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Unidad 4 La acción y reacción

La acción

Según los civilistas, la acción no es más que el derecho deducido en juicio. Para los
procesalistas, en cambio, la acción es la facultad que tiene una persona para
presentarse ante los tribunales de justicia solicitando el reconocimiento o la
declaración del derecho que cree tener.

Distingue así, el Derecho Procesal, entre el derecho sustantivo y el adjetivo; en otras


palabras, entre el derecho cuya protección se reclama y el derecho a reclamar de
dicha protección cuando el primero de ellos es amenazado o violado.
Ejemplo: el derecho de dominio, desconocido, da origen a la acción reivindicatoria.
Puede que el que recurre a los tribunales, ejerciendo la acción reivindicatoria, sea
o no dueño de la especie cuyo derecho de dominio pretende.
Sin embargo, en cualquiera de estos dos casos, la acción será admitida a
tramitación, siempre que se ejerza en conformidad a la ley. En cambio, sólo será
acogida la acción cuando le demostremos al juez que somos realmente titulares, no
sólo de la acción ejercitada, sino, además, del derecho cuya protección
pretendemos; en este caso, del derecho de dominio.

Importancia del estudio de la acción.

Para aplicar con las reglas de competencia de los tribunales, en especial las reglas
de competencia relativa, tomando en consideración las diversas clases de acciones
que pueden ejercitarse ante ellos.

Para saber qué clase de pruebas tendremos que rendir dentro del pleito, puesto que
ellas también se ajustan a la diversa naturaleza de las acciones; como, además,
para el juez, quien, al decidir el asunto controvertido, tiene que pronunciarse sobre
todas las acciones que se hayan hecho valer, so pena de nulidad.

Para saber si hay o no cosa juzgada, será asimismo necesario conocer a fondo las
acciones, puesto que para ello habrá que comparar la acción hecha valer en el
primer pleito, y fallada también dentro de ese primer pelito, con la que se pretende
hacer valer nuevamente en el juicio posterior.

Naturaleza jurídica de la acción.

a) Para la teoría clásica, la acción es un elemento del derecho cuya protección se


reclama ante los tribunales cuando ha sido violado; o sea es el derecho sustantivo
mismo puesto en ejercicio. La acción, en consecuencia, desde el punto de vista
clásico, supone un derecho y la violación del mismo; por lo cual, sus elementos
esenciales deben ser, necesariamente, tres: derecho, interés y calidad. De ahí
también que se afirme que no hay derecho sin acción, ni acción sin derecho,
participando la acción de la naturaleza del derecho que trata de proteger. Esta
teoría, de fondo civilista, fue expuesta por Savigny; luego, desarrollada por los
tratadistas franceses y españoles, y de allí pasó a nuestro Derecho.
b) Según la teoría alemana –conocida igualmente con la denominación de la acción
como derecho autónomo–, la acción es, en verdad, un derecho autónomo, esto es,
independiente del derecho sustantivo mismo, y que se hace valer en contra del
Estado y del adversario. Participa, por lo tanto, de las características del Derecho
Público, pues al Estado le corresponde dispensar la tutela del derecho, si bien, en
definitiva, esto sólo afectará al adversario. Cultores de esta teoría son los clásicos
alemanes Windscheid, Muther, Watch, Degenkolb y otros.

c) Chiovenda afirma, en cambio, que la acción es un derecho autónomo potestativo.


Entiende este autor por derecho potestativo aquel que depende de la sola voluntad
del titular, sin que el sujeto pasivo esté obligado a hacer nada para satisfacerlo.
Entre estos derechos potestativos, Chiovenda ubica a la acción; y, por consiguiente,
la define como el poder jurídico de dar vida a la condición para la actuación de la
ley mediante la intervención de los órganos jurisdiccionales.
En todo caso, este derecho de acción tiene vida independiente, y se hace valer
frente al Estado, pero contra el adversario.
La acción, pues, trata de obtener la satisfacción del derecho violado, más allá de la
actuación del derecho material mismo.

d) Goldschmidt sostiene que la acción es un derecho subjetivo tendiente a colocar


al titular de ella en situación de obtener una sentencia favorable; y para Carnelutti,
la acción tiene una función procesal, pues es el conjunto de actividades
desarrolladas por las partes ante el juez y que le colocan en situación de dictar una
sentencia justa, que es la extrema finalidad del proceso.

e) Couture: la acción es una de las formas típicas del derecho de petición,


consagrado en las Constituciones Políticas, siempre que sea ejercido ante el Poder
Judicial, y de acuerdo con las formalidades de la ley procesal respectiva.
Agrega que, cuando el derecho de petición se ejerce ante el Poder Judicial, bajo la
forma de acción, ese poder jurídico resulta coactivo para el demandado, que debe
defenderse si no quiere verse perjudicado en sus intereses; y para el juez, que debe
substanciar y sentenciar la causa, so pena de incurrir en las responsabilidades
legales consiguientes.

Elementos de la acción.

Los sujetos de la acción, a su vez, se clasifican en: activo y pasivo. Sujeto activo de
la acción es el titular de la misma; o sea, la persona que la ejerce y que dentro del
proceso reviste el papel de demandante.

Sujeto pasivo de la acción es la persona en contra de la cual ella es dirigida y que


dentro del proceso reviste el rol de demandado. Ambos sujetos, el activo y el pasivo,
deben ser perfectamente individualizados. No pueden ejercerse acciones ni por ni
contra personas cuya individualidad sea imprecisa e indeterminada. Diversos
preceptos de nuestro Derecho lo demuestran (arts. 170, N1; 254, Nos 2y 3; 303, N
4; 309, N 2, y 314 CPC).
El objeto de la acción.

