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I. INTRODUCCION.
1
Doctor en Derecho (UBA). Director de la Revista de Derecho de Familia y de las Personas, Ed. La Ley.
Profesor regular adjunto de Derecho de Familia y Sucesiones (UBA). Director de la Diplomatura en Derecho
de Familia, Niñez y Adolescencia (UCES). Director del curso superior de posgrado de “Actualización en
Derecho de Familia, Niñez y Adolescencia”, de la Universidad de Morón (UM). Miembro integrante de la
Comisión Federal de Juristas encargada de la Unificación Civil y Comercial (con media sanción en la Cámara
de Diputados en 1993). Autor de libros y artículos en ediciones jurídicas.
Algunas legislaciones han efectuado reformas parciales a sus respectivos códigos.
Por caso, Alemania.
Hemos sostenido que una reforma integral de un Código Civil y Comercial merece
otro tratamiento y debate, debiendo abrirse la posibilidad para que en el recinto, los
sectores políticos con representación parlamentaria, puedan debatir específicamente el
contenido de semejantes reformas, con el correspondiente aporte que puedan brindar, en
un sistema de representación democrática, que incluye a sectores mayoritarios pero
también minoritarios. Ello, entendido como un debate en donde no solamente se
convalide el trámite legislativo sino que constituya un espacio de participación
democrática para la sanción de un Código Civil y Comercial.
Este contexto no ha sido posible en la Cámara de Senadores, pues el Proyecto
Unico de Código Civil y Comercial tuvo tratamiento en los últimos días de diciembre de
2013, al cierre del período de ordinarias, a libro cerrado.
Veremos por separado algunas de las reformas que más trascendencia tienen en
materia del derecho de familia.
Por otra parte, siguiendo con tales lineamientos, estructurados sobre la idea de la
autonomía de la voluntad, se modifica sustancialmente el régimen vigente de las causales
del divorcio. Se pasa de un sistema de divorcio con causa (como el que rige actualmente) a
un sistema de divorcio incausado. En este sentido, el art. 437 prescribe: “El divorcio se
decreta judicialmente a petición de ambos o de uno solo de los cónyuges”.
En efecto, el art. 446 señala: “Antes de la celebración del matrimonio los futuros
cónyuges pueden hacer convenciones que tengan únicamente los objetos siguientes: a) la
designación y avalúo de los bienes que cada uno lleva al matrimonio; b) la enunciación de
las deudas; c) las donaciones que se hagan entre ellos; d) la opción que hagan por alguno
de los regímenes matrimoniales previstos en este Código.”
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Solari, Néstor E.: “El régimen patrimonial del matrimonio en la ley 26618”, diario La Ley, del 5/11/2011.
3. UNIONES CONVIVENCIALES.
La inclusión de los convivientes al régimen legal del código civil es una realidad que
desde hace tiempo venimos sosteniendo, por lo que la reglamentación de efectos para
estas uniones es acertado.
Las leyes de protección contra la vivienda familiar, cuando refieren a las uniones de
hecho, no exigen un tiempo mínimo en la convivencia.
Tampoco exige plazo mínimo, la ley 26.529, de los Derechos del Paciente, historia
clínica y consentimiento informado (arts. 4 y 19).
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Dice el art. 511: “La existencia de la unión convivencial, su extinción y los pactos que los integrantes de la
pareja hayan celebrado, se inscriben en el registro que corresponda a la jurisdicción local, sólo a los fines
probatorios. No procede una nueva inscripción de una unión convivencial sin la previa cancelación de la
preexistente.”
Los efectos relevantes que contempla el Proyecto para las uniones convivenciales
son los alimentos –con una defectuosa técnica legislativa-4, la contribución de los gastos
del hogar (art. 520), la responsabilidad por las deudas frente a terceros (art. 521) y lo
atinente a la protección de la vivienda familiar (art. 522). Además, se contemplan
disposiciones sobre la atribución de la vivienda para el caso de la finalización de la unión
(arts. 526 y 527). Se incluye la institución de las prestaciones compensatotrias en los arts.
524 y 525.
