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Lección vii

La extinción de la personalidad del ser humano

La muerte es «el lugar» donde todas las cosas,


y no solo las mundanas «quedan olvidadas» (88, 12).
Cuando un hombre muere, «todos sus pensamientos perecen» (146, 3).
Lewis, C. S.: Reflexiones sobre los Salmos. 1958.

Los límites que separan la vida de la muerte son muy tenebrosos y vagos.
¿Quién puede decir dónde termina la una y dónde comienza la otra?
Allan Poe, Edgar: El enterramiento prematuro. 1844.

Sumario: Introducción 7.1. La extinción de la personalidad del ser


humano. Muerte clínica y muerte cerebral 7.2. Los efectos jurí-
dicos derivados de la extinción de la personalidad 7.3. La prueba de
la muerte 7.4. Los casos especiales de muertes simultáneas 7.4.1. La
premoriencia 7.4.2. La conmoriencia Conclusiones

Introducción

Son dos los hechos que marcan la existencia de la personalidad, el naci-


miento vivo que determina el inicio y, por otro lado, la cesación irreversible
de los signos vitales o la muerte, que fija el fin de la persona. En la Lección
anterior se comentaron los aspectos más relevantes del comienzo del sujeto,
corresponde aquí hacer lo propio con la extinción del ser humano, la cual
viene determinada únicamente por la muerte.

La muerte en la actualidad es la única causa de finiquito de la personalidad,


en muchos casos es simple determinarla. Sin embargo, existen peculiaridades
240 Edison Lucio Varela Cáceres

donde el ser ve disminuida alguna de sus facultades básicas, mas sigue el or-
ganismo con su ciclo biológico, a través del auxilio médico, esto ha origi-
nado que se fijen tipos de muertes, es decir, se hable de «muerte clínica» y de
«muerte cerebral».

Por otra parte, se dan situaciones en la realidad, donde varias personas fe-
necen en un mismo suceso y se requiere precisar quien murió primero,
para, de tal forma, fijar determinados efectos jurídicos que vienen deri-
vados de la extinción de la personalidad. Son los anteriores tópicos a los
que se les dedicarán las líneas siguientes.

7.1. La extinción de la personalidad del ser humano.


Muerte clínica y muerte cerebral

Así como las personas naturales o físicas nacen y adquieren la posibilidad


de ser titulares de derechos y deberes en innumerables relaciones jurídicas,
también se extingue dicha potestad, lo cual hoy en día únicamente ocurre
con la muerte. La muerte, para el Derecho, es la cesación de las funciones
vitales del individuo, por tanto, como se observa, esta definición coincide
con la biológica439. Por su parte, Parra Aranguren sostiene:

La atribución de la personalidad a todo individuo de la especie humana


trae como consecuencia que solo pueda extinguirse con el fallecimiento;
pero como los legisladores no suelen establecer el momento en el cual
ocurre la muerte, es preciso referirse al acontecimiento biológico, o sea,
la cesación de las funciones vitales en su conjunto, aun cuando subsiste
parte de ellas: por tanto, su determinación concreta corresponde a la
medicina legal440.

439
La especialidad denominada «Medicina legal», se encarga de explicar cuando se
puede considerar que en una persona han cesado las facultades vitales.
440
Parra Aranguren: art. cit. («La existencia y la desaparición…»), p. 27.
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Ciertamente, como afirma Torres-Rivero, «La muerte es un hecho


natural con trascendencia jurídica; por lo tanto, es un hecho jurídico.
La muerte produce infinidad de consecuencias en todos los campos del
Derecho, y el más relevante es la de que extingue la personalidad»441.

