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El problema de la realidad: la caverna de Platón

Un concepto que es recurrente en lo cotidiano es el de ‘realidad’, a menudo tan


utilizado y naturalizado que la persona que cuestiona qué es lo real o si en verdad existe la
realidad es considerada como conspiranoica, porque “se da por entendido” que la realidad es
“esto”. Esta última situación demuestra una falta de interés por ir más allá de lo “conocido”,
negar la posibilidad de que las cosas no sean como las concebimos, y aun así no todas las
personas pueden decir qué es la realidad o cómo saber que lo real es real y no ficticio. De
todas maneras, no es del todo incorrecto decir que toda persona tiene un cierto
entendimiento o comprensión de lo que implica el concepto en cuestión, y para dar crédito a
tal afirmación veamos una definición tradicional y académica de ‘realidad’: “término con el
que nos referimos, de un modo general, al conjunto de lo que existe, en oposición a lo que
consideramos ficticio, ilusorio, aparente, o meramente posible”.

Como podemos ver se destaca una oposición, la de lo real entendido como lo que
existe por contraparte a lo que es mera ficción, ilusión o apariencia, todo bien relacionado con
una de las definiciones de ‘conocimiento’ que ya vimos, esa de contemplar, de ver (la
evidencia, lo claro, lo que está ahí en frente nuestro); por otro lado es sumamente importante
destacar la última distinción que hace la definición transcripta, la realidad es lo que existe y se
opone a lo que es meramente posible, es una diferencia que en lo cotidiano usamos cuando
hablamos de proyectos o de “sueños”, esa frase que dice “los sueños se hacen realidad” viene
a explicarla al sostener que los sueños no son algo de por sí real, así como los proyectos deben
concretarse para cumplir con su cualidad particular (los proyectos se elaboran para ser
concretados, no para otra cosa), ni sueños ni proyectos tienen una existencia que se sostenga
por sí misma independientemente de la persona soñadora, cosa que sí es esencial y propia de
lo real, de lo que existe (la cualidad de existir por sí misma/o). En este caso vemos cómo la
realidad y lo real, lo existente, tienen otra característica, la ‘objetividad’, es decir, la existencia
independiente de todo sujeto, por lo que es de un modo determinado e igual para toda
persona. Se podría decir que lo real, entendido como la realidad en este punto, es lo que existe
efectivamente, y tal expresión nos remite a pensar en la realidad como lo que es.

Ahora bien, las propiedades adjudicadas a la realidad en el párrafo anterior no son


casuales sino que provienen en gran parte del pensamiento de Platón, cuya vida transcurrió
allá por los siglos V y IV a.c. en la Antigua Grecia.En línea con la definición de realidad
brevemente analizada, Platón escribió, en su libro titulado República, un relato conocido como
la ‘Alegoría de la caverna’ (se encuentra al inicio del libro VII de la obra mencionada), cuyo
sentido es demostrar cómo es que, desde su postura acerca de la Filosofía, la realidad, lo que
verdaderamente existe por sí mismo, se nos escapa en lo cotidiano, cosa que viene a
contradecir el entendimiento de la realidad como lo que se da, como lo que está ahí, Platón
nos incita a pensar en si en realidad esta realidad no es real. Y no es un dato menor el hecho
de que el tratamiento problemático del término ‘realidad’ esté desde sus inicios inseparable
del término ‘verdad’. Todo esto en un diálogo entre Sócrates y Glaucón (personajes no sólo
ficticios, sino también históricos), que a continuación transcribo para poder estudiarlo.
Sócrates – Después de eso –proseguí– compara nuestra naturaleza respecto de su educación y de su
falta de educación con una experiencia como ésta. Represéntate hombres en una morada subterránea
en forma de caverna, que tiene la entrada abierta, en toda su extensión, a la luz. En ella están desde
niños con las piernas y el cuello encadenados, de modo que deben permanecer allí y mirar sólo delante
de ellos, porque las cadenas les impiden girar en derredor la cabeza. Más arriba y más lejos se halla la
luz de un fuego que brilla detrás de ellos; y entre el fuego y los prisioneros hay un camino más alto,
junto al cual imagínate un tabique construido de lado a lado, como el biombo que los titiriteros levantan
delante del público para mostrar, por encima del biombo, los muñecos.

