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Turn and Burn

Blacktop Cowboys 5

Sinopsis:
Tanna Barker es una campeona mundial de carreras de barriles. Pero su
vida personal ha sido menos exitosa y se siente a la deriva. Después de la
muerte inesperada de su madre, su padre se volvió a casar y vendió el
rancho de Texas que ella llamaba su hogar. Ahora una lesión de rodeo ha
dejado a la inquieta y explosiva mujer escondida en Muddy Gap, sin saber
cuál debería ser su próximo movimiento.
Hasta que encuetra a su pareja en un muy salvaje vaquero.
El veterinario August Fletcher siempre ha puesto su trabajo en primer
lugar. Nunca ha encontrado una mujer que pudiera manejar su estilo de vida
siempre en la carretera. Pero cuando la atrevida y sexy Tanna llega a la
ciudad, finalmente encuentra a la mujer de sus fantasías. Y hay algo entre
ellos, pero ella afirma que ha resultado quemada por el ámalas y déjalas de
los compañeros de ruta antes. ¿Cómo puede Fletch demostrar que está en
esto a largo plazo y que su ardiente relación es mejor que ganar cualquier
medalla de rodeo? Se necesitará un poco de dulce persuasión para
convencer a Tanna de que Muddy Gap es donde ella pertenece.
Este libro está dedicado a todos mis amigos de Texas, especialmente a
esas salvajes
y locas texanas
que me inspiran todos los días…
Capítulo 1

—Dulzura ¿qué dijiste que hacías para ganarte la vida?


Dulzura ¿Este tipo realmente pensaba que ella compraría su truco de
falso vaquero porque se había presentado en un bar Country con botas de
cocodrilo y un Stetson? Por favor. Ella era una chica texana, nacida y
criada en Texas. Y si había algo que Tanna Barker sabía, era de vaqueros…
vaqueros de verdad.
Ella sonrió tímidamente.
—No lo dije. Pero un chupito de Patrón soltaría mucho mi lengua.
El señor Botas de Cocodrilo llamó al camarero.
Baboso.
Tanna casi se habría sentido mal por este tipo, excepto que él se había
acercado a ella. Comprarle un trago era lo menos que podía hacer después
de haber dejado que le soltara una mierda tan espesa que sentía se le filtraba
en las botas.
—Normalmente no comparto a que me dedico porque tiende a ser visto
como… un poco guarro. Pero haré una excepción contigo, paletita helada
de chocolate—le confesó, después de beberse el tequila.
Vio sus engranajes girar mientras reflexionaba sobre su ocupación
guarra. ¿Acompañante pagada? ¿Prostituta? ¿Bailarina exótica? Sus ojos
vagaron sobre sus ceñidos vaqueros Miss Me, su cinturón B. B. Dimon de
diamantes de imitación rosa y su reluciente blusa con volantes lo
suficientemente baja como para despertar interés en su abundante escote.
Entonces, el señor Botas de Cocodrilo frunció el ceño al ver el vendaje
en su frente.
—¿Qué te ha pasado?
—Riesgos de mi trabajo—confió ella—. Soy una chica Roller Derby
profesional. Soy el pivote de las Lonestar Ladies. Golpeé el cemento en el
ring anoche después de que una perra me golpeara y terminé con un corte
en la cabeza. Sangraba como sangra una madre, supongo. No me di cuenta,
porque juego para ganar. Esta vez solo recibí diez puntos. El mes pasado me
desgarré la pantorrilla y terminé con veinticinco puntos.
Silencio.
—Puedo mostrarte la cicatriz. Apuesto a que a un vaquero duro como tú
le gustan las cicatrices, ¿verdad? —se burló ella.
El señor Botas de Cocodrilo retrocedió y saludó con la mano a alguien
al otro lado de la habitación.
—¿Me dirías la hora? Me tengo que ir. Veo que mis amigos están aquí.
Tanna contuvo la risa hasta que él desapareció.
A los cinco minutos, otro tipo amistoso se acercó sigilosamente. Más
joven que el señor Botas de Cocodrilo. Pero todavía usaba el Hola, bebé,
soy todo esto y una verdadera apariencia de vaquero de un idiota adulador.
Ella sonrió y esperó a que entablara una conversación.
Hola, chupito gratis número dos.
Hablando sobre ridículamente fáciles. Durante las siguientes dos horas,
y después de múltiples chupitos de tequila gratis, su lesión había sido el
resultado de un accidente de caza con arco, de ser cortada por su equipo
después de saltar de un avión, de una pelea de borrachos con sus
compañeros misioneros, de golpear el barra antivuelco durante las finales
del derbi de demolición y su favorita… el látigo que había usado con su
amante retrocedió y le cortó la cara. Verdaderamente un clásico. Como la
reina de los cuentos, no podía esperar para compartir estas pequeñas y
divertidas mentiras con su amiga Celia Lawson Gilchrist.
Afortunadamente el embarazo no había afectado el sentido del humor de
Celia.
Tanna pidió una Corona, lamentando la falta de cerveza Lone Star tan al
norte. Aún así, estaba agradecida por sus amigos que le habían ofrecido un
lugar para vivir en Wyoming mientras ella acomodaba su cabeza. Su vida
había sido turbulenta estos dos últimos años, más de lo que había dejado
ver. Solo quería un lugar para esconderse, lamer sus heridas y descubrir qué
diablos hacer con ella misma.
En lugar de imponerse a Celia y Kyle Gilchrist o Lainie y Hank
Lawson, incluso por una noche, Tanna se había registrado en un motel
barato en Rawlins a poca distancia del Cactus Jack's Bar. Esta no sería su
última noche de libertad, pero sería su última oportunidad de ser
anónimamente salvaje por un tiempo.
Correcto. Repítete eso. No puedes pasar más de dos semanas sin
meterte en problemas.
Otro tipo, este con demasiados tatuajes y muy pocos dientes, se deslizó
junto a ella.
—¿Qué hace una belleza como tú bebiendo sola?
—Celebrando que acabo de salir de la cárcel la semana pasada.
Los ojos nublados del tipo se iluminaron.
—Qué casualidad. Yo también salí de la cárcel. ¿Por qué estabas ahí?
¿Un verdadero presidiario la estaba coqueteando? Increíble. Eso le
enseñaría a mentir.
—Incendio provocado. Supuestamente…—Hizo comillas en el aire
cuando dijo supuestamente— … prendí fuego al tráiler de mi ex y volé su
camioneta con un par de ráfagas incendiarias. El hombre no tiene sentido
del humor y si alguna vez vuelvo a ver a ese bastardo mentiroso… —Tanna
lo miró con recelo—. Oye. Ahora que lo pienso, te pareces muchísimo a él.
Una barbaridad—dijo en tono de burla y le dio un golpe en el pecho—.
LeRoy, lo juro por Dios, si crees que puedes ponerte algún tipo de tonto
disfraz…
—Yo no soy LeRoy, y señora, estás completamente loca. —Él
retrocedió. Huir, fue más bien lo que hizo.
No pudo evitar reírse entre dientes antes de beberse de un trago la
cerveza.
—¿Un consejo, dulzura sureña? Estás en la ciudad de Rawlins, que
alberga la penitenciaría del estado de Wyoming, hay una población de ex
convictos superior a la media. Y no todos son tan fáciles de engañar como
él.
Tanna miró al hombre.
Oh, hola, dulzura.
¿Cómo no se había fijado en este gigante? Con al menos un metro
noventa y ocho, fácilmente arrojaba sombra a su metro sesenta y uno. Y
santos frijoles este tipo era caliente. Realmente caliente. Después de ser
abordada por aspirantes a vaqueros durante toda la noche, no había duda de
que este tipo era alguien auténtico. Así que sin vergüenza miró su
espléndido cuerpo, desde su sombrero de vaquero de verano hasta las
puntas de sus botas polvorientas… y cada centímetro en el medio.
Su edad parecía estar en la treintena. En esta parte del país, su tez rojiza
tenía que ser de ascendencia nativa americana. Su ávida mirada se fijó en
sus rasgos angulosos. Una frente alta no estropeada por una sola arruga.
Una línea de cejas oscuras se arqueaba sobre cálidos ojos del color del
topacio. Sus pómulos eran prominentes en un rostro ancho. Una nariz
afilada. Las comisuras de sus labios se curvaron en una sonrisa indulgente.
Y mira esa mandíbula cincelada de aspecto ridículamente fuerte. Su cuello
grueso se estrechaba en los hombros tan anchos que parecía que usaba
almohadillas de fútbol, hasta que se dio cuenta de que este hombre
musculoso no podía esconder equipos voluminosos debajo de su camiseta
ceñida.
—¿Terminaste de mirar hasta saciarte? ¿O quieres que me dé la vuelta
para poder comerme el culo con los ojos también?
—Es mejor saber desde el principio que estoy mirando tu paquete y no
considerando el tamaño de tu billetera, ¿no crees?—replicó Tanna con falsa
dulzura.
Él rio. Un profundo retumbo sexy que provocó un pequeño tirón en su
vientre.
—Entonces, ¿me dejarás comprarte una cerveza si saco mi billetera?
—Si estás seguro de que quieres gastar dinero en una ex convicta.
—No eres una ex convicta por muy extensa que sea tu imaginación. —
Él llamó al camarero—. Pero estoy interesado en saber qué mentira
mereceré. —Le lanzó una sonrisa—. Espero que afirmes ser un agente
secreto.
Tanna se inclinó sobre la barra.
—¿Tienes una fantasía de chica Bond de la que quieres contarme,
Campeón?
—Soy más fan de Lara Croft o Sydney Bristow. Las chicas que patean
traseros hacen girar mi manivela.
—Las mujeres calientes que saben cómo matar y cómo vestirse para
matar son el recurso más importante.
—Oh, esas mujeres no tienen nada contra ti en el departamento de
recursos. —Su mirada se hundió en la V profunda de su escote.
No le molestaba que estuviera comprobando descaradamente sus tetas.
Cuando finalmente arrastró su mirada hacia ella de nuevo, la lujuria
desenfrenada en sus ojos envió una oleada de calor líquido a través de ella.
—Tú eres problemas—masculló ella, incapaz de apartar la mirada de él.
Algo en este hombre la atraía y aceleraba.
—No más problemas que tú, chica espía. —Le ofreció un billete de
veinte al camarero sin romper el contacto visual—. ¿Quieres que
consigamos una cabina y hablemos sobre los problemas en los que podemos
meternos juntos?
Ella asintió. Justo cuando dio un paso atrás, un hombre que competía
por su lugar en la barra la empujó, haciéndola perder el equilibrio. Su
extraño alto, moreno y apuesto le impidió caer usando un brazo firme para
tirar de ella hacia adelante. Sus pechos se encontraron con la dura pared de
su pecho y todo el aire salió de sus pulmones rápidamente. Buen Dios, era
sólido.
Respiró hondo ante el repentino contacto íntimo.
El lado de su cara se estrelló contra sus pectorales. Ella permaneció así,
inhalando su aroma hasta que él tiró de su cabello para llamar su atención.
Ella lo miró a los ojos, sintiendo un estallido de puro calor sexual.
—Podría ser peligroso seguir mirándome así—le dijo él en voz baja.
—¿Porque tienes miedo de que quiera hacer más que mirarte?
—No. —La punta de su dedo de bordes ásperos trazó una línea a lo
largo de su cuello, desde el hoyuelo en su barbilla hasta el comienzo del
escote—. Pero tal vez quiero más de lo que estás dispuesta a dar.
Tanna lo miró fijamente. Normalmente, una charla sexual tan descarada
tan pronto después de conocerse la hacía retroceder. Pero algo en este
hombre la mantuvo donde estaba, completamente fascinada por él.
—Di la palabra, dulzura sureña, y me iré.
—¿Y si no quiero que te vayas?—contraatacó ella audazmente.
—Entonces nuestra noche acaba de volverse mucho más interesante.
—Suena bien para mí. —Abriendo la boca sobre la dura curva de sus
pectorales, sopló una bocanada de aire caliente a través de la camisa y
después mordió ligeramente—. Estoy lista para lo que sea que tengas en
mente.
—Agarra tu cerveza. —La condujo a la única cabina desocupada, junto
a la puerta principal.
Ella se deslizó en el banco frente a él y levantó su botella para brindar.
—¿Por qué estamos brindando?
—Ex convictos y pequeñas mentiras blancas. —Ella sonrió—. Y un tipo
con un gran… medidor de gilipolleces.
—Beberé por eso. —Él sonrió.
Dulce Señor. Había una potencia malditamente peligrosa en esos dientes
blancos nacarados suyos.
Él apoyó sus enormes hombros contra la parte posterior de la cabina.
—Entonces, ¿cuál es tu nombre además de Caliente Problema?
Tanna negó con la cabeza.
—¿Qué tal si lo mantenemos simple y no intercambiamos nombres?
Ni siquiera parpadeó.
—Porque probablemente me darías uno falso de todos modos.
—Sí. Veo que ésta tampoco es tu primera ronda en este tipo de rodeo,
vaquero.
—Estoy bien sin nombre… de todos modos me gusta más el dulzura
sureña, pero hay un par de preguntas básicas que debo hacer primero.
—Dispara.
El brillo desapareció de sus ojos.
—¿No estás casada y estás en la ciudad buscando una noche con un
extraño para curar tu aburrimiento marital?
—No, señor. No hago trampa. Así que tampoco tengo novio. —Lo
señaló con la botella de cerveza—. Misma pregunta para ti
—Nadie significativo en mi vida. O en mi cama de forma regular.
—Aclarado esto. Próxima pregunta.
Sus ojos se posaron en el vendaje de su frente.
—¿Qué pasó ahí?
—Nada. Es un apoyo para ganar simpatía, iniciar conversaciones y para
que los hombres me compren bebidas.
Eso pareció divertirlo más que molestarlo.
—¿Qué te trae a Rawlins, Wyoming?
—Sólo estoy de paso en mi camino para comenzar un nuevo trabajo. —
No exactamente una mentira—. ¿Que hay contigo?
—Yo también estoy mucho en la carretera. —Él dejó que su botella
colgara unos centímetros por encima de la mesa y la balanceó como un
péndulo—. ¿No estás realmente huyendo de un ex?
Tanna rio.
—Nop. Solo estoy matando el tiempo en un bar de mala muerte antes de
seguir viaje.
—¿Así que no estás buscando al señor Correcto?
—Más como buscando al señor Ahora Mismo.
Su hermoso rostro permaneció escéptico.
—Vamos a cortar por lo sano. Me gusta el sexo. No hay sustituto para la
forma en que la piel desnuda se siente deslizándose en el calor de la pasión.
No hay sustituto para un beso largo y húmedo. No hay sustituto para un
orgasmo acelerando tus latidos y la sangre corriendo en tus venas. No hay
sustituto para el sexo. Punto. No se supone que deba admitir que me pongo
ansiosa y brusca si paso demasiado tiempo sin él. No se supone que deba
admitir que satisfacer el ansia de contacto físico íntimo es todo lo que
deseo. No quiero enredos emocionales desordenados. Sólo. Sexo. Caliente.
Él se inclinó hacia adelante y tomó su mano, mirándola profundamente
a los ojos.
—Creo que te amo.
Ella se rio.
—Con toda seriedad, es refrescante que seas tan directa sobre lo que
quieres.
—O lo que no quiero. —Tanna bebió un trago de cerveza—. Entonces,
¿estás interesado en llevarme a revolcarnos?
—Oh, sí. —Su sonrisa se volvió decididamente depredadora—. Pero no
voy a estrechar tu mano como si esto fuera un acuerdo comercial. —
Levantó sus manos unidas y besó la parte interior de su antebrazo, desde la
muñeca hasta la curva del codo—. Te voy a seducir.
—¿Aquí y ahora?
—Solo te estoy dando un adelanto de mi libro de jugadas. —Su pulgar
trazó perezosamente un arco desde sus nudillos hasta la muñeca—. Pero no
intentaré un bombardeo de órdago. Prefiero hacer las jugadas paso a paso.
Créeme. Todavía nos llevaré a la línea de gol.
Tanna se retorció en el asiento.
—Nunca antes me había excitado una analogía con el fútbol.
Él rio entre dientes.
—Estoy feliz de que hayas encontrado la referencia deportiva correcta.
—Muérdete la lengua. Soy tejana. El fútbol no es un deporte; es una
religión.
—Mi error. Dicho esto, voy a adelantarme en el libro de jugadas
ofensivas y conseguirnos una habitación en el motel de enfrente. Vuelvo
enseguida.
Él se deslizó de la cabina dejándola mirándolo sintiéndose… ¿Qué?
¿Culpable? ¿Cómo debería ofrecer pagar la mitad? ¿O decirle que ya había
reservado una habitación? ¿O se sentía como una vulgar zorra por ligar con
otro tipo en un bar?
Nah. Había pasado un tiempo desde que había follado. ¿Y qué tenía de
malo actuar de acuerdo con sus impulsos más básicos? Nada. Los hombres
lo hacían todo el maldito tiempo. Su cuerpo, su elección. Todo placer, sin
dolor emocional. Justo lo que ella necesitaba.
Tanna ordenó otra ronda de Coronas y dejó caer la cabeza hacia atrás.
Su mente se llenó de pensamientos de manos errantes y bocas calientes. De
frías sábanas de algodón debajo de ella. Se imaginó el sabor de su boca. Su
piel. Pensó en su cabello atormentándola mientras bajaba por el centro de
cuerpo dejando una estela de besos. Para cuando terminó de desarrollar
todos los escenarios sexuales que le gustaría poner en juego, el banco
crujió. Inclinó la cabeza y abrió los ojos para ver a su caliente extraño
deslizándose a su lado.
Su gran mano se enroscó alrededor de un lado de su cara y pasó el
pulgar por su pómulo.
—Tenía miedo de que te hubieras ido.
—¿Por qué? Quise decir lo que dije.
—Te creo. Pero irme a asegurar una habitación antes de besarte fue un
poco grosero de mi parte.
El corazón de Tanna galopó cuando se inclinó más cerca, dejando que
sus labios casi se tocaran mientras la miraba a los ojos con tanto calor y
ternura.
—Tal vez deberías demostrar que no eres un mal besador antes de que
esto vaya más allá—se las arregló para decir ella.
—Será un placer.
Su aliento continuó fluyendo sobre sus labios, pero no la besó.
—¿Hay algún problema?
—No. Eres tan jodidamente bonita—murmuró y presionó su boca contra
la de ella.
Un roce suave y rápido de carne húmeda mientras sus labios acariciaban
los de ella. Luego otro. Y otro. Cuando Tanna separó los labios, su lengua
se deslizó dentro de su boca.
El beso inició una exploración lenta y dulce. El calor aumentó
gradualmente a medida que sus labios se movían y sus lenguas se batían en
duelo. Ella se entregó a él y a este increíble primer beso.
Para cuando se echó hacia atrás, Tanna supo que su rostro estaba
sonrojado. Su corazón latía acelerado. Un cálido latido de necesidad se
había asentado entre sus piernas.
—Maldita sea, mujer—dijo él finalmente.
—Me siento un poco mareada después de eso también. —Buen Señor.
Él la había besado con tanta intensidad que se quedó sin aliento.
—¿Supongo que pasé la prueba de los besos?
Ella asintió.
—Con gran éxito.
—Bueno. Porque quiero otra saboreada de ti.
El calor se extendió entre sus muslos.
—¿Y entonces qué?
—Entonces probablemente te arrojaré sobre mi hombro y correré por el
estacionamiento. —Su boca serpenteó por su garganta. Él se detuvo para
trazar su lengua a lo largo de su clavícula antes de plantar besos
directamente en su escote.
De alguna manera la había llevado al rincón de la cabina. Su gran
cuerpo la bloqueaba de la vista de otros clientes del bar, lo que le permitió
dejar besos con la boca abierta en cada centímetro expuesto de sus senos.
La cabeza de Tanna cayó hacia atrás, dejando que los codiciosos besos
en su piel la consumieran. Cuando se dio cuenta de que sus manos estaban
agarrando la cabina y no su carne dura como una piedra, extendió la mano y
colocó las palmas sobre sus pectorales.
—Me gustan tus manos sobre mí—murmuró él contra el montículo de
su pecho.
Ella curvó sus dedos en su torso, permitiendo que sus uñas se deslizaran
arañando desde su vientre hasta la cintura de sus vaqueros. Entonces ella
puso la boca sobre la piel salada debajo de su oreja.
—Imagíname haciendo eso por tu espalda. —Le mordió el lóbulo de la
oreja—. Al menos dos veces.
Él gimió y su boca regresó, abrumando la de ella con pasión. No besos
descuidados, mojados, del tipo quiero follarte. Sino besos calientes y
hambrientos que la llevaron a otro nivel de necesidad. Esta no sería una
única follada. La primera vez puede que fuera rápida. Pero la segunda vez
no lo sería. Tampoco la tercera. La cuarta ronda sería espectacular.
Parecía ser una noche larga y sudorosa.
Y ella no podía esperar.
Le dio una palmada en las mejillas para apartar su boca de la de ella.
Cuando lo miró a la cara y vio ese brillo diabólico, le devolvió la sonrisa.
—¿Qué?
—¿No dijiste algo sobre arrojarme sobre tu hombro y sacarnos de aquí.
—Vámonos.
Capítulo 2

Tanna se despertó presa del pánico, con la sábana pegada al pecho


desnudo. Miró a su alrededor salvajemente hasta que se dio cuenta de que
estaba en su habitación de motel, no en la de él. Se hundió en las almohadas
con alivio cuando recordó haber escapado después de que él se durmió
profundamente.
Escapado. Ella se había obligado a irse porque no había querido hacerlo.
Se sentía mal por agregar al tipo a sus otras aventuras de una noche. El sexo
había sido fantástico. Un poco de fuerte y rápido aquí te pillo aquí te mato,
que a ella le encantó, y después él cambió de marcha, ralentizando su mutuo
placer. Palabras más allá de sí, ahora y más, habían sido innecesarias.
Habían dejado que sus cuerpos hablaran.
Así que tal vez deseaba que hubieran intercambiado nombres. Pero ya
era demasiado tarde. Echó un vistazo al reloj. Las nueve de la mañana,
hombre, se había quedado dormida esta mañana. Se dirigió directamente a
la ducha.
Después de salir del motel, Tanna caminó dos cuadras hasta el
estacionamiento de grava de la parada de camionetas donde había
abandonado su camioneta y el remolque de caballos. No parecía que nadie
se hubiera metido con eso, lo cual era bueno ya que todas sus posesiones
terrenales estaban contenidas dentro de la plataforma para los caballos.
Trató de no sentir lástima; una ex campeona mundial de carreras de barriles
sin caballo. Una ex campeona del mundo sin hogar. Una ex campeona
mundial de carreras de barriles sin nada, realmente. Había perdido tanto en
los dos años desde que su madre había fallecido que todavía parecía
surrealista.
Sacudiéndose la melancolía, se subió a la cabina de su Dodge, puso
música y programó las coordenadas GPS del Rancho Gilchrist.
En el momento en que llegó al bien cuidado rancho, Celia Gilchrist
abrió la puerta de entrada y salió al porche para saludarla. El esposo de
Celia, Kyle, salió de la casa y se paró a su lado.
Tanna saltó de su camioneta y aterrizó con fuerza sobre su pierna
derecha. Ella reprimió una maldición y un grito de dolor. Temía no volver a
estar al cien por cien. Tan pronto como se enderezó, Celia estaba allí,
abrazándola.
—No tienes idea de lo feliz que estoy de que estés aquí, Tanna. —Celia
dio un paso atrás y le dio una mirada crítica—. Maldita sea, me olvido de lo
hermosa que eres. No parece que hayas pasado por nueve meses infernales.
Tanna tocó el vientre embarazado de Celia.
—Hablando de nueve meses… ¿cómo te sientes, mamá?
Kyle estaba detrás de Celia, colocando sus manos sobre sus hombros.
—Está malhumorada la mitad del tiempo y llora la otra mitad.
—No es verdad. —Celia le dio un codazo en el estómago—. Me siento
muy bien ahora. Estuve muy feliz de ver el final de las náuseas matutinas.
—Estás preciosa. —Tanna no solo estaba presumiendo. Celia tenía un
brillo a su alrededor. Una vibra feliz la rodeaba a ella y a Kyle. Tanna
estaría celosa excepto que el camino de Celia y Kyle hacia el amor, el
matrimonio y un cochecito de bebé no había sido pan comido—. Entonces,
¿ de cuanto estás? ¿Cinco meses ahora?
—Sí. Mi fecha de parto es la primer quincena de septiembre. —Celia le
lanzó a Kyle una mirada irónica—. Será interesante ver cómo está con un
bebé durante la temporada de partos.
—Estoy seguro de que lo hará muy bien. —Tanna pasó su brazo por el
de Celia—. ¿Estás dispuesta a darme un gran recorrido por tu rancho?
—Por supuesto. Hemos realizado muchas mejoras en los últimos dos
años y medio desde que Kyle lo heredó.
—No puedo creer que hayan estado casados tanto tiempo.
Kyle agarró la mano de Celia y le besó los nudillos.
—Han sido los mejores dos años y medio de mi vida.
Celia lo miró con ojos llenos de amor y Tanna no pudo resistirse a hacer
ruidos de arcadas.
Después de un recorrido rápido en vehículos de cuatro ruedas,
regresaron a la casa y se sentaron en el acogedor rincón del desayuno.
Tanna inmediatamente buscó el azúcar al descubrir que el té helado no
estaba endulzado.
—¿Cuándo empiezas a trabajar?—le preguntó Celia.
—El lunes. Tengo orientación el domingo.
—Si tienes mañana libre, puedes acudir a la marca.
—¿Necesitas ayuda?
Kyle se encogió de hombros.
—Tú sabes como es eso La marca en sí no tarda mucho. Es el reunirlos
y siempre podríamos utilizar más vaqueros.
—Suena divertido. Estaré aquí a menos que tenga que empezar a
trabajar un día antes. —Tanna abordó el tema, sin importar lo fuerte que su
orgullo gritara que lo dejara ir—. ¿Cómo es que a una chica de Texas le
ofrecieron un trabajo en Split Rock Ranch and Resort en Wyoming?
Celia se inquietó. Entonces miró a Tanna a los ojos.
—Sé que luchaste después de la muerte de tu madre. Y luego de sufrir el
tipo de lesión que te hiciste hace nueve meses… —Sus ojos se llenaron de
simpatía—. No hay necesidad de fingir que las cosas no han sido difíciles
para ti. Después del accidente, aceptaste ese trabajo en Billy Bob's Texas
porque no tenías otra opción. Eso significa que tienes experiencia con las
ventas minoristas y el servicio de la barra, lo que te convierte en la solución
temporal perfecta para los problemas de personal de Split Rock.
—¿Por qué todos son tan vagos acerca de por qué estos puestos son
temporales?
—¿Estás buscando algo permanente?
No lo sé.
—Las tres jefas principales estarán fuera de servicio por un tiempo. Mi
cuñada Janie, está casada con Abe, se ocupa de las ventas y las relaciones
públicas del resort y acaba de tener su segundo bebé. Harper Turner dirige
Wild West Clothiers y está lista para dar a luz a su segundo bebé cualquier
día. —Celia negó con la cabeza—. Harper habrá tenido dos hijos en
veintidós meses. Janie tuvo dos hijos en dos años y medio. Tierney Jackson
está a cargo de las finanzas del resort y está embarazada de su primer bebé.
Ella está bien para hacer su trabajo, pero no puede ayudar ni reemplazar a
nadie como lo hizo en el pasado. Su esposo Renner se puso firme y dado
que Renner es el propietario mayoritario, lo que dice vale.
—¿Entonces Janie y Harper volverán al trabajo?
—Les resultará difícil no volver ya que ambas son dueñas—señaló Celia
—. Cada una de ellas decidió tomar una licencia por maternidad de tres
meses y el verano es la época más ocupada en el resort, lo que pone a todos
en un aprieto. Encontrar personas calificadas es bastante difícil por aquí y
nadie quiere aceptar un trabajo, ni siquiera temporalmente, si no hay
posibilidad de que el puesto se vuelva permanente. Cuando mencionaron su
problema de personal, te recomendé como posible contratación de corto
plazo. Lainie también respondió por ti.
—Lo aprecio. Me acostumbraré a la forma divertida de hablar y a que
no le echas azúcar al té—dijo Tanna arrastrando las palabras.
Celia sonrió.
—La hermana de Tierney, Harlow, también hará un reemplazo en el
resort este verano. —Entonces su sonrisa se atenuó y puso la mano sobre la
rodilla lesionada de Tanna.
Tanna se preparó.
—Tengo que preguntar. ¿Te has subido a un caballo desde la última vez
que hablamos?
Tanna negó con la cabeza.
—Necesitas hacerlo.
Habían tenido esta discusión varias veces y ni la mente de Tanna ni su
respuesta habían cambiado.
Celia siguió insistiendo en su punto.
—Es parte de lo que eres. Estás asustada. Lo cual es comprensible, dado
lo que pasó.
Tanna todavía podía oír el relincho agudo del caballo resonando en su
cabeza. Ese ruido la perseguía.
—Mi fisioterapeuta dijo…
—Que estabas bien para seguir montando.
Sus ojos se entrecerraron en Celia.
—¿Cómo lo sabes?
—Me llamaste después de la cita.
—No lo hice.
—Lo hiciste. Pero estoy bastante segura de que habías estado bebiendo.
Tanna había bebido mucho en los últimos nueve meses desde el
accidente, aunque algunas personas no se referían a eso como un accidente.
Lo llamaron negligencia.
Dios. Incluso decir la palabra le daba ganas de vomitar. Nunca había
sido negligente con un caballo confiado a su cuidado. Nunca.
—¿Tanna?
Ella miró a Kyle.
—Lo siento. ¿Qué dijiste?
—Dije que sé de dónde vienes. Sabrás cuándo es el momento adecuado
para enfrentarte a esos demonios. —Celia abrió la boca para replicar, pero
Kyle negó con la cabeza—. Déjalo estar, Cele.
— Bien. ¿Pero puedo al menos presentarte a Eli? —le preguntó Celia.
—Supongo—dijo Tanna. No tiene sentido agregar más leña a la
necesidad de Celia de “arreglarla” admitiendo que no creía que el buen
amigo de Celia y entrenador de caballos Eli Whirling Cloud pudiera
ayudarla, a pesar de su reputación como una especie de mágico susurrador
de caballos.
—¿Todavía planeas dejar tu remolque de caballos aquí mientras trabajas
en Split Rock?—le preguntó Kyle.
—Si está bien. Saqué todo lo que necesitaba y lo empaqué en mi
camioneta.
—Vamos a estacionarlo y a instalarte en el complejo.
Cuando conducían en caravana por la carretera, Tanna no pudo evitar
quedarse boquiabierta ante la diversidad de paisajes. El paisaje se parecía al
oeste de Texas durante unos pocos kilómetros y entonces escarpados
acantilados de roca parecían surgir de la nada. Seguido de kilómetros de
artemisa y matorrales de cedro. Después kilómetros de nada.
Después de girar por un ancho camino de grava, la topografía cambió
una vez más a una zona boscosa con colinas y desaliñados pinos.
Comenzaron a subir una cuesta empinada y en lo alto había dos pilares de
piedra con un letrero de madera colgando entre ellos, que decía Split Rock
Ranch and Resort.
Tanna vio por primera vez el lugar. Madera y piedra con detalles en
metal. Más grande de lo que pensaba. Elegante, pero también tenía un aire
sencillo. En algún momento se habría hospedado en un lugar como éste.
Ahora estaba aquí como empleada.
Incluso con Celia y Kyle acompañándola dentro, estaba nerviosa. No
tenía a dónde ir, así que tenía que hacer que este trabajo funcionara.
Ella alcanzó a vislumbrar brevemente la gran sala antes de que Celia
cortara por el pasillo derecho, con la mano de Kyle en la parte baja de la
espalda. Celia se inclinó hacia él y murmuró algo que hizo que Kyle besara
su mejilla. Incluso el lado cínico de Tanna, que se burlaba de la idea del
amor verdadero y del alma gemela, se descongeló un poco al ver a sus
amigos tan sintonizados entre sí.
Celia se detuvo frente a la oficina y llamó.
La puerta fue abierta por una morena embarazada. Se ajustó las gafas
después de mirar la barriga de Celia y luego la de ella.
—No creo que podamos cruzar la puerta al mismo tiempo.
—Graciosa. —Celia se hizo a un lado—. Tierney Jackson, te presento a
Tanna Barker. Campeona mundial de carreras de barriles, increíble amiga y
tu bateador de emergencia para el verano. Tierney es el gurú financiero por
aquí, pero no dejes que eso te engañe. La chica sabe como beber chupitos
de tequila.
—Siempre marcada como una chica mala por un incidente aislado.
Alguien detrás de ellos resopló.
Tierney dio un paso adelante y le ofreció la mano.
—Tanna, estoy tan feliz de conocerte finalmente en persona. Celia ha
dicho las mejores cosas sobre ti.
—Igualmente. Estoy agradecida por la oportunidad de trabajar en el
resort. Es un lugar hermoso por lo que he visto.
Después de salir de la oficina, un tipo guapo, cuyo porte gritaba
vaquero, se acercó a Tierney. Él le ofreció su mano.
—Tanna. Renner Jackson. Nos conocimos antes. Sin embargo, ha
pasado un tiempo. Disfruté viéndote correr barriles en muchas ocasiones.
—Gracias. Entonces, ¿eres el gran jefe?
—Soy el propietario mayoritario, pero me despellejarían vivo si dijera
que soy el gran jefe. —Él sonrió—. Fui lo suficientemente inteligente como
para contratar a los mejores y más brillantes.
Tierney le golpeó la cadera con la de ella.
—No lo olvides, vaquero.
Renner miró a Kyle.
—¿Quieres conducir la camioneta de Tanna hasta el alojamiento de los
empleados? Estará en el cuarto tráiler. Estaciona en la parte de atrás.
Caminaremos
Tanna le arrojó a Kyle las llaves.
Renner ofreció una breve historia del complejo y la llevó de regreso a la
sala principal. Señaló las diversas áreas con la promesa de que ella
obtendría un recorrido más minucioso el domingo.
Atravesaron la cocina, que estaba sorprendentemente tranquila para ser
viernes.
—Solo tenemos dos habitaciones reservadas para esta noche y las
parejas hicieron planes alternativos para la cena, así que no tenemos
personal de cocina.
—¿No tienes el personal de cocina cocinando para los empleados?
—No. —Renner mantuvo abierta la puerta para ella, Celia y Tierney que
estaban conversando, caminando detrás de ellos—. El Split Rock funciona
como un hotel y no como un barracón donde el cocinero alimenta a los
trabajadores del rancho dos veces al día. La mayoría de los empleados se
van a casa. Con un par de excepciones. El capataz de mi empresa de
contratación de ganado vive en el lugar, al igual que nuestro experto, que
dirigirá mi negocio de cría de ganado comercial si alguna vez conseguimos
que la maldita cosa despegue. El jefe de limpieza y el jardinero están
casados, por lo que también viven aquí. Y ahora tú.
Había comenzado a andar por un sendero hecho a mano con piedras
planas.
—Hay senderos como éste en todas partes. La mayoría de ellos están
marcados, con la excepción del camino a las habitaciones de los empleados.
Tanna miró a su alrededor, inmediatamente se calmó por el paisaje
pacífico. Sabía que le había costado mucho trabajo hacer que esto pareciera
natural. Siguieron caminando hasta que llegaron a una serie de vallas de
madera altas. El ángulo de cada sección y el corte de las piezas de madera
daban la ilusión de una cerca transparente, pero los seis segmentos eran
sólidos.
—Una cerca genial.
—Gracias. Cuando los invitados preguntan, les decimos que es un
cortavientos y una barrera de sonido, lo cual no es del todo una mentira.
Pero es principalmente para mantener ocultos a la vista las habitaciones de
los empleados. Algunos huéspedes se quejaron desde el principio de que no
habían pagado mucho dinero para quedarse en un complejo costoso solo
para tener que mirar remolques decrépitos. Así que lo solucionamos.
—¿Debería preocuparme por estas decrépitas condiciones de vida?—
bromeó ella.
—Nop. Los renovamos también. Por supuesto que no son tan agradables
como el albergue. Pero son mucho mejores que cuando yo vivía allí.
Eso la sorprendió.
—¿Te has alojado con tus empleados?
Él se encogió de hombros.
—No les pediría que hicieran algo que no estoy dispuesto a hacer.
Esa era una filosofía refrescante.
Rodearon el extremo más alejado de la enorme valla y cruzaron un
camino de grava. Seis remolques estaban colocados en línea recta. Cada
uno tenía una pequeña plataforma que lo separaba del remolque al lado. Un
pórtico cubierto se arqueaba sobre cada entrada. Una pasarela de tablones
corría desde la primera casa hasta la última y parecía una dársena flotante.
Todas las estructuras tenían el mismo revestimiento de madera y parecían
más cabañas que remolques. Un pequeño conjunto de escalones conducía a
la plataforma ligeramente elevada.
—Éste es tuyo, el cuarto desde la izquierda. Tobin vive en el primero,
Hugh en el segundo y Dave e Yvette en el último.
—¿Dos están vacíos?
—Se suponía que Harlow, la hermana de Tierney, tomaría uno, pero se
mudó a nuestro antiguo lugar.
—¿Dónde vivís Tierney y tú?
—En una casa nueva más adelante—dijo Tierney—. Habíamos
planeado esperar hasta este otoño para comenzar a construir, pero el señor
Impaciente insistió en que la casa estuviera completamente terminada antes
de que llegue little baby bean 1en los próximos tres meses.
Renner puso las manos sobre el vientre de Tierney.
—Me ocupo de lo que es mío. Y ya era hora. La cabaña era demasiado
pequeña para nosotros, y mucho menos para nosotros y un bebé. —La besó.
—Me estás empañando las gafas.
—Mmmjá.
Todas estas suaves vibraciones de amor hacían que los pies de Tanna
picaran con la necesidad de escapar.
Kyle bajó por la plataforma.
—¿Quieres que todas las cosas de tu camioneta se lleven dentro, Tanna?
—No, si pudiéramos ponerlo en la cubierta, puedo meterlas más tarde.
Gracias.
Renner señaló a Celia y Tierney.
—Vosotras dos permaneced quietas. No levantéis nada.
Intercambiaron una mirada de ojos en blanco y reanudaron sus quejas de
embarazo.
Tanna estaba ansiosa por ver el interior del lugar en el que viviría todo
el verano. Algo patético que a su edad nunca hubiera tenido un lugar
propio. Había vivido en su casa en el rancho familiar cuando no estaba en la
carretera persiguiendo la hebilla de oro. Después de que su padre vendió el
lugar, ella volvió a la vida en el asfalto, quedándose en los moteles más
baratos que pudo encontrar o había dormido en el remolque de caballos.
Después del accidente, que requirió cirugía en la rodilla y el tobillo de la
pierna derecha, pasó dos semanas en el hospital. Después fue trasladada a
un centro de fisioterapia que se especializaba en el tratamiento de lesiones
relacionadas con el deporte. Había elegido la opción de terapia intensiva y
dos meses después del accidente su rango de movimiento había vuelto al
noventa por ciento, aunque todavía tenía algún problema ocasional con la
rodilla. Probablemente podría haber recuperado ese diez por ciento extra si
hubiera continuado con la terapia, pero las facturas médicas habían agotado
su cuenta bancaria.
Cabreada con su padre y demasiado orgullosa para pedirle ayuda
financiera, usó su celebridad, a falta de un término mejor, para conseguir un
trabajo en Billy Bob's Texas, el honky-tonk más grande del mundo. La
habían metido en la tienda de ropa. Su requisito de uniforme era llevar la
hebilla del cinturón del Campeonato de la CRA y la medalla que había
ganado en campeonatos nacionales consecutivos en carreras de barriles.
En cuanto a los trabajos, no estuvo mal. La gerencia proporcionaba una
comida y una bebida gratis por turno. Con un vestuario de mujeres para los
empleados, incluso tenía un lugar para ducharse. La parte frustrante de estar
sin hogar había sido mover su remolque para caballos cada dos días porque
no podía permitirse alquilar un espacio en un parque de casas rodantes
todas las noches.
—¿Tanna?
Miró a Kyle y se dio cuenta de que había estado tan perdida en sus
pensamientos que no se había movido de la entrada al remolque.
—Lo siento. Solo distraída. Esquivó a Renner cargando sus dos maletas
y sacó las últimas pertenencias de su camioneta, tirándolas en la cubierta.
Habla de una pila lamentable.
Deja que Celia mencione lo que no estaba en la pila.
—Entonces, ¿dejaste todos tus aperos en el remolque de caballos?
Tanna se encogió de hombros.
—Han estado guardados. Estarán bien unos meses más.
—Pero la marca…
—No estaré allí si tengo que ir a caballo para la redada, así que quítate
eso de la cabeza, Celia Gilchrist—advirtió ella.
Una sonrisa furtiva curvó los labios de Celia.
—Bien. Te pondré a trabajar con las otras mujeres, preparando la
comida, ya que dudo que se suponga que debas estar deslizándote,
retorciéndote y girando en la tierra sobre tu rodilla y tobillo de todos
modos.
—Incorrecto. Estaré luchando con los terneros y haciendo margaritas
asesinas. Nosotras, las mujeres de los ranchos de Texas, somos multitareas.
—Tomó la bolsa del traje y se metió dentro. Como la mayoría de los
remolques, la cocina estaba al frente. El esquema de color era marrón
oscuro y gris apagado. Las encimeras y los electrodomésticos de acero
inoxidable parecían nuevos, al igual que el linóleo. Una mesa tipo bistró
con dos sillas estaba situada frente a la ventana del fondo.
Entró a la sala de estar. Las paredes tenían paneles de madera y las
ventanas estaban cubiertas con pesadas cortinas a cuadros. El tapete era
bereber marrón chocolate. Los muebles extra grandes de color tostado y una
mesa de café cuadrada de vidrio y metal ocupaban una buena parte del
espacio habitable. La gran pared frente al sofá estaba desnuda,
probablemente para un televisor de pantalla plana; el de ella se vería como
un sello postal en esa pared. Caminó por el pasillo y se detuvo en la primera
puerta. Un pequeño dormitorio con una cama individual y una cómoda. La
siguiente puerta se abrió a un baño completo. Parecía que las hadas de la
remodelación también habían estado ocupadas aquí. Una encimera de
mármol negro con dos lavabos estaba encima de un tocador blanco. La
ducha también tenía una bañera y la unidad estaba rodeada por una puerta
corrediza de vidrio. Sus días de ducharse en paradas de camiones
terminaron por un tiempo. El segundo dormitorio estaba en la parte trasera
del remolque. Las paredes revestidas de paneles estaban pintadas de un
suave marfil. La habitación tenía una cama de matrimonio, aparadores
empotrados y dos armarios largos y estrechos.
—¿Entonces? ¿Qué piensas?—le preguntó Tierney.
Tanna sonrió.
—Me encanta. Es perfecto.
—Las amas de llaves te pusieron ropa de cama limpia esta mañana.
Todo está amueblado: toallas, vajilla, utensilios de cocina y cubiertos. No
hay servicio de limpieza para los empleados. No estaba segura de cuando
llegarías, así que pedí a los cocineros que te dejaran un par de huevos, una
barra de pan, una ensalada y algunas otras cosas. Te sostendrá hasta que
llegues a la tienda. La más cercana está en Rawlins.
—Esto es genial. Muchas gracias.
—Estamos felices de que estés aquí para ayudar este verano. —Tierney
miró por encima del hombro y después volvió a mirar a Tanna—. Mi
hermana Harlow compartirá trabajo contigo. Y para ser honesta, no sé cómo
funcionará eso. Si tiene algún problema con ella, por favor ven a verme.
Renner te dirá que vayas con él, pero yo sé cómo manejar a mi hermana.
—Gracias por ser sincera conmigo, Tierney.
—De nada. Harlow estará aquí para orientación el domingo por la
mañana. Resultó que no pasa nada mañana y puedes ir a la marca de Kyle y
Celia. Estoy segura de que estás ansiosa por ponerte al día con ella.
—Y con Lainie. No he conocido a su hijo Jason y tampoco he visto a
Brianna desde hace un tiempo.
Tierney sonrió.
—Brianna definitivamente gobierna el gallinero.
—¿Renner y tú van mañana?
—Nos quedaremos aquí y nos ocuparemos de los huéspedes. Estaré
cuidando al pequeño Tate de Harper y Bran para que ella pueda descansar y
Bran pueda ayudar. Renner está enviando a nuestros ayudantes, Hugh y
Tobin. Podrías viajar con ellos si no recuerdas cómo llegar.
Ella prefería conducir.
—Tengo GPS. Estaré bien.
Renner le gritó a Tierney y regresaron a la sala de estar. Le entregó a
Tanna un juego de llaves.
—Los números de extensión del albergue están junto al teléfono, así
como nuestros números de móviles Si necesitas algo sólo pregunta.
—Ya has hecho mucho. Gracias.
—Nos vemos el domingo por la mañana a las nueve en el comedor. —
Renner y Tierney se fueron.
—Tenemos que irnos también—dijo Celia.
Tanna la abrazó.
—Gracias por todo. —Ella se volvió y abrazó a Kyle también—. ¿A qué
hora comienzan las festividades mañana?
Kyle se rascó la mandíbula.
—Ocho si quieres ayudar a reunir los animales. Diez si solo quieres
participar en la parte de la marca.
—¿Necesitas que lleve algo?
—Solo un gran apetito, porque habrá un montón de comida—dijo Celia.
—Y un gran palo para alejar a palos a los vaqueros solteros, porque,
cariño, van a estar sobre ti como el arroz blanco—dijo Kyle con una
sonrisa.
Tanna sonrió.
—Quizá me lleve uno o dos para un revolcón. Solo para ver cómo los
hombres locales se comparan con los salvajes hombres de Texas. —Pero
parte de ella ya conocía a un hombre en particular que estaba a la altura.
No pienses en él. Lo hecho, hecho está.
Después de que sus amigos se fueron, Tanna trajo todo dentro y se
dispuso a hacer suyo el lugar.
Capítulo 3

August “Fletch” Fletcher se quitó el mono manchado de sangre y


mierda y lo pateó por el suelo de cemento.
Agarró el jabón y se frotó las manos y los antebrazos hasta que una
espuma teñida de rosa se arremolinó por el desagüe del enorme fregadero
de acero inoxidable. Cuando sus brazos estuvieron limpios, se lavó la cara y
el cuello. Necesitaba una ducha, pero por ahora bastaba con quitarse el
polvo y la suciedad del día pasado en las pasturas y los establos. Agarrando
una toalla de mano, miró alrededor del espacio cavernoso que era su sala de
operaciones.
Los puestos de recuperación estaban vacíos. Las cadenas y los sistemas
de poleas colgaban del techo sin usar. No había realizado ninguna cirugía
aquí en el último mes, su unidad móvil estaba equipada para manejar la
mayoría de las emergencias. Prefería trabajar en el lugar de todos modos.
Era mejor para los animales, para los dueños y para él.
Además, no pudo tener un asistente durante más de un mes y tuvo que
mendigar y pedir prestado uno a sus colegas locales. Así que tenía más
sentido enviar ese tipo de cirugías a sus colegas de todos modos.
Fletch caminó por el pasillo pasando su oficina y la única sala de
examen hasta la pequeña área de recepción.
Cora, su administrativa de oficina desde hacía mucho tiempo, estaba
recogiendo sus cosas y se estaba preparando para terminar la semana. El
primer año que había colgado su chapa de madera de veterinario, había
puesto un anuncio para una recepcionista. Cora había echado un vistazo a
las pilas de archivos, el papeleo desbordando en su escritorio, y se zambulló
de cabeza, por lo que no se había molestado en entrevistar a nadie más. Eso
fue hacía nueve años.
Ahora la mujer había pasado cinco años de la edad de jubilación, pero si
él le mencionaba la palabra R, esa lengua afilada suya cortaría una capa de
su piel. Por muy buena que fuera Cora en su trabajo, Fletch se alegraba de
que su práctica lo mantuviera fuera de la oficina la mayoría de los días.
—Entonces, ¿estás de mejor humor que cuando llegaste tarde esta
mañana?—preguntó ella.
—Yo soy el jefe. Es mi prerrogativa llegar tarde. Tal vez mi estado de
ánimo se debía a que estaba retrasado.
Él se había despertado con una cama vacía en la habitación del motel al
otro lado de la ciudad. Normalmente se sentiría aliviado de que su revolcón
de la noche anterior se hubiera largado, evitándole una incómoda
conversación al día siguiente. Pero en realidad estaba un poco enojado.
Había estado de acuerdo en su regla de sin nombres solo porque no creía
que la respetara. Después de la intensidad de su conexión, definitivamente
quería saber más sobre ella, y había perdido la oportunidad.
—¿Quizás tu estado de ánimo tuvo algo que ver con moverte
desenfadadamente con la misma ropa esta mañana que tenías cuando te
fuiste anoche?
Él rio.
—Posiblemente.
—No es gracioso, Doc. Me preocupo por ti.
—¿Por qué?
—Porque se necesita más de una noche para encontrar una buena mujer.
No te enojes.
—¿Qué te hace pensar que estoy buscando eso?
Ella lo miró por encima de las gafas.
—Porque si no quisieras eso, nunca saldrías. Estarías contento de
quedarte solo en casa. Lo que no haces. Estás fuera todo el tiempo. Si no
estás trabajando, lo que haces, todo el tiempo.
Fletch quería discutir con ella, principalmente por costumbre, pero se
contuvo porque sabía que tenía razón. Sus opciones eran cada vez más
limitadas. No había muchas mujeres solteras trabajando en los ranchos que
constituían la mayor parte de su negocio. Ser un veterinario de animales
grandes tenía sus inconvenientes principalmente estar de guardia y en la
carretera. No tenía clientes con cita previa como en una práctica veterinaria
habitual donde el trabajo implicaba castrar, esterilizar y mantener
saludables a las mascotas de la familia.
—La última noche debe haber tenido… algún mérito si te quedaste toda
la noche con ella.
—Ella lo tenía.
—¿Entonces la verás de nuevo?
—Espero que sí.
Cora sonrió.
—Bueno. Ahora, ¿firmaste mi solicitud de vacaciones?
Maldita sea. Si admitía que él ni siquiera la había mirado, Cora le
cantaría las cuarenta porque también sabría que simplemente había movido
los papeles de su bandeja de entrada al cajón inferior del escritorio.
Entonces mintió.
—Sí, lo hice.
Ella entrecerró los ojos.
—Te mereces unas vacaciones, Cora. No sé qué haría sin ti—dijo Fletch
antes de que ella hiciera preguntas específicas.
La dura línea de su boca se suavizó.
—Qué encantador. Como tu padre.
Fletch le sonrió. Tanto por sus tácticas de distracción.
—Te veo el lunes. —El casquete de cabello gris de Cora desapareció
debajo del protector de peinado de plástico que usaba con lluvia o con sol.
—Buenas noches, Cora. Que tengas un buen fin de semana. —Fletch
cerró la puerta de entrada detrás de ella y tomó una botella de agua antes de
dirigirse a su oficina. Sentado en su sillón acolchado, dejó caer la cabeza
hacia atrás y cerró los ojos.
Tal vez lo convertía en un tonto rebobinar los eventos de la anoche, pero
lo había hecho varias veces durante el día. Cada flashback un montaje de su
hermoso rostro. Riendo, perdida en la pasión, provocándolo, sus ojos
oscuros por la necesidad. Entonces sus pensamientos saltaban a la suavidad
satinada de su piel debajo de sus manos. El dulce sabor femenino, desde sus
generosos pechos hasta el pedacito de cielo entre sus muslos. Recordaba la
sensación de sus manos sobre él, cómo ella no había dejado ninguna parte
de su cuerpo sin tocar.
Dejando a un lado el sexo excepcional, habían hecho clic en un nivel
más profundo.
Ilusiones. No hablaste mucho. Ella no es de por aquí de todos modos.
Anótalo como un buen momento y déjalo así.
Pero no podía. Cuando Fletch se despertó solo, rápidamente se vistió y
revisó todos los coches en el estacionamiento en busca de un vehículo con
matrícula de Texas y no encontró nada.
Por otra parte, tal vez su noche de sexo ardiente no había significado
nada para ella. Le había advertido desde el principio que no buscaría más de
una noche. Y honestamente, ¿cuántas veces le había hecho eso a las
mujeres? Se las tiraba y se iba con un adiós apresurado, y a veces ni
siquiera calificaban para eso. Demasiadas veces para contar. Así que no es
de extrañar que el mal comportamiento volviera a morderle el culo.
Quizás era una señal de que necesitaba cambiar su forma de ser.
Dejó caer los pies al suelo y movió el cuello de un lado a otro,
escuchando un pop satisfactorio. Todavía tenía dolor entre los omóplatos, lo
que era un recordatorio de que estaba retrasado en una visita al
quiropráctico. Meses de atraso.
Apartando los dolores, molestias y errores de su mente, se abrochó el
cinturón y actualizó los archivos. Llevaba su portátil a todas partes y podía
documentar los diagnósticos en el acto, pero le gustaba profundizar los
casos mientras aún estaban frescos en su mente.
Fletch no se dio cuenta de que habían pasado tres horas hasta que su
estómago gruñó. Casi se había puesto al día desde el último mes. Cuando la
siempre ocupada temporada de partos hubiera pasado, esperaba un ritmo
más lento. Al menos hasta que tuviera que empezar a hacer test de
embarazo a las vacas en unos meses más. Cambió al servicio de contestador
para atender las llamadas fuera de horario, puso la alarma y salió por la
puerta trasera.
Independientemente de cuántas veces se dijo que no encontraría a su
mujer misteriosa en Cactus Jack's, condujo allí de todos modos. Se sentó en
una cabina con una vista clara de la entrada principal y pidió una
hamburguesa y una cerveza. Algunas mujeres se le acercaron y él fue
educado pero frío. Mató dos horas antes de darse por vencido.
Por lo general, no le molestaba ir a una casa oscura, pero esta noche sí.

Durante un descanso en la marca a la mañana siguiente, Tanna se apoyó


contra el corral de madera y vació media botella de agua. Ella había estado
en un montón de marcas en su vida, pero la mayoría de ellos utilizaba las
habilidades de un ranchero para poner al ternero en la posición usando el
método de “cuerda y arrastre”. Una vez que el ternero estaba en el suelo, un
peón del rancho le ataba las patas juntas, inmovilizándolo para la marca,
vacunación, descornado y castración de los toros. O había sido parte de una
operación de rampa. Donde los terneros eran apiñados en un callejón de
carga y trasladados a la rampa uno a la vez, como en una línea de
ensamblaje, con un hierro para marcar a propano y la vacunación,
castración y descornado, todo sucediendo de una sola vez.
Pero los ranchos de Gilchrist y Lawson empleaban el método de marca
de “captura de pollos”. Conteniendo a los terneros en el corral grande y
soltándolos en un corral más pequeño de diez en diez. Se necesitarían dos
manos para atrapar al ternero y derribarlo al suelo. Una persona sostenía la
cabeza, la otra las patas durante todo el proceso. Si Tanna tenía que elegir
un método más eficiente, y a sus raíces de vaquera de Texas le dolían
admitirlo, la técnica de atrapar pollos era definitivamente mucho más
divertida, incluso si era un retroceso a los viejos tiempos.
Ninguno de los tipos que estaban en la tierra parpadeó sobre una mujer
en las trincheras. Pero Kyle la vigilaba y le había indicado que se tomara un
descanso. Tanna apreció su preocupación y que él no le había dado mucha
importancia. No mencionó a nadie lo mucho que le dolía la rodilla después
de solo unas horas.
Tan pronto como Celia la vio descansar, se acercó, charlando con un
nativo americano que tenía que ser Eli Whirling Cloud.
Las personas que decían que los mexicanos y los indios eran de la
misma etnia habían estado hablando estupideces. Eli no se parecía en nada a
los mexicanos con los que se había criado en Texas, ciertamente no se
parecía en nada a su tío mexicano del lado de la familia de su madre. Eli era
alto, más de un metro ochenta y tres, con una complexión delgada. Vestía
como un vaquero, con botas, vaqueros, camisa de manga larga. Su
sombrero tenía una forma diferente y había metido una pluma de águila en
la banda del sombrero. El cabello oscuro de Eli se derramaba en una larga
trenza por su espalda. Parecía tener unos treinta y tantos años, un poco
joven para ser una especie de sabio indio.
Le dirigió una sonrisa amable y le ofreció la mano.
—Tanna, soy Eli. Lo siento, no hemos tenido la oportunidad de
conocernos oficialmente antes. Pensé que me acercaría durante un descanso
en la acción. Ha sido una mañana agitada, ¿eh?
—Lo puedes decir. Nunca antes había estado en una marca como ésta.
—He hecho mi parte. El resto depende de ti—le dijo Celia a Tanna antes
de alejarse.
Eli se rio entre dientes.
—Sin presión.
Tanna se relajó y le sonrió.
—Ella es agresiva.
—Celia no siempre ha sido así. Se ha recuperado en los últimos años,
así que no me oirás quejarme de su cambio, porque es para mejor .
—Solo la he visto como la luchadora vaquera de Wyoming que no
acepta ninguna mierda. —Tanna hizo una pausa—. Tengo curiosidad por
saber qué te dijo sobre mí.
—Que eres una genuina ranchera de Texas. Dura como la suciedad. Así
que me alegré de ver que no había exagerado tu habilidad para manejar el
ganado. Hoy fuiste una verdadera ayuda.
Ella apreció su cumplido.
—Gracias. Pero señalaré que suenas sorprendido.
Él se encogió de hombros.
—Lo estoy. He conocido a algunas supuestas mujeres de ranchos de
Texas una o dos veces.
—Considérate afortunado de haber conocido sólo esos tipos. Fueron la
perdición de mi existencia al crecer en Texas en nuestro rancho. Aquellas
chicas cuyos padres poseían las mayores extensiones y criaban miles de
cabezas de ganado, nunca pusieron un pie en los corrales, pastos o establos,
y mucho menos ayudaron durante la marca. Tomaban lecciones privadas de
equitación. Entonces, incluso si quisieran montar uno de sus caros caballos
en la tierra de su familia, tenían que ser ensillados por los peones del
rancho. Se trataba de la experiencia de Texas, pero no del trabajo.
—¿Entonces tus padres te criaron para trabajar en un rancho?
—No originalmente. —Tomó otro trago de la botella de agua—. Mi
madre cocinaba, cosía y se ocupaba de la casa. Quería que fuera como esas
chicas, orgullosa de contarle a la gente su ignorancia sobre lo que se
necesita para administrar un rancho. Pero me rebelé. Desde que tengo
memoria, pasé la mayor parte del tiempo al aire libre con los caballos y mi
tío, quien me enseñó todo sobre el ganado y las tareas del rancho. Lo que
significa que no tengo esperanzas en las cosas domésticas. —Ella resopló
—. Así que me faltan seriamente las habilidades para un plan b fuera de
perseguir barriles. Estoy agradecida por la oportunidad de trabajar en Split
Rock por un corto tiempo.
Eli se subió el sombrero hasta la frente.
—Escuché sobre tu accidente. Según Celia, necesitas mi ayuda.
Tanna sintió que la observaba, pero se concentró en los bordes dentados
de su botella de agua.
—No sé si alguien puede ayudarme.
—¿Porque dices eso?
Señaló al grupo de caballos al menos a ciento ochenta metros de
distancia.
—Esto es lo más cerca que he estado de cualquier caballo en nueve
meses. —Ella finalmente encontró su mirada.
Sus ojos eran amables, pero astutos.
—En una escala del uno al diez, ¿qué tanto miedo tienes de subirte a un
caballo?
Tanna se imaginó sosteniendo su apero parada en el prado. Y al igual
que todas las veces que lo había imaginado en los últimos meses, su
estómago se revolvió.
—Cien.
Él asintió. Sin juicio.
—Antes del incidente, ¿tenías interacciones diarias con caballos?
—Sí, toda mi vida. Comencé a ayudar a mi tío a alimentarlos cuando
tenía tres años. Montaba sola a los cinco años. Y comencé a correr barriles
cuando tenía ocho años.
—Además de ese caballo de barril específico, ¿has montado
regularmente otros caballos en los últimos años?
—Cuando solía ir a casa, ayudaba con el ganado, lo que generalmente
implicaba que iba a caballo. Monté a Daisy, un verdadero caballo de trabajo
del rancho. —Ella miró hacia otro lado, al otro lado del pasto—. Ahora,
algunos días, diablos, la mayoría de los días, la idea de estar en un corral o
en un establo o incluso en un maldito campo con caballos me enferma
físicamente.
Eli permaneció contemplativo durante aproximadamente un minuto.
—Así que supongo que mi pregunta es… ya que te sientes así, ¿quieres
mi ayuda para superarlo?
—No estoy dando rodeos cuando te digo que no lo sé.
—No necesitas decidir ahora. La oferta se mantendrá.
—Gracias. No voy a ignorar tu generosa oferta. Estoy en un lugar
extraño en este momento, de muchas maneras. Estoy arruinada. Mi familia
se ha dividido. Si no fuera por la generosidad de mis amigos, ni siquiera
estaría aquí.
Eli le dio esa suave sonrisa.
—Tus amigos se preocupan por ti lo suficiente como para querer que
estés aquí para poder encontrar la manera de ayudarte. Eso es más apoyo
del que tienen muchas personas. Además, he pasado la mayor parte de mi
vida en la ruina. No es tan malo. La ventaja es que nadie me pide un
préstamo.
Ella se rio suavemente.
—Y ahí está—dijo con una intensidad tranquila que era extrañamente
relajante—. Nunca des por sentado tu habilidad para sentir algo bien y reír.
Tanna tuvo la sensación de que estaba hablando por experiencia
personal.
—Si y cuando estés lista para abordar algunos de los problemas, no
dudes en llamarme. No tengo tarjetas de presentación conmigo, pero te daré
mi número antes de que te vayas hoy.
Ella lo miró a los ojos serenos, pero no había una chispa de atracción
sexual entre ellos, lo que significaba que no podía detener la pregunta que
surgía.
—¿Por qué estás ofreciendo tu ayuda a una completa extraña?
—Porque la necesitas y eres demasiado orgullosa para pedirla. Además,
¿qué tienes que perder confiando en mí?
Nada, porque ella ya lo había perdido todo.
Kyle llamó a Eli a gritos y se alejó.
Bien, ahora. Esa conversación no fue lo que esperaba.
Mientras contemplaba la vibra confiada, pero suave, de Eli, dos manos
aterrizaron a cada lado de las suyas en la cerca. Entonces, un duro pecho
masculino se conectó con su espalda y las caderas del hombre hicieron un
pequeño golpe y se frotaron contra su trasero. Labios cálidos rozaron su
oreja.
—Oye, cosa caliente. ¿Quieres revolcarte en la tierra conmigo?
Tanna se dio la vuelta para encontrarse cuerpo a cuerpo con Devin
McClain. Un par de millones de mujeres en todo el mundo darían cualquier
cosa por estar tan cerca de la sensación extremadamente caliente de la
música country, con sus conmovedores ojos azules, su sonrisa contagiosa y
esa voz profunda y sexy. A Tanna le gustaba Devin, le gustaba beber con él,
pero el hombre no la excitaba en absoluto. Un hecho que Devin intentaba
cambiar en cada oportunidad.
—Devin, tú cachondo demonio, ¿cuándo vas a rendirte y darte cuenta de
que no estoy interesada?
—Nunca. —Él frotó su mejilla con bigote contra la de ella en el camino
para susurrarle al oído—. ¿Por qué sigue jugando duro para estar conmigo,
señorita Tex-ass2?
—Porque follarme te arruinaría para todas las demás mujeres, ya que
soy fantástica en la cama, y creo que hay algunas mujeres en los confines de
Maine que no han probado la máquina del amor que es la superestrella
Devin McClain.
Devin echó la cabeza hacia atrás y se rio.
—¿He mencionado lo mucho que amo que me rompas las bolas?
—¿Incluso cuando están azules?
—Incluso entonces. Pero admito que es un día raro. Es bueno ser yo. —
Él le dio un beso en la boca. Entonces su rostro demasiado guapo se puso
serio—. ¿Cómo estás realmente?
—Tengo un trabajo y un lugar para vivir durante el verano.
—Tal vez debería haber pensado en esconderme en Split Rock este
verano. A nadie se le ocurriría mirar allí.
Extraño comentario.
—¿Dev? ¿Qué pasa?
—Mierdas de la fama. Me siento jodidamente estúpido incluso diciendo
eso. Nada importante, solo unos fanáticos demasiado entusiastas que me
obligan a ser cauteloso. Por eso estoy feliz de estar aquí, cubierto de mierda
de vaca, pasando el rato con gente que felizmente me revienta las pelotas.
—Su sonrisa no llegó a sus ojos—. Así que después de que termine el
trabajo de marca, tú y yo pongamos un poco de música, hagamos un poco
de baile y follemos violentamente.
—En tus sueños, superestrella prostituto.
Él rio de nuevo.
—Hagamos pareja para el próximo grupo de terneros.
Tanna sonrió.
—¿Asumo que estarás en el culo ya que eres tan bueno persiguiéndolos?
—Y escuché que eres una experta en dar mamada, así que tienes la
delantera, señorita Tex-ass—le respondió.
Entonces Bran abrió la puerta, los terneros entraron corriendo y ellos se
pusieron a trabajar.
Capítulo 4

Fletch apareció en casa de Kyle y Celia a primera hora de la tarde.


Acababan de marcar al último ternero y estaban llevando a los animales de
regreso a las pasturas. Así que se subió a la camioneta de Eli y condujo
detrás de los hombres a caballo y manejando vehículos todo terreno.
Pasaron varios minutos en los que ellos no hablaron.
—¿Hice algo para enojarte de lo que no estoy consciente, primo? Estás
muy callado—dijo Eli, finalmente.
—Nop. Es estúpido, pero hay algo que no puedo quitarme de la cabeza.
—Ah. —Eli se puso las gafas de sol sobre la cabeza—. No es eso.
Entonces, ¿quién es ella?
—No lo sé. —Le contó a Eli la verdad y su frustración sobre por qué
esta mujer se había metido bajo su piel. Después de que terminó de hablar,
dijo—. Entonces, ¿tienes algún sabio consejo?
—Nop.
Eso le hizo reír.
—Esta tiene que ser la primera vez. —Mientras la enorme camioneta
rebotaba por el pasto, Fletch se movió para ponerse cómodo. Estas cabinas
de pasajeros de tamaño regular eran una tortura para un tipo grande como
él: sus rodillas se estrellaron contra el tablero, sus hombros golpeaban la
parte incorrecta del asiento y su cabeza tocaba el techo de la cabina.
Él miró por la sucia ventanilla del vehículo. Se había presentado a
propósito después de que terminara la parte de marcar, vacunar y castrar.
Sus amigos no lo criticarían por aparecer cuando el arduo trabajo había
terminado. Entendían que su profesión como veterinario y sus amistades
personales cabalgaban entre una delgada línea. Hasta el momento ninguno
de sus amigos se había aprovechado de su bondad y esperaba su ayuda sin
compensación. Hank y Abe, Bran y Split Rock eran operaciones de tamaño
decente y Fletch dependía de sus ingresos.
No es que se estuviera volviendo rico. Pero había estado inquieto
durante los últimos meses y se había cerrado a sus amigos. Cora culpó a su
falta de tiempo libre durante un tiempo. Su padre le sugirió que intentara
uno de esos movimientos laterales: ir a trabajar para otra persona. A pesar
de las exigencias de su agotador trabajo, Fletch disfrutaba con sus clientes.
Disfrutaba de los desafíos de diagnosticar y tratar animales grandes, tanto
como disfrutaba de la familiaridad de realizar los mismos procedimientos
día tras día.
¿Pero no sería bueno tener a alguien con quien compartir la carga? ¿Al
menos profesionalmente?
Sus amigos casados le dieron pistas de que debería focalizarse en su
vida personal y buscar activamente una mujer con la que establecerse.
El bombón de Texas de hacía dos noches volvió a ocupar el primer
plano de sus pensamientos, lo que le proporcionó todas las pruebas que
necesitaba de que no estaba ni cerca de estar listo para establecerse.
—Todavía estás muy callado allí—comentó Eli.
—Lo siento, no soy una gran compañía. Me pregunto si debería
haberme ido a casa después de esa última visita en lugar de venir aquí.
—¿Por ella? ¿Tu misteriosa mujer?
—Ver a todas estas parejas felices me preocupa, estoy empezando a
sufrir agotamiento de las aventuras de una noche.
Eli lo miró intensamente.
—¿Tú? Maldita sea, Fletch, eso me asusta.
—A mí también. Y estar aquí me hace sentir culpable por lo atrasado
que estoy en ayudar a Renner y Tobin con su posible programa comercial
de cría de ganado. —Fletch se pasó una mano por el pelo—. Necesito
dedicarle al menos un mes, solo para investigar.
—Te diriges a una temporada más tranquila con la temporada de partos
terminada. Escuché a Bran decir que planeaba echar a los toros en las
próximas dos semanas.
—Algunos de mis clientes ya lo han hecho.
—Así que eso te da, ¿cuánto, dos meses antes de que comiences las
pruebas de preñez?
—Sí. Incluso si logro tomarme un día completo a la semana durante la
temporada más tranquila, no es suficiente tiempo. Y no quiero ser el que
retrasa el proyecto, entonces me doy cuenta de que ya lo hice y
probablemente necesito dar marcha atrás. Odio ser ese tipo que decepciona
a la gente.
—Mmm.
El Mmm de Eli nunca presagiaba nada bueno. Fletch le devolvió la
mirada penetrante.
—¿Qué?
—Nada.
—Mierda. Dilo.
—Solo estoy pensando que es una mierda para ti, ser siempre tan
dedicado y responsable. Y estoy bastante seguro de que no hay nadie a
quien hayas decepcionado recientemente.
Fletch resopló.
—Deberías saberlo. Tu dedicación a las personas y los animales en tu
vida me hace parecer irresponsable.
Eli sonrió.
—Tengo que superarlo cuando pueda, doctor Fletcher.
—Yo definitivamente te he superado en el departamento de vehículos.
Esta camioneta tuya es como viajar en una lata.
—Deja de inquietarte. Te juro que eres peor que las riñas de niños.
—Poco probable. He visto lo salvajes que son tus acusaciones.
La caravana dio la vuelta y la siguieron como el penúltimo vehículo en
salir, pasando a Kyle para que pudiera asegurarse de que todas las puertas
estuvieran cerradas.
Eli estacionó al borde del camino que llevaba a la casa.
—Creo que es hora de comer.
—Bueno. Me muero de hambre. Quizás queden sobras para llevar a
casa.
—Dice el soltero—dijo Eli secamente.
—Dice el ex soltero que ahora tiene una mujer que le prepara la comida
y le calienta la cama.
—Tus celos están plenamente justificados porque mi Summer es muy
buena en ambas cosas.
—No me lo refriegues. —Fletch saltó de la camioneta y miró las
camionetas y SUV mientras caminaban hacia las tiendas de campaña—.
Parece que hay menos gente aquí que en años pasados.
Él se encogió de hombros.
—¿No es así como va la cosa? La gente dice que van a ayudar y después
no lo hacen.
¿Fue esa una indirecta para él? Antes de que pudiera pedir una
aclaración, Eli volvió a hablar.
—Hay caras nuevas aquí. Bueno, Devin no es nuevo, pero apareció.
—¿Por qué demonios iba a aparecer Devin en una marca? Ya no tiene
tiempo para estas cosas. —Fletch entrecerró los ojos y miró a las personas
reunidas en grupos de dos o tres. No es de extrañar que viera a Devin
hablando con una mujer junto a los corrales.
—Quizás necesitaba conectarse con sus raíces. Pasar tiempo con sus
amigos a quienes no les importa que sea una superestrella de la música
country. Él se lo pasó genial. Derribó muchos terneros hoy. Se asoció con la
amiga de Celia y Lainie. —Señaló a la mujer que charlaba con Devin—.
Esa chica conoce el trabajo en el rancho. Me impresionó.
Un gran elogio de parte de Eli.
Ike le hizo un gesto a Eli y él corrió colina arriba para encontrarse con
él.
Tobin Hale, el niño prodigio de Renner, entró en la visión periférica de
Fletch y le entregó una cerveza.
—Hola, Doc.
—Gracias por la cerveza. —Abrió la lata—. ¿Qué pasa?
—No mucho. Deseando que hubiera más chicas solteras aquí. Nos
divertimos mucho el año pasado, ¿recuerdas?
—Partes de eso. Otras partes… un poco nebulosas.
—Terminaste con esa chica Carla de Montreal. —Él suspiró—. Ella
estaba caliente. ¿Tuviste noticias de ella?
—Nop. No recuerdo por qué estaba ni siquiera en la marca.
—¿En serio? —Tobin bebió un trago de cerveza—. Era una fotógrafa y
periodista asignada por una revista de vaqueras. Se la pasó tomando fotos
de tipos y culos. Tal vez consiguió que tu trasero desnudo quedara grabado
en una película. ¿Qué pasa si estás en un calendario mensual de Hombres
Salvajes de Wyoming?
—Que te follen
Tobin se rio.
—Es fácil para ti decirlo cuando tienes sexo todo el tiempo.
—¿Tú no lo tienes? —Fletch le dio una mirada lasciva—. No te ves tan
mal. ¿Estás cargando un maní o algo así?
—Que te follen, viejo. No hay muchas oportunidades para conocer
mujeres cuando paso el noventa y cinco por ciento de mi tiempo en Split
Rock con Hugh y Renner. Y las huéspedes están prohibidas.
Tomando un sorbo de cerveza, observó cómo Devin y su misteriosa
compañera de marca se acurrucaban.
—¿Quién es ella?
—Es difícil no notarla, ¿eh? Ella es la empleada más reciente de Split
Rock.
—¿Cual es su nombre?
—Tanna. Llevé una taza de café a su remolque esta mañana, ya sabes,
para darle la bienvenida, ya que apareció ayer. Ella fue muy dulce. Incluso
se rio de un par de cosas que dije. Así que pensé que podría tener una
oportunidad con ella, pero parece que se ha enamorado de la buena
apariencia, la fama, el dinero y el encanto de una estrella de cine.
—Sería fácil odiar a McClain si no fuera un gran tipo.
—Él seguro que hoy no tuvo miedo de ensuciarse.
—Devin puede estar todo arreglado cuando está en el escenario, pero en
el fondo siempre será un vaquero rudo de Wyoming. —Consideró
deambular y presentarse, pero al igual que Tobin, no podía competir con la
fama, el entrenamiento en relaciones públicas y el encanto de Devin. Pero
por alguna razón, no podía apartar la mirada de la pareja.
Tobin siguió hablando y Fletch escuchaba a medias mientras terminaba
su cerveza.
Observaba a esa chica Tanna coqueteando descaradamente con Devin.
Ella se veía genial desde atrás. Piernas largas. Un culo apretado. Caderas
con curvas y una cintura pequeña que podía abarcar con las manos. Llevaba
un destartalado sombrero de paja colocado bien bajo que ponía cada parte
de su rostro en la sombra. Tenía unos vaqueros polvorientos y embarrados y
la parte de atrás de la camisa tenía manchas verdosas. Sostenía una cerveza
en una mano, gesticulando salvajemente con la otra. Lo que sea que haya
dicho hizo reír a Devin.
Un zumbido extraño comenzó en la base de su columna vertebral
cuando ella se inclinó hacia adelante para dejar la lata de cerveza vacía en
el suelo y su sombrero se cayó. Su cabello suelto cayó en una cascada de
seda color caoba.
Los mismos mechones sedosos que se arrastraron por su pecho dos
noches antes.
Era ella.
Santa. Maldita. Mierda.
Era ella.
Fletch inmediatamente cruzó el patio.
Los ojos de Devin se agrandaron cuando Fletch apareció a la vista. Pero
Fletch apenas le dedicó una mirada; estaba completamente concentrado en
ver el rostro de la mujer que había estado rondando sus pensamientos
durante los últimos dos días.
Él se detuvo delante de Devin, obligándola a mirarlo.
—Pensé que podría estar alucinando.
Ella jadeó.
—¿Qué diablos estás haciendo aquí?
Dios, ese acento sureño solo lo puso medio duro.
—Por favor, dime que no eres una especie de extraño acosador que me
ha estado siguiendo.
¿Acosador? ¿Qué carajo?
—Sería bastante difícil de hacer después de que te fuiste sin una sola
palabra o ninguna pista de adónde ibas.
Ella le apuñaló el pecho con el dedo.
—Esos fueron los parámetros que ambos acordamos, grandullón. Así
que no me culpes.
—Te culpo. Porque no me diste la oportunidad de cambiar esos
parámetros. —Su mirada vagó por su rostro; no podía creer que estuviera
aquí—. Te fuiste sin una palabra… ¿por qué?
—¿Que se suponía que debía hacer? ¿Dejarte una nota?
—Algo, cualquier cosa hubiera estado bien… —Le ofreció una sonrisa
lenta y firme—. Tanna.
Ella entrecerró los ojos ante el uso deliberado de su nombre.
—Los dejaré solos para hablar, ya que obviamente se conocen—dijo
Devin detrás de ellos.
—No, Devin, quédate—dijo Tanna—. Él y yo no tenemos nada que
hablar.
Un pequeño movimiento descarado de cabeza y una mirada desdeñosa
no lo disuadirían.
—Piérdete—le gruñó Fletch a Devin, mientras mantenía sus ojos fijos
en los de ella.
—Está bien, hombre, lo entiendo. Me fui. —Devin se rio entre dientes
—. Aunque, esto probablemente podría darme un nuevo material para una
canción.
—Vete—gruñó Fletch.
Devin se alejó.
—Increíble. ¿Por qué hiciste eso?—le preguntó Tanna.
—No pensé que querrías transmitir que estábamos follando como
visones la noche anterior, especialmente porque no intercambiamos
nombres.
—No pensé que actuarías como un hombre de las cavernas si nos
cruzáramos de nuevo.
Cuando ella trató de esquivarlo, él agarró su brazo. La arrastró detrás de
él, la empujó contra el corral y la metió dentro.
—Respuesta incorrecta, dulzura sureña. Sabes de primera mano que
cedo a mis impulsos más básicos sin disculparme.
Ella se sonrojó.
Se miraron el uno al otro.
—¿Recuerdas cuando dije que me parecías familiar y me acusaste de
estar soltando un cuento chino?—le preguntó Fletch—. Ahora sé por qué.
Debo haberte visto en fotos. He oído hablar de ti, Tanna Barker, la
compañera de viaje de Celia. La chica salvaje en el circuito, según Lainie.
Ella levantó la barbilla.
—¿Y?
—Y eres tan malditamente hermosa que me dejas sin aliento.
Su porte rígido se suavizó un poco.
—Eres demasiado encantador y me conoces bastante, señor…?
—Fletcher. August Fletcher. Todos me llaman Fletch.
Ella lo perforó en el esternón con la uña.
—¡Ajá! Celia también ha hablado de ti. Y Lainie. Eres veterinario,
¿verdad? Veterinario, no militar.
—Sí. Ahora que eso está fuera del camino, ¿podemos ir a algún lugar
y...?
—No.
Fletch se acercó más.
—¿Por qué dijiste que no inmediatamente antes de escuchar mi
sugerencia?
—O tenía algo que ver con que nos desnudáramos o conque habláramos.
—Oh, quiero desnudarte por completo. Después pasar el resto del día y
toda la noche volviendo a familiarizar mis manos y boca con tu cuerpo.
Pero hablar es un buen punto de partida.
Sus ojos se tornaron desafiantes.
—No tenemos nada de qué hablar.
—Tenemos todo de qué hablar ahora que sé que te quedarás trabajando
en Split Rock. Y debes saber que intenté sobornar al recepcionista para que
me diera tu nombre después de despertarme solo. Caminé por el motel y los
estacionamientos del bar en busca de algún vehículo con placas de Texas.
No podía dejar de pensar en ti. Incluso fui a Cactus Jack's anoche, con la
esperanza de que aparecieras.
—¿En serio?
—Si. ¿Pensaste en mí en absoluto?
Ella parecía reacia a responder.
Escuchó pasos de botas y entonces Eli apareció a la vista.
—Oye, Fletch. ¿Qué pasa? Parece que estás intimidando a esta hermosa
mujer.
—Solo estamos teniendo una conversación. Una conversación privada.
Todo está bien.
—¿Eso está bien?—preguntó Eli. Pero no estaba mirando a Fletch;
estaba concentrado en Tanna.
Tanna esquivó a Fletch.
—Te alcanzaré más tarde. —Y ella se fugó.
Fletch se acercó a la cara de Eli.
—¿Qué diablos fue eso?
—Parecía que la ibas a estrangular. La gente estaba tomando nota.
—¿Recuerdas cuando te hablé de la mujer que conocí? Es ella.
Las cejas de Eli se levantaron.
—¿No es broma? ¿Y ella está aquí? ¿Cómo sucedió eso?
Destino.
—Supongo que es mi día de suerte. Escucha esto: está trabajando en
Split Rock.
—Mira, no soy de los que se entrometen. ¿Pero irás con cuidado con
ella? Ha tenido un año difícil y todavía no ha encontrado su equilibrio.
Fletch lo miró con suspicacia.
—¿Como sabes eso?
—Presto atención.
—Chismes, quieres decir.
Eli se encogió de hombros.
—No son chismes si es la verdad. Pero la verdad es que ella y yo
tuvimos una conversación antes.
—¿Qué está pasando con ella?
—No me corresponde decirlo. Tendrás que preguntarle a ella.
—Le habría preguntado, pero tú la echaste—le recordó Fletch.
—Como dijiste. Ella estará cerca. No la acoses hoy y darle una razón
para evitarte. —Eli se alejó.
Fletch consideró esa opción durante aproximadamente cuatro segundos
antes de ir a buscarla.
Pero ella había desaparecido una vez más.
Capítulo 5

Tanna se metió en el establo por la entrada trasera. Con suerte, nadie la


habría visto y tendría unos minutos para pensar.
Santa, Santa Mierda. En todos los espacios abiertos de Wyoming,
¿cuáles eran las probabilidades de que su último ligue fuera… un tipo de
Muddy Gap?
Fletch... Dios, el nombre le encajaba perfectamente con esa sonrisa
traviesa suya.
La puerta del establo se abrió y ella se adentró más en las sombras.
Lainie se detuvo junto a la puerta y gritó:
—¿Tanna?
—Aquí.
—Ajá. Así que te estabas escondiendo.
—Solo estaba buscando un momento de tranquilidad. ¿Por qué? ¿Celia
o tú necesitaban algo?
Lainie se dejó caer a su lado en el largo banco de madera.
—No. Te vi hablando con Devin, luego Fletch apareció y pareció
masticarte el culo. Después Eli interrumpió y te marchaste. Entonces, ¿cuál
es el problema? Porque, amiga, esto es mucho mejor que The Bachelorette.
En un tiempo, Tanna podría haber hablado sobre cualquier cosa con
Lainie. Pero en los años transcurridos desde que se casó con Hank y se
estableció como esposa en un rancho con dos hijos y un trabajo a tiempo
parcial, ahora vivían en mundos diferentes. Mientras Tanna luchaba
internamente con su respuesta, Lainie le tocó el brazo.
—De ninguna manera, señorita. No puedes arrojarme esa mierda
silenciosa. Te conté sobre las cosas del sexo salvaje ese verano que viajé
con Hank y Kyle.
—Lo que fue hace años.
—Entonces, como no estoy soltera, ¿no puedo entender más tu vida
amorosa?—dijo Lainie con un filo en el tono de voz—. Eso es basura.
Somos amigas. Las amigas hablan.
Tanna soltó un suspiro lento.
—Tal vez no quiero decírtelo porque me da vergüenza mi más reciente
aventura de una noche.
—¿Con quién? ¿Y qué tan recientemente?
—Con Fletch. El jueves por la noche.
—¿Fletch? —Lainie ladeó la cabeza y la miró fijamente—. ¿Cómo
sucedió eso?
Tanna se encontró con la mirada de Lainie.
—Quería desatarme y él era el tipo que sostenía las tijeras. No le dije mi
nombre y me negué a que me dijera el suyo.
Ella rio.
—¿Vosotros realmente no intercambiasteis ninguna información
personal?
—Nada más que ambos éramos solteros y no teníamos ninguna
enfermedad de transmisión sexual. —Tanna se preparó para la reacción de
Lainie.
Pero Lainie simplemente silbó.
—Siempre has sido un alma más valiente que yo. Entonces, por la
manera enojada en que Fletch se cernió sobre ti, ¿supongo que te escapaste
antes de que se despertara?
—Ese era nuestro trato. Él no tenía derecho a actuar de manera enojada
y territorial.
—Fletch nunca actúa así.
Ella le ofreció a Lainie un encogimiento de hombros.
—Fletch solo necesita darse cuenta de que hablaba en serio cuando dije
que no estaba interesada en ningún tipo de relación.
Lainie abrió la boca. La cerró. La abrió de nuevo.
—¿Por qué no?
—Porque necesito averiguar adónde iré y qué haré cuando termine este
trabajo.
—¿Eso incluye pensar en volver a las carreras de barriles?
Tanna se inquietó.
—No lo sé.
Lainie palmeó el muslo de Tanna y se puso de pie.
—Aunque es una lástima. Fletch es un gran tipo. Muy ocupado con su
práctica. Te juro que hace tantos kilómetros en su vehículo como tú cada
año. Y tampoco es el tipo de hombre que busca algo permanente.
En lugar de seguir escondiéndote en el establo, Tanna siguió a Lainie
afuera. Se habían colocado dos mesas en el patio trasero y se sintió culpable
al ver a Celia moverse.
—Celia, ¿hay algo que pueda hacer?
—Nop. Nuestra vecina Ronna tenía todo organizado de antemano. Ella
y la madre de Kyle prácticamente me echaron de mi propia cocina. —Ella
puso los ojos en blanco—. Estoy embarazada, no incapacitada.
Una mujer de pelo rojo intenso, elegantemente vestida con vaqueros y
una camisa vaquera con pedrería, se acercó por detrás de Celia y la abrazó.
—No te hará daño, mi querida niña, aceptar la ayuda cuando puedas.
Porque tan pronto como mi nieto esté aquí, desearás haberte tomado el
tiempo para levantar los pies cuando tuviste la oportunidad. ¿Por qué no te
sientas y te traigo un plato?
Celia besó la mejilla de la mujer.
—Me mimas, Sherry. Tengo un par de cosas que hacer y después
prometo que me sentaré.
Las lágrimas brotaron de los ojos de Tanna al ver ese dulce momento
entre la madre de Kyle y Celia. Echaba mucho de menos a su madre,
especialmente el afecto casual que habían compartido.
A su alrededor, las conversaciones subían y bajaban. Los niños lloraron.
Las sillas rasparon contra el cemento. Una radio tocaba melodías country.
Solo una reunión típica en un rancho. Ella podría estar en cualquier rancho
en cualquier parte del país. Así que su sentido de lo familiar luchó con su
sentimiento de desconexión. De alguna manera se encontró vagando hacia
la cerca que albergaba a los caballos.
El soleado día se había vuelto nublado y se había levantado viento.
Apoyó los codos en la parte superior de la cerca y miró a los caballos a lo
lejos. Al menos una docena se arremolinaba, comenzando a asustarse por el
clima. No vio potros, pero las nuevas mamás y los bebés podrían estar en
un prado diferente.
Botas rasparon detrás de ella, pero no se dio la vuelta, esperando que
fuera Fletch. Pero no fue así. Eli apoyó una bota en el peldaño inferior y
miró a través del paisaje.
Luchó contra una ridícula punzada de decepción.
—No tienes que convencerme de que acepte tu ayuda, Eli. Dije que lo
pensaría.
—Ese no es mi estilo en absoluto. Vine a disculparme por haber
interrumpido antes con Fletch.
—No interrumpiste.
—Eso no es lo que él dijo. —Los ojos castaños oscuros de Eli se
encontraron con los de ella—. Él te mencionó cuando habló conmigo.
—¿Lo hizo? —Tanna no pudo evitar la sorpresa en su voz.
—Sí. Antes de que supiera que estabas aquí. Antes de que te
reconociera.
Eso la sobresaltó, y la enfureció un poco, así que soltó:
—¿Estaba presumiendo de su última relación?
Eli negó con la cabeza.
—Chica, estás a la defensiva. Pero no. Fletch no es así.
—¿Que dijo?
—Que fue un idiota por dejarte escapar sin tener una forma de
contactarte.
—Oh.
—Fletch es un tipo realmente bueno—dijo Eli.
—No tienes que advertirme de tu amigo. No lo arrastraré a mi drama.
Esa noche fue todo.
—Fletch es una maldición decidida. Intentará hacerte cambiar de
opinión.
—Puede intentarlo. Pero hay una razón por la que me nombraron 'La
más terca en el circuito.
Eli sonrió.
—Es irónico que su apodo futbolístico fuera 'Muley' debido a su veta
obstinada. Será divertido veros a vosotros dos.
Tanna levantó las manos.
—¡No hay nada que ver!
—Sigue diciéndote eso. —Le ofreció otra sonrisa rápida—. Veamos si
queda algo de comida.
Ellos regresaron a la casa en silencio. Tanna sintió los ojos de Fletch en
ella, pero no se acercó a ella. Llenó un plato y escuchó a Devin entretener a
Hank, Abe, Kyle, los dos tipos que había conocido esta mañana que
trabajaban en Split Rock, Tobin y Hugh, y otros dos hombres que había
conocido antes, Bran e Ike.
—No se parece en nada a sus videos en los que siempre luce glamorosa
—dio Devin.
—Todavía la llevaría para un revolcón—dijo Tobin.
—Tendrías que pasar por delante de sus dos guardaespaldas. Y son
malos hijos de puta.
—¿Por qué no tienes guardaespaldas?—le preguntó Ike a Devin con una
risita.
—Vete a la mierda. No necesito uno, y mucho menos dos. En los lugares
más grandes me asignan un grupo de seguridad, pero son más como
conductores que me conducen el coche y me llevan a donde necesito ir.
El móvil de alguien sonó, forzando una pausa en la conversación.
Bran respondió.
—Hola, cariño. Justo estaba... ¿Qué? ¿Cuando? —Se salió de la línea
abruptamente—. Vamos, cariño. Toma una respiración profunda. —Él
escuchó—. Eso es. —Él frunció el ceño—. ¿Estás seguro de que Tierney y
Renner están de acuerdo con cuidarlo durante tanto tiempo? Ajá. Se lo diré
a ella. No, yo lo haré. Lo prometo. Harper, cálmate—dijo bruscamente—.
Recuerda respirar. Hemos pasado por esto antes y lo hiciste muy bien. Sí.
Voy en camino. Te amo, cariño. —Colgó.
—¿Qué pasa?—preguntó Hank.
—Harper rompió bolsa. Y ya ha tenido contracciones. Así que tengo
que llevarla al hospital. —Él miró a su alrededor—. ¿Dónde está Celia?
—Iré a buscarla—dijo Kyle y se largó.
Bran caminaba de un lado a otro. Deteniéndose. Miró a Hank y Abe.
—¿Cuánto tiempo se tarda en dar a luz a un segundo bebé?
—Por lo general, mucho menos tiempo que al primer bebé—dijo Abe
—. ¿Por qué?
—Podría necesitar que uno de ustedes me controle el ganado por la
mañana.
—No hay problema. Solo mantennos informados.
Celia avanzó de prisa.
—¿Harper está de parto?
—Si. Quería saber si Tierney y Renner no pueden cuidar a Tate toda la
noche, si les importaría recogerlo y traerlo de vuelta aquí.
—Me encantaría. Pero Tierney es genial con él y sé que no le importará
quedárselo. No te preocupes. Ahora. Vamos. —Ella lo empujó un poco—.
Harper te necesita. Pero te sugiero que esta vez uses una cubierta protectora
para las manos en la sala de partos.
—Gracias. —Bran corrió hasta su camioneta.
—¿Por qué necesitaría una cubierta protectora para las manos? —
preguntó Tanna cuando Celia se acercó a la mesa de picnic.
—Porque cuando Harper estaba de parto con Tate, ella apretó la mano
de Bran con tanta fuerza que le dislocó los nudillos—dijo Fletch y se sentó
a su lado. Justo a su lado.
Tanna no dijo nada, pero su estúpido corazón dio un vuelco.
—Debería haberte preguntado si podía traerte una cerveza. Corona,
¿verdad?
—No. De hecho, he terminado.
La mano de Fletch agarró su muslo debajo de la mesa. Después deslizó
la mano hasta su rodilla y la apretó suavemente.
—No te vayas por mí.
Parecería que ella estaba huyendo de él si se fuera ahora. Y Tanna
Barker no huía de ningún hombre. Ella miró hacia arriba para ver la mirada
de Celia volando entre ellos.
—¿Vosotros os conocéis?—le preguntó Celia.
—Nos hemos encontrado. —Fletch no dio más detalles. Tampoco
Tanna.
Hank, Abe e Ike se fueron, distrayendo a Celia el tiempo suficiente para
que Tanna siseara:
—Basta.
Fletch se inclinó un poco más y susurró:
—Oblígame.
—¿Qué eres, un niño de ocho años?
—Más como un chico de dieciséis años—le murmuró al oído—. He
tenido una erección desde la primera vez que te vi hoy.
—¿En serio? Esa es una frase original. No.
Él rio entre dientes.
—Dulzura sureña, eso no era una frase sino la palabra de Dios. Y
seguiré lanzándote frases toda la maldita noche si pensara que morderías el
anzuelo.
—¿Qué estáis susurrando vosotros dos allí?—le preguntó Celia.
Tanna sonrió.
—Fletch solo estaba confesando que prefería lidiar con cien vaquillas
preñadas que con una sola mujer humana en trabajo de parto.
La boca de Celia se abrió.
—Dios mío, August Fletcher, debería estirarme y darte una palmada por
eso.
—Cálmate, mocosa. Tanna estaba bromeando. Le gusta irritar a la gente.
La última vez que estuvimos juntos, te enojaste conmigo, ¿cuántas? ¿Cuatro
veces? ¿En una noche?
¿Demasiado doble sentido?
Y maldita sea. Ella se sonrojó. De nuevo. Nunca se sonrojaba, joder.
—¿De qué estáis hablando?—se quejó Celia—. Estoy perdida.
—Broma interna. ¿Te apetece un poco de honky esta noche?—preguntó
Fletch a Tanna, cambiando de tema.
Eso llamó la atención de Devin mientras se dejaba caer con un plato
lleno de comida.
—Oye, quiero ir a bailar.
Tobin y Hugh se sentaron a la mesa.
—Podría tener que pasar—dijo Tanna—. Tengo que trabajar por la
mañana. No estaría bien aparecer con resaca en mi primer día.
—Existe esa posibilidad, dado cómo somos tú y yo cuando bebemos
juntos—dijo Devin.
—Ajá. No me estás echando la culpa, estrella de rock pueblerino. —Ella
lo señaló con el tenedor—. Fuiste tú quien compró toda la maldita botella
de Jaeger. Estaba bien con un solo chupito
—¿Así que tú y la superestrella del país son compañeros de bebida?—le
preguntó Fletch con fuerza.
—No muy a menudo, gracias a Dios—replicó Tanna.
—No lo suficiente para mí—respondió Devin con un gruñido sexy.
—¿Recuerdas la primera noche que bebimos juntos? ¿Después de que
Celia y Kyle se casaran? —Tanna se rio de la mirada perpleja de Devin—.
¿Ves? No te acuerdas.
Él se encogió de hombros.
—Admito que parte de esa noche es un poco confusa. Así que déjamelo
a mí, cariño. ¿Qué tipo de cosas malas / desagradables / incorrectas hicimos
juntos?
Fletch se puso rígido y Tanna sintió que sus ojos la perforaban.
—No te preocupes. No estabas interesado en hacer nada de ese sexo
obsceno conmigo. —Ella le susurró burlonamente a Tobin—. Podría haber
estado bailando desnuda en la barra y él no habría reaccionado.
Tobin soltó un gemido.
—¿Ves?—dijo Devin—. En mi defensa debí haber estado borracho
porque de haber estado sobrio habría estado sobre ti. Todo mi cuerpo sobre
ti, dulce Tex-ass.
Ella puso los ojos en blanco.
—Veamos… estábamos bailando. Luego estábamos en el bar tomando
otro chupito de celebración en honor a la feliz pareja, cuando esas dos
chicas cachondas apenas con edad legal entraron. ¡No puedo creer que seas
Devin McClain! Te amo. ¿Puedes firmar mis grandes y falsas tetas?
Estalló la risa y Hugh se atragantó con la cerveza.
—Lo siguiente que supe, Barbie uno y Barbie dos estaban ordenando
mamadas y Devin dijo que preferiría tener la verdadera. Entonces me hizo
volar para que sus groupies pudieran darle una mamada en su autobús de
gira.
—Estoy seguro de que lo pasé genial. Pero como Tanna señaló con tanto
tacto —Celia y un par más se rieron—, mi consumo excesivo de alcohol
había bloqueado esos bancos de memoria de esa noche.
—¿No recuerdas haber estado con dos chicas a la vez?—dijo Tobin con
horror en el rostro.
—Nop.
—Amigo. No sé si estar celoso por haber estado en esa situación tantas
veces que es normal para ti, o… cabreado de que no puedas darnos una
descripción detallada.
—Y con eso, chico maravilla, es hora de salir a la carretera. —Hugh se
puso de pie y le preguntó a Celia—. ¿Dónde está Kyle?
—En la cocina hablando con su madre.
—Lo atraparemos al salir. —Hugh asintió a los hombres de la mesa—.
Encantado de verlos a todos.
—Iré contigo—dijo Celia, y entraron en tropel a la casa, dejando a
Tanna, Fletch y Devin en la mesa.
Fletch tragó un trago de cerveza pero mantuvo sus fascinantes ojos en
ella.
—¿Entonces que dices? ¿Quieres bailar un poco?
—Te das cuenta de que si digo que sí, no será un baile sobre el colchón,
¿verdad?
Fletch se echó a reír, recordándole a Tanna que tenía una gran risa.
—Un hombre puede tener esperanza.
Ella se pasó la mano por el pelo. Necesitaba una ducha, pero no tendría
que esquivar los avances que sabía que venían de Fletch, si olía a corral.
—Bien. Una bebida. Un baile.
—Bueno. Vamos—dijo Devin.
Una mirada divertida cruzó el rostro de Fletch, pero asintió.
—Estás viajando conmigo.
Un poco despótico de Fletch al esperar que Devin no quisiera viajar con
ella. Pero para ser honesta, necesitaba unos minutos a solas para aclarar su
mente.
—Tengo que ir a frotarle en la cara a la mujer embarazada que se está
perdiendo toda la diversión y decirle adiós. Y te seguiré.
Capítulo 6