Según Noguera: «La muerte es un proceso donde se distinguen tres fases,


la primera correspondiente al fallecimiento de la persona cuando se de-
tiene el corazón y cesa la respiración pulmonar por paro de la función en-
cefálica –hecho primario–, la segunda, se caracteriza por la aparición de
enfriamiento, rigideces, libideces y putrefacción del cadáver y, la tercera,
está dada por la desintegración del organismo»; agrega en relación con
el elemento determinante de la muerte: «En el campo médico la muerte
del cerebro se ha convertido en sinónimo de muerte integral de una per-
sona, aun cuando persista vida en el resto del organismo por efecto de me-
didas artificiales», así pues: «La desaparición de las funciones intelectuales
elimina en una persona la característica esencial de la especie humana»442.

Lo anterior adquiere relevancia si observamos con Marín Echeverría que


«la causa de la muerte para el Derecho es la muerte biológica de la persona
jurídica individual, esto, es, la muerte jurídica es una consecuencia de la
muerte biológica, es la prueba de esta última la que corresponde hacer»443.

Domínguez Guillén afirma que la muerte «es la cesación de la vida»


y como tal representa «un hecho natural del cual se desprenden impor-
tantes efectos jurídicos». La evolución médica ha demandado distinguir
en algunos supuestos «entre muerte clínica y muerte cerebral», enten-
diendo por la primera «la cesación definitiva o irreversible de las funciones

441
Torres-Rivero, Arturo Luis: «Venta por el tutor después de muerto el pupilo».
En: Revista de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas. N.º 76. UCV. Caracas,
1990, p. 111.
442
Noguera, Alberto: «La muerte, el médico y la ley». En: Anuario de la Facultad
de Ciencias Jurídicas y Políticas. N.º 11. ULA. Mérida, 1980, pp. 339 y ss.
443
Marín Echeverría: ob. cit. (Derecho Civil i personas), p. 209.
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–respiratoria y cardíaca– en tanto que la muerte cerebral se presenta como la


cesación de la función cerebral de manera irreversible»444.

Así pues, la ahora Ley sobre Donación y Trasplante de Órganos, Tejidos


y Células en Seres Humanos445, suprimió la referencia a la muerte clínica
que contenía el texto reformado y actualmente se refiere en su artículo 3.11,
a la «muerte encefálica», como la «Pérdida absoluta e irreversible de todas
las funciones encefálicas y del tallo cerebral». Sobre la forma de determinar
la muerte encefálica indica lo siguiente:

Artículo 25.- Criterios de muerte encefálica. Para los efectos de esta Ley,
la muerte según criterios neurológicos, podrá ser establecida en alguna
de las siguientes formas:
1. La presencia del conjunto de los siguientes signos clínicos: a. Coma
o pérdida permanente e irreversible del estado de conciencia. b. Ausencia
de respuesta motora y de reflejos a la estimulación externa. c. Ausencia de
reflejos propios del tallo cerebral. d. Apnea.
Previa a la certificación clínica de la muerte, según criterios neurológicos,
deben descartarse casos de: a. Hipotermia. b. Intoxicaciones irreversibles.
c. Alteraciones metabólicas graves. d. Shock. e. Uso de sedantes o blo-
queadores neuromusculares.
2. La realización de pruebas instrumentales, se considerará en aquellos
casos donde haya imposibilidad de realizar el examen neurológico y para
acortar los tiempos de observación entre diferentes evaluaciones clínicas;
su objetivo es valorar tanto el flujo sanguíneo cerebral como la funciones
electrofisiológicas del encéfalo y el tallo cerebral. Son pruebas instrumen-
tales: a. Las que valoran la función electrofisiológica encefálica y del tallo

444
Domínguez Guillén: ob. cit. (Manual de Derecho Civil i…), pp. 106-107; vid.
de la misma autora: «Consideraciones sobre la muerte: Breve referencia al Derecho
comparado». En: Boletín de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales. N.º 146.
Caracas, 2008, pp. 391 y ss.
445
Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela N.º 39 808, del 25-11-11.
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cerebral: i. Electroencefalograma. ii. Potenciales evocados de tallo ce-


rebral. b Las que valoran la circulación cerebral: i. Sonografía doppler
transcraneal. ii. Arteriografía cerebral de cuatro vasos.
La muerte encefálica, según criterios clínicos neurológicos, se establece
legalmente, cuando así conste en declaración certificada por tres médicos
o médicas que no formen parte del equipo de trasplante.

