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POR
A L B E R T PLÉ
J. ROF CARBALLO
TRADUCCIÓN DE
SEGUNDA EDICION
ESTUDIO INTRODUCTORIO
Págs.
Psicoanálisis y religión ......................................... 3
La rebelión contra el padre ..................................... 11
La psicoterapia de grupo y la evolución de la re
ligión .................................................................... 17
Digresión sobre el centauro ................................. 35
La divinización de la figura paterna ...................... 44
El problema del padre ............................................. 56
El principio de seguridad ......................................... 63
El «eros» del «yo» ................................................ 74
El mal y la muerte en el psicoanálisis .................. 78
FREUD Y LA RELIGION
Prefacio....................................................................... 97
I. La religión según Freud................................. 101
Primeros escritos ................................................ 102
«Tótem y tabú» ................................................ 104
«El porvenir de una ilusión» ............................. 109
«Malestar en la civilización» ............................. 113
«Moisés y el monoteísmo» ................................. 117
Escritos diversos ................................................ 122
II. Un problema personal de Freud .................... 127
Un instrumento que no toma partido .............. 127
«Una orden de mis conexiones inconscientes» ... 129
Inmovilismo ........................................................ 131
Vacilaciones y miramientos................................. 132
Prejuicios ............................................................ 135
El ocultismo ........................................................ 141
Ambivalencia y desplazamiento .......................... 146
VIII Indice general
Págs.
III. ¿Hacia «otra cosa»? ..................................... 151
La religión del «hombre corriente» .................. 151
Cuestiones de método ......................................... 153
«¿Otro elemento?» ............................................. 158
Interiorización cultural ...................................... 161
¿Sublimación?..................................................... 165
«¿Superar?» ........................................................ 168
IV. La teología y Freud......................................... 172
1. Adaptación a la realidad ............................. 174
a) La fe ..................................................... 174
b) Los dogmas y «misterios» .................. 188
2. La superación del principiodel placer ........ 192
Indice onomástico ..................................................... 215
Indice de textos de Freud ..................................... 217
ESTUDIO INTRODUCTORIO
PSICOANALISIS Y RELIGION
El principio de seguridad
El primer congreso internacional psicoanalítico
tuvo lugar en Salzburgo en febrero de 1908; el
segundo, ya constituida la Asociación Psicoanalítica
Internacional, en Nuremberg, en marzo de 1910.
En 1969 se celebra en Roma el XXVI Congreso
Internacional, con el programa, sugerido por Ana
Freud, de reconsiderar los puntos de vista teóricos
del psicoanálisis, proceso normal en toda ciencia.
En la introducción al mismo se ensalza el genio de
Freud, que le permitió «hacer las necesarias am
pliaciones y modificaciones a las teorías primitivas,
sin descuidar los hallazgos bien establecidos». Su
misma «unilateralidad» es reconocida como fecun
da, pero se juzga llegada la hora de integrar nue
vos conceptos dentro del cuerpo de conocimientos
sólidamente fundados. El congreso dedica su esfuer
zo principalmente a los «nuevos desarrollos del
psicoanálisis». Si no me equivoco, estas tendencias
modernas se concentran sobre seis puntos: 1) Tra
tar de obtener una mayor precisión conceptual, es
decir, examinar el problema semántico que tienen
64 Estudio introductorio
Primeros escritos
Desde 1904 (es decir, cuatro años después de
la publicación de su primera obra de envergadura,
La interpretación de los sueños), Freud toma res
pecto a la religión una postura que, en lo esencial,
irá reapareciendo a lo largo de todos sus escritos 4.
