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El medio ambiente y el desarrollo son conceptos que no se miran por separado dentro del contexto actual de
la economía. En Colombia, como en cualquier país, el modelo de desarrollo adoptado determina en cierta
medida cómo el sector productivo se interrelaciona e influye en el medio ambiente y los recursos naturales.
Así, los modelos proteccionistas y globalización de la economía colombiana han afectado y afecta, este último,
a nuestros recursos naturales. Colombia posee un patrimonio natural envidiable; sin embargo, su
aprovechamiento no ha sido el más adecuado y nos encontramos a puertas de una crisis de disponibilidad de
recursos naturales. Nuestro futuro está determinado por el manejo que le estamos dando y daremos al medio
ambiente; es nuestra responsabilidad el bienestar de las futuras generaciones.
Entender la interrelación y problemática entre desarrollo y medio ambiente implica entender el concepto de
desarrollo sostenible, por esta razón usted al terminar esta guía podrá tener un pensamiento más crítico y
realista sobre el tema de explotación de los recursos naturales dando como resultado impactos ambientales.
Es un nuevo nombre para una nueva época geológica, definida por el masivo impacto del hombre sobre el
planeta. Sus efectos permanecerán en el registro geológico mucho después de que nuestras ciudades hayan
desaparecido
Mares cambiantes:
Mover montañas:
Un mundo embalsado:
Marea de residuos:
Superexpansión urbana:
Es un nuevo nombre para una nueva era geológica, definida por el masivo impacto del hombre sobre el planeta.
Sus efectos permanecerán en el registro geológico mucho después de que nuestras ciudades hayan
desaparecido.
La senda sube por una colina, atraviesa un torrente, vuelve a atravesarlo y después pasa junto al esqueleto de
una oveja. Para mí está lloviendo, pero aquí, en las Southern Uplands -las altiplanicies del sur- de Escocia, dicen
que esto sólo es una llovizna leve a la que llaman smirr. Justo después del último brusco recodo del camino hay
una cascada envuelta en la niebla y un áspero afloramiento de roca desnuda. La piedra tiene franjas verticales,
como una tarta de varios pisos apoyada de lado. Mi guía, el estratígrafo británico Jan Zalasiewicz, me señala
una ancha franja gris: «Ahí pasaron cosas malas», dice.
La capa se depositó hace unos 445 millones de años, con la lenta acumulación de sedimentos en el fondo de
un antiguo océano. En aquella época casi toda la vida en la Tierra aún estaba confinada en el agua, y estaba
atravesando una crisis. Entre un límite y otro de la capa gris de un metro de grosor, alrededor del 80% de las
especies marinas se extinguieron. Muchas eran criaturas que ya no existen, como los graptolites. El episodio de
extinciones de finales del ordovícico fue uno de los cinco mayores de los últimos 500 millones de
años. Coincidió con cambios extremos del clima, el nivel del mar y la química de los océanos, causados
probablemente por la deriva de un supercontinente sobre el polo Sur.
El trabajo de un estratígrafo es reconstruir la historia de la Tierra a partir de pistas deducidas de los estratos
rocosos millones de años después de los hechos. Consideran los procesos a largo plazo y prestan atención a los
fenómenos más violentos, ya que sólo éstos suelen dejar señales claras y duraderas. Esos sucesos marcan
episodios cruciales en los 4.500 millones de años de historia del planeta y son los puntos de inflexión que la
dividen en capítulos comprensibles.
Por eso resulta desconcertante averiguar que muchos estratígrafos nos señalan ahora como uno de esos
sucesos. Para ellos, los seres humanos hemos alterado tanto el planeta en el último siglo que hemos iniciado
una nueva época: el Antropoceno. Pregunto a Zalasiewicz cómo cree que verán esta época los geólogos de un
futuro lejano. ¿Será una transición moderada, como tantas otras que aparecen en el registro geológico, o
aparecerá como una franja bien definida durante la cual sucedieron cosas muy malas, como la extinción masiva
del final del ordovícico? Eso, me responde Zalasiewicz, es lo que estamos intentando determinar.
El término «Antropoceno» fue acuñado hace unos 15 años por el químico holandés Paul Crutzen. Un día
Crutzen, quien compartió el Premio Nobel por descubrir los efectos de los compuestos que desgastan la capa
de ozono, había asistido a una conferencia científica cuyo director se refería constantemente al holoceno, la
época que comenzó al final de la última glaciación, hace 11.500 años, y que se prolonga hasta el presente.
«¡Dejémoslo ya! –exclamó Crutzen–. Ya no estamos en el holoceno, sino en el antropoceno.» Dice que se hizo
el silencio en la sala.