4
En efecto, cuando se legisla sobre los alimentos derivados del matrimonio, se hace expresa referencia al
deber de asistencia y los alimentos; en cambio, en las uniones convivenciales solamente se expresa el deber
de asistencia (conf. art. 519), sin especificar el contenido y extensión del mismo. Todo lo cual provocará
dificultades jurisprudenciales.
5
Asimismo, el art. 518 prescribe: “Las relaciones económicas entre los integrantes de la unión se rigen por lo
estipulado en el pacto de convivencia. A falta de pacto, cada integrante de la pareja ejerce libremente las
facultades de administración y disposición de los bienes de su titularidad, con la restricción regulada en este
título para la protección de la vivienda familiar y de los muebles indispensables que se encuentren en ella.”
No se produce, por efecto de la mera convivencia, consecuencias patrimoniales
alguna entre los convivientes. Se mantiene el régimen legal vigente, en cuanto la mera
convivencia no hace nacer ningún derecho patrimonial entre ellos. En este sentido, se
desconocen las cuestiones judiciales, cada vez más numerosas, entre convivientes,
respecto a la judicialización por conflicto sobre los bienes adquiridos durante la unión, así
como las mejoras realizadas en el bien de uno de ellos.
De ello puede derivarse que la judicialización del conflicto sobre los bienes
adquiridos por los integrantes de la unión seguirán vigentes en el derecho argentino.
Por el contrario, la diferencia radica en que se trata de dos modelos familiares que,
por distintas circunstancias y factores, se constituyen y desarrollan en una determinada
comunidad. Lo personal y lo patrimonial, en ambos casos, integran la plena comunidad de
vida en relación de pareja. En todo caso, podrá discutirse en que medida y alcance. La
realidad así lo indica.
Lo cierto es que las partes, cuando de hecho conviven, trabajan conjuntamente,
llevando adelante el hogar y cuando existen hijos, se ocupan de la educación y crianza de
los mismos. Aúnan esfuerzos y sacrificios en lo espiritual y patrimonial.
Por ello, podría contemplarse una mera presunción de una sociedad de hecho
entre los convivientes, sin desconocer la posibilidad de que una de las partes pruebe lo
contrario. Sería adecuado, en el contexto social actual, que la ley presuma en lo
patrimonial esa idea del esfuerzo común, traducido en el proyecto de vida común.
En la doctrina del Proyecto se daría una discordancia entre los dos modelos
familiares –matrimonio y uniones convivenciales-: en el matrimonio se resalta la
autonomía de la voluntad en los efectos personales y se mantiene, en esencia, el orden
público en los efectos patrimoniales (excepto en la elección del régimen patrimonial en
convención prenupcial); mientras que en las uniones convivenciales, el orden público
consagra efectos personales (conf. art. 509) y mantiene la autonomía de la voluntad en los
efectos patrimoniales (art. 514).
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No es ocioso destacar la saludable posibilidad de replantear jurídicamente los órdenes sucesorios –que el
Proyecto no lo hace-, traídos del derecho romano primitivo y que han sido adoptado por numerosas
legislaciones en la época de la codificación. En el presente Proyecto de Código se convalida los modelos
familiares clásicos, no replanteándose las modernas tendencias culturales que imperan en la sociedad. De
ahí que los convivientes siguen siendo ajenos a la presunción de afecto que impera en las sucesiones
intestadas.
En definitiva, en la redacción de las normas, se advierte una escisión entre la forma
de familia convivencial y el derecho de propiedad, como si se tratar de dos cuestiones
antagónicas. Ante ello, solamente quedaría abierta la posibilidad de que los convivientes
celebren pactos de convivencia en materia patrimonial.
4. PRESTACIONES COMPENSATORIAS.
La disposición que pretende incluir el legislador parece ser una copia del art. 97 del
Código Civil español, con ligeras variantes.
Estructurado sobre la idea de equidad, como principio general del derecho, intenta
“compensar” los desequilibrios que provoca el cese de la plena comunidad de vida, tanto
en el matrimonio como en las convivencias de pareja.
