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Sinopsis
Traducida por Niii
Corregida por majo

¡N
o se vuelve más caliente que esto!
Zack combate incendios y salva vidas, sin embargo, su propia sed de
vida se ha secado… hasta que llega al rescate de una bailarina exótica de
lengua afilada llamada Corrine Shannon quien pronto tiene al héroe
normalmente tímido ardiendo fuera de control.
Pero justo cuando son consumidos por las llamas de la pasión, se encuentran bajo el
fuego de dos enemigos implacables con cincuenta millones de razones para tener éxito.
¿Pueden ellos soportar el calor mientras están intentando salvar sus propias vidas… o
su recién comenzado romance se extinguirá tan rápido como comenzó?

Segundo libro de la serie Bomberos de la Estación 5

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Índice

Capítulo 1 Capítulo 13
Capítulo 2 Capítulo 14
Capítulo 3 Capítulo 15
Capítulo 4 Capítulo 16
Capítulo 5 Capítulo 17
Capítulo 6 Capítulo 18
Capítulo 7 Capítulo 19
Capítulo 8 Capítulo 20
Capítulo 9 Hidden Fire
Capítulo 10 Jo Davis
Capítulo 11 Agradecimientos
Capítulo 12

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Capítulo 1
Traducido por clau12345
Corregido por Marina012

L
a parte trasera de la camioneta todo terreno llenó el parabrisas de Zack Knight
antes de que su agotado cerebro lo sacudiera a la conciencia, gritándole
tardíamente que apretara los frenos.
Demasiado tarde, presionó duro con su pie hacia el piso. Sólo le tomó una fracción de
segundo darse cuenta de que no sería capaz de detenerse con el pavimento húmedo
tras la lluvia, y que su estómago llegara hasta sus pies. Un latido del corazón le llevó
maldecir su estúpido lapsus mental y reconocer la muy real ironía de que un
bombero/paramédico causara un accidente de tráfico.
Un breve, sordo chillido de neumáticos se escuchó en sus oídos. Su clásico Mustang
1967 era bajo y estaba construido como una elegante bala de planta, por lo que el auto
patinó hasta la parte trasera de la camioneta con una fuerza un poco menor a la de un
disparo con arma de fuego.
Un fuerte y nauseabundo crujido de metal y el impacto sacude-huesos estuvo encima
antes de que pudiera parpadear. Así de simple. Una milésima de segundo de
distracción. En el trabajo había visto suficientes veces el trágico resultado.
Afortunadamente estaba vivo y al parecer ileso, aunque un poco aturdido y sin aliento.
La mortificación cortó a través del estado de shock… ¡Dios mío, acababa de chocar
por detrás a alguien!
—Oh, Jesús.
Desabrochando el cinturón de seguridad, miró detrás de él para comprobar si había
tráfico en sentido contrario en el carril de la izquierda y luego se lanzó a abrir la puerta
y se deslizó hacia fuera. Dando un par de pasos, hizo una mueca de dolor. El impacto
había lastimado su espalda y cuello. No estaba demasiado mal en ese momento, pero
por la mañana estaría condenadamente adolorido. Dejando a un lado su incomodidad,
cojeó hasta el lado del conductor de la camioneta que había golpeado. La mirada que
lo recibió hizo que su corazón se volteara. Una mujer sentada detrás del volante, su
rostro entre las manos, su expresión oculta por un largo y abundante cabello color
castaño miel.

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—¿Señora? —Ella no se movió, por lo que tocó la ventana, su pulso vibrando—.
Señora, ¿Está usted bien?
Lentamente, ella bajó las manos, levantó la cabeza, se volvió para mirarlo... y el
mundo hizo un giro poco gracioso.
Wow. La dama tenía un hermoso rostro ovalado que haría llorar a los ángeles. Una
supermodelo extremadamente hermosa. Ella abrió la puerta y él se retiró hacia atrás
para acomodarla, nervioso y apenado. Encima de todo, nunca había sido bueno
relacionándose con mujeres de cualquier nivel —patético, pero cierto— y ahora tenía
que evitar quedarse mirando como un idiota a la diosa de pie frente a él.
Una visiblemente molesta, con los ojos muy abiertos y de largas piernas diosa, usando
pantalones de cuero negro y botas de tacón alto, y un llamativo abrigo de cuero negro
y un suéter rojo difuso debajo. Oh, wow.

Y, santa mierda, ¡esos ojos! Dorados con un borde oscuro alrededor de las pupilas,
como un gato salvaje. Exótico. Por un breve segundo, se permitió preguntarse cómo
sería tirar la toalla y dejarse comer.
Sacudiéndose de su estupor, le tendió una mano.
—Dios, ¿estás bien? Lo siento mucho. Yo…

—¿No se detienen cuando ven las luces rojas allá de donde tú eres, Forrest Gump?

Ouch. Sin duda ella no creería que el hombre que se acababa de estrellar contra su
parte trasera —ahora, allí había un doble sentido innecesario— poseería lo que algunos
llaman un IQ de genio por encima de los 150.
—Como he dicho, lo siento. Soy Zack Knight y soy bombero y paramédico. ¿Podría
sentarse en tu camioneta y dejarme revisar tus signos vitales? —¡Oh, Cristo! A él le
gustaría como el infierno chequear mucho más que el pulso de la dama, si la agitación
en su pobre y abandonada ingle era alguna indicación.
Ella se rió, un sonido audaz, descarado y abundantemente hastiado. Como si la vida
fuera una gran y poco divertida broma tras otra, usualmente sobre ella. Zack conocía
bien el sentimiento.
Su sonrisa era impresionante, amplia y llena de rectos dientes blancos, disipando la
idea de que ella era la asustada víctima que él había llegado a pensar. No, esta mujer
era capaz de manejar cualquier cosa, y probablemente lo hacía. Dos veces.
—Mis signos vitales. Claro. ¿No lo has hecho ya lo suficiente? Gracias, terrón de
azúcar, pero tomaré el riesgo. Veamos el daño.
Se acercó a la parte trasera de su camioneta, una Explorer deportiva color rojo con el

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parachoques y la compuerta trasera dobladas hacia adentro, la pintura rayada. ¿No iba
su agente de seguros a estar entusiasmado? Esto tendría que hacer maravillas para su
premium, la cual no podía permitirse en primer lugar.
Incluso el Mustang, construido en una época en que los fabricantes no usaban botellas
de plástico como parachoques, había sufrido una parrilla destrozada y un capó
doblado. Cientos, si no miles de dólares por el desagüe. Zack se balanceó un poco,
sintiéndose algo mareado.
Tomando una respiración profunda, sacó la cartera del bolsillo trasero de sus
pantalones reglamentarios azules y retiró una de sus tarjetas. Se obligó a sí mismo a
encontrarse con sus ojos color ámbar en ángulo recto.
—Aquí tiene mi número del trabajo y el de mi celular. Llamaré a la policía para que
hagan el reporte, y escribiré la información de mi seguro mientras esperamos. ¿Suena
bien?
Ella asintió con la cabeza.
—Bien.
—¿Seguro que está bien? Realmente creo que debería ser examinada. —Él debería
hacer lo mismo, pero no lo haría. Tenía que llevar su culo a la estación, pronto, antes
de que el capitán lo sirviera rostizado en una bandeja.
La boca de ella se apretó.
—Sigamos adelante, campeón. Aquí hace más frío que en el trasero de un excavador
de pozos y la lluvia se está haciendo más fuerte. —Tomando un húmedo mechón de
pelo de detrás de su oreja, ella lo comenzó a girar.
—Espere. ¿Cuál es su nombre?
Arqueando una ceja, ella le lanzó una mirada penetrante, como queriendo decidir si
honrarlo o no con la información. Por primera vez, él se dio cuenta cuán alta era
realmente. En tacones superaba su metro ochenta y dos por dos centímetros y medio
más o menos. Sin ellos, debía ser casi de su tamaño.
Con sus labios sensuales curvados hacia arriba, sacó un bolígrafo con sus uñas color
rojo sangre.
—Corrine Shannon, bailarina exótica. Cori, si te gusta.
Mierda. Sí, me gusta.

Su voz ronca inundó su mente con imágenes traviesas de los labios de ella
mordisqueando por su cuerpo desnudo en la oscuridad…

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Whoa. Abajo, muchacho. Se aclaró la garganta y le extendió la mano.

—Eso está bien. ¿De una Compañía o p-privada? —Inmediatamente, quiso cortarse la
lengua. ¿Qué demonios le había dejado soltar una pregunta tan tonta?
—Privada. Trabajo en cumpleaños, aniversarios, despedidas de soltero... lo que sea.
De Jueves a sábado, 6:00 pm. a 2:00 am. —Su sonrisa se volvió conocimiento, salvaje.
Sus ojos castaños brillaban mientras se acercaba, empujó los anteojos de montura
metálica dorados más alto sobre la nariz de él y luego arrastró una larga uña sobre su
mejilla—. No te preocupes, bomberito. No puedes costearme.
Sus ojos se abrieron.
—Yo-no quise decir... no quería…
Cori giró sobre sus talones elegantemente, se dirigió de nuevo a su vehículo y se metió
en el, dejándolo con la boca abierta y la memoria de su toque ardiendo en su piel.
Hasta que se recordó que la mujer era una profesional. La seducción era algo natural
para ella, probablemente no significaba nada más allá de grandes propinas. Y su
experiencia con las mujeres era muy deficiente.
Apenas se volteó para marcharse, ella se asomó por su puerta abierta.
—Oye… ¿estás bien?
La suave pregunta, posada en una genuina preocupación y sin rastro de su actitud
anterior, casi le llega.
Esbozó una débil sonrisa que se sintió desequilibrada en su rostro.
—Sí, estoy bien.
Ella frunció el ceño.
—No te ves tan bien, Zack Knight.
Lo que hacía el día de hoy igual a cualquier otro.
—Voy a estar bien, pero gracias.
El extra largo doble turno de cuarenta y ocho horas que tenía por delante parecía una
hazaña imposible. Y cuando el mal tiempo que se avecinaba finalmente llegara, las
llamadas de emergencia serían más del triple. Una ola de puro agotamiento lo inundó
de nuevo, sin alivio en el horizonte. Desalentado, regresó al Mustang y utilizó su
teléfono celular para llamar a la policía. A continuación, llamó por teléfono a la
estación y habló con Eve Marshall, la única mujer en su estación de bomberos y su
amiga más cercana.

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—¡Zack, estás retrasado por casi una hora! Sean está de un humor de mierda, mi
amigo, y eso no te ayuda. ¿Dónde estás?
—Tuve en un accidente Eve. La policía…
—¡Mierda! ¿Estás herido?
—No, no. Sólo fue un choque menor. —Que quizás provocó unos cientos de músculos
desgarrados y unos pocos miles en daños a los vehículos, pero no dijo esa parte.
Eve suspiró de alivio.
—Gracias a Dios.
—Dile al capitán que estaré allí tan pronto como me sea posible, ¿puedes?
—Huh. Voy a tratar, pero ha estado encerrado en su oficina desde que llegamos,
gritándole a todo el que asoma su nariz, incluyendo a Six-Pack. Los escuchamos
gritarse uno al otro hace un rato. Se volvió muy desagradable.
Zack cerró los ojos. El teniente Howard “Six-Pack” Paxton y el capitán Sean Tanner
eran íntimos, los mejores amigos. Con los años, habían ido al infierno y regresado
juntos y más que nadie, Howard había estado luchando por ayudar a su amigo a
superar un horrible acontecimiento personal. Six-Pack era tan paciente como se veía,
un hombre de roca sólida. Si esos dos se estaban arrancando pedazos uno a otro, Zack
sólo podía imaginarse la divertida acogida que recibiría más tarde.
—Maravilloso. Si te pregunta, simplemente dile que estoy llegando. Dile también a
Six-Pack.
—Por supuesto. Me alegro de que estés bien, compañero —dijo ella con gusto.
Su evidente preocupación lo ayudó, sólo un poco, y sonrió a pesar de su horrible
mañana.
—Gracias.
Instalándose para esperar a la policía, se pasó una mano por su corto y húmedo
cabello.
Un rayo atravesó el cielo, extendiendo un dedo huesudo blanco a la tierra a lo lejos.
Un trueno lo siguió, con la promesa de que una lluvia helada constante ganaría
velocidad por la fuerza de la feroz tormenta de invierno que los analistas del clima
habían estado prediciendo. El espectáculo de luz y ruido era extraño para ser enero.
Se estremeció, sin saber decir si era por el frío que emparamaba su empapado cuerpo o
por la extraña inquietud que la proximidad de una tormenta siempre le provocaba.

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El policía, cuando por fin se dignó a llegar, resultó ser un aburrido y sarcástico
pinchazo. En su experiencia trabajando en estrecha colaboración con la policía en
accidentes de tráfico y situaciones de emergencia, la mayoría de los policías eran
frescos, aunque algo rudos. Este no era así. El día de suerte de Zack haciendo de las
suyas.
Idiota o no, tomó nota de la información pertinente en relación al accidente con
eficiencia y recibió la tarjeta que Zack prometió a la Sra. Shannon con la información
del seguro escrita. Por supuesto, el policía no pudo resistirse a la tentación de hacer
una burla o dos, mientras hacía a su trabajo.
—Bonito auto. Un clásico. ¿Es un poco demasiado rápido sobre el suelo mojado?
Zack hizo un esfuerzo para sonar respetuoso en lugar de enojado
—No venía a alta velocidad.
El policía arqueó una ceja.
—¿En un Mustang 67? Sí, claro.
—Usted no me cree. —Gran sorpresa.
—La gente molesta todo el día, Sr. Knight. No tengo motivo para pensar que usted sea
diferente, sea del departamento de bomberos o no. —Le tendió una tarjeta amarilla
pequeña y tecleó con un dedo fornido los ocho dígitos que había escrito en la parte
superior.
—Este es el número de mi reporte de tráfico. Dele esto a su representante de seguros
cuando llame. Bada-Bing, ya está listo. Trate de no pulverizar a nadie más, ¿quiere?
Reprimiendo una respuesta, Zack se metió la tarjeta en el bolsillo interior de su
chaqueta para protegerla de la lluvia persistente, la cual se había convertido en un
aguacero. Estaba tan frío y miserable, que su rostro se había vuelto insensible. Su
pecho se sentía pesado y su cuerpo le dolía como si hubiera sido golpeado con
martillos y no sólo a causa del accidente. Peor aún, ahora era muy tarde para su
guardia, así que el capitán definitivamente masticaría su trasero y lo escupiría para
luego encontrar otro método perverso de castigo. Fantástico.
—Ah, por cierto —dijo el policía, frotándose la barbilla—. Si tiene algunas diligencias
que hacer al este de la ciudad, manténgase alejado del puente de Sugarland. Oí que el
Cumberland está atestado a esta hora y están diciendo que habrá una segunda vuelta
de aguanieve fundiéndose como hubo toda la semana, por lo que la tormenta hará que
el río sobrepase los bancos esta tarde. Espero que su equipo no reciba ninguna llamada
de por allí.
Zack asintió con la cabeza, revisando un poco al hombre a la luz de su genuina

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preocupación.
—Yo también. Le agradezco el consejo.
El policía corrió hacia su auto patrulla y saltó dentro. Cuando el hombre se alejó, Zack
contempló la posibilidad de disculparse con Cori Shannon una vez más, asegurándose
de que estuviera bien después de haberse marchado.
Ella resolvió el asunto dándole una rápida despedida con la mano por la ventana y
luego rodó para incorporarse con cuidado al tráfico matutino. Demasiada caballería.
Con un suspiro cansado, hizo lo mismo, temiendo la confrontación inminente con
Tanner.
Todo lo que él podía haber estado esperando, terminó siendo mucho, mucho peor.
Rígido, temblando y saturado hasta los huesos, se aplastó dentro, dejando a su paso
charcos mientras atravesaba la sala de TV de la estación. ¿Dónde estaba todo el
mundo? Rezó por tener la oportunidad de cambiarse a su par extra de pantalones y su
camisa del departamento de Bomberos de Sugarland que estaban en su mesita de
noche antes enfrentarse a la ira del capitán.
Voces lejanas salían de la cocina, junto con el rico aroma de café recién hecho. Dios
bendiga a Six-Pack por insistir en que se abastecieran de una excelente mezcla de
Starbucks. No podía esperar a poner sus manos alrededor de una taza caliente. Si tan
sólo pudiera dejar de temblar lo suficiente para mantenerla firme. Los nervios se
habían fijado y el significado de cuán mal podía haber terminado el accidente lo
dejaron sacudido.
En la cocina, se encontró con Six-Pack apoyando su trasero contra el mostrador, con
los brazos cruzados sobre el enorme pecho, hablando en un tono tranquilo y sombrío
con Eve. Con su corto cabello marrón teñido de rubio en las puntas, su altura
imponente y su abultado físico, Zack siempre pensaba que Howard parecía un actor de
películas de acción. Él y Eve estaban vestidos con el mismo pantalón azul marino y
camisa polo obligatoria en el servicio, excepto que la ropa de sus amigos estaba cálida
y seca.
—Hey, chicos. —Ellos voltearon y él trató de un sonreír, pero no lo logró.
Six-Pack se apartó del mostrador y se acercó a él en tres pasos, Eve pegada a sus
talones, con la preocupación grabada en su accidentado rostro. El teniente puso una
gran mano en el hombro de Zack, aplastándolo con graves ojos marrones.
—Eve dijo que estabas bien. No te ves bien para mí.
—Nah, ni siquiera un rasguño. ¿Dónde está Tanner? —Miró alrededor con cautela.
Eve frunció el ceño.

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—Olvídate de Sean por un minuto. No estoy hablando de golpes y moretones en este
momento, mi amigo. Haz estado caminando por aquí como un zombi por semanas.
Lo único que sé es que eres con ese auto más meticuloso que con cualquier otra cosa.
¿Qué está pasando contigo?
Se encogió de hombros, mostrándose indiferente.
—He estado haciendo una gran cantidad de turnos dobles. Alguien tiene que
completar el turno B por Val mientras sana su pierna. Bien podría ser yo.
Debido a que necesitaba desesperadamente dinero extra y ninguno de sus amigos sabía
por qué. Después de que el año pasado Darius Knight sufriera un accidente cerebro-
vascular que lo obligara a permanecer en un asilo, descubrir que el viejo tenía una
deuda de juego con Joaquín Delacruz, un peligroso magnate de los hoteles y casinos
de Atlantic City, había sorprendido a Zack hasta la médula. Lo que aseguraba una
sucesión de noches de insomnio.
La fría promesa de Delacruz de dañar su cuerpo si no lo hacía recuperar su dinero,
lanzaba a Zack en un enfermo y vertiginoso tobogán hasta el infierno. Había ido a la
policía y al FBI, quienes dejaron de dar una mierda al enterarse de que la deuda era
legal. Delacruz sabía cómo jugar el juego. Las amenazas no son acciones, por lo que
las manos de las autoridades estaban atadas. Muy bien. Zack podría hacerse cargo de
sí mismo y si su propia seguridad fuera su único problema, le habría dicho a Delacruz
que la tomara.
Pero su padre estaba completamente incapacitado, en estado de coma e incapaz de
defenderse a sí mismo. Zack simplemente no tenía la capacidad de no importarle lo
que le había sucedido a su propio padre... aunque el sentimiento nunca había sido
devuelto.
Delacruz había arruinado a Zack en tiempo récord.
Su amado hogar, se había ido. Los ahorros de su vida que había construido para su
propio futuro, se habían ido. El Mustang, su orgullo y alegría, lo aferraba con la punta
de los dedos.
Nunca se recuperaría del golpe financiero, sin mencionar el golpe físico. Dios, estaba
tan cansado, que la mayor parte de las veces no podía ni recordar su propio nombre y
ya el equipo había comenzado a darse cuenta. El accidente de esta mañana había sido
un simple síntoma de un problema mucho más grande. Lo vigilarían como halcones
ahora, listos para intervenir si empezaba a hundirse.
No tenían idea de lo fácil que sería renunciar.
Veintiséis años de edad, sin un centavo y a merced de peligrosos delincuentes. ¿Cómo te gustan las
manzanas, genio?

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Eve tomó su mano, su bronceada y angulosa cara agrietada en un ceño fruncido.
Llamativos ojos azules miraban a su amigo con afecto.
—Zack, ¡te estás congelando! ¿Seguro de que estás bien? Te ves a punto de desmayarte.
—Estoy bien. Sólo quiero salir de est…
—¡Knight! ¿Dónde diablos has estado?
El capitán entró en la cocina desde el pasillo que conducía a la oficina y a los
dormitorios. La ruda cara de Tanner era tormentosa, sus sorprendentes ojos verdes
rompiéndose con furia.
¡Oh, mierda!

***

Cori Shannon miró el aguanieve a través del parabrisas, peleando con el volante en el
mal tiempo. Los limpiaparabrisas bailaban al ritmo de una canción de Aerosmith
mientras Steven Tyler follaba a alguien en el ascensor, el viejo teniendo más acción
que un equipo de los Navy SEALs1 con permiso de estar en tierra. Lo cual
normalmente habría alegrado su espíritu, el sonido del rock y la imagen mental de
alguien yendo tras lo que quería y consiguiéndolo.
Diablos, había perdido su clase matutina. Y justo antes de un examen importante.
Ahora tendría que sacar un tiempo que no tenía en su ya de por sí loco horario de hoy
para conseguir dos presupuestos de reparaciones de su camioneta, llegar a una agencia
de renta de autos y negociar con el seguro. Todo por culpa del tipo loco que se quedó
dormido al volante. ¿Cuál era su nombre?
Zack. El bombero.
La dulzura con ojos azules conservadores escondidos tras los lentes de montura
metálica. Alto, delgado, y en forma. Debía ser joven, veintitantos, con un suave
cabello negro carbón cayendo sobre su frente y enmarcando su amable rostro. Está
bien, una hermosa cara con un cuerpo delicioso que le hacía juego.

En verdad, ella no había sido capaz de apartar los ojos de la forma en que la camisa
mojada por la lluvia se aferraba a los duros músculos de su pecho. Había festejado a la
vista de sus pantalones mojados pegándose a sus largas y delgadas piernas, terminando
en un trasero perfecto.

1
Navy SEALs: se refiere a los equipos de marina, tierra y aire de la armada de los Estados Unidos.
Término acuñado con las iniciales en inglés de los equipos (Sea, Air, and Land Teams)

12
Oh, él era un hombre muy sexy, está bien, pero... había algo vulnerable en su mirada.
Algo profundo y triste que la drenaba, haciéndola querer tomarlo en sus brazos y
sostenerlo.
Debido a que, mierda, ella misma reconoció su expresión perdida. Loco, pero por una
fracción de segundo, había luchado contra el impulso de agarrar su mano y decir:
“Oye, volemos este lugar. Acepta y mandemos todo al infierno”.
Lo curioso era que parecía que el hombre podría haber aceptado la oferta.
No es que ella lo hubiera hecho, por mucho que la idea tuviera mérito.
—Eres una ciudadana respetable ahora, Corrine, mi niña —murmuró para sus
adentros—. No más decisiones desastrosas para ti.
Ella se estremeció. Alexander Gunter estaba muerto y ella había llegado bastante cerca
de pagar el precio más caro por regalarle sus sueños la primera vez que se dejó ver por
la cuadra. Por haberse casado con un hombre que vestía el disfraz de un salvador antes
de descubrir que debajo había un chacal sin escrúpulos.
De hecho he ido. Estuvo tan cerca de realizar su sueño, que podía saborear el éxito. A
pesar del mal inicio de su día, la felicidad se rizaba en su vientre. La graduación de
mayo estaba apenas a cuatro meses de distancia. Por Dios, ¡lo había logrado! Un cargo
en el Centro Médico Sterling, el nuevo hospital de Sugarland, era suyo.
En pocos meses, después de que la última de sus facturas escolares fuese pagada y
comenzara a recibir un cheque regular por su nuevo trabajo, comenzaría a repagarle a
su hermano mayor una cuota por su último “regalo”. Los regalos de su hermano
llegaban con muchas restricciones. Ella odiaba deberle, y él lo sabía.
Todas sus deudas serían historia.
Lo mejor de todo, es que ella dejaría el baile exótico para siempre.
A pesar de su disgusto por tener que usar su cuerpo para lograr un fin, el dinero era
fantástico y rápido lo que servía a dos propósitos. Uno, sacar su vida de la pesadilla
que significaba su matrimonio con Alex. Dos, demostrarle a su hermano que podía
cuidar de sí misma, sin necesidad de ser pisoteada por la realeza con su método.
Con el ceño fruncido, se preguntó por qué demonios le había dado a Zack Knight una
impresión sesgada de sí misma. ¿Por qué no le había dicho simplemente que estaba en
la escuela de enfermería? Una pizca de desafío mostrando su fea cabeza, supuso. Alex
la habría matado si hubiera vivido para descubrir cómo estaba pagando por su
educación, si no lo hubiese hecho por desafiar su edicto en primer lugar.
Sí, una parte secreta y perversa de ella había querido ver cómo reaccionaba Zack ante
una noticia que tendría a la mayoría de los hombres jadeando de anticipación —

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aunque incorrectamente— por una revolcada fácil.
No esta vez. El recuerdo de sus ojos azules nadando en inocencia ante el
descubrimiento de su profesión causó un dolor extraño en una parte de su corazón.
Ningún chico podría ser tan dulce e ingenuo a estas alturas de la vida.
Qué cambio tan refrescante.
Púdrete en el infierno, Alex.

Un rayo y el redoble de un trueno hicieron que Cori saltara devolviendo su atención al


camino. El aguanieve conducía hojas contra el parabrisas, reduciendo la visibilidad a
casi nula. Apretando el volante en un agarre que volvía sus nudillos blancos, tomó la
decisión de detenerse a la primera oportunidad y esperar hasta que el tiempo cediera.
Tal vez estacionarse en un restaurant de comida rápida, disfrutar de una taza de café
para no resfriarse. Ya había perdido su clase, así que ¿qué más daba?
El problema era que no había buenos lugares donde detenerse a la vista. El puente de
Sugarland apareció en el horizonte, un espectro fantasmal envuelto en gris. La mañana
se había vuelto tan oscura que casi no podía decir dónde terminaba el cielo y
comenzaba el río creciente por debajo del puente.
Presionando el acelerador, reprimió un estremecimiento nervioso. Las alturas la
aterraban, siempre lo habían hecho. Si a esto le sumabas que era un puente de setenta
años que el condado debía haber reemplazado hace ya varios años, que el agua había
subido y había una feroz tormenta, tenías un verdadero destructor de vejiga.
Echando un vistazo por el espejo retrovisor, vio a un par de luces que se acercaban por
detrás. El diluvio podría estar distorsionando las cosas, pero parecía que las luces se
acercaban demasiado rápido para lo traicioneras de las condiciones.
Empezando a pasar el puente, se puso tensa, dividiendo la atención entre conducir con
cuidado y el idiota que de hecho estaba acercándose rápidamente detrás de ella. ¿Qué
tonto necesitaba estar tan apurado en medio de unas condiciones tan terribles cómo
estás?
El conductor estaba cerrando la brecha entre ellos a un ritmo alarmante, dado lo
rápido que se ampliaba el resplandor de los faros en su extremo posterior. El idiota no
trataba de pasarla, pero estaba encima de su parte trasera a muy pocos metros.
Demasiado peligroso y loco. Cori se mantuvo estable, decidida a lograr orillarse hacia
un lado para que el auto pudiera sobrepasarla. Sólo un poco más lejos y…
Un estallido sordo sonó una fracción de segundo antes de que Cori se diera cuenta de
que a su camioneta le había estallado un neumático. El vehículo se salió a la derecha y,
presa del pánico, tiró del volante en sentido contrario tratando de corregirlo.
En un día claro, en condiciones secas, hubiera podido enderezar el vehículo sin ningún

14
contratiempo. Pero no en lo que bien podría ser el último día de su vida.
Cruzando el carril contrario, vio las barandas del otro lado aproximarse a una
velocidad aterradora. En una acción refleja, pisó fuerte el freno, haciendo que la
Explorer patinara sin detenerse. Demasiado tarde.
Cori gritó cuando la camioneta se disparó hacia la barandilla. Una ensordecedora
explosión de cristal y de metal pulido ahogó todo lo demás. La bolsa de aire se infló
frente a su cara, salvándola de estrellarse contra la dirección o el parabrisas, pero el
accidente sacudió cada uno de los huesos de su cuerpo. El terrible aullido del metal
que parecía no terminar nunca duró sólo unos segundos.
Ella se sentó aturdida, incapaz de moverse, haciendo un balance.
¿Dolor? Todavía no. Después de que pasara la conmoción, sin duda.
¿Mareo? Oh, sí. Su cabeza le daba vueltas. El vehículo, que parecía tener la nariz
inclinada hacia abajo, se sacudía como un niño en un sube y baja. Cristo, realmente
debió haber sacudido su cerebro para que se compensara con una acción de este tipo.
Al menos las luces de los faros se habían ido.
Frunció el ceño y volvió la cabeza para mirar por la ventana a su lado, haciendo una
mueca ante una punzada de dolor en la sien. ¿Qué sabes? El idiota no se había detenido
aún. A diferencia del balanceo.
Oh, no. El movimiento no era de vértigo.
Con las manos temblando, empujó la bolsa de aire desinflándola lejos de su cara y
miró a través del parabrisas roto. El terror adormeció todo su cuerpo como una
inyección de novocaína.
—Oh Dios, oh mierda...
Su Explorer se tambaleó unos metros por encima de la abundante y enojada corriente
del Río Cumberland.
No había nada entre ella y una tumba de agua, excepto la mano de Dios.

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Capítulo 2
Traducido por clau12345
Corregido por Marina012

E
l capitán cruzó hacia el grupo, con sus caderas inclinadas de una manera que a
Zack le recordaba una pantera preparándose para desgarrarlo a pedazos.
Eva miró a Zack.
—Lo siento, amigo. Traté de explicarle, pero no quiso escuchar.
La mirada de Tanner tocó brevemente la suya
—Y como ya te he recordado, no eres su madre. Deja que el “Chico Maravilla”
invente sus propias excusas —le dijo A Zack—. Esta es la cuarta vez que llegas tarde
este mes. Comienza a hablar.
El calor subía por el cuello de Zack, pero se mantuvo firme.
—¿Realmente haría alguna diferencia? Me conoces desde hace cuatro años, Cap. En
todo este tiempo, esas han sido las únicas ocasiones en las que he llegado tarde. Lo
lamento, no pasará otra vez.
—Lo dice el perezoso que no desechó apropiadamente la basura ni limpió el baño el
mes pasado cuando le tocaba su turno —disparó el capitán de regreso.
—Esa no es toda la historia. Le pedí ayuda a Salvatore.
—Por no hablar de tomar una semana libre mientras Six-Pack estaba en el hospital
recuperándose de una maldita herida de bala que casi lo mata. Tu egoísmo salpica a
todo el equipo.
Maldita sea. ¿Acaso había tenido elección?
—Clay cubrió mis turnos.
—Y tampoco pudiste limpiar el Quint antes de irte al turno B el miércoles y Clay,
cubriendo tu culo de nuevo, lavó y sacó el maldito lodo por sí mismo.
Zack se quedó mirando a Tanner, quien dio un paso para acercarse, haciéndolo
calentar.

16
—Me fui temprano con malestar estomacal…
—¿Dónde está tu parte del dinero para los comestibles? Todavía debes lo del mes
pasado y los demás están hartos de dar la cara por ti. O pagas o no comes.
Zack se quería morir. Deseaba que el infierno pudiera abrirse bajo sus pies y terminara
el trabajo. ¿Creía el capitán tan poco en él como para pensar que sería capaz de tomar
algo por lo que no había pagado? ¿No había notado ese hombre que tenía semanas
comiendo pan con Boloña y mantequilla de maní de una bolsa de papel, si es que
acaso comía?
No quiso defenderse de nuevo. No, bajo el dolor de la tortura.
Eve, erizada de cólera, empuñó sus manos sobre las caderas, no viendo el problema.
—¡Espera un maldito minuto, Tanner! Zack no…
—Mañana traeré el dinero. —Cómo lo haría sería otro problema, pero conseguiría el
dinero de alguna manera.
—Claro.
—¿Me estás llamando mentiroso? —Zack incrédulo, miró boquiabierto al capitán.

—Si el zapato te sirve.


“Vago” era bastante malo. De todas las cosas que le habían dicho, “mentiroso” era lo
peor. Y delante de la mitad del equipo, no menos. Este no era el hombre al que había
admirado durante tanto tiempo. Se quedó inmóvil, incapaz de mostrar cuán herido
estaba por esas palabras.
—¿Por qué no tratamos esto en tu oficina?
—¿Por qué no me dices por qué tienes casi dos horas de retraso, maldita sea? —gritó
Tanner.
—T-tuve un choque en mi camino hacia acá, señor. Le llegué por detrás a otro
vehículo, pero nadie resultó herido. ¿S-satisfecho? —Maldita sea, le hubiese gustado
evitar que sus dientes castañearan. Lo último que quería era parecer intimidado frente
a Tanner, pero tenía tanto frío.

Tanner se le quedó mirando un largo rato, su mirada gélida.


—Nadie resultó herido esta vez, así que ¿eso hace que todo esté bien?

—Sean —advirtió Six-Pack.


¡Ah, mierda! Sin saberlo, había apretado el peor botón caliente del capitán. ¿Cómo
desactivarlo?

17
—No, señor. Solo narro los hechos. El accidente fue mi culpa, pero fue un golpe
menor y tanto la dama como yo estamos bien. —Extendió las manos, tratando de
hacer una broma ligera—. Estoy aquí ahora y listo para trabajar, a menos de que
quisieras darme una nalgada y enviarme a tiempo fuera.
La broma salió mal. Tanner agarró un puñado de la parte delantera de la camisa
empapada de Zack y lo golpeó hacia atrás contra los gabinetes de la cocina.
—Tú, pequeña mierda sin valor. ¿Puedes buscar en mi cara y focalizar el hecho de que
pudiste haber matado a una dama inocente?
Horrorizado, Six-Pack saltó hacia adelante y haló al capitán hacia atrás, obligándose a
sí mismo a interponerse entre sus dos amigos.
—Sean, ¡Jesucristo!
Zack negó con la cabeza, el corazón en la boca.
—No, yo…
Tanner se lanzó de nuevo, obviando el agarre de Six-Pack sosteniéndolo hacia atrás.
—¿Y si ella tenía un marido y unos niños que la amaban? ¡Ella podría estar muerta y
eso estaría en tu conciencia para siempre! ¡Por tu culpa!
La boca de Zack trabajó, pero su voz lo abandonó. Six-Pack no tuvo ese problema.
Haló al capitán lejos de Zack y empujó fuertemente a Tanner por el pecho, enviándolo
un par de pasos hacia atrás.
—¡Cállate, maldita sea! El accidente de Zack no tiene nada que ver con el que se llevó
a Blair y a los niños. Estás muy lejos del final. Cálmate y pídele disculpas a Knight
antes de que yo vaya sobre tu cabeza y te reporte con el jefe del batallón y no pienses ni
por un jodido minuto que no lo haría.
Tanner miró a Six-Pack, jadeando como un animal atrapado. Zack y Eva se miraron,
atónitos. Era difícil decidir qué era más sorprendente, Howard lanzando la bomba y
teniendo las bolas como para hacer pública la manera en que la familia de Tanner
murió, o su muy real amenaza de hacer un informe. Porque el teniente quiso decir
cada una de sus palabras, sin duda.
Tanner cambió su mirada a Zack y la sostuvo un largo momento, haciendo un
esfuerzo visible por obtener control. La locura se desvaneció, pero no había calidez. Y
ciertamente, respeto tampoco.
—Me disculpo por tocarte. El que metas la pata en cualquier lugar fuera del trabajo no
es de mi incumbencia, a menos que resultes arrestado. En el trabajo es otra historia.
No voy a ceder en ese punto. Si no puedes traer tu trasero a la estación, voy a
encontrar a algún OCB que sí pueda.

18
De alguna manera, Zack encontró su voz.
—¿M-me quitarías mi rango?
Como operador del camión de bomberos, el hombre responsable de conducir y
mantener el Quint, el camión más grande y mejor equipado de la ciudad, poseía un
duramente ganado estatus, solo superado por el del capitán y el teniente. Muchos
bomberos matarían por el trabajo que él amaba. Un golpe más y estaría acabado.
Nunca sobreviviría a un recorte de salario y, además del Mustang, su trabajo era el
único punto brillante en su existencia.
—No me des más razones para considerarlo y no tendremos problemas —murmuró el
capitán—. Ahora que nos has honrado con tu presencia, encuentra algo útil que hacer.
Sean giró sobre sus talones y se alejó hacia la bahía, dejando tras de sí un incómodo
silencio. Eve se le quedó mirando, con una rara y sin disfrazar mirada de preocupación
en su rostro, la mirada que la mujer le da a un hombre, no la de un miembro del
equipo a su capitán.
Lástima por ella, alimentando una atracción por un hombre con el corazón roto.
¿Puedes deletrear “condenado”? No sólo ella, sino todo el equipo si no lograba conseguir
el agarre. Un desastre en el hacer.
Zack se sintió mal. Literalmente. Los dolores y escalofríos se ponían peores a cada
momento, el calor irradiaba de su rostro. Su cuerpo estaba extrañamente caliente bajo
la ropa congelada. Grandioso. Y no se atrevería a volver a casa enfermo después de la
horrible escena con el capitán.
Le dio a sus amigos una leve sonrisa.
—Bueno, eso fue muy divertido. ¿Dónde están Tommy y Julián?
Six-Pack resopló.

—Escondidos en sus literas como los débiles cobardes que son. —Sus ojos marrones se
suavizaron con simpatía—. Oye, no te preocupes por Sean. Sabes que no quiso decir
nada de lo que dijo. Él no es él mismo. El decimonoveno cumpleaños de su hijo es, o
hubiera sido, la próxima semana. Eso no le da derecho a agarrarla contigo, pero yo
solo digo.
—¡Ah, Jesús! —suspiró Zack, dolido por Tanner después de que su amigo le dijera
esas horribles cosas. Cosas que realmente no sentía, sino que eran producto del terrible
dolor con el que vivía todos los días. Debía ser agonizante para el capitán ver que su
mejor amigo estaba felizmente casado con su nueva esposa, Kat, y contemplando una
familia propia.
—¿Por qué no te quitas esa ropa mojada? Después de cambiarte, te revisaré, dado que

19
no fuiste al hospital. —Eve lo regañó.
—No te preocupes por m… —Cualquier otra cosa que Zack hubiese estado a punto de
decir fue interrumpido por tres tonos fuertes que se escucharon por el nuevo sistema de
intercomunicación. Todo el mundo quedó en silencio, tratando de escuchar la llamada
a través del trueno y el choque de luz que se observó por las ventanas.
Mientras la voz femenina computarizada relataba la emergencia, la bola de terror
apoyada en sus entrañas desde la tormenta comenzó a transformarse en un verdadero
temor. Un conductor se había desviado fuera de control y se había estrellado contra
una barrera de protección en medio de la tormenta.
La camioneta estaba colgando del puente de Sugarland, a un pelo de hundirse en la
crecida del río.

***

A-shift había trabajado en algunas escenas difíciles durante los últimos años, se había
movido en el filo de la navaja en algunas situaciones desgarradoras. Pero a medida que
Zack llevaba el camión más allá de la barricada de la policía y se acercaba a la cima del
puente, Tanner soltaba unas cuantas creativas maldiciones mientras que él observaba
en silencio. Dios todopoderoso, esta de verdad era mala.
Tanner dirigió la situación desde su asiento en la parte delantera junto a Zack. Por el
momento, el capitán era todo negocio, poniendo su anterior desagrado en espera.
—Amarremos la cadena alrededor de algo sólido, como la baranda opuesta o el
soporte del puente, luego enganchemos el eje trasero de la camioneta para tratar de
estabilizar el vehículo. Saquen a la persona por la parte de atrás.
—Sí, señor. —Zack frunció el ceño, mientras la tambaleante Explorer aparecía frente a
su vista. El reconocimiento apareció, golpeando su estómago como un puño—. Hijo
de puta.
Tanner volcó su aguda mirada sobre la cara de su OCB.
—¿Qué?
—Es ella. La dama que choqué de camino al trabajo.
—Mantén la cabeza en el juego, chico. Esto no necesariamente significa algo.
Los pensamientos de Zack eran un espejo de los de Tanner. La mujer podía estar más
herida de lo que Zack originalmente había pensado. Podía haberse desmayado. O

20
quizás estaba tan afectada por el golpe que un momento de inatención pudo haber
dado lugar a la situación actual. De cualquier manera, la idea de que podía ser
responsable de que la vida de esa mujer estuviera literalmente guindando, aún sin
saberlo, lo llenaba de pavor.
Si lo que pasó con Cori Shannon era su culpa, Tanner no tendría que despedirlo. Él
estaría acabado.
Halando la visera de su sombrero hasta los ojos, Zack abrió la puerta y bajó del Quint,
haciendo una mueca ante el dolor de sus músculos. El viento aullaba temerosamente,
las fuertes corrientes de aire amenazaban con arrastrar tanto al hombre como a la
máquina directo contra la estructura y hasta el infierno. La lluvia azotaba su cuerpo
como agujas heladas absorbidas por su piel una vez más, sintiendo el frío hasta en sus
huesos, a pesar de vestir un grueso saco, pantalones y sombrero.
Y a pesar de que no le había dicho nada a nadie sobre la creciente fiebre, Zack
temblaba tan fuerte que no había manera de que Tanner no se diera cuenta, pero el
idiota testarudo nunca lo reconoció. Estaba caliente y frío por turnos, con sus
extremidades pesándole una tonelada. Una vez que la Sra. Shannon estuviera a salvo y
la situación hubiese quedado atrás, colapsaría en su litera de vuelta en la estación.
Dudada que fuera capaz de manejar hasta su apartamento aun cuando quisiera
hacerlo.
Abriendo un compartimiento lateral del Quint, él y Tanner lucharon con una gruesa
cadena de resistencia industrial mientras que Eve y Tommy Skyler corrían hacia la
Explorer. Six-Pack y Julian Salvatore saltaron fuera de la ambulancia y trotaron hasta
Zack y Tanner.
—Amarren esto alrededor de la baranda de allá —le gritó Tanner a Salvatore por
encima de los rayos y el sonido del trueno—. ¡Dense prisa!
Después de dispararle al capitán una mirada triste que hablaba fuerte, Salvatore asintió
con la cabeza. Manipular metal en medio de una tormenta, expuesto en un puente
abierto, era un riesgo necesario con consecuencias potencialmente mortales. De todas
las peligrosas batallas libradas en ocasiones, la madre naturaleza era el oponente más
formidable. Algunas personas no podían enfrentarla y regresar a casa a contar la
historia.
Mientras Skyler ayudaba a Salvatore, Zack corrió al lado de la Explorer, viéndola
balancearse. La puerta del conductor estaba posicionada hacia el espacio abierto, el
agua turbia agitándose justo debajo. Para ver a Cori, tendría que inclinarse
cuidadosamente sin tocar el auto, ya que con cualquier movimiento perdería su
equilibrio a causa del viento y caería por el puente. Con el peso del equipo, se hundiría
como una piedra.
Llamó a la ventana tan duro como se atrevió.

21
—¿Señora? ¿Señora Shannon? —Lentamente, ella volteó su cabeza para asomarse a
través del cristal salpicado de lluvia—. Departamento de Bomberos de Sugarland.
¿Está usted herida?
—Me golpeé en la cabeza —dijo ella, con la voz apenas audible bajo la furia de la
tormenta—. No tengo nada roto.
Gracias a Dios por eso. Una contusión, probablemente, pero todavía podía tener
lesiones internas. Trató de sonar alentador.
—Eso es bueno. Escuche, le prometo que la sacaremos de aquí. No se mueva mientras
aseguramos la parte de atrás y luego podremos sacarla por la compuerta trasera. ¿Está
bien?
Después de una pausa, ella asintió con la cabeza.
—Esa es mi chica. Voy hacia la parte trasera y…
—¡No! ¡No me dejes! —se lamentó ella, sacudiendo su cabeza.
—No voy a dejarte, Cori. Te doy mi palabra. —Le dio a su voz un hilo de acero,
usando su primer nombre a propósito. Asegurar la calma, la familiaridad… los
bomberos la usan para mantener a la víctima tranquila—. No voy a ir a ninguna parte
excepto a la parte de atrás para reunirme contigo.
—¿Me lo prometes? —Cori empujó un mechón de pelo húmedo de color marrón lejos
de sus ojos. Incluso a través del aguanieve, podía ver la tensión y el miedo grabado en
su pálido rostro.
Cori estaba aterrorizada. Dependiendo de él. En ese momento, los problemas de Zack
y la enfermedad que amenazaba con derrocarlo, desaparecieron. Todo su mundo se
redujo a un diminuto punto de determinación. Nada importaba excepto cumplir su
promesa, poniéndola a salvo.
—Por supuesto. Solo dame unos segundos.
—B-bien.
Mientras Zack corrió hacia la parte trasera del vehículo, se preguntó si ella le habría
reconocido. Probablemente no, con la tormenta oscureciendo su visión y el sombrero
protegiendo su cara. Si ella estaba en estado de shock, ni siquiera podría haber pensado
en cómo sabía su nombre.
Skyler y Salvatore aseguraron la cadena con un gran gancho en uno de sus extremos en
el eje trasero. El otro extremo, lo envolvieron varias veces alrededor de la baranda en
el lado opuesto del puente, para sacar el vehículo tanto como fuera posible.
Salvatore hizo un gesto con la mano en el soporte improvisado.

22
—No me gusta esto —dijo en su marcado acento latino, el cual siempre se notaba más
en situaciones de estrés—. La barrera de seguridad no puede aguantar el peso muerto
si se suelta.
—Es con lo que tenemos que trabajar. —Señaló el capitán con un dedo hacia
Howard—. Six-Pack, eres el más pesado. Tu peso puede ayudar a mantenerlo firme
mientras la agarras…
—No. —Ese simple, filoso comando de Zack consiguió la atención de todo el equipo.
Incluido Tanner, quien lo miró fijamente—. Le prometí a la Sra. Shannon que entraría
y la sacaría, y no voy a romper mi palabra. Ella está pendiendo de un hilo y la
necesitamos calmada.
La cara de Tanner se oscureció con una ira lo suficientemente violenta como para
rivalizar con la tormenta.
—Knight, ¿escuchaste lo que yo…?
—Escuché Cap, pero aun así voy. La Sra. Shannon no tiene tiempo para que nos
quedemos aquí discutiendo al respecto. —Sobrepasando a Tanner, se volteó hacia
Skyler, el miembro más joven del equipo—. Tommy, consigue la escotilla.
Skyler se le quedó mirando, con sus pálidos ojos abiertos, la mandíbula caída. Dándole
crédito, se volteó y giró el picaporte, abriendo la compuerta trasera sin argumentar. La
puerta abrió fácilmente, a pesar de haber sido doblada en el choque anterior. Tenía que
hacerlo de todos modos, así que Zack esperaba que Skyler no fuera al infierno más
tarde. Su propio empleo, sin embargo, estaba probablemente condenado.
—¿Qué es esto? ¡Mira! —Agachada cerca del neumático trasero derecho, el cual estaba
suspendido a un par de metros del suelo, Eve señaló la rueda.
—Un neumático se explotó. —Observó Six-Pack—. Eso fue lo que la mandó hasta la
plataforma.
—No sólo un neumático desinflado. Un agujero de bala. —Guiado por Eve, Salvatore
metió un dedo en la goma alrededor de dos centímetros y medio de la llanta—. De
donde yo vengo, debería saberlo. Madre de Dios2. Skyler, consigue a un policía para que
venga a echar un vistazo.
Skyler corrió por el puente, hacia la barricada. Otra ola de calor y el frío inundó a Zack
y tuvo que concentrase fuertemente para no dejar que su debilidad se mostrara. Una
bala. Jesucristo, ¡alguien le disparó en un neumático! ¿Quién haría algo tan malicioso?
—Vamos a empujar el vehículo hacia abajo, para que las ruedas vuelvan a tocar tierra
—dijo Tanner. Se posicionó en la esquina derecha del vehículo, apoyándose justo en el
interior de la escotilla, Six-Pack a la izquierda. Los dos hombres colocaron sus brazos
en la compuerta, por encima del parachoques—. Lento y suave.
2
Original en español.

23
Cuando los neumáticos traseros tocaron el pavimento, el capitán asintió con la cabeza
hacia Zack. Con cuidado, colocó un enganche al lado de Tanner y bajó el asiento
trasero para liberar un poco el camino. Mover a Cori del asiento del conductor y trepar
por encima de la consola debía ser la parte difícil.
Empujando el sombrero hacia atrás, gateó dentro del auto. Sobre sus manos y rodillas,
centímetro a centímetro.
—¿Cori? ¿Sigues aquí conmigo?
—¡Date prisa! —Muy lejos quedó la actitud arrogante de su reunión anterior.
Su corazón se sacudió en respuesta al terror en ella.
—Estoy aquí, pero debes encontrarte conmigo a mitad de camino.
—¡Nooo! ¡Si me muevo, vamos a caer!
—Si no lo hacemos, caeremos de todos modos. Quieres que te saque, ¿no?
—Sí, pero no puedo…
—Sí puedes. Escúchame. Desabrocha tu cinturón de seguridad. Hazlo ahora.

Ella lo hizo, sacando la correa encima de su hombro.


—Está bien. Ahora, ¿qué?
—Bien. Gira tu cuerpo a la derecha, suave y despacio, hasta que puedas verme. —El
cuero del asiento chilló mientras seguía sus instrucciones, girando en el asiento.
Colocando una mano temblorosa sobre la consola, le dio una primera mirada.
Instantáneamente sus ojos se ampliaron al reconocerlo.
—¡Tú!
Intentó una sonrisa tranquilizadora.
—Debe ser la fortuna, ¿no? No te preocupes. A pesar de la anterior evidencia de lo
contrario, estás en buenas manos.
Ella soltó una carcajada temblorosa que no llegó a ocultar su miedo.
—Así que no eres una completamente tonto. Es bueno saberlo, Zack.

Él le sonrió, contento de que le quedara cierto descaro, incluso si la púa iba directo a
su cabeza. Eso significaba que estaba pensando con claridad y que podría ayudarla a
salir de este desastre.
Un crujido de metal llegó a sus oídos desde algún lugar detrás de él y una fuerte

24
maldición de Salvatore.
—¡Muévete, amigo3! ¡No va a aguantar por mucho tiempo!

¿Amigo? ¿Desde cuándo? Salvatore no lo soportaba, por lo que él y Cori debían estar
con la mierda hasta el cuello. Un hilo de sudor se deslizó por la febril mejilla de Zack
mientras avanzaba hacia adelante. Ofreciendo una mano.
—Cori, trepa por encima de la consola.
—Zack…
—Si no lo haces, los dos moriremos, porque no me iré sin ti. Lo prometo.
Ella miró su mano estirada. Captando la verdad en su rostro. Él daría de buena gana
su vida por ella. Su resolución parecía fortificarla, por lo que dejó escapar un profundo
suspiro.
—Está bien. Aquí voy. —Sacudiéndose un poco, se arrastró hacia adelante,
apretándose entre los asientos. Una mano delante de la otra.
—Lentamente. Solo un poco más.
La camioneta dio una sacudida repentina, bajando su trompa. Cori gritó, buscando
agarrarlo, pero lo perdió. El metal chilló, el ruido ensordeciendo todo mientras el auto
se deslizaba, rompiendo el chasis. No tenía que mirar para saber que la baranda estaba
cediendo. O que Sean y Howard ya no estaban manteniendo presionada la compuerta.
La camioneta estaba inclinada hacia el río crecido en un ángulo extraño.
Con nada que lo detuviera, el impulso lo mandó hacia la parte de atrás del asiento.
Dulce Jesús. Si se acercaba, chocaría contra Cori y los mandaría a los dos a través del
destrozado parabrisas delantero.
El vehículo se estremeció y se detuvo.
—Zack, ¡sal de allí, maldita sea! —gritó el capitán—. ¡Agarrarla y sal!
Inclinado sobre la fila de asientos, llegó hasta Cori, una vez más.
—Ahora o nunca.
Arrastrando sus pies con botas contra el asiento del conductor, Cori se empujó por
encima de él en un último esfuerzo, con su hermosa cara completamente enfocada.
Determinada. Cuando buscó sostener sus manos esta vez, no las perdió.
Zack sacó a Cori sobre el asiento, prácticamente la arrojó hacia la escotilla abierta.
Sosteniendo sus brazos por debajo de ella, empujó su trasero con fuerza hacia sus
compañeros de equipo. Hacia la libertad.

3
Original en español.

25
Varios pares de manos la llevaron a puerto seguro y él suspiró en alivio. Cori estaba
fuera. Siguiéndola desde atrás, se revolvió hacia la abertura. Sus dedos se envolvieron
alrededor de la compuerta y se alzó…
Justo cuando la baranda que sostenía la cadena se desprendió.
Un terrible chillido de metal llenó el aire. Un rayo dividió el cielo y el trueno cayó al
tiempo que el riel se soltó. La cadena se soltó, la baranda sonando violentamente como
un arma de fuego. Un golpe se estrelló contra su cabeza con la fuerza de un disparo,
haciéndolo volar hacia atrás por el impacto.
—¡Zack, nooo!
Voces gritando. Ahogados por la tormenta mientras la camioneta se deslizaba libre de
su agarre. Se tambaleó con ella, cayendo, cayendo. Vio el puente desaparecer.
La puerta trasera se cerró de golpe, mientras que la camioneta cayó en el río, con
fuerza, y rodó. Él chocó contra todo dentro de ella, a lo largo del camino, y pensó:
Bueno, mierda. Aquí van mis lentes nuevos. ¿El seguro cubrirá un par nuevo?

El agua helada se precipitó a entrar, llenando la cabina. Arrastrando la pesada ropa


protectora que serviría como su mortaja, si no lograba salir. Antes de que el agua se
cerrara sobre su cabeza, se las arregló para tomar una profunda respiración.
La Explorer se sacudió una vez más, terminando el movimiento lateral en una parada
impactante, como si chocara contra algo en medio de la corriente. ¿Uno de los
soportes del puente?
La cabeza de Zack, todo el lado derecho de su cara, latía con intensa agonía que ni los
golpes ni el agua helada podían borrar. Desorientado, buscó a tientas una ventana o la
manija de una puerta.
¿Por dónde salgo? ¿Dónde? Nada más que la negrura.
Buscó, pasando su mano por todo el interior. Cuero. Un asiento, pero ¿cuál? El
complicado engranaje lo presionaba hacia abajo y debía salir, pero su necesidad de
alcanzar la libertad lo presionaba peligrosamente cerca del pánico. Mantén la calma.
Busca el parabrisas, sal a través del vidrio roto, luego quítate el saco. Empujó hacia adelante,
con las manos, pero estaba nadando a ciegas. Completamente volteado. En su lugar,
encontró una ventana lateral, el borde de una puerta.
Zack tiró de la palanca, empujando. La puerta no se movió y el pánico apuñaló su
pecho. Girando en la dirección opuesta, intentó conseguir otra vía de escape. Los
segundos pasaron, tal vez medio minuto. Sus posibilidades se escapaban. Consiguió
otra puerta, pero para ese momento, sus pulmones quemaban. Necesitaba aire.
Encontró un mango diferente. Tiró, empujó. Pateó el vidrio. Todo fue en vano.

26
Sus pulmones gritaron, sus inútiles esfuerzos por liberarse se desaceleraron. Como un
golpe de la realidad, el horror electrificó su cerebro.
No saldría vivo de esta.
Hace dos horas, se había entretenido dándose por vencido. Ahora, deseaba
desesperadamente vivir. Involucrarse con la vida de nuevo. Encontrar quién le había
disparado a Cori Shannon y por qué. Quizás llegar a conocerla mejor y… ¿qué?
Pero el destino le había robado esas opciones.
Por favor, Dios, ¡no me quiero morir! Ayúdame...

El apreciado aire se soltó de sus pulmones. Incapaz de detener lo inevitable, aspiró


grandes tragos de agua salobre. Agarrando el vidrio, la puerta. Ningún uso.
Sus miembros se volvieron pesados, negándose a funcionar por más tiempo. Su lucha
cesó, terminando la pelea. La conciencia comenzó a desvanecerse, junto con el dolor.
Además de su equipo, ¿quién lamentaría su pérdida?
Nadie. Ni siquiera su padre.
Eres una decepción, muchacho. Desperdiciando la inteligencia superior que Dios te dio en un
trabajo de ciudad, que no va a ninguna parte.

Si pudiera, se reiría de la ironía. Su padre había estado justo detrás de todo eso. Y no
podía ni siquiera culpar por su trágico final a la puta deuda de él y sus peligrosos
amigos.
No había tiempo para lamentaciones. No más miedo. Sólo una extraña ligereza en su
cuerpo mientras que, como finalmente aceptaba, se dejaba ir.
Zack sonrió para sus adentros, levantó su enguantado dedo del medio en señal de
desafío.
Consigan sus setecientos cincuenta mil dólares de esto, pendejos.

Dejándose a la deriva en el suave abrazo de la muerte, todo lo que sintió fue alivio.

27
Capítulo 3
Traducido por Akanet y rihano
Corregido por Marina012

U
n alto bombero gritó:
—¡Zack, nooo! —Tenía el nombre TANNER impreso a lo largo de la
espalda de su chaqueta en letras reflectantes. El dolor y la rabia en su voz,
y también las voces de los otros, pasaron a través de Cori como una ráfaga
de aire ártico.
Tanner empezó a gritar órdenes. Uno de los del equipo corrió hacia la gran máquina
roja, salto al interior, y la encendió. La detuvo cerca de donde su Explorer se había
volcado, y ella se preguntó qué planeaban hacer.
Cori se apresuró hasta la abertura destrozada en la baranda de protección, miró con
horror la visión de su SUV hundiéndose en el Río Cumberland. Con Zack Knight
atrapado en el interior.
—¡Oh, Dios mío!
—Por favor, quédese atrás. De hecho, ¿por qué no camina hasta la ambulancia
conmigo y la reviso?
Frunciendo el ceño, Cori miró a su alrededor para ver a una bombero mujer
aferrándose a la manga de su abrigo de cuero, con expresión sombría. Se liberó del
agarre de la mujer con un encogimiento de hombros.
—Estás bromeando, ¿no? ¿Me veo como que estoy inconsciente y ahogándome para ti?
¿Viste lo duro que esa cadena golpeó a Zack en la cara?
—Ellos van a sacarlo —respondió la mujer, luchando por la calma. Pero su voz se
tambaleó, traicionando el enojo que trataba de ocultar—. Soy Eve Marshall. En este
momento mi trabajo atenderla.
—Mira, Eve, lo agradezco, pero soy enfermera. —O lo sería en cuatro meses... una
graduación que no estaría en su futuro si no fuera por el sacrificio de Zack—. Recibí un
golpe en la cabeza y estoy conmocionada, pero Zack va a necesitarte más.
Eve hizo una pausa, y luego asintió.
—Está bien. Eres bienvenida a ir y sentarte en la ambulancia, donde está seco, o…

28
—Me quedaré fuera del camino. —Cori señaló a una montaña de hombre poniéndose
un arnés con una cuerda gruesa atada a ello. Se había quitado su casco de bombero,
abrigo, pantalones, y botas, dejándolo en una camisa azul marino y pantalones de
polo. Otros dos estaban revisando cada centímetro cuadrado de las correas—. ¿Él va a
entrar?
Eve giró y lanzó un suspiro profundo, sus ojos oscureciéndose con preocupación.
—Sí. Ese es el teniente Paxton. Todos podemos levantar o cargar a una persona si es
necesario, pero él es el más fuerte en un situación como ésta.
Cori estudió al gigante, duro y cubierto de músculos. El hombre parecía que podía
hacer levantamiento de pesas con un camión, lo cual significaba que tenía una
oportunidad para rescatar a Zack. Tal vez una probabilidad mejor que el promedio. La
ferocidad de la tormenta había amainado un poco, y aunque el Cumberland estaba
crecido y por desbordarse por las orillas, no era un río que se moviera rápido.
Por favor, permítele que saque a Zack. Vivo.

En ese par de segundos, siendo arrastrado por la barandilla, se había sentido


completamente indefensa. Sola, aterrorizada y a merced del destino. Zack debe
haberse sentido así cuando él se volcó hacia un lado.
Las lágrimas brotaron de sus ojos mientras los miraba bajar al teniente Paxton los
pocos metros hasta el río. Su cabeza sabía que el accidente no era su culpa, pero su
corazón no estaba escuchando. Si cualquiera de estos hombres salía herido, nunca
sería capaz de vivir con ella misma.
Inclinado tanto como se atrevía, estirando su cuello, notó el rojo metálico de su
Explorer justo debajo de la superficie del agua. Desde aquí, no podía saber si estaba
mirando el lado o al techo, pero el vehículo estaba atascado contra una de las
columnas del puente. Rezó para que el vehículo se quedará dónde estaba.
Paxton entró justo al lado de la camioneta sumergida, tiró de su cuerda. Le dieron
holgura y se zambulló, desapareciendo en la oscuridad. ¿Por cuánto tiempo había
estado Zack sumergido para ese momento? ¿Menos de un minuto?
El puente podría haber estado abandonado, el único sonido era el moribundo viento y
el golpeteo suave del aguanieve. Nadie habló, nadie se movió. La tensión y el miedo
eran palpables mientras todos esperaban, casi colgando sobre el borde, las miradas
pegadas al agua. Junto a los bomberos, Cori vio a dos policías que no había notado
antes. También parecían nerviosos.
Pasó un minuto. Muy largo.
El teniente salió a la superficie, pero no tenía a nadie en sus manos. Respiró hondo y
se zambulló de nuevo.

29
Un minuto más. La tensión cubría al ansioso grupo. Cori los miró para ver a bombero
Hispano sacar una cruz de oro de debajo de su abrigo, apretándola en la palma de su
mano. Nadie más se dio cuenta, pero ella vio al apuesto hombre inclinar su cabeza,
moviendo los labios en oración silenciosa. Su ferviente súplica duró sólo unos pocos
segundos; luego se persignó, escondió el collar, y volvió a vigilar.
Tocada por el acto, Cori sufría por la necesidad de llorar. Ese simple acto, el ser testigo
de la oración de un hombre por su compañero desaparecido, y estas personas se
hicieron reales. Estos eran los amigos de Zack, enfermos de miedo. Sabían que para
este momento había una buena oportunidad de que no lo lograra.
—Por favor —susurró, persignándose, también—. Sácalo.
¿Cuánto hace que el vehículo se hundió? ¿Cuatro o cinco minutos? Demasiado tiempo,
incluso si Zack contuvo la respiración por el primer par de minutos.
Otro automóvil patrulla se detuvo. Un policía se bajó y arrastrando los pies, uniéndose
a los dos primeros.
—¿El bombero todavía está abajo?
—Sí —murmuró uno, sonando triste—. Luce más como una recuperación que un
rescate.
¡Oh, Dios! Ella se negó a creerlo. Zack Knight no podía pagar con su vida por salvarla.
No dejes que sea cierto.

La cabeza de Paxton salió a la superficie de nuevo, junto con la carga en sus brazos. El
teniente asintió con la cabeza, y una colectiva ráfaga de alivio por parte del grupo fue
rápidamente reemplazada por mayor ansiedad mientras empezaban a sacar a los
hombres del agua.
Paxton tenía ambos brazos envueltos alrededor del pecho de Zack, sosteniendo la
espalda del hombre contra su frente. El teniente apretaba sus dientes, el cuello tenso,
todos sus músculos esforzándose con el peso inerte, y empapado de su amigo.
Para Cori, pareció tomarle una eternidad al equipo para subir a los dos hombres y
ponerlos sobre el puente. En realidad, sólo pasaron unos pocos segundos. Paxton
liberó su carga al cuidado de sus compañeros y se enrolló contra sus rodillas, tosiendo,
su amplio pecho jadeando por el esfuerzo mientras observaba.
Tanner y el hombre hispano —Salvatore, las letras en su chaqueta lo revelaban—,
acostaron a Zack sobre su espalda. Eve corrió hacia la ambulancia, y un cuarto
bombero se agachó muy cerca, dejando que Tanner y Salvatore se hicieran cargo. Los
tres policías se cernían a varios pies de distancia, obviamente queriendo ayudar, pero
fuera de su elemento. En ese momento, nadie le prestaba atención a Cori.

30
Salvatore comprobó el cuello Zack en busca del pulso. Negó con la cabeza.
—Nada.
Tanner abrió la chaqueta de Zack de un tirón y Salvatore comenzó a hacerle
compresiones en el pecho. Con el corazón en la garganta, ella se tambaleó hacia
adelante con piernas temblorosas. Bajando la mirada hacia el hombre que le había
salvado la vida.
El pelo negro estaba pegado a su cráneo, su gorra de fuero y gafas se habían ido. Sus
esculpidos labios estaban azules. Las pestañas largas, gruesas y en punta rizadas contra
sus pálidas mejillas. El lado derecho de su rostro mostraba una marca en carne viva, y
raspado donde la cadena lo había golpeado, desde el nacimiento de su cabello, a través
de su mejilla y mandíbula. Tendría un moretón desagradable e hinchado durante
semanas, tal vez algunos huesos rotos, si sobrevivía.
Eve regresó, rodando una camilla con un tabla de refuerzo y una unidad de
desfibrilador portátil en la parte superior.
—Vamos, Knight. —Salvatore bombeaba el pecho furiosamente—. Maldita sea, no lo
hagas. ¡Respira, pequeño imbécil!

No había nada pequeño acerca de Zack. Tenía un metro con ochenta centímetros de
masculinidad delgada y grácil. Las gafas no habían restado de su apariencia, pero sin
ellas, su buena apariencia era aún más perceptible. Había sido bendecido con pómulos
altos, una hoja afilada como nariz que lleva a unos labios carnosos y sensuales. Una
fuerte mandíbula. La suya era una cara amable, y ella oró para que abriera esos ojos
azules como laser y le sonriera de nuevo.
Salvatore se detuvo el tiempo suficiente para que deslizaran rápidamente la tabla bajo
el cuerpo de Zack. Cori se cuestionó esto, hasta que Eve agarró el desfibrilador de la
camilla y la colocó en el suelo junto a Salvatore. Por supuesto.
No podían permitirse el lujo de perder segundos preciosos acomodando a Zack en la
ambulancia antes de hacer arrancar su corazón. Con la lluvia, sin embargo, existía la
posibilidad de corriente eléctrica pasando a el que se encargaba del paciente. La tabla
mantendría a Zack conectado a tierra por lo que esto no debería representar un peligro
para nadie.
Eve le entregó a Salvatore un par de tijeras pequeñas, y el cortó la camiseta de Zack en
dos por la parte delantera, dividió el material. Luego, limpió el pecho de su amigo con
el borde roto de la camiseta y pegó dos almohadillas en su piel, una sobre su corazón y
la otra al lado de su pectoral izquierdo. Alambres salían de cada almohadilla hacia el
desfibrilador. Cori había visto antes estas nuevas unidades, del tipo manos libres que
fueron lentamente reemplazando las paletas tradicionales utilizadas para dar choques
al paciente.

31
—Despejen —dijo Eve.
Salvatore presionó un botón en la unidad. El cuerpo de Zack se sacudió, luego se
quedó inmóvil. Eve observó la lectura del instrumento y negó con la cabeza. Sin señal.
—Una vez más. —Su boca se aplanó en una fina línea.
Otra sacudida. Pero los choques no estaban funcionando. Tardíamente, se le ocurrió a
Cori que el golpe en la sien podría haberlo matado directamente. Que de hecho nunca
había tenido una oportunidad.
—Una vez más. —Humedad que no tenía nada que ver con el aguanieve derritiéndose
rodó por las mejillas de Eve. Su rostro reflejaba la angustia de todo el equipo cuando el
tercer intento no tuvo éxito. Sin movimiento. Sin vida.
—Julian, ha pasado mucho tiempo —dijo el teniente en voz baja, poniendo una gran
mano en el hombro de Salvatore. Tenía los ojos enrojecidos, y su voz era
entrecortada—. Se ha ido. Pronunciaré la hora de la muerte. —El otro hombre se
apartó de su toque encogiéndose de hombros.
—¡No! Dios, todavía no.

—¡N-no pueden darse por vencidos! Por favor... —Cori permanecía sin moverse por el
estupefacto horror. Dios, este hombre se ahogó salvando mi vida. Está muerto.

Tanner pasó una mano temblorosa por su cara.


—Howard tiene razón. No hay…
—¡Espera! —gritó Eva—. Tenemos un pulso débil. Vamos a limpiar sus pulmones, haz
que respire.
Salvatore empujó hacia arriba en el diafragma de Zack, sacando el agua de sus
pulmones. Líquido oscuro brotó de entre sus labios azulados varias veces, pero los
esfuerzos de Salvatore no tuvieron respuesta.
Paxton, que había quitado el arnés, se inclinó hacia delante.
—Vamos, amigo, respira.
Salvatore escupió una maldición viciosa en español, arrojó a un lado su sombrero. La
rabia impotente retorcía su rostro, pero su atención nunca se apartó de su hermano
caído. Cambiando de posición, inclinó la cabeza de Zack hacia atrás, pellizcó su nariz,
y se colocó su boca sobre la del otro hombre. Le dio un par de bocanadas de aire, y se
echó hacia atrás.
Nada.

32
—Dios mío. —Se inclinó, y le dio dos más.

El pecho de Zack se alzó una vez. Dos veces.


Su cuerpo se sacudió, y vomitó el río. Tosió un par de veces, y se quedó inmóvil.
Demasiado quieto.
—Eso es, amigo mío, espera —susurró Eve, alisar hacia atrás su cabello negro.
No hubo gritos de alegría, ni rostros aliviados. Él no estaba respondiendo como ellos
esperaban. Cori sabía que la tasa de supervivencia en víctimas de ahogamiento que
han sido revividas no era buena, y durante la escuela de enfermería, había conocido a
un puñado de ellos que entraron en la sala de emergencias durante sus rotaciones
requeridas. Más de la mitad no lo había logrado. A Knight le faltaba mucho para estar
fuera de peligro.
—Está respirando, pero su pulso es muy débil —dijo Tanner mientras Salvatore y él
levantaban la tabla y a Zack sobre la camilla—. Salvatore, eres el OCB en acción.
Una onda de choque parecía fijarse a través del grupo reunido ante este anuncio, pero
se recuperaron rápidamente. Cori se preguntaba qué demonios era un OCB y supuso el
título solía pertenecer a Zack. Pobre hombre.
—Six-Pack, viaja en mi lugar en el Quint. Voy a ir con Knight, y Eve maneja. ¡Vamos
a moverlo! ¡Vamos, vamos!
—Sterling es el más cercano —dijo Eve, con expresión tensa. Ella miró a Cori—. Te
recomiendo ser revisada en el hospital. Puedes ir con uno de los oficiales y hacer que
tu declaración, o podemos llevarte en la ambulancia con Knight, pero simplemente no
podemos dejarte varada aquí.
—Viajaré con Zack —respondió ella firmemente. En el Sterling, podría mantener
control sobre la condición del hombre a través de los médicos y las enfermeras con los
que pronto estaría trabajando. Muy fácil.
—Podría ponerse difícil.
Esto quiere decir que su salvador podría morir. No se atrevía a pensar en las
consecuencias emocionales.
—Lo difícil es lo que mejor hago. —La mujer no tenía ni idea.
Zack estaba atado, listo para irse. Eve y Tanner rápidamente deslizaron la camilla en
la ambulancia en espera. La los demás corrieron hacia el Quint, donde seguirían a
Knight hasta la sala de emergencias. Los policías y la máquina de otra compañía se
encargarían del desorden que quedaba aquí.
Tanner se subió en la parte trasera de la ambulancia. Cori se subió con dificultad tras

33
él, tomando el asiento opuesto. Eve cerró las puertas traseras de un golpe, y Cori se
estremeció interiormente ante el siniestro sonido.
Cuando el vehículo comenzó a moverse, Tanner puso una mano sobre el hombro de
Zack. El dolor y el arrepentimiento nadaban en sus verdes ojos.
—Lo siento, Zack —dijo con voz ronca—. Por favor, perdóname.
La garganta de Cori ardía mientras bajaba la mirada así el hombre no vería como la
afectaban sus palabras. ¿Qué había ocurrido entre ellos que Zack tuviera que perdonar?
Estudió la cara pálida de su rescatador, dolorosamente consciente del eco débil de su
ritmo cardíaco en el monitor. Luchando por su vida. El precio final por su valor
desinteresado.
Esta mañana, Zack había sido un extraño. Una molestia que le había causado un
inconveniente. Ahora era un héroe.
No. Un hombre como Zack era un héroe todos los días de su vida. Ella sólo había
estado demasiado ciega para darse cuenta.
Oh, Dios, ella también tenía una disculpa que ofrecer.
Sólo rezaba para que viviera para escucharla.