Si bien el anterior texto corresponde a una Ley especial y su intención en


principio es facilitar la realización de trasplantes con éxito, Domínguez
Guillén apunta como oráculo:

La muerte cerebral ha sido considerada fundamentalmente a los fines de


los trasplantes de órganos porque en estos se requiere la preservación arti-
ficial de las funciones vitales a los fines de la oxigenación de los órganos,
pero a tal concepto se llega como consecuencia de la evolución médica; se
admite que por tratarse de muerte sustancial tal concepto pueda aplicarse
a otros problemas jurídicos…446.

7.2. Los efectos jurídicos derivados de la extinción


de la personalidad

El principal resultado jurídico de la muerte es la extinción de la persona-


lidad, o lo que es lo mismo el sujeto pierde la capacidad de ser actor de
relaciones jurídicas.

Así, la extinción de la personalidad trae como consecuencia la apertura de


la sucesión del causante, es decir, los derechos y deberes patrimoniales del
446
Domínguez Guillén: ob. cit. (Manual de Derecho Civil i…), p. 108. Añade Do-
mínguez Guillén: art. cit. («Consideraciones sobre la muerte…»), p. 405, que si
bien «La muerte cerebral se hace importante en materia de trasplantes de órganos»
ello no excluye el «ser considerada para resolver otros problemas jurídicos tales
como la desconexión del sujeto, la imposibilidad de homicidio o la posibilidad de
desvirtuar la presunción de conmoriencia».
244 Edison Lucio Varela Cáceres

sujeto son trasmitidos a sus herederos o sucesores, a través de la sucesión


testamentaria o ab intestato447. Además, se extinguen los derechos y de-
beres personalísimos, como serían: la patria potestad (artículo 356 literal c,
de la Ley Orgánica para la Protección de Niños, Niñas y Adolescentes),
el vínculo matrimonial (artículo 184 del Código Civil), así como la perse-
cución de delito o la pena (artículo 103 del Código Penal).

No obstante, excepcionalmente, algunas normas reconocen ciertos efectos


que se pueden generar post mortem, es decir, que afectan las situaciones ju-
rídicas del sujeto ya fallecido, lo que presuponen en la práctica una especie
de continuación puntual de la personalidad, exempli gratia: reconocer
a un hijo muerto (artículo 219 del Código Civil); declarar la quiebra de un
comerciante dentro del año siguiente a su muerte, así como rehabilitar al
comerciante quebrado (artículo 930 del Código de Comercio).

También, un sector de la doctrina señala que algunos derechos de la perso-


nalidad pueden tutelar una personalidad preterida y, en consecuencia, ser rei-
vindicados en memoria del fallecido, como el derecho al honor o los derechos
morales de autor448. Así Ortiz-Ortiz llega a señalar: «Tampoco es ente­
ramente cierto que los derechos de la personalidad duren hasta que la persona
muere, pues paradójicamente existen algunos atributos que se siguen prote-
giendo, por ejemplo, la reputación, el derecho al olvido…», y concluye afir-
mando: «Cuando la persona fallece, sin duda, se extingue la personalidad;
pero repetimos, los derechos propios de la personalidad aún mantienen
sus efectos (…) Aunque suene extraño: los derechos de la personalidad no
se extinguen con la muerte o con la extinción de la personalidad»449.
447
Este aspecto es estudiado en el Derecho Sucesorio y se rige principalmente por las
reglas que trae el Código Civil, aunque en el caso de las «prestaciones sociales» la
Ley Orgánica del Trabajo, los Trabajadores y las Trabajadoras estipula una regla
especial sobre esta materia (artículo 145).
448
Sobre este asunto se volverá en la Lección viii.
449
Ortiz-Ortiz, Rafael: «Los derechos de la personalidad como derechos fundamen-
tales en el nuevo orden constitucional venezolano». En: Estudios de Derecho público.
Libro homenaje a Humberto J. La Roche. Vol. ii. TSJ. Fernando Parra Aranguren,
editor. Caracas, 2001, p. 73.
Lecciones de Derecho Civil i Personas 245

