helenos, y, hay que reconocerlo, fue
la primera potencia de la antigüedad que asumía el legado cultural de un pueblo vencido. Gracias a
esto, Grecia pervive como el punto de partida de la cultura europea.

Los libros eran un bien muy escaso que no estaban al alcance de todos. Los nobles romanos se
encaprichaban de ellos y trataban de conseguir copias por todos los medios, pero pronto
descubrieron que era mucho más sencillo arramblar con bibliotecas enteras durante las guerras por
territorio griego. Los Escipiones se apoderaron por este procedimiento de la riquísima biblioteca de la
casa real macedonia, o Sila se hizo con la biblioteca del mismísimo Aristóteles.

Algunas de estas grandes familias romanas permitían acceder a sus bibliotecas a determinados
jóvenes con talento para escribir. Muchos de ellos eran de origen esclavo, prisioneros de guerra o
simplemente pobres en busca de empleo; pero, salvo excepciones, todos en el lado de los
marginales.

Paulatinamente empezaron a abrirse paso algunos autores de obras de teatro como Plauto o
Terencio que, entre bromas y chistes, ayudaban a los espectadores a comprender mejor la nueva
realidad de horizontes ensanchados en ese mundo que habían conquistado. Esa literatura híbrida
entre lo griego y lo romano era la avanzadilla de una sociedad cada vez más mestiza en la
procedencia de sus gentes y en su cultura.

PREGUNTA 15:
Los saqueos de riquezas y bienes culturales han sido una constante de la historia. ¿Deberían
ser devueltos a sus países de origen los sustraídos en los últimos siglos? ¿Están más seguros
en los museos occidentales, a salvo de pillajes como en Irak, o ese es un argumento muy
débil?

EL UMBRAL INVISIBLE DE LA ESCLAVITUD

En la antigüedad el temor a caer en la esclavitud estaba presente no solo entre los más humildes,
sino también en familias libres y aristocráticas. Si tu ciudad era víctima de la guerra, la derrota te
convertía en botín del vencedor. “¡Ay de los vencidos!” rezaba una máxima latina. Pero también
podías acabar en un mercado de esclavos si te apresaban los piratas en un barco. Un secuestro en
tierra, una mala racha económica, una venganza podían tener idéntico final. El mismo Platón fue
vendido como esclavo, aunque con un final más feliz.

Hacia el S. I a.c. debía haber alrededor de dos millones de esclavos en Italia, sobre un 20% del total
de la población. Su procedencia no solo era de Grecia o Asia Menor. También había multitud de
hispanos, galos, cartagineses y otros muchos pueblos. La peculiaridad de los cautivos griegos era
que muchos de ellos eran más cultos que sus amos. Profesiones como médicos, administradores,
burócratas y profesores y otras similares eran ocupadas por griegos esclavos. Un ciudadano rico
podía comprarse en el mercado un intelectual griego para educar a sus hijos o como simple prestigio.
Todos los trabajos que hoy consideramos de “cuello blanco” eran de su especialidad. Cicerón poseía

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unos veinte esclavos de este tipo entre secretarios, amanuenses con buena caligrafía, lectores,
contables o recaderos capaces de tener al día y conservar varias bibliotecas que poseía en sus
distintas propiedades.

La historia de los libros en Roma tiene como protagonistas a los esclavos cultos, a diferencia de otras
sociedades esclavistas, como la americana moderna que prohibía bajo duras penas que los esclavos
aprendieran a leer.

ESCRITORES POBRES, LECTORES RICOS

La literatura antigua nunca llegó a crear un mercado amplio de libros, tal como lo conocemos hoy. Los
autores, habitualmente pobres y socialmente marginados, cuando terminaban sus obras, hacían
varias copias y las distribuían entre amigos o entre aristocráticos protectores. La suerte de un libro
dependía mucho del perímetro y de la importancia de su círculo de conocidos. Y en cuanto el escritor
comenzaba a distribuir copias de su obra, ésta pasaba a ser de dominio público y podía copiarse con
libertad. No existía algo parecido al copyright actual.

¿Qué animaba a los mecenas a promocionar a determinados autores brillantes si los libros no eran
ningún negocio? Sin duda expandir sus ambiciones sociales y políticas, aumentar su fama y su
influencia; gloria, lucimiento y adulación.