***

Con los ojos cerrados, el abrigo bien envuelto alrededor de su cuerpo, Cori se acurrucó
en un rincón de la sala de espera de la sala de emergencia, tratando de evitar el frío
sobrenatural de algo más que su ropa mojada.
—Ella está tan alterada —murmuró Eve en voz baja a su compañero en la esquina
opuesta de la habitación.
Pero no en voz lo suficientemente baja. Cori sabía que debería sentase derecha,
hacerles saber que su conversación no era privada, pero estaba demasiado cansada y
dolorida para que le importara.
Salvatore dio un resoplido.
—Tú también lo estarías, si los policías dijeran que un imbécil trató de asesinarte.
Posible intento de asesinato. Las impresionantes e imposibles palabras del oficial de
policía volvieron con venganza. La hicieron volverse una bola bien apretada, deseando
poder desaparecer.

34
Que Dios los ayudara a todos, si su hermano se enteraba.
—Al parecer. Podría haber sido al azar.
—De cualquier manera, el asunto apesta.
—Eres tan elocuente, Salvatore. —Cori se imaginó a la mujer poniendo los ojos en
blanco.
Haciendo caso omiso de la burla, Salvatore suspiró.
—Debemos decirle lo que el médico informó sobre Zack. No tiene sentido que espere
alrededor si no va a poder verlo en cualquier momento, pronto.
Las noticias acerca de Zack provocaron que pusiera derecha y mirara alrededor. Los
otros bomberos estaban recorriendo el pasillo fuera de la sala de espera. Ella parpadeó
ante la pareja que se aproximaba. Sus rostros eran solemnes, cautelosos. Salvatore
habló primero.
—Srta. Shannon…
—Cori, por favor.
Él asintió con la cabeza.
—Cori. Soy Julian. Sabemos que has estado esperando noticias acerca de Zack, por lo
que queríamos hacerte saber lo que dijo el médico. Está estable, pero no ha recuperado
la conciencia.

—Tiene actividad cerebral —dijo Eva, tratando de sonar positiva—. No vamos a saber
si sufrió daños cerebrales o en qué medida hasta que se despierte.
Sus expresiones sombrías reflejaban el rizo de temor en el estómago de Cori. Su
salvador, reducido a un vegetal. La trágica pérdida no conllevaba consideración.

—¿Qué pasa con su cabeza? —El golpe que recibió en su cara no era un asunto para ser
tomado a la ligera.

—Su cráneo no está roto, pero si su pómulo —dijo Julian—. Hay hinchazón y
moretones profundos, pero eso sanará bien. La verdadera amenaza es un grave caso de
neumonía obstruyendo sus pulmones.

—¡Qué! ¿Cómo se enfermaría tan rápido? —Una oleada de temor pasó por ella. La
gente de todas las edades moría de neumonía. Sin embargo, la infección podría vencer
con rapidez a una víctima de un casi ahogamiento.
Julian se pasó una mano por el pelo negro.
—Zack ya estaba enfermo y lo mantuvo oculto a todo el mundo.

35
Cori se sentó enderezándose.

—Zack aún podría morir. —Una conclusión, no una pregunta.

Un destello de dolor oscureció sus ojos.


—Estamos esperando lo mejor. Está con dosis masivas de antibióticos y en
observación. Sus posibilidades son buenas.

—Lo sé. Soy enfermera… o lo seré en mayo. Gracias a su amigo. —Le temblaron los
labios y se limpió una lágrima que se escapó, pero se mantuvo firme.
Julian trató de sonar tranquilizador, alentador.
—Estoy seguro de que serás buena, y tendrás tu oportunidad de agradecerle a Zack.
Mientras tanto, ¿por qué no te vas a casa y descansas un poco? Conoces las
instrucciones. No se permitirán visitantes por un tiempo.
—No, esperaré un poco más, ver si hay alguna novedad. Agradezco tu preocupación,
y por informarme de su condición.
El par delante de ella conocía una despidida en firma cuando oían una. Cori no había
crecido en una casa llena de hermanos rebeldes y prepotentes para no aprender nada.
Los labios de Julian se curvaron en una sonrisa.
—No hay problema. Nosotros…
El crujido de los radios de él y de Eve interrumpieron la conversación. El despachador
transmitió otro accidente de tránsito, la lluvia helada pasando factura, y cada vez peor.

—Aquí está mi tarjeta —dijo él, sacando una del bolsillo de su pecho—. Mi teléfono
móvil está enlistado. Si escuchas algo antes de que regresemos, podrías…

—Claro —respondió Cori, arrebatándole la tarjeta—. Vayan.

—Gracias.
Él y Eve se apresuraron hacia la salida, uniéndose a Tanner y los demás. En dos
segundos, se habían ido.
Cori se quedó en la casi vacía sala de espera, desconcertada por el silencio sepulcral
que quedó tras la estela de su partida. La imagen ya no estaba completa y ella no podía
dejar de pensar en la repentina sensación de pérdida. Como si tuviera alguna especie
de vínculo con ellos respecto a la cercana tragedia de Zack, y ahora estaba sola para
soportar la espera enervante.
Sola. Sus cejas se fruncieron. ¿Dónde estaba la familia de Zack?

36
Ninguno de los bomberos había mencionado a nadie, pero sus seres queridos
probablemente estaban apresurándose para llegar aquí y estaban muy preocupados por
él.
—¿Corrine? ¿Cómo está tu cabeza?
Sorprendida por sus reflexiones, Cori miró al joven médico asiático a quien había visto
hablando con los bomberos un par de veces desde que Zack había sido traído. Ella
había trabajado con él en la rotación, aunque no lo conocía bien. Él no la había
tratado, pero su colega, obviamente, le había informado.

—El Tylenol salva el día. —Ella le dio una débil sonrisa.

—¿Algún mareo? ¿Visión borrosa?

—No, estoy bien. Tengo la cabeza dura. —No quería hablar de sí misma—. Yo sé que
no soy de la familia, pero… ¿puede decirme cómo lo está haciendo Zack? El hombre
salvó mi vida —agregó ella cuando el médico dudó.

Justo cuando pensaba que no iba a responder, lo hizo, con cierta renuencia.
—El señor Knight se encuentra en la UCI4, su condición sigue siendo crítica. Él puede
tener un visitante a la vez, pero veo que sus amigos tuvieron que irse. ¿Te gustaría
sentarte con él?

—¡Sí! Me gustaría, mucho. —Mirando a su alrededor, ella frunció el ceño.

—No quiero entrometerme en el tiempo de su familia con él. ¿Seguramente que hay
alguien aquí ahora?

—No, no lo hay. Ni lo habrá. —Los ojos del médico, se llenaron de compasión, y


pesar—. Entiendo que Knight no tiene ningún familiar.

***

Zack quería permanecer muerto, pero nadie lo dejaría.


No importa cuán duro se esforzaba hacia el olvido, en un intento desesperado por
escapar del fuego lamiendo todo su cuerpo, la presión horrible y sofocante en su pecho,
ellos —quienesquiera que fueran— lo sacaban del borde.

Déjenme ir. Dios, por favor, haz que me dejen ir.

Dios no estaba escuchando. Tampoco ellos lo estaban.

4
UCI: Unidad de Cuidados Intensivos.

37
Claven una tijera en el bueno y viejo Zack, porque él estaba hecho. Se negaba a
sobrevivir a este infierno un segundo más. De alguna manera, encontraría una salida…
—¿Zack? ¿Puedes oírme?
Milagrosamente, el caos en su cerebro se calmó. Su voz otra vez. Baja, gutural y
encantadora. Familiar. ¿Quién era ella?
La mujer no quería que dejase este mundo, y su falta de cooperación estaba llegando a
ella. Cada vez que hablaba, sus emociones golpeaban su resolución. Preocupación,
frustración... culpa.
Y a él debería importarle. ¿Por qué? ¿Quién era ella para él?

—Vamos, chico de fuego —imploró ella, suave como una caricia—. No puedes morir
por mí. He resistido un montón de mierda, pero esto no. No puedo hacerlo. Yo soy la
que se supone que estaría muerta, no tú. Zack, por favor.

Oh, mierda. Ese sonido de gorgoteo era su plan de un elegante canto de cisne yéndose
por el inodoro.
Las damiselas en apuros siempre habían sido su ruina, en este caso, literalmente, lo
parecía. Cristo. No podía alejar su mente de lo que había sucedido, pero al parecer,
estaba hasta el cuello en alguna mierda ruda.
—Lo siento, fui grosera contigo, a pesar de que me golpeaste.
Horrorizado, se apresuró a darle sentido a eso. Nunca había golpeado a nadie en su
vida, ¡sobre todo una mujer!
—Quiero decir, salvaste mi pellejo. Fui un poco extremista, también, si me preguntas.
—Ella soltó una risa trémula—. Sin juego de palabras. Trabaja conmigo aquí, ¿lo
harás?
Salvó su vida...
Se esforzó por recordar. Consiguió destellos de agua.
Frío congelante. Sin poder respirar.

La parte de no-respirar no era sólo un recuerdo, tampoco. Un elefante debe haber


estacionado en su pecho. Igualmente bien con sus músculos gritando y la cabeza
palpitando.
Dios Todopoderoso, ¿por qué no podía él simplemente…?
Suaves sollozos interrumpieron sus negros pensamientos. Sonidos amortiguados de...
llanto.

38
Maldita sea, ella estaba llorando.
¿Por mí? La curiosidad finalmente ganó sobre la autocompasión. Él no iba a morir en
cualquier momento pronto, oh, bueno, por lo que también podría tratar de poner fin a
las obras hidráulicas y al atizador al rojo vivo friendo al estilo francés sus células
cerebrales.
Y la extraña puñalada en el centro de su pecho que no tenía nada que ver con la
enfermedad.
Zack se humedeció los labios.

—Hola. —Desafortunadamente, la palabra surgió como una gran imitación de un gato


escupiendo una bola de pelo. De todas formas se las arregló para completar lo que fue,
posiblemente, la ruptura de un pulmón en el ajuste resultante de toser.
—¿Zack? Tranquilo, quédate ahí. Vas a estar bien.
La cálida mano en su brazo y los dedos delgados acariciando su cabello hicieron un
largo camino para traerlo de regreso a la vida. Bien.
La banda alrededor de su pecho se soltó e hizo un intento de abrir los ojos. El éxito
tardó un par de intentos, pero luego, tuvo el mejor de los motivadores. Él realmente
quería conseguir una buena mirada de su ángel de la guarda. Parpadeando para
aclararse la vista, se preguntó por qué sus ojos se sentían como si estuvieran recubiertos
con arena.
Volteando su cabeza, miró a la mujer sentada a su lado. Poco a poco, su imagen
borrosa entró en un mejor enfoque, aunque todavía un poco borrosa en los bordes.
¿Dónde estaban sus gafas?
Esa preocupación pasajera rápidamente dio paso al asombro al reconocer a la belleza
de ojos color ámbar, con el pelo marrón miel. Sí, incluso con los ojos enrojecidos y el
pelo desgreñado, la dama era increíble.

—¿Cori? ¿Qué...? —Tragó saliva, luchando contra otro ataque de tos mientras la
miraba.
—¡Gracias a Dios, estás despierto! Estás en el hospital, Zack. Sabes cómo asustar a tus
amigos, ¿sabías eso? Todo el mundo ha estado esperando porque despertaras. Espera,
voy a buscar al doctor Chu.
—Espera…
Cori se apresuró a salir por la puerta antes de que Zack pudiera protestar. Su repentina
partida lo dejó sintiéndose a la deriva en un mar de confusión. ¿Ella volvería? Esperaba
que así fuera. Su toque había sido... más que reconfortante. Más profundo, de alguna
manera.

39
El médico se apuró, radiante y exclamando lo afortunado que fue Zack después de
ahogarse, y luego casi sucumbir a la neumonía. ¿Qué? Cristo, no es de extrañar que se
sintiera como mierda de perro.
Las preguntas rápidas del Dr. Chu mientras el hombre le hacía un examen a fondo
pusieron al propio Zack en espera. Hubo un momento de tensión cuando Zack tuvo
dificultades para recordar su ocupación y el nombre del presidente, pero la satisfacción
del médico regresó cuando graznó las respuestas correctas.
Zack estaría muy bien en unos pocos días, declaró Chu, y luego aceleró después de
prometer pasar más tarde. La visita completa duró tal vez dos minutos.
Poco a poco, el cerebro confuso de Zack se aclaró. Se quedó mirando el techo, el
silencio llegando a él un poco. Si “todo el mundo” había estado tan preocupado,
¿dónde estaban? Es curioso, la soledad nunca solía molestarle tanto.
Como en respuesta a sus pensamientos, la puerta se abrió y volvió Cori. Y maldita sea,
ella se veía preciosa en un par de ajustados jeans y un suéter azul. Sonriendo, ella
volvió a su lugar a su lado y su corazón dio un salto extraño. Igual este podría haber
estado latiendo, pero no había estado realmente vivo antes de que ella regresara.

—El Dr. Chu dice que estás en vías de recuperación —dijo ella.

—Eso parece. —Trató de devolver la sonrisa, pero, Dios, su rostro, su cabeza entera,
estaba matándolo—. ¿Qué me pasó?
Su expresión se puso seria.
—¿Te acuerdas de rescatarme de mi Explorer? La maldita cosa cayó del puente y al río
contigo dentro. Tú... casi moriste.
Todo regreso en una explosión. La llamada, la tormenta.
El vehículo de Cori colgando del puente. Su determinación de sacarla con vida, costara
lo que costara.
El costo había sido bastante alto, pero lo haría de nuevo.
—¿Cómo me sacaron? —Su voz era apenas poco más que un susurro, pero incluso ese
leve ruido se clavó en su cráneo. Él deseaba que ella acariciara su pelo de nuevo.
—El teniente Paxton entró y te sacó —dijo ella con no poco asombro—. Entonces
Julián hizo RCP por bastante tiempo y, finalmente, regresaste, y justo a tiempo,
también. Todos pensamos que te habías ido.
Yo también.

—Eso fue... ¿hoy?

40
Cori negó con la cabeza.
—Hace tres días. Hemos estado tomando turnos para sentarnos contigo, pero has
estado realmente inconsciente. La neumonía, la cual me han dicho que fuiste
descuidado en ser diagnosticado, por cierto, y el ahogamiento no hacen precisamente
una combinación saludable.
—Sí, el Dr. Chu me iluminó. En mi defensa, yo pensé que sólo tenía un fuerte
resfriado, y necesito las horas extras —gimió—. ¿Por qué mi cara se siente como si la
golpeó una pared de ladrillo? Me duele hasta para hablar.
—No estoy sorprendida. Tienes suerte de que no perdiste todos tus dientes, o algo
peor. La cadena se rompió y te golpeó la parte de arriba de tu cabeza. Quebró tu
pómulo.
Fan-jodido-tástico. Esto en cuanto a la esperanza de retener un dedal de genialidad en
frente de esta mujer. Su cabeza debe verse como una calabaza púrpura y azul torcida.
Sin embargo, tuvo un poco de consuelo en el hecho de que ella lo había estado
mirando fijamente durante tres días y no se había asustado.
Tres días. Santo Cristo, eso significaba...

—¿Mi equipo está trabajando hoy? —Así. Agradable y casual.


Cori le honró con otra sonrisa de un millón de voltios.
—Sí, gracias a Dios. ¡Ellos han estado volviendo locos a los médicos y las enfermeras!
Traté de llamar a Julián a su teléfono celular mientras el Dr. Chu estaba contigo y
darles la gran noticia, pero no hubo respuesta. Voy a intentarlo de nuevo cuando me
vaya.

—Gracias. ¿Alguno, eh, de ellos se le ocurrió mencionar quién está cubriéndome? —


Por favor, que sea Six-Pack o Eve.

Ella le dio unas palmaditas en el brazo en simpatía.


—No te preocupes. Julián está manejando el Quint mientras estás de baja por
enfermedad. Dijo que si despertabas antes de que volvieran, te dijera que está contento
de que estés bien y que todo está bajo control.

—Apostaría a que él lo hizo. —Dios, quiso reír. Llorar. Golpear algo.

Ella le lanzó una mirada extraña, como si tratara de descifrar su sarcasmo.


—De hecho, eso es más o menos el mensaje que todos ellos me dieron para pasarlo.
Estoy segura de que ellos caerán tan pronto como puedan.
—Está bien. Gracias.

41
Su viaje al infierno ahora estaba completo. Salvatore había estado mirando la
codiciada posición de OCB desde hace un tiempo, y Tanner se la había regalado y
entregado envuelta al hombre con una brillante reverencia. El único hombre en el
equipo con el que la tensión de Zack corría por lo más alto, con excepción de Tanner
mismo.
Sí, no necesitaba un maldito telescopio para leer esa escritura en particular en la pared.
Su ánimo se hundió. ¿Qué diablos voy a hacer ahora?

—Oye, ¿qué tiene de malo? —Su rostro hermoso se arrugó en un ceño de


preocupación.

—Nada. —Sólo que estoy quebrado, y pronto seré un desempleado. ¿Quieres huir?

Ella suspiró.
—Anímate, chico de fuego. Por lo menos nadie ha tratado de matarte.
—Realmente, ¿podrías por favor dejar de llamarme... matarte?

Su cerebro confuso alcanzó su boca.


—¡Tu neumático! Dios, ¿cómo he podido olvidarlo? ¿La policía sabe quién le disparó?
—Ni una pista, y yo tampoco.
Algo en la forma suave en que lo dijo, mientras sus ojos castaños se lanzaban
brevemente a un lado, le hizo dudar
¿Qué secretos estaba escondiendo Cori detrás de ese petardo de personalidad?

—Probablemente fue al azar —dijo él, tratando de tranquilizarla.

—O tal vez incluso un accidente. El tiro podría haber llegado desde el bosque a lo
largo del río. —Era poco probable, dado el ángulo y el mal tiempo, pero cosas más
extrañas habían sucedido.
—Tal vez. Es sólo que... No, no importa.
Alcanzando su mano apoyada en el colchón, dobló sus dedos sobre los de ella.
—Adelante, suéltalo. Soy un amigo. O me gustaría serlo.
Ella lo miró desde debajo de sus pestañas, su mirada embrujada.
—Me gustaría eso, también, Zack. Tengo amigos, pero para ser honesta, la mayoría de
ellos hablan más de lo que escuchan.

42
—Soy todo oídos, hermosa. —Él sintió el calor de su cara ante la facilidad con que la
palabra cariñosa se había deslizado de sus labios. Jesús.
—Esto me va a hacer sonar como una loca. Los policías no me tomaron en serio,
incluso después de mi auto fue blanco de disparos.
—Te estás evadiendo.
Cori dejó escapar una respiración profunda y lo miró fijamente a los ojos.
—Zack, creo que alguien está vigilándome.

43
Capítulo 4
Traducido por Niii
Corregido por Marce Doyle*

C
ori cambió de posición conscientemente, estudiando la expresión de velada
sorpresa de Zack. Sí, sonaba tan estrambótico como cuando se lo había contado
a la policía ayer.
—¿Vigilando como en una sensación escalofriante, o como el infame conejito de
peluche hirviendo en una estufa?
El rostro de Cori se calentó.
—No estamos hablando de Atracción Fatal en este punto, pero es más que solo una
sensación escalofriante. Para empezar, he visto la misma camioneta blanca en todos
los lugares en que he estado durante los últimos tres días. —Levantó una mano—. No
lo digas. La policía ya apuntó que eso podría ser “nervios excesivos” después de haber
sido blanco de disparos. Imaginación.
—No iba a decir eso. A mí no me parece que seas del tipo que se pone nerviosa.
—Oh. Gracias.
—¿Pudiste ver al conductor?
—No, las ventanas estaban pintadas de negro y el vehículo estaba demasiado lejos.
Cuando salí del banco ayer, estaba estacionado al otro lado de la calle y ni siquiera
podía decir si había alguien adentro. Ahí fue cuando finalmente llamé al oficial que
había hecho el reporte de mí, así proclamado, “accidente”. Le dije sobre la camioneta
y las otras cosas, y él prácticamente me soltó la mierda de “pequeña-mujer-histérica” y
me despachó.
Zack frunció el ceño.
—¿Qué más pasó?
—Ruidos en el exterior de noche. Sonidos de crujidos cerca de la ventana de mi
dormitorio, un golpe metálico, como si alguien hubiera dejado caer un balde.
Rasguños en el porche. Cosas que alteran mis nervios pero que no son una amenaza
directa.
—¿Vives en la ciudad?

44
Ella suspiró, sabiendo hacia dónde se dirigía.
—En las afueras. La casa está ubicada entre los árboles y los vecinos están esparcidos
por los alrededores.
—Cori, no estoy intentando tratarte con condescendencia, pero Tennessee está lleno
de todo tipo de fauna, especialmente ciervos. En la noche, ellos se dirigirán directo a la
casa y se meterán en todo.
—Lo sé. Escúchame —dijo ella, intentando hacer que lo olvidara con una sonrisa que
no sofocó su inquietud interna—. No debería haberte molestado con esto. Estás
cansado y ya me tengo que ir.
Decepción brilló en sus ojos azules. Entonces su expresión se suavizó en una tranquila
aceptación.
—¿Tan pronto? Bueno, gracias por venir y hacerme compañía. No te conviertas en una
extraña, ¿eh?
Su interior se iluminó con un cálido brillo mientras se ponía de pie. ¡Zack no quería
que se fuera! Ella apretó sus dedos.
—Puedo regresar mañana, si quieres. Si no es así, no hay problema. Uso bragas de
niña grande ahora, así que puedo aceptar el rechazo.
Esto le valió una media sonrisa ladeada.
—Sin comentarios sobre las bragas sobre la base de que eso podría incriminarme.
¿Vuelves esta noche?
—No puedo, dulzura. Tengo una despedida de soltero en Nashville.
Su sonrisa se atenuó un poco, ya sea por el recordatorio de su baile exótico o por no
ser capaz de verla esta noche, ella desearía saberlo.
—Muy bien. Mañana, entonces. Veré si puedo hacerte un espacio.
—Lindo. —Inclinándose hacia adelante, ella le dio un breve beso en su oscurecida
mejilla sin afeitar. Un beso que había tenido la intención de ser solo un gesto de
despedida amistoso, pero de algún modo se sintió como algo más. Su calor, su
cercanía, tiraban de ella, y se enderezó rápidamente—. Compórtate y te sentirás mejor
muy rápido. Ya verás.
Él la miró desde debajo de la franja de esas pestañas negras.
—¿Puedo tener eso por escrito?
—Oye, anímate. Continúa mejorando y estarás fuera de aquí pasado mañana.

45
—¿Cómo sabes eso?
Oops.
—Mantengo mis oídos abiertos. Ahora descansa.
—Como si tuviera elección —murmuró, viéndose como un niño pequeño
malhumorado.
Con los labios curvados en una sonrisa, se giró para irse.
—Adiós, Zack.
—¿Cori?
Ella se detuvo y miró por encima de su hombro.
—¿Sí?
—Ten cuidado en Nashville esta noche. Vigila tus alrededores.
La preocupación de Zack la enfrió y calentó al mismo tiempo. Con sus enormes ojos
azules y el cabello negro revuelto contra su almohada, incluso con el vívido moretón
sobre su pálido rostro, se veía tan imposiblemente sexi, que el calor ganó.
Ninguna mueca de burla por su trabajo, ningún intento de influenciarla para seguir
una línea de trabajo mejor. Solo preocupación honesta por su seguridad.
El hombre era un vaso de agua fría en el desierto.
—Lo haré.
Maldición, no quería irse. Y, por primera vez en un mucho tiempo, fervientemente
deseó estarse dirigiendo a cualquier otro lugar, excepto a sacarse la ropa para otro
grupo de borrachos en una fiesta de solteros.
No tienes que hacerlo, la tentó la pequeña voz regañona. Podrías echar mano a la caja y
pagar el resto de ese molesto préstamo escolar. ¿A quién le importaría?

No. Por encima de su maloliente cadáver.


Además, sus deudas estaban casi saldadas. Emergería con su orgullo intacto.
Mañana, le diría la verdad a Zack.
Bueno, al menos la parte sobre su trabajo de enfermera. El resto lo había enterrado
junto al cadáver de Alex dos años atrás.
Esos horribles días estaban detrás de ella y no los iba a volver hacer surgir por nadie.

46
Ni siquiera por Zack Knight.

***

Lionel se inclinaba sobre su trapo, maldiciendo silenciosamente el hedor sutil de la


orina y el vómito combinados con amoníaco. Utilizando la considerable habilidad
nacida de la pobreza, perfeccionada con el filo del hambre, obligó a sus facciones a no
revelar nada. A dar a aquellos a su alrededor la cómoda ilusión de lo que esperaban
ver.
Nadie jamás notaba a un conserje.
“Ovejas”, le había gustado llamar a su hermano a las personas desafortunadas que
caían presas de sus planes. Estúpidos animales que se amontonaban para una masacre
figurativa, la lana y la carne aprovechadas con fines de lucro, los cadáveres
descartados.
No se podía olvidar cuán fácilmente el cruel puño del destino aplastaba la
complacencia, cuán rápidamente todo estaba perdido, Lionel siempre había estado en
desacuerdo. La mente humana era una fuente maravillosa de emociones sin explotar,
listas para la exploración. La explotación.
El consumo.
La gente quería creer que sus vidas no eran pequeñas e insignificantes. Que
importaban, que podían ser más de lo que eran, seguros y amados. Un par de
bondades bien posicionadas, caricias susurradas, y sus cuerpos, almas y riqueza,
pertenecían a Lionel.
Gente de negocios solitaria. Médicos sobrecargados de trabajo, abogados, políticos con
todo que perder. Amantes que codiciosamente se rendían completamente a él, recibían
la aventura sexual que deseaban. Por un precio.
Ahora se había enrollado en el premio más grande de todos.
Lionel usualmente trabajaba solo estos días, pero había sido incapaz de resistir esta
nueva proposición. Especialmente después de escuchar lo que el hombre tenía que
decir, cuando el astuto manipulador finalmente se encontró con él, fue todo. Lionel
había estado impedido, cortesía de una estadía de dieciocho meses en la Penitenciaría
Estatal Hunts Ville. Él y su nuevo “socio” finalizaron sus planes justo bajo las
ignorantes narices de los guardias armados.
Seguro, su socio podría haber buscado a otra persona para llevar a cabo la obra y no
haber desperdiciado meses localizando a Lionel. Pero nadie más igualaba a Lionel en

47
habilidad o motivación. La oportunidad de ejercer justicia en la sensual perra hacía
que el frasco de miel fuera extra dulce.
Así que Lionel secó —sudando en un estúpido mono— el pálido rastro de un cadáver,
soportando el hedor de la UCI del Sterling con el fin de poder estudiar a su último
objetivo por debajo de la visera de una desgastada gorra de béisbol. Meses de
planeación con su molesto compañero de negocios a punto de dar frutos.
Corrine Shannon. Un sueño húmedo en unos jeans de diseñador que decían “fóllame”
y botas de tacón alto. Como si sintiera su escrutinio, miró en su dirección mientras
salía de la habitación del bombero antes de caminar rápidamente por el pasillo con su
apretado culo balanceándose.
Como un camaleón que se adaptaba para cumplir sus propósitos, Lionel no estaba
preocupado. Ella jamás soñaría en conectar al canoso conserje limpiando orina con el
amigo enigmático y urbano de su cafetería favorita. Y ciertamente nunca sabría del
hombre que había sido… hasta que él decidiera revelar la verdad.
Su secreto estaba seguro. Pronto, él haría su próximo movimiento. Una preciosa ex jet-
set como Cori tenía que estar completamente aburrida con la aburrida comunidad
vainilla de Sugarland. Ella necesitaba un amigo preocupado, un confidente. Un amate
excitante.
Lionel le proporcionaría los tres… con una tremenda dosis de venganza como coup de
grâce5.

Cólera hervía en sus entrañas. Lujuria en su ingle.


Las manos de Lionel se tensaron alrededor del trapo mientras pensaba en Cori
preocupada por su salvador. Un hombre llamado Zack Knight. No había sido difícil
determinar la situación con todos los bomberos y policías paseando alrededor y
sacudiendo sus cabezas, viéndose como si el mundo se fuera a acabar. Desde que el
disparo que Lionel le había dado a su neumático tenía solo la intención de asustarle,
suponía que debía agradecerle al pobre bastardo por recuperar su esquema.
Recordando la llamada anterior de su socio, sus labios se unieron en una línea
sombría. El hombre había estado lo suficientemente enfadado para aterrorizar al más
duro.
—¿Qué, en el maldito infierno, fue eso? ¿Tienes alguna idea de la cantidad de
maniobras creativas e hilos que tuve que tirar para mantener tu pequeño fiasco
desapercibido en mi extremo?
—No ocurrió exactamente como estaba planeado.
—¡Mierda, no me digas! ¡Se supone que la mates después de haberla seducido para
obtener la información, idiota!
5
Golpe de gracia.

48
—Seré más cuidadoso la próxima vez. —Si pudiera, le dispararía al hijo de puta.
—Será malditamente mejor que lo seas.
—Sabes, toda esta operación se aceleraría de forma mucho más eficiente si
simplemente tomara a la zorra y la obligara a darnos lo que necesitamos. Al diablo
esta mierda de seducción.
—Y ese sería exactamente el movimiento equivocado. Cori hundiría sus talones y
moriría antes de decírnoslo. Haremos esto a mi manera —dijo fríamente.
Y mira dónde los había llevado eso.
Bien. Si Cori se apegaba demasiado a Knight, el único agradecimiento hacia el hombre
sería una eliminación rápida.
Lionel empujó el trapo más rápido, trabajando a lo largo del pasillo adyacente. Había
estado aquí demasiado tiempo y alguien podría comenzar a sospechar.
Regresando el trapo al cubo de fregona del conserje, echó una furtiva mirada
alrededor, y no viendo a nadie, entró al baño de hombres. Rápidamente se quitó el
traje prestado y la gorra de béisbol arrojándolos a la basura. Sacudió su pelo rubio
teñido, que cayó de forma artística sobre los hombros de su suéter negro. Jeans de
diseñador abrazaban sus caderas y largos muslos acunaban su sexo.
Nada mal, pensó desapasionadamente estudiando su reflejo. Nunca había sido
descuidado, ¿pero ahora? Era casi tan hermoso como Cori. La idea lo hizo sonreír,
incluso a pesar de que todo el envoltorio no era más que la herramienta de un oficio
necesario.
Un móvil para la venganza final.
Atención, sin embargo. Él quería a Cori toda para él, sin interferencias. De su socio o
de cualquier otro. Enderezando sus hombros, Lionel se preparó para tomar otro riesgo
importante.
La zorra traidora estaba a punto de descubrir que necesitaba un aventón a casa.
Qué conveniente para ambos.

***

Zack levantó la mirada, sus ojos se ampliaron con sorpresa cuando vio a Julian entrar
en la habitación.

49
—¿Perdido?
Julian se movió hasta el lado de su cama, extendiendo su mano.
—Escuché las buenas noticias, hombre. Acabamos de terminar con una llamada y
pensamos en pasar por aquí. Los chicos están en la sala de espera al final del pasillo. Vi
a tu señorita afuera y dijo que había estado intentando llamarme. ¿Cómo te sientes?
Echó un vistazo a la mano extendida y luego a la seria expresión de Julian otra vez,
antes de aceptarla con media sonrisa. O al hombre realmente le importaba o esas eran
drogas realmente buenas.
—Como si mi rostro se hubiera estado quemando y alguien hubiera intentado apagarlo
con un ladrillo —dijo, su voz ronca era poco más que un susurro—. Bastante horrible,
¿eh?
Teniendo cuidado de la Vía intravenosa, Julian tomó su mano brevemente, y luego la
soltó sentándose en la silla junto a la cama. Con una mueca, estudió el amoratado y
raspado lado del rostro hinchado de Zack.
—Nah, no es tan malo. Además, las chicas se deshacen por un caballero de brillante
armadura. ¿Lo entiendes?6
Zack resopló, luego hizo una mueca de dolor.
—No me hagas reír, idiota. Duele como el demonio.
—Lo siento. ¿Entonces esto es lo que tengo que hacer para conseguir una bonita chica?
Parece un montón de problemas. ¿Qué crees tú?
—Que estás lleno de mierda. Tienes una chica7 diferente para cada noche de la semana.

—Sí, apesta ser yo. —Julian hizo una mueca, pero Zack entrecerró los ojos pensando
que parecía un poco forzado—. De cualquier modo, no estamos hablando de mi vida
amorosa. ¿Qué ocurre con la exquisita señorita Shannon?
—Nada. Un pequeño vínculo entre víctima y rescatador, tal vez algunos inconscientes
sentimientos de culpa fuera de lugar de su parte sobre mi accidente, lo que sea. Ahora
que ha visto que estaré bien, pasará. Ocurre todo el tiempo. —Él esperaba que no, pero
no iba a ponerse todo cálido y cómodo con Jules, de todas las personas.
—No lo sé, hombre. Esa no es la vibra que he estado obteniendo de ella durante el
último par de días cuando no sabíamos si lo harías. Prácticamente acampó aquí,
acosando a los doctores y enfermeras para mantenernos informados, sentándose a tu
lado cuando nosotros no podíamos. Parecía más que…
—Déjalo, Salvatore. No quiero hablar de Cori.
6
Juego de palabras. Knight, el apellido de Zach significa literalmente caballero.
7
En español original.

50
No contigo, colgó en el aire entre ellos. Pareciendo picado y determinado a no dejar que
se notara, Julian cambió el tema.
—Está bien. Bueno… el trabajo ha estado ocupado.
—Apuesto que sí. —La tácita acusación resonaba en su tono suave. Mierda, ahora las
cosas se ponían incómodas.
Suspirando, Julian se enderezó en su silla.
—Muy bien, escucha con atención. No estoy detrás de tu trabajo, Knight. No lo
quiero, no de esta forma. —Levantó una mano, cortando la protesta de Zack.
—Quiero decir, seguro, quiero ser el FAO algún día. Pero ni siquiera tú puedes creer
que sea un imbécil tan grande como para caminar por encima de tu cadáver para
conseguirlo.
Zack frunció el ceño.
—Julian…
—No estoy deseoso de conformarme con algo que no me he ganado, y me apuntaré
para una transferencia antes de dejar que Tanner me joda con el equipo y me distancie
de todos, incluso más de lo que ya que lo estoy.
Zack sabía que estaba mirando al otro hombre como si hubiera comenzado a hablar en
lenguas, pero no podía evitarlo. Jules tenía una conciencia. ¿Quién lo hubiera
imaginado?
—Yo no…
—Lo que sea que pienses, estoy realmente contento de que vayas a estar bien.
Recupérate y sal rápido de aquí. Te necesitamos. Enviaré a Eve o a Six-Pack ahora.
—¡Oye, espera! —Julian se detuvo y miró por encima de su hombro—. Gracias por
salvar mi culo. Por… todo.
—Olvídalo, geek. Si tuviera que hacerlo de nuevo, te arrojaría de regreso al río.
Bueno, era un comienzo.

51
Capítulo 5

Traducido por Jo y Dai


Corregido por Simoriah

E
l Explorer era un completo desastre, y ahora esto.
Cori golpeó el volante de su auto rentado con frustración.
—¡Arrrgh! ¡Estúpido pedazo de mierda!
Normalmente, no habría perdido los estribos por un trivial asunto fuera de su control.
Por ejemplo, los problemas que el montón de chatarra con forma de huevo que la
compañía de alquiler le había pasado tenía para arrancar. Esta semana, sin embargo,
había sido un poquitito difícil para su presión arterial.

Un golpe en la ventanilla casi le causa un ataque cardíaco.


—¿Cori?
Aplanando una mano sobre su corazón, que latía rápidamente, exhaló con fuerza,
intentando aplastar el brote de molestia por haber sido sorprendida. Odiaba las
sorpresas, y por Dios si esta semana no había estado llena de ellas. Pegando una
sonrisa en su rostro, se bajó del auto para saludar a Tony Banning, un artista a quien
ella había conocido unos meses atrás en el café donde a ella y a algunos de los otros
estudiantes de enfermería les gustaba pasar el rato.
—¡Tony! ¿Qué te trae por aquí? No un amigo o familiar enfermo, espero.
El deleite brillando en sus ojos oscuros, Tony se acercó a ella, rozó la manga de su
sweater con su palma, y fue directamente por un beso. Rápidamente, ella volvió la
cabeza para que él depositara un inofensivo beso en la mejilla. Una maniobra que
había tenido que usar más de una vez con él últimamente.
—No, no, nada de eso —dijo él, aparentemente impávido porque su blanco evitara el
servicio completo de labios—. De hecho, te estaba buscando a ti. Te llamé a casa y
pasé por el café primero. Luego se me ocurrió que podrías estar programada para
rotación.

52
—No, hoy no. Solo estaba visitando a alguien.
Mirando su figura alta y delgada de pies a cabeza, Cori pensó por enésima vez que era
una lástima que el hecho de que Tony se molestara en seguirla no la afectará en la
forma en que lo haría con la mayoría de las mujeres.

Desde su despeinado cabello castaño dorado hasta los hombros —que entre Fabio8
posando en un túnel de viento—, pecho duro, caderas esbeltas y largos muslos, Tony
era tan hermoso que podía derretir tu ropa interior. Tenía dinero, si su gusto en ropa y
su Viper negro eran algún indicio, era atento, y su interés en Cori había progresado
más allá de la pura amistad. Había estado enviándole señales por meses, a pesar de que
no había presionado demasiado. Hasta recientemente.
Los amigos de Cori pensaban que estaba loca por mantenerlo a distancia. Tal vez lo
estaba, pero desafortunadamente para Tony, él le recordaba demasiado el mundo que
había dejado atrás.
Demasiado rápido, demasiado hábil. El sexo y el dinero demasiado fácil.
Ese estilo de vida casi la había destruido una vez. Sobre su propio cadáver invitaría al
desastre una vez más. Ya fuera injusto para Tony o no, escucharía a sus instintos.
—Um, ¿Cori, cariño?
Ella pestañeó.
—Lo siento, ¿qué dijiste?
Él le dio una sonrisa indulgente.
—Te pregunté si te gustaría cenar esta noche. Hay un nuevo restaurante en Nashville
fuera de Broadway...
—No puedo. Tengo que bailar esta noche. También mañana a la noche —agregó antes
de que él pudiera preguntar—. Viernes y sábados son mis noches más ocupadas; lo
sabes.
Desanimado, él suspiró, su boca inclinándose hacia abajo con decepción.
—¿Café después de tu clase del martes como siempre, entonces?
—No me lo perdería. —Haciendo gestos hacia su auto de alquiler, lo alejó del tema de
su inexistente vida sentimental—. ¿Sabes algo sobre autos? Éste parece haber estirado
la pata.
—Desearía saber —dijo, sacudiendo la cabeza tristemente—. Pero estaría feliz de
llevarte a casa.

8
Fabio: Fabio Lanzoni, modelo y actor italiano que fue modelo de portadas de novelas románticas
durante las décadas de 1980 y 1990.

53
Maldición.

—No, gracias, está bien. Puedo llamar a E-Z Rentas y hacer que Donnie Wayne envíe
a alguien.
—En serio, no me importa. —Con el rostro iluminándose, él chasqueó los dedos—.
¿Qué tal si te llevo a la compañía de alquiler de autos? De esa forma no tendrás que
quedarte aquí esperando por Dios sabe cuánto tiempo antes de que esos pueblerinos
aparezcan. Puedes asegurar otro auto y seguir.
Tenía que admitirlo, mientras que no apreciaba que Tony los llamara “pueblerinos”, su
oferta era mejor que esperar. Donnie Wayne Tuttle, el dueño de E-Z, quien sí le
recordaba sospechosamente a Larry el Chico del Cable9, se tomaría años en conseguir
que alguien viniera. Aun así, tenía la impresión de que Tony estaba más interesado en
encontrar una excusa para estar solo con ella que en ayudarla.
—Bueno, si estás seguro de que no te importa...
—¡Para nada! ¿Vamos?
Ella tomó el bolso y las llaves del auto. Pasando su brazo por el de él, Tony la llevó
hacia el Viper estacionado en la fila siguiente. En lugar de abrirle la puerta, la soltó,
caminó hacia el lado del conductor, y se deslizó dentro. Otra pequeña, pero importante
mancha negra contra su amigo como potencial material amoroso. Que la llamaran
tonta, pero muy dentro suyo era una chica realmente anticuada en lo que al juego del
apareamiento se refería.
El Viper rugió al cobrar vida, acomodándose en un bajo ronroneo debajo de su trasero.
Tony aceleró el motor un par de veces, y Cori reprimió una sonrisa. El pobre hombre
obviamente se había engañado al creer que ella estaría impresionada por su caro
símbolo fálico rodante, y ella no era lo suficientemente insensible para arruinar su
fantasía.
La verdadera clase estaba en el interior.

Como un hombre dispuesto a morir por ti.


Conduciendo con destreza fuera del estacionamiento, Tony le lanzó una breve,
escrutadora mirada.
—Has sido una mujer difícil de encontrar. Nunca dijiste por qué.
¿Estaba bromeando?
—¿Acaso no lees el diario o ves las noticias? Casi muero.
—¡Por supuesto, lo sé! ¿Por qué crees que he estado tan preocupado? —Se detuvo en
9
Larry el Chico del Cable: Larry the Cable Guy, comediante estadounidense que habitualmente viste
camisas escocesas sin mangas y gorra de béisbol.

54
una luz roja y arqueó una ceja—. Pero luces bien para mí. Radiante, de hecho. ¿Puede
que tu rescatador tenga algo que ver con ese resplandor? Me pregunto. Asumo que ésa
es la razón por la que pasas la mayoría de tu tiempo libre en el hospital.
Lo formuló como una acusación. Cori se sintió erizar con irritación. Su relación en
ciernes con Zack no era asunto de nadie, especialmente no de alguien que era sólo un
amigo ocasional. Intentó imaginarse a Tony colgando de un puente, arriesgando su
vida para salvar la de ella, y no pudo verlo despeinarse un perfecto, dorado cabello de
su cabeza.
—Si estoy radiante, es porque estoy feliz de estar viva —dijo sin alterar la voz—. Le
debo a Zack más de lo que podrías imaginar.
—Sí, supongo que sí. —La luz se volvió verde y él devolvió su atención al camino.
Cori lo miró boquiabierta e incrédula por un momento, luego se volvió hacia adelante
con indignación. En serio, ¿qué había esperado? ¿Una indecorosa, lacrimosa
demostración de gratitud por su seguridad y bienestar?
Miró por la ventanilla el soleado día de enero, apenas escuchando mientras Tony
parloteaba sobre sus esculturas y una próxima muestra en una pequeña galería.
¿Zack descansaba cómodamente? ¿Sus enfermeras habían comenzado con los
tratamientos de respiración? Maldición, debería haberse asegurado antes de irse. ¿Y si
sufría una recaída? En su debilitada condición, podría no sobrevivir otra ronda de
neumonía.
Si se apuraba, tendría unos pocos minutos para pasar por el hospital antes de su trabajo
esta noche. Él le había pedido que fuera, así que no era como si se estuviera
imponiendo. No había nada malo en asegurarse de que estuviera siendo atendido.
—Aquí estamos. —Tony se detuvo frente al único lugar de alquiler de autos del pueblo,
justo al lado de la plaza. Estacionó el auto, dejó el motor parado mientras se giraba en
su asiento para enfrentarla.
Moviendo los nudillos suavemente sobre su mandíbula, él se acercó tanto que ella
atrapó un agradable olorcillo a perfume caro.
—¿Por qué el tratamiento del silencio? Cariño, por favor no estés enojada conmigo. —
Su largo cabello rubio cosquilleó la mejilla de ella cuando él presionó sus labios sobre
los de ella.
Luego del impacto inicial por el contacto, Cori se dio cuenta de que el beso no la
sorprendía. No realmente. Especialmente no después de que él mostrara algo de celos
por sus visitas a Zack. Podría haberse apartado, probablemente debería hacerlo, pero la
curiosidad le ganó a su mejor juicio, a pesar de su disgusto con Tony. No podía evitar
preguntarse si sus amigas estaban en lo correcto.

55
Al mantener a Tony lejos, ¿realmente estaba perdiéndose algo?
Relajándose, se abrió al beso, girando su cabeza para mejor acceso. Él gruñó,
atravesando sus labios con la lengua, invadiendo con su húmedo calor. Devorando su
boca.
El cosquilleo comenzó, bienvenido y largamente negado. Tensando sus pezones,
incitando la tibieza en la unión de sus muslos. Su respuesta no era completamente
inesperada. Tony era un seductor de primer orden, y ella había pasado mucho tiempo
sin el contacto de un hombre. Sin pasión. Necesitaba ser sostenida, sentir la fuerza de
un hombre presionando su cuerpo, su dureza deslizándose dentro de ella.
No tengo que esperar. Enterró los dedos en su cabello, presionándolo más cerca,
profundizando el beso. Era tan fácil permitirle que la siguiera a casa. No tenía dudas
de que sería fantástico en la cama. En una hora, podrían estar desnudos. Resbalosos de
sudor. Enredados en sus sábanas.
No lo amaba, algunos días incluso encontraba difícil que le gustara, pero sentimientos
tiernos no tenían nada que ver con el sexo caliente y abrasador.
Porque eso sería todo. Sexo duro, fuerte, que rompe cabeceras de camas.
Sexo, no hacer el amor.
Un rostro dulce y apuesto con grandes ojos azules y enmarcado por desordenado
cabello negro se apareció en su mente. Su hermosa, genuina sonrisa, llena de
esperanza.
¿Vuelve esta noche?

El recuerdo fue un cubo de agua fría sofocando su ciega lujuria en un instante. Todavía
le dolía la necesidad de ser sostenida y tocada, pero no por Tony. No quería un
encuentro vacío que la dejara aún más sola y más insatisfecha que antes.
El próximo hombre que ella invitara a su cama sería el último. El que le haría el amor
dulcemente el resto de sus vidas. La valoraría tanto como ella a él.
Tony no era ese hombre.
Colocando una palma en su pecho, lo empujó hacia atrás, rompiendo el beso. El calor
de su excitación salía de él en oleadas, el latido de su corazón golpeando sus dedos aún
a través de su sweater. El hambre descarnado en sus ojos oscuros no dejaba lugar a
preguntas sobre cuál sería su respuesta si ella formulaba la invitación.
Los dedos de él se arrastraron por su garganta.
—Sabía que sabrías a miel. Apuesto a que eres dulce por todas partes.

56
Oh, Dios. Ella podría no quererlo a él específicamente, pero su cuerpo reaccionaba de
todas formas.
Hora de escapar. Dándole una sonrisa que esperaba no fuera tan falsa como se sentía,
tomó su mano antes de que completara el viaje dentro de la V de su sweater.
—No eres muy sutil, ¿verdad?
—¿Para qué malgastar energía que podría gastarse en cosas más placenteras?
—Cierto, pero mi vida no se presta mucho para la indulgencia en este momento. —Se
estiró hacia la manilla de la puerta—. ¿Te veo el martes?
Él no era disuadido fácilmente.
—Disfrutaste de nuestro beso tanto como yo. No intentes negarlo, Cori.
—De acuerdo, así fue, pero...
—Seríamos buenos juntos —dijo él, los párpados pesados—. Ven conmigo. Solo por
una hora o dos.
La ansiedad se ovilló en su estómago, haciendo que la urgencia de irse de pronto se
volviera muy fuerte.
—Admitiré que lo consideré. Pero no estoy lista para dar ese paso en este punto, ni
contigo ni con nadie. —De acuerdo, la parte “con nadie” no era completamente
verdad. Tony, de todos modos, no necesitaba saber eso.
La mirada de él se congeló y Cori reprimió un escalofrío. ¿Había sido su imaginación,
o algo oscuro y horrible había serpenteado en sus ojos por un segundo?
La fugaz impresión se desvaneció cuando el asintió, su expresión seria.
—Estoy dispuesto a esperar. Cuando estés lista, estaré aquí.
—Gracias.
Aprovechando la oportunidad, salió torpemente del Viper y cerró la puerta,
saludándolo con la mano. Él se marchó sin ni siquiera darle un asentimiento de
cabeza, dejándola de pie frente a E-Z Rentas... Ni siquiera había esperado para
asegurarse de que le cambiaran el coche sin problemas.
Frunció el ceño después de que las luces traseras del Viper desaparecieran, molesta. Sí,
quería poner distancia entre ellos. Estaba, de hecho, aliviada de verlo irse. Pero un
verdadero amigo y un caballero habría entrado, poniendo la seguridad de ella sobre su
decepción al no poder llevarla a su cama.
Un verdadero hombre, el hombre de sus sueños, se habría quedado con ella sin

57
importar qué.
Un hombre que tenía un enorme parecido con un bombero de cabello negro con
impresionantes ojos azules.

***

Muy posiblemente, el regreso de Zack al mundo de los vivos fuera una buena noticia.
¿La mala noticia? Tanner estaba de camino a su habitación.
Era curioso cómo ese conocimiento no se sentía tan diferente al momento en que se
había desplomado del puente.
Nada que hacer excepto quedarse allí y esperar el impacto. Zack no había sido sacado
de la UCI10 con sus estrictas reglas estrictas de visitas, o los otros habrían acompañado
al capitán para proporcionar una barrera entre ellos. Tan humillante como había sido
desvestirse frente a Eve y Six-Pack, la idea de enfrentar a Tanner solo lo tenía un poco
alucinado. No temía al hombre en lo absoluto, pero no estaba exactamente en forma
para otra pelea en el cuadrilátero.
En las últimas horas, su magullado cuerpo había vuelto intensamente a la vida en
etapas dolorosas. Su cabeza palpitaba, los músculos dolían, y su pecho ardía con cada
ruidosa inhalación. Se sentía tan condenadamente miserable que no podía dormir, sin
embargo estar despierto era pura tortura; especialmente los asquerosos tratamientos
respiratorios para desobstruir sus pulmones. Los medicamentos para el dolor que
proveían un par de horas de bendita niebla no eran suficientes.
Un quinto de Jack11 podría servir.
La puerta se abrió y Tanner entró sin tocar. Lo cual no sorprendió a Zack. Lo que lo sí
lo hizo fue la duda en los ojos verdes del capitán. Aun antes de la tragedia que se había
llevado a su familia, Tanner había sido un hombre frío. Justo, pero duro. El tipo de
hombre que caminaba audazmente por la vida sin remordimiento por su actitud
inflexible, viendo el mundo en blanco y negro.
Hoy, Tanner tenía profundos surcos de estrés alrededor de la boca y plateado en el
cabello castaño oscuro de sus sienes... y su mundo se había disuelto en una paleta de
turbio gris.
Zack empujó hacia abajo una ola de compasión.
—Capitán.
10
UCI: Unidad de Cuidados Intensivos.
11
Jack: refiere a Jack Daniels, reconocida marca de whiskey norteamericana.

58
Tanner vigiló a su hombre caído, las manos en los bolsillos de su pantalón
reglamentario, decidiendo no darle vueltas al asunto.
—Knight. Toda la mierda que dije el otro día, estaba equivocado. —Su boca se
apretó—. ¿Puedes perdonarme por ser tan idiota?
A pesar de sí mismo, Zack ahogó una risa ronca.
—Simplemente podría haberlo dicho con Hallmark12, señor.
Una esquina de los labios de Tanner se levantó. Una delgada grieta delgada en el
barniz.
—No pasé por la tienda esta semana.
Zack dejó que el silencio se extendiera por un minuto y consideró con cuidado sus
próximas palabras. Sosteniendo la mirada del capitán, continuó.
—Perdonar, seguro. ¿Olvidar? Eso tomará tiempo.
—Quieres venganza, no pelearé contigo. Seré reportado o suspendido, tal vez ambas.
—¿Y eso qué solucionaría? —Si Tanner era suspendido, iría a casa y bebería hasta
morir. Quizás incluso quería hacerlo. De ninguna manera Zack sería parte de la
destrucción de un buen hombre simplemente para aliviar sus sentimientos lastimados.
—Probablemente nada, pero es tu decisión. No estoy pidiendo indulgencia sólo porque
me esté disculpando.
—¿Lo está haciendo? Disculpándose, quiero decir.
—Sí. Lo lamento, Zack. Más de lo que nunca lo sabrás. —Sincero arrepentimiento
inundaba su voz.
Zack sólo era humano. La parte de él que todavía estaba lastimada y humillada por su
confrontación quería venganza, no importaba cuan sucia. La parte más insistente de él
quería que el equipo recuperara su cohesión. Estos hombres eran sus hermanos, su
única familia.
Destruir a Tanner los destruiría como equipo.
¿No había el capitán, todos ellos, pasado por bastante?
—Lo acepto, y recomiendo que dejemos esto atrás —dijo Zack quedamente. Por un
segundo, podría haber jurado que Tanner se balanceó sobre sus pies.
—Gracias —Se acercó, tomando a Zack por el hombre—. Por si acaso, estoy
condenadamente feliz de que estés bien.

12
Hallmark: marca de tarjetas de felicitaciones.

59
Zack se las arregló para sonreír.
—Yo también, capitán.
—Vendré pronto y hablaremos. Descansa.
No fue hasta que Tanner se fue que Zack se dio cuenta de que el capitán nunca había
tocado el delicado tema de nombrar a Salvatore como Operador del Carro Bomba.
Y si Zack alguna vez recuperaría el puesto.
Un sonido tintineó cerca de su cabeza, sorprendiéndolo al punto que una maldición
escapó de sus labios. ¿Por qué los teléfonos del hospital tenían que ser lo
suficientemente altos para que el cerebro de una persona sangrara? Gimiendo, rodó
sobre su lado y se estiró para tomar el auricular con su mano libre, la que no tenía la
intravenosa, y lo trajo hasta su oído.
—¿Hola?
—Sr. Knight. Regresó de la muerte, ¿verdad?
La voz cortante y refinada, que chorreaba cordialidad fingida, hacía que se médula
osea se cuajara.
Oh, Dios. No Delacruz. No ahora.

—¿Cómo supiste dónde encontrarme? —No había necesidad de preguntar por qué el
hombre se había molestado. Al menos el ronquido oxidado de su enfermedad
enmascaró el miedo y la tensión detrás de la pregunta.
—Con un mínimo de dificultad. Tu casera parecía creer que algo horrible podría
haberte sucedido, y aquí tienes.
¡Su casera! Caray, había olvidado que el alquiler estaba muy atrasado. Y ahora, por lo
que a ella concernía, Zack había desaparecido sin aviso. ¡Mierda!
Delacruz soltó una risita ahogada cuando continuó.
—Y pensé que tal vez estabas evitándome al no contestar tu celular.
El tono satisfecho del bastardo lo irritó.
—¿Considerando que la maldita cosa está sentada en el fondo del río Cumberland? No.
Además, si quiero que te vayas a la mierda, te lo diré directamente. Como ahora, por
ejemplo.
—Eso es lo que admiro de ti —dijo Delacruz suavemente—. Un espíritu tan
indomable. Me gustas, Zack.

60
—No te gusta nada excepto el dinero. Del cual, para tu información, ya no tengo más.
—Ah, donde hay voluntad y todo eso. —Hizo una pausa—. ¿Asumo que tu padre está
descansando cómodamente en un geriátrico?
La amenaza oculta despedazó la forzada calma de Zack, encendió su furia. Darius
Knight había sido un padre asqueroso en su momento, un egoísta hijo de puta, pero
ahora sólo era el lamentable caparazón de un hombre. Su padre merecía afrontar sus
deudas, el problema que había causado. No merecía ser asesinado por ello.

Zack sostuvo el auricular en un asidero mortal.


—Mantente lejos de mi padre, hijo de puta. O te mataré.
Delacruz rió.
—Tan noble como vehemente, incluso después de todo lo que él te ha hecho. 'Los
dioses infligen los pecados de los padres sobre sus hijos' —citó—. Éxodo 20:5.
—Eurípides, 484 a 406 A. C. —Bastardo.

—Acepto la corrección —dijo con diversión—. Mi fe en ti está restaurada.


Zack cerró los ojos contra el latido en su cabeza.
—¿De qué diablos estás hablando?
—Quiero decir que un joven inteligente como tú no tendrá problemas en solucionar el
dilema de cómo conseguir otra cuota de cincuenta mil dolares en, digamos, dos
semanas. Me siento generoso, en vista de tu accidente.
Las manos de Zack comenzaron a temblar. Se preguntó si la ira reprimida le causaría
un ataque al corazón como a su padre.
—Estás perdiendo el tiempo, Delacruz. No soy un mago.
—Pero eres un genio. Resuelve los problemas, Zack. Esperaré buenas noticias en dos
semanas.
Su conexión terminó con un clic. Por unos pocos segundos, Zack se sentó con el
auricular presionando contra su oreja, la presión creciendo en su pecho, candente e
imparable.
Cincuenta mil. Dos semanas.
Matarán a mi padre.
Y cuando Delacruz decida que no tengo más dinero, me matará.

61
Demasiado. Todo era demasiado y él no podía tomar eso sobre todo lo demás. Era
incapaz de contener la marea de resentimiento e ira que barría cada terminación
nerviosa, devastando el control de hierro al que él se había aferrado por un delgado
hilo durante tanto tiempo.
Un rugido estalló en su garganta mientras giraba y tomaba la base del teléfono de la
mesita de noche. Con todas sus fuerzas, lanzó el equipo completo. Se estrelló contra la
pared frente a la cama con un crujido satisfactorio, cayendo al piso en pedazos y con
un estruendo.
La destrucción no era ni siquiera suficiente. Miró alrededor como un loco, pero no
había nada más que destruir. Gimiendo, sostuvo su cabeza entre las manos, la agonía
abrumadora. En cualquier segundo, su cerebro rezumaría por sus oídos.
—Oh, Dios. —¿Qué voy a hacer?

Dos enfermeras entraron apresuradamente en la habitación, una siguiendo a la otra.


—¡Sr. Knight! ¿Qué sucedió? ¿Está bien?
¿Hablaba en serio?
—No. Mi cabeza...
—¡Jesús, María y José! —La segunda enfermera apoyó los puños en sus anchas
caderas mientras miraba el difunto teléfono—. Vas a tener que pagar eso, bebé.
Por supuesto que lo haría. Y por alguna razón, eso de repente lo golpeó como algo
increíblemente gracioso.
Zack comenzó a reírse. No podía evitarlo. Rió hasta que comenzó a jadear y a respirar
con dificultad, mientras la primera enfermera todavía armaba un escándalo en vano.
Parecía que había desconectado la intravenosa y su mano estaba sangrando. Debía
parecer como si se hubiera vuelto completamente loco. Con un poco de suerte,
finalmente lo había hecho.
La primera enfermera, Dee, decía la etiqueta con su nombre, lo tomó por los hombros
y lo empujó firmemente sobre su espalda.
—Shawna, consigue un miligramo de Ativan13. —A Zack, le ordenó—. Sr. Knight,
tiene que calmarse. Su presión sanguínea está por los cielos y se ha lastimado.
¿Ativan? ¡Mierda! Si le daban eso, babearía como un infante durante las siguientes
veinticuatro horas.
Trató de calmarse y permanecer quieto mientras Dee limpiaba su mano palpitante y
reajustaba la intravenosa, pero era imposible. Sus desiguales jadeos salían entre ataques

13
Ativan: También conocida como Lorazepan, es un ansiolítico, amnésico, sedeante e hipnótico,
anticonvulsivo y relajante muscular.

62
de tos miserable que estrangulaban sus pulmones. Puntos negros comenzaron a bailar
en su vista y su cabeza giró.
Cristo, no podía respirar.
—¿Qué ocurre? ¡Zack!
De la nada, Cori apareció del otro lado. Un regalo del cielo. Sin vacilar, ella tomó su
mano sana y la atrajo a su mejilla.
—Calma, deja que te ayuden. Respira despacio, cariño.
Zack apretó sus dedos cuando Shawna regresó, sosteniendo una jeringa en alto.
—Por favor —dijo ásperamente—. No.
—Hola, Shawna. ¿Ativan? Suena como si nuestro héroe hubiera sido un chico malo —
dijo Cori, preocupación coloreando su intento de humor irónico.
—Tú lo sabes, amiga. —Shawna frunció la boca y arqueó una ceja—. Creo que el
hombre quiere tener una recaída. Loco idiota, tirando mierda alrededor.
—Hmmm. Supongo que mejor te calmas, a menos que prefieras estar comatoso por las
próximas veinticuatro a cuarenta y ocho horas, bonito.
Zack parpadeó en dirección a Cori. ¿Las dos se conocían? ¿Y cómo diablos Cori sabía
los efectos del Ativan?
Las tres mujeres lo miraron interrogantes. Hizo lo mejor para parecer arrepentido a la
vez que resollaba una disculpa.
—Lo lamento. Estoy calmado ahora, lo prometo.
Por sus expresiones dudosas, no creían la mentira. Dios, él no quería estar fuera de sí
otro día.
Dee miró el monitor.
—La presión sanguínea está bajando. No sé. ¿Qué creen? —Miró a Shawna, quien le
dio a Zack una sonrisa aterradora que decía “no creo tu mierda”.
—Qué voy a enviar al Sr. Knight al mundo de los sueños si tan sólo se mueve en la
forma equivocada de nuevo. —Sonaba terriblemente decepcionada ante la oportunidad
pérdida.
—No me moveré —graznó él—. Honestamente.
Dee se encogió de hombros.

63
—Será trasladado a un cuarto regular tan pronto como tengamos uno listo, así que no
será nuestro problema. Que el resto de su estadía sea fácil depende de usted.
—¿Un cuarto regular? ¿Eso significa que podré irme pronto a casa?
—Siga mejorando y supongo que será pasado mañana.
Gracias a Dios. Necesitaba salir de ahí. Arrastrarse hasta un agujero y nunca salir a la
luz de nuevo.
Con los ojos entrecerrados, Shawna agitó el extremo cubierto de la jeringa hacia Zack.
—Hasta entonces, cuide sus modales. —Se volvió hacia Cori—. Dejo a Conan14 en tus
manos. Tengo la sensación de que apreciará tu compañía más que la mía.
Salió, con Dee siguiéndola. ¿Conan, eh? De bombero apacible a bárbaro. Jesús, casi lo
habían drogado como a un elefante furioso.
Cori tomó asiento junto a él, su mirada ámbar sombreada por la preocupación.
—Dime qué sucedió.
—Recibí una... llamada que me disgustó. No lo manejé muy bien.
—¿Quieres hablar de eso?
¡Oye, seguro! ¡Voy a ser asesinado por mafiosos!

—No. —El dolor cruzó por el rostro de ella, y él hizo una mueca—. Quiero decir, no
puedo. Esto es algo con lo que tengo que lidiar sólo, y cuanta menos gente lo sepa,
mejor.
—Suena difícil.
—No tienes idea.
Ella hizo una pausa, estudiándolo como si pudiera leer todos sus secretos.
—De acuerdo. Sólo tienes que saber que estoy aquí cuando estés listo para hablar.
—Gracias —dijo él quedamente. Admirando su adorable rostro y la cascada de cabello
del color de la miel oscura, procuró distraerse de sus problemas.
Los mechones sueltos caían más allá de los hombros de su oscuro sobretodo. Bajo el
abrigo, vislumbró un brillante vestido rojo de escote bajo. Su mirada viajó por su cuello
lleno de gracia hacia la hinchazón de los generosos pechos. Tanta piel dorada, el
vestido apenas cubría los pezones que a él le gustaría saborear.

Conan: personaje protagonista de la serie de películas del mismo nombre y llevado a la pantalla por
14

Arnold Schwarzenegger.

64
—Luces hermosa.
—Gracias.
Su gran y blanca sonrisa lo golpeó con una doble dosis de deseo. Despertó su libido
adormecida. Ella era la sexualidad encarnada, un placer que él nunca había probado.
Se preguntó si ella creería en su inocencia, luego se recordó que eso no hacía ninguna
diferencia. Aun si él no era una zona de desastre, Cori estaba muy por fuera de su
alcance.
El puño de acero alrededor de los pulmones de Zack comenzó a aflojarse y se hundió
en las almohadas, agotado. Angustiado.
Decidió ofrecerle una salida.
—¿No tienes que trabajar en una fiesta esta noche? Vas a llegar tarde.
—¿Te parece que me importa? Por ti, ellos pueden esperar.
Su respiración se detuvo y cualquier respuesta que él podría haber dado fue detenida
por el nudo en su garganta. Nunca nadie lo había puesto primero.
Nadie.
Mientras luchaba por mantener controladas sus emociones, ella se inclinó hacia él.
Como un moribundo, se deleitó en la relajante caricia en su frente, su mejilla. El pecho
de ella rozó su brazo, el dulce aroma de algo ligero y floral en su piel. Sosegado por las
maravillosas sensaciones que ahuyentaban todas las tensiones del día, bostezó.
—Estoy tan cansado. —Bueno, una parte de él no estaba convencida de que descansar
fuera muy divertido. La única mujer con la que había reaccionado con tanta
intensidad, y no podía hacer una maldita cosa al respecto.
—Duerme, Zack —susurró ella—. Todo estará bien, ya verás. Estaré aquí.
Él suspiró, volviendo su rostro hacia su contacto. La suave promesa, su proximidad,
rozó su vientre hasta su ingle, acarició sus testículos y su pene como se imaginaba que
lo harían las manos de ella.
Una intimidad que él había anhelado... y que nunca había experimentado.
Había luchado con tanta fuerza día tras día desde que esta pesadilla comenzó, sólo
para encontrarse despojado de todo. Bien podría haber renunciado de una vez por
todas. Si no fuera por Cori.
Por primera vez en su vida, alguien especial estaba a su lado. No sólo uno de sus
amigos, sino una mujer que estaba interesada en él como hombre. Alentándolo a
resistir un día más. A creer.

65
Estaba harto de sólo existir. Quería tan desesperadamente ser necesitado. Ser la otra
mitad del alma de otra persona. Sólo de ella. Si tenía oportunidad con Cori, la
tomaría.
Escapará una vez que sepa la verdad. Entonces estarás peor que antes, destruido y sangrando en
la tierra.

Quizás. Pero ella estaría aquí cuando él despertara. Por ahora, era suficiente. Mientras
el peso del agotamiento lo hundía, se aferró a sus palabras.
Que Dios lo ayudara, esa promesa era todo lo que le quedaba.

66
Capítulo 6
Traducido por Viktoriak y gaby828
Corregido por La BoHeMiK y Dani

E
n la recientemente asignada habitación privada de Zack, Cori le miraba
atentamente mientras dormía. Horas después de que ella debería haber
aparecido en la despedida de soltero, estaba sentada a su lado, simplemente
comprobando la constante subida y bajada de su pecho. Asegurándose de que
realmente se encontrara bien.
Nada más importaba. Ciertamente no el dinero que había perdido esa noche, o los
manoseos de los borrachos a los que no se había tenido que obligar a soportar. No, su
única preocupación era la terrible escena con la que se había topado más temprano
esta tarde. La angustia en los ojos azules de Zack, la derrota.
Y como esa emoción cambio a algo completamente diferente en el momento en el que
se dio cuenta de que ella estaba allí.
Estudió su apuesto perfil, tan pacífico en sueños. Con las líneas de tensión alrededor de
los ojos y boca ausentes, clara evidencia de preocupaciones de las cuales ningún
hombre de su edad debería de saber. Se veía como un joven príncipe, en la espera del
beso de su princesa que lo despierte de un perverso hechizo. La Bella Durmiente a la
inversa.
Quizá no estuviera tan lejos de la verdad.
—Me tengo que ir —susurró, inclinándose para besar su mejilla sana. Él no se
movió—. Hasta mañana.
Odiaba dejarlo, pero estaba inconsciente, probablemente lo estaría por el resto de la
noche. Su propia cama estaba llamándola y tenía que levantarse más temprano de lo
usual si quería correr a hacer sus diligencias del sábado por la mañana y estar de vuelta
a una hora decente para visitar a Zack.
Bueno, la verdad: Le importaban una mierda las diligencias. Sólo quería volver a ver a
Zack.
De camino a casa, no podía dejar de pensar en él. ¿Qué hacía de este hombre, de todos
los que habían mostrado interés en ella, tan especial? Muchos hombres tenían esta cosa
de “Clark Kent”, dulces y heroicos ¿No es así?

67
Nop. Y tampoco eran Zack.
Sé honesta, Corrine. Si no hubiera casi muerto por salvar tu vida, es exactamente el tipo callado y
sin pretensiones al que nunca le habrías dado un segundo vistazo.

Hace algunos días, Zack era sólo un imbécil que había chocado la parte de atrás de su
camioneta en un momento de descuido.
Porque estaba enfermo y luchando contra el agotamiento por trabajar demasiado duro.
Se había dado cuenta de que era un hombre atractivo y de que algo parecía ir mal
además de su angustia por el accidente de autos menor de ambos, pero su propia
irritación había sido más importante.
Lo que la hacía casi tan absorta en sí misma como Tony. La admisión la avergonzaba.
Perturbada por la comparación, Cori descendió por el camino de entrada y buscó el
abre puertas del garaje, sólo para recordar que el dispositivo había tomado un largo y
agradable remojón en el río con su Explorer. El seguro había declarado a su vehículo
pérdida total, pero no cubrirían el costo por remplazar los artículos dentro. Tenía que
encontrar la manera de conseguir un nuevo abridor, pero simplemente no había tenido
tiempo para hacerlo todavía.
—Maldita sea.
Y por supuesto, qué daba miedo aquí afuera, tan oscuro, convirtiendo a la pequeña
joya que era su casita rural en una puesta en escena sacada directamente de Viernes
1315.

—Aquí es dónde, la heroína demasiado-estúpida-para-vivir, sale del auto y camina


hacia la puerta principal en la completa ignorancia de que su columna está a punto de
ser arrancada y comida como aperitivo de medianoche —murmuró, poniendo el
vehículo en el estacionamiento.
Fantástico. Palmeando sus llaves en el bolsillo y echándose al hombro la correa de su
bolso, salió del auto. La noche estaba helada, su aliento congelándose en el aire, o al
menos eso se imaginaba. La oscuridad se cerraba a su alrededor, un manto asfixiante
que escondía a cada criatura aterradora que su mente conjuraba.
Y el silencio. Demasiado silencio, excepto por el calmado ruido de las ramas desnudas
en el gélido viento. Dedos esqueléticos meciéndose a la luz de la luna.
Caminó en línea recta hacia el porche, sin correr, pero tampoco permitiendo que la
hierba creciera bajo sus zapatos. Ojos pequeños y brillantes taladraban el lugar entre
sus omoplatos, una amenaza invisible enroscada en algún lugar lista para
abalanzársele. Cada ridículo miedo infantil impulsaba a sus piernas a moverse con
mayor rapidez. “El coco” que no puedes ver siempre es más terrorífico que la realidad.

15
Viernes 13: película de 2009.

68
A mitad de camino de las escaleras, Cori descubrió cuan equivocada estaba.
A su derecha, una sombra se movió. Con una exclamación ahogada se quedó
paralizada, con las llaves extendidas. Permaneció en la oscuridad, tratando de
distinguir la forma… entonces, deseó no haberlo hecho.
Allí, cerca de la mecedora del porche. La silueta de un hombre. Todos los rasgos
distintivos en negro. Como una manifestación del infierno, traída directamente desde
sus pesadillas a algo corpóreo.
Y mortal.
Dando marcha atrás, encontró su voz. Gritó lo suficientemente alto para despertar a
todo el condado. Pero sabía que no había ningún vecino lo suficientemente cerca para
venir en su rescate, incluso si había sido escuchada.
Sus tacones resbalaron sobre los escalones y perdió el equilibrio, cayendo, cayendo
duro sobre su trasero. Sin vacilación, rodó sobre sus manos y rodillas e impulsándose
hacia arriba salió corriendo, tan rápido como podía en aquel condenado vestido y
zapatos de tacón alto, deseando que hubieran sido jeans y zapatillas.
Buscando a tientas las llaves del auto, pulsó el botón de desbloqueo automático.
Orando conseguir estar dentro antes de que la atrapara.
Abriendo la puerta de golpe, se arrojó dentro y tiró del seguro.
—Oh Dios, por favor…
El corazón le martilleaba en la garganta, escaneó frenéticamente el patio delantero. El
porche.
Nada.
Ningún hombre en persecución. Ninguna sombra ominosa moviéndose alrededor del
auto. Pero ella no iba a correr ningún riesgo.
—Sé lo que vi.

