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TEÓRICOS
UNIDAD 1. Fundamentos de la clínica psicoanalítica.
Concepto de inconsciente, conflicto psíquico y síntoma analítico como ejes centrales
para el
abordaje de la clínica. Que se entiende por conflicto psíquico y síntoma analítico en el
marco de un tratamiento psicoanalítico. El sufrimiento psíquico y su tratamiento desde
los aportes freudianos.
UNIDAD 2. Iniciación del tratamiento.
El proceso diagnóstico para la identificación de la estructura y orientación de la
experiencia.
Perspectiva compleja del abordaje diagnóstico.
Diferencias entre escucha analítica y psicoterapéutica. La escucha analítica como
dispositivo que apunta “por añadidura” a tratar el síntoma por medio de la investigación
del inconsciente.
Entrevistas preliminares. Del padecimiento a la queja y de la queja a la implicación
subjetiva.
Método analítico: asociación libre, atención parejamente flotante, abstinencia,
neutralidad.
Sus particularidades en la clínica analítica.
UNIDAD 3. Transferencia.
Sugestión, resistencia, repetición.
Instalación de la transferencia como eje central posibilitador del proceso analítico.
Transferencia como motor y como obstáculo a la asociación libre: de la repetición en acto
al
manejo de la transferencia.
Transferencia tierna. Erótica. Hostil.
Actuar en vez de recordar.
Neurosis de transferencia.
UNIDAD 4. Contratransferencia.
Diferentes concepciones de la contratransferencia. Contratransferencia como obstáculo,
como punto ciego de la percepción del analista, como indicio de procesos disociados en
el paciente.
Transferencias cruzadas.
Deseo del analista.
UNIDAD 6. Intervenciones en la Clínica.
6.1 En neurosis:
Lugar del analista.
Diferentes modos de intervención: interpretación y construcción.
Función de la interpretación. Sus alcances y límites. Su ocasión, tiempo y destiempo.
Interpretación y transferencia: de la repetición en acto al manejo de la transferencia y el
uso de la interpretación.
Construcciones en el análisis. Variedades indirectas de corroboración de la construcción.
6.2 En psicosis y situaciones clínicas diversas:
Lugar del analista.
Diferencias con respecto a la analizabilidad en distintos autores.
El soporte del diálogo terapéutico. Transferencia e intervenciones.
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PRÁCTICOS A NEUROSIS
1.Introducción a la clínica psicoanalítica
Diferencias entre Psicoanálisis y Psiquiatría.
2.Método analítico
Regla fundamental y Atención flotante: sus fundamentos. Abstinencia y neutralidad.
3.Primeras entrevistas
Consulta. Pedido. Demanda.
4.Función de las primeras entrevistas
Condiciones de Posibilidad de un Tratamiento.
Diagnóstico. Analizabilidad.
5.Transferencia
Instalación de la transferencia.
Transferencia como motor y como obstáculo.
PRÁCTICOS B PSICOSIS
Psiquiatría y Psicoanálisis
Fundamentos de la clínica en psicosis
Intervenciones en psicosis
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CARACTERÍSTICAS DEL TRATAMIENTO PSICOANALÍTICO
Galende. Psicoanálisis y Salud mental. Para una crítica de la razón psiquiátrica.
Psicoterapia PSA
Síntoma Son Se busca la causa
fenoménicas/descriptivas productora del conflicto.
en la captación del Develar una relación entre
síntoma, se propone la el síntoma y la verdad
resolución del síntoma y histórica del sujeto y la
en eso basan su eficacia. disolución del síntoma
sobreviene por añadidura
a partir de la investigación
icc
Intervenciones Aplicación de saberes Responden a interrogar el
previos y programados a saber del paciente
partir de consejos. evitando toda intención
Pedagogía subyacente. pedagógica, señalar,
interpretar. Tienen relación
exclusiva con la palabra
del paciente.
Demanda Responden a la demanda Interroga la demanda sin
del paciente Utilización del satisfacerla (regla de
terapeuta para lograr la abstinencia)
cura.
Posición del analista Psicólogo hace uso de suSujeto de Supuesto Saber
saber y experiencia, Quién consulta sabe, sin
como una acción
saber, que en su
pedagógica con el paciente
inconsciente lleva el saber
necesario para liberar su
padecimiento. Evitando
una acción pedagógica.
Concepción del sujeto Tienden a la unidad del Sujeto estructuralmente
sujeto, de adaptación y escindido y tópico
equilibrio (instancias del AP)
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2- Recuerdos estratificados que aparecen concéntricamente a partir del núcleo
patógeno. Mayor resistencia a medida que nos acercamos a él.
Con el psicoanálisis se busca recorrer, en sentido inverso, todas las estaciones que
sostienen al síntoma, múltiples fantasías que hay que recorrer en el sentido inverso para
llegar a levantar el síntoma.
Los "enlaces falsos" son los hilos lógicos, propios del funcionamiento del inconsciente,
de los procesos de condensación y desplazamiento. Los enlaces falsos se dan entonces
por obra del inconsciente mismo. La discontinuidad en el discurso está escondida por
enlaces falsos.
Durante el análisis, se busca cancelar las represiones y encontrar los puntos de fijación
en donde el Otro ha marcado al paciente.
Uno debe interpretar cuando haya resistencia, pero hasta donde la asociación libre lo
permita, agarrándose de una capa más periférica y en el momento de un lapsus o
equivocación (formación del iccte que corta con la intencionalidad o sentido del discurso)
y el analista puede tomarse de eso como hilo conductor y que aquello nos guie hasta
donde las asociaciones del paciente lo permitan con la confianza de que en algún
momento se retomara y se podrá unir con otro punto, así hasta recorrer el sentido
inverso que llevo a la formación el síntoma, hasta el núcleo patógeno.
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Interpretación del síntoma.
El sentido de un síntoma reside en un vínculo con el vivenciar del enfermo.
La tarea que se nos plantea es: para una idea sin sentido y una acción carente de fin,
descubrir aquella situación del pasado en que la idea estaba justificada y la acción
respondía a un fin.
Pero todos estos enfermos obsesivos tienen la inclinación a repetir, a ritmar ciertos
manejos y evitar otros.
Si los síntomas individuales dependen de manera tan innegable del vivenciar del
enfermo, para los síntomas típicos queda la posibilidad de que se remonten a un
vivenciar típico en sí mismo, común a todos los hombres.
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Carecen de la envoltura formal del síntoma neurótico tal como fue presentado por la
clínica freudiana.
Cuando hablamos de goce, nos remitimos a la satisfacción pulsional, por definición
autoerótica, es decir, satisfaciéndose en el propio cuerpo; se trata de una satisfacción
que no pasa por el otro.
Se trata de nuevos síntomas que marcan límites en nuestra práctica. Quedan
resaltadas entonces dos dificultades que se presentan en la clínica ligadas a los
síntomas actuales: por un lado, la falta de atadura significante; la fuerte impronta super-
yoica derivada de la desmezcla pulsional. Queda puesta en tensión la función del
analista: ¿de qué manera se recorre la tarea analítica cuando los síntomas de la época
se presentan desprovistos de atadura significante? Queda expuesta la dificultad en la
clínica de establecer un lazo transferencial al no haber suposición de saber. Sujeto
Supuesto Saber caído y destronado antes de su propia constitución. Google es la nueva
sede del saber.
¿Qué subsiste del dispositivo con el cruce de la época? La atención psicoterapéutica está
hoy en manos de obras sociales y prepagas que bajan línea en cuanto a los
tratamientos. Se trata de “objetivos” que paciente y analista acuerdan conjuntamente.
Objetivos, por otra parte, móviles, solucionables en un plazo no mayor de 30 sesiones.
No es un trabajo guiado por el síntoma -lo más genuino del sujeto que habla. Hay un
notable incremento de pacientes medicados. Se suman nuevos obstáculos. Como ya se
señalará, se naturalizan las interconsultas con psiquiatría. Los analistas quedan diluidos
en una práctica asistencial regida por ideales terapéuticos de carácter sanitarista y
sostenidos en remisiones sintomáticas.
¿Cómo abordar los efectos de la declinación del padre como lugar de saber y sostén de
las identificaciones y los ideales? Quedará en las maniobras del analista, en los recursos
que pueda implementar para reconducir los análisis hacia el develamiento de un saber
no sabido y al reconocimiento de su falta. Quedará en su “saber hacer” con lo imposible,
con la falta en el saber, con la falta en ser, con lo irreductible del síntoma, con el real que
acosa, con las resistencias del paciente.
Se trata de que un sujeto se responsabilice de aquello que lo aqueja, de su modo de
gozar. El psicoanálisis responde al mandato del amo moderno con el deseo del analista
delimitando el goce singular de cada quien, reinstaurando el lazo social.
