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LOS GÉNEROS DEL DISCURSO ORAL Y SUS RELACIONES CON


EL REGISTRO, EL MODELO TEXTUAL Y LOS ACTOS DE HABLA

MARÍA MATILDE CAMACHO ADARVE


Grupo de Investigación ILSE. Universidad de Almería

Un género se manifiesta en un texto o producto discursivo observable en


el que se funden rasgos concurrentes con numerosas informaciones útiles
para los intereses de sus usuarios. Del éxito en la identificación de esos ras-
gos va a depender que un mismo texto se adscriba a un solo género, y no a
varios. Pero si uno confía en la bibliografía actual para adoptar la nomen-
clatura relacionada con el género, incluidas las nociones en que se sustenta,
termina recalando en un maremagno tal que esa intención se convierte en
una tarea compleja. Nosotros vamos a intentar deslindar, a continuación, el
término género discursivo de otras palabras con cuyo concepto se suele en-
marañar, como registro, modelo textual y acto de habla; ello porque una defini-
ción válida debe descansar sobre unos pocos criterios, diferenciadores y, des-
de luego, excluyentes, que sean de aplicación a todo el objeto de estudio. De
dicho enmarañamiento terminológico, en especial el que se produce con el
término registro, nos vamos a ocupar a continuación.

1. HACIA UNA DELIMITACIÓN TERMINOLÓGICA: REGISTRO, ACTO DE HABLA Y


MODELO TEXTUAL

Distribuidas por las publicaciones de los últimos treinta años, son muy co-
munes expresiones como “género narrativo/descriptivo, etc.”, “registro o gé-
nero científico/académico/económico/político, etc.”, “registro formal/in-
formal”, “registro o género oral/escrito”, “registro/género burocrático”,
“registro léxico”, “diversos registros” (en un poema, en una conversación…).
Vemos, pues, que bajo los rótulos de “género” y “registro” se incluyen, in-
distintamente, conceptos como los de estructura textual, combinatoria de ele-
mentos lingüísticos, tema tratado, funciones de los textos en la vida social,
tono afectivo que acompaña al texto, grado de proximidad entre hablantes,
actos de habla, ámbitos del saber o disciplinas, modalidades de las mismas,
transmisión y formas de organización social…
Para algunos autores, de hecho, género y registro son sinónimos (Halliday,
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1984: 8). Pero hay también quien, a pesar de hundir sus raíces en la lingüística
de Halliday, defiende que el registro o variación funcional del discurso es una
categoría contextual que, no obstante, se relaciona con características lin-
güísticas; así, la Lingüística sistémico-funcional elabora unos conceptos tan
ambiguos como abstrusos: sostiene, por ejemplo, que los géneros determi-
nan el texto a través de su especificación en el registro1, y que, a su vez, se
asocian sistemáticamente con el sistema lingüístico a través de los compo-
nentes funcionales de la Semántica; tales conceptos se articulan en “campo”
–tipo de actividad que se realiza mezclada con el contenido o ideas–, “tenor”
–estatus social de los participantes mezclado con las relaciones entre ellos–
y “modo” –una mezcla entre canal de comunicación y modalidad oral o es-
crita–. Martin (1992: 505); defiende, insistimos, que los géneros se actualizan
en los registros y los registros se hacen perceptibles por el lenguaje y en él se
aprecia una clara tendencia a resaltar como atributo principal del género la
actividad u objetivo social (Martin, 1985: 250). Este aspecto, en nuestra opi-
nión, es discutible, ya que hay una simultaneidad de rasgos que en cada gé-
nero pueden concurrir con la misma o similar importancia. Un rasgo será
más o menos relevante en función del establecimiento y diferenciación en-
tre unos géneros y otros, no per se y a priori, sino en virtud de la convergen-
cia sincrónica de los referidos rasgos. A nuestro entender, la confusión, en
Martin, entre actividades más atribuibles a la propia estructura textual y otras
más atribuibles a la acción social se hace patente al considerar “géneros des-
criptivos”, “géneros de proceso”, “géneros de exposición”, “géneros de ex-
ploración o investigación”, etc.
El registro nunca podrá ser, creemos, una categoría contextual, sino un
criterio de clasificación que está motivado por categorías contextuales, sobre
todo porque responde a unas formas lingüísticas determinadas de expresión; po-
drá –eso sí– estar muy constreñido por las circunstancias de la situación, pero
su percepción sólo es posible en el resultado textual; por otra parte, el que
toda expresión lingüística esté siempre determinada por el contexto es la idea
central del concepto de discurso, y no específicamente de la idea de registro,
desde el momento en que el discurso como producto lingüístico siempre re-
mite a una situación. Bien distinto será que, para explicarnos, a posteriori, por
qué se emplea tal o cual registro, haya que acudir a factores propios de la si-
tuación como, de manera inmediata, a la simetría o asimetría socio-afectiva
entre hablantes; y, si seguimos preguntándonos sobre esta simetría, habrá que
ahondar en el tipo de acontecimiento que respalda a ese registro, en las cos-
tumbres sociales, en la legislación vigente, etc., pero el camino nos dirige,
de nuevo, a la concurrencia de rasgos y, otra vez, al género. Al contrario de la