Con manos temblorosas, encajó las llaves en la ignición, arrancando violentamente el


auto en reversa. Forzando un camino cruzado a través del sendero de grava de la
entrada y una esquina del jardín, removiendo un seto en su prisa por escapar.
Había avanzado alrededor de kilómetro y medio en la carretera antes de darse cuenta
que había perdido su bolso en el patio, entonces lanzó una histérica carcajada. Que se
lo quedara el hijo de puta. El estilo y color combinarían con su conjunto negro de
ninja.
¿A dónde ir? No dónde Tony, por supuesto. Jugar al héroe le daría un estímulo a su

69
ego que no necesitaba, y no le daría a su ego ese innecesario estímulo. Tampoco quería
enviarle el mensaje equivocado de en qué punto estaban las cosas. Especialmente
desde que no se iba a casa esta noche.
Despertar a Zack cuando se estaba recuperando y no podía ayudar, estaba fuera de
discusión. Simplemente perdería el sueño por nada.
¿Joaquín? Dios mío, debe estar realmente conmocionada para incluso considerar
llamar por teléfono a su hermano. Él simplemente enloquecería.
Eso dejaba a su mejor amiga, Shea Ford. Una compañera estudiante de enfermería que
Cori había conocido hace un par de años en la cafetería, a través de sus compinches,
las autoproclamadas “Damas del Latte”, Shea era oro sólido. Una auténtica
humanista; liberal y de mente abierta, quién no vacilaría en darle la bienvenida a una
amiga después de medianoche y escuchar con preocupación sus locas divagaciones de
estar siendo vigilada.
Acechada.
Una increíble e imposible palabra, usada en exceso por la sociedad hasta el punto de
ser un cliché. Fácil de olvidar en el momento en el que una persona quitaba el
noticiero de la noche, siempre y cuando fuera el problema de alguien más.
Y Cori ya no tenía ninguna duda. Eso era lo que estaba sucediendo.
¿Por qué?

Quince minutos más tarde, llamó a la puerta del apartamento de Shea. De pie
temblando, con los dientes castañeándole, mientras esperaba. Después de los dos
minutos más largos que se hayan registrado, su amiga abrió la puerta, cabello castaño
brillante y rizado volaba salvajemente alrededor de su pequeño y sorprendido rostro.
—¡Cori! ¿Qué demo…
Con un sollozo se arrojó a los brazos de Shea. Cerrando, guió a Cori hasta el sofá y la
sentó con un brazo alrededor de los hombros mientras gritaba la historia a
trompicones. Su amiga sabía acerca del accidente del puente y del heroico rescate de
Zack. Pero no de la bala en los neumáticos de Cori. Ni el giro siniestro que esta
semana había tomado.
—Ay, cariño. —Shea abrazó los hombros de Cori—. ¿Por qué no me dijiste lo qué
estaba pasando? ¿Has hablado con la policía?
Cori soltó una risotada acuosa, tomando el pañuelo de papel descartable que Shea le
ofrecía. —Tanto que sirvió. Hicieron un gran trabajo siguiéndole la corriente a la loca
paranoica.
Su amiga se enderezó con un bufido, que evidenciaba su molestia. —Bueno, pues

70
tendrán que escuchar ahora ¿no? —Levantándose del sofá se dirigió al teléfono.
—No cuentes con ello.
Shea regresó, entregándole el auricular. —Debes hacerlos echarle un vistazo a tu casa.
Haz la llamada, o yo lo haré.
Shea tenía razón, pero temía tener que hacerle frente a la actitud condescendiente del
súper-hombre-con-insignia de nuevo. Después de hacer la llamada y explicarle el
incidente al operador, permitió que Shea la consintiera, agradecida por su
compañerismo y chocolate caliente.
El oficial Boley fue una gran mejora con respecto a su última experiencia con la
policía. Tomó nota de la información pertinente al tiempo que hacía los oportunos
ruidos de empatía; incluso cuando el escepticismo se asomaba en sus ojos. Lo que
estaba bien para Cori. Al menos no era un imbécil y había tratado de consolarla en
comparación a los dos oficiales que habían ido a mirar alrededor de su casa.
—¿Así que no pudo darle un buen vistazo a este tipo? —preguntó él de nuevo,
haciendo girar su libreta de notas cerrada.
—No. Sólo vi una figura. Creo que estaba vestido todo de negro.
Odiaba la manera en que la policía tendía a hacer las mismas preguntas varias veces,
como si el denunciante estuviera mintiendo, o fuera estúpido. Repetir que realmente
no consiguió divisar las características del intruso hacía sonar a su historia dudosa, lo
cual la cabreaba.
—Y perdió su bolso en el patio delantero, después de caer y salir corriendo. —Su
mirada reflexiva se clavó en ella.
—Sí, exactamente.
—Bueno, eso es algo.
Antes de que Cori pudiera preguntarle a lo que se refería, la radio en el cinturón del
oficial graznó con fuerza en el reducido espacio, haciéndola saltar.
—Oye, ¿Dennis?
Boley presionó el botón en el micrófono pegado al cuello de su abrigo. —Adelante.
—No tenemos nada aquí. Las puertas y ventanas están todas aseguradas, está mejor
cerrada que la de mi ex-esposa, cuando voy de visi…
—Copiado —Lo interrumpió Boley, poniendo los ojos en blanco ante ambas mujeres
como si dijera: ¿Ven lo qué tengo que soportar?—. ¿Qué hay de la bolsa de la Sra.
Shannon?

71
—Nop, lo siento. No hay ningún bolso aquí. Si su visitante indeseado lo cogió y se
deshizo de él, no lo hizo dentro de la propiedad.
Boley le echo un vistazo a Cori. —La mayoría de los asaltantes desvalijan el
contenido, y luego se deshacen del bolso en algún otro lugar. La suya todavía podría
aparecer.
Seguro. Todo menos el dinero y el plástico. Gimiendo, se frotó los ojos ya cansados.
Ahora pasaría el resto de la noche llamando a los números de emergencia para
cancelar las tarjetas de crédito.
Podría haber sido mucho peor.
Yo misma podría haber sido cancelada en su lugar.

Y ahora tenía algún tipo de prueba tangible—aunque muy fina—de su denuncia.


Alguien la estaba acechando, y acababa de hacerle llegar su primer mensaje real.
Cada vez que quisiera, el hijo de puta podría llegar a ella.
El oficial Boley se preparaba para darse a la fuga. —No la culpo si prefiere quedarse
con su amiga esta noche, pero estoy razonablemente seguro de que estará a salvo al
regresar a casa cuando esté lista. Lo más probable es que sorprendiera a un aspirante a
ladrón. Ahora irá por botines más fáciles, no se preocupe.
Si esa teoría ayudaba al policía a dormir por la noche como un bebé, bravo por él.
Ella había trabajado tan condenadamente duro durante estos dos últimos años para
terminar sus anteriormente abandonados estudios, poniendo su vida en el camino
correcto; para que alguien quisiera llevárselo todo. De nuevo.
Y el mejor y único sospechoso de Cori, estaba pudriéndose en su tumba.

***

Después de todo Cori no estaba allí cuando despertó. No apareció.


Lo que lo hacía el maldito sábado más largo de la vida de Zack.
Pasó a través de los canales del televisor montado en la pared. Hojeó una revista
deportiva que Eve le trajo por la mañana, incapaz de leer la letra pequeña sin sus
malditos anteojos. Casi perdiendo la cabeza al observar el lento avance de las
manecillas del reloj, el día prolongándose hasta el atardecer.
Y mirando hacia la puerta, con el pulso saltando de emoción cada vez que alguien

72
entraba, sólo para ver a una enfermera asomar y fácilmente pincharle la vena.
Caminar por los pasillos era lo que le había proporcionado una única distracción. Esta
mañana, las enfermeras habían declarado que era necesario que comenzara a
mantenerse en posición vertical, por lo que estuvo a punto de dar un salto de alegría.
Figurativamente hablando, claro.
La realidad era lenta y dolorosa. Hasta que Zack no se hubo levantado de la cama, no
había recibido el efecto pleno de cuán maltratado estaba su cuerpo debido a la terrible
experiencia. Sonriéndose a sí mismo sombrío, se imaginó con el aspecto de un anciano
arrastrándose por los pasillos, rodando junto con su vía intravenosa, tratando de
mantener su culo desnudo cubierto.
¿El punto culminante de su día? Una ducha.
Oh, sí. ¿Y todavía no nos estamos divirtiendo?

A medida que el sol se ponía, se hundía también su espíritu. Oscuros y feos


pensamientos comenzaban a colarse a pesar de sus esfuerzos para librarse de ellos con
una sacudida. Demasiadas horas estando solo. Pensando. ¿Para qué había sido
salvado? ¿Cuál era el punto?
Había perdido todo. Ahogándose, como en el río, excepto que el tiempo que le tomaría
hundirse definitivamente le estaba tomando un tiempo malditamente largo.
Veneno para el alma.
El fuerte timbre del teléfono arremetió contra la terrible dirección que habían tomado
sus cavilaciones, entonces le dio un vistazo al reloj. Justo pasadas las ocho.
Cogió el auricular, sin atreverse a albergar esperanza alguna. —¿Hola?
—Zack, es Cori. Siento tanto no haber alcanzado a ir a verte hoy.

Su voz susurrante se vertió sobre su piel, hundiéndose profundamente, enroscándose


en forma de cálidos dedos alrededor de su solitario corazón. —Hey, no hay problema.
He estado muy ocupado aquí, con la gente entrando y saliendo. Apenas he tenido un
minuto para mí mismo ¿Sabes? —Forzó una risa ahogada a pesar del nudo que tenía
en la garganta, mirando a su alrededor, la habitación vacía y en silencio.
—Ah, pues, eso está bien —dijo, sonando distraída—. De todas maneras, tuve esta
noche terrible y dormí hasta después del mediodía. Y después tuve algunas cosas de las
que ocuparme hoy…
—Cori, no tienes nada que explicar. —Por, Dios. ¿Ya se lo iba a sacudir de encima?
—Lo haré, sólo que no por teléfono. Créeme, realmente quería ir a verte. —Una
pausa—. ¿Me… me echaste de menos?

73
Zack cerró los ojos, su polla traidora respondiendo felizmente a su tentativa pregunta.
Alabado sea Jesús, porque ella no pudiera verlo. —Sí, no tienes idea de cuánto. —
Escuchó entonces una sonrisa en su réplica.
—Qué bien. Pensé en ti todo el día, preguntándome como estabas. ¿Te sientes mejor?
Era gracioso, Eve le había preguntado lo mismo en la mañana, pero no lo había hecho
sentir como si flotara fuera de la cama. —Sí. Creo que me estarán dando de alta
mañana.
—Oh, ¡eso es genial! Dime ¿necesitas que te lleve a casa?
Zack abrió los ojos y parpadeó. Cómo iría a casa era algo que ni siquiera se le había
ocurrido, no era que tuviera prisa por volver a su destartalado apartamento. O que
Cori viera el repugnante barrio bajo al que él llamaba hogar. Cristo.
Rápidamente, barajó sus opciones. No tenía dinero para un taxi. Eve había
mencionado que iría el domingo a cenar a la casa de su madre. Six-Pack y Kat estaban
buscando casa. Skyler probablemente estaría recuperándose de una resaca. ¿Tanner o
Salvatore? Olvídalo.
—¿Zack?
—Emm, sí. Creo que necesitaré que me lleves a casa. Pero sólo si no es molestia para
ti.
—Es un placer. ¿Tienes ropa?
—¿Qué?
Ella se echó a reír. —Ropa. A menos que hayas planeado salir desnudo.
Sólo si estoy desnudo contigo. —Cierto. Creo que ser arrestado por exhibicionismo ya
sería demasiado por esta semana ¿eh?
Esta vez se rieron juntos, y maldita sea, se sentía bien.
—¿Qué necesitas? ¿Vaqueros y una camiseta? ¿Una chaqueta?
—Y, emm… — Su rostro comenzó a acalorarse.
—¿Ropa interior, medias y zapatos deportivos?
Suspiró, tratando de ocultar la vergüenza en su voz. —Eso estaría genial, gracias.
Todo lo que tengo son los pantalones del uniforme que estaba usando, junto con mi
cartera y las llaves. Mi camisa fue destruida y mis zapatos se perdieron.

74
—Puesto que no tengo las llaves de tu casa ni sé dónde vives, recorreré una parte del
Walmart16 en la mañana antes de recogerte. Sera más fácil.
—Te pagaré. —Tan pronto como venda un riñón.

—No cariño. Puedes llevarme a cenar alguna vez —sugirió.


La boca de Zack se secó, y la bandera en su entrepierna ondeó rindiendo homenaje al
plan. ¡Sí! Saldría con esta mujer, incluso si antes tenía que asaltar un banco. Y robar un
coche. —Es una cita, hermosa. Cori, gracias.
—Oh, no me des las gracias todavía. Soy una sirena malvada, intrigante, con un
motivo oculto.
—¿Cuál es?
—Porque, te guié por el camino de la tentación y el pecado inimaginable. ¿Qué más?—
un beso de aire tocó su oído—. Buenas noches, chico fuego.
El suave clic apenas se escuchó. Zack acostado ahí, una estúpida sonrisa
extendiéndose en su rostro, su palpitante polla haciendo una tienda de campaña de
tamaño respetable en las sabanas. Dios, que dulce agonía. Si no tuviera miedo que una
enfermera lo viera, tomaría el problema en la mano.
Una llamada de Cori Shannon, y su mundo se veía más brillante que diez minutos
antes.
No se había olvidado, o deshecho de él. Su cuarto todavía era inhóspito y estaba vacío,
pero ya no estaba solo.
Una extraña sensación se desato en su pecho, dominando la desolación que había
aprendido a dar por sentado. Conduciendo de vuelta sus miedos. Más fuertes que la
esperanza.
Zack no podía estar seguro, pero se sentía muy parecido a... la felicidad.
No fue hasta que empezó a quedarse dormido que recordó a Cori diciendo que había
tenido una mala noche. Algo la había molestado y arruinado su sábado. ¿Había visto
la camioneta de nuevo? ¿Recibió una nota de amenaza o una llamada telefónica?
Preocupándose por la seguridad de Cori, su propia situación quedo olvidada, tirada
por el resto de la noche
—No puedes hablar en serio.
Con la boca abierta, Zack levantó el ofensivo elemento de la bolsa de Walmart como
si llevara un explosivo plástico.

Walmart: es una tienda de autoservicio de bajo precio y alto volumen.


16

75
Cori reprimió una risita. —Son alegres. Si alguien los necesita, eres tú.
—Estos pueden ser vistos desde el espacio exterior.
—Los hombres de verdad usan rosa.
Y, chico, los bóxers eran rosados. Rosado eléctrico con brillantes caras felices
amarillas sobre ellos. Un emoticón más grande que el resto, apareció frente a la vía de
escape, una lengua pegada estratégicamente puesta entre sus labios.
—No voy a usar esto.
Ella se encogió de hombros, disfrutando. —Supongo que tendrás que ir de comando.
Zack curvó sus labios. —Eso es asqueroso. Por no mencionar antihigiénico.
—¡Dios mío! ¿Siempre eres tan mojigato? Vive peligrosamente, Bomberito. A menos
que no tengas lo que se necesita.
Su mirada azul replicó a la suya. Una lenta sonrisa curvó su sensual boca. —Está bien,
un punto para ti, esta vez. Sólo recuerda lo que dicen sobre la recuperación de la
inversión.
—¡Ooh! —Ella tembló—. Promesas, promesas.
Sin previo aviso, él se acercó. Extendió su mano, pasando sus nudillos por su mejilla.
Ella sintió su calor abrasador a través de la delgada bata, y no debido a la fiebre. Su
aroma, una mezcla de jabón y hombre de la tierra, jugó en su nariz. Provocando que
cada célula femenina se pusiera rígida con atención, frunciendo sus pezones. Hizo
mucho para meterse dentro de él, aprender lo que le haría perder el control. Perderse a
sí mismo en ella.

Sin embargo, esos nuevos maravillosos sentimientos no eran nada en comparación con
su beso.
Sólo un simple beso, un roce de sus labios contra los de ella. Una exploración
tentativa, en silencio pidiendo permiso. Ella deslizó una mano detrás de su cuello en
respuesta, jugando con el pelo grueso de su nuca. Amando las sedosas hebras negras,
frescas, entre sus dedos.
Animado, Zack gimió, dándole un poco de lengua. El más suave de los toques. Un
indicio de pasta de dientes y hombre picante. El ligero contacto chisporroteó un
camino de fuego directamente a su vientre. Reunido allí, una bola de energía
crepitante, girando. Ardía en su apretado sexo.
Húmeda. Dios, había humedecido sus bragas sin nada más que un beso vainilla.
Necesitaba más. Más de él. El beso de Tony ni siquiera podía pensar en compararse
con algo tan honesto. Puro.

76
La excitación de Zack era como una entidad separada, la vida la llamaba. Exigiendo
una sola respuesta. Ella deseaba estar en cualquier lugar menos ahí, libre de saborear y
tocar el placer. Deseaba…
Zack rompió el beso y levantó su barbilla, pasando su dedo pulgar por su regordete
labio inferior. Sus párpados estaban pesados, sus ojos oscuros reflejando sus propios
pensamientos.
—Ten cuidado —murmuró con voz ronca—. Una hermosa mujer que le gusta vivir
peligrosamente debe saber que soy un hombre que está malditamente enfermo de ser
bueno. Un día desearás haber dejado a este perro acostado.
Momentáneamente sin habla, Cori sólo podía mirar como Zack se empujó fuera de la
cama y caminaba rígidamente al pequeño cuarto de baño, bolsa en mano. Una
invitación y una advertencia al mismo tiempo. ¿Cómo podría resistirse cualquier mujer
de sangre roja?
Ella no podía. Un hecho que se volvió sorprendentemente claro en el momento que
Zack dio un paso fuera del cuarto de baño, totalmente vestido.
Saltando. Dulce Jesús. Él es... hermoso.

No había una palabra más perfecta para describir a Zack. Nunca lo había visto en ropa
de calle y —oh Dios— acababa de redefinir su opinión sobre cómo un hombre debería
lucir.
En poco más de un metro ochenta y dos, estaba constituido como un corredor: un
hombre que se mantenía en forma, pero que no hacía mucho ejercicio. Su cuerpo era
largo, delgado y musculoso, arropado con la cantidad perfecta de músculo, a pesar de
que dudaba de ser capaz de abarcar sus bíceps con las dos manos.
Su pecho se extendía en los confines de su camiseta de color azul oscuro, una obra de
arte esculpida. Su estómago era tan plano y duro, probablemente podría rebotar una
cuadra de su abdomen. Una esbelta cintura, pantalones vaqueros que cuelgan bajo en
sus caderas, muslos largos. El suave dril de algodón cubría un bulto considerable en su
entrepierna, no dejando ninguna duda que su atracción fue devuelta multiplicado por
diez.
En total, el hombre era un festín pidiendo ser devorado.
Y la había desafiado a agarrar un tenedor.
—Déjame adivinar. Estos bóxers radiactivos me hacen brillar como Las Vegas a
medianoche.
La diversión en su tono atrajo bruscamente su atención de vuelta a su rostro. Sus ojos
bailaban con alegría. Y otra cosa magníficamente más oscura. Hambre.

77
—Tú, um, te ves... bien. Realmente bien —añadió, sintiendo despojado de su encanto.
Su atractiva sonrisa la golpeó como un puño en el estómago.
—Una clara mejora con respecto a la alta costura del hospital, ¿No te parece?
Maldición, me siento casi humano.
Bueno, ciertamente no se refería a la ropa. Él no podía ser tan inocente. ¿Podía?
Cualquier respuesta que rondaba sus labios se perdió cuando el Dr. Chu entró
apresuradamente, entregándole dos recetas a Zack y dando severas órdenes de
continuar con los tratamientos de respiración como paciente externo por lo menos otra
semana. Su orden de dejar el trabajo al menos dos semanas y obtener una autorización
por escrito para volver a la estación se encontró con silencio por parte de Zack, su
sentido del humor evaporándose. Por lo rígido de su mandíbula, Cori sabía que Zack
no tenía ninguna intención de cumplir con esa parte de las reglas del médico si podía
encontrar una manera de evitarlo.
Una enfermera empujó a Zack a la acera en una silla de ruedas, por la política del
hospital, mientras que cori acercaba el carro. Zack se deslizó en el asiento del pasajero,
y estaban en camino. Echándole un vistazo, Cori pensó en lo surrealista que era
tenerlo a su lado. Su salvador, con quien había enfrentado la muerte y ganaron.
Debido a su valentía.
—Dime algo sobre ti —dijo, girando al oeste cuando Zack le instruyó, hacia
Clarksville.
—¿Cómo qué?
—No lo sé. ¿Comida favorita? ¿Manías?
—Hmmm. Bueno, me encantan las costillitas. Mataría por esas cubiertas de salsa de
barbacoa Jack Daniel en estos momentos. —Su estómago rugió y ella sonrió.
—Obviamente. Vamos a tener que hacer algo al respecto. ¿Qué más?
—Odio la pasta.
—Eso no es normal.

—Lo sé. Pero es viscosa. Blech. —Pensó durante unos segundos—. Eso no es tan
extraño como mis manías; no me gustan los payasos.
Cori se rió en voz alta, luchando por mantener su atención en la carretera.—Eso es
raro, Zack. ¿Payasos?

—Cuando era niño en serio me asustaban —suspiró—. ¿Por qué nadie más que yo cree
que hay algo espeluznante acerca de un hombre adulto vestido y maquillado como

78
payaso? Quiero decir, ¿recuerdas a John Wayne Gacy17?
Piel de gallina estalló en los brazos de Cori. —Buen punto.
—Tu turno.
—Está bien. La pizza es lo mejor. Odio el hígado. Hay algo realmente desagradable en
comer un órgano utilizado para filtrar bilis.
—Bueno, un millón de gracias por esa imagen.
—De nada. Vamos a ver, cosas que me desesperan. Tengo un par. Diez salchichas en
un paquete, pero solo ocho panes. Está bien, es sólo una referencia figurativa, pero tú
entiendes. Las ideas estúpidas me fastidian.
—Entonces seré cuidadoso de no revelar ninguna idea tonta a tu alrededor —dijo con
ironía—. ¿Qué pasa con tu familia? ¿Viven aquí?
—Tengo tres hermanos mayores, desagradables y prepotentes. Es por eso que viven en
la costa este y yo vivo aquí.
—Ah. Sobreprotectores, ¿verdad?
Cori puso los ojos en blanco.
—Casi me vuelven loca después que nuestra madre murió, en especial mi hermano
mayor. Mantuvo su dedo pulgar aplastado sobre mí con tanta fuerza, que hice algo
increíblemente estúpido para salir de debajo de su mano de hierro.
—¿Qué fue?

—Me casé. —Miró a Zack para ver cómo absorbía ese dato. El simplemente asintió,
una expresión sabia en su cara.
—No funcionó —adivinó.
—No.
Zack estrechó los ojos. —¿Tu ex todavía te molesta?
—Difícilmente. —Tragó con fuerza, el peso de la sabiduría abriendo la puerta a un
terrible dolor. La culpa. Una vez que lo hacía, no había vuelta atrás—. Mi hermano
mayor lo mató —dijo ella, su voz casi inaudible.
Aspiro una bocanada de aire. —Jesucristo. ¿Quieres decir cómo...
—En mi defensa. Alex me había golpeado casi hasta la muerte y mi hermano lo atrapó
en el acto. El gran jurado decidió no procesarlo. —Cori agarró el volante con más

John Wayne Gacy: conocido también como "Pogo" o "El payaso asesino", fue un asesino en serie
17

estadounidense que violó y mató a 33 jóvenes entre 1972 y 1978.

79
fuerza para ocultar su temblor. Zack era la única otra persona, además de Shea con los
que Cori había compartido alguna vez el periodo más oscuro de su vida. Debido a que
compartir también significaba mentir a los que habían llegado a preocuparle, y dolía
demasiado hacerlo.
—Sabes, esa historia es mejor dicha después de una larga noche envuelta con una gran
cantidad de alcohol —dijo.
—Entendido. Y como me dijiste, cuando estés lista para hablar, estoy aquí.
Lágrimas inesperadas corrieron de sus ojos. Este hombre llevaba su bondad tan
fácilmente como la ropa. Y, oh Dios, podía volverse adicta a todo el paquete que era
Zack Knight.
—Gracias. —Inhaló y se aclaró la garganta—. ¿Y tú? ¿Dónde está tu familia?
En el instante que las palabras salieron de su boca, se maldijo interiormente por ser
una idiota. Pero no había que aceptar la devolución, sin revelar lo que ya sabía.
—Mi padre está en un hogar de ancianos —dijo para sorpresa de ella—. Sufrió un
derrame el año pasado y es básicamente un vegetal. Ha despertado por periodos, pero
es como un niño. Tiene que ser alimentado, cambiarle el pañal.
—Oh, Zack, lo siento mucho. ¿Qué pasa con tu madre?
Se encogió de hombros.
—Nunca la conocí. Mi padre tenía un montón de mujeres en sus buenos tiempos. Una
de ellas, literalmente me dejó en la puerta de su casa. Las pruebas demostraron que era
suyo, y me crió por sí mismo. Gira aquí.
Su voz sonaba tensa, controlada, como si le estuviera dando una versión editada de la
historia. Como ella en gran parte. Casi no podía culparlo por no querer abrir una fibra.
Cori dio la vuelta en un barrio de bajos ingresos, cada hogar más ruinoso que el
anterior. Minutos más tarde, mientras entraba en el complejo de apartamentos,
parpadeó con asombro, tratando de mantener la consternación sin mostrarse en su
rostro. ¿Cómo podría Zack —cualquiera— vivir en un basurero como este?
Un techo hundido que debería haber sido reparado hace una década y estaba
perdiendo un montón de tejas. Coberturas de maleza cubrían las ventanas del primer
piso. La mayoría de las ventanas visibles en los tres pisos carecían de pantallas y
muchas estaban rotas o agrietadas.
La acera estaba doblada y juguetes descoloridos cubrían las zonas fangosas donde la
hierba se negó a crecer. Las colillas de cigarros estaban esparcidas por todas partes.
Pintura descascarada que podría haber sido de cualquier color a la vez rizadas y en
escamas, como una enfermedad que no tiene cura.

80
Un grupo de adolescentes mayores vistiendo sudaderas con capucha se escondían entre
dos edificios, ajenos al miserable frio. Cambiaron de manos un fajo verde y un
pequeño paquete.
Este infierno miserable, sucio, no era el lugar donde alguien quería ser capturado
después de la puesta del sol.
Con expresión cerrada, Zack señaló un edificio en el otro extremo, junto a la oficina
del complejo.
—Estaciona ahí. Estoy en el segundo piso.
Lo hizo, y se bajaron, encorvando los hombros contra el viento helado y la niebla
ligera que había comenzado hace unos momentos. Zack comenzó a toser y ella se
preocupó por el estando fuera con este clima, en su condición. ¿Su apartamento tenía
suficiente calor? Si no era así, el mismo se encontraría de vuelta al hospital.
—No tienes que venir. —Se aclaró la garganta, él estudiaba el suelo al caminar. Las
palabras destacaban acero, y un toque de orgullo feroz.
No quería que viera el interior de su apartamento, y le dolía por él. No le importaba
como lucia su casa, se preocupaba por Zack. Pero ahora no era el momento de
presionar el tema.
—Sólo te dejaré en la puerta, si eso está bien. Tengo que apresurarme.
No lo hacía, pero la mentira le dio una forma de salvar su orgullo.
Sus hombros se relajaron. —Por supuesto. ¿Te llamo más tarde?
—Estaría decepcionada si no lo hicieras, guapo.
Él sonrió, bajando la cabeza.
La sonrisa se desvaneció al llegar al rellano del segundo piso. Ella lo siguió a lo largo
del corredor, preguntándose qué demonios lo tenía tan tenso cuando ella acababa de
aliviar su estado de ánimo.
Se detuvo, y estuvo a punto de golpear su espalda.
—Esta es tu casa ¿eh?
Zack estaba mortalmente quieto. Ella se movió a su lado, un escalofrío de temor
pasando a través de ella. Su rostro palideció y se quedó mirando la puerta.
Tambaleándose sobre sus pies, el quitó un cuadrado de papel color rosa que habían
pegado a la superficie.
Se quedó mirando el papel durante un buen rato, en estado de shock.

81
Su voz ronca surgió como un susurro.
—No. Ya no vivo aquí.

82
Capítulo 7
Traducido por Simoriah y LizC
Corregido por Silvery

Z
ack aplastó el aviso de desalojo en la mano. No estaba sorprendido. Sabía que
esto venía, de hecho. Pero no había planeado tener un testigo para su última
humillación.
No había planeado tener a Cori.
Volvió la espalda al muro y se apoyó contra él, enterrando el rostro en sus manos.
El papel cayó al suelo en un aleteo.
Roto y sin hogar. Dios, qué broma patética.
Piensa, genio. ¿Ahora qué? ¿Dónde irás?

―¿Qué...?

Un papel crujió, y él bajó las manos para ver a Cori sosteniendo el aviso, con la
mandíbula cayendo con asombro.
―¿Te están echando? ¡No puede ser!

Sí tan sólo supiera.


―Parece que tienes que pagarles para vivir aquí. ¿Cuán quisquilloso es eso?
―Pero... dejan que vendedores de droga se queden aquí ―farfulló Cori, indignada.

―Los vendedores de droga tienen dinero. Oye, ¿quizás esos rufianes me dejarán tener
un segundo trabajo? ―Rió ante su propia y lastimosa broma, la cual terminó con una
ronda de toses. Sin embargo, era mejor que llorar.
Frunciendo el ceño, ella aplastó el formulario, lanzándolo sobre el hombro.
―Maldición, ¡esto no está bien! ¿Ni siquiera te dieron un período de gracia?

Zack bajó la cabeza.


―Estoy atrasado dos meses y medio. Cuando no pude pagar el primero de enero, el
gerente me dio una extensión hasta el quince. La cual me perdí, porque estaba en el

83
hospital. ―No es que eso representara una diferencia. Estaba viviendo de tiempo
prestado, sin dinero en su cuenta corriente.
―Oh.

Un golpe detrás de otro. ¿Podía ponerse peor?


Ella enderezó la columna a propósito, inmovilizándolo con su mirada color ámbar.
―¿Tienes dónde quedarte?

―Yo... ―Su rostro se calentó. Sí, las cosas definitivamente podían ponerse peor.
―Bien, ahora lo tienes. Te quedarás conmigo.

Él contuvo una réplica amarga. ¿Acaso no quería cualquier hombre con amor propio
ser rescatado por la mujer que él moría por llamar suya?
Bien podría cortarse las pelotas y permitirle que las usara como dados de felpa en su
espejo retrovisor.
―Aprecio la oferta, pero no puedo abusar de tu amabilidad.

―¿Qué? ¿Cómo si tuvieras una mejor opción? ―Arqueando una delgada ceja, ella
cruzó los brazos sobre el pecho. Zack intentó no quedarse mirando cómo la posición
levantaba sus senos a la vez que ella continuaba―. ¿A quién vas a llamar? ¿A tus
amigos en la estación? ¿Los quieres a todos aquí, en tus asuntos, haciendo sonidos de
simpatía hasta que vomites?
Cosa que Cori no había hecho, para su inmenso alivio. La estudió, frotándose el pecho
dolorido. Dios, ella tenía razón. Los bomberos eran una hermandad. Si uno estaba en
problemas, todos se juntaban. Una llamada, y los problemas de Zack se esparcirían
como un fuego salvaje. El único hombre en quien él confiaba para mantener esto en
secreto era Six-Pack, y no iba a entrometerse en la dicha matrimonial del teniente.
Pero no podía aceptarlo. Las palabras no se formaban.
Cori suspiró.
―De acuerdo. La verdad es que mis motivos no son completamente altruistas. Tan
débil como suena, me sentiría mejor teniendo un hombre quedándose conmigo en este
momento.
―¿Por la camioneta extraña que viste y los ruidos en la noche? Realmente no creo que
tengas nada de qué preocuparte. ―Ella sacudió la cabeza, los ojos líquidos. Su miedo
se le metía en las entrañas como vidrio dentado y él se enderezó, aferrándole los
hombros―. Algo más sí sucedió la noche del viernes. Cuéntame.

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Los labios de ella temblaron.
―Cuando volví a casa de visitarte, era tarde. Cuando entré al porche, un hombre me
estaba esperando.
―Hijo de puta ―jadeó él, tomando su dulce rostro entre las manos―. ¿Estás bien? ¿Te
lastimó?
―No. Huí, pero él no me siguió. Estoy bien.
Cori no estaba “bien”. Una mala noche, había dicho. En su peor pesadilla, nunca
había esperado que ella fuera el blanco de un acosador. No podía imaginar su terror, y
un nudo de fría ira comenzó a formarse en su estómago.
―¿Qué dijo la policía? ―Delicadamente, acarició las suaves mejillas con sus pulgares,
necesitando tocarla. Asegurarse de que estaba bien.
―Que probablemente había sorprendido a un ladrón y lo había asustado antes de que
tuviera oportunidad de entrar. ―Emitió una risa acuosa―. No he vuelto a casa desde
entonces.
―¿Dónde has estado durmiendo? ¿En un hotel?

―Mi amiga Shea me prestó su sofá. Ayer envió a su hermano a mi casa a buscar una
muda de ropa. Me voy a casa hoy.
Zack frunció el ceño.
―¿Quién es su hermano? ―No le gustaba la idea de un hombre extraño revisando la
casa de ella―. ¿Cómo sabes que no es él que está detrás de todo esto?

Ella sonrió ante su tono protector.


―Shane Ford en un detective de homicidios del Departamento de Policía de
Sugarland. Dudo que sea nuestro tipo raro. Son gemelos. Shea y Shane. Dulce, ¿no?
―Si el hermano de tu amiga es policía, ¿no puede hacer algo? ¿Presionar a sus amigos
para que investiguen?

―Homicidios, ho-la. No soy problema de Shane hasta después de morir.

―Jesús, eso no es divertido. Ven aquí. ―Lo que él sabía de las mujeres podía caber en
una mota de ADN, pero se imaginó que las mujeres asustadas necesitaban consuelo.
Especialmente ésta. De él.
Zack la tomó en brazos y ella fue de buena gana. Puso la cabeza de ella contra su
hombro y ella se metió debajo de su abrigo. Tibia y suave. Senos presionados contra su
pecho, manos apretando su espalda. Respiración abanicando su clavícula. Toda mujer.

85
Toda mía.

Y de esa forma, el universo se reacomodó. Nada era más importante que Cori,
refugiada en sus brazos. Nadie tenía derecho a asustarla. Ningún hombre la tocaría
mientras el corazón todavía latiera en su pecho.
Emociones se hincharon, salvajes y confusas, llenando el vasto vacío. Como un
huracán, al ataque sacudió sus cimientos, casi doloroso en su intensidad. Y detrás de
esa invasión extraña, algo oscuro y peligroso. Feo.
El deseo de envolver con sus manos la garganta de la persona responsable de causarle
daño, y apretar hasta que la vida dejara ese cuerpo inútil.
Cori inclinó la cabeza y él llevó su boca hacia la suya. No había nada tentativo en su
beso y por la forma en que ella se derritió contra él, a ella no parecía importarle.
Gimiendo, ignorando el latido en su rostro magullado, bebió de ella como un hombre
muriendo de sed. Sumergió la lengua en el húmedo calor en la forma en que amaría
deslizar su miembro entre sus muslos. Marcarla con su contacto, darle lo que no le
había dado a otra mujer. Arruinarla para otro hombre.
Mía.

Ella interrumpió el beso, los ojos bailando con humor. El miedo se aplacó.
―¿Tomaré eso como un sí?

―Olvidé la pregunta.
―Te quedarás conmigo.

Él apretó sus brazos alrededor de ella. Besó la punta de su nariz.


―Sí. ―Otro roce de labios―. Sí.
―Bien. Tomemos tus cosas y apresurémonos. Hace frío aquí afuera.

―La mejor idea que he oído jamás.

Pero sus llaves ya no entraban en la cerradura. No era sorprendente, pero sí


definitivamente frustrante. Zack le ofreció el brazo a Cori y caminaron juntos hacia la
oficina, el único lugar que él había esperado evitar. Comenzó a toser de nuevo y eso
hizo que sus pulmones ardieran. Le dolía la cabeza y se sentía mareado. Era divertido,
había estado bastante revolucionado mientras besaba a Cori. Si tan sólo su cansado
cuerpo cooperara con su libido.
En la pequeña y sucia oficina, la gerente miró a Zack desde el otro lado de su antiguo
escritorio por alrededor de tres segundos antes de echarse a reír con una risa áspera y
dura que sacudió su delgado cuerpo y reveló una boca llena de dientes amarillentos.

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―¿Quieres tus porquerías? Por supuesto, llévatelas. ―Disfrutándolo aparentemente,
señaló la caja de cartón junto a su escritorio.
Las manos de él se apretaron en puños a sus lados.
―¿Dónde está el resto?

―Vendido para pagar tu renta atrasada ―dijo ella, soltando un raudal de humo de
cigarrillo en la dirección general de su rostro―. Salvé tus uniformes, unas pocas cosas
de baño, y algunos papeles que parecían importantes.
―Qué amable de tu parte. ―No la estrangules.

―Ten una buena vida, chico.

Sin confiar en sí mismo para decir otra palabra, levantó la caja y salió. Debería estar
agradecido de que la vil y vieja anciana hubiera guardado su ropa de trabajo. Dios
sabía que no necesitaba darle a Tanner otra razón para morderle el trasero.
Cori abrió el baúl y él metió la caja dentro. Se deslizaron dentro del coche y se
pusieron los cinturones de seguridad. Cori le dio una mirada mientras encendía el
motor.

―¡Maldición, había un maldito agujero de bala en el muro detrás de la cabeza de esa


mujer!
―Qué mal que fallaron ―murmuró, sintiéndose mal luego por decirlo. Esa miserable
anciana probablemente lo pasaba diez veces peor que Zack en su peor día.
―¿Qué?

―Nada. ―Sonrió, sintiéndose extrañamente liberado.


―De cualquier forma, espero que no te importe que lo diga, pero estoy feliz de no
dejarte aquí. ―Hizo una mueca.

―Para decirte la verdad, estoy muy contento con dejarle el lugar a las cucarachas. No
puedo esperar a irme. ―Contigo.

De acuerdo. Quizás ésta era una de esas Grandes Señales de Arriba de las que uno
leía. El destino y toda esa mierda woo-woo. Caca de pollo para la sopa de pollo.
¿Verdad?
El viaje fue agradable, la compañía de ella maravillosa. Pero mientras se acercaban a
Sugarland, el grasoso nudo en su estómago volvió, haciéndose más pesado con cada
milla. Cuando Cori tomó la calle Neptune y se adentró más en la zona rural, Zack
comenzó a sentirse un poquito descompuesto.

87
Cori había dicho que vivía en las afueras de Sugarland, sólo que no había dicho
exactamente dónde. De todas las docenas de caminos en el condado de Cheatham,
¿por qué ésta?
―Espera a que veas mi casa ―dijo ella, entusiasmándose. La emoción de su
compañera escalaba visiblemente a la vez que lo hacía su sensación de desastre, y
siguió parloteando, ignorante.
―Es tan hermoso y pacífico allí... bueno, además de mi inesperado visitante la otra
noche.
La casa está ubicada a más o menos cuarenta y cinco metros del camino, y tiene esta
gran cubierta en la parte trasera que tiene vista a los bosques y una bonita ensenada.
Alguien puso un bloque de sal en la base de un árbol cerca del agua, y los ciervos de
reúnen allí casi todas las mañanas y noches. Si tengo cuidado de no hacer ruido, puedo
deslizarme fuera, beber mi café, y observarlos.
Zack se quedó entumecido. Todo su cuerpo.
―Suena... fantástico.

―¡Oh, no tienes idea!

Sí, él creía que sí. Cuando ella bajó la velocidad y tomó el largo, serpenteante camino,
él apartó el rostro. Miró por la ventanilla para que ella no viera la angustia peleando
por escapar del apretado nudito en su pecho. Seguro, Delacruz había vendido la casa
inmediatamente por una ganancia cómoda. En la parte trasera de su mente, Zack lo
había sabido. ¿Pero por qué la compradora tenía que ser Cori? El golpe en su vientre
fue casi demasiado.
Esto no podía estar sucediendo, sin embargo allí estaba, cerrando el círculo. En ese
momento se sentía como un fantasma. Un espectador de su propia vida, invisible a
todos a su alrededor.
Excepto para Cori. Le echó un vistazo, y la felicidad que irradiaba de ella calmó su
trastorno. Su necesidad de protegerla, de preservar ese brillo, surgió una vez más.
Demonios, ella seguro había estado lo suficientemente disgustada cuando él casi
compró la granja salvando su vida. Sin importar cuán doloroso fuera mantener la
verdad encerrada dentro, ella no debía averiguarlo.
Zack no necesitaba su lástima. Y Cori no merecía la culpa mal ubicada.
―¿No es maravillosa? ―Estacionó el auto frente al garaje y apagó el motor.
Zack reunió todo el entusiasmo que pudo juntar.
―Eso creo. ¿Cuánto tiempo hace que vives aquí? ―Por supuesto, él sabía la respuesta.

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―Sólo unas pocas semanas. Seguro supera el pequeño apartamento que tenía en la
ciudad. ¿Por qué no metemos todas tus cosas, y luego te daré la gran gira?
Dios, él debía haber hecho algo para molestar a los dioses.
―Genial.

Salieron y Zack tomó sus posesiones mundanas del baúl. Apretando los dientes, la
siguió al porche y esperó a que abriera la puerta.

Lentamente, la siguió dentro. Hizo una pausa para absorber el refugio que nunca había
pensado volver a ver. Los relajantes tonos tierra que habían sucumbido a un estilo más
femenino junto con las líneas de alfombrillas, cortinas y un par de arreglos florales. El
familiar aroma a aceite de limón y madera.
Hogar.
―¿Zack? ¿Te sientes bien?

―Um, sí. Estoy bien. ¿Dónde debería poner esto? ―Movió la caja en sus manos.

―Sólo ponla ahí, en la entrada. Te acomodaremos en un momento. ―Ella frunció el


ceño y él tardíamente se dio cuenta de que no había halagado su hogar, algo que la
mayoría de la gente hace automáticamente.
Puso la caja en el piso, luego se enderezó, haciendo un gesto hacia el espacio grande y
abierto como si finalmente lo notara.
―Oh, wow. Tienes un lugar genial aquí.

Cori se mordió el labio, pareciendo preocupada por un segundo. Debió haberlo


imaginado, ya que su expresión se despejó y volvió la alegría.
—Gracias. El dueño anterior debe de haber puesto un montón de trabajo arreglándolo.
—Estirándose, corrió una palma cariñosa sobre la barandilla de la escalera de roble
pulido. El que había pasado hora dándole forma, lijando, y puliendo con tierno
cuidado.
—La carpintería y la ebanistería a medida en toda la casa es increíble. No consigues
esa calidad de artesanía de un constructor de vías.
No, no lo haces.

—Estoy pensando que podría haber diseñado y hecho todo en la tienda de la parte de
atrás —prosiguió—. Hay sierras, lijadoras, incontables tipos de madera y tinturas, y no
sé cuántas cosas más. Probablemente, lo suficiente como para construir un arca. No
puedo creer que todo se quede atrás.

89
—¿Qué vas a hacer con él?
—No lo sé. Vender el equipo y limpiarlo, supongo. Sólo que todavía no he conseguido
motivarme.
Un afilado dolor apuñaló sus entrañas.
—Ya veo.
—Digamos que, ¿eres bueno con el trabajo de la madera?
—Apenas —mintió. Prácticamente vivía por la textura de la madera en bruto en sus
manos. Por tomar la materia prima cruda y descartada, y crear algo nuevo y brillante.
Su cara bonita se animó mientras avivaba su idea.
—Podrías utilizar la tienda si lo deseas. Alguien podría muy bien hacer uso de todas
esas cosas grandiosas.
—Oh, no lo sé.
—Puedes hacer algo para mí. Si quieres.
Oh, demonios. ¿Cómo se suponía que iba a mirar esos brillantes ojos aleonados y decir
que no? Dios lo ayude si tenía una casa llena de niñas algún día.
—¿Tienes algo especial en mente?
Ella sonrió, evidentemente satisfecha.
—Sorpréndeme. ¿Te importa si tomamos algo para beber, mientras damos un paseo?
Si estás a la altura, claro está.
—Suena bien, en ambos casos. He estado encerrado por mucho tiempo. —Y no sólo a
causa del accidente. Le gustaba el aire libre y solía correr a lo largo de la Carretera
Neptuno en sus días libres, o simplemente ir a dar un largo paseo, disfrutar del paisaje.
Su morada más reciente no había sido precisamente propicia para la actividad al aire
libre. Por lo menos no del tipo legal.
Zack la siguió hasta la cocina y aparcó su trasero en el mostrador mientras ella
rebuscaba en la nevera.
—¿Tienes una cerveza?
—Sí. Cerveza, vino y refrescos. —Ella miró por encima del hombro—. Realmente no
deberías beber mientras estás tomando antibióticos.
—Lo sé. —Plegó su labio inferior en un puchero exagerado—. ¿Sólo una?

90
—Debería darte vergüenza. —Girando, arqueó una ceja, agitando una lata de refresco
de dieta—. Esto es mejor para ti.
—Qué asco. Puro carcinógeno de la ciudad. La cerveza es totalmente natural y mucho
más nutritiva. Además, me merezco una después de la semana que he tenido.
Con un bufido impropio de una dama, sustituyó la lata y sacó dos tercios, removió la
parte superior de una, y se la entregó a él.
—Como paramédico, sabes que el alcohol suprime la capacidad del cuerpo para
procesar con eficacia…
—Y ahí vamos de nuevo. —Zack tomó un trago de su cerveza.
—¿Ahí vamos de nuevo con qué?
—Parlotear como un libro de texto médico. ¿Te sientas alrededor y ves el canal de
salud durante todo el día o algo así?
—¿Cuándo he dicho algo de medicina?
Él la miró con expresión inocente, curioso.
—Estaba hablando acerca del Ativan con la enfermera que casi me seda. Sabías tus
cosas… y sabías los de la enfermera, también. Casi lo había olvidado.
Le dio un largo trago a su cerveza, y no pudo evitar mirar la columna agraciada de su
garganta mientras bebía. Sus labios gruesos abrazando la abertura de la botella en la
forma que a él le encantaría que se envolvieran alrededor…
—Te atrapé —dijo ella, limpiándose la boca—. Si leo libros de medicina. Todo el
tiempo.
—¿Por gusto? Y yo soy raro, ¿eh?
—No puedo pensar en más cosas excitantes que hacer por diversión que la lectura. —
Sonrió traviesamente, y la implicación de sus palabras, casi lo deja con las pelotas
azules. Antes de que pudiera responder, lanzó un segundo golpe—. Estudio los libros
para mis clases.
Parpadeó, su cerebro aún atrapado en cosas más excitantes.
—¿Estás tomando clases?
—No suenes tan sorprendido, cosita ardiente. Las bailarinas exóticas pueden ir a la
escuela, ya sabes. —Avanzando hacia él, le dio un golpecito en el pecho con su botella
de cerveza—. De hecho, el baile es lo que le permite a la mayoría de las chicas que
conozco pagar su matrícula. Gran parte de ello va dirigido a recibir una educación.

91
Dios, para un tipo con un llamado coeficiente intelectual de genio, él era un completo
idiota cuando se trataba de mujeres. ¿Por qué no se le ocurrió que una inteligente y
apasionada chica como Cori tenía más cosas que presumir que su ardiente cuerpo?
—¿Te gusta?
—Me gusta. Me gradúe de la escuela de enfermería en mayo. —Su sonrisa radiante lo
calentaba como una llamarada solar.
—¡Oh,vaya! Muchas felicidades, hermosa. —Él la tomó en un abrazo de oso, y le
encantó la forma en que su cara se enterró en la curva de su cuello, el cosquilleo de su
cabello contra su mejilla. Sus brazos serpenteaban alrededor de su cintura debajo de su
abrigo, y pensó que era un hombre afortunado al tenerla dos veces en un día. Y justo
después de eso...
Con la mayor parte de sus ingresos canalizados a los libros y matrícula, ¿cómo
demonios había afrontado comprar su propiedad?
No era su problema. La idea lo llevaba a lugares a los que no quería ir, así que la hizo
a un lado. No podía permitir que nada echara a perder esto. Tener un cuerpo de mujer
(esta mujer) en contra de él, era lo más cercano al cielo que alguna vez había llegado.
A pesar de haber estado muerto durante varios minutos.
E incluso entonces, no había habido ninguna legendaria luz brillante. Ningún sentido
de pertenencia como mínimo. De verdadera paz.
—Eso es todo un logro, trabajar muy duro para atravesar la escuela. Estoy orgulloso de
ti —dijo, besando su sien. Inmediatamente, se sintió avergonzado. Cori no era suya, y
no necesitaba su aprobación. Ni siquiera podría apreciarla.
—Nunca nadie me dijo eso antes. Ni siquiera mis hermanos. —Ella inclinó su rostro
hacia él, sus pestañas estaban húmedas, su boca temblando—. No sabes lo mucho que
significa para mí, escuchar a alguien validar mis esfuerzos. Gracias.
Ay, Dios. Lágrimas. Estaba perdido.
—En realidad, tengo una idea muy buena.
—Hmm. Tienes suerte de que tenías a tu padre para guiarte en la búsqueda del camino
correcto. Para alentarte.
—Eso no es lo que quise decir.
Apartándose, frunció el ceño hacia él, vacilante.
—Pero cuando mencionaste que tu padre te crió…

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—¿Te imaginaste una pintura de Norman Rockwell de un cariñoso padre todo
americano, enseñando a su niño a jugar como receptor abierto? —La pregunta salió
más brusca de lo que pretendía, teñida con amargura—. Mi padre era un bastardo
engreído. Él nunca… —Me amó.

Vaya, demasiada información. Demasiado tarde, las palabras murieron en su garganta.


No importa que se las hubiera arreglado para estrangularlas. Ya fueran tácitas o no,
Cori escuchó la verdad que todavía tenía el poder de hacerlo sangrar.
—Lo siento —dijo en voz baja, buscando su rostro con dedos tentativos. Sus labios—.
Parece que tenemos más en común de lo que yo creía.
Dulce Cristo, no podía mirarla a sus ojos hermosos, tan llenos de compasión, y no
caer. Rápido. Duro.
Nada se había sentido nunca tan bien como Cori en sus brazos. La primera vez que la
había sostenido y besado... era como si sus labios moviéndose en contra de los suyos
habían despertado su alma de un sueño de veintiséis años. La había conocido apenas
unos pocos días.
La conocía de siempre.
—¿Por qué no damos ese paseo? —Estrechando su mano, ella lo llevó fuera, sobre la
cubierta.
Por un momento se quedaron disfrutando de la vista en amigable silencio. La pequeña
ensenada atravesaba la suave pendiente del terreno, y el bosque del otro lado estaba
separado sólo por un sendero que conduce hasta la ladera opuesta. Su propiedad (no,
la de Cori) terminaba a unos treinta metros más allá de la línea de árboles, rodeando
cientos de hectáreas a desarrollar, vírgenes, del valle de Tennessee.
Su cercanía y el espectáculo de bienvenida mantienen el vacío abierto en la bahía a
medida que utilizan los escalones al costado de la cubierta y penetran por el arroyo. El
día era frío pero soleado y la hierba seca marrón crujía bajo sus zapatos. El agua estaba
recargada por la escorrentía de toda la lluvia helada de la semana pasada, aunque la
profundidad no llegaría hasta las rodillas.
Se pararon en seco en la orilla, sólo escuchando por un momento el murmullo de la
corriente fluyendo sobre las rocas. Cori entrelazó un brazo alrededor de él y señaló a
un tablón de madera establecido a través de una sección estrecha de la quebrada.
—Me resbalé y caí no hace mucho tiempo cruzando esa cosa. Deberías haberme visto
en mi trasero, empapada y más loca que un gato erizado.
La mirada de Zack se fijó en la suya.
—¿Te lastimaste? —Maldita sea, había tenido la intención de llegar a algo mejor que

93
esa antigua tabla a lo lejos.
Hizo una mueca, arrugando su bonita nariz.
—Sólo mi orgullo, y confía en mí, tengo un montón de acolchado para proteger al
resto.
Oh, le encantaría probar esa afirmación.
Su diosa de piernas largas no era ningún saco de huesos por ningún tramo. No, ella
ponía el “Boom” en el “baboooom”. Se preguntó si su trasero llenaría sus manos,
suaves y acolchado, mientras metía su pene en su interior.
Mientras ella gritaba su nombre.
Santo Dios. Se alegró que su abrigo ocultara su reacción nada volátil por la dirección
de sus pensamientos traviesos la tercera vez el día de hoy, él asintió con la cabeza
hacia la tabla.
—¿Vamos a desafiar los rápidos embravecidos?
—Seguro. Pero no vamos a llegar muy lejos. No necesitas quedarte sin aliento y tener
una recaída —dijo secamente.
—Enfermera mandona. —A decir verdad, le gustaba que se desvivieran por él. En una
gran maldita cantidad.
Él tomó la delantera en esta ocasión, pisando cuidadosamente la tabla. La madera
estaba resbaladiza, la corriente salpicando sobre la superficie cuando normalmente
estaría fuera del agua. Cuando llegó a la mitad, él tendió la mano para ella.
—Poco a poco.
Ella le tomó la mano y cruzaron sin incidentes. Mientras caminaban hacia el camino
que sube la pendiente y hacia el bosque, Zack se vio perturbado por la idea de Cori
aquí sola. Aislada. ¿Qué pasa si se hubiera golpeado la cabeza contra una roca cuando
se resbaló? Una persona puede ahogarse en menos de una pulgada de agua. No tiene
que ser como lo que le había sucedido cuando su Explorador se hundió en el
Cumberland.
A medida que se ponían en marcha por el camino, él miró hacia atrás en el arroyo y el
cruce improvisado. Lejos arriba en el lugar, cerca de la carretera, un atisbo de metal a
través de los árboles atrajo su vista. ¿Un coche? Demasiado lejos para decirlo, sobre
todo sin sus gafas. Volvió su atención hacia el arroyo.
Sorpréndeme.

Una idea se había estado formando en el fondo de su mente desde que se había

94
comprado el lugar más de hace un año floreciendo a todo color.
Una sonrisa burló sus labios, la emoción cargando a su cuerpo cansado. Tomaría
semanas de planificación y trabajo duro en su vieja tienda, pero él le iba a sorprender
muchísimo.
Y tal vez —sólo tal vez— para entonces, iba a encontrar una manera de convencer a
Cori que no podía vivir sin él.
***

Cerca de un kilómetro de distancia en una curva en la Carretera Neptuno, Lionel se


apoderó del volante de la furgoneta y se puso furioso. De la mano, la pareja
desapareció en la cordillera y fueron tragados por los árboles. Al aire libre en una
agradable caminata, sin preocupaciones.
—Maldita sea —dijo entre dientes. El bombero estaba en la foto ahora. Posiblemente
con la intención de quedarse.
Inesperado. Lamentable… para Zack Knight.
Esto lo cambia todo.
Tenía que dejar de entrometerse por ahí con su maquinación y simplemente terminar
con la perra de una buena vez. Si su estúpido compañero de mierda hubiera
escuchado, no tendrían esta maldita complicación adicional con la que hacer frente.
Corrección… Lionel no tendría que lidiar con ello mientras que el Sr. Admira Mi Pene
daba órdenes desde su trono en la cima de la montaña.
No, si lo hubieran hecho en la forma de Lionel, ya tendrían todo lo que debería haberle
pertenecido a él antes de que Corrine saliera volando y se escondiera en Podunk,
EE.UU. Él la habría poseído para ahora, en cuerpo y alma.
Por lo que había hecho, la puta se sometería a su voluntad en todos los deliciosos
sentidos. Luego, la destrozaría.
Sorpresa, imbécil, cambio de planes. Podía saborear la rabia impotente de su pronto ex
pareja, demasiado tarde para dejar que Lionel obtenga todo el poder. Hijo de puta
arrogante por creer que estaba controlando el espectáculo. Que tenía los mismos
derechos a los despojos.
Oh, él jugaría por un poco más. Pero sólo hasta que él hubiera trabajado en su
siguiente movimiento y la forma de llevarlo a cabo con un mínimo de espectáculo. El
rescatador de Cori estaba a punto de descubrir que conocerla era el día más
desafortunado de su vida. Elegir pasar el rato alrededor de ella, el peor error que jamás
había cometido.

95
Su último error.

96
Capítulo 8
Traducido por Gry y kathesweet
Corregido por Silvery

Z
ack tosía cuando ellos alcanzaron la casa otra vez, con su cara pálida.
Preocupada, Cori lo llevó a la sala de estar, frotado sus manos juntas para
calentarlos, y palpó su frente. Él parpadeó hacia ella, con sus ojos azules
cansados.
―¿Veredicto, Enfermera Ratched18?

―Su culo se va a acostar para una siesta ―reprendió ella―. ¡No puedo creer que
cayera en tus tonterías, fingiendo estar bien cuando estas a punto de caer! Arriba.
Ahora.

―Sí, señora.

Sus labios se torcieron en una sonrisa leve y ella sospechó que él estaba jugando con
ella, pero no le preocupaba siempre y cuando el tonto descansara. No lo culpaba por
picarla sino por estar fuera después de mentirle en el hospital durante casi una semana,
pero su viaje había sido demasiado, muy pronto.
En el vestíbulo, él recuperó su caja de pertenencias y la siguió arriba al dormitorio de
invitados. Ella anduvo dentro e hizo gestos al espacio abierto, bien ventilado.
―Te quedarás aquí, al otro lado de mi pasillo. La cama no está arreglada porque eres
mi primer invitado de verdad. Me encargaré de ello mientras tomas una ducha ―dijo
ella, señalando al contiguo cuarto de baño. Cuando él no respondió inmediatamente,
le echó un vistazo para verlo contemplar sus alrededores, la expresión más rara en su
cara―. ¿Zack?

―Ah... una ducha. Correcto. Tomé una en el hospital, ―murmuró él, su voz extraña.
Distante.
―Con más razón para tomar otra. Una persona puede marcharse del hospital con más
gérmenes que con los que entró. Además, tienes que entrar en calor y estar de pie bajo
el vapor un rato. Soltar la mugre de tus pulmones.

18
Enfermera Ratched: es un personaje de ficción de la novela One Flew Over the Cuckoo's Nest
(“Alguien voló sobre el nido del cuco”) escrita por el autor estadounidense Ken Kesey. Basada en un
hospital psiquiátrico.

97
Él suspiró.
―Bien. Claro.
¿Qué estaba mal con él? Antes de que hubieran entrado, había parecido que se había
divertido. Ella no podía pensar en algo que hubiera dicho o hubiera hecho para
cambiar eso.
―Siéntete como en tu casa, te traeré una pastilla de jabón y algún champú. ―Ella
chasqueó sus dedos―. Ah, casi lo olvido. Hay otra bolsa de WalMart en el coche con
más ropa interior, calcetines, un par de camisetas, pantalones de pijama, y un par de
sudaderas. Recogí cosas extras por si lo que conseguí no te entrara, pero aquellos te
servirán hasta que vayamos de compras.
―¿Más bóxers de carita feliz? ―Sus labios se movieron nerviosamente con humor, lo
que lo había estado molestándole desapareció.
―Bob esponja y besitos con pintalabios.

―Eres una mala mujer.


―Cuando quieras una verdadera demostración, me avisas, cosa caliente. ―Ella hizo
una pausa, dándole una sonrisa burlona―. Conseguiré el jabón ahora.
Cori dio vuelta y se paseó, pero no antes de que ella atrapara la mirada hambrienta en
sus ojos. Puro fuego, azul. Tentado más allá de la resistencia, lista para llamarla si se
atrevía.
Él no lo hizo. Ella no estaba segura de sí estar aliviada. Si diera por hecho que su
atracción era mutua, hubiera parecido una idiota por golpear descaradamente contra
él. Él no podría haber respondido en voz alta, pero el importante aumento en sus
vaqueros decía lo suficiente.
Animada, ella salió al coche y enganchó la bolsa de WalMart, luego trajo el jabón y
champú de su cuarto de baño. Volvió para encontrarlo mirando fijamente la ventana,
su expresión tan triste que un nudo se formó en su garganta. Ella sabía cuán difícil era
comenzar de nuevo después de que tu vida hubiera sido sacrificada, sabía exactamente
el daño que él tenía dentro.
―Aquí tienes ―dijo ella.
Sacudiendo su cabeza alrededor, él sonrió. Escondiendo su dolor como sospechaba
que siempre hacía, bajo una capa de luz del sol.
―Gracias. Realmente aprecio esto.

Ah, ella quería más que su apreciación. Territorio espeluznante.

98
―Olvídalo. Todos necesitan una mano en algún punto. Si no fuera por Shea, yo no lo
habría hecho cuando llegué por primera vez a Sugarland.
―Sí, bien... ―Él se pasó sus dedos por su negro pelo, agitándose. Una grieta en su
superficie plástica. Bueno―. Mira, esto apesta, Zack. No tienes que fingir otra cosa, no
conmigo.
―Mi situación apesta, pero estando aquí contigo no lo hace. ―Una pequeña curva de
los labios. Genuina, sin sombras.
―Ídem. Entonces termina contigo antes de que yo me sienta forzada a tranquilizarte
después de todo. ―Ella le empujó hacia el cuarto de baño―. Continúa. Te sentirás
toneladas mejor una vez que estés caliente y descansado.
Sonriendo abiertamente, él se sacó su abrigo, lo sacudió en la cama, y fue sin quejas.
Tiró de la puerta, dejándola abierta aproximadamente una pulgada. El crujido, seguido
del sonido revelador de su cremallera, le envió en el modo de marcha atrás, por todo
su alarde.
Tal vez el canalla había dejado la puerta abierta como una contestación a su desafío.
Tarareando, ella tomó su abrigo y lo colgó con el suyo en el armario de pasillo abajo.
En la cocina, buscó en el congelador por algo nutritivo para preparar como comida.
Los bomberos eran muy delgados por regla general (los grandes-trozos-deliciosos
compañeros de Zack eran los principales ejemplos de buenos "derretidores de bragas")
pero el bombero no había estado cuidándose de él. Nada trajo de aquella casa como la
vista del montón de estiércol donde él había estado viviendo.
Él necesita a un amigo que lo cuide, para darle una rápida patada en su muy buen trasero y
propulsarlo directamente de la inactividad, ella reflexionó, quitando un paquete de
pechugas de pollo y poniéndolas en la mesada. Podría ser yo.

Su comportamiento extraño la preocupó. Había algo más comiéndolo además de la


incomodidad de aceptar su ayuda. Algo grande. Ella todavía podría verlo acostado en
su cama de hospital, jadeando como un animal atrapado, el teléfono a trozos en el
suelo. ¿Quién le había afectado tan mal?
No su padre. Él había dicho que el hombre era básicamente un niño.
¿Entonces quién? ¿El no sonriente Capitán Tanner? ¿Una agencia de recaudación? La
cólera protectora hirvió en su sangre. A quienquiera que fuera mejor que estuviera
lejos de Zack. Cuando tenía que proteger lo propio, ella era la hija de su padre en más
de una forma. Dejar aquel papel no significaba que ella no lo asumiría otra vez si fuera
necesario. Incluso defender a sus hermanos, bastardos arrogantes, cada uno.
Pero ellos eran sus bastardos arrogantes. Ella no olvidaría que Joaquin había pagado
un alto precio de su parte.

99
Cerrando la puerta a un pasado mejor muerto, ella volvió a sus pensamientos de Zack.
En la ducha. Desnudo. Mmm.
Y ¡maldición!, sin saberlo, ella había olvidado de darle toallas. Admítelo. Lo hiciste a
propósito. Al menos subconscientemente.

Abandonando los elementos de la comida, ella se apresuró arriba, agarrando una


pequeña pila de toallas y manoplas de su armario. Como una ocurrencia posterior,
también agarró una pequeña botella de ibuprofeno. No habían llenado sus
prescripciones aún (algo más que tenía que hacer mientras él dormía la siesta) y sus
dolores de cabeza todavía debían rozar lo monstruoso. En su cuarto, el chapoteo del
agua cuando Zack se trasladó la atrajo como un imán. Ella se arrastró a la puerta,
sintiéndose traviesa. Un poco culpable, también.
No bastante culpable para impedirle echar una ojeada, sin embargo. Sólo una
vislumbre pequeñito; entonces ella dejaría las toallas y la medicina en el cuarto de
baño y se iría.
Un gemido bajo envió su corazón rozando contra su columna vertebral. No un gemido
de angustia mental o física, pero un gemido de “oh-Dios-mío-voy-a-morir-si-no-me-
vengo”. Inequívoco, pellizcando sus pezones en puntos como seguramente lo harían
dedos fantasmales.
Mirando detenidamente en la apertura, sus ojos se ensancharon y ella jadeó,
agradeciendo que él no pudiera oírla, y que el cristal de la ducha no estaba
completamente empañado. Mirar estaba tan mal y ella debería marcharse, pero la
visión deliciosa había golpeado ángel de la buena conciencia fuera de su hombro.
Zack se apoyaba contra la pared, la cabeza oscura se inclinaba hacia atrás, los ojos
cerrados, manchas rojas a través de sus mejillas. El rocío golpeando el centro de su
pecho, regándose sobre músculo tonificado y piel rojiza, alisando la estera ligera de
pelo negro.
Derramando un rastro bajo la línea oscura que separa su vientre plano, por delante de
su ombligo, y entre la expansión de sus piernas.
Donde su mano grande trabajaba su polla en un lento, seguro ritmo. Arriba hasta la
rechoncha cima y luego abajo a la base. Apretando mientras sus caderas se arquearon,
sus pelotas pesadas altas y tensas.
Perdido en un mar de placer. De arriba abajo otra vez. Un poco más rápido,
acariciando, buscando la pequeña muerte. Completamente sin inhibición.
Crudo y potente.
Madre de Dios, ella nunca había visto un hombre más magnífico.

100
El aliento de Cori atrapado. Sus piernas temblaron y su clítoris palpitando en ritmo a
sus movimientos. Ella tenía muchas ganas de ser la que ponía el éxtasis puro sobre su
apuesta cara, sus labios separados, los ojos cerrados. Tenía una noción loca para
explotar dentro y juntarse con él en la ducha. Terminándolo bien, en un camino
garantizado lo llevaría al espacio.
Ella se quedó quieta, poco dispuesta a estropear el momento. Simplemente bebió de la
belleza de la sexualidad innata de este hombre, escondida quizás hasta de él.
Él pasó repetidamente en serio ahora, el cuerpo apretado, los músculos de su cuello y
pecho tensos con sus esfuerzos.
―Ahh, Dios... joder, sí. Jódeme, móntame ―gimió él―. Cori...
Sus palabras indefensas, apasionadas palabras que iniciaron el dolor en la carne entre
sus muslos. Él se puso rígido con un grito, estremeciéndose, pesados chorros de su
corrida surgiendo en arcos furiosos, goteando sobre su puño, rápidamente lavado por
el agua de la ducha.
Él se fundió contra el azulejo, liberando su polla todavía dura.
Una maldición suave, sorda escapó de sus labios cuando él abrió sus ojos. Cori se puso
fuera de vista, el martilleo de pulso en su garganta. Dejando las toallas y la botella de
píldoras en la esquina del vestidor, ella huyó, esperando que su incursión en el
voyerismo no hubiera sido descubierta.
En la cocina, ella contempló el paquete de pollo, tratando de obligarse a concentrarse
en cómo prepararlo para comida. En cambio, volvió repasar su nombre en sus labios
cuando él se iba a correr. Fantaseando sobre él sumergiéndose dentro de ella cuando lo
hacía, llenándola, caliente y profundo. Su cuerpo entero tembló y dolió por la
liberación que él acababa de disfrutar.
¡Santo Louise19! Ellos habían estado solos durante sólo un par de horas y estaban más
calientes el uno por el otro que un incendio forestal en Julio. Las cosas se movían
demasiado rápido. Ella tenía que conseguir manejar el fuego antes de que se hicieran
daño.
Zack no era el único con secretos a la espera de destruirlos a ambos.
El pensamiento enfrió su libido, pero no mucho. No lo suficiente. Ella lo había querido
antes, pero después de la caliente escena en la ducha, sabía que nunca descansaría
hasta que él fuera suyo. Cada deliciosa pulgada.
Riesgo contra recompensa. Ninguna respuesta perfecta.
Excepto una.

19
Jeez Louise, santo Louise: es un slang utilizado para decir que uno esta shockeado.

101
Cuando Zack llevó aquella expresión del éxtasis en su atractiva cara otra vez, ella sería
la mujer que lo había puesto allí.
Zack goteó el agua a través del linóleo y volvió a la alfombra de baño para secarse,
preguntándose cuando Cori había dejado las toallas y el ibuprofeno.
Preguntarse si ella lo había visto.
Él lamentaba jugar consigo mismo. Siempre lo hacía. No había nada más solo que
fingir amar y ser amado a cambio. Pero esta vez había sido diferente.
Cori había estado mirando. Él estaba noventa y nueve por ciento seguro sobre de ello.
Apoyándose contra la pared, agarrando su polla, había sido vencido por una extraña
sensación. Otra presencia.
Él había abierto sus ojos un trozo más leve, y podría haber jurado que él había
descubierto un movimiento furtivo fuera de la puerta.
Tal vez él había estado equivocado.
No importaba. La idea de Cori viéndole como él acariciaba su polla, su anterior reto
regresó de una manera, volviéndolo tan caliente que había robado su aliento. Él nunca
se había venido con tanta fuerza.
Durante los últimos años, deseó perder lo último de su inocencia, para sepultarse en el
calor suave de una mujer, se había vuelto en un dolor soportable. Alcanzar la última
satisfacción nunca parecía valer el riesgo de abrirse a la burla. A más rechazo, el que
seguro acabaría con él.
Zack no se parecía a Skyler o Salvatore. Él nunca sería capaz de dar su cuerpo sin dar
su corazón y alma. Entonces él se había convertido en un pro en la desviación de las
pocas invitaciones en su dirección, por lo general cuando la cuadrilla andaba en el
Waterin’ Hold. Él había resistido la tentación exuberante, su ardor rápidamente
enfriado por el conocimiento de que cualquiera de aquellos conejitos de barra se habría
ido a casa de buena gana con uno de sus compañeros de equipo. Una pareja segura.
Ahora él estaba profundamente agradecido por su resistencia. El único regalo que él
había dejado para darle a una mujer era sí mismo. Intocado por otra. Sonaba
sentimental, eso significaba todo para él.
¿Significaría esto lo mismo para Cori? ¿Estaba él viviendo en un mundo de ensueño
por tener la idea de que lo deseara?
Supéralo. Buen consejo. Colgando la toalla en el estante de la tina, hizo reventar tres
ibuprofenos, luego fue al dormitorio para vestirse. Cristo, su pómulo rajado le dolía
otra vez, el dolor irradiaba por su cráneo entero. Gracias a Dios la hinchazón en su
cara se había vuelto casi normal, aun si la contusión se había transformado de morado

102
oscuro a una serie interesante de verdes y amarillos.
Cuando él buscó dentro de la bolsa de WalMart, tuvo que reírse.
Afectando su cabeza, él se puso los bóxers de besos con pintalabios, que conjuraba una
fantasía de los labios bonitos de Cori por todas partes el área antes mencionada.
Manera de torturarse, idiota. Después, él se puso un par de pantalones grises de algodón y
una camiseta naval.
Él no tenía sueño, pero decidió intentar al menos obedecer sus pedidos y se estiró con
cuidado en la cama. Dios, esto se sentía divino hundir sus músculos doloridos en un
cómodo colchón en vez de una cama de hospital, o su apartamento viejo e infestado de
ratas, tirado duro en el suelo. Oler limpio, sábanas frescas mejor que decaimiento y
desesperación.
Tan condenadamente bueno para ser su casa...
―¿Zack?
Dedos suaves. Acariciando su mejilla, tocando su pelo.
Agradable.
―Despiértate, dormilón.

―¿Mmm? ―Tanto como él quería quedarse envuelto en su caliente capullo, él


comenzó a surgir. Un olor fresco, herbal probando su nariz, mezclada con la fragancia
natural de una mujer.
La mezcla especial de Cori. Él parpadeó sus ojos abiertos para verla sentada en la
cama al lado de él. Dándole una sonrisa aturdida, él tomó un momento sólo para
saborearla.
De alguna manera, la tarde se había vuelto de noche, el cuarto bañado en sombras. La
lámpara de noche echaba un brillo luminoso sobre el pelo color miel oscura,
desbordándose en los hombros. Ella se había cambiado a una camiseta de cuello en V
y jogging lavanda. Ella lo estudiaba con ojos de tigre, una sonrisa suave en su cara
hermosa. Para él.
Y ella no había dejado de acariciar su pelo, que estaba más que bien.
―El príncipe despierta ―dijo ella, una nota de afecto en su voz―. A tiempo, también,
o no dormirás esta noche.
Con ella en la cama a través del pasillo, su imaginación salvaje en marcha, él dudaba
que fuera hacerlo de todos modos, pero se abstuvo de decirlo.
―¿Cuánto tiempo he estado?

103
―Tres horas. Es un poco después de las seis. ¿Estás hambriento?

―Sí, lo estoy. ―Él olió, tardíamente notando el tormentoso aroma que flotaba por el
aire desde abajo―. Dios, ¿qué huele tan bien?