Por su parte, la jurisprudencia ha incorporado al debate otros efectos que


se producen después de la muerte, como serían los siguientes:

i. El establecimiento de la filiación post mortem a través de técnicas de re-


producción humana asistida. La Sala Constitucional450, con oscuridad,
fija el criterio según el cual puede practicarse una fecundación artificial451
después de la muerte del proveedor de la carga genética y, en consecuencia,
establecerse la filiación con el concebido y nacido vivo452. Al respecto, con-
viene transcribir el comentario realizado en otra oportunidad: La deci-
sión comentada indica que, en atención al artículo 204 del Código Civil
y el vació legal existente para los casos de inseminación post mortem, para
aquellos supuestos donde se utilice semen u ovarios de personas casadas
o sin impedimento para el matrimonio y conste la voluntad expresa de los
proveedores de la carga genética de realizar la inseminación homóloga des-
pués de fallecido, la misma es factible al no estar expresamente prohibida
y requerirá como requisito previo «por razones de seguridad jurídica (…)
una orden judicial al respecto, de manera que, constatados esos extremos,
se declare la filiación paterna del concebido en estas circunstancias y se or-
dene su inscripción en el Registro Civil con tal filiación», y agrega el fallo:
«Esta filiación debe ser declarada en sentencia judicial, así no provenga de

450
Vid. TSJ/SC, sent. N.º 1456, del 27-07-06. Vid. Domínguez Guillén, María
Candelaria: «Breve referencia a la filiación post mortem». En: Revista de la Fa-
cultad de Ciencias Jurídicas y Políticas. N.º 134. UCV. Caracas, 2009, pp. 195
y ss.; Martínez S.: art. cit. («Fertilización post-mortem»), pp. 367 y ss.
451
Consúltese sobre este tema: Bernard Mainar: art. cit. («Las nuevas técnicas…»),
p. 160. Guerrero Quintero, Gilberto: «Genética y filiación en el Derecho
venezolano». En: Boletín de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales. N.º 134.
Caracas, 1997, pp. 480 y ss.
452
Hipótesis, por demás, distinta al caso del artículo 219 del Código Civil que se re-
fiere a precisar legalmente el vínculo biológico surgido en vida del progenitor pero
fijado después del deceso de este. En todo caso, téngase en cuenta que según Do-
mínguez Guillén: art. cit. («Breve referencia a la filiación…»), pp. 197, «la filiación
post mortem incluye cualquier supuesto en que el vínculo sea establecido o decla-
rado con posterioridad a la muerte de la persona de cuyo estado filiatorio se trate».
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un proceso contencioso, y si los extremos que hacen presumir la filiación


pueden determinarse por un juez de familia, que ordene y supervise la inse-
minación, en estos excepcionales casos podrá ser declarada, a pesar de que
no se esté ante el supuesto del artículo 201 del Código Civil»453.

ii. La adopción post mortem454. En la última década se han dictado en Ve-


nezuela varias decisiones de instancia donde se reconoce esta peculiar adop-
ción455, específicamente para el supuesto de adopción conjunta, donde fallece
uno de los miembros de la pareja durante el procedimiento de adopción456,
lo cual, por demás, en muy probable en razón de lo dilatado y farragoso
que resultan en algunos casos estos procedimientos judiciales.