Ellos apenas habían logrado salir del camino de entrada cuando Devin
saltó sobre él.
—¿Qué diablos te pasa, Fletch? Eres un idiota gruñón hoy.
—Entonces me sorprende que te hayas malditamente metido en el
medio para salir conmigo y con Tanna esta noche.
—Dios. ¿Entonces tu actitud de idiota se debe a los celos?
—No. —Las manos de Fletch se tensaron sobre el volante—. Tal vez.
Mierda. Probablemente.
Devin se volvió hacia él.
—Dime qué está pasando con vosotros dos.
—Nada.
—Mentira.
—Esto no irá más allá de nosotros. El jueves por la noche nos
enganchamos en un bar de Rawlins. Tomé unas copas, algunas risas,
seguidas de un sexo increíble. Como sexo increíble fuera de las gráficas.
Cuando la vi hoy…
—¿No la llamaste al día siguiente? Hombre, Fletch, te advertí que
dejaras esa mierda.
—Dice la puta que vive según la regla de sin nombres—dijo Fletch
secamente.
Devin le mostró el dedo.
—Así que se suponía que iba a ser una noche. Me estaba pateando por
no tener su nombre o número porque conectamos... La vi hoy y solo quería
darle una paliza a cualquier tipo que hablara con ella, porque yo quería
hablar con ella. Eso nunca me había pasado antes. —Él exhaló una
bocanada de aire frustrado—. Entonces descubro que la conoces bastante
bien.
—Nos hemos cruzado un montón de veces. Me gusta. Es divertida.
Salvaje. No tiene miedo de soltarse y disfrutar. Llevo dos años y medio
tratando de convencerla de que se meta en mi cama.
Fletch los sorprendió a ambos y soltó un pequeño gruñido.
Devin se rio.
—De alguna manera esa mujer se ha resistido a mis encantos. Pero
siento la necesidad de advertirte.
—¿Acerca de?
—De ella. A Tanna Barker, tres veces campeona nacional de carreras de
barriles, le gustan mucho los tríos. También es una especie de chica de
aventura de una noche sin nombres que se revuelca en el heno.
—Me importa un comino con cuántos tipos se ha acostado antes. Pero el
hecho es que vivirá en Muddy Gap durante el verano y quiero que todas sus
aventuras de una noche sean conmigo de ahora en adelante.
Devin silbó.
—Vas en serio.
—Completamente.
—Fletch. Vamos. Vives en Rawlins, a sesenta y cuatro kilómetros de
Split Rock. Eres un adicto al trabajo. Has estado en una relación… nunca,
según recuerdo. Con la excepción de la señorita tetas como King Kong.
Fletch resopló.
—¿Tetas como King Kong? Su nombre era Karen. Y salimos durante
cuatro meses, así que eso califica como una relación.
—¿Cuándo fue eso? ¿Hace siete años?
—He estado ocupado desarrollando mi profesión.
—Lo que me lleva de vuelta al punto de adicto al trabajo. No intentes
presionar a Tanna para que te dé algo que no puedas ofrecer a cambio. La
forma más segura de matar cualquier oportunidad con ella es actuar como
un idiota posesivo la primera puta noche que está en la ciudad.
Fletch odiaba que Devin tuviera razón.
—Mira cómo va esta noche. Si le gustas, y quiere que te vayas a casa
con ella, tomaré tu camioneta y me iré. Pero si no te quiere, entonces no la
molestarás, ¿de acuerdo?
—Está bien. Mierda. No soy un acosador violador. Comprendo la
palabra no, idiota.
Aparcaron en el estacionamiento trasero del Buckeye.
Tanna parecía nerviosa mientras caminaban hacia la entrada principal.
Cuando Fletch le puso la mano en medio de la espalda, pareció relajarse.
Pero una vez que estuvieron dentro del bar, ella lo apartó.
—Vosotros poneros ahí delante—dijo Devin—. Traeré la primera ronda.
Después de sentarse, Tanna estaba demasiado ocupada mirando el
singular lugar para conversar. Cuando la atrapó tratando de enderezarse
discretamente la ropa y peinarse, le puso la mano sobre el brazo, deteniendo
el movimiento.
—No tienes que preocuparte, Tanna. Eres hermosa. Incluso después de
rodar por los corrales todo el día, luchando con terneros.
Ella se inclinó más cerca y le advirtió:
—No uses esa mierda de falsa adulación conmigo.
—No es una mierda, dulzura sureña, es lo que veo. No me juntes con
perdedores que vomitan esas cosas con la esperanza que van a follar.
—Oh, ¿entonces no estás aquí esperando poder convencerme de que
vaya a otra ronda contigo?
Fletch miró fijamente su boca. Recordando el placer de ver sus labios
envueltos alrededor de su polla. Y cómo sus ojos se fijaban en los de él y se
cerraban casi en éxtasis.
—Eso no es justo—siseó ella.
—¿Qué?
—Mirarme con esos ojos sexys de dormitorio, desnudándome como si
estuvieras decidiendo qué parte de mí quieres devorar primero.
Él sonrió.
—Es bueno saber que uno de tus talentos es la lectura de mentes.
Tanna pareció molesta durante dos segundos antes de sonreír.
—Está bien, me callaré ahora. Aunque, quiero preguntarte una cosa
antes de que Devin llegue. ¿Por qué alquilaste una habitación de motel el
jueves por la noche? ¿Cuándo vives en Rawlins?
—¿Te habrías ido a casa conmigo si te lo hubiera pedido?
—No. Por eso no ofrecí la habitación que había alquilado antes de ir al
bar.
—No me extraña que te escaparas tan rápido. Tenías una trampilla de
escape. —No quería hacer la pregunta, pero la hizo de todos modos—. ¿La
idea de enfrentarme, conocer mi nombre y yo el tuyo fue tan aterradora que
te escabulliste?
Devin interrumpió su respuesta poniendo tres botellas sobre la mesa.
—Aquí vamos. Una ronda de Coronas. —Él levantó la botella y esperó
a que ellos hicieran lo mismo—. Salud.
Tanna habló con Devin.
—Entonces, cuando vienes aquí, ¿la gente te reconoce? ¿Dado que tú
naciste aquí?
—Sí.
—¿No te molestan por autógrafos?
—Depende. Estoy bastante seguro de que las doce personas que viven
aquí que querían mi autógrafo ya lo tienen.
Ella rio.
—¿Pensaste que me tirarían confeti o me acosarían cuando entré?
—No sabía qué esperar; por eso pregunté. —Tanna tomó un sorbo de
cerveza—. Estuve contigo cuando los fans te vieron. ¿Recuerdas
Apalachicola?
—¿Apalacha-qué?—dijo Fletch.
—Apalachicola. Es una ciudad de Florida. La superestrella de aquí tocó
en una feria del condado y me inscribí en el rodeo, así que nos encontramos
después de su concierto. Sus fans lo siguieron y nos persiguieron por todas
partes. Finalmente los perdimos y terminamos sentados en la playa hasta el
amanecer.
Devin se acercó y le apretó la mano.
Una comunicación tácita pasó entre ellos y Fletch se encontró
rechinando los dientes.
—Cuando salimos por aquí, generalmente Fletch el acosado. Personas
que desean un diagnóstico al vuelo para Lassie.3 Gratis—dijo Devin
entonces.
—¿Eso pasa a menudo?—le preguntó Tanna.
Antes de que pudiera responder, Todo el maldito tiempo, Bill Leckland
pasó a preguntar por una novillita que no producía suficiente leche. Tan
pronto como Bill se fue, Charlotte St. Croix le preguntó si conocía a alguien
que vendiera cachorros blue heeler.
—¿Ves? Que te dije, por aquí, Doc es la superestrella.
Fletch reprimió un comentario de que no necesitaba que Devin lo
fortaleciera.
—Dime qué harás en Split Rock.
—Trabajar en la tienda de ropa y ser barman. —Tanna bebió un sorbo
de cerveza—. Bolo temporal durante el verano.
—El comienzo de la temporada de ferias del condado significa que
estoy en camino hasta la primera parte de octubre—dijo Devin—. Va a ser
brutal.
—No mientas. Lo esperas con ansias.
Devin sonrió ampliamente.
—Me encanta. No hay nada como la adrenalina de estar en el escenario.
Excepto por el sexo.
Fletch miró a Tanna al mismo tiempo que ella lo miró a él. No se
molestó en ocultar el calor en sus ojos.
El silencio descendió entre ellos. Normalmente, Devin llenaba el aire de
charlas, pero él también parecía preocupado.
Después de dos interrupciones más, que requirieron la atención de
Fletch, Devin suspiró.
—Tanna, saca a este hombre de su miseria y baila con él. Al menos,
nadie intervendrá y exigirá un diagnóstico al paso.
Gracias, Dev.
Tanna parecía desgarrada. Pero alguien debería haber estado a punto de
acercársele por detrás porque lo agarró de la mano y tiró bruscamente de él
para que se pusiera de pie.
—Muéstrame lo bien que bailas verticalmente, Doc.
En la pista de baile, Tanna intentó mantener una distancia adecuada,
pero Fletch no se lo permitió. Tomó su mano derecha con la izquierda y
envolvió su brazo derecho en su espalda baja, presionándolos pecho contra
pecho.
—¿Lo suficientemente cerca para ti?—preguntó ella con un tinte de
sarcasmo.
—Está bien. —Él hizo una pausa—. Por ahora.
—Fletch…
—Maldita sea, me encanta la forma en que mi nombre suena fluyendo
de tu lengua. —Él arrastró los pies hacia atrás y los apartó de la barra.
Ella echó la cabeza hacia atrás y lo miró.
—Una cerveza. Un baile.
—¿Un beso?—preguntó esperanzado.
—No. Por increíble que fuera la otra noche, no puede volver a suceder.
—¿Por qué no? Porque, dulzura sureña, fue increíble. Me imagino que
podríamos hacerlo espectacular si practicamos mucho más.
Tanna se rio y golpeó su frente contra el pecho masculino con fingida
frustración.
Él acarició la parte superior de su cabeza.
—¿Qué está pasando realmente?
—Tengo algunas cosas en las que trabajar este verano. Me prometí que
no me distraería. —Esos ojos marrones oscuros se conectaron con los suyos
de nuevo—. Y tú, doctor Fletcher, serías una gran distracción.
Eso no sonó elogioso. Pero tampoco había sonado insultante. Podría
trabajar con eso.
—Apenas llevo aquí veinticuatro horas. Ni siquiera he comenzado mi
trabajo todavía. Necesito orientarme. Verte en el rancho… me confundió.
Después de esa admisión, Fletch insistió en su argumento.
—Porque también lo sentiste esa noche.
Ella sonrió.
—Puedo sentirlo ahora. Pero no puedo ofrecerte nada más que amistad.
Fletch movió las cejas.
—¿Amigos con beneficios?
—Nunca te rindes.
—No cuando se trata de ti. —La besó en la frente—. Te daré un
descanso.
A continuación, sonó una canción lenta y ella no se apartó. Cerró los
ojos y disfrutó del momento. Cuando terminó la canción, dio un paso atrás.
—Gracias por el baile, amigo.
—¿Ves? No te ahogaste con la palabra .
De vuelta a la mesa, Devin parecía estar luchando contra los avances de
una mujer y su hija.
Devin se puso de pie.
—Ahí están. Por un segundo me preocupé que te escaparas con mi
chica.
Antes de que él dijera algo, Tanna se pegó al costado de Devin.
—De ninguna manera. Eres mi único muffin de amor por siempre
jamás, amén. —Besó la comisura de su boca y la mano que había puesto
sobre su pecho se movió por el centro de su cuerpo hacia la cintura de sus
vaqueros.
Devin se rio con demasiada ganas.
—¿Puedes al menos esperar hasta que salgamos, conejita?
¿Conejita? Fletch no sabía si gemir o vomitar.
Tanna hizo un puchero.
—Siempre que podamos irnos ahora mismo.
—Tus deseos… —Devin la besó en la sien—… son ordenes. Disculpen,
señoras.
Fletch siguió a Tanna y Devin entrelazados fuera del bar, recordándose
que era una escena, empujando la tentación de patearle el culo a la
superestrella que hablaba dulcemente por tener su mano en el trasero de
Tanna.
Ellos se agacharon entre las camionetas.
Tanna soltó un fuerte chillido y Devin le tapó la boca con la mano para
sofocar su risa.
—Eso no fue nada gracioso, Tex-ass.
—¿Qué diablos pasó? Nos habíamos ido de la mesa diez minutos.
Devin soltó a Tanna y se dejó caer contra la camioneta.
—El dúo de madre e hija se abalanzó sobre mí porque son mis mayores
fans. Ellas ofrecieron… —Él se estremeció—. No quiero pensarlo, y mucho
menos compartirlo contigo. Así que vamos, Fletch. Sé que hay un buen
whisky en tu casa que borrará por completo este incidente de mi cerebro.
Fletch y Tanna intercambiaron una mirada divertida. A la luz de su
camaradería compartida, dijo:
—¿Quieres venir a tomar una copa?
—Nah. Mañana es mi primer día de trabajo. Pero lo dejaré para otro
momento. —Una vez que se dio cuenta de lo que había dicho, dio marcha
atrás—. Ya sabes. Algún día este verano.
—Te haré cumplir eso.
Todo lo que Devin tenía que hacer era abrir los brazos y Tanna estaba
allí, abrazándolo.
Fletch debería haberles dado privacidad, pero no pudo obligarse a
retroceder.
—Cuídate, rock star pueblerino. Si no puedes guardarla en tus
pantalones, al menos usa un guante de amor, ¿de acuerdo?
—Lo haré. Háblame de tus salvajes hazañas de verano.
—Salvaje. Cierto. Seré tan apacible como una vieja maestra de escuela.
Él resopló.
—Cuando las ranas críen pelos.
—¿Sabes cómo volver a Split Rock?
—Tengo GPS.
—Bien.
Fletch no podía pensar en nada más para evitar que Tanna se fuera.
—Conduce con cuidado—dijo ella y se subió a la camioneta.
Se dio cuenta de que había estado allí parado como un idiota, mirándola
alejarse, cuando Devin se aclaró la garganta.
—¿Nos vamos o qué?
—Sí. Sube a la camioneta.
—Fletch, si quieres hablar de eso…
—No quiero. Pero ese whisky suena cada vez mejor.

Una hora más tarde, Tanna se sentó en su sala de estar, sorprendida


cuando tres fuertes golpes sonaron en la puerta. Entonces se abrió la puerta
y una voz femenina dijo:
—Toc, toc.
Tanna miró por el borde del tabique divisorio de la habitación.
—¿Quién es?
—Harlow Pratt. Somos compañeras de trabajo. ¿Puedo entrar?
¿No entraste ya?
—Por supuesto.
La mujer saltó hacia adelante como un cachorro.
—¡Hola! Tanna, ¿cierto?
—Cierto.
—Es un gusto conocerte. —Tanna la escudriñó. Harlow no se parecía en
nada a su hermana Tierney. Tal vez era el impactante cabello rosado,
cortado en capas gruesas y originales. Quizás era el piercing de la nariz. O
el piercing de la ceja. O la docena de piercings que recubrían cada oreja.
Llevaba un vestido gris que parecía una piel de tiburón, medias de red
negras rotas y botas de montaña de color naranja intenso con cordones azul
neón.
¿Su primer pensamiento? De ninguna manera esta mujer podría vender
ropa vaquera con un atuendo de prostituta punk de cuando Tron conoce a
Mad Max.
Harlow se dejó caer en el sofá y sacó una botella de su gigantesco bolso
de Hello Kitty. Una botella llena de un líquido verde, el color en algún lugar
entre NyQuil y licor de melón Midori.
—Pensé que podríamos tener una oportunidad para celebrar y comenzar
bien nuestro verano.
—¿Qué demonios es eso?
—Absenta. ¿Alguna vez lo has bebido ?
—No. No estoy segura de querer probarlo ahora.
Harlow rio.
—Solía ser ilegal, pero deben haber cambiado la fórmula o algo porque
puedes comprarlo. ¿Tienes vasos?
Tanna comenzó a negarse, hasta que se dio cuenta de que Harlow había
dado el primer paso para que se conocieran. Lo mínimo que podía hacer era
tomar una copa con ella.
—Dudo que tenga vasos de chupito. ¿Se vierte sobre hielo o algo así?
—Beberlo solo significa que realmente no lo saboreas.
—Eso no suena bien, Harlow.
—Oh, no es bueno. Pero es el único trago que me queda.
Tanna tomó dos tazas pequeñas de Dixie y las dejó sobre la mesa de
café.
—¿Supongo que condujiste hasta aquí?
—Directamente desde Chicago. Normalmente no viajo con licor, pero
me mudé de mi apartamento y soy demasiado ahorrativa para tirar la
botella, así que la traje. —Sirvió dos generosos tragos y empujó una taza
hacia Tanna.
Tanna miró la sustancia viscosa verde y después la olió.
Harlow levantó su taza.
—Por un gran verano.
—Salud. —Tanna cerró los ojos y apuró el contenido de un trago. Luchó
contra un escalofrío cuando el líquido golpeó su estómago como ácido de
batería. Cuando abrió los ojos, notó que Harlow también tenía una mueca.
—Mierda desagradable.
—Sí. Y apuesto a que es de un color feo cuando vuelve a aparecer. —
Harlow agitó la botella hacia Tanna—. ¿Te apetece uno más?
Tanna sonrió.
—¿Que mierda?
—Buena mujer. —Harlow recargó las tazas y dijo—. Puedes hacer el
brindis.
—Por no vomitar en nuestras sábanas esta noche.
—O en nuestros zapatos.
Brindaron y bebieron. El trago no fue mejor la segunda vez.
—Ya es suficiente—dijo Harlow con un escalofrío.
—Ni siquiera puedo ofrecerte una cerveza porque todavía no he ido a la
tienda.
—Lástima que no podamos colarnos en el albergue para tomar una
copa, pero estoy segura de que mi hermana mayor frunciría el ceño ante
eso. Ya que somos empleados y todo eso.
—Entonces, dime cómo terminaste trabajando en Split Rock—dijo
Tanna.
—He estado paseando por todo el mundo durante los últimos tres años.
Trabajando con algunos grupos humanitarios en países del tercer mundo y,
en general, jodiendo con el dinero de mi padre. Se cansó de eso y me lo
cortó . Entonces me dijo que debería aprender a ser más como Tierney, lo
cual es ridículo porque, ¿hola? Ella es un genio. Tiene como cuatro títulos
universitarios avanzados y hace que las personas con personalidad tipo A
parezcan holgazanes. —Harlow apoyó sus botas de montaña en la mesa de
café—. Mi hermana mayor es la persona más grande del mundo y nunca me
acercaré a ser como ella, incluso si lo… no lo sé… intentara.
—Es muy divertido porque mi padre estaba muy furioso cuando Tierney
dejó de trabajar para él y se hizo cargo de la administración de este lugar.
Después fue e hizo lo impensable: se casó con un vaquero. Por amor. —Ella
jadeó dramáticamente—. Tierney eliminó a papá de su vida por completo.
De alguna manera eso hizo que se despertara y se diera cuenta de que era un
idiota y que sería un idiota solitario si seguía así. Han estado tratando de
llevarse bien desde entonces. Lo cual es genial para ellos, pero una mierda
para mí porque ahora mi padre quiere que ella me ayude a “convertirme en
alguien”. Tienes casi veintiséis, Harlow. Es hora de convertirse en un
miembro responsable de la sociedad. Cuando tenía tu edad… bla, bla, bla.
Así que aquí estoy. ¿Qué pasa contigo?
Tanna le dio a Harlow la versión condensada de los últimos dos años y
terminó con:
—Veremos qué sucede después del Día del Trabajo.
—Me quedaré al menos hasta que nazca el bebé de Tierney. No puedo
esperar a ser tía. Voy a malcriar a ese bebé.
—Si Renner te deja—dijo ella secamente—. Él es muy protector con
Tierney.
—Lo sé. Ella tiene mucha suerte. —Harlow suspiró—. Renner no solo
es increíblemente sexy, también tiene a mi peculiar hermana. Y la forma en
que la mira… Tal vez algún día consiga que un tipo me mire así, ¿eh?
—Tal vez.
—Me he resignado a besar un montón de ranas antes de encontrar un
príncipe. —Ella le guiñó un ojo—. Qué suerte que tenemos un estanque
lleno de ellas tan cerca.
¿En quién intentaría Harlow hundir sus garras primero? Me vino a la
mente el hermoso rostro de Fletch. ¿Tendría algún problema si Harlow se
fijara en el veterinario caliente?
Oh, sí.
Pero solo son amigos, ¿recuerdas?
Harlow se puso de pie y se guardó la botella de absenta en el bolso.
—Encantada de conocerte, Tanna. Prometí deshacerme del cabello
punk, así que me voy a ver de qué color quedará mi cabello cuando
decolore el rosa.
—Buena suerte con eso.
—Nos vemos a la impía hora de las nueve de la mañana.
Tanna la siguió hasta la puerta.
—¿En qué tráiler te quedas?
—Ninguno. Me quedo en la vieja cabaña de Tierney. Admito que no
estaba demasiado orgullosa por rogar por ella. Probablemente la única vez
que puedo jugar la carta de soy-tu-hermana-pequeña y salirme con la mía.
—Ella sonrió—. Buenas noches.
Sería interesante ver qué tipo de trabajadora sería Harlow. Su actitud y
la advertencia de Tierney sugirieron que la señorita Harlow trataría de
gobernar el gallinero.
No. No estará pasando. Solo había un gallo en ese lugar y Tanna debería
asegurarse de que Harlow entendiera que no era ella.
Capítulo 7

El domingo por la mañana, Tanna se presentó en el comedor a tiempo.


Ella y Renner estaban tomando su segunda taza de café cuando Harlow
entró bostezando.
—Lo siento. Me quedé dormida.
Renner frunció el ceño. Tanna pensó que él dejaría pasar su tardanza,
pero esperó hasta que ella tuviera su café para hablar, por lo que tenía toda
su atención.
—No hay ningún privilegio especial para ti aquí, Harlow, así que quítate
eso de la cabeza ahora mismo. Estás aquí para trabajar. Lo que significa
llegar a tiempo de acuerdo con el horario del albergue, no tus caprichos
personales. ¿Entendido?
Harlow hizo el saludo militar.
—Sí, señor.
Él escudriñó su rostro y sus elecciones de ropa.
—Hablemos de uniformes.
—¿Qué? ¿Tenemos que llevar un estúpido uniforme?—preguntó
Harlow.
—Si está sirviendo en el salón, sí. Usarás pantalones negros y una
camisa blanca de manga larga. El código de vestimenta de Wild West
Clothiers es informal. Lo que llevas puesto—señaló la ropa de Harlow: una
camiseta sin mangas teñida de los hippies de los 60, vaqueros recortados y
chanclas— no es apropiado.
Tanna se sintió aliviada de que Renner vigilara a su cuñada por
violaciones al código de vestimenta para que ella no tuviera que hacerlo.
—La tienda de ropa está abierta de diez a cinco, de lunes a sábado, pero
el inventario y el reabastecimiento deben realizarse todas las mañanas, lo
que significa que tendríais que estar aquí a las ocho. El salón tiene personal
de cuatro a diez todas las noches. La noche más lenta es el domingo. Así
que dependerá de la cantidad de reservas, si contaremos con personal.
Ningún huésped se registrará hasta mañana, así que ambas estarán libres
esta noche. ¿Alguna pregunta?
Harlow levantó la mano.
—¿Nos pagan por hora o tenemos un salario?
—Por hora. Te mostraré dónde está el reloj.
—¿Hay comisión por las ventas de ropa?—preguntó Harlow.
—No.
—¿Se incluyen las comidas los días que trabajamos?—preguntó Harlow
de nuevo.
—No. Pero puedes usar el gimnasio después de las diez de la noche. La
piscina está prohibida si hay huéspedes.
Tanna contuvo una risa ante la mirada amarga en el rostro de Harlow.
—Repasemos las reglas del albergue. —Veinte minutos después, Renner
dijo—. ¿Alguna pregunta?
Ambos miraron a Harlow. Ella negó con la cabeza.
—Me gustaría tenerlas a las dos trabajando en Wild West Clothiers
mañana. Le dará tiempo para revisar la mercancía. Harper es una vendedora
increíble, así que tienen que llenar unas enormes botas durante los próximos
meses. Entonces las haré trabajar a las dos en el salón también. Hay una
reunión aquí mañana por la noche, pero no pasará de las diez.
—¿Es eso algo habitual? ¿Un grupo alquila el salón para una reunión
privada? —preguntó Tanna.
Renner negó con la cabeza.
—Por lo general, es algo que he organizado, como una reunión de
accionistas de Split Rock. Diré que Harper tiene dos o tres grupos de
mujeres que vienen aquí a comprar desde Casper, Cheyenne y Rock
Springs. Como lo sabemos de antemano, organizamos un almuerzo privado
para ellas.
—Apuesto a que eso es bueno para las ventas.
—Sí. No hay nada como el primer pago. —Él se levantó—. Hagamos el
gran recorrido.
Se necesitaron tres horas para verlo todo, incluidos los graneros, las
caballerizas y dos de los senderos más cortos. Retrocedieron por el camino
del establo y Tanna se sintió aliviada de que no se acercaran a los caballos.
Sería vergonzoso si se asustara frente a su nuevo jefe.
Tobin, el simpático peón del rancho con ojos centelleantes y hoyuelos
hundidos, se inclinó sobre la cerca. El capataz del rancho, Hugh, un tipo
estoico con una barba desaliñada y el rostro escondido debajo de su
sombrero, estaba junto a Tobin.
—Chicas bonitas—dijo con una sonrisa—. Renner.
—Oye, Tobin—susurró Harlow—. Luces demasiado bien para pasar el
día torturando ganado. ¿Qué dices si preparamos un picnic y nos divertimos
junto a un arroyo o algo así?
Tobin se rio.
—Aprecio la oferta, pero ya estoy apalabrado por hoy.
Harlow avanzó tranquilamente y se paró frente a Hugh.
—¿Y tú, Gruñón? ¿Estás listo para dejar tu hacha e irnos lejos de aquí
por un poco de descanso y relajación?
—No. —Él giró sobre sus talones y se alejó.
—Sería prudente no burlarse de él, Harlow—advirtió Renner—. Es
posible que necesites su ayuda con algo y él te dejará a la buena de Dios
porque eres una coqueta.
Tanna y Tobin intercambiaron una mirada.
—Simplemente no voy a hablar con él en absoluto. Si la gira termina,
me voy a la cama. —Ella bajó la colina dando tumbos, deslizando y
resbalando en sus sandalias hasta que desapareció detrás de un grupo de
árboles.
Renner suspiró.
—Tanna, tendrás que decirme si no está haciendo todo lo posible.
—Lo haré. Pero tengo que preguntar. ¿Ha tenido un trabajo antes?
—Trabajó en restaurantes, bares y tiendas de ropa en la universidad. No
tengo idea de cuánto duró en ninguno de ellos, pero no es una novata total.
—Miró a Tobin—. ¿Estás bien con pasar el rato en el albergue hoy?
—Sí, señor. Me cambiaré antes de ir allí.
Renner miró a Tanna.
—¿Cuáles son tus planes?
—Compra de comestibles.
—Si te aburres, siempre puedes pasar el rato con Tobin en el albergue.
Estoy seguro de que apreciaría la compañía. —Él sonrió—. Hasta luego.
Cuando Tanna miró a Tobin, su rostro estaba rojo brillante.
—Espero que no creas que lo incité a hacer eso. Porque yo nunca...
—Lo sé. No te preocupes, Tobin.
Él se relajó.
—Me dirijo a Rawlins por comida. ¿Cuál es la mejor tienda de
comestibles?
—Super-Valu. Tienen un deli decente. —Él sonrió—. Oye. Soy soltero
Como muchos sándwiches.
—Yo también. El refrigerador en mi remolque para caballos es bastante
pequeño.
—Te vi hablando con Eli ayer. ¿Vas a trabajar con él mientras estás
aquí?
¿Todos sabían de su situación?
—¿Sabes algo sobre él que debería?
—De ningún modo. Es muy bueno con los caballos y los jinetes. Lo
mejor que he visto, de hecho. Y vi a muchos tipos fingiendo que eran
susurradores de caballos y toda esa mierda y ninguno de ellos se acerca a lo
que él puede hacer.
—Es bueno saberlo.
Durante el viaje de cuarenta minutos hasta la ciudad, Tanna se preguntó
si pasaría mucho tiempo sola este verano, después de que terminara su
turno. Ese fue un pensamiento deprimente.
Podrías pasar todo el tiempo que quieras con el animal tan sexy del
doc.
Eso era tentador. Estuvieron en perfecta sincronía aquella noche. Había
tenido más de lo que le correspondía en buenas relaciones sexuales, pero
ese encuentro estaba entre los cinco primeros. Quizás incluso los tres
primeros. Entonces, ¿por qué le había dicho que no ayer en la marca cuando
le pidió volver a verla?
Su conversación con Lainie se hizo presente. Todo lo que ella había
dicho había sido verdad. Pero había sido una charla valiente cuando estaba
rodeada de gente. Cambiaría su tono rápidamente cuando regresara a un
remolque vacío todas las noches. Había pasado años en la carretera,
conduciendo sola de un evento a otro, por lo que debería estar
acostumbrada a kilómetros de asfalto y sin nadie con quien hablar, excepto
con su madre, ¿y eso no la convertía en una patética niña de mamá?
Tal vez, después de regresar de la tienda, le prepararía un sándwich a
Tobin y se lo llevaría al albergue.

Fletch estaba inquieto. No era una sensación del todo desconocida, pero
no estaba seguro de cómo manejarla. Después de pasar tiempo con Tanna,
se dio cuenta de que tenía que convencer a esa pequeña de que serían
buenos el uno para el otro. Incluso por un tiempo corto. Y no estaba seguro
de cómo hacer eso.
Quizás su padre tuviese una idea. Lo llamó, avisándole que estaba de
camino.
Su padre vivía en una comunidad de jubilados en Rawlins, en un
apartamento de una habitación con vista al campo de golf. Bruce Fletcher
no jugaba al golf, pero le gustaba mirar por el ventanal a través de las
verdes colinas inclinadas. Fletch pagó por esa vista premium, pero la
felicidad de su padre valió la pena. Él había criado a Fletch solo, en su
mayor parte, ya que la madre de Fletch, Darla Fast Dog, tenía la costumbre
de desaparecer durante meses.
Fletch no había preguntado cómo Bruce, un trabajador del campo
petrolero, había dejado embarazada a una mujer india de veintidós años de
la reserva, cuando su padre tenía cuarenta años. A veces, hablaba con cariño
del año en que Darla había vivido con él, antes del nacimiento de Fletch y
poco después.
Sus padres no se habían casado. De todos modos, los votos
matrimoniales no habrían significado nada para Darla. A lo largo de su
infancia, ella aparecía siempre que se le ocurría. Intentaba ser esposa y
madre, quedándose todo el tiempo que pudiera soportarlo, pero siempre
terminaba corriendo de regreso a la reserva.
El año en que él cumplió diez, ella apareció luciendo horrible. Su padre
la había llevado al hospital y el médico le diagnosticó cáncer de mama en
etapa tardía; más allá de la etapa, el tratamiento podría ayudarla o salvarla.
Bruce, siendo un hombre amable, un hombre que hacía lo correcto con su
familia, la cuidó hasta que falleció. No discutió con su familia sobre los
detalles específicos del entierro indio, pero insistió en que a él y a Fletch se
les permitiera asistir a la ceremonia.
Fue el primer contacto que Fletch tuvo con sus parientes nativos
americanos. Todavía recordaba sus ojos escépticos mientras marchaba hacia
el banco delantero. Ellos susurraron sobre él, algunos cuestionando
descaradamente si era el hijo de Darla, se veía demasiado pálido. Recordó
haber querido darse la vuelta para decirles que se callaran. Pero su padre lo
había mantenido firme. Fletch entendió que mientras tuviera a su padre, no
necesitaba a nadie más.
Sacudiéndose la melancolía, subió los escalones hacia la entrada y
esperó a que su padre lo invitara a entrar.
Y como de costumbre, su padre se apoyó contra el marco de la puerta,
esperándolo. No era tan ágil como solía ser, pero se veía bien para un
hombre de setenta y siete años.
—Hola, papá. —Fletch lo abrazó.
Su padre le devolvió el abrazo.
—Hijo, ¿cómo estuvo tu semana?
—Ocupada. Ayer fue la marca en el rancho de Kyle y Celia.
—¿Cómo están los Gilchrist?
Fletch siguió a su padre a la sala de estar y se dejó caer en el sillón.
—Bien. Supongo que Celia quería atar patas y arrastrar animales, pero
Kyle se puso firme.
Su padre se rio entre dientes.
—Una verdadera vaquera, eso es. Pienso que ese bebé nacerá con una
cuerda en la mano.
—Probablemente. Mientras comíamos, Bran recibió una llamada de
Harper. Ella se puso de parto.
—¿Qué tuvo?
—Otro varón. Lo llamó Jake. La madre y el bebé están bien. Hank y
Abe estaban allí. También Ike y Devin.
—Parece que tenían un buen equipo. ¿Estaba Eli allí?
—Por supuesto.
—¿Estaba Summer con él?
—No.
Su padre suspiró.
—¿Por elección de Eli? ¿O de Summer?
—Creo que de Summer. Ella todavía se está adaptando. Y Eli no es de
los que presionan. Incluso cuando debería.
Durante la siguiente hora hablaron sobre sus respectivas semanas,
deportes, política, el próximo calendario de Fletch y algún comentario
extraño sobre posibles planes de vacaciones que no tenían ningún sentido.
Siempre había sido capaz de hablar con su padre sobre cualquier tema, así
que cuando la conversación llegó a un punto muerto, se preguntó por qué
dudaba en mencionar a Tanna.
—¿Algo en tu mente, hijo?
—Sí, pero me siento un poco estúpido al mencionarlo.
—Entonces tiene que ser sobre una mujer.
La mirada de Fletch se dirigió a la de su padre.
Su padre se rio entre dientes.
—Eres un tipo reservado cuando se trata de esas cosas. Imagino que es
un comportamiento que aprendiste de mí. Entonces, ¿qué está pasando?
Él se pasó una mano por el pelo.
—El jueves por la noche conocí a una mujer en un bar. Hay algo entre
nosotros. Ella lo niega. Pero sé que también lo sintió. No entiendo por qué
no quiere involucrarse… Eh, románticamente, ya que estará trabajando en
Split Rock todo el verano. —Fletch se inclinó hacia delante y apoyó los
antebrazos en las rodillas—. Entonces, ¿por qué mencionó que podríamos
ser amigos?
—Quizás porque solo estará aquí temporalmente. Posible ruptura
desordenada y todo eso. Así que mi consejo es que aceptes su oferta de
amistad.
—Pero eso no es todo lo que quiero de ella.
—Entonces miente.
—¿Perdón? Creí haber escuchado al señor Nunca-Digas-Una-Mentira
sugiriendo que haga exactamente eso.
Su padre se encogió de hombros a medias.
—Convéncela de que estás bien siendo su amigo. Al menos aceptará
pasar tiempo contigo. Llévala a tomar un café. Puedes desgastar su
resistencia. Estarás de vuelta en asuntos divertidos con ella antes de que te
des cuenta.
—Eh. ¿De verdad crees que funcionará?
—¿Qué planeas hacer?
Irrumpir en su casa, besarla estúpidamente, desnudarla y después de un
orgasmo o diez, suplicarle que salga conmigo.
Quizás lo del café funcionaría mejor. Para empezar de todos modos.
—Creo que me saltearé mi plan por ahora y seguiré el tuyo. —Tomó el
mando a distancia—. Entonces, ¿qué juego estamos viendo primero?

Fletch no había recibido una llamada de emergencia en todo el día, así


que cuando Hugh en Split Rock llamó preocupado por un nuevo potro, no
había dudado en subirse a su camioneta.
No solo porque Tanna vivía allí y tenía la oportunidad de poner en juego
su plan de “amigos” después de lidiar con el animal. Estaba bastante seguro
de que era un diagnóstico terrible si Hugh lo contactaba un domingo por la
tarde.
No fue hasta que hubo avanzado casi veinte kilómetros por la carretera
que Fletch se dio cuenta de que no se había peinado, afeitado o cambiado su
camiseta sin mangas de UW. Sí, era un astuto jugador.
Tomó el camino de tierra a la izquierda de la entrada que conducía al
establo. Agarró el maletín médico y entró en el establo, el más limpio en el
que jamás había estado. Renner era muy riguroso con eso.
Hugh estaba inclinado sobre uno de los últimos pesebres.
—Hola, Fletch.
—Hugh. ¿Qué pasa?
—El potro de Pepper no se levanta. Ha estado sentado en el mismo
lugar desde temprano esta mañana. Y Pepper sabe que algo anda mal
porque sigue caminando .
—¿Ella te dejó acercarte?
—Una vez. Pero todas las otras veces me ha echado.
—¿Cuánto tiempo han estado en el establo?
—Renner dijo que estaba actuando de manera extraña ayer por la tarde
cuando estábamos en la marca, así que la trajo. No tuvo ningún problema
con el parto.
—¿El potro se paró solo?
—Eso parecía. Comenzó a mamar bien, así que los dejé solos. Ahí es
donde ha estado desde que llegué aquí a las cinco de esta mañana. Me
enferma pensar que debería haberme quedado y no lo hice.
Fletch le dio una palmada en la espalda.
—Pepper no es una madre primeriza y me imagino que ayer estabas
agotado después de la marca, así que date un descanso. Voy a hacer que ella
se mueva hacia atrás y tendrás que mantenerla allí con un cubo de avena. —
Fletch abrió la puerta. Antes de que entrara al cubículo, Pepper lo bloqueó,
protegiendo a su bebé con su gran cuerpo.
Él le frotó el cuello.
—Hola. Eres una buena madre, ¿no es cierto, Pepper? Cuidando a tu
bebé. Qué buena chica. Pero no voy a lastimarlo. Solo estamos hablando
aquí. Apuesto a que tienes hambre. Has estado caminando y preocupándote.
Solo quiero echar un vistazo. Nos lo tomaremos bien y con calma. Eso es.
—Siguió acariciándola, hablándole, instándola gentilmente a que se
internara más en el cubículo. No se resistió ni huyó cuando entró Hugh,
pero dejó de moverse por un momento. Cuando lo consideró bien, permitió
que Fletch la maniobrara.
Hugh avanzó poco a poco por el interior del establo, sosteniendo un
cubo. Mientras se acercaba lentamente a Pepper, con el cubo a su lado,
Hugh comenzó a hablar con ella y Fletch dio un paso atrás. Para cuando
Hugh llegó a Pepper con la avena, se había olvidado por completo de
Fletch.
Él se dejó caer al lado del potro. El animal no reconoció a Fletch en
absoluto. Hizo un gesto con la mano frente a la cara. No se inmutó. Hijo de
puta. Estaba ciego. Pasó la mano por la columna hasta la grupa y sintió la
desalineación. La cadera del potro estaba rota. Palmeó las piernas. Estaban
fríos y rígidos. Lo más probable es que un trozo de la cadera fracturada
descansara sobre la médula espinal, lo que explicaría por qué el potro
inicialmente estaba de pie pero ahora no podía. Miró a la potra castaña y la
tristeza lo invadió. Le dio unas palmaditas en el cuello.
Pepper había terminado la avena y le estaba piafando a Hugh.
Fletch se puso de pie.
—Lo siento. Está ciego y paralizado.
—Mierda. ¿En serio? —Hugh hizo una pausa para acariciar el cuello de
Pepper—. Nunca antes habíamos tenido un problema con los potros de
Pepper.
—¿Quién era el semental?
—No estoy seguro. Tobin lo sabría. ¿Y ahora qué?
Llegó a la puerta y tiró de la manija para salir.
—Pepper podría mantener la calma ahora que ha comido. Conseguiré
los medicamentos para acabar con el pobrecito. Eso aliviará algo de su
miseria. Intenta sacar a Pepper afuera.
—No es lo que quería escuchar, Doc, pero gracias por venir.
—No hay problema. ¿Dónde está Tobin?
Hugh salió del cubículo.
—Arriba en el albergue. Supongo que no hay huéspedes registrados,
pero Renner quería a alguien allí en caso de que tuvieran visitas, ya que
Tierney y él tenían planes.
Después de administrar los medicamentos y quedarse para asegurarse de
que no hubiera otros problemas, Fletch condujo colina arriba, vio el espacio
vacío y tuvo la tentación de seguir dando la vuelta a la curva hacia la
vivienda de los empleados. Tenía una razón legítima para estar en Split
Rock. ¿No sería natural que se detuviera para decirle hola a su amiga
Tanna?
Nah. Quizás eso resultaría como ser un acosador. No es algo que haría
un amigo. Así que entró en el estacionamiento principal y apagó el motor.
Estaba pensando en el potro mientras subía los escalones y atravesaba el
pasillo hacia la gran sala.
Un fuerte y femenino Sí fue seguido por un largo gemido y le hizo eco.
Fletch se quedó helado. Había escuchado eso antes. Ese mismo tono
exacto. Pero la última vez que lo escuchó, estaba desnudo. Con Tanna.
Entró en la sala principal y vio a Tobin y Tanna en el sofá, con los pies
descalzos en su regazo y la cabeza echada hacia atrás sobre el brazo del
sofá. Trató de mantener la calma. Pero de alguna manera gritó:
—¿Qué está pasando?
Capítulo 8

Tanna miró a Fletch con frialdad. Y presionó su pie contra el pecho de


Tobin en advertencia cuando trató de levantarse. Lástima que no pudiera
decirle a Tobin que borrara esa expresión de culpabilidad de su rostro; ellos
no habían estado haciendo nada malo.
¿Qué le daba a Fletch el derecho a entrar y gritarles de todos modos?
Ella sonrió con descaro.
—Tobin me está masajeando el tobillo porque me lo torcí mientras
caminaba por el sendero.
Fletch entró pisando fuerte.
—Déjame mirarlo. Soy doctor.
Tanna puso los ojos en blanco.
—Eres veterinario. Gran diferencia.
—No en este caso. Una extremidad es una extremidad. —Hizo un gesto
a Tobin—. Lárgate.
Pero Tobin se mantuvo firme.
—No te ofendas, Fletch, pero Tanna tiene derecho a rechazar el
tratamiento médico. No puedes obligarla hacer a que te deje mirarlo.
—Bien. —Él dejó caer su trasero sobre la mesa de café y apoyó los
antebrazos en las rodillas—. Solo observaré cómo la tratas.
Los labios de Tobin se crisparon.
—¿Ves lo que obtengo por ser un buen chico? Un montón de críticas y
mala actitud.
—No de mí—dijo Tanna dulcemente—. El mundo necesita más chicos
buenos. Chicos genuinamente buenos como tú.
—Tonterías.
La vehemencia de él la sorprendió.
—¿Qué te hace decir eso?
Tobin frunció el ceño y usó su pulgar para frotar la parte exterior de su
pantorrilla, girando suavemente su pie con la otra mano.
—A los buenos chicos los pisotean. Las mujeres dicen que quieren un
buen chico, pero eso no es cierto. Quieren un chico malo, sin importar si
esos hombres las tratan como una mierda.
—No todas las mujeres son así, Tobin. Me mantengo alejada de los
imbéciles dominantes. —Tanna le lanzó a Fletch una mirada altiva.
—No te ofendas, Tanna, pero apuesto a que no optas por los tipos
dominantes porque eliges a tipos a los que puedes mandar y controlar.
Ella sintió que Fletch la estudiaba y se encontró con su mirada.
—Creo que a Tobin le han dado un golpe en la cabeza—dijo Fletch
arrastrando las palabras.
—¿Así que debería disculparme por ser una mujer fuerte y decir lo que
pienso?—exigió ella—. ¿Por saber lo que quiero?
Fletch negó con la cabeza.
—No, pero estás haciendo lo mismo que esas otras mujeres.
—¿Qué cosa es esa?
—Poner al tipo de chico que no se ajusta a tus criterios en la categoría
de amigo—dijo Fletch.
—Una categoría con la que estoy muy familiarizado—refunfuñó Tobin.
Tanna miró a Tobin.
—¿Planeabas invitarme a una cita?
Las mejillas de Tobin enrojecieron.
—Tal vez. —Soltó un suspiro—. Está bien, sí. Quería invitarte a salir.
Entonces demándame. Soy un tipo. Estás caliente y vivirás a mi lado todo el
verano. Pero cuando te traje una taza de café, inmediatamente me
degradaste a esa zona de amigos. —Él se rio tímidamente—. Lo cual, ahora
que lo pienso, es un doble golpe en mi orgullo masculino. Acabas de
admitir que soy el tipo de chico que te gusta, agradable, tranquilo y no me
importa dejar que una mujer tome las decisiones. Pero eso no es suficiente
para ti.
Esta conversación no iba a ninguna parte rápidamente.
—Apuesto a que nunca te empujan a la categoría de amigo—le dijo
Tobin a Fletch.
—Incorrecto. ¿Pero sabes qué es lo peor? Si he tenido una mujer en mi
cama, luego cambia los parámetros y quiere volver a ser amigos…
hablando de una patada rápida a mi orgullo masculino. Especialmente
cuando sé que el sexo sacudió su mundo.
Apartó la mirada de los ojos acusadores de Fletch y se preguntó cómo
podía evitar sonrojarse. O evitar que Tobin se dé cuenta.
Pero Tobin se centró en Fletch.
—Debo admitir que apesta peor. Me refiero a si el sexo fue aburrido…
eso pasa. ¿Pero si fue increíble y ella aún así se escapó? Ella está huyendo
asustada.
—Una teoría interesante, ¿no estás de acuerdo, Tanna?
Su mirada se dirigió a la de Fletch por su cuenta. Se metieron en una
acalorada follada ocular que elevó la temperatura de la habitación al menos
diez grados.
El suspiro de Tobin rompió el momento.
—Acabo de recordar algo que olvidé hacer. —Puso su pie en el cojín
mientras se levantaba y desaparecía por el pasillo.
Antes de que Tanna se moviera, Fletch se deslizó en el lugar de Tobin y
levantó su pie.
—¿Qué tal si me dejas echar un vistazo?
Esas manos grandes y de piel áspera estaban ahuecando su pie,
agarrando su pantorrilla y girando su tobillo. Sus ojos permanecieron en los
de ella mientras maniobraba su pie.
—¿Duele?
Tanna gruñó.
Fletch echó la cabeza hacia atrás y se rio. Y maldita sea, maldita sea,
¿por qué tenía que tener una risa tan sexy y despreocupada?
—Eres intratable. ¿Sabes lo que hago con los pacientes intratables?
Ella negó con la cabeza.
—Los ato. Los ato con correas, cuerdas o cadenas. Entonces puedo
mantenerlos justo donde los quiero y no pueden irse. O escapar corriendo.
—¿Cuánto tiempo vas a golpear a ese caballo muerto?—preguntó
molesta.
Él se congeló; sus manos, su cuerpo, todo se detuvo.
—¿Qué?
—Odio esa frase. Un caballo muerto es un asunto serio y triste en mi
profesión. Especialmente porque tuve que sacrificar a uno hace un poco.
Eso la hizo sentir como una mierda.
—Lo siento. Después de lo que he pasado, debería saberlo mejor para
no usar esa frase horrible también. Considéralo sacado para siempre de mi
lengua vernácula.
—Ahí está ese lado contrito que recuerdo. —Sus dedos empezaron a
acariciarle la espinilla de nuevo—. Pero seguro que me gusta cuando te
enardeces, dulzura sureña. Hace que el tono de Texas sea más pronunciado.
Más ardiente y dulce.
¿Cómo se suponía que iba a responder a eso?
—Responde la pregunta en inglés—le pidió Fletch—. ¿Duele?
—En realidad no. Para empezar, no dolió tanto. Tobin reaccionó
exageradamente. —Qué mentira. Simplemente no quiere que el buen
médico sepa su historial reciente de lesiones.
—Tobin es un hombre inteligente. Vio la oportunidad de jugar un poco
contigo. Si te hubieras torcido el cuello, se habría ofrecido a darte un
masaje en la espalda. Cualquier cosa para ponerte las manos encima.
—¿Entonces estás diciendo que todos los hombres son bribones?
Él sonrió.
—Como si no lo supieras ya. Y no lo culpo. Haría cualquier cosa para
ponerte las manos encima, porque sé de primera mano lo maravilloso que es
tener tus manos sobre mí.
—Fletch. —No iba a desgastar su resistencia al decir cosas tan dulces y
sexys.
Empujó ambos pulgares en su empeine y comenzó a masajearle el pie.
—Dios mío.
—Así, ¿verdad?
Di no. Pero lo que salió fue un largo:
—Sí.
Esos dedos mágicos amasaron, presionaron y frotaron la planta de su
pie, a través de la almohadilla central y hasta el dedo meñique. Después
retrocedió por el exterior hasta su talón. El circuito que hizo se volvió más
estrecho y más centrado en el centro del pie.
Dios. Ahora sabía por qué a algunos perros les temblaban las piernas
cuando les frotaban la barriga en el lugar correcto. Pero no era solo su
pierna la que quería temblar incontrolablemente.
—¿Has oído hablar de la reflexología?—preguntó con esa voz ronca de
dormitorio.
—Justo ahí. Dios. Eso se siente bien. —Ella levantó la cabeza y lo miró
con los ojos entrecerrados—. Umm. ¿Qué dijiste?
—Reflexología. Es una práctica en la que aplicando presión en puntos
específicos del cuerpo dispara directamente ciertas sinapsis en el cerebro.
Presionar un lugar puede aliviar el dolor. Presionar en otro lugar produce
placer.
—Para tu información. No siento ningún dolor en este momento.
—Es bueno saberlo. Pero para mantener todo en equilibrio, también
debería trabajar con el otro pie.
Tanna sacó su pie izquierdo de donde estaba apoyado en los cojines.
Tenía tantas ganas de deslizar el talón a lo largo de ese muslo musculoso y
caminar con los dedos de los pies por su ancho pecho. Pero eso le enviaría
señales contradictorias.
¿Y tú gimiendo y suspirando cuando te pone las manos encima… no?
—No creo…
—No pienses. Solo cierra los ojos y déjame hacer esto por ti.
Ella no podía discutir con eso.
Cuando le clavó esos maravillosos pulgares en el empeine, casi
ronroneó de placer. Aunque trató de concentrarse en el masaje de pies, otras
cosas la distraían. El sonido lento y constante de su respiración. Ella lo miró
por debajo de sus pestañas. Fascinante, la forma en que se movían los
músculos de sus antebrazos y bíceps. Su cabello oscuro caía hacia adelante,
ocultando la mitad de su rostro. Sus labios, esos labios perfectamente
llenos, estaban entreabiertos y ella recordó cuán expertamente usaba su
boca.
—¿Tanna?
—¿Hmm?
—¿Quieres tomar un café conmigo alguna noche esta semana?
Tanna gimió suavemente cuando alcanzó un punto óptimo.
—¿Puedo tomar eso como un sí? Podríamos encontrarnos en el
restaurante de Muddy Gap. O en Rawlins. Lo que funcione para ti.
Ella lo miró.
—¿Hablas en serio acerca de que tomemos un café?
Los pulgares de Fletch dejaron de moverse.
—¿Por qué no hablaría?
—No lo sé. El café parece bastante tranquilo después de cómo nos
conocimos. —Vaya manera de señalar eso.
Él le dirigió esa sonrisa de hombre salvaje.
—Dispara. Sabía que debería haber seguido con mi primer instinto y
pedirte que fueras a nadar desnuda en el riachuelo y después me dejaras
hacer mi perversidad contigo en el barro. O sobre una roca. O contra un
árbol. O mejor aún, los tres.
Su vientre revoloteó.
—Ah. El café está bien.
—Excelente. —Manteniendo sus ojos en los de ella, inclinó la cabeza y
le dio un suave beso en el empeine. Después, lo mordió juguetonamente.
—Fletch. Detente.
—No creo que pueda. —Frotó sus labios sobre la hendidura poco
profunda debajo de su tobillo. Dos veces—. Tienes la piel muy suave. —Su
palma siguió su espinilla hasta la rótula. Su sonrisa se atenuó cuando vio la
fea cicatriz roja—. ¿Que sucedió?
Tanna miró fijamente a un lado de su cabeza mientras inspeccionaba el
corte. ¿Realmente no conocía su triste historia y mala suerte? Ella había
asumido que alguien del grupo de amigos chismosos de Muddy Gap se lo
había dicho.
¿Por qué lo harían? Tal vez Lainie, Hank, Celia, Kyle y Devin hablarían
sobre su lesión y las consecuencias entre ellos, pero Tanna no era parte de
su grupo, por lo que no surgiría en una conversación casual. Fue solo otro
recordatorio de que había perdido esa conexión con la ciudad natal cuando
su padre se liberó de las cargas de su familia y del rancho familiar.
—¿Tanna?
Su mirada se encontró con la de él.
—Si te dijera todos los detalles sangrientos ahora, ¿de qué hablaríamos
mientras tomáramos un café? —Ella se echó hacia atrás y se dio la vuelta
para poner ambos pies en el suelo—. Gracias por el masaje de pies. Fue
increíble.
—Todavía no tengo tu número.
Se puso de pie y recuperó sus sandalias junto a la mesa de café. Sacó su
móvil del bolsillo trasero.
—Dame tu número. —Él lo recitó y ella tocó las teclas. Entonces el
teléfono vibró en su bolsillo—. Ahora lo tienes.
—Gracias. Te llamaré cuando tenga una comprensión más firme de mi
agenda de la semana.
Con eso, ella se escapó.
A mitad de camino de regreso a su remolque se preguntó de qué estaba
escapando. Había muchas posibilidades de que el café produjera más. Ella
debería haber dicho que no.
Pero el problema era… que no quería decirle que no a Fletch.

Tanna y Harlow trabajaron juntas en Wild West Clothiers el lunes.


El martes trabajó sola. El negocio iba lento, lo que le daba tiempo para
revisar la mercadería, mucha mercadería. Ropas vaqueras originales,
geniales y retro, así como algunas piezas conservadoras. Estantes de
accesorios cubrían toda una pared. Descubrió el sistema de codificación de
Harper para cuando los artículos llegaban a la tienda y le pareció que nada
tenía más de seis meses. Lo que significaba que ella movía mercadería. Esa
había sido la mayor queja de Tanna trabajando en Billy Bob's. Juró que
parte de la ropa había estado en los percheros desde que abrió el lugar.
El miércoles, la bomba rubia de Harlow apareció quince minutos antes
de que comenzara su turno en el bar. Ella se había puesto ropa negra
relajada, así como un fedora 4alegre que se quitó, como pocas mujeres
pueden hacerlo.
—Tanna, tengo que pedirte un favor.
—¿Qué?
—Sé que estoy programada para trabajar aquí el viernes y tú estás en el
bar, pero ¿podríamos cambiar?
—¿Por qué?
—Porque tengo una cita el jueves por la noche. Una cita nocturna, lo
que significa que tendría que dejar Casper a las seis de la mañana para estar
aquí para trabajar a las ocho.
—¿Entonces tengo que trabajar otras dos horas en el turno para que tú
puedas tener un ligue?
Harlow ladeó la cabeza.
—Sí.
—Esta es la primera semana en el trabajo y ya está solicitando cambios
de horario. ¿No ves nada malo en eso?
—Cambiaría contigo si me lo pidieras—dijo ella tercamente.
Tanna tamborileó con los dedos sobre la encimera.
—Bien. Cambiaré contigo. Pero cuando necesite cambiar de turno, será
mejor que no te escuche, perra. En absoluto. No puedes sacar eso. Oh, lo
siento, realmente me encantaría reemplazarte, pero hice planes de mierda.
¿Entendido?
—Entendido. Por Dios. Eres muy exigente.
—No, solo soy mayor, más sabia y he trabajado con personas como tú.
—¿Personas como yo?—repitió Harlow secamente—. ¿Que se supone
que significa eso?
—Tú evitas la mayor cantidad de trabajo, pero esperas que te traten con
el mismo respeto que aquellos de nosotros que trabajamos duro y hacemos
nuestro maldito trabajo. —Tanna se dio cuenta de lo duro que había salido y
retrocedió—. Me gustas, Harlow. Creo que trabajaremos bien juntas
siempre que actúes como si necesitaras este trabajo, no como si tuvieras
derecho a él.
—Ahí va mi oportunidad de joder a la gente y usar la experiencia de mi
tesis de maestría sobre cómo pasé mis vacaciones de verano—dijo
alegremente.
Tanna puso los ojos en blanco.
—Ponte a trabajar, sabelotodo.
Harlow sonrió y se marchó.
Dios. Si ella no estrangulara a esa niña, sería un milagro.
Ella no es realmente una niña. ¿Recuerdas cómo eras a esa edad?
Peor que Harlow. Mimada cuando se fue a casa, mimada en los eventos
de sus patrocinadores, un infierno sobre ruedas en la carretera. Sin
importarte una mierda los problemas de los demás. Haciendo lo que querías
y sin responderle a nadie.
Era difícil de digerir que solía ser así. ¿Cuánto tiempo habría seguido de
esa manera si su vida no hubiera cambiado tan drásticamente?
No tiene sentido reflexionar... pero se encontró pensando en ello de vez
en cuando a lo largo del día.
A última hora de la tarde del viernes contó la caja y guardó el dinero y
los recibos del día en la caja fuerte. Después de cerrar, salió por la puerta
lateral.
El aire era frío, sorprendente para mayo, y se apresuró colina abajo
hacia su remolque. Demasiado para su plan de sentarse en su terraza y
disfrutar del final del día. Texas era nada comparado con Wyoming cuando
se trataba de cuán fuerte soplaba el maldito viento.
Dentro del remolque, tomó una cerveza y se sentó en el sofá. Un déjà vu
la golpeó. Entonces se le ocurrió que no era un déjà vu, había hecho
exactamente lo mismo las últimas cuatro noches. Estacionar su culo en el
sofá. Destapar una cerveza. Hacer zapping en la televisión. Después
arrastrarse entre las sábanas.
¿Era así como se desarrollarían sus días durante los próximos tres
meses? ¿Trabajaría vendiendo ropa o alcohol, volvería a sus aposentos,
tomaría una cerveza y comería un sándwich mientras miraba la caja boba y
entonces se iría a la cama temprano?
A la mierda con eso.
Ella era Tanna Barker. No tenía que acelerar a fondo. No se permiten
concursos improvisados de camisetas mojadas. Sin bailes en la barra. Sin
mostrar sus habilidades de baile en el caño. Pero podría dirigirse al antro
más cercano. Empaparse con un poco de cultura local. Comprobar la
afirmación de que los vaqueros de Wyoming eran una raza distinta a los
vaqueros de Texas.
Eso ya lo sabes de primera mano. ¿No lo demostró una noche con el
buen doctor?
Sí. Y afirmó que quería demostrarlo una y otra vez.
Entonces, ¿por qué no la había llamado Fletch para hablar de su cita
para tomar café esta semana?
Tanna sabía que estaba ocupado. Debería darle un poco de holgura.
Por otra parte, ¿cuándo había esperado a que un hombre diera el primer
paso?
Nunca. Y no estaba dispuesta a comenzar esa rutina sumisa y apacible
ahora.
Apuró la cerveza y se puso una camisola de encaje del color de las
frambuesas maduras y una camisa vaquera de manga larga de color crema
decorada con enredaderas de rosas rosadas. Se puso su par favorito de
vaqueros Miss Me con alas de ángel blancas en los bolsillos traseros y
grandes pedrería en el frente. Optó por no usar una de sus hebillas de
campeonato. Metió los pies en un par de botas vaqueras Old Gringo de
color naranja y rosa decoradas con cactus.
Tanna se acomodó el cabello, abultándolo, al estilo de Texas. Agregó
más delineador de ojos, más rímel, más lápiz labial y se roció con su
perfume favorito. Se debatió en ponerse un par de lentillas de colores. Al
crecer con ojos marrones, como todos los demás en Texas al parecer, había
deseado un color de ojos exótico. Cuando descubrió las lentillas de colores,
se compró un juego en todos los tonos vibrantes. La mayoría de las
personas no sabían cuándo tenía sus “ojos falsos” y le divertía cuando
intentaban descubrir qué había de diferente en ella.
Listo, salió a la carretera. No necesitaba su GPS para encontrar el bar
más cercano, Buckeye Joe's era el único en la ciudad.
En el interior, Tanna vio un rostro familia, la madre de Kyle, Sherry.
La pelirroja sonriente la abrazó.
—¡Tanna! Esperaba que vinieras al Buckeye a tomar una copa. No
pudimos charlar mucho cuando fue la marca.
—Eso es comprensible ya que estabas ocupada dirigiendo la producción
de comida.
Sherry sonrió.
—Aprecié que todos vinieran y ayudaran a Kyle y Celia. Los últimos
dos años he visto de primera mano cuánto trabajo se requiere para
administrar un rancho. Entonces, ¿qué puedo traerte esta noche?
—¿Supongo que no tienes Lone Star?
—Nop.
—Tomaré una Corona.
Sherry metió la mano en el refrigerador, destapó la botella y la deslizó.
—La primera va por mi cuenta. —Ella bajó la voz—. Pero mantén eso
oculto o los lugareños pensarán que me he ablandado.
Tanna sonrió.
—Gracias. —Ella tomó un sorbo de la bebida helada—. ¿Eres dueña de
este lugar?
—Copropietaria. Compré cuando supe que Kyle se instalaría aquí de
forma permanente. Ser propietario de un negocio ha sido más trabajo de lo
que imaginaba, pero me encanta.
—¿Ves mucho a Celia y Kyle?
—Tanto como puedo. Ya no salen mucho y en unos meses será aún
menos.
—Este asunto del bebé es muy emocionante. Serán grandes padres.
—Y seré una de esas abuelas molestas que no paran de hablar de su
precioso nieto. —Sherry limpió una mancha en la barra—. ¿Cómo van las
cosas en Split Rock?
—Hasta ahora todo bien.
—Y… aquí vienen. Eso no tomó mucho tiempo. —Los ojos de Sherry
brillaron—. No te des la vuelta, cariño, pero algunos tipos se dirigen hacia
aquí.
Tanna gimió.
—¿Del tipo que 'ven a una mujer sola en el bar y asumen que quiero
compañía'?
—No, son amigos de Kyle y Celia que conociste en la marca.
Las mariposas revolotearon en su vientre. ¿Estaba Fletch con ellos?
Ike, el corredor de ganado que hablaba rápido, se acercó sigilosamente y
le ofreció una sonrisa pícara.
—Si no es mi trasplante favorito de Texas.
El hombre era muy agradable a la vista. Rubio. Alto y desgarbado.
Vestido de manera informal, pero impecable. Ojos azules, que oscilaban
entre lo diabólico y lo intenso. Tanna sabía que este tipo no sería llevado de
una cuerda.
—Ike, hábil operador.
Sus cejas se arquearon.
—¿Todo lo que hago es saludar y soy hábil?
—Amigo. Eres un vendedor. Siempre estás vendiendo algo.
—Pero no estoy vendiendo—dijo detrás de ella.
Tanna se enfrentó al hombre de cabello más oscuro. Más bajo y más
fornido. Más suave.
—Hola, Holt. ¿Vuelas solo esta noche? ¿O eres el compañero de Ike?
—Ambos. Ven a sentarte con nosotros. Max aseguró una mesa. Maldita
sea, lástima que no pudimos hablar mucho contigo en la marca. Pero Devin,
Fletch y Eli acapararon a nuestra residente más nueva y hermosa.
—Señor, señor, cariño… ¿Seguro que no eres vendedor? —le preguntó
a Holt.
—Si lo estás comprando, entonces soy mejor vendedor de lo que
pensaba.
Ella rio.
—Nosotros somos tu audiencia cautiva, pendiente de cada palabra que
sale de tu boca—dijo Ike—. Podría escucharte hablar toda la noche con ese
acento caliente. Pero si solo quieres sentarte ahí y verte bonita, eso también
es bueno.
No era inmune a los halagos de dos tipos atractivos. Le guiñó un ojo a
Sherry y tomó su Corona.
—Mírame en una hora para ver si me estoy ahogando en sus dulces
mentiras.
Capítulo 9

Fletch tenía la intención de ignorar el buzón de voz de Ike que le


preguntaba si estaba cerca de Muddy Gap y tenía tiempo para una cerveza.
Había tenido un largo día. Dos cirugías de caballos, una de las cuales fue un
importante trabajo de reparación en un potro que se había enredado con un
puma. Todo lo que quería era irse a casa, meterse en la ducha y ponerse
ropa que no apestara.
Pero últimamente había descuidado a sus amigos. La mayoría de los
hombres de su grupo se habían emparejado y casado. Entre su horario
impredecible y las demandas del tiempo de sus amigos, era una noche rara
que estuvieran todos en la misma área al mismo tiempo, por lo que Fletch
acordó reunirse con ellos en el Buckeye si terminaba su última consulta
antes de las ocho en punto.
A pesar de que sus amigos estaban acostumbrados a su olor a “recién
salido de la granja”, se frotó lo mejor que pudo y cambió su gorra de
béisbol manchada y sudada por un sombrero de vaquero de verano.
Más gente abarrotaba el bar de lo que había anticipado, entonces
recordó que era viernes por la noche. Hombre, esta semana había sido tan
infernal que ni siquiera recordaba qué maldito día era. La madre de Kyle
estaba ocupada mezclando y sirviendo en el extremo opuesto de la barra.
Vio a Ike, Max y Holt en su mesa habitual.
Su corazón dio un vuelco al ver a Tanna sentada con ellos.
Su lado sarcástico señaló que, por supuesto, la señorita Cosa Sexy
estaría aquí la noche en que él se veía como una mierda. Su lado práctico le
recordó que a Tanna le gustaba pasar un buen rato y sus opciones para ir de
bar en bar eran limitadas en Muddy Gap, por lo que debería haber esperado
encontrarse con ella. Y garantizado que una mujer hermosa como ella
estaría rodeada de admiradores masculinos.
Entonces, ¿por qué tuvo un destello inmediato de celos y el impulso de
apartarla de los tipos que habían sido sus amigos durante años?
En lugar de reprimir ese impulso, se rindió. Después de que la camarera
le trajo una cerveza, se acercó tranquilamente, tomando nota de que Ike
estaba pendiente de cada palabra de ella. La atención de Max se
concentraba firmemente en el escote de Tanna. Incluso Holt, un soltero
empedernido, parecía hipnotizado por ella.
Únase al club, chicos.
La mirada de sorpresa de Tanna se clavó en la suya mientras él tomaba
la silla vacía junto a ella, provocando un pequeño traspiés en su
conversación con Max. Entonces volvió a contar cualquier historia que
requiriera sus gestos con las manos y su hermosa sonrisa.
Ella finalmente lo reconoció.
—Doctor Fletcher.
—Sé que te dije que me llamaras Fletch, cariño. No hay necesidad de
títulos formales entre nosotros, ¿verdad, señorita Dos Veces Campeona del
Mundo de Carreras de Barriles?
—¿Sería una perra de mi parte señalar que he ganado tres títulos
mundiales?—arrulló ella.
—Estoy corregido. —Él levantó una ceja—. ¿Me vas a hacer pagar por
ese descuido?
Tanna se rio.
—Por supuesto. Me gusta ver a un hombre grande retorcerse.
Maldita sea, tenía una risa que lo atraía, un sonido despreocupado que
era sexy como el pecado.
Max le dio una mirada.
—Veo que todavía estás usando tu ropa de corral. ¿Terminaste tu última
consulta tarde?
Deja a Max señalar la apariencia menos que estelar de Fletch.
—Sí. Si te sentaras un poco más cerca, podrías oler a corral. Bienvenido
a mi mundo. —Sus ojos se encontraron con los de Tanna. Su trabajo era
desordenado y maloliente. No había razón para fingir que no lo era. La
mayoría de los días iba mucho peor que esto. La pregunta era: ¿retrocedería
y se alejaría?
—¿Todo va bien en el mundo de la medicina veterinaria?—le preguntó
Ike.
—Estoy muy ocupado como para salir… no es que me queje. Pero no
llegué a casa antes de las diez de la noche una sola noche esta semana.
Comenzar a las cinco de la mañana hace que sea un día muy largo.
Tanna lo miró parpadeando. Con suerte, ella entendió que él le había
dirigido esa respuesta. Empujarla a tomar café con él y luego no contactarla
esta semana… no era genial.
—¿Cuánto tiempo han estado aquí?—le preguntó a Ike.
—Una hora y media. Me encontré con esta hermosa dama justo después
de nuestra llegada. Estaba sentada sola en la barra.
Fletch mantuvo su atención en ella.
—¿Volviéndote salvaje un viernes por la noche?
—No. Mañana estoy de guardia en la tienda de ropa y me han advertido
que los sábados están ajetreados—dijo Tanna.
—Tampoco para mí hay cosa salvaje—dijo Holt—. Tengo un trabajo de
techado que terminar mañana. Lo que significa que estaré levantado al
amanecer antes de que haga demasiado calor.
—¿Supongo que está viendo animales incluso los fines de semana?—le
preguntó Tanna a Fletch.
—La mayoría de los sábados están ocupados. Fue una especie de
casualidad el fin de semana pasado que no me llamaran después de la
marca.
—Te llaman los sábados y domingos, a veces de noche y de día—se
burló Ike—. No recuerdo la última vez que hablaste de tener un día libre
completo. Es habitualmente un adicto al trabajo—añadió a Tanna.
Fletch sintió que se le encendía la cara. ¿Era su imaginación, o sus
amigos estaban tratando de hacer que él fuera el tipo de hombre que
prefería los animales de cuatro patas a los de dos? Abrió la boca para
protestar, pero Tanna se le adelantó.
—Debes amar tu profesión si trabajas tan duro en eso—dijo Tanna—.
Tus clientes tienen suerte de que seas tan dedicado.
—Fletch no sabría qué hacer consigo mismo si no estuviera trabajando
—dijo Holt.
—Eso no es cierto. Solo tengo que priorizar con quién quiero pasar el
tiempo cuando tenga un descanso, lo que desafortunadamente no sucedió
esta semana.
—Así que deberíamos considerarnos afortunados de que nos honraras
con tu presencia—bromeó Ike.
—Me considero afortunado de que vosotros no me hayáis descartado
como una causa perdida cuando soy tan pésimo para mantenerme en
contacto. —Sus ojos nunca se apartaron de los de ella.
La mirada de Tanna se volvió pensativa pero no habló.
Fue entonces cuando Fletch notó que sus ojos eran marrones esta noche.
No grises como las dos últimas veces que se habían visto. Interesante
pequeña peculiaridad, cambiaba el color de sus ojos.
La música subió un poco y Max le tendió la mano a Tanna.
—Me prometiste un baile.
Ella apartó la mirada de Fletch y se puso de pie bruscamente.
—Lo prometí. Vamos a hacerlo.
Tres pares de ojos siguieron a la pareja hasta la pista de baile. El puño
de Fletch apretó su lata de cerveza cuando vio lo cerca que Max presionó su
cuerpo del de Tanna desde el principio.
—Entonces así es como es—dijo Ike.
—¿Qué?—respondió Fletch distraídamente, manteniendo la atención en
la pareja demasiado cerca en la pista de baile muy concurrida.
—Tú. Y ella.
Fletch se encogió de hombros poco entusiastamente.
—No me vengas con ese acto inocente de mierda después de cómo
estabas cuando te sentaste por primera vez.
—¿Y cómo fue eso?
Holt se inclinó hacia delante, llamando su atención.
—Como si quisieras rompernos el cráneo por incluso mirarla. Y ella
emitía la vibración de que nada le gustaría más que la inclinaras sobre la
mesa.
Fletch se atragantó con la cerveza. Entonces miró a Ike, quien asintió de
acuerdo con el comentario de Holt. ¿Qué mierda? ¿Cómo se habían dado
cuenta estos tipos de eso?
Porque normalmente eres el tipo más relajado de la habitación y esta
noche… no lo eres.
Ike suspiró.
—¿Por qué siempre pasa esto? Llegas primero. Me gusta mucho.
A mí también.
—¿Qué está pasando entre vosotros?
—Solo somos amigos—dijo Fletch con un leve gruñido.
Los ojos de Ike se entrecerraron.
—¿Su elección? ¿O la tuya?
—Déjalo—le advirtió Holt a Ike.
Eso cerró a Ike inmediatamente.
Así que habían derivado en una conversación neutral cuando Max y
Tanna regresaron. Bueno, Ike y Max lo habían hecho. Fletch había sido
interceptado por otra persona que solicitaba consejos sobre el cuidado de
los animales. Intentó terminar la conversación, pero el tipo no entendió la
indirecta.
Después de cinco minutos, Tanna apuró su cerveza y miró fijamente a
Fletch. Luego, al intruso de hombros encorvados.
—Vamos, doctor. Estás fuera de horario y prometiste demostrar que tus
habilidades para hacer barbacoas avergüenzan las habilidades de los tipos
de Texas.
Por una vez, la mirada en blanco de Fletch no fue fingida.
—Dispárame. ¿Cómo pude haberlo olvidado? —Se apartó de la mesa y
el veterano finalmente se alejó arrastrando los pies.
—Devin no estaba bromeando cuando dijo que eso te pasa mucho—dijo
ella en voz baja—. Y, sin embargo, nunca actúas como si fuera una
intrusión.
Medio avergonzado, se encogió de hombros. Entonces, antes de que
pudiera comentar sobre eso, Fletch se puso de pie.
—Lamento interrumpir esto, pero estoy agotado. Es bueno verlos,
chicos.
—No te preocupes—le aseguró Holt—. Estamos a punto de partir en
breve.
Tanna se puso de pie y les ofreció una sonrisa a sus amigos.
—Yo también me iré. Gracias por la compañía y la cerveza. La próxima
vez primera ronda corre por mi cuenta.
Cuando ella lo miró, el corazón de Fletch se aceleró.
—Te acompañaré afuera.
Si sus amigos hacían comentarios sarcásticos, él no los escuchó. Solo
tenía ojos para la pequeña vaquera. Le colocó la mano en la parte baja de la
espalda para moverse entre la multitud, tratando con toda su fuerza de
ignorar el calor de su piel calentándole la palma.
Tanna no intentó soltarse o poner distancia entre ellos mientras la
escoltaba afuera.
—¿Dónde estacionaste?
—Cerca de la salida.
Él rio entre dientes.
—¿Estabas planeando tu ruta de escape antes de entrar al edificio?
—Así es como me muevo.
No volvieron a hablar hasta llegar a la camioneta.
—Tanna. Mira. Lamento no haberte llamado esta semana sobre esa cita
para tomar café.
Ella lo miró y su mano se apartó.
—Sé que tienes una consulta muy ocupada, Fletch. Pero señalaré que
fuiste quien insistió en que fuéramos 'amigos' y era tu responsabilidad
hacerme saber que una noche de café no estaba en nuestras cartas en
absoluto.
Reprendido, dijo él suavemente:
—Esperaste junto al teléfono, ¿verdad?
—Tal vez.
—Entonces te prometo que no volverá a suceder. Te llamaré incluso si
es ridículamente tarde.
—Perfecto. —Tanna se acercó.
Fletch realizó un retroceso de dos pasos automáticamente.
—Ah, probablemente no quieras acercarte tanto a mí, dulzura sureña.
La loca mujer cerró la distancia entre ellos y olió su camisa. Dos veces.
Ella arrugó la nariz antes de esbozar una sonrisa.
—Relájate. No hueles. Me ofendería más si te rociaras con el spray
corporal Axe. Ahora esa mierda es realmente mala. —Sus dedos trazaron la
hilera de botones que se detenían entre sus pectorales—. No tiene nada de
malo el sudor honesto, Fletch. De hecho, prefiero a un hombre que no tenga
miedo de dejarme ver su lado más sucio.
—Estoy a punto de ensuciarme contigo—lanzó Fletch enmascarando su
alivio de que Tanna no se desanimara por su olor menos que floral.
Ella rio.
—Nunca te rindes, ¿verdad?
—Nop. Y considera esa tu advertencia. —Él sonrió—. Entonces, ¿me
estás dando una segunda oportunidad con esa cita de café? Digamos… ¿el
domingo?
—¿Cómo sé que no me dejarás plantada?
Fletch colocó su mano sobre la de ella, que aún descansaba sobre su
pecho.
—Dado que mis tarifas de los domingos triplican las tarifas semanales
normales, debe ser una verdadera emergencia para que un cliente me llame.
—Inteligente. Entonces, si parece que no lo lograrás, ¿puedes al menos
enviarme un mensaje de texto?
Maldita sea. Él no quería admitir esto.
Los ojos femeninos se volvieron suspicaces.
—¿Qué?
—¿Me convierte en un tecnoperdedor si admito que no envío mensajes
de texto?
Tanna ladeó la cabeza.
—Eres médico. Dudo que seas tecnófobo y no sepas enviar mensajes de
texto, y con todos esos nombres farmacéuticos confusos, es poco probable
que escribas mal las palabras.
—No intencionalmente. —Fletch levantó las manos—. ¿Ves estos
enormes guantes? Incluso las puntas de mis dedos cubren alrededor de tres
letras a la vez, así que soy un tonto torpe. Me lleva tres veces más enviar un
mensaje de texto que marcar un número. Así que si no puedo llamar, no me
molesto.
Sus ojos estaban en sus dedos y la mirada hambrienta en su rostro
sugería que estaba pensando en lo bien y o en lo mal que usaba los dedos.
—¿Tanna?
Ella volvió a concentrarse.
—Bien. ¿Dónde deberíamos encontrarnos? ¿En algún lugar de Rawlins?
Mujer tramposa. No lo consideraba una cita real si se encontraban en
lugar de que él la recogiera.
Incorrecto. Pero él la dejaría pensarlo si eso significaba que ella
aparecería.
—Suena bien. Hay un Dot's Diner frente al Super-Valu. ¿Alrededor de
las ocho?
—Eso funcionará.
—Estoy deseando que llegue. —Fletch presionó sus labios contra el
dorso de su mano antes de dejarla ir—. Conduce con cuidado.