Es el efecto que se persigue con su ejercicio, o sea, el derecho cuyo reconocimiento


o declaración se pretende. Para conocer el objeto de la acción es necesario
preguntarse qué se pide por medio de ella. No hay que confundir tampoco el objeto
de la acción con la cosa pedida. Ejemplos: en un juicio reivindicatorio de un fundo,
el objeto de la acción será el reconocimiento o declaración del derecho de dominio
sobre dicho fundo, y en cambio, la cosa pedida será el fundo mismo; en un juicio
sobre cobro de dinero, el objeto de la acción será el reconocimiento o declaración
de la existencia del crédito de que se trata en nuestro favor, y, en cambio, la cosa
pedida, la cantidad determinada de dinero que cobramos en nuestra demanda, etc.

La causa, por el contrario, como elemento de la acción, según nuestro propio


Derecho positivo, es el fundamento inmediato del derecho deducido en juicio (art.
177, inc. final, CPC). Para conocerla debemos preguntarnos por qué pedimos la
declaración o reconocimiento del derecho. En los ejemplos anteriores, tenemos que
la causa de la acción reivindicatoria del fundo sería el título y modo de adquirir de la
cosa reivindicada, como ser, un contrato de compraventa y su correspondiente
inscripción, o bien nuestra calidad de herederos de su anterior dueño, o sea, los
fundamentos o antecedentes que justificarían nuestro supuesto derecho de
dominio; y en la acción de cobro de dinero, el contrato de compraventa o el contrato
de mutuo de los cuales emanarían nuestro derecho y la consiguiente obligación del
demandado de cumplir con el crédito cuyo cumplimiento reclamamos.

Este problema de los elementos de la acción reviste una importancia fundamental


cuando se trata de estudiar la identidad de las acciones, como medio de comprobar
también si concurren o no los requisitos necesarios para oponer la excepción de
cosa juzgada.

Condiciones de ejercicio de la acción: la existencia de una pretensión jurídica que


hace valer ante un tribunal de justicia, y el hecho de hacer valer esa pretensión
jurídica de acuerdo con las formalidades procesales que las leyes establecen. Basta
que se reúnan estas dos condiciones, para que la acción tenga que ser admitida a
tramitación.

Las condiciones de admisión de la acción. Se trata de aquellos elementos o


requisitos que deben concurrir a fin de que la acción pueda ser acogida en definitiva.
En efecto, para que el actor vea triunfar sus pretensiones, se dice que se requieren
las siguientes condiciones: derecho, calidad e interés.

Derecho a la acción implica invocar un hecho ante el juez, demostrarlo en seguida


y, además, que tal hecho esté realmente protegido por la norma legal que debemos
invocar. Por regla general, de todo derecho nace una acción para protegerlo
judicialmente; pero hay veces que el derecho no tiene acción, como es el caso del
acreedor de una obligación natural, o del acreedor de ciertas y determinadas
obligaciones cuyo incumplimiento sólo autoriza la aplicación de sanciones o
medidas de carácter administrativo, como las multas, etc. En estos casos, el
demandado se excepcionará sosteniendo la falta de derecho de la acción, la que
tendrá que ser rechazada, en definitiva.
Calidad en la acción significa que ella debe ser ejercida por el titular del derecho y
en contra de la persona obligada; en otros términos, hay calidad cuando el proceso
se va a desarrollar entre las mismas personas, o entre sus sucesores, que dieron
origen a la relación jurídica material o sustancial. La falta de calidad en el actor
supone, pues, no ser titular del derecho material cuya protección se pretende.

El demandado se excepcionará sosteniendo esta falta de calidad, y la acción


también tendrá que ser rechazada en definitiva. Claro es que hay casos de
excepción en que la acción puede ser ejercitada por otra persona distinta del titular
el derecho; por ejemplo, los acreedores en representación de su deudor, cuando
concurren los demás requisitos que la ley de fondo se encarga de señalar. Se trata
de los derechos auxiliares del acreedor frente a su deudor, los que en nuestro
Derecho positivo sólo existen cuando un texto legal expreso así los consagre. Otro
caso de importancia, en relación con el requisito de la calidad, es el que se presenta
en el ejercicio de las acciones populares.

Por último, el interés en la acción también es un requisito de admisibilidad de la


misma. Este interés debe ser actual y jurídico. Los tribunales no están llamados a
hacer declaraciones de carácter teórico.

Habrá interés en la acción ejercitada por el actor, cuando en realidad la protección


jurisdiccional que pretende es el único medio adecuado para la salvaguardia de su
derecho (ejemplos: un predio está gravado con dos hipotecas y el primer acreedor
demanda al deudor solicitando la nulidad de la segunda hipoteca; aquí el
demandante carece de interés y su acción será rechazada en definitiva).
Hay dos proverbios jurídicos que demuestran la importancia de este tercer requisito
de admisión de la acción, los cuales dicen: sin interés no hay acción; el interés es
la medida de la acción.

Clasificación de las acciones.

Según su objeto o finalidad, las acciones se clasifican en: de condena, declarativas,


constitutivas, ejecutivas y precautorias.

Acciones de condena son aquellas mediante las cuales el actor persigue que el
demandado sea condenado a una determinada prestación en su favor (ejemplos: la
acción reivindicatoria, que tiene por objeto que el demandado sea condenado a
restituir a demandante la cosa mueble o inmueble reivindicada; la acción de cobro
de un saldo insoluto de precio de compraventa que tiene por objeto que el
demandado sea condenado a pagar al demandante dicho precio, etc.). Se trata de
las acciones más comunes en la vida del Derecho.