En el último capítulo de Psicopatologla de la vida
cotidiana, y a continuación de varias páginas dedi
cadas a la superstición, se expresa así:
Creo, efectivamente, que la concepción mito
lógica del mundo, alma hasta de las más moder
nas religiones, en gran parte no es más que una
psicología proyectada en el mundo exterior5. La
oscura noticia de los factores y hechos psíquicos
del inconsciente (dicho de otro modo: la percep
ción endopsíquica de los mismos) se refleja (es
difícil expresarlo de otra manera y no nos queda
más remedio que pedirle ayuda a sus analogías
con la paranoia) en la construcción de una reali
dad suprasensible5, que la ciencia, a su vez, trans
forma en una psicología del inconsciente 5. Quiere
decirse que podríamos, desde ese enfoque, encar
garnos de destruir los mitos del paraíso y pecado
original, de Dios, del bien y del mal, de la inmor
talidad, etc., y de convertir la metafísica en meta-
psicología. Entre el desplazamiento obrado por el
4 Esta postara aparece ya en una carta a Fliess, fechada el 12 de di
ciembre de 1897: «¿Te imaginas lo que pueden ser los mitos endopsí-
quicos? Pues bien, se trata de los últimos productos de mi actividad
cerebral. La oscura noticia interior del propio aparato psíquico perci
bida por el sujeto hace brotar una serie de ilusiones que, como es natu
ral, se proyectan hacia fuera y, característicamente, hacia el futuro, hacia
un más allá. La inmortalidad, la recompensa, todo el más allá, son con
cepciones de nuestra psiquis interna... Una psicomitología» (Sigmund
Freud, El nacimiento del psicoanálisis [P. U. F., París 1956] p.210).
5 Subrayado en el texto.
Primeros escritos 103
paranoico y el obrado por el supersticioso hay
menos distancia de lo que aparece a primera vis
ta. Cuando los hombres empezaron a pensar, se
vieron obligados a descifrar antropológicamente
el mundo, resolviéndolo en una multitud de per
sonalizaciones fabricadas a imagen suya. De este
modo, los acontecimientos imprevistos y las ca
sualidades, que daban en interpretar supersticio
samente, se les figuraban como acciones y mani
festaciones de personas. Dicho de otra manera:
se comportaban exactamente como paranoicos, que
en seguida sacan conclusiones de la más mínima
manifestación hecha por los demás, y como se
comporta cualquier hombre en su sano juicio que,
acertadamente, opina sobre el carácter de sus se
mejantes basándose en sus acciones imprevistas e
inintencionadas. En nuestra moderna concepción
del mundo, concepción científica, mas todavía le
jos de estar completa, la superstición, por ende,
aparece un tanto fuera de lugar. Ahora bien, es
tuvo justificada en la concepción vigente en épo
cas precientíficas, puesto que era su complemento
lógico 6.
«Tótem y tabú»
El tema será reeditado, con más amplio desarro
llo, en ’íotem y tabú (1912-1913), obra que Freud
describe en el prefacio como «mi primer intento de
aplicación de los puntos de vista y datos del psico
análisis a determinados fenómenos, aún oscuros, de
la psicología colectiva». Desde esta perspectiva de
psicología colectiva, precisamente, es desde la que
Freud vuelve a asumir la analogía entre la religión
y la neurosis obsesiva. Basta citar este pasaje:
Resumiendo los puntos de semejanza entre las
costumbres tabú y los síntomas de la neurosis
obsesiva, vemos que son cuatro: 1) ausencia de
motivación de las prohibiciones; 2) estableci
miento de éstas en virtud de una necesidad in
terna; 3) facilidad de las mismas para obrar des
plazamientos y contagiar de prohibición a otros
7 Actos obsesivos y prácticas religiosas. Traducción francesa de Marie
Bonaparte en Freud, El porvenir de una ilusión (Denoél et Steele, París
1923) p.181-182; S. E. 9,126-127.
«Tótem y tabú» 105
objetos; 4) existencia de acciones y preceptos ce
remoniales derivados de las prohibiciones 8.