Sólo al final de la República habían empezado a surgir algunos autores autóctonos de buena familia
que escribían en prosa y, eso sí, sobre asuntos respetables como historia o derecho. Los más
conocidos fueron Cicerón y Julio César. A un extranjero no se le habría permitido escribir sobre leyes
o tradiciones patrias, pero tampoco estaba bien visto que un romano de buena familia lo hiciera sobre
sátiras o poesías. Por eso, durante mucho tiempo, existieron dos literaturas paralelas. Por una parte,
los versos de los esclavos o libertos, y, por otra, la obra más respetable de ciudadanos romanos,
siempre en prosa.

En ese universo de lectores también había mujeres muy cultas. Sabemos el nombre de algunas de
ellas, como Cornelia, la madre de los Gracos, que no sólo se preocupó por la buena formación de sus
hijos, sino que reunía en su casa a políticos y gente culta, a modo de los salones franceses del S.
XVIII.

Las niñas de familias ricas recibían educación en casa de manos de un preceptor o, como se les
empezaba a llamar, pedagogo. Pero no se les permitía acceder a una formación más alta, reservada
para los varones.

LA EDUCACIÓN

En Roma no existía algo parecido a una enseñanza pública. La educación era privada y cara. Pese a
todo, tal vez la mitad de la población masculina y un 20% de las mujeres tenían algún tipo de
conocimiento de la escritura, muchísimo más que cualquier otra cultura de la antigüedad.

Las aulas no solían ser sino locales en bajos baratos y pórticos, apenas separados de la calle por una
cortina. Los alumnos se sentaban en sencillos taburetes sin respaldo y escribían sobre sus rodillas en
una tablilla encerada que se alisaba para volver a utilizarla o corregir un error.

Se han encontrado restos de tablillas de madera unidas de dos en dos o auténticos cuadernos
plegados como un acordeón. En estos conjuntos de tablillas (llamados códices) encontramos el
eslabón con los libros posteriores.

Durante los primeros siglos del período romano, los libros eran cosa sólo de gente muy adinerada.
Los que deseaban consultarlos no tenían otra opción que ser buenos aduladores de algún rico culto.
A partir del S. I a.C. comenzamos a ver lectores por puro placer, sin gran fortuna ni pretensiones
sociales, gracias a las librerías que, al principio, no eran sino talleres de copia de los modelos que el
cliente aportaba. Paulatinamente los libreros empezaron a hacer varias copias de determinados libros
cuya venta les parecía asegurada y las anunciaban con pequeños carteles en la entrada. Los

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compradores, conocidos y próximos al principio, poco a poco se fueron ampliando, hasta aparecer un
nuevo destinatario, el lector anónimo, y con él, un nuevo horizonte para los autores y los lectores.

PREGUNTA 16:
La educación en Roma era minoritaria, cara y de carácter privado. Hoy se ha generalizado en
buena parte del mundo la enseñanza obligatoria, pero repartida entre el sector público y el
privado. ¿Consideras que esto es conveniente o sería mejor que la educación tuviera un
carácter totalmente público?

INFANCIA Y ÉXITO DE LOS LIBROS DE PÁGINAS

Cuando comparamos algo viejo y algo nuevo, dice la autora, creemos que lo nuevo tiene más futuro.
Pero en realidad, sucede lo contrario. Cuantos más años lleva un objeto o una costumbre entre
nosotros, más porvenir tiene. Lo más nuevo, como promedio, perece antes. En el siglo XXII habrá
más libros que tablets o wastapps. Habrá sillas y mesas, pero quizá no pantallas de plasma o
teléfonos móviles.

Muchas tendencias que nos parecen incuestionables, como el consumismo desenfrenado o las redes
sociales, remitirán. Y viejas tradiciones que nos han acompañado desde tiempos inmemoriales, como
la música o la búsqueda de la espiritualidad, no se irán nuca.

Si un ciudadano culto del imperio romano pudiese visitar nuestra casa actual, se sorprendería de la
cantidad de utensilios que le resultarían extraños: el ascensor, los cristales de las ventanas, las
bombillas, los enchufes, la cadena del váter, las cremalleras, los tenedores, y no sabría a primera
vista, cómo usar el sacacorchos o la fregona, las gafas de sol, la grapadora y tantos otros objetos que
nos son familiares.

Pero entre los libros de la estantería se sentiría cómodo. Los reconocería. Sabría sujetarlos, abrirlos,
pasar las páginas y preguntar en qué idioma estaba escrito.

Por eso, dice Vallejo, ante la catarata de predicciones apocalípticas sobre el futuro del libro, tengamos
un poco de contención. Los libros rozan la perfección en su humilde esfera utilitaria. Por eso, el libro
seguirá siendo el soporte esencial para la lectura.