Acciones declarativas son aquellas destinadas a obtener la simple declaración


acerca de una situación jurídica que, en el hecho, aparece incierta (ejemplos: la
acción que persigue la nulidad de un determinado contrato; la acción que pretende
la declaración de un determinado estado civil, o bien la impugnación de un
determinado estado civil, etc
Hay similitud entre ambas, pues también las acciones de condena requieren de una
declaración acerca del derecho cuya prestación se pretende; pero difieren en que
en las acciones de condena, la declaración es previa para poder exigir la prestación;
en cambio, en las acciones declarativas, el interés del actor queda satisfecho con la
sola declaración, no siendo susceptibles de cumplimiento compulsivo.

Acciones constitutivas son aquellas que persiguen la obtención de estados jurídicos


nuevos mediante la dictación de la sentencia respectiva. Se habla asimismo de
acciones constitutivas de estado y de derechos. Ejemplos de las primeras: las
acciones de interdicción, divorcio, nulidad de matrimonio, filiación, etc.; ejemplo de
las segundas: las acciones sobre cobro de perjuicios provenientes de actos ilícitos,
que en verdad tienden a conseguir un crédito que antes no se tenía. La importancia
de estas acciones –en particular, las constitutivas de estado– radica en que la
sentencia produce efectos erga omnes, esto es, respecto de todo el mundo, y que
estos efectos se producen sólo para lo futuro y jamás afectan al pasado.
Hay una corriente doctrinaria que les niega existencia independiente a las acciones
constitutivas y las considera involucradas dentro de las acciones de condena o de
las declarativas.

Acciones ejecutivas son aquellas que tienden a obtener el cumplimiento forzado de


una prestación, que consta fehacientemente de algún documento al cual la ley le
atribuye mérito ejecutivo (ejemplo: la acción que tiende a obtener el cumplimiento,
por la vía ejecutiva, de una obligación que consta de una sentencia ejecutoriada o
copia autorizada de escritura pública o de un documento privado reconocido, etc.).
Acciones precautorias son aquellas destinadas a garantizar el cumplimiento de una
prestación cuyo reconocimiento o declaración judicial aún se halla pendiente,
ejemplos típicos de ellas son todas las medidas aunque desde el punto de vista
formal sean incidentes.

b) Según el derecho que protegen, las acciones pueden clasificarse en: civiles y
penales, y todavía, estas últimas, subclasificarse en: penales públicas, privadas y
mixtas; muebles e inmuebles, reales y personales; principales y accesorias; y
petitorias y posesorias.

Acciones civiles son aquellas en que el derecho cuya protección se pretende es de


naturaleza civil; y acciones penales son aquellas en que el derecho cuya protección
se pretende es de naturaleza penal.
Importancia difieren en cuanto a la competencia de los tribunales llamados a
conocer de ellas, al procedimiento a que se hallan sometidas, a los diversos medios
probatorios con que se acreditan, a los efectos de las sentencias que las resuelven,
etc.
Acciones muebles son aquellas que protegen un derecho mueble, o sea, el que se
ejerce sobre cosa mueble o versa sobre un hecho debido. Acciones inmuebles, en
cambio, son aquellas que protegen un derecho inmueble, es decir, el que se ejerce
sobre una cosa inmueble. Esta clasificación tiene gran importancia para los efectos
de las reglas de competencia de los diversos tribunales llamados a conocer de
ellas.
Acciones reales son aquellas que protegen un derecho real, esto es, las que se
ejercen sobre una cosa sin respecto a determinada persona (ejemplos: la acción
reivindicatoria, la acción hipotecaria, la acción prendaria, etc.).

Acciones personales son aquellas que protegen un derecho personal, esto es, que
se ejercen respecto de determinadas personas que por un hecho suyo o la sola
disposición de la ley han contraído las obligaciones correlativas (ejemplos: la acción
de cobro del precio de una compraventa, que la ejerce el vendedor en contra del
comprador; la acción de restitución de un mutuo, que la ejerce el mutuante en contra
del mutuario, etc.). Esta clasificación también tiene importancia para los efectos de
determinar la competencia del tribunal llamado a conocer de ellas.

Acciones principales son aquellas que protegen un derecho independiente, o sea,


aquel que puede subsistir por sí solo (ejemplo: la acción de cobro del precio de una
compraventa). Acciones accesorias son aquellas que protegen un derecho
accesorio, vale decir, que necesitan de otro derecho para subsistir (ejemplos: la
acción prendaria, que requiere de la existencia de un derecho principal al que está
garantizando la prenda; la acción hipotecaria, que se encuentra en igual condición,
etc.). La importancia de esta clasificación radica solamente en que la acción
accesoria sigue la suerte de la principal.

Acciones petitorias son aquellas que protegen el derecho de dominio (ejemplo: la


acción reivindicatoria). Acciones posesorias son aquellas que protegen la posesión
(ejemplo: los interdictos o querellas posesorias). En las primeras acciones sólo se
discute y prueba el dominio; en cambio, en las segundas sólo se discute y prueba
la posesión, sin que el dominio tenga influencia alguna.

c) Por último, según la calidad del que ejercita la acción, pueden las acciones
clasificarse en: directas, indirectas y populares.
Acciones directas son aquellas que las ejerce el titular del derecho mismo (ejemplo:
la acción reivindicatoria hecha valer por el dueño de la cosa reivindicada). Acciones
indirectas son aquellas que se hacen valer por terceras personas a nombre del
titular del derecho, pero por expresa disposición de la ley (ejemplo: la acción
pauliana). Acciones populares son aquellas que se hacen valer por cualquiera
persona del pueblo en el solo interés de la comunidad (ejemplo: el interdicto de obra
ruinosa).

Pluralidad de acciones.