Glaucón – Me lo imagino.

Sóc. – Imagínate ahora que, del otro lado del tabique, pasan hombres que llevan toda clase de utensilios
y figurillas de hombres y otros animales, hechos en piedra y madera y de diversas clases; y entre los que
pasan unos hablan y otros callan.

Gla. – Extraña comparación haces, y extraños son esos prisioneros.

Sóc. – Pero son como nosotros. Pues en primer lugar, ¿crees que han visto de sí mismos, o unos de los
otros, otra cosa que las sombras proyectadas por el fuego en la parte de la caverna que tienen frente a
sí?

Gla. – Claro que no, si toda su vida están forzados a no mover las cabezas.

Sóc. – ¿Y no sucede lo mismo con los objetos que llevan los que pasan del otro lado del tabique?

Gla. – Indudablemente.

Sóc. – Pues entonces, si dialogaran entre sí, ¿no te parece que entenderían estar nombrando a los
objetos que pasan y que ellos ven?

Gla. – Necesariamente.
Sóc. – Y si la prisión contara con un eco desde la pared que tienen frente a sí, y alguno de los que pasan
del otro lado del tabique hablara, ¿no piensas que creerían que lo que oyen proviene de la sombra que
pasa delante de ellos?

Gla. – ¡Por Zeus que sí!

Sóc. – ¿Y que los prisioneros no tendrían por real otra cosa que las sombras de los objetos artificiales
transportados?

Gla. – Es de toda necesidad.

Sóc. – Examina ahora el caso de una liberación de sus cadenas y de una curación de su ignorancia, qué
pasaría si naturalmente les ocurriese esto: que uno de ellos fuera liberado y forzado a levantarse de
repente, volver el cuello y marchar mirando a la luz, y al hacer todo esto, sufriera y a causa del
encandilamiento fuera incapaz de percibir aquellas cosas cuyas sombras había visto antes. ¿Qué piensas
que respondería si se le dijese que lo que había visto antes eran fruslerías y que ahora, en cambio está
más próximo a lo real, vuelto hacia cosas más reales y que mira correctamente? Y si se le mostrara cada
uno de los objetos que pasan del otro lado del tabique y se le obligara a contestar preguntas sobre lo
que son, ¿no piensas que se sentirá en dificultades y que considerará que las cosas que antes veía eran
más verdaderas que las que se le muestran ahora?

Gla. – Mucho más verdaderas.

Sóc. – Y si se le forzara a mirar hacia la luz misma, ¿no le dolerían los ojos y trataría de eludirla,
volviéndose hacia aquellas cosas que podía percibir, por considerar que éstas son realmente más claras
que las que se le muestran?
Gla. – Así es.

Sóc. – Y si a la fuerza se lo arrastrara por una escarpada y empinada cuesta, sin soltarlo antes de llegar
hasta la luz del sol, ¿no sufriría acaso y se irritaría por ser arrastrado y, tras llegar a la luz, tendría los ojos
llenos de fulgores que le impedirían ver uno solo de los objetos que ahora decimos que son los
verdaderos?

Gla. – Por cierto, al menos inmediatamente.

Sóc. – Necesitaría acostumbrarse, para poder llegar a mirar las cosas de arriba. En primer lugar miraría
con mayor facilidad las sombras, y después las figuras de los hombres y de los otros objetos reflejados
en el agua, luego los hombres y los objetos mismos. A continuación contemplaría de noche lo que hay
en el cielo y el cielo mismo, mirando la luz de los astros y la luna más fácilmente que, durante el día, el
sol y la luz del sol.

Gla. – Sin duda.

Sóc. – Finalmente, pienso, podría percibir el sol, no ya en imágenes en el agua o en otros lugares que le
son extraños, sino contemplarlo como es en sí y por sí, en su propio ámbito.