El domingo por la noche, Fletch se presentó temprano en el restaurante


para su cita. Pensó que se había preparado para actuar con calma y
amigable. Pero en el instante en que vio a la sexy vaquera de Texas, supo
que este experimento de “amistad” estaba condenado al fracaso desde el
principio.
Así que sí, tal vez tenía una mirada depredadora en los ojos y una curva
lobuna en la boca mientras cada delicioso centímetro de Tanna se acercaba.
Ella se detuvo al final de la mesa, apoyó la mano en la cadera y se
inclinó sobre él, tanto como la mujer menuda podía, y advirtió:
—Me estoy preparando para caminar de regreso a la puerta si me sigues
mirando fijamente de esa manera.
No pudo evitar la pequeña sonrisa o preguntar:
—Mirándote fijamente... ¿como qué?
—Como si estuviera en el maldito menú.
—Lo deseo.
—Dulce Señor, ¿estás tratando de ponerme a prueba hoy?
—Sí. Ya dejé en claro que me gustaría una segunda ración de ti. Y estás
poniendo a prueba mi fuerza de voluntad, dulzura sureña, porque siempre te
ves muy sabrosa.
Ella le dio un golpe en el hombro.
—Lo juro, August Fletcher…
—Me encanta la forma espesa y dulce en que mi nombre sale de tu
lengua—medio gruñó—. Dilo otra vez.
—Doctor Pervertido—ronroneó Tanna, antes de dejarse caer en la silla
frente a la suya y sonreírle.
—Supongo que me lo merecía. Aún así… me alegro de que hayas
venido.
—Como no supe de ti de antemano, supongo que no has atendido
llamadas de emergencia hoy.
—Solo una. Temprano. Así que soy todo tuyo. —Detente con las
insinuaciones, Fletch—. No estaba seguro de si querías café o té, así que
pedí ambos.
—El té está bien. Pero pásame el azúcar.
Le acercó los sobres.
—El viernes por la noche no tuve la oportunidad de preguntar cómo te
está yendo con el trabajo en Split Rock.
Tanna revolvió tres sobres de azúcar en su té helado.
—Ocupado. No tenía idea de que la tienda tuviera tanto movimiento.
Esperaba estar sentada aburrida. Pero eso no ha sucedido hasta ahora.
Fletch envolvió las manos alrededor de su taza de café.
—¿Trabajaste como bartender?
—Dos veces. Harlow como que se hizo cargo del trabajo de bartender
esta semana.
—¿Estás de acuerdo con eso?
—Es solo la primera semana, así que veremos cómo va a partir de aquí.
El bar está realmente tranquilo. —Ella le guiñó un ojo—. Me gustan los
bares animados.
—Deberíamos volver a Buckeye Joe's una de estas noches. Solo tú y yo.
—Tú y yo nos metemos en problemas en los bares, Fletch.
Él le sonrió.
—Razón de más para que vayamos.
—Lo consideraré, ya que mis elecciones habituales de compañeras de
bebida están actualmente preñadas. O amamantando.
Ella revolvió su té de nuevo. Casi como si estuviera nerviosa.
—¿Cómo fue tu semana?—le preguntó.
—Lo mismo de siempre. Caballos, vacas y toros. Ayudé a dar a luz una
llama bebé. Un pequeño lindo cabrón, pero a la madre no le interesa, así
que los dueños tendrán que darle el biberón.
—¿Hiciste algo divertido?
Él negó con la cabeza.
—Trabajé alrededor de Laramie el lunes y martes. Pasé el miércoles y el
jueves en Rock Springs. El viernes tuve visitas que no eran de emergencia
por aquí que había pospuesto. Ayer recibí un par de llamadas, pero los
problemas se habían resuelto cuando llegué.
—¿Eso pasa mucho?
—Si. Pero realmente no puedo saber si la llamada fue hecha por pánico
o si hay una preocupación válida por un animal sin verificarlo físicamente
en la mayoría de los casos. Saben que se les facturará por mis servicios
independientemente de si hay algún problema o no. Sabía cuando comencé
mi práctica que si no adoptaba una postura estricta sobre la facturación de
mi tiempo en todas las llamadas, parecería que mi tiempo no valía nada.
—¿No querías ser conocido como el buen tipo?—le preguntó ella.
Fletch mostró sus dientes.
—Hay una diferencia entre ser accesible, ser amable y ser un tonto. Pero
no debo ser demasiado amable porque no puedo tener un asistente
veterinario para salvar mi pellejo.
Una sonrisa de superioridad jugó alrededor de las comisuras de la boca
de Tanna.
—Esto podría sorprenderte. Fui a la escuela de oficios durante un año
para convertirme en asistente de veterinaria.
Fletch se inclinó hacia adelante.
—¿En serio? Ven a trabajar para mi. Puedo duplicar lo que te pagan en
Split Rock. Demonios, lo triplicaré.
—No me gradué.
—No me importa. Puedo enseñarte a hacer todo como a mí me gusta.
Tanna se rio.
—Buen intento. Pero ya aprendí muchas de las formas en que te gusta
en solo una noche. Por eso sigues persiguiéndome.
—Parcialmente cierto. Pero estoy hablando de negocios aquí, Tanna, no
de placer.
—¿Qué te hace pensar que podríamos trabajar juntos?
—Primero que nada, porque eres una chica nacida en un rancho. Has
estado rodeada de animales grandes, así que tienes una idea de qué esperar.
No tienes tantas percepciones erróneas sobre lo que hago como un ingenuo
nuevo asistente de veterinario graduado de la escuela.
—Apuesto a que has tenido problemas con eso. Chicas amantes de los
animales que quieren conseguir un veterinario atractivo como marido.
Fletch pensó en su última asistente, Ashley. Ella se había vestido muy
bien, aunque un poco provocativamente, para su entrevista. Pareció darse
cuenta de que su práctica no eran cachorros y gatitos. La había contratado
en un período de prueba de dos semanas. El primer día apareció con una
minifalda, tacones de diez centímetros y una camisa escotada que resaltaba
sus copas D. Había durado cuatro días. Y parecía realmente sorprendida de
que no le hubiera ofrecido una propuesta de matrimonio.
Antes de que pudiera lanzar un comentario sexy, ella dijo:
—Además, solo estoy en Wyoming temporalmente. Necesitas un
asistente que se quede por mucho tiempo.
—¿Por qué fuiste a la escuela en primer lugar? ¿No estabas ya en el
circuito?
Limpió la condensación de su vaso con una servilleta.
—Corría los fines de semana. Todavía no había entrado en mi ritmo y
mi padre quería que tuviera algún tipo de oficio, así que elegí un título de
dos años. Después de terminar un año, me recompensé asistiendo a un
campamento privado de carreras de barriles. Ahí fue cuando todo cambió.
—¿Cómo es eso?
—La mujer que dirigía el campamento no había ganado personalmente
ningún campeonato mundial, pero varios de sus alumnas sí. Ella era una
vieja vaquera maravillosa y canosa que conocía los caballos y las carreras
de barriles. Lo vivía. La primera vez que me vio correr barriles, me dijo por
qué no estaba mejorando mi tiempo. Un pequeño truco de ella y me quité
unos segundos de tiempo.
Sus cejas se arquearon.
—¿Segundos completos?
—Sí. Ella se interesó seriamente en mi estilo de correr y me hizo
desaprenderlo todo y empezar de cero. Funcionó. Aprendí mucho de ella,
en primer lugar, que el caballo sí importa. Caballo de mierda, tiempo de
mierda. Cuando mis padres me recogieron, los llevó a un lado y les dio la
difícil venta de dejarme competir a tiempo completo porque tenía el talento.
Ofreciéndome entrenarme exclusivamente.
—¿Aprovechaste la oportunidad?
—Sí, y no he mirado atrás. Ella rastreó mi primer caballo de
competición.
Cuando Tanna frunció los labios alrededor de la pajita y chupó, la polla
de Fletch se movió. Lo que podía hacer con esa boca…
Concéntrate, hombre.
—Comencé a ganar inmediatamente. Subí en la clasificación y la gente,
es decir, los patrocinadores, comenzaron a darse cuenta. Cuando tenía
veintidós años, estaba clasificada entre las diez mejores del mundo y a los
veintinueve había ganado campeonatos mundiales consecutivos. —Una
sonrisa fugaz cruzó sus labios—. Estaba tan emocionada de que ella
estuviera entre el público en Las Vegas cuando gané. Ella y yo salimos y
nos emborrachamos. Fue divertido y un poco agridulce recordarlo ahora,
porque al año siguiente murió de un aneurisma cerebral.
—Así que no es como si pudieras ir con ella, volver a lo básico y
recuperar tu magia para montar. —Hizo girar su taza y decidió que de frente
era el mejor acercamiento con la ardiente vaquera—. Leí sobre lo que te
pasó el año pasado.
—¿Dónde?
—En Internet.
Los ojos de Tanna se volvieron cautelosos.
—Podrías haberme preguntado.
—Pensé que necesitaba averiguar algunos detalles antes de saber qué
preguntar.
—Entonces, ¿qué es lo que quieres saber?
Fletch tomó su mano.
—Todo.
—Ese es un tema bastante amplio.
—Eres bastante amplia.
Ella se rio suavemente.
—Nunca reaccionas de la manera que espero.
—Odio ser predecible. —Él sonrió—. Empieza a hablar, corredora de
barriles.
—¿Qué tan atrás quieres que vaya?
—Hasta cuando todo se vino abajo.
—Eso es fácil de identificar. Cuando murió mi madre. —Tanna tomó un
largo trago de té helado. Pero no soltó su mano—. Ahora veo lo mimada
que estaba. Por supuesto, en ese entonces lo di todo por sentado. Nunca me
molesté en mudarme por mi cuenta. ¿Por qué debería? Cuando volvía a casa
entre eventos, tenía una mini suite para mí con una cama grande, un
televisor de pantalla grande y un cuarto de baño. Comidas caseras, alguien
que lavara mi ropa, un lugar para entrenar a mi caballo. Tenía alguien con
quien hablar y que pensaba que yo había colgado la luna y las estrellas.
Pasó sus dedos por los de ella. Las manos de Tanna no fueron mimadas;
tenían las marcas del trabajo duro, como las de él. Pero sus dedos se veían
delicados en sus grandes zarpas.
—Siempre he sido una niña de mamá. Mi madre, como tantas madres de
Texas, soñaba con que su hija fuera una reina de belleza. Me inscribió en mi
primer y único concurso cuando tenía ocho años. —Las comisuras de sus
labios se levantaron—. Obtuve el último lugar. Mamá afirmó que era
porque no me había agradado mi apariencia. Pero sabía incluso entonces
que las rubias de grandes cabelleras y ojos azules serían coronadas como
ganadoras. Luzco demasiado étnica para algunas cosas y no lo
suficientemente para otras.
—Astuta observación.
Ella se encogió de hombros.
—Mi madre era mitad mexicana; mi padre, un buen muchacho blanco
de Texas. De todos modos, solo acepté el concurso porque hice un trato con
mi madre. Competiría en el certamen si me deja inscribirme para aprender a
correr barriles en el recinto ferial. —Ella se rio disimuladamente—. Estoy
segura de que pensó que ganaría el concurso de belleza y que me olvidaría
de las carreras de barriles. Pero gané y me enganché. En el lomo del caballo
y en la arena, no importaba si era de piel oscura o clara, se trataba de
habilidad. —Su mirada se fijó en la de él—. No necesito explicarte los
problemas étnicos.
—No, no tienes. Mi madre era nativa. Mi padre es blanco. Nunca pasé
tiempo en la reserva. No había niños indios en nuestra escuela. Eli y yo
sospechamos que nos hubieran juntado incluso si no hubiéramos sido
parientes.
—Espera. ¿Tú y Eli lo sois…?
—Primos. Su madre y la mía eran primas segundas o terceras. Aunque
no conocí a Eli hasta que se mudó con su tía y comenzamos a ir a la misma
escuela. —Esa era una situación sobre la que tendría que preguntarle a Eli
—. ¿Tu familia siempre ha estado en Texas?
—Soy… ¿tercera generación? Mi abuelo y su hermano se escaparon de
su familia al final de la adolescencia y cruzaron la frontera mexicana hacia
Texas. Se convirtieron en ciudadanos estadounidenses y trabajaron en todos
y cada uno de los trabajos que pudieron hasta que ganaron lo suficiente para
comprar un pequeño rancho. Mi abuelo era bastante vaquero. Llamó la
atención de mi abuela Bernadette, una niña blanca. Se casaron en contra de
los deseos de su padre y ella dio a luz a mi madre, Bonita. Bernadette murió
cuando mi madre tenía once años. Mi madre se hizo cargo de la casa.
—¿A los once años?
Tanna asintió.
—No tuvo mucha infancia, cuidando de mi abuelo y de mi tío Manuel,
que nunca se casaron. Compraron más tierra y comenzaron a criar ganado.
Ahí es donde entró mi padre. Lo contrataron como peón de rancho. Ahí es
donde él y mamá se conocieron. Terminó haciéndose cargo de todo después
de la muerte de mi abuelo. Nunca conocí a mi abuelo. Mi madre siempre
decía que trabajó hasta la muerte.
—Siempre asumí que a mi padre le gustaba la vida en el rancho. Así que
nos sorprendió a mí y a mi hermano, Garrett, cuando vendió todos los
caballos y el ganado dos meses después de la muerte de mamá. Incluso
tuvimos un buen amigo suyo que intervino, tratando de que viera lo
irracional que estaba actuando por el dolor. Pero papá le dijo que no se
entrometiera. Entonces nos miró a Garrett y a mí directamente a los ojos y
dijo que odiaba todo lo relacionado con vivir en un rancho. Lo había hecho
durante bastante tiempo, pero mi madre se negó a considerar vender o
mudarse. Ahora que ella se había ido—esos hermosos ojos marrones se
llenaron de lágrimas—, no tenía intención de quedárselo.
—Así que además de lidiar con la muerte de tu madre… ¿descubriste
que tu padre no era el hombre que pensabas que era?
Tanna apartó la mano de la de él y agarró una servilleta de papel para
secarse las lágrimas.
—Esa es una buena forma de decirlo. Nos dijo a Garrett y a mí que
éramos unos mocosos mimados y que eso estaba llegando a su fin. Entiendo
de dónde venía en lo que a mí respecta. Era una mujer de treinta y cuatro
años que no había salido de casa. Pero la sucesión de tierras debería haber
sido de un pariente consanguíneo. Papá dijo que, dado que mi madre le
había dejado todo, para que hiciera lo que le pareciera conveniente, no
teníamos voz en ninguna decisión que tomara. Fue una situación muy fea.
—Oh, cariño, esto me está rompiendo el corazón.
—También rompió el mío. Y mi espíritu, que es como acabé en una
larga racha perdedora en el circuito. Seis meses después de que
enterráramos a mi madre, mi padre se deshizo del rancho, se casó con la
mejor amiga de mamá, Rosalie, y compró una propiedad de alquiler frente a
la playa en Florida.
Qué idiota egoísta.
—¿Tú y tu hermano consiguieron algo?
—Nos dio a cada uno cien mil dólares. —Los ojos de Tanna ardían de
rabia cuando lo miró—. No es que sea ingrata o codiciosa, pero ese dinero
fue un insulto. Vendió el rancho por diez millones de dólares. Diez.
Millones. De. Dólares ¿Y no podría desprenderse de esa cantidad para sus
únicos hijos?
Fletch silbó.
—Entonces, de alguna manera, perdí a mis padres ese año. Ni siquiera
me llamó después de que me lesioné. Es como si esa parte de su vida
hubiera terminado con mi madre.
El silencio se extendió entre ellos.
Cuando Fletch no pudo soportarlo más, impidió que los dedos inquietos
de ella rasgaran la servilleta en pedazos. Se llevó la mano a la boca y le dio
un beso en el centro de la palma.
—Siento mucho por lo que has pasado.
—Gracias. Tan cansada como estoy de hablar de eso, esa no es toda la
historia. Durante ese tiempo traté de mantener mi clasificación, pero seguí
cayendo más y más. No califiqué para las Finales Mundiales de CRA. Mis
patrocinadores lo entendieron. Los criadores que tenían el caballo lo
entendieron, pero se llevaron a Jezabel a sus establos. Lo que encontré un
alivio. Estaba demasiado avergonzada para decirle a alguien que no tenía un
lugar adonde ir, así que me escondí en mi remolque de caballos. Esa fue una
llamada de atención. Me di cuenta de lo mimada que había sido.
—Apuesto a que a tu madre le encantaba tenerte en casa para
consentirte.
Ella sonrió con nostalgia.
—Tal vez. Para cuando comenzó el año nuevo, tenía muchas ganas de
irme. Pero debido a que no tuve una buena actuación el año anterior, mis
patrocinadores cortaron mis fondos a la mitad. Así que tuve que frenar el
número de eventos y solo ingresé a los que tenían una premio en efectivo y
puntos decentes. Después de meses de victorias limitadas, decidí participar
en todos los eventos que pudiera. No se lo dije a los dueños de Jezabel y
dejé de contestar sus llamadas.
—No fue inteligente.
—Sí, pero no estaba presionando demasiado a Jezabel. Tomé
precauciones adicionales con ella e hice que un veterinario la revisara al
menos cada dos semanas. Envié esos informes de salud a los propietarios
como siempre lo hacía. —Ella tomó aliento—. El fin de semana del Día del
Trabajo estaba programado para competir en Dallas en un lugar al aire libre.
Tenía el último turno, lo que normalmente prefiero. De vez en cuando
lloviznaba un poco. Nada de qué alarmarse. Los otros competidores dijeron
que la tierra estaba bien. Llegó mi turno y salimos disparadas a buen ritmo.
Hizo el primer barril y no se sintió resbaladiza. En el segundo barril… ella
derrapó. Ambas caímos. Duro. Jezabel aterrizó encima de mí, dejándome
sin aliento. Así que parecieron minutos que ella me estaba aplastando
cuando en realidad fueron solo segundos.
—De alguna manera, mi bota se salió del estribo o podría haberme roto
la tibia o el peroné y el fémur en lugar de simplemente arrancarme la
mierda de los ligamentos de la rodilla derecha y fracturarme el tobillo.
Pensé que Jezabel estaba bien porque no le tomó mucho tiempo levantarse
después de desparramarse. Su cuerpo era borroso mientras corría. Entonces
lanzó el grito más agudo y espantoso que jamás haya escuchado. Me asusté
y traté de perseguirla, pero me derrumbé en un montón. De alguna manera
me obligué a levantarme y caminar.
Fletch había leído los artículos en línea sobre lo que había sucedido,
pero incluso saber cómo se había desarrollado no disminuyó el impacto o el
horror de lo que Tanna estaba a punto de decir.
—Jezabel siguió adelante después de levantarse, corriendo por la arena
como siempre la habían entrenado. Nadie sabe con certeza si su lesión
inicial ocurrió en la arena o si se tropezó con un agujero mientras corría
libre y lo hizo peor, pero su pata trasera se rompió por encima del corvejón,
como sabes, una fractura compuesta no es fijable. Lo único que la detuvo
fue que sus riendas quedaron atrapadas en una fisura de metal en los
corrales detrás de la arena, lo que fue otra cosa extraña. Ella entró en pánico
aún más cuando no pudo liberarse. No podía levantarse. Ella no sabía lo que
estaba pasando y yo no estaba cerca para calmarla.
Su corazón cayó hasta la punta de sus botas.
Tanna tragó saliva.
—Jezabel era un caballo muy nervioso. La peor parte fue que vi suceder
todo. No pude salvarla. Ni siquiera pude ayudarla. Cuando llegaron los
técnicos médicos, todos estaban entusiasmados porque pensaron que me
acababa de dislocar el hombro cuando golpeé el suelo; no sabían que mi
pierna derecha estaba inútil debido a múltiples lesiones y no les permitía
tocarme.
Sus tripas se retorcieron en un nudo. Ella había sufrido tres heridas
importantes al mismo tiempo.
—Me disloqué el hombro en la escuela secundaria durante un partido de
fútbol. Te duele como una perra cuando lo reubican.
—Ni siquiera recuerdo que reajustaran mi hombro. Me noquearon. Me
puse histérica después de que no me dejaran acercarme a Jezabel. Cuando
me desperté, nadie me dijo qué le había pasado a mi caballo. Finalmente, al
día siguiente, Ralph Costas, el representante de los propietarios, se presentó
en mi habitación del hospital y me lo contó. Supongo que uno de los jinetes
de las competencias de lanzar el lazo que también usaba uno de los caballos
de los dueños para competir los había llamado. —Las manos de Tanna se
apretaron en puños—. Ralph me dijo que después del accidente, Jezabel
estaba confundida y con mucho dolor, así que el veterinario la tranquilizó
para reducir su nivel de estrés. No tuvieron más remedio que sacrificarla.
Todo el mundo dice que fue más fácil, mejor, para mí no estar allí, pero
maldita sea, debería haber estado. Después de todo lo que habíamos
pasado… yo dejé caer a Jezabel.
—Pasé las siguientes dos semanas en una nube de analgésicos después
de la cirugía de reparación del desgarro del ligamento cruzado anterior en
mi rodilla, con el brazo en un cabestrillo y el tobillo enyesado. —Tanna
dejó caer la barbilla—. Lo había perdido todo, así que de alguna manera,
estar fuera de eso durante esas dos semanas fue una bendición. Desde
entonces no he podido montar… ni siquiera acercarme… a un caballo.
Fletch no le ofreció clichés. Pero él sabía cómo ofrecerle consuelo y eso
es lo que necesitaba ahora. Salió de la cabina y arrojó dinero en efectivo
sobre la mesa. Le tendió la mano.
—Ven. Nos vamos de aquí.
Ella no protestó. Agarró su mano, dejándolo llevarla afuera.
La lluvia caía suavemente, en una niebla brumosa en lugar de un
aguacero constante.
Tan pronto como estuvieron fuera del resplandor de las ventanas
delanteras del restaurante, la abrazó suavemente. Tanna se retorció. Él
simplemente la acercó más y murmuró:
—Calla. Suéltalo. Aquí no hay nadie más que nosotros.
—No puedo.
—Puedes.
—¿Por qué estás siendo tan amable conmigo después de que te conté…?
La besó en la frente.
—Porque soy un buen tipo. Y porque realmente me gustas.
Ella enterró su rostro en su pecho. No sollozó, incluso cuando
sospechaba que quería hacerlo. Tanna simplemente lo abrazó con fuerza,
con las palmas de las manos planas en la mitad de su espalda. Sus dedos se
doblaron y amasaron como un gato clavando sus garras en su carne.
Finalmente levantó la cabeza.
—Gracias.
—De nada. Y lo siento.
Ella parecía confundida.
—¿Por qué?
—Por esto. —Dejó caer su boca sobre la de ella, tomando el beso por el
que se había estado muriendo. Su grito de sorpresa le dio fácil acceso a
través de sus labios temblorosos y deslizó la lengua dentro de su boca.
Sabía tan dulce… a té y a Tanna. Y ella se entregó al beso, como se
había entregado por completo a él la noche que terminaron en la cama. Una
parte de él quería llevar el beso al escenario combustible, donde el vapor
que se elevaba de sus cuerpos no fuera por la lluvia, sino por la lujuria. Sin
embargo, a pesar de toda su audaz charla sexual, en este momento Tanna
estaba tan nerviosa como un potro nuevo. No le daría una razón para huir.
Así que mantuvo el beso tranquilo. Lento y minucioso. Un beso en la
primera cita, porque en su mente, eso es lo que era esto.
Tanna se retiró primero. Ella echó la cabeza hacia atrás para mirarlo.
Diminutas gotitas se adherían a sus largas pestañas. Con esos enormes
ojos marrones, cabello oscuro rizado alrededor de su rostro en forma de
corazón y sus labios bien besados, estaba tan malditamente hermosa que
mirarla le robó el aliento.
—Eso fue más allá de un beso amistoso, Doc.
—Sí, bueno… —No tenía una defensa real, por lo que no ofreció una—.
Eres el mejor ejemplo de por qué las palabras caliente y lío van tan bien
juntas.
Ella pareció sorprendida por un segundo. Entonces sacudió la cabeza.
—Posiblemente eres el único hombre en el planeta que podría decirme
eso y no estoy tentada a darte un rodillazo en los testículos.
Esa boca atrevida lo hizo sonreír.
—Es por eso que deberíamos salir con más frecuencia. A lugares
además de bares.
—Cualquier cosa menos montar a caballo.
Fletch enmarcó su rostro entre sus manos. Antes de que pudiera
asegurarle que ella no tenía que volverse loca con él, que estaría allí para
ella cada vez que lo necesitara, habló.
—No te estás riendo.
Sus pulgares recorrieron sus pómulos.
—Porque no creo que estés tratando de ser graciosa.
Tanna movió la cabeza, forzando a sus manos a caer.
—¿Qué pasa contigo?
—¿Qué quieres decir?
—Te gusta fastidiarme por cosas y te dejo. Pero no me cabrea como
cuando otras personas lo hacen.
—¿Ves? Ya tenemos eso para nosotros. La única forma en que sabremos
si esta… —odiaba decir amistad, así que lugar de eso, enfatizó—… cosa va
a funcionar es pasar más tiempo juntos.
Sus ojos buscaron los de él.
—Sin presión para golpear las sábanas.
¿Una afirmación? ¿O una solicitud?
—Si es lo que quieres.
—Lo quiero.
Pero Fletch definitivamente escuchó el por ahora que flotaba en el aire
entre ellos.
—Es tarde y sé que te levantas cuando no amaneció. —Tanna echó a
andar por el estacionamiento y él caminó junto a ella, mirando el agua
salpicando el asfalto negro.
—¿Tienes días libres completos esta semana?
—Martes. Harlow está trabajando en la tienda de ropa y Tierney se
ocupa de las tareas de anfitriona con Renner en el salón. Las habitaciones
están reservadas los lunes y martes por la noche con gente que conoce del
mundo del rodeo. Y prefiero no estar ahí sirviendo bebidas; ¿sabes lo que
quiero decir?
—Sí. Me alegra que Renner sea consciente de ello .
—Es un gran jefe, en lo que respecta a los jefes. Probablemente no
valdría nada en el salón de todos modos, ya que se supone que el martes
debo ir a ver a Eli.
—¿Decidiste ir a Eli por tu cuenta?
Ella se encogió de hombros.
—¿O el mocoso te está obligando a hacerlo?—exigió él.
—Celia lo sugirió encarecidamente. Varias veces—dijo Tanna
secamente.
Había tantas cosas que quería decir, pero todo sonaba trillado en su
cabeza.
—¿Es eso de lo que estabas hablando con Eli en la marca? ¿Puede
ayudarte a volver a montar a caballo?
—Él cree que puede ayudarme a superar mi… —agregó distraídamente
—… miedo debilitante o lo que sea. Pero yo creo que no puede ayudarme.
—¿Por qué dices eso?
—Porque estoy reaccionando como uno de esos veteranos de combate
que sufren de trastorno de estrés postraumático. Siento esta presión para
volver a la normalidad. Todos dicen que mi miedo desaparecerá. Que ya es
hora de superarlo. Pero que si… no puedo ¿Nunca? —Tanna dejó escapar
un suspiro de frustración—. Pero la verdad es que si no me hubiera sentido
cómoda con Eli, no iría. No soy exactamente una presa fácil, en caso de que
no lo hayas notado.
Así que Tanna era una de esas mujeres; le mostraba su vulnerabilidad,
pero luego le gritaba si mostraba preocupación.
—Me di cuenta. Pero si mi primo es cruel contigo, sería un placer para
mí golpearlo por ti.
Tanna se rio.
—Eres el hombre más impredecible que he conocido.
Estaba tentado a darle un beso de buenas noches, pero ella esperaba eso,
así que no lo hizo.
Capítulo 10

Tanna no salió inmediatamente de su camioneta después de que se


detuvo en el lugar de Eli Whirling Cloud. De hecho, se sentó dentro de la
cabina durante varios minutos. Incluso después de ver a Eli apoyado contra
el corral junto a la puerta del establo, bebiendo de una taza de café térmica.
Mirándola.
¿Juzgándola?
No. De eso estaba segura.
Eli no se movió hacia ella. No la llamó. Simplemente esperó a que
tomara una decisión.
Dios. Sal de la maldita camioneta, Tanna.
Lo hizo. Mientras caminaba hacia él, se preguntó si podía ver lo rápido
y fuerte que saltaba el pulso a la garganta. Lo fuerte le temblaban las
manos.
—Buenos días.
Él sonrió y ella se dio cuenta de lo acogedora que era esa sonrisa.
—Parece ser un hermoso día.
—Sí. —Ve al grano—. Entonces, ¿qué tienes planeado para mí?
Eli se acercó a donde estaba junto a la cerca.
—¿Quieres montar a caballo hoy, Tanna?
Ella negó con la cabeza.
—Eso es bueno. Porque no estás lista para montar. Estamos haciendo
esto de una manera diferente porque no es una solución de un día.
Ella cruzó los brazos sobre el pecho.
—Independientemente de si monto tus caballos o no, no puedo pagarte
por tu tiempo. —Maldita sea, le dolió admitirlo—. Y será mejor que me
digas ahora mismo si Celia y Kyle, o Lainie y Hank están pagando la
factura por esto.
La diversión bailaba en sus ojos.
—¿No quieres estar en deuda con nadie? Créeme, lo entiendo. Pero te
equivocas al pensar que lo único que tiene valor en la vida es el efectivo. La
experiencia cuenta mucho más en mi libro. Y la tienes con creces.
—¿Entonces necesitarás mi ayuda en algún momento a cambio de la
tuya ahora?
—Sí.
—Estoy bien con eso. ¿Alguna otras personas con la que estés
trabajando? — Se detuvo para agregar—. Otras personas rotas como yo.
—Un par de personas al final de la tarde, a las que le enseño a domar
potros. Tengo un bulldogger que entrena aquí algunas mañanas si no está de
rodeo. Le enseño a montar y otras cosas. El resto del tiempo estamos
ejercitando a los caballos que se hospedan aquí. Así que pensé que
podríamos sacar los vehículos todo terreno para que puedas hacerte una
idea del terreno. Apuesto a que no se parece en nada a lo que estás
acostumbrada en Texas.
La mirada de Tanna recorrió el paisaje. La tierra montañosa estaba
sembrada de rocas. Trozos de pizarra surgían de la nada. Abundaban los
matorrales de cedro y salvia. La zona le recordaba a su hogar, hasta que
vislumbró montañas en la distancia.
—Algunas similitudes.
—¿Tuviste una buena semana?
—No hice mucho más que trabajar y beber.
—¿Qué pasa con Fletch?
Trató de no ponerse a la defensiva, pero su voz tenía un dejo cuando
preguntó:
—¿Qué pasa con él?
—¿Lo viste?
—Tomamos café el domingo por la noche.
—¿Y?
Y me besó hasta convertirme en papilla.
—Y fue… agradable.
Él rio entre dientes.
—Vi las chispas volar entre vosotros en la marca, así que agradable no
es una palabra que realmente se aplique, ¿verdad? ¿Planeas pasar tiempo
con él mientras estás en la zona?
¿Por qué Eli estaba siendo tan insistente?
—Está muy ocupado en su práctica durante la semana.
—Cierto. Pero se haría de tiempo si se lo pidieras.
Exponerse más de lo que ya había hecho podría darle a Fletch una idea
equivocada.
O la idea correcta.
O cimentar la idea de que lo deseaba tanto como él la deseaba a ella y
que debería dejar de mentirse al respecto.
Eli empujó la cerca.
—No te acosaré. Disfrutemos esta mañana antes de que el sol intente
freírnos la cabeza, ¿de acuerdo?
Tanna eligió un modelo de todo terreno más viejo y se sintió aliviada
cuando Eli no condujo un millón de kilómetros por hora. Él hizo un
esfuerzo por señalar cosas de interés, así como algunos de los senderos más
desafiantes.
Pasaron un par de horas atravesando la tierra. Parte del terreno de Eli
bordeaba tierras federales que albergaban caballos salvajes. Eli le entregó
un par de binoculares y vio a los animales pastando. Incluso desde la
distancia parecían más asustadizos que los caballos con los que había
estado, listos para salir disparados a la primera señal de peligro.
—¿Cuánto tiempo has estado haciendo esto?—preguntó ella. Había
mencionado que había recibido dinero de la Oficina de Administración de
Tierras para cuidar de los caballos salvajes, tanto como se podía cuidar de
las criaturas que siempre habían corrido libres.
—Ocho años. Sé lo que dicen los jinetes sobre estos animales salvajes
en comparación con los caballos que se crían para sus expectativas y
limitaciones de raza. Pero estas bellezas… no hay sensación más grande
que domar uno pero mantener una parte de ese espíritu salvaje.
—¿Supongo que no me estás enviando allí para reunirlos como una
especie de iniciación al Salvaje Oeste?
—Nop. Pero regresemos.
Mientras conducía por el terreno escarpado, algo se tensó dentro de ella.
Tenía una sensación de pérdida tan abrumadora. Se sentía agobiada por el
peso de su pérdida y la sensación de futilidad, aunque no era nada nuevo.
Había estado sucediendo de vez en cuando desde la muerte de su madre.
Nunca con regularidad, siempre en los momentos más extraños.
Aguántate. Esta es tu vida ahora. Agradece lo que tienes.
Cuando llegaron al establo, Tanna juró que si Eli le preguntaba por su
rostro y sus ojos enrojecidos, culparía por las lágrimas al polvo y al viento
de Wyoming.
Pero Eli no dijo una palabra. Agarró un balde y echó un poco de avena.
—Vamos. Vamos a relacionarnos. —Él se encaminó hacia la pastura de
los caballos, sin dejar a Tanna más remedio que seguirlo.
Y efectivamente, tan pronto como los caballos notaron que Eli sostenía
el cubo, se acercaron al trote. Los doce.
Su corazón se alojó en su garganta cuando estaban rodeados. Ella casi se
desmaya de miedo cuando una gran yegua gris chocó contra ella con esos
hombros musculosos. Entonces la yegua inmediatamente trató de empujarla
hacia la cerca.
Tanna se resistió. Ella comenzó a esquivarla y moverse. Pero la yegua la
inmovilizó.
—Aggie. Compórtate. —La suave orden de Eli obligó al caballo a
congelarse—. Tanna. Tienes que pensar, chica, y recordar quién está a
cargo.
—Cierto. —Tanna retrocedió hacia el lado izquierdo de Aggie y
mantuvo el cubo de avena bajo.
Pero el caballo siguió empujando y apiñándose. Tanna dejó caer el cubo
y se alejó tan rápido que cayó de rodillas en el suelo, lo que le provocó un
dolor agudo en la rodilla. Se puso de pie y corrió, sin importarle lo tonta
que parecía. Solo necesitaba encontrar un lugar donde pudiera respirar sin
miedo.
Tanna no dejó de correr hasta que pasó la puerta y subió a la mitad de
una pequeña colina. Se fijó en un banco tosco, elaborado con troncos viejos
y en equilibrio sobre dos rocas planas. Se sentó en él y acercó las rodillas al
pecho, envolviendo los brazos alrededor de las espinillas. Fue entonces
cuando cayeron las lágrimas. No del tipo silencioso que había llorado en el
vehículo todo terreno. Sino sollozos enormes y jadeantes.
Nunca le había tenido miedo a los caballos. ¿Y así fue como reaccionó
la primera vez que estuvo cerca de uno en nueve meses? ¿Un ataque de
pánico que la había obligado a correr y la había dejado llorando como una
maldita bebé novata?
Eres patética. Ríndete. Si ni siquiera puedes tocar un caballo, ¿cómo
podrás volver a montar uno? ¿Ni hablar de competir a nivel nacional?
Esos recordatorios se hicieron cada vez más fuertes hasta que quiso
gritar para ahogarlos.
En lugar de eso, se acurrucó más fuerte, lloró con más fuerza y se
preguntó por qué se molestaba en venir aquí. A Wyoming. A lo de Eli.
Debería volver a Texas, donde pertenecía y… ¿hacer qué? Tampoco tenía
nada allí.
Al cabo de un rato, llorando a gritos, cansada de autoflagelarse, alzó el
rostro al cielo, sin saber cuánto tiempo había permanecido inmersa en su
miseria.
Un ruido resonó y se volvió, esperando ver a Eli. Pero una mujer india
de edad indeterminada, podría tener diecinueve o treinta y nueve años,
descansaba el trasero contra el tronco de un viejo pino.
Al principio, Tanna pensó que podría ser una aparición, ya que tenía un
comportamiento muy estoico. Pero entonces le ofreció a Tanna una sonrisa
trémula.
—Sé cómo te sientes—le dijo en voz baja—. Tengo más miedos de lo
que son saludables. Ocultarlos no ayuda. Compartirlos no ayuda. Ignorarlos
no ayuda. Llorar por ellos no ayuda. —Ella hizo una pausa—. Tal vez esto
suene horrible, pero me alegré de verte derrumbarte.
—¿Porque te diviertes viendo sufrir a otras personas?—preguntó Tanna
bruscamente.
—No. Porque me demuestra que no soy la única que lidia con un miedo
que puede ser abrumador. Pero también me demuestra que eres lo
suficientemente valiente para enfrentarlo. —Ella hizo una pausa—.
Entonces, ¿estás llorando porque Eli no pudo ayudarte?
—Quizás estoy llorando porque es obvio que estoy más allá de la ayuda
de nadie.
Ella levantó un hombro delgado.
—Hoy, quizás. Eso no significa que no debas volver a intentarlo
mañana. O al día siguiente. O al día siguiente. Es acumulativo.
—¿Qué? ¿El miedo? ¿O la solución?
—Ambos.
Tanna no tenía una respuesta lógica para eso.
Dado que la mujer miraba a Tanna tan abiertamente, le devolvió la
mirada. El cabello negro carbón de la mujer colgaba suelto, casi hasta la
cintura de sus vaqueros descoloridos. Sus ojos eran marrones. No dorado, ni
chocolate, sino marrón básico. Tenía una nariz prominente. Labios llenos,
demasiado llenos para su rostro anguloso. Un cuello regio. Estaba muy
delgada. ¿De la energía nerviosa? Ella soltaba esa vibra. También llevaba
una camiseta raída al menos tres tallas más grande. Pero con las mangas
cortadas, Tanna pudo ver que sus brazos estaban cubiertos de músculos.
También pudo ver que la piel de la mujer estaba marcada con extraños
tatuajes.
Ella debería tener un aspecto sencillo. Pero algo en su naturaleza sin
adornos era sorprendente. Convincente. Etérea. Sin embargo, tan dura e
inflexible como las rocas que las rodeaban.
La mujer no apartó la mirada cuando Tanna la escrutó.
Después sus ojos se encontraron.
—Soy Tanna Barker—dijo Tanna.
—Lo sé. Soy Summer Red Stone.
—Me alegro de conocerte, Summer, sobre todo porque no eres un
producto de mi imaginación, así que puedo tachar el volverme loca de mi
lista de defectos mentales.
Summer sonrió.
—Me han llamado fantasma en más de una ocasión.
Críptica. Y un poco espeluznante.
—Te preguntas qué quiero—dijo Summer.
Una declaración, no una pregunta.
—Tal vez. Escuché tu nombre en la marca, así que supongo que estás
involucrada con Eli.
—No solo estamos involucrados, estamos entrelazados.
Allí estaba el tono posesivo.
—¿Estás aquí para advertirme de tu hombre?
Summer no sonrió, ni sacudió la cabeza, ni se rio.
—No. Eres una mujer hermosa y dañada, Tanna. Por mucho que eso
atraiga a mi Eli y a su inclinación por salvar almas, bueno, llegué aquí
primero. Y tiene las manos completamente ocupadas salvando la mía—dijo
simplemente y después sonrió—. Pero puede ayudarte si lo dejas.
—Suenas tan segura.
—Lo estoy. Ten paciencia contigo misma. Superar el miedo es una de
las cosas más difíciles que existen y no tiene un período de tiempo
establecido.
Tanna se estiró de su pequeña bola protectora y suspiró.
—Han pasado nueve meses…
—Desde que empezó el miedo—agregó Summer—. Y ha pasado una
hora desde que lo enfrentaste. Permítete fracasar. Perdónate por el fracaso.
Cada vez que lo intentes será más fácil.
—¿Eres una curandera sabia o algo así?—le preguntó Tanna.
Summer se rio.
—Ni siquiera cerca.
Eli apareció. Summer no se volvió para saludarlo. Ella esperó, su cuerpo
perfectamente inmóvil, a que él se le acercara. Entonces los brazos de Eli la
rodearon. Él le dio un suave beso en el cuello y una sonrisa de pura
serenidad se extendió por el rostro de ella mientras cerraba los ojos.
—¿Estás bien?—le preguntó Eli a Tanna.
—No. Pero tuve mi primera sesión de descontrol y ya terminé. Por hoy,
de todos modos.
Summer abrió los ojos.
—Os dejo para que habléis. Un placer conocerte.
—Igualmente.
Summer depositó un beso en el centro de la palma de Eli y se soltó de su
abrazo. No se dio la vuelta. Sabía que tenía toda la atención de Eli mientras
se alejaba.
Tanna la observó desaparecer por el camino y notó la casa de Eli por
primera vez. Escondida en lo alto de la colina y rodeado de árboles, era
fácil pasarla por alto.
—No vi tu casa. Está bien camuflada.
—El viento sopla un poco en Wyoming, si no lo has notado—dijo
secamente—, y ese lugar ofrece la mejor protección contra los elementos.
—¿De qué la construiste? —Parecía moderna y rústica.
—De los materiales que recogí. Por eso es una mezcolanza de troncos,
madera, rocas y metal. Las vigas del techo son de un edificio antiguo que
derribaron en Rawlins y no costaron nada.
—Es realmente genial. ¿Cómo se te ocurrió un diseño tan personal?
Él rio entre dientes.
—No se me ocurrió. Renové la casa tradicional que heredé, que había
comenzado a derrumbarse pero tenía buenos cimientos. Así que mudé un
tráiler aquí y trabajé en ella cada vez que tenía tiempo y dinero. Siempre he
vivido de forma sencilla, en casas pequeñas.
—Éste es un lugar maravilloso.
—Gracias. Lo es. Se siente como un hogar, ahora que Summer está aquí.
— Echó un vistazo a la casa y después a ella—. ¿Quieres hablar sobre lo
que pasó hoy?
Tanna negó con la cabeza.
—Necesito tiempo para pensar.
—Me imaginé. Afortunadamente, tengo pesebres que necesitan
limpieza, y ese es un lugar tan bueno como cualquier otro para arreglar las
cosas.
—¿Hoy estoy paleando mierda?
—Sí, señora.
Después de unos treinta segundos, se encogió de hombros.
—Encaja, dado mi estado de ánimo.
Capítulo 11

El teléfono de Fletch sonó y en el identificador de llamadas se veía el


número de casa de Eli. Él respondió con un:
—Tienes una gran sincronización, primo. Estoy en camino.
—Hola, Fletch. No soy Eli; soy Summer.
Se le erizaron los pelos de la nuca.
—Summer, ¿Eli está bien?
—Sí. Te llamo por Tanna.
Su estómago se revolvió.
—¿Le pasó algo a ella?
—No. Es solo… lo pasó mal esta mañana.
Él había llamado a Tanna anoche y ella le había recordado alegremente
que hoy estaba montando un caballito de juguete con Eli. Él se había reído
porque la mujer tenía gracia. Ahora, no parecía tan divertido.
—¿Qué pasó?
—Esa es la cosa. Tienes que preguntarle a ella.
—¿Cuánto tiempo hace que se fue?
—Cuatro horas. Pensé que sería mejor esperar para llamarte hasta cerca
del final de tu jornada laboral.
—¿Eli sabe que me estás llamando?
—Por supuesto.
—Gracias, Summer. Dile gracias a Eli también.
Fletch miró el reloj. Cuatro y media. Veinte minutos hasta el Split Rock.
El procedimiento en el Rancho Ludlow no tomaría más de dos horas, pero
no quería arriesgarse a que Tanna hiciera otros planes si esperaba para
contactarla después de terminar. La llamó, esperando que contestara.
—¿Hola?
—Tanna. Soy Fletch. ¿Qué estás haciendo ahora mismo?
—Quemando buñuelos de papa en el horno y lamentándome del penoso
estado de mis habilidades culinarias. ¿Por qué?
—Estoy en camino a recogerte. Estate junto a tu camioneta en veinte
minutos.
—¿Y si digo que no?
De hecho, la sintió erizarse a través de la línea telefónica y reprimió una
risita.
—No lo harás. En secreto, no puedes esperar a verme. Y te mueres por
saber la sorpresa que tengo para ti. —Colgó.
Pasaron treinta segundos antes de que sonara su teléfono.
—Doctor Fletcher—respondió él.
—¿Qué pasa con esa gilipollez tengo una sorpresa para ti?—le
preguntó Tanna.
—Ya verás. ¿Ahora vas a dejar que te recoja? ¿O debería seguir yendo
solo a mi destino original?
—Bien. Puedes recogerme. Pero si estoy renunciando a buñuelos de
papa calientes, será mejor que me alimentes después de esa sorpresa tuya.
Fletch sonrió. Esto estaba funcionando mejor de lo que había planeado.
—Trato hecho, dulzura sureña.
—Te advertiré que no me he duchado.
—Yo tampoco.
—Oh, y he estado bebiendo.
—Entonces me aseguraré de no dejarte conducir.
Tanna se rio.
—Eres difícil de poner nervioso.
Me has puesto nervioso desde el momento en que nos conocimos.
—Sí. —Colgó de nuevo.
Su móvil sonó quince segundos después.
—Doctor Fletcher.
—Odio cuando las personas me cuelgan. Lo. Odio.
—Anotado.
Silencio.
—¿Por qué no me estás hablando?—exigió ella.
—Dulzura sureña, tú me llamaste. Entonces, ¿de qué quieres hablar?
—De nada. Solo quería colgarte primero esta vez. —Clic.
Él rio. Dura. Una mujer tan loca, divertida e irritable.
Fletch llegó a la parte trasera del Split Rock en quince minutos. Cuando
la vio apoyada contra el portón trasero de su camioneta, la luz del sol
brillando en su cabello caoba, los brazos cruzados sobre esos amplios
pechos… lástima por eso… su pulso se aceleró.
Ella se subió a la camioneta.
—Tienes una camioneta monstruosa, Doc. No sabía que también
operabas elefantes.
—Tiene que ser una camioneta grande. Soy un tipo grande, trabajo con
animales grandes y tengo que tener la mayoría de mis cosas conmigo.
—Entonces, ¿cuál es la sorpresa?
Hizo un giro en U.
—Oye, Tanna. Maldita sea, mujer, te ves bien. ¿Cómo ha sido tu día? —
La miró por encima de las gafas de sol—. Adelante. Intenta apuñalarme
siendo toda educada conmigo. Esperaré.
Tanna sonrió.
—Vaya, August Fletcher, DMV (Doctor en Medicina Veterinaria), qué
amable de tu parte preguntarme sobre mi día, un horrible día. Me alegra que
pienses que me veo bien. Dios sabe que mi día está completo con ese
cumplido increíblemente original y sincero.
Él rio.
—Supuse que no querías que te confesara que te veías tan sabrosa que
quería lamerte de los pies a la cabeza. Terminando con mi cara enterrada
entre tus increíbles pechos. Después entre tus muslos. —Mostró otra sonrisa
—. Siendo que somos solo amigos y bla, bla.
Ella cambió bruscamente de tema.
—¿Cuál es la sorpresa?
—Hoy me ayudarás con mi último trabajo de veterinario.
—¿Haciendo qué?—preguntó ella bruscamente—. Porque si esto es una
especie de intervención equina forzada que tú y Eli prepararon después de
mi desastrosa mañana…
—Alto ahí. En primer lugar, no he hablado con Eli en absoluto hoy, así
que no tengo idea de lo que estás hablando. —Fletch quería mirarla para
evaluar su expresión facial, pero se contuvo y mantuvo los ojos en la
carretera—. En segundo lugar, soy consciente de tu incomodidad con los
caballos en este momento, así que ¿realmente crees que te forzaría y
pondría en peligro a uno de los animales de mi cliente? No, señora.
Pasaron unos segundos antes de que Tanna extendiera la mano y le
apretara el antebrazo.
—Lo siento. Estoy un poco susceptible por si no lo has notado.
Especialmente después de hoy.
—¿Qué pasó?
—Eli me ayudó a entrar al prado de caballos. O lo intentó. Entré en
pánico y hui, después me reprendí por tener miedo a los caballos. Fue…
humillante.
Fletch torció su muñeca para agarrar sus dedos.
—Lo intentaste. Eso es todo lo que puedes pedirte. —Impulsivamente,
le levantó la mano y le besó los nudillos—. Así que nada de caballos. Este
cliente al que estamos ayudando cría ovejas. Ellos son australianos y hacen
las cosas de manera un poco diferente a los criadores de ovejas de
Wyoming, en un país predominantemente ganadero. Tienen más éxito, lo
que hace sospechar a cualquiera, ¿cierto?
—Cierto. —Tanna se relajó y sostuvo su mano—. Entonces, ¿qué tienen
de diferente estos pastores de ovejas australianos?
—Son dos operaciones separadas. Nacen corderos dos veces al año, con
dos rebaños separados.
—Inteligente. Ingresos continuos. No todos los ganaderos de Texas
tienen crías en primavera. Muchos de ellos lo hacen a finales del otoño. O
en primavera y otoño.
—Estos tipos son hermanos, que se casaron con hermanas. Dirigían
grandes ranchos de ovejas en Down Under y cada uno tenía su propia forma
de hacer las cosas. Así que Harland, el hermano mayor, tiene corderos a
finales del otoño. Y Kirk, el más joven, corderos a principios de primavera.
Lo que significa que es hora de hacer una prueba de preñez a las ovejas de
Kirk.
Ella sonrió tan ampliamente que su maldito aliento se atascó en su
garganta.
—¿Eso es lo que vas a hacer?
—Lo qué vamos a hacer. Así que no quiero verte jugando con los
corderitos de Harland cuando estamos dentro del horario laboral.
—Espera. ¿Estaré metiendo mi mano…?
Fletch negó con la cabeza.
—Esa es la otra forma en que los Ludlow son diferentes. Usaremos
ultrasonido en las ovejas. Las ovejas son más propensas a tener gemelos, o
incluso trillizos, y pueden vigilar mejor a las mamás que necesitan alimento
adicional, etcétera, si saben de antemano sobre la cantidad. No muchos
ganaderos de ovejas utilizan el servicio.
—No pensé que las ovejas fueran parte de una práctica de animales
grandes.
—No lo son. Pero los Ludlow tuvieron una emergencia justo después de
que abrí mi práctica y yo era el único veterinario que atendí su llamada.
Ellos se han mantenido leales a mí. Es un buen cambio de trabajar
principalmente con vacas y caballos. Me mantiene alerta.
—¿Qué más sobre ellos? Tienes esa pequeña sonrisa sexy en tus labios.
Él le lanzó una sonrisa.
—Ya estás captando algunas de mis peculiaridades y no sé si estar feliz
o nervioso por eso. De todos modos, Harland y Kirk ayudan y proporcionan
ovejas para el evento de caza de corderos en el Mountain Springs Indian
Rodeo. Al principio, nadie quería suministrar animales y llevarlas a la
reserva debido a todos los problemas de la nación soberana. Los hermanos
Ludlow no tuvieron reparos. Eso se ganó mi respeto y gratitud.
Tanna frunció el ceño.
—¿Problemas de la nación soberana? ¿Qué significa eso?
—Para algunos significa que cualquier cosa que lleves a una reserva
puede ser confiscada en cualquier momento por la tribu. Entonces puede
entender por qué pocos contratistas de rodeo quieren llevar sus caballos y
toros premiados a la reserva.
—¿Eso pasa a menudo? ¿La tribu termina por apoderarse de la
propiedad de otra persona?
—Más a menudo de lo que piensas, lamentablemente. Es mejor ahora de
lo que solía ser. Los últimos dos años, Renner ha traído su mejor ganado al
pequeño rodeo. Antes de eso… los animales no era un desafío.
—¿Cómo está la competencia de carreras de barriles?
Fletch se preguntó si ella preguntaría.
—¿Honestamente? Deprimente. Un año no hubo ni un solo participante.
Los vaqueros pueden simplemente aparecer con su apero y subirse a un
bronco o a un toro proporcionado por el contratista de ganado. Pero dado
que la mayoría de los indios de la reserva viven en el nivel de pobreza,
pocos tienen caballos. Si lo hacen, son caballos de rancho, no caballos de
carreras de barriles especializados. —Él redujo la velocidad y giró a la
izquierda en un camino asfaltado que se extendía en la distancia—. Aquí
estamos.
—Guau. Ganaderos de ovejas exitosos.
—Mucho. Y dos de las familias más agradables que jamás hayas
conocido. —Fletch tocó la bocina dos veces cuando llegó a las dos casas
antes de dirigirse cuesta arriba hacia las rampas. En el retrovisor vio niños y
perros persiguiendo su camioneta. Él sonrió. Garantizando que la señorita
Ellie se molestaría por haber traído a Tanna como su ayudante.
—Dios. Fletch. Yo no…
El pánico en la voz de Tanna lo sacó de sus pensamientos.
—¿Qué pasa?
—No tengo ni idea de lo que se supone que debo hacer para ayudarte.
—Te diré todo lo que necesitas saber, ¿de acuerdo?
Ella asintió, con menos confianza, y se mordió el labio.
Fletch no quería nada más que inclinarse y besarla. Pero eso la pondría
nerviosa, dado que tenían audiencia.
—Vámonos. Reúnete conmigo en la parte de atrás y conseguiremos los
suministros.
—¡Doc Fletch!—escuchó tan pronto como salió de la camioneta.
—Hola, Harland Jr. ¿Qué pasa?
—Uno de mis conejos tenía conejitos y esa estúpida mamá zorro los
atrapó a todos menos uno para alimentar a sus crías.
Mejor que el zorro se comiera los conejos que los corderos, aunque
Fletch no podía decir eso.
—Pero papá y yo estamos construyendo una jaula a prueba de zorros—
se jactó él.
—Un pensamiento inteligente. —Abrió las puertas traseras de su
consultorio médico móvil. Entonces Tanna estaba allí—. En esa bolsa en el
suelo está todo lo que necesitaremos. Pero si la levantas y te aseguras de
que hay suficientes guantes para los dos y jeringas en caso de que las
necesitemos, te lo agradecería.
—No hay problema.
Fletch solía tener esta máquina de ultrasonido en particular en la oficina,
pero la había cargado a primera hora hoy. La dejó en el suelo y esperó a que
Tanna se moviera antes de volver a cerrar.
—Harland Jr. guiará el camino hacia las rampas.
Tanna se puso a caminar a su lado. Él explicó el proceso y lo que estaría
haciendo. Ella asintió con la cabeza, hizo un par de preguntas y eso fue
todo.
Los señores Harland y Kirk saludaron, dejando a Fletch a su suerte.
Estos ganaderos no lo rondaron, ni le hicieron sugerencias, ni lo distrajeron.
Sabían que Fletch hacía su trabajo de manera eficiente si no estaba lidiando
con sus constantes interrupciones. Así que tuvo que reír cuando la esposa de
Kirk, Betsy, silbó estridentemente y todos los niños se dispersaron.
—¿A cuántas ovejas estás, quiero decir, estamos, haciendo pruebas de
preñez?
Fletch señaló al establo lleno.
—Supongo que doscientos cincuenta.
—¿Entonces estaremos aquí toda la noche?
—Nop. Tardará noventa minutos. Máximo. Si no nos tomamos un
descanso. Dos horas si lo hacemos.
Tanna sonrió.
—Estoy completamente descansada. Y quiero verte en acción, August
Fletcher, DMV. Enséñame tus cosas.
—Prepárate para sorprenderte. —Después de que ella se hubo
acomodado frente a él, le indicó a Renee, la esposa de Harland que estaba
manejando la rampa, que abriera la puerta.
Él pasó a modo profesional y se puso a trabajar.
No se dio cuenta de cuánto tiempo había pasado, o qué tan profundo se
había metido en el trabajo, hasta que Renee gritó:
—La última, Doc.
—Gracias a Dios—dijo Tanna.
—Esta mamá está embarazada de trillizos. —La puerta del conducto de
salida se abrió y la oveja trotó. Fletch apagó la máquina y se puso de pie,
moviendo el cuello de lado a lado y luego arqueando la espalda.
—No podía creer cuántos embarazos múltiples hay—dijo Tanna después
de saltar sobre el corral de metal a su lado.
—Demasiados no es algo bueno. Un gran porcentaje de embarazos de
trillizos terminan con la pérdida de los tres corderos y de la oveja.
Caminaron en silencio de regreso al vehículo y metieron el equipo.
Fletch notó que Tanna cojeaba levemente.
—¿Te lastimaste hoy?
Eso la sorprendió.
—No aquí. Me caí en el pasto huyendo de los caballos y me golpeé la
rodilla mala.
—Déjame mirarla.
—No es gran cosa.
—Entonces no debería ser un gran problema para mí echarle un vistazo.
—Señaló la parte trasera de su camioneta—. Siéntate.
—Fletch…
—Ahora.
Tanna refunfuñó en voz baja pero obedeció.
Él le sujetó el tobillo entre los muslos y pasó las manos por la pierna por
encima de la rótula.
—¿Es un dolor sordo? ¿O uno agudo y punzante?
—Fluctúa entre ambos.
Fletch empujó su pierna hacia arriba lentamente hasta que ella hizo una
mueca.
—Lo siento. Solo necesitaba probar tu rango de movimiento. —Él se
obligó a concentrarse en el movimiento de sus músculos y no en lo suave
que se sentía su piel bajo sus manos—. ¿Has tenido reagudizaciones de tu
lesión anterior?
—Algo. Pero no uso los músculos de la misma manera en mi nuevo
trabajo. Estoy de pie, sentada o caminando.
—¿Has estado al día con tus ejercicios de fisioterapia desde que te
mudaste aquí?
Tanna levantó la barbilla.
—Realmente no.
Fletch se enfrentó a ella.
—Respuesta incorrecta, dulzura sureña. De ahora en adelante, me
aseguraré de que aproveches este tiempo libre por una lesión… oh, para
recuperarte de ella, haciendo los ejercicios que se supone que debes hacer.
—¿Como si tuvieras tiempo para ser mi fisioterapista personal?—se
burló ella.
—Me haré tiempo. He sido atleta toda mi vida, así que tengo una idea
bastante clara de lo que el fisioterapista estaba haciendo contigo.
—Cierto. Eres un doctor de animales.
—Los humanos eran parte del reino animal la última vez que lo
comprobé. Así que dale una oportunidad a este veterinario de un pueblo
atrasado. ¿Eran estos algunos de los ejercicios que se suponía que debías
estar haciendo? —Él le mostró seis ejercicios y se sintió un poco satisfecho
cuando ella admitió que había supuesto correctamente.
Pero Tanna no había terminado de ser sarcástica.
—Es inútil.
Él fijó su mirada en la de ella mientras sus dedos masajeaban
suavemente el interior de su muslo por encima de la rodilla.
—Entonces, si me traes tu caballo herido y te doy instrucciones sobre
cómo fortalecerlo y acondicionarlo para evitar la cojera, ¿lo harías?
—Por supuesto.
—Entonces no tiene sentido que no te cuides y sigas las instrucciones de
tu doctor. Tu agilidad no es algo con lo que puedas jugar, Tanna.
Prométeme que empezarás a hacer tus ejercicios de nuevo porque odio verte
sufrir.
Eso fue lo correcto para decir, porque ella suspiró.
—Cuando lo pones de esa manera… bueno. Gracias por el masaje. Ya se
siente mejor.
—De nada.
Tanna salió de la camioneta.
—¿Qué pasa ahora?
—Los Ludlow nos pedirán que nos quedemos a cenar. Depende de ti si
lo hacemos.
—¿Qué harías si no estuviera aquí?
—Me quedaría. Renee y Betsy son grandes cocineras. Los niños me
hacen reír. Harland y Kirk tienen una perspectiva agrícola única, así que
disfruto hablar con ellos.
—Entonces nos quedaremos.
Fletch la miró y sonrió.
—Bueno. Te advertiré que la hija de Harland, Ellie, podría ser hostil
contigo.
—Tiene la vista puesta en ti, ¿verdad?
—Sí. Me ha ayudado muchas veces y no ha dejado en duda de que tiene
la intención de casarse conmigo.
Una pausa.
—Bueno, eres un buen partido, Doc.
¿Era su imaginación, o Tanna se había vuelto un poco sarcástica?
¿Estaba celosa?
Ilusiones.
—Vamos a lavarnos. —Cuando llegaron a la bomba, él le advirtió—. Es
errática, así que ten cuidado.
Tanna se subió las mangas y puso los ojos en blanco.
—No es la primera vez que bombeo algo. —Tiró de la manija y la
bombeó dos veces para que el agua fluyera. Ella le guiñó un ojo—.
Compartiré mi chorro contigo.
—Considerado. —Fletch tomó agua y se frotó los antebrazos. Este era
uno de los trabajos más limpios que había hecho hoy. Él se enjuagó y se
retiró, secándose con una toalla desechable.
Tan pronto como ella se acercó al chorro de agua para enjuagarse, el
agua salió disparada.
Tanna jadeó y saltó hacia atrás.
No te rías.
—Veo esa expresión de te lo dije en tu cara. Elimínala ahora mismo.
Su camisa estaba lo suficientemente húmeda como para que la tela se le
pegara a los pechos. Y no fingió que no estaba mirando.
—Parece que eres tú a quien le vendría bien secarse un poco. —Fletch
se cernió sobre ella. El tamaño pequeño de la toalla significaba que podía
sentir el calor de su cuerpo mientras le secaba las gotas de agua de la
barbilla. Su cuello. La parte inferior de su mano descansaba sobre la firme
hinchazón de su pecho mientras lentamente secaba el agua de su pecho.
—Creo que lo has sacado.
—Eso parece. —Él no se detuvo.
—¿Disfrutando?
Fletch acercó la boca a su oreja.
—Absolutamente. Debo llevar mi excitación donde pueda salirme con la
mía contigo.
—No es justo. La forma en que susurras en el oído me excita cada
maldita vez.
Su polla tomó nota de eso.
—Tanna…
—¡Hola!—se escuchó detrás de ellos.
Él dio un paso atrás de mala gana y se dio la vuelta.
Una vaquera rubia con coletas de unos ocho años estaba frente a la
bomba con las manos en las caderas. Avanzó pisando fuerte a través del
agua, salpicando barro por todas partes mientras miraba a Tanna.
—¿Quién eres tú?
—¿Quién eres tú?—respondió Tanna.
—Ellie Ray Ludlow.
Tanna le dio a Fletch una sonrisa divertida.
—Soy Tanna, Ellie, encantada de conocerte.
—¿Es tu asistente?—le preguntó Ellie a Fletch.
—Lo fue hoy.
—Yo te habría ayudado. Siempre te ayudo. ¿Por qué no me preguntaste?
—Porque tu padre necesitaba tu ayuda en los corrales.
—Eso es porque soy buena con los animales—dijo Ellie, dirigiendo una
sonrisa de suficiencia a Tanna, como si esperara que contradijera la
declaración.
—Me imagino que una chica de rancho como tú es buena para todo tipo
de cosas—ofreció Tanna.
—Hablas divertido.
—Eso es porque soy de Texas.
—¿Vas a volver allí? ¿Pronto?—preguntó esperanzada.
Tanna se rio.
—Me temo que no. Estoy aquí por un tiempo.
Ellie hizo un sonido de disgusto.
—Mamá dijo que es hora de comer y se supone que debo invitarte a
cenar.
—¿A los dos?—preguntó Fletch.
—Sí. Pero estás sentado a mi lado. —Ella se fue furiosa.
—¿Esa era la Ellie de la propuesta matrimonial?
Fletch sonrió.
—Sí. Pero ella ya me advirtió que no habrá nada de esos besos
sentimentaloides cuando nos casemos.
—Es adorable.
—Esperemos que se comporte lo mejor posible esta noche. La última
asistente que traje aquí terminó con una rana en la camisa.
Tanna se estremeció.
—Tal vez debería ir a esperar en la camioneta
—¿Tú? ¿Huyendo asustada de una niña de ocho años? Eso no suena
como la Tanna que patea culos, da órdenes, bebe chupitos de tequila, de la
que he oído hablar.
—Quizás porque me patearon el trasero hoy. Y no conozco a esta
gente…
Fletch tomó su barbilla, obligándola a mirarlo.
—¿Quieres irte? Podemos hacerlo.
—Estos son algunos de tus mejores clientes, ¿no es así?
—Si. Pero ellos…
Entonces la boca de Tanna estaba sobre la suya. Demasiado brevemente,
pero lo había besado primero de todos modos.
—Nos quedaremos. Ignórame. Tengo hambre y estoy de mal humor.
—La comida ayudará.
—Probablemente.
Las sombras permanecieron en sus ojos.
—¿Qué pasa?
—¿Cómo me vas a presentar?
—¿Tanna Barker, la mujer que sacudió mi mundo desde la primera vez
que la conocí?
—Eres un adulador.
A Fletch le gustó la forma en que su rostro y todo su cuerpo se
ablandaron hacia él.
—¿Qué tal si nos ceñimos a la verdad?
—¿Que soy un antigua corredora de barriles acabada?
—Detente. —Fletch apoyó la frente en la de ella—. Eso no es cierto. Y
eso no es todo lo que alguna vez fuiste, incluso si fuese cierto.
Tanna no se apartó. Pareció absorber un poco de resolución.
—Gracias.
—De nada. —Dio un paso atrás—. Y si le preguntas amablemente a mi
futura esposa, probablemente te deje jugar con sus corderitos después de la
cena.
—Estoy decepcionada de que su nombre no sea Mary.
—Creo que los Ludlow han escuchado ese chiste tan a menudo como
yo, ¿qué pasa, Doc?
—Te entiendo. Les digo a los hombres que soy de Texas y me preguntan
si todos mis ex viven en Texas.
Sonó una campana para cenar.
Ellie se paró en el camino de entrada y gritó:
—Vamos. Te guardé un asiento.
Después de comer, charlaron y echaron un vistazo a los corderitos,
Fletch se llevó a Tanna a casa.
Ella hizo una pausa de un minuto antes de salir de su camioneta.
—Gracias por hoy, Fletch. Ha sido una gran sorpresa y exactamente lo
que necesitaba.
También era exactamente lo que él necesitaba.
Capítulo 12

Tanna acababa de imprimir las instrucciones de Harper para fijar el


precio de las dos nuevas cajas de mercadería cuando sonó la campanita de
la puerta. Miró hacia arriba cuando cinco mujeres, de sesenta años en
adelante, rodearon el mostrador de ventas.
—¿Puedo ayudaros?
—Entonces tú eres Tanna, ¿verdad?
La mujer que habló tenía por lo menos setenta años. Se había vestido
con un mono estampado con girasoles y zapatillas Converse negras de caña
alta.
—Soy Garnet. Somos accionistas del Split Rock.
Tanna ocultó su sorpresa.
—¿En serio?
—Sí. Somos buenas amigas de Harper. Y de Tierney. Y de Celia. Hemos
escuchado que encajarías perfectamente con nosotras, ya que eres un poco
salvaje. Pero me pareces algo dócil.
—Lo que Garnet quiso decir —intervino una elegante pelirroja— es que
Celia habló de ti. Nosotras queríamos darte la bienvenida a Muddy Gap. —
Ella sonrió y le ofreció su mano perfectamente cuidada—. Soy Vivien.
—Encantada de conocerlas a todas.
—Oh, ¿no es su acento lo más lindo?— trinó como un pájaro una
diminuta mujer—. Fui novia de un chico de Oklahoma. Y me derretía
cuando me hablaba todo suave, lento y dulce.
Una mujer corpulenta junto a ella gruñó.
—Te lo juro, Tilda, tus cuentos son cada vez más extravagantes. ¿Te
casaste cuando tenías cuánto? ¿Diecisiete? ¿Cuándo saliste con alguien que
no fuera Robert?
Tilda se pasó la mano por su fino cabello blanco.
—Tuve citas antes que Robert, sabelotodo. Conocí a mi chico sureño
Ray en el campamento de la Iglesia.
Tanna no sabía a qué mujer prestar atención, ya que todas empezaron a
hablar y discutir a la vez. Un silbido agudo rasgó el aire.
Todas miraron a la cuarta mujer que aún no había dicho una palabra.
Vestida con una mezcla de caqui y camuflaje, incluido un sombrero
holgado, parecía lista para un safari. O para la guerra.
—Todas estáis graznando y picoteándose unas a las otras peor que las
gallinas de mi gallinero. —Ella le sonrió a Tanna—. Soy Pearl. Conociste a
Garnet, Viv y Tilda. Maybelle, ¿por qué no te presentas?
La robusta mujer le tendió la mano.
—Soy Maybelle Linburg. La mayoría de los jóvenes me llaman señorita
Maybelle. Soy la reportera de sociedad del Muddy Gap Gazette. Me
encantaría hacer un reportaje sobre ti.
—Por supuesto. Quiero decir, sí, señora. Eso sería muy amable.
—Entonces, ¿qué te dijo Celia sobre nosotras?—preguntó Garnet—.
Porque está diciendo tonterías si nos culpa por la redada del departamento
de bomberos. No éramos las únicas bebiendo chupitos de tequila esa noche
y teníamos las llamas bajo control.
¿Llamas?
—Y seguro que no habríamos desperdiciado botellas vacías tirándolas al
fuego—agregó Pearl.
—Reciclamos correctamente nuestras botellas de alcohol vacías—
resopló Tilda—. Las usamos para prácticas de tiro.
—Todos somos muy buenas tiradoras ahora—admitió la señorita
Maybelle con orgullo.
Pearl señaló a Vivien.
—Nunca la hagas enojar cuando está portando un arma. La mujer es
certera.
Vivien se sopló las uñas y se las limpió en la camisa.
Tanna se rio.
—Entonces, señoras, ahora que nos hemos presentado correctamente y
sé a quién no desafiar a un duelo en los corrales de Split Rock, ¿qué puedo
hacer por vosotras hoy?
—Vamos a tener una reunión de accionistas después del horario habitual
del bar el domingo por la noche. —La señora Maybelle apoyó los
antebrazos en el mostrador—. Juntamos nuestro dinero y compramos
acciones en el resort. Nos llamamos las Mud Lilies. Usamos una prenda de
ropa o una joya para mostrar fraternidad en las reuniones, pero
conservamos nuestra individualidad, por eso queremos un diseño.
—Un diseño. ¿Para una reunión?
—Necesitamos seis piezas, incluida una para Bernice, que no pudo venir
hoy. Así que sorpréndenos con tu experiencia, cariño—agregó Vivien—. A
Harper siempre se le ocurre algo genial.
Sin presión.
Tanna salió de detrás del mostrador y se paseó por los percheros.
Demasiadas piezas únicas aquí. El primer estante de accesorios tenía un
montón de bufandas diferentes, pero nada que pudiera juntarse como para
un tema. Excepto si todas llevaran sombreros, ella podría crear una banda
para cada uno.
Nah.
Mientras se dirigía hacia un perchero entre los departamentos de
hombres y mujeres, recordó haber visto un par de tirantes originales.
Revolviendo los cinturones y las corbatas, encontró la ancha correa elástica,
atravesada con hilos de oro y plata. Ella los desenganchó y se dio la vuelta.
Ahora solo tenía que venderles su idea.
—¿Es una correa elástica?—preguntó Garnet—. Parece que salió de una
discoteca.
—No, son un par de tirantes. Pero tienen un diseño realmente genial. Y
es elástico. —Tanna tiró de cada extremo—. ¿Veis?
—¿Cómo estás pensando usarlos?—le preguntó la señorita Maybelle
con escepticismo.
—Como brazaletes. Se podría cortar para que se ajuste a cada una y
coserlo por la parte trasera. Y en la parte delantera, podrían adjuntar un
pequeño detalle que personalice cada uno. Como el de Pearl podría tener un
diseño de perlas. El de Garnet podría ser algo granate. El de la señorita
Maybelle podría tener una campana. El de Tilda podría tener un patrón de
baile…
—¡Matilda bailando el vals!—aplaudió Tilda—. Esas son grandes ideas,
Tanna. ¿Qué podríamos hacer para el de Vivien?
Vivien tamborileó con los dedos sobre la encimera.
—Mi segundo nombre es Rose. Así que podría encajar eso con un
diseño de rosas.
—Perfecto. Ahora, señoras, ¿queréis mirar un poco más a vuestro
alrededor o deseáis que empaquete esto?
—Oh, no, cariño. No estás ni cerca de terminar. Tienes que ayudarnos a
crear esos brazaletes—dijo Pearl.
—Seguro que espero que seas buena con el pegamento, porque no me
dejarán trabajar más con él—refunfuñó Garnet.
Tilda le dio unas palmaditas en la mano.
—No debería tomar más de cinco horas terminar con esto. No estás
ocupada, ¿verdad?
Tanna las miró fijamente, congelada en el lugar. No tenía talento para
las artesanías. Y tenía una tonelada de mierda que hacer hoy, no tenía
tiempo para cortar y pegar con el equipo senior.
—¿Dulzura? ¿Todo está bien?—le preguntó Vivien.
—Ah. Bien. Lo que pasa es que…
Las damas se echaron a reír.
—Deberías ver la expresión de tu rostro. Puro pánico.
—Apuesto a que pensaste que te ibas a ver enganchada en manualidades
con las fugitivas del centro de residencia de la tercera edad, ¿eh?—le
preguntó Garnet.
Tanna se rio y le dio un golpe en el trasero con los tirantes a Garnet y
Vivien, ya que estaban más cerca.
—Crueles e irritantes palabrotas, sois unas malditas.
Más risas.
—Entonces, ¿qué habríais hecho si les hubiera dicho que sí sobre
ayudar?—desafió Tanna.
—Nosotras hubiéramos hecho una colcha antigua con retazos 5.
—Excepto que beberíamos alcohol. Y estaríamos hablando de sexo—
dijo Garnet.
—Garnet es todo cháchara, ya que no está teniendo sexo en este
momento—susurró la señorita Maybelle.
—Escuché eso, Maybelle, y me gustaría señalar que tú tampoco estás
consiguiendo nada—replicó Garnet.
—Ninguno de nosotros lo estará—se quejó Tilda.
Vivien asintió.
—Por eso bebemos.
—Y disparamos a cosas.
—Apuesto a que ella consigue algo—dijo Pearl, señalando a Tanna.
—Al diablo con algo, apuesto a que está consiguiendo un montón—dijo
Garnet, dándole una mirada—. ¿Cuándo fue la última vez que montaste en
el caballito de madera?
Tanna le ofreció una sonrisa descarada.
—Ahora, todas tendréis que comprarme un par de tragos antes de que os
cuente eso.
—¿Estas ocupada esta noche?
—Nop.
—Bueno. Porque todas las demás chicas de esta zona están
embarazadas. Son inútiles como compañeras de bebida—se quejó Pearl.
—Pero genial como conductoras designadas—dijo Tanna.
—Ese es el trabajo de Tobin—señaló Garnet—. Y cualquier otra
persona que pueda encajar, como Max, Ike, Fletch y Hugh.
Tanna sintió que se le calentaban las mejillas ante la mención del
nombre de Fletch.
Se dio la vuelta mientras las damas charlaban y sus pensamientos se
desplazaron hacia el veterinario demasiado sexy en el que había estado
pensando sin parar.
Después de la velada que había pasado con Fletch en casa de los
Ludlow, la había dejado sin siquiera intentar darle un beso de buenas
noches. Se había sentido extrañamente decepcionada. Verlo en acción como
August Fletcher, DMV, le dio una perspectiva completamente diferente
sobre el hombre. Tenía un estado de adoración casi de héroe con toda la
familia Ludlow y lo había minimizado, actuando avergonzado, pero era
evidente que no solo amaba su trabajo, sino que lo hacía muy bien.
La pequeña señorita Ellie le había cantado las cuarenta inmediatamente
después de la cena. Exigiendo detalles sobre cómo Tanna conocía a Fletch.
Haciéndole todo tipo de preguntas sobre la experiencia de Tanna con los
animales. Ella se había vuelto un poco más amigable al enterarse de que
Tanna había sido Campeona Mundial de Carreras de Barriles. Pero la
señorita Ellie los había vigilado como águila cuando Tanna y Fletch estaban
interactuando. Tanna había estado tentada de susurrar al oído de la joven
que disfrutaba de los besos sensibleros con Fletch. Mucho.
La mente de ella repitió en detalle los eventos de la noche siguiente. Él
apareció después de las nueve de la noche con palomitas de maíz y dulces y
vieron una película. Una película de acción donde los autos explotaron, las
paredes se sacudieron por los constantes disparos en pantalla y los cuerpos
cubrieron el suelo.
No habían conversado mucho. Fletch había estirado su gran cuerpo en el
sofá, dejándola en el sillón reclinable. Él no había invadido su espacio y la
había tocado compulsivamente. No había hecho ningún comentario
sugerente. Tanna no tenía idea de cuánto le gustaban sus juegos previos
verbales y sus bromas sexuales hasta que no los había tenido.
Había sido como salir con su hermano. Especialmente cuando escuchó a
Fletch roncar.
Normalmente se enojaría con un comportamiento masculino tan
grosero. Pero se recordó que no era una cita verdadera. Solo dos amigos
pasando el rato. El buen doctor había trabajado todo el largo día.
Claramente el hombre estaba exhausto.
A medianoche, Tanna se sentó en el borde del sofá, sin saber si debía
despertarlo o reacomodarlo para que no terminara con una contractura en el
cuello. Se acercó y le retiró la sección de cabello salvaje de donde había
caído sobre su frente.
Los ojos de Fletch se abrieron de inmediato. Les tomó un par de
segundos enfocarse. No le dedicó una sonrisa deslumbrante y ella sintió una
punzada de decepción.
—Mierda. Me quedé dormido, ¿verdad?
—Sí.
—Lo siento. ¿Qué hora es?
—Medianoche.
Él gimió.
—Tengo un viaje de cuarenta y cinco minutos a casa.
—No tienes que irte. Podrías quedarte aquí esta noche.
La mirada masculina había vagado por su rostro, por su cuello hasta su
escote y de regreso para encontrarse con sus ojos. El nivel de calor en el
suyo estaba listo para arder, no para escaldarse, pero ella sabía que no haría
falta mucho para encenderse.
—No puedo.
—¿Por qué no?—dijo ella incluso cuando sabía la respuesta.
—Porque no hay manera en el infierno de que pueda quedarme fuera de
tu cama—dijo con una voz ronca de advertencia. Hizo una pausa y siguió
mirándola—. Violaría las reglas de la amistad.
Abrió la boca para decir al diablo con las estúpidas reglas cuando el
bolsillo delantero de la camisa de él comenzó a vibrar.
Fletch apartó la mirada, mascullando sobre el mal momento. Se sentó
con el teléfono zumbando en la mano.
—Soy el doctor Fletcher. Sí. No, adelante y conécteme con el número.
—Se apartó el pelo de la cara. Después se golpeó la rodilla con los dedos
mientras sostenía la línea.
Tanna recogió los tazones de palomitas de maíz y los llevó a la cocina.
—¿Randy? Hola, soy Fletch. No, está bien. Por eso tengo un servicio de
contestador. ¿Qué pasa con Bluebell? Sí. Sí. — Él escuchó—. Si has
probado todo eso y no te ha ayudado, será mejor que vaya a echar un
vistazo. Demoraré cuarenta y cinco minutos. Dile a Annabeth que prepare
una jarra de café. —Colgó y suspiró.
Si esto fuera una relación, Tanna le pasaría las manos por la espalda y le
rodearía el cuello con los brazos. En cambio, dijo:
—El deber llama, ¿eh?
—Sí.
—¿Con qué frecuencia ocurre esto?
Él se levantó.
—Depende de la época del año. Las llamadas se han interrumpido en las
últimas tres semanas. El lugar al que voy esta noche…. la hija del tipo
compite en concursos de cutting horse6. La hija se asusta fácilmente. Su
padre me llama. Por lo general, no es nada importante. Pero siempre existe
esa primera vez.
—Sé algo sobre entrar en pánico con los caballos últimamente.
Fletch la miró fijamente.
—¿Alguna vez me vas a decir qué pasó donde Eli?
—Ya lo hice. No sé de qué me servirá repetirlo.
—Supongo que nunca lo sabrás a menos que lo intentes. —Él se pasó
las manos por el pelo y quitó la gorra de la mesa de café. En la puerta se
volvió y le dedicó una sonrisa avergonzada—. Lo siento, me dormí.
—Échale la culpa a la compañía.
—Podría culpar a muchas cosas, dulzura sureña, pero nunca a eso.
Buenas noches.
—¿Tanna?—alguien dijo detrás de ella y saltó, terminando
inmediatamente el flashback.
Se dio la vuelta y le sonrió a Vivien.
—Lo siento. Hoy estoy distraída.
—No te preocupes. Para que lo sepas, nos tomábamos en serio reunirnos
contigo para tomar una copa o diez en Buckeye Joe's.
—Pero hay estipulaciones—dijo Tilda, mirando alrededor del hombro
de Vivien.
—¿Cómo qué?
—Como nada—dijo la señorita Maybelle, mirando a Tilda con disgusto
—. Si te presentas, te iniciaremos.
Tanna miró una a una, cada una la estaba mirando seriamente y se dio
cuenta de que no estaban bromeando.
—¿Si me presento?
—Es difícil de creer que no todo el mundo quiera pasar el rato con
nosotras, ¿verdad?—dijo Pearl con un suspiro—. Asustamos a la gente.
—Bueno, señoras, soy de Texas. Estoy hecha de cosas mucho más duras
que eso. Tal vez todas aprendan algunos trucos nuevos de mí.
—Ya me gusta—dijo Garnet—. Pero tengo que ser honesta, si le
estamos enseñando nuevos trucos a este cachorra, necesitaré unas horas de
sueño reparador.

Tanna estaba empezando a sentirse como una habitué en el Buckeye,


dado que había estado cuatro veces en dos semanas. Pero ya que este era el
único bar de la ciudad, había muchas posibilidades de que todos se sintieran
así. Y siempre había considerado pequeña su ciudad natal.
Después de que se acomodaron y pidieron bebidas, Tanna dijo:
—Si compro la primera ronda de chupitos, tengo la promesa de que
todas lo beberán de un solo trago sin importar qué.
La señorita Maybelle se inclinó hacia adelante, sus ojos de un azul
acerado detrás de sus gruesas gafas.
—Adelante, Texas.
La mirada de Tanna pasó de la señorita Maybelle a Tilda, Garnet, Pearl,
Vivien y Bernice.
—Está bien. Despejen la mesa, volveré.
Sherry Gilchrist le sonrió a Tanna mientras se acercaba a la barra.
—¿Ya te tienen jugando a buscar y cargar para ellas?
—No. Esta ronda es mía. Así que necesitaré siete chupitos de tequila.
—Marchando. —Sherry colocó siete vasos de chupito en una bandeja y
llenó cada uno sin derramar una gota—. ¿Algo más?
—Una botella de salsa Tabasco.
—Tanna, cariño, ¿estás segura de que quieres burlarte de ellas con esto?
—Sí. —No podía admitir que los Mud Lilies habían estado burlándose
de ella. Agitó la salsa picante hasta que se formó una capa de color naranja
rojizo en la parte superior de cada vaso. Le devolvió la botella a Sherry y
buscó algo de dinero en el bolsillo de sus vaqueros—. ¿Cuánto te debo?
—Nada.
Tanna se inclinó hacia adelante.
—Tonterías. Ya recibí mi bebida gratis la semana pasada.
—No te ofendas. Estas bebidas no son de la casa. Pero están pagadas y
eso es todo lo que puedo decir. —Ella sonrió—. Disfrutad.
Ella llevó la bandeja a la mesa. Las mujeres miraron los chupitos , se
miraron entre ella y después a Tanna.
—¿Qué es esto?—dijo Pearl.
—Un incendio en las praderas de Texas. —Después de que todas
agarraron un vaso de chupito, Tanna levantó el suyo para brindar—. Dios
bendiga mi estado natal de Texas. —Ella bebió rápidamente el trago que le
robó el aliento. Sus ojos se humedecieron. Su garganta se cerró. Sus
conductos nasales protestaron. Ella resopló con gusto y dijo—. Eso es de lo
que estoy hablando.
Cuando miró alrededor del grupo, vio vasos de chupito vacíos. Ninguna
de ellas tomó una cerveza helada para detener el rastro de fuego hacia el
estómago. ¿Y cómo diablos habían terminado los tragos más rápido que
ella? Debió de tener una mirada confundida porque Vivien le ofreció una
palmadita de abuela en el brazo.
—Eso fue realmente un brindis dulce, querida Tanna. Gracias.
¿Dulce?
—Pero…
—¿No es la reacción que esperabas?—preguntó la señorita Maybelle.
—¡No! Todavía me arde la boca. ¿Las de vosotras no?
Seis cabezas negaron al unísono.
—Si así es como ella reacciona… tal vez no deberíamos darle la versión
de Wyoming de esa bebida—dijo Garnet.
—Espere. ¿Habéis tomado este trago antes?
—Sí. No tuvo mucho efecto en nosotras, así que lo modificamos un
poco.
—¿Cómo?—preguntó Tanna.
Bernice sonrió.
—¿Quieres que te lo contemos? ¿O estás dispuesta a probar uno?
¿Un reto? ¡Venga!
—Veamos qué tenéis.
Pearl aplaudió con alegría, agarró la bandeja y se dirigió a la barra.
Cuando Tanna miró hacia arriba, Sherry hizo un gesto estás en
problemas ahora con la cabeza.
Tenían que estar fanfarroneando.
Tanna lo creyó cuando Pearl repartió los tragos. Incluso lo creyó durante
el brindis por “Wyoming, el estado de la igualdad”. Pero en el instante en
que ese calor dulce y abrasador calor chamuscó el revestimiento de su
garganta, hizo que sus pulmones se paralizaran y todos los pelos de su
cuerpo se erizaran, quiso admitir la derrota, jurar que nunca volvería a
dudar de ellas con tal de hacer que se detuviera.
Bernice la golpeó en la espalda con un agudo:
—Respira.
Ella escupió. Tosió. Aspiró grandes bocanadas de aire. Por suerte, no
vomitó. Dios. Nunca lo olvidaría. Después de secarse los ojos llorosos, miró
a los rostros que la miraban. Ninguna de ellas había siquiera sudado.
—Oh. Mi. Dios. ¿Están dispuestas a matarme?
Risas.
—¿Qué fue ese brebaje malvado?
—Se llama un incendio forestal de Wyoming. Everclear (marca de alcohol
concentrado al 90%, hecho de maíz), licor de canela, cubierto con salsa
picante de habanero.
Tanna apuró la mitad de su cerveza en un intento por apagar el fuego. Se
atragantó.
—¿De dónde sacaste la salsa habanero?
Pearl sacó una botella del bolso.
—Siempre llevo algo conmigo. La mayoría de la comida es tan insípida.
Irreal.
—¿Quién quiere un chupito se te caen las bragas rosas?—preguntó
Garnet.
—Yo no. Necesito…
—¿Tener cojones?—entonó Tilda dulcemente.
¿Qué demonios?
—Se necesitarán al menos dos tragos más para que estés a la altura de la
reputación de la mujer salvaje de Texas de la que hemos oído hablar—
advirtió Bernice.
Ey. ¿El equipo mayor la estaba mirando con lástima? A la mierda con
eso.
—Bien. Un se te caen las bragas y un…?
—Asesino de zombis—dijeron al unísono.
Dios.
—¿Quiero saber siquiera qué hay en él?
—Nop. Pero te sugiero que te limites a uno.
Dos tragos más tarde, Tanna decidió que había terminado de beber por
la noche. Se cambió a Coca-Cola, pero bebió de un vaso bajo para que los
Mud Lilies no supieran que dejaría de beber y no la acusarían de ser una
malvavisco de Texas.
Tanna había pasado algún tipo de prueba y las damas la abrazaron como
a una nieta perdida hacía mucho tiempo. No había sentido tanta calidez y
conexión personal durante más tiempo de que quería pensar. Rio. Escuchó
historias escandalosas que tenían que ser ciertas.
Después aparecieron los tipos, para deleite de las mujeres. Era dulce y
divertido cómo estas mujeres habían envuelto a los jóvenes vaqueros
alrededor de sus dedos. Tobin, Hugh, Ike, Max y Holt se desempeñaban
como guardianes y compañeros de baile.
Sintió una punzada de decepción que Fletch no estuviera con ellos. Y
tenía demasiado orgullo para preguntarles a sus amigos si él planeaba unirse
a ellos más tarde.
Al principio, sus dudas sobre involucrarse con Fletch se habían basado
en su condición de residente temporal en Wyoming. Pero ahora, conociendo
el brutal horario de trabajo del veterinario, involucrarse con él
probablemente sería una receta para la soledad.
Tobin la miró a los ojos.
—¿Todo está bien?
—Lo estará cuando bailes conmigo.
Él sonrió. Señor. ¿Por qué no podía enamorarse de un dulce pastelito
como él? Tobin era guapo. Musculoso. Inteligente. Dispuesto. Podría
entrenarlo totalmente para que fuera el tipo de hombre que quería en la
cama.
Pero Fletch ya es el tipo de hombre que necesitas. Experimentado.
Mandón. Juguetón. Intenso.
—¿Tanna?—dijo Tobin suavemente.
Su enfoque volvió a él.
—Lo siento. Creo que esa bebida asesino de zombis se comió parte de
mi cerebro.
—Probablemente. —Tobin le tendió la mano y la ayudó a levantarse—.
Un consejo. Corre si ellas mencionan bebidas con polvo de duendes. Suena
como un brebaje de chicas inocentes, ¿verdad?
—Verdad.
—Incorrecto. —La condujo a la pista de baile—. Digamos que todavía
no recuerdo al ayudante del sheriff llevando mi culo a casa o por qué pensé
que sería una buena idea dormir desnudo en un sillón en mi terraza.
Tanna no pudo evitar reír.
—Así que ahora que estás de buen humor, ¿puedo preguntarte cuándo
vas a salir conmigo?
—Estoy bailando contigo, ¿no?
—Eso no cuenta.
—Soy mayor que tú.
Él guiñó un ojo.
—Solo significa que quedarás impresionada por mi vigor juvenil.
—Cierto. Pero también es cierto que tengo mucho equipaje.
—¿No es irónico que yo solía ser el encargado de equipaje en Split
Rock?
Ella le sonrió, completamente encantada. Lástima que hubiera conocido
a otro tipo demasiado encantador primero.
Y los pies de Tanna fallaron un paso cuando lo vio entrar por la puerta.
Capítulo 13