En Tótem y tabú, Freud no se queda en tal ana
logía entre religión y neurosis obsesiva, sino que
adopta ya unos puntos de vista que desarrollará
más tarde en El porvenir de una ilusión, Malestar
en la civilización y Moisés y el monoteísmo. En esta
última obra (1939) encontramos un buen resumen
del tema:
El totemismo, con su veneración de un susti
tuto del padre, con la ambivalencia testimoniada
por la comida totémica, con la institución de fies
tas conmemorativas y prohibiciones cuya inobser
vancia entraña la muerte; el totemismo, repito,
bien puede considerarse como el primer esbozo
de religión que surge en la historia de la huma
nidad, confirmando así que es verdad que, desde
un principio, vienen unidas por un estrecho lazo
reglas sociales y obligaciones morales. No nos es
posible dar aquí más que una brevísima semblan
za del desarrollo ulterior de la religión, evolu
ción que, sin duda, se produce paralelamente al
progreso de la civilización y a los cambios de
estructura de las comunidades humanas
«Malestar en la civilización»
Tres años depués de la publicación de El por
venir de una ilusión, es decir, en 1930, Freud pu
blica Malestar en la civilización, obra en la que,
dentro de sus puntos de vista, no podía dejar de
hablar de religión. Vuelve a las mismas tesis, sí,
pero nos encontramos con que toma tres posiciones
que debemos destacar.
1. A Romain Rolland, que le había reprochado
no haber sabido apreciar en El porvenir de una
ilusión «la verdadera fuente de los sentimientos
religiosos», a saber, una «sensación de eternidad,
un sentimiento de algo sin límites y, por así decirlo,
oceánico» 2°, Freud le responde que desconoce tal
sentimiento, y que, en todo caso, no le parece sea
la «fons et origo» de la necesidad de religión.
23 Ib., p.84; S. E. 21,31.
24 Ib., p.89; S. E. 21,33.
25 Malestar en la civilización (trad. Odier, en «Revue Fran^aise de
psychoanalyse» 4 [1934] 693; S. E. 21,64).
Freud y la reí. 8
114 l. La religión según Freud
«Moisés y el monoteísmo»
«Todo nos hace pensar que la figura grandiosa
de Moisés ocupaba un lugar sumamente prepon
derante en el espíritu de Freud. ¿Acaso no había
estudiado él en su juventud la Biblia? ¿No debía
consagrar al profeta su último libro? ¿No le ofrecía
Moisés una formidable imagen del padre? ¿O es
que, a lo mejor, Freud se identificaba con él? Estas
dos últimas hipótesis pueden haber sido exactas
en períodos distintos» 33. Este testimonio de Jones
nos permite el que esperemos dar con el pensa
miento más profundo de Freud acerca de la reli
gión en su última obra (1939), pese a haberla escri
to en varias veces y parte de ella con mucha ante
rioridad a la fecha de su publicación. Como él mis
mo explica33, Freud se había privado de publicar
su Moisés, dado que los judíos estaban amenazados,
y después ya perseguidos, por el nazismo, y él
quería evitar además que un acto público de esta
naturaleza atrajese la animosidad de la Iglesia cató
lica, por aquel entonces protectora de los judíos
austríacos 34.
31 Cf. su carta a Putnam de 8 de julio de 1915 en Sigmund Freud,
Correspondencia (N. R. F., Gallimard, 1966) p.332-333, y su carta a
Pfíster de 9 de octubre de 1918: o.c., p.103.
32 Jones, o.c., t.3 p.387; cf. ib., p.267ss.
33 Moisés y el monoteísmo p.75-80 y 139-141; S. E. 23,54-58.103-104.
34 «Estamos viviendo en un país católico, protegidos por la Iglesia,
mas sin saber cuánto tiempo durará esta protección. Tal y como están
las cosas no nos atrevemos, naturalmente, a hacer nada que pueda atraer
nos la animosidad de la Iglesia. No hay que ver en esto una cobardía,
sino una medida de prudencia, pues ei nuevo enemigo (i.e., el nazis
mo), cuyos intereses nos guardaremos muy bien de servir, es más peli
groso que, el antiguo, con el que ya habíamos aprendido a vivir en paz.
Los estudios psicoanalíticos, de todas formas, son mirados por los cató-
118 I. La religión según Freud
Y continúa:
Se establece entonces el reino nuevo de la es
piritualidad, a partir del cual las ideas, recuer
dos y deducciones adquieren una importancia de
cisiva, todo lo contrario de lo que ocurre con las
actividades psíquicas inferiores relacionadas con
las percepciones sensoriales inmediatas. Esta fue,
sin duda alguna, una de las más importantes eta
pas en el camino del devenir humano “.