Psicoanálisis: Los síntomas neuróticos no son azarosos, no hay que pasarlos por alto,
tienen un para que, que el paciente desconoce. Está conectado a un sufrimiento
subjetivo, una fantasía iccte que fue reprimida que resultaba inconciliable para la ccia y
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se desplazó a una representación nimia. Mecanismo de desplazamiento en la génesis
de los celos delirantes. La idea delirante posee pleno sentido, no son disparatadas. Es
necesario como reacción frente a un proceso inconsciente que hay una resistencia. La
vivencia que hay tras la contracción de la enfermedad determina unívocamente que
habría de engendrarse una idea de celos delirantes.
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DIAGNÓSTICO
Lo que tienen en común todos los autores es que en la práctica psicoanalítica es
importante realizar un diagnóstico grueso de la estructura para poder diferenciar entre
neurosis y psicosis, ya que si se está frente a una pre psicosis el analista puede evitar el
desencadenamiento a partir de la detección de fenómenos elementales. Sin embargo no
se debe tomar el diagnostico como una mera clasificación universal a partir de la
descripción de los síntomas ya que pueda limitar el surgimiento de la subjetividad en
relación al malestar del paciente.
La autora hace un recorrido acerca del lugar que ocupó el diagnóstico, para la psiquiatría
y para el psicoanálisis.
Con relación a la psiquiatría refiere que produce un modo de pensar la enfermedad,
creando categorías generales, para entender la singularidad. El problema radica en que,
si se ubica al sujeto en una categoría, se desconocen las particularidades de su
subjetividad. Sin embargo, afirma que no hay que eliminar al diagnóstico, sino que hay
que redefinir en base a qué criterios se hace, y en qué lugar de la práctica se ubica.
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del discurso analítico. La función operativa de la ignorancia es la misma que la de la
transferencia, la misma que la de la constitución del Sujeto Supuesto Saber. El Sujeto
Supuesto Saber no se constituye a partir del saber, sino a partir de la ignorancia. A
partir de esa posición, el analista puede entender que no sabemos con anterioridad lo
que el paciente quiere decir, pero suponemos que quiere decir otra cosa. En realidad
quien consulta sabe, sin saber, que en su iccte lleva el saber necesario para liberar su
padecimiento.
Así, la suposición del saber no está vinculada al saber constituido (si hay saber
constituido, no hay necesidad de suposición, y sin embargo hay una suposición de
ignorancia)
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parte de la vida, hoy es diagnosticado como un problema conductual. En esta línea habla
de la influencia de la industria farmacéutica en el aumento de la medicación psiquiátrica
en la población, con un claro objetivo comercial.
También afirma que la mayoría de los sujetos medicados no lo necesitan, que han sido
clasificados erróneamente y que han sido sometidos a tratamientos que no eran
necesarios.
Da el ejemplo de que una persona puede estar pasando un mal momento en su vida, y a
consecuencia lo diagnostican erróneamente como depresivo, en base a lo cual le indican
medicación y tratamiento que no sea necesario.
METODO ANALITICO
Soler explica que no se puede decir que el psa no es psicoterapia, sino que es diferente.
Hay dos aspectos distintivos e indisolubles. Uno es la exploración del iccte -sus
significantes, palabras, conflictos, deseos que circulan- con el propósito de develar la
estructura del conflicto inconsciente por vía de la palabra, responsable de la existencia y
producción de un síntoma; y por ello, del malestar del paciente. El segundo es curar o
modificar los síntomas por via de la exploración del iccte
Simoes por su parte dirá que puede haber varias formas de la práctica psicoanalítica,
pueden cambiar en relación a nuevas problemáticas y al contexto socioeconómico ya
que estos factores influyen en el dispositivo analítico. Lo que no se modifica son las
reglas del método analítico. A su vez, según Miller, se trata de cuestiones éticas, y el
método no es un patrón sino que en todo caso se trata de principios para orientarnos en
un tratamiento.
Asociación libre es una regla de enunciación ideal porque en realidad siempre habrá
resistencias inconscientes y censuras conscientes al trabajo de la misma, pero que
siempre se debe hacer lo posible para que la misma tenga lugar. Dicho esto, podríamos
definir a la asociación libre como aquella regla en la que se le comunica al paciente que
diga todo aquello que se le ocurre, todo aquello que se le pase por la mente, sin realizar
ningún tipo de selección previa. La idea es que el analizado exprese sin restricciones ni
ordenamientos todas sus ideas, pensamientos, emociones, imágenes, etc. tal y como se
le presenta en su mente, sin filtrar ni omitir material, aunque le parezca que no tiene
importancia o sentido alguno, aunque le genere desagrado o dificultad decirlo. El objetivo
es lograr desconectar la crítica a lo inconsciente y a sus retoños. Solo de esta forma
podremos acceder a una multitud de material, pensamientos, recuerdos, ocurrencias,
asociaciones, que actualmente están bajo el influjo de lo inconsciente. Esta regla se basa
en la idea del determinismo inconsciente que postula que nuestro discurso está
determinado desde otra escena: desde el inconsciente. Es esperable que en este libre
discurrir del paciente aparezcan ciertas lagunas, interrupciones, fallos, lapsus,
discontinuidades, evitaciones del tema, que darán cuenta de que ahí está interrumpiendo
el inconsciente.
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Abstinencia: Implica no obturar en análisis con deseos propios, conceptualiza por
primera vez en “Puntualizaciones sobre el amor de transferencia”, al desarrollar la
transferencia positiva-erótica en tanto obstáculo, que ocurre cuando no opera la
asociación libre, se erigen las resistencias y el paciente actúa frente al analista. Implica
entrar en las sesiones "sin memoria y sin deseo" ya que una sesión no es una
continuación de la anterior con lo cual debemos posicionarnos sin esperar que nada
ocurra. Por esta razón es importante que el analista no satisfaga ni responda la demanda
del paciente: si satisface sustitutivamente la pulsión, no habrá necesidad ni añoranza y
sin falta, no hay trabajo analítico; no sabe bien qué está satisfaciendo; si satisface las
demandas del paciente, deja de ocupar el lugar de analista; se trata de una cuestión
ética porque si se satisface la demanda, ganaría la repetición sintomática y por ende no
se produciría la cura.
Atención parejamente flotante, solidaria con la asociación libre. Esta regla consiste en
que, para poder discernir en el paciente algo oculto del orden de lo inconsciente, el
analista no debe quedar fijado en nada en particular de lo que este le dice y prestar
exactamente la misma atención a todo lo que escucha. Es decir, escuchar al paciente sin
discriminar, focalizar o dar sentido en ningún elemento del discurso que este le ofrece.
Freud postula esta regla porque explica que cuando el analista comienza a prestar
atención voluntariamente a algo en particular, quedándose fijado a ello, comienza a
escoger los elementos del material ofrecido y deja pasar otros. Estas elecciones que
realiza, en última instancia, se deben a sus propias inclinaciones o expectativas. Freud
considera que cualquier represión no solucionada por parte del analista, corresponde a
un “punto ciego” en la percepción analítica; por lo cual no podría escuchar todo de la
misma forma, haría selecciones desfiguradas. Por eso, para no entorpecer la escucha y
el trabajo con el paciente, es necesario que el analista se haya sometido, en palabras de
Freud, a una “purificación psicoanalítica”. El otro consejo que propone es que durante las
sesiones se trate de evitar lo máximo posible el uso de recursos auxiliares, como tomar
notas. Esto porque al momento que el analista escribe hace una selección del material
del paciente y deja de escuchar con atención lo que el paciente le está diciendo,
entonces no puede cumplir con la regla en cuestión.
No fijarse o privilegiar nada del material ya que podría darse en función de las
expectativas del analista, siempre tener en cuenta las reglas del método y no hacer mera
aplicación de teoría. Uno debe saber la teoría pero en la práctica se prioriza la escucha
al paciente en su singularidad.
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→ No recomienda recursos auxiliares como tomar notas, iría en contra de la atención
parejamente flotante.
→ Plantearle al paciente en la primera/s consulta/s que va a ver un periodo de prueba.
Tomarse un tiempo (no muy largo) para hacer el diagnóstico, y para saber si uno va a
poder atender a ese paciente.
→ En cuanto al tiempo, estipular por un lado, uanto va a durar cada sesión. Lo
importante en este establecimiento de la relación transferencial es el tiempo
subjetivo, no el cronológico (ya que puede haber analistas que duren 50mins y otros
10mins, y eso no implica que sean mejores o peores), eso tiene que ver con el
paciente. Menciona otra cosa importante que es que también los pacientes preguntan
en cuanto tiempo se van a curar,lo cual no es posible responder ya que se trabaja
con la atemporalidad del iccte, lo importante es aclarar que se tratan de tratamientos
prolongados y que si se corta rápidamente no tendrá resultados positivos o
duraderos
→ En relación al dinero explica que hay una relación muy parecida de los pacientes,
tanto el dinero como con la sexualidad, y que eso se juega en transferencia. Como se
relaciona con el dinero dice mucho de los modos que se relaciona con otros. En el
análisis no se trata solo de cuánto paga, sino qué paga y cómo paga ese paciente.