U
¿ n beneficio de estar con las Mud Lilies? Nadie se le acercaba para
pedirle consejos sobre el cuidado de los animales porque la mayoría de la
gente en la ciudad les temía.
En la última media hora, Fletch se había relajado y puesto al día con las
mujeres que lo habían hecho desternillarse de risa. Le habían agradecido
por presentar a Cora a su grupo, pero Garnet y Vivien lo distrajeron adrede
cuando él les preguntó el paradero de Cora un sábado por la noche.
Extraño.
El grupo se había separado, dejándolo a él y a la señorita Maybelle
solos. De todos modos, no quería saber qué estaban haciendo las damas. Así
que miró a Tanna discretamente.
—Estoy bastante segura de que tu mirada ardiente por sí sola no es
suficiente para hacer que su ropa se evapore—dijo la señorita Maybelle.
O tal vez su mirada no había sido tan discreta. Fletch se sonrojó y apartó
la mirada de Tanna moviendo el esqueleto en la pista de baile.
—Es obvio, ¿eh?
—Sí. Pero no pienses ni por un segundo que ella es ajena a lo intenso
que le estás prestando atención. Mi pregunta es ¿por qué estás aquí, en lugar
de allá?
—El camino a través de la barra va en ambos sentidos. ¿Por qué no está
ella aquí?
La señorita Maybelle le señaló con el dedo.
—¿Qué les pasa a los jóvenes de hoy y su necesidad de jugar?
Oh, tío. Modo sermón. Mejor si mantenía la boca cerrada.
—Tanna quiere bailar contigo, pero en lugar de invitarte, está bailando
sugerentemente con todos menos contigo. Mostrándote lo que te estás
perdiendo.
Poco sabía ella, Fletch era perfectamente consciente de lo bien que
Tanna movía ese cuerpo delgado y musculoso en espacios reducidos.
—¿Siquiera me estás escuchando?—le preguntó la señorita Maybelle.
—Sí, señora.
—¿Por qué todavía no la has invitado a bailar? —Ella hizo una pausa,
dándole tiempo suficiente para responder. Cuando no lo hizo, espetó—. Ver
para creer, pienso que el doctor grande y duro... es simplemente una gallina.
Su boca se abrió.
—No lo soy.
Ella cacareó.
La mujer realmente le cacareaba.
—Muy agradable, señorita Maybelle.
Ella se encogió de hombros.
—Entonces, ¿quieres un poco de ensalada de col con tu pollo?
Fletch tomó otro sorbo de cerveza, negándose a ser incitado.
—No me importa decirle, doctor Fletcher, que he estado bebiendo un
poquito, como diría nuestra Tilda.
—No. ¿En serio?
Ella le dio un golpe en el hombro.
—Qué boca tan inteligente. Sé que no obtuviste eso de tu encantador
padre.
—Te sorprenderías. —Oye. Espera. ¿Cómo conocía la señorita
Maybelle a su padre?
—Pero te daré mi mejor consejo después de haber dado algunos.
—¿Qué te hace pensar que necesito un consejo?
—Porque estás lidiando con un vejestorio como yo en lugar de tener un
polvo con la señorita Tex-ass como la llama Devin. Ese nombre le queda
bien. Tiene esas curvas femeninas y esa veta salvaje que a los hombres los
vuelve locos. Apuesto a que Devin no toleraría que la pasaran de un tipo a
otro en la pista de baile mientras él está sentado con po…
—No lo digas. —Había una imagen que no necesitaba de esta mujer de
hablar dulce—. Bien. Lo entendí. Iré.
—De nada—gritó la señorita Maybelle, mientras pasaba junto a una
mesa de colegialas que reían tontamente.
Fletch mantuvo su mirada en Tanna mientras se abría paso entre la gente
que se dirigía al bar. Una de las ventajas de su altura y tamaño: las personas
trataban de evitarlo. El grupo con el que Tanna estaba charlando lo había
evitado.
Tanna se permitió una sonrisa tensa.
—Fletch. Me sorprende verte aquí…
—No, no te sorprende. Llevo aquí media hora, como ya sabes. —Él la
agarró de la mano y dijo—. Discúlpennos—con una sonrisa antes de
remolcarla hasta el borde más alejado de la pista de baile.
—¿Qué estás haciendo?
—Tomando mi turno para bailar contigo. —Fletch la acercó a su cuerpo
y comenzó a mecerlos al ritmo de la música.
—Podrías haber preguntado.
Puso los labios en su oreja.
—Dulzura sureña, ¿quieres bailar conmigo? ¿Porfa, porfa, porfa?
¿Porfaaa?
Tanna se estremeció.
—No es justo. Sabes lo que me hace cuando me susurras al oído.
—¿En serio? Lo olvidé. Tal vez necesito un curso de actualización sobre
lo que te hace masilla en mis manos. —Él dejó que su mano se deslizara
desde la parte baja de la espalda hasta su trasero—. Y encajas muy bien en
mis manos, ¿verdad?
—Estás raro esta noche.
—Oh, no tiene por qué ser así. Puedo estar así contigo todas las noches.
—¿Estás tratando de seducirme?
—Estoy tratando de convencerte que te quites los pantalones. Después
espero que el resto de tu ropa siga el mismo camino y caiga al suelo de mi
habitación. O mi camioneta. O diablos, incluso el cuarto de baño.
Ella se rio suavemente.
—¿Y después qué?
Fletch trazó con su lengua la oreja.
—Después te doy un curso de actualización sobre lo que puedo hacer
con mi boca y mis manos. Recuerdo que te gustó la forma en que uso mi
lengua.
—Mmmjá. —Ella giró la cabeza y le mordió el costado de la mandíbula
—. También me gustó mucho la forma en que usaste tu polla.
Allí estaba ella. La descarada chica sexy que había conocido la primera
vez. Gracias a Dios.
—Cosa graciosa. Mi polla estaba pensando en lo mucho que le gustas.
—Él presionó su ingle contra la de ella—. Lo mucho que te extraña.
—Tenía la sospecha de que estaba feliz de verme.
Él se echó hacia atrás y la miró a la cara.
—¿Cuánto tiempo me vas a mantener alejado? ¿Y por qué quieres eso?
Estábamos bien juntos, Tanna. Malditamente bien.
—Lo sé.
—Entonces, ¿por qué estás luchando contra esto?
Ella sostuvo su mirada durante diez segundos y después la bajó a su
barbilla.
—Porque no sería una noche. Ambos sabemos que si voy a casa contigo
esta noche, no sería la última vez… sería el comienzo, ya que no podríamos
detenernos porque el sexo es tan espectacular.
—¿Por qué tendríamos que parar?
—Porque querrás más de mí. Y no puedo dártelo. Entonces te sentirás
resentido y enojado por eso y te desquitarás conmigo, incluso cuando te
advertí de antemano que así sería.
Esa fue una evaluación dura. Pero ella no estaba muy lejos de la verdad.
Él había sido el receptor de ese tipo de frustración. Siempre que se
involucraba con una mujer, le advertía desde el principio que su trabajo era
lo primero. También le hacía saber que se ausentaba mucho y era propenso
a cancelar planes sin importar cuánto tiempo llevaran hechos. La mujer
siempre le aseguraba que lo entendía. Pero nunca lo hacía. Primero
empezarían las pequeñas pullas. Seguidas de la hostilidad. Después
lágrimas y acusaciones. Terminando con el gran discurso de ruptura sobre el
idiota desconsiderado que era y ninguna mujer en su sano juicio querría
estar con él.
—¿Fletch?
Miró a Tanna a los ojos.
—Lo siento. ¿Qué dijiste?
—¿En qué estabas pensando?
—En demostrarte que estás equivocada.
—¿Y cómo planeas hacer eso?
Rozó sus labios sobre los de ella.
—Llevándote fuera y follándote hasta dejarte ciega en mi camioneta.
Después de corrernos los dos, al menos dos veces, me iría a casa. Ni
siquiera te llamaría mañana.
Ella resopló.
—¿No es eso lo que quieres? —Fletch le pasó la palma por el culo y
después por la columna—. ¿Una conexión íntima solo durante el sexo?
Puedo darte eso.
—¿Así que ya no seremos amigos?
—Podemos ser amigos, porque me gustas. Pero también seríamos
amantes. —Él le apartó el pelo de los hombros—. ¿Es eso lo que quieres?
Ella presionó su cuerpo contra el de él y besó el hueco de su garganta.
—Dilo—exigió con brusquedad—. En voz alta. Así que no lo entienda
mal.
—Te quiero como más que un amigo.
—¿Y?
—Y… ¿Qué tal si probamos la suspensión de tu camioneta ahora
mismo?
Él se inclinó más cerca.
—Solo si juras que no me vas a dar otra muestra de lo maravilloso que
es entre nosotros y luego te escapas de nuevo.
—Me escapé a la mañana siguiente porque se suponía que iba a ser una
cosa de una noche. Sexo caliente con un hombre caliente. No esperaba que
a un día de mudarme a Muddy Gap te vería. —Las yemas de sus dedos
rozaron sus suaves pómulos—. Y todavía te deseo.
La canción terminó. Manteniéndola agarrada de la mano, rodeó el
escenario y la condujo por la puerta lateral. Se dirigió hacia su camioneta a
buen ritmo.
—Detente—dijo Tanna a mitad de camino.
Cuando se dio la vuelta para preguntarle qué pasaba, ella se lanzó hacia
él.
—Bésame. Quiero que me folles pero quiero que me beses primero,
porque sabes besar.
Su boca se encontró con la de ella inmediatamente. Ávidamente. Su
lengua buscó la de él, deslizándose y acariciando. Su cabeza se movió para
profundizar el ángulo.
Sus manos estaban sobre él. Él quería más. Piel con piel sería un buen
punto de partida. Se obligó a soltar su boca.
—Vamos.
—Mi camioneta está aquí. —Y, él notó que ella miraba hacia el frente
del bar. Tanna abrió la puerta del pasajero y dijo—. Tú primero.
Fletch subió, agradecido de que tuviera una gran diésel que le dejaba
mucho espacio en la cabina.
Ella se sentó a horcajadas sobre su regazo y cerró la puerta de un golpe.
Apoyó los antebrazos en sus hombros.
—Ahora, ¿dónde estábamos?
—A punto de desnudarnos.
—Compite contigo.
Sin camisa, capturó su boca, besándola con el mismo celo que usaban
sus manos para recorrer su piel tersa. Sus dedos encontraron el broche
delantero del sujetador y entonces sus abundantes pechos fueron suyos para
que los tomara. Soltó su boca y siguió la curva sexy de su cuello hasta el
escote.
—Pon tus manos sobre mis rodillas y arquéate hacia atrás.
—Sí—siseó ella, cuando su lengua húmeda azotó el pezón.
Juntó sus pechos y usó su boca para enloquecerla. Chupando sus
pezones lo más profundo que podía en su boca. Echándose hacia atrás para
frotar su rostro sobre los suaves globos. Usando los dientes para pellizcar
las puntas. Dejando que sus pulgares acariciaran la parte inferior de la carne
pesada. Enterró su rostro en el escote.
—Quiero deslizar mi polla aquí.
—Fletch. Por favor.
—¿Por favor qué? —Le lamió el pezón derecho, observando cómo se
ponía rígido.
—Por favor, ¿podemos quitarnos el resto de nuestra ropa para que
puedas follarme?
—Implicará algunas maniobras.
—No creo que ninguno de los dos sea ajeno al sexo en camionetas. —
Tanna se inclinó hacia un lado y se retorció hasta que sus hombros
estuvieron en el asiento y sus pies en la ventanilla del lado del pasajero.
Levantando las caderas, se desabrochó y abrió la cremallera, bajándose los
vaqueros hasta las rodillas.
Fletch los bajó el resto del camino. Cuando levantó la mirada, ella había
comenzado a deslizar sus bragas por los muslos. Una vez que el trozo de
encaje llegó a las rodillas, él se inclinó y las agarró con los dientes,
levantando sus piernas de la ventanilla una a la vez para quitárselas.
Riendo, ella se sentó derecha.
—¿Necesitas ayuda con tus vaqueros?
—Nop. —Desabotonado y desabrochado, se bajó los vaqueros y bóxers
hasta los tobillos. Se las arregló para mantener su cordura, incluso con una
mujer desnuda y sexy retorciéndose encima de él, y sacó un condón de la
billetera.
Tanna se lo arrebató de los dedos.
—Permítame. —Ella lo abrió y lo miró a los ojos mientras lo hacía
rodar por su eje. Entonces lo besó febrilmente y trató de trepar.
Las manos de Fletch en sus caderas detuvieron el movimiento.
—Te quiero mirando hacia adelante. —Deslizó sus manos hacia abajo,
sus pulgares encontraron el clítoris—. Para que pueda tocarte así.
La lujuria volvió a sus ojos.
—Oh. Buen plan. —Ella se dio la vuelta.
—Espera un segundo. —Él se deslizó hasta que su trasero estuvo medio
fuera del asiento. Sus pies estaban junto a sus caderas, sus rodillas se
extendían por fuera de las de él. Sostuvo su polla en la base y la alineó con
su suave y húmedo coño—. Agarra el tablero. — Se empujó hacia ese
apretado calor. Tan pronto como estuvo completamente dentro de ella, juntó
las piernas.
Ella levantó la cabeza y gimió.
—Me gusta esto.
—Pensé que te gustaría. —Le apartó el pelo a un lado, dejando al
descubierto su piel. Arrastró un beso con la boca abierta desde la parte
central del hombro hasta la nuca—. Móntame, vaquera.
Tanna se levantó de su polla hasta que solo la punta permaneció dentro
de ella. Volvió a dejarse caer, metiendo su polla profundamente.
—¿Qué tal esto?
—Increíble. —Le mordió la oreja—. Úsame como necesites. Tienes las
riendas.
Ella hizo un gruñido. Meciéndose hacia atrás. Rodando hacia adelante.
Observar el movimiento sinuoso de su cuerpo… éxtasis. Sentir su coño
mojado apretando su polla… semejante paraíso que los dedos de los pies se
doblaron en sus botas.
Extendió la mano sobre su hueso púbico, siguiendo su raja hasta donde
estaban unidos. Cubriendo su dedo medio con sus jugos, lo colocó en el
clítoris, frotando círculos en el manojo de nervios mientras la volvía a
besar.
Las ventanas se habían empañado. El asiento chirriaba con cada empuje.
El aire estaba lleno de una respiración agitada y el aroma del sexo. Estaban
en su propio pequeño mundo y era un excelente lugar para estar.
—Lo necesito más rápido—jadeó ella.
—¿Como así?—murmuró, usando estocadas cortas y rápidas.
—Exactamente así. Dios, eso se siente bien.
Fletch capturó su pecho izquierdo. Pellizcando su pezón con el mismo
ritmo que daba golpecitos en su clítoris hinchado.
Tanna jadeó y echó la cabeza hacia atrás. Su coño se apretó en las más
dulces y calientes contracciones mientras su clítoris palpitaba bajo su dedo
acariciándolo. Su jadeo se convirtió en un largo gemido cuando el placer se
apoderó de ella.
Sus movimientos se ralentizaron y Fletch siguió su ejemplo.
Retrocediendo. Acariciándole la piel con manos y boca.
—Eres tan sexy, Tanna. Maldita sea. Podría correrme sólo por oírte
correr.
Ella frotó su mejilla contra la de él, la mitad inferior de su cuerpo
inmóvil.
—¿Qué tal si te ayudo con eso? —Ella le soltó la polla y se dio la vuelta
para mirarlo, metiendo las rodillas debajo de sus axilas. Apoyando sus
manos detrás de ella sobre los masculinos muslos y se impulsó hacia
adelante.
Siseó.
—Dulzura sureña, eso me hará perder.
—Bueno. Muéstrame. Pierde el control por mí.
Se inclinó más cerca, envolviendo una mano alrededor de su nuca para
tomar su boca, la otra mano en su trasero, instándola a moverse más rápido.
Su torso estaba arqueado de modo que sus pezones solo rozaban su pecho
con cada meneo de sus caderas. Tan caliente, sexy y necesario como era
este rapidito, quería más de esto. Quería que ella se arqueara y se retorciera
debajo de él. Sus manos fuertes agarraron su culo mientras la follaba sin
pensar. Sus caliente gemidos entrecortados en su oído mientras él la
atormentaba y torturaba, llevándola al borde una y otra vez.
Esas imágenes, junto con los empujes profundos y constantes, y sus
uñas clavándose en sus muslos empujaron a Fletch al punto en que no tuvo
otro pensamiento coherente en la cabeza mientras explotaba en un estallido
candente de placer.
Pequeños mordiscos en su mandíbula lo devolvieron del estado
nebuloso de estupor postorgásmico.
—Bueno, eso nos calmó los nervios—susurró Tanna.
Él se rio contra su garganta.
—¿Quieres más?
—Mmmjá. No hay vuelta atrás, ¿recuerdas? —Ella arqueó el cuello,
dándole pleno acceso—. Ven a casa. Quédate conmigo toda la noche. Y
mañana. No tendremos que salir de la cama en absoluto.
—Suena como el cielo. —No rompió el humor advirtiéndole que podría,
y probablemente sucedería, ser llamado en algún momento.
Ella suspiró y ronroneó mientras él acariciaba la piel vulnerable debajo
de su mandíbula.
—No quiero que dejes de hacer eso. Dulce niño Jesús, esa boca tuya es
mortal. Pero tengo un calambre en la pantorrilla.
—Entonces desmonta. —Fletch le besó la punta de la barbilla.
—Ayúdame.
Él apretó sus manos sobre su culo para estabilizarla. Por qué agarró su
trasero y no su espalda para realizar esa tarea… bueno, realmente amaba su
culo. Especialmente su culo desnudo.
Ella se subió al lado del conductor. Antes de que ella le pidiera su ropa,
se la entregó, besó su brazo desnudo y le dio una palmaditas en el pecho.
—A menos que quieras que el próximo vuelva a suceder en mi
camioneta, será mejor que dejes de tocarme. —Ella agarró su muñeca y
frotó sus nudillos contra su pezón—. Me gustan estas grandes manos tuyas
y no veo la hora de volver a tenerlas encima. —Ella le besó los nudillos—.
Y otra vez.
Dios. Se estaba poniendo duro.
—Pronto. ¿Tienes… ? —Él señaló su entrepierna.
—Sí. —Tanna le pasó una servilleta de un local de comida rápida.
Después de deshacerse del condón, se enderezó la ropa. La miró para
verla metiéndose la camisa.
—Entonces, ¿te veré en tu casa?
Ella frunció.
—Sé que no puedes dejar tu vehículo aquí con todos los tranquilizantes
para caballos y esas cosas, pero ¿por qué no parece que estarás justo detrás
de mí?
—Oh, planeo estar detrás de ti al menos una vez esta noche. —Él sonrió
—. Pero primero, voy a regresar para asegurarme de que las Mud Lilies
tengan transporte a casa. Realmente parecían estar haciéndose pedazos esta
noche. Eso me preocupa.
—Me lo estás diciendo—murmuró—. Y es dulce de tu parte
preocuparte por ellas..
—Solo hago lo que haría por cualquier amigo.
Tanna sonrió.
—Bueno, no cualquier amigo, espero. No como lo que me acabas de
hacer, amigo.
—Sabelotodo. —La besó con fuerza—. Culo.
—Me gusta tu lado gruñón de cavernícola. —Ella suspiró—. No tardes,
¿de acuerdo?
Capítulo 14

Mientras Tanna esperaba a que Fletch apareciera, sus pies descalzos se


abrieron paso por el linóleo y se preguntó por qué estaba tan nerviosa.
Habían tenido sexo hacía veinte minutos. E incluso entonces no había sido
la primera vez que estuvieron juntos.
Se había cepillado los dientes. No se había quitado la ropa. ¿Debería
llevar su bata de satén y una sonrisa?
Dios. ¿Qué le pasaba? Nunca se había preocupado por estas cosas.
Un motor aceleró afuera antes de apagarse. Tanna se quedó paralizada al
escuchar los sonidos. Una puerta se cerró y fuertes pisadas resonaron en la
cubierta. Una pausa en la puerta antes de llamar.
—Adelante.
Entonces Fletch se paró sobre la alfombra. Sus manos colgaban a los
lados. Se veía hermoso con ese caliente y excitado masculino brillo en los
ojos. El rubor en las mejillas. La respiración irregular. El bulto en sus
vaqueros.
Tanna casi perdió la capacidad de respirar cuando él dijo:
—Ven. Aquí.
Sus piernas parecieron ceder ante tanta pasión mientras pegaba su
cuerpo al de él. Sus dedos estaban en el cabello masculino, agarrándose
mientras la besaba con abandono. Las manos de Fletch aterrizaron en su
culo y la levantó, instando a sus piernas a rodear su cintura. Hizo todo esto
sin perder el ritmo, ni del beso ni de las zancadas mientras los conducía por
el pasillo hasta su dormitorio.
Él no la arrojó sobre la cama. La apretó contra la puerta y rompió el
beso.
El corazón de Tanna latía muy fuerte. No había ni rastro del Fletch
juguetón en las ardientes profundidades de sus ojos oscuros.
—Me moría de ganas de ponerte las manos encima desde el momento
en que me desperté solo en esa miserable habitación de motel. Follarte en tu
camioneta quitó el filo. Pero no he terminado contigo. Y esta vez, no hay
prisa.
Ella frotó la mejilla contra la de él y susurró:
—Pero me encanta duro y rápido.
—Voy a hacer todo lo posible para que te encante largo y lento también.
—Volvió a besarla y la apoyó en el suelo. Abrió cada botón de su camisa
hasta que quedó colgando abierta, tiró de la tela para quitarla y la blusa
flotó hasta el suelo.
Los dedos femeninos se apretaron en sus bíceps mientras su boca
caliente recorría el centro de su garganta. Mientras sus labios y lengua
atormentaban sus pechos empujándolos fuera de las copas de encaje del
sujetador, sus palmas se deslizaron hacia la parte delantera de su caja
torácica. Un tirón rápido y le quitó el sujetador.
Fletch se echó hacia atrás para mirarla a la cara mientras desnudaba la
parte superior de su cuerpo. Sintió la inusual necesidad de cubrirse viendo
la forma íntima en que la miraba.
—Eres perfecta, Tanna. —Él acarició con la punta de la nariz y
atormentó sus pechos, usando las manos, la boca, la aspereza de los pelos
de la barba y la tersura de sus mejillas. Tocándola en todas partes excepto
en sus pezones.
Ella se retorció y se arqueó, tratando de obligar a su boca a rozar las
puntas apretadas.
Él enterró su rostro en el escote, dejando una estela de besos calientes
bajando en línea recta por su vientre, cayó de rodillas. Esas grandes manos
suyas eran tan suaves en sus caderas. Rozó su cálida boca por encima de la
cintura de sus vaqueros y siguió haciendo eso, enloquecedoramente lento,
hasta que todo su cuerpo tembló.
—Quítate los vaqueros—murmuró contra su piel—. Bragas también. —
Entonces se apoyó en cuclillas, esperando a que ella cumpliera sus órdenes.
Tanna se desabrochó, bajó la cremallera y empujó los vaqueros y sus
bragas de encaje hasta los tobillos, apartándolos de una patada. Su corazón
dio un salto y su cuerpo se estremeció cuando las manos de piel áspera
aterrizaron en el interior de sus muslos y los separaron más.
Fletch bajó la cabeza y lamió su raja. Hizo un gruñido y lo volvió a
hacer. Y otra vez.
En la cuarta lamida, instintivamente le puso las manos en la cabeza y lo
apartó.
Pero él esquivó sus manos y regresó a donde había estado, enfocando su
lengua en hacer círculos alrededor del clítoris una y otra vez, después
zigzagueando esa lengua perversamente rápida hacia la entrada de su
cuerpo y hundiéndola profundamente.
Dios, ella amaba esto. Mucho. Excepto por la sensación de descontrol.
La que sentía ahora mismo. Sus dedos agarraron su cabello y empujó su
boca hacia arriba, apartándola de sus hormigueantes partes de chica.
Él se echó hacia atrás y la miró.
—¿Hay algún problema conmigo estando aquí abajo?
No te sonrojes.
—¿Por qué…?
—Porque te estás alejando de mí como un maldito gusano en un anzuelo
y sigues empujando mi cabeza. —La punta de sus dedos apretó la parte
superior de sus muslos—. Recuerdo que también lo hiciste la primera noche
que estuvimos juntos. ¿Estoy haciendo algo mal?
Ella volvió la cabeza.
—Mírame.
Sus ojos se encontraron con los de él.
—No. No estás haciendo nada malo. Soy yo. Es mi problema. Es solo
que… se siente tan bien y siempre soy tan movediza. Me corro muy rápido
de esta manera y es vergonzoso.
Fletch se puso de pie. Sus piernas enfundadas en los vaqueros rozaron
las desnudas de ella. La suave camisa de algodón frotó contra sus pezones y
su vientre. Su boca le rozó la oreja.
—Entonces es mi problema también. Mira, quiero pasar mucho más
tiempo chupando, lamiendo y besando tu bonito coño. No me gusta cuando
me empujas. Quiero quedarme ahí, hasta que te corras por mi cara.
Tanna soltó un suave gemido.
—Entonces, tengo una solución para ayudar con ese problema de
inquietud... si confías en mí.
Ella enterró su rostro en el cuello masculino.
—Lamento que ya haya hecho esto incómodo.
—Solo es incómodo si uno de nosotros se va porque no podemos
manejar las… necesidades del otro, a falta de una palabra mejor. ¿Ok?
—Ok.
Él la besó, apartándola de la puerta y haciéndola caminar hacia atrás
hasta que los pliegues de sus rodillas golpearon el colchón.
—Sube a la cama y estírate.
Tanna trató de desconectar las voces de advertencia en su cabeza
mientras se deslizaba hacia el medio del colchón. Miró al techo y entonces
Fletch se puso a cuatro patas encima de ella, con esa sonrisa malvada, muy
malvada. El hombre se movía tan rápido y silenciosamente como un
depredador cazando. Y su postura gritaba que tenía la intención de
dominarla.
—Ten pensamientos sensuales, dulzura sureña. Intenta quedarte quieta.
Y cierra esos bonitos ojos. —Tan pronto como lo hizo, la cama se movió.
Se preparó para el cálido deslizamiento de su lengua o una suave
succión. Tal vez las yemas de sus dedos callosos bailando por su cuerpo.
Pensar en todos los posibles escenarios sexys tuvo el efecto deseado. Su
mente y su cuerpo estaban preparados.
Entonces, ¿a dónde se había ido?
Lo escuchó respirar con respiraciones lentas y medidas. Reconoció el
roce de un cajón de la cómoda al cerrarse.
—¿Sabes lo jodidamente hermosa que te ves tirada ahí esperándome? —
La ubicación de su voz le dijo que se había movido al otro lado de la cama.
Entonces escuchó plop, plop, plop mientras las almohadas golpeaban el
suelo.
Él zarandeó el colchón. Primero le dio unos golpecitos en el
interior de la pantorrilla, como una señal para abrir más sus piernas.
Después colocó besos suaves como plumas en la parte interior y en el
hueso del tobillo mientras sus dedos acariciaban la piel donde trabajaba su
boca.
—Ahora estamos llegando a la parte en la que debes quedarte quieta,
¿de acuerdo?
—Ah. Sí. Por supuesto. Pan comido… Dios mío, ¿qué estás haciendo?
Fletch atormentó y acarició su tobillo izquierdo de la misma manera y
ella lo sintió suspendido sobre ella, las rodillas presionando contra sus
muslos. Su aliento jugueteó con sus labios.
—Lo único en lo que debes pensar es en mi boca sobre la tuya. —Él
depositó suaves besos en sus labios entreabiertos. Su mano le rodeó el
bíceps y se movió a lo largo de su brazo derecho. Pasó los dedos por los de
ella y los apretó antes de soltar su mano. Algo suave rodeó su muñeca.
Antes de que pensara en preguntar qué era, él aumentó la intensidad del
beso. Esos dedos maravillosamente ásperos acariciaron su brazo izquierdo
mientras su boca controlaba la de ella.
Lo quería desnudo, sintiendo esa conexión piel con piel. Ella se
acercó… o lo intentó pero sólo pudo levantar los brazos unos centímetros.
Rompió el beso y se movió más vigorosamente, pero no pasó nada.
—¿Fletch?
—Pensé que te había dicho que te quedaras quieta—murmuró y
depositó una estela de besos por el costado de su cuello.
—¿Por qué no puedo moverme?
—Porque te até. —Él rodeó lánguidamente su pezón con la lengua, sin
apartar los ojos de ella.
—¡Qué! —Tanna intentó levantar las piernas pero también estaban
inmovilizadas—¿Cómo… Por qué harías eso?
—Porque dijiste que confiabas en mí. —Él chupó con fuerza la punta
rígida y la piel femenina se cubrió de piel de gallina—. Porque no quiero
que tus manos o tus rodillas me aparten del camino cuando te estoy
saboreando hasta saciarme de ti. —Él rio entre dientes—. Pero primero,
prueba esos nudos.
Tanna vio que le había atado los brazos con un par de medias de nailon
hasta la rodilla.
—Dulce Señor. ¿Sacaste esto de mi tocador?
—Ajá.
—¿Y me ataste a la cabecera?
—Sí. Te advertí que manear 7es una técnica eficaz. ¿No estás de
acuerdo?
Ella observó cómo su cabeza oscura se movía sobre su pecho.
—Me encanta este lugar de aquí. —Su mejilla siguió la curva interior de
su seno derecho—. La piel es tan suave y pálida. —Su boca serpenteó por
sus costillas y ella jadeó—. Hay cosquillas aquí también, por lo que veo.
—Fletch.
—Tanna.
A ella le gustaban las diferentes formas en que decía su nombre. A
veces alargado. A veces, una sílaba corta. Pero le encantaba cuando lo
gruñía contra su piel.
Avanzó poco a poco por su cuerpo, un beso a la vez hasta que tuvo que
estirarse entre sus muslos.
Ella trató de zafarse, pero entre las ataduras y el agarre de hierro de
Fletch, tenía poca movilidad.
Y eso a él le divirtió muchísimo.
—También podrías relajarte y disfrutar de esto porque estaré aquí por un
rato.
Al primer golpe húmedo de su lengua, ella gimió. Mientras Fletch daba
suaves chupones a lo largo de su raja, dejó de intentar escapar. Dejó de
pensar en tener cosquillas. Su cuerpo parecía fundirse más en el colchón
con cada suave succión. Su mente se nubló con las delicadas lamidas. Él la
volvió a poner en alerta con un repentino roce de los dientes.
El pulso le latía con fuerza en la garganta. Los lazos que ataban sus
muñecas no estaban demasiado apretados, pero sintió que su pulso también
se aceleraba allí.
Cuando ese pequeño hormigueo comenzó en la base de su columna
vertebral, inclinó las caderas y dijo:
—Tan cerca.
Entonces Fletch hizo esa sexy vibración contra su sexo, y su necesidad
de darle este placer la liberó. Se corrió con una ráfaga de contracciones
rápidas. La boca hambrienta absorbió a todas.
Su audición disminuyó un poco, como si hubiera salido de un concierto
ruidoso. Se obligó a entrar aire en los pulmones porque había dejado de
respirar. Tan pronto como sus ojos se enfocaron, se levantó y miró hacia
abajo de su cuerpo.
El depravado hombre chupaba los labios del coño y los soltó con un
fuerte pop. Él subió y bajó las cejas rápidamente.
—Mejor cuando no puedes moverte, ¿eh?
—¿Muy engreído?
—Solo cuando es justificado.
—¿Me vas a atar todo el tiempo para que no pueda tocarte mientras me
haces volar la… cabeza?
—Tal vez. ¿Eso significa que quieres que te desate?
—Sí. —Ella agregó—. Por favor.
—Lástima. —Él sonrió y le besó el interior del muslo—. Porque vas a
correrte de nuevo.
—No puedo. Es demasiado.
—Nunca es demasiado. Y te advertí que planeaba saciarme de ti.
—Fletch… —Ella terminó con un breve jadeo cuando él sopló
directamente en su clítoris. Por extraño que fuera, se sentía como un
vibrador.
—Cállate, Tanna, y disfruta esto. Yo seguro que lo hago. —Aplastó la
lengua y lamió su coño con largos y lentos lengüetazos—. ¿Tienes idea de
cuántas veces me masturbé pensando en la noche que pasé en la cama
contigo? —Lamidas más profundas cuando la punta de su lengua bordeó la
abertura de su coño—. Debería verificar si el motel me facturó por la
lámpara que rompiste.
—No fue mi culpa… oh, Dios, haz eso de nuevo. —Fletch hizo algo con
la lengua sobre su clítoris que hizo que todo su cuerpo temblara.
—Totalmente tu culpa. Tenía una mano tirando de tu cabello y otra entre
tus muslos, así que no fueron mis brazos agitados los que la derribaron.
—¡Porque me tenías inclinada sobre la cómoda! Y seguiste haciendo esa
cosa retorcida con tus caderas, que me hizo correrme tan fuerte que no
podía ver. Así que es tu culpa que necesitara algo a lo que aferrarme para no
flotar en la inconsciencia sexual.
Él rio entre dientes.
—El sonido de esa lámpara chocando contra el suelo cuando empezaste
a correrte fue una de las cosas más sexys que he escuchado. —Dejó de
acariciarla y atormentarla para mirarla—. Basta de hablar.
Su cuerpo estalló en piel de gallina ante su mirada intensa y muy
masculina.
Fletch se sumergió de nuevo, la boca ocupada en su coño.
Cuando ella se retorció ante la atención continua, él presionó la parte
inferior de su abdomen y empujó un dedo dentro de ella. Sintiendo lo
húmeda que se había puesto de nuevo, añadió otro.
Sus dedos entraron y salieron de ella mientras su lengua revoloteaba
sobre su clítoris. No constantemente, sino fugazmente, de manera
atormentadora. Haciéndola querer el contacto ininterrumpido.
Sopló una corriente de aire a través de los tejidos sensibilizados y
después lamió un lado de su hendidura y luego el otro. Deteniéndose en
medio para chupar sus labios vaginales.
Mientras su mente cantaba tan, tan, tan cerca, el orgasmo se disparó a
través de ella. No tan poderoso como el primero, pero más largo.
Entonces su aliento en el oído fue tan caliente como sus palabras.
—Lo necesito rápido. —Le desató la muñeca derecha y después la
izquierda.
Sus manos estuvieron inmediatamente en su cabeza, sus dedos se
sumergieron en su cabello mientras acercaba su boca hacia la de ella para
un beso profundo. Saboreándose en sus labios y lengua nunca había sido
más sexy. Nunca la había puesto tan caliente.
Fletch debió haber desatado sus piernas porque podía envolverlas
alrededor de su cintura y presionar su cuerpo completamente contra el suyo
mientras la empalaba. Sus caderas se movían con tanta fuerza que la
cabecera se estrellaba contra los paneles con cada estocada.
Este hombre tenía tanta pasión. Ponía de manifiesto cada parte de ella
mientras le hacía el amor, de todas las formas en que le había mostrado que
podría ser el sexo más caliente de su vida, si tan solo confiara en él.
Y así lo hizo.
Moviendo las piernas alrededor de sus caderas, apoyó los pies en la
cama y levantó la pelvis, dándole un ángulo más profundo.
Él rompió el beso con un gemido, extendiendo sus manos por debajo
para agarrarle el culo, sosteniéndola allí mientras bombeaba más fuerte,
más rápido.
—Dios, Tanna, tan jodidamente bueno—masculló, enterrando el rostro
en su cuello mientras se corría con un gruñido áspero.
Pero mientras él yacía allí, recuperando el aliento, expulsando el aire de
sus pulmones, tuvo un momento de pánico. Recordando su accidente y el
peso de Jezabel sobre ella durante esos espantosos segundos.
Fletch sintió algo y se apartó de ella.
—¿Estás bien?
Solo soy un bicho raro.
Ella sonrió y lo besó.
—Estoy bien. Tú eres sólo… macizo.
—Mierda. Lo siento.
—No lo sientas.
—Mmm… —Le acarició el cuello con la nariz—. Hay una manera de
arreglar eso.
—¿Cómo? —Ella soltó un pequeño chillido cuando los hizo rodar y
sonrió.
—Esta vez tú puedes estar arriba.

Algo zumbaba en la mesa de noche.


Alarma estúpida. Se olvidó de apagarla. No tenía que trabajar temprano.
Y definitivamente no quería moverse ya que tenía un hombre desnudo y
sexy en su cama.
La vibración cesó.
Gracias a Dios.
Entonces sonaron cuatro campanillas fuertes.
Inmediatamente, los fuertes brazos que la sostenían desaparecieron.
Fletch se levantó y se inclinó sobre ella.
—Lo siento. Ese era el mío.
—¿Qué hora es?
—Las siete.
Tanna gimió. La última vez que había mirado el reloj, después de una
sudorosa sesión de sexo en la ducha que la había dejado bizca y con la
garganta dolorida de gemir, había leído casi las tres de la madrugada
—Necesito…
—Espera un segundo. Estoy llamando a mi servicio de contestador. —
Se levantó y se sentó en el borde de la cama.
Ella se dio la vuelta. Su espalda desnuda la enfrentó y se permitió una
pequeña sonrisa al ver los rasguños. Una espalda tan sexy, musculosa y del
color más hermoso, bronce dorado con un mínimo tinte de rojo. Quería
pasar los labios por los rasguños para un beso sanador. Quería arrastrar la
lengua desde la base de su cuello, comenzando por debajo de ese cabello
sedoso, por su columna hasta la raja de su culo. Quería respirar su aroma
matutino mientras su boca saboreaba su piel tibia por el sueño.
Pero ella se portó bien cuando él puso su voz oficial de veterinario.
—¿Larry? Soy Fletch. Escuché tu mensaje. ¿Ha habido algún cambio?
Ajá. ¿Sigue sangrando o se ha cerrado? Ajá. No. Si crees que se puede
salvar, estoy en camino. Para ser franco, ¿si existe la posibilidad de que esté
muerta cuando llegue en dos horas? Quizás quieras discutirlo con Sharon.
Estamos en tarifas dominicales. Con tiempo de viaje. —Unos cuantos ajá
más y él dijo—. Avísame. Por supuesto. Dudo que reciba otra llamada de
emergencia en los próximos quince minutos.
Dejó caer el teléfono de su oído y suspiró.
Tanna se deslizó detrás de él, rodeándolo con las piernas y apoyando la
mejilla entre sus omóplatos.
—¿El deber llama al doctor Fletcher?
—Aún no. Mi cliente necesita discutir las opciones de tratamiento con
su esposa, ya que se enfrentarían a una gran factura, así que estoy en el
limbo hasta que tenga noticias. —Le pasó las manos por los muslos
desnudos—. Esperaba poder pasar más parte del día contigo. Me gustaría
decir que esto nunca sucede, pero sucede mucho.
Sin disculpas. Este era quien era. Tanna sabía que estaba convirtiendo
esto en un momento decisivo.
—Podría hacer pucheros porque mi tiempo de juego contigo ha sido
reducido. O podríamos tener un rapidito para comenzar el día de la mejor
manera. Ya sabes. Para matar el tiempo mientras esperas. —Ella le besó la
espalda.
—Un rapidito, ¿eh?
—Incluso dejaré que me vuelvas a atar.
—¿Puedo azotar ese buen culo tuyo?
—Umm. No.
—Maldición.
Ella rio.
—Agarra un condón.
Después de ponerse uno, ya estaba duro, gran sorpresa y la acechó a
través del colchón.
—¿Esto no es una follada de compasión?
—Follarte no es una tarea, créeme. —Tanna le rodeó el cuello con los
brazos—. Pero si quieres, puedo intentar un soltar un lamento y gemir muy
fuerte.
—Lo harás de todos modos—dijo Fletch y la empaló hasta la
empuñadura.
Después de revolver su cerebro y poner una gran sonrisa en los rostros
de ambos, ella lo observó ir y venir por el lado de la cama.
Mientras estaban en el momento, piel con piel, boca con boca, Tanna
sabía que Fletch no había estado pensando en nada más que complacerla.
Haciéndola olvidarse de todo excepto lo bien que podía satisfacerla.
Pero ahora… su atención había cambiado.
Era extrañamente caliente y absolutamente encantador.
No puedes enamorarte de este hombre, Tanna. Recuérdalo.
Su teléfono sonó.
—Oye, Larry. No, está bien. Voy en camino. —Colgó y marcó otro
número—. Doctor Fletcher, 2295. —Él hizo una pausa—. Solicitud de
agregado al mensaje estándar. —Otra pausa—. Debido a una llamada a un
sitio remoto, el tiempo de espera para la respuesta de emergencia será
superior a cuatro horas.
Fletch recogió su ropa. Primero metió los pies en los calcetines y luego
se puso los bóxers.
—Lástima que no puedas ejecutar tu práctica veterinaria desnudo—
murmuró ella—. Es una lástima cubrir tu estupendo cuerpo, Doc.
—Divertidísimo. Eso es justo lo que necesito. Un caballo mordiendo mi
polla pensando que es una zanahoria.
—Una zanahoria grande y jugosa—susurró ella—. Y sé de primera
mano lo bien que sabe.
Él rio. Mientras se ponía los vaqueros, preguntó:
—¿Qué vas a hacer hoy?
Necesitando una conexión física con él después de la intensidad de las
últimas horas, salió de la cama y ella se hizo cargo de abrocharle la camisa.
—Tengo que trabajar en el salón a las cuatro. Junta de accionistas de
Split Rock. ¿Qué pasa contigo? ¿Si terminas tu llamada antes?
—Dudo que eso suceda. Si vamos a salvar a la yegua, será necesaria una
reparación quirúrgica. Estaré aniquilado después de eso. Y si tengo tiempo
libre los domingos, paso y salgo con mi padre.
—Salvas ponis heridos. Adoras a tu padre. ¿Y eres una bestia en la
cama? Eres demasiado bueno para ser verdad, August.
—Difícilmente—le respondió, y se sonrojó de todos modos. Esa
reacción pareció molestarlo, por lo que atrapó su rostro entre sus manos y la
besó. Sus labios cosquillaron un poco cuando finalmente se apartó—. No
demasiado bueno para ser verdad, dulzura sureña. Solo soy un hombre
haciendo su trabajo. ¿Y en este momento? Desearía ser un conserje para
poder pasar todo el día contigo.
—Cuídate.
—Lo haré. Estaré en contacto. Pronto, ¿de acuerdo?
—De acuerdo.
Tanna esperó a que la puerta se cerrara antes de acurrucarse debajo de
las mantas y volver a dormirse.
Capítulo 15

—Necesito hablar con usted, doctor Fletcher.


La mirada de Fletch se movió de la pantalla de su computadora a Cora.
—Por supuesto. ¿Qué necesitas?
—Preferiría tener esta discusión en el área de recepción. —Ella giró
sobre su zapato ortopédico y salió de la oficina.
Una citación además de estar enjaulado, intimidado lidiando con el
papeleo que había estado posponiendo desde siempre. Este día no tenía un
comienzo auspicioso ya que aún no era mediodía. Fletch empujó la silla
hacia atrás y la siguió.
Pero Cora no estaba en su lugar habitual, sentada recatadamente detrás
de su escritorio. Ella miró por la puerta principal, con un fajo de papeles en
la mano.
—Está bien, Cora, ¿qué pasa?
Ella se dio la vuelta.
—He trabajado para ti durante nueve años.
Mierda. ¿Estaba dándole un aviso?
—En ese tiempo he pedido una semana libre aquí y allá. Agradezco el
tiempo libre extra pagado en Navidad. Pero la verdad es que he querido
tomar unas vacaciones prolongadas durante bastante tiempo.
—Deberías haberme dicho algo…
—Ah ah ah. No he terminado y diré todo lo que tengo antes de que
puedas intervenir, Doc.
—Bien. Continua.
—Incluso cuando me tomo un receso, tú no lo haces. Ni una sola vez en
nueve años. Tienes todas las llamadas transferidas a tu teléfono, por lo que
cuando no estoy en la oficina es el doble de trabajo para ti.
—Eso es parte del trabajo, ya que soy dueño de mi propio negocio. —
¿Por qué le estaba contando algo que él ya sabía—. Además, no soy del tipo
que se toma vacaciones.
Ella lo apuñaló con su dedo huesudo.
—¿Cómo puedes saber que no eres del tipo que se toma vacaciones si
nunca lo has intentado?
Había comenzado a tener un mal presentimiento acerca de esta
discusión, más allá del temor de que ella pudiera estar entregando su
renuncia.
—Tienes un motivo para todo este fastidio, ¿verdad?
En lugar de ensartarlo con una mirada altiva por su brusca respuesta, se
rio. Sonaba un poco cruel, lo que, francamente lo asustó.
—Desearía estar cerca para ver cómo lo manejas, doctor Listillo.
—¿Manejar qué?
—Tus vacaciones.
¿Había pasado por alto de alguna manera las señales de que ella había
comenzado a volverse senil?
—Cora. Estás confundida. No me voy a tomar unas vacaciones.
Cora cruzó los brazos sobre el pecho.
—Oh, sí, lo harás. ¿Recuerdas hace unas semanas cuando mencioné mi
formulario de solicitud de vacaciones y me dijiste que hiciera lo que
quisiera? Lo hice.
—¿Qué? ¡Nunca dije eso!
—¡Ja! Lo hiciste y tengo la grabación en mi iPhone si quieres
escucharla.
Mierda.
—Llené la solicitud de vacaciones y te dije que la leyeras. Varias veces.
Puedo decir por la expresión en blanco de tu rostro que no te molestaste,
incluso cuando me aseguraste en varias ocasiones cuando te lo pregunté
específicamente, que efectivamente había leído el documento.
Fletch, nervioso, se pasó una mano por el pelo.
—Bien. Admito que no lo leí. Pero no lo necesitaba, porque siempre has
programado tu tiempo libre durante las vacaciones de verano para que
puedas maximizar los días de vacaciones. Y te tomas unos días sin paga.
Estoy bien con eso.
Sus labios se estiraron en una sonrisa.
—Excelente. Porque me estoy tomando unos días más no remunerados
de lo que suelo hacer.
—¿Cuántos?
—Treinta y cinco.
—¿Qué?
—El miércoles salgo en un viaje de seis semanas a Europa. Y mientras
programaba mis vacaciones, limpié tu agenda durante seis semanas. El
correo se ha detenido. Se han pagado las facturas. Se han suspendido las
entregas médicas de rutina. El servicio de contestador se ha cambiado. El
doctor Arneson, el doctor Anderson y el doctor Eriksen están cubriendo tus
llamadas. Todas tus llamadas. No vi la necesidad de enviar un memorando a
tus clientes diciéndoles que estarás de vacaciones porque ambos sabemos
que intentarán comunicarse contigo en casa.
—Cora. ¿Qué mi…
Ella levantó la mano para detener su protesta.
—Has cubierto a tus colegas durante los últimos siete años. Cada año,
los tres se las han arreglado para tomarse al menos dos semanas completas
de descanso en sus consultas. Entonces, según su estimación… no la mía…
cada uno de ellos te debe una semana de reciprocidad por cada año.
Estamos hablando de veintiún semanas. Dado que es la temporada
tranquila, no fue un problema para ellos ocuparse y cada uno cubrirá dos
semanas como devolución. Así que también estás de vacaciones durante
seis semanas.
Fletch sabía que su mandíbula colgaba hasta el suelo. ¿Quién pensaba
que era decidiendo arbitrariamente que necesitaba unas vacaciones? Este
era su negocio. Ella era su empleada. No tenía derecho a tomar esa
decisión.
—Reconozco la ira en tus ojos, doctor Fletcher. Antes de que empieces
a gritarme, te recordaré que soy la gerente de tu oficina. No una secretaria
cualquiera. He estado contigo desde el comienzo de tu carrera. En el último
año comencé a ver señales que me asustan. Estás susceptible. Patinando
muy cerca del agotamiento. No tienes vida fuera del cuidado que le das a
los animales de otras personas. —La tristeza llenó sus ojos y levantó la
barbilla—. Eres un buen hombre. Y un buen veterinario. Pero necesitas
encontrar un equilibrio en tu vida.
—¿Entonces estás forzando el problema?—dijo con irritación—.
¿Obligándome a encontrar el equilibrio?
—Sí. Y esto te molestará aún más cuando te diga que hablé de esto con
tu padre. Estuvo de acuerdo conmigo que la única forma de hacerte ver la
importancia de hacer cambios en tu vida era intervenir. —Cora apretó el
botón del intercomunicador del teléfono—. ¿Bruce? Puedes salir ahora.
Fletch se dio la vuelta para ver a su padre entrar tranquilamente desde la
sala de operaciones. Otro impacto lo recorrió cuando se paró junto a Cora.
—¿Tú también estás involucrado en esto?
—Si. Cora ha estado preocupada por ti durante algún tiempo. Yo
también. Lo hemos discutido varias veces. Dado que constantemente
ignoras nuestras preocupaciones, unimos fuerzas.
—Escucha, papá…
—No, tú escucha.
¡Ay! Fletch no había escuchado ese tono paternal cortante en años.
—Este es un trato hecho. Estás oficialmente de vacaciones. Fueron
necesarias medidas drásticas, pero los únicos que saben que tuvimos que
obligarte a estas vacaciones somos nosotros tres en esta sala. En lo que
respecta a tus colegas y clientes, te estás tomando un descanso programado.
Como tu gerente de oficina, solo me encargué de todos los detalles y lo
configuré.
—¿También preparaste un paquete de vacaciones para mí?—demandó
él.
—Dios no quiera que presumamos tanto—dijo Cora con un resoplido.
Sí, ya había presumido muchísimo.
—No hay paquete de vacaciones, hijo. Tienes tiempo para hacer lo que
quieras mientras Cora y yo estemos en Europa…
—Espera. ¿Vas con ella?
Su padre sonrió y le guiñó un ojo a Cora.
—Me fui de la lengua, muffin.
¿Muffin? No. Oh, mierda, no. Esto no estaba sucediendo.
La mirada de Fletch se movió entre ellos y no podía creer lo que veía.
Su padre de setenta y siete años y su gerente de oficina de setenta años se
miraban el uno al otro… Dios santo, ¿eso era lujuria?
Mis ojos. Por favor. Hazlo parar.
—Sé que es sorprendente—ofreció su padre.
Hablando de un eufemismo.
—¿Cuánto tiempo ha estado sucediendo?
—Unos pocos meses.
—¿Unos pocos meses?—repitió Fletch.
—Más o menos. Y es una prueba más de lo preocupado que estás que ni
siquiera te diste cuenta.
Solo otro punto que no podía discutir.
—He estado viendo a Cora durante algunos años, pero pensé que una
mujer inteligente y elegante como ella rechazaría a un antiguo mecánico
petrolero arruinado como yo.
—Oh, tú y ese pico de oro. No hay nada malo en ti, Bruce Fletcher.
Literalmente corres en círculos alrededor de hombres con la mitad de tu
edad—respondió.
—Corrí detrás de ti bastante bien, ¿eh?
—Seguro que no me importó que me atraparas—prácticamente
ronroneó Cora.
Santa Mierda. Tendría que clavarse estacas en los oídos para no volver a
oír cosas así.
—También tengo que agradecerles a las Mud Lilies por presentarme—
dijo Cora—. Me ofrecieron un gran consejo que reforzó mi valor para
hacerle saber a Bruce que la atracción era mutua.
Maldita Garnet. Siempre tratando de jugar a casamentera. ¿O era Pearl?
Vivien era una mujer astuta. Y Tilda. Por no hablar de la señorita
Maybelle... maldita sea. Todas estaban involucradas. Todas estaban a punto
de recibir una bronca por su maldita intromisión.
—Así que Cora y yo reservamos las vacaciones juntos—dijo su padre.
—¿Juntos juntos? ¿Como compartiendo la misma… ?
—¿Habitación? Sí. Y estamos más allá de necesitar la charla sobre
cómo practicar sexo seguro, hijo.
—¡Bruce!
Su padre se inclinó y le susurró algo al oído a Cora que la hizo reír. Y
sonrojarse. Y susurrar algo que hizo sonrojar a su padre.
Fletch se dejó caer en la silla más cercana, preguntándose si estaba
alucinando.
Llamar a sus colegas y decir que fue el blanco de una broma lo haría
parecer un idiota que no tenía control sobre su práctica o sobre su única
empleada.
Una mano aterrizó en su hombro y miró a su padre.
—¿Hijo? ¿Estás bien?
—No. ¿No podrías haber… oh, mencionado esto anoche cuando
pasamos dos horas juntos viendo el juego?
—¿Qué habrías hecho?—exigió su padre—. ¿Discutir? ¿Luchar contra
esto... nosotros? No. Esta era la única forma. Incluso si no sirve para nada
más que ponerte al día con tu sueño y las revistas médicas, será un tiempo
bien invertido.
La idea de estar sentado en su casa, sin hacer nada durante días y días,
hizo que cada músculo de su cuerpo se paralizara.
Por otra parte, la idea de subirse a un avión, vivir en un hotel, recorrer
algún lugar turístico en nombre de la relajación le hizo estallar en urticaria.
Pero aparentemente era un hecho consumado; tendría que encontrar una
manera de lidiar con eso.
—¿Cuándo os vais?
—Vamos a viajar a Denver esta noche. Cora me convenció de pasar el
martes en el Museo de Historia Natural. Nuestro avión a Heathrow sale a
las cuatro de la mañana del miércoles.
Trágate el sapo. Tu padre está emocionado por esto. ¿No te preocupaba
que no saliera de su lugar lo suficiente?
Si. Pero subirse a un avión a Europa parecía una forma drástica de
frenar su adicción al cribbage y Judge Judy.
—Diría algo ingenioso o profundo, pero me quedé sin palabras en este
momento y lo único que se me ocurre es que será mejor que me enviéis
unas malditas postales.

Después de dejar su oficina de trabajo, fue inmediatamente a la oficina


en su casa.
Seis semanas.
¿Cómo diablos se suponía que iba a llenar cuarenta y dos días?
No jugaba golf. O pescaba. O jugaba al tenis. O caminaba. O practicaba
bicicleta de montaña.
Su padre y Cora habían tenido razón al señalar su falta de intereses
externos.
Soltó un suspiro. Piensa, hombre.
Su mirada se enganchó en la gigantesca pila de revistas médicas y
actualizaciones de prácticas bovinas y equinas. Podría ocuparse de un par
de esas todos los días.
Bueno. Sigue adelante.
Podría terminar el artículo que había comenzado sobre la filosofía
australiana de cría de ovejas de los Ludlow en suelo estadounidense. Con
mucho gusto le darían datos concretos.
Otra buena idea. Tedioso, pero necesario, ya que habían pasado algunos
años desde la última vez que había publicado algo.
Si pudiera hacer algo, ¿cómo ocuparía su tiempo?
Fácil. Lo pasaría con Tanna.
Fletch dejó de caminar. ¿Por qué estaba pensando en ella ahora?
Porque incluso después de la increíble noche que habían tenido, el deber
los había llamado. Así que no estaba seguro de si técnicamente se estaban
viendo.
Y quería ver mucho más de ella.
El problema era que su casa estaba en Rawlins y ella estaba a cuarenta y
cinco minutos de distancia.
Así que muévete. Ve a ella. Puedes leer en cualquier lugar. Siempre que
tengas tu portátil, puede trabajar en tu trabajo de investigación.
Brillante.
Además, aquí tenía la oportunidad de cumplir su promesa de ayudar a
Renner a determinar si un programa comercial de cría de ganado era
financieramente viable. Jackson Stock Contracting compraba ganado sin
domar estrictamente para su propio uso, pero con la compañía obteniendo
toneladas de premios nacionales, otros contratistas de ganado se habían
acercado a Renner para expandirse a un programa de reproducción
comercial. La genética era el área de especialización de Tobin. Se suponía
que Fletch profundizaría en las reglas y regulaciones específicas de una
instalación de recolección de semen, transporte interestatal y equipamiento
necesario. Ahora con todo este tiempo libre… Renner no le diría que no.
Especialmente si el hombre no estaba pagando por su tiempo.
Se desplazó a través de su lista de contactos en el teléfono y presionó
LLAMAR.
El hombre respondió al segundo timbre.
—Renner Jackson.
—¿Renner? Soy Fletch.
—Hola. ¿Que hay de nuevo, Doc? —Renner rio.
Fletch gimió.
—Como si no hubiera escuchado eso un millón de veces.
—Estoy seguro. Así que admitiré que es extraño que me estés llamando.
Por lo general, soy yo el que está en pánico llamándote.
Probablemente debería haber ido a hablar con Renner en persona. Pero
al menos no tendría que mirar al hombre a los ojos cuando le explicara la
situación.
—Necesito pedirte un favor.
—Me has sacado el culo del fuego más veces de las que puedo contar.
Entonces, ¿hay algo que necesites? Dímelo.
—¿Todavía tienes un remolque de empleados vacío en Split Rock?
—Sí. ¿Por qué?
—Estoy tomando seis semanas de licencia de mi práctica.
Siguió una pausa saludable.
—Mierda, Fletch. ¿Está todo bien?
—Si. Está bien. Excepto por el factor agotamiento. —Él suspiró—. No
me he tomado ningún tiempo libre desde que me gradué de la escuela de
veterinaria. La gerente de mi oficina ha estado haciendo ruido acerca de
querer tomarse unas vacaciones prolongadas, así que se las estoy dando.
Silencio.
—¿Renner? ¿Estás allí?
—Ajá. Solo estoy sorprendido. Aunque creo que es genial—agregó
Renner apresuradamente—. ¿Por qué preguntas por el tráiler?
Fletch se acercó al gran ventanal de la parte trasera de su casa que tenía
una vista de la pradera y las colinas.
—Hay un par de cosas que he pospuesto. No puedo concentrarme en la
oficina y me distraigo con demasiada facilidad en casa. Necesito estar un
poco aislado, para que mis clientes no puedan ponerse en contacto conmigo
y dejar que los otros veterinarios que me cubren realmente se hagan cargo.
Pero no quiero alejarme demasiado de Rawlins. Mi otra opción es vivir en
el remolque de caballos de Eli en su casa, pero dudo que quiera que me
quede con él y Summer aunque sea por un corto tiempo. —Caminó hasta la
cocina—. Entonces pensé… el Split Rock es un centro turístico. Quizás
podría quedarme allí, pero no en el albergue porque no puedo pagarlo.
Permanecer en los remolques de los empleados sería como alquilar una
cabaña tranquila. ¿Verdad?
—No hay muchas fiestas salvajes en las habitaciones de los empleados,
eso es seguro—dijo Renner secamente.
—Eso es lo que estoy buscando. Un lugar donde pueda ir y venir cuando
me plazca. Mantenerme solo y trabajar a mi ritmo.
—Algunos días apesta ser tu propio jefe, ¿verdad?
—Soy un negrero de mí mismo, según oí decir a Cora.
Renner se rio entre dientes. Pero no dijo que sí.
—Además, el beneficio para Jackson Stock Contracting sería que yo
estuviera en el lugar si hubiera una emergencia animal.
Pasó otro instante de silencio.
—Tengo la intención de pagar el alquiler—dijo Fletch—. Y no esperaría
comer en el albergue.
—Guau. Todavía no he dicho que sí o no, así que no tienes por qué
venderte, Fletch.
Entonces, ¿cuál era el atraco?
—¿Necesitas consultarlo con los accionistas?
—No necesito su aprobación en algo como esto.
—¿Pero?
Fletch casi podía ver a Renner pasándose la mano por el cabello.
—Pero una parte de mí espera que si digo que no, irás a una isla tropical
en algún lugar y te tomarás el tiempo libre que necesites. Encontrarás una
chica caliente en bikini, te emborracharás y echarás un polvo.
No era como si pudiera confesar que sus pensamientos iban en la misma
línea. Pero no tendría que ir más lejos que a la caravana de al lado. Pero
replicó:
—Dada la oportunidad... ¿viajarías a un lugar exótico durante seis
semanas?
—Diablos, no. Probablemente no sabría qué hacer conmigo mismo.
—Ahí es donde estoy. Estas vacaciones parecían una buena idea en ese
momento y es un poco vergonzoso admitir que tampoco sé qué hacer
conmigo mismo. Por eso no se lo he mencionado a nadie. —Con suerte,
Renner creería esa pequeña mentira piadosa—. Sé que no he cumplido con
mi parte en la investigación del programa comercial de cría de ganado, así
que pensé que podría invertir tiempo en esa empresa mientras estoy allí.
—Si alguna vez dejas tu práctica veterinaria, quiero que vengas a
trabajar para mí, porque, hombre, realmente puedes venderlo.
Fletch se rio.
—Entonces, ¿tenemos un trato?
—Absolutamente. Siempre y cuando me des la verdadera razón por la
que dejas tu hermosa casa en Rawlins para mudarte a un remolque en medio
de la nada. Y no estoy hablando de los ejemplos que me diste, válidos como
son. ¿Cuál es la principal razón por la que quieres esto?
Mierda. No podría mentir ni para salvar su vida.
—Tanna.
—¿Que hay de ella?
—Estoy loco por ella. Tanna y yo nos hemos estado viendo de vez en
cuando desde antes de la marca. Con este descanso, tengo la oportunidad de
estar con ella sin que las llamadas telefónicas me interrumpan durante la
noche, o tratando de aprovechar el tiempo para verla después de haber
trabajado diecisiete horas. Si no está interesada, que así sea. Pero no
preguntaría si no creyera que hay algo entre nosotros que vale la pena
explorar… si tuviéramos el tiempo. Y ahora lo tenemos.
Renner suspiró.
—Sé exactamente de lo que estás hablando. Antes de conocer a Tierney,
no tenía otra vida además del trabajo. Si bien amo cómo me gano la vida,
amo más a mi esposa. Y escucho su voz en el fondo de mi cabeza,
diciéndome que este es uno de esos gestos románticos que las mujeres
adoran tanto. Así que estaré de acuerdo. Pero si tú y Tanna se separan,
tendrás que marcharte, no ella.
—Entendido. Y gracias, hombre, te lo debo.
Capítulo 16

Fletch miró con nostalgia su televisor de pantalla grande, su sistema


informático de última generación y su cama hecha a medida mientras
empacaba para su extraña aventura. Entonces se recordó que había cosas
más importantes en juego que las comodidades.
Cargó revistas médicas y tomos de referencia en dos bolsas de lona. Su
portátil y conexión Wi-Fi terminaron en su bolsa de viaje junto con cables
para todos sus dispositivos electrónicos. Mirando el montón de cosas en la
puerta principal, pensó, eso en cuanto empacar liviano. Tendría que volver
por el resto más tarde. Quería estar sentado en la cubierta de su remolque
cuando Tanna pasara después del trabajo. Tal vez actuara de manera casual,
recostado en una silla de jardín, vestido con pantalones cortos y un collar de
conchas de Puka8, tocando una guitarra con los pies descalzos.
Oye, la imagen relajada funcionaba para Devin McClain y Tanna
parecía que él le gustaba muchísimo.
A ella le gustas muchísimo… lo dijo, ¿recuerdas?
Con la casa bien cerrada, los suministros guardados, al menos los
suficientes para pasar la cena de esta noche y el desayuno de mañana, se
dirigió hacia Split Rock.
Cuando llegó a las afueras de Rawlins, pensó en pasar por la casa de su
padre para despedirse. El diablo en su hombro izquierdo le recordó que su
padre había conspirado con Cora a sus espaldas. El ángel en su hombro
derecho le recordó que su padre estaría fuera por seis semanas.
El diablo ganó. No era de extrañar, por lo general lo hacía.
Fletch dejó que su mente divagara en el camino. Cuando estaba de
servicio, conduciendo de un rancho a otro, se concentraba en cuáles podrían
ser los problemas en su próxima parada. Su concentración era tan absoluta
que apenas notaba el paisaje, recordándose que había vivido en esta área
casi toda su vida. Así que esta vez, observó el cambio de topografía,
maravillándose de lo rápido que ocurrió ese cambio. Aunque la mayoría de
sus amigos estaban en el negocio de la ganadería, su tierra era muy
diferente a la de los demás.
No había nadie en la oficina además de Renner cuando Fletch se detuvo
para recoger la llave del remolque. Pasaron muy poco tiempo hablando de
detalles sobre lo que Renner consideraba prioridades con el programa de
cría. A Fletch no le sorprendió saber que Tobin estaba a cargo. ¿No sería un
cambio tener un compañero de trabajo? No se había visto obligado a
combinar personalidades o ideas diferentes con nadie desde que comenzó
su negocio. Preferir hacer las cosas a su manera, a su ritmo, esas eran las
razones principales por las que se había lanzado al negocio por su cuenta en
primer lugar.
Pero le gustaba Tobin. Lo respetaba. Ahora, ojalá pudiera dejar de
pensar en él como un niño. Tobin era solo tres años menor que Hugh y
Fletch no lo consideraba un niño.
Se las había arreglado para evitar a Tanna cuando salió del albergue.
Después de descargar sus cosas, se quedó mirando la cama de matrimonio y
sintió una contracción en la espalda en protesta. Supuso que mañana
añadiría una tienda de muebles a su lista de lugares para detenerse en
Rawlins.
Tres latas de ravioles y cuatro tostadas de trigo sirvieron de cena.
Intentó organizar sus materiales de referencia, pero estaba demasiado
ansioso.
Como Renner le había dado luz verde para un pequeño fuego enrejado
en la cubierta, se arrastró por la zona boscosa detrás de los remolques en
busca de madera muerta. Hizo tres viajes hasta que tuvo suficiente para un
par de noches. Quebró las extremidades secas en pedazos manejables y
pensó que encendería el fuego al anochecer.
No era de extrañar que Tobin se detuviera. Además de Hugh. Ellos no
cuestionaron su repentino cambio de residencia y ambos parecían felices de
que estuviera por un tiempo. Cuando lo presionaron sobre sus planes
diarios, Fletch permaneció vago, no quería comprometerse con nada hasta
que tuviera la oportunidad de hablar con Tanna.
Después de que los hombres se fueron, Dave e Yvette, el cuidador de la
propiedad y su esposa, quien se encargaba de la limpieza y la lavandería del
albergue, se acercaron. Habían estado casados durante cuarenta años y se
mudaron a Wyoming después de que Dave se retirara del ejército. Con los
años de experiencia de Yvette en el sector limpieza de la industria hotelera,
habían aprovechado la oportunidad de trabajar juntos en Split Rock y vivir
en la hermosa campiña de Wyoming. Por supuesto, Fletch no sabía nada de
esto al principio de la conversación. A veces le sorprendía la facilidad con
la que las personas le contaban todo a un extraño.
Su corazón latió un poco más fuerte cuando escuchó el crujido de pasos
en la pasarela de tablas. Mantuvo su atención en el fuego crepitante.
Los pasos se detuvieron.
Él la miró, de pie en el borde de su cubierta.
—¿Fletch? ¿Qué diablos estás haciendo aquí?
Hombre. Le encantaba ese acento espeso como la miel de ella.
—Bonita noche, ¿verdad?
—Eh. Sí. Pero… —Entrecerró los ojos y cruzó los brazos sobre el pecho
—. ¿Tienes cosas de ganado que hacer por la mañana temprano y Renner te
está haciendo dormir aquí?
Él negó con la cabeza.
—¿Estabas bebiendo con Tobin y Hugh y estás demasiado borracho
para conducir a casa?
Volvió a negar con la cabeza.
—Bueno. Me rindo. ¿Por qué está estacionado en una silla de jardín
frente al fuego con los pies en alto? ¿A las diez de la noche? Bebiendo…
¿Eso es un enfriador de vino?
—Con sabor a bayas tropicales. Es lo que me sobró en la nevera de mi
casa. Y como había sido un día particularmente difícil, si me detuviera en la
licorería para comprar una botella de algo, estaría tentado a beberlo todo.
Así que estoy atrapado con esta 'cerveza de chica' como la llama Bran.
Tengo más en la nevera si estás interesada en tomar una copa conmigo.
Tanna lo miró de reojo.
—Necesito cambiarme de ropa.
Los ojos de Fletch vagaron sobre ella. Le gustó lo que vio y se aseguró
de que ella lo supiera.
—Dulzura sureña, siempre te ves fantástica. No importa lo que lleves…
o no, puesto.
—Pico de oro.
Enganchó el pie alrededor de la pata de plástico de la silla de jardín,
acercándola al fuego.
—Toma asiento.
Ella se dejó caer, apoyando sus pies junto a los de él.
—Ahora dame un maldito trago.
Él sacó una botella fría, le quitó la tapa y se la pasó. Chocando su
botella con la de ella, dijo:
—Por el final de este culo de día.
—¿Qué fue lo que pasó hoy, doctor Fletcher, que lo hizo tan difícil?
Decirle que recibió una bofetada de su gerente de oficina y su padre
podría darle una impresión equivocada, así que estiró la verdad.
—Terminé algunas cosas antes de cerrar mi consulta durante seis
semanas.
Ella se atragantó con la bebida.
—¿En serio? ¿Te tomas seis semanas de descanso?
—Sí.
—¿Por qué?
—Porque no me he tomado tiempo libre durante un período
prolongado… nunca. La gerente de mi oficina quería reservar una gira larga
por Europa y no puedo administrar mi práctica sin ella, así que estoy
usando el tiempo para escribir un par de artículos para revistas de la
industria agrícola. Para material de lectura que se ha acumulado en el
último año. Descansar.
—¿Hay alguna razón por la que no compartiste este dato cuando
estuvimos juntos este fin de semana?
La mirada que le dio le recordó que tenían otras cosas en la cabeza
además de discutir agendas. Tanna se sonrojó y él reprimió una sonrisa.
—No estaba seguro de dónde terminaría. Esta era solo una de mis
opciones. —Chocó su rodilla con la suya—. Y no quería hacerte ilusionar.
—Que considerado de tu parte. —Ladeó la cabeza y tomó un trago—.
Entonces, ¿estarás aquí en Split Rock todo el tiempo?
—Si me quedo en mi casa, veré demasiada televisión. O me iré al bar. O
mis clientes me molestarán. Este lugar es un buen escondite. Puedo hacer
mi trabajo y si tengo ganas de volverme loco, bueno, siempre puedo
conectar a Tobin. —Clavó la mirada en la de ella—. O contigo.
—Tengo que comportarme. Necesito este trabajo.
—No estaba sugiriendo que jugáramos al strip poker en la sala principal
del albergue. O ir a nadar desnudos en la nueva piscina.
—El estanque de cemento está prohibido para los empleados a menos
que no haya huéspedes alrededor.
Él se encogió de hombros.
—Prefiero el lago, de todos modos.
—Yo también.
—¿Sí? Tengo acceso a una casa en el lago. Rústica, pero la pesca es
buena.
—Apuesto a que el baño desnudo también es bueno—dijo ella con una
sonrisa.
—No lo he probado ya que solo he ido con mi padre. Pero si estás
interesada, avísame e iremos allí por uno o dos días.
—Eso suena bien.
El silencio se prolongó.
Tanna miró hacia arriba y lo sorprendió mirándola, porque no podía
detenerse.
—Eres hermosa. El resplandor de la luz del fuego te queda bien.
Ella lo miró de reojo.
—Dulce Señor. ¿Estás borracho?
Estaba tentado a echarse a reír, pero simplemente negó con la cabeza.
—Solo observador.
—Seguramente estás tratando de ponerme nerviosa.
—Tal vez. —Tamborileó con los dedos en el brazo de su sillón—. No te
vas a indignar conmigo ahora que te he elogiado, ¿verdad?
Tanna negó con la cabeza.
—¿Puedo preguntar si… estabas molesta porque me fui el domingo por
la mañana?
—No me habría hecho ningún bien enojarme y simplemente te habría
hecho sentir como una mierda. Hay vidas en juego en tu trabajo. ¿Desearía
que el día hubiera sido diferente? Algo. Pero sí me diste un adiós
memorable.
—Allí esta. Pero después no te llamé.
—¿Y? Sabías que estaba trabajando.
—Me estás dando excusas. . . eso es novedoso.
Ella inclinó la botella hacia él.
—Trato de ser memorable.
La apertura perfecta.
—Quiero algo más que un recuerdo, Tanna. —Su corazón se aceleró—.
Estoy sentado aquí actuando muy educado, conversando contigo, mientras
mi cerebro sigue proyectando la imagen de tu cuerpo desnudo. Sigo
escuchando esos sonidos sexys que haces cuando estoy dentro de ti. Estoy
recordando tu sabor. Así que, hermosa, lo voy a arriesgar. Quiero ser tu
amante durante todo el tiempo que estés en la ciudad.
—¿Quieres que seamos compañeros de follada?
Él negó con la cabeza.
—Puedo tener eso en cualquier momento que quiera y estoy seguro de
que tú también. Quiero algo diferente Me gustaría intentar… —jadeó con
total exageración—… salir contigo.
—¿En serio? ¿Por qué?
—Será divertido.
Tanna no parecía convencida.
—¿Puedo pensarlo?
—Por supuesto. Te daré quince segundos a partir de ahora.
—Eres un hombre de las cavernas.
—Parecía que te gustaba bastante ese lado mío tres veces el sábado por
la noche y una vez el domingo por la mañana.
—Señor todopoderoso, nunca te rindes.
—No cuando he encontrado algo que vale la pena conservar. —Fletch
extendió la mano y retorció un mechón de su cabello alrededor del dedo—.
También deberías saber que no soy del tipo que se esconde. Si dormimos
juntos, entonces estaremos juntos en público y en privado.
Tanna cerró los ojos y agachó la cabeza.
Como Fletch la había sujetado por el pelo, no tuvo que tirar con fuerza
para llamar su atención.
—¿Qué pasa?
Ella lo miró.
—Ha pasado un tiempo desde que escuché eso. Me he acostumbrado a
ser la chica salvaje que un tipo quiere en su cama, a puertas cerradas. Ya
sabes, la chica sucia, el pequeño secreto sucio, escondido a la luz del día.
Él sonrió, sabía que eso parecía depredador y no le importaba.
—Oh, créeme, dulzura sureña, vamos a ensuciarnos mucho a puerta
cerrada. Pero todos entenderán que estamos juntos en todos los sentidos de
la palabra cuando salgamos. —Una mirada que nunca había visto se posó
en su hermoso rostro—. ¿Qué?
—Eres tan jodidamente caliente cuando dices cosas así.
Él los acercó más hasta que estuvieron a una distancia de besos.
—¿Qué dices si apagamos este fuego para que podamos entrar y
encender otro?
—¿Con fricción corporal?—murmuró ella, frotando un lado de su rostro
contra la barba incipiente de su mandíbula—. Apuesto a que puedes
suministrar la madera.
Fletch se puso de pie y agarró la cubierta para el fuego para apagar las
brasas. Cuando miró a Tanna… todo lo que podía pensar era en deseo. La
ayudó a levantarse y la besó.
Ella se enroscó alrededor de él y trató de escalar su cuerpo.
Su pasión aceleró la de él y su polla presionó contra sus pantalones
cortos. Apretó una mano alrededor de su cadera y la otra en su cabello
mientras la conducía hacia la puerta.
Reacio a romper el beso, no quería golpearla accidentalmente en la
cabeza con la puerta mosquitera porque estaba concentrado en desnudarla.
Liberó su boca.
—Adentro. Ahora.
Apoyó la frente contra su pecho.
—Buena idea. Tobin y Hugh necesitan pagar por un espectáculo tan
caliente.
La maldita mujer lo hizo reír con su descaro.
Una vez que estuvieron dentro, la aplastó contra la pared, deslizando su
muslo entre los de ella, tirando de sus caderas hacia adelante.
Tanna lo besó con más fuerza. Sus manos se movían desde sus hombros
para apretar sus pectorales, se deslizaban por su estómago y se sumergían
por debajo de la cintura de sus pantalones cortos de camuflaje.
Su polla se sacudió, tratando de saltar a su mano.
Colocando las manos encima de las de ella, las deslizó debajo de su
camiseta sin mangas, queriendo sentirla tocar más que su polla. Hizo un
gruñido cuando las yemas de los dedos de ella se conectaron con cada
costilla y sus pulgares rasguearon sus pezones. Después las manos
femeninas se sumergieron debajo de sus axilas y le aferraron la espalda.
Tanna ralentizó el beso, dejando que su lengua acariciara la unión de sus
labios.
—Te deseo.
—Es bueno saber que coincidimos.
—No podía creer mi buena suerte al verte en Split Rock.
—¿Así que estabas haciéndote rogar?
Esos talentosos labios de ella siguieron el borde de su mandíbula hasta
su cuello.
—¿Parece que me estoy haciendo rogar ahora?
—No. Dios, no. —Él gimió cuando ella chupó la sección de piel debajo
de su oreja.
—Quiero mordisquearte. Lamerte. Chuparte mientras mis dedos
aprenden cada ondulación de este duro cuerpo tuyo. —Sus manos se
movieron alrededor de su pecho—. Puedo explorar más tarde, ¿verdad?
—Eh. Correcto.
—Porque tienes planes para mí ahora mismo.
—Cuanto más escucho ese acento sexy mientras tus manos están sobre
mí, más pierdo completamente el hilo de mis pensamientos. Todo en lo que
puedo pensar es en inclinarte sobre el brazo del sofá, porque está más cerca
que la cama, y follarte hasta que grites.
La boca de Tanna rozó su oreja.
—Entonces hazlo. Incluso te ayudaré a empezar. Levanta los brazos. —
Ella le quitó la camiseta sin mangas y la arrojó a un lado. Su boca capturó el
pezón izquierdo y chupó con fuerza—. Tu turno.
De alguna manera, sus gruesos dedos lograron desabrochar los botones
de la blusa, quitar la tela de los hombros y bajarla por los brazos.
Fletch gimió suavemente cuando vio su sencillo sujetador blanco.
Destacaba el tono de su piel, y el corte bajo le permitió enterrar el rostro en
ese suave escote.
—No es justo. No pude jugar con tu pecho por mucho tiempo.
—Es fácil perder el hilo cuando me enfrento a éstas. —Siguió los
bordes del ribete de satén con la lengua y aspiró su aroma mientras sus
dedos desenganchaban el cierre trasero. Sus palmas rozaron sus deliciosas
tetas y se desplazaron hacia sus caderas mientras caía de rodillas.
Él le quitó las botas. Después se movió a los pantalones de vestir que
cubrían su piel y su cálida, suave y húmeda parte de chica favorita.
Desabrochó el gancho, bajó la cremallera y cayeron al suelo. Tanna también
estaba usando unas bragas blancas sencillas, que eran mucho más sexys de
lo que jamás había imaginado.
Puso su boca sobre el algodón, inhalando su aroma y soplando aire
caliente sobre su montículo, esperando a ver si ella intentaba apartarse.
Tanna lo miró, manteniendo su cuerpo quieto.
—Muy bien. Sin retorcerme en absoluto hoy.
—Quizás solo estoy preocupada de que me vuelvas a atar. Estoy
demasiado impaciente para que me folles para perder el tiempo con utilerías
esta vez.
Chupó la piel que rodeaba su clítoris y dejó que su lengua trazara la
abertura a través de sus bragas. E imagina que. Ya estaba mojada allí. Un
momento tan excitante que ella se mojara tanto por él tan rápido.
Tanna dejó caer la cabeza hacia atrás y gimió.
—¿Por qué parece más travieso cuando tengo mis bragas puestas que
cuando tu cara está presionada en mi coño desnudo?
Manteniendo los ojos en los de ella, usó los dientes para bajarle las
bragas hasta los tobillos.
Ella se rio y le mostró el dedo.
Pero tan pronto como Fletch se incorporó, ella se arrodilló. Le dio
exactamente el mismo trato que él le había dado. Poniendo su boca en el
bulto de sus Jockey. Pero como tenía una abertura en la ropa interior, esa
lengua furtiva suya simplemente se deslizó dentro.
—¡Maldita sea! —Saltó hacia atrás ante el golpe húmedo en su polla—.
No es justo.
—Ay, solo me estaba divirtiendo un poco.
Fletch se quitó los calzoncillos. Envolvió la mano alrededor de su polla
y la acarició mientras Tanna se ponía de pie.
En lugar de retroceder, ella avanzó, colocó su mano sobre la de él y se
puso de puntillas para darle un beso embriagador.
Rodeándole la nuca con la mano libre, la empujó hacia el sofá.
Tanna rompió el beso para susurrar:
—Condón.
—Cierto. Aguanta. —Fletch agarró el condón del bolsillo delantero de
sus pantalones cortos. Rápidamente se lo puso y regresó a donde ella
esperaba. Sus ojos marrones eran enormes y estaban vidriosos por la lujuria.
La boca madura por sus besos.
—Las rodillas en el borde del brazo del sofá y las manos en los cojines.
—Te gusta ser mandón en el dormitorio—lo desafió ella, agitando su
cabello.
Fletch quería esa suave seda envuelta en su puño mientras la montaba.
—Hazlo. —Tan pronto como ella se dio la vuelta, presionó su frente
contra su espalda y agarró su cabello, poniendo su boca en su oreja—. Para
demostrar que no soy mandón, voy a dejar que elijas cómo se va a
desarrollar esto, dulzura sureña. —Sopló en su oído—. Un polvo rápido y
duro. —Le pellizcó el lóbulo—. O lo alargarnos hasta que los dos estemos
sudados.
Un escalofrío la recorrió.
—Duro y sudoroso.
Se aferró a sus caderas mientras ella colocaba las rodillas en el borde del
sofá y apoyaba las palmas en los cojines del sofá, solidificando su postura.
Antes de enterrarse violentamente en ese estrecho coño, le pasó las
yemas de los dedos por la espalda, suaves como gotas de lluvia. Entonces
golpeó con fuerza los globos blancos perfectos, dos veces en cada lado.
El jadeo de sorpresa de Tanna se convirtió en un suave gemido cuando
puso su boca en esos puntos rojos, rozó los labios y pasó suavemente la
mejilla contra la piel caliente.
Poniéndose detrás de ella, la vio arquearse mientras él metía su polla,
centímetro a centímetro. Esperó, absorbiendo la sensación del calor húmedo
que rodeaba su eje y el estremecimiento de anticipación en sus piernas; las
pequeñas contracciones de su canal que eran besos íntimos.
La retirada lenta, lenta, lenta.
Entonces chasqueó las caderas, retrocediendo por completo.
—Oh, Dios.
Como ella había pedido rápido y sudoroso, él la folló con movimientos
largos, duros y profundos y después cambió a giros cortos de cadera.
El sudor comenzó a gotear en su frente y notó que esos sexys hoyuelos
sobre su trasero tenían un brillo. Se retiró por completo y se inclinó para
lamer esas húmedas hendiduras mientras deslizaba su largo dedo medio
dentro y fuera de su coño para mantenerla preparada. Siguió la raja de su
sexo con la otra mano y frotó el clítoris, alternando entre un movimiento
lento y un rápido golpecito. Girando la mano entrando y saliendo de su
coño, estiró el pulgar, resbaladizo con sus jugos, para recorrer el capullo
rosa de su ano y lo empujó dentro de la pequeña abertura.
Tanna detonó. Su grito inicial fue silencioso comparado con lo duro que
se corrió, su coño tenía espasmos, su clítoris hinchado pulsaba debajo de su
dedo y el esfínter se apretaba alrededor de su pulgar.
Fletch realineó su polla, enterrándose profundamente en su coño con el
primer empujón. Y el siguiente. Y el siguiente. Follándola con tenacidad.
Estaba cerca. Ella estaba cerca de nuevo. Agarrando un mechón de su
cabello, dijo:
—Mantén la cabeza erguida. Imagina que llevas una brida. Quiero
escucharte cuando te corras esta vez.
Cuatro duras embestidas más y Tanna estaba llegando al clímax de
nuevo, su coño una morsa alrededor de su polla, apretando y apretando
hasta que él se corrió con un rugido.
Tan pronto como recuperó la lucidez, se dio cuenta de que se había
derrumbado sobre Tanna por completo. No era exactamente un tipo
pequeño y sabía que a veces ella entraba en pánico.
—¿Estás bien?
—Estoy perfecta. —Ella giró la cabeza y le acarició la mejilla—. ¿Sabes
qué? Creo que seremos grandes vecinos.
Capítulo 17

Muerta de cansancio al terminar su turno en el bar, Tanna caminaba


con dificultad por la pasarela hacia las viviendas de los empleados.
El eco le devolvió la conversación.
Ella se paró en el borde de la caravana de Fletch, mirando a las personas
reunidas alrededor del brasero de cerámica. Tobin, Hugh, Harlow, Dave e
Yvette.
Fletch.
Esa sensación de cosquilleo comenzó en su vientre al ver al hombre
dulce y sexy que había estado en su mente más de lo que probablemente era
sabio, dado su estatus temporal en Wyoming. Fletch se había quedado en
Split Rock solo una semana y ya habían pasado la mayor parte de su tiempo
libre juntos.
En una pausa en la conversación, ella dijo:
—Entonces, ¿mi invitación a la fiesta se perdió en el correo?
Tobin se levantó de un salto.
—Tanna. Ven, déjame traerte una cerveza. —Sacó una botella de Bud
Light y se la pasó—. Nos falta una silla, pero puedes quedarte con la mía.
Tanna miró a Fletch. Levantó una ceja interrogante. Era el momento de
la verdad.
Le tendió la mano a Fletch.
—Conserva el asiento, Tobin. El doctor y yo podemos compartir.
Él tomó su mano y tiró de ella hacia adelante, colocándola en su regazo,
de espaldas a su pecho. Entonces presionó los labios contra el costado de su
cuello. El beso hablaba de su intimidad de una manera que incluso una
sesión de besos en toda regla no lo habría hecho.
Sintió todos los ojos puestos en ellos.
Tobin se rio y su mirada se encontró con la de Hugh.
—Ahora tiene sentido.
Hugh asintió.
Harlow sonrió y levantó su botella en un brindis silencioso.
Dave e Yvette se miraron el uno al otro con una sonrisa de complicidad.
—¿Noche ocupada en el bar del albergue?—le preguntó Tobin.
—Muy ocupada. A este grupo le gusta beber. Después de que
finalmente los eché a patadas, se dirigieron al Buckeye. Su embarazada
conductora designada no quería ir, pero ninguno de ellos estaba lo
suficientemente sobrio como para conducir. —Ella miró a Yvette—. No
envidio el lío con el que lidiarás mañana. Pero apuesto a que sería seguro
para ti dormir hasta tarde porque ninguno de ellos saldrá de sus
habitaciones muy temprano.
Yvette se encogió de hombros.
—Han sido decentes hasta ahora. Las reuniones familiares no son tan
salvajes como las reuniones universitarias.
Tobin gimió.
—No me lo recuerdes. El año pasado, el equipo de rodeo de la
Universidad de Wyoming celebró aquí su reunión de veinte años de clase.
Estos muchachos no solo exigían competencias de acciones duras todos los
días, sino que también se divertían mucho después. Juro que hubo un
intercambio de esposas. Hugh y yo tuvimos que turnarnos para actuar como
guardias de seguridad porque pescamos a parejas que iban por todas partes.
Follaban en la lavandería. Otra pareja estaba haciendo ángeles 9en la
alfombra justo frente a la chimenea en la sala principal. —Le dio un codazo
a Hugh con la rodilla—. Pero tu descubrimiento fue el mejor. Diles.
—Tenía un caballo con cólicos en el establo, así que hice una revisión
final antes de acostarme. Escuché el ruido más maldito. En el último
pesebre vi a la ex Miss Rodeo Wyoming de rodillas… eh, sirviendo al ex
All-Around cowboy, mientras su esposo miraba y chasqueaba un látigo.
Los ojos de Harlow se agrandaron.
—Dios mío. ¿Interviniste? ¿Planeaba usar el látigo con ella?
—Por lo que sé, podría haber estado preparándolo para que el tipo lo
usara con él. No es de mi incumbencia de cualquier manera, siempre y
cuando no se estén metiendo con mi ganado. Diferentes estilos para
diferentes personas.
Fletch se rio y Hugh sonrió.
Santo cielo. Hugh tenía una hermosa sonrisa. La primera vez que Tanna
había visto sonreír al capataz de carácter brusco.
—No soy de los que quieren tener la mejor historia—dijo Dave—pero
vi a los campeones atando cuerdas mostrando sus habilidades con las
cuerdas… no en un ternero. Aunque debo admitir que la mujer a la que
habían atado seguro sonaba como si se estuviera divirtiendo. Ofrece nuevas
imágenes para los términos header and heeler (atar la cabeza y las patas).
Los hombres se rieron.
—Pura basura—dijo Harlow, con una mueca de desprecio—. Eso suena
como algo que inventaron, ¿verdad, Tanna?
—Nop. Me suena a la típica noche de sábado en el circuito de rodeo.
Más risas.
—¿Viste cosas salvajes como esa?—dijo Harlow con incredulidad.
—Cariño, participé en esas cosas salvajes y algo más. Diablos, actué
como cabecilla la mayor parte del tiempo.
—¿Entonces los rumores que he escuchado sobre lo que sucede en la
carretera son ciertos?—preguntó Tobin.
—Completamente cierto. Y generalmente se atenúa cuando se cuenta.
—Tomó otro trago de cerveza y miró a Hugh—. Has transportado ganado a
rodeos por todo el país. Dile a la señorita Chicago que no estamos
exagerando sobre lo que sucede detrás de las rampas.
—No, señora, no exageramos.
Harlow todavía no parecía convencida.
—¿Estas mujeres están tan calientes por tener relaciones con un vaquero
que simplemente dejan que esos tipos las aten? ¿A quién le gusta ese tipo
de cosas?
Tanna levantó la mano.
Los hombres se rieron entre dientes y Fletch hizo un gruñido en su oído
que viajó directamente a su coño.
—No son solo a las mujeres a las que les gusta esa especie de perversión
—dijo Hugh—. Hace unos años, había olvidado algunos documentos, así
que tuve que volver a los terrenos del rodeo después de que todos se habían
ido. O eso pensé. Escuché zas, zas, zas. Naturalmente, me acerqué un poco
más a los ruidos y vi a esta pareja follando en las rampas. Los vaqueros del
tipo estaban alrededor de sus botas y tenía a la mujer inmovilizada contra el
corral, pasándoselo en grande. Entonces escuché zas, zas, zas de nuevo y
me di cuenta de que le estaba golpeando el trasero con una fusta. Esos
corredores de barriles se toman muy en serio sacar provecho de sus fustas.
—Oye, no pensé que hubiera nadie por ahí esa noche—protestó Tanna
—. Ese fue un momento privado.
Todos rieron de nuevo.
Tobin negó con la cabeza.
—Sabía que debería haberme unido al club del rodeo en lugar de al club
de ajedrez.
—El ajedrez es mucho más civilizado—le aseguró Harlow—. Y estoy
segura de que nunca abusarás de tu conocimiento con las cuerdas y esas
cosas para sujetar a una mujer contra su voluntad.
—No estés muy segura de eso.
Harlow miró a Hugh.
—¿Y tú, Grumpy10?
Hugh se echó hacia atrás y ladeó la cabeza, midiendo a Harlow de la
cabeza a los pies.
—Me han felicitado por mis habilidades de amarre una o dos veces.
Nunca una dama se quejó o intentó escapar.
La boca de Harlow se abrió.
Hugh, que se reía tan raramente como sonreía, emitió la risa más sexy y
perversa que Tanna había escuchado jamás.
—No lo descartes hasta que lo pruebes, chica hippie. Y si quieres
probarlo alguna vez… todo lo que tienes que hacer es pedírmelo muy
amablemente.
—No contengas la respiración—replicó Harlow.
Tanna se preguntó cuánto habría estado bebiendo Hugh. Él nunca cedía
a las burlas de Harlow. Pobre chica debería haberlo sabido mejor antes de
pinchar al oso. Son los tranquilos de los que tenías que preocuparte.
—Y con eso… —Dave e Yvette se despidieron.
Tomó otro trago de cerveza y dejó la botella en el suelo.
Fletch le acarició el brazo y murmuró:
—¿Cansada?
—Sí. El trabajo y la sesión de fisioterapia de hoy fue matador. —Había
cumplido su promesa de asegurarse de que ella hiciera su fisioterapia al
menos cada dos días.
Gentilmente le apartó las piernas a un lado de la silla, acurrucando su
cuerpo contra el suyo. Besó la parte superior de su cabeza.
—Descansa un poco los ojos.
Ella acurrucó el rostro en su cálido cuello. Olía tan bien. Nunca había
estado con un hombre que la mimara como Fletch y le gustaba mucho más
de lo que quería admitir. Cuando suspiró suavemente, él la sujetó con más
fuerza.
Él, Tobin y Hugh hablando sobre temas de ganado la hubieran arrullado
hasta que se durmiera si no hubiera estado ya a mitad de camino. Ella no
era del tipo que se dormía en los brazos de un hombre en público, pero la
profunda cadencia de su voz la tranquilizó. En lugar de cuestionar su
reacción repentina e inusual hacia este hombre, simplemente la aceptó.
Dulces besos la despertaron, seguidos de palabras cariñosas.
—Despierta, bella durmiente.
—Pero estoy tan cómoda. Eres una almohada increíble.
—Te dejaré dormir conmigo toda la noche. —Su cálida boca le rozó la
oreja—. Ven a la cama conmigo, dulzura sureña.
—Bueno. —La neblina del sueño resistió y luchó contra el tirón para
volver al sueño.
Fletch se puso de pie, manteniéndola envuelta en sus brazos, acunada
contra su pecho.
—Gracias por la cerveza y la compañía, Tobin. Te veré en la mañana.
Tobin se rio entre dientes.
—Me sorprendería verte antes del mediodía. Dios sabe que no saldría de
la cama si la tuviera.
—Punto a favor. Nos vemos el año que viene.
Tanna sonrió contra el pecho de Fletch.
El aire de la noche se había enfriado y ella se estremeció.
—Casi ahí. Espera. —Abrió y cerró las puertas y la dejó en la puerta del
dormitorio.
—Dulce Señor. ¿Qué diablos es eso?
—Estabas ocupada esta tarde cuando me entregaron mi nueva cama.
Parpadeó y no podía creer lo que veía.
—Este colchón ocupa toda la habitación.
—California King, bebé. Una cama doble me mata la espalda y mis pies
cuelgan del extremo.
—Realmente sufrirías si tuviéramos que dormir en la cama de mi
remolque para caballos.
—Nunca usaría la palabra sufrir cuando esté en una cama contigo.
—¿Vas a dejar la cama aquí cuando termine tu licencia?
De pie detrás de ella, acarició un lado de su cuello mientras sus dedos
trabajaban en los botones de su blusa.
—No. Mi habitación de invitados se actualizará.
—Invitados afortunados.
—No importará. De todos modos, nunca tengo invitados. —Le bajó la
blusa por los brazos y la tiró a un lado. Seguido por su sujetador—.
¿Todavía estás cansada?
—Pregunta él con falsa preocupación, mientras me quita la ropa.
Fletch se rio entre dientes.
—Me atrapaste. Pero toda esa charla de cuerdas y azotes me puso
caliente y dispuesta. Además, debemos bautizar la cama con sexo ardiente
antes de dormir en ella o tendremos mal sexo en ella.
Tanna resopló.
—Eso es un montón de basura.
—No, lo escuché de un místico indio, así que tiene que ser verdad. —Le
puso las manos en las caderas y le acarició el vientre desnudo con los
pulgares—. ¿Entonces que dices?
—Bueno—forzó un bostezo—, si puedes prometerme que este bautizo
no tomará mucho tiempo, para que pueda dormir un poco, entonces
supongo que estoy lista.
—Tú… ¿supones? —La empujó sobre la cama. Aterrizó de cara y tan
pronto como ella se dio la vuelta, le quitó los pantalones. Él se quitó la ropa
y saltó a su lado, pero ella apenas rebotó, lo que decía mucho sobre la
calidad del colchón.
Entonces su boca reclamó la posesión de la de ella y sus dedos se
sumergieron entre sus piernas. Atormentó su clítoris hasta que tuvo
espasmos debajo de su pulgar. Fletch la folló con dos dedos mientras le
chupaba los pezones. La había excitado en tan poco tiempo que sus muslos
estaban pegajosos y su necesidad de él era un dolor físico.
Hizo una pausa en su tormento erótico solo para ponerse un condón. Le
sujetó los brazos por encima de la cabeza y la empaló.
El gemido de Tanna se perdió en su boca hambrienta. La folló sin
descanso con una especie de loca sofisticación. La empujó hasta el punto de
inflexión y retrocedió, tres veces. En el momento en que susurró, Córrete
para mí, Tanna, su cuerpo estaba húmedo de sudor, sus piernas temblaban y
jadeaba con cada estocada mientras se deshacía.
Después, quedó atrapada debajo de su gran cuerpo, escuchando su
respiración entrecortada. Él depositó besos en su frente hasta la sección de
piel que le provocaba escalofríos frente a la oreja.
—Lo siento, cariño, eso tomó un poco más de lo que pensaba. Pero
supongo —sopló en su oreja— que esos fuertes gemidos significaban que
no te importaba perder un poco el sueño.
—Un hombre tan malcriado y engreído.
—Odias que siempre tenga la razón.
—¿Siempre? En tus sueños.
Fletch se quitó el condón y volvió a meterse en la cama.
—Hablando de sueños… ahora puedes usarme como almohada y dormir
un poco.
Tanna se acurrucó contra él, contenta en demasiados niveles para
contarlos.
—Bueno. Pero no me dejes dormir hasta tarde. Tengo que ir a casa de
Eli por la mañana.
—No te preocupes; soy un excelente despertador.
Capítulo 18