1 Y nosotros añadiríamos que en muchos otros elementos.


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creencia de Kress (1993), de que el género está al mismo nivel que, por ejem-
plo, el dialecto o el informe, y, a su vez, todos están subordinados al registro,
pensamos que el registro, como objeto observable, se asienta sobre criterios
puramente lingüísticos. Por consiguiente, nosotros vamos a considerar el re-
gistro como una categoría de naturaleza textual consistente en una serie de
combinaciones lingüísticas apreciables en la superficie del texto que fluc-
tuará, de acuerdo con los posibles grados de conciencia metadiscursiva del
hablante, entre un polo de espontaneidad total hasta otro polo de solemni-
dad, en una supuesta escala.
El grado de conciencia de utilización del lenguaje y, más exactamente de
su planificación2, suele presentar una correlación entre niveles de formali-
zación y complejidad discursiva, si bien, no de modo unilateral, ya que esto
depende la arquitectura neuronal3 del hablante; de tal suerte que, a mayor
conciencia lingüístico-discursiva, suele haber mayor formalización y viceversa.
En consecuencia, el registro, despojado de otras connotaciones afectivas que
le adjudican muchos autores4, es un rasgo complejo del género, de natura-
leza textual, pero fácilmente perceptible en el producto final en que se nos
presenta el discurso5. Dicho en otras palabras, la cuestión de que lo expre-
sado bajo cualquier formato genérico sea más o menos esmerado, más o me-
nos solemne o más o menos espontáneo no es algo, en sí mismo, funcional;
sin embargo, esa particularidad junto a otras muchas, sí nos hacer recono-
cer el tipo de comportamiento a que obliga el género que estamos adop-
tando, porque, como apunta Bajtín (1982: 276), el usuario va rellenando esa
especie de hueco estructural con palabras.
Los aspectos sustanciales que repercuten en el uso de un registro tienen
su correlato y, por tanto, explicación en facetas textuales del discurso, tales
como el grado de formalización del texto y en los aspectos interactivos refe-
rentes a ciertos vínculos entre hablantes, como pueden ser la distancia psi-
cológica y la distancia social. Hemos depurado muchos rasgos convergentes,
defendidos en otras situaciones (Cortés y Camacho, 2003) por no mantener
una relación causa-efecto invariable. Así, actualmente, hemos rechazado el
término “campo”, por confuso, pero, en todo caso, el tema del género –uno
de los componentes del “campo” no conlleva, necesariamente, un único re-
gistro, como no lo conlleva el tipo de actividad ilocutiva: aunque, de ante-
mano, pudiera pensarse, por ejemplo, que un tema científico se desarrolla

2Para esta materia, el célebre artículo de Ochs (1979).