―Pechugas de pollo rellenas con arroz salvaje, judías verdes, ensalada, y rollitos.

Su boca se hizo agua, su cerebro distraído por una vez de devorar Cori, en cambio.
―¡Wow, parece fantástico! ―Él se sentó y su cabeza nadó, el dolor horrible
continuando estable, ritmo palpitante.
―Cuidado allí.

Ella lo ayudó a sentarse, y él balanceó sus piernas sobre el lado de la cama, dejándose
ser orientado.
―Gracias.

―¿Cómo está tu cabeza? ―Inclinándose cerca, ella miró detenidamente su contusión.

―Bien, no siento que voy a vomitar más cuando el dolor de cabeza excava en mis
células cerebrales. Buenas noticias, ¿¡eh!?
Ella no hizo caso de su sarcasmo.
―Lo es. ¿Tomaste algunos ibuprofenos?

―Sí, señora, tres de ellos. Directamente antes de que quedara inconsciente.

―Demasiado pronto para más. Vamos a esperar otra hora más o menos. Aquí, fui a la
ciudad e hice llenar sus prescripciones. Toma tus antibióticos y medicina para la tos,
entonces comeremos.
―Gracias. No tenías que hacer eso por mí. ―Él estaba tocado.

―De nada. No es gran cosa. ―Alcanzando por delante de él la mesa de noche, ella
levantó una botella de prescripción marrón, la destapó, y sacudió una píldora bastante
grande para atascar a un caballo―. Una cada ocho horas. Ahí está tu agua.
Resistiendo el impulso de hacer una cara, él tomó la cápsula, recuperado el cristal de la
mesa de luz, y trabado. Él estaba enfermo de la medicación, pero no por el cuidado
personal extra.
―No necesito ninguna medicina para la tos.

—Oh, sí, la necesitas. Has estado tosiendo una y otra vez desde que te fuiste a dormir.
Baja la ventanilla.

104
Con eso, ella le entregó una dosis de medicina ya rebosando con líquido dorado que
sin duda sabía a bencina.
—Eres una enfermera mandona —se quejó, sin ninguna clase de ardor real.
Ella sonrió, aparentemente tomándolo como un cumplido.
—Soy buena en mi trabajo.
—No hay discusión aquí. —Curvando su labio, se tomó la copa como un trago de
whiskey. Dios sabía que seguro quemó como uno—. Cristo, esto es terrible.
—Como dice si sabe bien, no es bueno para ti.
—Tú eres buena para mí… y sucede que sé que definitivamente sabes bien —dijo él, y
la besó ligeramente en la mejilla. Él podría haberse sentido estúpido haciendo ese
reconocimiento en voz alta, si no fuera porque su cuerpo se derritió contra el de él. Su
suspiro ligero de alegría mientras descansaba su cabeza sobre su pecho, su mano sobre
su corazón.
—También eres bueno para mí.
Su brazo fue alrededor de ella y se quedaron así por unos minutos, sosteniéndose uno
al otro, el frágil vínculo nuevo fortaleciéndose cada vez más. Sin embargo, algo que
había estado molestándolo desde su paseo, un detalle que su mente había archivado
como algo sin importancia en ese momento. Él rompió el silencio primero, alejándose
para besar su frente.
—¿Notaste algo mientras estuvimos caminando? ¿Algo fuera de lugar?
Ella pensó por un momento, sacudió su cabeza.
—No. ¿Por qué?
—Vislumbré lo que podría haber sido un vehículo aparcado en la curva de Neptune
Road, pero estaba tan lejos que no pude ver mucho excepto por una brizna del lado a
través de los árboles. Cuando regresamos, se había ido.
Los ojos de Cori se ampliaron.
—¿No podrías decir si era un coche, camioneta, o furgoneta? ¿Viste a un hombre?
—Lo siento, cariño. No podría decirlo. —Tomando su mano, él besó la piel suave de
su palma y trató de ser tranquilizador—. No pensé mucho en eso antes y
probablemente no es nada. Pero considerando el intruso que te sorprendió,
necesitamos mantener nuestros ojos y oídos atentos. Sé que tienes clases y no puedo
estar contigo cada segundo, pero me sentiría mejor si estás sola el menor tiempo
posible. No estaría de más que también te reportaras conmigo periódicamente.

105
—Por supuesto, tienes razón. Seré cuidadosa y también mantendré mi teléfono a la
mano.
Se veía tan preocupada, que él se sintió mal por molestarla cuando se había tomado la
molestia de hacer la cena. Sonrió, esperando recuperar el ánimo feliz.
—Vamos a comer. No quiero que la excelente comida se enfríe.
—Estoy hambrienta.
—Adelántate. Yo ya voy.
Él hizo una parada rápida en el baño para lavarse los dientes (algo sin sentido cuando
iban a comer, pero odiaba el mal sabor de la medicina para la tos) y bajó las escaleras.
En la entrada al comedor formal que sólo había usado una vez, Zack se quedó
mirando en asombro humillado la mesa que ella había arreglado para los dos. Las
luces estaban apagadas, dos velas largas adornando el centro de una formación de
platos elegantes. Estaba parada cerca de la cabeza de la mesa donde dos lugares fueron
instalados, con muy vibrante en anticipación.
Para su horror absoluto, sus ojos picaron. Y se llenaron. Totalmente ridículo, y
mientras alejaba la mirada, esperó que ella no lo notara.
Lo que hizo, por supuesto, y confundió su reacción.
—Hay… ¿Hay algo mal? Dijiste que odiabas la pasta, pero pensé que te gustaría el
pollo y… oh, no. Me pasé, ¿cierto? Con las velas y el escenario romántico y…
—Cori. —Se dirigió hacia ella.
—Puedo movernos al comedor o…
—Corrine. —Su boca se cerró mientras él se extendía y acunaba su cara en sus
palmas—. Adoro todo. Se ve fantástico. Es simplemente que… nadie nunca antes hizo
esto por mí.
—Oh. —Sus ojos se ampliaron su expresión suavizándose—. ¿Nadie nunca hizo una
cena para ti?
—¿Sólo para mí? ¿Especial, como esto? No.
Él vio que el significado de esta declaración la alcanzó, y se extendió como la luz del
sol a través de todo su cuerpo.
—Entonces estoy feliz de ser tu primera vez.
—Hermosa, no tienes idea.

106
—¿Qué?
Inclinando la barbilla de Cori hacia arriba, él la distrajo con un beso que lo dejó
deseando haberse saltado la comida. Pero ella se había tomado la molestia, de ninguna
manera la desilusionaría. Soltándola, sacó su silla, aliviado de haberse compuesto.
—Se supone que debes estar en la cabeza de la mesa —protestó ella.
—Nop. Eres la chef y eso te hace la jefa. —Él tomó el asiento a su lado, y los ojos de
ella centellearon.
—¿No crees que ya soy lo suficientemente mandona20? Me llamaste una enfermera
mandona.
—Quizás he descubierto que tengo algo serio por las mujeres alfa, que llevan el
mando.
—Intrigante —bromeó, entrelazando sus dedos—. ¿Y eres un hombre alfa que lleva el
mando?
Oh, no. Él no era muy bueno en este asunto de la insinuación. ¿Pero qué tenía que
perder? También podría subir las apuestas. Estaba disfrutando malditamente
demasiado al no hacerlo. Le lanzó una mirada ardiente que cayó sobre la curva de sus
pechos, permaneció sobre el pliegue de sus pezones sin sujetador contra la tela de su
camisa, y volvió a su cara sorprendida.
—Supongo que eso depende de la situación.
—Quizás eres un interruptor. —Ella sonrió, obviamente muy metida en su pequeño
juego.
—¿Un interruptor?
—Un hombre que toma placer en recibir con tanto entusiasmo como en dar.
Ante eso, Zack despertó de su siesta. Santa mierda, ella estaba determinada a matarlo.
Muerte por una erección eterna.
—Una posibilidad que vale la pena explorar, diría. —Se felicitó por lograr sonar suave
y seguro en lugar de croar como una rana.
—¿Pollo? —Ella empezó a servir la comida en sus platos como si tuviera ninguna
preocupación en el mundo.
La diablesa sabía que lo tenía en su poder. Él había escuchado de los chicos que las
mujeres eran mucho mejores en esta clase de juegos preliminares, eran capaces de
aguantar por un tiempo jodidamente largo, y supuso que debía ser verdad.

20
Juego de palabras entre jefa (boss) y mandona (bossy)

107
Empezó a comer su cena, gimiendo de felicidad ante la explosión de sabores en su
lengua.
—Esto es maravilloso. ¿Cuándo aprendiste a cocinar?
Ella levantó un hombro de manera casual, aunque su cara se sonrojó con placer.
—Solía pasar horas en la cocina con nuestra cocinera en casa, ayudándola, la mayor
parte del tiempo porque eso me mantenía bajo el radar de mi hermano. Ninguno de
ellos habría sido atrapado ni muerto en un tan-llamado dominio femenino.
Él se rió.
—¿Dominio femenino? Se morirían de hambre en la estación, si uno de los chicos no
los golpea primero. —Sus hermanos sonaban como un montón de afeminados
consentidos. A él le encantaría ver a uno de ellos preparar una comida para seis
hombres hambrientos, luego apresurarse por una llamada y correr directo a un edificio
en llamas.
—Tienes razón… Se rumorea que los bomberos son excelentes en la cocina. —Se
inclinó hacia adelante con interés—. ¿Es cierto?
—Para la mayor parte, aunque algunos de nosotros somos mejores que otros. Yo me
defiendo, pero Six-Pack no sólo cocina, él crea obras maestras culinarias. Por otra
parte, Tommy no tiene permitido calentar nada más excepto perritos calientes ahora.
Aunque, está aprendiendo.
—Hablas de ellos como si fueran tu familia.
—Esos chicos son lo más cercano que he tenido a una y me considero afortunado. De
cualquier manera, tu enseñanza seguro valdría la pena. No he comido nada tan bueno
en años. —Una gran subestimación. Él se detuvo tomando un sorbo de su té helado,
pensando que era hora de reorientar el tema—. Mencionaste tu hogar. ¿Dónde es?
—Aquí, en Sugarland —dijo firmemente—. La finca de la familia a las afueras de
Atlantic City nunca podría ser confundida con la idea de alguien de un hogar. Bueno,
excepto por mis hermanos. A ellos les gusta lo suficiente, especialmente a Rafael.
¿Otro rollo?
Atlantic City. Su estómago se apretó, la comida dando un salto mortal en su vientre, y
él repentinamente se sintió frío hasta los huesos. Tenía que ser una coincidencia.
Haciendo a un lado los escalofríos, sacó el asunto de su mente.
—Claro. —Tomó el pan, consciente de que ella estaba tratando de cambiar de tema.
No quería discutir sobre su familia o su antigua vida, pero hey, su propia infancia no
había sido exactamente un episodio de Lazos Familiares. Él decidió empujar un poco
más—. Sobre Rafael, ¿estabas diciendo?

108
—Él es el más joven de mis hermanos, bueno, técnicamente mi medio hermano, el
resultado de la aventura de mi padre con su asistente personal. Sin embargo, es igual
de duro e inflexible que los otros. Realmente adoptó todo el asunto de “honor
familiar”. No hay nada como el entusiasmo de un converso, ¿eh?
—¿Y vive con tu familia? Eso es un poco… inusual, ¿no, considerando las
circunstancias?
Ella lanzó una risa triste.
—Supongo. Él fue criado al principio por su madre, pero vino a vivir con nosotros
cuando tenía diez años, después de que ella se suicidara. Oh, era un niñito triste.
Acababa de perder a su madre y apenas conocía a nuestro padre. Fue una gran
adaptación para todos, especialmente para Rafael, pero todos hicimos nuestro mejor
esfuerzo en hacerlo sentir bienvenido, incluso mi madre. Sin embargo, no creo que
alguna vez se sobrepusiera a que nuestro padre no estuviera allí para él durante sus
años formativos.
Tirado a los pies de su padre. Sí, él podía relacionarlo.
—¿Cómo se siente tu padre sobre Rafael? —No pudo detenerse de preguntar.
—Lo trató más fríamente a cómo nos trataba al resto de nosotros, supongo. No lo sé.
Nuestro padre no fue un hombre abierto y murió repentinamente hace cerca de diez
años.
—Lo siento. ¿Enfermedad?
—Fue asesinado. Un intruso no identificado entró en su oficina y le reventó los sesos.
—Ella masticó un pedazo de pollo calmadamente—. Él no tuvo muchos dolientes.
Aparentemente no. Luchó por algo correcto que decir, pero ella lo sacó de su miseria.
—Mamá murió hace cuatro años de cáncer de pecho. Dijo que nos sobreviviría a
todos, y creo que estuvimos bastante asombrados cuando no lo hizo. —Esta vez,
parpadeó furiosamente, empujando las judías verdes alrededor de su plato—. La única
vez que la vi fallar en algo en lo que había puesto su mente.
Zack puso su mano sobre la de ella.
—La amabas.
—Sí. Ella era mi roca y cuando falleció… No pude soportar vivir sola con mis
hermanos. Ellos eran prepotentes e imposibles antes, pero después de eso el mayor en
particular se encargó de manejar mi vida.
—¿Cómo?

109
—Presionándome en atender funciones sociales aburridas, diciéndome qué vestir,
cómo actuar, cómo vivir. Empujándome a salir con hombres con pedigrí con su sello
de aprobación, la cual Alex no tenía.
—Así que te casaste con el hombre, huyendo hacia terrenos más elevados —apuntó.
—Era inmadura y estúpida. Estaba a media carrera en la escuela de enfermería (lo que
todos en mi familia me aseguraban era una pérdida de tiempo) pero entonces lo dejé
porque mi atención se centraba en que algo que yo disfrutaba y hacía infeliz a mi
esposo.
—Estabas enamorada.
—Eso pensé, hasta que él empezó a golpearme.
Sus dedos se curvaron alrededor de los suyos, apretándolos en aliento.
—¿Con qué frecuencia sucedía esto? —preguntó suavemente, recordando ese imbécil
vicioso que casi la había matado. Demasiado mal que ya estuviera muerto, porque
Zach disfrutaría muchísimo estrangulándolo. La violencia de sus pensamientos lo
asustó.
—El primer año obtenía sus golpes en el abuso verbal, pero pronto eso no fue
suficiente.
Cada vez que me golpeaba, iría demasiado lejos inventando y la vida sería genial por
un tiempo. Cada paliza siguiente fue peor. Lo escondí de mis hermanos porque sabía
que lo destriparían como a un cerdo y acabarían en prisión. Mi esposo observaba cada
uno de mis movimientos y controlaba las finanzas, así que no sabía a dónde ir. No se
detuvo hasta la noche que Alex… murió.
—¿Quieres hablar de ello? Iré a buscarte algo más fuerte que el té si quieres.
—Nop. Espero que entiendas.
—Por supuesto. —Se veía tan desamparada, que su corazón se hundió. Esta no era el
palo de dinamita descarado que había chocado por detrás con su coche. La imagen de
un monstruo brutal tratando de apagar su fuego para siempre volvió loco a Zack.
Mejor cambiar de tema—. ¿Entonces te mudaste a Sugarland?
Su expresión brilló.
—No tenía idea de adónde intentaba ir. Simplemente llené mi camioneta hasta los
topes y me dirigí hacia el occidente. Me enamoré de Tennessee a primera vista, aunque
Nashville era demasiado grande y turístico para lo que quería. Conduje un poco más al
occidente, y aquí estoy, terminando la escuela de enfermería.
—Soy afortunado.

110
—Yo soy la afortunada de poder conocerte, Zack. Eres amable y gentil, y nunca le
harías daño a otra persona. Tienes un trabajo peligroso y salvas vidas —dijo,
mirándolo como si fuera alguna clase de superhéroe—. Salvaste mi vida, literalmente.
Jesús. Buena cosa que ella no pudiera leer su mente. Allí no había nada amable o
gentil sobre lo que le haría a cualquiera que intentara herirla.
—No me pongas en un pedestal tan alto, nena. La caída podría romper mi cuello.
—No, rebotarías. —Haciendo su plato a un lado, lo observó bajo sus pestañas largas y
oscuras—. Tu turno. Escúpelo todo.
—¿Yo? Nada que decir.
—Aja. No es justo.
—De acuerdo, um… Una vez leí la Cosa, de Stephen King. El peor error que he
cometido en mi vida. No dormí durante un mes.
Ella arqueó una ceja.
—Porque tienes un miedo profundamente arraigado hacia los payasos.
—Sip. King es el hombre. Me marcó de por vida. Cuando trabajamos en un accidente,
aún no puedo pararme al lado de un drenaje pluvial.
Sus labios se retorcieron, pero ella escondió la sonrisa, dándole un ceño divertido.
—Oh, vamos, eres un tonto. Dame las historias verdaderas.
—¿De verdad acabas de llamarme tonto?
—Lo hice. —Su mirada graciosa dijo—, ¿qué vas a hacer sobre eso?
Él pensó por un minuto, considerando el riesgo de compartir su secreto más doloroso.
Más doloroso de que cómo él se había convertido en algo roto. ¿Por qué no? Cori
había sido honesta con él sobre un periodo terrible en su vida.
—Muy bien. Cuando era niño, fui el nerd bajo y gordo que todos atormentaban.
Sacaba las mejores notas sin abrir un libro. Tengo… tengo el CI21 de un genio.
—¡Vaya, eso es genial! Quiero decir, la parte del CI, no lo de ser atormentado. —Cori
se mordió el labio, sonrojándose.
Él le dio una sonrisa de aliento.
—No te preocupes, la mayoría de la gente tiene la misma reacción. Aprecio mis dones
ahora más de lo que solía hacerlo.

21
CI: Coeficiente Intelectual.

111
—Pero ser diferente hizo tu vida un infierno cuando eras niño, me apostaría.
—Sí. Quería tanto tener amigos, pero los chicos siempre estaban haciendo tropezar, o
empujándome, tirando mis libros de mis manos, o poniéndome apodos como
“maricón”. Cualquier cosa que puedas pensar, ellos me lo hicieron al menos una vez.
Aunque, esa en realidad no fue la peor parte. —Tomando una respiración, continuó,
asombrado con que los recuerdos aún le dolieran. —Mi padre no era un hombre
cariñoso. Él creía que hacía bien por criar a su único hijo, pero le molestaba como el
infierno mi presencia. Nada sobre mí era lo suficientemente bueno para él. Pero
incluso el peor de los padres defiende a sus hijos de los matones, ¿cierto?
—La mayoría lo hace —dijo en voz baja—. Incluso papá nos defendía, duro como fue.
—Bueno, hubo un día cuando finalmente tuve el coraje de decirle a mi padre lo que los
otros chicos estaban haciéndome. Él dijo, “Si ellos creen que eres gordo, maricón
inútil, entonces probablemente lo eres”.
Esto obviamente no era lo que ella había esperado escuchar, y su rostro se hundió.
—Oh, Zack.
—Estarás feliz de saber que exigí mi venganza usando su ordenador para hackear la
base de datos del FBI.
Sus ojos se ampliaron.
—¡No lo hiciste!
—Dos hombres en traje y de apariencia dura golpearon a nuestra puerta menos de
veinticuatro horas después. Mi querido y viejo papá casi fue arrestado hasta que me
preocupé por quién cuidaría de mí mientras él estuviera en prisión y confesé. Yo sólo
tenía doce años, así que ellos se asustaron mucho de mí y me dejaron libre.
Cori rió.
—Haciendo más corta la historia, atravesé toda la secundaria intacto, incluso perdí
peso y me puse en forma, hice algunos amigos. Pero nunca conté con nadie excepto
conmigo mismo, hasta que me uní al departamento de bomberos. Mi madre nunca me
perdonó por no asistir a una universidad cara como MIT y convertirme en astronauta
o científico que desarrollaría un arma de destrucción masiva.
—¿Por qué no lo hiciste?
—Si estás pensando que fue por herirlo, estarías equivocada. La respuesta es
muchísimo menos complicada. —Sonrió—. La mayoría de los niños pequeños superan
la idea de jugar con camiones de bomberos. Yo nunca lo hice.
Su nariz se arrugó en la manera en que lo hacen las mujeres cuando ven a un cachorro

112
lindo o a un gatito.
—Aww. Esa es la cosa más dulce que he escuchado en mi vida.
—Entonces considera esto: nunca he estado más feliz de tomar las decisiones que
tomé… porque cada una de ellas me ayudó a llevarme hasta ti.

113
Capítulo 9
Traducido por Liseth Johanna
Corregido por Silvery

C
ori olisqueó. Recogió su servilleta de papel. ¡No llores, maldita sea! No te atrevas.
Ella odiaba las mujeres lloronas. Incluso casada con Alex, nunca había sido
una llorona, su inteligente boca ganando retribuciones más a menudo que
negaciones. ¿Y ahora? Todas sus defensas restantes se habían esfumado por el
poder de un buen hombre.
La sonrisa de Zack desapareció.
—¿Dije algo malo?
—¡No! Todo lo contrario. —Oh, demonios. Manoseando la servilleta, frotó la
humedad que amenazaba con salir—. ¿Te quedas despierto en la noche pensando
maravillosas líneas para atrapar a todas tus mujeres, o el encanto juvenil te sale
naturalmente?
—Sólo si la mujer eres tú —respondió él con total sinceridad.
Su temblorosa mano agarró con fuerza la destrozada servilleta contra su pecho.
—En realidad no me conoces.
—No es cierto. Sé que eres fuerte y valiente, ambiciosa, determinada. También eres
graciosa y cálida. Eres una sobreviviente. Y... eres perfecta para mí.
La conexión entre ellos chisporroteó y estalló, echando humo como grasa en una
sartén. Cerca de dos segundos de encenderse.
—Eres un ciego sin tus gafas, pobre hombre.
—Veo muy bien.
Dios, ella podía ahogarse en aquellos brillantes ojos azules, enmarcados por gruesas y
pecaminosas pestañas, y hundirse a voluntad. Él olía tan bien, una combinación de
jabón herbal fresco y la especia natural de hombre. Su camiseta azul marino abrazaba
los contornos de su sólido pecho, enfatizaba su plano estómago y delgada cintura.
Sus dedos picaban por explorar bajo el material, por saber por sí misma si su piel era
tan suave y lustrosa como lo había parecido en la ducha. Por sentir sus músculos

114
flexionarse y amontonarse mientras él…
Poniéndose de pie, ella hizo un gesto con la mano hacia los platos.
—¿Por qué no vas a relajarte en la sala mientras yo limpio esto? —Demasiado intenso.
Si no ponía algo de distancia entre ellos, se esfumaría en una pila de cenizas.
Zack, sin embargo, frustró su escape.
—Tengo una mejor idea. Dado que tú cocinaste, ¿por qué no vas a relajarte mientras
yo arreglo todo? Luego encenderé el fuego.
—Maravilloso lo del fuego. Pero no puedes hacer la limpieza. Todavía estás enfermo,
amigo. —Recogiendo sus platos y utensilios, ella fue a la cocina para lavarlos y
empezar a cargar el lavaplatos. Zack la siguió, cargando una brazada de sobras.
—Estoy acostumbrado a hacerlo yo. No vine aquí para que tuvieras que hacer todo por
mí. Además, me estoy sintiendo mucho mejor. —Una vibrante tos arruinó la
afirmación.
—Eso veo. —Enderezándose del lavaplatos, ella entrecerró los ojos a Zack mientras él
caminaba directamente a la despensa, abría la puerta y alcanzaba una caja de
envoltorio plástico que había en el recipiente de dentro. Justo como si él hubiera
sabido exactamente en dónde encontrarlo.
Girándose, él vio su ceño fruncido y se congeló, dándole una sonrisa avergonzando.
—Un invitado educado. Mucha gente guarda cosas como estas en la despensa.
—Oh, cierto. —Pero él ni siquiera lo había dudado. Como si… terminando su tarea,
ella sacudió la cabeza. Caray, el hombre poseía un CI de genio; él ciertamente podía
perseguir y atrapar una caja de Glad22.
Zack terminó de traer los platos, cubrió y guardó la comida sobrante en la nevera.
Trabajando juntos en un cómodo silencio (Cori robando miradas a cuán bien los
pantalones de su compañero contorneaban su apretado trasero), terminaron en
minutos.
—No tenía lo que necesitaba para hacer postre —dijo ella, secándose las manos en una
toalla—. ¿Quieres chocolate caliente?
—¿Con malvaviscos? —preguntó él con optimismo.
—Si eso es lo que te place.
—¿Estás bromeando? No hay nada mejor en una noche fría. Tengo un gusto especial
por el dulce.

22
Glad: Marca de recipientes plásticos.

115
La forma en que lo dijo, suave y sofocado, mirándola bajo sus pestañas, indicaba que
él podría estarse refiriendo a saborear más que sólo chocolate caliente. Un iluso
pensamiento, Corrine. ¡El hombre acaba de salir del hospital, por el amor de Dios!

—Bueno, solo tendremos que asegurarnos de satisfacerlo, ¿no? —Ella podía jurar que
sus pupilas se dilataron—. Um, ¿por qué no hacemos algo de cacao mientras enciendes
el fuego? Hay suficiente madera apilada afuera, por la terraza.
—De acuerdo.
Comiéndose con los ojos su maravillosa parte trasera, ella suspiró. Bendición, vivir a
tal proximidad del Sr. Revoluciona mi Respiración. ¡Bendición, vivir a tal proximidad
del Sr. Revoluciona mi Coche de Bomberos sería su muerte!
Tarareando para sí misma, calentó la leche en una olla, de la forma antigua (cacao
calentado usando agua del grifo, que debería estar prohibida), y vertió la espuma en
dos pesadas tazas con el chocolate. Por último, los malvaviscos. Para cuando cargaba
las tazas hasta la sala, Zack tenía un alegre fuego bailando en el amplio hogar de
ladrillo.
Él había dejado las luces apagadas y la habitación estaba bañada de un romántico
brillo ámbar. Había arreglado unos cuantos cojines del sofá en el piso y estaba sentado
frente al hogar, mirando las llamas, sus manos unidas alrededor de una rodilla
inclinaba. En aquel corto y desatendido momento, el pobre hombre lucía exhausto. Y
algo más, una nostalgia que ella no podía identificar.
Pero eso no evitó que su rostro se iluminara cuando se dio cuenta que ella se le había
unido.
—Hola, hermosa. —Cuidadosamente tomando la caliente taza que ella le ofrecía,
sopló por encima, luego dio un sorbo cauteloso—. Oh, hombre, es asombroso. No
puedo recordar la última vez que tomé chocolate caliente. Me encanta que sea uno de
esos tratos de los que una persona nunca se cansa.
—A mí también. —Ella puso su taza en el hogar y se sentó junto a él en los cojines,
lanzándole una mirada de reojo.
—¿En dónde estabas ahora, cuando entré?
—Perdido en el espacio, supongo. Ha sido un largo día. —Hábilmente, él desvió el
tema—. Entonces ¿cuál es tu horario como, durante la semana, con tus clases y
rotaciones en el hospital?
—Tengo clase todos los lunes y viernes, con exámenes y evaluaciones los viernes. De
martes a miércoles, tengo clases en la mañana y clínicas en Sterling por la tarde,
trabajando en emergencia con mi amiga Shea, sin pago para mí todavía porque soy
estudiante.

116
—Suena duro.
—En total, no es demasiado malo ahora que la graduación está en el horizonte.
Normalmente estoy en casa a las seis, pero eso cambiará una vez que tenga mis
verdaderos turnos. —Recogiendo su taza, ella dio un sorbo, observando la interesante
vacilación, la turbación en su expresión.
—¿Qué hay de tu baile? ¿Estás reservada cada miércoles a sábado en la noche?
Podría ser el infierno en la vida social de una chica.
Bajando su taza, ella apenas reprimió la triunfante sonrisa ante su transparente
expedición de pesca.
—Casi termino con la escuela, así que he podido disminuir mis compromisos un poco.
Este fin de semana próximo, por ejemplo, estoy reservada sólo el viernes en la noche
para una actuación en una despedida de soltero, haciendo todo el espectáculo de salir
de un pastel usando transparencias y una tanga. —Su ceño fruncido era tan fiero, que
ella no pudo evitar reír tontamente.
—¿Qué?
—¡La mirada en tu cara! —Se rió incluso más fuerte, lo que sólo lo puso de peor
humor.
—¿Qué es tan malditamente gracioso? Tienes a algún asqueroso molestándote y
simplemente vas a seguir brincando para un montón de imbéciles cachondos y
borrachos, mostrando tus… tus… —Sus mejillas se enrojecieron.
—¿Pechos? —respondió ella amablemente.
—¡Sí, maldición!
—Sólo son pechos, Zack, no misteriosos oráculos de la divina verdad —logró decir ella
entre risas. Él lucía como si se hubiera tragado una bola de pelo—. Tendré cuidado.
Siempre tengo a alguien que me acompañe a mi coche después. Y te haré saber que los
clientes cachondos y borrachos dan propinas muy generosas. La mayoría son bastante
inofensivos.
—Súper, pero si insistes en hacer esto, no vas a ir sola.
—Bien, solo no te enojes.
—No me enojo. Solo… me preocupo.
No, él estaba irritado, pero sabiamente, ella decidió no corregirlo.
—No puedes escoltarme cada fin de semana, sin embargo. Estarás listo para regresar al

117
trabajo en una semana más o menos, y luego, ¿qué?
—Conseguiré que uno de los chicos del turno B o C te lleve, si tengo que hacerlo.
Maldición.
—¿Ahora qué?
—La Estación Cinco no tiene tipos feos —murmuró él.
Disfrutando de esto, ella se acercó y se inclinó hacia él, deslizando una uña arreglada
por su pecho.
—¿Por qué, Sr. Caballero? ¿Estás diciendo que estarías celoso de confiarle mi cuidado
a uno de ellos? ¿Hmm, bomberito?
El fuego azul regresó, el calor flameando tan intensamente como las llamas en la
chimenea. Con intención, él puso su taza en el hogar, junto al de ella.
—Sí, maldita sea.
Más rápido de lo que ella pudo parpadear, se encontró envuelta en sus brazos, sus
pechos aplastados contra su pecho. Su boca bajó a la suya y su lengua barrió más allá
de las comisuras de sus labios. Golpeó dentro, lamiendo, explorando tras sus dientes,
su paladar. Ooh, él sabía fabulosamente, a chocolate negro y malvaviscos. Un dulce y
almibarado manjar y, bajo el embriagador sabor, a hombre puro.
Pero incluso su esencia no era nada comparada con el delicioso peso de él mientras la
empujaba hacia los cojines, sobre su espalda. Presionó su cuerpo sobre el suyo,
enlazando sus piernas, su dura longitud situada íntimamente en la coyuntura de sus
muslos. Ella amaba la fricción de su erección contra su clítoris, no menos placentera
debido a la ropa.
Mientras la besaba profundamente, Cori abrió sus dedos a través de su espalda,
deleitándose con la sensación de su fuerza rodeándola. Él se sentía tan correcto aquí,
así, su cuerpo entero zumbaba y se regocijaba al reconocerlo. Como si cada celular de
su ser hubiera estado esperándolo sólo a él, por toda una vida. Qué loco.
Sus manos vagaron bajo su camisa, siguiendo el camino de su columna hacia sus
hombros. Su espalda era suave y cálida, los músculos flexionándose perezosamente
bajo las yemas de sus dedos.
—Fuera. Quítate la camisa.
Ella tiró del ofensivo material, necesitándolo más cerca. Sin barreras entre ellos.
Riéndose, él la ayudó a pasar la camisa sobre su cabeza y ella la lanzó a un lado.
Inmediatamente, deslizó sus palmas sobre sus sólidos pectorales, fascinada por el
brillante espolvoreado de mullido vello oscuro. Las apretadas tetillas marrones
frunciendo bajo el rozar de sus pulgares, la piel de gallina abriéndose paso en su piel.

118
Sí, a ella le gustaba saber que podía reducirlo a una masa temblorosa. Y tenía el
presentimiento de que su lado oscuro, una vez desatado, sería una belleza de
contemplar.
—Jesús —gruñó él, sus sensuales labios curvándose.
—Tu turno. Son solo pechos, ¿recuerdas?
Su tono provocador, coloreado de una pizca de desafío, sugería que él realmente no
esperaba que regresara el favor. Lindo también era el sonrojar en su cara, como ver a
un niño que acababa de decir algo muy travieso pero se negaba a retirarlo.
¿Exactamente cuán inocente era Zack?
—¿Quieres que me quite la camisa? ¿Hmm?
—Yo… no tienes que hacerlo…
—Quítala tú mismo, cosa caliente.
Si tan sólo tuviera una cámara. Su expresión no tenía precio. Si creerlo en verdad,
desesperado por saber si ella no estaba bromeando. En respuesta a su pregunta sin
pronunciar, ella dejó sus brazos quedar laxos a sus costados y asintió.
Zack rodó a un lado, su cuerpo a medias encima del suyo, y tragó fuerte. Ella no
puedo evitar descifrar por qué un bombón como él estaría tan nervioso, pero era dulce
la forma en que su mano temblaba mientras rozaba su estómago. Levantó el material y
empezó a deslizarlo hacia arriba.
Y luego estaba desnuda ante él, sus pezones frunciéndose mientras arqueaba la
espalda, permitiéndole quitarle la camisa. Él la lanzó junto a la suya, pero su caliente
mirada nunca dejó sus pechos.
Levantándose en un codo, dejó que sus dedos vagaran a través de su clavícula. Más
abajo, a la cima de sus pechos, dudando.
La única forma de describir la emoción en sus ojos azules era… anonadado. Como si
le hubieran regalado un tesoro que no estaba seguro de merecer. Pero él deseaba
mucho aquel tesoro, la prueba latía con fuerza contra su cadera.
—Adelante, Zack, tócame —susurró ella.
Aparentemente temeroso de que ella fuera a romperse, acarició cuidadosamente un
descarado pezón. Incluso aquella caricia tentativa lanzó una sacudida de calor líquido
hacia su sexo.
—Más duro. Pínchalos.

119
—No quiero lastimarte.
—No lo harás. —¿Él nunca había hecho esto antes? Zack era joven, varios años mayor
que su subalterno, pero seguramente…
El pensar se volvió imposible cuando él rodó el pezón entre su pulgar e índice. Apretó
con la cantidad justa de presión, bordeando el límite del oscuro dolor que ella había
extrañado. Lanzando pequeñísimas señales de placer a través de su cuerpo. Él tiró y
pinchó, primero uno, luego el otro.
—¡Oh! Zack… —Alcanzándolo, ella bajó su cabeza, enterrando sus dedos en el sedoso
cabello de su nuca.
No había vacilación ahora. Él chupó un pico como un hombre que acaba de encontrar
la religión. Con reverencia y con gran propósito. Su cálida boca se aprovechó de su
piel, su lengua lamiendo. Dando vueltas.
—Más —jadeó ella.
Él levantó la cabeza, el oscuro cabello cayendo en sus hambrientos ojos.
—Dime, bebé. ¿Qué necesitas?
Las palabras atravesaron su corazón. Ella no había estado con muchos hombres, pero
ninguno de los pocos con los que había dormido se había molestado por hacer esa
simple y maravillosa pregunta. Sonriendo, agarró la cinturita de sus pantalones de
ejercicio.
—Ayúdame a quitarme estos.
Levantó sus caderas y rápidamente, sus pantalones y ropa interior acompañaron su
creciente pila. Zack se arrodilló a su lado y jadeó apreciativamente, deslizando con
suavidad una mano sobre su estómago.
—Dios mío, eres hermosa.
Ella sacudió la cabeza.
—Gracias, pero…
—Shh. Dime cómo satisfacerte, lo que te gusta. —Su mano se deslizó más abajo, hacia
el triángulo castaño dorado en el vértice de sus muslos.
Ella extendió las piernas y le sensualidad de estar completamente expuesta a él se
deslizó en su sangre como una droga. Este hombre la deseaba como nadie lo había
hecho antes, por la dicha de darles a ambos.
—Lo haré mejor —dijo ella—. Te mostraré.

120
Lentamente, disfrutando el verlo observa con asilvestrada intensidad, ella deslizó hacia
abajo su mano. A través de su estómago. Descendiendo, sus dedos deslizándose a
través de los rizos. Paralizado, él no pareció respirar cuando ella empezó a masajear su
arqueado clítoris en perezosos círculos. Dando vueltas y vueltas, luego hundiendo un
dedo en su canal. Deslizándolo adentro y afuera, extendiendo la humedad por todo su
sexo.
—Déjame —jadeó él.
Con su asentimiento, él se movió para arrodillarse entre sus muslos. Agarrando un
pequeño cojín, lo empujó bajo sus caderas, abriéndola. Haciéndola más vulnerable,
aunque ella sabía que jamás la lastimaría.
Descansando una mano en su muslo superior, él tocó apenas la longitud de su
hendidura.
—Tan bonita.
Con la punta de un dedo, frotó su clítoris como la había visto hacerlo. Haciendo
círculos gentilmente, con creciente confianza, probablemente por los desamparados
gemidos que escapaban de sus labios. El toque de Zack. Como el de ningún otro
hombre, desplegando un profundo deseo de liberarse. De dejarse ir.
—¿Así, cariño?
—¡Sí!
Haciéndose más audaz, él deslizó dos dedos entre sus húmedos pliegues. Rozando el
sensibilizado botón, empujando más profundo. Hundiéndose en su canal. Trabajando
con ellos, lento y fácil, adentro y afuera de nuevo. Adentro y afuera. Follándola con su
mano hasta que estuvo goteando, húmeda, retorciéndose, casi fuera de sí.
—¡Zack, por favor!
—¿Quieres terminar así? Dime, cariño.
—¡No, con tu boca! Por favor, necesito…
Su mano retrocedió y ella se preguntó, por un corto momento, si él sería como los
otros. Si ignoraría sus suplicas y sacaría rápidamente su polla, si golpearía con
particular delicadeza, muchos menos finalizando el decadente festín que había
comenzado.
Ella no tendría por qué haberse preocupado. Zack se estiró por completo sobre su
estómago… y cerró su boca en su sexo. Su caliente y adorable boca y su húmeda y
buscadora lengua, instrumento de tortura celestial. Él lamió los desnudos labios, luego
se sumergió entre ellos, follándola con la lengua hasta un olvido sin sentido.

121
Pero cuando se posó en su clítoris, cenando como un hombre nacido para comerse a
una mujer, ella ya estaba muerta. Agarrando su cabello con las manos, se sacudió.
Perdida en la oleada de gloriosos y demoledores orgasmos.
—¡Oh, Dios! ¡Sí, Zack! ¡No te detengas!
Uno tras otro, los temblores la sacudieron, hasta que al final, yació cansada. Laxa
como un fideo y respirando con fuerza.
Y más satisfecha de lo que alguna vez había estado.
Zack la miró, se limpió la boca y le dio una tímida e insegura sonrisa.
—¿Tú…? ¿Yo…? —Sorprendentemente, él se sonrojó—. ¿Estuvo bien para ti?
Sonriendo, ella se estiró y enrolló una hebra de su cabello en su dedo.
—Fue maravilloso y estuviste fabuloso. ¿Por qué lo dudas?
—Soy más o menos… nuevo en esto, ya sabes…
Sentándose, se lo quedó mirando, procesando lo que había dicho. ¡Mierda!
—¿Quieres decir que nunca antes les has dado sexo oral a una mujer?
Él gruñó, poniendo una mano sobre sus ojos.
—Más que eso, nunca antes he tenido sexo con una mujer, punto.
—¿Oh? ¿Así que has tenido sexo con un hombre?
Bufando con una risa, ella puso el cojín que él había usado en su cabeza.
—Mocosa —refunfuñó él—. Adelante, ríete a mis expensas.
—Nunca. —Acercándose, ella ahuecó su mejilla—. Jamás me reiría de ti, no para herir
intencionalmente tus sentimientos.
Él la acarició y besó su palma.
—Lo sé.
El maravilloso hilo apretó más fuerte su corazón, casi estrangulándolo. Dios mío,
¿cómo en la tierra es que ella había atrapado a uno de los últimos vírgenes masculinos
sexys en la edad de veintiuno?
—¿Qué te detuvo? —preguntó ella en voz alta.
Él se encogió de hombros.

122
—Muchas oportunidades, poca motivación. Llámame idealista, pero quería que estar
con mi chica significara algo. Que fuera especial. —Le dio una pícara sonrisa—.
Estuve en lo correcto al esperar.
—Desearía haberlo hecho también —dijo ella, repentinamente avergonzada—. Si así
fuera, tal vez…
—No. no cambiaría ni siquiera un detalle acerca de ti, bebé.
Mirando su cara, ella todavía tuvo problemas en creer que su suerte. Que todo esto no
se desvanecería en un instante. Había encontrado un amable, heroico y afectivo
hombre que jamás había hecho el amor con alguien más. Que jamás había conocido el
toque de una mujer.
El instinto femenino de poner su marca en él se elevó ahora, llevándose todo lo demás.
Sonriendo. Ella tiró de sus pantalones.
—Quítate estos y acuéstate de espaldas.
—Cori, no tienes que…
—Hazlo, amigo.
—Sí, señora.
Rodando sobre su espalda, él se quitó los pantalones y los bóxers, dejándola hacerse
cargo de deslizarlos por sus piernas. Sin una palabra, él extendió sus muslos,
invitándola. Esperó, la anticipación birlando en las profundidades de sus ojos
vívidamente azules.
Cori se arrodilló entre sus muslos como él le había hecho, pero con un plan
decididamente perverso con el que apostar. No sólo le demostraría lo que se había
estado perdiendo, sino que si todo salía bien, ella haría un carbonizado hoyo a través
de sus neuronas.
—Levanta tus caderas. —Él lo hizo y ella puso un cojín debajo, pensando que quizá
necesitaría unos nuevos si él se queda por aquí bastante tiempo—. Ahí, acceso total.
Eres mío, y te haré todo lo que desees. Cualquier cosa. ¿Entiendes?
Sus cejas se levantaron.
—Yo…
—Sí o no.
—S-sí. Cristo, Cori…
—Bien. No más charlas.

123
Su mirada fue a su polla completamente excitada e impresionante. Oh, esta era una
mejor vista que la del nebuloso vidrio de la ducha. Su pene era verdaderamente largo y
grueso. Un amplio casco para la punta, una húmeda hendidura, la satinada longitud
rodeada de venas. Y en la base… afortunada, afortunada Cori, el hombre colgaba
como un toro.
Las pelotas aterciopelas se acurrucaban abajo, invitándola a jugar. Y así lo haría, hasta
que él gritara lo suficientemente alto como para hacer vibrar las vigas.
Zack yacía extendido ante Cori, incapaz de creer que su día, que empezó tan
horriblemente, terminaría con él siendo elevado por una tormenta de sabores y
sensaciones con las que sólo había soñado.
Su sabor único permanecía en su lengua, y sus dedos picaban mientras recordaba lo
mucho que había adorado darle placer. Había querido simplemente hacerla feliz, y
ahora parecía que ella quería lo mismo.
Haré todo lo que desees.

Dios lo ayudara, ¡eso esperaba!


Sobre él, Cori espació las gotas de semen en la punta de su polla. El cabello castaña
acaramelado enmarcaba su rostro, cayendo por sus hombros para enmarcar pechos
llenos, pezones oscuros que él no podía esperar para chupar de nuevo. Pero esta era su
presentación, y él nunca había visto a una mujer más deseable que su diosa tomando lo
que quería de él.
Envolviendo sus dedos alrededor de la base de su polla, ella bajó la cabeza y lo tomó
en su boca. Se quedó sin aliento, dejando en evidencia lo innecesaria de la orden de
Cori de permanecer en silencio. Él no podría haber dicho una palabra inteligente.
Gruñendo, observó su longitud desaparecer entre sus rellenos labios.
Más profundo, un calor húmedo, chupando con deliciosa presión. Más habilidosos sus
dedos, manipulando sus pelotas.
—Mierda, sí. —Estaba perdido. Nunca jamás su mano podría satisfacerlo de nuevo,
nunca algo así. Era tan condenadamente bueno. Él no era un hombre pequeño, pero
aun así, ella lo tragó hasta la base. Poseyendo cada pulgada de su fiera polla.
Trabajando en él casi en un frenesí. Él no podía soportar mucho más.
O eso pensaba.
Apenas fue consciente de ella deteniéndose por un segundo para humedecer un dedo.
Volvió con sus atenciones, tragándoselo completo una vez más. Su mano libre se
deslizó más allá de sus pelotas, el húmedo dedo trazando por la juntura, más arriba.
Separando sus nalgas para encontrar...
—Cori —gruñó él estranguladamente.

124
Una baja y ronca risa vagó a sus oídos.
Pero ella no se detuvo. La perversa succión en su polla incrementó, junto con el
tiempo. Su dedo masajeó su entrada, encendiendo un fuego de lujuria salvaje que
amenazaba con incinerarlo. Había escuchado a Julian fanfarronear sobre permitir que
sus mujeres hicieran esto, y de regresar el favor. Jamás había imaginado que sería
quien lo recibiera.
Y disfrutarlo como el infierno.
Ella presionó dentro y empezó a deslizar el dedo. Atrás y adelante. Más y más rápido,
aumentando las caricias, buscando el legendario botón mágico que todos los hombres
se suponían que poseían, justo tan sexualmente cargado como el clítoris de una mujer.
Ella encontró el maldito lugar también.
—¡Ahh, Dios! —Luces rojas explotaron frente a sus ojos. Su cuerpo entero bailó como
si estuviera siendo electrocutada, a su merced.
—¡Bebé, sí! Mierda…
El semen ardió en sus pelotas, lanzado directo desde la base de su columna.
Bombeó una y otra vez, su cuerpo entero estremeciéndose. Cori bebió cada gota que él
tenía para dar, lamiendo su polla con amorosas lamidas, hasta que él yació sin fuerza.
Liberándolo, ella se arrastró de entre sus piernas y se acurrucó a su lado. Inundado con
confusas emociones, la sostuvo cerca mientras ella descansaba su cabeza en su pecho,
sin duda escuchando el galopar de su estruendoso corazón. Estaba sorprendido que el
maldito órgano no se hubiera detenido, considerando cómo ella había dado vuelta a su
mundo.
—Dios, bebé, me encantó eso —se las arregló para decir, besando la cima de su
cabeza. Sintió su sonrisa contra su pecho.
—Lo supuse.
—¿Podemos hacerlo de nuevo?
—Cuando quieras, bomberito.
—Sabes, el día que nos conocimos, odié que me llamaras así.
—¿Y ahora?
—Dios, me excita.
—Entonces seguramente lo usaré más a menudo. Bomberito.

125
Él rió.
—Escucho que hay que decir algo para el tiempo de recuperación.
Más feliz de lo que alguna vez había estado, acarició su suave hombro, preguntándose
a dónde irían desde aquí.
—¿Qué pensaran tus ricos y caprichosos hermanos de que su hermanita salga con un
bombero sin dinero?
Él no permitiría que el problema en que el que estaba metido echara a perder este cielo
recién descubierto. De alguna manera, encontraría una forma de salir de esto.
Cori le dio un apretón.
—Me mudé aquí para alejarme de su influencia, ¿recuerdas? De cualquier manera,
Joaquin es el único que verdaderamente importa. Es el mayor dolor en el culo.
Joaquin.
Oh, Dios. No.

Intentó mantener su voz casual. Con esperanzas en contra de las oportunidades.


—Ese es como un nombre inusual… Joaquin Shannon.
—No. nunca te lo dije, ¿cierto? Cuando me mudé aquí, tomé el apellido de soltera de
mi madre para un nuevo comienzo.
Zack sabía lo que Cori iba a decir, y su mundo se desmoronó. ¿No lo había sabido él,
en el fondo, en el momento que había visto a Cori resguardada en el hogar que un
despiadado bastardo le había robado?
—Mi hermano mayor es el magnate del hotel y casino, Joaquin Delacruz.

126
Capítulo 10
Traducido por Jo y Bobo Toffee
Corregido por NayeliR

Z
ack observó las incandescentes brasas, en sus brazos una delicada mujer
durmiendo, y preguntándose cuántas veces un hombre tenía que llegar a la cima
de la montaña y caer con el trasero sobre los codos antes de dejar de tratar de
alcanzar lo imposible.
¿Por qué seguir luchando?
Debajo de la manta en que los había envuelto, Cori se acurrucó a su lado, su mejilla
descansando sobre su pecho.
Una respiración regular viajando sobre su piel, ella yacía, no tan inocente, y confiando
en él para mantenerla a salvo. Suya.

Éste era el “por qué luchar”. Por esto, por Cori, agarraría a Delacruz y su pelotón de
idiotas, su enemigo desconocido, y un equipo de soldados Black Ops armados con
granadas de mano. Sí, lo tenía mal, pero el confuso resplandor de después del sexo no
era completamente la razón. A pesar de que el sexo había sido malditamente
asombroso.
No sólo sexo, hacer el amor. No requería un mundo de experiencia para saber qué
hacer el amor era más que sólo compartir cuerpos. Su conexión fue real y cuando
finalmente empujó profundamente dentro de ella, al fin había estado en su hogar,
donde pertenecía.
Necesitaba tiempo. Para idear cómo lidiar con Delacruz y proteger a Cori. No sólo de
su acosador, si no del conocimiento de que su hermano tenía todo, pero destruyó la
vida de Zack… y Cori había ayudado directamente en su propia caída. Si Cori se
enteraba, podría aparecer una brecha entre ellos.
Se sentiría horrible, tal vez hasta culpable, sobre una situación que no era su culpa. No
podía perderla. Delacruz no tenía idea de donde Zack había desaparecido, y éste era
exactamente el último lugar donde buscaría. Por ahora, Zack debía mantenerlo de esa
manera. Su intestino se revolvió al imaginar que haría un poderoso bastardo como
Delacruz al hombre que ya tenía amenazado, quien le debía tres cuartos de millón de
dólares, cuando se entere de que Zack estaba durmiendo con su hermana.
Y enamorándose de ella. Con fuerza.

127
Fuera lo que pasara, nada se resolvería esta noche. Mirando hacia el fuego, estaba
satisfecho de que hubiera consumido lo suficiente como para no suponer un peligro. Se
giró, recogiendo a Cori y la manta en sus brazos, y se puso de pie.
Ella se removió, levantando sus adormilados ojos hacia él.
—Bájame. Vas a lastimarte la espalda.
—Shh, vuelve a dormir.
—Demasiado peso.
—Nena, puedo ser FAO, pero estoy capacitado para transportar un cuerpo hasta diez
tramos de escaleras en un incendio de cuatro alarmas si tengo que hacerlo —le
informó, dirigiéndose al rellano—. Puedo simplemente cargarte hasta la cama.
—Mmm. —Acomodándose, envolvió sus brazos alrededor de su cuello.
Agradecido por no futuros argumentos, la subió por las escaleras hacia la habitación
frente a la suya y la recostó suavemente en la cama. Luego de tirar un poco, la cubrió y
metió dentro, sonriendo con pesar cuando ella se acomodó en su lado y se dirigió
directamente a sueñolandia.
Admítelo, Knight. Querías que te invitaran a quedarte.

Pero no lo había hecho, y él nunca se inmiscuiría en su privacidad, a pesar del


alentador suceso entre ellos. Algunos días apestaba ser un buen chico.
Bajo las escaleras, recogió sus ropas, poniéndose el bóxer besado con labial con un
resoplido. Tal vez los guardaría para la posteridad. De seguro que nunca los miraría de
la misma forma de nuevo.
Luego de vestirse con su sudadera y camiseta, entró sin hacer ruido a la cocina para
usar el teléfono, encendiendo la tenue luz sobre el fregadero. Dudaba que a Cori le
importara; además necesitaba decirle a un oficial en el equipo como contactarlo en
caso de una emergencia. Ya que la tregua con Tanner era algo delicada todavía, optó
por llamar a Six-Pack, deseando no estar interrumpiendo la acción entre el teniente y
su curvilínea novia rubia.
Un vistazo al reloj reveló que no eran ni las diez en punto, a pesar de que parecía más
tarde. Decidiendo arriesgarse a la molestia del gran hombre, Zack apoyó su trasero en
el mostrador, recogió el auricular y marcó el número de la pareja. Mientras esperaba,
observó hacia afuera por la ventana sobre el fregadero, dentro de la noche las brillantes
estrellas. Otra visión que nunca pensó disfrutar de nuevo. Luego del cuarto tono, el
teniente gruñó un menos que poco emocionado saludo. La risita resoplante en el fondo
daba una pista del por qué.
—Paxton.

128
—Hey, Six-Pack.
—¡Zack! —Se produjo un crujido, y el disgusto del teniente aumentó una nota—.
¿Dónde en el maldito infierno has estado? ¡Eve fue al hospital esta tarde para llevarte a
casa y no estabas!
—¿Qué? —Maldición, Eve probablemente estaba molesta—. Se suponía que iba a
tener una cena dominical con su madre hoy.
—La tuvo, pero la acortaron para que pudiera ir a buscarte, idiota. Y te haré saber que
te buscó por todas partes. —Una dura pausa—. Fue a tu antigua casa, mi amigo. No
había nadie. Me llamó toda enojada, buscando tu trasero. ¿Qué se supone que tenía
que decir cuando me hiciste jurar callarme sobre lo de perder la casa?
—Mierda. —Zack corrió una mano por su cabello—. Lo siento, hombre. No tenía idea
de que tenía planeado llevarme.
—Eve es tu mejor amiga, Zack. ¿Qué pensaste que haría? ¿Dejarte varado?
—No, yo sólo… supongo que no estaba pensando. Alguien me dio un aventón. —
Hombre, sí que lo hizo.

—¿Hacia dónde, por el amor de Dios? He llamado toda la tarde a tu departamento y


no hubo respuesta. Tampoco reconozco este número en el identificador de llamadas.
—No vas a creer esto. —Zack suspiró—. Estoy de vuelta en mi casa, al menos por
ahora. Sólo que ya no es mía. Pertenece a mi nueva… amiga. Es la mujer que sacamos
del Explorer en el puente.
—¿Es una maldita broma? —Hubo un fuerte sonido en el oído de Zack, como su
amigo golpeando el teléfono en la mesa de noche. Cuando Six-Pack volvió, su voz era
incrédula—. ¿Hol-aa? ¿Es éste el completamente limpio Niño Maravilla Zack con el
que estoy hablando? ¿Desapareciendo sin decir una palabra a nadie y yéndose con la
caliente chica del derrumbe que casi lo deja jodidamente muerto? Creo que te
golpeaste la cabeza más fuerte de lo que todos pensamos. Cuéntame qué diablos está
pasando, chico.
¿Y esto no era diversión? Si Howard estaba así de fastidiado, no podía esperar que Eve
desahogara su ira sin un arma afilada.
—Lo haré, pero prefiero explicarlo en persona.
—¿Sí? ¿Puedes hacerlo la tarde el martes? Kat y yo tenemos algo que queremos llevar.
Zack cerró sus ojos. Sus compañeros estaban de turno mañana, y no tenían ni idea de
cuánto quería estar allí. Extrañaba estar en el asiento del conductor hasta el punto en
que sentía como si le hubieran quitado una extremidad.

129
—Seguro. ¿Dónde más estaría?
—Oye, estarás bien y listo para volver en unos pocos días —dijo Six-Pack en un tono
firme.
—Lo sé.
—Y llama a Eve, esta noche.
Mierda. —Lo haré.

—Cuídate, mi amigo. Nos vemos el martes.


Zack dijo adiós, presionó el botón de FIN, y se frotó sus cansados ojos antes de
abrirlos. Largo día.
A pesar de la anterior siesta, no podía esperar a dejarse caer y dormir. Se giró,
estirándose para poner el teléfono en su base.
De algún lugar de afuera, sonó un crujido, seguido una décima de segundo después
por un tintineo de vidrios. Un golpe fuerte en el hombro derecho lo empujó contra el
mostrador. Empujado fuera de balance, se cayó, esparciendo libros de cocina y una
pila de cartas, tirándolas al suelo.
Sorprendido, se apoyó en sus manos y rodillas, intentando encontrarle sentido a lo que
acababa de suceder. Demasiado rápido. Qué…
Sangre. Goteando al linóleo.
Dolor. Floreciendo en su hombro. Grueso y nauseabundo.
Disparo.

—Oh, Dios. —Un impacto de miedo y adrenalina casi detiene su corazón—. ¡Mierda!
Aturdido, se sentó sobre sus talones y puso una mano sobre la herida. Pegajosa calidez
corrió a través de sus dedos, empapando su camiseta. Una ola de náuseas lo asaltó,
bilis subiendo por su garganta. Ayudar a una víctima de herida de bala en la escena, no
capacitaba de ninguna manera a alguien a estar en el lado receptor.
El teléfono. Allí, junto al cúmulo de libros de cocina. Tomó el auricular y marcó 911,
las manos temblando con tanta fuerza que casi lo tira. Una despachadora le pide que
declare su emergencia, tan malditamente agradable que se podría haber reído si no
estuviera tan peligrosamente cerca de vomitar.
—Me han disparado —jadeó—. Jesucristo.
La voz cambiando a tirante y cortada, le pregunta por los detalles pertinentes, de los
cuales tenía pocos, incluyendo no tener idea de quién o por qué lo habría hecho. Le

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dio su nombre y dirección a través de una densa niebla. Mierda, estaba mareado.
—Señor Knight, quédese en la línea conmigo, ¿está bien?
—No puedo… Cori está arriba.
Tenía que ir a buscarla.
—¿Señor Knight?
El teléfono se deslizó de su mano.

131
***

Cori se despertó de un susto, frunciendo el ceño en la oscuridad de su habitación.


—¿Zack?
Buscó en la cama a su lado, pero él no estaba allí. ¿Había estado soñando, o había
escuchado el sonido de un disparo haciendo eco a través de la oscuridad? Otra cosa,
también. Un sonido de vidrios rotos. Se tensó pero no escuchó más.
La mente podía hacerle cosas extrañas a una persona, confundiendo los sueños con la
realidad. Probablemente nada. Aun así, no podría seguir durmiendo hasta que mirara
a Zack y la casa. Aire frío besó su piel al deslizarse fuera de la cama, recordándole su
desnudez. Rápidamente, buscó a través de las repisas del armario, encontró ropa
interior y una camiseta grande, y se las puso.
Pasando a través del pasillo, miró dentro de la habitación de Zack primero,
sorprendiéndose de encontrar la cama vacía. Tal vez se había quedado despierto para
ver televisión. Mientras caminaba, no obstante, no había suaves, amortiguados sonidos
de un programa, no había brillo de la pantalla viniendo de la sala de estar.
Mirando asustada hacia abajo de las escaleras, llamó.
—¿Zack? —En ese momento él salía de la cocina, y ella soltó una exagerada
exhalación—. Allí estás. Creí escuchar…
—Cori —espetó, apretando su hombro—. Aléjate de las ventanas.
Su sonrisa murió. Una oscura, húmeda mancha se estaba esparciendo en su camiseta.
Sus dedos estaban carmesí, su rostro blanco. Sus pies estaban volando bajando las
escaleras antes de que se diera cuenta de que se movió.
—¡Estás sangrando! ¿Qué pasó?
—Disparos. Llamé a la policía.
—¡Oh, Dios mío!
Encontrando a Zack a mitad del camino en la sala de estar, lo atrapó mientras él
tropezaba. Su brazo la envolvió y ella abrazó su lado izquierdo, estabilizándolo.
Movió una mano.
—Vamos al vestíbulo. Allí estaremos lejos de las ventanas.
Cerraron la distancia restante y lo ayudó a sentarse en el primer escalón. Su cerebro
dando vueltas con preguntas, pero su prioridad en ese momento era mirar su herida.

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Comenzó a sentarse a su lado, y él sacudió la cabeza.
—A este lado —dijo, indicando el lugar junto a la pared interior.
Ella accedió, abriendo la boca para cuestionarlo cuando sus acciones la golpearon. Él
puso su cuerpo entre ella y la sala de estar, y cualquier posible peligro. De nuevo.
—Está bien; las cortinas están cerradas.
—No importa.
Él se desplomó contra la barandilla y su corazón dio un brinco.
Su palidez se había vuelto gris y había una fina capa de perlas de humedad sobre su
labio. Apretó sus dedos contra su frente y como esperaba, su piel se sentía fría y
húmeda.
—Quitemos tu camiseta para que pueda examinar la herida.
—No tan entretenido como la última vez que me ordenaste quitarme la ropa, ¿huh? —
Su risa terminó en un estrangulado resuello.
—Hazme un favor y no renuncies a tu trabajo para ser comediante, ¿bien? —
Levantando el borde de su camiseta, comenzó a subirla.
Su atractivo rostro se contrajo en agonía mientras sacaba su brazo de la manga.
—Bromear puede que evite que termine inconsciente.
—Bajo las circunstancias, estás autorizado. Esto se ve bastante feo.
Lo hacía. Arrugada, desnuda carne rodeaba el surco ensangrentado en la parte
superior de su hombro, y trozos de su camiseta se quedaron atrapados en el caos.
Riachuelos de sangre corrían por el pecho. Rezó por que la herida pareciera peor de lo
que era.
—Eh, gracias. Parece que vamos a tener que trabajar en su trato con los pacientes,
Enfermera Ratched.
—Llámame así de nuevo, y meteré mi dedo allí y lo giraré. Lentamente.
Respondió gruñendo una corta risa, y ella dejó sus bromas aliviar lo peor de su terror
ya que se centró tanto en los orificios de entrada y salida.
—Estarás bien. Sé que duele más que el infierno, pero la bala atrapó toda la piel.
Tienes un feo rasguño, eso es todo.
—¿Necesitará suturas? —Movió su cabeza, intentando ver.

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—El calibre es muy ancho. No hay suficiente carne. Dejaremos a tus amigos limpiar y
vendar esto, pero al menos no necesitarás un aventón. ¿Estás bien?
—Sólo me siento algo confundido.
Ella también. Tres pulgadas a la izquierda y habría llegado a la médula en medio de
sus hombros. Un pequeño cambio en el ángulo, y una pulgada o dos más abajo, y
habría volado su corazón.
Alguien había intentado asesinar a Zack. Casi lo logró.
Sus ojos se cerraron y a pesar de sus garantías, mantenerlo hablando disminuiría su
preocupación.
—¿Qué estabas haciendo en la cocina?
—Hablando por teléfono con Six-Pack —murmuró sin abrir los ojos—. Tenía que
dejarle saber a alguien donde me estoy quedando. Me di vuelta para colgar. El disparo
vino a través de la ventana sobre el fregadero.
Así que originalmente había estado frente al disparador. Quien probablemente tenía el
pecho de Zack en la mira.
—Bien. Escucha. Voy a buscar un paño para limpiar y una toalla. Volveré. —
Comenzó a levantarse, y su muñeca fue atrapada por su fuerte agarre. Su mirada seria
clavada en la suya.
—Ten cuidado y mantente abajo.
Su tono no permitía argumentos, no es que ella intentara darle uno. Ser independiente
y ser estúpida eran dos cosas diferentes. Dándole un rápido movimiento de cabeza, se
apresuró sobre las escaleras, se puso un par de pantalones. Luego, tomó un paño, lo
mojó y escurrió, luego una toalla.
En menos de un minuto estaba bajando las escaleras de a dos, hacia la figura
encorvada al final.
—¿Zack?
—¿Hmm? —Estaba a la deriva, las pestañas abanicando sus mejillas como un encaje
negro.
—Lo siento; esto va a punzar.
Cori limpió su herida lo mejor que podía con el paño húmedo, volviéndolo rojo.
Terminó, lo dejó en el escalón y presionó la toalla en su desnuda carne. Gimió y ella le
habló suavemente, de la forma en que lo hace la gente desesperada para sonar
tranquilizador y sabiendo por completo que es un montón de mierda. Pero el cuadro

134
que se comenzaba a formar era uno aterrorizador. Por cualquier razón, alguien la
había puesto en el blanco de una campaña para asustarla. Ahora Zack estaba en el
camino del bastardo, y él podría-ser-asesino no podía haber dejado su desagrado más
claro.
Bueno, los policías tenían que creerle ahora.
Si no…
Dios ayúdanos a ambos.

135
***

Por tercera vez en una noche, el gorjeo del teléfono cometió el delito grave de
interrumpir el coito, penado con una lenta muerte. El teniente Howard Paxton miró a
la culpable herramienta, los bufidos de alegre risa de su exuberante esposa rubia
sonando en sus oídos.
—Hijo de puta.
Kat rió.
—No va a parar, cariño.
—¿La maldita contestadora está rota?
—Eso creo.
—Compraré una nueva —refunfuñando, se giró bajando de su nueva esposa y golpeó
el teléfono, su registrada marca de calma ahora tensa al máximo—. ¿Qué?
—¿Teniente Paxton?
Howard se sentó derecho, tenso. No reconocía la voz al otro lado, pero sabía cuándo
un tono no presagiaba algo bueno.
—Hablando.
—Teniente, éste es el Capitán Lance Holliday de la Estación Dos.
Se deslizó fuera de la cama, buscando por sus pantalones.
—¿Tienes un cuatro-alarmas en tu poder? —Miró hacia la cama, donde Kat tiraba de
la sábana a su pecho, con los ojos abiertos, el humor evaporado.
—No señor. Nada de eso. Pero creí que querría saber que tuvimos una perturbadora
llamada esta noche. Uno de sus hombres ha sido herido.
—¿Cuál? —Dios, por favor no Sean. Si ha estado bebiendo de nuevo…

—Su FAO, Zack Knight.


Se congeló, intentando asimilarlo.
—¿Qué? Acabo de hablar con él hace una hora. ¿Fue un accidente? ¿Una caída o algo?
—Disparo. Algún lunático lo atacó con un rifle. La bala entró por la ventana de la
cocina.

136
Sintió la sangre drenándose de su cara. La memoria de su propia experiencia todavía
muy fresca.
—Dios Santo, alguien le disparó a Zack —dijo a Kat, cerrando sus pantalones y
buscando su descartada camiseta. Su mano tapó su boca mientras él se volvía a
Holliday de nuevo—. ¿Qué tal mal?
—Alcanzó su hombro. Limpiamos y vendamos la herida, no requirió transporte. —
Una pesada pausa—. Knight tuvo suerte. Los policías dijeron intento de asesinato,
como si hubiera alguna duda. Si tu hombre no se hubiera movido cuando lo hizo,
bueno, estaría muerto. Como está, está descansando en casa, pero creí que querrías
saber.
—Gracias, Capitán. Aprecio la llamada. —Colgó y puso el teléfono en la mesa de
noche. Su mujer estaba fuera de la cama, buscando ropa—. No tienes que ir, cariño.
Fue alcanzado en el hombro, así que estará bien.
—Lo sé, pero quiero, Howard. Sabes cómo me siento sobre Zack.
Lo sabía. Knight había sido el primer miembro de su equipo que había conocido, y el
Chico Maravilla tenía un lugar especial en su corazón. Demonios, él se sentía de la
misma manera, no es que se pasearía alrededor diciéndolo como en un comercial de
Hallmark.
Un mundo sin Zack en el sería un lugar bastante horrible.

***

Él pretendía malditamente bien descubrir por qué alguien había tratado de sacarlo del
camino… y qué clase de problema había traído esta señorita a la cabeza de Zack.
—Señor Knight, ¿está seguro de que no tiene alguna idea de por qué alguien querría
dispararle?
Zack se le quedó mirando al canoso detective —Bernie, si es que recordaba a través de
este viaje drogado— y se preguntó si el hombre era duro de oído o si el cinismo era un
requerimiento del trabajo.
—No a menos que tuviese algo que ver con ese cuerpo que ayudé a enterrar la semana
pasada.
Six-Pack, Kat y Cori se esforzaron por esconder sus sonrisas. Eve no parecía divertida.
Tampoco lo parecía Dick Tracy.

137
—Bajo las circunstancias, tal vez deberías tratar de tomar la situación un poco más
seriamente.
E-stá bien. Debe ser la aspirina la que estaba soltando su normalmente civilizada
lengua, porque ya estaba harto de éste pequeño idiota. Se esforzó por sentarse en el
sofá y miró al hombre con lo que esperaba fuese una mirada letal.
—No, señor —dijo fríamente, al mismo tiempo que sus amigos abrían los ojos como
platos del asombro—. Ese sería su trabajo. En esta semana, he sobrevivido a ser
ahogado y disparado. La señorita Shannon apenas logró salir viva del accidente del
puente después de que alguien le disparó a su neumático. Desde entonces, ha sido
seguida en numerosas ocasiones y aterrorizada en su propia casa. Ha sido acosada,
Detective Bernie. ¿Conoce la definición de acosar, no? —El detective chisporroteó, su
cara se puso roja, y Zack prosiguió con el remate—. Entonces también debería saber
que casi el noventa porciento de los acosadores son hombres, y sobre las mujeres
siendo los blancos, un ochenta porciento o bien conocían a su acosador íntimamente, o
tenían cierta clase de contacto con él. Un inmenso número de estas mujeres se
encontraron con un triste destino porque la policía local no hizo una sola maldita cosa
para ayudarles. ¿Es eso en serio suficiente para usted, Bernie? Por qué si no lo es, aquí
hay un factor más.
—Zack —le advirtió Howard.
Zack hervía de furia, ignorando la voz razonable de su amigo.
—Empiece con el jodido hermano de la señorita Shannon, Joaquin Delacruz de
Atlantic City, y su difunto esposo. No deje ni un sólo rincón sin revisar sobre quién
querría herirla, y encuentre a éste hijo de puta. Encuéntrelo, Bernie, porque si usted no
lo hace, lo haré yo. Y si soy el primero en localizarlo, no habrá ninguna necesidad de
hacer un juicio.
—Mierda —murmuró el teniente.
Las señoritas tenían los ojos redondos, la cara de Cori estaba pálida.
—No debiste decirme eso —siseó el Detective Bernie, con su boca apretada con ira
apenas contenida—. Especialmente frente a testigos.
—Con todo el debido respeto, me importa una mierda. Garabatee eso en su
cuadernillo, y asegúrese de escribir bien mi nombre.
Lanzando una mirada humillada por el cuarto, el detective salió ofendido por la puerta
principal, dejando el vacío de un silencio incómodo a su paso.
Eve lo rompió después de unos cuantos segundos, dejando salir un prolongado silbido.
—Caramba amigo. ¿De dónde ha salido la mala actitud? Por un minuto, sonaste

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exactamente igual que Sean.
—Gracioso, no me molesta tanto la comparación como lo hubiese hecho hace una
semana.
—Nunca te había escuchado antes poniendo a alguien en su lugar. —dijo Eve,
frunciéndole el ceño.
—Nunca antes tuve una semana como esta. O tal vez sea el asombroso medicamento.
—Le dio a Cori una mirada esperanzada, gesticulando hacia su botella de píldoras—.
¿Tengo derecho a un relleno?
—Nop, lo siento. Esas tendrán que ser suficientes, guapo.
—Oh. Supongo que tendré que seguir obteniendo mis cálidos mimos de ti, ¿eh?
Cori se ruborizó al tiempo que las cejas de Eve se alzaron. La aguda mirada de Eve
rebotó entre ellos, entonces se entrecerró cuando cayó en la cuenta.
Oops. Nota mental. Disculparse con Eve.

Cori apretó su mano.


—Voy arriba a ver si tenemos suficientes vendajes. Podríamos necesitar ir a la ciudad.
Estaba dándoles tiempo a solas, y él lo apreciaba. Después de que se fuera. Zack
levantó su mano para prevenir a su amiga de someterlo al tercer grado.
—Ni siquiera comiences. No puedo soportar nada más esta noche. —Volteando la
cabeza, le pidió a su amiga que estaba que echaba humo—. Evie, en serio siento lo de
esta tarde. No tenía idea de que me ibas a recoger. Por favor no te enojes conmigo.
—¿Enojada? ¿Enojada? —Golpeó una mano en su mejilla, sintiéndose insegura sobre
si abrazarlo o ahorcarlo—. Estuve loca de miedo por días, segura de que ibas a morir.
Todos lo estábamos. Ahora alguien está tratando de matarte exactamente la misma
noche que sales corriendo con esa… “esa mujer”, ¡y nadie sabe dónde demonios estás
o qué está pasando!
—Ella no es “esa mujer” —dijo con calma—. Su nombre es Cori, y me ayudó a salir
de una difícil situación.
—Cualquiera de nosotros hubiese hecho lo mismo si nos hubieras dado la oportunidad
Zack —replicó, sonando herida—. No podemos estar ahí para ti si no nos pones al
tanto. Me estás ocultando secretos, a todos tus amigos, ¿y qué? ¿Los estás
compartiendo con ella?
Eve raramente salía de su fachada de chica dura, y verla genuinamente herida sobre él
dejándola fuera del círculo de información, destrozaba sus tripas.