→ El uso del diván, para Freud era necesario ya que los gestos podrían influir en el
paciente, quiere evitar lo más posible las manifestaciones contratransferenciales.
Simoes dice no hay una forma sola de hacer psa, se puede cara a cara y no significa
que sea menos psa que el que se hace en diván
→ No interpretar al menos que se haya instalado la cara obstáculo de la transferencia,
es decir cuando devienen resistencias. Tener en cuenta que no se debe comunicar al
analizado algo de lo reprimido fuera de tiempo, sino la resistencia será mayor. Hay
que esperar que el paciente este próximo a escuchar eso. Eso no quiere decir que se
puede producir un daño cuando se hace una interpretación/intervención por fuera de
tiempo, sino que en general lo que ocurre es que puede seguir de largo.
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ENTREVISTAS PRELIMINARES
Se abordaron tres autores, se verán aspectos en común y en los que se diferencian
Por un lado, Tanto Freud, como Aulagnier y Miller han enfatizado en la importancia de
utilizar a las entrevistas preliminares como un periodo mediante el cual el analista pueda
encontrar diversos elementos o manifestaciones que le permitan arribar a una conclusión
sobre la estructura clínica de quien consulta (psicosis o neurosis), es decir, a un
diagnóstico estructural, con el objetivo de saber si están las condiciones para proponerle
al sujeto iniciar una relación analítica. Por lo tanto, todos estos autores consideran estas
entrevistas como un periodo donde el comienzo del trabajo analítico propiamente dicho
es aplazado hasta tanto no se logre dicho propósito.
Los ensayos previos no deben extenderse más de dos semanas, ya que se puede
significar como un intento de curación frustrado.
Fijar un día y horario para las sesiones, así como los honorarios
Explicarle que pueden abandonar el tratamiento cuando lo deseen, pero sabiendo que
esta interrupción no es nada positiva para la cura; comunicarle al paciente que procure
evitar confiar a alguna persona los detalles de su tratamiento
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El tiempo que se dispone para decidir si aceptamos ocupar el puesto de analista con un
sujeto, y proceder así a seleccionar nuestros movimientos de apertura, está contado.
Aulagnier dirá que no es posible acrecentar demasiado la cantidad de entrevistas
preliminares sin correr el riesgo de que la negativa se produzca demasiado tarde. Ya que
esto puede llevar a un menoscabo de la económica psíquica del sujeto dado que se pudo
haber instalado la transferencia y la ruptura de la misma puede vivirse como una
repetición de un rechazo y una reapertura de una herida.
Alugnier desarrolla los movimientos de apertura y tienen que ver con establecer, según la
singularidad del paciente, cuál es la mejor forma de empezar un tratamiento. Haciendo
una analogía con el ajedrez, la autora dice que estos movimientos tienen un gran
impacto sobre el desarrollo del tratamiento. Entre algunos que menciona se encuentra:
evaluar cuál es la forma de diálogo más idónea para llevar adelante con el paciente (más
silenciosa, favorecer la palabra, soportar el silencio, dar signos de interés, etc.); evaluar
el puesto que se le ofrece al paciente (acostado en el diván o cara a cara) y evaluar, para
cada caso singular, la frecuencia de las sesiones, días y horarios. Ella argumenta que
elegir la apertura más idónea permitirá reducir, en la transferencia que después se irá
estableciendo, los efectos de los movimientos de resistencia, la huida, el establecimiento
de una relación pasional, etc.
Explica que se debe buscar elementos idóneos para saber si el sujeto es analizable o no,
esto implica si está dispuesto a vérselas con su propio conflicto psíquico y sus síntomas.
Es preciso que las deducciones que se realicen en las entrevistas preliminares hagan
esperar que se pueda poner luz al conflicto inconsciente. Tiene que cumplirse esto en
primer lugar.
Sin embargo, una vez que él analista ha dado una respuesta positiva, tendrá que decidir
si tiene o no interés en proponer-se a este sujeto como su eventual analista. Aquí el
analista deberá hacer un «autodiagnóstico» sobre su capacidad de investir y de
preservar una relación transferencial no con un neurótico, un psicótico, un fronterizo, sino
con lo que llegado el caso entrevea, más allá del síntoma, acerca de la singularidad del
sujeto a quien se enfrenta.
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El calificativo de analizable
Primera definición aceptada por todo analista:
- Juzgar a un sujeto analizable es creer o esperar que la experiencia analítica ha
de permitir traer a la luz el conflicto inconsciente que está en la fuente del
sufrimiento psíquico y de los síntomas que señalan el fracaso, de las soluciones
que él había elegido y creído eficaces.
- Condición necesaria para que propongamos a un sujeto comprometerse en una
relación analítica. Segunda condición: es preciso que las deducciones que se
puedan extraer de las entrevistas preliminares hagan esperar que el sujeto sea
capaz de poner aquella iluminación al servicio de modificaciones orientadas de su
funcionamiento psíquico. (Que el sujeto, terminado su itinerario analítico, pueda
poner lo que adquirió en la experiencia vivida, al servicio de objetivos elegidos
siempre en función de la singularidad de su problemática, de su historia, con la
finalidad: reforzar la acción de Eros a expensas de Tánatos, facilitar un trabajo de
sublimación que permita al sujeto renunciar, sin pagarlo demasiado caro, a ciertas
satisfacciones pulsionales.)
- Tercer y último aporte de las entrevistas: ayudar al analista a elegir, con buen
discernimiento, esos movimientos de apertura que tienen sobre el desarrollo de
la partida una acción mucho más determinante de lo que se suele creer.
La presencia y el respeto del cuadro tienen otra función: ser garantes de la distancia que
separa a realidad psíquica y realidad, imponer a los comportamientos de los dos
jugadores los límites necesarios para que la realidad psíquica no sea obligada a un
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silencio que pudiera forzar al sujeto a actuar en la realidad exterior o dentro de su
realidad corporal las tensiones resultantes.
Una escucha ideal, por eso mismo inexistente, descubriría en las primeras entrevistas
informaciones preciosas acerca de la relación del sujeto con la realidad.
Nada me parece más falso que la concepción que en ocasiones se tiene de las
exigencias que todo analista está obligado a respetar en su encuentro con su nuevo
partenaire: un comportamiento, una presencia que se suponen inmutables, el analista
trasformación en robot.
Miller
A diferencia de los otros dos autores dirá que las entrevistas preliminares pueden durar
un mes, una semana, cuatro entrevistas, o pueden durar un año, y a veces el analista se
queda con un paciente durante varios años en una situación preliminar, de manera que
habría un "preliminar permanente".
Hablar de técnica en psicoanálisis implica siempre una cuestión ética. Nuestro abordaje
es ético en la medida que se dirige al sujeto. La técnica en su vertiente del qué hacer no
puede distinguirse ni estar por fuera de la dimensión ética. Si bien no hay patrones,
estándares o fórmulas de qué hacer, podemos decir que hay principio a partir de los
cuales orientamos un tratamiento.
1. Avaluación
2 Localización Subjetiva
3. Introducción al iccte
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El que viene a vemos como analistas no es un sujeto; es alguien a quien le gustaría ser
un paciente. Es un hecho que el paciente, en la práctica psiquiátrica, puede ser
designado por los otros, por la familia, por el médico, por la sociedad, por las instancias
sociales que le dicen que ha de tratarse. Hay una diferencia clara entre el paciente
psiquiátrico, designado como paciente por los otros, y el paciente del psicoanálisis.
¿Qué significa, en psicoanálisis, que el psicoanalista se encuentre delante de
alguien al que le gustaría ser un paciente? En realidad, en el análisis, no hay paciente
en rebeldía consigo mismo. Se puede decir que el primer pedido en la experiencia
analítica es la demanda de ser admitido como paciente. Esta demanda tiene una
precedencia sobre las demás. Él llega al analista en la posición de hacer una demanda
basada en una auto-a valuación de sus síntomas, y pide un aval del analista sobre esa
auto avaluación.
Decimos que el acto analítico ya está presente en esa demanda de avalar, en el acto de
autorizar la autoavaluación de alguien que quiere ser un paciente.
La cuestión es si se va a autorizar el proceso analítico, que a partir de ahí se
desenvuelve, con aquel que quiere ser su paciente. Aceptarlo o rechazarlo ya es un
acto analítico.
En la práctica lacaniana, todo paciente, todo aquel que quiere ser un paciente, es
considerado como un candidato, y el analista tiene que responder con responsabilidad, y
es por eso que, a partir de la bienvenida, entra en juego el acto analítico.
Las entrevistas preliminares son una práctica común y también de una ética. La
práctica de las entrevistas preliminares ya se considera en juego el acto analítico y la
ética del psicoanálisis en el inicio mismo de la experiencia analítica.
En realidad, ¿qué significan las entrevistas preliminares? En la práctica lacaniana, la
práctica de las entrevistas preliminares es una consecuencia directa de cómo damos una
estructura a las "bienvenidas’’. Significa que el comienzo es aplazado, el analista se
demora en iniciar el proceso del análisis hasta que esté satisfecho, en el sentido de
poder autorizar la demanda de análisis y, consecuentemente, avalarla. Cuando estas
razones no están claras, no se debe avalar tal demanda.