3En la que se da una retroalimentación, por descontado, con el nivel cultural.
4 Vg., Gläser (1976), registro helado o íntimo.

5 Dependiendo de la perspectiva de análisis, es tan lícito sostener que hablamos mediante

enunciados, como decir que hablamos mediante géneros, que es un paso más en el logro de
la precisión funcional.
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en un registro esmerado, también es cierto que se puede hablar distendida-


mente o de manera solemne sobre el efecto de las radiaciones, pongamos
por caso; el grado de capacitación o de especialización por parte de quien
usa el registro será otra cuestión. Lo mismo se puede decir a propósito del
grado de formalización del texto. La distancia social, al pasar obligatoria-
mente por el tamiz mental individual de los hablantes, esto es, por la idea de
distancia social que tengan los usuarios, tampoco obliga a un registro con-
creto; pensemos en un diálogo entre un juez y un imputado que tiene la idea
de simetría de papeles; en ese caso, y contra pronóstico, utilizará un registro
espontáneo, con fórmulas familiares, etc. No obstante, para la clasificación
del género, habrá que contar con lo que está establecido o es convencional,
tanto en ese tipo de correlación entre distancia social y psicológica/registro,
como en el resto de los rasgos que tipifican el género. En cuanto a que el ni-
vel de audiencia sea público, privado o institucional, es un criterio tan in-
constante como variable.
Pasemos, ahora a presentar la tabla con las variables que estimamos cons-
tantes, convencionales y, por consiguiente, con cierto valor de sistema, del
registro:

REGISTROS

ESPONTÁNEO MEDIO ESMERADO SOLEMNE

Grado de conciencia
Mínimo Medio Alto Máximo
discursiva del hablante
psicológica

Individual Variable
Distancia

Genérica Mínima Media Alta Máxima

Distancia social Mínima Media Alta Máxima

La casilla rellena con el término “individual”, de la distancia psicológica


deja un margen a los textos particulares, reales, en los que la dimensión prag-
mática pueda actuar transformando los valores convencionales, como en el
caso que comentábamos a propósito del juicio, en la que el enjuiciado rea-
lizaba un registro espontáneo –distancia psicológica– en situaciones socia-
les asimétricas –distancia social–. Sin embargo, en el valor de sistema com-
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partido por los hablantes, siempre habrá una correlación que hemos reco-
gido en la celda del término “genérica”, coincidente con el valor de la dis-
tancia psicológica que todos los hablantes poseen en sus esquemas mentales
como adecuada, en relación con la distancia social.
Para explicar la distinción entre género/acto de habla, partamos de que un
hablante realiza dos clase de operaciones cuando habla inmerso en unas cir-
cunstancias: (1) referirse a algo y (2) relacionarse con alguien con ciertos
propósitos; ello, al margen de que tales acciones se hagan simultánea, suce-
sivamente o de manera mixta y al margen también de lo tácito y de lo ex-
plícito. Esas, sospechamos, son las dos ilocuciones básicas que realiza el hom-
bre mediante el discurso. Con estas coordenadas, lo que se entiende por acto
de habla es poco esclarecedor, porque tan acto de habla es “culpar” o “pro-
meter” (acciones en las que predomina, claramente, la relación personal, la
actitud hacia el otro) como “negar” o “aseverar” (en las que es más impor-
tante la relación que vincula a hablante y referente mediante pensamiento
y lenguaje –relación referencial–). El problema reside en que los actos de
habla, precisamente por su diferente naturaleza, pierden sus límites y se su-
perponen entre sí y en distintas unidades del discurso6: se puede aseverar y
prometer en un mismo enunciado o en dos enunciados distintos; se puede
preguntar y aseverar, mientras se culpa en uno, dos o tres enunciados, o se
puede preguntar y negar mientras se justifica… En este orden de cosas, pa-
rece poco útil basar el género, para una taxonomía, en transformaciones del
acto de habla, como hizo Todorov (1976: 159-170), para quien, por ejemplo,
el género “invitación” (que nosotros negamos como tal género) es resulta-
do de evoluciones de los papeles de los participantes –uno de los muchos
rasgos o propiedades de los géneros–, o de la inserción del acto verbal de
“invitar” en el de “relatar” –que confunde con modelo textual–. A nuestro
juicio, su error, como el de todos los que defienden el conjunto de actos con-
formadores del género (Dementiev, 1995), es tomar como marco de refe-
rencia la concatenación de unas unidades –actos de habla– heterogéneas por
propia definición. Probablemente sea más conveniente para que el género
sea una entidad productiva en el comentario discursivo extraer y agrupar las
informaciones homogéneas que se desprenden de los actos de habla, como
veremos después, y pensar que la finalidad de un texto hay que considerar-
la en su totalidad, no en la suma serial de sus actos de habla.
Por otra parte, no son pocas las confusiones que se plantean, actualmente,
entre los conceptos de género y modelo textual; ello, por la misma razón que ve-
nimos aduciendo a propósito de la errónea identificación entre el propio gé-
nero y sus propiedades. Pongamos un ejemplo: un mitin político que, en prin-