Después de una noche inquieta llena de sueños de su madre, mezclados


con pesadillas sobre Jezabel, ella se había despertado con un sudor frío, su
cuerpo temblaba tan fuerte que temía que despertara a Fletch. Se las había
arreglado para calmarse camino al rancho de Eli, sintonizando melodías y
cantando a todo pulmón, su tipo personal de terapia de gritos.
En el rancho de Eli, vio cómo él se entrenaba con un bulldogger.
Summer se encargaba de la rampa, de soltar el novillo. Eli servía como el
compañero del tipo, corriendo a caballo por el lado derecho del bulldogger,
manteniendo el caballo del tipo alineado con el novillo hasta el momento en
que el derribador de novillos se colgó del estribo derecho con un dedo del
pie y se lanzó. Derrapando en la tierra, el bulldogger agarró el novillo por la
cabeza y lo volteó de lado.
El polvo voló y el bulldogger se levantó y miró hacia la rampa con los
ojos entrecerrados.
—Cinco punto seis dos, pero rompiste la barrera—gritó Summer.
—Maldita sea.
Eli sostuvo las riendas del caballo del bulldogger y esperó a que trotara
hasta el final de la arena. Empujó al novillo a través de la puerta trasera
antes de subir. Los hombres estaban perdidos en una conversación y no la
habían notado, así que Tanna no interrumpió.
Ellos salieron de la arena, regresaron a las rampas e hicieron la práctica
cuatro veces más hasta que Summer se quedó sin novillos. Algo sobre el
bulldogger le parecía familiar. Su fluidez sobre el caballo, la determinación
en sus repetidos intentos. Se comería su sombrero si el tipo no era un
profesional. No podía verle la cara, pero como la mayoría de los
bulldogger, era un tipo sólido.
No tan grande como Fletch, pero pocos tipos eran tan grandes como el
veterinario.
Finalmente, Eli se acercó tranquilamente, hablando animadamente con
su compañero de bulldogging. Pero Summer le gritó al tipo misterioso y Eli
se acercó a ella.
—Hola, Tanna, ¿cuánto tiempo llevas aquí?—le preguntó Eli.
—Un rato. Pensé en empezar temprano hoy con cualquier tortura que
hubieras planeado para mí.
Eli se rio.
—No he planeado nada. Para ser honesto, debo confundir mis días. No
te esperaba esta mañana.
—¿En serio? —Eso explicaba el bulldogger.
—Pero mientras estés aquí, tengo a alguien a quien quiero que
conozcas. —Silbó fuerte y el tipo se dirigió hacia ellos.
El bulldogger mantuvo sus ojos en la tierra mientras caminaba. Él
levantó la cabeza. Debajo del ala de su sombrero estaba uno de los hombres
más hermosos que Tanna había visto en su vida.
Santa. Mierda. De alguna manera mantuvo la lengua en la boca cuando
el tipo extendió la mano.
—Tanna Barker, ¿verdad? Soy Sutton Grant.
Su mano gigantesca empequeñeció la de ella.
—Hola, Sutton. Bueno conocerte. —Sutton Grant… ¿Por qué ese
nombre sonaba familiar?
—Probablemente no me recuerdes pero nos hemos conocido antes—dijo
Sutton.
Sus ojos captaron cada detalle de su impresionante rostro. Sus ojos eran
de un exótico tono verde azulado que se suele ver en el agua de una playa
tropical. Cejas oscuras. Estructura ósea que podría parecer femenina si no
fuera por la amplia extensión de su mandíbula cincelada y la dureza de sus
rasgos faciales en su conjunto. Entonces sonrió. Sí. Incluso tenía dos
hoyuelos.
—No para contradecirte desde el principio, pero, cariño, seguramente
me hubiera acordado de conocerte.
Sutton se rio.
—Probablemente no. Yo era un poco tímido. Un poco intimidado por
tus hebillas de campeonato y los tipos que se agolpaban a tu alrededor.
—¿Cuándo fue eso?
—La temporada después de tu segunda victoria. Terminamos juntos en
un par de reuniones después de los eventos.
No recordaba a todos los tipos con los que se había acostado, a la
mayoría de ellos, pero hubo un par de noches en las que el velo del alcohol
enmascaró el rostro de sus ligues.
—Por Dios, Tanna, tú mirándolo así me hace sentir incómodo—se quejó
Eli.
—Lo siento. He tenido algunos momentos salvajes, y algunas… eh,
reuniones e invitaciones que no están claras como el cristal.
Sutton sonrió.
—No te preocupes. Habría sido demasiado tímido para acercarme a ti de
todos modos, incluso si no hubiera estado en una relación en ese momento.
Summer llamó a gritos a Eli y él se marchó, dejándola a ella y al
irresistiblemente sexy Sutton mirándose el uno al otro.
—Entonces, ¿eres de por aquí?—le preguntó Tanna. Charla sosa.
—No. Soy de Colorado. Eli ha sido un amigo de la familia durante años
y me está ayudando.
—¿Ayudándote a hacer qué?
—Elegir un caballo nuevo. He reducido mis opciones a dos.
Finalmente su nombre hizo clic.
—He estado fuera del circuito, pero ganaste el campeonato de derribo
de novillos de la CRA el año pasado, ¿verdad?
—Si.—
—¿Dónde estás en la clasificación este año?
—Tercero. Hay una gran brecha entre el cuarto lugar y el resto, así que
confío en mis posibilidades de llegar a los campeonatos de la CRA. —La
estudió—. ¿Estás lo suficientemente curada de tu lesión para competir de
nuevo?
Ella se encogió de hombros.
—¿Según mi fisioterapeuta? Sí.
—¿Pero?—preguntó él.
No le digas. Te verás débil. Acabada. Patética.
Tanna le ofreció una sonrisa deslumbrante.
—Pero nada…
Sutton le puso la mano en el brazo, como para asegurarle que no tenía
que mentirle.
—¿Has montado a caballo desde el accidente?
—¿Eli te contó…?—espetó indignada.
—No. Sabes que no es del tipo que rompe una confianza o no estarías
aquí, ¿verdad?
Ella negó con la cabeza.
—Te pregunté porque leí sobre tu accidente en internet. Sabía que
habías desaparecido del circuito para rehabilitación. Apesta, ¿eh?
—¿Tú crees? —Ella se erizó—. ¿Y cómo sabes eso, jovencito?
—Lo sé porque he estado allí. El año en que ganaste tu tercer
campeonato.
—Lo siento. Me pongo un poco a la defensiva cuando la gente me dice
que saben por lo que estoy pasando. ¿Qué te pasó?
Sutton ladeó la cabeza.
—¿Qué tal si nos sentamos e intercambiamos historias?
Algo en sus ojos la instó a confiar en él.
—Ok.
Volcó dos cubos de plástico para comida.
Tanna se sentó, hundió los talones en la tierra y apoyó los antebrazos en
los muslos.
—Tú primero.
Él la miró con los ojos entrecerrados.
—¿Por qué?
—La belleza antes que la edad—ronroneó ella—, porque, cariño, eres
un hombre atractivo y yo soy mayor que tú por lo menos ocho años.
—Apuesto a que ese tono arrullador y esos bonitos ojos marrones te
consiguen casi todo lo que quieres, ¿verdad?—bromeó él
Ella se encogió de hombros. Y sonrió.
—¿Versión corta? ¿O larga?
—Cuanto más larga , mejor.
Él rio entre dientes.
—Mi historia va a sonar aburrida. Crecí en una familia ganadera. Me
mordió el insecto del rodeo desde el principio. En la escuela secundaria fui
campeón general del estado. Competí con el equipo de rodeo de la
Universidad de Wyoming durante cuatro años. En el último año fui
campeón universitario de derribar novillo.
Tanna silbó.
—Impresionante.
—Tenía algunos patrocinadores de rodeo y la bendición de mi familia,
así que decidí probar suerte en el circuito profesional. Lo hice bien el
primer año, pero extrañaba mi casa y mi chica, así que me mantuve fuera de
problemas, en su mayor parte.
—Sutton, eso no es divertido. ¿Suspirando en su remolque de caballos
en lugar de follar?
—Sí. Ese fui yo. —Él le lanzó una mirada de reojo—. Es por eso que tú
y yo no nos cruzamos más a menudo.
Ella rio.
—No llegué a la CRA el primer año. Decidí darle un año más y tuve una
gran segunda temporada, aterrizando entre los quince primeros. Entonces,
al principio de mi tercera temporada, tuve una mala noche. Me lancé
demasiado pronto. Golpeé la tierra y al novillo en el ángulo incorrecto. Me
reventé la rodilla, el codo y el hombro. Pasé meses recuperándome de una
cirugía para reparar un tendón rotuliano desgarrado en mi rodilla derecha y
un tendón desgarrado del bíceps en mi brazo izquierdo. Me mudé a casa.
No servía para nada. No podía ayudar en el rancho. No pude conseguir un
trabajo mientras hacía rehabilitación. Mi novia me vio como una babosa y
me pateó el culo.
—Triste historia. Y sin ofender, pero no veo paralelos en nuestras vidas.
—Se paciente. Se pone peor. La temporada de parto en nuestro rancho
significa que todos colaboran, incluidos los hijos lisiados. Habíamos
trasladado ocho parejas de vacas y terneros al establo y me encargaron
vigilarlos. Fácil, ¿verdad? No estaba revisando ganado en el frío y la nieve.
No estoy seguro si fue un cambio en el clima o qué, pero los terneros se
asustaron, lo que asustó a las mamás. Se suponía que debía detenerlos para
evitar que se lastimaran. Pero en el momento en que me acerqué a uno, me
caí en el lodo. —Jugueteó con sus guantes—. Me quedé helado. No estoy
hablando de un lapso momentáneo. Me quedé en el establo, congelado de
miedo durante cuatro horas antes de que alguien se diera cuenta.
—Me quedé en shock. Ten en cuenta que… comencé a ayudar a mi
padre a separar parejas de vacas y terneros cuando tenía cinco años. Veinte
años de experiencia y de repente me siento catatónico con el ganado. No
solo no podía competir en bulldogging, no podía ayudar en el rancho. Y no
sabía cómo iba a superar mi miedo.
—Obviamente lo hiciste. ¿Cómo lo hiciste?
—Un vecino nuestro, Fife, un viejo ranchero canoso, pidió ayuda con su
calentador de agua. Cuando me presenté, admitió que había mentido para
llevarme allí. Mi padre le había contado, porque no sabía cómo ayudarme.
Fife dio un paso a la vez. Después de un mes de pequeños pasos diarios,
había vencido mi miedo lo suficiente como para estar cerca del ganado. A
los dos meses ya estaba dando vueltas en el prado con cien parejas de
terneros / vacas. A los tres meses volví a derribar novillos. Al cuarto mes
me estaba tirando de mi caballo como si nunca me hubiera tomado un
descanso. Nadie fuera de mi familia sabe que alguna vez tuve ese miedo.
Me recuperé, volví a la gira y gané el campeonato mundial al año siguiente.
—Esa es una gran historia. Inspiradora. Pero mi situación es diferente.
No tengo el lujo de la práctica diaria. Tengo un trabajo. Entonces, si solo
vengo a verlo a Eli un día a la semana y si termino necesitando un período
de tiempo como el tuyo para solucionar esto, estoy avizorando dieciséis
meses antes de estar lista para montar. Tendré casi treinta y ocho.
—No necesitas que te señale que puedes correr en carreras hasta bien
entrados los cincuenta y los sesenta. Algunas de las mejores mujeres del
mundo no ganaron hasta que cumplieron los treinta y los cuarenta.
—Pero no se puede negar que la mayoría de las ganadoras son jóvenes
—señaló Tanna—. Gané dos de mis campeonatos cuando tenía veinte años.
—Solo digo eso, ¿incluso si te llevara dieciséis meses? No estarías
acabada. Puedo decir que te sientes acabada ahora mismo.
¿No es así? ¿Cómo puedo superar esto?
—¿Cómo te sentirías si nunca volvieras a subirte a un caballo?
—Triste.
Sutton asintió con la cabeza como si hubiera dicho lo correcto.
—Eso es bueno. ¿Cómo te sentirías si nunca volvieras a correr con
barriles?
A esa no respondió de inmediato.
—Perdida.
—¿Más perdida de lo que te sientes ahora?
—No lo sé. —Ella luchó contra un estallido de frustración—. ¿Por qué
no lo sé?
—Soooo. No hay una respuesta correcta o incorrecta, Tanna. Solo estoy
tratando de compartir algunas de las cosas para pensar que me ayudaron.
Este tipo al que había conocido hacía solo media hora estaba haciendo
todo lo posible por ayudarla. Eli había hecho lo mismo.
—¿Todos en el Oeste son tan serviciales?
—La hospitalidad sureña no es nada comparada con la nuestra—ofreció
él con un acento exagerado.
Ella consiguió esbozar una pálida sonrisa.
—Así que mira, sé por lo que estás pasando. Si alguna vez quieres
hablar más…
Tanna debió parecer escéptica.
Sutton le sonrió.
—No estoy coqueteando contigo. Dame tu teléfono. Agendaré mi
número. De esa manera, si quieres hablar, puedes llamarme, pero nunca te
molestaré.
Ella le entregó el teléfono.
—Sutton, necesito tu ayuda—lo llamó Eli.
—Me han convocado. —Sutton le dio unas palmaditas en el hombro
mientras se levantaba—. Estoy seguro de que volveremos a encontrarnos.
Mientras lo veía alejarse, tuvo el fugaz pensamiento de que se veía tan
bien de espalda como de frente. Claro, Sutton era un hombre muy atractivo,
pero ese no era su atractivo para ella. Había estado en la oscuridad y
encontró el camino de regreso a la luz.
Quizás había esperanza para ella.
Ese pensamiento le dio el valor para poner un pie en la pastura. Y
cuando los caballos llegaron corriendo, esperando golosinas, ella no se
escondió ni se retiró.
Un paso a la vez.

Tanna regresó a su caravana con menos aliento que si hubiese corrido un


maratón. Su turno en el bar tardaría horas en empezar y no sabía qué hacer
consigo misma, así que volvió a meterse en la cama.
Fue entonces cuando volvió la pesadilla. Repetición continua de sangre,
muerte y caballos. Había vivido los acontecimientos, haciendo que la
pesadilla fuera realista… hasta la parte en la que su caballo atravesó a su
madre y la convirtió en humo. Abrió la boca pero no salió ningún sonido.
Trató de llamar a su madre. A Jezabel. Ella le dio un último grito.
Y fue entonces cuando se despertó.
—¿Tanna?
Se congeló al ver a Fletch de pie en la puerta.
—¿Estás bien?
—Si. —Se pasó la mano por el pelo, esperando que no se diera cuenta
de lo mucho que temblaba—. Solo un mal sueño. Supongo que eso me
enseñará a no dormir la siesta por la tarde.
Él frunció el ceño. Parecía querer interrogarla más, pero no lo hizo.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Estaba en el vecindario.
—Jaja. Sabes que es la primera vez que esa frase suena verdadera. —
Ella palmeó el colchón—. ¿Te importaría follarme?
—Por mucho que me encantaría arrastrarme entre tus sábanas y tus
muslos, necesito ir a una tienda de comestibles. ¿Cualquier cosa que
necesites?
Sí. ¿Puedes comprarme un litro de valor? ¿Y una botella de retardador
del miedo?
—Si vienes después de que termine de trabajar, probablemente
necesitemos más palomitas de maíz.
—Hecho. Y elegiré una película. —Se inclinó y la besó en la frente—.
Y si necesitas hablar sobre tu pesadilla…
—No necesito. —Ella le dio un beso en la boca—. Mejor consigue
condones también; los estamos usando como locos.
Capítulo 19

Al final de la semana, Fletch finalmente se aventuró al gran edificio de


metal frente al establo. La estructura se había atascado en un ángulo, la
puerta principal estaba en el lado opuesto al establo, lo que significaba que
el acceso a la puerta más cercana era a través del corral, y atravesando los
caballos sin domar. Es difícil mirar a estas bellezas e imaginarlas tratando
de encabritarse y tirarte.
—Toc, toc—gritó Fletch en la cavernosa habitación.
Una silla chirrió y Tobin gritó:
—Aquí atrás.
A pesar del vasto vacío del espacio, los pasos de Fletch sonaban
amortiguados.
Tobin se apoyó contra el marco de la puerta.
—¿Hugh tiene un problema con un animal del que se olvidó de
hablarme?
—No. Como mi mañana estaba libre, pensé en echar un vistazo a lo que
tienes sobre el programa comercial de cría de ganado.
—Entra y toma una taza de café. He almacenado la información en una
memoria flash. —Señaló una larga mesa de conferencias—. Puedes
instalarte allí. Tengo un cable de extensión por si necesitas energía para
encenderla.
—Mi portátil tiene la batería llena, así que estaré bien por un tiempo.
—Diviértete—dijo Tobin, arrojándole la memoria flash.
Menos de cinco minutos después, Fletch levantó la vista de su portátil y
dijo:
—¿Esto es todo?
—Parece que debería haber más, ¿eh?
—¿Se ha realizado algún otro trabajo sobre esto?
Tobin cruzó los brazos sobre el pecho.
—Realmente no.
—¿Porque tienes poco personal?
—Más bien de poca visión de futuro—masculló Tobin—. Para ser
honesto, creo que Renner mordió más de lo que puede masticar.
Después de que terminó de escribir algunas notas, Fletch se encontró
con la mirada de Tobin.
—¿Me quieres explicar eso?
Tobin empujó su portátil al centro de su área de trabajo compartida.
Tomó un largo sorbo de la mellada taza térmica antes de hablar.
—¿Existe la confidencialidad médico-paciente para los veterinarios?
—Absolutamente. Lo que sea que el ganado me diga cuando lo estoy
curando queda estrictamente entre ellos y yo.
—Hablo en serio, Fletch. Si no puedo compartir mis pensamientos
honestos contigo, sin preocuparme de que se los lleves a Renner, mantendré
la boca cerrada y me guardaré mis podría, debería, tendría de ti.
Era la primera vez que Tobin había adoptado ese tono y Fletch
definitivamente quería escuchar lo que estaba en su mente.
—La única forma en que hablaría con Renner sobre lo que hemos
discutido es si la información que compartes afecta negativamente la salud
de los animales. Si hay algo que no estás haciendo y que deberías estar
haciendo, o algo que estás haciendo que no deberías estar haciendo.
—Me parece justo.
—Entonces, ¿qué quisiste decir con que Renner podría estar hasta el
cuello?
—Llevo trabajando aquí casi cuatro años. Renner es el tipo más
ambicioso que he conocido. Primero construyó Split Rock. Después
trasladó su operación de arrendamiento de animales de rodeo aquí. Esos dos
negocios, además de que tenemos cien cabezas de ganado, son más que
suficientes para mantenernos ocupados a Renner, a mí y a Hugh. Hugh
incluso reemplazó a la mayoría de los tipos que estaban trabajando con
Jackson Stock Contracting en Kansas con locales. A estos tipos les funciona
bien porque les encanta el rodeo, pero no pueden permitirse el lujo de estar
fuera de casa durante semanas.
—Renner tiene la reputación de ser más que justo con su salario.
—Dicho esto, con el negocio de arrendamiento de animales ya
establecido y con nuestra fuerza laboral actual, la distancia máxima que
Hugh está dispuesto a transportar animales es a doce horas de aquí.
Mantiene los costos bajos en todos los ámbitos, mantiene la demanda de los
animales sin domar de Renner.
Fletch asintió.
—Por eso no ha perdido muchos animales.
—Quizá esté preocupado por eso. El hombre puede elegir animales sin
domar como nadie que haya visto nunca. He ido a subastas con él y
comprará un toro de aspecto escuálido y el próximo año, ese hijo de puta es
enorme. Y por lo general malo.
Él se rio.
—A lo largo de los años, Renner ha vendido ocasionalmente semen de
sus mejores toros y caballos para recaudar fondos. Así que se le ha quedado
atascada en la cabeza la idea de que en lugar de comprar toros y caballos,
debería estar criándolos. Entonces podría actuar sobre la demanda de otros
contratistas y criadores. Hay mucho dinero en ello, si se hace bien.
—¿Y esa es la parte que te preocupa?
Tobin suspiró.
—Solo hemos hablado de iniciar un programa comercial de cría de
ganado en forma vaga, quiero decir muy vagamente. Nosotros te lo
mencionamos. Eso es todo. Lo siguiente que sé es que Renner tuvo… algún
ataque de culpa o pánico o algo así, porque está nivelando el terreno para
construir este lugar, afirmando que es para nuestro futuro emprendimiento
empresarial.
El lugar en cuestión es un establo con postes de metal de menos de mil
metros cuadrados. No estaba en uso excepto por este gran rincón, que Tobin
y Hugh habían convertido en espacio de oficina.
—Tengo entendido que la razón por la que lo hizo fue porque los
contratistas ya estaban dejando un surco en el camino de entrada de su casa
y la de Tierney.
Tobin lo miró pensativo.
—Sé que eso es lo que dice, pero creo que tenía algún tipo de ansiedad
como sostén debido al embarazo de Tierney. Demonios, tal vez esta sea su
forma de anidar. Pero creo que Renner quería otro respaldo financiero en
caso de que cualquiera de sus otros negocios se fuera al diablo. No quería
estar en deuda con que su esposa ganara todo el dinero.
Malditamente perspicaz.
—Y entiendo que este edificio tiene solo unos meses, pero no sé qué
diablos espera hacer con él.
—¿Te está presionando para que lo averigües por él?
—No. Tal vez me estoy presionando a mí mismo porque mi formación y
mi educación están relacionadas con la cría de animales y la genética. Pero
con Hugh casi desaparecido ahora que la temporada de rodeo de verano está
en pleno apogeo, estoy tan ocupado lidiando con el ganado y las cosas que
suceden en Split Rock, que no tengo tiempo para pensar en esto. Y mucho
menos idear un plan de negocios viable que no desperdicie mucho tiempo y
dinero de Renner.
Fletch estudió a Tobin. Parecía estresado, lo cual no era la norma para
él.
—Ahora estás aquí, de la nada, listo para trabajar en lo que básicamente
ha sido una idea abstracta, y hubiera sido bueno tener un aviso de mi jefe
sobre eso, siento que me atraparon con mis pantalones bajados y estoy a
punto de recibir una zurra.
Dejó que la pausa entre ellos se demorara un minuto antes de decir:
—¿Asumo que esto de la confidencialidad va en ambos sentidos?
Tobin asintió.
—Renner no les dijo que yo aparecería aquí porque no era algo que
ninguno de los dos había planeado. —Fletch se frotó la nuca, sintiéndose
extrañamente cohibido por decir la verdad, incluso cuando Tobin necesitaba
escucharla para no cuestionar su posición y su futuro con Renner—. Esto es
lo que pasó.
Después de que terminó, Tobin lo atravesó con una mirada.
—Nunca te has tomado unas vacaciones.
¿Eso es en lo que Tobin decidió enfocarse?
—¿Además de unos días aquí y allá? Nop.
—Dios, Fletch, suenas como mi padre. —Hizo una mueca y aclaró—.
No porque seas viejo, pero esa es la misma mentalidad que él tiene.
También es probablemente la razón por la que ha tenido dos ataques
cardíacos.
—Mi padre me mencionó el mismo escenario. El problema es que no sé
qué diablos hacer conmigo cuando no estoy trabajando.
—¿Sabías cuando fuiste a la escuela de veterinaria que tu carrera sería
tan exigente?
Fletch negó con la cabeza.
—Como la mayoría de las niñas de trece años, yo había idealizado un
poco ser veterinaria.
Tobin soltó una risita.
—Además, fui a la universidad a jugar al fútbol.
—¿Entonces no tenías la imperiosa necesidad de convertirte en
veterinario porque constantemente traías a casa pájaros con las alas rotas y
tenías el deseo de ayudar a los miembros de cuatro patas del reino animal?
—Vete a la mierda.
Tobin se rio y Fletch se alegró de ver que algunas de las sombras habían
desaparecido de sus ojos.
—Como dije, obtuve una beca completa para jugar fútbol americano
universitario. Mis notas no fueron grandiosas; era un poco mejor que un
estudiante promedio, lo que probablemente no sea una sorpresa para un
cerebrito como tú.
—Que te den, ahora mismo, Doc.
—Antes de la universidad, no había pensado mucho en la carrera en la
que terminaría, incluso cuando sabía que nunca jugaría béisbol profesional.
Me registré tarde para las clases y me quedé atrapado en un curso de
exploración agrícola. Pensé que sería fácil de aprobar; pasé toda mi vida
con niños ganaderos. Terminó gustándome y lo hice lo suficientemente bien
en las clases posteriores que al final del primer año decidí que las ciencias
animales serían mi enfoque profesional. Obtuve mi licenciatura en ciencias
pre-veterinarias en el estado de Colorado y entré directamente en su
programa de doctor en medicina veterinaria.
—¿Cuánto tiempo tomó?
—¿Total? Seis años. Después de graduarme, trabajé para un veterinario
de animales grandes en Fort Collins durante un año que estaba listo para
jubilarse. Tenía clientes en Wyoming. Me mudé de nuevo a Rawlins, me
hice cargo de algunos de esos clientes y entré en el negocio por mi cuenta.
—Tengo que preguntar, porque todavía estoy pagando mis préstamos de
la escuela de posgrado, pero ¿también obtuviste una beca completa para la
escuela de veterinaria?
Fletch sonrió.
—Sí. Una de las pocas veces que valió la pena ser indio. Mi asesor me
dirigió hacia todas las becas posibles y recibí todas las que solicité y me
acaban de otorgar algunas. Así que no solo salí de la escuela de veterinaria
libre de deudas, sino que obtuve dinero porque había elegido trabajar en una
sección poco representada del cuidado de la salud animal, animales
grandes. Y había elegido trabajar en una zona rural… siempre supe que
volvería a Wyoming. Y yo era una minoría.
—Hombre. Eso fue inteligente.
—También me doy cuenta de que tuve la suerte de contar con el apoyo
financiero. Trato de retribuir, especialmente a la comunidad india, incluso
cuando realmente no sé mucho sobre ser indio. —Él sonrió—. Por
supuesto, mi primo Eli está más que feliz de enseñarme eso cada vez que
tiene la oportunidad.
—Hablando de Eli… —Tobin tomó un trago de su taza e hizo una
mueca—. Llamó ayer.
—¿Acerca de?
—Acerca de cambiar nuestro viejo caballo de pista Lyle por uno de sus
caballos de entrenamiento más jóvenes.
Fletch frunció el ceño.
—¿Te dio una razón para eso?
—Dijo que estaba trabajando con alguien que es realmente asustadizo
con los caballos y quería un caballo que no se moviera ni se asustara por
nada.
¿Ese caballo era para Tanna? La pregunta era: ¿Tanna lo había solicitado
o era decisión de Eli? Cada vez que Fletch le preguntaba detalles sobre el
tiempo que pasaba con Eli, se volvía evasiva y después lo seducía.
—Entonces, probablemente no sea asunto mío, pero ¿Eli quiere ese
caballo para tu novia?
—Me lo imagino.
—¿No lo sabes?
—Tanna no está hablando. Y Eli es el hijo de puta guardián de secretos
más digno de confianza que conozco, así que tampoco habla. Apesta.
Tobin sonrió.
—¿Una mujer que no es honesta o que no dice nada? Estoy en shock.
—Vete a la mierda.
—Tanna siempre es tan optimista y sarcástica a mi alrededor. No te lo
tomes a mal, pero los comentarios obscenos que hace la mujer harían
sonrojar a una estrella del porno.
Oh chico, no sabes ni la mitad de lo que puede hacer esa boca sucia.
—La gente puede decir lo mismo de ti, Tobin. Actúas tan relajado. Eres
tan jodidamente despreocupado todo el tiempo. —Fletch hizo una pausa—.
Pero ese no es el caso, ¿verdad? Tienes un lado más oscuro que nadie ve.
Tobin pareció sorprendido por un segundo.
—Entonces, Doc, ¿eres un experto en todo el comportamiento animal?
¿O simplemente estás adivinando sobre mí?
Fletch sonrió.
—Y con eso—dijo Tobin—, tal vez deberíamos hablar sobre el negocio,
o no negocio, según sea el caso, que tenemos entre manos. He hecho casi
nada en esto. Hasta donde sé, Renner ha hecho menos que yo además de
que Tierney estableció la corporación y construyó el edificio.
—Te diré una cosa, siendo, que estoy de licencia, tengo mucho menos
que hacer por aquí que tú. Me pondré a investigar. Ver las opciones que
tenemos. Veré si no se me ocurre un plan concreto, o al menos una razón
para abandonar esta idea por completo. Si Renner te pregunta al respecto,
dile que me he hecho cargo. De esa forma estás libre y tengo una excusa
válida para estar en el Split Rock durante las próximas semanas.
—¿En serio? ¿Harías eso?
Fletch se encogió de hombros.
—Al menos será un cambio para mí.
—Gracias, hombre. —Tobin se puso de pie—. Tengo que hacerlo.
Avísame si necesitas algo.
—Lo haré. —Fletch tomó su portátil.
Los pasos de Tobin se detuvieron. Su voz atravesó la cavernosa
habitación.
—¿Puedo preguntarte algo?
—Supongo.
—¿Tanna es parte de la razón por la que pasas todo tu tiempo libre aquí?
No, ella es la única razón.
—Sí. Algo sobre esa mujer… me llegó desde el principio. Nunca antes
me sucedió.
—¿Ella lo sabe?
—No. Así que, como tú, intentaré con todas mis fuerzas parecer que
estoy ocupado.
Capítulo 20

Harper entró en Wild West Clothiers poco después del mediodía, con
el pelo rubio levantado en todas direcciones. Dejó el portabebés en el suelo,
miró alrededor de la tienda y rompió a llorar.
Un poco asustada, Tanna tomó suavemente a Harper de la mano y la
sentó en la silla más cercana a su bebé.
—¿Harper? Si odias dónde coloqué el exhibidor de calcetines y
pantuflas, siempre puedo volver a colocarlo donde estaba.
Eso la hizo llorar más fuerte.
Mientras Harper lloraba, Tanna, presa del pánico, estudió su rostro. Su
piel estaba manchada. Sus ojos hinchados. Sus labios inflamados. La mujer
hermosa, serena y siempre tranquila era un desastre.
—Lo siento. No es el exhibido—.
—Me lo imaginé. ¿Puedes decirme lo que está pasando?
Siguió una larga pausa y Harper se inclinó para ver cómo estaba su
bebé.
—Pobre Jake. La molesta mamá pone su mundo patas para arriba.
El chico no había emitido ni pío.
—Parece que se está adaptando.
—El viaje en automóvil siempre lo calma. —Sus ojos enrojecidos se
encontraron con los de Tanna—. Estoy enloqueciendo porque recibí una
notificación de que mi hermana Liberty resultó herida en el cumplimiento
del deber.
A Tanna se le cayó el estómago. Agarró las dos manos de Harper.
—Oh, Dios mío, Harper, eso es horrible.
—Evidentemente es bastante malo ya que la trajeron de regreso a los
Estados Unidos tan pronto como estuvo estable. Eso es todo lo que me
dirán.
—¿Dónde estaba desplegada?
—Afganistán. Solo le quedaban dos meses allí y hablaba de irse de las
Fuerzas Armadas definitivamente. —Harper se mordió el labio para no
llorar, no era de extrañar que la piel estuviera tan en carne viva—. ¡Esta no
es la forma en que ella imaginaba hacer eso! Entonces pienso, Dios, al
menos no volverá a casa en un ataúd.
—¿Sabes lo que pasó? ¿O el alcance de sus heridas?
Ella negó con la cabeza.
—Así que tengo que volar a Walter Reed para lidiar con esto.
—¿Cuándo vas?
—Hoy. —Ella se pasó la mano por la cabeza, tratando de domesticar su
cabello—. Tengo que llevar a Jake conmigo ya que lo estoy amamantando.
Me da un susto de muerte llevar a mi bebé a un entorno hospitalario donde
los pacientes han estado expuestos a todo tipo de virus extraños de todo el
mundo. Pero dicho eso, no sé qué haré si no me dejan llevarlo a la
habitación conmigo para ver a Liberty. Por mucho que quiera a Bran allí…
tanto como lo necesito allí… tiene un rancho que dirigir y un niño que
cuidar. Es un gran padre, pero Tate te mantiene ocupado. —Ella sollozó—.
No tengo idea de cuánto tiempo estaré fuera.
—¿No tienes otra familia que pueda encontrarte allí y ayudarte?
Ella negó con la cabeza.
—Mi hermana menor, Bailey, también está en el ejército y está
desplegada en Japón. Todas mis amigas están embarazadas o tienen bebés,
por lo que no pueden venir conmigo. Así que tengo que hacer esto por mi
cuenta.
Tanna se sintió muy impotente ante la angustia de Harper.
Entonces Harper respiró hondo.
—Había planeado estar aquí mañana ya que está llegando mi mayor
cargamento del año. Me lleva una semana completa catalogar la mercadería
y siempre he tenido a Tierney o Janie para tratar con los clientes. Esto no
puede esperar hasta que yo regrese. La mercancía no puede permanecer en
cajas por mucho tiempo porque solo hay un período de dos semanas para
decidir las devoluciones. Realmente odio preguntar, pero ¿hay alguna forma
de que tú puedas catalogar toda la mercancía? Eso te obligará a trabajar en
la parte trasera todos los días hasta que esté terminado. Con lo ocupados
que hemos estado, Harlow tendrá que manejar la parte delantera por su
cuenta.
—Por supuesto que lo haré.
El alivio inundó sus ojos y volvió a llorar.
—Gracias.
—Oye. No debería tener que recordarte que es mi trabajo. ¿Tienes
anotaciones o listas del año pasado que me muestren exactamente cómo
quieres que se categorice todo?
Harper asintió y se puso de pie.
—Mi sistema de archivo no tiene sentido para nadie más que para mí,
así que conseguiré los archivos. Podría llevarme un poco. —Su mirada pasó
de la mochila porta bebé a Tanna—. ¿Podrás vigilar a Jake?
—Por supuesto.
Harper desapareció en la parte de atrás.
Tanna se agachó y miró al bebé. Que hermosura. Su pequeña cabeza
parecía estar cubierta de plumas de pollo rubias y blancas. Sus labios se
curvaron en un ceño fruncido y la leche se filtró por la comisura de su boca.
Jake lucía un body vaquero en marrón liso con elegantes costuras blancas
en el centro. Llevaba pantalones de camuflaje. En sus pequeños pies había
calcetines con una cara de mono en los dedos. ¿Quién dijo que los bebés no
pueden estar a la moda?
Una ola de deseo la recorrió. Siempre había esperado tener un par de
bebés y un marido a los treinta y seis años.
Eso podría ser peor. Podría estar camino a algún hospital extraño para
tratar con un hermano herido.
Tanna suspiró. Realmente esperaba tener noticias de su hermano pronto.
Miró al bebé dormido y deseó que se despertara. Tal vez debería
levantarlo y abrazarlo de todos modos. El niño parecía solo.
Ja. Solo quieres abrazarlo y absorber esa dulce inocencia.
El cencerro de la puerta tintineó y miró hacia arriba, esperando un
cliente, pero Bran y Fletch entraron.
Fletch le sonrió. Al igual que Bran Turner, pero su sonrisa no hizo que
su corazón hiciera piruetas como hizo la del doctor.
Te enamoras demasiado rápido, Tanna. Esta es una amistad lujuriosa,
eso es todo.
—Hola, muchachos. ¿Qué pasa?
—Rastreando a mi descarriada esposa. —Bran se agachó junto a Tanna
e inmediatamente extendió la mano para tocar la mejilla de su hijo—. ¿Por
qué duermes en público pero no en casa?
No es de extrañar que Jake no respondiera.
Fletch se inclinó sobre el portabebés.
—Maldita sea, Bran. Es un lindo mocoso. El niño se parece totalmente a
su madre.
—No me cabe duda.
Tanna miró a su alrededor pero no vio a Tate el terror.
—¿Dónde está el hijo número uno?
—En la oficina con Tierney. La loca le está enseñando los números y
que me condenen si el chico no los ha aprendido. Puede contar hasta diez.
Ella y Fletch intercambiaron una mirada divertida ante el orgullo de
Bran.
Jake se retorció y abrió los ojos.
La vista la hizo derretirse. Bebé Jake era un rompecorazones de ojos
azules para empezar.
—Hola, amigo—dijo Bran en voz baja. Movió el asa del transporte y
levantó a Jake, colocándolo en su hombro mientras se levantaba. Dando
palmaditas en la espalda al bebé, dijo:
—Comenzará a quejarse en un segundo. Eso debería traer a su madre
aquí rápidamente.
Efectivamente, Jake chilló y Harper prácticamente llegó corriendo.
—¿Qué…? ¿Bran? ¿Qué haces aquí? —Su mirada escaneó la habitación
—. ¿Y dónde está Tate?
—Lo dejé en casa solo en el garaje con las herramientas eléctricas, un
paquete de fósforos, una pila de pornografía y una botella de vodka. —
Antes de que Harper respondiera, dijo—. Sé cómo cuidar de nuestro hijo,
cariño. Está arriba con Tierney.
—Oh. —Ella frunció el ceño—. Te dije que tenía que hacer una cosa
antes de irme.
—Vine para persuadirte. Tenemos que ponernos en camino para no
perder nuestro vuelo.
Harper se acercó y le quitó al quisquilloso bebé.
—Te refieres a mi vuelo.
Bran negó con la cabeza.
—Voy contigo. Tate también. Él debería estar realmente acabado cuando
lleguemos a Denver. No envidies a la gente que estará en el avión con
nosotros.
—Pero… —Harper parecía completamente desconcertada.
Él le rodeó la cara con las manos.
—No estás haciendo esto sola. Y lo habrías sabido si no hubieras salido
corriendo de la casa antes de que colgaras el teléfono.
—Pero el ganado…
—Estará bien. He contratado ayuda para Les, lo que debería darle un
incentivo para hacer su trabajo y no joder. Ya que ambos sabemos cuánto le
encanta al viejo cascarrabias tener ayudantes bajo los pies.
Harper se rio y sollozó.
—Nada es más importante para mí que tú y nuestra familia. Nada. —Él
presionó sus labios contra su frente—. Liberty también es mi familia. Ser
una familia significa que siempre nos mantenemos unidos, ¿entendido?
Probablemente, Tanna debería haberse alejado para darles privacidad,
pero el amor y la conexión entre estos dos causaron sentimientos
contradictorios dentro de ella: alegría por su obvia felicidad, tristeza porque
nunca podría experimentar eso.
En ese momento Fletch le tomó la mano y se la apretó.
Ella miró hacia arriba. ¡Vaya! ¿Cuándo se habían acercado tanto el uno
al otro?
Pero Fletch también miraba fijamente a Harper y Bran.
Bran le dio un beso en la cabeza a Jake.
—Ahora devuélveme a mi chico. Buscaré a Tate y tú terminas tus
asuntos con Tanna. Cinco minutos. Eso es todo.
Harper murmuró algo y Bran se rio. Entonces se enfrentó a Tanna.
—Bueno. Todas las listas de los últimos tres años están en el archivo en
el escritorio. Tendré el teléfono conmigo, así que si necesitas algo, envíame
un mensaje de texto.
Tanna empujó con la cadera a Fletch.
—¿Ves? Todos en el mundo envían mensajes de texto excepto tú.
—Ahora que voy a vivir aquí por un tiempo, puedo llamar a tu puerta si
quiero hablar contigo.
—Dispárame. Olvidé hacer una cosa. —Harper corrió a la trastienda.
Bran alzó el portabebés.
—Gracias por tranquilizar a Harper, Tanna.
—No hay problema. Pero todavía me parece extraño. Parte de mi
trabajo es rotar la mercadería. ¿Por qué es esto tan importante?
—Porque es la actividad favorita del año de Harper y ahora no podrá
hacerlo. —Se encogió de hombros—. No entiendo por qué le encanta
arrancar los envases de plástico de la mierda y eliminar las arrugas, pero no
me cuestiono lo que la hace feliz. El hecho de que confíe en ti dice mucho.
—Miró a Fletch—. ¿Vienes?
—Sí. Estaré ahí.
Después de que Bran se fue, Fletch bajó sus labios a los de ella, dándole
un beso tan caliente como dulce.
—¿Por qué fue eso?—dijo, un poco sin aliento.
Una sonrisa secreta cruzó su rostro.
—Porque sí.
—Bien, gracias.
—De nada. Entonces, ¿quieres pasar un rato conmigo después de que
termines aquí? Habrá luz del día para que podamos disparar al plato. Hay
un polígono fuera de Muddy Gap.
—¿Me llevarás a una cita de armas?
—Sí. ¿Tienes una escopeta?
Tanna puso los ojos en blanco ante la ridícula pregunta.
—¿De alguna manera olvidaste que soy de Texas?
—Mi error. —La besó de nuevo—. Nos vemos más tarde, dulzura
sureña.
El tiro al plato le haría olvidar el cambio en las horas de trabajo que
significaba que, al menos durante la próxima semana, no podría ir a la casa
de Eli.
Pero no estaba segura de si sentía alivio o decepción.
Capítulo 21

Fletch se detuvo junto a la valla de Eli, y se estacionó junto a una


camioneta con placas del gobierno de Wyoming. Escuchó chillidos alegres
y agudos unos segundos antes de ver a varias niñas persiguiéndose unas a
otras, irritando a los perros que les pisaban los talones. Las niñas formaban
parte de un programa social patrocinado por el estado, un proyecto favorito
de su primo socialmente consciente, que trataba de frenar la delincuencia
juvenil en niños nativos americanos en riesgo emparejándolos con adultos
indios que habían superado las expectativas. Fletch observó cómo la joven
trabajadora social, una cascarrabias llamada Andie que dirigía el programa,
seguía a las niñas hasta el establo.
Eli se acercó, con su habitual sonrisa.
—Buenos días, sol de la mañana.
—Estás demasiado alegre antes del mediodía, Eli.
—Y tampoco me voy a disculpar por eso. ¿Estar de licencia te ha
convertido en uno de esos perezosos que duermen hasta el mediodía?
—Vete a la mierda.
Eli se rio y Fletch lo siguió hasta la valla conectada a la rampa, imitando
su postura, inclinándose sobre la parte superior, mirando al otro lado del
prado.
—No es que no esté feliz de verte, pero ¿qué te trae por aquí?
No hay razón para ocultarlo.
—Tanna.
—Lo supuse. —Eli tomó un sorbo de café—. Pero pasar para decirle
hola porque estabas en el vecindario no es todo, ya que estoy bastante
seguro de que te despertaste a su lado hace unas horas.
—Lo hice. Podría acostumbrarme a tener a esa vaquera en mi cama. De
todos modos, quería ver cómo le iba. O más exactamente, lo que está
haciendo.
—Bueno, ella no ha hecho nada ya que hasta esta mañana, no la he visto
desde hace dos semanas. Aparte de eso, estás cuestionando mis métodos,
¿primo?
Se encogió de hombros.
—Tal vez un poco.
Eli se lo tomó con calma.
—Me he estado preguntando si debería cuestionarlos más yo mismo.
—Sé que ella no ha estado aquí, pero antes… ¿Tanna había hecho algún
progreso?
—Algo. No lo suficiente. No escala la cerca y huye de los caballos
como lo hizo el primer día cuando me ayudó a alimentarlos.
Fletch frunció el ceño.
—¿Pero ella está al menos cerca de caballos, muy cerca de ellos?
—No. Me siento tanto avergonzado como frustrado cuando admito que
la idea de Tanna de buscar ayuda… y mi idea de ayudarla son muy
diferentes.
—Explica eso—exigió Fletch.
—No tiene ningún problema en limpiar un establo. O todo el establo,
siempre que no haya caballos en dicho establo. Tengo miedo de entrar en mi
propio cuarto de aperos porque lo tiene perfectamente organizado. Incluso
tomará un balde y me ayudará a alimentar. ¿Pero en cuanto a pasar tiempo
con algún caballo? ¿Dejar caer una cuerda y atrapar uno? ¿O simplemente
estar de pie mientras cepillo uno? No. No ha sucedido todavía.
A Fletch se le hizo un nudo en el estómago.
—Mierda. Han pasado semanas desde que vino a verte por primera vez,
Eli.
—Estoy al tanto. No la he empujado, ambos sabemos que empujar no es
mi manera. En momentos como éste, desearía que así fuera. Pero esperaba
que se cansara del ritmo de caracol y tomara la iniciativa. Una mujer como
Tanna, hecha de fuego, obstinada como todos piensan, no debería
contentarse con palear mierda. Ahora debería al menos estar cabalgando.
Diablos, incluso tener de mascota a un maldito pony de sendero sería un
paso adelante. Una vez más, no ha sucedido.
—¿Tienes una teoría de por qué es así?
Eli suspiró, una rara señal de su frustración porque Eli siempre
sobresalía donde otros habían fallado.
—Si yo fuera del tipo que echa la culpa, señalaría que Tanna no está
aquí todos los días tratando de superar este miedo paralizante… tal vez
porque no está segura de querer superarlo. ¿Está haciendo los movimientos
solo para mantener alejada a la gente que piensa que ya debería haber
tenido este tema superado?
—Ella tiene un trabajo—señaló Fletch—. Tiene un tiempo limitado
durante el día y ha trabajado los últimos diez días de corrido
Eli lo enfrentó.
—¿Estás poniendo excusas por ella?
—No. —Fletch dejó escapar un suspiro de frustración—. No lo sé. No
lo quiero. Ella intenta ocultar sus miedos, pero algunas noches tiene
pesadillas. No me habla de ellas y sé que tienen que ver con el accidente.
Esperaba que tal vez estuviera hablando contigo.
Eli negó con la cabeza.
—Cada vez que le pregunto qué está haciendo aquí contigo, cambia de
tema. Sabía que algo estaba pasando, o que su progreso se había estancado
o lo que sea cuando me di cuenta de que ni siquiera va al edificio donde
estoy trabajando con Tobin porque tendría que pasar por el corral de
caballos.
—Nunca la hubiera catalogado como la Reina de la Evasión, pero eso es
lo que ha sucedido. Y siento como que la he ayudado a ponerse la corona en
la cabeza. —El silencio se prolongó—. ¿Tienes alguna sugerencia?—le
preguntó Eli—. Porque no estoy siendo demasiado orgulloso para admitir
que le estoy haciendo más daño que bien en este momento. Parece que soy
mejor con los caballos que con las personas.
—Sí, estoy contigo la mayoría de los días. —Fletch tamborileó con los
dedos en la parte superior del poste de la cerca—. ¿Cuáles eran tus planes
para hoy?
—Ninguno. Estoy en bastidores cuando las chicas están aquí. Andie
insiste en que se desahoguen y se emocionen antes de ponerlas a trabajar
para aprender lecciones de vida.
Fletch resopló ante el término lecciones de vida. Las niñas estaban
adquiriendo conocimientos de primera mano sobre cómo limpiar un
gallinero, un establo y los requisitos diarios de tener ganado—. ¿Así que
podrías haber programado algo para las chicas hoy como una sorpresa?
—¿Qué tienes en mente?
—Una demostración práctica sobre el cuidado adecuado de los caballos
con un veterinario, asistida por la encantadora vaquera y experta amazona
Tanna Barker. Seguido de una sesión para mostrar y contar lo que significa
ser una corredora de barriles. Completo con ayudas visuales. —Fletch
sonrió—. Voy a mostrarle a la Reina de la Evasión que el Rey de la
Tenacidad está en la casa hoy.
Eli le devolvió la sonrisa.
—Eso funcionará. Pero dejaré que tú se lo digas. No soy partidario de
que me corten la cabeza.
Las chicas seguían charlando con Andie y Tanna cuando salieron del
establo. En el instante en que lo vieron, gritaron:
—¡Doc Fletch!—y corrieron hacia él.
Tanna se acercó, esperando hasta que hubo un descanso en su adulación
para decir:
—Veo que tienes algunas admiradoras.
—Estas chicas y yo nos remontamos al verano pasado, ¿verdad,
señoras?
—¡Ajá! ¡Fue genial! Estuvimos allí cuando el doctor Fletcher rescató a
una gatita que se había perdido de su mamá.
—Sí, el buen doctor tiene predilección por cuidar cosas perdidas.
¿Era así como Tanna se veía? ¿Lo veía él? Al diablo con eso.
Ella sonrió a la gordita pecosa.
—Entonces, ¿qué pasó?
—Después de que la revisó para asegurarse de que no estaba herida, la
dejó ir. La gatita volvió corriendo a casa, donde pertenecía.
—Es interesante cómo sucede eso—murmuró Tanna—. Tiene suerte de
tener una casa a la que regresar corriendo.
Él no estaba listo para tocar eso.
—Estas dos de aquí—señaló a las dos niñas más pequeñas—me han
jurado que estudiarán mucho para poder ir a la escuela veterinaria y ayudar
a salvar a todos los animales del mundo.
—He estado practicando envolver las patas de mi perro con vendas—
anunció la chica pecosa—. Y me he vuelto realmente buena.
—Lo deseas—argumentó la de ojos oscuros al que él llamó
“luchadora”—. Lady se acuesta ahora cuando ve que sacas la cinta porque
está asustada. Eso no cuenta.
Tanna y Fletch intercambiaron una sonrisa.
Luego, las otras chicas compitieron por la atención de Fletch hasta que
Andie soltó un agudo silbido.
—Callaos o os perderéis la sorpresa que Eli preparó. —Hizo un gesto a
Eli—. Adelante.
—El doctor Fletcher demostrará la forma correcta de cepillar un caballo.
Así que sé que usareis vuestros mejores modales y lo escuchareis. Después
responderá a todas vuestras preguntas.
—¿Quién será su asistente? Porque todos los veterinarios tienen
asistentes.
Gritos de ¡Escógeme! ¡Escógeme! Estallaron en el aire.
Fletch pidió silencio.
—No todos los veterinarios tienen un asistente. La mayoría de los días
no lo tengo. Pero hoy están de suerte porque Tanna será mi asistente. Es una
experta cepillando caballos. Y la sorpresa adicional es que ella os hablará
sobre ser una corredora de barriles tres veces campeona del mundo y os
mostrará algunas herramientas del oficio.
Tanna se quedó paralizada a su lado.
En medio del zumbido de la emoción, Eli dijo:
—Mientras les damos tiempo a Doc y Tanna para que se preparen,
diríjanse a la casa. Summer horneó un lote completo de monstruosas
galletas para vosotras, pequeños monstruos.
Las chicas se despidieron apresuradamente y se alejaron a trompicones,
con Eli y Andie detrás de ellas.
Fletch se paró frente a ella.
—¿Quieres discutir cómo vamos a presentar esto aquí? ¿O mientras
caminamos hacia el pasto para reunir un caballo?
—Fletch. Yo… no puedo.
—No te estoy pidiendo que subas a un caballo y corras barriles, Tanna.
Te pido que me ayudes a mostrarles de qué se trata el buen cuidado de un
caballo. Cuánto tiempo y energía se dedica a un animal que se confía al
cuidado de su dueño.
—¿Necesito recordarte lo que pasó con el último caballo que fue
“confiado a mi cuidado”?—chasqueó ella.
—No fue tu culpa. —Él tomó su rostro entre sus manos—. Por favor,
cariño, tienes que creer eso porque es verdad.
—Fletch…
—No fue tu culpa—repitió obstinadamente—. Estabas gravemente
herida. Debes dejar ir la culpa por no estar allí para Jezabel en sus últimos
momentos. Dios, Tanna, te conozco. Te habrías arrastrado sobre cristales
para estar con ella si hubieses podido. Así que por favor. Deja de castigarte.
Tanna se sacudió de su toque y se quedó sin palabras durante varios
largos momentos.
—No puedo. Especialmente no hoy… en frente de…
—Por eso quiero que hables sobre cómo llegaste a ser campeona
mundial. Enséñales los diferentes tipos de brocas, bridas y arneses de
entrenamiento. Has aterrizado en la cima de tu deporte tres veces. Estas
chicas, que tienen tan poco, que probablemente no tienen muchas mujeres
como tú en sus vidas a las que admirar, necesitan inspiración.
Fletch leyó las preguntas en sus ojos con tanta facilidad como si
estuviera hablando en voz alta.
¿Qué pasa si soy una decepción porque no me subo a un caballo y les
muestro cómo se hace?
¿Qué pasa si me preguntan por qué ya no lo hago?
—Van a hacer preguntas. Pero si puedes responder a un grupo de
preadolescentes curiosas, que no tienen filtro, imagina cuánto más fácil será
responder a las preguntas de los reporteros de la industria cuando regreses
al deporte.
—Esa no es la parte que me preocupa.
—Bingo. Estaré a tu lado mientras cepillamos el caballo. Nosotros,
cariño. No solo tú.
Su tranquilidad no ayudó, el pánico de Tanna era palpable.
Entonces él estaba justo en su cara.
—Respira. Vamos, dulzura sureña. Eres una mujer de mente fuerte. Pon
tu mente en esto. También eres de voluntad fuerte. Puedes hacer esto—le
dijo en voz baja—. Sé que puedes. Solo tienes que creerlo.
Eso la ayudó a levantarse.
—¿Es por eso que estás aquí? ¿Para darme una arenga antes de
obligarme a hacer algo para lo que no estoy preparada?
—Esa es la cosa, estás lista para ello. Además, ¿es tan malo que esté en
el equipo Tanna? Estoy aquí para ti, lo he estado durante semanas, incluso
cuando quieres cerrar esa maldita puerta del establo y mantenerme fuera en
todo momento.
—Estás lleno de malos clichés hoy—replicó Tanna—, y no está
ayudando.
—Nada está ayudando. Así que sí, estoy forzando el problema. —Él le
acarició la mejilla—. Porque si no estás lista para tocar un caballo después
de todas las horas que has pasado aquí en un maldito rancho de caballos,
voy a patear el trasero de Eli. —Él sonrió—. Después posiblemente el tuyo.
—Inténtalo.
—Con mucho placer. Y aquí hay otra cosa a la que voy a forzarte. —
Fletch sostuvo su mandíbula y dejó caer su boca sobre la de ella para darle
un beso que le recordó que él estaba a cargo.
Tanna no trató de apartarse. Se envolvió alrededor de él, agarrándose,
haciendo esos gemidos necesitados que le ponían la polla dura.
Su cabeza pequeña trataba de arrebatarle el control a su cabeza grande,
pero Fletch no sucumbiría al poder seductor de las necesidades de su
cuerpo. Tanna usaba el sexo para distraerlo cada vez que trataba de hablar
sobre sus problemas y estaría maldito si hacía lo mismo. Entonces rompió
el beso.
Cerebro uno, polla cero.
Apoyó la frente en la de ella.
—Por favor. Créeme. Si esto es demasiado para ti, nos detendremos.
Pero al menos tienes que intentarlo.
Su cuerpo se tensó de nuevo. Pasó un minuto muy largo de silencio
antes de que ella susurrara:
—Está bien.
Gracias a Dios. Fletch dio un paso atrás y le tendió la mano.
—Ven. Vamos a buscar un caballo.
Tanna tomó su mano.
—Un caballo lento. Y será mejor que consiga una galleta grande
después de esta demostración suya, Doc.
—Dulzura sureña, personalmente te daré todas las galletas que puedas
comer.
Capítulo 22

Tanna estaba agitada.


La mujer no podía quedarse quieta después de que regresaron del campo
de Eli. merodeaba en silencio alrededor de la sala de estar de su caravana,
con el ceño fruncido. Ella le daría respuestas de una o dos palabras si le
hacía una pregunta, pero más allá de eso, se mantuvo calladamente
nerviosa.
—Me voy a la piscina—dijo finalmente.
Él se quitó las gafas de lectura y las dejó a un lado. De todos modos,
había releído la misma página durante los últimos diez minutos.
—Pensé que la piscina estaba prohibida para los empleados.
—Solo cuando hay huéspedes. El albergue está vacío, por eso no trabajo
esta noche. Te veré más tarde.
La puerta mosquitera se cerró detrás de ella.
Normalmente no le molestaría que ella no lo hubiera invitado a
acompañarla. Pero le molestaba, dado que el día les había pasado factura a
ambos.
Durante la sesión de cepillado del dócil caballo de Eli, Fletch se había
quedado cerca de Tanna, ofreciéndole silenciosa tranquilidad tocándola
como ella tocaba al caballo. Las chicas no vieron sus movimientos bruscos
ni sus manos temblorosas, ni reconocieron el tono más agudo de su voz. Al
final se calmó y Fletch se sintió orgulloso de ella.
Mientras Tanna mostraba las herramientas de su oficio de carreras de
barriles, desglosando las partes de la silla, describiendo las diferentes
piezas, y la cabezada, las partes que formaban la brida, él permanecía en las
sombras fuera del establo, su cuerpo tenso como si hubiera absorbido el
miedo de Tanna.
Así que sí, a él también le gustaría desahogarse.
Y realmente le gustaría ver a Tanna en bikini.
La idea de frotar aceite por todo su cuerpo curvilíneo lo hizo levantarse
del sofá y buscar sus pantalones cortos.
Fletch le dio treinta minutos a solas antes de que se pusiera una toalla
alrededor del cuello y se dirigiera a la piscina.
No era una piscina grande, tal vez cuatro metros por seis. El final más
profundo tenía solo un metro setenta. Una cerca alta encerraba el área, los
listones de madera en ángulo para permitir la circulación de aire dentro del
espacio. La puerta de metal crujió cuando entró y el hormigón liso estaba
caliente bajo sus pies.
Tanna flotaba en un sillón inflable verde neón en medio de la piscina.
Sus pechos se derramaban fuera del sujetador en forma de triangulo del
bikini rojo. Los pantalones cortos de chico a juego mostraban la curva de
sus caderas y su abdomen plano.
Él podía lamerla toda. Chupar su piel calentada por el sol y saborear su
sudor mezclado con el agua clorada.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Vine a unirme a ti para un pequeño juego en el agua.
—No te ofendas, pudding pop, pero no estoy de humor para ninguno de
tus juegos.
Dios. Ese acento altivo suyo lo puso duro como una jodida roca. Al
igual que la mueca casi burlona de su boca exuberante. Fletch sabía que a
Tanna le encantaba cuando se volvía todo “hombre de las cavernas con ella”
y no querría decepcionarla cuando ella lo había provocado primero.
—Ahora yo estoy herido. Supongo que tendré que jugar conmigo
mismo.
—Adelante, haz eso.
—Genial. Pero, dulzura sureña, quizás quieras cerrar los ojos.
Ella agitó la mano con desdén en su dirección.
—He visto este show antes.
Fletch sonrió.
—No digas que no te lo advertí. —Agarró la botella de bronceador y
apretó un poco en su palma. Manteniendo los ojos en los de ella, lentamente
frotó ese aceite por su brazo izquierdo. Tomándose su tiempo para
trabajarlo en sus bíceps, tríceps y antebrazos. Después cambió de lado,
prestando igual atención al brazo derecho.
¿Tanna era consciente de que se había lamido los labios?
Se roció aceite en el pecho, sus manos resbaladizas masajeaban
suavemente sus pectorales, las puntas de sus dedos enterrándose en cada
músculo marcado. Cuando llegó a sus pezones, Fletch dejó caer la cabeza
hacia atrás mientras sus pulgares recorrían los círculos fruncidos.
El sonido del flotador chirriando llegó a él. ¿Se estaba poniendo un poco
nerviosa por el show que afirmó que no quería ver?
Fletch roció aceite directamente sobre su esternón y se pasó las manos
por los hombros mientras un chorro espeso se deslizaba hacia abajo, más
hacia abajo, por su torso. Antes de que el riacho llegara a su ombligo, lo
untó a través de sus abdominales.
Goteando aceite en las yemas de los dedos, se frotó los dedos antes de
colocarlos en la parte baja del abdomen y comenzó a meterlos bajo la
cintura de sus pantalones cortos, con los ojos fijos en los de ella. Tanna no
podía dejar de mirar su polla tapada por el bañador.
—Detente—dijo con voz ronca—. Dulce Señor. ¿En serio estás
dispuesto a masturbarte aquí mismo?
Fletch fingió una mirada confundida.
—¿Pensaste que iba…? —Él rio—. Dios no. Solo estaba ajustándome el
bañador. —Bajó la banda elástica y tiró del forro—. ¿Por qué? ¿Es eso algo
que te gustaría ver?
—Ya te dije que no—lo cortó—. Ahora que estás todo engrasado como
si estuvieras en una competencia de culturistas, ¿te acostarás al sol y verás
si puedes enrojecer un poco más esa piel?
Qué boca tan inteligente. Lanzó un grito ahogado.
—¿Quieres decir que era aceite para oscurecer mi piel? ¿No protector
solar?
—Nop.
—Bueno, mierda. Será mejor que me lave esta mugre aceitosa de
inmediato. —Caminó hasta el borde de la piscina.
Sus ojos se agrandaron.
—Fletch. No.
Se rodeó las rodillas con las manos mientras saltaba. Un tipo grande
como él podría salpicar agua como una bala de cañón bien colocada.
Cuando salió a la superficie, vio que había empapado completamente a
Tanna. Incluso la había tirado del flotador.
Dulce.
—¿Qué eres? ¿Un niño de doce años? —demandó ella, secándose el
agua de los ojos.
—Sí. Veo a una chica que me gusta en la piscina y la salpico para
llamarle su atención. Especialmente si ella está dispuesta a ignorarme.
—No es gracioso, burlarse de mi acento. —Tanna se echó el pelo por
encima del hombro. Cuando notó que él la acechaba, advirtió—. No estaba
bromeando, Fletch. Estoy de mal humor y realmente no quieres estar
conmigo en este momento.
Él se interpuso entre ella y los escalones.
—Yo también estoy de mal humor. Entonces, ¿qué tal si nos saltamos
las sutilezas y nos sacamos las frustraciones el uno al otro? —La había
llevado hasta que su espalda estuvo contra la pared. Entonces apoyó las
manos en la saliente junto a sus hombros y se inclinó—. Quiero follarte de
todas las formas que se me ocurran. Duro. Rápido. Sucio. Áspero. Perverso.
Quiero usar mi boca, mis dientes, mis manos y mi polla de formas que te
hagan sonrojar, gritar y excitarte por completo. Quiero quitar todo esto de
entre nosotros a pura follada animal. Eliminará tu nerviosismo y algo más.
Tanna se estremeció. Volvió la cabeza y le mordió el hombro con tanta
fuerza que él siseó. Ella lamió la línea de su clavícula, hasta el arco de su
cuello y susurró:
—Gran charla. Pruébalo.
La adrenalina se disparó al instante. Su respiración cambió. Su
concentración se agudizó.
Las uñas de Tanna se clavaron a un lado de su cuello mientras tiraba de
su boca hacia la de ella para darle un beso feroz.
Fletch le permitió tener el control por el momento, ¿porque después de
esto? El control era todo suyo.
Cuando finalmente soltó su boca, la giró. Una mano se retorció en su
cabello y aplastó la otra contra su vientre. Sus labios comenzaron en la
tierna superficie de su hombro y subieron, deteniéndose detrás de su oreja.
—¿Usas el cabello recogido en el trabajo?
—Eh. No.
—Bien. —Él abrió la boca debajo del nacimiento del cabello y chupó.
Duro. Y siguió chupando, marcándola con un moretón de amor incluso
cuando sus rodillas se doblaron. Sintió la vibración del gemido de Tanna
bajo sus labios y no pudo evitar hundir los dientes un poco más.
Tanna gimió más fuerte.
Añadió dos marcas más que, cuando terminó, parecían una letra F
gruesa. Tal vez no pudiera verla, pero estaba allí. Y él sabía que estaba allí.
Después sus labios viajaron al otro hombro y le levantó el brazo para
mordisquear y besar la tierna piel de la parte inferior.
Otro escalofrío recorrió su cuerpo y vio cómo sus pezones se tensaban.
Fletch soltó su cabello.
—Deja tu brazo en alto. —Lo dobló en ángulo, manteniendo su bíceps
junto a su oreja y colocando su palma en la parte posterior de su cabeza—.
Quédate así. —Enroscó sus manos alrededor de su caja torácica y siguió el
contorno de su cuerpo, lentamente, deteniéndose en sus caderas—. Abre tus
piernas.
Ella obedeció sin protestar.
Trazó el borde de la parte inferior de su traje de baño. Incluso bajo el
agua sintió que su abdomen temblaba en respuesta. Deslizó la mano
izquierda debajo de la banda elástica, siguiendo su raja hasta su abertura.
Empujó un dedo en su coño, gruñendo:
—Estás tan jodidamente mojada. Y sé que no es por el agua de la
piscina.
—Es todo por ti—le susurró ella contra el cuello.
Su polla se movió contra su culo y ella volvió a frotarse contra su eje.
Fletch movió su cabeza hacia un lado y pegó su boca a la piel justo debajo
de su mandíbula mientras la follaba con un dedo, luego con dos.
Tanna se arqueó, golpeando la pelvis contra su mano.
—Quédate quieta—le advirtió él. Una vez que se hubo acomodado, él
también deslizó la mano derecha en la parte inferior del traje de baño.
Estiró los rollizos labios de su vagina con el índice y tercer dedo, mientras
su dedo medio comenzaba a manipular su clítoris.
—Oh, Dios.
Sus dedos, resbaladizos por el aceite, frotaron la pared interna de su
vagina opuesta a su hueso púbico. Sabiendo que la volvía loca, alternó dar
golpecitos en el clítoris y dibujar pequeños ochos.
Fletch entró en ese espacio donde el placer de Tanna era su única
preocupación. Saboreó su piel y aspiró su aroma, sus dedos la impulsaron
hacia el orgasmo. El calor del sol, el agua templada, su cuerpo suave
pegado al de él, los aromas del aceite de coco y el cloro, esto tenía que ser
el paraíso.
Justo cuando apoyó la boca en su oreja para ordenarle que se corriera,
ella detonó. Su mano libre golpeó el agua, dejando escapar gemidos de su
boca. El cuerpo de Tanna se estremeció y él lo acompañó; su coño
succionando sus dedos, su clítoris pulsando.
Ella se dejó caer contra él después de la contracción final. Su brazo cayó
al agua con un chapoteo.
Fletch enderezó la parte inferior de su traje de baño. Antes de que Tanna
saliera de su bruma, la giró para que lo mirara y la levantó, envolviendo sus
muslos por encima de sus caderas. Entonces inclinó la cabeza, recorriendo
con sus mejillas afeitadas a navaja la parte superior de los senos.
—Arquéate hacia atrás.
—Fletch…
—Hazlo.
Tanna se reclinó completamente en el agua y se dejó flotar, con los
brazos extendidos en forma de T mientras sus piernas estaban ancladas
alrededor de su cintura. Sus ojos estaban oscuros, saciados, pero tenían un
destello de lujuria. La luz del sol se reflejaba en su cabello, resaltando el
rojo en sus cabellos caoba.
Fletch bajó la cabeza y lamió una línea a lo largo de su torso desde el
ombligo hasta el hueco de la garganta. Su boca se deslizó hacia su pecho
derecho y deslizó la lengua debajo del sujetador del traje de baño. Su piel
estaba fresca, húmeda y suave… excepto por el pezón duro que sobresalía.
Cuando su boca caliente encerró la punta, Tanna comenzó a echar la
cabeza hacia atrás, pero se contuvo en el último segundo.
Él sonrió y procedió a torturarla, mordiendo, lamiendo, exponiendo las
puntas mojadas al aire para ver cómo se contraían, sabiendo que ella no
podía moverse. Le encantaba ver la forma en que separaba sus exuberantes
labios y cómo su pecho se elevaba fuera del agua con cada dificultosa
respiración.
Tanna comenzó a moler su coño contra su abdomen y se dio cuenta de
que estaba cerca de correrse de nuevo.
—Date un orgasmo mientras te chupo las teta.
—Sí. —Él sintió la mano femenina hundirse entre sus cuerpos, sus
nudillos golpeando sus abdominales mientras se acariciaba rápidamente el
clítoris.
Aunque no podía ver lo que estaba haciendo, estaba jodidamente
cachondo sabiendo exactamente lo que estaba haciendo.
Especialmente cuando empezó a gemir, completamente ajena a todo
excepto a expresar su placer.
Tan pronto como su mano cayó, Fletch la sacó del agua y la besó. En
una embestida violenta. Dientes y lenguas en duelo mientras sus pechos
resbalaban y se deslizaban uno contra el otro.
Sus manos se deslizaron desde sus omóplatos hasta su trasero y
siguieron la hendidura de su culo, deteniéndose donde éste se curvaba hacia
el muslo. Deslizó el pulgar por debajo de los pantalones de su traje de baño
y acarició su ano.
Su cuerpo se tensó, pero parecía más temor que rechazo.
Él se apartó para que sus labios apenas se tocaran.
—¿Este culo? Hoy es mío.
Un escalofrío la recorrió.
—Quiero inclinarte sobre esa tumbona, untar mi polla con aceite
bronceador y enterrarme profundamente en este pequeño y bonito culo. —
Fletch le rozó la mejilla con besos sutiles, deteniéndose en su oído—. Te
montaré duro, Tanna. Es el estado de ánimo en el que estoy.
Ella inclinó la cabeza y raspó con los dientes la barba incipiente de su
mandíbula.
—Entonces hazlo.
Dios. La forma en que usó sus dientes envió una descarga de
electricidad directamente a sus bolas.
—Simplemente no aquí. No quiero que la gente venga corriendo a ver
qué está pasando cuando me escuchen aullar.
Fletch gruñó, apretó la mano sobre su trasero, manteniéndola inmóvil
mientras salía de la piscina, con la boca concentrada en todos los puntos
calientes de su cuello.
Una vez que estuvieron en la cubierta de la piscina, Tanna se contoneó
para dejarse caer.
Le dio una palmada en el culo.
—Quédate quieta. Voy a agarrar el aceite y nos vamos.
—No tienes que cargarme.
—Oh, pero lo haré. Me importa un carajo lo que piensen o vean los
demás. Así que, a menos que quieras que te folle aquí mismo, ahora mismo,
mantendrás este cuerpo sexy tuyo envuelto a mi alrededor hasta que te baje.
—Sí, señor—dijo en voz baja.
Fletch le entregó la botella de aceite.
—Sostén esto. —Con chanclas en los pies, se dirigió a la puerta.
—Pero las toallas…
La interrumpió con un beso. Se quedaron fuera de la valla, goteando
agua, los cuerpos pegados, las bocas unidas con pasión. Cuando Tanna
meció su pelvis contra la de él, soltó su boca.
—Mantén ese pensamiento, pero tengo que ver por dónde camino.
Ella asintió con la cabeza y hundió la cara en su cuello, su respiración se
soplaba sobre su piel húmeda.
Fletch pareció hacer el viaje a su remolque en cinco zancadas.
Tan pronto como estuvieron dentro, Tanna desenganchó sus piernas y se
paró frente a él. El bronceador cayó al suelo. Ella no prestó atención, clavó
las yemas de los dedos en sus pectorales mientras le lamía el pezón.
Él inspiró sorprendido. No era tímida acerca de lo que quería cuando se
trataba de sexo, pero no había actuado tan... hambrienta por él… de él…
antes.
Tanna prodigó atención a sus pezones y él la dejó, manteniendo las
manos a los lados, saboreando cada lamida y mordisco. Su cabello húmedo
se arrastraba sobre su abdomen y pequeñas gotas de agua fría seguían
cayendo sobre sus empeines, haciéndolo estremecerse.
Suficiente. Necesitaba su boca caliente y sus manos frías en otra parte.
Fletch acunó su mandíbula en la mano izquierda y usó la derecha para
tirar de su bañador. Le pasó el pulgar por el labio inferior.
—Qué boca tan bonita. La quiero en mi polla.
Con sus ojos fijos en los de él, Tanna le chupó el pulgar, haciendo girar
la lengua en torno a él. Se permitió una sonrisa arrogante antes de caer de
rodillas.
En el instante en que sus labios rodearon la punta de su polla, todo su
cuerpo se tensó con anticipación. No importaba cuántas veces lo hubiera
mamado, nunca se acostumbraría a esa sensación vertiginosa del primer
toque húmedo de su boca.
Le acariciaba el cabello mientras ella lo llevaba más profundo con cada
subida y bajada de su cabeza. En lugar de usar la mano para masturbarlo
mientras su boca realizaba magia oral, sus dedos agarraban sus muslos.
Cuando su eje estuvo completamente asentado en su boca, la punta
chocando contra la parte posterior de su garganta, su nariz contra su vientre,
la sostuvo allí.
Ella no se resistió ni trató de apartarse.
—Eso es, bebé, respira por la nariz. Ahora traga. Quiero sentir esos
músculos de la garganta besando mi polla.
Los ojos de Tanna permanecieron cerrados mientras tragaba.
—Ah, joder. La próxima vez me correré por tu garganta justo así. —
Dejó que sus manos cayeran y ella se retiró, su polla se deslizó fuera de su
boca.
Ella le acarició la cadera y plantó besos en la parte inferior de su
abdomen.
Él la levantó y reclamó su boca mientras desataba el sujetador de su
traje de baño. Después de arrojarlo a un lado, sus manos se deslizaron hacia
abajo para quitarle el resto. Una necesidad imperiosa se construyó dentro de
él con cada beso con la boca abierta. Quería ser el dueño de esta mujer,
follarla, marcarla, poseerla, dejar una huella en ella tan, tan profunda para
que solo pensara en él. Para que solo lo deseara a él.
Poniéndose de puntillas, Tanna rompió el sello de sus bocas y le rozó la
mandíbula con los labios, comenzando por la izquierda y moviéndose hacia
la derecha.
—Soy tuya como me quieras—susurró.
—Sofá. Ahora.
Ella soltó los brazos de su cuello y se alejó tranquilamente, consciente
de que sus ojos estaban pegados a cada tentador movimiento de sus caderas.
Como si necesitara un estímulo adicional. La mujer era sexo caminando.
Botella de aceite en mano, Fletch se unió a ella.
—Manos en los cojines, piernas abiertas, culo en el aire.
Tan pronto como ella asumió la posición, se sentó en el suelo entre sus
piernas. Con su cuello descansando en el borde del cojín, su coño estaba
encima de él.
Fletch se vertió aceite en los dedos.
—Pon tu coño en mi cara.
Tanna se agachó sin dudarlo.
Se dio un festín con ella. Lamiendo sus jugos, haciéndole cosquillas en
el clítoris con la punta de la lengua, enterrando la boca en sus suaves y
húmedos tejidos hasta emborracharse con su sabor. Drogarse con el olor de
su excitación. Su boca se dirigió hacia el fruncido agujero rosa y pasó la
lengua por esa apretada roseta hasta que los gemidos de Tanna se
intensificaron.
Se detuvo, reemplazando la lengua con un dedo untado de aceite. Él
jugueteó con su coño con rápidos movimientos circulares y mordiscos de
labios firmes mientras lentamente insertaba un dedo en su culo.
Tanna estaba tan concentrada en su orgasmo inminente que no se dio
cuenta, o no le importó, cuando agregó un segundo dedo. Extendió la mano
y roció más aceite en su coxis. Éste se deslizó por la grieta de su trasero
hasta su ano, cubriendo sus dedos mientras los metía y sacaba, preparándola
para tomar su polla.
—Por favor. Por favor, haz que me corra.
Se aferró a su clítoris y lo chupó hasta ese dulce momento en que su
cuerpo respondió. Y se tragó un muy masculino gruñido de satisfacción por
haberla llevado allí. De nuevo.
Cada pulso palpitante la hacía jadear.
—Oh Dios. Oh-Dios-oh-Dios-oh-Dios.
Después del último temblor, Fletch le dio un suave beso en el coño,
apartó los dedos de su canal trasero y se puso de pie sobre piernas
temblorosas.
Deseo. Necesitad. Ahora.
Necesitó cada gramo de fuerza de voluntad para no embestirla con su
polla en ese segundo. Agarró un puñado de pañuelos de papel de la mesa de
café y se secó los dedos. Entonces se dio cuenta de que no había traído
protección. Tanna todavía estaba en un estupor y no se daría cuenta si él se
alejaba por un segundo.
Pero cuando se dirigió al dormitorio, ella dijo:
—¿A dónde vas?
—A conseguir un condón.
Ella levantó la cabeza y lo miró por encima del hombro.
—Sin condón.
—¿Estás segura?—dijo conmocionado.
—Estás limpio. Estoy limpia. Y no es como si me dejaras embarazada.
—Ella le lanzó una mirada tan ardiente que la temperatura en la habitación
pareció subir veinte grados—. Sin protección. Tu polla en mi culo. No me
digas que no has fantaseado con eso.
—Lo hice. Simplemente no sabía que tú lo habías hecho. —Sus miradas
permanecieron unidas en una acalorada follada ocular mientras él vertía
más aceite en la mano y se untaba la polla.
Se paró detrás de ella, su cuerpo tenso, preparado, ansioso, pero incluso
en su cruda oleada de necesidad, se tomó un momento para depositar besos
por su espalda. Su hermosa piel estalló en piel de gallina cuando él le dio un
beso en los hoyuelos sobre su trasero.
Fletch no preguntó si estaba lista; estaba demasiado excitado. Aunque
sus manos estaban resbaladizas, se las arregló para sostener sus nalgas
mientras las separaba. Dio un empujoncito en la pequeña entrada con su
polla dos veces, empujando la punta adentro en el tercero. Una vez que esos
fuertes músculos se contrajeron alrededor del glande, no pudo contenerse.
Se estrelló contra ella hasta las pelotas.
Tanna gritó.
Eso llamó su atención. Antes de que pudiera preguntarle si estaba bien,
ella dijo:
—No pares. Dios. Olvidé lo mucho que amo esa mordida de dolor.
Un sonido posesivo retumbó en su pecho, se retiró y la empaló de
nuevo. Y otra vez.
—Maldita sea, me gusta esto sin condón.
Después de una docena de embestidas, aceleró el ritmo. Sus caderas
bombeando, sus suaves nalgas un cojín para sus cada vez más duras
estocadas. Sacó su polla por completo, la punta se detuvo brevemente en el
pequeño agujero antes de abrirse paso hasta el fondo de una embestida.
Tanna empujó hacia él, cada empuje provocaba un:
—Sí.
Una enloquecedora presión comenzó a acumularse en su cabeza
mientras veía cómo su polla se metía en su culo. Su pasaje anal era tan
caliente y apretado y una sensación diferente a abrirse paso violentamente
en su coño húmedo y acogedor.
El sudor le perlaba el pecho. Le ardía la nuca. El olor a coco impregnaba
el aire. Por un breve instante imaginó que estaban en la jungla mientras la
follaba como un animal. Como un loco. Una mano se aferró a su cabello. La
otra a su cadera, manteniendo su cuerpo firme para sus poderosas e
inflexibles estocadas.
Tanna movió sus manos de los cojines del sofá para apoyarse contra las
masculinas caderas moviéndose como pistones.
Su cerebro cantaba más rápido.
Ese zumbido de advertencia comenzó en su coxis.
Cerró los ojos. Su cuerpo había exigido este ritmo rápido, llevándolo a
este punto lo más rápidamente posible, y ahora lo dejó tambaleándose en el
precipicio. Esto era un tipo especial de tortura; quería que terminara, no
quería que terminara nunca.
—Tan cerca. Tan jodidamente cerca.
Sabiendo lo que necesitaba, Tanna contrajo y soltó sus músculos
interiores, aumentando la presión sobre su pene. Su polla permaneció casi
inmóvil en su acogedor canal mientras se corría en ráfaga caliente tras
ráfaga caliente. Nunca había experimentado nada como su polla sin un
condón sacudiéndose contra las paredes de su culo con cada chorro. El
abismo se abrió y él podría haber gritado joder, sí una o dos veces mientras
caía en una dulce felicidad. El rugido de la sangre en sus oídos amortiguó
los sonidos y la sangre se le subió a la cabeza. La había agarrado tan
desesperadamente que tenía las manos apretadas. Además de sus nalgas. Y
su mandíbula.
Respirando con dificultad, agotado, la mente un poco confusa, Fletch se
desplomó hacia adelante, sus manos junto a las de ella en el cojín. Su pecho
cubría su espalda, pero no dejó que su pequeño cuerpo soportara la peor
parte de su peso. Permaneció inmóvil sobre ella hasta que pudo respirar
normalmente.
Fue entonces cuando Tanna volvió la cabeza y susurró:
—Bum.
—Sin bromear. Eso. . . tú . . . me volaste la puta cabeza, Tanna. —Él
encontró su cordura besándola, depositando besos con labios suaves y
deslizando labios húmedos sobre labios húmedos.
—La próxima vez sabré lo que realmente tienes en mente cuando
amenaces con convertirte en un hombre de las cavernas en mi culo.
Él no se rio. Solo gruñó y le mordió ligeramente la parte superior de la
oreja. Ella no era virgen para el sexo anal, pero sin duda estaría dolorida
mañana después de lo duro que la había follado.
Fletch le apartó el pelo y empezó a darle otro chupetón en la nuca sólo
porque podía.
Tanna se arqueó hacia él y gimió.
—Fletch. Detente. No puedo soportar mucho más.
—Lástima porque aún no he terminado contigo. —Bromeó con ella,
soplándole en la oreja, mordisqueando su lóbulo mientras acunaba su
montículo—. Cariño, todavía estás mojada e hinchada. —Empujó dos
dedos dentro y le frotó el clítoris con el pulgar—. ¿Necesitas un poco de
alivio?
—Yo…
—Lo tomaré como un sí. —Tanna estaba tan lista que no pasó mucho
tiempo hasta que llegó al punto sin retorno—. Córrete así para mí. Con mi
polla en tu culo y mis dedos en tu coño.
—Oh, maldita sea, Fletch, yo… —Y empezó a correrse. Violentamente.
Tanna de hecho lanzó un grito cuando cada parte íntima se contrajo
alrededor de sus dedos, de su polla, de su pulgar. Ella corcoveó sobre su
mano. Y se alejó. Tan pronto como el intenso orgasmo terminó, hundió los
dientes en su bíceps.
Él siseó al sentir el agudo dolor.
—Estoy agotada, exhausta—jadeó ella.
—Yo también. Me deshaces cada vez que te toco. —Primero retiró los
dedos, después la polla y se enderezó.
Cuando Tanna se enderezó, Fletch envolvió sus brazos alrededor de su
vientre y besó la parte de atrás de su cabeza, solo necesitando abrazarla.
Ella se hundió contra él.
—¿Ducha?—murmuró en su oído.
—No ahora. Solo quiero disfrutar de los doscientos orgasmos a los que
me forzaste.
—Bueno. —Fletch la tomó en sus brazos y la llevó a su cama.
Tanna se tendió sobre las frías sábanas y gimió.
—Mi cuerpo está tan sobrecalentado en este momento. Tan
sobreestimulado.
Él se estiró a su lado. Estaba tan nervioso que consideró ponerse las
zapatillas de correr y golpear el pavimento. Pero no quería dejarla. Habían
tenido sexo intenso antes, pero esto estaba en un nivel diferente.
Sin estar acostumbrado al silencio de ella, ni a la distancia física en la
cama, colocó la mano en la parte baja de su espalda, medio preocupado de
que ella se la quitara de encima después del comentario sobreestimulado.
No lo hizo. Tanna suspiró.
Dios. Estaba tan loco por esta mujer.
—Gracias—dijo ella después de un rato.
¿Estaba siendo sarcástica?
—¿Por…?
—Por no tratarme como si fuera frágil. Especialmente después de las
cosas que sucedieron hoy en lo de Eli.
Sin estar seguro de si quería una respuesta, Fletch permaneció callado y
su pulgar acariciando ligeramente su columna.
—Fue más caliente que el infierno. Tú follándome, tomándome a tu
antojo. No haciéndome el amor tierno y dulce.
Su movimiento se detuvo.
—¿No te gusta eso?
—No me malinterpretes, me encanta la forma en que puedes ser tierno y
dulce. O divertido y rápido. Pero a veces… lo necesito... así.
—Yo también, bebé, así que de nada—dijo aliviado.
—Y por favor no arruines esto preguntándome si fuiste demasiado rudo
—le advirtió sin mirarlo.
—En realidad, estaba pensando que la próxima vez te azotaré el trasero
hasta que esté caliente y rosado antes de follarlo.
Tanna gimió, un buen gemido.
Durante mucho tiempo, Fletch la acarició y ella se lo permitió. Después
de que se quedó dormida, él se vistió y salió a correr. Antes de regresar se
acordó de recoger las toallas de la piscina.
En cuanto a la terapia para mejorar el estado de ánimo, había anotado un
touchdown.
Capítulo 23

Después de terminar sus ejercicios de fisioterapia, Tanna tomó el


teléfono y vio que tenía una llamada perdida de su hermano Garrett, la
había llamado no hacía diez minutos. Le devolvió la llamada, esperando
que contestara.
Respondió al segundo timbre.
—Si no es mi obstinada hermana mayor.
—No soy obstinada. Soy indecorosa, ¿recuerdas?
Garrett se rio. Tanna tuvo que cerrar los ojos ante la sensación de vacío
que evocaba ese sonido. Lo extrañaba. Durante sus años en la carretera,
habían pasado mucho tiempo hablando por teléfono. Odiaba que desde que
él había comenzado su carrera como “especialista en seguridad” hacía
dieciocho meses, no pudiera simplemente llamarlo cuando se le antojara.
—¿Cómo van las cosas en Wyoming?
—Vender ropa y servir bebidas en el resort es divertido, por lo que la
mayoría de los días no parece trabajo. ¿Dónde estás?
—Estoy en Colorado, de hecho.
—Oye, estás cerca. Entonces, ¿terminaste el entrenamiento?
—Espero que sí. Mucho de esto es un trabajo de mierda. Odio jugar al
paso a paso. Pero tengo que trabajar duro antes de pasar a la gerencia, lo
que con suerte no llevará más de seis meses, ya que la rotación es muy alta.
Ella hizo una pausa, queriendo hacerle un millón de preguntas.
—¿Qué pasa ahora?
—Verificando mis opciones de apartamentos en Denver.
—¿En serio? Pero pensé que presentarías una solicitud para California.
—Lo hice. Pero he decidido quedarme en esta oficina en lugar de
transferirme a la de LA Colorado. . . la geografía es tan diferente que no
suspiraré por Texas aquí. Maldita sea, extraño el té dulce. Incluso extraño la
humedad.
Tanna se rio.
—No extraño la humedad. Y estoy feliz de que parece que hay muy
pocos insectos por aquí. De todos modos, estoy orgullosa de ti.
—¿Por qué?
—Por admitir que estás suspirando por Texas pero adaptándote a ese
cambio mejor que yo.
—Tanna. En primer lugar, no tuve un accidente que alterara
permanentemente el curso de mi carrera. En segundo lugar, no tenía una
carrera más allá de acarrear heno. Cualquier cosa es un paso adelante del
desempleo.
Ella resopló. Una carrera acarreando heno. Garrett no había sido
segunda generación de un peón de rancho holgazán. Él se había matriculado
en la universidad inmediatamente después de la secundaria, inscribiéndose
en clases de gestión empresarial, de programación informática. Incluso
clases de teología. Había acumulado suficientes créditos universitarios para
graduarse, pero no en ninguna especialización específica. Entonces, si se le
pregunta, reclamaría un título en BS, lo que lo divirtió demasiado.
—Escuché ese bufido.
—Estabas destinado a que lo hicieras. Pero señalaré que ser una
corredora de barriles desempleada no me hace ganar cheques de desempleo.
—¿Algo nuevo sobre volver a subirte a los caballos, hermana? —
Cuando ella no respondió, suspiró—. Olvida que te lo pregunté.
—Entonces, cuando este trabajo temporal en Wyoming se acabe, ¿puedo
mudarme contigo en Denver?
—Me gustaría eso. Podría hacerme sonar como un marica, pero extraño
vivir con mi familia.
—No, hermano, eso significa que sigues siendo el chico dulce y amable
que siempre has sido. Hablando de familia… ¿has tenido noticias de padre?
—No. Por otra parte, no he tenido noticias de nadie desde que comenzó
el entrenamiento. ¿Tú?
—Ni una palabra.
—Dios. Qué cabrón. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que hablaste con
él?
—Un año y medio. ¿Tú?
—Mas o menos lo mismo. Recibí un extraño mensaje en Facebook de la
hija de Rosalie, Lucinda, casi al mismo tiempo que tuviste el accidente.
—¿Que quería?
—Me preguntó si nuestro padre y su madre se habían unido a algún tipo
de culto extraño donde los nuevos miembros tienen que cortar todos los
lazos con su familia.
—¿Respondiste?
—No. Quería decir… que su madre y mi padre contrajeron pendejitis y
que me voy a quedar lejos porque temo que sea muy contagioso.
Tanna ni siquiera pudo reírse de eso.
El silencio permaneció entre ellos por un momento.
Garrett suspiró.
—Sabes, hay días en los que todavía estoy en estado de shock por cómo
se desarrolló todo después de la muerte de mamá.
—¿Pero otros días?—preguntó ella.
—La mayoría de los días no me sorprende que padre nos haya extirpado
quirúrgicamente de su vida.
—Ésta puede ser una pregunta estúpida, pero ¿lo sabías?
—¿Que padre odiaba todo sobre el rancho? —Siguió una larga pausa—.
Tenía mis sospechas.
No era lo que esperaba y lo dijo.
—No te ofendas, pero no estuviste allí la mayor parte del tiempo. Con la
sequía afectando el número de cabezas de ganado, sabes que tuvimos que
vender un montón de ganado… así que él había estado en un estado de
transición cinco años antes de la muerte de mamá.
—¿Por qué no me dijiste nada? ¿Advertirme?
—No habría cambiado nada. Y te habrías cabreado conmigo y
confrontado a padre por eso. Papá le habría dicho a mamá que controlara a
su hija, ella se habría enojado y se habría convertido en un trato
desagradable. No había ninguna razón para ello.
¿Cuántas veces su padre la había llamado hija de su madre? ¿Y por qué
no se había dado cuenta de que había sido un insulto para ella y su madre?
¿O al menos a su estrecha relación?
—Sé que vender el rancho te molestó, pero ¿realmente te viste
abandonando tu carrera y asentándote para convertirte en un ranchero de
tiempo completo después de que padre se jubilara?
Ella caminó hasta la ventana.
—Padre tomó esa decisión por mí. ¿Por qué te pones de su lado?
—No lo hago. Solo estoy señalando algunas cosas que no has
considerado.
—¿Cómo qué?
—Como que todo lo que siempre quisiste fue una base de operaciones.
Un lugar al que volver. El rancho estaba ahí para tu conveniencia. No
estabas criando ganado a diario. Estabas compitiendo al otro lado del país.
—¿Estás resentido conmigo por eso, Garrett?
—A veces. Pero también vi la escritura en la pared justo después de que
comenzaras a competir profesionalmente. ¿Por qué crees que seguí
tomando todas esas clases? Sabía que necesitaba una ocupación alternativa
además de la ganadería. Es por eso que me ofrecí como voluntario para
búsqueda y rescate, la oficina del forense, policía y bombero de reserva.
—Pensé que solo estabas tratando de superarme con toda esa mierda.
Él rio.
—Bueno, nunca podría haber competido con los trofeos, hebillas y
monturas que ganaste.
—¿Alguna vez te has preguntado qué habría pasado si padre hubiera
muerto y madre hubiera vivido?
—Madre te habría consultado antes de tomar una decisión sobre el
rancho.
—¿Yo? Pero como dijiste… casi nunca estuve allí. Estabas tú. ¿Por qué
no consultarlo contigo?
—Eres la mayor. Si hubieras dicho vender, el lugar habría lucido un
cartel de SE VENDE. Si hubieras dicho que nos lo quedáramos, me habría
preguntado cómo hacer que eso sucediera.
—Después de escuchar todo esto que nunca supe… me hace cuestionar
si alguna vez fuimos la familia feliz que recuerdo.
—Lo éramos. Aunque trabajaba con padre todos los días, no estaba tan
cerca de él como de madre. Creo que nos él dejó ser sus hijos porque la
hacía feliz y cuando se fue…
—No tenía que fingir más. —Cerró los ojos y volvió a experimentar esa
abrumadora sensación de pérdida y dolor.
Garrett se quedó tan callado como ella.
—¿Nunca antes has pensado en esto seriamente?—dijo.
—No. Al principio fue más fácil no pensar en eso porque me hacía
extrañar a madre. Después tenía otros problemas con los que lidiar y,
bueno… ojos que no ven, corazón que no siente. —Respiró hondo y
confesó—. Tengo pesadillas con ella. Todas mezcladas con esa noche con
Jezabel. Me despierto temblando. A veces llorando.
—Dios, Tan. ¿Con qué frecuencia sucede?
Demasiado a menudo. Había sucedido de nuevo anoche. No podía creer
que el grito que la había despertado no hubiera despertado a Fletch.
Después se escabulló de su cama y se encerró en su remolque.
—Bastante a menudo.
—¿Has hablado con alguien?
—Estoy hablando contigo.
—No es lo que quiero decir.
—¿Te refieres a un terapeuta? No.
—¿Y Celia? ¿O Lainie? —demandó él—. Escuchaste sus historias de
aflicciones durante años.
—Me fastidian con volver a montar a caballo. Me imagino que si les
hablo de la pesadilla, su consejo seguirá siendo que vuelva a montar a
caballo y no estoy lista. No sé si alguna vez lo estaré.
Otro episodio de silencio se prolongó, pero fue diferente a sus pausas
anteriores.
—¿Qué?
—Sabes que te amo, ¿verdad?
—Seguro. Y puedo decir que te den con anticipación por lo que sea que
estés a punto de decir, porque ninguna conversación que comienza con esas
palabras termina bien.
—Bastante justo. Te lo diré sin pelos en la lengua. Deja de ser un
maldito bebé con esta mierda del caballo. Agarra tu puta silla y los arreos,
elige un caballo, monta y cabalga hasta quitarte ese miedo de la cabeza. Me
doy cuenta de que sufriste un evento traumático, pero ¿adivina qué? No eres
la única corredora de barriles en la historia del mundo que enfrenta eso. La
mayoría de las corredores de barriles que ya no compiten no pueden…
debido a sus lesiones. Apuesto a que si le preguntas a cualquiera de ellas,
les encantaría tener tu problema, mental, no físico. Estás curada. No hay
razón para que andes por ahí, retorciéndote las manos, lamentando tu suerte
en la vida y el triste giro de tu carrera. Anímate. Sube a un caballo y sigue
adelante. O no lo hagas. Haz lo que hizo padre. Elimina las carreras de
barriles de tu vida y encuentra algo más que hacer con ella.
Tanna tuvo que sentarse al escuchar las duras palabras de Garrett.
Él permaneció callado en la línea durante mucho tiempo.
O tal vez había colgado.
—Tanna, odio terminar la llamada así, pero tengo que irme. Te amo.
Cuídate y hablaré contigo pronto.
Caminó, maldijo e incluso lloró un poco durante la siguiente hora. No le
concedería ningún punto a su hermano, excepto uno… necesitaba hablar
con alguien.
Tanna se desplazó por sus contactos telefónicos. Su dedo se cernió sobre
el botón LLAMAR antes de presionarlo.
Respondió al tercer timbre.
—¿Hola?—respondió él al tercer timbre.
—Hola. Soy Tanna. ¿Tienes tiempo para hablar?
—Por supuesto.
—¿Dónde estás?
—Por extraño que parezca, estoy junto a los corrales.
—¿En Split Rock?
—Sí.
—¿Entonces podemos hablar en persona?
—Sí.
—Genial. Estaré allí en cinco.