Las entrevistas preliminares pueden durar un mes, a una por semana, en total cuatro
entrevistas. Pero también pueden durar un año y, a veces, el analista se queda con el
paciente durante varios años en una situación preliminar, de tal forma que tendríamos
ahí un "preliminar permanente". Es una práctica de pertinencia analítica pero que no
puede permitir, efectivamente, el análisis en su rigor.
Cada nivel entra en el siguiente, sin haber una separación completa: se superponen.
Los tres niveles de esta práctica son:
1. Avaluación clínica
2. Localización subjetiva
3. Introducción al inconsciente
La avaluación clínica, como ustedes saben, tiene una importancia vital cuando
llegamos a pensar que el paciente puede ser un psicótico. No es tan difícil cuando la
psicosis está desencadenada, porque, a partir de ahí, la cuestión que se plantea es si el
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analista puede hacer algo o no, si puede "terapeutizar"' o no al paciente. Sin embargo, la
cuestión se torna crucial cuando la psicosis aún no se desencadenó, porque el análisis
puede desencadenarla. Por esa razón es fundamental para el analista saber reconocer al
prepsicótico, esto es, un psicótico con una psicosis no desencadenada.
Se debe tener el máximo cuidado para no desencadenarla a través de una palabra
cualquiera.
Para certificar que no se trata de un paciente psicótico, cuando existe esa sospecha
debemos buscar lo que llamamos fenómenos elementales = son fenómenos psicóticos
que pueden existir antes del delirio, antes del desencadenamiento de una psicosis. A
veces no existen en el paciente, sin embargo, pueden haber tenido lugar en su pasado, y
aparecen solo una vez en su recuerdo.
Cuando el analista sospecha que hay una prepsicosis, una estructura psicótica, es
necesario buscar esos fenómenos elementales de manera metódica y segura.
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TRANSFERENCIA
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otras que se quedaron detenidos en el desarrollo y permanecen inconscientes. En el
ejercicio de la vida amorosa se van a volcar estas últimas hacia cada persona nueva que
aparezca en el horizonte, si sus necesidades de amor no están satisfechas. Ambas
porciones participan entonces en la transferencia. Si ponemos al analista, ambas
mociones de libido, las conscientes y las inconscientes, se van a volcar sobre la persona
del analista. En neurosis hay introversión de libido, hay una regresión que reanima los
imagos infantiles. Al intentar liberar esa libido iccte en el análisis, se encuentra uno con
las fuerzas que causaron esa regresión y se elevaran como resistencias. Cuando uno se
va acercando al núcleo patógeno es susceptible de ser transferida.
La transferencia tiene dos caras. Una cara obstáculo: Interrumpe la asociación libre. El
paciente desafía/seduce al analista. Es la mejor herramienta en la cura ya que si el
analista puede descifrar qué se pone en juego con la transferencia, puede recaudar
material (contenidos inconscientes) El inconsciente no quiere ser recordado sino actuado
en la realidad objetiva. Y la cara motor: Sin transferencia no hay tratamiento.
Transferencia como motor de la cura. Una de las cuestiones fundamentales a la hora de
recibir un paciente, no es que a alguien le pase algo o sufra por algo que le pasa; con
eso solo no se instaura un tratamiento analítico. Habrá que ver si de alguna manera eso
entra en relación con el analista. Si no se establece una relación con el analista
(transferencia) non hay posibilidad de instaurar un tratamiento analítico. Mientras el
paciente asocia libremente, tenemos la transferencia como motor.
Freud pone el punto en que el analista podrá comenzar a realizar intervenciones cuando
una transferencia operativa -positiva tierna- esté instalada. Esto quiere decir que la
transferencia no siempre acontece como motor del tratamiento. Según el tinte del afecto
la divide en positiva y negativa. La positiva se subdivide en tierna y erótica.
1- Transferencia positiva tierna es la deseada y motor de la cura; se cambia la meta
sexual hacia fines de otro tipo, la misma se caracteriza por sentimientos amistosos,
susceptibles de conciencia, hacia el analista, lo que posibilita un buen rapport, confianza,
interés por el análisis y, lo más importante, la instalación de la regla fundamental que es
la asociación libre. Esta transferencia no se interpreta ni se analiza.
2- Transferencia la positiva erótica, comprende un enamoramiento hacia el analista, el
paciente pierde interés en la asociación libre y solo quiere hablar de su amor y ser
correspondido. Se presenta como obstáculo
3- Transferencia negativa encarna sentimientos de hostilidad, el paciente no quiere ir
más a análisis, falta sin avisar, se aburre, pelea con el analista y no puede asociar
libremente, por ello también dirá que es un obstáculo al análisis-
Entonces tanto en positiva erótica como en negativa se interrumpen la asociación libre y
la posibilidad de rememorar, estallan las resistencias marcando la proximidad del iccte,
deja de asociar para comenzar a actuar. Uno aquí no debe ofrecerse como subrogado
sino transformar la repetición al recuerdo llevarlo nuevamente a la vía del pensamiento.
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Puedo recordar lo que olvidé, olvidar lo que recordé, pero lo que no olvidé no es
plausible de recuerdo.
Lo que no ha sido olvidado no es posible de recuerdo; no podemos pensar que el
paciente viene recordando. Su forma de recordar a veces es la repetición. Se trata de
un episodio actual que se va a reeditar en la transferencia. La transferencia es entonces
una pieza de repetición. El analista como un lugar vacante para que algo se enlace en
él. No solo lo vemos en el análisis, sino también en todos los ámbitos de la vida.
Este repetir de lo inconsciente es en transferencia. La transferencia es solo una pieza de
la repetición, y la repetición es la transferencia del pasado olvidado, pero no solo sobre la
persona del médico sino sobre todos los otros ámbitos de la situación presente. Por esto
se habla de compulsión de repetición. Los pacientes no recuerdan, repiten sin saber
que lo hacen. Si hay una presentación actual en actos, implica que hay elementos que
no han sido olvidados. La herramienta que el analista tiene para operar es la de la
transferencia. Nuevamente explica, hay que retenerlo en el terreno de lo psíquico,
intentar que ese paciente no pase a lo motor, sino que hay que reconducirlo a lo
simbólico, que quede en el terreno de lo psíquico.
21
El paciente ve en el analista un retorno —reencarnación— de una persona importante de
su infancia, de su pasado, y por eso transfiere sobre él sentimientos y reacciones que sin
duda se referían a ese arquetipo. Este hecho de la transferencia pronto demuestra ser
un factor de significatividad: por un lado, un recurso auxiliar de valor insustituible; por el
otro, una fuente de serios peligros.
Esta trasferencia es ambivalente, incluye actitudes positivas, tiernas; así como negativas,
hostiles, hacia el analista, quien por lo general es puesto en el lugar de un miembro de la
pareja parental, el padre o la madre. Mientras es positiva nos presenta los mejores
servicios. Altera la situación analítica entera, relega el propósito de sanar. En su lugar,
entra en escena el propósito de agradar al analista, ganar su aprobación, su amor. Se
convierte en el genuino resorte que pulsiona la colaboración del paciente; el yo endeble
deviene fuerte, bajo el influjo de ese propósito obtiene logros que de otro modo le
habrían sido imposibles, suspende sus síntomas, se pone sano en apariencia; sólo por
amor al analista.
Por tentador que pueda resultarle al analista convertirse en maestro, arquetipo e ideal de
otros, crear seres humanos a su imagen y semejanza, no tiene permitido olvidar que no
es esta su tarea en la relación analítica. Es que el analista debe, no obstante, sus
empeños por mejorar y educar, respetar la peculiaridad del paciente.
Otra ventaja de la trasferencia es que en ella el paciente escenifica ante nosotros, con
plástica nitidez, un fragmento importante de su biografía, sobre el cual es probable que
en otro caso nos hubiera dado insuficiente noticia. Por así decir, actúa ante nosotros, en
lugar de informarnos.
Difícilmente se pueda evitar que la actitud positiva hacia el analista se trueque de golpe
un día en la negativa, hostil. También esta es de ordinario una repetición del pasado. La
obediencia al padre, el cortejamiento de su favor, arraigaba en un deseo erótico dirigido a
su persona. En algún momento esa demanda esfuerza también para salir a la luz dentro
de la trasferencia y reclama satisfacción. Tal desaire es tomado como ocasión para
aquella trasmudación; probablemente así ocurriera en la infancia del enfermo. Aun lo que
se tenía derecho a considerar una ganancia duradera para el paciente, su inteligencia del
psicoanálisis, su fe en la eficacia de este, han desaparecido de pronto.
El analista tiene la tarea de arrancar al paciente en cada caso de esa peligrosa ilusión,
de mostrarle una y otra vez que es un espejismo del pasado lo que él considera una
nueva vida real-objetiva.