6 Para este tema, véase Cortés y Camacho (2005).


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cipio7, tiene como finalidad inmediata convencer a la audiencia, no tiene por


qué concebirse con un género argumentativo; sí es cierto que su modelo tex-
tual será preferentemente argumentativo, –aun conteniendo secuencias des-
criptivas o narrativas; pero si la noción clave es la argumentación ¿cómo di-
ferenciar mitin de debate político o de conversación entre un vendedor a
domicilio y su cliente?, ¿basta decir que esos tres son “géneros argumentati-
vos? evidentemente, no, ya que faltan muchos aspectos para poder delimi-
tar en su especificad cada uno de esos intercambios discursivos y, más aún,
su modelo abstracto. La expresión más correcta sería –en caso de agrupar
los géneros únicamente en función de su modelo textual– “géneros cuyo mo-
delo textual predominante es el argumentativo”, ya que la mayoría son mix-
tos, en la línea de las afamadas categorías de Werlich (1983) descripción, na-
rración, argumentación, instrucción y exposición, aunque sin relación recíproca
o binaria respecto a al contenido (legal, religioso o de ficción, por ejemplo).
Así las cosas ¿cuáles podrán constituirse en rasgos definitorios de los gé-
neros?, ¿cuáles los criterios en que se basen sus contingencias sin perder el
valor de sistema? La respuesta vendrá dada por el hecho de que un fragmento
discursivo, que siempre se presentará bajo un formato genérico determina-
do, es el resultado de un contenido referencial más una actitud respecto al
otro u otros hablantes en un contexto. Dicho de otro modo, el discurso es
la suma del texto y de la interacción.

2. LAS CARACTERÍSTICAS DEFINITORIAS DEL GÉNERO

Partiendo, entonces, de que el discurso se puede estudiar con una ópti-


ca textual y con una óptica interactiva complementaria, proponemos incluir
el modelo y el registro en el campo de la textulidad, entre sus propiedades,
atributos o características textuales que, desde luego, son complejas. Pasamos a
enumerarlas:

i. El tema al que el género se adscribe, ya por su grado de especialización, ya


por su contenido – técnico-científico, humanístico o mixto, con todas sus po-
sibles concreciones8–, ya por la cantidad de temas que pueda albergar sin
violentar la estructura genérica.

7 Decimos “en principio” porque esa función original está hoy lo suficientemente desvir-

tuada. Posiblemente, la mayoría de los individuos que hoy asisten a un mitin no necesita ser
convencida, dado el exceso de información disponible para el ciudadano, sino que lo hacen,
entre otras razones, para participar afectivamente en un acto de afirmación o integración en
el grupo, para apoyar, en definitiva.
8 Es muy interesante, en cuanto a su taxonomía, el proyecto EAGLES (1996).
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ii. La estructura textual, a la que se adscriben tres elementos: el modelo textual –na-
rrativo, descriptivo, argumentativo o mixto9; la estructura formal, según ésta
sea susceptible de pertenecer a otra estructura mayor o no y según el grado
de formalización del texto –alto, medio o bajo–. Y, por último, el registro, como
resultado lingüístico del grado de conciencia metadiscursiva del hablante;
éste oscilará entre la solemnidad y la espontaneidad, como polos extremos,
si bien también podrá ser esmerado o medio.