Escritos diversos
Pese a que no es nuestra intención evocar todos
los textos de Freud que se refieren a la religión,
“ Ib-, p.117; S. E. 23,86-87.
“ Ib., p.182; S. E. 86,136.
Escritos diversos 123
parece útil, sin embargo, espigar algunas de las
observaciones hechas por Freud acerca de ciertos
temas religiosos que no figuran en las citas prece
dentes.
Lo sagrado, para Freud, «originariamente, no es
más que la perpetuación de la voluntad del padre
primitivo» la parte de satisfacción instintiva a
la que cada persona ha renunciado se ha ofrendado
a la divinidad como un sacrificio, y el bien común
logrado así se ha declarado «sagrado» 50
5152
, del mismo
modo que el ceremonial de la neurosis obsesiva
tiene carácter de «acto sagrado» 5354
. En cuanto a la
55
santidad, «cuanto más virtuoso es un hombre, más
severa y recelosamente se comporta, de suerte que,
a fin de cuentas, los que han crecido más en la
santidad son precisamente los que se acusan de ser
los mayores culpables» 53.
Los atributos de Dios.—Ya vimos que la idea
de Dios es la proyección (ilusoria) de la imagen
infantil del Padre. De ahí vienen la idea de la om
nisciencia de Dios51 y la necesidad de admirar y so
meterse tanto a Dios como al «gran hombre»:
Sabemos que la mayoría de los humanos sien
ten la imperiosa necesidad de una autoridad que
admirar, ante la que doblegarse y por la que han
de ser dominados y en ocasiones maltratados 5,i
Ereud y la reí. 9
130 II. Un problema personal de Freud
trabajo (quiero decir, el trabajo médico), me meto
en un terreno escabroso; pero se trata de una or
den recibida de mis conexiones inconscientes» “.
¿De dónde salen esas «conexiones inconscientes»
y sus imperativos? Sin duda que algo tienen que
ver con ello hechos tan importantes de su infancia
como el pertenecer a la raza judía, el haber sido
educado por padres creyentes (que habían prescin
dido de las observancias referentes a la alimenta
ción, entre otras) y la influencia (hasta los dos años
y medio) de una «nana» católica, etc.9 A lo que po
demos añadir, tocante al catolicismo, el hecho de
vivir en la católica Austria, bajo un régimen «cé-
saro-papista» y en el que tanto su padre como él
tuvieron que aguantar bromas pesadas e injusticias
originadas por el antisemitismo.
Pero no pertenece a nuestra tarea el análisis de
las influencias que la infancia de Freud haya podi
do tener en su actitud religiosa. Nos basta con to
mar buena nota de que, si Freud se metió en este
terreno «escabroso», lo hizo por orden de sus «co
nexiones inconscientes». Tal confesión nos incita
a buscar en los escritos de Freud los síntomas de
esas motivaciones inconscientes y así comprender
mejor lo que dice de la religión.
8 Citado en Jones, o.c., t.2 p.372-373. Estas «conexiones inconscientes»
acaban de ser analizadas por Luis Beirnaert, Introducción al psico
análisis freudiano de la religión: Études (febrero 1968) 200-210.
9 Cf. Jones, o.c., t.l p.6 y 21. Acerca de la atmósfera religiosa en que
transcurrió la infancia de Freud, véase el capítulo II de Jones (t.l).
Jones (en el t.3 p.349-350) creemos que niega con demadíada rapidez y
ligereza el papel de esta «nana» católica en la actitud posterior de Freud
respecto a la religión. El autoanálisis al que Freud se sometió muestra,
por el contrario, la importancia de este hecho, que Freud confía a Fliess
en sus cartas del 3 de octubre de 1897 y del 15 de dicho mes (cf. Sig-
mund Freud, Nacimiento del psicoanálisis [P. U. F., 1956] p.193-197).
