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Consolidación metropolitana

en la recuperación económica relativa, 1990-2005

En 2000 México tenía 97.5 millones de habitantes, de los cuales 65.6


millones se concentran en un sistema de 349 ciudades. El grado de urbanización
se eleva a 67.3%, con lo que el país se aproxima al nivel
existente en los países desarrollados. La concentración polinuclear se
puede evidenciar observando la distribución de las ciudades por estratos
de habitantes. En 2000, las nueve urbes de más de un millón elevan su
participación a 50.3% de la población total urbana, mientras que el subconjunto
de las 28 mayores de 500 000 personas lo hace a 69.4 por
ciento.

En 2005 el sistema de ciudades aumenta a 367 y el grado de urbanización


a 69.2%; las 31 ciudades más grandes absorben 92% del crecimiento
total de la población urbana y aumentan a 71.3% su participación
en ella. La tendencia hacia la concentración en un pequeño
conjunto de ciudades, sin embargo, no es privativa de México y de los
países en proceso de desarrollo, sino que es una tendencia en la mayoría
de las naciones del mundo.

Desigualdades regionales del crecimiento urbano*

En términos de las desigualdades territoriales en la distribución regional


de la población total y urbana de México, tomando como marco de referencia
la región Centro-Este, se observa una reducción de dichas desigualdades
en algunas regiones y un aumento en otras.

Según un ejercicio prospectivo realizado hacia 2020, no se vislumbra


la posibilidad de una descentralización espacial significativa de la
población y de las actividades económicas, sino una mayor concentración
en la región Centro-Este. Debería ser prioritario diseñar una política
de redistribución demográfica en el territorio nacional, pero al haber
abdicado el gobierno federal en sus funciones en materia de planeación
urbana y regional se refuerza la tendencia pronosticada que, de concretarse,
significará un serio desafío a la sustentabilidad del ecosistema de
la cuenca de México.

La urbanización en 2020

La población total y la urbana se estiman en 122 millones y 105 millones,


respectivamente, en 2020, lo que implica un grado de urbanización
de 85.9%. Esta magnitud se acerca al límite máximo de 90% que puede
alcanzar un país del tamaño territorial y demográfico de México hacia
mediados del siglo xxi.

Uno de los grandes retos nacionales será emplear productivamente


la creciente fuerza de trabajo de las ciudades, así como proporcionar los
servicios urbanos que permitan cubrir sus requerimientos y reducir el
déficit existente. Todo ello será atenuado o acentuado según el nivel del
flujo de la migración de mexicanos hacia Estados Unidos, lo cual depende
a su vez de la posibilidad de lograr un acuerdo migratorio que
permita el traslado en forma ordenada. El tiempo que se prolongue el
elevado desempleo producido por la recesión económica que estalló en
2008 en Estados Unidos determinará, en cierta medida, la magnitud de
los flujos migratorios de mexicanos hacia ese país. El futuro en esa dirección
no es halagüeño por tratarse, al parecer, de una crisis del sistema
neoliberal centrado en el dólar como unidad de cambio y de valor
internacional.

El incremento secular de la importancia de las grandes ciudades


parece que continuará durante las primeras dos décadas del siglo xxi,
como corolario del declive de las pequeñas y medianas. De esta suerte,
las ciudades de más de un millón de personas se elevarían a 23 en 2020,
incrementando su participación a 64.7% de la población urbana nacional
y evidenciando que en las primeras dos décadas del siglo xxi se consolidará
un nuevo patrón de urbanización de corte polinuclear.

86 2. DESARROLLO URBANO Y REGIONAL


Corolario: imprescindible planear las metrópolis

Como recomendación estratégica general, se juzga necesario promover


estudios científicos que analicen en profundidad la estructura económica,
política, social y jurídica del sistema metropolitano mexicano, particularmente
las características y consecuencias de la evolución progresiva
hacia una monumental megalópolis en el centro del país. Ello permitiría
realizar diagnósticos multidimensionales con los cuales se puedan diseñar
las acciones y establecer las metas de un programa urbano y regional
nacional que logre potenciar las metrópolis como fuerzas productivas.
Esto será indispensable para elevar la productividad de las empresas
localizadas en las ciudades del país, siendo ambas condiciones necesarias
para la inserción competitiva de México en una economía de escala
mundial.