Se establece un plazo para reclamar las compensaciones económicas. Tratándose
cónyuges: “La acción para reclamar la compensación económica caduca a los seis meses
de haberse dictado la sentencia de divorcio. “ (art. 442). El mismo plazo rige para el caso
de la nulidad del matrimonio, debiéndose computar a partir de la sentencia que declara la
nulidad (conf. art. 428).
Cuando el reclamo es entre convivientes, es aplicable el art. 525, última parte: “La
acción para reclamar la compensación económica caduca a los seis meses de haberse
producido cualquiera de las causas de finalización de la convivencia enumerada en el
artículo 523.”
Cuando las partes están de acuerdo con la modalidad y los montos prevalecerá tal
circunstancia.
Respecto de la forma de pago, entre cónyuges, el art. 441 señala que puede
consistir en una prestación única, en una renta por tiempo determinado o,
excepcionalmente, por un plazo indeterminado.
Entre convivientes, el art. 524, establece un criterio similar, con la diferencia que
no puede ser por tiempo indeterminado –como en el matrimonio, y la duración del
tiempo no puede ser mayor a la duración de la unión convivencial.
5. FILIACION.
Esta línea es seguida en el Proyecto, de conformidad al primer párrafo del art. 579
–incorrectamente intitulado “prueba genética”-. En efecto: “En las acciones de filiación se
admiten toda clase de pruebas, incluidas las genéticas, que pueden ser decretadas de
oficio o a pedido de parte”. Por lo tanto, se reproducen los términos del actual art. 253 del
Código Civil.
Ahora bien, dos normas sobre la posesión de estado en el juicio de filiación siguen
manteniendo vigencia en el Proyecto.
Se repite la fórmula que ha sido objetada en el régimen actual; esto es, que
probada la posesión de estado tendrá el mismo valor que el reconocimiento,
confundiéndose con el reconocimiento mismo. Tener el mismo valor significa que equivale
y no que “sea” un reconocimiento. Ello así, porque la posesión de estado por sí misma no
puede alcanzar el título de estado y obtener el correspondiente emplazamiento en el
vínculo filial. Será necesario recurrir a la vía judicial, por lo que el emplazamiento, en este
caso, será una consecuencia de la sentencia que así lo declare y no de la mera posesión de
estado.
Además, no se superan los conflictos interpretativos en derredor de la misma,
sobre la continuidad o discontinuidad de la posesión de estado, que ha dividido a la
jurisprudencia7; o respecto de los medios de prueba válidos para desvirtuar la presunción,
en atención a ciertos problemas que pueden plantearse8.
Por lo demás, estamos en presencia de una presunción iuris tantum. Por ello, una
vez acreditada en juicio de filiación la convivencia de las partes, si bien queda demostrado
el vínculo invocado, la misma puede ser desvirtuada por prueba en contrario. De ahí que
acreditada la convivencia, se invierte la carga de la prueba, siendo el demandado quien
debe invocar y probar lo contrario, para destruir la presunción legal.
7
Respecto de las distintas corrientes interpretativas, puede verse SOLARI, Néstor E.: “La exigencia del
tiempo en la posesión de estado a los fines del vínculo filial”, en Doctrina Judicial 2006-III-513.
8
Ver SOLARI, Néstor E.: “La posesión de estado en el juicio de filiación”, Doctrina Judicial 2006-I-1103.
En este último caso, quedan abiertas las dudas, como en el texto vigente, si frente
a la convivencia de las partes, resulta aplicable cualquier medio de prueba para desvirtuar
tal presunción9 . La duda subsistirá.
La última parte del artículo vigente transcripto ha generado uno de los debates
más ardientes en el ámbito judicial, en los procesos de filiación. Es decir, cuál es la
consecuencia jurídica de la negativa a someterse a las pruebas biológicas. La conducta
9
Sobre esta cuestión, puede profundizarse en SOLARI, Néstor E.: “Presunción de paternidad
extramatrimonial derivada de la convivencia”, La Ley 2005-B, p. 1195.
omisiva del demandado, a los fines de la valoración de la prueba para sus consecuencias
legales, abrió distintas corrientes interpretativas en la jurisprudencia, en los términos de la
norma10.