Véase a este respecto el penetrante análisis de Gregory Zilboorg en
freud and Religión (The Newman Press, 1958), recogido también en
su obra postuma Psicho-analisis and Religión (1962) p.201-202.
lnmovilismo 131
lnmovilismo
Su interpretación de la religión no ha de variar
nunca en lo esencial. En cambio, no cesó de evo
lucionar en sus «hipótesis» metapsicológicas. Este
excepcional inmovilismo nos parece problemático;
se trata de una postura en la que, en junio de 1938
(año y medio antes de su muerte), Freud se re
afirma:
Ahora, como entonces, dudo de mi propio tra
bajo y, contrariamente a lo que a un autor debe
pasarle, no me siento en estrecha comunión con
mi obra. No quiere esto decir que no esté yo
convencido de la exactitud de mi deducción,
pues desde hace un cuarto de siglo, desde Tótem
y tabú, no he cambiado de opinión. Todo lo con
trario, mis convicciones no han hecho más que
afirmarse. Sigo estando persuadido de que los
fenómenos religiosos son comparables a los sín
tomas neuróticos individuales, síntomas que nos
son bien conocidos como reanudaciones de acon
tecimientos importantes, hace tiempo olvidados,
acaecidos en el curso de la historia primitiva de
la familia humana. Es justamente de este origen
de donde esos fenómenos arrastran su carácter
obsesivo y es a la parte de verdad histórica que
contienen a lo que deben su influencia sobre los
hombres 10.
Vacilaciones y miramientos
¡Cuántas dilaciones, cuánto recelo, cuánto reco
menzar, cuánto miramiento, cuántas dudas acerca
de este Moisés!, y, a la vez, ¡qué decisión de pu
blicarlo pese a todo! En 1935 escribía a Lou Sa
lomé:
Por lo demás, las bases históricas de mi Moi
sés no son suficientemente sólidas para servir de
fundamento a mi inestimable parcela de penetra
ción (my invaluable piece of insight). Por lo
tanto, guardo silencio. Basta con que pueda yo
mismo creer en la solución de un problema que
me ha perseguido a lo latgo de toda mi vida 12.
Ya no estaba satisfecho de su El porvenir de
una ilusión. Lo sabemos por su correspondencia
con Ferenczi:
Ahora se me hace ya (El porvenir de una ilu
sión) pueril (childish). En lo fundamental pienso
de otra forma. Además, como obra, me parece
pobre en sus análisis e incompleta en lo que tie
ne de confesión personal13.
No había ido, pues, hasta el fondo de su pensa
miento. ¿Fue por culpa de los «miramientos» a los
“ Ib., p.30-31; S. E. 23,58.
13 Carta a Lou Salomé del 6 de enero de 1935, citada en Jones, o.c.,
t.3 p.194. El 30 de septiembre de 1934, Freud escribe a Arnold Zweig
y le habla de su trabajo, ya emprendido, sobre Moisés. En dicha carta
le anuncia que la obra iba a tener tres secciones: «la primera, románti
camente interesante; la segunda, muy trabajada y aburrida; la tercera,
llena de motivos de satisfacción y pretenciosa» (Jones, t.3 p.193).
13 Carta a Ferenczi del 23 de octubre de 1927, citada en Jones, t.3
p.138.
Vacilaciones y miramientos 133
Prejuicios
Confiamos en no caer en una interpretación ten
denciosa si juzgamos que las motivaciones cons
cientes e inconscientes de Freud, cuando se pone
a escribir sobre la religión, son muy complejas y
conflictivas. De ahí, indudablemente, proceden su
falta de información y sus prejuicios en torno a la
Iglesia católica, que, a su modo de ver, es una
«enemiga» 23.
21 Malestar en la civilización. Trad, de Odier en «Revue Fran?aise de
Psychanalyse» 4 (1934) 745-746; S. E. 21,121-122.
