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Los sacramentos, como fuerza que brotan del cuerpo Místico de Cristo, siempre
vivo y vivificante, y como acciones del Espíritu Santo que actúa en su Cuerpo que es la
Iglesia, son la obra maestra en al Nueva y Eterna Alianza. En esta tónica el Sacrosantum
Concilium en su N° 59 nos enseña que “los Sacramentos están ordenados a la
santificación de los hombres, a la edificación del Cuerpo de Cristo y, en definitiva, a dar
culto a Dios pero, como signos, también tienen un instructivo. No solo suponen la fe,
también la fortalecen, la alimentan y la expresan con palabras y acciones”.
Los siete sacramentos corresponden a todas las etapas y todos los momentos
importantes de la vida del cristiano; dan nacimiento y crecimiento, curación y misión a la
vida de fe del cristiano. Hay aquí una cierta semejanza entre la vida natural y las etapas de
la vida espiritual.
Por ejemplo, el sacramento del bautismo se otorga propiamente en el transcurso de
los primeros años de la vida, para que no solamente exista un nacimiento físico, sino
también espiritual, el sacramento de la confirmación se otorga a partir de los 7 años de edad
(aunque debe adaptarse a las circunstancias pastorales de cada región eclesial) y se otorga
hasta esta edad, puesto que es cuando se ha alcanzado o se empieza a alcanzar el uso de
razón, elemento fundamental para poder asumir los compromisos que conlleva el ser
cristiano, seguramente un niño de meses de nacido o de uno o dos años de vida no podrá
por su misma situación asumir dichos compromisos. El sacramento de la Eucaristía, el de la
Penitencia y el de la Sagrada Unción se otorgan también después de que se ha alcanzado el
uso de razón, puesto que a raíz de que se alcanza el uso de razón se empieza el
conocimiento y distinción del bien y del mal, por lo que también se amplía la conciencia
del pecado en el hombre, y ante tal situación son necesarios estos sacramentos para ir
sanando y alimentando la vida del cristiano. Los otros últimos dos sacramentos el del
Matrimonio y el Orden Sagrado, se han de recibir cuando se esté preparado no solamente
espiritual, sino también físicamente para asumir responsablemente la misión que dichos
sacramentos confieren, por ejemplo el del matrimonio habrá de asumir las
responsabilidades del hogar y de los hijos, mientas que el del Orden Sagrado habrá de
asumir la gran responsabilidad de ser Pastor, Esposo y Cabeza de la Iglesia, pueblo de Dios.