Y si se logra, como las más de las veces ocurre, adoctrinar al paciente sobre la real y
efectiva naturaleza de los fenómenos transferenciales, se habrá despojado a su
resistencia de un arma poderosa y mudados peligros en ganancias, pues el paciente no
olvida más lo que ha vivenciado dentro de las formas de la transferencia, y tiene para él
una fuerza de convencimiento mayor.
En cuanto al material para nuestro trabajo, lo obtenemos de fuentes diversas: lo que sus
comunicaciones y asociaciones libres nos significan, lo que nos muestra en sus
trasferencias, lo que extraemos de la interpretación de sus sueños, lo que él deja
traslucir por sus operaciones fallidas- Todo ello nos ayuda a establecer unas
construcciones sobre lo que le ha sucedido en el pasado y olvidó, así como sobre lo que
ahora sucede en su interior y él no comprende.
Evitamos comunicarle enseguida lo que hemos colegido a menudo desde muy temprano,
o comunicarle todo cuanto creemos haber colegido. Meditamos con cuidado la elección
del momento en que hemos de hacerlo consabidor de una de nuestras construcciones;
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aguardamos hasta que nos parezca oportuno. Como regla, posponemos el comunicar
una construcción, dar el esclarecimiento, hasta que él mismo se haya aproximado tanto a
este que sólo le reste un paso, aunque este paso es en verdad la síntesis decisiva. Si
procediéramos de otro modo, si lo asaltáramos con nuestras interpretaciones antes que
él estuviera preparado, la comunicación sería infecunda o bien provocaría un violento
estallido de resistencia, que estorbaría la continuación del trabajo o aun la haría peligrar.
En cambio, si lo hemos preparado todo de manera correcta, a menudo conseguimos que
el paciente corrobore nuestra construcción y él mismo recuerde el hecho íntimo o externo
olvidado.
Vencer las resistencias es la parte de nuestro trabajo que demanda el mayor tiempo y la
máxima pena. Pero también es recompensada, pues produce una ventajosa alteración
del yo, que se conserva independientemente del resultado de la transferencia y se afirma
en la vida.
Dos factores que reclaman la máxima atención como fuentes de la resistencia, se los
puede reunir bajo el nombre común de «necesidad de estar enfermo o de padecer».
El primero de estos dos factores es el sentimiento de culpa o conciencia de culpa, como
se lo llama, pese a que el enfermo no lo registra ni lo discierne. Es la contribución que
presta a la resistencia un superyó que ha devenido muy duro y cruel. El individuo no
debe sanar, sino permanecer enfermo, pues no merece nada mejor. Para defendernos
de esta resistencia, estamos limitados a hacerla consciente y al intento de desmontar
poco a poco ese superyó hostil. Menos fácil es demostrar la existencia de la otra, para
combatir la cual nos vemos con una particular deficiencia. Entre los neuróticos hay
personas en quienes, a juzgar por todas sus reacciones, la pulsión de autoconservación
ha experimentado ni más ni menos que un trastorno. Parecen no perseguir otra cosa que
dañarse y destruirse a sí mismos.
Por el lado del paciente, actúan con eficacia en favor nuestro algunos factores ajustados
a la ratio, como la necesidad de curarse motivada en su padecer y el interés intelectual
que hemos podido despertarle hacia las doctrinas y revelaciones del psicoanálisis, pero,
con fuerzas mucho más potentes, la trasferencia positiva con que nos solicita. Por otra
parte, pugnan contra nosotros la trasferencia negativa, la resistencia de represión del yo,
el sentimiento de culpa oriundo de la relación con el superyó y la necesidad de estar
enfermo anclada en unas profundas alteraciones de su economía pulsional.
Independientes de estos, se pueden discernir algunos otros factores que intervienen en
sentido favorable o desfavorable. Una cierta inercia psíquica, una cierta pesantez en el
movimiento de la libido, que no quiere abandonar sus fijaciones, no puede resultarnos
bienvenida; la aptitud de la persona para la sublimación pulsional desempeña un gran
papel.
23
Utiliza la sugestión para prohibir los Hinca hacia la raíz, llega hasta los
síntomas, refuerza las represiones, pero conflictos de los que han nacido los
deja intactos todos los procesos que han síntomas y se sirve de la sugestión para
llevado a la formación de síntomas modificar el desenlace de esos conflictos
Durante la cura tenemos que luchar contra resistencias que saben mudarse en
trasferencias negativas (hostiles).
La libido del neurótico está ligada a los síntomas, que le procuran la satisfacción
sustitutiva. Para apoderarse de los síntomas, resolverlos es preciso remontarse hasta su
génesis, hasta el conflicto del cual nacieron: es preciso renovar este conflicto y llevarlo a
otro desenlace.
La pieza decisiva del trabajo se ejecuta cuando en la relación con el médico, en la
«transferencia», se crean versiones nuevas de aquel viejo conflicto, versiones en las
que el enfermo querría comportarse como lo hizo en su tiempo, mientras que toma otra
decisión. La transferencia se convierte entonces en el campo de batalla en el que están
destinadas a encontrarse todas las fuerzas que se combaten entre sí.
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CONTRATRANSFERENCIA
Freud la define como la influencia del paciente sobre los sufrimientos icctes del analista
o sus puntos ciegos. Lo ve como un obstáculo q debe ser removido, ya que obtura la
escucha analítica. Deben reducirse lo mas posible las manifestaciones
contratransferenciales mediante el análisis personal del analista para que la situación
analítica quede estructurada como una pura pantalla proyectiva.
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Korman Transferencias Cruzadas
Podemos ubicar una tercera forma de pensar la contratransferencia. Él no la piensa en
estos términos, sino en términos de transferencias cruzadas, Argumenta que el campo
analítico está configurado por el entrecruzamiento de las transferencias de ambos,
paciente y analista, cada uno con sus deseos, síntomas, fantasmas y repeticiones, lo que
genera una relación singular. Crítica la idea de que el analista funcione como tabula rasa,
en donde se borra completamente y funciona puramente como pantalla proyectiva, está
implicada la subjetividad de ambos en el dispositivo analítico, la función del analista no
es realizada en abstracto, sino por una persona de carne y hueso atravesada por las
mismas leyes del inconsciente que el paciente. Esto no significa darle rienda libre y que
se haga una relación de simetría, sino que reconocer que se encuentra involucrado para
poder controlar esa incidencia, porque cuanto más se desconoce esta influencia más
involucrado esta.
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PSICOSIS E INTERVENCIONES
Lacan propone así la forclusión del significante del nombre del padre, no hubo inscripción
del significante primordial por lo que el funcionamiento del lenguaje es distinto a la de
neurosis, no es dialéctico, porque no funciona este operador de lo simbólico, está
convencido y tiene certeza inquebrantable del delirio hay literalidad del discurso porque
no hay metáfora paterna. Se pueden encontrar fenómenos elementales antes del
desencadenamiento (pre psicosis). Puede que se sostenga y no se desencadene, Lacan
utiliza la metáfora s como el taburete de tres patas, puede que se sostenga hasta cierto
momento, haciendo cierta compensación, hasta que se confronte a ese defecto que ha
existido desde siempre y se encuentre con lo real. En la psicosis la falta de significante
lleva al sujeto a poner en tela de juicio al conjunto del significante.
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lugar del Otro perseguidor con mayúscula. La transferencia se instala de otra forma,
queda en posición de ser objeto de goce del gran Otro. La transferencia es más total sin
límite, la libido está en el yo y no en los síntomas y esa rigidez del narcisismo no permite
que la transferencia sobrepase ciertas fronteras, por ello se corre riesgo de que se
transforme en una transferencia erotómana.
NEUROSIS PSICOSIS
En la neurosis se reacciona con angustia tan pronto como la moción reprimida empuja
hacia adelante, y que el resultado del conflicto no puede ser otro que un compromiso, e
incompleto como satisfacción.
Otra analogía entre neurosis y psicosis es que en ambas la tarea que debe acometerse
en el segundo paso fracasa parcialmente, puesto que no puede crearse un sustituto
cabal.
Tampoco en la neurosis faltan intentos por sustituir la realidad indeseada por otra más
acorde al deseo. La posibilidad de ello la da la existencia de un “mundo de la fantasía”:
gusta de apuntalarse, como el juego de los niños, en un fragmento de la realidad, le
presta un significado particular que llamamos simbólico.
El mundo de la fantasía desempeña en la psicosis el mismo papel, pero el nuevo mundo
en la psicosis quiere reemplazar a la realidad exterior.
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Diríamos que el carácter paranoico reside en que para defenderse de una fantasía de
deseo homosexual se reacciona con un delirio de persecución de esa clase.
El narcisismo: fase mediadora entre autoerotismo y elección de objeto. En este sí mismo
tomado como objeto de amor.
Cada estadio de desarrollo de la psicosexualidad ofrece una posibilidad de fijación y, así,
un lugar de predisposición.