EVOLUCIÓN DE LAS DESIGUALDADES REGIONALES, 1960-2020


Carlos Vilalta*

¿Convergencia o divergencia regional?

Todos los planes nacionales de desarrollo, desde el primer plan de 1934,


han reconocido las desigualdades regionales en el país. Dos condiciones
necesarias para reducir estas desigualdades son la inversión en capital
humano y la inversión en infraestructura productiva. Los niveles regionalmente
diferenciados de estas condiciones son notables y explican la
disparidad regional presente. Es necesario dotar de factores de producción
a las regiones menos favorecidas para uniformar espacialmente las
ventajas competitivas y contrarrestar la tendencia a la movilidad del trabajo
y el capital hacia las zonas de mayor rendimiento.

Los dos efectos más importantes de la apertura económica reciente


han sido el crecimiento acelerado de la inversión extranjera y el aumento
de las exportaciones manufactureras. De manera similar, este proceso doble
no ha sido espacialmente uniforme: se ha concentrado en la frontera,
en las ciudades más grandes, en áreas turísticas y en regiones con especialización
y ventajas competitivas en manufacturas y servicios financieros.

La apertura ha incrementado las desigualdades regionales. El aumento


del empleo manufacturero en el norte y la disminución del mismo
en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México son indicativos de
reorganización espacial de la industria. Dicha reorganización obedece a
una reducción en los costos de transporte y la localización óptima para
el mercado americano. Es decir, la apertura no sólo ha redimensionado
la importancia económica del norte sino que ha reconfigurado el mapa
económico de México.
2. DESARROLLO URBANO Y REGIONAL

Los regionalistas indican que desde 1970 se ha presentado un proceso


inarmónico de convergencias y divergencias económicas regionales.
Muchos registran un proceso de convergencia regional o disminución
en las desigualdades durante el periodo previo a la liberalización
económica, concretamente 1940-1995. Pero, posterior a la liberalización,
la literatura mexicana se encuentra dividida entre aquellos que argumentan
que las desigualdades han aumentado y los que dicen lo contrario.
Estas diferencias se deben principalmente a razones metodológicas:
la unidad de análisis (estados o municipios), los niveles de medición o
las técnicas estadísticas.

En el ámbito estatal, varios encuentran un proceso de divergencia en el


ingreso per cápita (ipc). En el ámbito municipal, se señala una convergencia
entre municipios con altas y bajas tasas de migración, donde las tasas de
crecimiento del IPC han sido más rápidas en los primeros. La razón parecen
ser las remesas; los trabajadores migrantes elevan el ingreso de sus regiones.

Análisis histórico estadístico

La evolución de las desigualdades regionales ha sido analizada utilizando


diversas periodizaciones. Una típica es “antes versus después” la apertura
económica. Al periodo anterior se le llama sustitución de importaciones.
Esta distinción es importante porque se debate si nos hallamos
en un proceso de convergencia o de divergencia económica.

El milagro económico, 1960-1980

Entre 1960 y 1980 se observó un incremento notable del ipc para todas las
regiones (87%) y, en paralelo, una disminución de las desigualdades regionales
(o proceso de convergencia). Los crecimientos más notables se presentaron
en las regiones Sur (194%), Centro-Oeste (192%) y Peninsular
(169%); por ejemplo, Quintana Roo (399%), Querétaro (303%) y Tabasco
(302%). Las entidades con los menores incrementos fueron Veracruz
(22%), Baja California (36%), el Distrito Federal (38%) y Sinaloa (43%).
Estos incrementos se debieron a una combinación de factores: 1] incrementos
de la economía superiores al crecimiento demográfico, 2] estabilidad de precios, 3] expansión
rápida y exitosa de las empresas en la
industria de la transformación y de los servicios, y 4] una urbanización
acelerada. Lo anterior ocurrió de manera paralela a las políticas expansivas
de infraestructura y servicios públicos y la mejora en la productividad.
El sector privado fue protegido y estimulado por medio de inversiones
estratégicas y políticas arancelarias favorables.