22 Moisés y el monoteísmo p.28; S. E. 23,17.
23 Ib., p.86-87; S. E. 23,55: «La Iglesia católica..., enemiga impla
cable de la libertad de pensamiento y de los progresos de la razón»
(ib.). Véase principalmente lo que dice de la Iglesia católica y del ejér-
136 II. Un problema personal de Freud
El ocultismo
Así, pues, Freud, verdaderamente, apenas si
trató de informarse con seriedad acerca de la «reli
gión» antes de lanzarse a emitir juicios y escribir
33 Carta a Pfister del 25 de noviembre de 1928 (o.c., p.183).
34 Pfister le escribe (20 de febrero de 1928: o.c., p.178): «Lo que usted
emplea para sustituir a la religión son, sustancialmente, las ideas de
las luces, del siglo xviii, arrogantemente revisadas y puestas al día». La
respuesta de Freud (del 26 de noviembre de 1927) calla en este punto.
35 Pfister le escribe (20 de febrero de 1928: o.c., 178): «La diferencia
está, sin duda, en el hecho de que usted ha crecido rodeado de formas
patológicas de religión, y da la casualidad de que usted las considera
como «la religión». En cambio, yo he tenido la suerte de haber podido
acogerme a un tipo de religión libre, que es para usted un cristianismo
hueco, mientras para mí significa el núcleo sustancial del evangelismo».
Cuatro días más tarde, Freud le contesta refiriéndose a otros asuntos,
pero no a éste (o.c., p.178-179).
36 Carta a Pfister del 9 de febrero de 1909 (o.c., p-47,'.
142 II. Un problema personal de Freud
Ambivalencia y desplazamiento
Tal fue, mucho nos lo tememos, el precio que
hubo de pagar por obedecer la orden de sus «co
nexiones inconscientes», y estamos tentados a apli
car al propio Freud los principios de su psicoaná
lisis, especialmente éste:
Mas la característica común tanto a los casos
más benignos como a los más graves, propia tam
bién, por lo tanto, de los actos fallidos e im
previstos, reside en que todos los fenómenos en
cuestión, sin excepción que valga, pueden ins-
51 Carta a Pfister del 25 de noviembre de 1928 (o.c., p.181).
52 El porvenir de una ilusión p.147; S. E. 21,54.
53 Véase S. E. 19,168 nota 4. A Logos y Ananké hay que añadir Eros:
«Eros y Ananké se han convertido en los padres de la civilización» (Ma
lestar en la civilización p.727; S. E. 21,101).
Ambivalencia y desplazamiento 147
cribirse como materiales psíquicos no del todo
reprimidos, de forma que, aunque la consciencia
los ha rechazado, no han perdido totalmente la
posibilidad de manifestarse y expresarse54.
Cuestiones de método
Esta forma de ver la religión no deja de plan
tear toda una serie de cuestiones metodológicas
decisivas. Por una parte, puede uno preguntarse
hasta qué punto es exacto y esclarecedor transfe
rir a la psicología colectiva los conceptos de la psi
cología individual (y viceversa) y hasta dónde pue
den extremarse tales «analogías» que Freud toma
harto prematuramente como postulados» “.
8 El porvenir de una ilusión p.118; S. E. 21,43.
9 Freud compara la religión con la psicosis alucinatoria (ib., p.119),
la paranoia (cf. supra, nota 6) y los delirios de la psicosis (Moisés y el
monoteísmo p.U5; S. E. 23,85) y los «consuelos» de la religión con
los narcóticos (El porvenir de una ilusión p.133; S. E. 21,49).
10 Malestar en la civilización p.700; S. E. 21,72. Cf. El porvenir de
una ilusión p.64; S. E. 21,24, etc.
11 Véase, por ejemplo, Moisés y el monoteísmo p.99; S. E. 23,72,
mientras que, en la misma obra, Freud manifiesta que «esto no es nada
fácil» (ib., p.177; S. E. 23,132). «Todo eso es incierto», llegará a decir
en El porvenir de una ilusión p.145; S. E. 21,53.
154 III. ¿Hacia «otra cosa»?
«¿Otro elemento?»
Podemos preguntarnos ahora, a tenor de los
propios textos de Freud, si cree él que su inter
pretación psicoanalítica lo ha dicho todo ya acerca
de la religión.