10
Puede verse al respecto SOLARI, Néstor E.: “Valoración de las pruebas biológicas. Cuestiones
constitucionales y procesales”, La Ley 2001-E, p. 739.
tenido a cargo la redacción de estas normas, ignoren los conflictos prácticos en el derecho
argentino.
Por otra parte, la exceptio plurium concubentium, como medio de prueba, también
plantea dudas en los términos y alcances de algunas normas vigentes –que no se
corrigen-. Así, la “exceptio plurium concubentium” tendrá distinta trascendencia según la
existencia o inexistencia de otros medios de prueba invocados en el respectivo juicio de
filiación. En particular, cuando coexiste con la presunción de la posesión de estado
debidamente acreditada en el juicio, que equivale al reconocimiento expreso 11; asimismo,
en la hipótesis de la coexistencia de la exceptio plurium concubentium con la presunción
de convivencia de la madre con el demandado 12; o bien, cuando contrasta con la negativa
en la prueba biológica13.
11
En esta situación, cuando se invoca la prueba de la exceptio plurium concubentium, es decir, se logra
probar las relaciones sexuales de la madre con otros hombres, además del demandado, si éste a la vez ha
dispensado posesión de estado al hijo de la madre. A mi entender, habrá que distinguir según el demandado
haya tenido conocimiento de la existencia de esas relaciones sexuales de la mujer con otros hombres. Si
desconocía las relaciones sexuales que la mujer tenía con terceros, al ejercer la posesión de estado sobre el
niño, la pluralidad de concúbitos desvirtuaría la presunción de la norma legal. En cambio, si conocía esas
relaciones sexuales mientras ejercía la posesión de estado, entendemos que esta defensa no desvirtuaría la
paternidad cuestionada. Es decir, prevalecerá la presunción emanada de la posesión de estado.
12
Estimo que aquí debiera prevalecer la exceptio plurium concubentium, respecto de la presunción surgida
de la convivencia de la madre con el demandado. Ello así, pues la presunción se basa en la fidelidad de la
mujer frente a su compañero conviviente. De ahí que si se prueba que durante el período de la concepción,
ella ha mantenido relaciones sexuales con otro u otros hombres, ya no podría válidamente prevalecer la
doctrina de la norma.
13
La cuestión se plantea cuando se prueba la “plurium exceptio concubentium”, en el juicio de filiación y, a
la vez, ninguno de los que ha tenido relaciones sexuales con la madre se somete a las pruebas biológicas
solicitadas. En tales condiciones ninguno podría ser tenido como padre, pues sería absurdo que todos ellos
lo sean. En tales circunstancias, entendemos que si no hay otros medios de prueba que acredite la
paternidad de alguno de los demandados, debiera prevalecer el criterio de la compulsión física,
ordenándose la realización forzada de la prueba biológica. Todo ello, a los fines de esclarecer la misma.
Dicha medida encontraría fundamento en el principio constitucional que tiene toda persona al acceso y
conocimiento de su realidad biológica. En este contexto, al no poder funcionar la presunción emergente del
art. 4ª de la ley 23.511 –trasvasada en el proyecto en el último párrafo del art. 579- al haber varios hombres
que han tenido relaciones sexuales con la mujer, justificaría la medida excepcional de la compulsión física.
De otra manera, el sujeto quedaría sin la posibilidad de acceder al esclarecimiento de su realidad biológica.
Todos estos debates y conflictos seguirán abiertos, generando incertidumbre en el
juicio de filiación. El conocimiento de la problemática práctica, seguramente, hubiese
llevado a los redactores del proyecto, en las situaciones descriptas, a brindar una solución
al respecto.
6. ADOPCION.
7. RESPONSABILIDAD PARENTAL.
Se establecen los criterios que deberá ponderar el juzgador para atribuirle a uno u
otro progenitor el cuidado personal de sus hijos (art. 653).
Se legisla sobre el “plan de parentalidad” que deben presentar los padres cuando
se separan (art. 655).
Al respecto, según el art. 672, define la figura del progenitor afín: “Se denomina
progenitor afín al cónyuge o conviviente que vive con quien tiene a su cargo el cuidado
personal del niño o adolescente.”