Probablemente fue la única vez que Tanna se alegró de no ver a Fletch


merodeando por los pesebres.
Tobin le sonrió.
—Hola, mujer. Creo que esta es la primera vez que te has aventurado
aquí.
—¿Por qué querría llenar mis pulmones con olor a corral cuando no
tengo que hacerlo?
—Punto a favor. Si estás buscando…
—En realidad estoy buscando a Sutton.
Tobin frunció el ceño.
—Bueno. —Él silbó e hizo señas a un tipo en los corrales con los
novillos que ella asumió era Sutton.
—¿Qué están haciendo Eli y Sutton aquí hoy?—preguntó ella.
—Vamos a cambiar un par de caballos.
—¿Hacéis mucho eso?
—No tanto como antes.
Sutton se acercó a zancadas.
—Hola, Tex-Mex.
—No te quiero interrumpir si estás demasiado ocupado.
—No lo estoy. —Salió de los corrales y caminó a lo largo de la cerca,
sacudiéndose el polvo de sus vaqueros—. ¿A dónde vamos?
Ella señaló un banco que se encontraba entre la estructura metálica más
nueva y el establo.
—Eso funcionará. —Él miró a Tobin—. Si Eli pregunta dónde estoy,
¿me señalarías?
—Por supuesto.
Tan pronto como se sentaron, Sutton dijo:
—Me sorprendió que me llamaras. No es que no me gustaría pasar toda
la tarde hablando contigo, pero podría tener que irme rápido ya que estoy
aquí ayudando a Eli.
—Entendido.
—¿Qué pasa?
Su plan de ir suave se desvaneció cuando soltó:
—Acabo de hablar por teléfono con mi hermano. Y dijo algunas cosas
que duelen, pero también me hicieron pensar. Me hicieron preguntarme si
tal vez tenía razón.
—¿Tener razón sobre qué?
—Sobre mí siendo un bebé grande y lloriqueando todo el puto tiempo
por mi fobia a los caballos.
La mandíbula de Sutton cayó.
—¿En serio? ¿Tu hermano te dijo eso?
—Si. Sé que lo hizo por amor y preocupación por mí, aunque aun así me
duele. Pero tengo que preguntarme si tiene razón. Un colapso mental no es
tan grave como un colapso físico. No me preguntó si estaba aprovechando
esta fobia para llamar la atención, pero probablemente sea solo porque la
conversación se interrumpió.
—¿Eres cercana a tu hermano?
—Mucho. No es el tipo que dice cosas hirientes solo porque sabe lo que
me afectará más profundamente. Dijo que está cansado de oír hablar de mi
indecisión. Que si creo que no puedo montar, debería purgar mi vida de
todo lo relacionado con las carreras de barriles.
—Bueno, eso es simplemente ridículo.
—¿Lo es? —Ella lo enfrentó, a pesar de que estaba luchando contra otro
ataque de estúpidas lágrimas—. ¿Sabes que hay una corredora de barriles
en el circuito que se ha roto casi todos los huesos de su cuerpo? La última
vez, se rompió el cuello o algo y volvió a montar en su caballo a los dos
meses. Dos. Malditos. Meses. ¿Qué dice eso sobre mí?
—Tanna…
—Ha pasado casi un año y apenas puedo soportar pisar un potrero de
caballos. Pienso en montarme en un caballo y todo lo que imagino es
quedar atrapado debajo de él. En que me estoy asfixiando bajo el peso
mientras muere encima de mí. ¿Y la última vez que agarré mis arreos? Mis
manos temblaban tan jodidamente fuerte que ni siquiera podía sostenerlos.
Pero ese es el problema que mi hermano señaló: que soy físicamente capaz
de hacerlo. Podría ensillar un caballo y montarlo si quisiera. Mi accidente
no me incapacitó. No me arruinó físicamente.
—Puedo nombrar a una docena de otras mujeres, todas fantásticas
corredoras de barriles, que han tenido lesiones mucho peores que las mías,
y apenas fue un contratiempo en su carrera. Estaban de vuelta, entrenando
más duro que nunca, no acobardados por la cerca. Volviendo a la pregunta.
¿Qué está mal conmigo?
—Oye.
Tanna mantuvo la mirada fija en el suelo.
—Oye—dijo con más firmeza y ella levantó la mirada—. Esas mujeres
no eran tú, así que deja de compararte con ellas. Es posible que estén
sufriendo el peor dolor de sus vidas y se arrepientan cada segundo que están
en un caballo. Tal vez se acuesten en la cama durante una semana después,
física y emocionalmente agotadas. Las vaqueras son duras, Tanna. Eso es lo
que las distingue. No admitirán sus debilidades, pero puedes estar segura de
que las tienen.
No llores.
—No puedo y no lo haré, juzgarte por tu fobia. Él tampoco debería
hacerlo. Y sí, sé que tu miedo es auténtico. Te he observado en el rancho de
Eli. ¿Es difícil, casi imposible de creer, dada la forma en que has vivido tu
vida entre caballos? Sí. Entiendo por qué diría eso. Pero tu hermano no te
ha visto enfrentarte a tu miedo y tratar de superarlo. Pero tú lo haces. Un
paso a la vez.
Tanna no dijo nada porque no sabía qué decir.
Sutton le frotó el brazo.
—¿Qué más?
Sólo dilo.
—Tengo pesadillas. De las malas. No todas las noches, pero al menos
una vez a la semana. Y siempre están mezclados con la muerte de mi
madre. Lo que es jodido en varios niveles. Imagino que se desvanecerán
con el tiempo. O si alguna vez llego a poner mi culo asustado en un caballo.
—Continúa. Tienes que sacar esto—dijo gentilmente.
Entonces Tanna habló. Y habló. Sutton escuchó sin juzgar, sin
interrupciones además de hacer un comentario cuando hacía una pausa.
Cuando terminó, se sintió mejor. Incluso cuando se sentía un poco culpable
por dejar caer la carga sobre un tipo al que apenas conocía.
¿Por qué no podía decirle nada de esto a Fletch? Al confiar en Sutton,
¿le estaba dando a Sutton una idea equivocada?
No seas idiota. Se trata de un trauma compartido… un trauma que
Fletch no comprende.
Se salvó de la incomodidad de tener que disculparse cuando Eli le gritó
a Sutton que era hora de que se fueran.

Fletch se dejó caer contra la pared junto a la ventana abierta donde había
estado escuchando a escondidas.
Escuchando a escondidas. A su propia novia como una vecina chismosa
que no tenía nada mejor que hacer que escuchar conversaciones privadas.
En cuanto a escuchar una conversación privada, ésta había sido una
mentira.
Tanna derramó sus entrañas… y sus miedos… a Sutton.
No a él.
Eso lo molestó. No, simplemente dolió.
¿Era un tonto al pensar que habían hecho algún progreso hacía una
semana en el rancho de Eli? ¿No solo por hacer que ella tocara un caballo,
sino para que confíe en él?
Probablemente. ¿Qué habían hecho después de su pequeño avance?
Follado como animales a lo grande. Fletch estaba tan entusiasmado con
la victoria por demostrar que sabía lo que Tanna necesitaba que la había
dominado con sexo rudo, obsceno, caliente, duro y sucio.
Se pasó la mano por la cara. Entonces debería haber hecho… ¿Qué?
¿Exigir que hablaran en lugar de follarla? Mierda, no. Ese no era él. Con
Tanna, podría ser el ser abiertamente sexual que escondía de la mayoría de
las mujeres y ella aceptaba ese lado de él. Había amado ese lado de él. Lo
necesitaba, de hecho.
Entonces, si no pudo hablar contigo, ¿realmente puedes culparla por
hablar con Sutton?
Maldita sea, podía.
Dios. ¿Qué le pasaba? ¿Podría este sentimiento de vacío provenir de los
celos?
No, no celos, no del tipo normal, donde quería golpear la cara de Sutton
porque Fletch sospechaba que el bastardo sarcástico estaba tratando de
convencer a Tanna para que se metiera en su cama. No, estos celos eran
peores porque acababa de darse cuenta de que había un vínculo emocional
entre Tanna y Sutton… y esa intimidad era más dolorosa de soportar. El
bulldogger tenía una parte de Tanna que Fletch no podía alcanzar.
Eso le provocó un sentimiento de traición.
¿Por qué no podía dejar que él fuera el hombre que necesitaba? ¿En la
cama y fuera de la cama? ¿Por qué quería la ayuda de Sutton?
¿Especialmente cuando Sutton Grant era un imbécil engreído?
A Fletch realmente le gustaría regresar al tipo a Colorado de una patada.
Agradable. Una forma de llegar al verdadero problema con esa actitud
mezquina y juvenil de golpearse el pecho. Fletch sabía que eso no tenía
sentido, pero el hecho de que fuera consciente de ello no significaba que
pudiera detenerlo.
Cuando miró al otro lado del camino para ver a Harlow mirándolo desde
el establo, rápidamente volvió a entrar.
Esta mierda daba vueltas y vueltas en su cerebro sin forma de detenerla.
Necesitaba aclarar su mente. Tan pronto como terminara esta tarde, se iría a
casa por unos días para tratar de ganar algo de perspectiva.
Con Sutton como su confidente, Tanna probablemente no notaría que se
había ido.
Capítulo 24

A la tarde siguiente, Kyle estaba sentado en la terraza delantera cuando


Fletch se detuvo en su casa.
Patches, el pastor ganadero australiano de Celia y Kyle, lo recibió con
un aullido feliz. Se agachó y alborotó las sedosas orejas del perro.
—Hola. Eres un buen chico. Un poco adicto a los mimos.
—Celia lo malcría muchísimo. Pero es un gran perro ganadero, así que
no puedo quejarme.
Fletch miró a Kyle.
—¿Dónde está la mocosa?
—Siesta. Ella todavía está tratando de hacerlo todo, cargando a un bebé
en su vientre. Está tan cansada que se queda dormida justo después de la
cena.
—Nunca consideré a Celia como el tipo de persona que toma una siesta
durante el día.
—Oh, no lo es. —Kyle sonrió—. Pero pude convencerla de que se
metiera en la cama. Y sí. Son órdenes del doctor.
Fletch se rio. Señaló la cerveza de Kyle.
—¿Tienes una extra de esas?
—Por supuesto. —Kyle desapareció dentro y regresó con dos botellas
—. ¿Quieres sentarte en el porche?
—Prefiero caminar junto al establo.
Ninguno de los dos habló hasta que descansaron sobre la cerca que
separaba el patio de la pastura de los caballos.
—No es que no esté feliz de verte, Fletch, pero admito que me tienes un
poco preocupado, llamándome de la nada por la tarde, preguntando si
estaba ocupado.
—Sí, esto de estar de vacaciones también es extraño para mí.
—¿Qué está pasando?
No había razón para andarse por las ramas. Fletch tomó un sorbo de
cerveza.
—Tanna.
—¿Que hay con ella?
—Bueno, estamos… ya sabes… —Fletch sintió que Kyle lo miraba,
pero no podía mirarlo a los ojos.
—No quiero ser un idiota, pero no, no sé los detalles. ¿Qué está pasando
entre vosotros dos? Si Tanna ha estado hablando con Celia, no me ha dicho
nada.
—Tanna y yo somos… socios de follada, se que es una forma burda de
decirlo, pero eso es todo lo que somos. —O eso había llegado a creer ayer.
—No suenas muy feliz por eso.
—No lo estoy. —Fletch bebió otro trago de cerveza—. Lo tengo mal por
ella, Kyle. Es malo como nunca antes lo había tenido por una mujer y no sé
qué diablos hacer.
—¿Se lo has dicho?
—Nop. Ella no quiere escucharlo. Sostiene que lo de Muddy Gap es un
alto temporal en su vida. Lo ha tenido claro desde el principio.
—Nuevamente, no por ser un idiota, pero así es como prefieres manejar
tus amoríos.
Fletch resopló.
—Amoríos. Entonces, ¿me estás diciendo que estoy cosechando lo que
sembré y que me lo merezco?
Kyle negó con la cabeza.
—Solo estoy haciendo una observación. También me pregunto por qué
viniste a mí. ¿Porque mi esposa y Tanna son buenas amigas?
—No. Tanna está pasando por algunas cosas y no sé cómo ayudarla a
lidiar con ellas. Me ofrezco a hablar, pero ella cambia de tema. Y descubrí
que puede hablar con ese imbécil de Sutton Grant, porque evidentemente él
la entiende.
—¿Estás celoso?
—Mierda, sí, estoy celoso. Pero sobre todo estoy frustrado. —Suspiró
—. Sé que ella está sufriendo a un nivel mucho más profundo de lo que me
deja ver. De nuevo, parece que lo que tenemos está solo en la superficie,
pero yo lo sé mucho mejor. Simplemente no sé cómo comunicarle que
puede confiar en mí.
—Nunca te lesionaste de gravedad durante los años que jugaste al
fútbol, ¿verdad?
—Me perdí algunos juegos aquí y allá. ¿Pero algo que afectó toda una
temporada? No. Esa es parte de la razón por la que no audicioné para un
equipo profesional. Jugar con los grandes garantizaba que esa racha llegaría
a su fin. ¿Por qué?
—De todos modos, no era tu vida. Te encantaba el deporte, pero sabías
que no sería tu profesión—señaló Kyle—. El fútbol nunca te definió.
—No.
Kyle bebió la cerveza y permaneció callado por unos momentos.
—Así que no sabes lo que es que te quiten lo único que te define, y no
por elección.
—Tú has pasado por eso. Lidiar con el tiempo de recuperación después
de una lesión que casi acaba con tu carrera. ¿Cómo fue? ¿El año en que
dejaste la monta de toros?
—Uno de los peores años de mi vida.
El estómago de Fletch se hundió hasta los dedos de los pies.
—Tuve que vivir con mi madre y el perdedor de su novio. No podía
trabajar. Tuve que vivir de la caridad de mi madre. Mis amigos estaban
ocupados con sus vidas y Cheyenne parecía estar a un mundo de distancia
de Rawlins. Durante la rehabilitación, no estaba seguro de si alguna vez
volvería a montarme en el lomo de un toro. Tenía un sabor amargo a
mortalidad y no me gustó. No tenía nada. Me sentía como que no valía
nada. Sentado en el sofá de mi madre, día tras día, preguntándome qué
diablos iba a hacer de mí si alguna vez encontraba mis bolas y volvía a
subirme a un toro.
—Dios mío, Kyle. No tenía ni puta idea.
Él se encogió de hombros.
—Nadie la tenía. Tenía mucho orgullo. Incluso ahora, cuando mi vida es
mejor de lo que esperaba, siento vergüenza por ese período oscuro de mi
vida. Y no, no he hablado con Celia de eso. ¿Lo entendería ella? Ni siquiera
importa porque nunca quiero ser “inferior” ante sus ojos. Ya era bastante
difícil ser inferior ante los míos.
Esto no era lo que Fletch quería escuchar.
¿Pero no es lo que esperabas?
—En el caso de Tanna, tuvo que lidiar con una lesión y la pérdida de su
caballo, justo antes de perder su forma de vida. Tanna siempre se ha
definido como una chica de un rancho de Texas. Ahora no es eso. Ahora
tampoco es una corredora de barriles.
Fletch se bebió la cerveza.
—No conozco a Sutton, pero recuerdo el rumor del año en que se
lesionó. Todos lo consideraban acabado. Algunos de ellos pueden
recuperarse de la cirugía y en tres a seis meses están de vuelta en el juego.
Con todos los problemas que Sutton tuvo con ese accidente… como dije,
probablemente me hubiera rendido. No se rindió. Regresó más fuerte que
nunca. Así que tiene una perspectiva diferente.
¿No podría haber venido Tanna a hablar contigo?
—Tanna es amiga de Celia en primer lugar, y Celia ya le ha dicho que
aguante, que vuelva al maldito caballo y haga lo que nació para hacer:
correr alrededor de barriles. —Kyle suspiró—. Amo a mi esposa, pero si yo
fuera Tanna, no querría hablar con ninguno de los dos.
—Así que estoy jodido. Tanna no acepta mi apoyo, porque no entiendo
por lo que está pasando. Pero está bien jugando a agarrar traseros conmigo
como distracción hasta que se mueva.
—Creo que has golpeado justo la cabeza del clavo… lamento decirlo.
—Y si rompo con ella porque quiero más de ella emocionalmente, lo
tomará como una señal de que no me importa lo suficiente como para
quedarme y tratar de romper ese duro caparazón.
—Sí.
—Mierda.
Kyle le dio una palmada en la espalda.
—Sé que aguantar no es el consejo que esperabas, pero es todo lo que
tengo.
—Gracias, Kyle. Lo agradezco.
Regresaron a la casa, intercambiando pequeñas charlas al azar. Después
de que Fletch prometió mantenerse en contacto, se subió a la camioneta,
necesitando tiempo a solas para procesar todo.
Pero primero tenía que hacer una parada.

Cuando Fletch entró en el establo en la casa de Eli, decidió que no había


razón para las sutilezas. Conocía a Sutton desde hacía unos años, aunque
sólo fuera de pasada.
Entonces, ¿dónde estaba el señor Bulldogger Campeón Mundial?
Vio a Sutton en el pesebre cepillando a su caballo. Por supuesto que era
un buen trozo de carne de caballo.
Sutton se volvió y sonrió.
—Hola, doctor. —Se acercó y apoyó los antebrazos en la parte superior
del pesebre—. Si estás buscando a Eli, tuvo que hacer un recado.
—No lo estoy buscando a él. En realidad te estoy buscando a ti.
Toda la simpatía se evaporó de los ojos de Sutton.
—Y puedo ver por tu mirada de desprecio que sabes exactamente por
qué estoy aquí.
—Lo sé. Pero quiero oírte decirlo de todos modos.
Fletch se inclinó más cerca.
—Mantén tus malditas manos fuera de Tanna.
—Sabes que no tendrías las pelotas de decir eso si Tanna pudiera oírlo
porque te las patearía en hasta la garganta por tratarla como una propiedad.
—Quizás lo diría. Porque no te equivoques, chico, ella está conmigo.
—¿Estás seguro?—se burló él.
—Cállate, ahora mismo, o…
—¿O qué? ¿Me vas a dar una paliza? —Sutton chasqueó los dedos
frente al rostro de Fletch—. Ponte en la fila.
A la velocidad del rayo, Fletch aplastó la mano de Sutton en su gran
puño.
—Nunca. Me. Chasquees. Los. Jodidos. Dedos.
—Dios. Está bien. Suelta mi mano.
Fletch lo soltó. El miedo en el rostro de ese hijo de puta valió la pena el
lapsus momentáneo en su control.
—Eres un hijo de puta aterrador. —Sutton apretó su mano para abrirla y
cerrarla—. ¿Por qué nunca le muestras a la gente tu lado “yo Hulk”?
—Soy el profesional sereno, ¿recuerdas?
—Pero si pudieras moler a palos a alguien, lo harías, ¿no es así?
—Sí. —Fletch mostró los dientes sin sonreír—. Y tú serías el primero
en la maldita lista.
—Pelearía contigo. Es un hecho un poco conocido que a los vaqueros
les gusta pelear —dijo con expresión seria—. Puede que seas más
corpulento que yo, pero tengo la juventud de mi lado.
El descaro de este tipo.
—Pero te daré mi opinión. Y a ella. Porque no me convertiré en otro
tipo en su vida que se lo permita.
¿De qué diablos estaba hablando Sutton?
—¿Le permita qué?
—Esconderse detrás de su miedo. Eli lo hace. Tú lo estás haciendo. La
tres veces campeona del mundo de carreras de barriles sirve bebidas y
vende ropa en un lugar poco conocido de Wyoming. Ella necesita estar en
una arena, corriendo barriles. Eso es lo que se supone que debe hacer.
—¿Crees que no lo sé?
—No, señor, no lo sé.
—Eso es porque no me conoces—le espetó Fletch—. Me doy cuenta de
que Eli no la presionará. Pero soy el hombre que le devolverá esa parte de sí
misma que le está faltando. Ya he sentado las bases. Así que estoy seguro
de que no aprecio que entres aquí y lo arruines.
—Ya está arruinado. Y eso es lo que te cabrea. Que le doy algo que tú
no. Que no puedes, no importa cuánto trabajo de base hagas.
—¿Lo cual es qué? Y será mejor que tengas cuidado con tu respuesta.
—Comprensión. He estado exactamente donde ella está, así que confía
en que sé de lo que estoy hablando. Puedo ayudarla de formas que tú no
puedes. Puede que la tengas en tu cama, pero no fuiste la primera persona a
la que llamó después de que su hermano le diera el golpe decisivo que la
dejó en carne viva. Yo estaba ahí. ¿Qué crees que significa eso?
Que fui un idiota por huir como un gato escaldado después de escuchar
vuestra conversación. Debería haberla enfrentado, hacer que me hablara,
incluso si hubiera tenido que arrastrarla pateando y gritando. Incluso si
hubiera tenido que atarla a una maldita silla para que se abriera a mí.
—Significa que ambos queremos lo mismo… que Tanna conquiste su
miedo. Pero no puedo evitar sospechar que tus razones para querer que
Tanna vuelva a ensillar no son tan altruistas como finges.
—Estás exagerando .
—¿Lo hago? Si Tanna vuelve a competir, entonces estaría en la
carretera, pasando de un rodeo a otro, que es… guau, exactamente el mismo
estilo de vida que vivirás y en el mismo circuito en el que competirás.
¿Coincidencia, bulldogger?
La falsa jocosidad de Sutton se desvaneció.
—¿Entonces crees que manteniéndola en Muddy Gap de alguna manera
la tendrás? ¿De verdad quieres ser su segunda opción?
Fletch se echó hacia atrás como si Sutton le hubiera dado un golpe.
—Golpeé un poco demasiado cerca de casa, ¿verdad, Doc? —Sutton
suspiró y se pasó las manos por la cara—. Mira. No tengo un caballo en esta
carrera, perdón por el juego de palabras. Puede que Tanna me hable, pero a
ti te escucha.
No tuvo respuesta para eso.
—Así que mi consejo es dejes de mirarme como si yo fuera el problema
—dijo Sutton.
Él se dio la vuelta y se alejó, dejando a Fletch tan frustrado y perdido
como cuando se había levantado esta mañana.
Capítulo 25

A última hora de la tarde del día siguiente, Tanna vio a Harlow entrar
tranquilamente en el salón a la hora del cierre. Ella rezumaba atractivo
sexual simplemente caminando por la habitación, incluso cuando no había
un hombre a la vista para impresionar. Tanna no tardó en darse cuenta de
que Harlow no estaba actuando como una gatita sexual. Con su cabello
rubio casi blanco, abundancia de curvas, grandes ojos azules, boca llena y
forma de hablar sin aliento, Harlow Pratt era una chica de calendario pasada
de moda en persona. Y a Tanna le gustaba más de lo que admitiría,
especialmente no a Harlow.
—Hola, ramera, ¿qué te trae por aquí?
—Ese no es un buen apodo.
—Es con la intención de divertirse, lo prometo.
Harlow miró alrededor del bar vacío.
—Un montón de madrugadores descansando en Split Rock esta semana.
—No es que me esté quejando. Porque la próxima semana podría ser
completamente diferente.
—Ya que saliste temprano, ¿tienes grandes planes para esta noche?
Tanna limpió la encimera y enjuagó el trapo antes de responder.
—Nop. ¿Tú sí?
—Esperaba otra hoguera, pero parece que no hay nadie esta noche. Lo
cual es extraño porque Tobin siempre está cerca. Hablando de Tobin… te vi
en los corrales anteayer hablando con Sutton y Tobin.
—¿En serio? No te vi.
—Me desvié buscando a Renner. —Apoyó los codos en la barra—.
¿Qué está pasando contigo y Sutton?
—¿Por qué me preguntas eso?
—¿Por qué responderías una pregunta con una pregunta?
Sabelotodo.
—No pasa nada. Sutton y yo somos solo amigos. ¿Por qué?
—Porque se veía muy diferente a 'solo amigos' desde donde estaba
parada.
—¿Y dónde fue eso?
—Justo dentro del establo. ¿El de la puerta grande? Estaba abierto. Un
montón de nosotros estábamos parados allí.
—Estoy confundida sobre el por qué mencionas esto, Harlow.
—Porque creo que estás cometiendo un gran error al descartar a Fletch
por Sutton.
La mandíbula de Tanna casi golpea la barra.
—Dulce Señor, chica, ¿has perdido tu siempre amada mente? ¿De qué
demonios estas hablando?
—Mientras estaba en el establo, vi a Fletch al otro lado del camino en el
otro edificio, mirándote. Me rompió el corazón. Te vio en esa intensa
conversación con Sutton. Se veía tan… triste.
Eso le provocó una repentina punzada. La tristeza era una rareza en el
despreocupado Fletch. ¿Y pensar que ella había tenido algo que ver con la
causa, incluso accidentalmente? Dolió diez veces más.
—Creo que entendiste mal. Fletch sabe que soy amiga de Sutton.
—Creo que has malinterpretado a Fletch si no crees que le molesta tu
amistad…—hizo comillas al aire—.. con Sutton. ¿Porque lo que vi? ¿Y lo
que vieron todos los demás en los corrales? Seguro que no parecía una
amistad.
Ella miró a Harlow, demasiado atónita para hablar.
—Sé que piensas que no sé de lo que estoy hablando porque soy
considerada una calientapollas. Pero parte de la razón por la que soy tan
buena para saber hasta dónde llevar la provocación es porque conozco a los
hombres. Soy toda una profesional en la lectura del lenguaje corporal
masculino y bien podrías haber pateado a Fletch en las bolas. Tus acciones
lo lastimaron mucho, Tanna.
—Entonces, ¿por qué diablos no me dijo algo?—exigió ella.
—Porque es demasiado mayor para jueguitos. Apuesto a que no has
sabido nada de él.
No lo había sabido. No por dos días. Se había preguntado por qué, pero
no quería parecer una de esas novias insistentes, necesitadas y pegajosas
que insistían en pasar todos los días con su amante.
Entonces cayó en la cuenta y su estómago se desplomó. Probablemente
había escuchado toda la conversación entre ella y Sutton. El hecho de que
hubiera descubierto su alma, sus miedos a Sutton, en lugar de a él, lo
cortarían mucho más profundamente de lo que podría haber parecido un
coqueteo inofensivo.
—Fletch es del tipo que simplemente dejará de venir en silencio y
desaparecerá de tu vida. —Los ojos de Harlow buscaron los de ella—.
Quizás estás acostumbrada a folladas circunstanciales con los vaqueros en
la carretera y no conoces otra forma de actuar. Es tu prerrogativa coquetear
con cualquier tipo que se cruce en tu camino. Así como es decisión de
Fletch marcharse. No lo culpo. Se merece algo mejor a cómo lo has tratado.
Los ojos de Tanna se entrecerraron.
—¿Es aquí donde me dices que puedes tratarlo mucho mejor?
Harlow emitió una risa sensual.
—¿Ves esa chispa de celos? Eso significa que no estás de acuerdo con
que me acerque al sexy veterinario. ¿Por qué demonios pensarías que sería
diferente? ¿Especialmente verte tomados de la mano y susurrando a Sutton
el sexy bulldogger?
—Entonces, si no estás detrás de Fletch… ¿Es esta pequeña
conversación franca porque quieres intentarlo con Sutton?
Ella rio de nuevo.
—¿Solo entre nosotras? Podría tener a Sutton si lo quisiera. No hay
ningún desafío en eso. El desafío es conseguir al tipo que te desea tanto y,
sin embargo, actúa completamente ajeno a ti. Quizás incluso un poco
groseramente. Ahí es cuando las cosas se ponen interesantes. —Harlow se
bajó del taburete—. Sin posibilidad de hacer una hoguera, me voy a dar un
largo baño en la tina y a tomarme una botella de vino.
Tanna no pensó en nada más en el camino de regreso a su remolque.
Todas las luces estaban apagadas en la casa de Fletch y su camioneta no
estaba. Revisó su teléfono.
Fletch no había respondido a sus mensajes de voz.
Solo para probar la teoría de Harlow, le envió a Fletch un mensaje de
texto, Te extrañé hoy.
Pasaron treinta y cinco minutos. Él no llamó.
Siempre llamaba porque se negaba a enviar mensajes de texto.
Suficiente. Hora de averiguar qué está pasando.
Tanna entró en Rawlins. Su GPS parecía llevarla a una feliz
persecución, pero nunca habría encontrado el lugar sin él. No estaba segura
de lo que esperaba de la casa de Fletch, pero estaba bastante atónita cuando
apareció a la vista.
La estructura estaba ubicada entre dos colinas al final de un tosco
camino de grava. El revestimiento era de madera. Ella notó que la parte
trasera se extendía más allá de la ventana de vidrio y formaba como dos
alas, dándole una apariencia de pájaro. Un camino de entrada circular se
curvaba alrededor de un pequeño grupo de arbustos.
La luz de la ventana delantera estaba encendida. La camioneta de Fletch
estaba en el camino de entrada en lugar de en el garaje. Se obligó a subir los
anchos escalones que conducían a la puerta principal. Tocó el timbre de la
puerta y el sonido resonó en la casa. Parecía que había pasado toda una vida
antes de que se abriera la puerta.
Fletch pareció sorprendido de verla.
—Tanna. ¿Qué haces aquí?
—Buscándote. No has estado en Split Rock y no has respondido a mis
mensajes de texto o llamadas telefónicas, así que me preocupé y pensé en
venir a verte. —Él no parecía que hubiera estado enfermo. Llevaba su ropa
holgada, pantalones cortos deportivos negros y una camiseta sin mangas
que se amoldaba a la parte superior de su cuerpo. Pero tampoco parecía
particularmente feliz de verla.
—Entonces, ahora que sé que estás bien, me iré. —Ella se dio la vuelta.
La puerta chirrió y dos manos enormes se enroscaron sobre sus bíceps,
impidiéndole escapar. Después sus brazos, esos grandes brazos fuertes, se
deslizaron alrededor de ella y su boca jugueteó con su oído.
—Quédate.
—No tienes que decir eso si no me quieres aquí.
—Te quiero aquí. Simplemente no te esperaba. Me desconcertaste. —Le
acarició la oreja—. Entra por favor.
—Ok
Fletch la levantó como si no pesara nada y la llevó adentro.
Tan pronto como la bajó, ella le rodeó la cintura con los brazos y apoyó
la cabeza en su pecho. Escuchando los fuertes y rítmicos latidos de su
corazón. Inspirándolo, el aroma del algodón limpio y su almizcle picante.
El aroma que había extrañado.
Fletch le acarició el cabello en silencio.
—Lo siento.
—¿Por?
—Por ser como soy.
—Dulzura sureña, me gusta tu forma de ser. Entonces, ¿de qué se trata
realmente todo esto?
Tanna echó la cabeza hacia atrás. Tentada de esquivar el tema y
seducirlo. No diría que no. Pero se obligó a abordar esto de frente.
—Sabes que no hay nada entre Sutton Grant y yo, ¿verdad?
—Me lo había preguntado.
—¿Por qué?
—Un par de cosas guiaron en esa dirección.
—¿Como qué?
Su mirada se endureció y sus manos se apretaron sobre su cabeza.
—¿Por qué dejaste mi cama la otra mañana?
Él lo había notado. Así que soltó despreocupadamente:
—Me desperté temprano y no pude volver a dormir. No pensé que
debías sufrir por mi inquietud, así que me fui.
Las manos de Fletch se apartaron. Sabía que él no se tragaba su mentira.
—Muy considerado de tu parte.
Ella sonrió.
—Lo intento.
—¿Entonces no sospechaste que tu grito espeluznante antes de salir de
mi cama podría haberme despertado?
—¿Qué?
—No hagas eso, Tanna.
—¿Hacer qué?
—Mentirme. Ya que condujiste hasta aquí y estás tan preocupada por
mí, al menos dame la maldita cortesía de ser honesta conmigo. —Él giró
sobre sus talones. Caminó por el pasillo y regresó—. Sé que no estás
follando con Sutton Grant. Pero hay una parte de mí que desearía que lo
hicieran.
Su boca se abrió.
—¿Por qué me dirías eso?
—Porque entonces tal vez entendería por qué estás recurriendo a él en
lugar de a mí. Recibo tu afecto físico, pero cuando se trata de problemas
emocionales, me apartas. Huiste despavorida de mi cama, Tanna. ¿Y la
persona que recibe la explicación es…Sutton? ¿ No yo? —Fletch respiró
hondo—. ¿De verdad pensaste que no querría saberlo? Soy el tipo del sexo
divertido, ¿verdad?
—¡No! Eres mucho más que eso.
—Pruébalo. Háblame de la pesadilla, porque la pasaste por alto cuando
Sutton te preguntó al respecto.
Entonces Fletch si había escuchado su conversación. Tanna se abrazó y
retrocedió.
—Se trata de mi madre y Jezabel. Estoy en medio de mi carrera y
derrapamos alrededor del segundo barril, como aquella noche. Pero en lugar
de estrellarse como lo hicimos nosotras, Jezabel se encabrita y estoy
enredada en los estribos, siendo arrastrada debajo de ella. La yegua está
sangrando. Los huesos rotos se le clavan en la piel. De alguna manera sé
que solo tiene un ojo y nos dirigimos hacia la puerta a una velocidad
vertiginosa. No puedo detenerla. Se está matando para terminar la carrera.
También me está matando para terminarla. Le estoy gritando que se
detenga. Cuando miro hacia adelante, veo a mi madre parada en medio de la
puerta abierta. Le estoy gritando que se mueva pero ella se queda ahí.
Sonriendo, con esa sonrisa orgullosa… y cuando Jezabel la golpea a toda
máquina, escucho el grito de mi madre, el de Jezabel y finalmente el mío.
Entonces me despierto. No puedo asegurarme de que solo fue un mal sueño.
La realidad es que mi madre está muerta, mi caballo está muerto y yo
deambulo perdida.
Fletch la rodeó con los brazos, abrazándola con fuerza para que no
pudiera apartarse. No la presionó para que hablara u ofreció tópicos.
Parte de ella hubiera preferido esa reacción de él. Este consuelo
silencioso era desconcertante sobre todo porque entendía que eso era
exactamente lo que ella necesitaba.
Él se echó hacia atrás y le secó las lágrimas.
—Quizás no lo he dicho lo suficiente, pero lamento todo lo que has
pasado.
—¿Puedes ver por qué algunos días solo quiero cubrirme la cabeza con
las mantas y esperar que los últimos dos años hayan sido un sueño?
—Entonces nunca nos hubiéramos conocido.
Ella entrelazó sus brazos alrededor de su cuello.
—Pero eso podría haber sido lo mejor. Soy un tren descarrilado, Fletch.
¿Por qué abriste la puerta esta noche?
—Porque no creo que seas un tren descarrilado. Eres un desastre
algunos días, pero no has descarrilado por completo. —Fletch trazó el
contorno de su rostro con el borde romo de su pulgar.
Tanna sintió ese tirón de necesidad sexual desde la punta de los dedos de
la mano hasta la punta de los pies, solo ese simple gesto la llenó de deseo.
Pero había usado el sexo como una distracción con él demasiadas veces y
era hora de señalar que él hizo lo mismo.
—Tienes que pensar realmente en esa declaración cuando no estoy
apretada contra tu dura polla. Cuando no te sientes todo suave y tierno y
sientas compasión por mí. —Colocó un dedo sobre sus labios cuando él
comenzó a discutir—. Sabes que tengo razón. Lo entendería si has
cambiado de opinión acerca de involucrarte, aunque sea temporalmente,
con alguien como yo.
—No voy a cambiar de opinión sobre nada, dulzura sureña. Pero
tampoco estaré más compartimentado. No tengo ningún problema con que
seas amiga de Sutton. Pero tengo un problema con que le cuentes cosas que
deberías contarme a mí. Será mejor que te sientas tan cómoda hablando
conmigo como follándome. ¿Tenemos claro eso?
Bien, entonces. No malinterpretes esos términos.
—Eh. Sí. Yo... ¿Podemos terminar de hablar de esto ahora mismo?
Esos feroces ojos castaños dorados se entrecerraron.
—¿Por qué?
—Porque realmente quiero que me muestres esta elegante casa suya,
Doc.
Fletch sonrió.
—Eso, puedo hacerlo. Vamos. —Él la tomó de la mano mientras la
conducía al interior. La luz entraba a raudales por las ventanas, cayendo
sobre los suelos de madera del color de la cálida miel. Todo el espacio era
abierto. Los muebles de cuero de gran tamaño estaban colocados frente a
una chimenea de piedra. La cocina no era enorme pero aprovechaba bien el
espacio. Contaba con una isla con una estufa rodeada en la parte frontal por
una barra de desayuno.
—Gran cocina—comentó ella—. ¿La usas mucho?
Él se encogió de hombros.
—Normalmente no estoy aquí lo suficiente para cocinar mucho. Mi
padre viene y se entretiene.
Tanna admiró las obras de arte que adornaban las paredes. De temática
nativo americana, abarcaba desde escenas pintadas en pieles de animales,
hasta diferentes tipos de armas antiguas y dibujos aparentemente pintados
por niños. Se detuvo en seco al ver la escultura de metal de más de un metro
ochenta de altura. Sin buscar la firma del artista, sabía que este trabajo era
creación del mismo tipo que había hecho el arte en Split Rock.
La pieza era una mezcla de piezas metálicas: cadenas, platos, trozos de
tubería, herraduras, cubiertos, picaportes, misteriosos trozos de basura que
no podía nombrar. Pero de alguna manera, todo se mezclaba para crear un
tipi. Incluso las partes que se suponía que se asemejaban a ondas de tela o
piel de animal estiradas alrededor de la base estaban forjadas con láminas
de metal. Era una de las esculturas más notables que había visto en su vida.
Pasó el dedo por los postes del tipi que sobresalían de la parte superior,
elaborados con secciones gruesas y oxidadas de varilla.
—Esta pieza me vuela la cabeza por completo.
—Braxton realmente anotó un homerun con ésta. —Fletch se rio entre
dientes—. La encargué cuando Braxton era un artista desconocido y
necesitaba dinero. Sigue intentando comprármela para exponerla en una
galería de arte, pero sigo negándome. Es realmente la primera cosa genial
que compré para mí que hablaba de mi raza.
—No te culpo por mantenerla en privado. —Tanna miró hacia la pared
opuesta. Tenía un elaborado escudo familiar, hecho como un árbol
genealógico con ramas en todas direcciones. Encerrado detrás de un vidrio
porque parecía pintado a mano. Ella arqueó una ceja hacia él—. ¿Y eso?
—La familia de mi padre es escocesa. Él sabía que me había interesado
mi herencia india, así que quería asegurarse de que también tuviera esa
parte de mí.
—Adorable.
—¿Quieres que continúe la gira?
—Adelante, MacDuff.
Fletch gimió.
—Al menos no solté un grito de guerra indio.
Él gimió de nuevo.
—Realmente no tienes filtro, ¿verdad?
Tanna se quedó helada.
—¿Eso te molesta?
Él sonrió y se inclinó para rozar con la boca su frente arrugada.
—Nop. Es una de mis cosas favoritas de ti.
El amplio pasillo se abría a una gran sala.
—Está demasiado oscuro para ver la parte de atrás, pero hay un prado y
árboles con un pequeño arroyo.
—¿Tienes agua?
—Sí. ¿Por qué?
—Celia me contó que el agua era un bien difícil de conseguir aquí en el
desierto de las llanuras altas.
—Lo es. Probablemente por qué pagué unos cuantos billetes por este
terreno. Aunque, el tipo bajó el precio cuando le dije que no era como si
pudiera criar ganado más allá de uno o dos caballos.
Ahora que lo mencionó… ella no había visto perros ni gatos.
—¿No tienes animales?
Él negó con la cabeza.
—Mi práctica no me deja tiempo. Si hay algo que he aprendido, es
necesario cuidar de los animales. No sería justo dejar a un perro solo
durante dieciséis horas y no puedo llevar uno conmigo.
—Cierto. —Hizo un lento círculo en la habitación—. Entonces. No hay
televisión aquí, ¿eh?
—¿Con esta vista? No por eso está en el estudio junto a la chimenea.
—Oh. No me di cuenta. —Sin duda, ésta era la cueva de un hombre
soltero. Muebles grandes y cómodos. Mesas de café resistentes, invadida
por pilas de revistas—. Entonces, ¿ese es parte del material de lectura que
necesitas poner al día?
—Eso no es ni la mitad.
Fletch tiró de ella hacia una puerta cerrada en el lado derecho y se abrió
a su dormitorio.
La cama gigantesca era la obra maestra de la habitación. Más grande
que una cama King Size y al menos treinta centímetros más alta que la
cama con dosel más grande que había visto. El edredón era de color canela,
las almohadas eran de color azul marino y una colcha de estrellas estaba
acomodada a los pies de la cama.
Tocó la punta de una estrella roja vibrante.
—Eso es realmente bonito.
—Una cosa que mi madre no logró empeñar—dijo secamente.
Por mucho que Tanna quisiera una mirada más detallada a su
dormitorio, cambió a un tema neutral.
—¿Cuántos dormitorios tiene esta casa?
—Tres. Usamos una estructura en A para la parte delantera de la casa y
hay un dormitorio en el área del desván. Me golpeaba la cabeza contra el
techo, así que necesitábamos expandirnos. Holt construyó la suite principal
en un lado. En el lado opuesto hay otra habitación que uso como oficina en
casa y una sala de ejercicios. —Abrió una puerta—. El baño está aquí.
Tanna entró en el baño de azulejos esmaltados negros y la envidia la
invadió. Le recordó al baño del rancho. Se habían colocado tres cabezales
de ducha a diferentes alturas y la puerta de vidrio opaco podía deslizarse
hacia atrás para una ducha abierta o una cerrada para una más íntima. El
tocador tenía dos lavabos de cobre martillado y la altura de la encimera
rozaba la parte inferior de su caja torácica. Pero obviamente tenía la altura
adecuada para Fletch. El baño estaba en un área cerrada con una puerta
corrediza. Toda la mitad superior de la pared opuesta al espejo y el tocador
eran ventanas.
—¿No hace frío aquí en el invierno con todas estas ventanas?
—Realmente no. El vidrio es térmico, por lo que mantiene el aire
caliente dentro.
Cruzaron la extensión del dormitorio de regreso al pasillo y siguieron
caminando hacia otra puerta.
La oficina tenía la mitad del tamaño de la gran sala. Una pared entera
eran estanterías del suelo al techo, llenas de libros.
—Santo Cielos. ¿Has leído todos esos?
—En su mayoría. Tengo una extensa biblioteca de libros de
investigación. Aunque trato principalmente con animales grandes, surgen
cosas con las que nunca antes había tratado, así que necesito un marco de
referencia. Y me gusta tenerlo al alcance de la mano.
Esta oficina lo tenía todo. Alfombra de felpa. Tonos que podían
bloquear el sol por completo. Un televisor de pantalla plana estaba colgado
de la pared. En el centro del escritorio había un gran monitor de
computadora. Una máquina de fax, un escáner, dos impresoras estaban
apiladas junto al teclado. Ella lo miró.
—¿Trabajas mucho desde casa?
—Sobre todo los fines de semana. Algunos clientes tienen cámaras de
video y pueden cargar enlaces de video en vivo de sus animales, lo cual es
útil porque a veces puedo diagnosticar a través de Internet en tiempo real.
Esa habilidad me ha salvado varios viajes. —Suspiró—. Debería trabajar
desde aquí con más frecuencia, ya que en realidad es mucho mejor que mi
oficina en Rawlins.
Ella frunció el ceño. Entonces, ¿por qué no querría tener toda esta
información a su alcance cuando estaba investigando? ¿Por qué iba a dejar
todo atrás estando de licencia y vivir en un remolque de mierda?
Porque tú estás ahí.
Esa percatación la congeló en el lugar. Fletch sabía que ella no
conduciría hasta Rawlins durante sus vacaciones, así que acudió a ella
porque no había dudado sobre que la deseaba.
¿Viendo a todo lo que estaba renunciando? ¿Solo por la oportunidad de
estar con ella, aunque sea temporalmente? Hablaba de humildad.
Le sonrió alegremente para ocultar su timidez.
Sus ojos se entrecerraron con sospecha.
—¿Qué?
—¿Cuánto tiempo llevas viviendo en este hermoso lugar?
—Cuatro años. Holt trabajó en el diseño durante seis meses después de
que compré el terreno. Ambos estuvimos contentos con el resultado.
—Deberías estarlo. —Tanna se estiró para pasar los dedos por su
cabello. Tan grueso y largo. Le encantaba la forma en que se arrastraba
sobre su piel mientras él besaba su torso. Le clavó las uñas en la nuca y tiró
de su boca hacia la de ella para darle un beso caliente y húmedo.
Ellos retrocedieron simultáneamente del beso que los había dejado sin
aliento.
Entonces las manos de Fletch tomaron su rostro, inclinando su cabeza
para mirarla a los ojos.
—¿Ya comiste?
—No.
—¿Me dejarás darte de comer?
¿Lo decía literalmente?
Sus ojos estaban oscuros con una extraña posesión masculina, como si
prefiriera que ella se entregara a su cuidado, pero no lo exigiría.
—Sí
—Quiero que te quedes conmigo esta noche.
—Me gustaría—admitió ella en voz baja.
—Bien. —Fletch depositó el beso más cálido y dulce en sus labios—.
Ven a la cocina. —Agarrándola de la mano, la condujo a través de una
puerta arqueada. Entonces la levantó y la puso sobre la encimera—. No te
muevas. Te traeré la comida.
Tanna lo observó mientras cortaba salami picado y un queso blanco duro
con remolinos de amarillo. Cortó pan de grano grueso en rectángulos y
tomates cherry por la mitad. Añadió aceitunas verdes y pequeños pepinillos
dulces. Echó mostaza, mayonesa y pesto en un plato, esparciendo los
colores en una paleta de artista. Abrió una botella oscura y se la acercó a los
labios.
—Es sidra fermentada. Va bien con los bocadillos ligeros.
Bebió un sorbo y las burbujas estallaron en su lengua. Sabía a cerveza
cítrica con gas.
—Mmm.
Fletch tragó un bocado. Se metió entre sus piernas y tiró de ella hacia
adelante hasta que sus pelvis estuvieron alineadas. Cuando Tanna movió las
palmas de las manos a sus caderas, él negó con la cabeza y le levantó las
manos.
—Yo te toco. —Le besó los nudillos—. Yo te alimento. —Le besó la
otra mano—. Simplemente siéntate y deja que te vea.
La indignación que esperaba nunca llegó.
Él comenzó a alimentarla. Un trozo de pan bañado en pesto. Una
aceituna y un trozo de queso. Un sorbo de sidra. Mientras la alimentaba, la
tocó. Primero, un roce de sus dedos por el cuello. A continuación, arrastró
los nudillos por su clavícula. Apartó el cabello de su rostro. Recorriendo la
mandíbula mientras masticaba. Deslizando las yemas de los dedos hacia
arriba y hacia abajo por sus brazos. Pasando su pulgar por el pliegue del
codo.
Su corazón se aceleró. La excitación por su atención inquebrantable
hizo que su pulso se acelerara y lo sintiera en todas partes. En sus labios. En
su garganta. Entre los muslos.
Las suaves caricias, los besos robados, la forma en que su respiración
abanicaba su piel húmeda o le acariciaba la oreja, cada centímetro de su piel
estaba muy sensibilizado y ansiosa por su toque.
Y Fletch siguió nutriendo su cuerpo y alma. Un bocado de pepinillo
dulce. Un trozo de carne bañado en mayonesa. Un trozo de tomate picante.
Intercalando besos, lamidas y besos tiernos.
Tanna estaba absolutamente borracha con él.
Cuando el plato estuvo vacío, le acarició con la nariz el hueco del
cuello.
—¿Todavía hambrienta? Puedo cortar más.
—Estoy bien. Gracias.
—Hora del postre.
—Fletch, yo estoy…
—Solo un par de bocados. —Le pasó la lengua por la oreja—. Dulces
bocados.
—Puedes llenarme con mordiscos de azúcar como ese en cualquier
momento.
—¿Mordiscos de azúcar?—repitió contra su cuello.
El calor de su aliento le hizo cosquillas más que solo en su piel húmeda.
—Así es como los texanos llamamos a estos dulces besitos. Mordiscos
de azúcar.
—Supongo que encaja, porque, cariño, podría devorarte. Mordisco—
apretó los dientes en el lóbulo de la oreja y tiró—por mordisco.
Sí, por favor.
—Espera un segundo. Estoy sedienta.
—Permítame. —Levantó la botella y le ofreció otro trago. El exceso de
sidra se derramó por las comisuras de la boca y goteó por su cuello. Ella
levantó la mano para limpiarla, pero él detuvo el movimiento y murmuró—.
Yo me encargo.
La sensación de su cálida lengua lamiéndola delicadamente hizo que se
le pusiera la piel de gallina en todo el cuerpo.
—Vuelvo enseguida con algo más dulce que tú.
Tanna cerró los ojos y lo escuchó hurgar en la nevera. ¿Qué le daría de
comer? ¿Sirope de chocolate? ¿Crema batida? ¿Helado?
Lo escuchó acercarse y las caderas de Fletch presionaron contra el
interior de sus muslos. Una mano agarró un puñado de sus cabellos,
inclinando su cabeza hacia atrás y saqueó completamente su boca con un
beso caliente y húmedo que electrificó cada terminación nerviosa de su
cuerpo. Ella gimió. Se arqueó contra él. Pero Fletch no la acercó más. Él se
echó hacia atrás, sus labios a un susurro de distancia.
—Mírame.
Lentamente levantó los párpados. El hermoso hombre permanecía a
centímetros de distancia, mirándola a los ojos.
—Abre la boca.
Sus labios se separaron automáticamente. Sus dedos se deslizaron entre
sus dientes y dejó caer algo en su lengua. Presionó el objeto contra su
paladar duro. El sabor a arándano se extendió por su lengua. Ella tragó y
sonrió.
—¿Te gusta?
—Mmmjá.
Fletch llevó otra baya a los labios.
Pero ella atrapó las yemas de sus dedos entre los dientes, haciendo girar
su lengua alrededor de las puntas antes de chupar la fruta.
La excitación que brillaba en los ojos de Fletch envió una oleada de
calidez a través de ella.
—Otra.
Tanna separó los labios, esperando que se repitiera, pero él le recorrió el
interior del labio con una frambuesa gorda, moviéndola tan lentamente que
sintió el contorno de cada semilla en la suave carne del interior de su boca.
Él repitió el proceso en su labio superior, sus ojos siguiendo con avidez la
carne húmeda y manchada de bayas. Cuando terminó, ella sacó la lengua y
él colocó la baya suave en la punta. Se la llevó a la boca y la chupó,
sintiendo que la fruta se partía.
La siguiente frambuesa que le dio de comer estaba cubierta de azúcar. Él
la apretó contra sus labios, soltando el jugo y volviendo pegajosos los
gránulos de azúcar. Le lamió y chupó la boca con tal erotismo que ella casi
olvidó respirar.
—Tanna—susurró sexualmente contra la comisura de su boca—.
Entrégate a mí esta noche. Déjame ocuparme de todas tus necesidades. No
tienes que pensar, solo sentir. —Comenzó a besarla directamente en la
garganta mientras sus dedos se retorcían en su cabello.
—¿Por qué? Yo debería ser…
La boca de él devoró la de ella hasta que olvidó lo que estaba a punto de
decir.
—Compláceme.
¿Complacer? Ese tono ronco sonó más como una orden.
Pero a ella no le importaba. Quería ese lado dominante, pero sensual y
cariñoso de Fletch. Le gustaba cómo la cuidaba. Ningún hombre se había
molestado antes, así que realmente no sabía cómo actuar cuando la trataba
como a alguien especial. Casi con reverencia.
Tanna lo miró a los ojos y dijo:
—Considérate complacido.
Capítulo 26

Después de una semana y media de sol, el día amaneció encapotado.


No frío. O húmedo. Las nubes cubrían el ancho cielo, algo inusual para el
verano en Wyoming.
Tanna se puso botas, vaqueros y una camiseta sin mangas debajo de su
camisa de manga larga. No estaba segura de lo que Fletch había planeado
para ellos hoy, así que tomó una chaqueta ligera del remolque antes de
caminar de regreso a la de él.
Fletch estaba en la cubierta, hablando por teléfono. Le sonrió y volvió a
su conversación.
—Entiendo. No. Eso siempre ha funcionado en el pasado, así que no he
necesitado explorar otras opciones. —Él rio—. Ni mucho menos un
hacedor de milagros. Sólo envíame un correo electrónico con el tratamiento
que decidas. Por supuesto. Dile que no pudiste ponerte en contacto
conmigo. No. Ella insistirá en hablar conmigo y se supone que debo estar
fuera de la red. Menciona a su padre. Eso siempre la vuelve a levantar. No
hay problema. Gracias por el aviso. Nos vemos. —Colgó.
—¿Problemas?
—Una de mis clientas está siendo una molestia para mi colega que está
manejando mi práctica durante mi licencia.
—Pensé que no se suponía que te llamaran.
—Sólo emergencias. —Fletch se guardó el teléfono en el bolsillo—.
Pero ella se imagina que es una excepción especial. Le aseguré a mi colega
que no lo es. De todos modos, se acabó, así que comencemos nuestro día.
—¿A dónde vamos?
—Por ahí—fue su vaga respuesta. La tomó de la mano, llevándola al
área de estacionamiento.
—¿Me vas a alimentar? —En la última semana, el hombre había
demostrado algo para asegurarse de que comiera. Con su fisioterapia
obligatoria y la preocupación por su dieta, era como si tuviera un entrenador
personal y un nutricionista.
—Hay muffins y bebidas en la camioneta. Eso debería hacer que resistas
por un tiempo.
—¿Vamos de picnic?
—Nop. —Entonces Fletch tiró de ella contra su cuerpo y le dio un beso
ardiente.
Cuando logró romper el beso, murmuró:
—Y no vamos a pasar todo el día en la cama haciendo que… ¿por qué?
Él rio entre dientes.
—Oh, tendremos mucho tiempo para eso después.
—¿Después de qué?
Fletch solo sonrió y la empujó hacia el lado del pasajero.
No hablaron mucho en el camino. Estudió el paisaje que pasaba
zumbando. Fletch tomó un camino de tierra. Después de unos kilómetros,
giró a la derecha en otro camino que desaparecía entre una arboleda. El
rancho más pintoresco apareció a la vista. La casa había sido pintada de
blanco y las contraventanas de rojo. Una valla de metal blanco se extendía
desde el borde del establo rojo hasta el pasto. El ganado en el campo era
Charolais, una raza muy raramente vista como los cuernos largos en estas
partes.
Fletch estacionó y apagó el motor.
Tanna miró hacia el frente de la casa, esperando que alguien los
saludara, pero la puerta roja permaneció cerrada. Más extraño aún fue
cuando Fletch la ayudó a bajar y la remolcó hasta una mesa de picnic
debajo de un sauce llorón.
—Admito que me tienes perpleja. ¿Dónde estamos?
Él se sentó junto a ella en el banco encalado.
—Este lugar pertenece a los buenos amigos de mi padre Wally y June
Gansett. Están en Jackson Hole. Pero tengo permiso para estar aquí. —
Lentamente giró su cuerpo, dándose una vista panorámica—. Amo este
lugar. Es tan pacífico.
—Ciertamente no se parece a nada que haya visto en Wyoming. —La
mirada de Tanna se encontró con la suya—. ¿Por qué estamos aquí?
Fletch se sentó a horcajadas en el banco, imitando su posición, y le tomó
las manos.
—Quería llevarte a terreno neutral para que pudiéramos hablar.
Una sensación de inquietud surgió.
—¿Qué tienes en mente?
—Tú. —Le apretó las manos—. Siempre.
—Eso es un poco vago.
Cuando la mirada de Fletch se fijó en la de ella, su inquietud aumentó.
—¿Has ensillado un caballo desde que hicimos la demostración de aseo
en el rancho de Eli?
No le gustó hacia dónde se dirigía esta conversación.
—He acondicionado sillas de montar. ¿Eso cuenta?
Fletch no la reprendió; solo esperó una respuesta honesta a su pregunta.
—No, no he ensillado un caballo. Pero los he acicalado y alimentado y
eso debería contar para algo.
—Cuenta… para cualquier otra persona menos para ti. Eres una
amazona hasta la médula, Tanna. Te traje aquí para enfrentar esa pérdida de
ti misma.
El corazón de Tanna se aceleró y esa sensación de pánico hizo que todos
los músculos de su cuerpo se pusieran tensos. Si no fuera Fletch, se habría
marchado. Pero la forma firme en que la tomó de las manos y la gentil
determinación en sus ojos la mantuvieron en el lugar.
—¿Cómo?—salió de sus labios.
Fletch le besó los nudillos.
—Hoy vamos a montar a caballo.
Su estómago dio un vuelco y trató de apartar las manos.
Pero él se las sostuvo con fuerza.
—Solo tú y yo.
—No—susurró.
—Sí. En un caballo.
—¿Monta doble? No he hecho eso desde… —Primero había aprendido
a montar. Con su tío Manuel. Ella era joven, pero aún recordaba su
paciencia. Su completa confianza en las habilidades de su tío. Las lágrimas
pincharon sus ojos. No podía estar segura de si su respuesta se debía al
recuerdo o al miedo.
—Oye. —Fletch se paró delante de su cara—. No te escondas de mí,
Tanna. Quiero ayudarte y para hacerlo necesito saber todo lo que estás
sintiendo.
Manchas se movían delante de sus ojos. De alguna manera hizo que su
boca funcionara.
—De acuerdo, tengo miedo.
—Ok. ¿Emocionada?
Negó con la cabeza.
—¿Enojada?
—Sí.
—¿Conmigo? ¿Contigo?
—Ambos. Estoy enojada conmigo misma porque no debería ser tan
jodidamente difícil. Estoy enojada contigo porque… no sé por qué. Solo lo
estoy.
Fletch se acercó y le secó las lágrimas.
—Por favor, no llores.
No se había dado cuenta de que las lágrimas que había intentado
contener se habían escapado.
—Déjame ser lo que necesitas. Aunque solo sea por hoy.
—¿Y si pierdo mi mierda? ¿Entonces qué, Fletch?
Sus ojos buscaron los de ella.
—¿Te preocupa que huya después de verte de esa manera?
Ella asintió.
—No lo haré. Lo prometo. —Rozó su boca sobre la de ella—. Nada me
hará huir de ti, Tanna. Nada. Puedes golpearme, abofetearme, gritarme. Eres
una cosita pequeña. Soy un tipo grande. Puedo soportar lo que sea que me
des.
—¿Estás seguro? —Tanna se echó hacia atrás y extendió las manos para
que él pudiera ver lo mucho que estaba temblando—. Estoy así solo con la
idea de montar a caballo.
Fletch entrelazó sus dedos con los de ella.
—¿Ves? Si me tienes para aguantar el temblor no es tan malo.
Más lágrimas cayeron. El hombre era tan dulce, maravilloso y perfecto.
Se merecía una mujer que no estuviera rota por dentro.
—Ven aquí. —La subió a su regazo. Sus fuertes brazos la rodearon y
colocó la barbilla sobre su cabeza.
Ella escondió el rostro en el hueco de su cuello. Tratando de frenar el
latido loco de su corazón. Tratando de respirar normalmente. El olor de su
piel, estar rodeado por él, sostenida por él, alivió un poco el miedo. Pero no
del todo.
Él movió su cuerpo para poder mirarla a los ojos.
—Puedes hacerlo.
En ese momento Tanna entendió por qué confiaba implícitamente en
Fletch. Su elogio y amabilidad, todo envuelto en una cálida seguridad, le
dio a su confianza en sí misma la patada en el trasero que tanto necesitaba.
—Bueno. —Se soltó de él y se puso de pie. O intentó ponerse de pie
pero sus piernas cedieron.
—Te tengo. —Una vez más, él la abrazó.
Sus largas zancadas devoraron la distancia hasta la puerta del establo.
Después de darle un largo beso en la frente, la puso de pie.
Ella enroscó las manos alrededor de la valla de metal.
—El caballo que montaremos hoy es un castrado de veinte años. Un
caballo de tiro belga. Es lo suficientemente grande para llevarnos a los dos.
Es gentil y el caballo más ecuánime con el que me he enfrentado.
—¿Qué pasa si no puedo hacerlo?
—Puedes. Vas a hacerlo. Por eso estamos aquí. No hay nadie más
alrededor. Puede que te tome cien intentos para conseguirlo hoy, pero te
prometo que estarás sobre Gus antes de que nos vayamos.
—Fletch…
—Traje un pañuelo para usar como venda en los ojos. Tú eliges si te la
pongo o no. No ver funciona para algunos animales asustadizos. —Fletch
agachó la cabeza para mirarla a los ojos—. ¿Sigues aquí conmigo?
Ella asintió.
—No, dulzura sureña. Dime las palabras para que sepa que estás al tanto
de lo que está pasando. ¿Estás conmigo?
—Sí, estoy contigo.
—Bueno. ¿Necesitas un trago o ir al baño o algo antes de que traiga a
Gus?
—No. Solo… agarraré la valla y… —enloqueceré—… esperaré.
Fletch sacó un pañuelo azul del bolsillo trasero, lo sacudió y lo enrolló
antes de colocarlo alrededor de su cuello.
—No te preocupes. Está limpio. —La besó—. Úsalo o no. Es tu
elección. Vuelvo enseguida.
Él soltó la valla y se alejó. Estaba medio tentada de torcerse
“accidentalmente” la rodilla mala. Fletch no la haría seguir adelante si
tuviera un recrudecimiento de su lesión anterior.
Sabría que lo hiciste a propósito. ¿De verdad quieres ver la decepción
en sus ojos?
No.
Tanna recorrió el área preguntándose dónde tendría que pararse para
pasar una pierna sobre el lomo del caballo. Como iban a pelo, no habría
estribo.
Cada minuto que esperaba la dañaba más fuerte. Así que cuando
escuchó el suave plop plop de los cascos de los caballos en la tierra, casi se
sale de su piel.
Fletch sacó a Gus. El caballo era enorme, con un hermoso pelaje marrón
claro brillante y una melena pálida, casi rubia. No actuaba demasiado
enérgico mientras se acercaba. Fletch alternativamente hablaba con Gus y la
miraba. Se detuvo justo dentro de la puerta y ató la cuerda principal
alrededor de un poste de la cerca.
—¿Cómo estás?
Se encogió de hombros. Compartir todas sus reacciones físicas
destrozadas no ayudaría a ninguno de los dos.
—¿Quieres venir aquí y familiarizarte con Gus mientras recojo avena?
Tanna negó con la cabeza.
—Sobre la valla está bien.
El rostro de Fletch no delató nada. Se volvió y trotó de regreso al
establo.
Gus no le prestó mucha atención. Tampoco bailaba impaciente.
Ella se acercó más.
—Entonces, Gus, eres un deleite para los sentidos. Si siquiera pudiera
treparme a ti. ¿Cómo se supone que voy a aguantar sin cuerno de silla de
montar? ¿Querrá el doctor que vaya delante de él? ¿O detrás de él?
Gus simplemente parpadeó lentamente.
—Así que te digo que el último caballo que monté terminó muerto. ¿Fue
culpa mía? No lo sé. Todo lo que sé es que no puedo deshacerme de la
culpa. Y el arrepentimiento.
Fletch se acercó a Gus por el lado izquierdo. Inmediatamente, la cabeza
de Gus desapareció dentro del cubo de hojalata. Pero los ojos interrogantes
de Fletch estaban sobre ella.
De ninguna manera le diría a Fletch que le había confesado sus
transgresiones a un caballo.
Gus vació el contenido del cubo en poco tiempo. Levantó la cabeza y
Fletch estaba allí mismo con las riendas, empleando ese tono suave y
tranquilizador que a veces usaba con ella.
—¿Estás usando el pañuelo?
—No.
—No te insultaré ni te sugeriré que des vueltas por el corral antes de
montar. —Arqueó una ceja—. ¿A menos que eso sea lo que quieres?
Ella negó con la cabeza.
—Bueno. Subiré primero. Cabalgarás detrás de mí. ¿Suena bien?
La sangre corría por su cabeza tan rápido que apenas lo escuchó. Movió
la boca, pero las palabras no eran claras.
Fletch acercó a Gus a la cerca, subió al tercer peldaño y pasó una pierna.
Y en un abrir y cerrar de ojos estaba montado.
Fácil, ¿verdad?
Y en un abrir y cerrar de ojos, Tanna tuvo que doblar la cintura para no
desmayarse, vomitar o ambas cosas. Cuando la sensación de silbido
disminuyó, extendió la mano y usó las barras de la cerca para incorporarse.
Tardó unos segundos en encontrar la mirada de Fletch.
El músculo de su mandíbula se contrajo. Sus labios estaban apretados en
una delgada línea. No podía leer sus ojos, ensombrecidos bajo el ala del
sombrero. No se había movido cuando ella había estado jadeando
discretamente y tratando de no desmayarse por el miedo.
—¿Mejor?—dijo después de Dios sabe cuánto tiempo estuvo colgada de
la cerca.
Tanna tragó dos veces antes de que pudiera hablar.
—Supongo.
—Vamos, dulzura sureña. Estoy aquí. Solo somos tú, yo y este viejo
caballo.
—Si subo y no puedo quedarme, ¿te detendrás?
—Sí.
—¿Lo prometes?
—Lo prometo.
—Sin galopar.
—Lo caminaré si eso es lo que quieres.
—Lo quiero.
Fletch se acercó más a la cerca y le tendió la mano. Tanna se agarró tan
ferozmente que un hombre más débil habría sido tirado al suelo.
—Te tengo. Eso es. Un peldaño más. Ahora pon tu mano en mi hombro.
Esta bien; agárralo con fuerza si es necesario.
Tanna se sintió suspendida en el tiempo mientras transfería su peso
contra Fletch y pasaba su pierna derecha sobre el trasero de Gus. Fletch se
inclinó hacia adelante, manteniendo un agarre mortal en su mano mientras
deslizaba la frente por su espalda hasta que su culo se encontró con el
caballo. Presionó un lado de su cara contra la ancha espalda de Fletch,
manteniendo los ojos cerrados.
¿Era posible que su corazón pudiera salirse de su pecho?
—Envuelve tus brazos alrededor de mi cintura, Tanna.
—No te muevas todavía—dijo ella con pánico.
—No lo haré. Todavía estamos junto a la valla.
Se centró en el olor de la camisa de Fletch. La brisa moderada. Los
duros músculos en los que se estaban hundiendo los dedos. El firme toque
de su mano izquierda curvada alrededor de su muslo izquierdo.
Respira. Vamos, Tanna. Puedes hacerlo.
Sentada detrás de Fletch, no tenía control de rodilla sobre el caballo;
todo pertenecía al jinete delantero. Sus piernas colgaban como fideos y
extrañaba la seguridad de los estribos.
Gus se movió de lado y ella jadeó.
La mano de Fletch apretó su pierna.
—Tranquila. Todo está bien.
No, no lo está.
—Tú me dices cuándo.
Nunca.
Fletch se mantuvo fiel a su palabra. No la molestó para que se animara
para que pudieran moverse. Esperó su señal.
Bueno. Estaba en la maldita cosa.
—Vamos—dijo con los dientes apretados.
Luego estaban moviéndose. A esta velocidad, podía sentir cada
movimiento de las patas traseras del caballo, lo que hacía que el
movimiento pareciera inestable.
—¿Tanna? ¿Estás bien?
No pienses sobre derrapar en ese giro.
No pienses en golpear el barril.
No pienses en Jezabel cayendo encima de ti.
No pienses en verla alejarse corriendo.
No pienses en su grito de dolor.
No pienses en ella muriendo sola.
Gus se movió a un galope y el corazón de Tanna se aceleró en su
garganta.
—¿Fletch? ¿Por qué vamos más rápido?
—Tú lo taloneaste.
Ella no recordaba haber hecho eso.
Este ritmo suavizó el viaje. Los instintos todavía estaban allí.
Así que aguantó. Recordando montar con su tío. Y luego con su
hermano. Su padre prefería los vehículos todo terreno a los caballos. En el
tiempo que se había tomado para reflexionar al enterarse del odio de su
padre hacia el rancho, pudo admitir que las señales habían estado allí.
Después de la muerte de su tío, Garrett se había encargado de todo el
ganado, mientras que su padre pasaba más tiempo frente a la computadora.
No en la casa con su madre, sino en la pequeña cabaña del capataz que su
tío soltero había ocupado toda la vida.
Tanna no había tenido una relación estrecha con su padre. Él no asistió a
muchos de los eventos en los que ella había participado. Su excusa de que
conducir durante dos horas para verla competir durante veinte segundos
todavía dolía. Y dado que su madre no conducía más allá de ir a la ciudad o
a la casa de sus amigas, había tenido poco apoyo familiar durante toda su
carrera. Pero tenía ese apoyo cuando regresaba a casa después de un evento.
Entrenaba. Pasaba tiempo con su madre, o sus amigos o cualquier chico con
el que hubiera estado involucrada. Solo había prestado atención a quienes la
rodeaban cuando podían hacer algo por ella o entretenerla.
Se había perdido tanto en las auto-recriminaciones que casi había
olvidado que estaba a caballo hasta que Fletch le habló.
—Hay una sección larga y plana más adelante. Voy a aflojarle las
riendas a Gus, así que sujétate.
Tanna quería decirle, no, espera, prometiste sin galope, pero Gus
aceleró el paso. Abrió los ojos solo para volver a cerrarlos.
Ella deseaba con tanta fuerza ese gran momento en el que todo se
solucionaba. Cuando el viento en su cabello y los años de
acondicionamiento de sus músculos liberaban de una patada el recuerdo de
cómo solía ser y ella sintiera un estallido de alegría. Un estallido de
idoneidad.
Pero ninguno de esos sentimientos llegó.
Redujeron la velocidad. Deteniéndose. Podía sentir los músculos del
pecho de Fletch trabajando y los músculos de los brazos tensándose. Un
hombre tan poderoso. Sin embargo, un gigante tan gentil.
Se volvió hacia ella y ella levantó la cabeza.
—¿Estás bien?
—Sí.
—¿Quieres bajar y caminar?
—¿Cómo volveremos?
—Yo indio. Saber montar a pelo.
Tanna sonrió por primera vez desde que se habían ido esta mañana.
—Está bien, jefe.
—Agárrate de mi brazo. Te ayudaré a bajar primero.
Solo mira a Fletch. A ningún otro lugar.
—Tanna, cariño, dame todo tu peso. No me vas a hacer daño.
Giró la pierna derecha y se deslizó hacia abajo hasta que ambos pies
estuvieron en el suelo. Y ella estaba erguida. No tambaleante. No mareada.
Esto era bueno.
Fletch desmontó e inmediatamente la rodeó con los brazos, inclinando
la cabeza para darle un beso.
—Espera. ¿No necesitas atar a Gus?
—Nop. Él se queda quieto. Ahora dame esa boca para el beso de la
victoria por el que estoy muriendo.
—¿Beso de la victoria?—repitió ella.
—Mmmjá. Porque este viaje seguramente es una victoria para ti. No lo
veas como menos. —Sus labios se encontraron en un beso dulce, amoroso y
reconfortante. Un beso que no tenía prisa por terminar. Atormentando su
lengua con pequeños mordiscos y chupadas, deslizando sus labios húmedos
sobre los de ella, persuadiéndola a relajarse contra él por completo. Él
terminó el beso y la abrazó, aplastando su rostro contra su pecho.
—Lo hiciste genial. ¿Cómo te sientes?
—Afortunada.
—¿Cómo eso?
—Porque eres un bastardo agresivo. Me obligaste a hacerlo porque
sabías que no lo haría por mi cuenta. Quizás alguna vez. Si no fuera por ti…
de todas formas. Gracias. —Tanna echó la cabeza hacia atrás y miró su
hermoso rostro. Algo más profundo que la lujuria pellizcó su corazón.
Y en ese momento, supo que lo amaba.
—¿Tanna? Cariño, me estás mirando muy gracioso.
Ella no podía decírselo. Atribuiría su reacción a la situación de ayudarla
a enfrentar sus miedos. Entonces cambió de tema.
—¿Cómo es que olvidé lo increíblemente sexy que te ves con un
sombrero de vaquero?
Él sonrió.
—Ni idea. Probablemente no lo he usado mucho desde que estoy de
licencia.
—Lástima, por eso.
Gus intentó meter la cabeza entre ellos.
Fletch la estudió con mucho cuidado en busca de signos de pánico
cuando Gus le olisqueó el brazo, el lado de la cabeza y la oreja. Cuando se
puso detrás de Fletch, Gus la siguió y continuó molestándola. Pero Fletch lo
empujó hacia atrás.
—Deja de oler a mi mujer, viejo.
Gus soltó un bufido indignado y se alejó unos metros.
—¿Estás lista para regresar?
—¿Qué tan lejos estamos del rancho?
—Probablemente un kilómetro y medio
—Parece que debería estar mucho más lejos.
Él tomó un lado de su cara.
—Quiero que vayas delante de mí en el camino de regreso.
Su pulso se aceleró.
—¿Por qué?
—Éste es un bonito pedazo de tierra y apuesto a que tus ojos estuvieron
cerrados durante todo el viaje hasta aquí.
—Fletch…
—Llevaré las riendas. No tienes que hacer nada más que apoyarte en mí
y disfrutar de la vista. —Su pulgar se deslizó por su mejilla—. Estás lista.
—Está bien—no pudo evitar decir a regañadientes.
—Puedo decir por la terquedad en tu boca que podrías mantener los ojos
cerrados para molestarme.
Ella sonrió.
—Tal vez. El hecho de que monté a lomos de un caballo durante un
kilómetro y medio no significa que esté lista para montar nuevamente.
—Iremos tan lento como quieras. Primero ocuparé mi asiento en el
caballo. —La besó de nuevo, sus labios tan cálidos y seguros.
Verlo montar sin estribos era un testimonio de su fuerza y agilidad.
Después de su comentario indio, lo imaginó montando con el torso
desnudo. En taparrabos.
—¿Tanna?
Mierda. Fletch extendió la mano para ayudarla a levantarse.
Cuando Gus volvió la cabeza para ver qué estaba pasando, Tanna se
apartó.
—No dejes que te asuste. Muéstrale quién es el jefe.
Ella se sentía tan malditamente ridícula. Retrocediendo de un castrado
de veinte años. Manteniendo un ojo en el caballo, tomó la mano de Fletch y
él la levantó con tanta facilidad como si hubiera estado en una polea. Su
brazo izquierdo se deslizó alrededor de su cintura, tirando de ella hacia atrás
para que su trasero estuviera apretado contra su ingle y su espalda
presionada contra su pecho. Ella estaba perdida sin las riendas.
—¿Qué se supone que debo hacer con las manos?
—Agárrate a la parte exterior de mis piernas.
Tanna colocó las palmas en el punto medio entre sus rodillas y sus
caderas.
Su voz profunda se instaló en su oído.
—¿Estás lista?—
—Supongo.
Fletch lo taloneó y aflojó las riendas y Gus comenzó a moverse.
Su cuerpo parecía estar tan rígido como el hormigón.
—¿Tienes los ojos abiertos?—murmuró en su oído.
—Sí.
—Ciérralos y apóyate en mí.
Fue un alivio caer hacia atrás.
—Ahora deja caer la cabeza hacia la izquierda. Sigue sujetándote.
Cuando su boca abierta aterrizó en la sección expuesta de su cuello,
supo por qué le había dicho que se sujetara, ese beso ardiente fue tan
potente como una descarga eléctrica.
—Te he echado de menos en mi cama. —Fletch acarició el área sensible
debajo de su oreja—. Me desperté duro.
—¿Te masturbaste?
—Mmmjá. En la ducha.— Besos suaves como un susurro subieron y
bajaron por el costado de su cuello—. Usé mi mano izquierda y fingí que
eras tú quien me masturbaba.
—¿Me tomé mucho tiempo o lo hice rápido?
—Oh, eras una cosita codiciosa. Querías llevarme allí lo más rápido
posible. Me trabajaste duro en tu puño resbaladizo.
Tanna estaba ahí. Viendo como Fletch se masturbaba. Podía oír el slap,
slap, slap de la piel. Sentir ese momento sin aliento de anticipación cuando
él dejó de respirar y echó la cabeza hacia atrás. Cuando largas cintas de
semen brotaron de su polla, salpicando el suelo y escurriendo en remolinos
por el desagüe.
—Reconozco ese sonido sexy.
—No me sorprende. Lo hago mucho a tu alrededor.
Fletch balanceó su pelvis hacia adelante y Gus aceleró el paso.
Los ojos de Tanna se abrieron de golpe. Los músculos de Gus ondularon
contra la parte interna de sus muslos. Saltó fuera de sincronía con el paso
del caballo. Sintió que comenzaba a deslizarse hacia la derecha al igual que
su accidente y se sacudió hacia la izquierda.
El brazo de Fletch apretó la parte inferior de su torso.
—Tanna. Te tengo. No te caerás. Lo prometo.
—Pero que si…
—No lo harás. Saca esos pensamientos de tu cabeza. —La besó en la
sien—. ¿Ahora dónde estábamos? Envuelve tu brazo alrededor de la parte
de atrás de mi cuello. Incluso puedes clavarme las uñas porque sabes cuánto
me gusta eso.
Ella movió el brazo derecho hacia atrás y lo sostuvo; la pose se sentía
decididamente lasciva. No se parecía en nada a su asiento habitual encima
de un caballo.
—¿Sabes en lo que estoy pensando? Cuánto deseo tener mis manos
sobre ti. Mi boca sobre ti—murmuró él—. Empezaría por tus tetas mientras
te beso. Frotaría mis palmas sobre tus pezones, hasta que estuvieran duros
como un diamante.
Sus pezones se contrajeron inmediatamente.
—Por mucho que quiera poner mi boca en esas puntas rígidas, lo
guardaría para más tarde. Demasiada piel desnuda me tienta a besar y
atormentar. Me encanta cuando te quedas sin aliento cuando te toco aquí.
Sus dedos sobre su vientre rozaron ligeramente la piel entre los huesos
de sus caderas. Se le escapó un pequeño grito ahogado.
—Ahí está el sonido. —Él ajustó la parte superior de su cuerpo e inclinó
la cabeza para darle un beso en el área sensible del interior de su brazo—.
Pasaría mis dedos a lo largo de los músculos desde tu muñeca hasta tu
bíceps. Deteniéndose para trazar la curva del codo. Tu hombro. Tu
clavícula. Tu cuello. Tu mandíbula fuerte y obstinada. Todos hermosos
lugares femeninos.
—Tengo otros lugares femeninos—dijo un poco sin aliento.
—Créeme, lo sé. Me gusta mirar tu cara mientras deposito una estela de
besos por tu vientre para atiborrarme de esa porción de cielo entre tus
muslos.
Fletch siguió diciéndole todas esas cosas perversas y obscenas que
planeaba hacerle. Cosas explícitas. Pero no la tocó más allá de acariciarle el
muslo con el pulgar.
En lugar de sentirse tensa, se relajó completamente contra él. La
cadencia profunda y modulada de su voz era un complemento perfecto para
la cadencia fácil del caballo.
Sintió una punzada de decepción cuando el establo apareció. No había
querido que este paseo a caballo terminara.
Espera. ¿Qué significaba eso?
Al imaginarse aferrándose al morral, Gus aceleró el paso.
Tanna contuvo la respiración, esperando que ese sentimiento de pánico
la abrumara.
Pero nada sucedió.
—¿Estás bien?—preguntó Fletch.
—Si. Lo estoy. Realmente lo estoy. Gracias por esto.
—De nada. Este montar de a dos es increíble.
Ella se rio suavemente.
—Voy a bajar y abrir la puerta.
Dejándola sola sobre Gus.
Fletch desmontó y los acompañó a través de la puerta.
La ayudó a desmontar.
Tanna se quedó allí, mirando a Fletch lidiar con el caballo.
Había sobrevivido.
De hecho, se sintió regocijada.
Viva.
Deseando celebrar este sentimiento… esta victoria… con más que un
beso.
Caminó fuera y tan pronto como Fletch salió, se abalanzó sobre él. Lo
besó mientras trataba de escalar su cuerpo.
Fletch le devolvió el beso con igual entusiasmo, hasta que alcanzó la
hebilla de su cinturón. La soltó con un gemido, deteniendo el movimiento.
Ella no estaba lista para dejarlo ir. Se aferró a su cuello y le susurró al
oído.
—Te necesito, Fletch. Fóllame contra un árbol o en la mesa de picnic o
incluso en la tierra. Pero necesito…
—Ve más despacio. —Dio un paso atrás y la tomó de las manos—. No
hay prisa, dulzura sureña. Vamos a relajarnos un minuto.
—Pero… pensé que lo haríamos… —Sabía que parecía desconcertada y
no le importaba.
—No. —Le besó los nudillos—. Cuando regresemos a Split Rock,
podemos ir a tu cama, o a mi cama y hacer todas las cosas de las que
hablamos. Pero no aquí.
—Entonces, ¿por qué dirías todas esas…? —Momento de la
iluminación. Obvio—. Me estabas distrayendo.
—Sí.
Tanna luchó por contener las lágrimas. Por la consideración de Fletch y
porque se había convertido en un caso perdido que necesitaba que la
tranquilizara de la manera que sabía sería eficaz para ella.
—Lo siento.
—No lo sientas. —Le rozó la frente con la boca—. Esto es sobre ti. El
sexo se trata de nosotros. En este momento vamos a hablar. Hablar de
verdad sobre dónde crees que puedes ir desde aquí. Sin restricciones,
hermosa.
Ella realmente amaba a este hombre.
—De acuerdo.
Fletch la llevó a la mesa de picnic. Se sentaron uno al lado del otro, su
pequeña mano envuelta en la más grande de él, su cabeza descansando
contra su bíceps. Ella respiró hondo.
—Estaba tan jodidamente asustada cuando me dijiste que me estaba
subiendo a un caballo hoy que consideré fingir una recurrencia de mi lesión
en la rodilla para que cambiaras de opinión.
Él rio.
—Inteligente. Pero no iba a suceder. Sigue.
Desnudar su cuerpo era mucho más fácil que desnudar su alma. Pero lo
hizo.
Fletch no huyó. No emitió ningún juicio. Solo escuchó. Después besó
sus lágrimas.
La había ayudado a dar el primer paso. El resto dependía de ella. Y por
primera vez en meses, tuvo un sentimiento de esperanza.
Lo primero que hizo Tanna cuando regresaron a Split Rock fue llamar a
Eli y preguntarle si tenía una montura tranquila que ella pudiera montar
mañana a primera hora.
Lo siguiente que hizo fue convencer a Fletch de que necesitaba mucha
ayuda para recuperar sus habilidades de montar mientras lo llevaba a la
cama.
Capítulo 27

Con la cálida brisa que entraba por las ventanillas abiertas de la cabina
de su camioneta y su sentido de anticipación, Fletch casi podía imaginar
que este era el comienzo de sus vacaciones en lugar del final.
¿Dónde diablos se habían ido seis semanas? Seis semanas antes se había
preguntado cómo ocuparía su tiempo. Ahora hizo una lista mental de todas
las cosas que no había hecho.
Había pasado una semana y media desde el incidente del caballo, al que
Tanna se refería como “el día en que la mierda golpeó el ventilador” y las
cosas nunca habían estado mejor entre ellos. Incluso cuando sabía que era el
principio del fin.
La había convencido de que pasara los dos últimos días de su licencia
con él en el lago.
—No vamos a dormir en un tipi, ¿verdad?—preguntó ella,
interrumpiendo sus pensamientos.
Fletch suspiró.
—¿De verdad fuiste allí, Tanna?
Ella rio.
—Es broma. Solo quería escuchar ese suspiro exasperado. Es sexy como
el infierno.
—Debería girarte sobre mi rodilla y zurrar tu trasero. Esos gritos que
haces son muy sexys.
—Estoy a bordo, pero solo si me tiras del pelo también—arrulló ella—.
Me encanta cuando te pones todo machote y te haces cargo de mí.
—Recuerda que dijiste eso. —Fletch se llevó la mano a la boca y la
besó—. Esta cabaña es rústica. Pero tiene agua corriente. Y un muelle
decente.
—¿Un barco?
—Una vieja canoa de pesca.
—¿Así que nada de esquí acuático? Maldición.
—¿Esquí acuático?
Tanna negó con la cabeza.
—Siempre quise intentarlo, pero sería mi suerte si me despatarrara y me
hiciera mierda la rodilla de nuevo.
—Las embarcaciones motorizadas no están permitidas de todos modos.
—Él movió las cejas—. Tendrás que recostarte en el muelle en bikini.
—Mientras sostengo una caña de pescar. Porque soy una maldita
pescadora.
—Me alegro de que alguien lo sea—murmuró él—.Traje filetes por si
acaso.
—¿Filetes de búfalo?—dijo en broma ella.
—Te las estás arreglando para que zurre tu culo por los comentarios
indios, ¿verdad?— replicó él, imitando su acento.
Ella rio.
—Me lo merecería.
Sin playa ni botes motorizados, el pequeño lago no atraía a mucha
gente, por lo que el área no había cambiado desde la infancia de Fletch. Se
desviaron de la carretera principal hacia un camino lleno de baches y
cubierto de maleza, un paso por debajo de un sendero de incendios. Los
pinos eran escasos. No crecía mucho verde en el suelo del bosque. El
camino tomó una curva cerrada y llegaron a la parte trasera de la cabaña.
—Aquí estamos.
Tanna se inclinó hacia delante y entrecerró los ojos por la luneta
delantera.
—¿Dónde está el retrete?
—Sin retrete. Tiene un sistema séptico.
—¡Whoo-ee Jim-Bob! Entonces esto de aquí está en la parte alta de la
ciudad.
Si Fletch se hubiera salido con la suya, lo habría llevado todo. Pero la
pequeña señorita Yo Puedo Hacerlo insistió en ayudar. La vigiló para ver si
favorecía su rodilla después de su reciente regreso a la monta.
Ella dejó los sacos de dormir en el suelo y lo miró sonriendo.
—Esto debería ser acogedor.
—Vamos a probarlo. —Fletch apretó a Tanna contra su pecho y aterrizó
en el colchón de espaldas. Él tomó su boca en un beso voraz, manteniendo
sus brazos atrapados entre ellos para poder provocarla, persuadirla…
devorarla como quisiera y que no pudiera hacer nada al respecto. Para
cuando desaceleró el beso, su polla estaba dura.
Presionó sus labios contra su frente.
—Encajaremos, pero uno de nosotros tendrá que estar arriba. Toda la
noche.
Tanna inclinó la cabeza para enterrar la cara en su cuello.
—Suena como algo divertido de probar.
Aflojó su agarre pero Tanna permaneció acurrucada contra él. Pasó los
dedos arriba y abajo por su espalda, más que contento de simplemente estar
tendido con ella así.
—¿Fletch?
—¿Mmm?
—Gracias.
—¿Por?
—Traerme aquí. Por querer pasar tiempo conmigo.
No hay ningún lugar donde me gustaría estar. Nadie con quien
preferiría estar.
—De nada. Odio que mis vacaciones estén a punto de terminar. —
Retorció los extremos de su cola de caballo alrededor de su dedo—.
Desearía que esto fuesen más de dos días.
Tanna besó el punto del pulso en su cuello. La esquina de su mandíbula.
La punta de su barbilla.
—Yo también. Así que será mejor que aprovechemos al máximo el
tiempo que tenemos. —Ella se levantó y se paró junto a la cama,
ofreciéndole una mano para ayudarlo a levantarse—. Vamos a explorar.
—Ve adelante. Estoy justo detrás de ti.
La blusa blanca que la cubría flotó hasta el suelo. Se quitó las sandalias
y agarró una toalla de playa.
Fletch se detuvo junto a la hielera y tomó dos cervezas.
Descalza, Tanna caminó hasta el final del muelle, luciendo deliciosa en
pantalones cortos hechos de unos vaqueros recortados y un sujetador de
bikini amarillo brillante. Se sentó y colgó las piernas por un lado.
Apoyándose en los codos, apuntó el rostro hacia el sol y cerró los ojos.
Él casi tropezó con sus propios pies; la mujer era una gran visión. Se
limitó a mirarla mientras se le formaba baba en la boca y el agua helada
goteaba del fondo de las latas.
Ella abrió un ojo.
—¿Por qué estás ahí parado, respirando con dificultad y bloqueándome
el sol?
Porque te amo.
Su pequeña vaquera de Texas correría si le confesara eso, así que se dejó
caer a su lado y dijo:
—Simplemente admirando la vista, dulzura sureña.
—¿Del lago?
—Nop. Lo he visto decenas de veces.
Sus labios se curvaron en una sonrisa.
—Estabas mirando hacia abajo, ¿eh?
—Sí. ¿No crees que podría convencerte de que tomes el sol en topless
ya que hoy no hay nadie?
—¿Pero qué pasa si me quemo los pezones?
—Los besaré y los haré sentir mejor.
Ella rio.
—Ya veremos.
—¿Quieres una cerveza?
—Siempre.
Se sentó a su lado, lo suficientemente cerca para tocarla pero no
demasiado para agobiarla, y abrió ambas cervezas, deslizando una hacia
ella.
—Entonces, ¿con qué frecuencia viniste aquí cuando eras niño?—
preguntó ella.
—Una vez al año. Dos si teníamos suerte.
—¿Tu padre todavía viene aquí?
—No tan lejos por lo que sé. Cuanto más envejecemos, más
comodidades deseamos. Papá está en muy buena forma para su edad, pero
tiene problemas de espalda y prefiere dormir en su cama cómoda. —Bebió
un sorbo de cerveza—. Me hace preguntarme cómo le está yendo en el viaje
al extranjero.
—¿No has tenido noticias de él?
—Brevemente para decirme que el horario era muy ajustado y que me
informaría cuando regresaba a casa.
Tanna ladeó la cabeza.
—Lo extrañas.
—Sí. Probablemente suene estúpido.
—Creo que suena maravilloso. —Ella bebió un sorbo de cerveza—. No
extraño a mi padre y trato de no pensar en él en absoluto.
—¿No tienes ningún recuerdo feliz?
—Unos pocos. Pero ahora, incluso esos están contaminados. Me hace
preguntarme qué no había visto cuando era niña. Si solo estaba haciendo los
movimientos porque no tenía otra opción .
—Eres del tipo de vaso medio vacío.
—En este caso, está más que vacío. El vidrio está rajado y se deja a un
lado para ver si se rompe por sí solo. De todos modos, tuve a mi madre y
ella lo compensó con creces. ¿Por qué nunca hablas de tu madre?
Inmediatamente se puso rígido.
—Probablemente porque siento lo mismo por ella que tú por tu padre.
Excepto que me he sentido así desde que era niño. No la conocía lo
suficiente como para estar triste por su fallecimiento. Y nunca entendí por
qué amargaba tanto a mi padre.
—Él debe haber amado algo de ella. —Tanna le lanzó una mirada—.
Incluso si fue solo que le dio a ti.
Fletch le sonrió y le pasó los nudillos por la mandíbula.
—Gracias. Mi padre nunca se casó. Nunca pensé que saliera con
alguien, así que la cosa entre él y Cora realmente me dejó alucinado.
—Yo, por mi parte, estoy feliz de que esos viejos estén teniendo algo.
No quiero ser esa mujer que prefiere hacer diez cosas del hogar que follar a
mi hombre. Espero seguir golpeando la cabecera cuando tenga setenta.
—Yo también. Aunque espero, por Dios, no ser un soltero viviendo en
una casa de ancianos.
—¿Así que quieres la vida con una esposa e hijos?
Lo mantuvo ligero, pero honesto, además de confesar que quería esa
esposa e hijos con ella.
—Sí. He sentido un poco de envidia al ver a mis amigos establecerse.
Pero con las exigencias de mi trabajo, me temo que la señorita Ellie no está
errada al pedirme que espere hasta que crezca. Quizás las cosas se hayan
estabilizado para entonces.
Tanna apoyó la cabeza en su hombro.
—Tus miedos no están justificados, Doc. Probablemente hay docenas de
mujeres que te buscarían como marido. Pero tengo que preguntar si este
alejamiento de tu práctica ha cambiado algo.
Conocerla lo había cambiado todo.
—Me ha recordado por qué no me tomo tiempo libre. No puedes perder
lo que no tienes; ¿sabes de qué hablo? Cuando vuelva al ritmo el lunes, mi
mente estará en estar sentado bajo el sol bebiendo cerveza con una sexy
vaquera.
—Ay. ¿Entonces estarás pensando en mi pequeña persona?
Siempre.
—También estaré recordando todas las mañanas, tardes y noches que
pasamos en la cama.
—El sexo es uno de nuestros puntos más fuertes como pareja.
—Las relaciones se han construido con mucho menos. —Se bebió la
mitad de la cerveza, haciendo una mueca porque ya se había calentado—.
¿Qué pasa contigo? ¿Alguna vez has estado enamorada?
—Docenas de veces. Sobre todo en mi adolescencia y principios de los
veinte. Cada tipo con el que salí se convirtió en el indicado. Es curioso
cómo pensaba eso de todos ellos y ninguno pensaba eso de mí. En algún
momento, y ni siquiera puedo decirte exactamente cuándo, dejé de buscar a
un tipo que me completara.
—Apuesto a que fue entonces cuando realmente empezaste a ganar en el
circuito.
—No me sorprende que lo hayas descubierto. —Ella suspiró—. ¿Qué
pasa contigo? ¿Alguna vez has estado enamorado?
Desde el momento en que te vi.
—Pensé que lo estaba una vez. Desde entonces ha sido más fácil…
—Compartimentar—terminaron simultáneamente y se rieron.
—Como estaba diciendo, ha sido más fácil separar la necesidad de sexo
de la necesidad de una relación.
—Realmente nos parecemos mucho—dijo Tanna en voz baja.
—Bueno, hay algunas diferencias obvias.
—¿Cómo?
—Como tu acento.
—Por favor. Vosotros los norteños sois los que habláis gracioso.
—Bueno. ¿Qué hay de cómo expresas las cosas? Me gusta… Me estoy
arreglando para… ¿y eso qué significa?
Tanna se rio. Le encantaba que se riera tanto a su alrededor.
—Luego está tu adoración ciega por todos y cada uno de los equipos
deportivos de Texas, independientemente de lo mucho que apestan.
—Los Dallas Cowboys son el equipo de Estados Unidos. No, los Dallas
Cowboys son el equipo de Dios. Dios lo dijo. Está en la Biblia y todo.
Puedes comprobarlo tú mismo.
Fletch resopló.
—Ustedes los tejanos son tan…
—No, vaquero, me estoy preparando para volverme toda una mujer
sureña salvaje contigo si calumnias al mejor estado de la Unión.
—¿Cuándo empezamos a hablar de Wyoming de nuevo?—dijo él con
picardía.
Ella lo empujó.
—Yankee sabelotodo.
Le apartó un mechón de pelo de la mejilla.
—Con toda seriedad, ¿echas de menos Texas?
—Aunque nunca vuelva a vivir allí y sea una mujer de noventa años,
siempre extrañaré Texas. Siempre consideraré a Texas como mi hogar.
Fletch no se sorprendió por su respuesta, solo se decepcionó.
—¿Cómo llegamos a este tema de todos modos?
—Solo conversando.
Tanna pasó su pierna sobre la de él.
—Quizás deberíamos estar haciendo otra cosa con la boca en lugar de
hablar. Hacer el amor mientras brilla el sol y todo ese rollo11… o debería
decir todo ese esperma.
Él se echó a reír.
—Maldita sea, me encanta tu falta total de filtro.
—Sacas mi lado obsceno. Entonces, ¿qué dices?
—¿Y si me entran astillas en el culo?
—Lo besaré y lo haré sentir mejor. —Ella le dio un beso en el cuello—.
Por favor di que sí. Solo tengo esta… necesidad de sentirte envuelto a mi
alrededor.
A veces, esta mujer lo deshacía por completo. Se puso de pie y la ayudó
a levantarse. De alguna manera, entre besos largos y lentos y tiernas
caricias, lograron quitarse la ropa y él recordó el condón que había
guardado en el bolsillo, por si acaso.
La condujo al final del muelle donde extendió la toalla. Se sentó encima,
con las piernas colgando sobre el borde del muelle, y se palmeó el regazo.
Tanna se mordió el labio.
—¿Prometes que en un momento de abandono no nos sumergiremos en
el agua?
—Lo prometo. Pero eso significa que harás todo el trabajo.
Ella se arrodilló a horcajadas sobre su entrepierna y lentamente bajó
sobre él. Sus senos estaban fríos contra su pecho calentado por el sol. Su
boca ávida contra la de él.
Fletch se apoyó en los codos, completamente concentrado en la forma
sexy en que ella se movía. Moviendo las caderas. Apretando su coño
alrededor de la punta de su polla antes de deslizarla dentro de su húmedo
canal.
El sol caía a plomo pero una ligera brisa soplaba desde el lago. Fue una
experiencia surrealista, hacer el amor al aire libre en medio del día. Pero
también estuvo muy cerca de ser perfecto.
Cuando sus movimientos tomaron velocidad, él se sentó y agarró su
trasero, ayudándola a montarlo.
Tanna rompió el beso y comenzó a arquearse hacia atrás, pero él la
atrapó antes de que los inclinara demasiado hacia adelante.
Plantó besos en la curva de su garganta y bombeó la pelvis hacia arriba.
—Córrete. Córrete y llévame contigo.
Ella gritó y su coño se apretó alrededor de su polla. Las contracciones
de su cuerpo dispararon su orgasmo y montó la ola con ella hasta el final.
Se estiró sobre la toalla y ella lo siguió, tumbándose sobre su pecho y
manteniendo sus cuerpos conectados. Las yemas de sus dedos subieron y
bajaron por su columna. Fletch decidió que podía morir feliz en este
momento. Y al mismo tiempo, temía que no le quedaran muchos más
momentos con ella.