Ya en la década de 1870, el geólogo italiano Antonio Stoppani había propuesto llamar «antropozoico» a la era
caracterizada por la presencia humana, pero su propuesta no prosperó. El antropoceno, en cambio, ha tenido
mayor aceptación. Desde los tiempos de Stoppani, el impacto humano en el mundo se ha hecho mucho más
evidente, en parte porque la población mundial prácticamente se ha cuadruplicado, hasta alcanzar los 7.000
millones de habitantes. «El patrón de crecimiento de la población humana durante el siglo XX fue más propio
de bacterias que de primates», escribió el biólogo E. O. Wilson, quien calcula que la biomasa humana ya es cien
veces mayor que la de cualquiera de las otras especies de animales grandes que han vivido alguna vez en el
planeta.
En 2002, cuando Crutzen publicó en la revista Nature su idea del antropoceno, el concepto fue adoptado de
inmediato por investigadores de diversas disciplinas y pronto empezó a aparecer con regularidad en la prensa
científica.
Al principio la mayoría de los científicos que usaban el nuevo término geológico no eran geólogos. A Zalasiewicz,
que sí lo es, le pareció interesante. «Observé que el término de Crutzen estaba apareciendo en la bibliografía
seria, sin comillas y sin ningún matiz de ironía», recuerda. En 2007 Zalasiewicz presidía la Comisión de
Estratigrafía de la Sociedad Geológica de Londres, y en una reunión decidió preguntar a sus colegas
estratígrafos qué opinaban del antropoceno. Veintiuno de los 22 presentes consideraron interesante el
concepto, por lo que el grupo acordó estudiarlo como un problema geológico formal. ¿Satisfaría el antropoceno
los criterios que rigen la designación de una nueva época? En la terminología geológica, las épocas son
paréntesis relativamente breves, aunque pueden durar decenas de millones de años. (Los períodos, como el
ordovícico y el cretácico, duran mucho más, y las eras, como el mesozoico, son todavía más largas.) Los límites
entre las épocas quedan definidos por los cambios conservados en las rocas sedimentarias: por ejemplo, la
aparición de un tipo de organismo comúnmente fosilizado o la desaparición de otro.
Lógicamente, el registro de la era actual en la roca todavía no existe, por lo que se plantea la siguiente pregunta:
Cuando exista, ¿se verá el impacto humano como un hecho «estratigráficamente significativo»? La respuesta a
la que ha llegado el grupo de Zalasiewicz es afirmativa, aunque no necesariamente por los motivos que todos
supondríamos. La manera más obvia en que los seres humanos estamos alterando el planeta es probablemente
con la construcción de ciudades, que esencialmente son vastas extensiones de materiales artificiales: acero,
cristal, hormigón y ladrillo. Pero la mayoría de las ciudades no son buenas candidatas para conservarse a largo
plazo, por la sencilla razón de que están construidas en tierra firme, donde las fuerzas de la erosión suelen
ganar la partida a la sedimentación. Desde una perspectiva geológica, los efectos humanos más visibles en el
paisaje actual «podrían ser en algunos aspectos los más efímeros», ha señalado Zalasiewicz.
Los humanos también hemos transformado el mundo con la agricultura, que ocupa el 38% de la superficie de
tierra firme libre de hielo del planeta. También en este caso, algunos de los efectos que hoy nos parecen más
significativos dejarán, en el mejor de los casos, una huella leve. Los futuros geólogos tendrán más
probabilidades de comprender el alcance de la agricultura industrial del siglo XXI estudiando el registro del
polen, a partir de las monótonas extensiones de polen de maíz, trigo y soja que habrán reemplazado el variado
registro de polen dejado por los bosques lluviosos o las praderas.
La tala de bosques enviará al menos dos señales codificadas a los futuros estratígrafos, aunque quizá no sea
fácil descifrar la primera. La enorme cantidad de suelo que los bosques talados pierden por la erosión determina
un aumento de la sedimentación en algunas partes del mundo; pero al mismo tiempo las presas que hemos
construido en casi todos los grandes ríos retienen sedimentos que de otro modo llegarían al mar. La segunda
señal de la deforestación podría ser más clara. La pérdida de hábitat boscoso es una causa importante de
extinciones, que hoy se están produciendo a un ritmo cientos o incluso miles de veces superior que durante la
mayor parte de los últimos 500 millones de años.
Pero tal vez el cambio más significativo que se está produciendo desde el punto de vista geológico es invisible
para nosotros: los cambios en la composición de la atmósfera. Las emisiones de dióxido de carbono son
incoloras, inodoras y, en un sentido inmediato, inofensivas. Pero el calentamiento que inducen podría empujar
las temperaturas mundiales a niveles desconocidos desde hace millones de años. Algunas plantas y animales
ya están desplazando sus áreas de distribución hacia los polos, y esos cambios dejarán huella en el registro fósil.