Se halla reconocido en el inciso 1 del artículo 17 del Código de Procedimiento Civil,


al expresar que “en un mismo juicio podrán entablarse dos o más acciones con tal
que no sean incompatibles”.
Permitir que en un mismo juicio puedan deducirse dos o más acciones siempre que
no sean incompatibles, evita que entre las mismas partes tengan que seguirse dos
o más juicios, en circunstancias que bien pueden ser tramitados y fallados en un
solo proceso, y, al mismo tiempo, entraña una mayor comodidad para las partes
litigantes y una disminución de trabajo para los tribunales. Su fundamento, es la
economía procesal.
Hay que hacer notar que, en todo caso, las acciones no requieren forzosamente
hallarse ligadas por vínculo jurídico alguno; basta que se ejerciten entre un mismo
demandado y un mismo demandante.
Ejemplo: en un juicio declarativo ordinario puedo perseguir el pago de un saldo del
precio de una compraventa en contra de mi comprador como, igualmente, el pago
de una determinada suma de dinero que había prestado a esta misma persona.

También debemos llamar la atención hacia que, para el demandante, es facultativo


deducir o no en un mismo juicio dos o más acciones. Si quiere, puede deducirlas,
por separado, en juicios independientes.
Además, es indiferente que las acciones sean o no una consecuencia de las otras.
Ejemplo: entablo una acción de cumplimiento de contrato, y, conjuntamente, una
acción de indemnización de perjuicios por el incumplimiento de ese contrato.
Naturalmente que el ejercicio de dos o más acciones en un mismo juicio está sujeto
a ciertas limitaciones; y ellas son: deben ser compatibles y deben hallarse sometidas
a un mismo procedimiento. Que las acciones sean compatibles significa que puedan
ser cumplidas simultáneamente sin dificultad alguna. No obstante, la ley permite
que en una misma demanda puedan proponerse dos o más acciones incompatibles,
para ser resueltas una como subsidiaria de la otra (art. 17, inc. 2, CPC). Ejemplo:
en una demanda se propone la acción de cumplimiento de contrato, y, en subsidio,
la acción de resolución del mismo. En subsidio es sinónimo de “para caso denegado
de la acción principal”.
En seguida, aun cuando las acciones sean compatibles, o siendo incompatibles se
hayan propuesto en forma de ser resueltas una en subsidio de la otra, lo cierto es
que todas deben estar sujetas a un mismo procedimiento. Así, en un juicio ejecutivo
no podremos deducir una acción de este último carácter y una acción declarativa
ordinaria, por cuanto ambas se hallan sujetas a distinto procedimiento.
Sin embargo, no habrá inconveniente legal alguno para que en una misma demanda
se propongan acciones que deban tramitarse de acuerdo con el procedimiento
declarativo ordinario, y también acciones que deban tramitarse, si se dedujeren
aisladamente, conforme a algún procedimiento declarativo especial. En este caso,
todas las acciones se someterían al primer procedimiento, ya que el ejercicio de las
acciones que deban tramitarse según el procedimiento declarativo especial,
juntamente con las otras, implica desde luego la renuncia a este procedimiento
especial consagrado en favor del actor, renuncia que la ley tampoco prohíbe.
.
El emplazamiento.

Toda acción se propone mediante una demanda, que debe ser presentada ante el
tribunal competente, quien la tramita conforme a las reglas preestablecidas por la
ley procesal, en atención a la naturaleza específica de la acción ejercitada.
Cualquiera que sea la naturaleza de la acción deducida, y, por consiguiente,
cualquiera que sea la tramitación a que se ajuste, el hecho es que, en todo caso,
ella debe ser notificada al demandado, esto es, debe ser puesta en su conocimiento
juntamente con la resolución que haya recaído en la demanda respectiva (ejemplos:
traslado, si se trata de un juicio ordinario, o bien, vengan las partes a comparendo
al quinto día hábil, más el término del emplazamiento si el demandado no está en
el lugar del juicio, a contar de la última notificación, si se trata de un juicio sumario.
El demandado, a su vez, notificado que sea de la demanda y de la resolución que
en ella hubiere recaído, tiene un plazo para defenderse, o sea, para contestarla.
La notificación, pues, de la demanda hecha en forma legal al demandado y el
transcurso del plazo que éste tiene para contestarla, se conocen técnicamente con
la denominación de emplazamiento. En consecuencia, el emplazamiento es un
trámite procesal complejo, desde el momento en que consta de dos requisitos
o elementos: la notificación en forma legal al demandado de la demanda y de su
proveído, y el transcurso del plazo señalado en la misma ley para contestarla.
No cabe, por lo tanto, confundir la notificación con el emplazamiento. Este es mucho
más amplio que la primera, siendo la notificación un elemento o requisito integrante
del emplazamiento.

La notificación debe ser hecha en forma legal, lo que significa que debe ser
efectuada personalmente al demandado; y el plazo señalado por la ley al
demandado para que conteste la demanda debe ser completo y varía según la
naturaleza del juicio. Así, en los juicios ordinarios, por regla general, es de quince
días; en los juicios especiales, de cinco días, en los juicios ejecutivos, de cuatro
días, etc. Ello, se refiere al emplazamiento en única o primera instancia; porque
también hay emplazamientos en la segunda instancia.
Cualquiera que sea el emplazamiento de que se trate, tiene como fundamento el
principio universal de derecho que dice que nadie puede ser condenado sin ser oído
previamente, esto es, sin que se le ofrezca la oportunidad de hacer valer sus
descargos o defensas; y es tal la importancia que nuestras leyes procesales le
atribuyen, que lo han elevado a la categoría de trámite o diligencia esencial, de
suerte que su omisión autoriza interponer recurso de casación en la forma en contra
de la sentencia que se hubiere dictado en semejantes condiciones para anularla y
reponer el proceso al estado de emplazar legalmente al demandado.