Gla. – Necesariamente.

Sóc. – Y si se acordara de su primera morada, del tipo de sabiduría existente allí y de sus entonces
compañeros de cautiverio, ¿no piensas que se sentiría feliz del cambio y que los compadecería?

Gla. – Por cierto.


Sóc. – Respecto de los honores y elogios que se tributaban unos a otros, y de las recompensas para
aquel que con mayor agudeza divisara las sombras de los objetos que pasaban detrás del tabique, y para
el que mejor se acordase de cuáles habían desfilado habitualmente antes y cuáles después, y para aquel
de ellos que fuese capaz de adivinar lo que iba a pasar, ¿te parece que estaría deseoso de todo eso y
envidiaría a los más honrados y poderosos entre aquéllos? ¿O más bien no le pasaría como al Aquiles de
Homero, y «preferiría ser un labrador que fuera siervo de un hombre pobre» o soportar cualquier otra
cosa, antes que volver a su anterior modo de opinar y a aquella vida?

Gla. – Así creo también yo, que padecería cualquier cosa antes que soportar aquella vida.

Sóc. – Piensa ahora esto: si descendiera nuevamente y ocupara su propio asiento, ¿no tendría ofuscados
los ojos por las tinieblas, al llegar repentinamente del sol?

Gla. – Sin duda.

Sóc. – Y si tuviera que discriminar de nuevo aquellas sombras, en ardua competencia con aquellos que
han conservado en todo momento las cadenas, y viera confusamente hasta que sus ojos se
reacomodaran a ese estado y se acostumbraran en un tiempo nada breve, ¿no se expondría al ridículo y
a que se dijera de él que, por haber subido hasta lo alto, se había estropeado los ojos, y que ni siquiera
valdría la pena intentar marchar hacia arriba? Y si intentase desatarlos y conducirlos hacia la luz, ¿no lo
matarían, si pudieran tenerlo en sus manos y matarlo?

Gla. – Seguramente.
Foto ilustrativa

Cómo se puede apreciar, en el breve diálogo aparecen casi todos los elementos y las
cualidades que asumimos como propias del conocimiento filosófico, del de la verdad, y del de
la realidad o lo real: la oscuridad graficada con la caverna, lo claro graficado con la claridad del
exterior de la caverna, la contemplación, la objetividad (los objetos reales no dependen de las
personas detrás del biombo, esa es la vida en la caverna, no la real, el exterior, donde todo ya
estaba ahí y se conoce tal cual), la rareza de quien se sale de lo “normal”, la educación, lo
liberador del conocimiento, lo esclavizador del someterse al sentido común (la conformidad de
la ignorancia inconsciente), la naturaleza del ser humano como tendencia a buscar saber más
de lo que considera saber, y la resistencia que se genera en quien cree saber la verdad, el
conformismo de no querer someterla a crítica.

Más allá de lo dicho, y yendo a lo gnoseológico en sí, el relato platónico consiste en


considerar la posibilidad de que nuestros conocimientos básicos y sus objetos, con los que nos
manejamos en lo cotidiano y a los que nos acercamos mediante los 5 sentidos, no son más que
una sombra o copia de los objetos verdaderos de conocimiento, que son las Ideas, sólo
accesibles para una razón ejercitada en la reflexión y en la abstracción; es el pasaje de la
caverna al exterior, de la opinión a la verdad, solo asequible para la reflexión crítica, para la
Razón. Lo dicho es una breve y escueta reseña, que roza lo lánguido, de la cual debemos
rescatar lo siguiente: para Platón lo verdadero, hacia todo lo que debemos aspirar para
conocer y obrar correctamente, se encuentra en un mundo que no es el nuestro. Se trata del
mundo de las Ideas, entendiendo y sosteniendo que ningún conocimiento que se sirva del
mundo sensible como fuente principal y absoluta es válido. Para ver mejor la discriminación
(diferenciación crítica) que hace el filósofo veamos las características que le adjudica a las
cosas sensibles y a las Ideas:

∙ Cosas sensibles: son múltiples, mutables, contradictorias, temporales, contingentes y


particulares, participantes, copias e imitaciones, dependientes, fenómenos,
imperfectas.