Veamos todas las anteriores características representadas en una tabla:

PROPIEDADES TEXTUALES DEL GÉNERO

TEMA ESTRUCTURA TEXTUAL


Variedad
temática

Nivel de
Modelo textual Estructura formal Registro
especialización
No susceptible de engarce

Nivel de
Contenido
Susceptible de engarce

formalización
Más de un tema
No especializado

Argumentativo
Especializado

Espontáneo
Descriptivo
Técnico-científico

Esmerado
Narrativo

Solemne
Un tema

Medio
Mixto
Humanístico

Mínimo

Medio
Mixto

Alto

El concepto unitario de acto de habla quedaría distribuido, a la vista de


la tabla textual anterior, entre el texto y la interacción, en función de que la
repercusión ilocutiva o perlocutiva afecte, en mayor medida, a los hablan-
tes o a la organización lógico-lingüística del texto. Veamos ahora qué atri-
butos conforman y delimitan los géneros en la perspectiva interactiva que nun-
ca se desvinculará del contexto:

i. Respecto a las relaciones entre los usuarios y la finalidad o función social del género,
éste servirá para divertir –géneros lúdicos–, para gozar de lo artístico –gé-

9 Descartamos el citado modelo instructivo de Werlich (1975) por ser un híbrido de los

otros al que se añade una función interactiva.


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neros estéticos– o para facilitar y desarrollar fines prácticos –géneros transac-


cionales–.; entre estos últimos, serán inherentes los siguientes propósitos:
– Convencer para actuar (anuncio publicitario10).
– Ofrecer puntos de vista u opiniones (tertulia radiofónica).
– Divulgar postulados (manifiesto).
– Enseñar (lección).
– Marcar pautas de comportamiento (sermón).
– Adoctrinar (catequesis).
– Transmitir contenidos prácticos (aviso de megafonía).
– Mover a la reflexión (pregón de Semana Santa).
– Desarrollar regulaciones (debate parlamentario).
– Regular las relaciones sociales (vista oral de juicio).
– Exponer hechos con “pretendida” objetividad (noticiario radiofó-
nico).
– Demostrar hechos (informe oral).
– Deleitar (trovo).
– Divertir (chiste).
– Obtener bienes materiales (concurso radiofónico).
– Alcanzar acuerdos (claustro).
ii. Respecto a los papeles que desempeñan los usuarios del género como hablantes (sus
papeles discursivos), será inevitable considerar la inmediatez o mediatez en la
recepción del género, que dará lugar a que sea simultáneo o diferido; el desdo-
blamiento en la relación emisor/ receptor en emisores y receptores primarios y se-
cundarios, como sucede en la tertulia radiofónica. Será también ineludible
comprobar si el género admite el cambio de papel de emisor en receptor y vi-
ceversa –en la conversación coloquial, por ejemplo- o, por el contrario, im-
pone un papel discursivo fijo, como en el caso del mítin o el discurso. Fi-
nalmente, incide en la propia concepción genérica la ubicación espacial de
emisor y receptor, esto es, la circunstancia de que ambos estén en el mismo lu-
gar –interrogatorio policial- o no –boletín informativo radiofónico-, o bien
admitan ambas posibilidades, como sucede con la conversación coloquial
–cara a cara o telefónica–.
iii. Respecto a las relaciones entre los usuarios y el formato genérico siempre habrá, fi-
jado en el propio género, una propensión, como requisito previo, hacia el
grupo social más proclive a tal género; dicho con otras palabras, habrá que
contar con la adecuación o inadecuación de los beneficiarios, participantes,
interesados o receptores respecto a un formato genérico concreto; así, un
chat de contactos personales encaminado a encontrar pareja será de todo
punto inapropiada para un sacerdote católico. Con esta idea, nos aproxi-
mamos a los rasgos universal (dedicatoria, acertijo) o restringido (conversa-
ción profesional, conferencia), que determina la referida adecuación o ina-
decuación del usuario tipo.
iv. La faceta más puramente interactiva refleja las relaciones entre hablantes en el
ámbito psicológico-afectivo, al margen de que tales relaciones sean empáti-