Se destacan los deberes del progenitor afín (art. 673); la probable delegación en el
progenitor afín (art. 674) y, fundamentalmente, la obligación alimentaria que nace en
razón del mismo. En efecto, el art. 676 dice: “La obligación alimentaria del cónyuge o
conviviente respecto de los hijos del otro, tiene carácter subsidiario. Cesa este deber en
los casos de disolución del vínculo conyugal o ruptura de la convivencia. Sin embargo, si el
cambio de situación puede ocasionar un grave daño al niño o adolescente y el cónyuge o
conviviente asumió durante la vida en común el sustento del hijo del otro, puede fijarse
una cuota asistencial a su cargo con carácter transitorio, cuya duración debe definir el juez
de acuerdo a las condiciones de fortuna del obligado, las necesidades del alimentado y el
tiempo de la convivencia.”
También se proyectan reformas a los alimentos de los padres a sus hijos mayores
de edad, entre los dieciocho y veintiún años.
En efecto, la ley 26.579 –del año 2009- redujo de 21 a 18 años la mayoría de edad
en nuestro derecho positivo. La ley vino así a consagrar la tendencia existente en los
últimos años que intentaban establecer en 18 años la mayoría de edad y que, por distintas
razones, habían quedado en meros intentos legislativos.
De esta manera, la ley 26.579 consagró en el derecho argentino una nueva fuente
obligacional en materia alimentaria: alimentos derivados del vínculo filial, que adquiere
perfiles propios y específicos en materia alimentaria.
Luego, en el art. 662, bajo la denominación de Hijo mayor de edad, establece: “El
progenitor que convive con el hijo mayor de edad tiene legitimación para obtener la
contribución del otro hasta que el hijo cumpla veintiún años. Puede iniciar el juicio
alimentario o, en su caso, continuar el proceso promovido durante la minoría de edad del
hijo para que el juez determine la cuota que corresponde al otro progenitor. Tiene
derecho a cobrar y administrar las cuotas alimentarias devengadas. Las partes de común
acuerdo, o el juez, a pedido de uno de los progenitores o del hijo, puede fijar una suma
que el hijo debe percibir directamente del progenitor no conviviente. Tal suma,
administrada por el hijo, está destinada a esparcimiento, gastos con fines culturales o
educativos, vestimenta u otros rubros que se estimen pertinentes.”
Se replantea así, los términos y alcances del art. 265 del Código Civil, texto según
ley 26.57914.
14
El segundo párrafo del art. 265 C.C. dice: “La obligación de los padres de prestar alimentos a sus hijos, con
el alcance establecido en el artículo 267, se extiende hasta la edad de veintiún años, salvo que el hijo mayor
de edad o el padre, en su caso, acrediten que cuenta con recursos suficientes para proveérselos por sí
mismo.”
uno de sus progenitores, éste será el encargado de recibir, administrar y disponer de los
fondos que constituyen el monto de la cuota alimentaria que le corresponde al
alimentado, mayor de edad.
Por lo demás, la misma línea ideológica se observa al tratar los alimentos al hijo
mayor de edad que se capacita, al reconocerle al progenitor el derecho a solicitarlo (conf.
art. 663).
Por otra parte, la última parte de la disposición proyectada permite que el hijo –
mayor de edad- pueda recurrir al juez para que se le destine, para gastos diarios, un
porcentaje de la cuota alimentaria administrada por su progenitor que convive con él. A
mi entender, la norma presenta una solución teórica que no condice con la realidad
práctica. Se generaría un desgaste jurisdiccional para desglosar un desembolso diario ante
el conflicto del progenitor, que administra los fondos, y el beneficiario que pretende
realizar sus propios gastos que el otro progenitor no le reconoce.
Asimismo, el Proyecto incluye una nueva obligación, extendiendo la protección
alimentaria a los hijos mayores de edad, cuando éstos se capaciten. Esta última responde
a una tendencia existente en la legislación extranjera y a ciertos precedentes
jurisprudenciales que han tenido lugar en nuestro derecho positivo.
8. ALIMENTOS.
15
CNCiv., sala I, 15/8/2000, LL 2001-B-527; CNCiv., sala B, 23/12/1988, ED 135-456.
