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“Oda a los calcetines” de Pablo Neruda (fragmento)

Violentos calcetines,
mis pies fueron dos pescados de lana,
dos largos tiburones
de azul ultramarino
atravesados por una trenza de oro,
dos gigantescos mirlos,
dos cañones;
mis pies fueron honrados de este modo
por estos celestiales

madrigal

Manuel José Othon


«Idilio salvaje» (1906)
1. “IX”, de Gutierre de Cetina (1520-1554)

Ojos claros, serenos,


Si de un dulce mirar sois alabados,
¿Por qué, si me miráis, miráis airados?
Si cuanto más piadosos,
Más bellos parecéis a aquel que os mira,
No me miréis con ira,
Porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay, tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos,
Ya que así me miráis, miradme al menos

A TU VOZ
Erígese tu voz en mis sentidos
tornándose en mi cuerpo sueño helado,
y me miro entre espejos congelado,
y mis labios en sombra doloridos.

Cuando hablo, mi dolor a ti se vierte,


cálida flor de ceniciento aroma,
y tu voz a mis labios ya no asoma
sino en duro temor de viva muerte.

Porque tu sueño en mí su voz levanta,


y enemigo de luz y de sonido
destroza la palabra en mi garganta;
así al fin en tinieblas alojado,
ciego de ti, tal un árbol vencido
flota mi cuerpo entre tu voz ahogado.
Autor del poema: Alí Chumacero

Epigrama

Símilo, el tañedor de lira, mató a sus vecinos, a todos,


tocando durante una noche entera, excepto a uno, a Orígenes.
La naturaleza le había hecho sordo. Así que a él,
a cambio del oído, le dio una más larga vida.

Autor: Leónidas de Alejandría

Himno: autor Francisco Morosini Cordero

Veracruz es un pueblo amistoso,


solidario, cordial y gentil,
Veracruz es el mar generoso
del trabajo fecundo y febril.

Veracruz es canciones y es gozo,


es fandango, huapango y danzón;
Veracruz es lugar prodigioso,
es jarana, es arpa y es son.

Veracruz, Veracruz,
Yo te canto y me exalto de orgullo,
Veracruz, es verdad,
eres tierra de paz y de amor.
I La Balada de Reading Gaol (Oscar Wilde)

No tenía ya chaqueta roja

como es el vino y es la sangre;

y sangre y vino eran sus manos

cuando le hallaron el cadáver

de la pobre mujer que amaba,

y a la que dio muerte el infame.

Andaba él entre los presos

con traje gris y con gorrilla:

Parecía feliz su paso.

Mas nunca antes ví en la vida

un hombre tal que, intensamente,

mirara así la luz del día...

Jamás he visto ningún hombre

mirar así, con tal mirada,

ese toldillo de turquíes

que los reclusos cielo llaman,

FABULA EL BURRO Y LA FLAUTA

Tirada en el campo estaba desde hacía tiempo una Flauta que ya nadie tocaba, hasta que un día un Burro que paseaba
por ahí resopló fuerte sobre ella, haciéndola producir el sonido más dulce de su vida, es decir, de la vida del Burro y de la
Flauta. Incapaces de comprender lo que había pasado, pues la racionalidad no era su fuerte y ambos creían en la
racionalidad, se separaron presurosos, avergonzados de lo mejor que el uno y el otro habían hecho durante su triste
existencia.

Mito griego de Orión. Orión fue un célebre cazador y héroe nacido en Beocia. Era hijo de Poseidón, el dios de
los mares, y Euríale, hija del rey de Creta. Se cuenta que fue cegado por la pasión al contemplar a las hijas del
titán Atlante y de la ninfa Pléyone, por lo que se dedicó a perseguirlas durante siete años por toda Grecia.

LEYENDA El molino de sal


cuenta que hace muchos años existía un gigante que tenía un molino
mágico. El molino era pequeño y podía producir sal. Un día, el gigante se
lo regala a una mujer viuda y a su pequeña hija. Ambas trabajan con el
molino y obtienen tanta sal que pueden venderla al pueblo.
Desafortunadamente un duende, celoso del molino, lo roba y lo arroja al
mar. Y por está razón el agua del mar es tan salada.

EPOPEYA EL CANTAR DE MIO CD

Estaba el Cid con los suyos en Valencia la mayor

y con él ambos sus yernos, los infantes de Carrión.

Acostado en un escaño dormía el Campeador,

ahora veréis qué sorpresa mala les aconteció.

De su jaula se ha escapado, y andaba suelto el león,

al saberlo por la corte un gran espanto cundió.

Embrazan sus mantos las gentes del Campeador

y rodean el escaño protegiendo a su señor.


Pero Fernando González, el infante de Carrión,

no encuentra dónde meterse, todo cerrado lo halló,

metióse bajo el escaño, tan grande era su terror.

Los ojos culpables


Cuento apólogo árabe

Cuentan que un hombre compró a una muchacha por cuatro mil denarios. Un día la
miró y se echó a llorar. La muchacha le preguntó por qué lloraba; él respondió:

-Tienes tan bellos los ojos, que me olvido de adorar a Dios.

Cuando quedó sola, la muchacha se arrancó los ojos. Al verla en ese estado, el
hombre se afligió y le dijo:

-¿Por qué te has maltratado así? Has disminuido tu valor.

Ella respondió:

-No quiero que haya nada en mí que te aparte de adorar a Dios.

Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, Cuentos breves y extraordinarios (1957),
Barcelona, Losada, 2004, pág. 70

Antón Chéjov
(Ucrania, 1860 - Alemania, 1904)

CUENTO EL CAMALEÓN(1884)

EL INSPECTOR DE policía Ochumélov, con su capote nuevo y un


paquete en la mano, atraviesa la plaza del mercado. Le sigue un
agente pelirrojo con un tamiz lleno a rebosar de grosellas
confiscadas. A su alrededor reina el silencio… En la plaza no
hay ni un alma… Las puertas abiertas de tiendas y tabernas
contemplan con tristeza este mundo de Dios, como bocas
hambrientas; ni siquiera se ven mendigos a su lado.
—¿Así que quieres morderme, maldito? —oye de pronto Ochumélov—. ¡No lo dejéis
escapar, muchachos! ¡Ahora está prohibido morder! ¡Cogedlo! ¡Ah…! ¡Ah!
Se oye un aullido. Ochumélov vuelve la cabeza y ve un perro que, saltando sobre tres
patas, se aleja corriendo del almacén de madera del comerciante Pichuguin, sin dejar de
mirar a un lado y a otro.

Fedor Dostoievski
Los hermanos Karamazov (fragmento)

"El gran inquisidor a su "salvador": -Morirán en paz, se extinguirán dulcemente, pensando


en ti. Y en el más allá solo encontrarán la muerte. Pero nosotros los mantendremos en la
ignorancia sobre este punto, los arrullaremos prometiéndoles, para su felicidad, una
recompensa eterna en el cielo. "

No hay extensión más grande que mi herida,


lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,


y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos. (…)

Fragmento de “elegía a Ramon Sijé”, de Miguel


Hernández (1910-1942)

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