∙ Ideas: son únicas, inmutables, idénticas a sí mismas, intemporales, necesarias y


universales, participadas, modelos, independientes, realidades, perfectas.

O sea, para Platón, hay un mundo ideal accesible solo para la razón humana que
guarda las ideas de cada elemento sensible que se nos aparece en este nuestro mundo, ideas
como la de caballo, la de lo bello, la de lo bueno, etc., mientas que en nuestro mundo
encontramos muchos caballos, muchas cosas bellas, muchas cosas buenas, todas ellas muy
variadas, que las asociamos o adjuntamos a determinados conceptos porque tenemos la
sensación de que comparten algo que las trasciende, ese algo son las Ideas; también podemos
ver esta relación en el hecho de que, a pesar de que los caballos mueran, o que las cosas bellas
se vuelvan feas, o las buenas se tornen malas, las ideas se mantienen intactas, siguen ahí. Sólo
en base a las ideas puede erigirse una ciencia, en el sentido de ‘conocimiento absoluto’, ya que
ellas son la verdadera realidad, lo demás es una copia degradada. Sin embargo, tenemos que
tener presente que sólo se puede acceder al conocimiento de las ideas a través de un camino
ascendente, empezando por las cosas sensibles y múltiples para arribar al conocimiento de las
ideas abstractas y únicas; por ejemplo, para saber en qué consiste la idea de lo bello, tenemos
que pensar en todas las cosas que nos parecen bellas y, desde ese punto, empezar a
reflexionar sobre qué cosas comparten, qué es lo que las hace bellas, y eso nos permitirá ir
acercándonos a la idea de lo bello de la cual todas las cosas que nos parecen bellas participan.
En cierto punto, la vida en la caverna es como la vida humana, empezamos viendo sombras
durante el primer tiempo de vida, hasta que vamos viendo con más claridad, nos
acostumbramos a la luz y empezamos a abstraer conceptos, a generar ideas, a elaborar
razonamientos, es el “camino del conocimiento”.

Lo dicho hasta ahora busca cumplir con una exigencia: que se comprenda el
predominio de las Ideas y de su mundo por encima del mundo sensible y sus cosas concretas,
como si fuese lo real y hacia lo que debemos tender en todo aspecto de la vida, sea en lo
teórico para alcanzar la verdad o en lo práctico para acceder a un modelo de comportamiento
que no sea relativo (rasgo de lo sensible). Sintetizando, la Filosofía emprende con Platón, la
búsqueda de una verdad que se sabe que existe, más allá de lo concreto en este caso, pero se
sabe que existe.

Sin embargo, no debemos de quedar cegados por semejante idea presentada, sino
analizarla un poco en nuestros tiempos, ¿podemos hablar de la existencia de una sola realidad
que es igual para todas las personas y que está ahí a la vista de todo el mundo por la vía
racional solamente?
La caverna de la dictadura del se

Es curioso pensar en que el relato posee gran actualidad. Es tal que podemos pensar
en cavernas, de la mano del filósofo alemán Martin Heidegger, quien en su libro titulado Ser y
Tiempo teoriza sobre la existencia, en sí misma y en relación con su entorno. A propósito de la
existencia en conjunto, de “la vida en comunidad” podemos decir, nos habla acerca de una
“dictadura del se”, en el §27, dictadura que ejerce el o lo uno, un concepto que alude a nadie
en particular y a la vez a muchas personas. Tal dictadura se expresa en la siguiente fórmula:

Disfrutamos y gozamos como se goza; leemos, vemos y juzgamos de literatura y


arte como se ve y juzga; incluso nos apartamos del “montón” como se apartan de
él; encontramos “sublevante”1lo que se encuentra sublevante. El “uno”, que no es
nadie determinado y que son todos, si bien no como suma, prescribe la forma de
ser de la cotidianidad.