10 Todos los ejemplos que aquí se proponen serán géneros exclusivamente orales.
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cas, antipáticas, neutras o ambiguas11. Es necesario, para tomar nota de este


importantísimo ángulo pragmático, establecer el grado mínimo, medio o má-
ximo de distancia social y psicológica –que puede no coincidir– entre ha-
blantes, del mismo modo que el grado de dominación y poder de unos so-
bre otros o el nivel de adaptación psíquica y discursiva entre usuarios. En
caso de que el radio de acción del género se extienda a un grupo, será in-
teresante y distintivo conocer si el género potencia la cohesión grupal, la con-
ciencia de pertenencia al mismo de cada individuo, como sucede, por ejem-
plo, en el chat de voz o en el chiste.

Observemos, ahora, la siguiente tabla, en la que quedan patentes nues-


tras reflexiones:

CARACTERÍSTICAS CONTEXTUAL-INTERACTIVAS

A. RELACIONES B. RELACIONES USUARIOS/ C. D.


USUARIOS/ COMUNICACIÓN (PAPELES RELACIONES RELACIONES
FINALIDAD DEL DISCURSIVOS) USUARIOS/ USUARIO/
GÉNERO FORMATO USUARIO
(FUNCIÓN SOCIAL) GENÉRICO
Por su Intercambiabilidad

Por eazones espaciales

Transaccional
Receptor inadecuado
Por la duplicidad de
Por la inmediatez

Receptor ideal
participantes
receptiva
Estética
Lúdica

(explicado
(desarrollado en el texto)
en el texto)

El género, en conclusión, quedará configurado por la concurrencia par-


ticular de todos y cada uno de los rasgos que hemos apuntado, bien porque
haya de presentarlos obligatoriamente, bien porque sean opcionales, bien
porque ese determinado rasgo sea incompatible con un género, lo que lo
hará distintivo en su “negatividad”. Simultáneamente, cada género admiti-
rá variantes que denominamos subgéneros y que se ajustarán a su modelo
genérico global; así, el género “conversación” se podrá presentar en el dis-

11 Camacho Adarve (2003 ), Cortés y Camacho (2005).


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curso bajo subgénero “coloquial”, “profesional” o “telefónica”, por citar al-


gunos casos.

3. UN EJEMPLO: EL GÉNERO “CONCURSO RADIOFÓNICO”

Ilustremos todas las ideas expuestas con la caracterización –casi esque-


mática– de un género retransmitido12, el concurso radiofónico, que se cons-
tituye en género en virtud de la siguiente tupida red de rasgos:

i. Entre las características contextual-interactivas, y en lo concerniente a las rela-