FASES DE LA REPRESIÓN
La primera fase consiste en la fijación, precursora y condición de cada represión. Una
pulsión o componente pulsional no recorre el desarrollo previsto como normal y, a
consecuencia de esa inhibición del desarrollo, permanece en un estadio más infantil.
La segunda fase es la represión propiamente dicha, ella parte del yo y puede ser
descrita como un esfuerzo de dar caza. Proceso activo, mientras que la fijación se
presenta como pasivo. A la represión sucumben los retoños psíquicos de aquellas
pulsiones que primariamente se retrasaron, cuando por su fortalecimiento se llega al
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conflicto entre ellas y el yo, o bien aquellas aspiraciones psíquicas contra las cuales, por
otras razones, se eleva una fuerte repugnancia. Pero esta última no traería como
consecuencia la represión si no se estableciera un enlace entre las aspiraciones
desagradables, por reprimir, y las ya reprimidas. Toda vez que ello sucede, la repulsión
de los sistemas conscientes y la atracción de los inconscientes ejercen un efecto de igual
sentido para el logro de la represión.
La tercera fase y más sustantiva para los fenómenos patológicos es el fracaso de la
represión, la irrupción, el retorno de lo reprimido se produce desde el lugar de la fijación.
En cuanto a las diversidades de la fijación, son tantas como estadios hay en el desarrollo
de la libido.
30
Es decir, tenemos un sujeto que de pronto es afectado en su pensamiento, en su acción
y/o en su sentir, por la intrusión de algo que no reconoce como propio. Algo que está de
más, o algo que debería estar y no está, él intenta entonces darle un contenido, una
interpretación. El delirio es la interpretación que hace ese estudio del fenómeno
elemental que se le automatizó.
“¿Qué es esto del “eco del pensamiento”, del que Clerambault hace el fenómeno positivo
originario del automatismo mental, sino una perturbación en la relación del enunciado
con la enunciación que emancipa una fuente parásita? El sujeto se descubre
continuamente doblado por una emisión paralela que lo emancipa, lo acompaña o lo
sigue, y que incluso puede no decirle nada: evanescente, muda, vacía, el sujeto en la
posición de receptor no por eso deja de estar suspendido a ella”, dice Miller.
Ninguna de estas “producciones” las puede anexar a su yo, le son ajenas, pero lo
dominan, lo doblegan, lo mueven. Lacan va a jerarquizar la teoría del fenómeno
elemental elevándolo a característica esencial de la estructura psicótica. “La palabra
impuesta es una emergencia que se impone al intelecto y no tiene ninguna significación
concreta. Son palabras que emergen”. Pero hay una diferencia fundamental entre Lacan
y su maestro. Mientras que para De Clerambault el delirio es la manera de otorgar un
sentido posible a esta irrupción fuera de sentido de los fenómenos elementales, para
Lacan el delirio es también un fenómeno elemental.
Este tratamiento de la representación del objeto como percepción que proviene de afuera
determina que sea vivida por el sujeto como que le concierne, está dirigida a él, le dice
algo. Es decir, conserva parte de lo que la hacía “interior” y la significación de ataque al
yo.
Podemos encontrar muy tempranamente en Freud (1894) la diferenciación entre los
mecanismos defensivos de la histeria y la neurosis obsesiva frente a la representación
intolerable y una otra forma propia de la psicosis. Para las primeras sostiene que la
representación inconciliable si bien debilitada y aislada permanece dentro de la
conciencia, mientras que para lo que él llama en ese momento psicosis alucinatorias
existe una modalidad defensiva que consiste en que el yo desestima (verwerfen) la
representación insoportable junto con su afecto y se comporta como si la representación
nunca hubiese existido. Es interesante que aquí Freud puntúe que junto con la
representación el yo se arranca un fragmento de la realidad objetiva a él entramada.
Estamos ya en tomo al agujero en lo simbólico.
“En la esquizofrenia las palabras son sometidas al mismo proceso que desde los
pensamientos oníricos latentes. Crea las imágenes del sueño y que hemos llamado
proceso psíquico primario. Son condenadas y por desplazamiento se transfieren unas a
otras sus investiduras completamente; el proceso puede avanzar hasta el punto en que
una sola palabra, idónea para ello por múltiples referencias, tome sobre sí la subrogación
de una cadena íntegra de pensamientos”.
“los esquizofrénicos tratan las cosas concretas como si fueran abstractas”.
Un paciente del hospital contaba que un terapeuta con quien se atendía anteriormente le
había sugerido que cortara la relación con su madre, con su tía y con su hermana, con
quienes convivía. El deja de hablarles, luego les escribe mensajes, los corta y deja los
papeles sobre la puerta de la heladera.
“... el estadio del espejo es un drama cuyo empuje interno se precipita de la insuficiencia
a la anticipación”. Pasamos de la imagen fragmentada del cuerpo a la idea de totalidad
anticipada en la precipitación de la identificación con la imagen del otro. En esta
constitución del yo como "otro" donde hay dos lugares para uno solo, el yo se constituye
31
como sede del desconocimiento y siendo la agresividad la tendencia correlativa a este
modo de identificación (narcisista). El deseo es por el objeto del otro. Serán las
identificaciones edípicas las que posibilitarán al sujeto trascender esta agresividad
constitutiva de esta primera individuación subjetiva. Tenemos, entonces la constitución
del yo como alienada y la agresividad como correlativa a esta constitución.
Veremos más adelante como la no constitución en la imagen anticipada del otro trae
como consecuencias la no constitución del cuerpo como propio, la ausencia de
agresividad como respuesta ante la invasión del otro, el fenómeno del doble, la
desinvestidura libidinal del cuerpo (cuerpo como cáscara).
Por su estructuración “el yo es otro”, por esto Lacan va a decir que el yo es “el pequeño
paranoico” y subraya la función de desconocimiento.
Lacan en su Seminario III va a retomar este modo nodal para acercar su primera tesis
sobre la psicosis: hay una alteración fundamental en la relación entre el sujeto y el
significante. Dentro de estas alteraciones podemos diferenciar: 1) Fenómenos de código
y 2) fenómenos de mensaje
1) Los lingüistas lo llaman mensajes autónimos, por cuanto es el significante mismo (y no
lo que significa) lo que constituye el objeto de la comunicación. Hay vacío en la
significación.
2) Mensajes interrumpidos (en los que se sostiene una relación entre el sujeto y su
interlocutor divino que tienen la forma de una prueba de resistencia). Ahora voy a...
[rendirme al hecho de que soy un idiota] Debe usted por su parte... [ser expuesto como
negador de Dios]
El delirio es el equivalente del fantasma en las neurosis, el psicótico lo ama (al delirio)
como a sí mismo, puesto que, como decía una paciente que atendí: “Con él nunca estoy
sola, es el único que me habla siempre, aún más cuando los de afuera se vayan o no
escuchan”. El “padre-delirio” sostiene al psicótico defendiéndolo del horror, de la
desestructuración, del caos, de la fragmentación. Con Freud nos encontramos con otro
concepto fundamental: el falo como pivote simbólico que lleva a ambos sexos a ser
atravesados por el complejo de castración. Así Freud instaura el complejo de castración
en el No ser el falo de la madre.
Volvamos a la constitución del significante Falo como efecto de la metáfora paterna
(Bejahung primordial). “No hay por supuesto ninguna necesidad de un significante para
ser padre, como tampoco para estar muerto, pero sin significante nadie, de uno y de otro
de esos estados de ser, sabrá nunca nada”.
Para poder desarrollar la metáfora paterna tenemos que a partir del concepto falo en
Freud designando el significante de la ausencia de pene en la madre, es decir, el
significante de la falta en la que encarna al Otro primordial que aparece así marcada por
la castración. Si venimos a este mundo por lo que Freud denomina la ecuación simbólica
Falo= niño desde ya nunca el niño puede cubrir esta falta. Sólo puede, en el mejor de los
casos, metaforizarla. Aquí volvemos a subrayar lo que tanto insiste en Freud hasta sus
últimos escritos: la castración es no ser (el pene ausente en la madre). Para que este
significante se inscriba (Bejahung primordial) es necesario que el Nombre del Padre
venga a suplir el Deseo de la Madre, marcando para este deseo otro objeto que el propio
niño. Inscribe el significante de la falta en el niño, lo desata de ese lugar donde sólo el
deseo materno le daría un significado, para lanzarlo a la metonimia deseante.
Si el resultado de la metáfora es la creación de un sentido nuevo vemos aquí que el
resultado de la Metáfora Paterna es un sujeto afectado por la castración (en tanto no es
el Falo de la Madre) y no un objeto que completa a la madre. En las psicosis no hay
32
inscripción del significante falo, porque no opera la metáfora paterna. El niño queda
arrojado a ser el objeto de goce de la madre.
Se lee: el Nombre del Padre es al Deseo de la Madre, como éste al significado del
sujeto, suprimiendo el término en común en ambas proposiciones (Deseo de la Madre) lo
que resulta es una nueva significación: que a ese sujeto se le inscribe en el Inconsciente
el significante de la falta en el Otro, falta que él no obtura pero que lo lanza en el camino
del deseo.