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—No es así, lo juro. He estado teniendo unos pesados problemas en estas últimas
semanas, pero he querido resolverlos solo. Howard sabe de algunos de ellos —admitió,
sacudiendo una mano al teniente, quien asintió—. Cori ahora sabe parte de ello
también, pero nadie ha escuchado la historia completa. Supongo que yo sólo pensé…
Kat habló con callado entendimiento.
—Tú querías manejar la situación solo, sin molestar a nadie. Pensaste que podrías,
pero se ha vuelto demasiado grande.
—Dios, sí —suspiró, sabiendo que tenía que nivelarse con Eve, al menos en parte de la
historia—. Esta es la parte que Six-Pack conoce, y sólo porque le he tenido que pedir
tiempo libre para resolverlo. ¿Recuerdas cuándo tome esos dos días libres la semana en
que Howard casi fue asesinado?
Eve rodó los ojos.
—¿Como si pudiera olvidarlo? Sean se molestó por semanas, incluso te lo dijo en tu
cara el día que casi te ahogas.
—Lo que él no sabe es que no tuve elección. Yo… yo perdí mi casa. Eve. Esa semana,
tenía que vaciarla.
La había dejado atónita. Lo miró boquiabierta, dejando salir un suave sonido de
angustia, su expresión de lástima y confusión exactamente como la había querido
evitar. Moviéndose hacia su lado, se sentó en el sofá junto a él, poniendo una mano en
su brazo.
—Pero todavía sigues aquí. No lo entiendo.
—Estaba llegando a esa parte.
—¿Por qué no me dijiste?
—Estaba avergonzado —susurró, con la garganta apretada—, no quería que nadie se
enterara, incluso tú.
Ella levantó su barbilla, atravesándolo con ojos pálidos, comunicándole su decepción
elocuentemente sin decirle en voz alta el completo idiota que era.
—Deberías al menos decírselo a Sean. Se relajará contigo una vez logre entender…
—No, estás mal. El capitán está acurrucado en el fondo de una botella y le importa
una mierda nuestras vidas personales. No vayamos hacia allá, ya he dicho demasiado.
Sean y Six-Pack eran estrictos, se adelantaban mucho más. Zack había pasado
desapercibido el estremecimiento del hombre grande ante sus duras palabras, y se
arrepentía de haberlas dicho.

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—Tú eres el que está mal. Si le importa, pero lo dejaremos por ahora. —Tristeza pasó
por su cara angular como siempre lo hacía cada vez que el tema de Sean era
mencionado, pero fue rápidamente enmascarada con determinación—. ¿Qué sabe
Cori?
—Me dio un aventón hacia mi departamento y ahí fue cuando supe que había sido
desalojado. El gerente vendió todas mis posesiones mientras estuve hospitalizado para
cubrir el alquiler, así que Cori me ofreció un lugar para quedarme. Lo sé —dijo
cortando otra ronda de protestas de Eve—. Podría haberte preguntado a ti, y lo habría
hecho, excepto que Cori me necesita. Alguien la está asustando y necesitaba colarme,
así que es un justo intercambio.
—No del todo —lo cortó—. El bastardo no trató de matarla esta noche. Estás en su
mira, amigo, y perdóname por decir que no te quiero metido en medio de esto.
—Lo sé. Por favor trata de comprender.
—Escupe lo demás y tal vez podré. ¿Cómo terminaste perdiéndolo todo?
Apartó la mirada.
—¿Cómo lo hace todo el mundo? Estoy quebrado. No estoy listo para entrar en
detalles, ¿está bien? Es complicado.
Y peligroso. Delacruz era un hombre despiadado cuya hermana había hecho todo lo
posible por dejar el abrazo amoroso de su familia. Zack había experimentado el largo e
imperdonable alcance del millonario, y se preguntaba qué tan lejos el bastardo era
capaz de llegar con tal de controlar a Cori. ¿Lo suficientemente lejos como para
asustarla para hacerla regresar a Atlantic City? ¿Y para asesinar al hombre que vivía
con ella si era necesario?
No, Zack definitivamente no podía dejar a sus amigos saber sobre su conexión con
Delacruz. De todas formas, había un tema que tenía que aclarar antes de que Eve se
fuera.
—Telefoneé a Six-Pack más temprano y le dije esto, estaba planeando llamarte
también. Necesitas saber que Cori compró mi casa, no tiene idea de que era mía, y lo
vamos a dejar así. No tiene culpa alguna en esto, y no quiero molestarla más de lo que
ya ha sido. ¿Queda claro?
Howard y Kat murmuraron su aprobación, aunque estaban obviamente preocupados.
Eve dudó, se las arregló para asentir, pero visiblemente escéptica. Eso bastaba.
Trató de sonreír, pero no se materializaba.
—Vayan a casa chicos. Aprecio que hayan venido, pero me estarán maldiciendo
cuando estén arrastrando su trasero al trabajo en unas cuantas horas.

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—No importa, mi amigo —retumbó Six-Pack, apretando suavemente su mano sobre el
hombro bueno—. Estaremos aquí cuando sea que nos necesites. Sólo haznos un favor
a todos y cuida tu espalda.
—Lo haré. ¿Tú y Kat aún vendrán el martes?
—Sip. —Los ojos cafés de Six-Pack centellearon—. Eve también, si quiere
acompañarnos. Es una sorpresa.
—Ooh, amo las sorpresas —dice Eve, finalmente rompiendo con una sonrisa—.
Cuenten conmigo.
Después de una ronda de cuidadosos abrazos de las mujeres, el trío salió en fila,
dejando a Zack solo con la terrible realidad.
Alguien trató de matarme. Si no me hubiese volteado…

—Está bien, necesitamos más vendajes y cinta adhesiva. De ninguna manera usarás el
de anoche. —Cori tomó el lugar que Eve había dejado vacante y tocó su brazo—. ¿En
serio estás bien? La verdad.
Abrió su boca y comenzó a mentir. Viendo su hermosa cara, llena de preocupación, no
pudo.
—Agitado —admitió—. Y, por supuesto, asustado. Sería un idiota si no lo estuviese.
Pero no voy a correr, y si eso es lo que el bastardo piensa, entonces tendrá que mejorar
su tiro.
Al segundo en que salió la estúpida afirmación de su boca, se dio cuenta de su error.
La cara de Cori palideció, sus ojos ámbar oscuro se redondearon en dos grandes
círculos.
—Oh, Zack. ¿Qué estamos haciendo? No puedes quedarte aquí conmigo. Es
demasiado arriesgado.
—Ah, no. La única manera en que me harás irme es tirándome fuera físicamente, y
soy más grande que tú.
—Pero…
—Olvídalo nena.
Zack la miró mientras el alivio de Cori ganaba sobre su miedo por un margen delgado.
No lo quería más envuelto de lo que sus amigos lo estaban, pero lo necesitaba en una
manera que tocaba su alma… como una mujer necesita un hombre. Moriría antes de
renunciar a ella.
—Así que, vendajes —dijo, levantándose. Dios, estaba cansado. Y pensándolo dos

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veces sobre salir a aventurarse—. ¿Estás segura que no hay nada más en casa que
podamos usar?
Ella sacudió su cabeza.
—Esa está bastante mojada y necesita ser cambiada regularmente. La policía sigue
afuera inspeccionando la zona y el tirador ya hace tiempo que se ha ido, así que es el
mejor momento para ir. Aparte, ¿vamos a ser rehenes en nuestra propia casa?
Nuestra casa. Su humor se ha aligerado un poco.

—¿A dónde?
—Hay una farmacia 24 horas en la ciudad, justo antes de la plaza. Yo conduzco.
Zack exhaló una bocanada de fresco aire nocturno y le agradeció silenciosamente a
Dios estar vivo para disfrutarlo. Cori caminó junto a él, enlazando su brazo con el
suyo mientras se dirigían hacia su carro.
—Tal vez podamos encontrar un poco de helado también —dice ella.
—Suena bien. —Lo que sea que la ayudase a atravesar por su caso de nervios, estaba
bien para él. Un paseo en coche podría quitarles los nervios a los dos.
Se deslizó en el asiento del pasajero, haciéndose hacia atrás con cautela, apretando sus
dientes por el sordo pulso en su hombro. El suave zumbido del analgésico se estaba
pasando ya, pero pasarían horas antes de que pudiese tomar otro. Demonios.
Cori salió hacia la carretera de dos carriles y Zack contempló la posibilidad de dejar el
tema de su torturador por esta noche. Entonces de nuevo, la gente revelaba más
cuando sus defensas se encontraban bajas. Le echó un vistazo a Cori, estudiando su
perfil en la oscuridad.
—Le dijiste a la policía que no tenías idea de quien podría haber sido el responsable de
todo esto. Pero, nena, tengo que preguntarte… ¿qué hay de la muerte de tu esposo?
Joaquin matándolo tuvo que ser noticia sensacional en la Costa Este. Qué si…
—No hay nada más que decir —dijo, con voz dura y apretada. Alterada—. Alex
murió, mi hermano fue absuelto, y ese es el final de la historia.
Una ola lo atravesó, un escalofrío en la médula. Cori estaba mintiendo. O no
revelando toda la verdad. Sí, la estaba cubriendo, ¿pero para quién? ¿Sobre qué?
Ella estaba al borde. Instintivamente, sabía que si presionaba, podría sonsacarle la
verdad. Y después de eso, ella se apartaría de él. Tal vez permanentemente. No, él
sería paciente y dejaría que se abriese sola. No era inocente en el departamento de
guardar secretos y cuando finalmente llegasen a soltar sus agallas el uno al otro, las
suyas iban a causarle a ella dolor. Su cercanía en ciernes necesitaba tiempo para

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encontrar tierra sólida antes de tener esa particular sesión de “muéstrame y cuéntame”.
Si tan sólo pudiese sacudirse esa convicción de que su pasado tenía mucho más que ver
con la situación actual de lo que ella quería admitir.
Escogieron los artículos necesarios en la farmacia, después encontraron una sucursal
de hamburguesas que está abierta toda la noche y ordenaron dos malteadas de
chocolate para llevar. Gracioso como el frío, el dulce regalo, puede convertir el peor
día en un poco más optimista.
Cori prendió la radio, golpeando sus manos en el volante al golpeteo rítmico de
Christina Aguilera. No era exactamente lo suyo —prefería el suave contemporáneo o
el rock clásico— pero no le importó ya que la música ayudó a disminuir la tensión con
cada milla.
Zack bebió la mitad de su malteada antes de que sus párpados se volviesen pesados.
No se dio cuenta que se había dormido hasta que un suave tirón lo despertó de un
profundo y oscuro abismo. Parpadeó, las persistentes telarañas colgando de su
conciencia mientras trataba de orientarse.
—Estamos en casa, dormilón —murmuró Cori.
Se sentó demasiado rápido y un agudo dolor se lanzó sobre su hombro.
—Ahh, mierda.
—Tranquilo. Déjame ir y ayudarte.
—Yo puedo. —Tomando su malteada y la pequeña bolsa de farmacia, abrió la puerta.
Antes de que pudiera protestar, ella ya estaba a su lado, alcanzando su brazo bueno.
Sin importar el sordo pulso, sus labios se levantaron. En realidad, era más fácil dejar
que su hermosa enfermera lo mimara. Sería un idiota si se quejase.
—Tengo que ordenar una nueva puerta automática de garaje —dijo ella, temblando
cuando le dieron la vuelta al carro. Sus pisadas crujieron en la grava y la fría noche
estaba inquietantemente quieta, con la policía ya ido—. No me gusta salir del carro en
la oscuridad, especialmente ahora.
—Buscaré mañana. Debe haber unos papeles con información, o un número de la
unidad que podamos usar para ordenar… —A mitad del camino hacia la puerta
principal, Zack se detuvo en seco y se quedó boquiabierto ante el frente de la casa—.
Estaré maldito.
—¿Qué…? Oh no. —Se balanceó en estado de shock, colgando de su brazo, su único
salvamento en el maremoto precipitándose sobre sus cabezas—. Oh, Zack, ¡mira lo
que ha hecho!
El frente de la casa estaba destrozado. Un completo y total naufragio. Cada una de las

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ventanas estaba destruida y pintura en aerosol estropeando el revestimiento de madera
y la puerta principal en picadas y remolinos. Cuando se acercaron al pie de los
escalones, más destrucción era visible.
Aunque vacías de flores por el invierno, las macetas habían sido rotas, tierra y
fragmentos estaban dispersos en el porche. El maldito bastardo incluso había tomado
algo pesado, quizás un martillo y destruido varias de las tablillas verticales que
sostenían la verja del porche.
En el centro del desastre, letras mayúsculas habían sido pintadas con aerosol en la
puerta frontal en medio de garabatos. Ya que la luz del porche había sido destruida
junto con casi todo lo demás, Zack tendría que moverse más cerca para leer el
mensaje.
—Cuida tus pisadas. —Ordenarle que se quedara atrás no funcionaría, así que no se
molestó. Caminaron juntos, esquivando vidrios y fragmentos de cerámica hasta que la
fea misiva entró en foco.
PAGARÁS.

Cori succionó aire fuerte.


—Oh, Dios, ¿por qué está haciendo esto?
Volteándola hacia sí, Zack la tomó entre sus brazos. La sostuvo tan fuerte como pudo
sin importar su herida.
—No lo sé, nena. Pero si la policía no puede llegar al fondo de esto, nosotros lo
haremos. Lo prometo.
Ella enterró su cara en su pecho y envolvió sus brazos alrededor de su cintura. Él puso
su chaqueta alrededor de ella, necesitándola cerca de su cuerpo, desesperado por
protegerla de un enemigo contra el que no sabía cómo luchar.
El temblor comenzó primero, sacudiéndola de pies a cabeza. Entonces sus hombros
comenzaron a agitarse. Sus sollozos ahogados le rompían el corazón, el miedo y la ira
de ella suya también.
—Déjalo salir —susurró, acariciándole el cabello—. Estoy aquí.
Unos cortos minutos de destrucción tomarían horas de trabajo agotador para arreglar.
El sentido de paz y seguridad de Cori tomarían aún más.
Furia impotente baño su visión de rojo.
Muestra tu cara, pendejo. Tómala contra un hombre en lugar de una mujer indefensa y veremos
qué pasa.

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Zack ardía porque su némesis saliera y jugara.
Y cuando lo hagas, tú serás el muerto hijo de puta.

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Capítulo 11
Traducido por rihano y Paaau
Corregido por Marce Doyle*

L
a cabeza de Cori se balanceaba a través de sus clases del lunes mientras luchaba
para mantenerse despierta. En este punto, había renunciado a tratar de procesar
el discurso de su instructor y decidió, en su lugar, esforzarse por no caer en
coma. Un esfuerzo muy importante después de los ataques siniestros de la noche
anterior.
Tras una segunda visita a lo mejor de la ciudad, Zack tenía cubiertas las ventanas
delanteras destrozadas con lonas, mientras que ella barrió la planta baja quitando el
vidrio. Entonces él la envió a la cama y se instaló en una silla de la sala de estar debajo
de una manta con un bate de béisbol en su regazo. Ella se había removido inquieta por
lo poco que quedaba de la noche, preocupada a morir por él. Todavía había estado allí
esta mañana, los ojos enrojecidos, viendo la televisión y tomando café para
mantenerse despierto y en guardia.
Hombre valiente y maravilloso. Le había hecho prometer que trataría de dormir un
poco hoy, pero antes, él había insistido en hacer unas llamadas telefónicas para
encontrar a alguien para reemplazar las ventanas, y a la compañía de la puerta del
garaje. Cuando ella se fue, que estaba barriendo los escombros desde el porche, tenía
círculos oscuros que manchaban bajo sus ojos. Una lata de pintura de casa marrón,
que él debió haber encontrado en la tienda, estaba colocada cerca, prueba de que él
había conseguido descansar poco el día de hoy a pesar de sus aseveramientos.
De camino a casa, Cori se detuvo y recogió para ellos una gran pizza suprema,
pensando que ninguno de ellos tendría la energía para cocinar. El rico aroma la volvía
loca, hasta que finalmente volteó en el camino de entrada y se estacionó.
Ella cargó con su bolso y salió, la caja de la pizza en la mano, entrecerrando los ojos
en el brillante sol de la tarde. Zack estaba parado en la parte superior de una alta
escalera en la esquina de la casa por el garaje, con el brazo bueno sobre su cabeza,
trabajando diligentemente en atornillar un par de luces bajo el alero del tejado. El otro
brazo estaba acurrucado contra su estómago, y ella sabía que su hombro debía estar
adolorido.
—¡Ohh, hombre terco y tonto! —Se acercó a la parte inferior de la escalera,
fulminándolo con la mirada. No se distraería por lo bien que sus vaqueros ajustaban su
apretado culo, o cómo los músculos de la espalda se flexionaban bajo la camiseta de

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color azul claro mientras trabajaba—. ¿Qué diablos crees que estás haciendo?
—Terminando estas luces, hermosa —dijo por encima del hombro bueno—. Ya está
casi hecho.
—¡Bueno, puedo ver eso! Te vas a caer, Sr. Genio. Y maldita sea, hace cincuenta
grados hoy y no estás usando una chaqueta.
—Tenía calor y tuve que quitármela.
—No importa cuál sea el estado de su coeficiente intelectual, todos los hombres tienen
el cerebro dañado —murmuró ella. Zack se rió entre dientes—. Si te has lastimado, no
vas a conseguir ninguna pizza.
Bajando su brazo, él hizo un gesto, ayudando a su hombro, luego se volvió y le sonrió.
—¿Pizza? ¡Estoy listo!
Destornillador en mano, bajó la escalera y la saludó con un beso que le erizó los pelos
en la espalda, dejándola sin aliento y pensando en comérselo en su lugar.
—Te extrañé —dijo él, moviendo la punta de su nariz con un dedo.
—¿En serio? No podría haberlo imaginado.
—Se supone que tienes que decir que me extrañaste, también.
—Yo te extrañé todo el día. Preocupada por ti.
Con buena razón. Si Zack se veía agotado ayer, esta tarde se parecía a la muerte
recalentada. Sus ojos estaban inyectados en sangre por las pocas horas de sueño, su
mandíbula estaba oscura, con rastrojos de pelo. Su cabello color ébano estaba
alborotado en todas direcciones, como si las líneas puntiagudas hubieran sido
estilizadas con una licuadora.
Y aun así, ella nunca había visto a nadie más hermoso.
Él tomó la caja de sus manos y se dirigieron al porche. Cori tomó nota de las brillantes
ventanas nuevas y de la pintura fresca borrando todos los rastros de vandalismo de la
noche anterior, y un nudo de gratitud se formó en su garganta.
—Gracias por cuidar de todo esto. Saldaré la factura con la gente del vidrio y te pagaré
por las luces y el trabajo de pintura.
—Me estás dejando quedar aquí, así que es lo menos que puedo hacer. Además, me
pagan el próximo viernes.
—Pero…

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—Cori, déjame hacer esto por ti.
La línea plana de su boca, la rigidez de su columna vertebral y la inclinación orgullosa
de su cabeza la hizo ceder. Él realmente quería sentirse útil, ayudarla en todo lo que
podía. Algo le dijo que Zack no se había sentido útil en un tiempo muy largo, y que
negarse lo lastimaría terriblemente.
—Entonces, mi agradecimiento triple. ¿Tal vez pueda pagarte de otra manera? — Él le
dirigió una mirada penetrante y ella levantó las cejas, lo que le valió una sonrisa.
—Cariño, solo soy un chico. ¿Qué piensas?
—Que mejor comamos nuestra pizza antes de meternos en problemas.
Se repartieron la pizza, luego llevaron sus platos y bebidas al desayunador. No se había
escapado a la atención de Cori que el agujero de bala en la pared había sido llenado
con masilla, y la sangre limpiada del suelo.
—¿Conseguiste algún descanso hoy?
—Realmente no hice mucho, sólo dirigí a los trabajadores. —Dio una palmada en una
capa de pintura, lo que encendió las luces de seguridad del sensor de movimiento en
cada esquina de la casa—. Mi amigo Clay trajo esas. Mañana los chicos de los vidrios
van a reemplazar la ventana sobre el fregadero de la cocina, ya que no tenían el
tamaño adecuado con ellos, y voy a trabajar en la reparación de los listones del
pórtico. —Él sopesó una rebanada de pizza—. Dios, esto huele bien. Estoy
hambriento. ¿Cómo estuvo tu día?
—Linda desviación de mi pregunta. —Él estaba inclinado sobre su plato, con los codos
sobre la mesa, y ella sospechó que la posición era la única cosa que lo mantenía en
posición vertical. El borde del vendaje en su hombro era visible bajo su camisa, y ella
sabía que él tenía que estar un poco adolorido, pero no lo admitiría.
—Te vas a la cama temprano. Solo —agregó ella ante el brillo de esperanza en sus ojos
azules.
—Falta mucho para mí pago.
—No hagas pucheros. No podrías ganar una pulseada contra mí en este momento,
mucho menos algo más… estimulante
—¿Lo posponemos?
—Cuento con eso.
Él sonrió y ellos siguieron comiendo mientras ella lo aburría con los detalles de su día
y las clases de enfermería. Ninguno de los dos quería reconocer la aparición de la
noche y su miedo de una repetición de la última noche. Aún más alarmante, era el

149
hecho de que estaban tan cansados que a ella le preocupaba que se durmieran justo
mientras el monstruo irrumpía para hacerles daño, o algo peor.
Después de que terminaron de comer, Cori le ordenó a Zack que fuera a la sala de
estar a relajarse y pusiera la pizza sobrante en la nevera. Justo cuando ella empezó a
reunirse con él, el teléfono sonó en el mostrador. Miró el identificador de llamadas y
apenas ahogó un gemido de irritación mientras levantaba el auricular.
—¿Hola?
—¡Hola, preciosa! Es Tony.
Cori se erizó. “Hermosa” era el nombre de mascota de Zack para ella, y no le gustó el
mote cariñoso saliendo de los labios tan elegantes de Tony.
—Hola, Tony. ¿Qué pasa?
—Sólo me aseguraba que todavía estamos en lo del café después de tu clase mañana.
Sólo han pasado tres días y me he perdido de verte —dijo suavemente, con un toque de
seducción en su voz.
La mano de Cori se tensó en el teléfono. Maldita sea, se había olvidado
completamente. Ella de verdad no quería animarle después de su desacertado beso del
otro día, y estaba lejos de estar cómoda tratando salirse de este lío en que se había
metido con Zack en la habitación de al lado.
—Um, eso es muy dulce de tu parte. Por desgracia, voy a tener que cancelar lo de
mañana.
—¿Oh? ¿Por qué? —su tono se enfrió.
No es tu problema.

—Estoy lidiando con algunos asuntos personales —dijo ella, poniendo un poco de
frialdad en su respuesta.
—Esta semana es mala. De hecho, yo no sé cuándo tendré tiempo para mi
acostumbrada pausa para el café.
Ahí. Cualquier hombre con medio cerebro podía interpretar el claro mensaje de
retroceder.
—¿La cena de mañana por la noche, entonces?
Cualquier hombre, excepto, al parecer, Tony.
— Lo siento, pero me temo que no. Oye, Tony… —ella suspiró, odiando la tarea
repulsiva de sacudirse a cualquier hombre, incluso uno tan absorbente como Tony.

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Pero la honestidad era lo justo para todo el mundo—. Estoy viendo a alguien. Él es
realmente especial, y no voy a arriesgarme a estropear lo que tenemos buscando una
aventura. Y sabes tan bien como yo que es todo lo que habría entre tú y yo.
Un pesado silencio.
—Yo siento que te sientas así, Cori. Tal vez pueda hacerte cambiar de opinión acerca
de nosotros.
Una declaración, casi como si estuviera hablando consigo mismo, no un asunto de
corazón. Extraño. Eso de alguna manera le puso la piel de gallina y se mostró más
convencida que nunca de que ella había hecho lo correcto.
—No, no puedes. Buena suerte encontrando a tu alguien especial, ¿de acuerdo? Adiós,
Tony.
Colgó, soplando un mechón de pelo de sus ojos.
—Gracias a Dios está hecho.
—Vaya, me alegro de no ser Tony.
Sorprendida, se giró para ver a Zack apoyado perezosamente contra la entrada de la
cocina con su hombro bueno.
—El espionaje es grosero, bomberito.
—Pero informativo. —Sus labios se curvaron en una sonrisa satisfecha—. Soy especial,
¿eh?
—Y curioso.
—No, sólo prudente. —Se acercó a ella con toda su gracia felina en movimiento—. Un
hombre tiene que proteger lo que es suyo.
Piel de gallina se desató en sus brazos y ella los cruzó sobre el pecho. Ni rastro de
cansancio mostraba en su expresión salvaje, y la forma en que se movía… Dios, él era
francamente atractivo.
—Cuidado, tu alfa se está mostrando.
Llegando a ella, dobló un dedo bajo su barbilla y alzó la cara a la suya. Su boca tomó
la de ella, su lengua barriendo el interior. Audaz, exigente. Ella descruzó los brazos,
deslizando sus palmas hacia arriba a su pecho. Amaba este lado seguro de él,
haciéndose cargo, tanta potencia masculina.
Rodeándola, ahuecó su trasero en sus manos.
Extendiendo sus piernas, la acercó, encajándola íntimamente contra el poste en sus

151
pantalones vaqueros. Encendiendo una hoguera que sólo él podía apagar.
—¿Quejas? —susurró él contra sus labios.
—Ni una sola.
—Vamos arriba.
—Oh, cariño. Tal vez deberíamos esperar hasta que estés mejor…
—Corrine Shannon —dijo en voz baja, mirando profundamente en sus ojos—, he
estado esperando toda mi vida. Por ti.
En ese momento, ella se fundió en un charco a sus pies. Dulce cielo, su hombre podría
dar lecciones de galantería a cada soltero de su género que alguna vez había conocido.
—Lo mismo —logró decir ella en torno a la toronja pegada en su garganta. Debido a
que no había palabras adecuadas para expresar lo que sentía en ese momento, e incluso
si hubiera, ella no habría sido capaz de expresarlas sin estallar en lágrimas.
Él le tendió la mano invitándola y ella la tomó, muy consciente de lo que este simple
acto de aceptación y confianza significaba para ellos. El contacto chisporroteaba de sus
dedos unidos a lo largo de sus terminaciones nerviosas, endureciendo sus pezones y
enviando una sacudida de deseo a través de su cuerpo. Ella nunca había querido a un
hombre tanto como quería a Zack.
A su lado, él estaba lanzando calor como un horno, mientras subían. En la puerta de la
habitación de ella, tiró de su mano, dándole una media sonrisa y llevándosela a los
labios para rozar un ligero beso detrás de sus nudillos.
—Adelante, dame unos cinco minutos para limpiarme —dijo él—. Huelo a pintura y
sudor.
Ella anhelaba su cuerpo desnudo junto al suyo tan fuertemente que no le importaba,
pero sintió el nerviosismo que él había escondido tan bien. Un indicio de
vulnerabilidad, como si quisiera que todo fuera perfecto para su primera vez, de
verdad, haciendo el amor, su primera vez deslizándose en el interior de una mujer.
—Estaré esperando, cosa caliente.
Él sonrió, bajando la cabeza.
—Sí, señora.
Dios mío, ella podría comérselo con una cuchara.
Afortunadamente, las manos con las que la madre naturaleza la bendijo lo harían muy
bien.

152
Zack no estaba seguro de cómo mantuvo la calma mientras tomaba la ducha más corta
del mundo. Él era el Sr. Suave en el exterior y un gordito nerd en el interior. Algunas
cosas realmente nunca cambian, pero Cori sólo vio al hombre que la deseaba por
encima de los otros, no al niño rechoncho que no podría haber marcado una cita con
Betty, la fea. En su libro, eso clasificaba como número uno en su lista de milagros
imposibles.
Acomodando el ángulo de la ducha hacia abajo y girando su lado izquierdo hacia la
pulverización fina, se las arregló para lavarse sin mojar el vendaje. Más o menos.
Cuando terminó, cerró el agua y se secó, desgarrado entre sí tomar un analgésico para
su quemante hombro o mantenerse despierto para complacer a su dama. Francamente,
prefirió no estar comatoso para su gran noche.
Se envolvió la toalla alrededor de sus caderas lo mejor que pudo, considerando la
tienda que su erección hacía en la parte delantera. A continuación, fue a buscar la caja
de condones en el cajón de la mesilla de noche, otra de las entregas de Clay, a petición
de Zack.
Le hubiera gustado tener su Mustang, así podría haber ido él mismo a comprarlos. Así
las cosas, la decisión de buen talante que había tomado de cambiar al B de la FAO
valía la pena haciendo feliz a Cori.
Dándose seguridad a sí mismo, se encaminó a la habitación de Cori, controlando sus
nervios con un esfuerzo. Ella lo quería, y ellos ya habían estado intimando. Él era un
hombre adulto sin ninguna razón para temer tener lo que había soñado durante tanto
tiempo.
Una mujer que lo aceptó por completo… y poder solo llegar a amarlo.
Se detuvo en el interior de la entrada, la boca haciendo agua ante la vista de Cori
descansando desnuda en su cama contra un montón de almohadas mullidas. Las
largas piernas estiradas y ligeramente separadas, el cabello castaño cayendo alrededor
de su cara y los pechos llenos, los labios curvados hacia arriba, se veía muy sexy y
felina.
Esperando para devorar al canario.
Ella dobló un dedo, señalándole que se adelantara.
—Veo que trajiste el uniforme del equipo.
—¿Qué? Oh, estos. —Él caminó hasta el lado de la cama y puso la caja en la mesita de
noche—. ¿Presuntuoso de mi parte?
—Inteligente y considerado —corrigió ella—. A pesar de que no los necesitamos, si
hubieras preferido ir al natural.

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—¿N-nosotros no? —Por Dios, el pequeño Zack tomó esa noticia con alegría,
sacudiéndose detrás de los confines de la toalla.
—Tú nunca has estado con nadie, y han sido años para mí. Mis pruebas más recientes
estaban limpias, como siempre, y estoy con la píldora. Es tu decisión.
Él sonrió.
—Me siento como si me hubiera ganado la lotería.
Ella se sentó y se acercó hacia un lado de la cama, tomando la toalla en su cintura.
—¿Sí? Entonces espera y también te haré sentir como el presidente. Ups, mala
analogía.
Con un tirón, lo despojó de la toalla y la lanzó lejos. Su eje se balanceaba cerca de sus
labios, curvo y ansioso.
Inclinándose hacia adelante, ella envolvió sus dedos alrededor de la base y le dio a la
enrojecida cabeza una lamida experimental, levantado la vista hacia él, expectante.
—Dime qué es lo que te gustaría que haga, Zack.
—Oh, Dios. —Sus bolas crecieron y líquido pre seminal apareció desde la abertura de
su pene. Buscó decir esos perversos pensamientos en voz alta.
—Vamos, bomberito. Dile a Cori lo que necesitas. —Otra lamida, justo en la punta.
—Chúpame —susurró—. Por favor.
Ella negó con la cabeza.
—Como si de verdad lo quisieras.
Su corazón iba a explotar.
—Chúpame. —Su petición en voz baja, templada con acero, crepitaba en el aire entre
ellos mientras enterraba una mano en su cabello. Llevándola hacia adelante—. Toma
mi polla. Hazlo ahora.
Con un murmullo de satisfacción, ella llevó la punta entre sus labios, succionando,
mordisqueando y lamiendo. Comenzó a introducirlo, un centímetro a la vez,
apretando la base de su eje. La otra mano acariciaba la parte interior de su muslo,
buscando. Él separó aún más sus piernas y ella tocó con las manos su escroto, la doble
estimulación en sus bolas y su polla, volviéndolo loco.
—Oh, sí —gimió él, empujando sus caderas hacia ella—. Trágame, nena.
Él veía como su polla desaparecía entre sus labios, deslizándolo hasta que tocaba la

154
parte posterior de su garganta. Su lengua suave y caliente, bañaba su piel, y ella
comenzó a moverse, succionando con una presión deliciosa. Fuego líquido se extendió
desde su ingle a través de su vientre, hacia sus extremidades.
Dedos enredados en el cabello de ella, guiando sus movimientos, follando su hermosa
boca. Se dio cuenta de que amaba este control, dominándola, haciéndola suya. A
cambio, el goce de ella era obvio. Disfrutaba consumirlo, llevándolo al borde.
Sus bolas se apretaron, el revoloteo en su bajo vientre anunciando un suave clímax si
ellos no iban más lento.
—Detente, nena. Aún no quiero venirme. —Ella lo liberó, viéndose muy complacida
consigo misma, tan hermosa que el corazón le dolió. Señaló el medio de la cama—.
Ponte cómoda y déjame probarte.
Cori se movió hasta el lugar y sonrió, dejando que sus muslos se abrieran. Su
hendidura, rosada y húmeda, su pequeño nudo asomándose entre rizos color arena le
hizo señas. Él se metió entre sus piernas y bajó su cabeza, chasqueando su clítoris con
su lengua. Su gemido silencioso reforzó su confianza un poco más y tomó la suave
carne entre sus labios, succionando gentilmente.
—¡Oh, Zack! Dios, sí…
Arqueó sus caderas y él le dio lo que pedía, comiendo su clítoris, lamiendo con
precisión rítmica hasta que ella retiró, jalándolo del cabello.
—Te necesito dentro de mí —jadeó ella—. Hazme el amor.
Música para su maltratada alma. Levantó su cuerpo, cuidando de equilibrar el peso de
su cuerpo sobre ella. Usando una mano, ubicó la cabeza de su pene entre los labios de
su húmeda abertura, luego apoyó los brazos a cada lado de su cabeza, descansando su
peso sobre los codos. Enmarcó su rostro con manos temblorosas, abrumado por las
emociones surgiendo en él. Las palabras no podían expresar cuánto significaba esta
unión para él, pero esperaba que sus acciones fueran lo suficientemente claras.
Las manos de ella rozaron su espalda y tomó sus nalgas. Lo apresuró a entrar y él se
enterró poco a poco, gimiendo de felicidad mientras el calor de ella envolvía su
longitud.
—Cori —dijo él. Cada músculo temblaba mientras se deslizaba dentro, hasta la base.
Finalmente en casa, se enterró profundamente en ella—. Oh… oh, Dios, nunca creí…
nunca…
Ella se aferró a él, retorciéndose.
—Te sientes tan bien. No te detengas.
Inclinando su cabeza sobre la de ella, comenzó a empujar. Llamas lamieron su polla,

155
dejando todo su cuerpo encendido.
—Nena, no voy a durar mucho.
—¡No me importa! ¡Sólo fóllame, por favor!
Jesús. Eso fue todo. Lo llevó directo al borde de un precipicio. La bombeó con total
abandono, compensando con entusiasmo la falta de técnica. Su cuerpo se aceleró,
haciendo añicos el control, sus bolas apretándose mientras arremetía una vez y otra
más.
Enterrándose, se puso rígido y lanzó un grito ronco. Su liberación explotó, un
caleidoscopio de colores quemando en su cerebro mientras la llenaba, una y otra vez.
Éxtasis indescriptible. Estar atrapado dentro de ella se parecía bastante a morir, pero
con un final mucho más feliz.
El orgasmo de Cori se unió al de él y lo acercó a ella, sus piernas envolviéndose
alrededor de su cintura. Su vagina se contrajo alrededor de su pene, escurriendo las
últimas gotas de su semen hasta que cayó sobre ella como una manta, agotado y
temblando como un caballo de carreras en la meta.
—Encajamos perfectamente —dijo ella, besando su mejilla.
Levantando su cabeza, miró su hermoso rostro y alejó una hebra de cabello de sus
ojos.
—Sí, lo hacemos.
—¿Zack?
—¿Hmm?
—Esto no es una aventura para mí. Yo… me preocupo por ti.
Él se preguntó si un hombre podía sentirse tan completo como para estallar.
—Es lo mismo para mí. Creo que tenemos algo a lo que vale la pena darle una
oportunidad.
Ella lo abrazó y él quiso decir más, pero lo retuvo. Era demasiado pronto. ¿Sabría que
es amor si lo golpeaba en la cabeza? Nunca había amado a nadie en toda su vida,
excepto a sus “hermanos” en la Estación Cinco. No es lo mismo.
Salió de ella y rodó sobre su costado, recogiéndola en sus brazos y poniendo su cabeza
sobre su hombro bueno.
—Podría estar así siempre. Me gustaría que el mundo entero se callara.
—A mí también. —Dándose vuelta en sus brazos, apoyó el mentón en su pecho y tocó

156
su vendaje—. ¿Te duele?
—Un poco. —Ella puso los ojos en blanco, claramente sin creerle.
—Está bien, quema como el demonio. Dame más de esos movimientos del Dr. Feelgood
que haces y estaré bien en poco tiempo.
Cori rió.
—He pasado de la Enfermera Ratched al Dr. Feelgood. Debo estar haciendo algo bien.

—Nena, si hicieras algo mejor, mi corazón haría cortocircuito y tendrías que hacerme
RCP.
—Cualquier cosa para mi paciente favorito.
Él rió.
—Matarme para curarme. Suena perverso.
—Un fetiche al día mantiene lejos al doctor.
—Oh, Dios —gimió él, poniendo sus ojos en blanco mientras ella se reía.
Cori volvió a acurrucarse a su lado y el suspiró, contento, sin permitir que las
amenazas que venían de todas partes arruinaran este momento.
Mañana averiguaría cómo pelear por lo que era suyo… y ganarlo.

***

Zack limpió el sudor de su frente, revisando la reparación hecha en las tablas del
porche. Había estado en la tienda toda la mañana, cortando nuevas que coincidieran
con las antiguas, y para la tarde, eran tan buenas como nuevas. Cristo, había extrañado
la textura de las tablas en sus manos, el zumbido estridente de su cierra y aunque
arreglar el destrozo que nadie quería no era la forma en que él quería mejorar sus
habilidades, estaba orgulloso de su trabajo. Cori, por otro lado, probablemente se
preocuparía por él por haberse exigido tanto, justo antes de que besara sus heridas y las
hiciera desaparecer.
Ese futuro brillante inspiró una versión desafinada de “Dr. Fellgood” de Mötley Crüe, un
homenaje en silbidos a los divinos talentos de Cori mientras reunías sus herramientas.
A medio camino del segundo coro, su improvisado concierto fue interrumpido por el
sonido de motores aproximándose. Levantando la mirada, vio la gigantesca Ford F-
250 negra de Six-Pack haciendo su camino por la sinuosa entrada.

157
Y tras la camioneta, el Mustang plateado de Zack. Su clásico inmaculado, ninguna
abolladura a la vista.
—¿Qué…?
Olvidando las herramientas, Zack saltó del porche y esperó, cambiando su peso de un
pie a otro mientras los automóviles giraban y se detenían frente a la casa. Six-Pack y
Kat salieron de la camioneta, la expresión del teniente parcialmente oculta por un par
de sombras oscuras.
—Oye, hombre —lo llamó Six-Pack—. ¿Qué demonios estás haciendo levantando?
¿No deberías estar descansando?
—Nah, tuve una buena noche de sueño. Es sólo una herida en carne viva de todas
formas. —Acortando la distancia entre ellos con rápidos pasos, señaló el Mustang
mientras Eve abría la puerta del conductor y bajaba—. ¡No puedo creerlo! ¿Ustedes
hicieron esto? ¿Cómo? ¿Cuándo?
El teniente rió y palmeó el hombre bueno de Zack.
—Ni siquiera notaste que faltaba la llave de su automóvil, ¿verdad? Ernest Tuttle hizo
un buen trabajo con la pintura y la carrocería, ¿cierto? Kat y yo lo llevamos a su tienda
luego del accidente en el puente y Ernest apresuró el trabajo.
—Pero se supone que obtendría dos estimaciones de mi seguro —dijo, confundido—.
¿Ya hablaste con ellos?
—No tuvieron que. Ernest lo hizo gratis.
Zack jadeó.
—¿Por qué?
—¿Recuerdas cuando su madre y la de Donnie Wayne tuvo ese ataque cardíaco el año
pasado y la reviví? Dijeron que si acaso había algo que pudieran hacer por nosotros…
—Six-Pack se encogió de hombros—. Ernest estaba simplemente demasiado feliz por
ayudar cuando escuchó lo que te pasó.
—No sé qué decir, excepto gracias —dijo él suavemente—. Soy un rico hijo de puta
por tener amigos como ustedes.
Kat inhaló y Eve carraspeó, desviando la mirada.
La voz de Six-Pack era áspera.
—No empieces con esa mierda, amigo. Estaré hundiéndome en estrógeno todo el
camino a casa, ¿lo sientes? A propósito… aquí. —Six-Pack rebuscó en el bolsillo de su
chaqueta y extrajo un pequeño objeto—. Fui al depósito municipal ayer y encontré

158
esto en el Explorer de Cori. Los arreglaron en la óptica al interior de Wal-Mart.
Zack tomó sus lentes con borde metálico de las manos del Teniente, negando con la
cabeza.
—Gracias, hombre. Hiciste mucho, ¿lo sabes?
—Supuse que no ibas a poder ocuparte de los detalles aún, así que era lo menos que
podía hacer. Limpié el Explorer y saqué una bolsa con las cosas personales de Cori…
lo que no fue arrastrado por el rio, de todas formas. Algunos CD’s, el control remoto
de la puerta del garaje que estaba sujeto a su visera y algunos documentos inundados
en la guantera. No quedó mucho.
—Ella apreciará esto, Six-Pack. También yo. —Zack vio como Eve apretó sus labios,
su hostil lenguaje corporal ante la mención del nombre de Cori. A su mejor amiga no
le agradaba la mujer que a él le gustaba por causarle una gran molestia.
—Bien. Puedes mostrar tu gratitud llevando tu trasero de vuelta al trabajo. No es lo
mismo en la estación sin ti. ¿Alguna idea de cuándo podrás volver?
—La próxima semana, espero. —Hizo un rápido cálculo mental—. Me gustaría estar
de vuelta para el turno del miércoles. Eso me da otra semana para sanar.
—No te exijas tanto. Queremos que estés al cien por ciento cuando vuelvas a
comenzar.
Las palabras del Teniente le dieron una descarga de profunda alegría, la que escondió
tras una máscara de calma.
—¿Sentimientos del capitán o tuyos?
—De todos, incluyendo a Sean. No sabes lo mal que se sintió por cómo te insultó el
otro día. —Howard dijo suavemente—. Y luego saliste y casi te matas… realmente lo
golpeó fuerte, Zack.
—No debería sentirse responsable. La culpa es del bastardo que está aterrorizando a
Cori.
—Lo hace de todas formas. Está llevando un peso del demonio ahora mismo y
ninguno de nosotros sabe cómo ayudarlo. —El Teniente pasó una mano por su cabello
con frustración.
—Sí, recuerdo que el cumpleaños número diecinueve de su hijo es esta semana. —O
habría sido. Dios, esa pobre alma. Si la esposa e hijos de Zack hubieran sido
eliminados en un trágico giro del destino, él probablemente se habría vuelto loco de
dolor. Tanner estaba colgando de un hilo microscópico.
—Alabado sea Jesús, estamos en turno el jueves y estamos cortos de personal, por lo

159
que Sean no puede quedarse en casa y beber hasta la muerte.
Dolor cruzó el rostro bronceado de Eve. Six-Pack no estaba contando ninguna
infidencia: durante el último año, todo el equipo había observado o experimentado la
cuesta debajo de Tanner.
—No lo sé, Six-Pack. No estoy seguro de que el trabajo sea el mejor lugar para él ese
día. No con la seguridad del equipo en juego.
Por una décima de segundo, rabia oscureció el rostro del Teniente ante la insinuación
de que el capitán podía ponerlos en peligro durante una llamada de alto riesgo. Pero
Zack tenía razón y todos ellos lo sabían.
Six-Pack asintió.
—Mantendremos un ojo en él.
—Sé que lo harás. Debería mantener mi boca cerrada.
—Nop, somos un equipo, compañero. Nos cuidamos las espaldas unos a otros. Así
que, el próximo miércoles, ¿verdad? —dijo él, cambiando el tema.
—Ese es mi plan.
—Si resulta, ¿qué opinas de que vamos todos a Waterin Hole el jueves por la noche
para celebrar tu regreso? No he estado ahí desde antes de conocer a Kat y de que esa
morena alta tratara de enseñarme ese truco con su lengua… ¡ouch! —Frotando su
brazo, le sonrió al ceño fruncido de su otra mitad y a su puño—. Haciendo nudos a los
tallos de las cerezas, ángel, ¡eso es todo!
Kat bufó.
—Oh, ¿en serio? Bueno, tu esposa te enseñará interesantes ejercicios de lengua esta
vez, chico grande. ¿Asumiendo que esposas y novias están invitadas?
—¡Por supuesto, corazón! No soñaría en ir sin ti. —La aplacó con un beso.
Zack sonrió a sus bufonadas, secretamente deseando que hubiera una oportunidad en
esta clase especial de relación con Cori.
—Suena divertido. Le haré saber a Cori, pero de seguro estaré ahí.
La vida se veía un poco más optimista, a pesar de que se avecinaba la fecha límite del
préstamo de Joaquin y para soltar los cincuenta mil dólares. El hombre no tenía idea
de dónde se estaba quedando. Él tenía a Cori y no podía esperar a que fuera el
próximo miércoles. Sin embargo, después de ese pensamiento, un recuerdo lo puso
serio.

160
Cuando él volviera al turno de veinticuatro horas, nadie estaría en casa para proteger a
Cori.
Tenía que encontrar una solución, rápido.

161
Capítulo 12

Traducido por Purplenightlight y Bobo Toffee


Corregido por Simoriah

Z
ack había estado calmado los últimos días. El nuevo amante de Cori se encendía
como un árbol de Navidad cuando ella llegaba a casa por las tardes, y le hacía el
amor con delicada pasión, pero cuando fuera que ella pretendía no notarlo, él se
apartaba en un turbado silencio. Dejaba su cama y merodeaba por la casa cuando creía
que ella se había dormido, bate de béisbol en la mano, siempre pendiente de su
némesis, que no se había vuelto a mostrar.
También parecía estar planeando algo. Frecuentemente lo atrapaba observándola,
tenso, como si estuviera a punto de abordar un tema serio, solo para cambiar
velocidades y esbozar una sonrisa, comenzando una conversación acerca de su día. Sus
cambios de humor estaban a punto de volverla loca.
Con un suspiro, Cori puso un guiso en el horno para la cena, limpió sus manos en un
repasador, y luego se dirigió a la sala de estar.
—Treinta minutos para... —Se interrumpió ante la imagen de Zack recostado en el
sofá que obviamente había reclamado como suyo, los pies levantados, la cabeza
colgando hacia un lado. Profundamente dormido.
Negros mechones de cabello caían sobre sus ojos cerrados, y sus lentes se habían
deslizado hacia abajo por su nariz. Por alguna razón, la entrañable imagen le causó un
extraño, maravilloso pinchazo en el corazón. Parecía dulce y vulnerable así, pero
también era fuerte. Y tan condenadamente guapo. Quería tocarlo constantemente,
como si él fuese una fiebre que ella no tuviera deseos de curar.
El periódico estaba abierto sobre su regazo, el control remoto en el apoyabrazos, el
televisor resonando acerca del último político que no pudo mantener el cierre de su
pantalón cerrado. Una escena sacada de los domésticos suburbios.
Sonrió para sí misma. Había volado cientos de miles de kilómetros para evitar que un
hombre se apoderara de su vida una vez más, y éste había tomado posesión de su
control remoto y su silla favorita en una semana.
Lo que era más impactante, no le importaba. Demasiado.

162
Avanzando lentamente hacia el sofá, tomó el control remoto y bajó el volumen a uno
que no destrozara los oídos, luego lo colocó sobre la mesa junto a él. La ausencia de
ruido, o quizás su presencia, hizo que él se moviera.
Ojos azules se abrieron con un aleteo y se estiró, haciendo una mueca de dolor,
teniendo cuidado con su hombro herido.
—Ah, maldición... Oh, hola, cariño. —Aturdido por su siesta, le dio una sonrisa
ladeada.
—¿Necesitas otra pastilla para el dolor? Te traeré una. —Ella ahuecó su mano contra la
mejilla de él, disfrutando del hormigueo de su barba bajo su palma.
—No, sólo estoy algo dolorido. Además, esas malditas cosas me hacen babear. —Se
sentó más derecho, respirando profundamente—. ¿Que huele tan bien?
—Guiso de arroz y pollo. Estará listo en más o menos veinticinco minutos.
¿Hambriento?
Su estómago rugió en respuesta.
—Ahí está tu veredicto. Muero de hambre. ¿Te puedo ayudar con algo?
—Todo está cubierto, pero gracias. —Que un hombre le hiciera tal pregunta era
extraño para ella. Cualquiera de sus hermanos donaría su testículo izquierdo a la
ciencia antes de ofrecerse a ayudar a una mujer en las tareas domésticas.
Dejó a Zack para que cambiara los canales mientras ella preparaba una ensalada y
ponía la mesa. Honestamente, no le importaba la rutina de Betty Crocker23 porque le
daba el tiempo que tanto necesitaba para descomprimirse del estrés de sus clases y de
la clínica. Tener un hombre dando vueltas en la cocina sería el equivalente a una nave
espacial aterrizando en su patio delantero.
La cena fue silenciosa, Zack comiendo lentamente y luciendo más tenso que nunca, y
ella buscando una forma de aligerar el ambiente.
—Estás haciendo demasiado trabajo aquí. Voy a tener que ponerte en la nómina de
sueldo.
Él se encogió de hombros.
—Me gusta estar afuera, o trabajando la madera en mí... —Se detuvo, tosiendo detrás
de su mano—. Quiero decir, tu taller.

—Bien. Alguien debería darle uso a todos esos materiales y equipo. —Zack sólo
asintió, empujando el arroz alrededor de su plato, y ella lo observó. Lucía como si se
hubiese tragado la lengua. Dado el comportamiento de sus hermanos, no le parecía

23
Betty Crocker: marca de productos de cocina tales como brownies, baños para torta congelados, etc.

163
extraño que un hombre pensara en un lugar masculino como el taller como “suyo”, y
se preguntó por la extraña reacción a su lapsus.
—Así que, ¿me vas a decir qué estás haciendo allí afuera?
—Me dijiste que te sorprendiera, ¿recuerdas?
Suspiró.
—Sí lo hice.
—Apuesto a que eres muy mala esperando. —El fantasma de una sonrisa se asomó en
sus labios.
—La peor. ¿Ni siquiera una pista?
—Hmm, está bien. Creo que te gustará.
—Bueno, ¡eso lo sé! No eres muy bueno dando pistas. —Pensó que lo había animado a
salir de su estado extraño, pero su humor se desvaneció. Él miraba su plato a medio
comer como si contuviera los secretos de la vida, y su paciencia se evaporó—. De
acuerdo, sácalo. Dime qué se metió en tus calzoncillos y se murió allí antes de que
pierda la cabeza.
Dejando de lado la farsa, él dejó su tenedor y la estudió, la determinación grabada en
su mirada azul.
—Cori, no soy un policía. Lo que está sucediendo con este acosador está tan fuera de
mi alcance, estoy a ciegas. Dios sabe que la policía no está haciendo ningún progreso.
¡Oh, Dios! Ha tenido suficiente y quiere irse. No podía culparlo, pero la imagen de Zack
empacando y saliendo de su vida comprimía sus pulmones. La dejaba vacía y doliendo
por dentro.
—No tienes que decir nada más —dijo ella rígidamente, apartando su plato. ¡No llores,
no te atrevas!—. No te anotaste para vigilante de lunáticos cuando llegaste. ¿Dónde vas
a quedarte?
—¿Qué? No me iré a ningún lado. —Él frunció el ceño—. A menos que quieras que
me vaya.
—¡No! Solo pensé... la forma en que hablaste...
—¿Automáticamente asumiste que soy un cobarde que metería la cola entre las patas y
huiría del peligro? ¿Dejándote sola e indefensa?
Su rostro se calentó.
—¡Por supuesto que no! Bueno, de acuerdo, pensé que podrías querer irte, pero no eres

164
un cobarde. Yo sólo...
—¿Olvidaste que me siento completamente en casa y soy tan feliz aquí, contigo, que
no puedo ver claramente? ¿Qué estoy durmiendo en tu cama, haciendo el amor contigo
cada noche? —Arqueó una ceja negra—. Supongo que tendré que redoblar mis
esfuerzos.
—Punto a tu favor —dijo ella, levantando una mano en derrota—. Tus esfuerzos no
tienen par, créeme.
—Gracias, hermosa —dijo arrastrando las palabras, luciendo bastante satisfecho
consigo mismo—. Eres bastante inspiradora.
—Tengo una gran musa. —Su cumplido la entibió, apartando los últimos de sus
miedos sobre su partida—. ¿Hacia dónde te dirigías con el tema de los policías,
entonces?
Su expresión se puso seria.
—Como estaba diciendo, esto está fuera de mi alcance. Las estadísticas solas dicen que
probablemente no se dará por vencido hasta que haya cumplido cualquiera sea su
retorcida meta. ¿Qué sucederá cuando vuelva a trabajar y esté fuera por veinticuatro
horas cada vez? No puedo mantenerte a salvo. Creo que necesitamos llamar refuerzos.
—¿Qué, como contratar seguridad para que vigile la casa? —Ella sacudió la cabeza—.
Sólo esperará una mejor oportunidad. Si quiere atraparnos, eventualmente lo hará.
Un musculo saltó en su quijada.
—Lo sé. Estoy sugiriendo que traigamos a alguien que sepa jugar sucio. —Se detuvo,
mirándola directo a los ojos—. Alguien con recursos, que tenga la suficiente
motivación para mover cielo y tierra para encontrar a este monstruo.
—Pero quién... oh. —Se puso rígida, el aire saliendo bruscamente de sus pulmones—.
Oh, no. De ninguna manera puedes estar sugiriendo lo que yo creo que estás
sugiriendo.
—Joaquín es poderoso, Cori. Él y tus otros hermanos probablemente tengan contactos
que ni podamos imaginar y sobre los que no queremos saber. Gente que puede hacer
que las cosas se hagan rápida y eficientemente. Podrían dar con este maniático y patear
su trasero antes de que pierdas otra noche de sueño.
Ella entrecerró los ojos, estudiando la expresión se Zack, su postura. Él tampoco estaba
emocionado con la propuesta. No, la emoción que radiaba de él era mucho más fuerte
que reticencia. Más como terror.
—Todo es verdad, pero no tienes idea de lo que estás pidiendo. No puedo meter a
Joaquín en esto. No lo haré.

165
Él extendió sus brazos, la imagen de la frustración.
—¿Por qué no?
—¿Tienes la impresión de que mi hermano encontrará al autor de esto y lo entregará
como se debe a las autoridades?
—¿Por qué no?
Ella soltó una suave, amarga carcajada.
—No, Zack. Joaquín es una aplanadora. Si se entera de esto, aplastará todo a su paso
hasta que encuentre a su víctima. Y cuando lo haga, no habrá necesidad de un juicio.
Se lo dijiste al Detective Bernie, así que, ¿qué te hace pensar que él se sentiría de
manera diferente?
—Maldición, Cori...
Ella se levantó bruscamente de la silla y comenzó a pasearse.
—Podría terminar en prisión, culpable de asesinato. Tú no lo conoces ni te importa su
bienestar, pero a mí sí.
—A mí me importas tú.

—¿Pero no mi familia?
Un silencio sepulcral recibió a su pregunta. Oh, esto se iba a poner feo. La quemazón
del enojo es esparció por su pecho, incrementándose rápidamente hasta empezar a
hervir. Ella tomó el respaldo de su silla, los nudillos volviéndose blancos.
—¿Mientras nuestro problema sea resuelto, Joaquín puede perderse en el aire? ¿Es eso?

Zack también se puso de pie, la cena olvidada.


—Tu hermano es un hombre adulto que hace sus propias elecciones —dijo, su voz
fría—. ¿Alguna vez se te ocurrió que su pase para estar fuera de la cárcel puede haber
expirado hace mucho tiempo?
La boca de ella se abrió.
—¿De dónde rayos viene eso? —Silencio. Zack cerró sus labios con fuerza,
observándola. Ella cerró la corta distancia entre ellos, perforando su pecho con un
dedo—. ¿De qué hablas? ¡Nadie habla mal de mi familia, excepto yo! ¡Cómo te atreves a
sugerir gimotear a mi hermano para que atrape al chico malo cuando a ti no te importa
una mierda lo que le pueda suceder!
Sus ojos se endurecieron hasta formar canicas azules.

166
—Yo no le gimoteo a nadie cuando necesito ayuda, pero no soy lo suficientemente
tonto como para rechazarla cuando se refiere a tu seguridad. Si esto me hace un
imbécil, genial.
—No creo que seas un imbécil —siseó ella—. Sólo no entiendo de dónde viene esta
actitud hacia mi hermano. ¿Crees que debe estar en la cárcel? Sé que no es un ángel y
que ha hecho una carrera de aplastar a sus oponentes en el polvo pero, ¿por qué tú
querrías que cayera?
—Estás poniendo palabras en mi boca.
—¿En serio? Estás juzgando a un hombre del que no sabes nada.
—Quizá deberías quitarte las anteojeras y hacer un poco de juicio por ti misma.
—En el nombre de Dios, ¿qué se supone que significa eso?
—¿Cuánto sabes realmente acerca de tu Tony Banning?
Confundida, ella parpadeó.
—Es un rico artista con base en Nashville. Pinta al óleo y con acuarela. No me
imagino que tenga que ver él con esta discusión.

—¿Has visto sus pinturas?


—Bueno... no. Pero el arte no es uno de mis intereses, así que nunca le pedí ver sus
pinturas.
—Si es que hay alguna. ¿Cómo sabes que es rico?

—Su ropa, su auto —contestó, exasperada—. No he pedido ver su genealogía, por


Dios. ¿Por qué traes a Tony a colación? No es mi tipo, un hecho que le he dejado
perfectamente claro. No tiene relación con nosotros.
Zack resopló, el frío de su mirada calentándose con enojo.
—¿Sí? Tony no parece estar de acuerdo. Llamó aquí tres veces hoy mientras estabas en
clase o en el hospital... y él sabía que no estabas en casa.

Fantástico. Esto explicaba el mal humor de Zack.


—Creo que no está tomando el “no” muy bien.
—Conteste el teléfono la primera vez y se preocupó de dejar en claro que se había
topado contigo en la cafetería esta mañana. Dijo que tienes que devolverle la llamada.
No contesté después de eso y él no dejó un mensaje. Está tirando de mi cadena, y sus
juegos están comenzando a molestarme. Incluso más, hizo que me preguntara algo.

167
—Oh, Dios. Esto no me va a gustar.
Él tomó su mano, su ira atemperada por la preocupación.
—Cariño, ¿qué tal si este loco es tu acosador?
Lo miró, perturbada por la inquietud que asoló su vientre ante la simple lógica. Y su
fracaso al no hacerse esa misma pregunta.
—Oh, vamos. Tony esta tan enamorado de su propio reflejo, que se haría el amor a sí
mismo si se pudiera contorsionarse lo suficiente.
—Quizá el impecable, rico playboy es quien se supone que debes ver. Ese es el mundo
del que vienes, así que quizás apostó a que te inclinarías por el tipo de hombre que
solías encontrar atractivo.
—El tipo de chico que él piensa que yo encuentro atractivo. Huí de esa vida vacía.
¿Recuerdas? —No estaba lista para reconocer su punto o nada en ese momento. Seguía
molesta y confundida por su dura estancia con respecto a Joaquín. El calor del enojo
estaba muy fresco.
—Sólo estoy diciendo...
—¿Sabes qué? Creo que estas celoso. Creo que Tony está presionándote y tú se lo estás
permitiendo. Es más, yo sé que hay algo más carcomiéndote aparte de lo obvio, y tu
rechazo a hablar de eso está creando un muro entre nosotros.
Dejando caer su mano, él apartó la vista. Si había estado tenso antes, ahora parecía
cerca de hacer implosión. Él no ofrecía nada, y el nudo en el vientre de ella se convirtió
en una gran bola de miedo. Sus hermanos también eran expertos en guardar secretos.
Nunca le hacían saber nada. Esto, en parte, la había salir de sus vidas.
Volteándose, comenzó a juntar la mesa. Zack le dio una mano, pero no hablaron y
cuando terminaron, ella simplemente dijo.
—Me voy a la cama.
Subió las escaleras, consciente de la mirada de él penetrando su espalda. Su tristeza.
No la siguió y ella no se lo pidió; aunque debería haberlo hecho. Estúpido orgullo.
Su corazón se encogió ante la idea de dejarlo solo. Su primera pelea verdadera había
expuesto algunos asuntos preocupantes, y ella debería regresar. Hablar con él,
especialmente ahora. Huir nunca resolvía problemas. Enamorarse de Zack Knight no
debería ser tan condenadamente difícil.
En su cuarto, se quedó inmóvil, los dedos sobre su boca.
Lo amo. Oh, Dios, me he enamorado de Zack.

168
Se dejó caer con fuerza sobre el borde de la cama, apresurándose para determinar
cuándo había sucedido. Estaba tan sorprendida como si le hubieran golpeado la cabeza
con un ladrillo. Un evento tan monumental merecía su propio momento.

Una imagen se solidificó en su mente. Zack, inclinándose sobre el asiento de su


Explorer, la mano extendida, ojos azules calmados. El vehículo colgado sobre el borde
del infierno.
No me voy a ir sin ti.

Había sido firme, se había mantenido fiel a su palabra. Casi había muerto cumpliendo
su promesa.
Justo en ese momento, ella lo había sabido. Aquí, al fin, estaba un hombre íntegro con
el que ella podía pasar el resto de su vida.
Quería ir con Zack y arreglar las cosas. Sostenerlo y hacerle el amor. Pero su lado terco
insistía en que él le debía una disculpa, no al revés. Ella nunca soñaría insultar a su
familia... si él tuviera una.
Odiando la repentina y terrible separación entre ellos, se puso sus pijamas de franela
más viejos, se metió en la cama, y cubrió su cabeza con las mantas. Su tibieza no
disipaba el vacío del espacio donde a él le gustaba abrazarla por la espalda, curvándose
alrededor de ella como su propia cobija sexy.
Mientras caía en un sueño intermitente, la ironía de intentar fisgonear en los secretos
de Zack le regañaba la conciencia. No tenía derecho a atizar las heridas dentadas que
era mejor dejar que sanaran.
No cuando ella cargaría los secretos más desgarradores para el alma a su tumba.

***

Zack volaba por la carretera llena de curvas que atravesaba Sugarland, dejando que la
potencia corriera. Parecía que habían años desde que había estado detrás del volante
de su orgullo, aunque no había pasado más de una semana.
Dios, se sentía tan bien salir de nuevo. Sólo conducir, aun si no tenía un lugar
específico donde ir aparte de Wal-Mart; no exactamente el eje de emociones
espectaculares, pero justo lo que necesitaba en ese el momento. No había hecho mucho
más que hacer un poco de todo en su casa; la de Cori, en realidad. Y hundiéndose
entre sus dulces muslos.
Excepto el Gran Congelamiento de la noche anterior. Por Dios, sí que lo había

169
arruinado. Había insultado a su hermano de mala vida y había herido los sentimientos
de ella con su silencio, y ni siquiera le podía decir por qué. No sin herirla más de lo que
a ella creía posible.
Dios, ya la había herido. Tenía que contarle la verdad. Acerca de Joaquín, su padre, el
dinero, el chantaje, todo. Hoy. El plazo de Joaquín se acercaba rápido. Tarde o
temprano, ella se enteraría. Y si ella oye toda la sórdida historia de otra persona primero,
quizá nunca me perdone. Demonios, bien podría no hacerlo.

Wal-Mart se alzaba más adelante. Salió de la autopista hacia el estacionamiento, y


condujo hacia un espacio vacío al final de la línea. Odiaba pelear con la gente para
conseguir un mejor lugar, y no quería su vehículo de belleza clásica fuera dañada justo
después de haber sido reparado.
Sacándose el cinturón de seguridad, sacó su nuevo celular del bolsillo de su chaqueta y
frunció el ceño, debatiéndose entre llamar a Cori o no. Ella podría colgarle, pero la
verdad era que él prefería enfrentar el rechazo que no oír su voz. Bastante patético.
Una bola de ansiedad se anudó en su estómago mientras utilizaba el marcador rápido
para llamarla a su celular. El de ella era ahora el primer número en su lista, y se
preguntaba cuán mal se lo harían pasar los chicos cuando volviese a trabajar. La idea
de regresar a ese fácil compañerismo disminuyó su aprensión cuando Cori contestó.
—¿Hola?
—Hola —dijo él suavemente.
—Oh. Hola. —Su saludo era crispado, un tanto receloso.
Maldición.
—¿Sigues enojada conmigo?
Era divertido como recordaba haber puesto los ojos en blanco no mucho tiempo atrás
cuando Six-Pack engatusaba a su nueva esposa con la misma pregunta universal de
todo hombre que significaba que tu pene ha sido enlazado y amarrado como un cerdo
para siempre.
—Ya no.
—Bien. Me alegro, aunque lo merezco. —Cuando ella no lo negó, continuó—. Oye,
¿me preguntaba si tal vez tendrías un descanso pronto?
Una pausa, y un lento deshielo.
—¿Qué tenías en mente?
—¿Almuerzo? Se supone que ese nuevo lugar en la plaza tiene buenas ensaladas y

170
hamburguesas.
—Convenciéndome con comida, ¿eh?
—¿Funcionará?
—Supongo que podemos descubrirlo —dijo ella, un rastro de tibieza filtrándose en su
tono—. En cuarenta y cinco minutos, tengo un receso de hora y media antes de que
tenga que ir al hospital. Terminé mi examen en clase, pero necesitan a alguien para
suplir a otra persona esta tarde. ¿Suena bien?
—Fantástico, hermosa. Te veré pronto.
Zack terminó la llamada y dejó escapar un suspiro de alivio. Al menos no lo estaba
tratando con indiferencia. Sintiéndose más ligero, salió del auto y se dirigió hacia la
tienda. Treinta minutos después, había repuesto la mayor parte de su guardarropa y
había añadido otra saludable porción de cambio a su ya estresada tarjeta de crédito.
Dos semanas atrás, gastar tanto lo hubiera asqueado. Ahora no podía encontrar alguna
parte de él a la que le importara.
Ahora tenía una persona mucho más importante que él mismo de quien preocuparse.
Cargó las bolsas en el maletero, luego se dirigió hacia el centro de la ciudad, al
pintoresco restaurante familiar con cortinas a cuadros rojas y blancas en las estrechas
ventanas. Al otro lado de la calle, el majestuoso y viejo palacio de justicia que
adornaba el centro de la plaza de la ciudad Sugarland le ofrecía a la escena un vistazo
a la desvaneciente herencia cultural estadounidense.
Las últimas palabras que su padre le había dado, pesadas con cansancio y derrota,
repicaban en su cabeza mientras se estacionaba y entraba.
Nada dura, muchacho. Cuanto más pronto enfrentes la realidad, mejor estarás.

—¿Sólo uno?
Estudió a la mesera joven y con rostro de querubín. Rubia y bonita estilo animadora,
no tendría más de diecinueve años. Y lucía una sonrisa con hoyuelos mientras le daba
una ojeada muy interesada. Lo hacía sentirse de ochenta años.
—Dos. Estoy esperando a alguien.
Su sonrisa se atenuó.
—Por aquí.
Lo guió a una mesa no muy alejada de la puerta, donde depositó dos menúes de
plástico y se fue. El tentador aroma de cocina casera le cosquilleó la nariz y su
estómago gruñó. El vacío en sus entrañas le recordó el pobre trabajo que había hecho

171
al cuidar de sí mismo antes de Cori. Tendría que comenzar a ejercitarse de nuevo para
poder pasar la prueba de agilidad física en el siguiente ejercicio de entrenamiento de su
equipo.
Cori entró por la puerta entre una ráfaga de viento. Zack inhaló bruscamente,
regalándose los ojos con la imagen de ella, sus mejillas sonrosadas por el clima
ventoso, el cabello recogido en una cola de caballo, pequeños mechones volando
alrededor de su rostro. Vestía de forma más conservadora hoy con pantalones azul
marino, un suéter de punto trenzado color crema, zapatos cómodos y una chaqueta
azul que escondía su figura matadora.
Era la mujer más hermosa que había visto jamás.
Su expresión se iluminó cuando lo divisó, pero su placer fue rápidamente sustituido
por cautela a la vez que se acercaba. Zack se deslizó del banco y se puso de pie para
saludarla, tomando las manos de ella en las suyas y rozando sus suaves labios en un
beso. Acarició su mejilla con la nariz.
—Lo siento —susurró.
Los ojos dorados de ella brillaron sospechosamente.
—Yo también.
La envolvió en un abrazo de oso, sin importarle una mierda lo que los otros clientes
pudiesen pensar.
—No, cariño. Fue mi culpa.
Lo abrazó con más fuerza.
—Yo no tenía ningún derecho de intentar presionarte para que me contaras tus cosas
personales, especialmente cuando no afecta nuestra relación.
—Oh, hermosa, sí lo hace —admitió él con la voz ronca—. Y lo que tengo que
contarte te lastimará más a tí de lo que me ha lastimado a mí.
Ella retrocedió, mirando su rostro, llena de preocupación.
—De acuerdo. Quiero oírlo todo, pero no tengo mucho tiempo. Disfrutemos nuestro
almuerzo por ahora. Esta noche, tendremos todo el tiempo para ocuparnos de esto.
Él asintió, incapaz de creer que había puesto las ruedas en marcha, aunque no veía
otra opción. Al intentar protegerla de la verdad, había hecho lo contrario y ella se
había molestado de todas maneras.
Cori se quitó su chaqueta mientras tomaban asiento uno frente al otro y tomaban sus
menús. La mesera volvió de repente y tomo las órdenes de sus bebidas, luego se alejó

172
de prisa y prometió volver en un minuto.
—Te ves genial —dijo él, observando a Cori—. Sexy.
—Oh, seguro, con zapatos de abuelita y todo. Deberías de verme en mi matador
uniforme de hospital. Dame una bacinilla y, ooh bebé, los pacientes no pueden tener
suficiente de mí. —Hizo una mueca.
—Hum. Son los doctores elegantes los que me preocupan. Odiaría tener que romperle
a un idiota la mano con la que opera. —Le mostró un fingido ceño fruncido feroz y
ella soltó una risita.
—Nunca le pondrías un dedo encima a nadie. —Sonrió ella—. Eso es lo que amo de ti.
Amo. Esa palabra descuidada eliminó todo el sentido común de su cerebro, estrujó su
corazón como un trapo aguado. Nadie nunca había amado nada de él. El sentimiento
nunca había sido parte de su mundo, y envolvía su corazón en una dulce luz.
Antes de que pudiera formular una brillante respuesta, la mesera regresó a tomar sus
órdenes. Como habían estado más interesados en el otro que en la comida,
rápidamente revisaron las opciones.
—Yo tendré la ensalada Cobb con aderezo ranchero24 —dijo Cori.
—Una hamburguesa con queso y tocino con papas fritas para mí.
Después de que la muchacha se fuera, Cori le dio una mirada maliciosa.
—Buffy25 estaba admirándote.
Él se sonrojó.
—Claro que no.
—Claro que sí.
—No lo noté —dijo él con sinceridad.
—Hmm. Eso es bueno. —Una luz burlona entró en sus ojos.
—¿Por qué?
—Porque la etiqueta con su nombre está prendido en su seno izquierdo.
—Oh.
Ella rió, un sonido bajo y ronco que se enroscó alrededor de sus testículos y las apretó.

24
Aderezo ranchero: condimento hecho de mayonesa, sal, ajo, cebollas, hierbas y especias.
25
Buffy: referencia al personaje del mismo nombre de la serie “Buffy, la Cazavampiros”.

173
—Es divertido tirar de tu cadena, bombero. —Se inclinó hacia delante, llena de
maldad—. La mesera no tiene ninguna etiqueta con su nombre, aunque sí te estaba
imaginando como postre.
—Tiene una veta malvada, Srta. Shannon. Eso es lo que amo yo de ti. —Hizo una
pausa—. Me... completas.
Ahí estaba. La dejó pensar en eso, y el obvio placer de ella brilló en su rostro.
—Qué cosa más dulce para decir.
—Es la verdad.
—Eres demasiado bueno para mí. —Sus labios se curvaron—. Podrías dejar salir tu
veta mezquina de vez en cuando, sabes. Podría ser divertido.
Una parte de él estuvo de acuerdo, y le dio su completa aprobación a la idea.
—¿Alguna posibilidad de que puedas salirte de la rotación esta tarde?
—¡Desearía poder hacerlo! Pero mantén ese pensamiento en tu mente, guapo. Quizás
pueda salir temprano.
Cualquier respuesta que estuviese comenzando a formar murió cuando echó un vistazo
detrás de Cori. Un hombre alto de cabello rubio largo suelto hasta los hombros
avanzaba con grandes pasos hacia ellos con determinación, su fría mirada fija en Zack.
Un chico bonito en jeans de diseñador, suéter oscuro y una chaqueta de cuero negro de
aspecto costoso. Sus ojos se encontraron, un choque de espadas antes de la batalla. La
columna de Zack se puso rígida, sus instintos masculinos de combate se alzaron
instantáneamente e inundaron cada miembro. Supo exactamente, sin que le dijeran,
quién se cernía sobre ellos.
Alcanzando su mesa, el hombre le lanzó a Zack lo que sólo podría ser descrito como
una sonrisa llena de satisfacción antes de pegar una sonrisa encantadora en su rostro
zalamero y se dirigió a Cori.
—¡Cori, cariño! Que coincidencia. Justo estaba a punto de comer y aquí estás. —El
bastardo se inclinó y besó la mejilla de Cori—. ¿Te importa si me uno?
Coincidencia, una mierda. El labio de Zack se curvó.