Efectos de la notificación legal de la demanda.

Una vez notificada legalmente la demanda produce importantes efectos,


de orden civil y procesal.

a) En la esfera del Derecho Civil, o sea, del derecho material o sustancial, la


notificación legal de la demanda tiene la virtud de constituir en mora al deudor, de
interrumpir la prescripción, de transformar la prescripción extintiva de corto tiempo
en prescripción de largo tiempo, y de convertir en litigiosos los derechos para los
efectos de su cesión.
Constituye en mora al deudor, porque ella supone dos elementos: el retardo
culpable en el cumplimiento de una obligación y una interpelación del deudor por
parte del acreedor (art. 1551 CC). La ley civil habla de interpelación judicial y ésta
no puede ser otra que la interposición de una demanda por el acreedor, legalmente
notificada al deudor. Interrumpe la prescripción, es decir, conserva el derecho
mientras la instancia se mantenga pendiente. Esta interrupción de la prescripción
afecta tanto a la prescripción adquisitiva como a la extintiva, y aluden a ellas los
artículos 2503 y 2518, inciso 3, del Código Civil, respectivamente.
Transforma la prescripción, extintiva de corto tiempo en prescripción extintiva de
largo tiempo, porque así lo dispone el artículo 2523 del Código Civil, al decir que la
prescripción de corto tiempo se interrumpe desde que interviene requerimiento, o
sea, demanda judicial, y que, en tal caso, sucede a la prescripción de corto tiempo
la de largo tiempo. Por último, convierte en litigioso un derecho, en atención a que
el artículo 1911 del Código Civil dispone que “se entiende litigioso un derecho, para
los efectos de los siguientes artículos, desde que se notifica judicialmente la
demanda”.

b) En el campo del Derecho Procesal, la notificación legal de la demanda tiene la


virtud de prevenir en el juicio y de hacer retroceder los efectos de la sentencia a la
época en que aquella fue practicada.
Prevenir en el juicio significa ligar, desde el mismo momento en que se practica la
notificación legal de la demanda, tanto al tribunal llamado a conocer de ella en
cuanto a las partes litigantes. El tribunal queda ligado a tramitar la causa y a
sentenciarla en definitiva, porque sabemos que, requerida la intervención de un
tribunal en forma legal y en negocios de su competencia, no puede excusarse de
ejercer su autoridad, ni aun a pretexto de falta de ley que resuelva el conflicto (art.
10, inc. 2, COT). El demandante queda ligado a perseverar en la causa, que él
mismo ha iniciado, a menos que desee desistirse de ella; pero, en tal caso, este
desistimiento tendrá la virtud de hacer extinguir sus acciones (art. 150 CPC).

Por fin, el demandado también queda ligado al juicio, puesto que debe comparecer
a defender sus derechos, so pena de que si no lo hace continuará en su rebeldía,
afectándole directamente sus resultados.
Puede acontecer que transcurra un tiempo más o menos largo desde la notificación
legal de la demanda hasta que quede ejecutoriada la sentencia que poner término
al juicio y que declara un derecho en favor del demandante. Este derecho, por
aplicación de los principios generales, pues la verdad es que no hay un texto legal
expreso sobre el particular, se considera existente, y, por consiguiente, reconocido
para todos los efectos legales, desde la notificación de la demanda.
La aplicación de este principio no tendrá dificultad alguna cuando la sentencia sea
de naturaleza condenatoria o declarativa; mas no acontecerá lo mismo tratándose
de sentencias constitutivas, las cuales tienen la virtud, precisamente, de producir
efectos hacia lo futuro (ejemplo: una sentencia que declare el divorcio entre los
cónyuges).

La excepción :Actitudes del demandado.

Una vez que el demandado ha sido legalmente notificado de la demanda, puede


adoptar tres diferentes actitudes: aceptarla, no decir nada, o bien defenderse.
Cada una de estas actitudes tiene diversos efectos dentro del Proceso.

El demandado acepta la demanda.

Aceptar la demanda contraria significa reconocer lisa y llanamente las pretensiones


del demandante. Se trata de un acto de disposición; y, por lo tanto, debe ser hecho
por el propio demandado, o bien por medio de mandatario judicial con facultad
especial para ello (art. 7, inc. 2, CPC).
La aceptación de la demanda por parte del demandado, no obstante su importancia
y contenido, no tiene la virtud, como a primera vista pudiera creerse, de poner
término al juicio. Todo lo contrario: produce un efecto muy diferente; o sea, libera al
juez de la obligación de recibir la causa a prueba, limitándose simplemente a citar a
las partes para oír sentencia, pero siempre que se hayan evacuado los trámites de
réplica y dúplica (art. 313, inc. 1, CPC).

Sin embargo, hay casos en que la aceptación de la demanda por parte del
demandado ni siquiera produce los efectos antes señalados. En otros términos, a
pesar de que el demandado acepte la demanda contraria, el juez tendrá la
obligación de recibir la causa a prueba; y ello acontecerá cuando en el juicio esté
comprometido el orden público o el interés general de la sociedad (ejemplos: juicio
de nulidad de matrimonio, juicio de divorcio, juicio sobre filiación, etc.).
En estos últimos casos, el juez recibirá la causa a prueba, y el demandante, si desea
ver prosperar su acción en definitiva, tendrá que rendir las pruebas pertinentes, en
igual forma que si el demandado hubiere negado terminantemente los hechos en
que aquella se funda, valiéndose de todos los medios probatorios que franquea la
ley; salvo la confesión judicial del demandado, pues, de aceptarse, se vulnerarían
las leyes de orden público y se permitiría la colusión entre las partes, dándose origen
al tipo de procesos que la doctrina llama fraudulentos.