El formato del libro actual tiene una antigüedad de más de 2000 años y fue el resultado de un lento
proceso a partir de las populares tablillas romanas. Cuando su contenido era amplio, se agujereaban
varias y se las unía con una anilla o un cordón. A eso lo llamaban códice.

El gran avance se produjo al sustituir las placas de madera por hojas de pergamino o papiro,
resultando un objeto más ligero y manejable. Con frecuencia los papiros o pergaminos se doblaban
en forma de pliegos en lugar de cortarlos y al coserlos por la doblez y, para protegerlos, se les
añadían unas tapas duras y un lomo en el que se escribía el nombre del autor y el tema, lo que
facilitaba mucho su búsqueda en los estantes abarrotados de ejemplares en vertical. Abultaban
menos y se trasladaban mejor y además podían utilizarse por ambas caras. Con la misma superficie,
el códice ofrecía una capacidad seis veces superior a la del rollo y, en consecuencia, los precios se
abarataron de forma significativa.

Esos precios más asequibles permitieron que muchas personas, antes excluidas de los círculos de
los ricos, pudieran leer. Entre los siglos I y III hay muchas evidencias de la ampliación de los sectores
sociales que podían leer, como lo demuestra la cantidad de graffitis encontrados en las fachadas de
Pompeya.

Las cosas, sin embargo, no cambian de un día para otro. Durante bastante tiempo el rollo y el códice
convivieron y los talleres de libreros ofrecían a los clientes las dos variantes.

Sabemos que el códice fue ganando terreno en los siglos siguientes, en buena medida por la
influencia del mundo cristiano, ya que permitía localizar rápidamente un determinado párrafo, y
porque los cristianos deseaban romper con el simbolismo judío y pagano del rollo, y de esa manera,
afirmar sus rasgos distintivos.

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Fuera del mundo cristiano, los pioneros del cambio fueron los profesionales del derecho, ya que el
libro de páginas les facilitaba la rápida localización de determinados artículos o leyes. La gran
recopilación de leyes romanas llevada a cabo por Justiniano se llamó precisamente el Codigo. Los
médicos también los adoptaron pronto para sus vademécums.

BIBLIOTECAS PÚBLICAS EN LOS PALACIOS DE AGUA

Durante la época de Augusto, con los fondos recogidos en un jugoso botín de saqueo, se construyó la
primera biblioteca pública romana.

Este primer modelo era de una estructura noble con abundantes estatuas de autores famosos en sus
pasillos y galerías. Se dividía en dos mitades iguales, una para las obras en griego y otra para las
latinas; aunque la primera estaba atestada por los libros escritos durante tantos siglos, mientras que
la segunda apenas cubría un pequeño espacio. Quedaba patente el apabullante patrimonio intelectual
de un territorio conquistado y que ya no era más que parte de los dominios romanos.

En el interior, las estancias estaban diseñadas para ofrecer un ambiente amplio, bello y lujoso. Los
libros descansaban en los armarios al alcance de los usuarios que podían coger las obras que
necesitaban para su consulta y también para hacer copias. Había mesas y sillas cómodas en un
espacio amplio y placentero.

En las décadas siguientes, Tiberio y Vespasiano abrieron otras nuevas para dar cabida a la creciente
demanda de los lectores. Las mejor conservadas, no obstante, son las que levantó el gran arquitecto
de Trajano, Apolodoro de Damasco, autor del foro de ese emperador, en cuyo centro estaba la
columna de Trajano que ha sobrevivido hasta hoy, en la que se narran, a modo de novela gráfica, las
guerras de la Dacia, en bajorrelieves con escenas de batallas, de marchas, huidas o comercio como
un enorme libro gráfico de esos episodios.

El interior de esas bibliotecas que diseñó Apolodoro, eran un prodigio de lujos: armarios en varios
pisos, columnas, revestimientos de coloridos mármoles, y estatuas. Gracias al primer emperador
hispano, ya no hacía falta ser rico o cortejar a un patricio con una buena colección de libros, para leer
en un ambiente fastuoso.

A partir del S. II, las nuevas salas de lectura se integraron en los baños públicos imperiales que,
además de ofrecer los usos de unas termas, llegaron a ser auténticos complejos de ocio. Las de
Caracalla, incluían gimnasios, bibliotecas griega y latina, espacios para la lectura, salas de
conversación, un teatro, establecimientos para comer y jardines. Todo pagado por el estado. Allí
acudían todos los romanos, hombres y mujeres, ricos y pobres. A diferencia de las exquisitas
bibliotecas de los foros, las salas de lectura de los baños acogían a un público amplio, dispar y frívolo.
La creación de bibliotecas ubicadas dentro de los baños romanos fue un enorme logro. Supuso un
impulso para universalizar los libros, colocándolos en un entorno popular y bullicioso que no
intimidaba a los lectores inexpertos. Además, no fueron exclusivos de la capital, sino que formaron
una amplia red a lo largo y ancho de los territorios conquistados.