Sin esperar ha escuchar si les importaba o no, el invitado indeseado se deslizó en la


mesa junto a Zack, sin darle otra opción que moverse o hacer una escena. Zack apretó
los dientes, un fuego lento crepitaba en sus tripas como ácido de batería. El hombre
había usurpado su lugar frente a Cori, relegándolo a la esquina como si fuera una
molestia. Justo en ese momento, no se sentía como el chico que Cori admiraba porque
supuestamente no dañaría a nadie. Por ella, hizo una promesa silenciosa de no plantar
su remilgado rostro del hijo de puta.

174
—Zack, este es Tony Banning. Tony, este es mi novio, Zack Knight. Zack es un
bombero de la ciudad —dijo, su tono dejando en claro lo orgullosa que estaba de ello.
También se movió un poco en su asiento, reposicionándose frente a Zack.
Novio. Un borbotón de satisfacción masculina acarició su ego. Desafortunadamente,
Banning mató el zumbido al abrir la boca.
—Un bombero —reflexionó, echándole un vistazo a Zack como si fuese un insecto
interesante antes de regresar su atención a Cori. Descartó completamente la
afirmación de novio—. Bueno, supongo que esa es una digna profesión si no eres lo
suficientemente bueno en nada más y no tienes una educación. Algunos de nosotros
tenemos que ser las abejas obreras, ¿verdad?
Maldito imbécil condescendiente. Un gruñido amenazó con salir del pecho de Zack. El
tipo no era diferente de los bravucones con los que solía lidiar todos los días cuando
era niño. Moría por arrancarle los pulmones a Banning, pero sus manos estaban ahora
tan atadas como lo habían estado en ese momento.
La temperatura en la voz de Cori cayó varios grados.
—Si una llamada para salvar vidas nos hace pequeñas "abejas obreras" sin
importancia, entonces supongo que Zack y yo estamos en buena compañía juntos. —
Emitió una breve risa y prosiguió mientras Banning farfullaba—. Siempre encuentro
increíble cómo muchas personas con actitudes como la tuya se encuentran en la sala de
emergencia con la cabeza rota, esperando que nosotros arreglemos los resultados de su
ignorancia.
Banning, quién había planeado que su comentario estuviese dirigido sólo a Zack, se
apresuró a reparar su error.
—Mis disculpas, querida. ¡No pretendía ofenderte! Claro que tu profesión es vital y no
pretendí implicar otra cosa. Mi Dios, tendrás casi tanto entrenamiento como un
doctor, al contrario que muchos trabajos obreros.
Trabajos como los de Zack. El desaire comió su control, empujándolo hacia su límite.
Se dijo a sí mismo que no era como si nunca hubiese volteado la otra mejilla antes, en
numerosas ocasiones. Se dijo a sí mismo que ninguna otra opinión importaba excepto
la de Cori. Que utilizar su inteligencia contra un desagradable como Banning era
miserable y malo. Que no necesitaba rebajarse al nivel de ese bastardo.
El discurso motivacional no funcionó.
—Así que, Banning —interpusó, sorprendido ante cuan sereno sonaba—. Cori me dice
que eres un artista. ¿Dónde estudiaste?
El otro hombre miró a Zack como si se hubiese olvidado de su presencia, pero Zack
vio la máscara tal cual era. Una afectada pose de indiferencia.

175
El destello de malicia en los ojos de Banning lo traicionó. La emoción brilló y se
desvaneció rápidamente, abandonando su expresión plácida cuando Zack sabía que era
todo menos eso. Su némesis peleó contra su furia igual que Zack, y las ambos
zumbaron con un deseo apenas contenido de hacerse trizas mutuamente como un par
de perros de depósito.
—Tulane —dijo el hombre suavemente.
—¿En serio? ¿No el Colegio de Arte de Memphis o algún lugar que de hecho sea
conocido como una escuela de arte?

Allí. Un parpadeo de incertidumbre.


Banning se encogió de hombros.
—Estudié leyes. Encontré el campo sofocante para mis expresiones creativas, así que
en cambio decidí pintar.
Está mintiendo.

—Ya veo. Nada como un artista aburrido y mimado para hacer del mundo un lugar
mejor. ¿Qué clase de pinturas? —Ante la mirada del hombre, Zack le dio una sonrisa
de cocodrilo. Sí, se estaba calentando—. ¿Paisajes, retratos, naturaleza viva o muerta?
—Vida real —dijo Banning, recuperándose—. Personas en calles llenas, en playas o en
mercados, mi impresión de cómo la gente cabe en su propio mundo, o no.
—Así que tu estilo es Impresionista, entonces.
—Bueno... sí.
—¿Por qué no Expresionista? ¿O Americano?
Banning limpió una mancha imaginaria de su chaqueta.
—Disfruto las representaciones realistas de artistas como Monet.
Buena salvada. Cualquiera con media escuela secundaria sabría sobre Monet.
—Oh, su trabajo es incomparable, pero no es mi artista Impresionista favorito. Sabes
cómo amo ese Kandinsky tuyo, ¿cierto, hermosa? —Zack se encontró con la mirada de
Cori con una sonrisa, comunicándole el mensaje silencioso. Ella podría no saber sobre
Kandinsky, pero entendió la artimaña, se iluminó, y coincidió de todo corazón.
—¡Oh sí! Mi copia sola costó una fortuna. Desearía poder pagar el original.
Su entusiasmo pareció aplacar a Banning. Le lanzó una sonrisa astuta, su pecho
inflándose.

176
—Tendré que mostrarte el mío alguna vez —se jactó—. Adquirí un floral en Sotheby's
por una canción.
Swish26. A Zack le costó no develar el fraude, aunque Dios sabía que quería tanto
hacerlo. Simplemente podía ser un galán rico y cachondo que buscaba impresionar a
Cori con su imaginaria personalidad de artista, en cuyo caso ponerlo horizontalmente
frente a ella sería de lo más gratificante.
O quizás Banning podría ser un futuro asesino. Zack no se atrevía a dar ninguna señal
antes de que pudiera informar al Detective Bernie sobre este tipo. Quizás estaba
equivocado, pero también...
—¿Qué piensas Zack?
Pestañeó en dirección a Cori. Su mirada mordaz y su sonrisa apretada le decían,
¡Sálvame de esta conversación! Antes de que pudiese cubrir su error, la mesera apareció
con sus órdenes, posicionándolas en la mesa con un saludo bastante amigable para el
recién llegado.
—¡Oh, hola! ¿Podría tomar su orden? —Considerando su lenguaje corporal, lo que ella
realmente quería decir era, ¿podría quitarle la ropa?

Banning se recostó en su asiento, dándole a la chica una ojeada descarada y


aparentemente preparándose para ponerse cómodo.
Jamás. Zack lo interrumpió.
—Nuestro amigo estaba a punto de irse.
La chica titubeó, dándose cuenta de la tensión.
—Oh, en ese caso, ¿puedo mostrarle una mesa?
Un músculo en la quijada de Banning brincó, irritación brillando en sus ojos oscuros.
—No gracias. Realmente necesito irme. —Se levantó de la mesa, sonriéndole a Cori—.
Nos vemos pronto, querida.
—No es tú querida, idiota. No en esta vida, ni en la siguiente.

Esta vez, Banning no se molestó en disfrazar su odio.


—¿Sí? Qué bueno que tú sólo... —Cerrando la boca de golpe, caminó a grandes pasos
hacia la salida.
Zack entrecerró los ojos en la espalda del hombre que se alejaba. ¿Qué había estado a
punto de decir ese imbécil?

26
Swish: onomatopeya que indica que algo pasa rápidamente.

177
Cori calmadamente tomó su tenedor y pinchó un poco de su ensalada.
—Déjame adivinar. Kandinsky no es un Impresionista.
—Te diré una mejor. Si tu admirador psicópata es en serio un artista llamado Tony
Banning, llenaré todo mi cajón con boxers de caritas felices color rosa.

178
Capítulo 13
Traducido por Susanauribe
Corregido por La BoHeMiK

E
l móvil en el bolsillo de Lionel zumbó como un mosquito molesto,
interrumpiendo su concentración y alzando su presión sanguínea a niveles
peligrosos. Envolviendo sus dedos alrededor del instrumento, él fantaseó con
que era el cuello de quien llamaba. La carne cediendo mientras el rostro del hombre se
volvió azul, sus ojos saltones y sin vida.
Él abrió el teléfono.
—¿Sí?
—Dime que has progresado.
—He progresado.
—No estúpida mierda —su compañero espetó—. Ni siquiera sabrías del dinero si no
fuera por mí. ¿Necesito tomar un vuelo?
Oh, demonios no.

—Estoy lidiando con la situación.


—¿Sí? —El hombre sonó escéptico, con una buena razón—. ¿De la manera que
planeamos?
—Ha habido una complicación, un novio. Estoy trabajando en removerlo. El plan ha
cambiado, pero conseguiré la información.
—¿E ibas a informarme de esto, cuándo? —espetó, obviamente molesto.
—¿Importa en cuanto el resultado sea el mismo? Relájate. Estaré tendido en la playa
en una isla tropical y tendrás tu tajada antes de que te aflojes.
—Mejor que sea así. No tengo que recordarte cuanto es mi alcance, ¿verdad
compañero?
No jodidamente largo, idiota.

—No.

179
—Excelente. Te daré dos semanas más para que le traigas a nuestro proyecto una
conclusión satisfactoria. Esperaré buenas noticias.
El hombre terminó la llama con un clic y Lionel cerró su móvil, el odio rápidamente
remplazado por salvaje determinación.
—Vas a volverte viejo esperando esa llamada, compañero.
Knight estaba en casa y el carro rentado de Cori justo había comenzado a subir. Todo
lo que él necesitaba era la oportunidad para actuar. Él maldijo al destino por enviarla a
casa más temprano, antes de que tuviera la oportunidad de deshacerse de Knight.
Pero el resultado sería idéntico.
—No necesitaré dos semanas, gusano.
Para entonces, Lionel estaría viviendo la buena vida en un cálido clima bajo otro
nombre asumido, disfrutando su final, y mejor, anotación. En cuanto para Cori y su
bombero, él les debía una lección de dolor y sufrimiento.
Cuando hubieran dejado de ser útiles. Bueno, esta área de Tennesse27 estaba cubierta
con miles de bosques vírgenes, colinas, valles, y una multitud de sistemas cavernosos
extendiéndose hasta el infinito. Sus huesos podrían descomponerse por un siglo o más
antes de que alguien se topara con ella.
—Ella puede ser tu dama en la próxima vida, perdedor. Tomaré la verdadera
recompensa.
Tal vez antes de que Cori muriera, él diría el porqué.
Ella había sido vendida por su propia sangre y carne.
Riéndose con su propia inteligencia, él se acomodó para esperar.

***

Cori caminó hacia la cocina por el garaje, lanzando su bolso y llaves en la encimera.
—¿Zack?
No hubo respuesta. Ella no lo había visto trabajando afuera tampoco, y ella esperó que
él hombre terco estuviera descansando para un cambio. ¡Uf! ella estaba agotada. Buscó
una botella de agua del refrigerador, luego se dirigió a las escaleras para encontrar a su
hombre.

27
Tennesse: es un estado de la región sur de los Estados Unidos.

180
Quedándose en la entrada, ella miró hacia la habitación de él, notando la camisa de
polo que él había usado para el almuerzo doblada en la cama. Sus vaqueros y una
camisa verde de mangas largas estaban apilados en el suelo, manchadas con suciedad,
junto con sus medias y ropa interior. Ella se movió dentro y vio la puerta del baño
abierta, la luz prendida dentro. El aroma herbal de jabón tentó su nariz.
Mientras ella se acercaba al baño y miró dentro, su boca se volvió agua. Zack acababa
de salir de la ducha, cabello negro empapado, secando su pecho, abdominales y
piernas con movimientos rápidos. Su pene medio erecto mostró que su mente estaba
en otras actividades diferentes a pintar o dormir, lo cual estaba bien con ella.
—Mi, mí, un hombre desnudo en mi casa —arrastrando las palabras, paseando para
unírsele. Él saltó en sorpresa—. ¿Qué tengo que hacer?
Zack colgó la toalla sobre la ducha, se dio la vuelta y en dos pasos la tenía aplastada
contra su pecho, su boca descendiendo a la de ella. Su beso era muy lejos de lo gentil,
su lengua barriendo el interior, demandante. Su boca castigando la de ella, tomando
posesión.
El deseo volvió a la vida, haciendo una piscina entre las piernas de ella. Su clítoris
dolió y latió, todo su cuerpo volviéndose caliente. Su piel se puso de gallina mientras
los dedos de él se pasaban por debajo de la camisa verde de enfermera, subiendo por su
vientre para acunar sus pechos. Sus dedos jalaron sus pezones por la tela de su sostén,
impaciente.
Oh, sí. Ella tampoco podía esperar. Él la presionó contra su montículo, su erección
fuerte y pesada, haciendo sus intenciones claras. Llevándolos en espiral hacía la total
pérdida de control que la emocionaba y asustaba. Ella nunca antes había visto ese lado
dominando de su amante, y se preguntó si él estaba igual de impactado.
Moviéndose hacia atrás, él tomó el agua embotellada de ella y la lanzó lejos. Luego
desató sus pantalones de cordel, arrastrándolo junto con sus bragas, y fuera. Sus
movimientos fueron apresurados, febriles.
—Te quiero ahora —raspó, volteándola contra la pared del baño—. Y eres mía. De
nadie más. ¿Lo entiendes?
—S… sí. —Señor, ella iba a incinerarse. Calor pasó entre sus muslos y sus pezones se
tensaron en puntos.
—¿Sabes qué voy a hacer? Voy a follarte, bebé.
Él se presionó más cerca, sus dedos frotando los rizos del ápice de sus muslos. Él abrió
su hendidura, encontró la humedad reunida allí y la esparció alrededor. Frotando,
alistándola.
Ella se arqueó hacia él.

181
—Oh, ¡Dios! Zack…
—Sí, voy a follarte aquí mismo. Justo así —dijo, ojos azules brillando con calor sexual.
Un hombre que no estaba planeando aceptar un no por respuesta. Él acunó su trasero
en sus manos y la levantó, poniendo su espalda contra la pared—. Agárrate de mí.
—Pero la herida…
—Shhh.
—Zack, yo…
Él dirigió la amplia cabeza de su pene a su centro, la presionó entre sus labios
hambrientos. Ella agarró su cuello, cuidadosa de evitar la gasa en su hombro,
temblando de necesidad. Él entró en ella con un empuje suave, entrándose hasta las
pelotas con un gruñido tortuoso.
—¡Ahh, Sí! —Perdido, él lanzó su cabeza hacia atrás. Comenzó a mover sus caderas,
la longitud hábil golpeando su canal y clítoris—. Justo así… amo follarte…
—Por favor —suplicó ella—. Más. ¡Más rápido y fuerte!
Con un gemido, él dirigió sus estocadas, embistiendo profundo y fuerte, moviéndose
dentro de ella. Incrementando el ritmo, prendiéndola en fuego. Ella se le entregó como
nunca antes lo había hecho, sólo dejando que fuera barrida por su pasión primitiva y
oscura. El total abandono llevándolos al borde.
Y más allá.
—¡Sí, sí, sí! —ella gritó en sincronía con su pene profundo. Poseyéndola. Marcándola
como suya. Él la golpeó contra la pared mientras ella era vagamente consciente de una
imagen en espera siendo molesta y volviéndose torcida.
La carne golpeó en un ritmo ruidoso, la música de fondo para la tormenta furiosa
encima de ambos. Ella sintió su cuerpo deshaciéndose, rayos luminosos de su sexo a
su útero, y en otras partes. Su cuerpo se apresuró, y él la miró a los ojos, su expresión
feroz.
—¡Oh! —Su orgasmo explotó y ella estalló en infinidad de fragmentos de retorcida
alegría.
El grito de júbilo de él se unió al de ella y la llenó en una oleada caliente, su pene
moviéndose hasta que Zack colapsó contra ella, agotado y tembloroso por el esfuerzo.
Después de un momento, se deslizó fuera de Cori mientras ella desenredaba sus
piernas de su cintura, bajando cuidadosamente al suelo.
Señor, él la había tomado medio vestida. Brillando de pies a cabeza, ella le disparó una
sonrisa.

182
—¿No estás lleno de sorpresas?
Él puso su frente en la de ella.
—Dios, Cori, lo siento tanto. No sé qué se metió dentro de mí.
—Bueno, yo no lo sé, tampoco. Pero cuando el espíritu te mueva de nuevo, ¡házmelo
saber así puedo desnudarme!
Él negó con su cabeza, avergonzado.
—No puedo creer que te traté de esa manera. Infierno, no te desvestí completamente, o
me tomé el tiempo para asegurarme de que estabas complacida. Yo… yo nunca había
sido tan desconsiderado y crudo —Él dudó, cuando habló su voz era alicaída—. Fui
egoísta. Fue todo sobre mí, y te mereces más.
—No, Zack, amé…
—¿Pero, qué si no lo hubieras hecho? No te di la oportunidad de rehusarte, ¿verdad?
—Él agarró la toalla y la sostuvo enfrente de su erección marchita.
—¡No te habría dicho que no a ti!
—¿No lo ves? No me importaba en ese momento.
—Estás tan lleno de estupideces.
Rápidamente, él eliminó la evidencia de su encuentro y pasó junto a ella.
—Voy a estar en el taller por un rato.
Genial. Ahora iría a enfurruñarse donde se no se suponía que debía pasar por el
proyecto secreto en el que él estaba trabajando para ella. Cuan jodidamente
conveniente. Las mujeres no tenían el mercado acorralado en el método “retirada y
puchero” para evitar la confrontación, a pesar del popular rumor.
Viendo su ropa, ella cruzó sus brazos encima de su pecho, tratando de no sentirse
insultada porque él no le hubiera dado el crédito de pensar por sí misma. Era joven, se
recordó a sí misma, e inexperto no sólo en el sexo sino en algo más importante, con
emociones más profundas que traía la intimidad.
Y ella había apostado dinero sobre que todavía estaba molesto por el encuentro con
Tony, si ese era el nombre del acosador. Zack probablemente había ardido toda la
tarde, trabajando en un frenesí. Ella sólo había conseguido atrapar la cólera de la
reacción masculina más básica.
Un hombre supremamente molesto marcando su territorio.
Ella seguro no se estaba quejando. Su amante tenía serios movimientos sexys,

183
cualquier que sea el catalizador. De alguna manera, se había refrenado de darle un
análisis de motivaciones, descubriendo que él no lo apreciaría en este momento.
Zack atascó sus pies en unas zapatillas, y agarró su chaqueta de la silla.
—Volveré en un rato, ¿ok?
—Claro.
Al menos se detuvo para plantar un suave beso en sus labios antes de desaparecer por
la puerta. El hombre era un enturbiado océano de confusión. Sin embargo todavía
tenía que revelar lo que había prometido hablar cuando ella llegó a casa, y el asunto
misterioso obviamente era parte del problema, también.
Luchando con el abatimiento, Cori retiró la botella de agua del suelo, se dirigió hacia
su propio baño, y tomó una rápida ducha. Después, se sintió marginalmente refrescada
y optimista. Zack podría esparcir sus sesos cuando volviera y cuando lo hiciera, se
sentiría mucho más ligero. Tendrían que lidiar con lo que sea que estuviera
molestándolo y todo estaría bien.
Ella saco unas sudadera gris y una camisa de baby-doll blanca pegada, y bajó a buscar
algo un poco más fuerte que agua. Una botella de chardonnay apachurrada en el
estante detrás de la leche, justamente esperando tomarse un día libre en uno como este.
Cinco minutos después, Cori estaba sorbiendo una fría copa de vino y balanceándose
con Norah Jones saliendo del estéreo en la sala, cuando el timbre de la puerta sonó.
Frunciendo el ceño, ella usó el control remoto para bajar el volumen, y fue a ver por la
mirilla.
Sus pelos se pusieron de punta inmediatamente, cada célula femenina en su cuerpo en
defensa mientras abría la puerta saludar a su visitante.
—Hola —dijo ella con cautela—. Esto es una sorpresa.

***

Zack se perdió en el placer táctil de cortar las tablas tratadas, el desafiante chirrido de
su sierra de mesa. El olor cáustico olor de madera podrida, la satisfacción de que él
estaba creando algo para que durara por décadas.
Para Cori.
¿Por qué tuvo que perder el control de esa manera? Lo había arruinado. Sabía que
ninguna mujer podía fingir una pasión tan intensa, sabía que amó que él se hiciera

184
cargo. ¿Pero quién era el chico que la folló sin sentido contra la pared del baño? El
problema era que no tenía idea.
Esta mierda era nueva para él. Los sentimientos intensos, compartir, desarrollar una
relación.
Enamorarse.
Celos locos.
El miedo de que no fuera suficientemente bueno para Cori, y nunca lo sería.
No se conocía a sí mismo. Hoy, odió las emociones raspando dentro de su sangre.
Entre más pronto le dijera la verdad, mejor. Demonios, ella podría ni siquiera creer de
lo que estaba hablando. Joaquín. Podría ir tan lejos como para echarlo.
Estaría solo, como antes…
No, se corrigió a sí mismo. Mucho peor que antes. Porque había probado lo que era
pertenecerle a una mujer, ella perteneciéndole a él. Sintió las primeras punzadas de
esperanza real que alguna vez había tenido en su vida de que tal vez alguien podría
amarlo de vuelta.
No hacía diferencia. Él no tenía derecho a posponerlo más.
Activó el botón de apagar con su pie. Sus audífonos filtraron lo peor del sonido, y con
la máquina apagándose no podía escuchar nada. Poniendo sus gafas de seguridad en
su cabeza, inspeccionó su trabajo, luego dejó la tabla a un lado.
Sin advertencia, un picor fastidió su cuello. La sensación de otra presencia. Cerca.
Dándose vuelta, vio movimiento por la esquina de su ojo.
Justo cuando una tabla de dos por cuatro voló hacia su rostro. Dolor detonó en su
esqueleto y sus rodillas cedieron. Sangre.
¡Cori! Dios, ninguno de ellos había anticipado un ataque en plena luz del día. Tenía
que quedarse consciente. Tenía que ponerse de pie y detener a este bastardo… con un
esfuerzo nacido de la desesperación, se puso de pie.
Otro golpe en la cabeza destrozó su dominio sobre la consciencia, lo giró hacia la
oscuridad. Fue vagamente consciente de pisadas. Un extraño sonido de siseo.
Y luego la luz en su cerebro se fue.

***

185
Lionel se quedó quieto jadeando, mirando el hombre boca abajo en el suelo del taller.
No estaba muerto, pero Knight lo estaría en minutos. Mierda, si hubiera sabido que
matarlo le daría tanto valor, lo hubiera hecho hace años.
¿Cómo terminarlo? Miró la sierra y pensó que sería poético cortar la garganta de
Knight con sus propias cuchillas. Pero eso haría desorden y no quería estar cubierto en
sangre cuando se fuera. La misma razón por la que no usó su arma… tomar un
hombre con un rifle y una posibilidad, era diferente a caminar dispararle en la cabeza y
tener su cerebro encima de ti.
Pensándolo, su mirada cayó al antiguo calentador de gas en el suelo a unos metros de
distancia. Alegres llamadas bailaban dentro, rechazando el frío en el taller.
Perfecto. Después del tiroteo, las autoridades se cuestionarían si la muerte de Knight
fue un accidente, ¿pero qué podrían probar? Todo lo que sabrían era que, él se había
mareado, golpeado su cabeza, caído inconsciente, sucumbiendo a su destino.
Lionel realizó su tarea, riendo. Apresurándose, salió del taller y miró alrededor de la
esquina, hacia la casa.
—¿Qué putas?
La impotencia lo cegó, ardió en sus venas. ¡La perra tenía un visitante! Él podría
intentar asaltar, pero no tenía idea de cuántas personas habían llegado o si eran sólo la
mujer y el hombre. ¡Hijo de puta! Tendría que esperar hasta que el invitado se fuera, o
volver después.
Miró otra vez hacia Knight y un poco de la rabia se calmó. Al menos había removido
este obstáculo.
Uno se fue, falta otro.

***

Cori invitó a Eve Marshall a su sala, instantáneamente en guardia pero determinada a


ser educada con la amiga de Zack. De la postura tensionada de la mujer y la mirada
pálida y combatiente, Cori supo que ella no había estado imaginando la hostilidad en
la actitud de Eve hacia ella desde el día que la había conocido.
No era una realidad confortante. Cori instintivamente supo que esta mujer haría de
todo un enemigo formidable o el amigo más leal. Había una confianza en sus pasos,
un orgullosa inclinación de su cabeza, y un brillo en esa extraña mirada dando a
entender que Eve había peleado con uñas y dientes por cada cosa buena que tenía en

186
su vida. Y para mantenerlas, ella felizmente pateaba traseros y recordaba nombres.
Cori enfrentó a Eve, deseando que la mujer no se viera tan condenadamente bien, su
constitución atlética y esbelta favorecida por jeans oscuros, botas elegantes, y un blazer
de cuero negro. Cabello oscuro y rizado con iluminaciones rojos enmarcando su cara
bronceada e impactante y caía suelto hacia sus hombros.
—Esta es una agradable sorpresa —dijo Cori en un tono amigable—. ¿Puedo traerte un
vaso de vino?
—No, gracias. No me quedaré mucho.
Ella agarró la tira de su bolso en un agarre mortal, traicionando su agitación.
Oh, hombre. De lo que sea que se trata esto, es justo lo que necesito hoy.
—En ese caso, llamaré a Zack del taller. Sé que estará emocionado de verte. —Cori se
volteó para irse, pero la voz sin expresión de Eve la detuvo.
—En verdad, estoy agradecida de que él esté ocupado. Me gustaría hablar contigo
primero.
Erizándose, Cori se volteó para enfrentarla, poniendo su vaso de vino en la mesa de
café.
—Suena grave. Mira, si es sobre el tiroteo. No sé qué decirte para hacerte sentir más
segura sobre la seguridad de Zack…
—No es por eso que estoy aquí. Estoy preocupada por el intento, por supuesto, pero
también estoy preocupada por su bienestar mental —Eve dio un paso más cerca, sus
ojos entrecerrándose—. Zack tiene un gran corazón, y lo rompes hermana, me lo
tomaré personalmente.
Cori cruzó sus brazos por encima de su pecho, el odio comenzando a flotar.
—Entonces sientes algo por él. Bueno, siento que no sea reciproco, pero eso no te da el
derecho para entrar y darme un ultimátum.
Eve se rio, no era un sonido feliz.
—No siento nada por Zack, no como tú quieres decir. Es mi mejor amigo, mi
hermano. Nos cuidamos, y eso incluye notificar sí creo que le están viendo la cara.
Cori la miró.
—¿Se supone que debo descifrar eso? Si estás haciendo una acusación entonces dila.
—En verdad no lo sabes —reflexionó, frunciendo el ceño—. Él todavía no te lo ha
dicho.

187
—¿Decirme qué? No tengo idea de lo qué estás hablando —Ella hizo un gesto con aire
de frustración—. ¡No hemos hecho nada más que apoyarnos desde el día que nos
conocimos! Es un hombre maravilloso, no me importa que haya caído en tiempos
financieros difíciles.
—¿En verdad? ¿Incluso cuando tú eres la responsable? —Eve disparó hostilmente,
vibrando con rabia.
La boca de Cori cayó abierta. Claramente, la mujer se había vuelto loca.
—Eso es completamente ridículo. Desde que conocí a Zack, no ha tenido un centavo
como para que lo tomé. —Disparo; eso sonó terrible cuando sólo había estado
tratando de defenderse a sí misma, pero Eve la interrumpió antes de ella pudiera
explicarse.
—Por supuesto no tenía —Eve siseó, avanzando hacia ella—. ¡Has tenido todas las
malditas cosas que amaba en la palma de tu mano! Mira alrededor, dime que ves.
—Yo no… —Una sospecha comenzó a formarse dentro de ella. Una demasiado
horrible para ser verdad.
Eve se detuvo menos de un metro de distancia, muy dentro de su espacio personal.
—Seguro que sí. Eres una mujer inteligente. ¿Lo descubrirás?
Una serie de recolecciones llenaron su mente. Desagradables.
Zack, su temperamento explotando en su hospital, el teléfono en pedazos. De pie en el
umbral la primera vez que habían llegado. Pálido y muy impactado. Él había sabido
donde estaban las cosas en la cocina sin que se lo dijeran. Su desliz en la mesa, casi
llamando el taller suyo. El taller que obviamente amó y conocía demasiado bien.
—No —susurró Cori—. Zack me habría dicho algo.
—¿Y qué te debería haber dicho exactamente? ¿Qué mientras él estaba viviendo en un
cacahuate, tú estabas felizmente acurrucada en la casa que fabricó con sus propias
manos para convertirla en un hogar?
La sangre dejó su cabeza con una oleada vertiginosa, y puso su mano encima de su
boca. Con razón Zack no le habló. Había estado protegiéndola, de nuevo. Y ella lo
reprendido por sus problemas.
—Yo… yo no puedo aceptar que sea verdad.
—Zack tiene una clase seria, siempre pensando en los demás antes de sí mismo. Él no
quería que ninguno de nosotros supiéramos. Pero tú… —Eve empujó un dedo en el
centro del pecho de Cori—. Encuentro difícil creer que tú no tenías idea de que este era
el hogar de Zack cuando lo compraste. ¿Cómo no podrías saberlo?

188
—No tenía idea —insistió, negando con su cabeza—. La casa fue un regalo de mi
hermano… oh, no.
Las cejas oscuras de Eve se arrugaron.
—¿Qué?
Oh, dulce cielo. En un instante, ella entendió. El adorable mundo ordenado que pensó
que había creado ahora estaba patas arriba, contaminado por las crueles
manipulaciones de su hermano.
Pero eso era nada comparado con lo que él le había hecho a Zack.
La pena fue casi más que aborrecible. —Mi hermano le hizo esto. Zack debió haber
terminado debiéndole dinero, ¿pero cómo? Joaquín vive afuera de Atlantic City28 y él
sólo me ha visitado dos veces desde que me moví a Sugarland29. ¿Cómo podrían
haberse conocido?
—Entonces, ¿honestamente no sabes qué demonios sucedió? —presionó.
—¡Por supuesto que no! Zack me importa demasiado, y nunca le haría daño
intencionalmente. Cree lo que quieras, pero estoy diciendo la verdad.
Eve hizo una pausa, luego asintió. —Está bien. Zack insistió en que tú no hacías parte
de los problemas en los que está, pero tenía que oírlo de ti.
—¿Me crees?

—Qué hago —dijo, el hielo derritiéndose—. Reconozco la sinceridad cuando la


escucho. Todos estamos atónitos por cómo un hombre inteligente como Zack se metió
en tantos problemas.
—Propongo que obtengamos algunas respuestas. Él ha lidiado con esto solo por todo
este tiempo, ¿estás de acuerdo?
—Absolutamente. Él nos va a dar las respuestas quiera o no. —Estirándose, apretó la
mano de Cori—. Lo que cuenta, me disculpo. Cuando es sobre las personas que me
importan, tiendo a exagerar, y Zack es especial. ¿Estamos bien?
Cori sonrió. —Sí, él lo está. Nosotras estamos bien.
Voy a cortar los sobre valorados testículos de Joaquín. Va a gritar como una niña pequeña por lo
que hizo.

Se dirigieron hacia afuera juntas, y Eve no perdió el tiempo llegando directamente al


punto.

28
Atlantic City: es una ciudad ubicada en el condado de Atlantic en el estado estadounidense de Nueva
Jersey.
29
Sugarland: es una ciudad ubicada en el condado de Fort Bend en el estado estadounidense de Texas.

189
—Amas a Zack.
—No soy muy buena ocultando mis emociones, ¿verdad?
—No más que yo.
—No en absoluto, entonces —Compartieron una suave risa y Cori decidió intentar un
poco—. ¿Qué hay sobre ti? ¿Tienes un increíble hombre en tu vida?
El rostro de Eve se volvió pensativo. Melancólico.
—Difícilmente. Tiendo a hacer decisiones podridas. Me divorcié del primero después
de atraparlo follando con una de mis mejores amigas. El segundo está cuidando su
corazón roto y no sabe qué existo; como mujer de todas formas.
—Lo siento. No quería ser fisgona.
—No, está bien. Yo hablé del tema.
Cori se simpatizó con su dolor. Nadie sabía más sobre malas decisiones que ella.
Alcanzaron el taller y Cori se detuvo en la puerta, la cual estaba abierta un poco.
—Me hizo prometer que tocaría —explicó—. Está trabajando en una sorpresa para mí.
—¿Oh? ¿El chico está enamorado, huh?
Cori sonrió.
—Eso espero —Alzando un puño, tocó la puerta—. ¿Oye, Zack? Eve está aquí.
¿Podemos entrar?
Se quedaron quietas por unos segundos, pero ninguna respuesta brotó del interior.
Había sólo un crujido de la brisa en las desnudas ramas cercanas. Ni el chillido de su
sierra, martilleo o chirrido de la máquina que él llamaba aplanadora.
—¡Zack, tenemos compañía!
Todo estaba en silencio. Una extraña expresión se posó en el rostro de Eve.
—¿Qué es ese olor?
Ella olfateó el aire.
—No sé… espera. ¿Es… gas?
Con una viciosa maldición, Eve entró al taller, golpeando la puerta fuertemente contra
la pared. Cori se apresuró a sus talones, sobrecogida por el nocivo hedor del gas en el
taller. Grueso y letal.
—¡Zack! —gritó Cori.

190
—¡Por aquí!
Eve rodeó la sierra de mesa y se agachó entre la larga pieza de maquinaria y el banco
de trabajo. Cori deslizándose detrás de ella, jadeando al ver a Zack tendido boca abajo
en el suelo. Sangre salía de su cabello, por su frente y por su nariz.
Ella cayó al suelo junto a él, moviendo su hombro.
—¡Oh, Dios mío! Cariño, despierta.
Él no se movió.
—Ayúdame a sacarlo —Eve lo volteó en su espalda, lo agarró debajo de sus brazos—.
Agarra sus pies.
Cori lo levantó por los tobillos y juntas se lo llevaron hasta la puerta. Los gases eran
horribles, haciendo que Eve y ella tosieran. El terror agarró sus pulmones. ¿Por cuánto
tiempo Zack había estado tendido ahí indefenso?
Lo llevaron a una distancia segura lejos del taller antes de bajarlo suavemente al césped
frente a la casa. Cori se maravilló con la fuerza de los miembros superior requeridos
para una mujer bombero, ser capaz de rescatar a un hombre del tamaño de Zack, y le
agradeció a Dios de que la mujer hubiera pasado esta tarde. Si ella no…
—Está respirando, pero su pulso es muy bajo y su color no es muy bueno —dijo Eve
urgentemente. Ella miró a Cori—. Llama al 911 mientras corro y apago el gas.
Cori se irguió dentro, su corazón en su boca, agarró el teléfono y presionó los números
sin detenerse mientras se apresuraba hacia afuera. El tono calmado del despachador
hizo poco para calmar el miedo de Cori mientras ella contaba la información
pertinente. Ella ahuecó la mejilla de Zack blanca como la tiza, movió un dedo por sus
labios azules. Sus pestañas negras no se movieron.
Cori colgó con la seguridad de que los paramédicos estarían en camino.
—No te me mueras —le ordenó, su voz se quebró—. No te atrevas.
Ella puso una mano en su pecho, aliviada de encontrar su latir bajo y quieto bajo su
palma. Empujando el pánico hacia abajo, ella buscó sus entrenamientos de enfermera.
La parte racional de su cerebro sabía que él debería revivir después de respirar aire
fresco, si no fuera por la herida en la cabeza la cual era su preocupación principal. Su
cabello estaba pegajoso y mojado con sangre, y él se quedó demasiado quieto.
Eve regresó, cayendo de rodillas junto a Zack.
—El gas está apagado.
—Los paramédicos están en camino —Cori gentilmente apartó el cabello de Zack,

191
tratando de tener una mejor vista de la herida, pero había demasiada sangre. Ella se
sentó frustrada, limpiando sus dedos en el césped—. No creo que esto fuera un
accidente.
—Yo tampoco. Incluso si hubiera perdido la consciencia por el gas, no veo cómo él se
habría golpeado su cabeza en la frente.
Cori asintió, sintiéndose enferma.
—Estoy de acuerdo. Nadie voltearía su cabeza hacia un lado mientras caía,
especialmente no si estaba mareado.
Otro ataque. Cinco minutos más y habría estado muerto. La visita de Eve no había
solamente salvo la vida de Zack si no la de ella también. Quien hubiera hecho esto
quería a su amante removido para seguir con ella.
¿Por qué? ¿Por el dinero que ella había heredado? ¿Venganza? ¿O había encontrado un
admirador desquiciado que creía que Zack estaba usurpando su lugar?
Otra idea se le ocurrió, más aterradora que las demás. ¿Qué si el ataque de Zack no
tenía nada que ver con su acosador? Oh, Dios, ¿qué si Joaquín estaba detrás de todos
los atentados de la vida de Zack? Tal vez él había aprendido que el hombre que le
debía estaba viviendo con su hermana.
¿Joaquín mataría a Zack con una provocación tan poca? A ella le gustaría pensar que
no, que conocía a su hermano. Pero también sabía lo lejos que un ser humano iría
cuando presionaba mucho.
Zack se movió, volteando su cabeza con un gemido. Un sonido tan hermoso. Sus
pestañas batieron y él pestañeó, rápidamente cerrando sus ojos de nuevo mientras un
ruido áspero y ahogado emergió de su garganta.
—Demasiado brillante… Cristo, mi cabeza.
Cori tomó su mano, un alivio cauteloso haciendo a sus miembros tan débiles que
estaba agradecida de estar arrodillada.
—Vas a estar bien, cariño. Trata de mantenerte despierto, ¿está bien?
—Okay.
—Zack, ¿recuerdas qué pasó? —preguntó Eve.
—¿Umm?
—Tu cabeza, amor —Cori le pidió—. ¿Cómo te la golpeaste?
—No lo sé —él susurró—. ¿Dónde…

192
—Estás afuera. Eve y yo te cargamos desde el taller después de que te encontramos
inconsciente. ¿Recuerdas sentirte mareado?
Cori dudó que él recordara mucho en ese momento, pero mantenerlo consciente era lo
importante.
—¿Mareado?
Ella y Eve intercambiaron una mirada preocupada. Su cerebro eran huevos revueltos.
—Zack, abre tus ojos y mírame —dijo Cori—. ¿Puedes hacer eso?
Él pestañeó hacia ella, gimiendo miserablemente. Cori abrió uno de sus parpados,
miro en sus ojos y frunció el ceño.
—Sus pupilas están dilatadas.
—Contusión —Eve dijo.
—Sí, una desagradable —Se sentó en sus talones, estudiándolo—. Pero su color está
regresando.
—Gracias Dios. ¿Escuchas eso, viejo amigo? Estarás persiguiendo a Cori alrededor de
la casa en poco —Ella codeó su hombro—. ¿Zack?
Él había vuelto a caer en la inconsciencia. Cori miró a los moretones casi curados del
golpe de su rostro hace menos de dos semanas, y su estómago se retorció.

—Él tuvo suerte antes, y otra herida en la cabeza me asusta, incluso si fue en el otro
lado.
—Estará bien.
Pero la voz de Eve traiciona su miedo y haciéndole eco al de Cori.
Dos veces ha sido atacado y sobrevivido. Cori no pudo quitarse el presentimiento de
que la tercera vez no podría no ser tan afortunado.

193
Capítulo 14
Traducido por Mari NC
Corregido por majo

Z
ack apretó sus ojos, deseando que la cama se dejara de agitar como un barco en
un mar tormentoso. Los ruidos y conversaciones de la sala de emergencia
afuera de su cubículo sonaban conservados y distorsionados, como un
programa en un viejo televisor. Las náuseas habían corrido en su estómago como en
una licuadora, y la enfermedad se aferraba con garras en la parte posterior de su
garganta. Se quedó tan quieto cómo era posible, disponiéndose a sí mismo a no
vomitar otra vez. Si lo hiciera, ellos le retendrían durante la noche,
independientemente de si su tomografía venía limpia.
Un susurro suave lo alertó de alguien entrando en la habitación. Sintió a Cori antes de
que ella hablara, sintió su conexión. La mujer que amaba.
Y lo había fastidiado.
—Zack, ¿estás despierto?
Volvió la cabeza hacia ella, el ligero movimiento pinchando su cerebro con ondas de
agonía.
—No por elección —jadeó.
—Lo sé —murmuró. Dedos fríos alisaron su frente—. Tu análisis mostró una
contusión, pero no hay una lesión cerebral grave. El médico se inclina por permitirte ir
a casa. ¿Sigues enfermo de tu estómago? ¿Mareado?
—¿Si digo que sí, me tengo que quedar?
—No funciona de esa manera, guapo. Sé honesto.
Suspiró.
—Me siento igual que lo hice cuando monté el Tilt-A-Whirl30 de la feria del estado
justo después de comer cuatro perros de maíz.
—Pregunté, ¿no? Dame alguna advertencia y voy a agarrar el recipiente —dijo,
indicando un cilindro graduado en la mesa.

30
Tilt-A-Whirl: juego de feria.

194
Él se acordó enfermar en la ambulancia —en uno de sus colegas, nada menos— y se
sentía demasiado terrible para estar avergonzado por eso. Como un paramédico, él
había hecho todo lo posible para aliviar el sufrimiento de sus pacientes, y se alegró.
Estas últimas dos semanas le habían enseñado una valiosa lección.
Siendo el maldito paciente.
Una nueva voz perturbó el silencio.
—¿Está hablando con el detective todavía?
Femenino. Amiga de Cori. ¿Cómo se llamaba?
Shea. La chica con el pelo castaño y rizado, pequeña cosa dulce. Ella había estado
tomando un buen cuidado de él. Casi tan bien como Cori.
—Envíalo dentro —dijo—. Vamos a acabar de una vez.
Cori puso una mano sobre su brazo.
—¿Quieres que me quede?
—Por favor.
—Hecho.
El detective Bernie lo salpicaba con las preguntas predecibles, aunque no había mucho
que Zack pudiera decirle. Él había sentido un cosquilleo extraño en la parte posterior
de su cuello y se volvió para ver un tablero balanceándose hacia su cabeza. A
continuación, se apagaron las luces, punto. Parecía que no estaban más cerca de un
descanso. Hasta que Bernie ladeó su cabeza y dejó caer su bomba.
—Comprobé al individuo por el que me llamó el día de hoy, Tony Banning.
—No me dijiste nada —masculló Cori, desplazándose en su silla.
—No tuve la oportunidad. —Zack trató de concentrarse en el detective, no era una
tarea fácil con los sesos a punto de derramarse por sus oídos—. ¿Qué descubrió?
—Parece que ningún artista llamado Tony Banning ha tenido alguna vez una
exhibición en cualquiera de las galerías de renombre en Nashville, al menos no que yo
pudiera encontrar. De hecho, no hay ningún Tony Banning que coincida con su
descripción de quiénes están registrados con una licencia de conducir en el estado de
Tennessee. —El detective hizo una pausa, pareciendo muy satisfecho de sí mismo,
como si hubiera sido el primero en descubrir a Banning en el primer lugar. Él arqueó
una ceja canosa hacia Cori.
—Su pavo real amigo artista es un impostor.

195
***

Saboreando una taza de rico café, Cori se detuvo en la puerta de su habitación y miró a
Zack dormir. Nuestra habitación, se corrigió. Ella esperaba que él sintiera lo mismo.

Sobre todo porque, para efectos prácticos, ella la había tomado de él. No obstante, sin
saberlo. La culpa apuñaló su pecho y empujó a un lado la emoción desagradable para
lidiar con ella después. Mucho después.

Su amante estaba tendido boca abajo, abrazando su almohada, pijamas con cordón
colgaban bajo sobre sus caderas. El material de algodón contorneaba los firmes globos
de su culo, demostrando que no llevaba nada debajo y elevando a la simple ropa de
dormir a un estado súper-sexy a sus ojos.
Su pelo negro estaba revuelto, disparado en todas direcciones como el de un simpático
niño. Sin embargo, el puñado de sus bíceps y la extensión lisa de su espalda, la
hendidura de su columna vertebral llevando a la curva de su trasero y sus piernas
kilométricas, eran totalmente de hombre.
De pronto se estiró como un gato flaco y rodó sobre su espalda, un ruido sordo
sonando en su pecho. Sus ojos azules la encontraron y le tendió una mano en una
silenciosa invitación que no podía rechazar. Se unió a él, colocando su taza sobre la
mesita de noche y sentándose cuidadosamente a su lado.
—Hola, preciosa —dijo ásperamente, tomándola de la mano y besando cada dedo.
—Oye, tú. Una pregunta tonta, pero ¿cómo te sientes?
Alcanzándola, él tocó su cabeza con cautela.
—Dolorido, pero el dolor de cabeza es mejor.
Ella cepilló su mano y sintió la hinchazón en la zona por sí misma.
—Mentiroso. Los dos azotes que sufriste son un gran bulto y tus pupilas estás dilatadas
aún. ¿Quieres intentarlo de nuevo?
—Los peligros de vivir con una enfermera —se quejó, la suavidad en su expresión
desmintiendo sus palabras—. No saldré a correr hoy, sin duda.
—Noticia de última hora, vas a estar mayormente en horizontal por un par de días. Ni
siquiera lo intentes discutir conmigo, o te vas a arrepentir.

196
—Sí, señora. —Él le acarició el brazo, enviando escalofríos a lo largo de su piel—.
¿Por qué no estás en clase?
—Hoy es sábado, terrón de azúcar.
—Oh. Maldita sea, mi cerebro es papilla. —Él frunció el ceño—. Te perdiste otro show
de baile anoche por mí.
—No, por el bastardo que casi te mató. —Ella sacudió la cabeza—. No me importa el
baile. Tú eres la persona más importante en mi vida, Zack. Todos los demás pueden
esperar.
Él la miró, la sospechosa humedad brillando en sus ojos.
—¿Cómo haces eso?
—¿Qué?
—¿Hacerme sentir como el tipo más afortunado que haya vivido?
Otra ola de remordimiento maltrató su conciencia, le llenó la boca como ácido
amargo. Los secretos habían ido demasiado lejos.
—No sé cómo es posible que sientas cualquier cosa excepto ira y desprecio a mí
alrededor.
Él se sobresaltó.
—¿Qué quieres decir?
—Tú sabes — dijo en voz baja, acariciando su querido rostro con sus nudillos—. Dime
cómo Joaquín logró arrebatarte tu casa, y no me ahorres los detalles.
Zack estaba agradecido de estar acostado. Dios, no. La parte inferior abandonó su
estómago y la habitación giró. Esta era una pesadilla certificada peor que perder sus
posesiones en el primer lugar. El dolor en el rostro de Cori. El terrible, equivocado
sentimiento de culpa por su parte que él había estado orando para evitar.
¿Qué podía decir?
—¿Quién te lo dijo? ¿Six-Pack? —Inmediatamente, rechazó la idea. El teniente nunca
habría roto su confianza. Eve, con su actitud de no-mierda y naturaleza ferozmente
protectora, era el candidato más probable.
—No importa. El punto es, tú deberías tenerlo.

—Ah, claro. Voy realmente a verter en ti el papel de tu hermano en mis problemas


después del conmovedor retrato familiar que pintaste en la cena la otra noche.

197
—¿Cuál es su papel? ¿Cómo se conocieron los dos?

—No lo hicimos. Debería volver atrás. —Zack se empujó a una posición sentada,
ignorando la punzada de dolor en su cráneo. Esta no era la conversación que quería
tener en absoluto, y mucho menos acostado.
—Mi padre era un jugador compulsivo, un adicto. Cuando era niño, yo no entendía
por qué no comeríamos carne por una semana, frijoles y salchichas al día siguiente.
Sus horribles cambios de humor, por qué sus críticas de mí cambiaban de soportables a
una cuchilla cortándome el hueso en un instante.
—Él te usó como chivo expiatorio de sus propios defectos.
—Me di cuenta de eso alrededor de los trece años, sólo no el por qué. Pensé que algo
debe de haber estado mal conmigo y si podía arreglarlo, que me amara cómo otros
padres lo hacían con sus hijos. Para el momento en que me gradué de secundaria,
había aprendido que nada de lo que hice le agradó y me había hecho sabio por su
adicción al juego. Llegué a un acuerdo con el conocimiento de que nunca sería capaz
de solucionar cualquiera de esas cosas, y seguí mi propio camino. Me mudé, y él se
resentía como el infierno por eso.
—Oh, Zack.
Él levantó su barbilla con un dedo.
—Sin caras tristes. ¿Recuerdas lo que te dije sobre el príncipe mendigo? Si eres honesto
y fiel a tu visión, la vida funciona de la manera que se supone que debe.
Las lágrimas brotaron de sus ojos ambarinos.
—Estoy sorprendida de que tienes una gran actitud después de todo lo que has pasado.
—En realidad, estaba dispuesto a tirar la toalla, pero una mujer especial me recordó lo
afortunado que soy —dijo en voz baja. Las gotas rodaron por sus mejillas y él las
apartó con sus pulgares—. Oye, ¿qué pasa con el abastecimiento de agua? Esta historia
tiene un final feliz, ¿verdad?
—Pero lo perdiste todo. —Ella inhaló, apoyándose en su toque.
—He ganado mucho más de lo que perdí, nena. —Él la atrajo hacia el círculo de sus
brazos, disfrutando su calor acurrucada contra él—. ¿Además, no has aprendido que
las cosas materiales no pueden realmente satisfacer a una persona en el interior?
Ella lo abrazó fuerte y él sintió su suspiro contra su cuello.
—Tienes razón. Sólo desearía que mi familia no fuera responsable de lo que te pasó.
Retrocedió y sacudió la cabeza.

198
—Mi padre se merece ese golpe. Le debía a tu hermano tres cuartos de millón de
dólares en deudas de juego. Después de que él tuvo el derrame el año pasado, Joaquín
finalmente descubrió que su condición nunca mejoraría y vino detrás de mí por el
dinero.
—Así que le vendiste tu casa —susurró ella, con expresión afligida.
—Por un dólar. Vacié mis ahorros, también. —Sin retener la verdad—. No hice mella
en la deuda y no tengo un centavo para pagarle a Joaquín, pero él parece creer lo
contrario, y es muy persistente.
Sus labios se apretaron, la ira burbujeando hacia la superficie.
—No le debes el dinero, Zack. Él no puede obligarte legalmente a pagar.
Sonrió a su ingenuidad.
—Tú huiste del hogar de Joaquín en la primera oportunidad, ¿recuerdas? ¿Qué parte
de “lucha justa” crees que empleó en lo que respecta a recuperar una seria porción de
cambio? Él no pidió amablemente o amenazó para azuzar a sus abogados sobre mí,
cariño.
Cori se tambaleó.
—¿Q-qué amenazó?
Su pecho se apretó y su cabeza le daba vueltas. Dios, odiaba eso.
—Mi vida, más de una vez. Oh, él se cuidó de mantener su intención sutil, pero clara
como el cristal. Fui a las autoridades, que básicamente se encogieron de hombros
porque la deuda es legal y Joaquín no había seguido adelante con romperme por la
mitad. Irónico, ¿no? Como un hombre muerto puede presentar una queja. Cuando le
había dado a tu hermano todo lo que tenía, él comenzó a hacer comentarios acerca de
mi padre estando impotente y desprotegido en su hogar de ancianos.
—Oh, Dios. —Ella inclinó su cabeza, en silencio durante un buen rato. Cuando
encontró su mirada de nuevo, se irguió—. Las tácticas de terror que Joaquín usó para
recuperar su dinero fueron despreciables, pero tan frío como es, mi hermano nunca
recurriría al asesinato. Lo conozco e incluso no cruzaría esa línea.
—Joaquín mató a tu marido —le recordó suavemente—. Tú misma me lo dijiste.
La cara de Cori palideció como pergamino blanco.
—Esa fue una decisión de fracción de segundo, una cuestión de vida o muerte… la mía
contra la de mi marido.
—Pero lo hizo matar. —Sus labios trabajaron, pero ningún sonido salió. Nunca había

199
visto tanta cruda y atormentada desolación en la cara de nadie, y se tambaleó su
corazón—. Lo siento mucho. No quise causarte dolor. Sólo estaba tratando de señalar
cómo hasta el fondo estoy con un hombre como tu hermano. No sé cómo luchar con
sus reglas, y estoy. . . cansado, cariño.
Listo para explotar, en verdad. Si ella tenía alguna idea de cómo acercarse al límite en
el que estaba, cómo harto de ser todavía la tierra bajo el zapato de otro bastardo, cómo
su sangre hierve con la necesidad de dar rienda suelta a su furia una vez por todas…
demonios, ella había huido de él más rápido y más lejos de lo que lo había hecho de
Joaquín.
Pensó que él era amable y gentil. Su protector. Qué broma. Él no era el hombre que
había colocado en un pedestal, y el conocimiento le daba miedo.
—Voy a llamar a mi hermano —dijo, saliéndose de sus oscuros pensamientos—. Voy a
hacer que te deje en paz y si él no…
—No, absolutamente no. —Hizo una mueca por su tono áspero.
Ella frunció el ceño.
—¿Por qué no? ¡Puedo tener esto resuelto y puesto detrás de nosotros en dos minutos!
—¿Entonces, por qué no te dejo castrarme con un cuchillo de mantequilla, también?
Puedo manejar a tu hermano yo mismo.
—Genial bomberito. —Ella resopló una corta, y cabreada risa—. Realmente genial. Sí,
desde donde estoy sentada, has hecho un trabajo precioso manejándolo hasta ahora.

—Maldición…
—Maldíceme y voy a demostrar todas las maneras en que una enfermera puede
hacerte gritar además de cercenar tus pelotas. —Empujándose fuera de sus brazos, se
deslizó de la cama y se quedó mirando hacia él—. Los hombres son estúpidos.
Con esa precisa evaluación, salió de la habitación. Fan-mierda-tástico. Él había herido
sus sentimientos, porque su ego no le permitiría a ella la interferencia.
Irracional pánico se apoderó de sus pulmones. Una sensación horrible, casi una
premonición, de vivir un tiempo prestado. De que cada segundo cuenta y que no
debería perder uno sólo discutiendo con Cori. La necesitaba en sus brazos,
completando la mitad perdida de su alma.
Zack saltó de la cama y fue recompensado de inmediato con olas de náuseas torciendo
sus entrañas, agonía pinchando su cabeza. Los puntos negros salpicaron su visión y
comenzaron a extenderse como una mancha de tinta. El suelo se movió bajo sus pies
descalzos y sus rodillas se doblaron.

200
—¡Oh, no! —Capaces manos lo giraron sobre su espalda, le acariciaron la mejilla—.
¿Qué diablos estabas tratando de hacer?
Parpadeando, trató de centrarse en la cara de Cori mientras el velo oscuro y difuso se
levantó de la suya.
—Lo siento —dijo con voz ronca—. Tú te ofreciste a ayudar y me comporté como un
pendejo.
—Por Dios, eres casi tan imposible como yo. Vamos a volver a la cama.
Ella lo sujetó mientras se empujaba hacia arriba, se tambaleó un par de pasos y se
desplomó sobre el colchón con un gemido. Reanudando su lugar a su lado, frotó
círculos en su pecho. Se sentía muy bien.
—¿Todavía estás enojada conmigo? —aventuró él, mirando hacia ella.
—No estoy enojada contigo, simplemente frustrada en general. No me gusta discutir y
lo siento, estaba irritable. Me gustaría darle a Joaquín un golpe que coincida con el
tuyo, sin embargo.
—Yo no argumentaría allí.
—Sabes, yo había pensado que él podría estar detrás de los ataques contra ti —dijo
ella, pensativa—. Me pregunté si iba a tratar de asustarme para ir a casa y buscar
refugio en su protección, poniéndome efectivamente bajo su control otra vez. Pero este
no es su estilo, Zack. Si alguna vez viene tras de ti físicamente, estaría adelantado al
respecto. Totalmente en-tu-cara. Lo mismo conmigo.
—Sí, tengo la misma impresión. Lo cual nos deja con tu artista falso como un
sospechoso débil y sin maldito motivo.
—Um, no exactamente. —Arrastrándolo, ella bajó la mirada.
—¿Qué? ¿El sospechoso o el motivo?
—El motivo. A pesar de que probablemente no está relacionado…
—Corrine. —Caramba, esto debe ser malo para ella para esconderlo de él y la policía.

—En cierto modo… heredé un montón de dinero cuando murió mi marido.


—Mierda. —Él barrió una mano por su cara—. ¿Cuánto?
—Cincuenta millones —susurró.
Él se puso rígido en estado de shock, causando un fresco ataque de enfermedad.
—¡Hijo de puta de mierda! ¿Y no creíste que esto era lo suficientemente importante

201
como para mencionarlo?
Su boca temblaba.
—No me grites.
—¡No estoy gritando! —Bueno, lo estaba. Cálmate, la estás molestando. Pero maldición,
él se sacudió. Respiró hondo, cerró sus dedos alrededor de los de ella, obligando el
regreso de su cordura—. Cariño, ¿por qué ocultaste un detalle tan grande como ese de
los policías?
De mí, quería decir, pero su situación financiera no era asunto suyo . Podría ser
muchas cosas, pero un hipócrita no era una de ellas. Su seguridad era, sin embargo, su
principal preocupación. Absolutamente no iba a negociar ese punto.
—Los policías hacen preguntas. Excavan en asuntos que no son su asunto.
—Y a veces la excavación produce al chico malo.
—En un porcentaje lamentablemente bajo de los casos, sí.
Él frunció el ceño.
—¿De qué tienes miedo que descubran?
—Que el dinero es sucio, tal vez —dijo en voz baja—. Me quedé de piedra cuando el
abogado leyó su testamento. No hay manera de que Alex ganara millones haciendo
trabajo honesto. ¿Por qué crees que bailé para terminar mis estudios, acepté el así
llamado regalo de Joaquín cuando me dio su casa? No quiero ser parte del dinero que
mi marido mintió y engañó para adquirir.
—Admiro tu integridad, hermosa. Si la riqueza te molesta, ¿por qué no te deshaces de
ella? —Si era dinero mal habido o no, una pequeña parte de él gritó en protesta por la
sugerencia.
—Lo hago, en cierto sentido. Tengo organizaciones benéficas a las que dono cada año.
Pensé que bien podría hacer algo bueno para la gente en necesidad.
—Eso es ciertamente mejor que el dinero desapareciendo en un agujero negro si el
gobierno se apoderara de él —estuvo de acuerdo—. Estoy orgulloso de ti, hermosa. Lo
que me preocupa es quien más sabe que tienes el dinero.
—Nadie, excepto mis hermanos, y ellos no lo dirían.
Teniendo en cuenta su conflicto con Joaquín, Zack no estaba tan seguro, pero
consideró que era prudente mantener su boca cerrada. En su lugar, le preguntó:
—¿Dónde está el dinero?

202
—Suiza. Tengo una cuenta numerada con todo tipo de garantías de alta tecnología.
Paranoica, ¿eh?
—Cautelosa. Eres una mujer rica, nena. Muchos irían a grandes extremos para tomar
lo que es tuyo. —Otra idea se le ocurrió—. ¿Qué pasa con la familia de tu ex? ¿Algunas
uvas amargas que heredar?
Ella se encogió de hombros.
—Él no hablaba de su familia mucho y nadie salió de la nada para desafiar a su
voluntad. Yo era su único beneficiario.
Zack no sabía por qué esto le molestó, pero lo hizo. Nadie dando un paso adelante
tenía que ser bueno, ¿verdad?
Pero no fue así. A él no le gustaba, sin ninguna razón excepto la extraña vibración
cantando en sus venas, la tensión en sus hombros. Alguien debería haber protestado
con vehemencia a que la joven esposa del hombre terminara siendo millonaria.
Tal vez alguien no quiso inclinar la mano demasiado pronto. El enemigo de Cori había
preferido esperar, aguardar el momento oportuno.
Y encontró a Zack de pie directamente entre él y la gran recompensa.
—¿Debo llamar a Joaquín, por esto, dándole toda la historia? —Cori no parecía
contenta con su propia sugerencia.
Ni él, pero por razones completamente diferentes. ¿Quiénes se atreven confiar con sus
vidas?
—Todavía no. Pero hay algo más que él puede hacer, si vas a pedirle un favor discreto.
Pídale que investigue por la identidad real de Tony Banning.
Sus cejas se alzaron.
—Claro, voy a decirle que mi espeluznante perseguidor es un impostor y él
obedientemente se quedará en casa y fuera de mis negocios mientras investigaban al
hombre.
—De acuerdo. Es por eso que mentirás y le dirás que Banning está detrás de tu amiga
Shea. Estás muy preocupada por ella.
Ella se echó a reír.
—Tienes una mente tortuosa debajo del exterior de caballero, guapo.
—Cuando la ocasión lo amerita.
—También es una mente brillante, lo cual me recuerda que puedes utilizar tu genio

203
para introducirte en bases de datos de criminales más buscados o lo que sea y descubrir
a Banning tú mismo —dijo ella, pensativa.
—Podría, pero no sin que aterrice el FBI en tu puerta. No van a ser tan indulgentes con
un delito federal, como lo eran cuando yo era un niño. Tu hermano, sin embargo,
puede tirar de los hilos, burlar la autoridad sin levantar una alarma.
—Buen punto. —Ella suspiró con resignación—. Le daré una llamada acerca de
Banning, si estás seguro.
Cristo, los rasgos que más odiaba de Joaquín Delacruz bien podrían ser los que
salvaran sus culos ahora o todo lo contrario. Dios, por favor déjame estar tomando las
decisiones correctas.

Si Delacruz estaba detrás de todo, Zack había simplemente sellado su destino.


—No, hermosa. No estoy seguro de nada… excepto tú.

204
Capítulo 15
Traducido por Simoriah
Corregido por Marce Doyle*

Z
ack atravesó la gran puerta abierta del garaje, su pulso creando un tatuaje por
vibración en su garganta. Entusiasmo nervioso sobrecargaba su cuerpo,
cargando sus músculos para el salto. Energía inquieta inundaba cada miembro,
demandando una salida, pero sus pasos, en cambio, se hicieron más lentos.
Tragando con fuerza, se detuvo junto a la puerta del conductor del autobomba 171.
Deslizó su mano cariñosamente sobre la brillante pintura roja, el oro del logo del
Departamento de Bomberos de Sugarland. Saboreó cada momento.
Éste era el hogar lejos del hogar. Había nacido para esta vida, y casi la había perdido
para siempre. Todavía podía perderla si él y el capitán no podían arreglarlo. No podía
imaginar comenzar de nuevo en otra estación, quizás en una ciudad diferente. La
Estación Cinco era donde pertenecía, los chicos eran sus hermanos en el sentido más
verdadero.
―¡Eh, tú! ¡Ya era hora de que te dignaras a traer tu trasero de vuelta por aquí!

Sonriendo, Zack giró justo a tiempo para ser golpeado por Tommy Skyler, quien lo
atrajo bruscamente en un abrazo de oso y palmeó su espalda con la suficiente fuerza
para que ardiera. Zack devolvió el abrazo, riendo, pensando que el chico le recordaba
a un cachorro de Labrador demasiado entusiasta y con el corazón abierto más grande
que nadie que él había conocido jamás.
―No estaba de vacaciones, idiota. ―Eso era de Six-Pack, quien era seguido por Eve,
Salvatore, y Tanner―. Es bueno tenerte de vuelta en servicio, hermano. Tres semanas
son un tiempo condenadamente largo.
―Parece mucho más. ―Porque por cada desagradable conmoción cerebral, su regreso
había sido pospuesto otra semana, la reunión en el Waterin' Hole reprogramada para el
sábado a la noche. Se había perdido la mitad de enero y la primera semana de febrero.
Skyler lo dejó ir y los otros lo siguieron con el mismo saludo exuberante,
prácticamente apretándolo a la mitad. Incluso Salvatore se unió a la celebración.
Todos lo hicieron, excepto Tanner.
El capitán estaba apartado del resto, su mirada verde atenta, sin revelar ninguno de sus
pensamientos. Después de que los otros se habían tomado turnos dándole la

205
bienvenida a Zack, su atención naturalmente se movió hacia Tanner. Esperando.
La feliz charla se aquietó cuando el capitán entró al semicírculo del grupo.
Deteniéndose a unos pocos metros de Zack, metió la mano en su chaqueta, sacó un
llavero y se lo lanzó sin una palabra.
Zack atrapó el llavero con una mano, arrebatándolo del aire. Abriendo la palma, miró
las llaves de la autobomba. La emoción le robó la voz y se obligó a no hacer una
escena frente a todo el equipo.
Cerrando la distancia que quedaba, Tanner lentamente ofreció su mano. Una ofrenda
de paz, un nuevo comienzo.
Zack dudó por un instante, el remordimiento relampagueó en las severas facciones del
capitán. Una semilla de humanidad mientras se quedaba ahí, expuesto y apocado
frente a su equipo, extendiendo su disculpa en la única forma que conocía.
Zack apretó su mano, notando la ligera relajación de las líneas alrededor de la boca de
Tanner. Una disminución de la tensión y algo sospechosamente cercano a la tibieza en
sus ojos.
―Es bueno tenerte de vuelta ―dijo.

Y procedió a dejar a todos mudos al atraer a Zack para un breve, masculino abrazo. El
hombre que no había tocado a otra alma en más de un año lo hizo ahora sin un sólo
escrúpulo.
―Gracias, Cap. Estoy listo para ponerme a trabajar.
Tanner lo dejó ir y retrocedió un paso, dándole a Zack una mirada crítica.
―Bien, has ganado algo de peso. ¿Los pulmones están limpios? ¿La conmoción
curada?
Zack sonrió.
―Estoy bien. El doctor me dio luz verde, ¿recuerda?
―La vida del doctor no depende literalmente de la fuerza física del hombre de pie
junto a él. ―Sus labios se curvaron en un inusual dejo de una sonrisa―. Como sea,
todos estamos condenadamente felices de tenerte de pie junto a nosotros.
Después de palmear el hombro de Zack, se volvió y se alejó, su paso de caderas
delgadas llevándolo adentro.
―Luce mejor ―dijo Zack―. Casi como si antigua personalidad.

―Algunos días ―respondió Skyler, inusualmente serio―. Pero tengo que

206
preguntarme si alguna vez lo tendremos de vuelta.
―¿Todavía bebe, Howard? ―preguntó Zack quedamente. Todos los ojos fueron hacia
el teniente por la respuesta que cualquiera de ellos podría haber dado, pero él era su
ancla. Sólido y firme. Confiaban en él implícitamente, lo buscaban por guía en asuntos
que afectaban a todos.
―Sí ―suspiró, deslizando una mano a través de su erizado y bicolor cabello
castaño―. Está mezclando whiskey y drogas recetadas, pasando por una quinta cada
dos días que estamos de turno. Lo vigilo cuando puedo, pero no es suficiente. Algo
tendrá que ceder o se matará.
―O a alguien más ―dijo Eve, su expresión miserable.

Salvatore rompió su silencio tentativamente, como si estuviera inseguro de que debiera


ofrecer su comentario.
―Últimamente, he notado...

Six-Pack asintió.
―Continúa. No estamos hablando mal de Sean. Esto es importante.
―Miren sus manos ―murmuró Salvatore―. Temblarán para la mitad de la tarde.

El teniente dejó salir una respiración agitada.

―Abstinencia. Mierda. Si se aparece por el Waterin' Hol esta noche, tendremos que
vigilarlo.
Skyler pestañeó.
―Mierda, nos golpeará las cabezas por meternos en sus asuntos. ¿Qué podemos hacer,
realmente?
―Montar una intervención ―sugirió Zack―. Amor duro. Alentarlo a ponerse sobrio,
luego ayudar con su dolor.
―Hombre, no lo veo ofreciéndose para eso ―interpuso Salvatore, sacudiendo la
cabeza.
Zack echó un vistazo alrededor del preocupado grupo.
―Quizás no pero, ¿qué otra opción tenemos? Si no lo hace, va a morir. ¿Howard?
El teniente se quedó en silencio por un largo momento, mirando la fría, nubosa
mañana. Músculos en su mandíbula moviéndose, ojos marrones tristes.
―Haré algunas llamadas, buscaré la manera correcta de tener una intervención. Luego

207
elegiremos un día la próxima semana y lo haremos. No creo que esté a mucho de tocar
fondo.
―Estaré allí ―dijo Zack, esperando que fuera verdad. Con la condición de que no
haya sido eliminado por el asesino contratado por Joaquín para ese momento. A pesar
de la firme afirmación de Cori, él no creía por un minuto que el hombre no lo
eliminara si eso lo beneficiaba. Jesús.
Los otros expresaron su acuerdo justo cuando los tres fuertes tonos del sistema de
intercomunicación los alertaron de una llamada entrante. Un incendio de tres alarmas
en un edificio de apartamentos había comenzado por una disputa doméstica; dos
palabras anunciando la situación más peligrosa para todos los involucrados.
La adrenalina zumbaba en la sangre de Zack mientras él y los otros trotaban hacia la
zona de los casilleros. Con movimientos rápidos y eficientes, se puso los pantalones y
el pesado abrigo, los mismos que había vestido en el puente. Habían sido limpiados y
no tenían rastros de su terrible experiencia y, para su alivio, el peso familiar era un
consuelo más que una fuente de miedo irracional. Finalmente, se puso un casco contra
el fuego que reemplazaba el que había perdido en el río, y corrió hacia el carro.
Lanzándose hacia el asiento, arrancó el motor y aferró el volante. Esperó a que todos
hubieran tomado sus lugares, luego sacó el carro del área de estacionamiento,
enciendo las luces y las sirenas. Dios, había extrañado esto. No la vida de la gente
siendo puesta en peligro, nunca eso, pero estar al mando de una pieza de mecanismo
de dos toneladas. Cumpliendo su rol en el universo como pocos estaban calificados
para hacer, cada día era un nuevo desafío.
Hoy no era una excepción. A la vez que Zack se acercaba al perímetro de la barricada
policial al final de la calle residencial, vio la alfombra de luces centelleantes y el equipo
SWAT asumiendo posiciones alrededor del complejo y su sangre se congeló.
Junto a él, Tanner murmuró un escueto.
―¿Qué mierda?

Sí, eso resumía bastante bien el circo. Humo negro salía en nubes del segundo piso del
edificio, lo que significaba que probablemente había residentes atrapados en el piso
superior. Sin embargo la policía no estaba permitiendo que los bomberos se acercaran,
como lo evidenciaba el equipo de la Estación Dos agazapado en el lado norte del
edificio, cubriéndose detrás de sus vehículos.
Zack redujo la velocidad hasta detenerse y bajó la ventanilla para obtener instrucciones
de un oficial trabajando en la barricada.
―¿Qué sucede?
El policía corpulento se inclinó hacia adelante, la mano en la culata de su pistola.

208
―Tenemos un hombre en el balcón del segundo piso con un arma apuntada a la
cabeza de su esposa. El hijo de puta prendió fuego a la unidad, bloqueó la entrada al
apartamento. Las llamas se están extendiendo a las unidades vecinas, pero no es
seguro aproximarse. Tenemos a gente atrapada en el tercer piso; el humo está
bloqueando la escalera. No podemos llegar a ellos porque el imbécil dispara a todos
aquellos que hagan una mueca.
―Un completo hijo de puta ―gruñó Skyler desde la parte trasera.

Zack no podía coincidir más.


―¿Dónde nos quieren?
El policía movió una mano hacia la compañía de la Estación Dos.
―Lado norte, con ellos. Quédense a cubierto hasta que les demos la señal.

―En serio ―murmuró Zack mientras conducía hacia sus colegas. Estacionó detrás del
otro autobomba y Six-Pack llevó su ambulancia junto a la primera. Todos salieron
rápidamente y Tanner caminó a grandes pasos para hablar con el Capitán Lance
Holliday.
El usualmente relajado Holliday parecía sumamente tenso mientras saludaba a
Tanner, pasando sus dedos a través de su espeso cabello rojizo, mandíbula apretada,
ojos relampagueando.
―Si no entramos ahí ahora mismo, bien podríamos inclinarnos para la prensa
―estalló Holliday, apuntando un pulgar hacia la multitud hambrienta de noticias que
se juntaba contra la línea de policía.
Empujando su casco hacia atrás, Tanner le dio un ligero asentimiento.
―Maldito si lo haces... ―Dejó que se declaración colgara, su significado claro.