Ciertamente, señala el fallo, citado supra, que en atención a que la adop-


ción es una figura jurídica creada en protección de la infancia, y que se
observa que tanto la doctrina como la legislación extranjera han incor-
porado a la temática la denominada adopción post mortem, la cual se de-
fine en el dispositivo como: «una figura que permite la continuidad del
proceso de adopción, aunque el futuro adoptante fallezca antes de de-
cretarse la adopción por la autoridad judicial», resulta concluyente según
la sentencia in commento, que «… aún cuando nuestra Ley Orgánica para la
Protección de Niños, Niñas y Adolescentes no haya previsto la posibilidad

453
Varela Cáceres: art. cit. («El Derecho de Familia…»), p. 104.
454
Boza Scotto, Natalia y Spósito Contreras, Emilio: «La adopción post mortem
y el interés superior del niño». En: Revista de Derecho. N.º 32. TSJ. Caracas, 2010,
pp. 135 y ss. y en la misma Revista: Herrán Niño, Claudia: «La adopción post
mortem: Breves comentarios con ocasión de la decisión dictada por un tribunal
de instancia», pp. 177 y ss. Schmidt, Ludwig: «La muerte: una visión interdisci-
plinaria de un acto humano». En: Estudios de Derecho. Homenaje a la Facultad de
Derecho de la Universidad Católica Andrés Bello en su 50 aniversario. T. i (Estudios
de Derecho privado). UCAB. Alberto Baumeister Toledo y Carmen Guardia
de Bracho, coords. Caracas, 2004, pp. 343 y ss.
455
Vid. Tribunal Primero del Régimen Procesal Transitorio de Protección de Niños,
Niñas y Adolescente de la Circunscripción Judicial del estado Aragua, sede Maracay,
sent. del 26-05-09, exp. N.º DH41-V-2003-000558.
456
Vid. Domínguez Guillén: art. cit. («Breve referencia a la filiación…»), p. 209.
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de una adopción post mortem en su articulado, no quiere ello decir que


cuando el interés superior del niño así lo amerite en un caso en concreto,
el juez o jueza de protección que conozca del asunto no pueda pasar a ana-
lizar detenidamente las circunstancias de hecho que rodeen la situación
del niño, niña o adolescente involucrado en la solicitud y decidir conforme
al principio del interés superior del niño». En fin, es otra vez el principio
del inte­rés superior del niño la «piedra filosofal» que licencia cualquier so-
lución innovadora, sin ponderar que este es un instrumento de interpre-
tación de la realidad concreta que vive un niño en específico457 y no una
patente de cursus, que el fallo comentado emplea sin mayores miramientos
sobre las implicaciones jurídicas que ello produce, para al fin de cuenta
justificar el decretar una adopción conjunta aunque uno de los adoptantes
había fallecido para el momento del pronunciamiento de la sentencia.

No corresponde aquí efectuar mayores juzgamientos sobre el impacto que


ocasiona en las instituciones familiares la anterior doctrina judicial. En lo
que sí conviene reflexionar es cómo tales posiciones trastocan la idea me-
dular de que con la muerte opera una extinción de la personalidad que im-
plica el ya no poder ser centro de imputación normativa, es decir, titular
de derechos o deberes, aunque se recurra a una ficción.

Sobre tales ensanchamientos de la personalidad, Sánchez de Busta-


mante ha indicado: «la personalidad no puede concluir, dentro del con-
cepto moderno de la condición humana, sino por el hecho de la muerte, ni
subsistir después de ella», así también la doctrina se ha pronunciado ante-
riormente sobre el caso de la legislación alemana que durante la Segunda
Guerra Mundial permitía los «matrimonios post mortem»; concretamente,
Alfonsín era de la opinión de que «la atribución de la personalidad jurídica
a todos los individuos de la especie humana impide también el despliegue
de eficacia extraterritorial a su prolongación ficticia después de la muerte de
los seres humanos; y por tanto, no podría pretenderse el reconocimiento

457
Vid. Varela Cáceres: art. cit. («Introducción al Derecho…»), pp. 141 y ss.
248 Edison Lucio Varela Cáceres

de los matrimonios post mortem» 458. Luego, mutatis mutandis, en el


caso de las figuras de la filiación y adopción después de muerto uno de los
pretendidos progenitores, surge la misma ineficacia orgánica y es que senci-
llamente se está atribuyendo personalidad a una entidad que no existe como
ser humano y, por tanto, se rompe con el principio básico según el cual:
es la naturaleza del ser humano la que determina el reconocimiento de la
personalidad en las personas físicas.