Algunas especies no sobrevivirán al calentamiento. Mientras tanto, las temperaturas en aumento podrían
determinar una subida del nivel del mar de seis metros o más.
Mucho después de que nuestros coches, ciudades y fábricas se hayan convertido en polvo, las consecuencias
de quemar miles de millones de toneladas de carbón y de petróleo probablemente seguirán a la vista. El dióxido
de carbono calienta el planeta, pero también se infiltra en los océanos y los acidifica. Puede que en algún
momento de este siglo alcancen un nivel de acidez que impida a los corales construir arrecifes, lo que dejará
una huella en el registro geológico en forma de «interrupción coralina». Cada una de las cinco últimas
extinciones masivas se caracterizó por una interrupción coralina. La más reciente, causada según se cree por el
impacto de un asteroide, se produjo hace 65 millones de años, al final del período cretácico, y marcó el fin no
sólo de los dinosaurios, sino también de los plesiosaurios, pterosaurios y ammonites. La magnitud de lo que
está sucediendo hoy en los océanos sólo puede compararse, en muchos sentidos, con lo sucedido
entonces. Según Zalasiewicz, es posible que a los futuros geólogos nuestro impacto les parezca tan repentino
y profundo como el del asteroide.
Pero si es verdad que hemos ingresado en una nueva época, ¿cuándo empezó exactamente? ¿Cuándo llegó a
tener la acción humana repercusiones geológicas? William Ruddiman, paleoclimatólogo de la Universidad de
Virginia, ha sugerido que la invención de la agricultura hace 8.000 años, y la deforestación resultante,
determinaron un aumento del CO₂ atmosférico lo bastante grande como para impedir el inicio de una nueva
glaciación; en su opinión, los humanos hemos sido la fuerza dominante en el planeta prácticamente desde el
comienzo del holoceno. Crutzen, por su parte, sitúa el inicio del antropoceno a finales del siglo XVIII, cuando,
según revelan los testigos de hielo, los niveles de dióxido de carbono iniciaron un ascenso que no se ha
interrumpido. Para otros científicos, la nueva época comienza a mediados del siglo XX, con la rápida aceleración
del crecimiento demográfico y del consumo.
Zalasiewicz dirige ahora un grupo de trabajo de la Comisión Internacional de Estratigrafía (ICS), encargado de
determinar si el antropoceno merece ser incorporado en la escala de tiempo geológico. La decisión dependerá
de los votos de la ICS y de su organización madre, la Unión Internacional de Ciencias Geológicas. Es probable
que el proceso tarde varios años. Cuanto más se prolongue, la decisión puede resultar más sencilla. Algunos
científicos sostienen que aún no hemos llegado al principio del antropoceno, pero no porque los humanos no
hayamos tenido un impacto colosal sobre el planeta, sino porque probablemente las próximas décadas serán
aún más significativas desde el punto de vista estratigráfico que los siglos anteriores. «¿Decidimos ahora que
el antropoceno ha empezado ya, o esperamos otros 20 años a que la situación empeore todavía más?»,
dice Mark Williams, geólogo y colega de Zalasiewicz en la Universidad de Leicester, en Inglaterra.
Crutzen, quien abrió el debate, piensa que su auténtico valor no reside en la revisión de los textos de geología,
sino en un propósito de mayor envergadura. En su opinión, lo importante es llamar la atención sobre las
consecuencias de nuestra acción colectiva, y sobre las posibles maneras que aún tenemos para evitar lo peor.
«Lo que espero –afirma– es que el término “antropoceno” sea una advertencia para el mundo.»
Actividad:
1. Después de leer el texto informativo anterior, describir en al menos una página su opinión o
apreciación personal del documento.
2. Consulta y justifica cuáles de los impactos descritos en el texto se presentan en Colombia (describir
con datos o ejemplos precisos)
3. Además de las acciones descritas en el texto, explica qué otras acciones del ser humano afectan de
manera negativa el medio ambiente o naturaleza.
4. Diseñar un glosario con los siguientes términos: Monóxido de carbono, Oxido de carbono, impacto
ambiental, Gases de efecto invernadero, Estudio impacto ambiental, Degradación de los suelos,
Degradación biológica, Afectación antrópica, Calentamiento global, Productos peligrosos, Fuente
contaminante, Desechos peligrosos, Conflicto ambiental, Residuos peligrosos, Licencia ambiental,
Carga contaminante, Aguas residuales, Área deforestada, Agua contaminada, Contaminante, Aerosol,
Metano, Toxicidad.