Esto no iba a terminar bien. La única pregunta verdadera era cuánto daño iba a ser
causado en todos los frentes.
Zack siguió la mirada de los capitanes hacia el balcón cerca del lado opuesto del
complejo, a más o menos cincuenta metros de donde los autobombas de las compañías
estaban estacionadas. Demasiado cerca. A través del humo, apenas podía divisar al
hombre vistiendo una camisa de color claro. Sus movimientos eran erráticos mientras
se movía hacia atrás y adelante, sosteniendo a una persona más pequeña frente a él,
presumiblemente su mujer.
Zack trotó para unirse a Holliday y Tanner. Hizo un movimiento de su mano para
señalar la estructura ardiente.
―¿Nos dejarán entrar por atrás donde este loco no pueda ver qué hacemos?

209
“Nosotros” siendo un término colectivo. El Grupo de Intervención Rápida trabajaba
afuera, listo para intervenir si un bombero dentro se encontraba en problemas. El
FAO, que no era parte del equipo de RIC, nunca dejaba a una compañía a menos que
hubiera un desastre de proporciones que requiriera la movilización de cada bombero,
lo cual era inusual. En sus años en el Departamento de Bomberos de Sugarland, Zack
nunca había sabido que dicha situación ocurriera.
Holliday asintió.
―Estamos intentando obtener permiso. ¿Qué mierda está tomando...? ―Su radio
chisporroteó y un sargento de policía, cuyo nombre Zack no oyó, les transmitió la luz
verde.
―Está bien, vamos ―gritó Holliday, moviendo un brazo al grupo entero―. Llevemos
esta fiesta hacia el otro lado del edificio, trabajemos desde allí.
Los bomberos avanzaron a gatas hacia el camión escalera y el autobomba, mientras
Salvatore y otro hombre movían las dos ambulancias a una calle lateral, accesible pero
a una distancia saludable del peligro. Zack siguió al otro FAO y estacionaron con el
drama de rehenes con seguridad al otro lado del edificio. Seguro era relativo. Todavía
tenían el incendio y los residentes atrapados con los que lidiar, y Dios sabía que un
hombre armado enloquecido era impredecible por decir lo menos.
Zack suponía que debía sentirse reconfortado que los francotiradores del SWAT los
rodeaban, preparados para disparar a matar. Por alguna razón, no lo estaba.
Notó la ubicación de una boca de incendios cercana, luego rápidamente acopló las
mangueras preconectadas y bajó los indicadores. Sirenas que se acercaban marcaron la
llegada de una tercera compañía, un estremecedor lamento que a veces le recordaba a
Zack al llanto de una mujer. El sonido murió en el frente y en momentos, un nuevo
equipo de bomberos rodeó el edificio rápidamente, dos de ellos llevando una alta
escalera.
Tres escaleras fueron erigidas cerca de los balcones que contenían asustados residentes,
y nunca demasiado pronto. Las llamas salían de las ventanas del segundo piso en un
estallido de vidrio roto, lamiendo hacia arriba para consumir y destruir. Niños
gritaban, madres y padres intentando calmarlos en vano. Una pareja anciana se
aferraba uno al otro, y un hombre, a medio vestir en un traje de negocios, le gritaba al
teléfono celular, su miedo palpable.
Cuatro hombres volvieron dos mangueras hacia las llamas a través de las ventanas,
mientras otros tres equipos, incluyendo uno que consistía de Paxton, Skyler y
Salvatore, entraron al complejo para combatir las llamas desde adentro. Los otros
manejaron las escaleras, un rescatador posicionado en la cima, otro al final, asistiendo
a los residentes. Bajaban abundantemente como hormigas, alejados del pánico en gran
parte por la cala de sus rescatadores.

210
La pareja anciana hizo un lento progreso, primero la mujer, sus dudosos pasos guiados
por el bombero que había trepado la escalera debajo de ella. En los otros dos balcones,
los niños capaces de moverse se liberaron, seguidos por una madre que cargaba un
infante, los hombres al último.
Cuando todos habían sido extraídos y alejados de la escena para ser atendidos como
fuera necesario, una búsqueda comenzó por cualquier persona que quedara en el
edificio. En el escenario del mejor caso posible, no había nadie más, porque cualquiera
que se hubiera quedado atrás muy probablemente estuviera inconsciente o muerto por
la inhalación de humo.
Holliday y Tanner se mantenían al día de la situación de la rehén vía un par de policías
uniformados que rondaban. Zack oyó partes y lo que oía no era bueno. El tipo no se
había rendido y estaba completamente irracional. O bien mataría a su esposa o...
Un solo disparo estalló en el aire como un látigo, haciendo que todos saltaran y
revisaran el complejo por una amenaza inminente. Los pares de hombres trabajando
las mangueras brevemente apagaron los inyectores y se prepararon para saltar a
cubierto si era necesario.
Un intercambio en una de las radios de los oficiales de policía rompió la tensión.
―¡Sospechoso derribado! ¿Pueden verlo?
―Negativo... whoa, ¡la mujer está viniendo por la cornisa! Alguien consiga una
escalera antes de que caiga.
―La tenemos cubierta. Allí baja. ―Un silencio tenso―. De acuerdo, la están bajando
por la parte trasera para revisarla.
―¿Por la parte trasera?
―Para que la señora no los vea haciendo la escena del crimen alrededor del cuerpo de
su esposo. ―Fue la escueta respuesta.
―Copiado.

Una ola de alivio atravesó a Zack y, estaba seguro, a los otros también. La actividad se
reanudó y en un momento, dos bomberos rodearon la esquina del edificio, llevando a
la conmovida mujer, quien se tropezaba entre ellos. Tanner salió a recibir al grupo.
El movimiento de un balcón del segundo piso atrapó la vista de Zack. Cruzó su mente
que otro residente estaba necesitando ser rescatado, alguien a quien sus esfuerzos no
habían alcanzado. Un hombre con una camisa color claro dio un paso en el panorama,
levantando el brazo.
Para colmo, pensó Zack, justo cuando el destello de metal apareció en su mano.

211
El hombre que mataría a su esposa antes de permitirle escapar.
Oh, ¡Dios!
—¡Arma! —gritó él, corriendo hacia Tanner y él confiado grupo—. ¡Agáchense!
¡Agáchense!
Sus miradas se dirigieron a Zack, reflejando sorpresa y confusión, pero el desastre
golpeó antes de registrar la advertencia. Una serie de pequeñas explosiones estallaron
en el aire. Uno de los bomberos ayudando a la mujer, se agitó y agachó, golpeando
con fuerza al asfalto donde yacía inmóvil. Su compañero empujó a la mujer que
gritaba a la tierra, cubriendo su cuerpo con el suyo.
Tanner se dio vuelta y Zack le gritó de nuevo cuando sonaron otras pequeñas
explosiones.
De ninguna parte, Eve salió disparada hacia Tanner como un defensor estrella,
lanzándolos a ambos al suelo. Las balas acribillaron el asfalto alrededor de Zack y él se
recostó, rápido.
—¡Mierda!
No había sobrevivido a toda la mierda de las últimas semanas para ser asesinado por
algún enloquecido y abusivo marido. Fuera de la reflexión desviada, o tal vez la
estupidez, levantó la cabeza para ver a dónde apuntaba el pistolero. Tardíamente,
deseó no haberlo hecho.
Sonó un disparo del rifle y la cabeza del hombre se partió. Un agujero oscuro apareció
en su frente y durante dos latidos de corazón, Zack podría haber jurado que él hombre
lucía sorprendido de haber sido golpeado.
Y luego el pistolero se dobló como una marioneta con sus cuerdas cortadas,
desapareciendo de la vista.
Ahora había terminado.
Para algunos.
Sollozos alcanzaron sus oídos. De la mujer. Y un gemido angustiado, rasgado desde
las profundidades de la tripa del hombre. Un sonido inconfundible de furia y terrible
conocimiento.
Zack se empujó sobre sus pies, vio a Tanner y Eve que se desmarañaban, mirándose el
uno al otro. Estaba tan aliviado, y desdichado con culpa por ello, que el gemido no
había venido de Tanner. Que Eve, su mejor amiga, estaba bien. El capitán le dio a ella
una breve sonrisa y se paró, diciendo algo que Zack no pudo escuchar, y ofreciéndole
su mano. Después de una breve vacilación, ella la agarró y le devolvió una media
sonrisa a Tanner cuando él la levantó.

212
Cerca, el segundo bombero se arrodilló sobre su amigo caído. Le sacó su abrigo y
tirantes, arrancó su camisa de regulación y la uso como compresa en la sangrienta
herida de bala en el pecho de otro hombre.
—Vamos, Randall —suplicó—. Quédate conmigo.
Zack giró para llamar más ayuda, pero no fue necesario. Los bomberos corrieron hacia
el grupo, equipamiento médico y una camilla a remolque. Miró de nuevo al hombre
gravemente herido que intentaba hablar con sangre burbujeante en sus pálidos labios, y
lo supo.
También Randall.
—Diga... dígale a mi esposa... —Nunca consiguió terminar.
Las lágrimas se derramaron descontroladamente por la cara de su compañero.
—Lo haré, amigo. Lo prometo.
Zack miró los ojos vidriosos del joven bombero cuando el último aliento sacudió a su
cuerpo. La rabia e impotencia lo consumió, ahogando su garganta. Su mirada fija en el
balcón donde yace el pistolero. No es suficiente. Nunca será suficiente justicia para la
esposa de un buen hombre y su familia.
Una vida prometedora ida por el capricho de un imbécil. Un matón más que nunca
respondería por sus crímenes. Quién nunca enfrentaría el juicio en la tierra.
Probablemente se ha ido al infierno riéndose.
Zack deseó con toda su alma haber sido él quien apretó el gatillo. Poner esa bala en la
frente del bastardo. La dirección de sus pensamientos lo asustó, pero la siguiente
comprensión lo paralizó hasta los dedos de sus pies.
No, daría lo que fuera por haber torturado al hombre. Destrozado al asesino con sus
manos desnudas. Despacio, dolorosamente, su corazón una cosa muerta dentro de él
mientras el cazador se convertía en presa. Gritando en agonía y el horror mientras veía
que los papeles se invertían y sabía que pagaría.
Y pagar.
Hasta que dibuje su último aliento, sangriento.
Exactamente como Randall.
Alejándose de la espantosa tragedia, se preguntó qué habría pensado Cori de eso. Qué
habría dicho si supiera que el hombre a quien había permitido entrar en su cama no era
mucho mejor que el hombre muerto en el balcón.

213
Un poco mejor que el esposo que había abusado de ella por años. Porque si él
albergaba alguna duda antes, no tenía ninguna ahora.
Si el castigo ciego tocaba a Cori, el moriría rogando piedad.

***

—Está bien, vi la cobertura de las noticias. ¿Listo para hablar de ello?


Cori dejó de lado su taza de café y estudió preocupada a Zack. Ayer, el momento en
que había visto una recopilación del horroroso espectáculo en la televisión en el salón
de enfermeras, había dejado un mensaje en el teléfono de Zack. Uno que no había sido
devuelto por horas. Y cuando él finalmente llamó, había dirigido la conversación
firmemente alrededor de Cori y su seguridad. Él había necesitado reasegurarse de sus
planes para quedarse en Shea toda la noche mientras estaba de turno, etc. Ella
entendió por qué, pero no la podía eludir para siempre.
Él apareció cansado hasta los huesos, lo cual era esperado después de su primer turno
en la mejor parte del mes, especialmente después de la tragedia de perder a uno de los
suyos. Sacudió su cartera y sus llaves en la barra de la cocina, como sin dudas habría
hecho cientos de veces antes, las emociones oscuras que sangran por el cansancio.
—Está terminado y estoy bien. ¿Cómo fue estar en Shea anoche? ¿Va a funcionar el
arreglo?
—Fue una pijamada normal. Nos quedamos despiertos hasta tarde, mirando una vieja
película y comiendo comida chatarra. No cambies el tema.
Él se sacó su chaqueta, colgándola en el respaldo de la silla del desayunador, y cruzó la
corta distancia entre ellos, trayéndola hacia sus brazos. Con un suspiro, ella se
acurrucó contra él, recostando su mejilla en su pecho. El latido de su corazón golpeaba
un ritmo estable en su oído, lento y consolador. Dios, ella podría haberlo perdido ayer
en lo que podría haber sido un trabajo de rutina de la quíntuple dotación. Ella lo apretó
fuerte.
—¿Siempre será así?
Para su crédito, él no evitó o pretendió no entender la pregunta.
—Esa llamada fue una casualidad, hermosa. El 97% de nuestras llamadas implican
accidentes de tráfico, emergencias médicas en las casas y una variación de todo tipo de
situaciones extrañas en las que la gente se mete. Nada demasiado peligroso dadas las
probabilidades, entonces no te preocupes, ¿bien?

214
Ella soltó una débil risa.
—Mi chico cerebrito para los números. Debe ser porque yo... —Arriésgate. Díselo,
¡gallina! Ella retrocedió e inclinó su cara hacia la de él—. Porque te amo.
Los ojos azules se ensancharon detrás de sus lentes. Su boca se abrió, su expresión
estupefacta tan cómica que ella se habría reído si de repente no estuviera asustada de
su respuesta.
La lenta y atractiva sonrisa que se extiende por su hermosa cara le roba el aliento.
—Estoy seguro de que escuché mal. Dilo de nuevo.
—Te amo, Zack Knight —Estirándose, ella peinó un cabello de pelo negro de sus
ojos—. Después de ayer, no iba a esperar más para decírtelo.
Enmarcando su cara con sus manos, él bajo sus labios hacia los de ella. Rozándolos
con un contacto sensual antes de deslizar su lengua dentro. Acarició la parte de atrás
de sus dientes, profundizando el beso. Caliente, urgente, todavía dulce. Todo Zack.
Vertiendo sus sentimientos en un simple toque, su cuerpo apretándose contra el de ella,
excitación que la abraza a través de la ropa.
Él rompió el beso, mirando a sus ojos.
—Yo también te amo —susurró—. Tanto que duele.
La alegría la llenó, pero ella no pudo resistir burlarse para aligerar el momento
abrumador.
—Puedo decirte.
Una esquina de su boca tembló.
—No exactamente lo que quise decir, pero ahora que lo dices... ¿Tiene mi enfermera
un remedio para mi dolor?
—Creo que tengo un poco de algo.
Tomando su mano, ella lo condujo hacia arriba a su cuarto. Y procedió a hacer algo
que no se había atrevido antes.
Llegar extraordinariamente tarde a clase.
Ellos se desvistieron, saboreándose el uno al otro primero sin tocarse. Ella amaba la
manera en que sus músculos se tensaban cuando él se sacaba su suéter de polo, su
delgada y nervuda fuerza. La pequeña cicatriz sobre su hombro por la bala estaba roja,
pero curada. Rudimentarios mechones de crispante pelo negro se arrastraba de su
pecho a su estómago, donde iba recto directamente hacia el nido de su ingle.

215
Se sacó sus calzoncillos y los pateó lejos, afrontándola en toda su gloria desnuda. Su
pene salió, buscando el santuario en su calor, colorado y grueso.
Ella desechó su sostén, se quitó sus bragas, nunca quitando sus ojos hambrientos de él.
—Eres hermoso —dijo.
—Mi línea, pero gracias. —Acercándose, unió sus dedos con los de ella, su erección
marcando el vientre de ella—. Estás sensacional.
Cortando su respuesta, la apoyó contra la cama, empujándola con cuidado en el
colchón. Quedándose sobre ella, él se colocó entre sus muslos y se estiró hacia sus
lentes.
—No, déjalos.
—Ellos molestarán.
—¿Sólo esta vez? ¿Por favor? —Movió sus cejas—. Creo que son sexys.
—Jesús.
Pero él hizo lo que ella pidió, su sonrisa juguetona cambió a un hombre salvaje y
hambriento cuando posicionó la cabeza de su pene entre los lisos labios de su sexo.
Ella ahuecó las nalgas de su trasero y arqueó sus caderas, empujándolo dentro tres o
cinco centímetros.
—Por favor, te necesito.
Con un gemido, el deslizó su longitud profundamente, llenándola. Todo el camino,
piel con piel, provocando deliciosos temblores a través de todo el sistema nervioso de
ella. Desplegándola al límite, un perfecto estado físico.
Reforzando sus brazos en ambos lados de la cabeza de ella, él empezó a moverse. Un
marcha lenta hacia atrás al límite, su punta apenas dentro, luego hacia adelante de
nuevo. Atravesando sus centímetros por centímetros calientes hasta sentarse en sus
bolas.
Afuera, largo deslizamiento. Adentro.
Decadencia, desenredando su control.
—Ohh, Dios. Zack, ¡sí!
—¿Te gusta eso, hermosa?
—¡Sí! No pares.

216
Continuó la tortura hasta que ella se retorció debajo suyo, casi ciega del éxtasis. Su
pene estaba tan caliente, reclamándola como propia. Sus músculos jugando bajo las
yemas de sus dedos, sudor humedeciendo su espalda, su pecho. Su olor acre a hombre,
su traviesa relación sexual, la volvió loca.
—Más rápido, más fuerte —jadeó ella, envolviendo sus piernas en su cintura.
Apretando a su alrededor, él aumentó el ritmo de sus estocadas, el deseo de ella, su
orden. Se metió más profundo y duro, sin contenerse.
Cori se aferró a él, completamente entregada. Nada importaba excepto el cuerpo de él
dentro del suyo, dando y tomando. Haciéndole el amor, como si nunca antes lo
hubiera hecho con otra persona.
Mío.
Su cuerpo incinerado, el orgasmo de ella estallando como un soplete. Ella se puso
rígida con un grito, convulsionando alrededor suyo cuando él la montó.
—Eso es Cori. Magnífico. Déjate ir para mí... ¡Ah, mierda!
Zambulléndose profundamente, él empezó a convulsionar. El torrente cálido de su
semen fluyó en su útero cuando la sostuvo cerca.
—Te amo —dijo ásperamente—. Dios, te amo.
—También te amo.
Ellos flotaron en la tierra en una neblina de satisfacción, incapaces de moverse. Ella
disfrutó su peso presionando contra su cuerpo.
—No sabes cuánto te necesité. Te extrañé. —Él le dio un cariñoso beso en el cabello.
—Ah, pienso que tengo una buena idea. —Sonriendo, ella meneó sus caderas,
enfatizando que él todavía estaba dentro suyo—. Te extrañé, cosa caliente. Tú sabes,
nuestros calendarios apestan. Odio salir por la puerta cuando tú llegas a casa.
—Siempre puedes renunciar, estar en casa y ser mi esclava del amor. Es tu culpa, estoy
arruinado de todas maneras.
Su felino interior ronroneó ante el recordatorio. Este hombre era sólo suyo. Saber que
nunca había estado con otra mujer era una medicina embriagadora.
—¿Ah? ¿Cómo, si se puede saber, he logrado llegar a pervertir a este modelo de
inocencia?
Como respuesta, él acarició el húmedo pasaje de ella con su suave pene.
—Así.

217
—Entonces, ¿quién es el esclavo del amor, chico de fuego?
Él hizo un falso suspiro.
—Está bien, soy yo. Pero ahora es el deber de mi reina asegurarse de que su concubino
es mimado. A menudo. Tener tu propio esclavo sexual es una gran responsabilidad, ya
sabes.
—Sí, lo sé —dijo inexpresiva, meneándose de nuevo.
—Si no detienes eso, voy a tenerte en la cama todo el día.
—¿Tu punto?
Él se detuvo, mirándola con entretenimiento.
—¿Sabes la primera vez que me enamore de ti?
—No, ¿cuándo? —pregunto intrigada.
—Cuando saliste de tu vehículo utilitario deportivo luciendo más caliente que un
petardo y más loca que el infierno, y dijiste: “¿de dónde vienes, no paran en los
semáforos rojos, Forrest Gump?”

Su cara se acaloró de la vergüenza y cubrió sus ojos con una mano.


—Oh, ¡Dios mío! ¡Había olvidado todo eso! No puedo creer que te dije algo tan
malintencionado.
Él se rió y besó su nariz.
—Me sorprendiste mucho. Bueno, ¿qué hay de ti?
Ella lo miró entre sus dedos.
—¿Qué hay de mí?
Finalmente él se movió a su lado, pero puso posesivamente un muslo sobre el de ella.
—Mujer imposible. ¿Cuándo te enamoraste de mí?
Ella estudio su cara seria, la larga curva de oscuras pestañas que enmarcando esos
increíbles ojos azules, y sintió a su garganta quemarse con la repentina emoción.
—Eso es fácil. En el puente, cuando te estiraste por mi mano y dijiste que no te irías
sin mí, me refiero a cada palabra. —Trazó los labios de él, el corazón hinchándose de
amor—. En ese momento, te convertiste en la luz en mi oscuridad, de muchas más
maneras de las que te podrías haber imaginado. Y de alguna manera supe que iba a
amarte para siempre.

218
En un instante, ella se encontró tumbándose sobre él, aplastándose contra su pecho. Su
voz ronca retumbó en su oído.
—Chris, ¿qué me haces? Vas a llegar tarde, te das cuenta.
—Terriblemente tarde. —Estuvo de acuerdo feliz.
Con un gruñido exagerado, Zack la hizo rodar abajo suyo y continuó cumpliendo bien
su promesa.

219
Capítulo 16
Traducido por kathesweet y Paaau
Corregido por Simoriah

C
ada músculo en el cuerpo de Cori vibraba con el resplandor del sexo matutino...
que se había convertido en sexo de media mañana, luego en sexo a la tarde.
Cualquiera fuera el castigo que su instructora concibiera valdría la pena... si
alguna vez descubría que Cori había mentido sobre estar enferma.
—¿Tengo que preguntar por qué estás sonriendo? —Desde el asiento del conductor del
Mustang, Zack le lanzó una mirada, sonriendo como tonto.
—Por lo mismo que tú, Falo Poderoso.
Zack estalló en carcajadas tan fuertes que se ahogó, virando bruscamente y casi
sacándolos de la I-49 y directo hacia una quebrada profunda.
—Buen Dios. —Jadeó, luchando por calmarse—. No puedes decir esa clase de cosas
mientras estoy conduciendo.
—Hmm. Si vas a salirte del camino, al menos puedo hacer que valga la pena nuestro
tiempo.
—Misericordia, mujer. No podría hacer que Junior cumpliera otra vez si te desnudaras
en este minuto.
—¿Esta noche?
Él le lanzó una mirada incrédula.
—No hablas en serio.
—Eres joven, con la resistencia de una estrella de porno. Y con un genial tiempo de
recuperación, también.
—Caramba, gracias. Creo. ¿Y has salido con cuántas estrellas porno?

—No se trata de eso. —Él frunció el ceño y ella rió—. Te lo creíste.


Él puso los ojos en blanco pero se relajó, luciendo bastante complacido.
—¿Volviendo al tema de mi resistencia?

220
—Eres tan hombre31. De cualquier manera, tengo un plan para esta noche. Uno que
garantiza la ávida participación de Junior.
—¿Sí? Soy todo oídos —dijo, curioso.
—No. Es una sorpresa. Simplemente descansa lo suficiente.
—No es justo.
Ella sonrió.
—No dirás lo mismo esta noche.
Disfrutaron del resto del viaje a Sugarland en un silencio amigable. Demasiado pronto,
Zack estacionó en la entrada de Emergencias y tomó su mano, presionando la palma
de ella contra sus labios. Luego se inclinó y le dio un beso dulce y prolongado que la
hizo querer decirle que diera la vuelta y la llevara a casa.
—Ya te extraño, hermosa.
—Bueno, el lado positivo es que el resto del día no será tan largo ahora. Como ya me
sedujiste y todo eso.
—El cambio de rumbo es un juego justo. —Sus ojos azules bailaron con picardía.
—No olvides eso.
—Ni por un momento. Te recogeré alrededor de las seis.
Renuentemente, ella salió y le lanzó un beso. Lo observó alejarse, su corazón lleno y
delirantemente feliz por primera vez en su vida.
Cuando el auto desapareció alrededor de la esquina, ella se dirigió al interior, sus pasos
ligeros a pesar de estar en el trabajo. El reto de la sala de emergencias normalmente era
uno que esperaba con ansias, ¿pero comparado con tener sexo salvaje con el hombre
que amaba?
No había comparación.
—Vaya, qué expresión tienes en tu hermoso rostro, querida. Qué mal que no sea por
mí.
Sorprendida, Cori buscó la ubicación de la voz de Banning. El hombre, medio
escondido por un árbol de ficus, se separó de una pared de la sala de emergencias.
El frío la envolvió, y no pudo evitar que la hostilidad se notara aunque lo intentara.
Tampoco le preocupaba mucho, realmente. Esta serpiente necesitaba entender su
mensaje, alto y claro.
31
N. de T.: en este caso, Cori no lo dice en el sentido de que a Zack se recupera al mismo paso que los
otros hombres, sino que le dice “You're such a guy”, como si fuera una pregunta típica de un hombre.

221
—Hola, Tony. O como sea que te llames.
Tomado completamente por sorpresa, él titubeó.
—¿De qué estás hablando?
Moviendo su bolso a una posición más segura en su hombro, ella miró alrededor de la
sala de espera. Médicos y enfermeras corrían de aquí para allá al otro lado del
mostrador de entrada y las puertas dobles, tranquilizándola. Ladeando su cabeza,
atravesó a Banning con la mirada como a una mariposa.
—Oh, creo que lo sabes. Pronto, la policía de Sugarland también va a saberlo.
—Estás loca —farfulló él, enrojeciéndose de ira, los puños apretados—. Soy
exactamente quién te dije que era. Un artista...
—Que no sabe que Wassily Kandinsky fue considerado el primer pintor moderno
abstracto del Siglo XX. No te preocupes. Yo tampoco soy una artista. ¿Quién lo sabría?
Él dio un paso adelante, una vena sobresaliendo en su cuello.
—Corrine...
—Cuidado. Puedo tener a cinco médicos moliendo tu nariz contra el suelo antes de
que puedas decir “Derechos Miranda”32. Te diré algo. ¿Por qué no vuelas lejos,
hombrecito, de vuelta a Transilvania o de donde quiera que hayas venido, de acuerdo?
—Maldición...
—Mejor lo haces rápido —dijo ella con desdén—. Porque la policía no puede aspirar a
igualar los recursos que mi hermano Joaquín tiene en sus manos. Está cerca de hacer
una identificación de ti, y cuando lo haga, no habrá rincón en la tierra en el que puedas
esconderte de él.
Oh, quería estrangularla. El deseo estaba grabado en la tensa línea de su cuerpo
furioso. Con la máscara despojada, el mujeriego descerebrado desaparecido, él lucía
duro. Letal.
Sin otra palabra, pasó junto a ella rápidamente, dirigiéndose hacia la tarde. Ella no
tenía duda alguna de que si no hubieran estado en un ambiente público, ella habría
desaparecido sin dejar rastro. Estremeciéndose, estaba inmensamente feliz de que Zack
regresaría a recogerla más tarde.
Atravesó las puertas dobles y entró en lo más profundo de la sala de emergencias, un
miedo horrible pisando la alegría de unos minutos atrás. Aunque lo intentó, no pudo
disipar la sensación de desazón de que había cometido un terrible error al hacerle saber
que ellos estaban al tanto de todo tan pronto.

32
Derechos Miranda: los derechos de todo prisionero, tales como “tiene derecho a permanecer en
silencio”, y “tiene derecho a un abogado”.

222
Un error que podía costarle a Zack y a ella sus vidas.

***

Zack hizo uso productivo de sus horas alejados, como hacía cada día que sus horarios
los enviaban en direcciones diferentes. Mantenerse ocupado parecía hacer que el
tiempo pasara más rápido, y hacer pequeñas cosas en casa para Cori siempre ponía
una sonrisa en su hermoso rostro.
Primero, lavó la nueva Explorer que ella había comprado en parte con el pago del
seguro del auto destruido. Él había creído que ella querría algo diferente, considerando
lo que había sucedido, pero ella había insistido en que la camioneta era una especie de
amuleto de la buena suerte. Él le había salvado la vida en la otra, ¿recuerdas? Difícil
discutir ese punto.
Las horas restantes las pasó en el taller trabajando en el proyecto Súper Secreto de
Cori, de frente a la puerta. Sí, le molestaba arrastrarse por su propia casa como un
maldito Navy SEAL33, mirando entre los arbustos, intentando espiar al enemigo, tenso
por otro ataque. Incluso había pensado en comprar un arma, luego descartó la idea. Lo
más probable era que acabara disparándole a un ciervo inocente en su lugar.
Aun así, se las arregló para disfrutar y antes de que se diera cuenta, toda la manera
estuvo cortada, una parte pre-ensamblada y lista para ser acarreada por la colina hasta
el arroyo. Contemplando su obra, sintió una oleada de orgullo hincharse en su pecho.
Ese fin de semana, estaría listo para revelarle su sorpresa; si podía evitar que su
entrometida señorita espiara.
Después de enganchar el remolque a la cola del tractor, cargó la madera y las
herramientas y se dirigió a su destino. Había escogido el lugar perfecto para su regalo,
en el sendero por el que habían caminado el día que él había llegado, donde los árboles
se separaban y el camino llevaba al lado opuesto de la colina.
Apagó el motor y decidió dejar todo en el remolque mientras trabajaba. Bajando de un
salto, se ocupó en arrastrar tablas, maniobrar y martillar hasta que el sudor rodó hacia
sus ojos y le pegó la camisa a la piel bajo su chaqueta. Eventualmente, el sol comenzó
a bajar en el cielo y él se obligó a concluir por ese día. La oscuridad llegaba más
temprano en este momento del año, y necesitaba tomar una ducha, e ir a recoger a
Cori.
Pensar en ella fue toda la motivación que necesitó para dejarlo todo. Lanzando sus
herramientas al remolque, dejó todo donde quedó y caminó hasta la casa. Estando tan
lejos del camino principal, no estaba demasiado preocupado por ladrones que huyeran
33
Navy SEAL: fuerza de operaciones especiales del ejército de Estados Unidos. Conocidos por haber
entrado en la guarida de Osama Bin-Laden.

223
con su tractor y la madera. Su acosador era otra cosa, pero Zack sabía que si el
bastardo quería arruinar el proyecto, encontraría una manera sin importar qué.
Empujando a un lado la inquietud, tomó una ducha rápida y se vistió en un par de
jeans limpios y una camiseta polo a rayas. En quince minutos estuvo en camino a la
ciudad una vez más, ansioso por ver a su diosa.
En el hospital, Cori no estaba parada afuera, así que él estacionó en un espacio cerca
de la entrada de la sala de emergencia a esperar. Por su naturaleza, su trabajo era
impredecible en términos de puntualidad, y ella frecuentemente terminaba tarde. A él
no le importaba, pero después de veinte minutos comenzó a ponerse ansioso, su pulso
saltando con anticipación con cada movimiento de la puerta.
Cuando pasó media hora, estaba a punto de entrar y preguntar cuando ella salió
apresurada. Divisándolo, se dirigió hacia el auto, sacudiendo su cabeza en una
disculpa y alejando un mechón de cabello de su rostro. Su cola de caballo escapaba de
la banda elástica y lucía atormentada. Cansada.
Zack salió a su encuentro.
—Hola, tú. —La tomó en sus brazos.
—Estoy tan feliz de que estés aquí —dijo, abrazándolo ferozmente.
—¿Mala tarde? —Dios, ella estaba tan tensa, todo su cuerpo vibraba. Y no de placer,
en la forma en que él la había dejado.
—Un accidente de auto que resultó en heridas menores, un niño atacado por un perro.
Lo usual.
—¿Qué, entonces?
Dejándolo ir, se mordió el labio, su expresión culposa.
—Metí la pata.
Él frunció el ceño.
—¿Qué, te llamaron la atención o algo así?
—No. —Hizo gestos hacia el Mustang—. ¿Por qué no entramos? Mis pies están
matándome.
—Seguro, nena. —Él le abrió la puerta del pasajero, la ayudó a entrar, luego rodeó el
auto hasta su propio lado y se sentó en el asiento—. Bien, suéltalo.
—Por favor no te enojes.
Oh-oh. Eso nunca era un buen iniciador de conversación.

224
Palmeando su mano, intentó darle una sonrisa alentadora.
—No lo haré, lo prometo.
—No te precipites. Tony estaba esperándome cuando llegué.
—Hijo de perra. ¿Te tocó? —Si lo hizo, haré que le corten las manos y lo dejaré desangrarse.

—No tuvo oportunidad. Yo medio... le conté que sabemos que él es una farsa.
—Ah, mierda. Corrine...
—Lo siento, ¡pero me hizo enojar tanto! ¡Simplemente quería que nos dejara en paz!
Creí que incluso podría dejar la ciudad para siempre si sabía que estábamos sobre él.
—Cruzó sus brazos bajo sus pechos mientras se defendía.
—¿Honestamente crees que lo hará?
La lucha la abandonó en un parpadeo.
—No realmente. Deberías haber visto su rostro cuando dejé caer la bomba de que está
siendo investigado. En ese momento, quiso matarme.
—Primero lo veré muerto. —Ante la mirada atónita y asustada de Cori, él
instantáneamente lamentó haber dicho las palabras en voz alta. No quería recordarle a
los otros hombres en su vida pasada; hombres que ella había echado a la acera sin
mirar atrás—. No puedo disculparme por cómo me siento, nena.
Ella asintió, frotándose sus brazos.
—No espero que lo hagas. Él me asustó, y me defenderé si es necesario, como sea
posible. Sólo otro hombre ha mirado a través de mí de esa manera.
Su esposo. Otra vez, el escalofrío serpenteó por la piel de él. De alguna manera, los dos
hombres debían estar conectados.
—Cariño, ¿estás segura de que no hay algo familiar en este hombre? ¿Quizás trabajó
con tu esposo, o ustedes lo conocieron en una fiesta? Quizás su aspecto también fue
alterado.
Ella lo consideró por un largo momento, luego suspiró derrotada.
—Nada. Juro que nunca lo he visto antes.
—Bueno, él mostró su verdadero rostro, así que eso es algo. Sólo tendremos que ser
cuidadosos durante los próximos días, mantener nuestros ojos abiertos.
Y esperar que la policía o Joaquín averiguaran la verdadera identidad del farsante antes
de que él hiciera su movimiento.

225
Lo cual sería pronto, ahora que había sido alertado.
—Lo siento, Zack.
Su expresión desconsolada retorció su corazón.
—Olvídalo, hermosa. Lidiaremos con esto como lo hemos hecho con todo lo demás.
¿Hambrienta?
—Famélica —dijo obviamente agradecida por el cambio de tema.
—¿Quieres detenerte de camino a casa por comida para llevar?
—Suena fabuloso. ¿China?
—Muy bien.
Zack se detuvo en un restaurante en un centro comercial sobre el camino a las afueras
de la ciudad, corriendo a recoger carne con brócoli para él, y pollo agridulce para Cori.
El aroma hizo agua su boca durante el viaje... pero no tanto como la indirecta de ella
sobre una seductora sorpresa para más tarde.
Perro cachondo, se regañó. La agotaste, luego tuvo una tarde terrible. Dale un respiro.

Comieron en la mesa de café en la sala de estar frente a un fuego acogedor que él


encendió en la chimenea. Hablaron de temas intrascendentes, relajados, y saborearon
la compañía del otro.
La entretuvo con historias de llamados cómicos a los que la Estación Cinco había
respondido. Uno en particular se destacaba en su memoria.
—Entonces, llegamos a la casa de este anciano y él dice: “La voz no deja de
hablarme”. Nosotros pensamos, Genial, este hombre está senil, pero Six-Pack le pregunta
qué está diciendo la voz. El anciano dice, “No lo sé, no lo sé.” Todos estamos perplejos
y Six-Pack pregunta, “¿No sabe qué está diciendo?” y el anciano se enoja y grita, “¡Eso
es lo que está diciendo! ¡No lo sé, no lo sé!”

Cori rió y atravesó otro trozo de pollo.


—¿Realmente oía una voz?
—Sí. Estamos revisando la casa del hombre cuando Tommy y Eve comienzan a reír,
intentando controlarse porque no quieren que el pobre hombre piense que se ríen de él.
Todos vamos a ver y ellos se quedan en el pasillo. Tommy señala una alarma de humo
en el techo y la cosa está diciendo “batería baja, batería baja”34.

Él adoraba el sonido de su risa ronca, el fuego que iluminaba sus ojos atigrados y su

34
N. de T.: juego de palabras, “No lo sé” en inglés se traduce como “I don't know”, mientras que
“batería baja” es “battery low”. La fonética es muy similar.

226
piel dorada, encendiendo su cabello. Amaba todo acerca de ella.
—Ya no luces hambriento de comida —dijo ella, sus labios curvándose en una pícara
sonrisa.
—¿Puedes culparme? Te advertí antes que quizás te gustaría dejarme descansar,
¿recuerdas?
—Oh, ciertamente lo recuerdo y estabas equivocado. También me voy a divertir
demostrándolo. Ahora mismo. —Se puso de pie y señaló las cajas de comida para
llevar—. ¿Terminaste?
—¿Con la comida? Oh, sí.

—Impaciente, ¿verdad? Déjame deshacerme de esto. Luego iré arriba a ponerme algo
más... apropiado. Cuando regrese, espero encontrarte frente al fuego. Desnudo. —Se
fue a la cocina para botar las sobras.
¡Demonios! Su entrepierna se apretó hasta el punto de la estrangulación. Cuando ella
regresó, él se señaló a sí mismo con la mano.
—Junior y yo queremos presentar una queja sobre estar desnudos mientras tú
permaneces vestida.
Acercándose, ella deslizó una mano por su pecho. Lentamente.
—¿Eres o no mi esclavo sexual rebosante de esa maravillosa resistencia que
discutimos?
—Mierda —susurró él, su verga dando un tirón detrás de su cremallera—. Un esclavo
sexual, a su servicio.
Lanzándole un guiño descarado, ella subió las escaleras. Él se quedó mirando su
trasero moviéndose de un lado a otro por un momento antes de salir de su estupor e ir
tras ella. En el baño de invitados que había estado usando cepilló sus dientes, luego
pasó un minuto estudiando su reflejo en el espejo.
Nada mal. Un poco nerd, quizás, un esclavo sexual usando gafas, pero a Cori le
gustaban. Eso resolvía cualquier idea de eliminarlas por algo que Tommy llamaba más
genial.

Se sonrió a sí mismo. No tengo que ser genial. Cori me ama como soy.

Sacándose la ropa, la lanzó en la cama de invitados que no había usado en semanas. Se


sintió ridículo trotando escaleras abajo, su pene erecto ondeando como una bandera,
pero su incomodidad se evaporó mientras se preguntaba qué había planeado ella.
Por varios minutos, miró el fuego e intentó imaginar escenarios sexies, pero una

227
imaginación vívida no era su fuerte. O quizás simplemente era ingenuo. Cualquiera
fuese el caso, en sus fantasías más salvajes no podía haber predicho su plan.
—Vaya, vaya. Que buen trasero. Y es todo mío.
Volviéndole la espalda a la chimenea, quedó boquiabierto de asombro. Cori estaba
vestida como una chica de un harén. O una princesa árabe. Sí, eso era. Su mujer era
realeza pura e impresionante.
Madejas de diáfano material color zafiro fluían por sus brazos y largas piernas hasta
sus bonitos pies desnudos. Lustroso cabello castaño caía más allá de sus hombros.
Pañuelos envolvían su cuello delgado y colgaban más allá del brillante corpiño,
enfatizando la hermosa hinchazón de pechos generosos, hasta su ombligo. Éste había
sido adornado con una joya azul a juego. Jesús, quería trazarlo con su lengua. Y más
abajo, hasta el triángulo de tela que apenas cubría su sexo.
—¿Te gusta lo que ves?
—Dios, sí —graznó él, dando un paso hacia ella.
—No, quédate justo en donde estás. No te muevas.
Caminando silenciosamente hacia el estéreo, Cori lo encendió y seleccionó una
estación de radio que tocaba una canción de blues lenta e instrumental que a él le
recordaba a whisky y a sexo. Con los puños apretados, esperó atormentado.
No tuvo que retorcerse por mucho tiempo. Ella caminó al comedor, y regresó con una
de las sillas de respaldo alto de la mesa. Poniéndola frente a él, la señaló.
—Siéntate —ordenó, la orden caliente y sensual como mediados de Agosto—. Eres mi
público cautivo. Literalmente.
Él hizo lo que le dijo. Apenas sintió la fría madera presionando su trasero y testículos.
Algo le dijo que no estarían fríos durante mucho tiempo.
—¿Y ahora qué?
—¿Quieres ir donde quiera te lleve, mi sexy esclavo?
—¿Tienes que preguntar?
Le dio a la erección que palpitaba entre sus piernas una mirada maliciosa.
—Supongo que no. Está bien. A partir de ahora, no hables, sólo... siente. Olvida
quienes somos y permítete disfrutar.
Era la orden más fácil que había recibido jamás, ya que no podía hacer nada más
excepto sentir. Cuando ella comenzó a moverse con la música, él no podría haber dicho

228
una palabra de todos modos. Todo acto de habla lo abandonó cuando ella levantó los
brazos sobre su cabeza, balanceándose. Sus caderas ondeaban al tiempo del ritmo
perezoso. Lo observaba, sus movimientos una mímica perfecta de hacer el amor.
Estaba haciendo uno de sus exóticos bailes para él, se dio cuenta de pronto. En una
forma rezó fervientemente para que no lo hubiera hecho con nadie más. En el
momento siguiente, no le importó. Ella no era una bailarina; era su princesa. Él existía
solamente para satisfacer lo que fuera que ella deseaba.
Hipnotizado, observó mientras ella sacaba uno de los pañuelos de alrededor de su
cuello. Lo hizo girar y lo agitó en el aire, creando patrones fascinantes. Aumentando
gradualmente la anticipación.
Luego le bailó, tomándose su tiempo. A su lado, ella le cubrió el cuello con el pañuelo,
deslizándolo por su pecho. Su piel se erizó ante la decadente sensación de la tela
deslizándose por su vientre. Por su ingle que dolía. Ella se inclinó, sus pechos cerca de
su rostro, lo suficiente para probarlos si giraba la cabeza. Pero este era el show de ella,
y él moría por averiguar lo que tenía planeado.
—Pon tus brazos detrás de ti y cruza tus muñecas —dijo ella suavemente en su oído.
Él obedeció, su corazón latiendo como loco tras su esternón. Seguramente ella no
pretendía...
¡Por Dios, era así! Una protesta casi escapó, pero él la aplastó, sin querer poner fin a su
juego. Se sentó incrédulo mientras ella unía sus muñecas con el pañuelo, atándolas a la
parte trasera de la silla.
Haciendo un sonido de satisfacción en su garganta, ella se paró frente a él una vez más.
Con una sonrisa felina, quitó los dos pañuelos que quedaban y los deslizó por su
cuerpo igual que antes, dejándolo temblando.
Esta vez, ella se arrodilló a sus pies. Los ojos de él la siguieron, y pestañeó ante la gota
perlada de líquido preseminal formándose en la punta de su pene. Cristo, esperaba ser
capaz de contener el explosivo orgasmo que se formaba en sus testículos. Finalmente
había experimentado el gozo de hacer el amor, pero nunca había sido seducido.
Tomado.

—Abre tus piernas en el ángulo de las patas de la silla.


La posición lo dejaba completamente vulnerable... especialmente cuando ella ató cada
tobillo a las patas de la silla. Estaba con las piernas abiertas y desnudo frente a su
amante, suyo para hacer lo que ella quisiera. Una oscura emoción corrió por sus venas,
drogándolo.
Él quería esto, ser reclamado por ella, más de lo que había deseado otra cosa en su
vida.

229
De pie, ella revisó su obra y comenzó a balancearse con la música una vez más.
—Hermoso —murmuró ella—. Un banquete para ser saboreado.
Provocándolo, le mostró la espalda y comenzó a sacar la vaporosa tela de sus brazos y
piernas. El revestimiento se desprendió fácilmente, dejándola vestida sólo con el
sujetador y la tanga. Él no podía apartar los ojos de la cuerda brillante que separaba los
cremosos globos de su trasero.
Llevando las manos a su espalda, soltó el broche de su sujetador, dejando caer los
tirantes. Luego desató los hilos alrededor de su cuello, arrojando el sujetador a un lado.
Se volvió para enfrentarlo.
Zack inhaló bruscamente. Cabello sedoso enmarcaba sus pechos desnudos y perfectos
y sus pezones rosados. Esa diosa era suya. Aún se le hacía difícil creer su buena
fortuna.
Ella se acercó, se arrodilló entre sus rodillas separadas. Inclinándose hacia adelante,
lamió la perla de esperma de la punta de su pene.
—Mmm. Tan bueno. Te gusta estar a mi merced, veo.
Succionó la coronilla, sacando el aire de sus pulmones. El pensamiento coherente
huyó y fue un verdadero esclavo de su servicio, su cuerpo era de ella para lamer y
probar. Su pequeña lengua rosada recorrió su longitud febril, atendiendo cada
contorno. Delgados dedos manipulaban sus testículos, tensos de deseo. Luego lo tomó
en su boca, succionándolo profundamente, atormentado la carne turgente. La visión de
sus labios acariciando su verga casi lo acaba y sus caderas se levantaron de la silla. Un
gemido bajo se le escapó, una súplica sin palabras.
Liberándolo, ella se puso de pie. Abrió sus piernas y se sentó sobre la silla, sus muslos
en la parte externa de los de él. La posición empujó sus pechos hacia su nariz y puso su
feminidad peligrosamente cerca de su verga.
—Y ahora, tu baile erótico privado, cariño. Relájate y goza.
Bajando su pubis, se puso en cuclillas sobre él, permitiéndole a su pene rozar su sexo
mientras ella se retorcía en un ritmo hipnótico. Apenas el más mínimo contacto de
calor contra su resbaladiza feminidad. Nada más.
Con las manos sobre sus hombros, ella lanzó su cabeza hacia atrás, causando que una
lluvia de seda color miel cayera en cascada alrededor de ambos. Sostuvo su mirada a
través de ojos entrecerrados, una seductora criatura sexual que amaba el poder que
ejercía sobre él.
También él lo hacía. Su respiración serruchaba sus pulmones y supo que no aguantaría
mucho más. Estaba desesperado por estar dentro de ella cuando acabara, donde

230
pertenecía.
Ella depositó un ligero beso sobre sus labios, deslizó sus dedos por su mejilla.
—Dime lo que quieres, esclavo.
—Dios, por favor...
—Dilo.
Estaba perdido.
—¡Fóllame, por favor!
Afirmándose con una mano sobre su hombro, con la otra guió la punta de su verga
hasta su entrada. Se detuvo con él un par de centímetros dentro de ella y él pensó que
su corazón estallaría.
—Mírame follarte —dijo ella.
—Sí, yo... ¡Aah, maldición!

Un hilo de sudor rodó por su sien. Sus ojos se fijaron en su vaina tragando su longitud
pulsante. Centímetro a centímetro, incendiándolo de adentro hacia afuera. Abajo, más
abajo hasta que ella se sentó en su regazo con él enterrado dentro suyo.
Comenzó a montarlo, arriba y abajo y su mente quedó en blanco. Él era suyo, su
juguete, su instrumento de placer. Nunca había sentido nada como esto, tan oscuro y
sensual. Completamente poseído por otro, queriendo que nunca acabara la tortura.
—¡Siii, nena! Fóllame, úsame... por favor, ¡no te detengas!
Con un gemido gutural, ella aumentó el ritmo, empalándose en su vara. Más rápido,
más fuerte, sus paredes femeninas apretándolo y acariciándolo hasta el frenesí. Él
empujó a su encuentro, incapaz de controlarse. Fuera de control, sus cuerpos
chocándose.
Ella lo montó con abandono, precipitándolos de cabeza hacia el borde. La ahora
familiar recolección de la inminente explosión hormigueó en la base de su columna y
entonces...
—¡Oh! ¡Oh, Dios, nena! ¡Sí!
Disparó en lo más profundo de su útero con un grito ronco, liberación bendita y
exquisita. Una y otra vez, su verga ordeñada hasta la última gota. Con los brazos
enlazados alrededor de su cuello, ella presionó contra él, temblado con su orgasmo,
pequeños sollozos incoherentes saliendo de sus labios.
Cayó sobre él y permanecieron juntos, luchando por aire. Por cuánto tiempo, él no lo

231
supo.
—Jesucristo —susurró él—. Eso fue... increíble.
Ella le dio una sonrisa traviesa.
—¿Te gustó?
—En serio, ¿qué crees?
—Que Junior jamás será el mismo. —Se movió sobre su regazo para dar énfasis.
—Nena, hiciste volar mi cabeza. ¿Puedes ver mis sesos?
—No, sólo un hombre increíblemente sexy.
Bueno, él estaba muy lejos de ser sexy. No iba, sin embargo, a discutir.
—Prométeme algo —dijo él de repente.
—Lo que sea —respondió ella sin dudar.
—Prométeme que nunca más harás un baile erótico para otro hombre. —Aun cuando
ella nunca había permitido que un cliente la tocara, la idea lo rasgaba en mil pedazos.
—Tengo una mejor, bombero. —Se inclinó hacia adelante, mordisqueando a lo largo
de su mandíbula—. ¿Qué dirías si te digo que me había retirado del baile exótico...
excepto cuando bailé para ti?
Si él hubiese estado de pie, sus rodillas se habrían doblado de puro alivio.
—Diría que esas son las mejores noticias que he oído, hermosa.
—Encontraré una forma de terminar de pagar mi educación, Zack. Una que no
involucre bailar o tocar el sucio dinero de Alex. —Ella sonrió, su amor extendiéndose
para envolver hilos alrededor de su alma—. Nunca haría nada que te lastimara. Te
amo.
—También te amo, cariño.
—Lo financiaré.
—Lo haremos juntos, como lo hace el resto de la población. —Él beso su nariz, la
única parte de ella que podía alcanzar atado de pies y manos—. ¿Nena?
—¿Hmm?
—¿Puedo ser tu esclavo sexual más a menudo?
—Cuando quieras.

232
Él suspiró, la felicidad ya no era un ideal intangible por siempre fuera de alcance.
—Esa es la segunda mejor noticia que he oído jamás.

233
Capítulo 17
Traducido por LizC
Corregido por La BoHeMiK

C
ori se aferró a la mano de Zack cuando él la empujó a través de la multitud la
noche del sábado en el Watering Hole. El establecimiento era antiguo y
desgastado, sus paredes cubiertas con amarillentas fotografías enmarcadas y
recuerdos locales, tales como banderas de secundaria y trofeos. Probablemente porque
el dueño se había graduado aquí en el condado de Cheatham o eso dijo Zack. Los
clientes eran de la clase obrera, estridente y estaban aquí por un buen tiempo, el
ambiente era agradable.
Sin embargo, Cori estaba nerviosa por conocer a los amigos de Zack en un entorno
social, Eve Marshall en particular. Ah, Cori podía llevarla en una pelea justa si eso era
todo a lo que se reducía, pero una pelea no resuelve nada. No cuando la mujer tenía el
respeto y la influencia sobre los chicos en la Estación Cinco.
Con esperanza no llegarían a eso. A ella le gustaba pensar que la conexión frágil que
habían comenzado a desarrollar el día del atentado contra Zack había sobrevivido.
—Estamos a punto de descubrirlo —murmuró. Gracias a Dios que le había dicho a
Shea para encontrarse con ellos aquí. Zack tenía un montón de amigos. No era como
si alguien se daría cuenta de otro cuerpo atascado en este lugar; y con su propia amiga
al lado sería divertido.
Cori visualizó a Eve a medida que se acercaban a un grupo de mesas a lo largo de la
pared izquierda, al frente cerca de la barra. La banda había requisado tres mesas y Cori
reconoció al resto de los compañeros de Zack uno por uno. Verlos en ropa de calle y
dejar sus cabellos suelto le provocó un momento de extrañeza, el cual rápidamente
disipó.
Bomberos a juego. Ñam.
Podría estar reservada, pero no estaba muerta.
El joven, el rubio magnífico a morir, Tommy Skyler, estaba coqueteando con la linda
camarera que tomaba su orden de bebidas. Howard y Kat Paxton estaban sentados a
su lado, charlando con Sean Tanner, Eve Marshall, y un hombre de raza que Cori no
había conocido. Cori no perdió de vista la forma en que los ojos verdes de Sean se
entrecerraron ante la compañía de Eve; quien en realidad era bastante llamativa, con

234
un marco delgado y un rostro anguloso. Interesante. Se preguntó si alguien más sentía
las vibras del capitán, sobre todo Eve.
Los dos únicos que no participaban en conversación con los otros fueron el sexy Julian
Salvatore y su cita, una mujer hispana de cabello largo oscuro color canela. La pareja
parecía en cierto modo estar aparte del resto, de alguna manera. Julian tenía un brazo
cruzado sobre el respaldo de la silla de la mujer de una manera familiar. Mientras que
parecían cómodos unos con otros, la misma facilidad no parecía aplicarse al resto del
grupo. Julian se sentaba con un tobillo apoyado casualmente en su rodilla, pero su
lenguaje corporal irradiaba tensión. A diferencia de su cita, él no estaba sonriendo
mientras tomaba una servilleta con su mano libre.
—¡Hola, Zack!
El saludó en pleno auge de Howard fue acompañado con gritos, golpes de mesa,
seguido de aplausos en la espalda de su amigo y golpes en el brazo cuando él y Cori se
les unieron.
Las tres mujeres, incluida Eve, sonrieron y le dieron un cálido saludo a Cori,
aligerando el dolor de cabeza a la espera de aprisionar sus sienes. Bueno, así que no
fueron abrazos y besos de aire, pero era un comienzo. Por lo menos no tendría que
preocuparse de desviar dardos envenenados toda la noche.
Después de que el ritual de golpes masculino exuberante se calmó, ella y Zack se
sentaron en el otro lado de Julian y su dama, frente a Tommy. El pícaro de ojos azules
pálidos le lanzó a Cori una sonrisa con hoyuelos, dándole una profunda mirada una
vez más, incluso mientras hablaba con Zack.
—Demonios, Einstein, ¿dónde encontraste a la Sra. Botín delicioso?

Cori soltó una breve carcajada, sin saber si debía estar ofendida. Algo le decía que el
chico era inofensivo, solo afectado por un caso de verborrea y violentas hormonas, al
igual que la mayoría de los chicos de su edad. Dado que Zack tomó el comentario de
Tommy con calma, pensó que había acertado.
—Su nombre es Cori y es la chica que rescatamos del accidente del puente el mes
pasado, idiota.
Los cándidos ojos claros de Tommy se abrieron de par en par y estudió a Cori más de
cerca.
—¡Oh, amigo! Vaya, lo siento. No te reconocí. Quiero decir, ese día estabas toda
mojada y esas cosas…
—No hay problema —intervino Cori. Ella no necesitaba que le recordaran lo mal que
se veía en la sala de emergencia, mientras que Zack luchaba por su vida.

235
—De todas formas, es bueno conocerte. Oficialmente, quiero decir.
Cori le devolvió la sonrisa a Tommy. Ella no pudo evitarlo. El chico era un libro
abierto y hermoso como un ángel caído. Alguien como él debería haber sido llevado a
actuar o modelar y se preguntó por qué no lo había hecho.
—Me recuerdas a alguien —le dijo a Tommy.
Lo cual por supuesto, le hizo hinchar el pecho, agraciarla con una perezosa mirada de
párpados pesados con unas espesas y oscuras pestañas que podrían haber quemado su
ropa interior que era diez años más joven.
—La mayoría de la gente dice que me parezco a Brad Pitt, ya sabes, antes de que se
hiciera viejo.
¿Viejo? Ella apenas pudo contener la risa.

—No, eso no es lo que yo pensaba.


Su rostro se ensombreció.
—¿En serio?
—Sí, vamos a ver... ¡Ya lo tengo! Me recuerdas a Robert Redford, cuando era joven.
—¿Quién? —Parecía genuinamente desconcertado.
—Oh, Dios —Zack se quejó—. Eres un perdedor.
Tommy le disparó de vuelta.
—No estaba hablando contigo, geek.
—Búscate tu propia cita, niño bonito —le devolvió Zack, poniendo su brazo alrededor
de ella.
—Tal vez lo haré.
Sus bromas mantuvieron un tono afectuoso que Cori sospechaba era la rutina habitual
con los hombres. Se relajó aún más, comenzando a divertirse mucho.
La mesera tomó el resto de las órdenes de sus bebidas. Todo el mundo ordenó cerveza,
a excepción de Julian quien pidió una Patrón Silver, Howard y Cori quienes ordenaron
Coca-Cola. Nadie comentó sobre la abstinencia del teniente, por lo que Cori supuso
que no era un bebedor.
—Cori, esta es mi buena amiga Carmelita Gutiérrez —dijo Julian a su lado—. Dulce,
esta es la belleza de Zack, Corrine Shannon.

236
—Hola —dijo Cori.
Carmelita le devolvió el saludo. Era tranquila y confidente, pero no estirada. ¿Eran ella
y Julian amantes? Es difícil de decir. Antes de que Cori pudiera especular más, Eve se
acercó a presentarles a su compañero. A partir de este, y la forma en que los ojos
oscuros del hombre se lanzaron sobre el grupo, Cori supuso que no había pasado el
rato con ellos antes.
—Hola chicos este es Drake Bowers —dijo Eve, enganchando su brazo con el suyo—.
Es profesor de coro en la Secundaria Sugarland. —Su cita sonrió, asintiendo con la
cabeza hacia ellos.
Drake saludó a Cori como un hombre educado, tímido. También era muy bien
parecido, a pesar de las rastas, que a Cori no le interesaban en ningún hombre. Sin
embargo, no llegaba a la altura del duro e inflexible Sean Tanner, con sus
características duras y ojos tristes.
Quién tomó un trago largo de su cerveza, ensartando al profesor desprevenido con una
mirada lo suficientemente afilada como para cortar vidrio.
Guau. Esperaba nunca conseguirse en la lista negra del capitán. ¿Sabía Eve que Sean
estaba hirviendo en un fuego lento?
—¿Quién se apunta para el billar? —Tommy rebotó de su asiento, apuntando a una
mesa abierta.
Howard se levantó, elevándose sobre todos los demás.
—Yo. ¿Chicas contra chicos?
—¡Woo-hoo! Cuenten conmigo —gritó Kat—. Vamos, señoras, ¿quién está conmigo?
—Yo —dijo Eve.
Eve y Kat tenían ventaja sobre la unión femenina, notó Cori. Ellas compartían una
sencilla camaradería y Kat encajaba muy bien con el grupo. Pensando en sus propios
hermanos, con su relación tensa y complicada; Cori fue sorprendida con un ataque de
nostalgia, pero la descartó. Tenía a Zack y Shea, quien se había convertido en la
hermana que siempre había querido.
Como si hubiera conjurado a su amiga, Shea se materializó a su lado y la abrazó con
fuerza. Su cabello castaño rizado caía en ondas rebeldes por sus hombros y le hizo
cosquillas en la nariz de Cori.
—¡Siento llegar tarde! Me costó mucho alejarme de la sala de emergencia esta noche.
—No llegas tarde. Acabamos de empezar.

237
Su amiga tomó el asiento desocupado de Tommy cuando otra ronda de presentaciones
se produjo. En el otro extremo de la mesa, Julian comenzó una conversación con
Drake, preguntándole acerca de sus estudiantes de secundaria, mientras que Sean
escuchaba y tomaba un sorbo de cerveza.
Shea tendió una mano a Zack.
—Hola, soy Shea Ford. No creo que en realidad nos hayamos conocido.
Zack miró su mano en sorpresa y luego la sacudió brevemente, obviamente encantado
por su actitud sencilla.
—Soy Zack, pero creo que Cori ya te ha hablado de mí.
—Cada segundo que está despierta —Puso sus ojos en blanco y arrugó su insolente
nariz llena de pecas—. Tiene todo tipo de lindos nombres de mascotas para ti, como
Súper…
Cori le dio un manotazo a lo largo de la mesa, jadeando.
—¡Oh, vaya amiga eres, rompiendo el sagrado Código de Chicas!
—No quiero saber —dijo Zack, sus mejillas enrojeciendo.
—Sólo iba a decir Súper sabio.
Zack no se lo creía.
—Jesús —Agitó una mano, deseoso de cambiar de tema—. Gracias por permitirle a
Cori quedarse en tu apartamento mientras estoy en turno. Te lo debemos.
—No hay problema. Nos hemos divertido pasando el rato, pero espero que atrapen al
que está detrás de los ataques contra ti, rápido. Shane me dice que este lo prohíbe; es
un escurridizo maldito fantasma —dijo ella con disgusto.
Zack asintió con la cabeza.
—Sí. Es como si el hombre no existiera. No tienen huellas sobre él y ha alterado su
apariencia probablemente más de una vez. Ni siquiera pueden conseguir un parecido
físico de las listas de los más buscados.
Cori hizo una mueca.
—Uf. ¿Tenemos que hablar de eso esta noche?
Zack le tomó la mano, y la llevó a los labios.
—Tienes razón. Lo siento, nena. Vamos a divertirnos.

238
—Voy a vomitar —dijo Shea.
Se rieron y Zack dirigió el tema hacia la forma en que Shea conoció a Cori. Shea lo
entretuvo con la historia de cómo a ella se le pinchó un neumático en la I-49, sin nadie
en los alrededores por kilómetros y su hermano no respondía a su teléfono celular. La
dudosa ayuda llegó en forma de Cori, que acababa de llegar a Sugarland, su camioneta
cargada con sus cosas. Al igual que Shea, no tenía ni idea de cómo cambiar un
neumático. ¿Pero qué tan difícil puede ser?
Una hora más tarde, riendo y cubiertas de grasa, estaban en camino de convertirse en
amigas rápidamente. Lograron sacar el neumático pinchado, pero nunca lograron
colocar el repuesto y Shane finalmente llegó para salvar el día. En el momento en que
él había terminado, ella se había apegado a Cori, como lo hizo a muy pocas personas
con tanta rapidez y Cori tuvo un lugar para quedarse mientras buscaba apartamentos.
La mesera regresó y Shea pidió una copa de vino blanco. Howard y Tommy se
pasearon alrededor; Cori capturó el brillo muy interesado en los ojos claros del hombre
más joven a medida que estudiaba a Shea. Howard habló primero.
—Hombre, las chicas patearon nuestros traseros. Ganaron el juego —Al darse cuenta
de Shea, el teniente ladeó la cabeza—. Hola, soy Howard. Te ves muy familiar.
La actitud alegre de Shea se ensombreció un poco.
—Mi hermano gemelo es detective. Él trabajó en tu caso hace unos meses. No es que
Shane se haya ido de la lengua acerca de ti o los detalles, pero leí los periódicos…
—¿Tu hermano es Shane Ford? —Howard le dio una resplandeciente sonrisa—.
Cualquier hermana de él es amiga mía y de Kat.
La camarera le tendió a Shea su copa de vino y se fue. Shea alzó la vista hacia el gran
hombre, vacilante.
—Eso está muy bien de tu parte, pero... —Mordió su labio, luego suspiró—. Mi
hermano todavía tiene pesadillas sobre tu balacera. Él se culpa por lo que te pasó.
Howard miró atónito.
—Cristo, ¿por qué? Hizo todo lo posible para resolver el caso. Nadie podría haber
predicho lo que estaba pasando.
—Bueno, ese es mi hermano. Él siente que ha fallado.
—De ninguna maldita manera. Se lo diré yo mismo.
—Simplemente no menciones que he dicho algo, si no te importa.
—No lo haré —prometió el teniente—. Gracias por decírmelo.

239
Tommy se aclaró la garganta.
—¿Me van a presentar a la nueva nena?
Shea se puso rígida; Cori sonrió interiormente, mientras ella y su amiga
intercambiaron una mirada de complicidad. Belleza Hollywoodense o no, Shea tenía
un verdadero problema con exactamente el tipo de Tommy: inmaduro, gobernado por
su libido y poseía un vocabulario que incluye palabras como “amigo” y “nena”.
—Soy Shea —dijo ella con frialdad. Ella no; notó Cori, extendió su mano como había
hecho para saludar a Zack.
—Tommy Skyler —Su abierta sonrisa contagiosa parecía no tener ningún efecto
positivo sobre el objeto de sus atenciones. Sin embargo, no era nada más que
persistente—. ¿Alguna es buena en el billar35?
Lo miró desde debajo de sus pestañas. Tomó un sorbo de su vino tranquilamente.
—Tengo lo mío.
Todo el mundo sabía que ella no se refería al billar. La línea estaba trazada en la arena.
Ella no estaba en lo más mínimo impresionada por su encanto juvenil y no ocultó nada
al respecto. Todos observaron, espectadores ávidos cuando la pareja se impulsó y se
pusieron de pie.
—¿Quieres ir a una ronda? —Su voz, baja y sexy caía con el doble sentido.
—No, gracias.
—¿Tienes miedo de perder?
Ella cuadró los hombros hacia atrás, levantó la barbilla.
—Soy una enfermera de la sala de emergencia. Muy poco me da miedo.
—Excepto un simple juego de billar.
Touché. En un momento de claridad cegadora, Cori sabía que este hombre no era el
tonto chico bonito que hacía creer a todo el mundo que era. Se preguntó si Shea se dio
cuenta, también.
Parece que sí. Los labios de su amiga se curvaron en desafío.
—Vamos a jugar.
Voraces silbidos los siguieron mientras Tommy tomaba su mano y la llevaba a otra
mesa abierta. Percibiendo sus dudas, Zack le apretó la mano a Cori.
—No te preocupes, va a estar bien con Tommy.
35
N.T: “pool” en español además de “billar” puede significar “felación”.

240
—Será mejor que lo esté o Shane irá como Hannibal Lecter tras su trasero. Y no va a
ser el cerebro del hombre lo que se comerá.
Él la abrazó con fuerza, plantándole un dulce beso en los labios.
—Te amo.
—¿Tratando de distraerme?
—¿Está funcionando?
Acurrucándose a su lado, apoyó la cabeza en su hombro.
—Por supuesto. También te amo.
—Dios, basta de la basura sensiblera —se quejó Howard, tomando una silla vacía.
Zack rió.
—Lo dice el Sr. Caballero Andante. ¿Kat sigue teniendo que aplicarte gasas con
antiséptico sobre los rasguños en tu espalda, niño grande?
Howard le dio una completa sonrisa que parecía decididamente peligrosa, flexionó los
brazos, por lo que sus bíceps y enorme pecho tensaron su camiseta.
—Ten cuidado, amigo mío. No me gustaría tener que romperte por la mitad, justo
cuando logramos juntarte de nuevo.
La tarde pasó rápidamente, los chicos bromeando unos a otros con entusiasmo. Todos
se divirtieron, incluso Julian y Carmelita quienes finalmente aflojaron, uniéndose a
unas cuantas rondas de billar y dardos. Todos, excepto Sean, que se quedó muy
tranquilo, bebía demasiado... y miraba a Eve con una mezcla de añoranza, ira y una
carga de confusión.
Eso no puede ser bueno. Pero como ella no conocía a los amigos de Zack muy bien
aún, no era su lugar de expresar una opinión.
Entrecerrando un ojo, Cori dirigió un dardo en el blanco a unos cuantos metros. Dejó
que el pequeño misil saliera volando, y resopló cuando se incrustó en la pared unos
buenos tres metros a la derecha de la meta.
—Bueno, ¡maldita sea! Apunté justo directo en el centro del blanco.
A su lado, Zack rió y puso ambos brazos alrededor de sus hombros, dándole un abrazo
feroz.
—¿Qué tal un concurso de dardos? El perdedor tiene que desnudarse para el ganador
cuando lleguemos a casa.

241
—Yo ya te di un espectáculo —Se volvió y miró de reojo a Zack—. Es tu turno.
—Oh, chico. Es hora de irnos —Él acunó su barbilla, el amor brillaba en sus ojos
azules—. Sabes, he estado practicando mi acto.
Sonriendo, se apretó contra la parte de él al que le gustaba la idea. Bastante.
—Ahora que lo dices. Llévame a casa y sedúceme guapo.
Rápidamente, se despidió. Los hombres estrecharon la mano con Zack, aplaudiendo
su espalda y las mujeres abrazaron a Cori. Ella se sentía muy en paz. Shea la abrazó de
último y Cori frunció el ceño repentinamente en preocupación.
—No me gusta dejarte aquí.
Ruborizándose, su amiga señaló a su nuevo admirador flotando en el fondo.
—Tommy dijo que se aseguraría de que llegué a mi auto a salvo. Ustedes dos
váyanse… me estoy divirtiendo.
—¿Estás segura?
—Sí. Yo te llamo —le susurró con voz conspiradora.
—¿Me darás detalles?
—¡Por supuesto!
—Chicas —murmuró Zack—. Vamos, nena.
Le pasó un brazo alrededor de sus hombros y ella se inclinó hacia él, rodeando a su
esbelta cintura a medida que los dirigió hacia la salida. Entraron en la enérgica noche
de febrero y el aire limpio, el olor del río Cumberland cercano, sorprendió a sus
sentidos como una bofetada después del ambiente sórdido del centro de billar.
Aspiró una bocanada de aire fresco y capturó el olor del perfume especiado de Zack,
también. Era cálido, fuerte y sólido en contra de su lado. Suyo.
De repente no había nada que quisiera más en el mundo que su cuerpo cubriendo el
suyo. Alrededor y dentro de ella, haciéndole el amor dulcemente toda la noche. Sin
bufandas o accesorios. Harían su propia música, juntos.
—¿Zack?
—¿Umm?
—¿Cuándo recibiré mi sorpresa? ¿En la que has estado trabajando?
Casi podía sentir su radiante sonrisa cuando respondió—: En la mañana, cuando salga

242
el sol.
—¿Por qué tengo que esperar? ¿Y por qué tan temprano?
Él se rió entre dientes.
—Ya verás, hermosa.
—Bueno. Porque tengo una sorpresa para ti, también.
—¿Dame una pista?
—De ninguna manera.
Se dirigieron por el lado del edificio hacia el otro extremo de la plaza de
estacionamiento, los zapatos crujiendo en la grava. La anticipación de tenerlo en su
casa y en la cama apresuró sus pasos.
—¿Vas a un incendio? —Él bromeó.
—No, ese es tu trabajo. El mío es desnudarte tan pronto como sea posible.
—Si no te duermes primero.
—¡Ja! Sólo espera…
Llegando a una abrupta parada, quitó su brazo de su hombro y le tomó la mano. Tiró
como si estuviera en alerta.
—Espera un segundo.
Parpadeando, miró alrededor de la plaza de estacionamiento llena de vehículos.
—¿Qué pasa?
—Está muy oscuro aquí afuera.
—Es después de la medianoche, tonto.
—Eso no es lo que quiero decir —Se mantuvo quieto, explorando el estacionamiento.
Cada músculo de su cuerpo parecía rebotar. Alerta. Su intensidad la ponía nerviosa, y
el cosquilleo en su nuca envió un trino de miedo que le recorrió la espalda.
—Zack, ¿dónde está tu auto?
Señaló hacia las sombras.
—Justo ahí mismo.

243
—¿Dónde…? Oh, yo lo veo, a duras penas —Ella se estremeció, tirando de él, deseosa
por irse—. Vamos.
—No, espera —Después de un breve silencio, señaló el lateral del edificio, y luego a
los tres postes distribuidos en intervalos por todo el estacionamiento—. Las luces están
apagadas. Todas ellas.
—¿Un corte de energía?
—Están rotas.
Ella lo vio entonces. Los fragmentos de vidrio brillando en la luz de la luna en la
acerca al lado del edificio.
—Zack...
—Está bien —dijo en voz baja—. Volvamos adentro y vamos a informarle al
administrador acerca de las luces. Esperaremos hasta que algunos de los demás estén
listos…
—El juego de espera ha terminado —se burló una voz detrás de ellos.
Su voz.
Se giraron juntos y Zack la empujó detrás de él, protegiéndola con su cuerpo. Cori
miró más allá de él, al hombre que estaba de pie a sólo unos metros de ellos y se aferró
de la camisa de Zack.
—¡Oh Dios, Zack! —El brillo de un cañón de pistola estaba apuntado en el centro del
pecho de Zack; frío y amenazante en la mano del hombre.
El terror inyectó su sangre con hielo. Se fijó en la forma del hombre, tan familiar... y
sin embargo no. Era alto, delgado; pero el cabello largo y rubio era historia. En su
lugar, rizos negros estaban despojados cerca de su cabeza, dándole a su rostro un
aspecto mucho más áspero, siniestro.
—¿Aún no lo has descubierto todavía, cariño? ¿Sabes quién soy?
Su voz. No era del todo la correcta y tampoco lo era su estructura facial. Algunos
ajustes en la nariz, frente, pómulos y casi cree…
—No —susurró ella con horror—. No puedes ser.
—¿Quién no puedo ser, Corrine? —Él se rió, disfrutando de esto—. ¿El mismo
Satanás? ¿Tu peor pesadilla surgida de las entrañas del infierno?
Si ella no se hubiera aferrado a Zack, se habría caído. Sus rodillas se convirtieron en
agua, su corazón estaba a punto de explotar.