El goce de los placeres del agua, señala la autora, llegó a convertirse en una seña de identidad de la
cultura pagana y la civilización de Roma, hasta tal punto que los cristianos más estrictos abominaban
de las termas como síntoma de sibaritismo, sensualidad y corrupción espiritual. Los hombres santos
del cristianismo entendieron el hedor como una medida de devoción ascética. En aquel tiempo, el
“olor de santidad” era fétido.

LOS PRINCIPIOS DE LA CENSURA

Durante l época imperial algunos autores tuvieron que ver cómo sus obras eran prohibidas y, en
algunos casos ellos mismos fueron objeto de represalias, condenas al exilio, o la propia muerte.
Ovidio, autor de El arte de amar, fue condenado al exilio en una remota aldea de Rumanía porque su
obra fue considerada obscena y peligrosa.

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El historiador Tácito quiso saber las razones por las que los poderosos temían determinados libros. Y
lo cierto es que, concluía, la censura rara vez hace desaparecer las ideas que persigue. Pero sí
consigue atemorizar a los menos valientes y, en definitiva, a la creatividad misma. Siempre resulta
más decisiva la autocensura que la censura. Los miedos interiores son tan poderosos como los
caprichos del que manda. Calígula pretendió retirar las obras de Homero. Cómodo prohibió algunas
obras de Suetonio. Caracalla se planteó quemar todas las obras de Aristóteles porque sospechaba
que había tomado parte de la muerte de Alejandro Magno. Durante la persecución de Diocleciano
hubo un furor incendiario de libros cristianos comparable al de los nazis en 1934. Más tarde, cuando
el cristianismo se convirtió en religión oficial, se desataron cremaciones igual de violentas de libros
paganos.

Todos esos esfuerzos destructivos tuvieron escaso efecto. El sistema de difusión de libros en la
antigüedad, sin distribuidores ni editores, era demasiado incontrolable para que la censura del poder
pudiera imponerse.

LIBRERO, OFICIO DE RIESGO

Refiriéndose a tiempos más recientes, la autora hace un repaso de librerías que sufrieron acoso y
violencia durante el período nazi en Alemania o en la China maoísta de la Revolución Cultural, o en la
España de la Transición, en la que un buen número de librerías sufrieron amenazas y atentados
violentos por parte de grupos de ultraderecha. O la condena y persecución de Salman Rushdie a nivel
mundial

Pero en realidad, a lo largo de la historia, dice Vallejo, lo más raro ha sido la libertad de creación y
publicación de libros. La palabra escrita ha sido tenazmente perseguida a lo largo de los siglos en
todos los países y bajo sistemas políticos diferentes.

PREGUNTA 17:
¿Son los libros objetos peligrosos? ¿Por qué las dictaduras los temen tanto? ¿La autocensura
puede ser más dañina que la propia censura?

VIAJE AL INTERIOR DE LOS LIBROS Y CÓMO NOMBRARLOS

Antes de la imprenta el libro era un objeto totalmente artesanal, de laboriosa fabricación, únicos e
incontrolables, aunque en realidad eran menos acogedores que los que tenemos en la actualidad.
La antigua escritura adoptaba la apariencia de una selva intrincada y agobiante, donde las palabras
se amontonaban sin separación, no se distinguían mayúsculas de minúsculas y los signos de
puntuación sólo se usaban de forma ocasional.

La razón principal era que había que aprovechar al máximo el papiro o el pergamino, materiales
caros. Los pasos para una simplificación de la escritura fueron lentos. Los eruditos de la biblioteca de
Alejandría inventaron un sistema de acentos y puntuación. Pero hasta el S. VII no se introdujeron
formas similares a nuestros puntos, comas y punto y coma. En el S. X encontramos textos que
empiezan a separar las palabras y usar la minúscula de forma frecuente. Pero hasta la introducción
de la imprenta no se consiguió una escritura diáfana. El texto comenzó a dividirse en párrafos. Los
encabezamientos, los capítulos y la paginación orientaban al lector, junto con índices de referencia,
notas a pie de página y convenciones en la puntuación que tuvieron un carácter mucho más
duradero.