El resto de su tiempo en el lago transcurrió entre risas y diversión, a


pesar de que no tuvieron suerte en la pesca. Nadaron, jugaron a las cartas,
contemplaron las estrellas y disfrutaron de episodios sexuales espontáneos
que fueron dulces, lascivos, intensos y conmovedores.
En uno de sus momentos favoritos hasta ahora, estaban acurrucados en
la cama escuchando los sonidos de la noche que se filtraban por las
ventanas con mosquiteros.
—¿Cuáles son tus planes para la próxima semana?
—Vender ropa, destapar bebidas. Justo después de cerrar las puertas el
martes, me dirijo al rancho de Eli para trabajar a lomo del caballo con las
chicas. Lo que significa que estarán a caballo y las guío alrededor de los
barriles. A veces me gustaría poder soltarlas y dejar que lo prueben por su
cuenta, pero hasta que esté seguro de que Sparky no se negará tenemos que
ir despacio y con firmeza.
—Quiero decir, ¿cómo te va a ti?
—Oh. Estoy cabalgando. Incluso puedo rodear los barriles. Lento, pero
he ganado algo de velocidad.
—¿No confías en ti misma para ir más rápido? ¿O es el caballo?
—Una combinación. Entonces me pregunto por qué me estoy
molestando en llamar a esto entrenamiento y eso no ayuda a que mi mente
vuelva al juego.
—¿Volver a entrenar no ha empeorado las pesadillas?
—No. Todavía tengo ese mal sueño. Pero no me despierto gritando… —
Ella le dio un golpe en el pecho—. Como bien sabes, habiendo estado en tu
cama la mayoría de las noches.
—No me lo recuerdes. —Él besó la parte superior de su cabeza—. Voy a
extrañar eso.
—Yo también. ¿Estás deseando ver a tu padre mañana?
—Si. Será interesante ver si realmente tomó fotografías con la cámara
que tenía que comprar.
—¿Será extraño entre tú y Cora? Dijiste que no sabías que estaban
juntos antes de emprender este viaje.
—Oh, ella será tan mandona como siempre. Dudo que mi padre se
presente al mediodía, entonces otra vez… casi nunca estoy allí al mediodía,
así que podría suceder.
Ella rio.
Solo pregúntale.
—¿Querrías conocer a mi padre alguna vez?
—Absolutamente, si es tan guapo y encantador como tú.
Él soltó el aliento que había estado conteniendo.
—Él diría que de tal palo tal astilla.
Tanna no dijo nada más y se dio cuenta de que se había quedado
dormida.
Pero el sueño no le llegó tan fácilmente. No sabía cómo sobreviviría
cuando esta mujer abandonara su vida.

Apareció en casa de su padre el domingo por la tarde después de dejar a


Tanna temprano en la mañana en el rancho de Eli. Él había regresado al
Split Rock para cargar todo lo que había en el remolque y lo había llevado
de regreso a su lugar, optó por volver a buscar la cama otro día. Sacarla
ahora haría que su partida pareciera definitiva.
Su padre esperaba en la entrada de la puerta, sonriéndole.
—Si no es el viajero mundial. —Fletch tiró de él para darle un gran
abrazo y lo sostuvo por más tiempo de lo habitual—. Te extrañé, viejo.
—También te extrañé, muchacho. —Le dio una palmada en la espalda
—. ¿Quieres un vaso del whisky que traje de Irlanda?
—Por supuesto. Y no seas tacaño con eso.
Bebidas en mano, se acomodaron en la sala de estar, Fletch en el sofá,
su padre en el sillón.
—Cuéntame todo sobre eso.
—Bueno, empezamos en Londres. —Habló durante la siguiente hora, y
Fletch se rio y se quejó ante algunas de sus experiencias grupales.
—¿Tomaste fotos?
—Maldición, ni una. No pude entender cómo usar la cámara y tenía
demasiado orgullo para pedir ayuda. Además, ¿qué haría con las fotos de
todos modos? ¿Empapelar el baño?
Él rio entre dientes.
—Buen punto.
—¿Ahora quieres decirme cómo pasaste seis semanas de vacaciones?
—Me quedé en Split Rock e investigué un poco para Renner Jackson
sobre un proyecto que tenía en mente. Me puse al día con mi lectura.
Escribí y envié un artículo a una revista veterinaria.
—¿Trabajaste todo el tiempo?
Fletch negó con la cabeza.
—Tuve mucho tiempo de inactividad.
Los ojos de su padre se entrecerraron.
—¿Qué más? Y por favor dime que no recibiste ni una sola llamada
sobre animales mientras estabas de vacaciones.
—Padre…
—Maldita sea, chico, ¿qué te pasa? Te dieron un regalo y una
oportunidad y tú...
—Me enamoré, ¿de acuerdo? Me enamoré de la mujer más perfecta,
hermosa, divertida y sexy del mundo y no hay nada que pueda hacer para
evitar que me deje. —Él apuró su bebida y se dirigió a la cocina para volver
a llenar su vaso.
Fletch no había querido decir nada de eso. Había estado lejos de Tanna
menos de cuatro horas y ya estaba deprimido.
Una mano pesada le dio una palmada en la espalda.
—¿Qué tal si comenzamos esta conversación de nuevo?
Asintió.
Su padre volvió a llenar su propio vaso.
—Esta mujer. ¿Es de la que me hablaste antes de irme?
—Sí. Los últimos dos meses han sido los mejores de mi vida. —Fletch
habló. Y habló un poco más. No se había dado cuenta de lo mucho que
necesitaba que alguien lo escuchara. Siempre había tenido a Eli como caja
de resonancia. Pero como Eli también estaba aconsejando a Tanna, no se
sentía cómodo siendo tan brutalmente honesto con él sobre ella. Sus otros
amigos, bueno, este no era el tipo de mierda que compartía con nadie
además de su padre.
—Suena maravillosa. ¿Puedo conocerla?
—Le pregunté anoche y me dijo que sí, pero solo si eres tan guapo y
encantador como yo.
Su padre se rio.
—Ya me gusta. ¿Tienes un día o una noche en mente?
—Esa es la cosa. Esta semana vuelvo al horario impredecible. Podría
organizar algo, pero garantizado que si lo hago, me llamarán para una
emergencia en Rock Springs.
—¿Has considerado que tal vez tu trabajo podría ser algo que le impida
comprometerse contigo?
—Por supuesto. Pero no es que sea rico y pueda renunciar.
—No. Pero tienes opciones. Quizás es hora de que los analices
seriamente. —Levantó la mano para sofocar la protesta de Fletch—. Tener
la vida que quieres se trata de sacrificios.
—¿Que se supone que significa eso?
—Sé que piensas que soy un anciano que divaga…
—Padre, no creo eso. De ningún modo.
—Entonces escucha. En mis tiempos… —Sonrió—. Es broma. Te diré
que desde que era niño yo quería ser un trabajador del petróleo. Mis padres
insistieron en que primero obtuviera una educación, así que tomé clases de
negocios durante dos años y obtuve un título en una tecnicatura.
Inmediatamente después de graduarme, comencé a trabajar en los campos
petroleros en el suroeste como un rudo obrero, no como un hombre de
gestión de traje y corbata.
Fletch enarcó una ceja.
—Entonces, ¿cómo terminaste haciendo exactamente eso?
—Gracias a ti. Después de tu nacimiento, era obvio que a Darla no le
gustaba ser madre. Tenía un hijo que necesitaba al menos un padre estable.
En lugar de trabajar tres semanas en un lugar remoto y una semana libre en
casa, elegí el trabajo de ocho a cinco, de lunes a viernes. —Su padre lo miró
—. ¿Creíste que quería ser gerente? ¿Crees que fue fácil aparecer en los
lugares de trabajo para cuestionar a mis amigos sobre el costo laboral y la
tasa de accidentes después de haber sido compañeros de trabajo durante
años? No. Pero no tuve más remedio que tomar un puesto diferente en la
empresa con menos dinero para empezar, pero más estabilidad. ¿Cambiaría
esos años por una cuenta bancaria más abultada ahora mismo? Por nada del
mundo. Ese cambio fue bueno para mí. Bueno para mi vida porque tuve que
gastarla criándote. Así que no descartes un cambio automáticamente. Tal
vez sea el momento.
En las últimas semanas, trabajando horas normales con Tobin y teniendo
algo de libertad, Fletch había estado pensando en la misma línea. Así que
no era tan reacio a cambiar como antes. Y como su padre había
mencionado, este era el momento perfecto para cambiar.
—Entonces, ¿estás mencionando esto porque habrá cambios en tu vida?
Su padre frunció el ceño.
—¿Qué?
—Tú. Y Cora. ¿Están saliendo? ¿Existe la posibilidad de que se muden
juntos?
—No. Me gusta Cora. Lo pasamos muy bien en el viaje, pero los dos
somos demasiado mayores, estamos demasiado arraigados en nuestras
maneras y acostumbrados a vivir solos como para unir hogares. Nuestra
independencia es importante para los dos. —Él movió su dedo—. Tú, en
cambio, eres joven. Hay una mujer en tu vida ahora. Eso debería influir en
cualquier decisión que tomes.
Lo que su padre no entendió es que Fletch no tenía voz en la decisión de
Tanna. Después de que finalmente logró un gran avance con la posibilidad
de regresar a las carreras que amaba, no podía presionarla para que se
quedara en Wyoming con él.
—Ahora que mis deberes paternales terminaron, ¿qué estamos viendo?
Europa es pésima para cualquier tipo de verdadero deporte.
—Tiene que haber un juego de béisbol. O como eres un viajero
internacional que viaja mucho en estos días, tal vez podríamos ver si hay un
combate de box para contratar el evento.
Capítulo 28

— Veo que Eli todavía te está tratando como a un bebé.


Tanna se volvió hacia Sutton y puso los ojos en blanco.
—Quiere que me “reconecte” con mi amor por los caballos. En las
últimas cuatro horas he montado dos yeguas y un castrado. —Sonrió—.
Estuve fuera un buen rato en la última monta. ¿Te envió aquí para ver cómo
estaba?
—Atrapado. Dime la verdad; ¿estabas juntando tréboles alrededor de las
rocas?
—No. Solo perdí la noción del tiempo.
Sutton sonrió.
—Eso es bueno de escuchar. ¿Estás usando barriles?
—Finalmente.
—¿Cómo se siente?
—Lento. Pero bien. Me he ido un par de días, así que tuve un momento
de pánico cuando volví a montar y deseé no haber despedido a Fletch,
porque el hombre puede convencerme de que haga cualquier cosa. —Ellos
llevaban separados solo cinco horas y ella ya lo extrañaba.
—Eli mencionó algo acerca de que Fletch y tú iban a una escapada
romántica.
—Sí. —Tanna condujo al caballo a través de la puerta.
Sutton se puso a caminar a su lado.
—¿Así que no sabré los detalles sucios de tus aventuras sexuales?
—Nop. —Tanna no había visto a Sutton desde el día en que derramó sus
tripas. Por mucho que le gustara, después de su conversación con Fletch,
tuvo que restablecer algunos límites.
—Eso apesta.
—¿Pensé que estabas fuera de rodeo durante la Cowboy Christmas?
Se encogió de hombros.
—Un par aquí y allá. Nada grande. ¿Qué pasa contigo? ¿Necesitas
ayuda para instalar barriles?
—He terminado por hoy. Sé que el domingo es el día libre de Eli y estoy
decidida a montar todos los días, así que quería llegar temprano para que no
se pasara todo el día preocupándose por mí. Además, tengo planes para esta
tarde.
—¿Con Fletch?
—Con amigas. —Tanna se dispuso a desensillar el caballo, con su
mente en otra parte.
—Has progresado mucho desde la última vez que te vi, Tex-Mex.
—Sí, lo hice. Sin embargo, todavía me queda mucho camino por
recorrer.
—Llegarás ahí. —Sutton le dio una palmada en la espalda—. Grita si
necesitas algo. Probablemente estaré aquí esta semana.
Ella le sonrió.
—Lo haré. Gracias.

Aunque había estado en Wyoming dos meses, éste era el primer día que
el horario de Tanna había combinado con el de Lainie y Celia. Después de
que Lainie se casara con Hank hacía casi seis años, Celia había intervenido
en la vida de Tanna para llenar ese vacío de amistad. Pero eso cambió una
vez que se casó con Kyle y dejó el circuito. Sus vidas habían tomado
caminos divergentes; todavía… extrañaba su cercana amistad de los últimos
años.
Lainie y Hank tenían una casa maravillosa. Su hogar te abrazaba tan
pronto como entrabas por la puerta. Tanna prefería las casas que eran
hogares, no un lugar de exhibición ostentoso donde no podías sentarte en
los muebles de la sala, el comedor se usaba dos veces al año en vacaciones
y las áreas familiares estaban separadas en lugar de ser lo suficientemente
pequeñas para que todos estuvieran juntos.
El objetivo de sus amigas de la infancia en Texas, que se habían casado
y formado familias, era vivir en una de esas McMansion en un suburbio.
Una caja grande de ladrillos y hormigón, con un césped bien cuidado, dos
SUV de alta gama en el garaje para tres autos. Los niños asistiendo a un
preescolar privado, sufriendo lecciones de piano programadas, clases de
baile, práctica de fútbol en clubes e Iglesia los miércoles por la noche y los
domingos por la mañana. Los niños no se ensuciaban; no se les permitía
explorar. Vivían según el calendario semanal codificado por colores pegado
en el refrigerador.
Así que le hizo bien al corazón ver a Brianna, la hija de casi cuatro años
de Lainie y Hank, girando y bailando por el campo abierto adyacente a la
casa, con un perro enérgico siguiéndola.
Celia estaba sentada en el porche, con los pies en un taburete. Ella
saludó.
—Hola, extraña.
—Hola, a ti, mamá. —Tanna se detuvo junto al soporte del porche y
miró a Brianna. Sus rizos cobrizos rebotaban mientras saltaba, giraba y
cantaba—. ¿Brianna siempre es así?
—Ella es una niña feliz. ¿Pero cómo no podía serlo? Su madre la adora,
tiene a su padre envuelto alrededor de su dedo meñique, tías y tíos que la
miman, un hermanito que la adora y su propio perro.
Tanna le sonrió a Celia.
—¿El perro era tuyo?
—Sí. Cuando la madre de Patches tuvo más cachorros, le di a Brianna el
más pequeño de la camada para su cumpleaños. Ella lo llamó Flutterbee
porque así es como llamaba a las mariposas. Flutter la vigila porque a la
chica le gusta explorar.
—Es hermosa. Tiene suerte de haber crecido rodeada de familia. —
Tanna miró el vientre redondeado de Celia—. Y con suerte muchos primos.
Celia gimió.
—Primero tengo que superar este embarazo antes de que hablemos de
más.
—¿Cómo te sientes?
—Cansada. Lo cual es estúpido porque Kyle no me deja hacer nada
mientras estoy gestando al bebé G. Incluso he aprendido a tejer, si puedes
creerlo. Me he convertido en este tipo de esposa ranchera, de cocina casera,
que limpia la casa, que hace crochet, que espera a que su hombre venga del
campo.
—Y te encanta cada minuto—dijo Tanna.
Celia sonrió y se pasó la mano por el vientre.
—Es una felicidad absoluta. Extraño trabajar con el ganado. Y extraño
montar a caballo, pero Kyle se asegura de que no pierda por completo mis
habilidades para montar.
—Más de lo que necesitaba saber.
—Oh, puaj. Tú y yo solíamos hablar de sexo sin parar. Está bien, tú
hablabas, Yo escuché y tomé notas. —Ella movió las cejas—. Por lo que
Kyle está muy agradecido, por cierto.
La puerta mosquitera se abrió y Lainie salió al porche cubierto, con su
bebé de cabello oscuro posado en su cadera.
—No le prestes atención a Celia. Está en esa etapa del embarazo “estoy
tan cachonda”.
—¿Eso es un escenario real?
—Sí.
—Aprendo algo nuevo cada día.
El niño se retorció para bajar.
—Yo lo tengo—dijo Celia, y comenzó a levantarse.
—No te muevas—advirtió Lainie. Le pasó el niño inquieto a Tanna—.
Sostén a Jason por un segundo mientras abro la puerta.
Tanna no había pasado mucho tiempo con niños. Los bebés diminutos la
fascinaban, pero la asustaban muchísimo. Los niños de esta edad, bueno,
eran divertidos porque habían comenzado a hacer piruetas. Ella equilibró al
niño sobre su cadera. Hablando de sólido. Era una réplica de Hank, desde
su cabello casi negro hasta su expresión pensativa.
—Está bien, el corralito para bebés está en su lugar para que no pueda
escapar. —Lainie tomó al niño de los brazos de Tanna y lo sentó.
—No tardará mucho y el corralito no lo retendrá—comentó Celia.
—Muérdete la lengua—respondió Lainie—. Caminó temprano, lo cual
fue bastante malo. Y quiere hacer todo lo que hace Brianna.
Jason corrió hacia la puerta para bebés que se extendía a través de los
soportes del porche, bloqueando el acceso a los escalones. Agarró la parte
superior de la puerta y tiró de ella, probando si podía romperla.
—Oh, mierda—dijo Lainie y volvió corriendo a la casa.
Tanna miró a Celia.
—¿Fue algo que dije?—
—No. Algo que olió, muy probablemente. Está embarazada.
—¿De nuevo?—dijo Tanna—. ¿Jason tiene cuanto? ¿Un año?
—Catorce meses. Dudo que estés realmente sorprendida porque Hank y
Lainie quieren una casa llena de peones de rancho, quiero decir niños.
Tanna caminó hasta el extremo opuesto del porche, apoyando las
caderas contra la barandilla. Miró a través del paisaje ondulado. No había
ganado a la vista, pero pastaban en diferentes campos durante el verano.
Los Lawson y los Gilchrist tenían raíces aquí que se trasladarían a otra
generación.
Hubo un tiempo en que Tanna pensó que su vida se desarrollaría de la
misma manera. Se encontraría con un vaquero ganadero durante sus viajes
por la carretera, se enamoraría, lo llevaría de regreso al rancho familiar y
establecería un hogar.
Ahora se daba cuenta de que su sueño había sido vago. No había hecho
un plan para ganarse la vida más allá de las carreras de barriles. Su marido
misterioso…. nunca lo había imaginado teniendo su propia vida y
conexiones; ella solo esperaba que él estuviera con ella y la hiciera feliz.
A pesar de todo su supuesto amor por el rancho familiar, nunca había
considerado cuál sería su papel en él. Cómo ese pedazo de tierra sostendría
a tres familias. Había creado una vida de ensueño que tenía tanta base en la
realidad como Brianna girando por el campo, persiguiendo mariposas y
jugando a la princesa.
—¿Tanna? ¿Estás bien?
Se dio la vuelta.
—Estoy bien. Solo pensando en lo tranquilo que se está aquí.
Entonces Jason chilló a todo pulmón.
—Mucho para eso. —Celia dio unas palmaditas en la silla a su lado—.
Ven a sentarte. Lainie hizo té helado e incluso se acordó de traerte azúcar.
Se acercó, viendo a Jason escarbar en una caja de juguetes después de
abandonar toda esperanza de escapar.
—¿Cómo van las cosas en Split Rock?
—Bien. El lugar es un negocio estable. Excepto que los domingos son
tranquilos. La tienda de ropa está cerrada y rara vez tenemos que atender el
bar.
—¿Que haces los domingos?
Me tiendo en la cama con Fletch el mayor tiempo posible.
—Depende. ¿Por qué?
—Solo tengo curiosidad por saber con qué frecuencia vas a casa de Eli.
—Si voy, es durante la semana. Mantiene los domingos como un día
libre para Summer y él.
—¿Cómo está ella?
Dañada. Como yo. Tanna echó una cucharada de azúcar en el fondo de
su vaso y se sirvió té.
—¿Por qué me preguntas? ¿No estáis Eli y tú muy unidos?
—Lo estábamos. Entonces Kyle y yo nos casamos. Desde que Summer
llegó a la vida de Eli, como él siempre quiso que hiciera, ha estado mucho
menos cerca de todos.
Tanna se encogió de hombros.
—Supongo que sucede cuando encuentras al indicado.
—¿Es por eso que no te hemos visto? ¿Porque estás con Fletch y es el
indicado?
La puerta mosquitera se abrió y Lainie salió con la mano en el
estómago.
—Supongo que no volveré a comer yogur por un tiempo. Puaj.
Brianna saltó por la acera y trepó por la puerta para bebés.
—Mamá, ¿puedo…
—Bri, cariño, no hagas eso. No quiero que Jason lo intente.
La cara de Brianna estaba húmeda de sudor, haciendo que sus pecas
fueran más pronunciadas. Su camisa rosa de unicornios tenía dos
impresiones de manos embarradas. Tenía picaduras de insectos en sus
delgadas piernas y solo usaba un calcetín. Sus profundos ojos azules se
iluminaron cuando vio a su hermano pequeño destrozando camiones de
plástico bajo el columpio del porche. Inmediatamente se unió a él y sacó los
juguetes restantes de la caja.
Tanna podía identificarse con la marimacho. Y la forma en que mandaba
a su hermano pequeño. Ella no había tenido noticias de Garrett desde la
última llamada telefónica y eso la preocupaba.
—¿Así que... de qué me perdí?—le preguntó Lainie.
—Tanna estaba a punto de contar todo sobre ella y Fletch—dijo Celia
con picardía.
—No, no lo estaba. Estamos… saliendo mientras estoy aquí. Eso es
todo.
—¿Pero él todavía se está quedando en el Split Rock?
—No. Está de vuelta en Rawlins a partir de hoy, en realidad.
—¿Qué pasa ahora?
—Estará ocupado con su práctica.
Celia puso los ojos en blanco.
—No. Quiero decir, ¿ahora qué pasa entre vosotros?
—Supongo que ya veremos.
—¿Eso es todo? ¿Esas son todas las jugosas cosas de información
privilegiada que obtenemos?
—¿Que mas quieres saber? —Ella bajó la voz—. Sí, absolutamente
mueve mi mundo en la cama. ¿Estás feliz ahora?
Lainie y Celia se miraron y se rieron.
—¿Qué?
—Oh, lo tienes mal por Fletch si no quieres darnos detalles explícitos.
Tanna enseñó los dientes.
—O tal vez simplemente he crecido y ya no necesito alardear de todo y
de todos con los que he follado.
—O tal vez Fletch es el indicado y no quieres admitirlo ante nosotras, y
mucho menos ante ti.
—Dejé de creer y de buscar “el indicado” hace mucho tiempo.
Qué mentirosa, Tanna.
Celia se puso de pie.
—Ese té me atravesó.
Después de entrar en la casa, Lainie se inclinó.
—No tienes que contarnos todo. Tampoco tienes que ser Tanna, la
alegre chica salvaje a mi alrededor todo el tiempo, ¿de acuerdo? He tenido
oscuridad en mi vida, si lo recuerdas.
—Es por eso que estoy tan emocionada de verte viviendo el sueño con
tu guapo esposo, tus hermosos hijos 2.0 en este lugar bucólico. Te he
extrañado. Y ha sido… no diré bueno que aprendiera a lidiar con estas
cosas por mi cuenta, pero ha sido necesario. —Dejó escapar un suspiro—.
¿Podrías desviar la conversación de los caballos y de Fletch? Celia es como
un perro con un hueso cuando se trata de estas cosas.
—Solo porque se preocupa por ti tanto como yo. —Lainie volvió a
mirarla y pareció mirar a través de ella—. Estás enamorado de él, ¿verdad?
Tanna asintió, pero no dijo nada más.
—Puedo ver por la expresión de tu cara que no se lo has dicho.
—Hay demasiado en el aire para los dos en este momento.
—Entiendo. —Lainie le apretó la mano—. ¿Pero todo esto que ves? El
guapo esposo, los hermosos hijos 2.0 y un hogar en este lugar bucólico… tú
también te lo mereces. Y también Fletch.
—Lo sé. ¿Pero y si no soy quien puede dárselo?
La puerta chirrió y Celia apareció a la vista.
—Oye, ¿qué están susurrando las dos allí?
Lainie la miró con altivez.
—Una mujer embarazada no debería estar haciendo preguntas, no sea
que arruine una posible sorpresa.
Ella gimió.
—No otro shower sorpresa. Todavía no he superado el último. —Señaló
con el dedo a Tanna—. Nunca me desquité contigo por la canasta de
vibradores.
Tanna se rio.
—Mi madre es la reina de los showers—dijo Lainie.
—Ella hizo una gran fiesta en California para Brianna. Me alegré de
poder ir. ¿No tienes problemas con tu madre sobre que le pongas a tu hijo el
nombre de tu difunto padre?
—Ninguno. Estaba realmente complacida. Ayuda que Jason no se
parezca en nada a mí o a mi padre. —Le lanzó una mirada cariñosa a su hijo
—. Con la excepción de esos rizos.
Tanna miró a Celia.
—¿Qué nombres de bebés son los favoritos en la casa Gilchrist?
—Como no sabemos el sexo, elegimos un par. —Ella frunció el ceño—.
Kyle rechazó Marshall; pensé que sería un buen cierre llamar al bebé como
su abuelo.
—Creo que vas a tener una niña—dijo Lainie—. Así que Marshall
definitivamente no funcionará.
—Entonces, ¿qué tal… Jasmine?—sugirió Tanna.
—Nombre de stripper—dijo Celia.
—¿Mallory?
—Demasiado soso.
—¿Gillian?
—Aj. ¿Gillian Gilchrist? No. Pobre chico. ¿La primera letra de su
nombre y la primera de su apellido comienzan con G pero no se pronuncian
igual? Y siempre me parece Gilligan.
—Creo que Skipper sería increíble para un niño o una niña—dijo Tanna.
Celia se rio.
—Vemos demasiada televisión clásica. Pero puedo prometerte que no
cargaremos al pobre niño con un nombre extraño como algunas personas
que conozco. —Ella y Lainie intercambiaron una mirada.
—¿Qué?
—¿Nuestros vecinos? ¿Josh y Ronna? Llamaron a su pequeña niña
Style.
—¿Style como… doggie style12?
—Solo tú pensarías en eso, Tanna.
—¿Qué? ¿Tú no lo hiciste?
—No. Pensé en estilo libre (freestyle), sin estilo (no style), mal estilo
(bad style) y peinado (hairstyle).
—Te puedo garantizar que los niños en el patio de recreo lo pensarán.
—Cierto.
—Además, tengo el nombre perfecto para una chica—dijo Tanna con
aire de suficiencia.
—Dilo.
—Kyla.
—Oh, a mi esposo le encantará ese. ¿Que más tienes?
—Cecil para un niño.
Durante las siguientes horas, mientras discutían los nombres de los
bebés y chismorreaban sobre antiguas amigas del rodeo, Tanna estuvo feliz
de dejar que las decisiones del mundo real se desvanecieran.
Capítulo 29

Lo primero que hizo Fletch el lunes por la mañana antes de salir de la


ciudad fue pasar por la oficina de Jet Eriksen para recoger copias de la
documentación del cliente que había manejado durante su licencia.
El estacionamiento de la oficina veterinaria de Jet estaba vacío a las
siete de la mañana, pero Fletch sabía que estaría en la oficina trabajando.
Entró por la puerta lateral, gritando toc, toc antes de aventurarse por el
pasillo.
Jet le sonrió desde detrás de un enorme escritorio.
—¡Fletch! Es bueno verte, hombre. Hay café en la sala de descanso.
Sírvete tú mismo.
—De acuerdo. —Después de llenar una taza, regresó a la oficina de Jet
y se sentó en el taburete junto a la ventana—. Gracias por reemplazarme.
Aunque desde que Cora te instó, no estoy seguro cuales semanas cubriste.
—Las primeras dos. Podría decirse que las dos más difíciles porque
ninguno de tus clientes quería entender que no estabas disponible. Un tipo,
Les algo, discutió conmigo durante quince minutos sobre tu dedicación a
los animales y cómo nunca te tomabas un descanso. —Jet tomó un sorbo de
café—. Lo cual señalé felizmente era exactamente la razón por la que te
merecías un tiempo libre.
Fletch se rio.
—Entonces, además del gruñón de Les, ¿tuviste algún problema?
—Solo que el hecho de que trabajes tan duro todo el tiempo, con nada
menos que una dedicación total, hace que el resto de nosotros parezcamos
holgazanes.
—Si. Lo he oído una o veinte veces.
Siguió una pausa. Entonces Jet dijo:
—Fletch. ¿Cuántos años tienes?
—Cumpliré treinta y siete en unos meses. ¿Por qué?
—¿Hace cuánto tiempo que estás en el negocio?
—Casi una década. —Bebió un sorbo de café—. De nuevo, ¿por qué?
Jet se inclinó hacia adelante.
—Iré al grano. Hay mucho negocio para todos nosotros en esta área, ya
que nuestra “área” cubre más de quinientos kilómetros. Me preguntaba si
alguna vez habías considerado tener un socio.
Eso fue completamente inesperado. Jet Eriksen era una década mayor y
había estado realizando una exitosa práctica en solitario desde antes de que
Fletch comenzara. Eran colegas amistosos que se consultaban cuando era
necesario.
—Está bien. ¿De dónde diablos salió eso?
—Debido a un error con el servicio del contestador, Arnie, Tasha y yo
fuimos llamados a la misma emergencia. Una vez que lo tuvimos manejado,
los tres terminamos tomando un café y nos dimos cuenta de que todos
estábamos sufriendo por estar demasiado extendidos en nuestras prácticas, a
pesar de que todos estamos en diferentes etapas de nuestras vidas y carreras.
Arnie está buscando jubilarse en unos diez años y Tasha todavía está lo
suficientemente fresca como recién graduada de la escuela de veterinaria,
como para conservar ese optimismo de ojos llorosos. Creo que es algo que
ninguno de los dos ha visto en algunos años.
—Cierto.—
—Entonces, estrictamente entre nosotros, estamos dando vueltas a la
idea de asociarnos. Si estuvieras interesado, podríamos rotar los fines de
semana para no tener que estar todos de guardia, podríamos rotar en un fin
de semana al mes. Por supuesto, eso cambiaría durante la temporada de
partos u otras épocas ocupadas, pero debo admitir que perderme algunas de
esas noches es un gran atractivo para mí.
—Para mí también—admitió Fletch—. Estoy escuchando.
Jet sonrió.
—Pensé que podrías estar interesado. El mayor gasto inicial sería
combinar todas nuestras prácticas en un solo lugar. De esa manera, todos
los problemas de facturación, tiendas de suministros, equipos y áreas
quirúrgicas se compartirían por igual. Habría una compra mínima, dividida
en cuatro. Podríamos compartir personal, lo que sería bueno para ti y para
Tasha, ya que ambos trabajan solos. Arnie y yo tenemos dos asistentes
veterinarios, que, francamente, no son necesarios, pero lo serían para cuatro
médicos.
—¿Arnie y Tasha están completamente dentro?
—Arnie lo está. Quiere compartir su carga ya que está más cerca de
jubilarse. Tasha está embarazada de su primer hijo y está preocupada por las
largas horas a corto plazo. Le gustaría hablar contigo antes de tomar una
decisión. Es una buena cirujana, una de las mejores que he visto, así que si
pudiera concentrarse en eso hasta que dé a luz, uno de nosotros podría lidiar
con las demandas físicas de este trabajo. Está feliz por el embarazo, pero
preocupada por las limitaciones que le impondrá en su consulta, así que no
tengo reparos en que no siempre estaríamos haciendo el trabajo pesado por
ella; ¿sabes a lo que me refiero?
—Lo sé. Probablemente esa sea la razón por la que no entré en la
práctica con el viejo doctor Sharpe después de hacer una pasantía con él.
Pensé que me esclavizaría, mantendría ese estatus de socio y cuando llegara
el momento de jubilarse, cerraría en lugar de vender. —Fletch mostró sus
dientes—. Que es exactamente lo que pasó, por cierto.
—Sentí lástima por ese chico que había trabajado para él unos años y
terminó sin nada.—Jet dio unos golpecitos con el lápiz en el secante de su
escritorio—. ¿Entonces puedo decirle a Arnie que estás interesado?
Fletch había jurado que no diría que no si se presentaba una
oportunidad. ¿Era esta la correcta? Tal vez. No se lanzaría sin más detalles
y garantías.
—Por supuesto. Hablaré con él y Tasha.
No era lo que Jet quería escuchar, pero rápidamente ocultó su
decepción.
—¿Cómo estuvo tu tiempo libre?
—Excelente. Nunca me he tomado un descanso. Demasiado asustado,
supongo. Pensé que perdería a mis clientes por ti o algo así.
Jet se rio entre dientes.
—Así que fue un shock para mí darme cuenta de que me gustaba tener
una vida fuera de mi práctica. Me demostró que no tenía una vida fuera de
mi trabajo y necesitaba cambiar eso.
—Queremos darte la oportunidad. Y sé que te tiré esto encima como
primera cosa después de unas largas vacaciones, pero es algo que hemos
estado discutiendo durante casi un mes.
Sus cejas se arquearon.
—¿En serio?
—No sé si todos hemos estado juntos en una habitación cuando no
estábamos desechando diagnósticos. Hicimos clic esa noche y todo lo que
se nos ocurrió desde entonces tiene un buen sentido comercial. Hemos
organizado una reunión tentativa en una semana a partir del sábado por la
noche en el Cattleman's Club. Te advertiré que será más complicado que
una discusión durante la cena. Sospecho que durará unas horas. Nos
tomamos en serio la puesta en marcha de esto. Y si llegamos a un acuerdo,
te afectará, de cualquier manera.
—Porque tu operación tendría un bloqueo en el cuidado de animales
grandes por quinientos kilómetros.
—El cuidado de los animales no se vería afectado por la fusión de
cuatro prácticas. De hecho, mejoraría al ser más ágil. Además, las tarifas
serían estándar. Y no te ofendas, Fletch, pero no estás cobrando lo
suficiente por tus visitas al rancho. Créame, con la adoración cercana que
he visto de tus clientes, no se resistirán a un aumento de precio.
Independientemente de si te unes a nosotros o no.
Fletch se puso de pie.
—Agradezco la información y la invitación. Lo consideraré seriamente
antes de que nos reunamos.
—Esto queda entre nosotros—advirtió Jet—. Hasta que estemos listos
para seguir adelante, no se lo mencionaremos a nuestros cónyuges.
—Eso será fácil para mí, ya que no tengo cónyuge—bromeó él.
—Si te asocias con nosotros, tendrás tiempo de ir a buscar esposa. —Él
rio—. Y con eso… todas las visitas, historias clínicas, están en una
memoria USB en un sobre en el escritorio de mi recepcionista.
—Gracias. —Fletch luchó contra un gemido. Cora odiaba lidiar con la
tecnología. Era una gerente de oficina de la vieja escuela, lo que significaba
papeleo, papeleo y más papeleo.
Si te asociaras con ellos, tus registros serían más manejables.
Registros, diablos. Su vida sería más manejable. Odiaba no poder
discutir esta oportunidad con nadie. Normalmente elegiría el cerebro de su
padre. Pero desde que se involucró con Cora, podría tener una perspectiva
diferente.
De regreso a su oficina esa noche, encendió su computadora y hojeó su
agenda. Por la forma en que se veía, definitivamente estaría poniéndose al
día toda la maldita semana.
Capítulo 30

El fin de semana siguiente, estaban desnudos en la gigantesca cama de


Fletch, entrelazados, medio viendo la televisión, medio dormitando, cuando
el móvil de Fletch sonó en la mesita de noche.
Él extendió la mano, lo recogió y murmuró en voz baja.
—¿Es una llamada de emergencia?
—No. Es Tilda .
—¿Tilda de las Mud Lilies? ¿Qué quiere ella?
—Probablemente un viaje a casa desde el bar. Tilda, cariño, ¿vas a
pasarlo bomba de nuevo?
Tanna rio. Las Mud Lilies la hacían reír.
Fletch desenredó sus piernas de las de ella y se sentó.
—Reduce la velocidad y comienza de nuevo, ¿de acuerdo?
Oh, oh. Fletch estaba usando su voz de veterinario. Nada bueno.
—¿Qué comió la última vez?—preguntó gentilmente. Escuchó y dijo—.
No puedo diagnosticar por teléfono, así que sería mejor que fuera a verlo.
Oye, señorita T, te prometo que no hay problema. Nos vemos en un rato. —
Colgó y se puso de pie.
—¿Qué pasa?
—El perro de Tilda está enfermo. —Fletch se puso sus pantalones
cortos deportivos. Se pasó la camiseta por la cabeza—. Así que voy a verlo.
A las once de la noche.
—¿Haces mucho eso?
Fletch se encogió de hombros.
—Realmente no. Pero Tilda no tiene familiares por aquí para llamar, así
que no me importa.
Un hombre tan dulce, tan dulce.
—Además, ella es una pequeña cosita. Aunque me daría un golpe en la
cabeza si me escuchara decir eso. —Sonrió suavemente—. Tilda adora a
Ripper. Cuando está sano, no es un problema. Pero cuando está enfermo…
ella lucha con su tamaño.
—¿Qué tipo de perro es?
—Una Terranova.
—Santo cielo.
Se sentó en el borde de la cama para ponerse los calcetines y los
zapatos.
—No sé a qué hora volveré.
Tanna debatió los cuatro segundos antes de apartar las sábanas y ponerse
el sujetador y la ropa interior. Se deslizó el vestido de verano por la cabeza
y se movió para pararse frente a él.
Fletch la miró arqueando una ceja.
—Eso no significa que tengas que irte a casa.
—No lo hago. Voy contigo. —Se colocó entre sus muslos y le pasó los
dedos por el pelo. Maldición. Ella realmente lo había estropeado antes
cuando había ido con él.
—Tanna…
—Me mantendré fuera de tu camino. O te ayudaré si quieres. Sé que
esto es parte de tu profesión: salir en todo momento de la noche. Me
entristece pensar en que estás solo.
Sus ojos se volvieron de ese hermoso color marrón líquido y atrajo su
boca hacia la suya para un beso minucioso.
—Gracias. Me encantaría que vinieras conmigo.
Ninguno dijo mucho en el camino a casa de Tilda.
Incluso en la oscuridad, Tanna podía ver la ternura de la casita de
jengibre de Tilda que encajaba con su personalidad.
Fletch le apretó la mano cuando llegaron a la casa. Agarró un gran bolso
negro y salieron de la camioneta.
Llamó una vez y entró.
Tilda se había sentado en el suelo junto a un enorme perro negro. Ella
miró a Fletch y le ofreció una sonrisa lánguida.
—Gracias por venir, Doc.
—De nada. ¿Cómo le va?
—No está diferente.
Se arrodilló sobre la manta y se puso un par de guantes quirúrgicos.
—Hagamos algunas comprobaciones básicas.
Tanna se sentó en una silla en la sala de estar y observó cómo trabajaba.
Prestando atención a sus suaves manos, su comportamiento tranquilizador
tanto con el animal como con la dueña. Hizo una pregunta tras otra mientras
realizaba su examen, sacando su estetoscopio, la linterna, sin detenerse a
hurgar en su bolso.
La respiración del perro era filiforme, tenía los ojos cerrados. Ripper
permitió que Fletch palmeara sus extremidades y palpara su abdomen.
Después de tomarle la temperatura, Fletch le dio unas palmaditas en la
grupa peluda.
—Entonces, ¿hay algo que puedas hacer?
Fletch negó con la cabeza.
—Lo siento. El viejo está simplemente agotado. ¿Cuántos años tiene él?
—Doce años.—
Él silbó.
—Los perros de este tamaño no suelen vivir tanto. Es un testimonio de
tu amor y cuidado que Ripper haya tenido una vida tan buena y larga.
La barbilla de Tilda cayó a su pecho.
—Lo compré un año después de la muerte de Robert. Era un cachorrito
tan lindo y yo estaba tan sola.
Las lágrimas asomaron a los ojos de Tanna.
—¿Cuánto tiempo tiene?—preguntó Tilda suavemente.
—Un par de horas. Quizás un día.
—Gimió mucho esta mañana. Pero a medida que avanzaba el día, se
detuvo.
—Yo creo que… incluso hacer ruido se convirtió en un esfuerzo
excesivo para él. —Pasó la mano por el costado del perro—. Tilda, cariño,
tiene mucho dolor.
—Lo sé. —Ella se secó los ojos con un pañuelo de encaje—. Odio esto.
—Ella miró a Fletch—. ¿Puedes… hacérselo más fácil?
—Sí. —Fletch siguió acariciando el pelaje de Ripper—. ¿Es lo que
quieres?
Tilda asintió.
—¿Puedo estar con él hasta… ?
—Por supuesto. ¿Estás seguro de que esto es lo que quieres? —repitió
él.
Ella asintió de nuevo.
—Sí, sería lo mejor para él.
—Vuelvo enseguida. —Fletch salió a su camioneta.
Tanna permaneció en el silla, su corazón dolía mientras Tilda acariciaba
la cabeza de Ripper en su regazo. La cola del perro ya no golpeaba. Aun
así, Tilda siguió murmurando y acariciando.
Fletch regresó con una jeringa. Habló en voz baja a Tilda y a su amado
perro.
Tanna no pudo ver dónde insertó la aguja. Ripper ni siquiera se inmutó.
Luego Fletch le dio una palmada al perro y regresó afuera. Quería correr
tras él, pero se quedó quieta y se dio la vuelta, dándole a Tilda privacidad.
Sabía que la droga actuaba rápidamente, pero no estaba segura de
cuánto tiempo había pasado sentada en silencio. Cuando cerró los ojos, no
fueron las horribles imágenes de Jezabel huyendo las que pasaron por su
mente, sino los buenos momentos con el caballo que había estado cerca de
ser su mejor amiga. Habían sido socias y compañeras de equipo durante
años. Por primera vez en meses dio la bienvenida a la avalancha de
recuerdos. Las horas que habían pasado entrenando y viajando juntas. Sus
victorias en la arena. Sus reñidas luchas cuando el jinete obstinado se
encontró con un caballo obstinado. Nunca olvidaría la forma enfadada en
que Jezabel actuaba si Tanna de alguna manera cambiaba el status quo en su
perfecto pequeño mundo de caballos. O cómo Jezabel hacía cabriolas con
tanta gracia y se resistía con tanta fuerza cuando quería recordarle a Tanna
su lugar en el mundo equino.
Tristeza. Dios. ¿Había llorado siquiera por el caballo que había amado y
perdido?
No.
Tal vez su incapacidad para estar cerca de un caballo después del
accidente no se debió solo al miedo, sino al dolor de que cualquier caballo
en el que se subiera no fuera Jezabel.
Un ruido impregnó los flashbacks y Tanna abrió los ojos para ver los
hombros de Tilda temblando y que por la forma demasiado quieta de Ripper
no se movía.
Fletch volvió a entrar y se detuvo en la puerta, con el rostro lleno de
dolor. Sus ojos se encontraron con los de Tanna y le indicó que se acercara.
Entonces se arrodilló junto a Tilda y la rodeó con el brazo.
—Lo siento.
—Gracias. Por todo lo que hiciste.
—De nada. ¿Necesitas más tiempo con él?
Ella negó con la cabeza.
—Lo cuidaste mucho, cariño. ¿Me dejarás ocuparme ahora por ti?
Tilda soltó un pequeño sollozo.
—Ni siquiera pensé en eso…
—Lo sé—dijo Fletch en voz baja—. Por eso lo hice. ¿Hay algún lugar
especial para que descanse?
Tanna estaba en cuclillas junto a ellos y vio a Tilda reafirmar su
temblorosa barbilla, lo que solo hizo que las lágrimas de Tanna cayeran más
rápido.
—El jardín de flores. En la esquina norte junto al bebedero para pájaros.
—La pequeña mano de Tilda alborotó el pelaje detrás de las orejas de
Ripper como probablemente lo había hecho mil veces—. Este grandullón
podría sentarse allí durante horas observando pájaros. Le encantaba
perseguir mariposas. Nunca las lastimaría y a ellas les gustaba atormentar a
mi gentil gigante.
—Suena como el lugar perfecto para él. —Fletch miró a Tanna—. ¿Le
servirías una taza de té a Tilda?
—Por supuesto.
Tilda colocó un beso en la parte superior de la cabeza de Ripper y lo
abrazó por última vez. Se puso de pie tan majestuosamente como una reina.
Tanna la rodeó con el brazo, lanzando una rápida mirada por encima del
hombro mientras Fletch levantaba al perro grande y lo llevaba afuera.
Mientras preparaba el té, lloró en silencio por Tilda, por ella misma, por los
animales que llegaron a sus vidas y las cambiaron para mejor. Incluso lloró
por Fletch. Era ir más allá de su trabajo enterrar a la mascota de un cliente.
Pero él estaba afuera a la medianoche, haciendo precisamente eso. Un
hombre tan increíble.
—Hay barras de limón en el refrigerador—dijo Tilda después de que
Tanna le sirvió el té.
—¿Te gustaría una?
—No. Pero sé que al doctor le gustan los dulces.
Tanna se sentó a su lado.
—Te pediría la receta, pero la arruinaría.
—Tampoco soy muy cocinera. Vivien hizo las barras. Tuve que dejar de
comerme toda la asadera.
Pasaron varios minutos más.
—¿Quieres que llame a Vivien o a otra de tus amigas de las Mud Lilies
para que se quede contigo?
—Está bien. Ya es tarde. No quiero molestarlas.
Se inclinó más y tomó la mano de Tilda.
—Tilda, cariño, si una de ellos estuviera lidiando con esto y te llamara,
¿lo considerarías una molestia?
—Cielos, no. Estaría allí de inmediato.
—Entonces tienes que dejar que ellas tomen esa decisión, ¿no crees?
Tilda asintió y se le cayeron más lágrimas.
—Entonces, ¿a quién debo llamar por ti?
—Vivien—se atragantó Tilda. Ella sacó su móvil del bolso sobre la
mesa y se lo entregó a Tanna para que hiciera la llamada.
En treinta minutos aparecieron Vivien y Pearl. Tanna se acercó a la
ventana delantera mientras se preocupaban por su amiga. Quería
preocuparse por Fletch. ¿Donde estaba? ¿Debería salir y ofrecerse a
ayudarlo?
Una luz se balanceó en la oscuridad y desapareció.
Escuchó fuertes pisadas en los escalones.
Fletch entró por la puerta y se dirigió directamente al baño.
Vivien, Pearl y Tilda regresaron a la sala de estar.
—¿Dónde está el doctor?—dijo Pearl.
—Lavándose.
Apenas había salido del baño cuando lo rodearon.
Vivien apretó las palmas de sus manos contra sus mejillas.
—Eres un hombre tan amoroso, querido. Gracias por todo lo que hiciste
esta noche.
Fletch se sonrojó.
Pearl apartó a Vivien con un codazo. Ella le susurró algo al oído.
Entonces Pearl también le dio una palmadita maternal en la mejilla.
Tilda simplemente se arrojó a sus brazos y sollozó.
Sus ojos se encontraron con los de Tanna cuando ni Vivien ni Pearl
intervinieron para consolar a Tilda.
Tanna se movió a su lado y palmeó el hombro de Tilda.
Dio un paso atrás y se secó los ojos.
—Lo siento. Estoy tan agradecida.
—Lo sé. Intenta descansar un poco esta noche.
Pearl le tendió una botella de vodka con sabor a crema batida.
—Todas dormiremos bien.
Enroscó su brazo alrededor de la cintura de Tanna.
—Buenas noches.
Fletch estaba tan distraído que no abrió la puerta de Tanna.
Una vez que bajaban por la grava, ella le tomó la mano.
—¿Estás bien?
—Sí.
—¿Has estado haciendo esto el tiempo suficiente para que las muertes
de animales no te molesten?
La miró de forma extraña.
—Me molesta. Espero no volverme lo suficientemente cínico como para
que no me moleste. Pero, para ser honesto, esto fue un recordatorio de por
qué no entré en una práctica veterinaria regular, a pesar de las horas de
trabajo más razonables. Que las personas pierdan mascotas es lo más
desgarrador.
Tanna se llevó la mano a la boca para besarle los nudillos.
—¿He mencionado lo maravilloso que eres?
—Dios. No, tú también. ¿Podemos dejarlo?
—Fletch. Realmente no tienes idea de lo mucho que significó para Tilda
que no solo apareciste, sino que aliviaste el sufrimiento de su perro y lo
enterraste por ella.
—Ella está en sus setenta. ¿Cómo se suponía que iba a sacar de su casa
a un perro muerto de sesenta y ocho kilos?
—¿Alguno de tus colegas habría hecho lo mismo?
—¿Cómo debería saberlo? Está hecho. ¿Podemos dejarlo ahora?
Y un hombre humilde también.
—Sabes, he estado pensando en lo que dijiste ese día en el rancho de Eli
cuando me obligaste a cepillar ese caballo contigo.
Él se quedó en silencio, pero en un silencio tenso.
—Dijiste que necesitaba dejar ir la culpa en lo que a Jezabel se refería.
Supongo que siempre supe que no hice nada para causar su muerte, a pesar
de las acusaciones apenas veladas de los dueños. Pero mirando hacia atrás,
me doy cuenta de que estaban sufriendo por la pérdida, y me estaban
atacando porque tampoco podían estar con Jezabel. Entonces, ¿ver a Tilda
esta noche, verla quedarse con Ripper hasta el final? Es como si finalmente
pudiera dejarlo ir también. No más culpa por no estar al lado de Jezabel. De
ahora en adelante, me concentraré en todos los buenos años que pasamos
juntas.
Fletch pasó el pulgar por el interior de su muñeca.
—Me alegro mucho de escuchar eso, cariño.
Luego volvió a entrar en modo silencioso. Había tenido un largo día
antes de esta llamada de medianoche.
—¿Estás cansado?—le preguntó Tanna.
—Estoy un poco nervioso si quieres saber la verdad.
—Entonces, si vas solo a casa en este estado, ¿qué haces normalmente
para relajarte?
—Algunas noches bebo. Algunas corro en la cinta. Algunas levanto
pesas. Depende. —Fletch le lanzó una mirada—. ¿Por qué?
—Solo estoy haciendo una encuesta informal.
Él rio suavemente.
Su breve intento de humor se desvaneció rápidamente y la cabina volvió
a ser sombría. Tanna no lo presionó para que hablara. Pero la muerte del
animal había dejado una tristeza persistente a su alrededor, casi como un
sentimiento de culpa, a pesar de que nada de lo que pudiera haber hecho
hubiera marcado la diferencia.
Tan pronto como cruzaron el umbral de su casa, Tanna saltó y envolvió
sus piernas alrededor de su cintura, pegando su boca a la de él.
No pudo evitar sonreír, dada la ferocidad de su beso.
—Suerte que eres un látigo pequeño o me habrías derribado. No es que
me esté quejando, pero ¿por qué fue eso?
—Porque eres increíble. Porque eres tú. —Porque no podría estar más
loca por ti si lo intentara.
Fletch apoyó la frente en la de ella.
—Si estás tratando de entrar en mi cama con palabras dulces, dulzura
sureña, está funcionando.
Tanna se deslizó por su cuerpo y agarró su mano, llevándolo al
dormitorio. Una vez que estuvieron al lado de la cama, deslizó los dedos
debajo de su camiseta, dejando que sus palmas descansaran sobre su
abdomen duro y trabajado.
—Quítate la ropa y acuéstate boca abajo.
—¿Por qué?
—Porque me estoy preparando para darte un masaje. —Sus dedos
subieron poco a poco y apretó sus pectorales antes de colocar un beso en su
pecho, sobre el corazón—. ¿Alguna otra pregunta?
Él negó con la cabeza y se desnudó, soltando un suave suspiro cuando
su cuerpo sobrecalentado se encontró con las frías sábanas.
Ella se sentó en su trasero y hundió los dedos en los músculos de sus
hombros, ganándose un profundo suspiro de satisfacción.
—¿Siempre te tensas así? ¿O estás dolorido por tu trabajo como
sepulturero de medianoche?
—Un poco de ambos. Maldita sea. Sí. A la derecha. Joder. Ahí.
—¿Supongo que acerté en un buen lugar?—murmuró en su oído.
—Sí. ¿Dónde aprendiste a hacer esto?
—Lainie. Me enamoraba completamente de ella cada vez que me daba
un masaje. Insistí en oírlo todo con pelos y señales, para poder aprender
todos sus trucos.
—Funcionó. —Lanzó un gemido profundo cuando sus pulgares
presionaron y frotaron sus tríceps—. Si decides no volver a perseguir
barriles para ganarte la vida, podrías ganártela haciendo esto.
Fletch nunca había dicho demasiado sobre el ritmo de recuperación del
caracol desde que había comenzado a correr barriles nuevamente. Cuando
estaban juntos no se trataba de sus carreras. Se trataba de ser un hombre y
una mujer que se disfrutaban mutuamente. Sin embargo, su conexión había
ido más allá de ser estrictamente sexual.
Tanna no estaba segura de si alguna vez había sido tan completamente
ella misma con un hombre. No tenía que fingir ser demasiado salvaje o
demasiado dócil. No tenía que frenar su atrevido sentido del humor. Ni
fingir interés en un tema que no tenía ningún atractivo. Ella esperaba poder
compartir las estupideces de su día. Esperaba escuchar sobre las de él.
Volvió a concentrarse en el masaje. Prestando especial atención a sus
manos y antebrazos. Tanta fuerza en esos músculos nervudos. Sin embargo,
tanta ternura. La televisión zumbaba de fondo, porque siempre la dejaba
encendida. Le había dicho que el ruido hacía que pareciera que no estaba
solo en la casa. Una mentalidad que entendía. Durante sus años en el
asfalto, había tenido la radio encendida constantemente.
Cuando terminó el masaje, le apartó el cabello de un lado de la cara.
—¿Mejor?
—Ajá. Pero necesito ir al baño.
—Oh. —Ella se deslizó de su cuerpo, dejando que su mano se demorara
en la curva de su trasero.
Entonces Fletch se dio la vuelta y su polla, su polla dura, estaba allí.
Extendió la mano hacia ella solo para que él se la agarrara en el aire.
—Oye. Solo quería masajearla también.
Él resopló.
—Mantén ese pensamiento. Estírate y ponte cómoda.
Tanna enarcó una ceja.
—¿Es una orden?
—Una solicitud. —Desapareció en el baño.
Acababa de instalarse en ese lugar feliz, casi engreído donde sabía que
estaba a punto de follar, cuando la cama rebotó y Fletch comenzó a subirle
el vestido.
—Me lo puedo quitar.
—Quizás quería ayudar. —Sus dedos subieron poco a poco por la parte
exterior de su muslo y frotó sus labios llenos y suaves en la cicatriz de la
rodilla—. ¿Tienes algún problema con eso?
—Sí. —Se sentó para sacarse el vestido por la cabeza y lo tiró sobre la
alfombra, quedándose en un sujetador diminuto y bóxers—. Puedes ayudar
con el resto.
—Quítate el sujetador.
Tanna dejó que las yemas de los dedos recorrieran los contornos de las
copas con bordes de encaje. Observó la mirada ávida de Fletch mientras
desabrochaba el broche delantero, apartaba el sujetador y se acariciaba los
pechos.
—Me encanta cuando te tocas para mí.
—Lo sé. ¿Quieres que me haga correr para ti?
—En otro momento. Ahora mismo, quiero que te recuestes—dijo con
brusquedad.
Tan pronto como sus hombros tocaron el colchón, sus manos ásperas
por el trabajo subieron por su vientre, cubrieron los voluptuoso montículos
de sus pechos. La acarició, permitiendo ocasionalmente que sus pulgares
rasparan sus pezones. Pero no usó la boca.
Sus manos siguieron las curvas de su cuerpo, mientras le bajaba las
bragas por las piernas. Sus toques en sus miembros desnudos y su torso
eran ligeros como una pluma. Entonces juró que sintió sus uñas arañando su
piel lo suficientemente fuerte como para dejar marcas. Intentó no retorcerse
ni frotarse las piernas porque sospechaba que él iría más lento todavía.
Debió haber hecho un sonido de descontento porque él se rio entre
dientes y besó la hendidura de su ombligo.
—¿Dónde quieres mi boca? ¿Entre tus piernas o en tus tetas?
—Tetas, definitivamente.
—Buena respuesta. —Él se deleitó con sus pezones con la cantidad
perfecta de succión rítmica y dura, lamidas suaves y besos tiernamente
presionados. Y estaba muy caliente por la forma en que mantenía su gran
mano sobre su estómago y la empujaba hacia el colchón cada vez que ella
se arqueaba.
Fletch no dijo una palabra más. Simplemente la enloqueció de lujuria.
Entonces se retiró.
Tanna abrió los ojos para verlo tirando la colcha de estrellas a un lado.
Antes de que pudiera preguntarle qué estaba haciendo, la arrancó del
colchón. Ella chilló, lo que lo hizo reír cuando los llevó al suelo.
Entonces casi dos metros de hombre cubrieron su cuerpo y su boca
hambrienta se apoderó de la de ella. La destruyó con besos tan ardientes
que juró que se estaba derritiendo. Fletch le sujetó las manos por encima de
la cabeza y acomodó la pelvis entre sus muslos. No hay necesidad de usar la
mano para guiar su polla hacia adentro. Él simplemente meneó las caderas y
la punta presionó su entrada.
Tanna se incorporó, ansiosa por ese primer fuerte empujón, agarrando su
cintura con sus piernas y hundiendo sus talones en su trasero.
Rompió el beso.
—¿Qué?—murmuró—. ¿Olvidaste un condón?
—No. Me puse uno en el baño. —Besó las comisuras de su sonrisa, y
volvió a mirarla con esos ojos color topacio.
—¿Por qué te detuviste?
—Porque quiero ver tu cara mientras hago esto.
Empujó dentro de ella tan lentamente que juró que podía sentir cada
latido de la vena corriendo por la parte inferior de su polla.
Movió sus muñecas para que él las soltara y él no lo hizo. El hombre no
estaba actuando en absoluto como ella esperaba.
—Hemos hecho esto antes, Fletch.
—Estuve rudo esta noche.
Él había estado tan… desesperado por ella después de no verla durante
un par de días, que la había inmovilizado contra la pared y la había follado
tan pronto como entró por la puerta. Le había encantado ver ese lado de él.
—Eso es lo que ambos deseábamos.
—Bueno, no deseo eso ahora.
—¿Qué deseas?
—A ti. —Sus labios rozaron los de ella con besos fugaces—. Esto.
Tanna trató de perseguir su boca para un contacto más firme, pero él no
lo permitió.
Él sonrió contra su mejilla.
—Mujer, tú defines impaciente.
—No me gusta esperar. ¿Cuál es el punto de eso? Ambos deseamos
corrernos.
—No puedo parar. —Él se retiró por completo.
—No te atrevas a parar—le advirtió.
Él le regaló esa sonrisa de tiburón y se estrelló hasta las pelotas.
Tanna se arqueó, o más bien lo intentó, pero el gran cuerpo de Fletch
mantuvo el de ella inmóvil. Apenas movió la pelvis. Él le acarició el cuello
con la nariz, pellizcando los tensos tendones mientras ella trataba de
obligarlo a follarla más fuerte, más rápido, más profundo, todo en vano.
—Siempre hueles a flores silvestres y lluvia—murmuró—. Quiero
perderme en ti. Así. Lento y dulce.
Tal vez ella necesitaba un toque suave esta noche tanto como él. Y había
necesitado la confirmación de que podía dárselo.
—¿Me besarás lenta y dulcemente mientras me amas de esta manera?—
le susurró ella y lo sintió sonreír contra su garganta.
—Será un placer.
Capítulo 31

—Así que en tu día libre, en lugar de pasar el rato junto a la piscina o


jugar al billar en algún bar oscuro, ¿estás aquí… haciendo qué
exactamente?
Tanna apoyó el antebrazo sobre el mango de la horquilla y miró a
Sutton.
—Me pregunto por qué estoy feliz de verte cuando recuerdo que cada
vez que te veo, me rompes las bolas.
Sutton se rio.
—Extrañaba tu boca inteligente, Tex-Mex. Pero realmente, ¿qué estás
haciendo?
—Ayudando. Eli y Summer fueron a una gran subasta fuera de la
ciudad. Las chicas estaban programadas para venir hoy y en lugar de
decepcionarlas, les ofrecí mis servicios. Después de que ellas se fueron, fui
a dar un paseo. Ahora estoy limpiando. ¿Que pasa contigo?
—Estoy aquí durante la noche. Hay algunos rodeos a un día de viaje, así
que Eli dijo que podría quedarme aquí entre los eventos.
—¿Estarás entrenando mientras estás aquí?
—Lo dudo mucho. ¿Qué hay de ti?
Tanna arrastró los pies.
—Estoy montando y entrenando, si es que puedo llamarlo así. Es lento.
Sus cejas se juntaron.
—¿Vas lento? ¿O el entrenamiento va lento?
—Ambos. Quiero decir, ya no estoy trotando alrededor de los barriles,
lo que es un progreso, pero no estoy ni cerca de la velocidad normal.
—¿No has tenido problemas para galopar y empujar el caballo con
fuerza cuando estás montando por diversión?
Ella rio.
—Nop.
—Entonces, ¿con qué caballos has estado trabajando?
—Sobre todo el caballo de Celia, Mickey. Es un poco nervioso, no se
acerca al nivel de Jezabel. Pero al menos sabe qué hacer en la arena, que es
más de lo que puedo decir de los otros caballos que he probado. Sin ofender
a Eli. Pero, de todos modos, probablemente todo lo que pueda manejar
ahora sea lento y firme.
—Estupideces. ¿Todavía trabajas con barriles hoy?
—No.
—¿Por qué no?—demandó él.
Es patético admitirlo, pero necesitaba una animadora. O al menos un
anotador. O alguien alrededor para ayudarla en caso de que se lesionara.
—No estoy de humor.
—Que es exactamente por lo que deberías hacerlo. Vamos a patear
polvo en la cara de esos demonios de la velocidad, o la falta de demonios,
que te acosan y perseguimos algunos barriles.
Tanna puso los ojos en blanco.
—Eres un verdadero comediante.
Sutton le dio unos golpecitos en el brazo en broma.
—No estoy bromeando. Agarra el apero, Tex-Mex. Vamos a tener un
pequeño rodeo.
—Sutton…
—Estoy aquí, tú estás aquí, no tenemos nada mejor que hacer, ¿verdad?
Así que agarra tu caballo, toma tu apero y yo prepararé los barriles.
Por un lado, Tanna quería desafiar su comportamiento mandón; le
molestaba muchísimo. Por otro lado, necesitaba este empujón. ¿No había
querido que alguien la ayudara hoy? Además, Sutton conocía las carreras de
barriles y no la alimentaría con mierda sobre su desempeño y técnica si
apestara.
Oh, sí, iba a tragarse el sapo. Simplemente lo sabía.
Pero hubo una carrera en su paso mientras se dirigía a la cerca. Echaba
dos puñados de avena en un cubo y se metía en la pastura de los caballos.
Los oídos de Mickey se animaron cuando Tanna lo llamó por su
nombre. Se echó la cuerda principal por encima del hombro y agitó la
avena.
Eso hizo el truco. Mickey se acercó al trote, esperando un regalo. Tanna
enroscó la cuerda y Mickey piafó de disgusto.
—Deberías saber a estas alturas que todo tiene un precio. —Lo sacó del
pasto y lo ató al corral mientras agarraba su cepillo, la almohadilla de la
silla de montar, la silla y las bridas de entrenamiento.
Mientras lo preparaba para montar, Mickey trató de golpearla, ella
reaccionó instintivamente, como solía hacerlo, sin miedo. Lo empujó hacia
atrás.
—Maldita sea, Mickey. Compórtate.
El animal resopló y soltó una bocanada de mocos.
—Muchas gracias por eso. Imbécil. —Tanna le quitó la tierra de la
espalda y pasó la mano por la piel para asegurarse de que no se había
perdido nada. Colocó la tela, después la silla y ajustó la cincha. Le deslizó
el cabezal e insertó el bocado en su boca. Después ató las riendas alrededor
del cuerno de la silla mientras volvía a comprobar la cincha.
Sutton gritó por encima de la valla.
—¿Cuánto tiempo se tarda en calentarlo?
—Aproximadamente diez minutos dado que ya lo monté hoy. —Ella
montó y Mickey fue directamente hacia el heno al otro lado de la cerca—.
De ninguna manera. —Tanna lo detuvo—. Trabaja primero. Después
comerás. —Mickey continuó peleando con ella; ella continuó mostrándole
quién era el jefe.
Tan pronto como estuvieron en la pastura, los otros caballos aparecieron
para correr junto a Mickey. Sobre todo para burlarse de él de que podían
dispersarse a voluntad y él estaba atado. A pesar de que Mickey no estaba
permanentemente aquí, había asumido el papel de líder de la manada
cuando lo estaba.
Tanna lo instó a una buena velocidad. Rebotando a lo largo del terreno
rocoso, ese miedo persistente regresó. Un resbalón de sus cascos a esta
velocidad y ellos podrían estar en el suelo, deteniéndose en una mezcla de
huesos rotos en la parte inferior de la cuchilla.
—Guau. —Mickey se detuvo con poco esfuerzo.
Luego caminaron.
Trotaron.
Galoparon.
Al mirar por encima del hombro, vio que Sutton había abierto la puerta
del corral y se había sentado en el borde interior donde se colocaban los
temporizadores electrónicos en un evento. Los barriles estaban
acomodados. Conociendo a Sutton, incluso la tierra había sido rastrillada.
Puedes hacerlo.
Ejecútalos rápidamente, ejecútalos con fuerza.
Tanna dejó escapar un suspiro y se sentó firmemente en la silla.
Usó la orden inicial de Celia.
—Corre, Mickey.
Salieron disparados y, por una vez, ella no retrocedió.
Mickey sabía exactamente qué hacer. A esta velocidad, su cuerpo se
estremeció de excitación cuando ella lo guió al barril izquierdo primero. El
corral parecía demasiado cerca y tuvo esa imagen de una fracción de
segundo de estrellarse de cabeza contra él. Pero cuando tiró de la rienda
exterior para hacer que el cuerpo de Mickey saliera de la curva, él mantuvo
la cabeza erguida y cortó alrededor del barril. Aunque mantuvo una monta
decente, su cuerpo no estaba a tono con el de Mickey.
Enfócate.
Su corazón latía con fuerza cuando se acercaron al segundo barril. A
esta velocidad, necesitó todo el coraje para mantener los ojos abiertos.
Apretó los dientes con tanta fuerza que el dolor atravesó su cráneo.
No voy a caer.
No voy a fallar.
Entonces estaban en ese momento sin aliento donde parecía que el
caballo estaba casi plano con el suelo. Tanna mantuvo los hombros
alineados con los de Mickey, sin inclinarse demasiado hacia adentro o hacia
afuera, cambiando la presión sobre las riendas desde dentro hacia afuera.
Rumbo al último barril. Mickey entró en el giro demasiado rápido,
haciéndolo demasiado ancho y en ese instante Tanna supo por qué Celia no
había tenido suerte reduciendo el tiempo de sus puntuaciones. Cortar era
casi imposible de volver a entrenar en un caballo de barril.
Incluso mientras ese pensamiento corría por su mente, lo puso al galope.
Mickey devoró la tierra hasta la salida de la arena.
—Guau. —El caballo podía detenerse en seco, ella le daría eso, y
después de que se calmó un poco, corrieron hacia el lado exterior del corral
donde estaba sentado Sutton.
Ella lo miró de reojo.
—¿Bien?
—Veintiocho punto tres.
A esta altura del año pasado ella se habría sentido devastada con ese
tiempo, incluso en las carreras de práctica. Pero ahora… lo aceptaría.
Sutton levantó la mano.
—Dame un poco de piel, hermana. De eso estoy hablando. ¡Lo hiciste!
Subiste la velocidad.
Tanna le chocó los cinco.
—Girar y quemar, bebé.
—Girar y quemar—repitió él con una sonrisa—. ¿Estás listo para ir de
nuevo?
—Sí. Pero primero, ¿qué viste, en cuanto a errores?
—Hasta que no hagas algunas carreras más, no puedo separar al jinete
del caballo.
—Entiendo. —Tanna giró a Mickey hacia la derecha y trotaron hacia
donde comenzaría el callejón si estuvieran en una arena. Quería probar el
nivel de anticipación del animal.
Mickey bailó de lado, retrocedió y movió la cabeza.
Al parecer, también lo había extrañado.
Tanna le indicó que partiera.
Su cerebro cambió al mismo tiempo que su cuerpo y estaba concentrada
en volver al juego.
Después de la quinta carrera, Tanna se bajó y le dio a Mickey un
merecido descanso. Cuando se acercó a donde estaba Sutton, él tenía una
expresión extraña en el rostro.
—¿Qué? ¿De verdad fue tan horrible? Porque me afeité cuatro…
—No, no es eso. Te veías genial. Mejor que genial en realidad y por eso
quiero hablar contigo sobre algo.
Bebió un trago de su botella de agua.
—Dispara.
—Hay un criador en Colorado que le gustaría hablar contigo.
—¿Acerca de?
—Acerca de que estés considerando usar uno de sus caballos para la
competencia CRA.
Tanna dio un paso atrás. Más bien trastabilló hacia atrás.
—No estoy segura de volver a competir.
Sutton dio un paso adelante.
—No me mientas, pero sobre todo, no te mientas. Te vi hoy. Si
realmente te estuvieras retirando, no habrías comenzado a correr barriles
como práctica. Estarías contenta de haber vuelto a montar a caballo. ¿Estoy
en lo cierto?
Ella lo miró parpadeando.
—Lo único que te pido es que consideres reunirte con estas personas.
Son buenas personas. Buenos trabajadores. Son tanto corredores de caballos
como criadores. Y debo decir que han estado criando un ganado
excepcional. En unos años, estarán en la cima del montón. ¿No te gustaría
ser uno de los jinetes que los pusieron allí?
—¿Qué tan duro tuviste que presionar en mi nombre, Sutton?
Él frunció el ceño.
—Maldita sea, sabía que dirías algo así. No presioné en absoluto.
Mencioné que estabas aquí durante el verano.
—¿Y?
—Y preguntaron cómo te había ido después de tu lesión. Si habías
empezado a entrenar. Cuáles eran tus planes. Mencionaron tu accidente. De
hecho, lo llamaron un extraño accidente y dijeron que nadie debería
culparte por la muerte de Jezabel.
¿Por qué ella no le creyó?
—Ya que soy un gran tipo—sonrió de nuevo—dije que tus planes
estaban en el aire. Ahí fue cuando realmente se pusieron firmes conmigo.
Así que les prometí que te lo mencionaría. Y ahora lo hago.
—¿Son dueños de tu nuevo caballo de competición?
—Caballos—corrigió él—. No pude decidirme por uno, así que los
estoy alternando, les ofrecí comprarlos directamente, pero quieren
conservar la propiedad con fines de reproducción en lugar de venderlos.
Dice mucho en tu favor tener un campeón mundial compitiendo con tus
animales. —Sutton chocó su hombro con el suyo—. O una tres veces
campeona del mundo.
Tanna no pudo evitar preguntar:
—¿Tienen un caballo de competición en mente para mí?
—Una yegua de siete años llamada Madera. Natalie Finch la montó
durante un año, y estuvieron cerca de llegar a la final de la CRA, pero
Natalie se rompió ambas piernas en un accidente de moto de nieve, lo que
los dejó fuera de la contienda. Sin jinete, decidieron criar Madera, por lo
que ha estado fuera de competencia durante dos años.
Tanna recordó haber oído hablar de la mala suerte de Natalie y su
posterior retiro. Ella había competido contra Natalie ese año, pero no tenía
la menor impresión del caballo que había montado.
—¿Alguien ha estado trabajando con Madera?
—Su entrenador. Natalie Finch era una jinete decente, pero nunca una
corredora de barriles de tu calibre puso a prueba a Madera.
—Exagerando un poco, ¿no es así, bulldogger?
—Solo porque es verdad.
—Mira. Aprecio la propuesta, pero no estoy ni cerca de estar lista para
probar caballos.
Él se inclinó sobre la cerca y escupió un chorro de jugo de tabaco.
—¿Porque todavía estás asustada?
Desconcertante que Sutton hubiera dicho lo mismo que Fletch.
—No puedo empujar al caballo para que rinda al nivel que necesito si
no puedo empujarme.
—No te ofendas, pero este caballo no está a tu nivel. Y gradualmente
aumentaste tu velocidad en solo cinco carreras, Tanna. Cinco. Haces cinco
más y seguirás siendo más rápida. Ambos lo sabemos. Cualquier problema
que hayas tenido con la necesidad de aumentar la velocidad ya no es un
factor.
Cuando ella no respondió de inmediato, apareció su sonrisa de
suficiencia.
—¡Ajá, no puedes discutir conmigo porque sabes que tengo razón!
—Bien. Hoy haré algunas carreras más y veré dónde termino, en
términos de tiempo.
—¿Eso significa que puedo decirles que estás interesada? ¿O al menos
mirarás las fotos en línea de Madera antes de decir que no?
—Eres un bastardo tan agresivo, Sutton Grant. —Desenganchó las
riendas de Mickey y lo condujo por el corral—. Pero sí. Lo consideraré.
Sutton levantó el puño en el aire.
—Ahora vuelve a la posición.
—Tu deseo es mi orden, Tex-Mex. —Sonrió—. Y al menos intenta ir un
poco más rápido, ¿eh?
Tanna le mostró el dedo.