Finalmente, la posición que se expone no se dirige a negar que las ante-


riores figuras puedan ser reconocidas y algún día reguladas expresamente,
lo que se desea destacar es que además de su utilidad práctica para resolver
algún aspecto asociado a las instituciones familiares y los derechos que
surgen de dichas relaciones, es importante tener en mente que tanto la
atribución, el cese, así como su extensión para el caso del nasciturus –ultra
actividad de efectos– o post mortem –retro actividad de efectos– deben ser
debidamente sopesados, pues, hoy en día el reconocimiento de la persona-
lidad jurídica en el ser humano no es un aspecto arbitrario, sino que debe
ser cónsono con la naturaleza del hombre y su dignidad.

7.3. La prueba de la muerte

Como se indicó, la muerte es para el Derecho la única causa de extinción


de la personalidad y se prueba principalmente a través del acta de defun-
ción459. La prueba de tal hecho jurídico es fundamental por las repercu-
siones que origina en la persona.

Ciertamente, como señala Schmidt, «La muerte en sí misma es un hecho


jurídico. Quien invoque su existencia para derivar de ella algún derecho
o algún resultado que le beneficia, tiene sobre sí la carga de la prueba,

458
Citados en Parra Aranguren: art. cit. («La existencia y la desaparición…»), p. 29.
459
Vid. artículo 123 y ss. de la Ley Orgánica de Registro Civil, relacionados con las
formalidades de las partidas de defunción.
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conforme a lo dispuesto en el Código Civil y en el Código de Procedimiento


Civil artículo 506, es decir, se debe demostrar de que efectivamente ocurrió»460.
Por ello, Pescio indica: «el sujeto o titular de un patrimonio o de un derecho
se presume vivo y quien sostenga que ha fallecido, debe probarlo»461.

La anterior máxima permite sostener que resulta claramente exorbitante la


práctica de algunos entes públicos de requerir la denominada «fe de vida» para
el disfrute de un derecho. Ciertamente, dicho trámite en numerosos casos se
vuelve irracional462, por cuanto si la Administración supone que el individuo
ha fallecido debería acreditar tal afirmación con el acta de defunción que
es la prueba principal y por excelencia de tal hecho, más ahora que, según la
Ley Orgánica de Registro Civil, tal catastros es automatizado y digital463.

Así pues, se han observado supuestos donde los administrados son obli-
gados a acudir personalmente ante el órgano administrativo y consignar
«fe de vida» a los fines de algún trámite, como si no fuera suficiente con
acreditar la identidad de la persona que se encuentra ante ellos y «pelliz-
carlo» para tener una manifestación tangible de su existencia corpórea.

7.4. Los casos especiales de muertes simultáneas

En ciertas ocasiones, ocurre que dos personas fallecen en un mismo suceso y


se requiere precisar cuál de ellos murió primero, principalmente a los efectos
460
Schmidt: art. cit. («La muerte: una visión…»), p. 355.
461
Citado en Contreras: ob. cit. (Manual de Derecho Civil i…), p. 123.
462
Su origen puede ubicarse en las disposiciones que regulan las pensiones por jubi-
lación, invalides o sobreviviente, así el Reglamento de la Ley del Estatuto sobre
el Régimen de Jubilaciones y Pensiones de los Funcionarios de la Administración
Pública Nacional, de los Estados y los Municipios (Gaceta Oficial de la República de
Venezuela N.º 36 618, del 11-01-99), dispone: «Artículo 37.- Los beneficiarios de
una jubilación o de una pensión de invalidez o de sobreviviente, estarán obligados
a demostrar su supervivencia dentro del mes de enero de cada año, requisito sin el
cual no se le dará curso al pago correspondiente».
463
Vid. Varela Cáceres: ob. cit. (El Registro del Estado…), vol. i, pp. 80 y ss.
250 Edison Lucio Varela Cáceres

de determinar el orden de suceder464. Para tales supuestos se han elaborado


dos tesis de larga data, ellas son: la premoriencia y la conmoriencia:

