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LOS SACRAMENTOS DE INICIACIÓN CRISTIANA 4to

Definición de Sacramento.
La noción de sacramento: es un signo externo instituido por Jesucristo para producir la gracia.
Tenemos en esta definición de sacramento tres elementos bien claros:
* Un signo sensible perceptible por los sentidos, de la gracia santificante.
* Este signo es dado por Dios (causa principal) a través de Cristo (causa meritoria).
* Su efecto es que produce la gracia.
Es decir, los sacramentos confieren la gracia que significan, siempre y cuando no se pongan obstáculos a
los mismos y se reciban con la disposición adecuada.
Cada uno de los sacramentos confiere la gracia a quienes los reciben, pero se distingue la finalidad de los
distintos sacramentos, según lo que se denomina gracia sacramental específica de cada sacramento. Esta
gracia sacramental provee auxilios divinos especiales, como gracias actuales específicas, para conseguir
los fines particulares de cada sacramento.
Así, por ejemplo, el sacramento del matrimonio concederá gracias especiales para cumplir con las
obligaciones del estado que implica el hecho de casarse, y el sacramento del orden las dará a los
sacerdotes para el cumplimiento de su misión como ministros de la Iglesia.
Los sacramentos de la Nueva Alianza son siete. El Catecismo nos explica: "Los sacramentos de la Nueva
Ley fueron instituidos por Cristo y son siete, a saber: bautismo, confirmación, eucaristía, penitencia,
unción de los enfermos, orden sacerdotal y matrimonio. Los siete sacramentos corresponden a todas las
etapas y todos los momentos importantes de la vida del cristiano; dan nacimiento y crecimiento, curación
y misión a la vida de fe de los cristianos. Hay aquí una cierta semejanza a las etapas de la vida natural y
las etapas de la vida espiritual."
Se suelen agrupar los sacramentos en tres clases: los sacramentos de la iniciación cristiana (bautismo,
confirmación, eucaristía), los de curación (penitencia y unción de los enfermos) y los que están al
servicio de la comunidad (matrimonio y orden sagrado).

Sacramentos de la Iniciación cristiana.

a) El Bautismo: Recordemos que este sacramento confiere una gracia de regeneración espiritual,
limpiando del pecado original y haciendo nacer a la vida de la gracia, creando en nosotros el hombre
nuevo, renacido para vivir la misma vida de Cristo.

b) La Confirmación: por este sacramento se consolida la gracia del bautismo (gracia santificante), para
que el fiel crezca interiormente en su vida sobrenatural y reciba una especial fortaleza para proclamar su
fe con valentía, especialmente sin temor por el respeto humano, que muchas veces es un obstáculo para
los deberes religiosos.
Se recibe por este sacramento un especial auxilio del Espíritu Santo para crecer en la práctica de las
virtudes cristianas y para recibir los siete preciosos dones del Espíritu. Por eso se dice comúnmente que
con la confirmación el cristiano se convierte en un nuevo soldado de Cristo.
Los signos visibles de este sacramento son la imposición de las manos por parte del ministro (obispo o
sacerdote autorizado) y la unción con el santo crisma, que confiere la "marca" o el "sello" del Espíritu
Santo. También el signo de la imposición de las manos, desde el tiempo de los apóstoles, es un signo del
don del Espíritu Santo.
No significa esto que recién en la confirmación se recibe el Espíritu Santo, ya que el mismo, como parte
de la Trinidad, se ha recibido con la gracia santificante conferida por el bautismo, e inhabita en el espíritu
del bautizado. Lo que se quiere decir es que con la confirmación, por su gracia sacramental propia, se
recibe un nuevo impulso para el crecimiento de la vida sobrenatural, acción que por apropiación se otorga
al Espíritu Santo. Por eso la confirmación es un sacramento que se administra en una edad en que se tenga
un uso de la razón ya avanzado (joven o adulto), porque auxiliará al confirmado con gracias actuales que
le permitan perfeccionar su organismo sobrenatural (virtudes infusas y dones del Espíritu Santo).