En un artículo de la página https://aeternaimperoblog.wordpress.com/, encontramos


una interpretación un tanto más comprensible aunque extensa: “(…) en primera instancia, y
ante todo, vivimos en el anonimato, en el olvido de nosotros mismos, porque en nuestra vida
diaria somos, no nosotros mismos como auténticas personalidades libres, sino que nos
encontramos sometidos al poder de un tirano impersonal, que en términos sociológicos puede
denominarse "la gente", y que en términos filosóficos llama Heidegger el "se" o el "uno". En
efecto, en la mayor parte de nuestros actos no nos comportamos como personas autónomas
que libremente deciden hacer esto o lo otro, sino que hacemos lo que la "gente" hace;
compramos un aparato de televisión o nos cortamos el cabello de cierta manera, porque "la
gente" ve televisión, porque "se" usa tal corte de cabello, "uno" compra tal diario
presuntamente intelectual porque es lo que "se" lee. Se trata entonces de actitudes, incluso de
"ideas", que se adoptan por una especie de imposición del medio social en que se vive. Y en
todos esos casos es el "se", el "uno", el impersonal, el que decide, y no nosotros mismos; y esa
tiranía o dominación impide entonces que llevemos una existencia auténtica, nos impide
descubrirnos en lo que nosotros mismos somos, y oculta nuestra verdadera realidad con la
especie de máscara que nos impone. Y es preciso no perder de vista que el impersonal no sólo
dicta las modas en materia de ropas o peinados, sino que también hay modas en el campo de
las ideas, esto es, ideas impuestas por "la gente": son muchos, en efecto, los que participan de
determinadas ideas políticas porque son las ideas políticas de moda, lo que "queda bien", lo
que ahora "se" piensa -como si el impersonal pudiese pensar, y olvidando que el pensar es
siempre eminentemente personal”. Tal como Platón, lo señalado por Heidegger es una
invitación a pensar en si lo que consideramos natural en la realidad, en lo cotidiano, está
dispuesto de forma auténtica o no, si basta con entender cómo se dan las cosas o si
necesitamos pensarlas en profundidad y más allá de lo dado para comprenderlas.

1
Este término implica la revuelta o el levantamiento contra una autoridad tiránica, o no
necesariamente, pero autoridad en fin. Lo que está diciendo es que incluso la rebeldía ante el uno es
producto del uno.
Actividad:

1. Con tus palabras, sin buscar en internet ni en libros, ni nada semejante ¿qué es la
‘realidad’ para vos?, ¿es una y la misma para todo el mundo?

2. A continuación, les dejo un aforismo (frase o sentencia breve) de Nietzsche, un filósofo


que retomaremos en clases próximas, para pensar y responder a los siguientes
interrogantes desde tu perspectiva: ¿crees posible una verdadera libertad de esas
cadenas que según Platón y Heidegger nos someten día a día?, ¿hay una sola caverna?,
¿se puede salir de la/s cavernas?, ¿cómo? (pueden responder desde una sola reflexión,
no hace falta que hagan “tres” respuestas distintas, ya que todo alude a lo mismo).
Fragmento:

No sentir ya el peso de nuevas cadenas.- Mientras no nos sentimos


dependientes de algo nos creemos independientes, conclusión equivocada que
demuestra hasta qué extremo llega el orgullo y el ansia de dominio del
hombre; pues está admitiendo que en toda circunstancia ha de advertir y
reconocer su dependencia, en cuanto la experimenta, en virtud de la idea
preconcebida de que corrientemente vive en la independencia, y que si
excepcionalmente la pierde, siente de inmediato una impresión de contraste.
Pero, ¿y si la verdad fuese lo contrario, es decir, si viviera siempre en una
dependencia múltiple y se considerase libre porque la fuerza de la costumbre
le hubiese hecho no sentir el peso de las cadenas? Sólo nuevas cadenas le
vuelven a hacer sufrir. La expresión «libre albedrío» no quiere decir realmente
otra cosa que el hecho de no sentir nuevas cadenas.

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