Leemos en su Moisés frases que revelan un te
mor de haber «tomado partido», es decir, de ha
berse encerrado en lo que él en otra ocasión llama
la unilateralidad:
Hay una fuerte discordancia entre la natura
leza de nuestro aparato cognoscitivo y esa orga
nización del universo que nuestra mente trata de
comprender. A nuestra imperiosa necesidad de
causalidad le basta con encontrarle a cada fenó-
25 Psicoanálisis y medicina p.140; S. E. 20,195.
26 «Aquí (en psicología), la ineptitud constitucional del hombre para
la investigación científica aparece en toda su amplitud» (Nuevas confe
rencias sobre el psicoanálisis p.9; S. E. 22,6).
«¿Otro elemento?'!) 159
meno una causa única demostrable, pero eso rara
vez ocurre en la realidad exterior. Muy al con
trario, todo acontecimiento parece sobredetermi
nado y da la impresión de ser la resultante de
varias causas convergentes. Intimidados por la
inmensa complejidad de los hechos, tomamos par
tido por una serie de acontecimientos en contra
de otra, estableciendo oposiciones que no existen
y que son sólo fruto de la supresión de relacio
nes más amplias 2728.
¿Interiorización cultural?
Admitamos que el pasado psíquico, a diferencia
del fisiológico, persevera en el estado presente, si
no en su totalidad, al menos en algunos de sus
puntos, como Freud puntualiza en el mismo lugar.
Ahora bien, Freud no ha estudiado esta «forma
final» de la religión, mientras que nos traza, en
cambio, algunos rasgos de ese fenómeno aplicado
a la civilización. En este sentido habla de una pro
gresión que va de la coacción exterior e impuesta
a su interiorización; progresión que atribuye al
super-yo:
Podemos mostrar aquí una de esas progresio
nes psíquicas. Es propio de nuestra evolución el
que la coacción externa se vaya poco a poco in
teriorizando, al hacerse cargo de ella una instan
cia psíquica particular, el super-yo del hombre.
Cada uno de nuestros hijos es, a su vez, el tea
tro de esta transformación, sólo gracias a la cual
se convierte en un ser moral y social. Esta conso
lidación del super-yo es un patrimonio psicoló
gico de gran valor para la cultura, pues aquellos
en quienes tiene lugar se convierten de enemigos
suyos en sus mantenedores. Cuanto más numero
sos son en un medio cultural, más asegurada está
la civilización, que puede así prescindir con más
tranquilidad de los medios coercitivos 33.
3{ Malestar en la civilización p.699; S. E. 21,71. Véase, acerca de
este tema, El porvenir de una ilusión p.53.117.143; S. E. 21,20.43.53;
Malestar en la civilización p.694; S. E. 21,66; Tótem y tabú p.201-
202.209; S. E. 13,146-147.152; «La guerra y sus decepciones», en Ensa
yos de psicoanálisis p.231-232; S. E. 14,285-286.
32 El porvenir de una ilusión p .27-28; S. E. 21,12.
Freud y la reí. 11
162 111. ¿Hacia <¡.otra cosa»?
Los «preceptos» y las «doctrinas» de la religión
¿serían, a priori y a posteriori, incapaces de alcan
zar dicha interiorización? En caso contrario, ¿no
podrían encontrar un «alto valor» en esta progre
sión y su «forma final»? ¿Por qué Freud no se
hace nunca esta pregunta?
Todo lo contrario, para él estas doctrinas reli
giosas son y aparecen como algo externo al suje
to , y, caso curioso, condena enérgicamente a los
que creen «por deber» (¿por orden de su su-
per-yo?):
Esta imposibilidad (de creer) ha sido recono
cida en todo tiempo, y, desde luego, también por
los antepasados, que nos legaron tal herencia.
Es evidente que muchos de ellos alimentaron las
mismas dudas que nosotros, pero una presión de
masiado fuerte se ejercía sobre ellos para atre
verse a expresarlas. Y desde entonces han sido
innumerables los hombres atormentados por es
tas mismas dudas, dudas que habrían querido so
focar, porque entendían que su deber era creer.