Se recepciona el criterio jurisprudencial prevaleciente en cuanto se admite la
fijación de alimentos provisorios durante la sustanciación del juicio de filiación (art. 664).
Se avanza aún más, porque se prevé la hipótesis del reclamo alimentario antes de iniciarse
el juicio de filiación, en cuyo caso podría prosperar con la condición de que el alimentado
inicie la acción en el plazo establecido por el juzgador.
El art. 668, de manera atinada, permite que se reclamen los alimentos para el hijo
a los ascendientes y progenitores en un mismo proceso, debiéndose acreditar
verosímilmente –en tal caso- las dificultades del actor para percibir los alimentos del
progenitor obligado.
Es decir, que se permite el reclamo en una misma acción tanto al padre como al
abuelo, pero siempre que se acredite que no se podrán percibir estos alimentos del
progenitor obligado en primer término.
El Proyecto de reforma manifiesta en su art. 704 que “los alimentos a cargo de los
progenitores subsisten durante la privación y suspensión del ejercicio de la
responsabilidad parental”. En consecuencia. Se despejan –de forma definitiva- las posibles
dudas que existen en el régimen actual, ante tales circunstancias.
Estipula el art. 716 del Proyecto que en los procesos relativos a niñas, niños y
adolescentes referidos a los alimentos es competente el juez del “lugar donde la persona
menor de edad tiene su centro de vida”. Criterio que ha sostenido el máximo tribunal del
país16.
En lo que respecta a los alimentos provisorios para los hijos menores de edad, el
art. 721 inciso d, del Proyecto, dispone que el juez puede decretar de oficio un régimen de
alimentos provisorios (o provisionales, como los denomina el Proyecto) para los hijos.
Cabe recordar, al respecto, que en nuestra legislación (a diferencia de alguna otra, como
la chilena) el juez sólo puede decretar los alimentos provisorios a pedido de parte o de su
representante legal (en el caso de menores de edad).
16
CS, 20/2/2001, L.L. 2001-D-691 y J.A. 2002-I-138.
Respecto de los alimentos entre cónyuges se contempla específicamente el deber
alimentario de los cónyuges durante la normal convivencia (art. 432), tal como se prevé en
el régimen vigente. Se agrega, sin embargo, las pautas para su fijación (art. 433).
A tal fin, se optó por una enumeración casuística de pautas a tener en cuenta por
parte del juzgador, lo que lleva a destacar que las mismas tendrán, forzosamente, el
carácter enunciativo, pues no deben excluirse otras situaciones específicas que surgieren
de cada caso particular.
Se determina que dicho deber cesará en tres casos: si desaparece la causa que lo
motivó; si el cónyuge alimentado inicia una unión convivencial; o si incurre en alguna de
las causales de indignidad.
Al legislarse sobre las uniones convivenciales, se prevén ciertas normas que regirán
dichas uniones. Sin embargo, durante la convivencia no se prevé expresamente el deber
alimentario de los integrantes de la unión.
El art. 549 faculta la repetición: “En caso de haber más de un obligado al pago de
los alimentos, quien los haya prestado puede repetir de los otros obligados, en proporción
a lo que a cada uno le corresponde.”
Dado que los arts. 539 y 547 del Proyecto establecen el principio general de la
irrepetibilidad de lo abonado en concepto de alimentos, se debe interpretar que el art.
549 es una excepción a ello, más se lo debió aclarar específicamente, dado que a priori
existe una contradicción entre lo preceptuado en los arts. 539 y 547 y lo que dispone el
art. 549.
A partir de la existencia de la Convención sobre los Derechos del Niño, se inicia una
nueva corriente –legislativa, doctrinaria y jurisprudencial- que tiende a sustituir el término
“menores” por el de “niños”, siguiendo los lineamientos del instrumento internacional.
De ahí que la palabra “menores” importa una categoría en crisis, asociada a la vieja
escuela de la minoridad. Representa, en todo caso, un contenido estigmatizante. En
cambio, la denominación “niños” expresa una idea más acorde con el cambio sociológico,
a partir de la existencia de la Convención sobre los Derechos del Niño.
Estas diferencias en la edad, permite señalar que estamos ante una nueva
institución particular, que no puede asimilarse con el clásico “asentimiento paterno”.