La década perdida, 1980-1990

Este fue un periodo de recesión nacional y divergencia regional. Entre


1980 y 1993, el ipc retrocedió 3%. Lo llamativo son las profundas desigualdades:
la región Peninsular incrementó su ingreso en 75%, mientras
que la región Este (Tabasco y Veracruz) decreció 32%. Otras regiones que
retrocedieron fueron la Sur (9%), Noreste (7%) y Noroeste (7%).
Este lapso fue marcado por altos niveles de deuda pública, tasas de
interés, inflación, devaluación, fuga de capitales, déficit de la balanza
comercial y rígido control de precios y tipo de cambio. Esto provocó un
estancamiento de la actividad económica y una reestructuración de las
actividades. La terciarización se aceleró en detrimento del sector agrícola.
El sector manufacturero también perdió algo de su importancia previa.

La recuperación parcial, 1990-2004

Entre 1990 y 2004 la economía tuvo altas y bajas, imprevistas teóricamente


y relacionadas con variables políticas. La entrada en vigor del Tratado de
Libre Comercio de América del Norte (tlcan) en 1994, el auge del sector
exportador, la privatización de la banca y del sector de telecomunicaciones,
la devaluación de 1994 y la recesión de 1995 marcaron los vaivenes
económicos. El ipc nacional se incrementó 15%. Nuevamente se comenzaron
a registrar crecimientos del pib superiores a los de la población.
La región más beneficiada por la conversión de la economía a un
modelo exportador fue la Norte, la cual vio crecer 31% su ipc. El desarrollo
se presentó con mayor magnitud en Coahuila (39%), Durango
(33%) y Zacatecas (32%). Otras regiones beneficiadas fueron la Noreste
(28%) y la Centro-Oeste (23%). Destacan los crecimientos de Guanajuato
(36%), Aguascalientes (33%) y Tamaulipas (30%). Las regiones que crecieron por debajo del
promedio nacional fueron la Centro-Este
(14%), Noroeste (11%), Este (7%), Sur (6%) y Peninsular (3%).

La nueva geografía
de las desigualdades regionales hacia 2020

Las probabilidades de que las desigualdades regionales disminuyan son


pocas. La nueva geografía económica de México comenzó en 1993 con
la apertura al comercio internacional y la intensificación de las exportaciones.
Su mayor peculiaridad será la lenta pérdida de la preeminencia
económica de la megalópolis de la ciudad de México. No obstante, ésta
seguirá siendo la región económicamente dominante del país. La segunda
característica hacia 2020 son los nuevos conglomerados regionales.
Los siguientes grupos de estados elevarán su IPC por encima del promedio
nacional y se diferenciarán (aún más) del resto del país:
La frontera norte. En fuerte integración con la economía estadounidense.
Presenta un despegue en sus actividades industriales, transporte
y comunicaciones, y esto proseguirá por lo menos 10 años. Esta región
está conformada por todos los estados de la frontera y dos entidades
vecinas: Durango y San Luis Potosí. La región no está exenta de problemas
y su despegue no será tan notable por la pérdida registrada entre
1999 y 2004 en empresas y empleos en la industria maquiladora y el
auge de China como el mayor socio comercial de Estados Unidos.

El Bajío. Destaca por su despegue industrial con tasas de crecimiento


anual de más del doble del promedio nacional. Esta región está conformada
por Aguascalientes, Guanajuato, Querétaro y parte de Jalisco.
La Península. Quintana Roo y Yucatán muestran un despegue del
sector de servicios. Campeche quedará algo rezagado del crecimiento de
sus dos vecinos.

El este urbano. Tlaxcala y Puebla registran una tendencia a una fuerte


industrialización. Su industria crece muy por encima del promedio
nacional. Sus empresas de exportación (Puebla) y su localización geográfica
óptima entre el Golfo y sobre las autopistas hacia el norte del país
le beneficiarán los siguientes 10 años.

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