El demandado no dice nada.

En este segundo caso, en que el demandado demuestra un desprecio absoluto por


la suerte del juicio, no será posible que con su actitud venga a perjudicar los
derechos del demandante, y es por eso que el legislador ha creado la institución de
las rebeldías. Cada trámite del juicio, pues, se da por evacuado en rebeldía del
demandado; en otros términos, en su ausencia.
Prácticamente, equivale a dar por evacuados los respectivos trámites, tal como si
realmente los hubiera cumplido el demandado, pero negando los hechos que sirven
de fundamento a la demanda.
Vencido el plazo precluye la facultad del demandado rebelde para evacuar el trámite
de que se trata y el juez, en su oportunidad, recibirá la causa a prueba tal como si
en realidad existieren hechos sustanciales y pertinentes controvertidos.
Queda subentendido que también se notifican al demandado rebelde todas las
resoluciones que se van dictando en el proceso, lo mismo que si hubiera
comparecido, pues el hecho de no comparecer no lo priva de la calidad procesal de
parte en el juicio.
El silencio del demandado tampoco implica, en manera alguna, aceptar el principio
de que quien calla otorga. Todo lo contrario, porque desde el punto de vista
procesal, salvo los caos en que la ley expresamente establezca otros efectos o
sanciones, quien calla no dice nada, y aun podríamos agregar que quien calla niega.
Excepción a lo anterior la encontramos en el juicio de desahucio, en el cual, cuando
el demandado no se opone al desahucio, y el demandante lo ratifica, se dicta
sentencia, acogiendo la acción respectiva bajo la sola palabra de este último,
y sin necesidad de probar los hechos en que se la fundamenta.

En segunda instancia sucede todo lo contrario con el silencio del apelado. Si no


comparece en el término legal, no se le toma en cuenta para nada; pues queda
rebelde por el solo ministerio de la ley, considerándose legalmente notificado de
todas las resoluciones que se dicten en el juicio, por el hecho de estamparse en el
proceso, y sin perjuicio naturalmente de poder comparecer en cualquier momento;
pero, en tal caso, deberá hacerlo por medio de procurador del número o de abogado
habilitado (art. 202 CPC).

El demandado se defiende.

Este tercer caso, naturalmente, es el de más ordinaria ocurrencia, y la manera de


hacerlo será oponiendo las llamadas excepciones.
En consecuencia, excepción es el medio de que dispone el demandado para
defenderse de una acción que se ha interpuesto en su contra.
Hay autores que acostumbran distinguir entre excepción y defensa. Será excepción
la que ataca directamente la acción, en términos tales de enervarla o destruirla. Será
defensa, en cambio, la simple negación del hecho en que se fundamenta la acción.
Ejemplo de excepción: me demandan cobrándome la suma de un mil pesos y
contesto sosteniendo que he pagado, o que la obligación es nula, o que la obligación
está prescrita. Ejemplo de defensa: en el mismo caso anterior, contesto sosteniendo
que nada debo al demandante. La verdad es que, ante nuestro Código de
Procedimiento Civil, no cabe aceptar tal distingo, por cuanto emplea indistintamente
en sus disposiciones los términos excepción y defensa, y aun, en ciertos casos,
como realmente sinónimos.
En cambio, la clasificación fundamental de las excepciones, aceptada por la doctrina
y por nuestro Derecho positivo, es en: a) excepciones dilatorias (art. 303, N 6, CPC).,
y b) excepciones perentorias.

Acción y reacción en materia procesal penal.


Acción penal Clases de acciones

Artículo 53.- Clasificación de la acción penal. La acción penal es pública o privada.


La acción penal pública para la persecución de todo delito que no esté sometido a
regla especial deberá ser ejercida de oficio por el ministerio público. Podrá ser
ejercida, además, por las personas que determine la ley, con arreglo a las
disposiciones de este Código. Se concede siempre acción penal pública para la
persecución de los delitos cometidos contra menores de edad.
La acción penal privada sólo podrá ser ejercida por la víctima.
Excepcionalmente, la persecución de algunos delitos de acción penal pública
requiere la denuncia previa de la víctima.

Artículo 54.- Delitos de acción pública previa instancia particular. En los delitos de
acción pública previa instancia particular no podrá procederse de oficio sin que, a lo
menos, el ofendido por el delito hubiere denunciado el hecho a la justicia, al
ministerio público o a la policía.
Tales delitos son:
a) Las lesiones previstas en los artículos 399 y 494, número 5º, del Código Penal;
b) La violación de domicilio;
c) La violación de secretos prevista en los artículos 231 y 247, inciso segundo, del
Código Penal;
d) Las amenazas previstas en los artículos 296 y 297 del Código Penal;
e) Los previstos en la ley N° 19.039, que establece normas aplicables a los
privilegios industriales y protección de los derechos de propiedad industrial;
f) La comunicación fraudulenta de secretos de la fábrica en que el imputado hubiere
estado o estuviere empleado, y
g) Los que otras leyes señalaren en forma expresa.
A falta del ofendido por el delito, podrán denunciar el hecho las personas indicadas
en el inciso segundo del artículo 108, de conformidad a lo previsto en esa
disposición.
Cuando el ofendido se encontrare imposibilitado de realizar libremente la denuncia,
o cuando quienes pudieren formularla por él se encontraren imposibilitados de
hacerlo o aparecieren implicados en el hecho, el ministerio público podrá proceder
de oficio.
Iniciado el procedimiento, éste se tramitará de acuerdo con las normas generales
relativas a los delitos de acción pública.