244
—Alex.
Zack inspiró fuerte y lo dejó escapar una degenerada maldición, manteniéndola
firmemente detrás de él.
—Mantente de una puta vez lejos de ella, idiota.
—Oh, no lo creo. La querida Cori tiene algo que me pertenece —Alex agitó el arma,
sonriendo maliciosamente en la oscuridad—. Y a menos que ella esté preparada para
ver morir a su amante, tiene alrededor de cincuenta millones de dólares y una razón
para cooperar. Date la vuelta y empieza a caminar.

245
Capítulo 18
Traducido por Atenea y Akanet
Corregido por majo

Z
ack mantuvo a Cori delante de él cuando anduvieron hacia la parte trasera del
aparcamiento, su captor detrás de él. Rabia y temor se agitó en su estómago, y
él estaba enfermo con la necesidad de matar a este hijo de puta antes de que le
hiciera daño a ella.
Él no creyó durante un segundo que este hombre fuera su difunto marido resucitado.
Ella había pasado tiempo con él como Tony. Lo habría sabido. Un manierismo, una
frase. Él no podía haberse escondido para siempre detrás de una nueva cara. La cirugía
plástica cubrió la piel, no el alma putrefacta debajo.
Ella estaba impresionada y con miedo. Cuando su mente se despejó, se daría cuenta
que este hombre no era Alex. ¿Pero joder quién era él? Alguien quien no sólo deseaba
sus cincuenta millones pero claramente creía que tenía el derecho a la fortuna. Aquello
solo lo hizo muy peligroso.
Cuando alcanzaron el borde del lote, el pedido del hombre rompió el silencio.
—Sigan yendo a la línea de árboles, a la furgoneta aparcada allí.
Una vez que él los tenga en el vehículo y lejos de aquí, sus posibilidades de sobrevivir
se caían dramáticamente. Esas sombrías cifras bailaban en el cerebro de Zack, pero él
las empujó lejos. Una fracción de segundo. Todo lo que necesitaba para ir por el arma,
taclear a “Alex”, y permitir que Cori vuelva corriendo al bar por ayuda. El hombre no
podía vigilar posiblemente a ambos, sobre todo en la oscuridad.
Pero mientras alcanzaron la vieja furgoneta, su situación se sumergía a un nuevo nivel
más bajo. El bastardo había resuelto su plan bien. Rodeando a sus cautivos, él puso las
llaves de la furgoneta en el capot y retrocedió.
—Cori, tu manejarás —rompió él—. Iré en el asiento de pasajeros de adelante. Pero
primero, quiero que tu novio abra la puerta lateral y se ate en uno de los asientos del
medio.
Maldito, él había cubierto casi cada ángulo. Pero tal vez podía atacarle por la espalda.
Conseguir el arma o estrangular su lamentable culo.

Esto podría funcionar. Él subió en el viejo asiento directamente detrás del asiento del

246
pasajero y abrochó su cinturón de seguridad, tenso y listo para una oportunidad de
golpear. El arma era apuntada a Cori ahora, para asegurar su cooperación mientras
ella y Alex subían.
Con la cabezada del hombre, Cori arrancó la furgoneta. Zack trabajaba en el mejor
método de ataque cuando Alex dio vuelta en su asiento, su sonrisa salvaje y siniestra
en la luz elevada dentro del vehículo.
—Aquí, muchacho amante. Atrapa.
Algo liviano golpeó el pecho de Zack y aterrizó en su regazo. Perplejo, él miró abajo
—para ver una jeringuilla llena con un líquido claro. Su sangre corrió fría y peleaba
por encontrar una salida de esto. Se lo pegaría a su captor en cambio.
—Pondré una bala entre tus ojos antes de que termines el movimiento —rompió el
hombre sus pensamientos, señalando el punto en la cabeza de Zack—. Inyecta la
medicina en tu vena, mi amigo. Cada gota.
—No.
—Lo que está en la aguja no te matará, pero la bala sí. ¿Quieres que tu querida vea tus
sesos salpicar por todas partes el interior de la furgoneta, sobre ella? ¿Sobrellevar esta
noche verdaderamente larga con tu muerte en su conciencia?
Ah, dulce Jesús. Ayúdanos.

—Vas a matarnos de todos modos.


—La verdad es que si pero tú decides morir ahora, supongo que yo debería contarte lo
que le haré a ella después de que estés muerto. Después de que ella traslade el dinero a
mi cuenta, la montaré. Con fuerza. Toda la noche por mucho tiempo. Ella gritará
debajo de mí, pero ¿no lo sabrás, verdad? Ella gritará y pedirá piedad.
—Cállate. —El puño de Zack se cerró alrededor de la jeringuilla.
La rabia trituró su alma y él luchó por la razón. Control. Este hombre lo quería vivo
para jugar con él y Cori contra el uno al otro. Esto apestaba, pero él no tenía ninguna
opción. Manipularlo podría comprarles algún tiempo. Las manos extraordinariamente
estabilizadas, él no destapó la aguja.
—Zack, no —pidió Cori—. ¡Por favor no lo hagas!
Él no la miró cuando amplió su brazo. Colocó la punta de la aguja en una vena
azulada en el doblez de su codo. Empujado la sustancia desconocida en su corriente
sanguínea, cada último trozo.
El fuego y el hielo yendo a gran velocidad por su sistema, robando su aliento. Él jadeó,
su corazón se aceleró. Su cuerpo se aflojó y la jeringuilla cayó de sus dedos insensibles

247
Alex miró con lascivia, puro mal.
—Por supuesto, yo podría haber mentido.
¡No! Dios me ayude... Cori...

Su visión se puso gris y luego negra.


El último sonido que oyó fueron los gritos frenéticos de Cori persiguiéndolo hasta el
olvido.

***

Cori miró, horrorizada, como los ojos de Zack se cerraban. Su brazo colgando al lado
de él, la jeringuilla en el suelo de la furgoneta en la punta de sus dedos.
Podría haber mentido.

—¿Zack? ¡Zack! —Un grito brotó de su pecho, hizo erupción del centro de su ser. Ella
afrontó a Alex, poniendo el miedo salvaje de ella aparte—. ¿Está muerto? Porque si lo
está, ¡no me preocupa que me pasará! Tu precioso dinero puede pudrirse por lo que me
preocupa, ¡asqueroso animal!
La fuerte palmada en su mejilla tiró su cabeza atrás, haciéndole ver estrellas.
Trayéndola a sus sentidos. Tenía que pensar.

No, él no habría matado a Zack aún. Él la necesitó cooperando para conseguir el


dinero.
—¿Puedo comprobar su pulso? —Le irritó preguntar, pero por suerte, él consintió.
—Ningún movimiento repentino.
Ella asintió con la cabeza, mordiendo una réplica de sabelotodo. Girando, ella
alcanzado el brazo pendiente de Zack, tomando su muñeca entre sus dedos. Allí. El
alivio la inundó, y ella con cuidado movió su brazo, poniendo su mano en su regazo,
antes de dar vuelta y agarrar el volante.
—¿Dónde?
—Buena chica. Maneja hasta la calle y dobla a la derecha.
Cori siguió sus direcciones, rezando que Shea o uno de los amigos de Zack salgan del
bar y vean la furgoneta marcharse. Nadie lo hizo.

248
Desalentada, manejo fuera de la ciudad, la duda rasgaba la esperanza con cada milla.
Aproximadamente veinte minutos en viaje, él la dirigió para dar vuelta a la izquierda
en un camino de condado desigual. Ellos penetraron profundo en las colinas, dejando
la civilización detrás, las ramas esqueléticas del bosque de invierno como huesudos
dedos que llaman a Zack y ella a sus tumbas.
Por fin, él la dirigió a una calzada que tenía una cabaña de troncos detrás en los
bosques, modesta aunque no destartalada.
Una luz brilló en una ventana.
¿Saldremos vivos de aquí?

Una imagen de Alex sepultando sus cuerpos en la tierra en algún sitio en las colinas
más allá la agarró con miedo, y lo empujó aparte. Calma. Él no te matará hasta que
obtenga el dinero.

Que era la razón porque no lo había entregado.


—Sal, tranquila y lento. Tú y yo vamos a ir dentro.
—¿Q-qué sobre Zack?
—Cállate y lo averiguarás.
Cori salió y tropezó con sus piernas temblorosas al frente de la furgoneta. Alex la
encontró, manteniendo el arma preparada en su dirección. Él meneó el arma hacia la
casa, entonces ella anduvo. A través del parque desigual y en el frente del pórtico,
odiando que ella tuvo que abandonar a Zack por unos cuantos minutos. Entonces otra
vez, tal vez él se despertaría y se escaparía. Llegaría a la carretera, y le haría señas a un
coche.
Cierto. La droga le había nivelado probablemente durante horas.
—Dentro.
Él se arrojó abriendo la puerta y ella anduvo delante de él.
Pareció que él había estado viviendo aquí, usando la cabaña como su casa base. El
mobiliario era un poco escaso, pero el lugar era realmente algo agradable.
Si no hubiera sido habitado por un chacal.
La sala de estar alfombrada ostentaba de una televisión de pantalla plana y un sofá.
Extrañamente, el sofá había sido movido de su posición delante de la TV, lejos a un
lado; ella notó las cuatro abolladuras donde las patas habían estado. En el centro del
cuarto, una silla sola había sido colocada.

249
Una pared estaba generalmente tomada por una chimenea de piedra, mientras la otra
era la casa de un escritorio y un ordenador portátil. Era aquí donde el bastardo vil
intentará forzarla a transferir su fortuna de su cuenta a la suya.
Como evidencia esposas pendían de una cadena, que se conectaban con un perno en la
pared al lado del escritorio.
Ella casi se rió. Casi. Si él tuviera cualquier pista de que sabía cómo transferir los
fondos electrónicamente, como burlar el laberinto de seguridad en línea, ellos hubieran
ya estado muertos.
Gracias a Dios llamé a Joaquín y admití todo antes de que nos fuéramos del bar. Como él los
localizaría era una gran oportunidad en la que no se preocupó en pensar.
—Siéntate en la silla del ordenador y sostén tu muñeca.
Ella lo hizo, evitando el contacto visual, tratando de no estremecerse como su puño se
apretó con una serie de chasquidos metálicos.
Alex sonrió.
—¿Perdiste un poco de tu actitud, ¡eh!? Espera a ver lo que tengo en mente para tu
novio.
Ella lo fulminó con la mirada, manteniendo su silencio cuando él se rió y salió a la
puerta principal otra vez. En el segundo que se fue, ella saltó de la silla y corrió al
perno, enroscándose y tirar en un esfuerzo vano de soltarlo.
Nada que hacer. El ojo estaba atornillado profundamente en el tronco, se requeriría un
instrumento tan apretado, como tenazas para quitarlo.
—¡Mierda!
El paso pesado de los pasos la envió de un salto a la silla otra vez. Una serie de golpes
sonaron en el pórtico. Ella estaba sentándose otra vez cuando Alex empujó la puerta
abierta, andando hacia atrás, arrastrando a Zack de los pies. La cólera se hirvió en su
tripa. Los golpes habían sido probablemente la cabeza de Zack contra los escalones del
pórtico, y Dios sabía que él no podía tomar ningún golpe más en su cráneo.
Su captor manejó a Zack a una posición sentada. Trabajando rápidamente, él quitó
una de las varias secciones de cuerda que había llevado alrededor de su cuello y lo usó
para unir los hombros y torso de Zack al respaldo de la silla. Después, él tiró los brazos
de Zack alrededor del respaldo y los ató, luego aseguró sus tobillos a las piernas. La
cuerda mordía su piel, parcialmente debido a su peso hundiéndose contra las ataduras.
Cori se urgió para no gritar. Su cara estaba pálida, su respiración playa. Sus gafas no
estaban. Él volvería, ¿y luego qué? Las cosas sólo empeorarían. Ella no podía ver cómo
serían capaces de liberarse de este monstruo. Zack podría lamentar que no hubiera

250
muerto después de todo.
¡Páralo! Él estaría tan increíblemente disgustado de oír sus pensamientos. Ellos
encontrarían una salida de esto. No tenían ninguna opción.
—Ahora esperemos que el príncipe despierte. Siéntate derecha, Cori querido, —él dijo,
rastrillando una mano por su corto cabello marrón.
Alex desapareció en lo que ella asumió era la cocina por el susurrado ruido que sonaba
como a nevera y él revolviendo alrededor.
Como un rayo, la verdad la golpeó.
Alex nunca había pasado su mano por su pelo. ¡Y él nunca, alguna vez había
levantado un dedo para hacer cosas para él!
No, él la habría llevado a la cocina y le habría pegado hasta forzarla para que le
preparara algo para comer, luego lanzándolo al suelo y moliéndolo bajo su talón
gritando que ella el ofrecimiento no era adecuado para un perro.
Quienquiera que esta pieza de mierda era, él no era su marido muerto.
Pero por la razón que sea, este hombre estaba contento con dejárselo asumir. Él era
más paciente y astuto de lo que Alex alguna vez había sido.
Y aquellas características, ella sabía, lo hicieron diez veces más mortal.

***

Zack despertó poco a poco lentamente. Dolía. Por todas partes. Su boca estaba tan
seca como el algodón y su cabeza palpitaba. ¿Por qué?
Él dobló su espalda y brazos, intentando estirar sus apretados músculos. No podía
moverse. ¿Qué demonios?
—¿Zack, cariño?
Cori. Su voz cercana, llena con preocupación. ¿Dónde estaba ella?
Él lamió sus labios, intentando tragar. Dios, él estaba seco. Sediento. Trató de abrir sus
ojos, pero sus párpados se sintieron pegados. Él no había bebido mucho anoche,
¿verdad?
Espera. Su culo estaba dolorido, también. Él se sentaba en algo duro, incómodo.
Derecho. Él meneó sus muñecas y pies.

251
Cuerdas. ¿Cuerdas?

Anoche.
Un arma.
Su secuestro inundó su memoria en una prisa horrible. El pánico amargo y la náusea
empujaron la bilis a la base de su garganta y él venció la enfermedad. Sus ojos se
abrieron y el cuarto giró, poco definido.
—Cori —él raspó—. ¿Dónde…?
—Ella está aquí, —la voz odiada interrumpió. Pasos, llegando más cerca—.
Encantado que te unieras a la fiesta. La perra se negó cooperar hasta que viera que aún
no estabas muerto.
Zack se concentró en la forma borrosa que estaba de pie delante de él. Su visión estaba
mejor, aún un poco desenfocada. Sus gafas. No estaban. Lo que lo fastidiaba, porque
él tenía problemas viendo la cara de Cori claramente. Si él tuviera que morir así, atado
como un animal, él querría llevar la imagen de su encantadora cara con él.
Más prácticamente, él tenía que ser capaz de leer las expresiones. Ah, el miedo en sus
ojos enormes, de oro era telegrafiado bastante claro. Lo que él esperó transmitir y
atrapar a cambio era aquellos sutiles matices que su secuestrador podría fallar entre
ellos.
—Oye, bebé. Esto no es casi tan divertido como la vez pasada cuando fui atado a una
silla. —Allí. Una sonrisa valiente, trémula. Sosteniendo su mirada fija, él pensó:
Ayúdame a pararlo. Entonces preguntó—: ¿Cuánto tiempo he estado fuera?

—Un par de horas.


—¡Cállate! —El hombre giró, su brazo salió disparado. Un resonante crujido se hizo
eco en la habitación cuando abofeteaba la cara de Cori. Duro—. Cualquier
información que alguno de ustedes necesite saber, yo se las diré.
—¡Noo! —Zack se zarandeó en la silla, presionando contra las cuerdas.
La lengua de Cori salió rápidamente de su boca, capturando una mancha de sangre en
su labio inferior. Las hebras de cabello caían sueltas sobre sus ojos, que estaban
mirando fijamente al hombre con odio puro, casi tan potente como la marea roja
asfixiando a Zack.
Estás jodidamente muerto.

—Desátame e inténtalo, hijo de puta.


Su secuestrador dirigió su atención a Zack una vez más, aparentemente divertido.

252
—Ya quisieras. ¿Cómodo? —Él se rió entre dientes, echando un vistazo a Cori—. Vas
a acceder a tu cuenta en el extranjero, o vas a verme hacer pedazos a tu galán, pieza
por pieza.
Los amplios y asustados ojos de Cori, los ojos asustados chocaron con los de Zack, y él
le dio una negación casi imperceptible con su cabeza. Incluso si ella sabía cómo hacer
una transferencia, no había manera de que fuera capaz de vaciar la cuenta de cincuenta
millones sin asistencia y verificación del representante de su banco.
Y si de alguna manera lograba hacer la transacción, ambos estaban muertos.
—No eres su ex-marido —dijo Zack, con la esperanza de distraerlo—. ¿Quién eres?
—Nunca dije que lo fuera. —Flexionando sus dedos, libró una batalla visible contra el
regodeo. Y perdió—. Ella lo asumió, probablemente debido a la semejanza de la
familia. Supongo que debería darte las gracias por tu participación en la desaparición
de mi hermano. Soy Lionel Gunter. ¿Un mundo pequeño, no es cierto, mi querida
cuñada?
La mandíbula de Cori cayó.
—Alex nunca mencionó un hermano. Nadie de su familia se dio a conocer después de
su muerte, o incluso asistieron a su funeral.
—A pesar del hecho de que yo fui el que puse al tanto a mi inútil hermano acerca de
las ventajas de casarse dentro de la dinastía de hoteles Delacruz, no fui nombrado en
su testamento, algo dulce —espetó—. Incluso si no hubiera estado en la cárcel, ¿por
qué iría a su maldito funeral?
—¿Para escupir en su tumba? —sugirió Zack. Mantén su atención alejada de Cori.

Lionel sonrió. Zack deseaba reorganizar su rostro.


—En otras circunstancias, puede ser que me hubieras agradado, Knight.
—Me disculparás si no encuentro eso como un gran cumplido.
—Tómalo como prefieras. No me importa. Tendré la fortuna que debería haber ido a
mí, no para una puta barata con la que Alex estuvo casado, ¿qué? ¿Cinco minutos?
La expresión de Cori se endureció.
—Ya te lo dije, Joaquín te está buscando. Cuando te encuentre, despídete de tu culo.
—Oh, él me encontrará, sin duda. Cuento con ello. —El hijo de puta dejo que esto se
hundiera, con aire satisfecho. Sin preocuparse.
—Te matará —dijo Cori, con voz temblorosa. Insegura.

253
—¿Lo hará? ¿Honestamente crees que no tenía un socio en mis esfuerzos?
La cara de Cori palideció poniéndose como tiza blanca.
—¿Joaquín? Nunca me traicionaría. Nunca. Estás mintiendo.

—¿Lo estoy? Permítanme compartirles algo —dijo, estirando su mano para acariciarle
la mejilla—. En unas pocas horas, tus hermanos llegarán aquí para salvar el día, por
así decirlo. Uno de ellos es mi compañero, el que me informó de la muerte prematura
de tu marido y el autor intelectual de todo este esquema... y morirá con los demás. No
soy bueno compartiendo. Ser dirigido es lo peor, ¿eh? Adivina que hermano, Corrine,
mi amor.
Antes de que Zack pudiera protestar, llamar su atención de alguna manera, ella
reaccionó. Su valentía doblada y escupió directo en su sonriente cara.
Por un momento que detuvo su corazón, Zack creyó que Lionel le pegaría. El puro
instinto hizo se levantara, las ataduras cortando sus muñecas y tobillos, su necesidad
de llegar entre ellos, para protegerla, una agonía física.
Lentamente, Lionel se retiró de ella. Se limpió su nariz y mejilla. La mandíbula
apretada, se dobló su puño. Se volvió para mirar a Zack.
El alivio se mezclaba con temor. Entonces, esto era. El monstruo intentaba darle una
buena paliza para mantenerla en línea. Jugar con sus emociones. Zack sabía que
aguantaría, por muy malo que fuera. Soportaría cualquier cosa, por Cori.
Pero, ¿podría ella aguantar?

El primer golpe se conectó con su mandíbula mientras Cori gritaba, giró su cabeza
hacia un lado, torció su cuello. Tan poderosamente que vio estrellas. La sangre llenaba
su boca, corría por su barbilla.
—Pegas como una niña —lo incitó, escupiendo sangre en dirección a los zapatos del
hombre. Lástima que no acertó.
El siguiente golpe fue en su estómago, el punto muerto. Oleadas de náuseas lo
golpearon y luchaba por no vomitar. El tercer golpe atrapado sus costillas en el lado
izquierdo. Otro, y otro. Estómago, costillas. Se dobló tan lejos como pudo,
absorbiendo los golpes, tensando los músculos en su abdomen. Agradecido de que sus
riñones no estaban expuestos a la brutalidad.
Golpes al cuerpo, sobreviviría. Durante unas horas de todos modos. A menos que una
costilla rompiera y perforara un pulmón. O su corazón. De lo contrario, le tomaría un
buen tiempo al hijo de puta matarlo de esta manera. El imbécil podría incluso romper
su mano en el proceso.
Uno podía soñar.

254
—Detente —rogó Cori—. ¡Por favor!
Lionel la miró, los ojos fríos. —Transfiere el dinero.
La pantalla del portátil esperaba detrás de ella, luminosa. Ella vaciló, mirando a Zack
en busca de guía. Desesperado, sin saber qué hacer. Onduló un labio hacia Lionel.
—Ella no lo va a hacer. Vete a la mierda.
—Ella lo hará.
Lionel redobló sus esfuerzos, manteniendo los golpes concentrados en el estómago de
Zack. Doblegándolo, sabiendo que su presa no podría aguantar para siempre.
Golpeó una y otra vez. Zack colgaba hacia adelante en sus uniones, atragantándose.
Asfixiándose. Arcadas retorcían su interior, pero no había nada que expulsar. Al
menos había evitado esa indignidad.
Había perdido la cuenta de los golpes cuando Lionel se tomó un descanso. Zack
levantó su cabeza. Sonrió. La sangre y la saliva goteaban de sus labios.
—Ir suave, ¿eh? No puedo permitirme más días de enfermedad.
Lionel se echó a reír.
—Por Dios, tienes pelotas. —Se paseó dentro de la cocina y volvió a salir de nuevo,
sosteniendo un gran cuchillo de carnicero en una mano—. Voy a odiar a cortarlas.
Cori jadeó. Zack no la miraba. Su mirada con ojos bien abiertos estaba fija en la
malvada hoja de ocho pulgadas. Lionel se paró entre sus rodillas apartadas, agarró el
cuello de la camisa polo de Zack, estirando el material. Posicionando la hoja en la V,
cortó en una rápida carrera hacia abajo, dividiendo en dos el material con un destrozo
desgarrador.
Por reflejo, Zack bajó la mirada hacia sí mismo mientras su captor separaba la camisa,
empujó las aletas sueltas hacia atrás y por encima de sus hombros. Una línea de color
carmesí cortaba su el vientre y observó el líquido gotear con entumecida fascinación.
La punta del cuchillo era tan afilada, que no había sentido el corte, que justo estaba
empezando a picar.
Superficial. Había visto cosas mucho peores en víctimas de apuñalamiento antes. No
era una gran cosa, nada más que una manipulación que su torturador estaba
empleando para librarse.
Salvo que el hijo de puta apenas estaba entrando en calor.
Lionel coloca la hoja afilada detrás de la oreja de Zack, la hizo correr a lo largo de la
piel vulnerable en un arco hacia su garganta. No hubo dolor mientras el calor húmedo

255
corría por su cuello, su pecho. La picazón se produjo después, pero la ignoró. Mantuvo
su expresión impasible, los ojos clavados en los de su verdugo, inquebrantable.
—Accede a tu cuenta —dijo Lionel en voz baja a Cori, sin apartar su mirada de Zack.
—No, hermosa. No lo hagas.
El cuchillo se deslizó sobre su pecho. Hizo otro corte, a través de un pectoral. Entonces
el otro. La sangre corrió, y Cori ahogó un sollozo.
—Por favor, detente —suplicó—. Voy a tratar de iniciar sesión.
Esto captó la atención de Lionel, y él la miró por encima de su hombro. ¿Tratar? ¿Qué
coño significa eso?
—Yo… yo tengo que recordar mi número de cuenta. Es muy largo y n-no estoy segura
si lo tengo bien.
Esa es mi chica. Zack ya conocía su voz, oía el tono conciliador falso que estaba usando
para apaciguarlo. Estaba mintiendo para detenerlo, comprándoles tiempo.
Mirando más allá de Lionel, él se encontró con su mirada solemne, vio el destello de
rebeldía que su secuestrador se perdió. Ella dio la vuelta hacia el teclado y el
silenciosamente la animó, le envió el amor que esperaba que ella pudiera sentir
envolviéndose a su alrededor.
Sus dedos presionaron las teclas. Vacilaba, borraba. Continuaba, completando una
serie de letras y números en dos líneas. Presionó Entrar.
Acceso denegado.

—Inténtalo de nuevo, maldita sea.


Echando una mirada furtiva por encima del hombro a Lionel, comenzó de nuevo. De
vez en cuando, hacia una pausa. Fingiendo reflexionar sobre cuál es la combinación a
usar. Entrar.
Acceso denegado.

—¡Estoy tratando! ¡Lograré el correcto!


—Más te vale —dijo entre dientes.
Con el tercer intento fallido, ella y Zack sabían que él había sido empujado demasiado
lejos.
—Puta —gruñó, levantando la barbilla de ella de un tirón—. Te mostraré las
consecuencias de jugar conmigo.

256
Avanzando hacia la chimenea, puso el cuchillo en la repisa. Deslizó un pesado
atizador de hierro de su soporte. Su mirada se posó sobre Zack y una sonrisa malvada
curvó sus labios.
—No —susurró—. Por favor, ahora lo recuerdo. Iniciaré sesión y…
—Dejemos que esto sea una lección para asegurarnos de que lo pensarás dos veces
antes de molestarme.
El miedo le robó el habla a Zack. Su cuerpo se volvió frío y no podía hacer nada. Decir
nada mientras el hombre llegaba para permanecer de pie delante de él, con la barra de
hierro colgando a su lado.
—Voy a hacerte pedazos —dijo el monstruo, en realidad.
Ah, mierda.

Luego balanceó el atizador como un bateador bateando un jonrón fuera del parque. El
lado de Zack explotó con agonía al rojo vivo.
—¡Ahhhh! —Su aullido mezclado con el grito de Cori. Con el ruido de su corazón
latiendo rápidamente en sus oídos.
Él juró que sintió a sus costillas romperse. En realidad, desgarrado de su amarre para
hacer un daño interno incalculable. Se esforzó por respirar, por…
Un segundo golpe envió a su estómago a su columna vertebral. El dolor era
insoportable, como nada con lo que hubiera tratado alguna vez. Él bajó su cabeza y
vomitó, luego comenzó a toser. Áspero, jadeando, un traqueteo amenazante en su
pecho. Las manchas de rojo vinieron después, salpicando sus pantalones vaqueros.
Tos con sangre. Mal, muy mal.
El reloj ahora estaba haciendo tic tac, agotándose.
Piense en algo, cualquier cosa. O eres un hombre muerto.

Vagamente, se dio cuenta de los sollozos de Cori. Rogándole a Lionel que se


detuviera. El atizador aterrizó en el suelo, descartado.
—¿Terminaste de molestarme, supongo?
—S-sí. Te lo juro. Sé cómo iniciar sesión.
—Empieza, o tu novio no sobrevivirá la próxima ronda.
Más tecleo. Un gruñido de satisfacción de Lionel. Zack levantó su cabeza, se esforzó
por enfocar su visión con vértigo. Una página estaba abierta en la pantalla del portátil,
aunque no podía leer la información desde aquí.

257
—¿Y ahora qué? —exigió Lionel, agitando una mano hacia la pantalla.
Cori trabajó durante unos minutos, haciendo clic en los iconos y escribiendo en lo que
Zack asumía era una solicitud de transferencia. Finalmente, negó con su cabeza y
sorbió por la nariz, secándose la cara.
—Me está bloqueando. No puedo transferir esa cantidad de dinero en línea, y mi
representante no estará a esta hora. Es de noche en el extranjero. —Cori levantó la
mirada hacia Lionel, deteniendo su diatriba antes de que él empezara.
—Pero sé quién nos puede conseguir la autorización.
—¡Es mejor que lo sepas, porque no tengo el maldito tiempo para esto!
Cori disparo de Zack una mirada significativa, y su admiración por ella creció diez
veces, si eso fuera posible. Él le sonrió a través de la agonía arañando su cuerpo, y
asintió con la cabeza.
—Zack puede hacerlo. Tiene el coeficiente intelectual de un genio, y es un hacker
experto.
Lionel cambió su postura, obviamente sin estar seguro de si estar aliviado o enojado.
—¿Y tú estás dando a conocer esta noticia ahora? ¿Por qué debería creerte?
Cori se encogió de hombros. —Ya sea que lo hagas o no depende de ti. Pero Zack me
dijo que una vez pirateó los archivos secretos del FBI, a los doce años. Si alguien
puede hacerte un hombre rico en un corto período de tiempo, es él.
Lionel se quedó en silencio, debatiendo. Zack lo vio examinar cuidadosamente sus
opciones, sabiendo que decidiría. ¿Qué elección tenía el hombre?
—Muy bien —le espetó a Zack—. Te voy a aflojar las cuerdas. Te sientas en su lugar y
haces el trabajo, o le cortó la garganta.
Su captor recuperó el cuchillo de la repisa de la chimenea, luego fue hacia Zack y cortó
sus ataduras. Liberó a sus muñecas, luego sus tobillos. Zack se frotó las manos y los
brazos, dolor y hormigueo por falta de circulación.
Se puso de pie lentamente, inestable sobre sus pies. Atormentado por el dolor, fue a
tientas hacia la silla y se sentó en ella. Inclinado sobre el teclado, neutralizado por la
presencia de Cori a su lado.
Colocando sus dedos sobre las teclas, invocó las habilidades que no había utilizado en
años. La parte de sí mismo que había dejado atrás hace mucho tiempo en favor de sus
sueños.
Sólo había querido vivir una vida normal.

258
Ahora se veía obligado a realizar un acto extraordinario.
Y tenía un plan.
Zack envió una oración al cielo pidiendo que Cori y él sobrevivieran una vez que
Lionel descubriera exactamente lo que había hecho con los cincuenta millones de
dólares.

259
Capítulo 19
Traducido por Miranda, Vannia y Viktoriak
Corregido por majo

L
os minutos se convirtieron en media hora. ¿Una hora? No lo sabía.
El sudor rodó abajo por la cara de Zack. Mareos inundaron su cerebro, y la
fatiga debilitó sus extremidades. Mientras se sumergía en el cifrado del
código, el tiempo dejaba de tener significado. En la periferia, era consciente
de Cori sentada en el suelo a sus pies. Lionel finalmente había cedido y
había arrastrado una silla de la cocina para sentarse justo detrás de su hombro derecho.
Poco más registrado. Especialmente cuando abrió el primer nivel del sistema de
seguridad, y recibió aprobación para proceder.
—Seré maldito —espetó su captor.
Zack no respondió. Sus miradas estaban fijadas en su objetivo, y nada lo detendría.
Jesús, estaba helado. No era bueno. Tenía que llegar a una sala de emergencias, lo cual
no estaba ocurriendo en un futuro previsible.
Quizás no hasta que fuera demasiado tarde.
Bloqueó los pensamientos de desangrarse hasta la muerte internamente y redobló sus
esfuerzos.
Patrones y combinaciones. Nada de eso, como un ratón corriendo a través de un
laberinto para conseguir el queso.
Otro nivel. Lionel juró de nuevo, impresionado.
¿Piensas que fue divertido, idiota? Espera a ver.

Muy cerca. Tenía que concentrarse para no perder el conocimiento. Lo que habría
dado para tumbarse en el suelo y dormir para siempre. Sus dedos volaban, los números
parpadeaban en la pantalla en una mancha.
Y entonces estaba ahí. Por unos pocos segundos se sentó mirando fijamente a la
pantalla, casi incapaz de comprender.
—Hijo de puta —Lionel respiró—. Tú lo hiciste.

260
Cori se puso de pie, puso una mano en el hombro izquierdo de Zack, la cadena atada a
su muñeca tintineando.
—Sí —Zack replicó, limpiando el sudor de sus ojos. Sus manos temblaban—. Necesito
tu número de cuenta y contraseña.
El hombre deslizó un trozo de papel sobre la mesa al lado de su brazo derecho. Aquí
vamos.

Pretendiendo leer la información proporcionada por Lionel, empezó a escribir una


serie de letras y números. Deprisa. Una línea, luego la otra. Rezando como nunca
antes había hecho para que el bastardo no notara la diferencia.
Sus dedos se cernían sobre la tecla “Enter”.
Un rescate de rey, un golpe de teclado.
Presionó la tecla, y se volvió a sentar en la silla.
Transacción Completa.

Lionel gritó, saltando de su sitio. Bailó alrededor del salón, tirando un balón de fútbol
imaginario.
Zack miró fijamente la pantalla, exhausto. Cori apretó su hombro, dándole su fuerza
incluso si no estaba segura de lo que había hecho o cómo iban a salir de esto vivos.
Los labios de Zack se curvaron en una sonrisa perversa.
—El escondite —jadeó, la respiración sonando en su pecho.
—Oh, Dios mío —dijo Cori, aturdida.
El baile de la victoria de Lionel tuvo un abrupto fin.
—¿Qué dijiste? —Girando, agarró el cuchillo y caminó hacia Zack, lo levantó de la
silla por el brazo.
Bien por él. Apenas había estado de pie tan pronto por lo que vino después.
—El escondite, la versión extrema. Sólo escondí cincuenta millones de dólares en
algún lugar del ciberespacio, y soy el único que sabe dónde. —Rió ante la noqueada
expresión del hombre, escupiendo más sangre. Zack casi sentía pena por la pobre
mierda.
Casi.
No pudo resistir el golpe de gracia.

261
—Si vives hasta los cien, nunca encontrarás el dinero. Nunca jodas con un friki,
gilipollas.
Un rugido de rabia salió de Lionel y se lanzó hacia Zack, moviendo el cuchillo. En la
salida de la sangre.
—¡Cuidado! —gritó Cori.
Zack agarró su brazo, pero el otro hombre tenía ventaja y rebotaron contra el
escritorio, cayendo al suelo. Rodaron, entregando patadas y puñetazos, ambos
luchando para obtener el control del cuchillo. Un destello de metal brilló cerca en el
suelo, y se dio cuenta de que su enemigo había perdido la pistola. Probablemente se
cayó de la cintura de sus pantalones.
El arma no haría ningún bien a Zack tumbando a unos pies. Tenía que arrancarle el
arma a Lionel.
La puerta principal se rompió, más fuerte que un disparo de escopeta, golpeando
contra la pared interior. Rodando con Lionel, dándole puñetazos en el estómago con
su mano libre, miró hacia arriba para ver tres hombres de pelo oscuro corriendo hacia
la casa, las pistolas en mano.
Los hermanos de Cori.
Y después ella estaba gritando porque, Dios los ayudara, el tercer hermano tenía la
iniciativa de la muerte en su vista. Preparándose para disparar a su propio hermano.
—¡Joaquín, detrás de ti! ¡Rafael, noo! —Cori puso sus manos sobre sus orejas.
Joaquín giró mientras la bala de Rafael le tocaba en el hombro. Cayó disparado, su
atractiva cara una mueca de angustia.
¡Cristo! La atención de Zack se desvió a los amplios y hermosos ojos de Cori. Su dolor
era un espejo del de Joaquin mientras ella retorcía el puño, desesperada por ser libre.
Esa fue la fracción de segundo de distracción que le costó a Zack.
Lionel arrancó su muñeca del agarre de Zack y hundió el cuchillo entre sus costillas.
—Así es. Muere —se regodeó.
—Vete al infierno pensando en las piernas de tu perra abiertas para mí.
El dolor se apoderó de él. El cansancio. Oh, Dios.
Luego vio a Cori esforzándose por llegar a él, luchando contra su otro hermano,
incluso aunque él estaba tratando de abrir su puño. Las lágrimas corrían por su rostro.
Ella había sufrido demasiado. Perdido demasiado.

262
El agotamiento fue hecho a un lado por una roja neblina de rabia.
La fuerza nacida de la venganza inundaba cada célula de su cuerpo.
Lionel echó hacia atrás el brazo para proporcionar otro ataque con el cuchillo.
El hijoputa nunca tuvo la oportunidad. Utilizando la parte inferior de su cuerpo, Zack
volcó e hizo rodar a ambos. Agarró la muñeca de Lionel y la golpeó contra el suelo
hasta que escuchó el sonido de huesos rotos. El hombre aulló y el cuchillo cayó
inservible al suelo.
Zack lo aventó a un lado y algo dentro de él hizo un chasquido. Rompiéndose, como
una rama seca. Veneno inundó su alma y derramó todo su odio con los puños.
Estaba hecho. Él estaba siendo el maldito chivo expiatorio. La víctima. Nadie se
metería con él o su mujer de nuevo.
Nunca.
Era una máquina. El satisfactorio crujido de huesos se encontró con su puño. Una y
otra vez. Él existía para hacer justicia por todos los males que había sufrido. Por cada
vez que había tenido que arrastrase por el suelo. Por cada persona desagradable como
esta que había abatido.
—¿Pensaste que tomarías el dinero de Cori?
No más.
—¡Zack!
—¿Su vida? —gritó.
Nunca más.
—Cariño, ¡no!
Muere, hijo de puta.

Unas manos lo agarraron del brazo, jalándolo hacia atrás. Totalmente consumido, se
abalanzó sobre el hombre caído.
—¡Zack, detente! ¡Lo estás matando! ¡Lo estás matando! —Unos brazos se envolvieron
alrededor de él, y su dulce voz llegó a él a través de la rabia—. Si lo matas, te
arrepentirás el resto de tu vida. No lo hagas. Tú no eres como él.
No era como él.

Zack parpadeó. Viendo a su alrededor. Joaquin estaba con su teléfono celular,


ladrando en busca de ayuda, una mano presionó contra la herida de su hombro. Rafael

263
yacía cerca, inmóvil. ¿Muerto?
El tercer hermano se agachó junto a Lionel, con la boca en una línea sombría.
—Cariño, todo va a estar bien —dijo Cori tranquilizadoramente, estrechándolo,
acariciando su cabello—. Vas a estar bien.

¿Lo estaría?
Aturdido, finalmente apartó la mirada de Lionel, quien yacía inmóvil frente a él. El
rostro del hombre estaba irreconocible. Una máscara de sangre y carne.
Zack levantó las manos temblorosas, manteniéndolas en alto. Estaban cubiertas de
sangre, y no era de él. —Dios mío… ¿qué he hecho? ¿Cori?
—Shh, está bien.
Tú no eres como él.

Pero sí lo era. Había matado a un hombre.


Y nada estaría bien. Nunca.
Una sensación de zumbido llenaba su cabeza. La adrenalina y el enojo habían pasado,
estaba vacío. Sólo una cáscara de nada.
Sintió que se desmoronaba. Cori lo bajó cuidadosamente al suelo, sobre su espalda.
Trató de enfocar su rostro, pero no pudo.
Tres formas se cernían sobre él. Se convirtieron en un borrón mientras su visión se
volvía blanca, luego gris.
—Está muy mal, Joaquin —dijo el tercer hermano.
—¿Cuánto tiempo tardarán los paramédicos?
—Al menos unos treinta minutos. No pueden traer un helicóptero aquí. Mierda.
Cristo, él no tenía media hora.
Cori tomó su mano fría, sosteniéndola en su mejilla. —Háblame, guapo. Quédate
conmigo.
—Te… amo.
Pero ya no tenía el derecho. Había perdido todo lo que importaba cuando se había
convertido en el tipo de hombre que odiaba.
Un velo negro cubría sus ojos, la voz musical de Cori se desvanecía por un largo y
oscuro túnel.

264
Hasta que desapareció por completo.

***

Sangre. Por todas partes.


Por todo Zack, saturando su pantalones y su camiseta rasgada.
Su hermano Manny le tendió una gruesa toalla. Haciendo a un lado la solapa de la
camiseta rasgada de Zack, ella apretó la toalla fuertemente en la herida de cuchillo en
su costado. Por todo lo mucho que sirviera.
Estaban demasiado lejos de la ciudad, la ayuda a muchos minutos de distancia.
—Quédate conmigo —repitió ella—. No puedo perderte ahora. No después de todo lo
que hemos pasado.
—No lo perderás, hermanita. —Joaquin le apretó el hombro—. Vamos a sacar al
Caballero de aquí, encontraremos a los paramédicos en la carretera. Ahorrará algo de
tiempo.
—Tú también estás herido. —Ella sorbió por la nariz. Las lágrimas seguían viniendo—
. Aguardaré.
—¿Qué pasa con…?
Su voz se endureció en hielo.
—Rafael está muerto, la serpiente traidora. Debí haber sabido que algo estaba pasando
nuestro querido medio hermano. Su cómplice está aferrándose, a duras penas. Con un
poco de suerte, seguirá a su colega al infierno.
Cori negó con la cabeza, incapaz de apartar los ojos del rostro blanco de Zack.
—Lionel no puede morir. Zack nunca se lo perdonaría.
Ella nunca olvidaría la mirada en el rostro de Zack cuando miró al cuerpo inconsciente
de Lionel, dándose cuenta de lo que había hecho. La luz en sus ojos oscuros se había
extinguido, su bondadoso y gentil amante sustituido por un extraño.
—Entonces no va a morir. —Ese era Joaquin. Todo el mundo negro y blanco. Nunca
gris, sin dar ni tomar. Sin piedad.
Bueno, él volvería a ver los tonos grises muy pronto.

265
—Tú y yo hablaremos —prometió ella, con tono tan inflexible como el suyo—. O más
bien, yo hablaré y tú escucharás.
Con expresión inquebrantable, él asintió. Con la ayuda de Manny, levantó
cuidadosamente a Zack y lo llevaron al Mercedes que ellos probablemente habían
alquilado en el aeropuerto. Lo pusieron en el asiento trasero.
—Manny, quédate aquí y hazte cargo del departamento del sheriff —dijo él a su
hermano menor—. Llamaré cuando lleguemos al hospital.
—Diles que llamen al detective Bernie con el Sugarland PD. Él puede informarlos —
añadió Cori.
La preocupación ensombreció su rostro.
—No te preocupes. Tratar con la policía es lo que mejor hago. —Dio un vistazo a
Zack manchando por todas partes el asiento de cuero con sangre—. Mejor dense prisa.
Cori extendió la mano por las llaves.
—Yo manejaré. No vamos a llegar si tú te desmayas al volante.
Se encontraron con la ambulancia del condado cerca de una milla más en la carretera,
acortando preciosos minutos de camino hacia Sugarland. El viaje todavía tomaría
demasiado maldito tiempo, pero no había nada que hacer. La clínica más cercana por
aquí no estaba equipada para traumas mayores, dijeron los paramédicos.

La peor parte fue tener que observarlos acelerar a la distancia con Zack, y no saber lo
que pasaría. Si él…
No. Tenía que sobrevivir. Lo haría.

Si no lo hacía, ella también querría morir. Pero ella tenía que continuar, de alguna
manera. No tenía otra opción.
Él la había dejado con una buena razón para vivir.

***

Cori estaba acurrucada en una esquina en la sala de espera de la sala de urgencias


cuando Joaquin emergió de un costado, sus documentos de alta médica en mano. Él
no la había querido dentro con él, testarudo y arrogante imbécil. Los vendajes eran
visibles bajo su camisa blanca medio abotonada, su chaqueta colgando sobre su

266
hombro lesionado sin su brazo metido en la manga. Ella sabía que no serían capaces
de mantenerlo durante la noche. Lo que el gran Joaquin Delacruz quería, lo conseguía.
Bueno, no siempre.
Él podría haber jugado al héroe interponiéndose en el disparo, pero ese solo hecho de
ninguna manera compensaría el arruinar a Zack.
El hombre al que amaba, el que ahora luchaba por su vida.
El padre de su hijo.
Joaquin se paró delante de ella, orgulloso y arrogante como siempre, aunque un atisbo
de dolor brilló en sus ojos oscuros antes de que al momento siguiente enmascarara la
emoción.
—¿Vas a hacer que me arrastre, no es así?
—No por mí. Zack es con quién te disculparas, si desea escucharte. —Si puede.

—La deuda era legal, Corrine. Darius Knight me debía tres cuartos de millón de
dólares. Si permito que todo el que me debe se…
—No me importa —dijo con frialdad—. Las amenazas están por debajo de ti, hermano
mío, sin importar cuán velada sea. Especialmente cuando insinúas que lastimaras a un
anciano desvalido en un asilo, que es poco más que un infante. Eso te convierte en un
monstruo, igual que Rafael o Lionel. Igual que Alex.
Inconscientemente, él se pasó la mano por el corazón. Se la quedó mirando durante un
largo rato.
—¿Qué quieres que haga?
—Haz lo correcto con Zack. Liquida la deuda y restaura sus finanzas. O habremos
terminado. Por lo que nunca sostendrás en brazos a tu sobrino o sobrina, lo cual será
una pena.
Aquel no exactamente el anuncio alegre que había imaginado.
—Que me aspeen, de ser así. —Esta vez, el destello de dolor era real, y no se molestó
en ocultarlo—. Me recuerdas a Madre más y más cada día —dijo con suavidad—. Te
has convertido en una columna de acero, Corrine Shannon Delacruz.
—Aprendí de los mejores.
La admiración brilló en sus ojos.
—Considéralo hecho.

267
—Nunca pensé lo contrario.
Exhalando un suspiro cansado, se sentó en el asiento de al lado.
—¿Alguna noticia de Knight?
—Está en cirugía. Dos costillas rotas, hemorragias internas. Ha perdido mucha sangre.
—Su voz se rompió al final.
Nunca había sido para el llanto. Joaquin pasó su brazo bueno a su alrededor en un
torpe intento de reconfortar a su hermana.
—Él va a estar bien. Sólo un hombre débil o estúpido dejaría atrás a una mujer como
tú.
A pesar de sí misma, soltó una acuosa carcajada.
—Siempre en blanco y negro.
—¿Sabe la verdad acerca de Alex?
—No, pero supongo que tendrá que saberlo ahora ¿no es así? —susurró ella.
—No, si no quieres que lo sepa. Aunque saberlo podría ayudarle a lidiar con lo que
sucedió —dijo él, sorprendiéndola con un raro momento de preocupación por alguien
fuera de la familia.
Ella asintió, cambiando de tema. No quería hablar de la noche de la muerte de Alex.
—Entonces Rafael contactó a Lionel y ambos lo planearon juntos.
—Lo lamento, amor. Nunca imaginé que se volvería contra la familia.
—No fue tu culpa. —Sabía que él nunca lo creería así. Joaquin era tan duro consigo
mismo como lo era con todos en su entorno.
—¿Knight sabe acerca del bebé?
—No. Iba a decirle esta mañana. Tenía una sorpresa que enseñarme, algo en lo que ha
estado trabajando, e iba a decirle…
Su garganta se cerró al tamaño de un alfiler. Doliendo hasta arder. Se negó a seguir
llorando porque sabía que Zack viviría.
Las horas transcurrieron con lentitud. El detective Bernie vino en algún momento a
interrogarlos a ella y a Joaquin, después de dar la noticia de que Lionel Gunter viviría
para enfrentar su juicio, luego se marchó.
Poco antes del mediodía, el doctor Chu apareció con aspecto cansado, pero

268
complacido.
—Cori, Zack está estable. Nos dio un buen susto, pero va a estar bien.
Hundió el rostro entre sus manos. Soltó un suspiro tembloroso y levantó la mirada
hacia Chu.
—Gracias a Dios. ¿Cuándo podré verlo?
—Dentro de poco. Está siendo instalado en la UCI. Alguien vendrá por ti.
Sin mayor demora, ubicó el número de Eve en una guía telefónica que tomó prestada
de la recepcionista y la llamó desde un teléfono de cortesía del hospital. A pesar de
todas las garantías que ofreció, la mejor amiga de Zack estaba fuera de sí por la
preocupación. Eve se comprometió en llamar a los otros y después de agradecerle,
Cori colgó.
Manny finalmente se presentó, y acerca de cómo llegó al hospital, Cori estaba
demasiado agotada para preguntar. Estaba más que agradecida por la presencia de sus
hermanos, incluso la de Joaquin, su actitud de culo rudo era más que bienvenida para
confortar su maltrecha alma.
Una enfermera apareció y se ofreció a llevarla con Zack. Ella saltó sobre sus pies,
ansiosa de ver por sí misma que él había sobrevivido. En la puerta de su cubículo, la
enfermera le ofreció una sonrisa alentadora y desapareció.
Cori entró de puntillas, sin saber muy bien por qué estaba siendo tan sigilosa. Él yacía
como una figura de cera, el rostro pálido, y las pestañas como un abanico contra sus
mejillas. Dios, se veía como un muerto.
Cogió una silla y se sentó a un lado, rizando sus dedos alrededor de los de él.
—Aquí estoy —dijo, con la esperanza de que la escuchara en algún nivel—. No voy a
ir a ninguna otra parte. Simplemente descansa ¿de acuerdo? Te amo.
No se movió, ni siquiera una chispa detrás de sus párpados. Pero ella era una mujer
paciente. Él estaría bien.
Sus vidas no tardarían en volver a la normalidad. Sólo de los dos, libre de problemas.
Serían felices.
Tan pronto como estuviera mejor.

***

269
Cori se dirigía a la unidad de cuidados intensivos, deseosa de ver a Zack. Una llamada
del Dr. Chu esa mañana más temprano le había dado la maravillosa noticia por la que
Cori había estado esperando: Zack estaba despierto. Y ahora mismo estaba sentándose
un poco.
Maldita sea, ella quería estar allí cuando él despertara, pero había tenido que ir a casa.
Dormir unas pocas horas, ducharse y cambiarse de ropa. Manny había volado a casa
en el jet privado ayer por la noche para mantener el fuerte en Atlantic City mientras
Joaquin se quedaba. Utilizando el dormitorio de invitados que Zack había abandonado
poco después de llegar, él tenía previsto honrar los deseos de Cori y hablar con Zack,
hoy mismo de ser posible.
Acercándose al cubículo de Zack en la UCI, sintió un alivio culpable de que su equipo
estuviera en ese momento de guardia.
—Oye, guapo. Sabes que si sigues regresando al hospital se te podría asignar un buzón
de correo. Le decía al Dr. Chu…
Con cautela, se acercó a su cama. Él volvió el rostro de manera que no pudiera
mirarla, dejando la vista clavada en la pared. Su expresión en blanco; vacía, la asustó
tanto como el sangrado que lo traía al borde de la muerte, de camino al hospital.
—¿Estás bien? —preguntó él, con una voz apenas audible.
Sentándose a su lado, le apretó la mano.
—Estoy perfectamente. Y tú también, cariño. Lo logramos. Ambos estamos a salvo.
—¿Lo estamos?
Dos simples palabras. Hicieron que un escalofrío le recorriera la espalda, y que su
corazón palpitara dolorosamente en su pecho.
—Por supuesto que lo estamos. Rafael está muerto —dijo con calma—. Conspiraba
con Lionel, quién se recuperará. Está bajo custodia e irá a prisión tan pronto como le
den de alta.
Zack cerró los ojos.
—No gracias a mí.
Oh, Dios. Esto era lo que había estado temiendo.
—Cariño, no puedes culparte a ti mismo. Cualquiera habría reaccionado…
—Por favor, no lo hagas.
Silencio. Un duro y tenso nudo se formó en su pecho.

270
—No me dejes fuera, Zack. Podemos lidiar con esto juntos.
La desesperación en su voz rasgó algo dentro de ella.
—Estuve a punto de matar a un hombre. Quería matarlo.

—No, no creo…
—Créelo —dijo él duramente—. Soy un bombero y paramédico. Se supone que salvo.
Que salve vidas. Pero lo habría matado sino me hubieras detenido. No soy mejor que
él.
—¡Eso no es cierto! —Tenía que hacerlo entender—. Eres un buen hombre. ¡Y sólo
querías protegerme!
—He cruzado la línea. No soy bueno para ti, ni para nadie.
—Zack…
—Necesito que te vayas —dijo con la voz quebrada.
—¿Q-qué? ¡No!
—Por favor, sólo dame algo de tiempo.
—¿Para qué? ¿Para alejarme de ti? —gritó ella—. ¿Para desaparecer de mi vida? ¿Es
eso lo que quieres?
—No sé lo que quiero.
Él estaba mintiendo. La amaba. Lo sabía en lo más profundo de su alma, pero aun así
aquellas palabras le rompían el corazón. Este no era el alegre reencuentro de felices por
siempre que había imaginado.
Zack estaba herido. El sentimiento de fracaso colgaba de él como una mortaja. Él, un
hombre amable y gentil, había perdido el control. Había estado cerca de matar a
Lionel Gunter y ahora necesitaba tiempo.
Lejos de mí.

La aguda perdida se clavó en el centro de su ser, pero entonces enderezó la columna


vertebral con resolución. Le daría el espacio que necesitaba.
Pero no para siempre.
Se inclinó, le dio un beso en la mejilla y se levantó.
—Te amo y siempre estaré aquí para ti. Sabes dónde encontrarme. Llámame y vendré.
Con toda la dignidad del más estoico Delacruz, salió de la habitación.

271
No se rompió hasta haber bajado lo suficiente por el pasillo, dónde él nunca escucharía
su llanto.

***

Zack se las arregló para mantener la compostura el tiempo suficiente hasta que la
puerta hiciera clic tras la salida de Cori. Sólo hasta entonces las lágrimas se deslizaron
por su rostro, calientes y amargas. Un único acto sin sentido y había perdido a la única
persona a la que alguna vez le hubiera importado.
La única mujer a la que había amado.
Su padre había tenido razón. No valía nada. Tanto aspirar a nobles causas, para
demostrarle al anciano que seguiría su propio camino, sus sueños. Hasta dejarse creer
por un momento que podía encontrar la felicidad bajo sus propios términos.
La mayoría de los niños superan el jugar con camiones de bomberos. Yo nunca lo hice.

Esa parte de su vida había terminado. Ya no era un hombre del que nadie pudiera
sentirse orgulloso. Se había fallado así mismo, al equipo, y por sobre todo, a Cori.
No eres como él.

Nadó entre un mar de medicamentos para el dolor y miseria, cuando la puerta se abrió
de repente. Se apresuró a secar la humedad de su rostro.
—¿Knight?
Volvió la cabeza en dirección del tono de voz profunda y desconocida y se quedó con
la mirada fija. De todas las personas que esperaba ver al lado de tu cama, Joaquin
Delacruz no era una de ellas.
—¿Vienes a disfrutar de una visita amistosa o a ponerme una bala en los sesos? Porque
si estás aquí por el resto de tu dinero, date por enterado de que no lo tengo ni lo tendré.
Ni ahora, la semana siguiente. O jamás.
El hombre se pasó una mano por el largo y perfectamente estilizado cabello negro, y
entonces suspiró.
—Esa es la razón de porque estoy aquí, pero no de la manera en que piensas. Estoy
aquí para agradecerte por salvar la vida de mi hermana, más de una vez.
—Agradecerme…

272
—Sí.
Increíble.
—No quiero o necesito tus jodidas gracias. Amo a Cori.
El diablo arqueó una oscura ceja.
—¿En serio? Ah, sí. Tu gran amor, la razón por la que casi se derrumba sobre mí en el
vestíbulo entre sollozos por su corazón roto.
Su pecho se oprimió.
—¿Por eso estás aquí?
—No, si eres lo suficientemente imbécil para arruinar las cosas con ella, estará mejor
sin ti —Delacruz cambió de postura. Ubicando su chaqueta de forma más cómoda
sobre su hombro lesionado—. He venido a decirte que la deuda de tu padre está
perdonada. Como borrón y nueva cuenta, por así decirlo.
Zack se quedó mirando a Delacruz. Semanas atrás habría dado cualquier cosa por
escuchar aquellas palabras. Pero ¿Ahora?
—Vete a la mierda.
—Vamos a dejar algo en claro, hago esto por mi hermana, no por ti. Ella es el único
punto luminoso de mi existencia, Knight, y siempre estaré agradecido de que esté a
salvo. Así que, te guste o no, es una cuestión de principios para mí. La deuda ha sido
cancelada, tus fondos han sido restituidos en tus ahorros con intereses. Hay sólo una
cosa más.
—¿Qué? —Consiguió decir.
—El título de tu casa. Cori firmó para devolvértela —dijo él—. Ahora me imagino que
estará preguntándose dónde se quedará.
—Cori pertenece allí. La casa es tanto de ella como mía —dijo Zack en respuesta. La
idea de que ella se fuera lo entumecía hasta la médula. Asustándolo a un nivel
primario, inspirado en un temor que nunca había conocido.
Terror puro de llegar a casa y encontrar que se hubiera ido.
Para siempre.
Y sin embargo ¿Cómo podía esperar que se quedara? Se merecía algo mejor que un
hombre que casi había cometido un asesinato.
—Dile que se quede. Si alguien debe irse, seré yo.

273
La expresión de Delacruz se volvió ártica.
—Díselo tú mismo. —Se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta, entonces se detuvo,
lanzándole un último tiro de despedida por sobre el hombro—. Me dijo que eras una
especie de genio. A mi parecer sólo eres el cobarde más estúpido.
Y entonces salió cerrando silenciosamente la puerta tras de él.

274
Capítulo 20
Traducido por Dani y Niii
Corregido por majo

D
os días más tarde, Cori fue a ver a Zack una vez más. Había asistido a sus
clases, revisando su teléfono cada media hora. Había hecho sus rotaciones en
emergencias, había resistido el impulso de subir en un elevador a la habitación
común a la que había sido cambiado y verlo. Había bombardeado al Dr. Chu
buscando información, manteniéndose dispuesta a escuchar. Se estaba recuperando
bien.
Pero no la había llamado.
Estaba perdiéndolo, y no sabía que más hacer excepto intentarlo otra vez. La visita
había sido un error.
Su conversación fue tan forzada, se había ido después de diez minutos. Y pasó veinte
minutos más sollozando en el baño de mujeres.
No más. No podía luchar esta batalla aquí. Él tenía que tratar el trauma de lo que
había hecho, y la dejaría ayudarlo o no. Una cosa era segura, no sería capaz de
esconderse por siempre. Se estaba mejorando, y eventualmente, tendría que volver a
casa.
¿Luego qué? Se negaba a pensar demasiado en el peor desenlace.
Entonces llegó como algo sorprendente el sábado siguiente, una semana después de su
secuestro, cuando Sean Tanner la llamó a su casa. Poniéndose el receptor bajo su
oreja, se detuvo en el acto de secar platos, esforzándose en pensar porqué el capitán de
Zack la llamaría.
—Hola, Sean. ¿Qué puedo hacer por ti? —Tan pronto como la pregunta salió de su
boca un horrible escenario tomó forma—. ¿Hay algo mal con Zack? ¿Ha recaído? —
Por favor, no…
—Cori, no sé cómo decir esto —empezó, la voz llena de arrepentimiento.
El tazón en sus manos se le soltó y cayó con un estrépito dentro del fregadero.
—Oh, Dios. ¿Qué está mal?
—Zack acaba de estar aquí.

275
—¿Ha sido dado de alta? —La angustia la atravesó, el dolor intolerable. No se había
molestado en llamar.
—Sí, hace poco rato. —Sean soltó un suspiro al final, sonando cansado. Derrotado—.
Entregó su renuncia.
El mundo se inclinó.
—¿Qu… qué?
—Renunció sin avisar. Desde luego, no estoy cerca de aceptarla. Estoy esperando que
puedas interferir, hacerlo entrar en razón.
Sacando la silla del desayuno de un rincón, se sentó antes de desmayarse.
—Ama su trabajo, Sean. Me dijo el mismo que nunca quería hacer otra cosa.
—Está lidiando con algo de mierda pesada. Ha pasado por mucho. Los dos han
pasado por mucho. Escucha, sólo… intenta, ¿está bien? Está de camino a tu casa. Uno
de los chicos del turno B lo está llevando.
—Está bien. Haré mi mayor esfuerzo.
—Zack es un buen hombre, Cori. No lo dejes ir.
—Quizás no dependa de mí, Sean.
Colgó y dejó el teléfono sobre la mesa. Mirando ciegamente la pared.
Zack estaba viniendo a casa. Y no se había preocupado en avisarle.
El hombre que amaba estaba viniendo a despedirse.

***

Zack golpeó el capó de la camioneta de Clay Montana, saludó a la distancia, y arrastró


los pies por los escalones del porche delantero. Aunque estaba dopado hasta los topes,
sus costillas golpeadas y su herida de arma blanca estaban matándolo.
Pero ni de cerca tanto como el agujero en su corazón.
Sean probablemente la había llamado de inmediato. Debía de odiarlo ahora. Lo que
era para mejor. ¿Verdad?
La puerta delantera no tenía seguro. Entró, y ella se levantó del sofá. Permaneció de
pie en silencio, devolviéndole la mirada.

276
Parecía cansada. Demasiado delgada, círculos oscuros bajo sus adorables ojos.
Aparentemente, no había estado comiendo ni durmiendo.
Lo peor de todo era la devastación grabada en su rostro. Frotó las palmas de sus
manos en sus jeans, luego cruzó los brazos bajo sus pechos. Insegura, vacilante, como
si nunca hubiera estado con él antes.
Yo le he hecho esto a ella, a nosotros. No la merezco.

—Bienvenido a casa —dijo ella.


—Estoy aquí para empacar.
Un espasmo de dolor arruinó la poca compostura que le quedaba.
—Te vas. Solo así, incluso a pesar de que nos amamos.
—No es suficiente. —No, eso no era del todo correcto—. Yo no soy suficiente.
—¿A qué te refieres?
Su garganta ardió.
—Toda mi vida, he estado por debajo de las expectativas. Debí haber sido más, haber
tomado mejores decisiones. Por un tiempo, me dejé creer que había logrado estar por
encima del perdedor que todos pensaban que era.
Sacudiendo su cabeza, ella dio un par de pasos hacia él.
—No eres un perdedor. Eres el hombre que amo. Nada jamás cambiará eso, sin
importar cuán lejos corras.
Él le dio una sonrisa triste.
—Una vez me dijiste que una de las cosas que más amabas de mí era que yo resolvía
los problemas con mi cerebro, no con mis puños. Te decepcioné.
Extendiendo sus manos, ella cerró la distancia entre ellos.
—¡No, no lo hiciste! Eres amable, y brillante, y…
—Casi maté a un hombre, Cori. ¡Con mis propias manos! ¿Cómo puedes amarme
ahora? No soy lo que querías.
Avergonzado, bajó la cabeza, sus manos en puños a sus costados. Trago con dificultad
una vez, dos, pero no pudo detener la lágrima que se escapó y rodó por su mejilla sin
afeitar. O la siguiente.
La palma de la mano de ella se sentía cálida en su rostro y él se volvió hacia su toque,

277
un pequeño sonido de agonía emergiendo a pesar de sus esfuerzos.
—Todos cometen errores, y algunas veces la gente es empujada más allá de sus límites
—dijo ella en voz baja—. Dime, ¿me amarías tú menos si yo hubiera sido quien
hubiera golpeado a Lionel hasta hacerlo papilla? ¿Si yo hubiera tomado el atizador de
la chimenea y le hubiera sacado el cerebro a golpes con él?
—Un pequeño capullo de esperanza se formó en su pecho. Por primera vez en días, un
rayo de luz.
—No, por supuesto que no. Pero no lo hiciste.
—Lo hubiera hecho. Y no hubiera sido ni de cerca tan malo como lo que hice en el
pasado.
Eso hizo que su cabeza se levantara y escaneara su rostro. Leyó la tristeza en sus ojos,
el arrepentimiento.
—No lo entiendo.
—Te mentí, Zack. Desde el principio, sobre algo muy importante. Dadas las
circunstancias, puede que cambie la forma en que te sientes sobre mí.
—Estás equivocada. Nada podría cambiarlo. —Con el miedo aferrándose a sus
entrañas, acunó sus mejillas en ambas de sus manos—. ¿Qué es?
—La noche en que mi esposo me golpeó casi hasta la muerte…
—Puedes decirme cualquier cosa, bebé.
—Joaquin no le disparó a Alex. Yo lo hice.
—Oh, Dios mío. —Las cosas por las que ella debía haber pasado. El miedo, la culpa.
—Yo sí maté a un hombre. En defensa propia, pero él está igual de muerto. La
enormidad de tomar una vida nunca se va realmente, aunque era él o yo. Mi hermano
tomó la culpa para protegerme de la prensa, de la especulación. Y yo lo dejé. ¿Me
odias ahora? —susurró ella—. ¿Me amas menos?
Él la jaló hacia sus brazos, acunándola cerca de su corazón.
—Dios, no. ¿Cómo podrías pensar eso?
—¿Entonces cómo podría yo amarte menos?

Era verdad, cada palabra.


La esperanza floreció, expandiéndose. Ella se acurrucó contra su pecho, sus lágrimas
humedeciendo su camiseta, y él supo que nunca dejaría ir a esta mujer.

278
—Te amo, Cori Shannon.
—Por favor no te vayas.
—Intenta obligarme. —Él acarició su cabello, inhaló su esencia—. Lamento tanto el
infierno por el que te hice pasar esta semana.
—Soy una mujer. Lo recordaré y me vengaré más tarde.
Él se rio, e hizo una mueca ante el dolor en sus costillas.
—Maldición, no me hagas reír.
—No deberías estar fuera del hospital, hombre terco.
—Obtendré más cuidados de enfermería justo aquí, en tus brazos.
—Mmm, verdad.
—Desearía poder hacerte el amor.
—Tenemos mucho tiempo.
Envolviendo los brazos alrededor de su cuello, ella le dio un beso que lo conmovió
hasta el alma. Su lengua se introdujo en su boca, lamiéndolo hasta un estado de alegría
pura. Alejándose, ella ladeó su cabeza en su dirección.
—¿Qué hiciste realmente con los cincuenta millones?
—Pues, casi exactamente lo que le dije a Lionel. Creé otra cuenta y escondí el dinero.
Puedo regresarlo en cualquier momento, aunque el Detective Bernie dijo que los
Federales podrían volverse algo ruidosos al respecto.
Ella mordió su labio.
—¿Pueden hacer algo? Pago mis impuestos, y es una cuenta extranjera. Además,
estabas bajo coacción.
—Probablemente no. No te preocupes, hermosa. —Un pensamiento repentino y
horrible se le ocurrió—. ¡Maldición! Renuncié a mi trabajo.
—No, no lo hiciste. Tanner me llamó, y no aceptará tu renuncia.
—Gracias a Dios.
—Muy bien. Cambiemos el tema. —Ella sonrió—. Creo que me debes una sorpresa,
bomberito.
La felicidad lo llenó hasta desbordarlo. Esta mañana, estaba convencido que jamás la
oiría llamarlo así de nuevo.

279
—¿No has espiado?
—Nop. Te prometí que no lo haría, y no lo he hecho.
—Ven aquí. —Tomándola de la mano, la guio a través de la casa hacia la puerta y
luego hacia la terraza—. Cierra tus ojos.
Los cerró apretándolos. Él abrió la puerta de vidrio, y la guio a través de ella.
—¿Qué tan lejos estamos yendo?
—Solo un poco. No te preocupes. No te dejaré caer. —Cuidadosamente, la dirigió por
la cuesta hacia el arroyo. La ida era lenta y en realidad, hubiera sido mucho más fácil
solo dejarla abrir sus ojos y ver su regalo, pero estar aquí juntos era importante para él.
Simbólico, de algún modo.
La llevó hacia los tablones de madera y la posicionó junto a la baranda, de frente al
arroyo que fluía bajo sus pies. Tomó su mano. Sus dedos se aferraron a la baranda.
—¿Qué…
—Espero que te guste.
—Sabes que lo hará. ¿Ahora?
—Muy bien, ábrelos.
Ella lo hizo, sus ojos ampliándose. Y contempló su regalo, bañado en luz solar,
arqueándose graciosamente bajo los árboles. Él observó la pura e inalterada alegría
inundar su rostro.
—Tú… ¡Oh, Dios, me construiste un puente! ¡Zach, es maravilloso! —Se lanzó a sus
brazos y él la agarró con un oomph mientras lo bañaba en besos—. ¡Oh, lo lamento!
¡Tus costillas!
—Oye, todo está bien —bromeó él—. Te construiré un par más si obtengo esta
reacción.
Lo besó otra vez, persistiendo esta vez hasta que él estuvo duro contra su vientre.
Pulsando.
—Gracias —dijo ella, pasando sus dedos a través de su cabello—. Lo amo.
—De nada. Yo te amo a ti. ¿Ya no puedo tener a mi bebé cayendo al arroyo, verdad?
—Nop. —Ella hizo una pausa, una extraña luz en sus ojos. Tomando su mano,
presionó su palma extendida contra su abdomen—. A ninguno de tus bebés.
Él la miró fijamente, en un ataque de estupidez.

280
—¿Qué?
—Sorpresa, papi. Noticia de última hora, la píldora no siempre es cien por ciento
efectiva.
No podría haber estado más sorprendido si ella le hubiera golpeado la cabeza con una
pala. Con las manos temblando, enmarcó su hermoso rostro.
—¿E-estás embarazada?
—¿Cómo te sientes sobre eso? ¿Todavía quieres ir a empacar?
Dios en el cielo, él casi la había dejado. Casi había caminado fuera de su vida, sin
saber sobre su bebé.
Su hijo.
Abrumado, humillado, se puso de rodillas frente a ella. Tomó sus manos en las suyas,
e hizo su mejor esfuerzo por poner sus sentimientos en palabras.
—Eres mi corazón y mi alma, Corrine Shannon. Por tanto tiempo como te tenga a mi
lado, creyendo en mí, puedo hacer cualquier cosa. Te amo, y amo a nuestro bebé —
dijo con voz ronca—. ¿Me harías el honor de convertirte en mi esposa?
—¡Oh! —Cayendo sobre sus rodillas frente a él, se lanzó a sus brazos, casi tirándolo al
suelo—. ¡Sí! ¡Sí, me casaré contigo!
Sus costillas gritaron en protesta, pero no le importó. Todo lo que importaba era la
mujer en sus brazos.
—Entonces soy el hombre con más suerte en el planeta.
—Y no lo olvides. —Ella lo besó sonoramente, una promesa, él esperaba, de la velada
por venir.
—Sigue con eso y te dejaré realizar tus deseos perversos conmigo. Si eres muy suave.

—¿Sin cuerdas ni mordazas?


Él rio, sacudiendo su cabeza ante su lindo y pequeño mohín.
—No esta noche. Esta vez, seremos solo tú y yo.
—Bienvenido a casa, guapo.
—No estaría en ningún otro lugar, hermosa. Solo aquí, contigo.
Para siempre.

281
Fin.

282
Hidden Fire
Sinopsis
Traducido por Niii
Corregido por majo

Julian Salvatore se ha ganado su reputación de mujeriego,


pero perseguir a las mujeres es también una forma de escapar
de un terrible secreto. Entonces conoce a la abogada
defensora Grace McKenna, una hermosa reina del hielo más
que dispuesta a darle a Julian su cuerpo, incluso si él no
parece capaz de derretir su corazón.
Pero cuando una serie de asesinatos golpea Nashville, Julian
es marcado como un blanco por el asesino. Mientras se
encuentra cara a cara con sus demonios, él y Grace deben
darse prisa en develar la terrible verdad... o convertirse en las
siguientes víctimas...

Tercer libro de la serie Bomberos de la Estación Cinco

283
Sobre la autora

Jo Davis
Jo Davis pasó dieciséis años en las
trincheras de la escuela pública antes de que
dejara la enseñanza para perseguir su sueño
de convertirse en escritora a tiempo
completo. Actualmente Jo escribe suspenso
romántico y erótico para New American
Library y es miembro activo de los
Romance Writers of America. Ha sido
finalista para el Premio de Escritores
Románticos de Excelencia de Colorado, ha
ganado el Premio de la Medalla al Mérito
HOLT, y uno de sus libros tiene opciones de
convertirse en una película.
Actualmente Jo está trabajando en más historias para sus sexys héroes “Los Bomberos
de la Estación Cinco”, así como para la Serie Agencia SHADO para NAL Heat. Jo
vive en Tejas con su esposo, Paul, y sus dos hijos.

284
Agradecimientos
Moderadoras: Niii y Dani

Traducción

Dani LizC

Niii Mari NC

Liseth Johanna Simoriah

Purplenightlight Kathesweet

Bobo Toffee Susanauribe

clau12345 Miranda.

rihano Dai

Viktoriak Jo

atenea Paaau

gaby828 Vannia

Akanet

Corrección

Silvery Majo

Nayerlir Simoriah

Marina012 La BoHeMiK

Marce Doyle*

Revisión y Recopilación Diseño

Majo Paovalera

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Para más lecturas, visita:

www.bookzinga.foroactivo.mx

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