“La Verwerfung es la forclusión del significante. En el punto donde es llamado el N. del P.
puede responder en el Otro un puro y simple agujero el cual por la carencia del efecto
metafórico provocará un agujero correspondiente en el lugar de la significación fálica”.
Cuando falta esta metáfora fálica el hombre queda sin soporte en su cadena significante
e intentará resolverlo, como nos muestra Schreber, con la reconstrucción delirante y/o
con el cumplimiento de la emasculación.
“porque es en la relación del hombre con el significante donde este drama (de la
psicosis} se sitúa” va a puntuar que para que la psicosis se desencadene es necesario
que el N. del P. forcluido, es decir sin haber llegado nunca, al lugar del Otro, sea llamado
allí en oposición simbólica al sujeto. Se llama a un significante y éste no acude. El
llamado produce, ante la impotencia de no poder responder, el desfallecimiento, la
función no opera, se rompe la cadena, la realidad se organiza siguiendo otra lógica.
Abolida la función de la represión posibilitada por la metáfora se deshace el
encadenamiento significante, se pierden las diferencias, sé pierden la relación entre S1 y
S2 y en lugar del sucesor no adviene sino un agujero donde operara la alucinación y el
delirio a modo de restitución.
Alaugnier
La autora comienza caracterizando la psicosis como un lugar de cristalizaciones
inconmovibles, tanto del otro como propias del sujeto. Plantea que para el sujeto
psicótico no hay otra cosa que lo ya conocido, que todo es una repetición. Marca las
diferencias entre neurosis y psicosis desde el punto de vista transferencial y los
movimientos posibles (o no) en el sujeto.
Para la psicosis, las cosas son como son y no pueden ser de otra manera, todo está
anunciado, predicho, previsto y escrito. Está instalada una idea de que las cosas son
inmodificables, de un sin salida. En ese marco, Aulagnier concluye con algunas
consideraciones sobre la apertura de la partida en la psicosis. En los movimientos de
apertura en la psicosis son importantes dos lugares.
- Lugar de lo ya conocido: no se puede evitar que el sujeto nos haga ocupar el lugar de
lo ya conocido. Algo que no se puede evitar desde la certeza del psicótico
33
- Lugar del objeto omnipotente: inicialmente podemos valernos de la proyección de un
objeto protector, idealizado para favorecer el investimiento de la relación, pero
rápidamente trataremos de corrernos de ese lugar.
- Lugar del perseguidor: la apertura se hace imposible si nos asigna de entrada el
papel exclusivo de perseguidor. Si, en cambio, pudimos ocupar antes otras posiciones,
intentaremos utilizar esas experiencias para que el sujeto pueda percibir la diferencia
entre el perseguidor proyectado y el personaje que lo escucha. Este lugar es heredero
del que tuvieron los padres en la infancia del sujeto. Ellos le prohibieron, y el psicótico lo
aceptó, creer que otro pensamiento que el de ellos pudiera saber lo que se refiere al
deseo, la ley, el bien, el mal. Cuando la realidad le fue mostrando al sujeto las
debilidades de los padres, ese omni-saber quedó ubicado en el perseguidor
Soler
Soler hablará del "lugar del testigo", testigo en tanto poder alojar el testimonio de ese
sujeto. No nos supone ningún saber. Poder generar un espacio vacío de goce; el ser
gozado por el otro es algo que le genera mucho sufrimiento al sujeto. De ahí, la idea de
generar un espacio vacío de goce tiene que ver con la posibilidad de generar una
intervención que propicie el acotamiento del goce - poder ubicarse como semejante,
poder ubicarse del lugar del otro barrado, como este sujeto que no sabe y que no
entiende, que de alguna manera no tiene el saber total.
La autora toma de ejemplo un caso clínico de una mujer psicótica con delirio de
persecución, cuyo cuadro se ve actualmente estabilizado por verse su relación con la
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realidad bastante restablecida. Es una psicosis revelada de 12 años de tratamiento, con
automatismo mental marcado. Dicha estabilización fue dada bajo transferencia.
Soler ubica que el lugar del analista ante el estallido de la ilación delirante es el de suplir
el vacío de la forclusión. La paciente va a demandar que el analista haga de oráculo, de
suplente. Es llamado a ocupar el lugar donde Schreber encuentra Flechsig, que
legisle por ella, ser suplente y competidor de las voces que hablan por la paciente. Lo
que va a demandar es que el analista se posicione como el que sabe y el que goza. Y el
analista debe correrse de este lugar, para evitar caer en la "erotomanía mortífera".
Cuando no está el ste primordial solo puede elaborarse
y
referencia en Belucci como “el otro en tanto destinatario”
Soler aclara, no se puede dar paso a la interpretación porque la misma no tiene cabida
alguna cuando se está ante un goce no reprimido.
Belucci
Ubica las tres dimensiones en las que Lacan ordenó la práctica en la psicosis
(1) El deseo del analista Esta noción de "deseo del analista" alude a una posición de
apertura del analista, ocupando el lugar del no saber; la idea de apertura es solidaria de
la pasión por la ignorancia. También es parte de esta función hacer lugar a que el saber,
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que en principio está en el Otro, pueda pasar al sujeto, en ese tránsito por la
transferencia. Sin el deseo del analista no es posible concebir absolutamente nada en lo
relativo a la eficacia del psicoanálisis.
(2) La transferencia Respecto de la transferencia, piensa cómo es la dimensión del Otro
en la psicosis, y en cuál de estas dimensiones se puede ubicar el analista: el Otro del
goce, el otro en tanto destinatario y el otro en tanto semejante. Hay que saber que la
transferencia en las psicosis es una función de terceridad, que opera en acto una
separación del Otro y apunta a que se sostenga más allá. Se tiene que sostener como un
lugar ortopédico para el psicótico.
a- Otro del goce, quien ocupa ese lugar deviene perseguidor o despierta una respuesta
erotómana. Esta dimensión persecutoria aparece cuando hay un otro que totaliza goce y
saber, un otro absoluto al que el sujeto queda expuesto. No hay que desconocer la
tendencia de la transferencia psicótica a asumir un matiz persecutorio o erotómano,
incluso a precipitarse hacia alguno de esos polos. Persecución y erotomanía son de
hecho un borde de la transferencia psicótica, pero de ningún modo una fatalidad. El
poner en juego la propia ignorancia y el dar signos oportunos de no interesarse
demasiado suelen ser contrapesos suficientes que impiden llegar a un punto
insostenible. Si quedamos ubicados en este lugar, no es posible intervenir.
b- El otro en tanto semejante, es una vertiente donde es posible la transferencia. Si el
analista ocupa esta posición, al sujeto se le presenta un otro vaciado de goce, por ende,
más amable. El semejante hace de barrera a un goce invasivo del otro, funciona a modo
de una superficie especular. La charla es la modalidad privilegiada que toma esta
vertiente transferencial. Además se pueden introducir objetos o regalos como elemento
tercero que sostiene la relación de dos.
c - El otro en tanto destinatario, es la segunda vertiente donde es posible la
transferencia. Acá el analista aloja el testimonio del padecimiento del sujeto. Esto tiene
que ver con la posición de testigo, que es un lugar conquistado a partir de ofrecer
nuestra ignorancia; de secretario del alienado, en tanto se produce una operación de
escritura del relato del sujeto; de escuchante, en tanto ser oído del que habla, apostando
a la palabra del sujeto que tantas veces fue desvalorizada. Acá el testimonio o la palabra
son el elemento tercero que organiza el campo transferencial.
Ahora bien, cuando el goce del Otro no puede ser neutralizado por ninguna de las dos
vertientes anteriores y aparece el riesgo del pasaje al acto, hay que introducir una
maniobra que sostenga la transferencia en la terceridad. Esto es lo que Soler denominó
"orientación de goce", en tanto suplencia en acto de la ley paterna (incluyendo la
vertiente limitativa como la positiva)
(3) Las intervenciones
Para ordenar este campo, se han propuesto tres categorías. Freud introduce las dos
primeras: la interpretación, solidaria de la existencia del inconsciente y la construcción,
para lo no interpretable. Lacan introduce la tercera: el acto, que en un sentido amplio, se
podría hacer extensivo a toda intervención, pero sobre todo se refiere a aquellas que
ponen de manifiesto el deseo del analista más allá de la interpretación y la construcción.
El acto apunta a fundar y sostener la transferencia.