Artículo 55.- Delitos de acción privada. No podrán ser ejercidas por otra persona
que la víctima, las acciones que nacen de los siguientes delitos:
a) La calumnia y la injuria;
b) La falta descrita en el número 11 del artículo 496 del Código Penal;
c) La provocación a duelo y el denuesto o descrédito público por no haberlo
aceptado, y d) El matrimonio del menor llevado a efecto sin el consentimiento de las
personas designadas por la ley y celebrado de acuerdo con el funcionario llamado
a autorizarlo.

Artículo 172.- Formas de inicio. La investigación de un hecho que revistiere


caracteres de delito podrá iniciarse de oficio por el ministerio público, por denuncia
o por querella.

Artículo 173.- Denuncia. Cualquier persona podrá comunicar directamente al


ministerio público el conocimiento que tuviere de la comisión de un hecho que
revistiere caracteres de delito.
También se podrá formular la denuncia ante los funcionarios de Carabineros de
Chile, de la Policía de Investigaciones, de Gendarmería de Chile en los casos de
los delitos cometidos dentro de los recintos penitenciarios, o ante cualquier tribunal
con competencia criminal, todos los cuales deberán hacerla llegar de inmediato al
ministerio público.

Artículo 174.- Forma y contenido de la denuncia. La denuncia podrá formularse por


cualquier medio y deberá contener la identificación del denunciante, el señalamiento
de su domicilio, la narración circunstanciada del hecho, la designación de quienes
lo hubieren cometido y de las personas que lo hubieren presenciado o que tuvieren
noticia de él, todo en cuanto le constare al denunciante.
En el caso de la denuncia verbal se levantará un registro en presencia del
denunciante, quien lo firmará junto con el funcionario que la recibiere. La denuncia
escrita será firmada por el denunciante. En ambos casos, si el denunciante no
pudiere firmar, lo hará un tercero a su ruego.
Artículo 175.- Denuncia obligatoria. Estarán obligados a denunciar:

a) Los miembros de Carabineros de Chile, de la Policía de Investigaciones de Chile


y de Gendarmería, todos los delitos que presenciaren o llegaren a su noticia. Los
miembros de las Fuerzas Armadas estarán también obligados a denunciar todos los
delitos de que tomaren conocimiento en el ejercicio de sus funciones;
b) Los fiscales y los demás empleados públicos, los delitos de que tomaren
conocimiento en el ejercicio de sus funciones y, especialmente, en su caso, los que
notaren en la conducta ministerial de sus subalternos;
c) Los jefes de puertos, aeropuertos, estaciones de trenes o buses o de otros
medios de locomoción o de carga, los capitanes de naves o de aeronaves
comerciales que naveguen en el mar territorial o en el espacio territorial,
respectivamente, y los conductores de los trenes, buses u otros medios de
transporte o carga, los delitos que se cometieren durante el viaje, en el recinto de
una estación, puerto o aeropuerto o a bordo del buque o aeronave;

d) Los jefes de establecimientos hospitalarios o de clínicas particulares y, en


general, los profesionales en medicina, odontología, química, farmacia y de otras
ramas relacionadas con la conservación o el restablecimiento de la salud, y los que
ejercieren prestaciones auxiliares de ellas, que notaren en una persona o en un
cadáver señales de envenenamiento o de otro delito;
e) Los directores, inspectores y profesores de establecimientos educacionales de
todo nivel, los delitos que afectaren a los alumnos o que hubieren tenido lugar en el
establecimiento. La denuncia realizada por alguno de los obligados en este artículo
eximirá al resto, y

f) Los jefes de establecimientos de salud, públicos o privados, y los sostenedores y


directores de establecimientos educacionales, públicos o privados, respecto de los
delitos perpetrados contra los profesionales y funcionarios de dichos
establecimientos al interior de sus dependencias o mientras éstos se encontraren
en el ejercicio de sus funciones o en razón, con motivo u ocasión de ellas. La misma
obligación tendrán los directores de los Servicios Locales de Educación respecto de
estos delitos, cuando ocurran en los establecimientos educacionales que formen
parte del territorio de su competencia

Artículo 176.- Plazo para efectuar la denuncia.

Artículo 177.- Incumplimiento de la obligación de denunciar.

Artículo 178.- Responsabilidad y derechos del denunciante. Artículo 180.-


Investigación de los fiscales. Los fiscales dirigirán la investigación y podrán realizar
por sí mismos o encomendar a la policía todas las diligencias de investigación que
consideraren conducentes al esclarecimiento de los hechos.
Sin perjuicio de lo dispuesto en el Párrafo 1º de este Título, dentro de las veinticuatro
horas siguientes a que tomare conocimiento de la existencia de un hecho que
revistiere caracteres de delito de acción penal pública por alguno de los medios
previstos en la ley, el fiscal deberá proceder a la práctica de todas aquellas
diligencias pertinentes y útiles al esclarecimiento y averiguación del mismo, de las
circunstancias relevantes para la aplicación de la ley penal, de los partícipes del
hecho y de las circunstancias que sirvieren para verificar su responsabilidad.
Asimismo, deberá impedir que el hecho denunciado produzca consecuencias
ulteriores.

Artículo 229.- Concepto de la formalización de la investigación. La formalización de


la investigación es la comunicación que el fiscal efectúa al imputado, en presencia
del juez de garantía, de que desarrolla actualmente una investigación en su contra
respecto de uno o más delitos determinados.
Artículo 233.- Efectos de la formalización de la investigación. La formalización de la
investigación producirá los siguientes efectos:
a) Suspenderá el curso de la prescripción de la acción penal en conformidad a lo
dispuesto en el artículo 96 del Código Penal;
b) Comenzará a correr el plazo previsto en el artículo 247, y
c) El ministerio público perderá la facultad de archivar provisionalmente el
procedimiento.