La primera parte del art. 26 del Proyecto, intitulado Ejercicio de los derechos por
las personas menores de edad indica: “La persona menor de edad ejerce sus derechos a
través de sus representantes legales. No obstante, la que cuenta con edad y grado de
madurez suficiente para ejercer por sí los actos que le son permitidos por el ordenamiento
jurídico. En situaciones de conflicto de intereses con sus representantes, pueden
intervenir con asistencia letrada.”
Si bien el art. 26 del Proyecto no establece una edad a partir de la cual puede
designarse un letrado patrocinante al niño, sin embargo, tal derecho lo vincula o
condiciona con la capacidad progresiva, pues señala que debe tener “edad y grado de
madurez suficiente”, lo que significa una restricción al derecho constitucional garantizado
a todo niño. Ejemplo de tal restricción también se puede visualizar en el proyectado art.
596, donde expresamente contempla el patrocinio letrado solamente para los
adolescentes17.
17
Dice: “El adoptado con edad y grado de madurez suficiente tiene derecho a conocer los datos relativos a
su origen y puede acceder, cuando lo requiera, al expediente judicial y administrativo en que se tramitó su
adopción y a otra información que conste en registros judiciales o administrativos. Si la persona es menor
de edad, el juez puede disponer la intervención del equipo técnico del tribunal, del organismo de protección
o del registro de adoptantes para que presten colaboración. La familia adoptante puede solicitar
Cuando la ley 26.061 refiere a niñas, niños y adolescentes, a los fines del art. 27, no
establece edades. Ello así, pues, el reconocimiento del derecho del niño al patrocinio
letrado, enmarcado en el sistema de derechos y garantías de la Convención sobre los
Derechos del Niño, contempla la figura del abogado del niño como defensa técnica,
independientemente y sin perjuicio de sus representantes legales.
Al ser una garantía mínima, la figura del abogado del niño debe estar presente en
todo procedimiento, en la que se sustancien aspectos que involucren al niño. De ahí que
se establezca que tal designación debe serlo desde el inicio del proceso, en el
entendimiento de que para la realización de actos procesales se requiere la defensa
técnica del niño. En consecuencia, tal garantía no se limita a que el niño cuente con edad y
grado de madurez suficiente para efectivizar tal manda constitucional.
Por otra parte, en los términos del Proyecto, se confunden figuras distintas: el
tutor ad litem con el abogado del niño. Adviértase que el art. 26 del Proyecto subordina la
asesoramiento en los mismos organismos. El expediente judicial y administrativo debe contener la mayor
cantidad de datos posibles de la identidad del niño y de su familia de origen referidos a ese origen, incluidos
los relativos a enfermedades transmisibles. Los adoptantes deben comprometerse expresamente a hacer
conocer sus orígenes al adoptado, quedando constancia de esa declaración en el expediente. El adoptado
adolescente está facultado para iniciar una acción autónoma a los fines de conocer sus orígenes. En todo
caso debe contar con asistencia letrada.” La última parte de la norma transcripta vincula el derecho a la
asistencia letrada con el adolescente específicamente, es decir a toda persona que hubiere alcanzado la
edad de trece años (conf. art. 25 del Proyecto).
designación del abogado del niño a la existencia de conflictos con sus representantes
legales. Claramente, lo que prevé la norma es una figura cercana al tutor ad litem, antes
que al patrocinio letrado. Se trata de cosas distintas, jurídicamente. El patrocinio letrado,
en el contexto de la Convención sobre los Derechos del Niño, constituye una garantía de la
defensa técnica en el juicio, en todo procedimiento, independientemente de la
representación legal en su condición de incapaz.
La figura del abogado del niño ha sido tratada en forma deficiente en el Proyecto,
manteniendo, en su esencia, una lógica tutelar en relación a las personas menores de
edad, que no condice ni compatibiliza con los criterios de actualidad que marcan los
tratados internacionales con jerarquía constitucional.
V. CONCLUSIONES.
El impacto de la reforma integral del Código Civil y Comercial será evidente, en los
alcances y contenido de la misma. La necesidad de reforma integral de los Códigos parece
poco discutible.