ciones entre los hablantes y la finalidad del género, utilizando el concurso radio-
fónico:
– Los participantes siempre pretenderán la obtención de beneficios
materiales –el premio–; asimismo, serán obligatorias las pautas de
comportamiento determinadas por las reglas del concurso. Además
de ello, el concurso tendrá como finalidad la diversión o entrete-
nimiento (rasgos obligatorios).
– Se podrá o no incrementar la cohesión del grupo, exponer o de-
mostrar hechos con pretendida objetividad, enseñar, mover a la re-
flexión, transmitir contenidos prácticos, divulgar postulados, ofre-
cer puntos de vista u opiniones y convencer para actuar (rasgos
opcionales).
– No parece viable que se consiga adoctrinar mediante un concurso
de radio, ni que se logren acuerdos, en virtud de su desarrollo, como
tampoco tiene como finalidad desarrollar regulaciones ni regular
las relaciones sociales (rasgos incompatibles)
En lo tocante a los papeles discursivos de los participantes,
– La inmediatez perceptiva simultánea; la duplicidad de emisores –la
propia radio, por un lado, y los concursantes, por otro– y recepto-
res –los oyentes de la cadena y concursantes–; los papeles inter-
cambiables de los emisores y receptores secundarios (concursantes)
como hablantes y oyentes; el no compartir la ubicación espacial
unos y otros y la predisposición del género a un destinatario uni-
versal serían los rasgos obligados.
– Como rasgos opcionales, hay que contar con que el concurso pue-
da ser diferido, si se emite después de su realización o la posibili-
dad de que los destinatarios secundarios sean restringidos, en ca-
sos de concursos muy específicos, por ejemplo, de entendidos en
coches antiguos o coleccionistas de sellos –que, obviamente, “arras-

12 Consideramos que los géneros orales se clasifican en “directos” y “retransmitidos”. Se-

gún nuestro criterio, junto al concurso, se hallan otros géneros y subgéneros orales radiofóni-
cos como la retransmisión, el boletín informativo, la crónica, el anuncio publicitario, la rueda
de prensa, el comunicado, las efemérides; entre los no radiofónicos, la conversación telefóni-
ca, el chat de voz y los mensajes en contestador.
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traría” a a receptores primarios (oyentes) también restringidos, por


el interés minoritario del tema.
– Como rasgos incompatibles, la intercambiabilidad en los papeles
discursivos de los participantes primarios a que nos referíamos más
arriba, es decir, la fijación de dichos papeles en emisor/ receptor -
cadena/ audiencia–, así como la no intercambiabilidad de los se-
cundarios en concursantes oponentes y moderador del concurso.
En cuanto a las relaciones socioafectivas entre usuarios:
– El grado de distancia social y psicológica mínima entre emisores y
receptores, al mismo tiempo que la relación simétrica entre con-
cursantes, aunque asimétrica entre ellos y el moderador del con-
curso son características obligatorias, así como el alto grado de adap-
tación del emisor al receptor.
– Por las contingencias de particularidades pragmáticas, cabe un
margen de flexibilidad en las distancias psicológica y social, en la
cohesión grupal o en el grado de adaptación de unos a otros sean
medios, mínimos o máximos, en función de la clase de concurso
concreto.

ii. Entre los rasgos textuales del concurso radiofónico, se encuentran:


– El tema al que el concurso se adscribe no suele ser especializado, aun-
que puede serlo; su contenido puede ser técnico-científico, huma-
nístico o mixto, con todas sus posibles concreciones y combinacio-
nes; en cuanto al número de temas, será variable: puede haber,
verbigracia, concursos de cultura general o sobre un autor musical,
sin que se resienta su especificidad genérica.Todos ellos, pues, se-
rán rasgos opcionales.
– La estructura textual contará, como rasgo obligado, con un modelo tex-
tual mixto13, debido a las exigencias de su propia dinámica –se tra-
ta de demostrar habilidades por parte de contricantes y, por ello,
resultará imposible no alternar entre la narración, la argumenta-
ción y la descripción. Aquí se adscriben tres elementos: el modelo tex-
tual –narrativo, descriptivo, argumentativo o mixto; la estructura for-
mal se definirá por un nivel de formalización variable, desde una
formalización mínima hasta otra alta o media, dependiendo de la
naturaleza del concurso; esta circunstancia se relaciona con el re-
gistro, que puede alcanzar cualquier polo de la escala. En conse-
cuencia, éstos son rasgos opcionales. Como inexcusable, este género
presentará el rasgos engarzable en un programa de radio más amplio
–magazine, vgr.–.

Como se puede observar, es imposible que ningún otro género presente


la misma confuguración de rasgos textuales y contextuales.

13 Descartamos el citado modelo instructivo de Werlich (1983), por ser un híbrido de los

otros al que se añade una función interactiva.


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