7.4.1. La premoriencia
Esta posición delimita el orden de las muertes según patrones objetivos
como pueden ser la edad y el sexo. En este sentido, el sistema comentado
señala que si entre los fallecidos están un hombre y una mujer debió morir
primero la mujer por presumirse más débil, igualmente si entre los difuntos
se encuentra un joven y un viejo debió morir primero el viejo y así sucesi-
vamente establecía pautas de muertes probables. Este método obtuvo su
origen y aplicación en el Derecho romano y fue seguido por el Código Civil
francés (artículos 720-722). Marín Echeverría, indica al respecto que
este sistema «Consiste en determinar, mediante presunciones legales, quién
falleció primero y, de esta manera, hacer la delación de la herencia»465.

7.4.2. La conmoriencia
Por su parte, este sistema inicia con no establecer diferencias, es decir, si
no se puede probar quién murió primero y quién después, sencillamente
se considera que todos fallecieron al mismo tiempo. Esta última tesis es la
seguida por nuestro Código Civil, que indica:

Artículo 994.- Si hubiere duda sobre cuál de dos o más individuos lla-
mados recíprocamente a sucederse, haya muerto primero que el otro, el que
sostenga la anterioridad de la muerte del uno o del otro deberá probarla.

464
Al respecto, Parra Aranguren: art. cit. («La existencia y la desaparición…»),
p. 30, señala: «los legisladores suelen establecer presuntamente el orden de la
muerte de varias personas cuando se tiene certeza del fallecimiento pero existe duda
acerca del momento en el cual ocurrió, por ejemplo si se produjo en un naufragio,
catástrofe aérea, incendio, terremoto, guerra u otro siniestro análogo». Aunque
en la mayoría de los supuestos donde se aplican estas reglas, las personas mueren en
un mismo suceso, Domínguez Guillén: ob. cit. (Manual de Derecho Civil i…),
p. 116, sostiene acertadamente que ello no es relevante, pues «basta la dificultad en
la prueba de su prioridad».
465
Marín Echeverría: ob. cit. (Derecho Civil i personas), p. 209.
Lecciones de Derecho Civil i Personas 251

A falta de prueba, se presumen todos muertos al mismo tiempo y no hay


transmisión de derechos de uno a otro.

Como se aprecia de la disposición reproducida, el Derecho común fija una


presunción relativa, es decir, iuris tantum, según la cual se considera que
las muertes son simultáneas y quien no esté conforme con tal resultado
deberá probar que determinada persona falleció primero que otra.

Conclusiones

Como colofón baste con recordar que únicamente la muerte fija la extin-
ción de la personalidad del ser humano; ella viene determinada por la pér-
dida de las funciones vitales, en especial, la cerebral. El efecto fundamental
es la carencia de la cualidad que permite al hombre ser sujeto de derecho
y de obligaciones, aunque excepcionalmente pueden distinguirse algunas
relaciones que puntualmente continúan o se reconocen aunque no exista fí-
sicamente su destinatario, es el caso de las protecciones al derecho al honor
del difunto –por citar un tipo polémico–.

El principal efecto de la muerte es que se extingue la personalidad y se


transmiten los derechos patrimoniales a los legítimos sucesores. Otro caso
a considerar, es que en el Derecho venezolano se sigue la tesis de la con-
moriencia, por lo que de ocurrir la muerte de dos personas y de existir
duda sobre el momento exacto de los fallecimientos, se entenderá que las
mismas murieron en idéntico instante de tiempo y no habrá sucesión re-
ciproca, pudiendo desvirtuarse tal efecto quien lo requiera, si prueba que
determinado sujeto falleció primero.

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