Está en la página 1de 7

Me acosté en la cuchara de la

noche, pasé por tus labios

oscuros: me tragaste entero, medicina, hecho

de piel, de bosque, hecho del aroma de fresa que atrae

moscas y el agua que desborda la ciudad mientras llueve,

mientras canto, mientras… Desde adentro, te pido un nuevo

nacimiento, me presentas al aire y al mundo. Y tú—

te acuestas en la cuchara.

Te paso entre mis labios, medicina.

Eres piedra, cacao, naranja, azúcar.

Eres sangre entre mis dientes, todavía.


enero tibio

el humo tras los cerros

Se fueron las lluvias de Octubre, dejé de dormir

en mi traje de baño, aprendí

a caminar por esta casa (patas

secas), una

maravilla. Cantando

boleros subí

al techo

para tapar

los huecos.

Bailé hasta que el sol me quemó la cabeza, los hombros.

Bajé con la rojísima piel de mi padre.

Pasaron los meses, olvido

detalles. Amaneció el nuevo

año y yo leyendo mis poemas

en la oreja de una mujer a media

calle.

En

la

distancia

están quemando los campos de


caña, el humo disperso

cayendo sobre mis páginas, corrigiendo

mis poemas. Cae sobre la mujer, sobre

su cabeza, sus hombros,

su carne roja se pone gris y brilla.

(En la distancia

los animales gritan

[no escucho] mientras

corran [no veo] —

conejos y culebras

y ratones y

perros, pájaros, insectos,

arañas, insectos, corren

o se convierten

en ceniza, en

esta columna de

humo tras todos

mis leves poemas).

El dulce humo y la brisa

pasan por debajo de mi puerta.

Bailamos con patas sucias sobre mi piso de polvo.

Olvidamos detalles.

Dejamos huellas negras en la pared.

(Ahora pienso que

mi padre [ceniza,

humo] también se
encuentra tras versos

y bajo cerros).

Abrimos las bocas.

Los labios se ponen negros.

Los dientes se ponen negros.

Detrás de la lengua, la garganta se llena de azúcar.


Lo Fatal

o Leves Reflexiones antes de Comer

Una vez

en otra costa

vi un pelícano

asfixiarse por más de una

hora, su garganta llena de huachinango

nadando.

Sobre una piedra entre olas balanceaba, tragando, tragando, buscando

aire mientras el pez buscaba agua mientras yo

buscaba el sentido, pensé

que ser testigo valió

algo. Una vez

encima de otro cerro

vi a una marcha de hormigas (testigos

a la caída de dos pueblos distintos

encima de ese cerro, entre

las flores blancas

[regresando de la escuela, evito pisar

una marcha de hormigas aquí

en frente de mi casa, tal vez es la

misma, testigos una vez más, sin

saber adónde van, ni de dónde

vinieron]
y las piedras más antiguas, cada hormiga con su carga,

pedazos de hojas como velas) y me quedé

mirándolas. ([Me quedo mirándolas]).

Tengo hambre. Otro de mis alumnos murió esta mañana.


la apicultora quema sus abejas contaminadas

(el poeta se despide de todo lo que ama)

llorando dentro de su traje apícola, anhela

quitárselo para dejar que le perforen la piel,

que le tatúen su confusa rabia, que puedan conocer

el horrible rostro de su muerte ardiente. una tras otra,

caen ante su diosa al servicio de su reina.

no hay manera de dejarlas libres

y eliminar su enfermedad.

no hay manera de encerrarlas todas

y dejarlas vivir todavía.

También podría gustarte