Los títulos tardaron también mucho tiempo en normalizarse. Durante siglos se nombraba a un libro
bien por su tema, o bien por la primera frase, por su comienzo, aunque algunos eran lo
suficientemente concisos par que se impusieran: El arte de amar; Vidas paralelas; Los trabajos y los
días.

Con el formato Códice, el título se empieza a incluir en la primera página y, a veces, en el canto.
Volviendo a la literatura romana, tal vez estemos ante uno de los más claros ejemplos de imitación y
de clonación de la cultura de los vencidos por parte de los vencedores. Virgilio era el Homero romano;
Tito Livio, Heródoto resucitado; Salustio el nuevo Tucídides, y explica el éxito de la Vidas paralelas

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que el astuto Plutarco escribió emparejando grandes personajes de Grecia y Roma: Teseo y Rómulo;
Alejandro y Julio César, etc.

La paradoja es que, después de todo, los romanos fueron originales. Crearon un mestizaje sin
precedentes. Por primera vez una civilización adoptó una literatura extranjera, la leyó, la tradujo y la
conservó por encima de las barreras chovinistas.

PREGUNTA 18:
Los romanos supieron hacer un mestizaje cultural muy fructífero. También el mundo árabe lo
fue en arte, ciencia, filosofía o literatura durante la Edad Media. ¿El mundo actual valora el
mestizaje o seguimos siendo muy chauvinistas?

AÑICOS DE VOCES FEMENINAS

Entre los textos de la época romana escritos por manos femeninas, nos ha llegado apenas un
puñado que, en total se podrían leer en poco más de una hora. La más conocida es Sulpicia, una
joven independiente y culta que insiste en su derecho al amor; una poeta de cuya vida y sentimientos
habla ella misma, sin mediación masculina. Es claro que pertenecía a la élite más adinerada, y en la
mansión donde vivía conoció a los más importantes poetas del momento.

Nos han llegado solamente seis de sus poemas dedicados al amor por un hombre que, desde luego,
no es el novio elegido por su familia, y en ellos reclama algo tan simple como libertad y placer. Eso,
sin embargo, era un delito en su época, que contravenía el poder del paterfamilias para decidir los
matrimonios de las hijas basándose en motivos estratégicos de oportunidad. Y lo peor de todo es que
Sulpicia había plasmado por escrito esos sentimientos.

Aparte de esta mujer, de cuya vida poco más sabemos, sólo nos han llegado breves fragmentos o
referencias de 24 autoras. Todas de familias importantes, con buena dote y al abrigo de hombres
poderosos.

Con todo, solo pudieron escribir sobre temas líricos o memorias, y de sus textos apenas nos han
llegado pequeños fragmentos hechos añicos.

LO QUE SE CREÍA ETERNO RESULTÓ EFÍMERO

Después de un largo período de decadencia, en el S. V la cultura clásica sufrió duros golpes. Las
ciudades declinaron. El sistema de educación se vino abajo poco a poco. Las invasiones bárbaras
fueron destruyendo poco a poco el mundo cultural romano y el número de lectores fue disminuyendo
hasta hacerse excepcional.

Empezó unos largos siglos en los que gran parte de las ideas que nos definen, estuvieron al borde
del abismo. Entre las antorchas de los soldados y la lenta labor secreta de las polillas, el sueño de
Alejandría volvió a correr peligro.

Hasta la invención de la imprenta, milenios de saber quedaron en manos de muy pocas personas, en
los escritorios de aislados monasterios.

PREGUNTA 19:
Mientras el Imperio Romano estaba en la cresta de la ola, nadie podía pensar que aquello
acabaría viniéndose abajo. ¿Podría volver a pasar con el mundo tecnológico en el que vivimos,
o el futuro es más abierto, como señalaba el libro “Vida 3.0” que vimos hace poco tiempo?

FIN

Este es el relato de una fabulosa aventura colectiva: narradores orales, inventores, escribas,
bibliotecarios, traductores, monjes, libreros, maestras, impresores. Gente común cuyos nombres no
siempre registra la historia.
La invención de los libros ha sido tal vez el mayor triunfo en nuestra tenaz lucha contra la destrucción.
Con su ayuda, la humanidad ha vivido una fabulosa aceleración de la historia, el desarrollo y el

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progreso. A lo largo del tiempo se han utilizado diferentes materiales: barro, piedra, juncos, hojas,
seda, piel, harapos, madera y, ahora, electrónica, pero lo incontestable es el éxito extraordinario del
hallazgo.

FIN

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