Belucci fundamenta la imposibilidad absoluta de interpretar y toma entonces la vía de la
construcción. Ya que en la psicosis es absolutamente imposible la interpretación, es el
propio sujeto quien ocupa la posición de intérprete. Interpretar puede llevar al analista a
encarnar el Otro del saber, que es también el Otro del goce. La transferencia se volvería
de carácter persecutoria o virar en esa dirección. Al interpretar evocamos un enigma, que
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pone en juego una falta. Falta que al no haber sido legalizada por la Ley del Padre,
puede ser peligroso en una estructura no desencadenada. El recurso además es
ineficaz. Como en la psicosis no funcionó el mecanismo de la represión, no hay un “no
dicho” o un significado inconsciente que es a lo que apunta develar una interpretación
Por último, son importantes los dispositivos que están presentes en los tratamientos. En
las psicosis desencadenadas muy rara vez el tratamiento consiste únicamente en
encuentros con un analista. Es precisa una pluralidad de espacios — al menos dos.
También la dimensión institucional y legal que atraviesa nuestras distintas prácticas.
Tanto en la institución hospitalaria como fuera de ella, la eficacia del tratamiento pone en
juego una pluralización de dispositivos. Suelen estar presentes casi siempre al menos
dos: el psiquiátrico y el psicológico. También suele haber talleres, asambleas, espacios
grupales familiares, etc. La pluralización de espacios permite:
- La delimitación de espacios: cuando el sujeto no tiene garantizada en la estructura la
función del límite, la existencia de diferentes espacios puede contribuir a constituir, en
acto, algún límite.
- La diferenciación de lo público y lo íntimo.
- La distribución del goce
Fernández
Capítulo 7
Fernández distingue diferentes tipos de estabilizaciones en la psicosis. A la estabilización
es a lo que se apunta en la clínica con pacientes psicóticos. Estabilización, según
Fernández, se entiende como la posibilidad del sujeto de encontrar recursos para no
enloquecer, para jugar con lo mismo que posee sin desencadenarse, para lo cual es
necesario que opere algún tope, alguna prótesis, que mantenga el goce encauzado.
Es decir, que haya menos "locura", que el sujeto si se desencadenó se vuelva a
encauzar, que se calme de alguna manera la locura, el delirio.
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Distingue diferentes tipos de estabilizaciones en la psicosis:
1- En las psicosis no desencadenadas o pre psicosis. Operan dando consistencia al
sujeto de forma tal que nunca se desencadena.
2 - Espontáneas entre brotes. En las que se apacigua y mantiene su delirio guardado.
3 - Las propias que se producen por efecto de la intervención del tratamiento “psi”.
Por vía de la palabra y del acto operando en la sutura entre imaginario y real.
El lugar del analista es siempre desde el otro con minúscula, barrado, del otro
semejante, desde el lugar de testigo.
Capítulo 8
Con respecto a las intervenciones en las psicosis, Fernández hablará de tres grandes
grupos de intervenciones en la psicosis, y las ordena tomando en cuenta diferentes
criterios.
1) ¿De qué psicótico se trata? Armar alguna historia del paciente ya que lo que hay es
una historia desarmada, hecha de retazos. Esto puede permitir escuchar el punto de
verdad del delirio; dibujar el perfil singular y único que tiene ese Otro que arrasa al
paciente y el sujeto o retazo de sujeto que enfrente a ese Otro.
2) ¿En qué momento operamos? Puede ser antes, durante o después del brote. ¿A
quién le hablamos? ¿Quiénes somos en ese momento para ese paciente?
3) ¿En qué momento de la transferencia intervenimos? Es importante tener alguna idea
del lugar que ocupamos para el paciente.
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b- Las intervenciones que apuntan a diferenciar un adentro (íntimo) de un afuera
(público). Como construcción de una identidad, como diferencia y discriminación. La
autora da el ejemplo de que si el paciente cuenta su delirio a todo el mundo y a causa de
esto la gente se ríe, la intervención del analista puede apuntar a que solo hable de esto
en la sesión, que es algo privado.
c- Las intervenciones que tienen como función la de servir de negación ante el Otro.
Operan como separación del Otro. Los procesos fundamentales de la constitución
psíquica son la alienación y la separación. La alienación es el momento necesario del
alojamiento en el Otro, es el momento de la constitución del yo y del semejante. En la
separación aparece una diferencia entre la demanda del Otro y su deseo. En la psicosis
hay una alteración de la constitución del narcisismo y no tiene lugar la división. Esta
intervención es interponer un no entre el delirio y el sujeto, entre las voces y el sujeto.
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INTERVENCIONES EN LA NEUROSIS
Fundamentalmente nos centraremos en las dos intervenciones más importantes que
Freud describió: la interpretación y la construcción.
INTERPRETACIÓN
En interpretación de los sueños Freud hablaba de una deducción por parte del analista
de un sentido latente en las manifestaciones clínicas. Freud dirá que la interpretación es
lo que el analista hace con algún elemento singular que aparece en el discurso del
paciente (actos fallidos, chistes, lapsus, sueños, silencios, cadenas asociativas, etc.) y
permitirá que, por medio de la investigación analítica, se logre deducir el sentido latente u
oculto que existe en cualquiera de estas manifestaciones discursivas. El sentido nunca
es ofrecido por el analista, siempre el paciente es el que da sentido. La interpretación no
se hace en cualquier momento, solo se realiza cuando el paciente está trabado o no
avanza en su discurso; es decir, cuando aparecen resistencias y cesan las asociaciones.
El analista puede realizar una interpretación de distintas maneras: repetición de algún un
dicho que el paciente dijo en otra sesión (el cual conecta con lo que viene diciendo),
mediante alguna pregunta, un señalamiento, un silencio, entre otras. Una interpretación
no es algo acabado, en el sentido que no garantiza automáticamente que el paciente
arribe a un nuevo sentido. Por lo contrario, es fragmentaria. Esto significa que va a servir
como un indicio que abrirá diversos caminos, pero será el paciente quien decida cuál de
estos caminos tomar, quien complete esta interpretación. Por lo tanto, el efecto de una
interpretación siempre se confirma a posteriori, por los nuevos sentidos que el paciente
trae.
Es importante destacar, que las interpretaciones solo tienen lugar si el paciente está en
transferencia, es condición para utilizar esta herramienta. Además recomienda hacerlo
cuando algo del material se traba, cuando hay resistencia y cesan las asociaciones,
cuando algo no avanza; de otra manera no debe interrumpirse el discurso del paciente.
CONSTRUCCIONES
Por otro lado, la construcción se refiere a presentarle al paciente una pieza de su
prehistoria olvidada. Se diferencia de la interpretación, porque aquí es el analista es el
que hace una conjetura, una hipótesis, con el material que trae el paciente y se la
presenta. Esta conjetura, es un punto a partir del cual se explican otras cosas, como una
pieza faltante en un rompecabezas. Freud compara esta tarea con la de un arqueólogo,
plantea que así como el arqueólogo restablece adornos o pinturas a partir de restos que
han quedado, el analista extrae sus conclusiones a partir de recuerdos, asociaciones y
material que trae el paciente; con la diferencia de que su empeño se dirige a algo vivo y
no a un objeto destruido. Sin embargo hay una diferencia que Freud marca como
principal: para la arqueología la reconstrucción es la meta y el término del trabajo,
mientras que para el análisis la construcción es solo una labor preliminar
Freud se preguntaba qué tanto daño puede hacer al tratamiento si presentamos al
paciente una construcción errónea; responde que no es algo por lo cual preocuparse,
pues en todo caso el paciente lo pasará por alto. Lo que sucede, dice, es que el paciente
queda como no tocado, no reacciona a lo presentado ni por sí, ni por no. En cambio, si la
construcción es correcta, ensambla tan bien con la historia del paciente, que a menudo
sucede que con el tiempo el paciente no distingue si fue un verdadero recuerdo o una
construcción. El autor plantea que vale la pena explicar cómo se suele apreciar en el
curso del tratamiento, el sí y el no del paciente ante una intervención; y dirá que no
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podemos quedarnos solo con esa primera respuesta por la siguiente razón: El sí directo
es multívoco: puede reconocer la construcción como correcta o puede ser resistencial. El
no también es multívoco: mucho más a menudo, expresa una resistencia provocada por
el contenido de lo comunicado. Se trata de una confirmación indirecta, igual de confiable
“No se me ha pasado por la cabeza” “Nunca se me hubiera ocurrido”, estas son las más
comunes.
En algunos análisis noto un fenómeno particular, tras comunicarles la construcción, les
venían unos vividos recuerdos hipernitidos, no recordaban el episodio pero si detalles
próximos a ese contenido, también se trata esto de una confirmación de la validez de la
construcción. La construcción fue acertada pero la resistencia lo desplaza a algo
circunstancial detalles que a primera vista parecen insignificantes pero indican que
efectivamente fue acertado.
Concluye con que en psicosis en el mecanismo de formación delirante, hay que tener en
cuenta que no hay solo todo locura sino que también contiene un fragmento de verdad
histórica del sujeto. Las formaciones delintares le parecen equivalentes a las
construcciones que los analistas edifican en los tratamientos, en el sentido que son
intentos de explicar y de restaurar. Así como la construcción produce efecto por restituir
un fragmento de biografía del pasado, también el berilio debe su fuerza de convicción a
la parte de verdad histórica vivencial que pone en el lugar de realidad rechazada en
psicosis.
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