c) La Eucaristía: Respecto de este sacramento nos dice el Catecismo: "La sagrada eucaristía culmina la
iniciación cristiana. Los que han sido elevados a la dignidad del sacerdocio real por el bautismo, y
configurados más profundamente con Cristo por la confirmación, participan por medio de la eucaristía,
con toda la comunidad, en el sacrificio mismo del Señor.
Nuestro Salvador, en la última Cena, la noche en que fue entregado, instituyó el sacrificio eucarístico de
su cuerpo y su sangre para perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz y confiar así a
su esposa amada, la Iglesia, el memorial de su muerte y resurrección, sacramento de piedad, signo de
unidad, vínculo de amor, banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos
da una prenda de la gloria futura. La eucaristía es "fuente y cima de toda la vida cristiana”. Los demás
sacramentos, como también todos los ministerios eclesiales y las obras de apostolado, están unidos a la
eucaristía y a ella se ordenan. La sagrada eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la
Iglesia, es decir, al propio Cristo, nuestra Pascua."
La eucaristía es el sacramento en el cual, bajo las especies de pan y vino, se encuentra Cristo presente en
forma verdadera, con su cuerpo, sangre, alma humana y divinidad, a fin de ofrecerse en un nuevo
sacrificio incruento al Padre celestial, y para darse como alimento espiritual a los fieles.
Es claro dogma de fe católica que Cristo está presente en la eucaristía en forma real y sustancial, debido a
que cuando el sacerdote consagra las especies del pan y del vino, se produce en forma milagrosa la
conversión de estas sustancias en el cuerpo y la sangre de Jesucristo. Esta transformación recibe el
nombre teológico de transustanciación.
Debemos diferenciar en la eucaristía lo que es sacramento de lo que es sacrificio, aunque ambos se
producen a partir de una única consagración del ministro. La eucaristía es sacramento en la medida en
que Cristo se da en ella como alimento para el alma, para su santificación, mientras que es sacrificio en
cuanto en ella Jesucristo se ofrece a Dios nuevamente como víctima, como hostia santa.
El fruto más importante de la eucaristía es la unión profundamente íntima que se produce entre Jesucristo
y el que recibe el sacramento, donde el Señor le comunica su modo de ser, sus sentimientos, sus afectos,
sus virtudes, y, especialmente, su amor al Padre y a los hombres.
Esta unión es una unión física, ya que, cuando recibimos la eucaristía, recibimos a Cristo todo entero
(cuerpo, sangre, alma y divinidad), y somos asimilados por Él; también es una unión espiritual muy
íntima y santificadora: se unen su alma con la nuestra, su imaginación y memoria, tan santas y
disciplinadas, también se unen con nuestra propia imaginación y memoria, para encaminarlas hacia Dios
y las cosas divinas.
El entendimiento de Jesús, como un verdadero sol de las almas, ilumina nuestra inteligencia con la virtud
de la fe, y su voluntad, fuerte y generosa, corrige las flaquezas y debilidades de la nuestra, de manera que
podamos perseverar en nuestra vida cristiana en medio de las dificultades y tentaciones. Por lo tanto la
unión con Jesucristo en la eucaristía es profundamente transformadora de todo nuestro ser.
Para que estos efectos se produzcan en la persona que recibe la eucaristía, son necesarias una preparación
y una disposición adecuadas. Esto implica estar en estado de gracia (no tener pecado grave), tener
conciencia de haber cumplido con los deberes propios de cada estado, estar reconciliado con los demás,
sin guardar odios y rencores, y tener un deseo profundo y ardiente de unirnos con Jesucristo en la
eucaristía.
Después de recibido el sacramento la disposición debe ser la de adoración profunda de Aquel que se nos
ha dado por completo, de acción de gracias por haber recibido tan grande don, y de propósito de hacer los
esfuerzos y sacrificios necesarios para crecer en determinadas virtudes que necesitamos, o para vencer
ciertas flaquezas y debilidades que sabemos que permanecen en nosotros.

Conclusiones.
Los sacramentos son todas fuentes de gracia santificante para quienes los reciben, y de gracias
sacramentales particulares adecuadas a cada estado de vida y situación particular. Pero hay que tener
presente que, si bien producen por sí mismos la gracia en aquellos que no ponen obstáculos, esta gracia la
producen en mayor o menor abundancia según el fervor de quien los recibe.
El Concilio de Trento definió que: "Todos reciben la justicia (santidad) según la medida deseada para
cada uno por el Espíritu Santo y según la propia disposición".
Santo Tomás, al respecto, hace notar que, en el orden natural, aunque un foco calienta por sí mismo, tanto
más se aprovecha uno del calor cuanto se acerca más a él; de la misma manera, en el orden sobrenatural,
tanto mayor provecho se obtendrá de los sacramentos cuanto uno se acerca a ellos con fe más viva y un
mayor fervor de la voluntad.
De todos los sacramentos la eucaristía es la "fuente y cumbre de toda la vida cristiana". Es el sacramento
que nos va alimentando permanentemente a lo largo de nuestra peregrinación terrenal, y esta ha sido la
enseñanza fundamental de Jesús:
"Ellos entonces le dijeron: << ¿Qué señal haces para que viéndola creamos en ti? ¡Qué obra realizas?
Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está escrito: Pan del cielo les dio a comer.>>
Jesús les respondió: <<En verdad, en verdad os digo: No fue Moisés quien os dio el pan del cielo: es mi
Padre quien os da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al
mundo.>> Entonces le dijeron: <<Señor, danos siempre de ese pan.>> Les dijo Jesús: <<Yo soy el pan de
la vida. El que venga a mí no tendrá hambre, y el que crea en mí no tendrá nunca sed."

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