Muchas y muy brillantes inteligencias se han ido
a pique bajo el signo de este conflicto, y muchos
caracteres se han visto disminuidos por culpa de
los compromisos por cuya intercesión buscaban
salir adelante 34.
¿Sublimación?
¿Nos dará más resultado buscar por el lado de
la «sublimación»? Freud, ya lo hemos indicado’9,
escribía al pastor Pfister que la sublimación reli
giosa es «la más cómoda de todas las formas de
sublimación», y, en Mi vida y el psicoanálisis, pre
senta así a su amigo el pastor:
El pastor protestante O. Pfister, de Zurich, se
ha significado como paladín infatigable de esta
tendencia (i.e., de la aplicación del psicoanáli
sis a la pedagogía), encontrando, por otra parte,
que el cultivo del psicoanálisis es compatible con
la práctica de una religiosidad sublimada (ñor did
he find the practice of análisis incompatible with
the retention of his religión, though it is trae
that ivas of a sublimated kind)"'.
«¿Superar?»
Más inmediatamente utilizable nos parece otra
pista, pese a que tengamos que ir a buscarla en
un terreno que no es el de la religión. Este «otro
elemento» que nosotros buscamos, Freud parece
descubrirlo en el campo artístico.
En Malestar en la civilización dice que «el placer
de la belleza tiene una calidad sentimental particu
larmente dulce y embriagadora», y añade:
1. Adaptación a la realidad
a) La fe
Los teólogos pensaron siempre—mucho antes de
Augusto Comte y el «padre» del psicoanálisis—
«que entra dentro de las posibilidades del trabajo
científico enseñarnos algo de la realidad del uni
verso» ’, y, en el plano de la ciencia, estamos de
acuerdo con Freud en creer que «no hay instancia
superior a la razón» 89
.
Pero los teólogos han creído en todo tiempo que
el creyente no es un hombre que reniega de la
razón llevándole la contraria; lo que hace es ir
más allá de ella guiándose por una más alta luz",
6 Santo Tomás, Suma teológica 2-2 q.2 a.6c y ad 2.3; q.5 a.4c.
7 El porvenir de una ilusión p.150; S. E. 21,55.
8 Ib., p.75; S. E. 21,28.
9 Santo Tomás, III Sent. q.24 a.3 sol.2 ad 2. Cf. Contra gentiles III
q.154.
Adaptación a la realidad 175
Estamos, pues, plenamente de acuerdo con
Freud y todos los racionalistas en pensar que la
razón y el trabajo científico son los medios más
seguros y más «inteligentes» para conocer las le
yes del cosmos y de la vida individual y colectiva
del hombre.
Pero he aquí la pregunta que les hacemos:
¿Estáis completamente seguros de que los medios
mejores para conocer a una persona son la inteli
gencia racional y científica? ¿Por qué no reconocer
como hecho psicológico el que las relaciones de
persona a persona son de otro orden, sin que esto
signifique renegar de la razón?
Cuando un hombre y una mujer se prometen
en matrimonio, cuando se juran fidelidad, ¿están
obrando en contra de la razón? Al revés, lo que
parece razonable es ir más allá de lo que es mera
mente razonable. De otro modo, ¿cómo podría uno
nunca prometerse en matrimonio?
Ocurre otro tanto con la fidelidad conyugal,
que cuanto más se la vive, dura y progresa, menos
podemos hallarle explicación, salvo que recurramos
a «algo» que sobrepase la razón y no reniegue, sin
embargo, de ella. Se trata de «fe», de una inteli
gencia del corazón, único factor que puede crear,
alimentar y hacer progresar el mutuo conocimiento
y la comunión entre dos personas que, de este
modo, se conocen, en el sentido bíblico en que un
hombre «conoce» a su mujer.
No necesita Freud que le recuerde nadie que el
niño no se desarrolla más que por efecto de una
relación afectiva recíproca entre su madre y él,
entre su padre y su madre, entre su padre y él
y las personas de su círculo familiar y después
escolar. También en ese caso se trata de una «fe»,
176 IV. La teología y Freud