Fletch estacionó al otro lado del establo de Eli. No había tenido noticias
de Tanna en todo el día y se había preocupado al saber que Eli y Summer
habían ido a una subasta en Rock Springs.
Aunque ella le aseguró que tenía control sobre sus temores anteriores, el
hecho de que Tanna estuviera sola con los caballos lo asustaba. Las
exigencias de su trabajo aseguraron que no pudiera estar al margen,
animándola mientras ella empujaba sus límites. Solo esperaba que no se
estuviera reprimiendo porque no podía estar con ella todos los días.
Así que se quedó boquiabierto al ver a Tanna correr a lo que parecía una
velocidad normal de competición, no al ritmo de tortuga que había
lamentado la última semana.
¿Qué había cambiado? ¿Y cuándo había sucedido?
Fue entonces cuando Fletch vio a Sutton Grant sentado en la cerca,
observando cada movimiento de Tanna.
Los celos lo golpearon como un casco en el estómago.
Así que se quedó fuera de la vista.
Después de que la carrera terminó, Tanna se concentró por completo en
lo que Sutton le dijo. Volvió a hacerlo, alineándose y corriendo hacia la
arena de práctica.
Fue agridulce ver a la mujer que amaba reconectarse con una parte de
ella que había desaparecido. Una parte que la definía. Una parte de ella que
Fletch sabía que estaba allí, pero no la había visto en acción. Y fue increíble
verla hacer lo que se suponía que debía hacer.
Después de otra carrera, Tanna corrió hacia los pastos, dando tiempo al
caballo para pastar y enfriarse.
Caminó por la parte trasera del corral. Al llegar a Sutton, colocó sus
antebrazos sobre la cerca.
—Hola.
—Hola, Doc. No sabía que estabas aquí. Sube a la cerca.
—¿Planeas empujarme por exaltarme un poco la última vez que nos
vimos?
—Nah. ¿Si estar enojado conmigo te hizo actuar con Tanna para que ella
pueda hacer eso? —Señaló el pasto—. Entonces valió la pena.
Fletch se subió al lado derecho de Sutton.
—¿Cómo está ella hoy?
—No puedo creer lo bien que está. Supuse que lo haría con facilidad.
Pero ha estado haciéndolo como alma que lleva el Diablo. —Él se rascó la
barbilla—. Ella todavía está frenando en el segundo barril, pero es
comprensible. Y Mickey es un buen caballo, pero no es un gran caballo.
Ciertamente no se acerca al calibre del caballo de barril al que Tanna está
acostumbrada.
—Entonces, ¿qué cambió hoy que la envió de cero a sesenta?
Sutton no pudo ocultar una sonrisa de suficiencia.
—¿Qué tuviste que hacer? ¿Amenazarla? ¿O sobornarla? —dijo a la
ligera, tratando de mantener el filo en su tono.
Él rio entre dientes.
—Sabía que no eras tonto, pero tu lado intuitivo me sorprende.
—Los animales rara vez verbalizan algo, así que mi trabajo es ser
intuitivo. —Ahora eso había salido cortante.
—Dios, eres susceptible. Lo único que digo es que la mayoría de los
hombres mirarían la foto completa… Tanna volviendo a la carrera de
barriles… y no la desglosarían píxel por píxel. Sabías que algo tenía que
suceder para animarla a acelerar el ritmo.
Fletch miró a Sutton.
—¿Así que fue solo tu influencia lo que lo hizo?
—Odiarías eso, ¿verdad?
—Maldita sea, lo haría.
Sutton le ofreció otra sonrisa.
—No culpas de tus celos a otros… otra cosa sorprendente sobre el buen
doctor. Pero la verdad es que le di una oportunidad. El criador de caballos
que utilizo está interesado en que pruebe uno de sus mejores caballos de
barril.
—No jodas. ¿Te dijeron eso?
—Por supuesto que la quieren. Tanna es una campeona probada. Así que
le transmití la información a Tanna. Ella se quejaba de estar acabada y
alguna otra mierda sobre por qué no podían confiarle caballos de alta gama.
Pero durante todo el tiempo que lo negó, vi girar las ruedas de su mente.
Principalmente, tomó la decisión por su cuenta sobre volver a ponerse al
día. Literalmente. ¿Cuánto tiempo llevas aquí mirando?
Fletch se encogió de hombros.
—Tiempo suficiente.
Sutton se ajustó el sombrero.
—¿Te enojaste porque tratar de reunirla con un caballo nuevo significa
que se irá de aquí?
—Nunca dudé que ella se iría de aquí. Solo en que forma estaría cuando
lo hiciera. —Tanna estaba más destrozada cuando llegó de lo que nadie
había sabido, incluido él. Tan orgulloso como estaba de que hubiera sanado,
no podía detener el sentimiento de melancolía.
—¿Sabe que estás enamorado de ella?
Eso lo sacudió.
—Es más que probable. No he salido a decirlo, pero ella no puede estar
cerca de mí y no saber cómo me siento.
—Dios, Fletch, ¿por qué no se lo dices?
En lugar de soltar, nada de tu maldita incumbencia, dijo:
—Porque ella escapará corriendo. Nunca ha tenido lo que estoy
dispuesto a ofrecerle.
—¿Qué es?
—Todo. —Él saltó de la valla—. Tengo que controlar un caballo—
mintió.
—No te vayas sin hacerle saber que estabas aquí—advirtió Sutton—.
Este fue un gran día para ella. Querrá compartirlo contigo.
Fletch no respondió. Caminó hasta el establo de los caballos y realizó
una revisión rápida de los tres equinos por el gusto de hacerlo. Uno era un
antiguo mustang salvaje que Eli quería cruzar con Blue, una dócil yegua
que se convirtió en una madre feroz. Esa lucha podría traducirse en buenas
acciones. Ya le había sugerido a Renner que invertir en algunos caballos
salvajes sería un buen punto de partida. Aunque Renner no podía utilizar
caballos comprados en subastas de BLM para ganado de rodeo, podía
empezar a criarlos con su ganado existente.
Mató treinta minutos antes de regresar al corral. Tanna estaba fuera de la
puerta lista para comenzar a correr.
Su cabello volaba mientras devoraba la tierra e instaba a Mickey a
mover el culo. Superaron el primer barril, sin ningún problema. Él contuvo
la respiración cuando ella comenzó a rodear el segundo barril. La vio
detenerse por un segundo y supo que ese instante de vacilación podría
costarle… posiblemente segundos. Corrieron hacia el tercer barril. Mickey
se volvió lo bastante bruscamente como para que Fletch temiera que el
caballo y el jinete derraparan, pero ella mantuvo el control. Lo montó duro
hasta el final.
—Girar y quemar, bebé. ¡Lo has reducido a veintidós coma nueve!—
gritó Sutton.
Ella gritó, desmontó y ató a Mickey al poste de la cerca.
Fletch caminó hacia ella. Había recorrido un poco más de la mitad
cuando Tanna lo vio. Ella no caminaba, corría. En un instante tuvo en sus
brazos a esa mujer que se retorcía, hermosa y eufórica. Riendo.
Apretándolo con fuerza. Y por un momento, todo estuvo bien en su mundo.
—¡Fletch! ¿Me viste montar?
—Varias veces. ¿Como se sintió?
—De miedo. Horrible. —Sonrió—. Después maravilloso.
Presionó sus labios contra su frente.
—Estoy feliz por ti, dulzura.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Le dije a Eli que si estaba en el vecindario revisaría un par de cosas.
—¿Terminaste por hoy?
—Nop. Tengo tres paradas más.
Tanna suspiró.
—Estoy de humor para celebrar.
—¿Por celebrar te refieres a tomarse unas copas? ¿O tener un rapidito
contra el remolque de caballos?
—Me inclino a tomar la opción dos. Pero tengo que lidiar con Mickey y
Sutton, así que para entonces ya estarás listo para tu próxima cita. Aceptaré
posponerlo para tener la celebración desnudos.
Fletch ahuecó sus nalgas en sus manos y gruñó:
—Siempre que sea esta noche. Te he estado extrañando en mi cama,
vaquera.
—Igual yo. —Ella le dio un beso en la boca—. Llámame cuando hayas
terminado. ¿Cuánto tiempo podría ser eso?
—Tengo que parar en lo de los Talley y los Myerson. Después Annabeth
traerá su caballo a la clínica.
Los ojos de Tanna, hoy de un penetrante violeta, se volvieron afilados
como un láser.
—¿La reina del cutting horse tiene otro problema?
—Su padre está fuera de la ciudad. Me ha llamado tres veces.
—Por supuesto que lo ha hecho. Probablemente se presentará en la
clínica con un negligé, tacones de aguja fóllame y su tiara.
Él se rio, pero se detuvo rápidamente cuando se dio cuenta de que
hablaba en serio.
—Tanna. No es así.
—Lo es—insistió—. Te quiere a ti y no solo como el doctor de sus
caballos. Quiere jugar a la doctora contigo. Demonios, está más decidida a
casarse contigo que la pequeña señorita Ellie .
—Tonterías. Annabeth es una clienta. Eso es todo.
Tanna le dio un golpe en el pecho.
—¿Qué pasa si digo que no quiero que estés a solas con ella esta noche?
—Dios. ¿Qué te pasa?
—Responde la pregunta—.
—Los Edmunds son buenos clientes que pagan. No puedo permitirme
decir que no. —Fletch dio un paso atrás y cruzó los brazos sobre el pecho
—. Y no es diferente de que estés aquí sola con Sutton toda la tarde.
—Es muy diferente. Sutton está tratando de ayudarme a volver a
encarrilar mi carrera.
—Eso es lo mismo que estoy haciendo con Annabeth. Hablando de
eso… ¿me dijo que la gente de Colorado quería que probaras un caballo
nuevo?
Eso la sorprendió.
—Sutton tiene una gran boca. No estoy segura de lo que haré. No estoy
ni cerca de estar lista para competir. —Ella frunció el ceño—. Estás
complicando el asunto.
—Y ahora estoy retrasado. Entonces, ¿qué tal si haces planes de
celebración con Sutton y yo simplemente hago mi trabajo? Porque lo más
probable es que cualquier plan que hagamos se arruine de todos modos. —
Fletch se volvió y se alejó.
Y Tanna no lo llamó para que volviera.
Capítulo 32

Ella se cocinó en sus jugos. Insultó. Despotricó. Se paseó. Reflexionó


un poco más.
Ciego y testarudo. Eso es lo que era él.
¿Pensó que ella preferiría celebrar con Sutton que con él?
Pura mierda. El hombre no tenía nada de qué estar celoso y lo sabía.
¿Cómo podía creer honestamente que la Reina del Desfile Barbie no
tenía sus cuidadas garras suspendidas sobre esos asombrosos bíceps,
esperando el momento adecuado para clavarlas?
Lo que más la cabreaba era que Fletch y Annabeth serían una pareja
perfecta. Él era hermoso. Ella era hermosa. La página de sociedad de la
señorita Maybelle diría: La hija de la reina de belleza local / amazona
profesional se casa con un veterinario local. Bebés hermosos y perfectos
vendrán.
Pero Annabeth probablemente lo haría feliz, cuando no lo estuviera
manejando como lo hacía con su padre. Tendría un par de niños lindos.
Construirían una casa grande con un gran establo para caballos cerca, o en
la tierra de su familia. Todo el mundo le diría a Fletch el bastardo
afortunado que era por conseguir a Annabeth como esposa.
¿La esposa trofeo Barbie le daría a Fletch todo lo que necesitaba en la
cama?
Ella había estado con una buena cantidad de tipos exigentes. Pero Fletch
lo llevó a un nivel completamente nuevo. No solo por el fabuloso sexo, sino
su insaciable necesidad de intimidad. Si estaban en la misma habitación,
tenía que estar tocándola. Incluso solo tomados de la mano, pero más a
menudo sus dedos acariciaban cualquier sección de su piel desnuda. Su
brazo. Su cuello. La parte superior de sus muslos si usaba una falda.
Necesitaba una mujer que fuera físicamente demostrativa en público y en
privado. Sin duda, Annabeth haría todo lo posible para atraer su atención y
afecto, pero una vez que tuviera ese anillo en el dedo, ¿reaparecería la
Princesa de Hielo Barbie?
Tanna puso su cabeza entre sus manos. Le dolía el estómago al imaginar
esa vida desarrollándose ante sus ojos. Fletch se merecía algo mejor.
¿Como tú? ¿Una ex campeona de carreras de barriles sin nada que
ofrecerle excepto el tipo de sexo caliente que anhela?
¿No es eso por lo que ambos firmaron?
Sí. Pero las cosas habían cambiado.
¿Verdad?
Definitivamente se habían prometido el uno al otro que solo estarían
involucrados mientras Tanna estuviera en Wyoming. Bueno, ella todavía
estaba aquí. Y Fletch y Barbie Tengo-Una -Emergencia- Con –El-Caballo
necesitaban un recordatorio de ese hecho.
Quizás Tanna también necesitaba un recordatorio, para no dejarse
intimidar.
Así que después de regresar a Split Rock, ella se arregló. Había pasado
un tiempo desde que se había molestado. Pero como cualquier chica de
Texas que se precie, sabía cómo verse bien. Jodidamente bien.
Cabello abultado de Texas. Chequeado.
Maquillaje sensual. Chequeado.
Escote dejando al descubierto una camiseta sin mangas brillante.
Chequeado.
Vaqueros ajustados Seven. Chequeado.
Su cinturón de diamantes de imitación B. B. Simon. Chequeado.
Hebilla de cinturón gigante de campeona del mundo de carreras de
barriles. Chequeado.
Botas de cocodrilo rosa hechas a medida con cristales Swarovski.
Chequeado.
¿Debería deslizar su pequeña pistola favorita en su bota?
Nah. Eso sería exagerado. Aunque en Texas no lo habría pensado dos
veces antes de agregarla a su atuendo.
Preparada, ella fue a buscar a su hombre.

Las luces estaban encendidas en la parte trasera del edificio de Fletch y


la puerta del garaje estaba abierta. Una Dodge diésel nueva con un
remolque para caballos nuevo estaba retrocedido hasta la puerta. Cuando
Tanna vio la nariz del caballo asomando por una de las ventanas, le dio una
pequeña palmadita.
—No puedes ser responsable de la elección de los propietarios, amigo.
Escuchó la risa de Annabeth y el suave barítono de Fletch. Esperó una
pausa en la conversación, pero no llegó.
¿De qué diablos tenían que hablar? ¿No debería Annabeth llevar su
caballo a casa dado que ya estaba cargado? ¿Y no había pasado su hora de
dormir?
Echando los hombros hacia atrás, Tanna gritó:
—Fletch, cariño, ¿dónde estás?
Silencio excepto por el ruido sordo de los tacones de sus botas
conectando con el hormigón.
Tanna mantuvo la sonrisa en su sitio, también se sintió genuina, cuando
vio la conmoción registrada en el rostro de Barbie Roba-Hombres. Luego
sufrió la observación de la cabeza a los pies.
Sí, mira y aprende, niña, porque así es como se hace.
—Ahora, por favor, dime que no te involucraste tanto en ayudar a esta
niña con sus problemas con los caballos que te olvidaste de nuestra
celebración de esta noche.
Los ojos de Annabeth se entrecerraron ante la palabra niña, pero
sabiamente mantuvo sus labios muy brillantes cerrados.
—No lo olvidé. Te iba a llamar cuando terminara.
Tanna puso su mano sobre el pecho de Fletch. Su pecho ancho y duro
como una roca y los celos encendieron los ojos de Annabeth ante el toque
casual de Tanna. Entonces pasó la palma por la parte exterior de su brazo.
Su brazo densamente musculoso. Después, volvió la cabeza y miró
alrededor del espacio vacío.
—¿Dónde está el paciente?
—Está cargado. Nada importante que requiera pasar la noche.
—Gracias a Dios. Le estoy muy agradecida, doctor Fletcher, por
hacerme tiempo—dijo Annabeth en un tono entrecortado—. Percival
significa todo para mí y me volvería loca si le pasara algo. Especialmente si
fue mi culpa.
Ese comentario provocó una pequeña señal en el radar de Tanna. Eso
había sido dirigido a ella. Así que Snoopy Barbie la había investigado
después de que acompañó a Fletch a una visita de “emergencia” al rancho
de Edmund un domingo por la tarde.
—Tratas a ese caballo como si fuera oro, Annabeth.
—Me enorgullezco de cuidar bien las cosas que me pertenecen. Ser
negligente generalmente conduce a grandes problemas. —Le dio a Tanna
una mirada desafiante.
Oh, cariño, por favor. ¿Es lo mejor que puedes hacer?
—No podría estar mas de acuerdo. Estoy segura de que tu padre está
orgulloso de tener un adolescente tan inteligente. —Ella sonrió y se
concentró en Fletch, su expresión facial oscilaba entre la risa y la
exasperación—. Bueno, querido amigo mío, mientras esté aquí, comprobaré
el archivo de los Ludlow y localizaré su número de teléfono. Creo que dejé
mi bufanda favorita allí cuando estábamos testeando la preñez de las ovejas.
Te estaré esperando en tu oficina después de que cierres aquí. —Tanna miró
a Annabeth directamente a los ojos y dijo—. Me alegro de volver a verte.
—Pero claramente quiso decir, Quiero ver tu culo fuera de aquí ahora,
nena. Caminó hacia la puerta que conducía al área de recepción sin mirar
atrás.
Pensó en dirigirse directamente a la oficina de Fletch, pero estaba lo
suficientemente oscuro como para que no la vieran asomándose por la
pequeña ventana, solo para asegurarse de que Annabeth estaba a punto de
llevar su flaco trasero a casa.
Fletch acompañó a Annabeth hasta la puerta. La mocosa se quedó lo
suficientemente cerca de él como para que sus brazos se rozaran. Al
despedirse, lo abrazó y aplastó su cuerpo contra el de él.
Punto para Fletch porque sus manos permanecieron a los lados.
Punto para Tanna que no volvió a salir corriendo y le dio una paliza a
esa mierda por poner sus manos codiciosas sobre el hombre de Tanna.
Ella parpadeó. ¿De dónde había venido ese pensamiento violento?
Fletch apretó el botón y la puerta empezó a cerrarse.
Tanna se apresuró a ir a su oficina. Se dejó caer en su sillón y apoyó las
botas en su escritorio. Sus dedos retorcieron la cadena de oro que colgaba
de su cuello mientras esperaba.
Oh, esto iba a ser divertido.
Él apareció en la entrada, con las manos apoyadas en el marco de la
puerta como si analizara entrar.
—¿Era realmente necesario?
—Absolutamente. Y dado el hecho de que ella todavía te dio un abrazo
de despedida, podría haber sido mucho más clara.
Fletch le dedicó esa lenta sonrisa que le bajaba las bragas.
—Incluso si ella no recibió el mensaje, yo sí. Alto y claro.
—¿Qué mensaje sería ese, doctor Fletcher?
—Que eres toda una mujer, una mujer a tener en cuenta, y eres
completamente mía.
—Mmm. Pero me siento un poco herida, dulzura, porque teníamos
planes de celebración esta noche, y eras un tipo demasiado agradable para
decirle a Annabeth que se perdiera. —Tanna ladeó la cabeza—. ¿Fue su
gran habilidad para conversar o la desvergonzada exhibición de sus alegres
tetas lo que te cautivó?
Se encogió de hombros.
—Tiene una buena delantera. Soy un hombre de tetas, si lo recuerdas.
—Sus ojos se clavaron en las yemas de sus dedos que rozaban la parte
superior de su escote mientras retorcía el collar. Entonces, su mirada se
trasladó a su boca—. Pero estaría más que feliz de darte una demostración
de cuánto amo tu delantera, si necesitas un repaso.
Tanna se rio.
—¿Por qué no vienes aquí y me das un beso? Entonces puedes trabajar
esa talentosa boca tuya por mi pobre y descuidada delantera. —Fletch se
dirigió hacia ella con ese brillo en sus ojos—. Ah, ah. No tan rápido.
Quítate la camisa primero.
Arqueó una ceja.
—¿Por qué?
—En parte porque tienes un pecho fantástico y no puedo tener
suficiente. La otra razón es porque hueles a su perfume.
Fletch se quitó la camisa y la tiró a un lado.
Ella dejó caer las botas al suelo y empujó la silla de la oficina hacia
atrás, dejándole espacio.
Sus manos se agarraron a los reposabrazos del sillón y su mirada líquida
pareció absorber cada matiz de su rostro.
—Dulce Señor, eres tan caliente cuando estás celosa. —Su boca se
estrelló contra la de ella, poseyéndola con su beso hambriento y posesivo.
Sin manos. Ninguna parte del cuerpo frotándose. Solo labios, lenguas y
pasión. Buen Dios. Él puso tanta pasión en el beso que se sintió mareada.
Él se echó hacia atrás, su respiración todavía se mezclaba, sus labios
húmedos apenas separados.
—Te necesito en mi cama, dulzura.
—Llegaremos allí, pero lo primero es lo primero. —Tanna lo empujó y
su trasero se conectó con su escritorio. Observando su rostro, presionó la
palanca hidráulica de la silla hasta que estuvo a la altura perfecta.
—Mujer, tienes un brillo en los ojos que me pone nervioso.
Ella se deslizó hacia adelante, colocando sus manos sobre sus rodillas.
Deslizó las palmas de las manos por sus muslos. Llegando a su pelvis, pasó
las uñas a lo largo de su ya dura polla.
—¿Nervioso es otra palabra para ansioso? —Pasó el extremo de su
cinturón a través de la presilla de sus vaqueros.
—Estoy ansioso por ver si esto va a donde creo que va.
Tanna tiró de la hebilla del cinturón, revelando el botón de sus vaqueros.
—¿Alguna vez te la han chupado en tu oficina?—dijo sin apartar los
ojos de él.
Él negó con la cabeza.
—¿En serio? ¿Un doctor caliente como tú, nunca tuvo una asistente
veterinario que lo siguiera hasta aquí, cerrara la puerta y se pusiera de
rodillas?
—Eh. No.
—¿Por qué no?
—He desanimado a cualquiera de pasar el rato en mi oficina.
—Bien. —Ella se inclinó hacia adelante y pasó la boca a través del
vaquero, soplando aire caliente y hundiendo ligeramente los dientes.
Él siseó.
Ella lo miró a través de la extensión de su pecho.
—Bájate los pantalones.
Fletch no luchó por perder los pantalones. Se puso de pie y muy
metódicamente bajó la cremallera y aflojó cada lado, revelando unos bóxers
grises a rayas.
—Elegante.
—Ya me lo imaginaba. —Deslizó sus manos por el plano de su
abdomen, sus dedos se deslizaron debajo de la tela y empujaron hasta que
sus vaqueros atraparon la parte superior de sus botas de montaña.
—¿Hasta dónde puedes abrir las piernas? ¿O los vaqueros te están
maneando?
Separó las rodillas.
—Perfecto. También puedo jugar con tus pelotas.
—Dios, me estás matando—masculló él, pero se echó hacia atrás y se
apoyó en el escritorio.
Tanna se movió hacia adelante. Acarició su saco y lo lamió desde la raíz
hasta la punta. Después en sentido inverso. Con sus dedos rodeando la base,
apartó la polla de su cuerpo y la tragó de un bocado.
Él gimió.
Ella chupó, dejando que su sabor llenara sus sentidos por completo antes
de soltar el eje duro poco a poco.
—Me encanta como sabes. —Lamió la punta de la polla y alcanzó sus
pesadas bolas. Después de provocar esos masculinos sonidos calientes y
sexys, cambió la posición de la mano y la boca. Se metió las bolas en la
boca, haciéndolas rodar sobre su lengua mientras el pulgar jugueteaba con
la punta de su polla.
—Maldita sea, eso se siente bien.
Por mucho que le gustara prolongar la tortura, amando el poder de
escuchar a un hombre suplicar, esta vez era demasiado codiciosa. Tan
pronto como soltó sus bolas, sus labios se deslizaron por su polla.
Otro gemido.
Sus manos acariciaron la parte superior de sus muslos mientras su polla
entraba y salía de su boca. Tanna quería hacerlo correrse solo con la boca.
Sin manos masturbándolo. Solo succión, fricción y calor húmedo.
Y habilidad.
Las viriles piernas comenzaron a rebotar y tuvo que clavarle las uñas
para detener el movimiento.
—Lo siento. Es tan jodidamente bueno.
Ella gimió alrededor de su eje y todo su cuerpo se estremeció por la
sensación. Hundió su polla completamente más allá de su reflejo nauseoso
y la soltó con la misma rapidez hasta que la punta tembló sobre sus labios.
Tanna se perdió en el ritmo, en el sabor, en sus mutuos sonidos de placer.
—Estoy cerca. Dios. ¿Cómo puedo estar cerca ya?... Maldita sea, esa
lengua tuya es letal.
Ella acortó las estocadas, tomando solo la mitad de su polla en la boca y
concentrándose en chupar la cabeza. Labios, dientes, lengua lo trabajaron.
Sus piernas comenzaron a temblar, pero no golpeó sus caderas contra su
cara. Hizo ese gemido ahogado, su cuerpo se puso rígido y su cabeza cayó
hacia atrás.
Inspiró al ritmo del primer par de chorros, sintiendo el semen cubriendo
su lengua. Después lo otmó profundamente en su garganta y tragó mientras
él gemía, maldecía y la alababa con el mismo aliento que Dios.
Entonces la mano de Fletch aterrizó en su cabeza, acariciando su cabello
con tanta dulzura. Sacó la polla de su garganta y chupó la punta una vez
más antes de soltarlo.
Tanna trató de recuperar el aliento y encontrar una posición cómoda
porque sus bragas estaban empapadas.
Entonces se dio cuenta de la cosa más increíble. Su polla no se había
ablandado de inmediato. De hecho, si no la hubiera sentido sacudirse en su
lengua y probado su crema pegajosa, pensaría que no se había corrido en
absoluto.
El suave toque en su cabeza se desvaneció. Él entrelazó los dedos en su
cabello y le echó la cabeza hacia atrás para que lo mirara a la cara.
—Sí, todavía estoy duro como un maldito ladrillo. Eso es lo que me
haces, Tanna. Me chupaste y me corrí tan fuerte que pensé que se me había
metido algo en el cerebro. Pero cuando te miro, o te pongo las manos
encima, o pienso en desnudarme contigo—su polla saltó contra su vientre
—, vuelvo a estar completamente duro. —La locura bailaba en sus ojos.
Ella esperaba que le soltara el cabello, pero no lo hizo.
—Nunca he tenido sexo en esta oficina. O en cualquier habitación de
este edificio. Mientras conjuraba lugares depravados en los que quería
follarte hasta no poder pensar, me di cuenta de que ya estabas en el lugar
donde más te deseaba. Práctico, ¿eh? —Él le sonrió—. Ahora deshazte de
toda la ropa que estás usando.
Mientras rodaba la silla hacia atrás, se quitó la camiseta sin mangas.
Después de quitarse las botas, se quitó los vaqueros y trazó los bordes de
satén de su sencillo sujetador blanco, conteniendo una risa ante su mirada
codiciosa.
—¿Quieres esto fuera, hombre amante de las delanteras? Tendrás que
hacerlo.
—¿Éstas también?
Sus manos se movieron hacia abajo y trazó el borde satinado de sus
bragas a juego.
—Éstas también.
—Eres muy mandona para alguien que no está a cargo.
—¿Quién dice que no estoy a cargo?
La sacó de la silla, los hizo girar y la inmovilizó contra el escritorio.
—Más grande, más malo, más fuerte—le mostró los dientes—más
cachondo; dulzura sureña, siempre estoy a cargo. —Abrió el cierre frontal
de su sujetador y se lo quitó—. Quítate las bragas o te las corto.
Ella maniobró hasta que se fueron. No le importaba dónde terminaran.
—No. Te. Muevas. —Sacó un condón de los vaqueros. Enfundado,
presionó su entrepierna contra la de ella, apoyando su polla en su raja.
Moviendo las caderas para que el borde venosos de su polla le frotara el
clítoris. De ida y vuelta. Extendiendo su humedad hasta que ambos
estuvieron pegajosos.
El maldito hombre sabía cómo acelerarla.
Fletch estudió su rostro.
—¿Quieres correrte así?
Tanna negó con la cabeza.
—¿Estás segura? —Los movimientos cortos ejercen una presión
constante en ese punto caliente. Sus dedos tirando y retorciendo ejercían la
cantidad perfecta de presión sobre sus pezones—. Una vez así, y una vez
follándote tan bruscamente como gusta.
—No. Te quiero dentro de mí cuando me corra.
—Me hace cosas locas escucharte decir cosas así.
—Puedo decirlo. —Tanna arqueó la espalda y ensanchó los muslos—.
¿Qué tal cuando hago esto?
—Oh, sí. Pon tus brazos por encima tuyo. Gira la cabeza y gime.
Tanna siguió sus instrucciones, pero agregó con voz entrecortada:
—Ooh, doctor Fletcher, es usted un animal. —Ella gimió suavemente—.
Por favor. Házmelo ahora.
—Momento de fantasía total, follar con una mujer hermosa en mi
escritorio. Estaré reviviendo esto durante años.
Ella también.
Pero había dejado de moverse.
—¿Jugamos al doctor o qué?
—Mírame.
Abrió los ojos ante su suave orden.
Oh, hola lujuria. La forma posesiva conque la miraba envió escalofríos
por su espalda.
—¿Fletch? ¿Qué pasa?
—Nada. Todo está bien por una vez.
Dile que lo amas.
Pero cuando él la penetró, todo pensamiento coherente se desvaneció.
Capítulo 33

Tanna podía decir una cosa acerca de Sutton, cuando tomaba la


decisión de hacer algo, actuaba de inmediato. Accedió a ver un video de
entrenamiento en Internet, con la yegua ruana azul de siete años. Intrigada,
miró otro, y otro, hasta que los vio a todos.
Cuando Sutton le preguntó si estaba interesada en probar el caballo, y
dijo que sí, lo siguiente que supo fue que estaba hablando por teléfono con
los criadores, discutiendo posibles fechas.
Dado el horario de Tanna, no podía tomarse unos días libres y conducir
hasta Colorado. Así que la sorprendió cuando los dueños de la granja de
caballos Grade A acordaron llevarle a Madera durante el fin de semana.
Y ahora estaban casi aquí.
Sin presión.
—Tanna. Deja de pasearte. Me estás volviendo loco.
—No puedo evitarlo. Estoy nerviosa.
—No lo estés. Chuck y Berlin Gradsky son buenas personas. Están igual
de nerviosos por conocerte.
Probablemente porque tienen miedo de dejarme subir a su caballo.
Sutton suspiró.
—Sé exactamente lo que estás pensando, Tanna, y no es eso. Ven acá.
—Sutton le clavó los pulgares en los hombros y se movió hacia afuera,
hacia el nudo en su hombro—. Quizás esto ayude.
—Oh. Dios. Es perfecto.
—Justo lo que me encanta escuchar cuando tengo en mis manos a una
mujer hermosa—murmuró él.
A ella le sonaron las campanas de advertencia. Sutton había estado
diciendo cosas así desde que organizaron esta prueba. ¿Estaba coqueteando
con ella?
No seas ridícula. Sutton sabe que estás con Fletch. Te sientes
abandonada por el hombre que amas.
Fletch había estado casi ausente la última semana. Ellos se habían visto
una vez. Habían hablado por teléfono dos veces. Ella entendía que estaba
ocupado, pero no habían estado tan azarosos desde que comenzaron a verse
antes de que Fletch comenzara su licencia.
Un camión y un remolque subieron por el camino de entrada.
Su frecuencia cardíaca aumentó dramáticamente.
—Comienza la función. —Sutton le apretó los hombros una vez más
antes de que sus manos cayeran.
Ella conocía la ruina. Dejar que los dueños descarguen el caballo. Dejar
que el caballo corra un poco libre en el corral. Entonces presentarse.
Tanna permaneció en las sombras y se paseó. Escuchó al caballo patear
el interior del remolque. El sonido de los cascos golpeando el metal la hizo
saltar.
Eli estaba presente, aunque Summer se había esfumado.
Tanna quería tanto a Fletch aquí que sacó el teléfono del bolsillo.
No necesitas un hombre para ser fuerte. Puedes hacerlo.
No lo llamó.
El calor de la tarde se filtró en sus huesos. Se metió en el establo y dejó
que la fría oscuridad la calmara. Inhalando aromas familiares. Observando
motas de polvo bailar en los rayos del sol como pedazos de falso brillo. Se
apoyó contra el tabique que sostenía su apero, sabiendo que tal vez no la
necesitaba. Algunos propietarios preferían usar sus propias piezas y equipo
de entrenamiento, especialmente en una situación como ésta. Se obligó a
desconectarse y no estaba segura de cuánto tiempo había pasado cuando la
puerta del establo crujió.
Un arco de luz solar atravesó las sombras.
—¿Tanna?
—Estoy aquí.
—Pensé que podrías estar aquí. Los Gradsky están listos para ti.
—De acuerdo.
Los pasos de las botas de Eli resonaron por el suelo de tierra.
—¿Estás bien?
—Sí..
—No tienes que hacer esto, lo sabes.
—Quiero hacerlo. No sé cómo decirles que incluso si me prestan el
caballo por un período de prueba, no sé cómo le pagaré el alimento.
—Encontraremos algo. Lo prometo.
Sus labios se apretaron.
—¿Esto no es cosa de Sutton?
—Hablaremos más tarde. Están esperando.
—¿Qué necesito llevar?
—Solo tu silla y tu manta.
Tanna agarró sus cosas y se dirigió al corral.
Chuck y Berlin Gradsky estaban conversando con Sutton.
Tanna subió por la parte trasera del corral. Extendió la mano.
—Hola. Soy Tanna Barker.
La esbelta mujer morena, de unos cincuenta años, sonrió.
—Soy Berlin Gradsky. Éste es mi esposo, Chuck.
Ella le estrechó la mano.
—Encantado de conocerlos a ambos. Gracias por conducir hasta aquí y
por la oportunidad de probar vuestro caballo.
—Estamos felices de estar aquí. Hemos sido grandes admiradores tuyos
durante años. Te vimos ganar los tres campeonatos en el MGM Grand.
Tanna sonrió.
—Fueron buenos tiempos. ¿Algo que deba saber sobre Madera antes de
empezar?
—Ella ha sido cepillada. Como sabíamos que la montarías de inmediato,
dejamos sus botas protectoras. —Berlín le entregó una brida—. Hemos
estado reintroduciendo partes de competencia, pero por ahora preferiríamos
que usara estas partes de ese cambio.
—No hay problema. —Tanna tocó la suave broca de metal. Después
examinó la parte de la cabezada de la brida, notando que tenía una cinta
para la nariz—. ¿Ella siempre usa una banda nasal? ¿O es nuevo?
—Siempre ha usado una.
—Excelente. Seguiré adelante y prepararé Madera, si está bien.
—No podemos esperar—dijo Berlin.
Miró a Eli y Sutton.
—Si uno de vosotros dos quiere abrir la puerta y el otro colocar los
barriles, pondremos esto en marcha.
Madera trotó tan pronto como Tanna entró en la pradera.
—Que niña tan linda. —La yegua era un caballo de aspecto llamativo,
de color gris azulado con crin y cola negras. Tanna pasó una cuerda por
encima de ella y la ató sin acercarla a la cerca donde había dejado la silla y
la manta. Madera parecía más pequeña que Jezabel. Pero cuando Tanna
revisó dos veces las patas de Madera y pasó la mano por su espalda, se dio
cuenta de que la yegua era todo músculo.
Le acarició el cogote, hablándole en voz baja, tranquilizándola,
acariciando el área entre los ojos para calmarla. Cuando Madera bajó la
cabeza, Tanna deslizó la brida sin problema, apretando las hebillas y
revisando la broca.
Hasta ahora, todo bien.
Pero tan pronto como Tanna le puso la manta, Madera se resistió.
Retrocediendo. Actuando como si fuera a patear antes de hacer una serie de
pequeños saltos cortos y rígidos del cuarto posterior. Tanna tiró de las
riendas y dijo bruscamente:
—Oye. Suficiente.
Eso detuvo parte de su comportamiento inquieto.
Casi de memoria, Tanna terminó de ensillarla. La condujo a la mitad del
largo del corral, se detuvo, la hizo retroceder y comprobó la cincha. Suelta.
No era de extrañar que Madera hubiese expandido su barriga en
anticipación de ser montada; la mayoría de los caballos lo hacían. Tanna
apretó la cincha, hizo avanzar a Madera otros veinte pasos y comprobó la
cincha y la posición de la silla de nuevo. Ningún cambio. Estaban listas
para empezar
Pero cuando montó, una inyección de dolor le atravesó la rodilla
enferma. Ella necesitaba ajustar los estribos. Tanna se sintió como un
muñeco sorpresa saltando de una caja y subiendo al caballo. Finalmente
todo se sintió bien.
En el pasto, probó el poder de frenada de Madera. Estaba feliz de que la
yegua respondiera a las órdenes verbales mejor que a las riendas. Entonces
Tanna tiró hacia afuera y hacia abajo de las riendas y el caballo giró en un
círculo cerrado. Ella probó el lado opuesto. No tan cerrado, pero decente.
Tan pronto como la pateó con los tacones, Madera saltó a la vida.
Fue una buena explosión de velocidad.
Tanna no la dejó correr muy lejos. Quería ver cómo reaccionaría el
caballo si soltaba las riendas.
Madera inmediatamente trató de escapar.
—Entonces, eres una de ese tipo. Actuando dócilmente hasta el
momento en que baje la guardia. Haces una imitación del Pony Express. —
Palmeó a Madera en el cuello—. Estoy sobre ti, hermana. Pero esperaré
para juzgar si eso es bueno o malo hasta ver qué puedes hacer. —Entrecerró
los ojos hacia la puerta y Eli agitó los brazos, lo que significaba que los
barriles estaban listos.
Mantuvo a Madera a un trote suave hasta veinte metros de la puerta.
—Muéstrame lo que tienes. Corramos. —Dejó caer su trasero sobre la
silla y Madera cargó hacia adelante. Una vez que alcanzaron la marca del
temporizador, Madera fue todo velocidad.
Tanna la dirigió hacia la derecha y no hubo ningún problema en el suave
movimiento de Madera ni siquiera se salió del circuito. Aun así, Tanna
luchó contra el impulso de frenar en el segundo barril y lo pasaron tan cerca
que volcaron el barril.
Penalización de cinco segundos.
Pero la carrera aún no había terminado. Le dieron un empujón al último
barril, pero solo se tambaleó. Entonces Madera estaba en la recta y esa
explosión de velocidad que Tanna había sentido no era una casualidad.
Madera se movía rápidamente. Muy rápidamente.
Pasaron la puerta demasiado lejos. Eso es algo en lo que tendrían que
trabajar: paradas más rápidas. Muchos rodeos se llevaban a cabo en
espacios confinados con callejones cortos, por lo que el caballo necesitaba
acostumbrarse a esa posibilidad en todo momento.
Mantuvo a Madera con las riendas cortas y le gritó a Sutton.
—¿Hora?—
—Veinticinco coma nueve. Con la penalización de cinco segundos.
Lo que significaba un tiempo base de… ¿veintitantos segundos? ¿En
una primera carrera? ¿Con un jinete oxidado?
Santa. Mierda.
¿Qué podría hacer este caballo si estuviera debidamente entrenado con
un jinete que supiera cómo llevarla al máximo rendimiento?
Ella podría ganar. Y ganar a lo grande.
Una cosa que Tanna no había olvidado sobre los años que había pasado
con Jezabel, la luchadora yegua no había comenzado de la mejor manera.
Había sido necesaria la dedicación de Tanna para llevarla a ese nivel. Los
dueños de Jezabel no hubieran tenido un caballo ganador si no fuera por la
perseverancia de Tanna para convertirla en una. Sí, los caballos con precios
altos casi siempre se desempeñaban mejor. Pero una buena asociación entre
el caballo y el jinete realmente marcaba la diferencia.
Madera hizo un sonido.
Tanna le dio unas palmaditas en el cuello.
—Lo hiciste bien.
La confianza atravesó la niebla de la duda. Le gritó a Eli.
—Los estoy ejecutando de nuevo.
Cada una de las siguientes seis carreras fluctuó entre diecinueve punto
cinco y veintiuno punto uno.
Tanna se detuvo para reacomodar. Se quedó atrás junto a la puerta,
tentada a desmontar y dejar que Madera rodara por el suelo, comiera avena,
porque se lo merecía. Pero quería quedarse un poco más. Estaba
emocionada con este caballo. ¿Había pensado alguna vez que volvería a
decir eso? ¿Había pensado alguna vez que reemplazaría su miedo el tiempo
suficiente para recuperar su habilidad? Los aspectos prácticos volvían a
ella, si es que alguna vez se habían ido.
Regresó al área de entrenamiento y se detuvo frente a Chuck y Berlin,
quienes lucían idénticas sonrisas.
Chuck habló primero.
—Hiciste que nuestro caballo se viera bien.
—Oh, creo que lo contrario es lo verdadero. Es astuta. No se resiste al
bocado, lo que esperaba con la banda nasal, pero se opone a ser ensillada.
Tiene un salto del cuarto posterior corto y rígido si no le prestas atención.
Su cabeza debe estar más alta en el giro, pero creo que probarla con una
banda para la frente en lugar de una para la nariz ayudará. —Tanna palmeó
el cuello de Madera—. Esta chica se encabrita como una árabe y gira como
un caballo cuarto de milla. Pero esa explosión de velocidad me recuerda a
un pura sangre.
—No estás para nada alejada. Su madre era Red Rider, un caballo de
corte campeón. Su padre, Fool's Gold, también un caballo cuarto de milla,
pero se ganó su nombre por tener esa veta de pura sangre.
—¿Vosotros la criasteis?
—Criada, nacido y domada en nuestra casa. Teníamos la intención de
entrenarla como caballo de corte (entrenado para separar al ganado). La
chica puede correr, así que por impulso contactamos a un entrenador de
caballos de barril y trabajó con ella durante un año antes de que Natalie la
llevara al circuito. No tienes idea del estallido de energía que es verte
montarla—dijo Berlin—. Es como entregarle las llaves de tu coche a
alguien y que ellos demuestren que no es un Ford, sino un Ferrari.
Verdaderamente conmovida, Tanna dijo:
—Ese sí es un elogio. Gracias.
—Entonces, ¿estás interesado en entrenar con ella?
—¿Entrenar con? ¿Significa ponerme a cargo de prepararla para la
competencia y luego entregarle las riendas a otro competidor? No.
—¿Pero estarías dispuesto a aceptarla para ti misma?—le preguntó
Berlin.
—Estoy dispuesta a discutirlo.
Berlin y Chuck intercambiaron una sonrisa.
—Eso es lo que esperábamos escuchar. Te diré qué. Nos quedamos en
Rawlins. Nos gustaría invitarte a cenar y podemos hablar de eso entonces.
—Chuck miró a Eli y Sutton—. Ambos están invitados también.
—¡Genial! Me anoto—dijo Sutton.
Eli sonrió.
—Agradezco la invitación. Pero mi esposa y yo ya hicimos planes para
esta noche.
—Si no son impostergables, estaremos felices de que ella también
venga.
—Es muy amable por su parte ofrecerlo y se lo diré. Pero todavía me
negaré. Dice que me ha estado compartiendo toda la semana y quiere una
noche para nosotros. —Eli sonrió y le dio una palmada en la espalda a
Sutton—. Así que siéntete libre de estar afuera toda la noche.
Berlin se rio.
—Acordado.
—¿Quieres dejar Madera aquí? ¿O tienes arreglos para ella en otro
lugar?
—Si estás de acuerdo, la dejaremos.
—Genial. ¿Tanna?
—Me encantaría cuidar de ella.
—Estoy seguro de que lo harás. ¿Acordamos el Club Cattleman a las
ocho?
—Hasta entonces.
Ella desensilló a la yegua y la cepilló. Era un animal muy hermoso y lo
sabía. Sacudió su melena mientras Tanna la acicalaba. Después le entregó el
caballo a Eli para que la soltara.
—Deberías pedirle a Fletch que venga a la cena con los Gradsky esta
noche—dijo Eli.
—No quiero presionarlo. Se siente culpable si tiene que romper planes.
—Cierto. Pero pensé que estaría aquí hoy. ¿Te dijo que intentaría pasar
un rato?
—No. —Tanna acarició el cuello de Madera—. Pero está ocupado.
—Siempre está ocupado, así que esa es una excusa de mierda. Este fue
un gran día para ti. Debería haber estado aquí.
Ella había pensado lo mismo, pero le preocupaba estar actuando como
una novia perra si lo mencionaba, así que se guardó sus sentimientos para sí
misma.
—Hubiera sido bueno tenerlo aquí. Pero tenemos nuestras propias vidas.
Podría haber tenido una emergencia.
—Lo dejaste demasiado suelto. —Eli sonrió—. Estoy muy orgulloso de
ti, niña. Has recorrido un largo camino. Sé que le darás crédito a Fletch, a
Sutton, o tal vez a mí, pero al final del día, todo lo que has hecho, es todo
tú, Tanna. No dejes que nada ni nadie te quite eso hoy.
Eso la hizo llorar un poco.
—Eso significa mucho. Gracias, Eli. Por todo.
—De nada. Ahora vete.
Siguiendo un impulso, llamó a Fletch.
Contestó al primer timbre.
—Doctor Fletcher.
—¡No creerás el gran día que tuve! Madera puede correr. Dios, esa
yegua puede correr. La empujé con fuerza, me esforcé mucho y valió la
pena. De acuerdo, necesita algo de trabajo en áreas específicas, pero
realmente hicimos clic.
No dijo nada, lo cual no era propio de él.
—¿Fletch? ¿Todavía estás ahí?
—Si. Estoy aquí. Parece que todo está saliendo exactamente como
esperabas.
—El caballo es mejor de lo que esperaba, para ser honesta. Los Gradsky
quieren que la entrene, aunque no es un trato cerrado. Todavía tengo que
concretar los detalles, pero lo haremos esta noche. —Ella tomó aliento antes
de preguntarle si quería acompañarla.
Pero Fletch se le adelantó.
—¿Entonces te vas? Así sin más—dijo rotundamente—. Consigues un
caballo de primera y te vas.
—¡No! No es así. —Él parecía enojado. Realmente enojado.
—Mierda, Tanna. Debe haberles gustado lo que vieron en ti si están
dispuestos a negociar los términos después de un par de carreras. No me
digas que no vas a discutir un programa de entrenamiento con ellos, y
apuesto a que el entrenamiento se llevará a cabo en Colorado.
—¿Entonces que debería hacer? ¿Decir no?
—Ambos sabemos que no lo harás.
Maldito sea. Ahora ella estaba enojada.
—Mira, Tanna, hoy estoy abrumado. Tengo una larga noche por delante.
Llamadas para…
—Y Dios sabe que nunca dirías que no a eso, ¿verdad?
—¿Qué diablos se supone que significa eso?—chasqueó él—. Te dije
cuando nos involucramos que mi trabajo…
—Es todo para ti. Sí, yo lo entiendo. Solo pensé que quizás yo también
había comenzado a significar algo para ti. —Maldita sea. ¿Por qué había
dicho eso? Ahora sí sonaba como una novia llorona.
—¿Sí? Bueno, de este lado ocurre lo mismo, cariño. Tú eres quien
empaca y se va.
Un silencio espantoso se extendió entre ellos.
Finalmente, Fletch habló.
—No tengo tiempo para hacer esto en este momento.
—Hay una sorpresa. Te diré esto. No te molestaré, estás muy ocupado.
¿Si quieres hablar? Sabes donde encontrarme.
—A menos que ya estés en Colorado.
—A menos que tú saques la cabeza de tu culo, Doc, no te molestes en
contactarme—respondió ella.
—Tanna…
Ella colgó. Y lloró todo el camino de regreso a Split Rock.
¿Cómo podría uno de los mejores días de su vida en los últimos años ser
también uno de los peores?
Capítulo 34

—¡Mierda! —Fletch temblaba tan fuerte que se detuvo a un lado de


la carretera.
No estaba enojado con ella; estaba enojado con la situación. Sabía desde
el principio que ella no se quedaría en Wyoming y se aseguró que podría
manejarlo.
Sí, lo estás manejando muy bien. ¿Enfadarse cuando solo quería
compartir contigo sus buenas noticias?
Su teléfono sonó. Medio esperaba… no, esperaba que Tanna lo llamara
para rebanarle una lonja de piel como se merecía.
Pero no era ella. Era el servicio de contestador. Dejó que la llamada
fuera al buzón de voz mientras trataba de calmarse.
Respira. Piensa. ¿Cuál es el siguiente paso lógico?
¿Además de aparecer en su caravana, arrojarse a sus pies y confesarle su
amor? ¿Rogarle que se quede?
Ese sería un buen lugar para comenzar. El problema era que tenía que
haber una conversación de más de quince minutos entre sus llamadas de
emergencia, y ese era todo el tiempo que tenía de sobra ahora.
Podría devolverle la llamada y disculparse. Decirle que sabías que
necesitaban hablar. Eso al menos no dejaría este vacío colgando entre ellos.
Fletch tomó el teléfono solo para que sonara. El nombre de Jet Eriksen
apareció en la pantalla. Dejó que sonara de nuevo antes de responder.
—Hola, Jet. ¿Qué pasa?
—No quieres saberlo. Tengo una llamada de emergencia lejos y no
terminaré a tiempo para la cena de esta noche.
—¿Así que vas a cancelar la reunión? —Tenía la esperanza de que la
cena fuera cancelada una vez más y pudiera localizar a Tanna
inmediatamente después de su última llamada.
—No. Tasha todavía va. Probablemente Artie también estará ausente; su
asistente dijo que tuvo complicaciones en su última llamada. Sigo pensando
que sería bueno que tú y Tasha hablaran. Si Artie o yo terminamos
temprano, llegaremos. De cualquier manera, me mantendré en contacto.
—Bastante bueno. Gracias por hacérmelo saber. —Después de que
Fletch se desconectó, llamó a su servicio de contestador y recuperó el
mensaje. Una parada rápida, prometió el cliente. Pero Fletch sabía que si el
cliente llamaba tarde un sábado por la tarde, no sería algo de rutina.
Miró el reloj y suspiró. Tenía mucho que hacer en las próximas tres
horas antes de reunirse con su potencial socia comercial.
La única forma en que podría pasar este día sería hacer lo único que le
había pedido a Tanna que no le hiciera: compartimentar. Ponerle la tapa a su
ira, empujarla la caja al fondo de su mente y hacer su trabajo.
Pero se ocuparía de Tanna mañana a primera hora.

Tanna no pasó mucho tiempo preocupándose por su apariencia. Se


duchó, se dejó el cabello suelto, se puso un vestido de mezclilla, la hebilla
del campeonato y las botas vaqueras de alas de ángel.
Estaría enloqueciendo por el estallido con Fletch si ya no estuviera
obsesionada con esta reunión. Tendría que decirles a los Gradsky la verdad.
Decir una pequeña mentira piadosa de que todo había ido bien en esos
meses que estuvo fuera del foco de las miradas y antes de mudarse a
Wyoming le estaba haciendo un flaco favor a todo lo que había aprendido y
superado en los últimos tres meses.
El estacionamiento del Club Cattleman estaba abarrotado un sábado por
la noche. Dentro del concurrido restaurante, la anfitriona la llevó a una
mesa en la parte de atrás. Chuck empezó a levantarse cuando la vio, pero
ella le indicó que se sentara.
—Por favor siéntate. Estoy feliz de ver modales de caballeros sureños
en un norteño.
—Hablas como un verdadero tejano.
—Culpable.
—Sutton llamó. Surgió algo y no se unirá a nosotros.
Mantuvieron una conversación cortés durante unos minutos hasta que la
camarera les entregó las bebidas. Con los brindis hechos, se concentraron
en el menú en silencio.
Tanna tenía tal ataque de nervios, y todavía estaba tambaleándose por la
conversación con Fletch, que necesitaba algo para calmarla. Un trago de
tequila debería funcionar. Se disculpó y se dirigió a la barra.
Mientras esperaba al camarero, miró alrededor del restaurante y se
congeló cuando notó a Fletch en otra mesa. Llevaba esa hermosa sonrisa y
estaba completamente atento a su compañero de cena… una compañera.
¿Qué mierda? ¿Qué pasó con su afirmación de que estaría respondiendo
llamadas hasta altas horas de la noche? ¿Por qué le había mentido? ¿Por qué
había tenido una maldita pelea con ella y la había dejado cocerse en sus
jugos? ¿Una excusa para cenar con alguien más? ¿Y cuáles eran las
probabilidades de que terminaran en el mismo restaurante? Bastante buenas
teniendo en cuenta que Rawlins tenía unos cuatro lugares para comer que
no eran autoservicio
Sus emociones oscilaron entre la furia y la traición mientras miraba a
Fletch con la rubia, sus cabezas inclinadas en una conversación seria. La
ubicación de la cabina y su posición en ella indicaba que la habían elegido
por motivos de privacidad. Además, Fletch usaba el sombrero de vaquero
que mantenía su rostro en la sombra, y era muy dudoso que lo hubiera
usado porque le preocupaba que lo interrumpieran por consejo veterinario
durante su cena íntima. Cuando la mujer sonrió y apretó la mano de Fletch,
Tanna tuvo que apartar la mirada.
Merodear en las sombras la hacía sentirse ridícula, infantil y como una
acosadora. Debería acercarse a la mesa y exigir saber qué estaba pasando.
Encáralo, no te dejes pisotear. Tanna arrastraría a esa mujer fuera del
restaurante por el pelo y le daría una tremenda paliza en el estacionamiento.
Sí, eso causaría una gran impresión en los Gradsky. Escabullirse para
tomar un trago de tequila y después comenzar una pelea de tirones de pelo
en un restaurante con una mujer que no conocía. Por mucho que le doliera
el corazón y le hirviera la sangre, tenía que olvidarse de Fletch y
concentrarse en por qué estaba allí.
Tanna salió del bar sin ordenar el chupito y regresó a Chuck y Berlín.
—Lo siento. Vi a alguien que conocía. Ahora, antes de que me ofrezcan
algo, hay algunas cosas que deben saber sobre mí y lo que ha sucedido en
mi vida durante los últimos dos años y medio.
Chuck y Berlin escucharon con atención. En un momento, Berlin se
acercó y puso su mano sobre la de Tanna. Para cuando terminó la historia,
la camarera había renunciado a tomar su pedido.
El silencio se prolongó, no un silencio particularmente cómodo.
Cuando Berlin dijo:
—Solo voy a ver adónde se fue nuestra camarera—y Chuck la siguió,
Tanna tuvo una sensación de desánimo. Probablemente había sido
demasiado honesta. Sutton debería haber estado aquí para patearla debajo
de la mesa.
Pasaron unos minutos atroces hasta que regresaron Chuck y Berlin.
Apareció una camarera y Tanna recitó la comida sin saber realmente lo que
había pedido.
Berlín se inclinó hacia delante.
—Se agradece tu honestidad. Así que tú también te mereces la nuestra.
Hemos tenido media docena de jinetes con Madera en los últimos dos
meses y ella nunca se desempeñó como lo hizo contigo. Es por eso que
todavía creemos que eres una pareja perfecta y que podrías ganar otro
campeonato nacional con nuestro caballo.
—Siento un pero.
—Pero sentimos cierta ambivalencia de tu parte sobre si todavía estás
interesada en competir en el deporte al nivel que acostumbrabas.
—Tal vez estáis sintiendo mi miedo de que nunca volveré a ese nivel,
independientemente del caballo en el que esté.
—Tanna, te observamos hoy. Francamente, no nos importa una mierda
engañarte con falsos halagos. Nos preocupamos por el rendimiento. Y eso
es una cosa que puedes hacer: rendir. Imagínate la diferencia que harán
incluso dos meses de entrenamiento con Madera. —Los ojos de Chuck
brillaron—. Puedes reducir su tiempo a doce segundos en la CRA del
próximo año.
Tanna resopló.
—Cuando las ranas críen pelos. Aunque un año, durante una práctica en
Galveston, el ojo electrónico nos midió a Jezabel y a mí en once punto
nueve ocho. Asumí que la máquina estaba dañada.
Ellos rieron.
—Entonces, esto es lo que estamos proponiendo. —Chuck expuso todo
y Tanna se quedó atónita por su generosidad. Por primera vez, en mucho
tiempo, y desde que había montado a Madera, sintió que no estaba acabada.
Estas personas creían en ella, lo que le ayudaba mucho a creer en sí misma.
Sutton también tenía razón en esto: montar a Madera le permitió vislumbrar
la campeona que solía ser. La campeona que podría volver a ser.
—¿Puedes estar allí la semana que viene?—le preguntó Berlin—.
Realmente nos gustaría hacer una prueba en un pequeño rodeo en
Lodestone en tres semanas.
Lodestone podría ser un rodeo pequeño, pero era importante, con una
gran bolsa y muchos puntos que ganar, ya que el fin de semana del Día del
Trabajo marcaba el comienzo del fin para que los vaqueros y las vaqueras
se clasificaran para la final mundial. Lo mejor de lo mejor en rodeo asistía a
Lodestone. Sería el momento perfecto para empezar el chismorreo de que
Tanna Barker volvería a la acción el primero del año con un caballo nuevo.
Entonces sus esperanzas se hundieron un poco. Le había asegurado a
Harper y al equipo de Split Rock que estaría todo el verano y quedaban tres
semanas. Lainie y Celia se habían esforzado por asegurarle el trabajo.
Esfumarse sería una mala manera de pagarles.
—¿Tanna?
Ella levantó la mirada.
—Lo siento. Mira. Esto es mucho para procesar. Obviamente estoy muy
interesada. Pero me gustaría un día o dos para pensarlo, ver si se me
ocurren otras preguntas o inquietudes.
Chuck asintió.
—Bastante justo.
La conversación se centró en conocidos mutuos, chismes de rodeo y
siempre, quién estaba en la cima de las tablas de clasificación en los
distintos eventos de rodeo. Terminaron cerrando el lugar.
Después de separarse, Tanna optó por no conducir de regreso a Muddy
Gap. Tomó la última habitación del motel frente al bar. Por alguna extraña
coincidencia o destino, o tal vez el universo la estaba poniendo a prueba,
terminó en la misma habitación que había compartido con Fletch en su
primera noche en Wyoming.
Eso parecía haber pasado hacía mucho tiempo. Nunca hubiera adivinado
que él era el indicado.
Mientras se estiraba en medio de la cama tamaño king, las imágenes de
aquella noche seguían pasando por su mente. Sí, el sexo había sido genial,
pero ahora había mucho más entre ellos. Aunque ninguno de los dos se
animó y dijo la palabra “A” todavía, había amor allí. El tipo de amor para
siempre que no se desvanecía después de una pelea estúpida.
Una vez que ambos se enfriaran, podrían discutir a dónde iban desde
aquí.
Porque ella podría estar dejando Split Rock, pero no lo estaba dejando a
él.

El domingo por la mañana temprano, después de entender lo idiota que


había estado con Tanna el sábado por la tarde, Fletch condujo hasta Split
Rock. Su camioneta no estaba estacionada frente a su remolque.
Una sensación de pánico se apoderó de él. ¿Ya se había ido? Golpeó la
puerta más fuerte de lo necesario. Al no escuchar respuesta, entró y gritó:
—¿Tanna?
Sin respuesta.
Ella no había dormido en su cama. Su cafetera estaba sin usar. Su
portátil estaba sobre la mesa de café. Él se desplomó contra la pared,
aliviado de que ella no se hubiera escapado en medio de la noche, sin
despedirse, que era nada menos de lo que se merecía después de la forma en
que había actuado la última semana.
Fletch había inventado excusas para no verla después de que le contara
que los dueños de los caballos estaban tan ansiosos por reunirse con ella
que se dirigían a Wyoming lo antes posible. ¿Era una forma mezquina y
estúpida de reaccionar? Sí. Él había justificado sus acciones; si pasaba
tiempo con Tanna, lo más probable es que se mostrara enojado, no
comprensivo, y ella merecía apoyo en este momento crucial de su carrera.
No importaba cuánto deseara que tuviera éxito, temía que si lo tuviera
significaría el final de ellos.
Fletch no quería que terminaran. Nunca. Debería haberle dicho cómo se
sentía en lugar de ser un idiota. Le había mentido; nunca había estado
enamorado antes de conocerla. Nunca le había dicho a una mujer que la
amaba y no tenía idea de cómo hacerlo. Soltarlo durante el sexo parecía…
de alguna manera falso.
Y no decirle que la amas estuvo de alguna manera… ¿mejor?
Al menos su día entero no había sido un desastre, cargado de
frustración. La noche anterior, Fletch había pasado mucho tiempo hablando
con Tasha. Ella también sufría de agotamiento por sostener una práctica
sola. Juró que aceptaría menos dinero, si eso fuera posible, si eso le daría
más tiempo con su esposo y el bebé que estaba gestando.
Cuando salieron del restaurante, Arnie y Jet llamaron para pedirles que
se reunieran con ellos en la cafetería. Llegaron a un acuerdo informal y las
ruedas se pusieron en marcha para combinar cuatro prácticas en una.
Habían acordado compartir la noticia con sus empleados y volver a reunirse
en el potencial sitio comercial al final de la semana.
Estaba tan emocionado por este gran cambio en su vida que se encontró
llamando a Tanna para compartir las buenas noticias, pero colgó cuando se
dio cuenta de que eran las dos de la mañana. Oh, y estaba cabreada como el
infierno con él.
¿Dónde estaba?
Mientras se desplazaba por su lista de contactos para llamarla, su
teléfono sonó. Numero desconocido.
—Doctor Fletcher—respondió distraídamente.
—¿Fletch? Soy Bran. Estoy llamando desde el teléfono de Les. Mierda,
hombre, tengo un gran problema con mi ganado. Varios han muerto y no sé
qué diablos está pasando. Nunca había visto esto antes. ¿Alguna posibilidad
de que puedas pasar? ¿Como de inmediato?
Era la primera vez que escuchaba a Bran entrar en pánico.
—Voy en camino.
Capítulo 35

En el camino de regreso a Split Rock a última hora de la mañana del


domingo, Tanna tomó la carretera que la llevaba a casa de Celia y Kyle
Una Celia de ojos soñolientos, abrió la puerta.
—¿Tanna? ¡Guau! Mírate disfrazada con un vestido. —Ella sonrió—.
¿Estoy presenciando el camino de la vergüenza? ¿O realmente te levantaste
y fuiste a la Iglesia?
—Jamás. Larga historia.
—Adelante. No tengo nada más que tiempo para escucharla.
El perro se dejó caer rápidamente en medio del suelo y Tanna casi
tropezó con él.
—Lo siento. Patches siempre tiene que quedar entre la puerta y yo. Algo
protector.
—¿Cómo estás mamá hoy?
—Ansiosa por tener al pequeño cabrón en mis brazos en lugar de dentro
de mí. Este último mes se me hará eterno, lo sé. —Celia señaló la sala de
estar y se sentó en el sofá, ocupando la mayor parte del espacio, dejando a
Tanna en la esquina—. Ya no puedo sentarme en el sillón reclinable porque
no puedo levantarme.
—Pareces… más redonda. Pero tienes ese brillo feliz, así que me siento
con derecho a odiarte un poco.
—Y tienes esa pequeña línea entre tus cejas que me dice que estás
molesta, o irritada o enojada, o las tres.
Tanna se rio.
—No puedo engañarte.
—¿Entonces que hay de nuevo?
—¿Versión corta? Me ofrecieron la oportunidad de volver a entrenar y
posiblemente competir.
—¿Qué? ¿Cuándo pasó eso? ¡Es genial! —Celia empujó los pies contra
la parte exterior del muslo de Tanna—. Ahora dime la versión larga.
Lo hizo.
Cuando terminó, Celia estaba extrañamente seria.
—No me sorprende que alguien quiera mostrar tu habilidad sobre su
caballo, pero estoy emocionado por ti, T.
—Gracias. Realmente hice clic con Madera. Incluso más rápido que con
Jezabel. Sonará cursi, pero es como si nos estuviéramos estado esperando
una a la otra.
—No es cursi en absoluto. ¿Entonces qué vas a hacer?
—Tengo dos opciones. Preguntarles a Chuck y Berlin si dejarán a
Madera en el rancho de Eli hasta que haya cumplido mi compromiso con
Split Rock. Lo que no veo que suceda. O puedo pedir dos días libres
seguidos, solicitar trabajar el tercer día en el salón. Eso me daría dos días
completos de entrenamiento más parte de otro durante las próximas tres
semanas.
—¿Qué tan lejos está su rancho?
—Cuatro horas y media. Un tramo corto para un viejo perro de la
carretera como yo. Y supe de Garrett esta mañana. Es oficial que también se
está asentando en Colorado.
—¿Haciendo qué?
—No me dijo nada excepto seguridad. Así que podría ser cualquier
cosa, desde ser un policía de un centro comercial hasta trabajar en una
empresa secreta de tipo militar, hasta ser un guardia de cruce escolar.
—Eso será bueno para ti, tenerlo cerca de nuevo.
—Hemos tenido varias charlas largas y algunas cosas están más claras
para mí, en cuanto a lo que pasó con mi padre antes y después de que mi
madre murió.
—¿Vas a intentar arreglar las cosas con él?
—Nop. La pelota está firmemente en la cancha de mi padre. Pero voy a
dejar de culparlo por lo repentino de la decisión de vender el rancho cuando
fui yo quien no vio las señales.
Celia frunció el ceño.
—Estoy confundida.
Tanna palmeó el tobillo hinchado de su amiga.
—Olvídalo. No estoy confundida y eso es bueno. ¿Dónde está Kyle?
—En casa de Bran. Soltó un montón de ganado y comieron… bueno, no
están seguros de lo que comieron. Pero cinco han muerto y algunos terneros
están enfermos y otros no. Fletch tiene las manos ocupadas, así que Kyle
fue a ayudar. No espero verlo hasta tarde esta noche. —Miró a Tanna con
los ojos entrecerrados—. ¿No te dijo Fletch adónde iba?
—No he visto a Fletch desde el martes. —Para que a Celia no se
ocurriera curiosear, la cabeza, añadió apresuradamente—. Pero he estado
entrenando en el rancho de Eli cuando no he estado trabajando, así que
estamos al azar. —Ella se puso de pie—. Tenía otra razón para venir. Me
llevo mi remolque de caballos. Es un desastre. Decidí que hoy es el día en
que se limpiará.
—No tienes que moverlo para limpiarlo. Hazlo aquí.
—De ninguna manera. Te ofrecerás como voluntaria para ayudar y yo
diré que no, y lo harás de todos modos, y tu esposo se enojará y se quedará
con mi pellejo. —Ella se estremeció—. Kyle es un tipo que da miedo
cuando está cabreado.
—¿Cuándo lo has visto cabreado?
—En el hospital después de tu pequeño percance con la monta de toros.
Celia sonrió.
—Probablemente no nos hubiéramos casado si no fuera por esos puntos.
—Incorrecto. —Tanna la besó en la frente—. Tú y Kyle estabais
destinados a estar juntos. —Colocó su mano sobre el duro montículo del
vientre de Celia—. Ya amo a este pequeño cabrón, así que cuida de ti y del
bebé G, mamá. Hablaremos pronto.
Harper se presentó en Wild West Clothiers el lunes por la mañana
temprano.
Tanna había terminado una nueva exhibición de joyas. Se suponía que
los trozos de cordel colgados entre un pequeño estante envuelto con rafia
parecían paja… pero no había resultado tan bien como esperaba Tanna.
Harper se detuvo frente a él. Lo miró de arriba abajo y dijo:
—No.
Mierda.
—Toma algo de beber. Necesitamos hablar. —Entonces Harper le dio la
vuelta al cartel ¡ESTARE DE VUELTA EN TREINTA MINUTOS! y se
dirigió a la trastienda.
Ella y Harper tenían una relación de trabajo amistosa, pero no eran
amigas. Y habían pasado muy poco tiempo juntas, por lo que parecía que
estaba en problemas con su jefa.
Tanna tomó una botella de agua y la siguió.
Harper se había sentado a la mesa plegable, con los papeles extendidos
frente a ella.
—Me ha llamado la atención que solicitarás un cambio permanente en
el horario. Dado que no tenemos favoritismos con la hermana de Tierney en
cuanto a sus preferencias de horarios, no puedo tenerlos contigo. Pero éste
es un tema oportuno, ya que contrataré personal permanente para que se
incorpore después del Día del Trabajo. Estoy reduciendo mis horas debido a
mis mayores responsabilidades en casa con un segundo hijo. Así que
Harlow se quedará en Wild West Clothiers hasta el final y tú… estás libre.
A partir de hoy.
—¿Qué? Me quedan tres semanas .
Fue entonces cuando Tanna notó que Harper no la estaba mirando. De
hecho, Harper no había hecho contacto visual ni una vez durante este mal
despido.
—Esto es una mierda. Merezco saber lo que realmente está pasando
aquí, jefa.

Harper miró hacia arriba, con una sonrisa trémula en los labios.
—Dispara. Apesto por ser la gran jefa mala y despedirte por tu propio
bien como Celia y yo estuvimos de acuerdo…
—¿Qué tiene que ver Celia con que yo pierda mi trabajo?
—Ella vino ayer y me dijo lo que estaba pasando contigo y por qué tenía
que dejarte ir de inmediato.
Esa mocosa.
—Aunque admiro tu intención de terminar tu compromiso con nosotros,
me temo que no puedo dejar que hagas eso. Entonces yo estoy… mmm…
despidiéndote.
—Despidiéndome—repitió Tanna. —¿Porque no te dejaré sin personal
por el resto de la temporada de verano?
—Eso suena ridículo. Pero sí. Se te relevará de tus puestos en Split
Rock y Wild West Clothiers con efecto inmediato.
¿Qué mierda? Esto era más que extraño.
—Pero…
Los ojos de Harper eran suaves, pero decididos.
—Tanna. ¿De verdad estás discutiendo conmigo? Esta es tu oportunidad
de oro para volver a las carreras que amas, o al menos amaste en un
momento, y averiguar si has terminado con ella en tus propios términos.
Tan buena como eres en este trabajo… para ti es solo un trabajo.
—¿Celia no te importunó con esto?
Harper arqueó una ceja.
—¡Qué va!
—Tienes personal para cubrir…
—Sí, lo tenemos.
—¿Quién más además de Harlow? ¿Está tu hermana Liberty regresando
a Muddy Gap? Porque entiendo si quieres darle un trabajo ya que es una
veterana lesionada en el cumplimiento del deber.
Harper se rio.
—Mi hermana lleva la marimacho al extremo. Estaría horrorizada si
tuviera que usar algo además de camuflaje. Su idea del infierno no es
Afganistán. Es verse obligada a peinarse, maquillarse y ponerse un vestido,
tratar de vender ropa y accesorios a las mujeres que aman toda esa mierda
insípida de chicas frívolas… como ella la llama. Tendría demasiado miedo
de contratarla porque sacaría su arma y dispararía a los clientes que la
molestaran.
¡Ay! Liberty no sonaba en nada como la dulce y elegante Harper.
—Liberty encontrará su lugar después de su breve tiempo de
recuperación, simplemente no aquí. —Harper deslizó un sobre manila sobre
la mesa—. Tu último cheque de pago. También cartas de recomendación.
—¿En serio?
Harper le dio a Tanna una sonrisa de satisfacción que era común en ella.
—En serio. Fuiste una gran empleada y estoy agradecida de que hayas
podido reemplazarme. Ciertamente espero que no desaparezcas de nuestras
vidas para siempre.
Hubo una apertura.
—¿Cómo terminaron las cosas con el ganado ayer?
La tristeza cruzó su rostro.
—Perdimos veinte vacas y doce terneros. Bran está harto de eso.
Habríamos perdido el doble si no fuera por Fletch. Estuvo allí hasta pasada
la medianoche. —Su mirada se encontró con la de Tanna—. ¿Están todavía
tú y él…?
—No lo sé.
—Es un buen hombre, Tanna. Uno de los mejores que conozco. Se
merece una mujer que esté allí cuando llegue a casa a medianoche. Pero
también necesita saber cuándo decir basta en su trabajo.
Eso la sorprendió.
Debe haberlo demostrado porque Harper se rio.
—Ponte en marcha antes de que cambie de opinión y te haga derribar
ese horrible exhibidor.

Otro día y otra noche agotadores. Tan agotadores que Fletch se había
quedado dormido.
Entonces, cuando Cora llamó para chequearlo dado que ya eran las diez
de la mañana, él masculló algo sobre estar enfermo y le dijo que dirigiera
sus llamadas de emergencia a Jet Eriksen durante todo el día.
Fletch no había estado mintiendo, exactamente. Estaba enfermo.
Descorazonado.
Se arrastró fuera de la cama y se duchó. A medio camino de Muddy
Gap, se preguntó si debería haberle traído flores o algo. Durante el resto del
viaje no se le ocurrió ningún gran discurso para darle a Tanna; solo
esperaba que ella le diera la oportunidad de hablar.
Su estómago dio un vuelco al ver el remolque de caballos de Tanna a lo
largo de la valla trasera, especialmente cuando vio la puerta de la vivienda
abierta y los trastos tirados por el suelo. Estacionó detrás de ella,
esencialmente bloqueándola.
No iba a dejar ir a esta mujer sin luchar.
Se acercó a la puerta. No se molestó en llamar; simplemente irrumpió.
—¿Tanna?
Ella se dio la vuelta.
—¿Fletch? ¿Qué haces aquí?
Su corazón dio un último latido antes de darse la vuelta y caer a sus
pies. Esta hermosa mujer era su dueña. Corazón y alma. Sangre y hueso.
—Vine a disculparme.
—Ok. Pero estás en la mitad de una jornada laboral. ¿Estás de almuerzo
o algo así?
—No. Me reporté enfermo.
Su boca se abrió.
—¿Qué? Nunca llamas para reportarte enfermo.
—Lo sé. —Borró la distancia entre ellos y acunó su rostro entre sus
manos—. Esto no podía esperar un día más. Sé que debería habértelo dicho
antes, pero lo estoy diciendo ahora. Tanna. Te amo. —Y la besó.
El beso no fue un duelo de lenguas y lujuria desenfrenada, aunque
hervía justo debajo de la superficie como siempre lo hacía con ellos. Pero
era más una afirmación de cómo se sentía él.
La pregunta era: ¿ella sentía lo mismo?
De mala gana se separaron. Apoyó un lado de su rostro contra su
corazón.
—Disculpa aceptada. Te extrañé mucho. Odio pelear. Especialmente con
alguien a quien amo.
Le inclinó la cara hacia arriba.
—¿Puedes mirarme cuando dices eso?
—Te amo.
—Ay, dulzura sureña, eso es lo mejor que he escuchado.
Ella le sonrió.
—Me sentí bien al decirlo finalmente. Casi tan bien como se sintió al
escucharlo.
Fletch la besó de nuevo.
—Necesitamos hablar.
—Lo sé. —Ella dio un paso atrás—. Toma asiento.
Nunca encajaría en el banco con la mesa plegable. La maldita cosa tenía
que haber sido hecha para enanos. Otro banco corría a lo largo del muro
corto opuesto. Se sentó y tiró de ella sobre su regazo para que lo mirara a la
cara.
—Fletch. Se supone que debemos estar hablando.
—Lo haremos. Pero nos mantendremos cerca así mientras hablamos
como un recordatorio para cada uno de nosotros de lo correcto que es
cuando estamos tan cerca.
—Eres un hombre tan dulce y maravilloso.
—Pero aún así me estás dejando. Te mudas a Colorado.
—No sé si se si me mudaré—dijo en un tono tranquilizador—. Llamé a
los Gradsky esta mañana después de que Harper hablara conmigo y
aceptara su oferta. Así que iré allí a entrenar. Estamos siendo poco estrictos
con los planes porque con todas las incógnitas, las cosas pueden cambiar
rápidamente.
—No quiero que te vayas—dijo Fletch en voz baja.
Tanna se quedó helada.
—¿No quieres que me vaya o me estás pidiendo que me quede?
—Ambas. —Él suspiró y se pasó la mano por el pelo antes de volver a
mirarla a los ojos—. Sé lo que significa esta oportunidad para ti. Una
oportunidad de volver a hacer lo que amas, lo que debes hacer. Nunca te
pediría que no vivas tu sueño, Tanna.
—¿Pero?
—Pero ya hay un gran vacío en mi vida por tu partida y ni siquiera te
has ido todavía. Por eso me alejé de ti. Pensé que sería fácil acostumbrarme
a que te hayas ido. Pero no fue así. Ni por un maldito instante.
Ella parpadeó y lo instó sin palabras a continuar.
Él no pudo mantener el contacto visual cuando confesó la siguiente
parte. Se quedó mirando una fea figura de vaca, con una falda de hierba que
estaba en el mostrador opuesto.
—¿Quieres saber por qué no vine a verte el sábado?
—¿Por qué?
—Porque hubiera sido feliz si hubieras sido mala. Dios. ¿En qué clase
de hombre me convierte eso?
—En un hombre honesto. —Una pausa—. ¿Hubiese sido feliz si hubiera
tenido éxito?
—Más que feliz porque sé lo mucho que has luchado. ¿Así que ves?
Estaba jodido de cualquier manera. Dios, Tanna, te amo y me está matando
verte empacar incluso cuando no intento detenerte.
Silencio.
Tanna enmarcó su rostro entre las manos y echó la cabeza hacia atrás.
—Me amas, ¿cierto?
—He estado enamorado de ti desde la noche en que nos conocimos. —
Él sonrió levemente—. De hecho, creo que te dije que te amaba esa noche
en el bar.
—Estabas bromeando.
—¿Lo estaba? Cuando te vi en la marca tuve la sensación de que
estábamos destinados a estar juntos. A medida que nos conocimos, tenía la
esperanza de que te enamoraras de mí. De que te alejaras de las carreras de
barriles y viviéramos felices para siempre. Incluso tuve esta fantasía secreta
de que vinieses a trabajar para mí como mi asistente veterinario. Pero en
algún momento, entendí que por perfecto que fuera ese escenario para mí,
no sería perfecto para ti. Siempre te preguntarías si te conformaste conmigo
porque no podrías tener lo que realmente querías.
—Pero nunca lo dijiste… nunca me animaste a dejarlo. De hecho,
exactamente todo lo contrario. Me obligaste a montar a caballo ese día.
—No era lo que yo quería, pero era lo que necesitabas. Lo hice sabiendo
que te estaba ayudando a acercarte un paso más a alejarte de mí.
Las lágrimas se acumularon en los ojos de Tanna.
—Así que en el último día y medio desde nuestra pelea por teléfono,
tuve que preguntarme qué veías en mí y por qué te quedarías conmigo.
Trabajo horas locas. He roto más planes de los que hice. He puesto el
cuidado de los animales por encima de la mayoría de las relaciones
humanas. Ah, y no me voy a hacer rico haciéndolo, así que hay un incentivo
extra para ti. Cuando enumeré todas las razones por las que no deberías
estar conmigo, mierda, ni siquiera yo quería estar conmigo.
Ella soltó una risa ahogada.
—Siempre quiero estar contigo. ¿En cuanto a lo que veo en ti? —Sus
ojos se enternecieron—. Fletch. Eres gentil y amable, pero también eres
rudo y obsceno. Me haces reír, me haces pensar, pero sobre todo me haces
feliz. En mi mente, eso te hace casi perfecto. —Cuando abrió la boca para
protestar, ella le tapó los labios con los dedos—. Cállate y escúchame.
August Fletcher. Te amo. La clase de amor loco del tipo quiero-golpear-a-
esa-rubia en el Club Cattleman contigo el sábado por la noche es amor para
siempre.
Él se echó hacia atrás para mirarla.
—¿Estabas ahí?
—Para una reunión de negocios con Chuck y Berlin Gradsky. Fue un
poco difícil concentrarse.
—¿Por qué no viniste y dijiste algo? Me hubiera encantado presentarte a
Tasha ya que pasamos la mitad de la noche hablando de ti. —Sus ojos se
entrecerraron—. ¿Pensaste que algo estaba pasando entre nosotros?
—Tenía los ojos llorosos y todo del tipo ¿cómo podría él? Primero.
Después me cabreé. Pero entonces me puse a pensar en mi amistad con
Sutton y cómo por fuera podría parecer más. Me creíste cuando dije que no
lo era. Decidí que si no podía confiar en ti, entonces no tenía nada que hacer
contigo. Y no me equivoqué; quiero estar contigo a largo plazo. Incluso
cuando sé que pasaremos mucho tiempo separados.
—Siempre he evitado las relaciones a distancia porque sabía que
eventualmente terminarían. Esto es diferente. —Rozó su boca sobre la de
ella—. ¿Porque tú y yo?, dulzura sureña, nunca vamos a terminar.
—Entonces, ¿qué hacemos para que esto funcione?
—Lo que sea necesario. Entrenarás en Colorado. O volverás aquí
cuando tengas un descanso, o iré allí cuando tenga un descanso.
—Suena… realizable. Solitario mientras estemos separados, pero
factible. —Tanna le dio un golpe en el pecho—. Superarás tu problema con
los mensajes de texto. Espero recibir mensajes de texto tuyos al menos un
par de veces al día.
.
Le besó la nariz
—Todo lo que quieras. Me sentiré solo sin ti, vaquera, especialmente
estos primeros meses cuando estés entrenando duro y yo estableciendo la
práctica veterinaria con mis nuevos socios.
Eso llamó su atención. Tanna le frunció el ceño.
—¿Qué dijiste?
—Aquí están mis buenas noticias. En los próximos meses combinaré
prácticas con otros tres veterinarios. Reducirá todas nuestras horas de
guardia durante la semana. Y solo estaríamos de guardia un fin de semana
al mes, tal vez dos.
Su sonrisa iluminó su mundo.
—Eso es tan maravilloso para ti.
—Para nosotros—corrigió—. Preveo viajes por carretera a Colorado en
mi futuro los fines de semana que no esté trabajando. O puedo volar a
donde estés compitiendo. —Él sonrió—. Sería una ventaja para ti tener un
veterinario que te ayude a cuidar de tu elegante caballo nuevo, ¿no crees?
Ella rio.
—Sí. Pero esto de la asociación veterinaria surgió de repente.
Fletch le colocó un mechón de cabello detrás de la oreja.
—Llegaste a mi vida de repente y la cambiaste por completo. Después
de estar contigo…. vi la vida que quería. La forma de conseguirla es
haciendo algunos cambios y éste será un buen cambio para mí.
—Para nosotros—bromeó—. Pero en esa misma línea, estar aquí, estar
contigo me ayudó a ver que no tengo que ser la mujer que se define a sí
misma solo como una corredora de barriles. Puedo garantizarte que no
estaré en la carretera más de lo necesario si tengo a ti al volver a casa.
—Debes hacerlo. —Fletch le dio un beso en la oreja—. Me encanta
pensar en ti en nuestra casa y en nuestra cama.
—Me vas a hacer llorar.
—No hay tiempo para las lágrimas, cariño. Tenemos cosas que hacer.
¿Cuándo te vas a Colorado?
—Pasado mañana.
Él sonrió.
—Entonces, si empacamos rápido, ¿podemos saltearnos nuestras cosas
el resto del día?
—Mmmjá. Y mañana iré a las llamadas contigo, porque sé que tendrás
mucho para ponerte al día después de jugar conmigo. —Tanna le pasó los
brazos por los hombros—. Tal vez podría ser una traviesa asistente
veterinario y podrías pensar en formas creativas de castigarme al final del
día.
—Cuenta conmigo. —Hizo una pausa demasiado larga y una expresión
de preocupación cruzó su rostro.
—¿Qué?
—Antes de que nos adentremos demasiado en nuestros planes para el
día, tengo que preguntarte algo realmente importante.
El shock cruzó su rostro.
—Fletch. No sé si estoy lista para eso.
Fletch frunció el ceño. Entonces se dio cuenta de que había hecho que la
pregunta sonara un poco siniestra y se rio.
—Definitivamente quiero casarme contigo algún día, más temprano que
tarde, pero eso no era lo que te iba a preguntarte. —Fletch le apartó el pelo
de la cara—. Quería preguntar si podíamos pasar por casa de mi padre hoy
para que puedas conocerlo.
—Me gustaría eso. Mucho.
—Bueno. Ahora, mientras hacemos nuestro trabajo, quiero que me
cuentes todo sobre este caballo.
Epílogo

Catorce meses después…

—¿Te asegurarás de que reciba alimento adicional?


—Sí, señora.
—Y pasarás mucho tiempo cepillándola.
—Lo haré.
—Y revisa sus cascos después de que la lleves a través del
estacionamiento.
—Lo prometo.
Tanna apoyó la cara contra el cuello de Madera.
—Lo hiciste bien, niña. Jodidamente bien. Ojalá tuviera una corona de
rosas para colgarla del cuello porque los ganadores del Kentucky Derby no
tienen nada que hacer contigo.
Madera piafó.
—Tanna, eres la siguiente—siseó Berlin.
—Damas y caballeros. ¡Den la bienvenida a su campeona mundial de
CRA, Tanna Barker!
Ella se enderezó el sombrero, se secó las lágrimas y atravesó la suave
tierra que cubría el suelo del MGM Grand Arena. Dos vaqueros le
ofrecieron una mano y la subieron al podio. Los ayudantes del podio, dos
jóvenes vaqueras, levantaron la silla y la hebilla del cinturón del
campeonato. Tanna agitó ambos brazos hacia la multitud, su corazón latía
locamente.
—Entonces, Tanna Barker, ¿cómo se siente volver a ser Campeona
Mundial de la CRA?
—Asombroso. Maravilloso. Aleccionador. Estoy encantada de estar
aquí.
—Han sido un par de años difíciles para ti. ¿Alguna vez pensaste que
volverías? ¿Y si lo hicieras que volverías a la cima tan rápido?
—Mierda no. Quiero decir, diablos, no.
Risas.
—¿Cuáles son los secretos de tu éxito?
—El apoyo es clave. Chuck y Berlin Gradsky de Grade A Horse Farms
me asociaron con Madera, el mejor caballo del mundo. Mis patrocinadores
me apoyaron durante todo el año. Ha sido un gran año en muchos sentidos.
Así que le dedico esta victoria a mi prometido, el doctor August Fletcher,
quien creyó en mí y me apoyó en este duro viaje para volver a hacer lo que
amo. —Levantó la hebilla del cinturón—. Esta victoria es genial, pero él
siempre será lo mejor que me haya pasado porque no estaría aquí si no
fuera por él. —Ella tragó saliva y se tomó un momento para controlar sus
emociones para no derrumbarse como una tonta llorona frente a doscientas
mil personas—. Por último, necesito dar un reconocimiento a mis amigos
en mi ciudad natal de Wyoming, que están sentados en el Buckeye en este
momento, animándome. ¡La próxima ronda es mía!
—¿Wyoming?—repitió el locutor—. ¿Pero no eres de Texas?
—Estoy orgullosa de haber nacido y sido criada en Texas. Pero mi
corazón y mi alma, mi vida y mi hogar están en Wyoming.
Después de decirlo, Tanna se dio cuenta de que nunca se habían dicho
palabras más verdaderas.

Dos horas después…

—Dulzura sureña, ¿qué dijiste que hacías para ganarte la vida?


Ella sonrió tímidamente.
—No dije. Pero un chupito de Patrón soltaría mucho mi lengua.
Él hizo señas al camarero.
La expresión del rostro femenino decía tonto.
—Normalmente no comparto a que me dedico porque tiende a ser visto
como… un poco guarro. Pero haré una excepción contigo, jefe—le confesó,
después de beberse el tequila. Deslizó las manos por su pecho, agarrando
las solapas de su chaqueta—. Mira, soy una campeona mundial de carrera
de barriles. Una corredora de barriles cuatro veces campeona del mundo.
De hecho, acabo de ganar mi cuarto título mundial esta noche.
—¿Es cierto? Bueno, las felicitaciones están a la orden del día.
—Sí, señor. —Ella batió las pestañas—. Gané una hebilla de cinturón de
oro realmente grande. Pero si quieres verla y obtener una demostración
personal de lo bien que monto, bueno, campeón, tendrás que subir a mi
habitación.
Fletch se rio.
—Hay demasiada gente ahí en este momento para satisfacer mi gusto.
Pero tengo una habitación privada reservada para esta noche más tarde si
estás interesada.
—Estoy muy interesada.
—¿Así que estás matando el tiempo en un honky-tonk… hasta que
llegue el hombre correcto?
—Nop. Ya he embolsado y etiquetado a mi señor Correcto. Solo
esperando a que se procese el papeleo que lo hace oficial.
Le sonrió a su futura esposa y se enroscó un mechón rizado de su
cabello alrededor del dedo. Desde la última vez que la vio en el podio de los
ganadores, sus largos mechones habían sido recogidos en un elaborado
peinado y su maquillaje había sido rehecho. Tanna siempre se veía hermosa,
pero esta noche un brillo extra de felicidad y anticipación la rodeaba.
—Te ves espectacular, cariño. Soy el hombre más afortunado del
mundo.
Ella le rodeó el cuello con la mano y acercó su boca a la de ella para
besarla. Un beso largo. En los últimos catorce meses habían aprendido a
aprovechar sus momentos íntimos cuando podían. No importaba que
estuvieran en un ruidoso bar en el Strip de Las Vegas. En lo que a ellos
respecta, eran los únicos en el universo.
Tanna rompió el beso, pero lo mantuvo en el lugar, apoyando su frente
en la de él.
—Santas bolas de mierda, Doc. ¿Puedes creer que gané esta noche?
—No hay duda de que ganarías, ya que eres la mejor en lo que haces. —
Él coló otro beso—. Estoy tan orgulloso de ti, Tanna.
—Yo también estoy orgullosa de mí. Pero no podría haberlo hecho sin
ti.
—Buen discurso, por cierto. —En los últimos diez días, casi me había
vuelto ronco animándola desde las gradas de la arena. Le dolían las manos
de tanto aplaudir. Y cuando su dura y dulce vaquera de Texas desafió las
probabilidades y trepó al podio para reclamar su victoria, no se molestó en
secarse las lágrimas.
—Quise decir cada palabra que dije. —Ella se ocupó de su pajarita—.
Te ves sexy con este esmoquin. Pero no puedo esperar para quitártelo más
tarde en la suite nupcial.
Fletch colocó su mano sobre la de ella, que descansaba sobre su
corazón.
—Así que todo lo que tienes que hacer es ponerte tu elegante vestido de
novia y tus zapatos de raso y estarás feliz de encontrarme en la capilla de
bodas… —Miró el reloj—… ¿en cuarenta y cinco minutos? —La mujer
loca había fijado la fecha de su boda hacía dos meses, para la 1:01 am,
inmediatamente después de que terminaran las CRA Nationals. Sabía que
todos sus amigos y parientes estarían en Las Vegas para apoyarla durante la
última noche, ganara o perdiera, así que tenía sentido casarse aquí. Pero ella
había insistido en mantener lo que, según ella, sería el día más feliz de su
vida, casándose con él, un día diferente al día en que compitió por el
campeonato mundial.
—Estaré allí, aturdida como una colegiala, nerviosa como una virgen,
cachonda como un sapo. —Ella mordió el final de su barbilla—. Estar en
habitaciones separadas las últimas noches ha apestado.
—Ninguna discusión de mi parte. Entonces, ¿cómo lograste deshacerte
de Celia, Lainie, Harlow, Summer y todas las Mud Lilies? Pensé que te
tenían bajo llave en la habitación preparada.
—No estaba segura de poder escapar cuando recibí tu mensaje de texto.
Pero tan pronto como Garnet puso en marcha a Bobby Darin, me escabullí.
—Ella sonrió—. ¿Cómo escapaste de la cueva masculina?
—Por sugerencia mía, Eli, Hank, Kyle, Devin, mi padre y tu hermano
decidieron probar suerte jugando al Texas Hold 'em, con el pretexto de
ganarnos un regalo de bodas en efectivo. —Fletch le levantó la barbilla y la
miró a los ojos—. Quería que nos encontráramos solos para poder darte tu
regalo de bodas antes de la ceremonia.
August Fletcher. Pensé que habíamos dicho que no había regalos.
—Éste es un regalo para los dos de verdad. —Inspiró lentamente—.
Renner acordó convertir ese gran edificio vacío en Split Rock en un campo
de entrenamiento. Tendremos que arrendarlo, pero tu tiempo de
entrenamiento tendrá prioridad. Y los Gradsky firmaron la autorización
para que trabajes con Madera allí, en lugar de en sus instalaciones de
Colorado.
Su mandíbula casi golpea el suelo.
—¿En serio?
—Completamente.
—¿Entonces la próxima temporada no tendré que pasar la mitad de mi
tiempo en Colorado?
—Nop.
—No es que quiera mirarle los dientes a un caballo regalado, ja, ja,
pero… ¿por qué?
—Supongo que Renner, o más probablemente la mandamás financiera,
Tierney, preferiría tener algunos ingresos mientras espera que el programa
comercial de cría de ganado sea viable, en lugar de dejar que el edificio
permanezca sin usar otros dos años. Hasta los Gradsky… saben que cuidas
mejor a su caballo que a ti misma. —Él le dedicó una sonrisa—. Además,
que tengas a un veterinario de primer nivel a tu entera disposición, día y
noche, para tratar a tu nuevo caballo ganador de premios, también pesó
mucho a nuestro favor.
Tanna chilló y lo abrazó.
—Ésta es la mejor noticia de la historia. —Lo besó—. Te amo mucho.
—Más besos—. Muchísimo.
—Yo también te amo.
El móvil de Tanna comenzó a vibrar en la barra.
—Dime. Se dieron cuenta de que faltaba. Me tengo que ir.
—¿Me prometes que me encontrarás en la capilla? ¿No vas a
acobardarte y huir?
—Nunca volveré a huir. De hecho, puedo correr por ese pasillo para
llegar a ti.
—Y mis brazos estarán bien abiertos para atraparte. —Él la beso—.
Siempre.
Fin
L CONO del SILENCIO
Traducción

Colmillo
Corrección

La 99
Edición

El Jefe
Diseño

Max
Notas

[←1]
Se refiere a Mr Bean, Barbara Bean and little baby bean.
[←2]
Obviamente está agregando una s a Texas para que quede Tex-culo.
[←3]
Lassie es un personaje de ficción que se empleó durante años en
películas, series de televisión y libros de aventuras: se trata de una
perra collie de la que se diría con el tiempo que era "la perra más
famosa del mundo”.
[←4]
[←5]
[←6]
"Cutting horse", caballo de apartar, es una competencia de rodeo (con raíz en el trabajo del
rancho) en donde el vaquero usa su caballo para separar a una sola vaca del resto de la vacada
y evitar que regrese. El caballo tiene que ser súper ágil. Es un caballo común, típicamente un
Quarter Horse americano, criado y entrenado para apartar.
[←7]
Poner maneas o atar con cuerdas a un animal.
[←8]
[←9]
Después del sexo, cuando el semen se filtra y cae sobre la alfombra, mata a los posibles niños
y los convierte en ángeles sobre la alfombra.
[←10]
El enanito Gruñón de Blancanieves.
[←11]
Jazz significa rollo y jizz esperma. Imposible de conservar esto al traducirlo.
[←12]
doggie style, signica hacer el perrito, estar sobre tus manos y rodillas mientras follas.

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