Artículo 234.- Plazo judicial para el cierre de la investigación. Cuando el juez de


garantía, de oficio o a petición de alguno de los intervinientes y oyendo al ministerio
público, lo considerare necesario con el fin de cautelar las garantías de los
intervinientes y siempre que las características de la investigación lo permitieren,
podrá fijar en la misma audiencia un plazo para el cierre de la investigación, al
vencimiento del cual se producirán los efectos previstos en el artículo 247.

Artículo 247.- Plazo para declarar el cierre de la investigación. Transcurrido el plazo


de dos años desde la fecha en que la investigación hubiere sido formalizada, el
fiscal deberá proceder a cerrarla.
Si el fiscal no declarare cerrada la investigación en el plazo señalado, el imputado
o el querellante podrán solicitar al juez que aperciba al fiscal para que proceda a tal
cierre.
Para estos efectos, el juez citará a los intervinientes a una audiencia y si el fiscal no
compareciere, el juez otorgará un plazo máximo de dos días para que éste se
pronuncie, dando cuenta de ello al fiscal regional. Transcurrido tal plazo sin que el
fiscal se pronuncie o si, compareciendo, se negare a declarar cerrada la
investigación, el juez decretará el sobreseimiento definitivo de la causa, informando
de ello al fiscal regional a fin de que éste aplique las sanciones disciplinarias
correspondientes. Esta resolución será apelable.
Si el fiscal se allanare a la solicitud de cierre de la investigación, deberá formular en
la audiencia la declaración en tal sentido y tendrá el plazo de diez días para deducir
acusación.
Transcurrido este plazo sin que se hubiere deducido acusación, el juez fijará un
plazo máximo de dos días para que el fiscal deduzca la acusación, dando cuenta
de inmediato de ello al fiscal regional. Transcurrido dicho plazo, el juez, de oficio o
a petición de cualquiera de los intervinientes, sin que se hubiere deducido la
acusación, en audiencia citada al efecto dictará sobreseimiento definitivo. En este
caso, informará de ello al fiscal regional a fin de que éste aplique las sanciones
disciplinarias correspondientes. El plazo de dos años previsto en este artículo se
suspenderá en los casos siguientes:
a) cuando se dispusiere la suspensión condicional del procedimiento;
b) cuando se decretare sobreseimiento temporal de conformidad a lo previsto en el
artículo 252, y
c) desde que se alcanzare un acuerdo reparatorio hasta el cumplimiento de las
obligaciones contraídas por el imputado a favor de la víctima o hasta que hubiere
debidamente garantizado su cumplimiento a satisfacción de esta última.

Artículo 248- Cierre de la investigación. Practicadas las diligencias necesarias para


la averiguación del hecho punible y sus autores, cómplices o encubridores, el fiscal
declarará cerrada la investigación y podrá, dentro de los diez días siguientes:
a) Solicitar el sobreseimiento definitivo o temporal de la causa;
b) Formular acusación, cuando estimare que la investigación proporciona
fundamento serio para el enjuiciamiento del imputado contra quien se hubiere
formalizado la misma, o
c) Comunicar la decisión del ministerio público de no perseverar en el
procedimiento, por no haberse reunido durante la investigación los antecedentes
suficientes para fundar una acusación.
La comunicación de la decisión contemplada en la letra c) precedente dejará sin
efecto la formalización de la investigación, dará lugar a que el juez revoque las
medidas cautelares que se hubieren decretado, y la prescripción de la acción penal
continuará corriendo como si nunca se hubiere interrumpido.

Párrafo 3º Desarrollo de la audiencia de preparación del juicio oral

Artículo 266.- Oralidad e inmediación. La audiencia de preparación del juicio oral


será dirigida por el juez de garantía, quien la presenciará en su integridad, se
desarrollará oralmente y durante su realización no se admitirá la presentación de
escritos.
Artículo 267.- Resumen de las presentaciones de los intervinientes. Al inicio de la
audiencia, el juez de garantía hará una exposición sintética de las presentaciones
que hubieren realizado los intervinientes

Artículo 277.- Auto de apertura del juicio oral. Al término de la audiencia, el juez de
garantía dictará el auto de apertura del juicio oral. Esta resolución deberá
indicar:
a) El tribunal competente para conocer el juicio oral;
b) La o las acusaciones que deberán ser objeto del juicio y las correcciones formales
que se hubieren realizado en ellas;
c) La demanda civil;
d) Los hechos que se dieren por acreditados, en conformidad con lo dispuesto en el
artículo 275;
e) Las pruebas que deberán rendirse en el juicio oral, de acuerdo a lo previsto en el
artículo anterior, y
f) La individualización de quienes debieren ser citados a la audiencia del juicio oral,
con mención de los testigos a los que debiere pagarse anticipadamente
sus gastos de traslado y habitación y los montos respectivos.
Juicio oral

Párrafo 1º Actuaciones previas al juicio oral

Artículo 281.- Fecha, lugar, integración y citaciones. El juez de garantía hará llegar
el auto de apertura del juicio oral al tribunal competente, no antes de las veinticuatro
horas ni después de las setenta y dos horas siguientes al momento en que quedare
firme.
También pondrá a disposición del tribunal de juicio oral en lo penal las personas
sometidas a prisión preventiva o a otras medidas cautelares personales.
Una vez distribuida la causa, cuando procediere, juez presidente de la sala
respectiva procederá de inmediato a decretar la fecha para la celebración de la
audiencia del mismo, la que deberá tener lugar no antes de quince ni después de
sesenta días desde la notificación del auto de apertura del juicio oral.

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