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El teatro documental: de lo individual a lo colectivo.

Por, José Rodrigo Valencia Zuleta

Uno.

Empiezo ofreciendo excusas muy humildemente ya que estoy empezando


apenas a investigar formalmente acerca del teatro en general; excusas por
presentar el siguiente texto, que no es más que un intento de “resumen”
de lo aprendido en el Seminario de Teatro Latinoamericano. Pretendo con
este, esclarecer mis propias dudas acerca de la tipología dramatúrgica: el
Teatro Documental; deseo resolver algunas diferencias de labor que tienen
que ver más con diferencias personales que con las mismas posturas
políticas que exigen la escritura, lectura y puesta en escena de lo
documentado.

El teatro documental o teatro documento, es ascendiente del teatro político,


y tiene una clara relación con lo testimonial, con sucesos reales históricos
acontecidos en la época que es escrita la obra o hechos que ocurrieron y
asolaron la humanidad de un pueblo o nación en épocas pasadas. Esta es la
definición que doy desde mi corta, y en partes superficial, relación con el
teatro.

En un artículo de opinión, escrito por José Monleón (argentino) (1), en un


periódico desconocido que encontré en la web, en el cual se presenta una
breve definición del teatro documento el autor cita a Peter Weiss, como la
figura representativa que ha estudiado ésta tipología teatral. De este,
presenta la siguiente postura en la que anuncia que “… el teatro-
documento debe examinar la historia desde una perspectiva política, que
sin duda alguna, obliga al dramaturgo a una verdadera recreación” de lo
que vendrían siendo los acontecimientos que han marcado la realidad de su
contexto más próximo y significativo, haciendo que “el dramaturgo se
encuentre ante una historia falseadora por determinados intereses”
(Monleón); y, estos “intereses” pueden ser individuales o colectivos de
acuerdo a la incidencia, perjuicios e influencia social y cultural que los
mismos hechos hayan dejado en la sociedad o en una comunidad
específica; y, claro la forma en que este haya experimentado o percibido tal
momento histórico.

En dicho artículo también se habla acerca del estilo rampante que pueden
llegar a tener este tipo de obras cuando han sido mal escritas; y, que por el
contrario, vendría a resultar un ejercicio de inmersión por parte del
dramaturgo para comprender los sucesos, hilarlos, deshilvanarlos,
confrontarlos, compararlos, renovarlos, referenciarlos y, convertirlos luego
de todo este proceso completamente cercano al ejercicio periodístico –
estaríamos hablando del reportaje periodístico-, en un texto poético en el
cual trabajará el autor en la “elaboración de sus silencios y falsedades,
en el planteamiento de la verdad, para así desenmascarar la historia
establecida” (Monleón).

Habla de cómo la enseñanza de la tradición dramática en las escuelas


producen el primer tipo de textos mencionados; y, como se da el otro tipo
dialógico-comunicativo entre el actor y el espectador, teniendo en cuenta
los planteamientos del teatro pobre creado por Grotowsky, en los que se
le despoja al teatro de todo lo superfluo, aquello que no produce ningún
efecto de recepción en la comunicación de la obra y su montaje; y, presenta
el siguiente análisis: “lo cual no significa que Grotowsky renunciara a la
palabra, pero sí a la dictadura del texto previo, a la idea del actor como un
servidor y transmisor de ese texto” (Monleón). El actor también como
investigador al mismo nivel en que lo hizo el dramaturgo.

El ejercicio del dramaturgo consiste entonces en desenterrar la información


impuesta por los medios de comunicación e interpretar por medio de
imágenes y palabras lo que vendría pareciéndole una absurda realidad y
una errada, o somera, presentación de los hechos. Aparece entonces el uso
de la metáfora: pensar el mundo a partir del teatro como si se tratará de
una parábola; sin la participación de moralejas, ya que las mismas posturas
del autor quedan repartidas a lo largo del texto en el ejercicio de
interpretación, donde todo se ajusta en las analogías que se entrecruzan,
que van y vienen, dentro de la obra; se dan incluso estas formas de contar
los sucesos a modo de protección individual o grupal. Es comprensible que
se está hablando de algo oculto, que desenterrar es desenmascarar, y
lo que ello contrae es un compromiso social y una clara visión política del
asunto.
El teatro en Latinoamérica, y no sólo en nuestros contextos, también a nivel
mundial y desde el mismo nacimiento del teatro ha tenido una posición
política que se ha narrado en los subtextos de las obras teatrales. Lo que
haría que todo teatro escrito sea político por naturaleza propia: lo
experimental, lo abstracto, lo complejo o ininteligible no lo hace un arte
diferenciado del teatro político; también se presenta este lenguaje por la
sola definición de individuo individua que allí se escribe. Toda puesta en
escena siempre busca desentrañar una verdad para confrontar socialmente
y humanamente al espectador, provocarle incomodidad, sacudir sus
sentidos y despertar un ánimo de cambio, propiciar su identificación y
relacionarlo con lo que pasa en la puesta en escena. Añadiría algo más, que
es “convertirlo-transformarlo” en un actor social consciente y además sin
ideologías tajantes, pues al contrario su posición política en la actualidad no
se da por desconocimiento sino por exceso de información. El todo está en
el análisis de la información que deviene en conocimiento.

Expresado por Beatriz Rizk, en el Seminario sobre teatro latinoamericano, el


maestro Buenaventura, hablaba de la voz del dramaturgo en su contexto y
del individuo mismo en la sociedad para el que no hay final de ideologías
sino rupturas y nuevas formas de pensamiento que permiten que estas
existan. Quien no lo entienda, nos dice B. Rizk citando a E. Buenaventura,
se quedará en el limbo del campo de las ilusiones, aludiendo a los cómo de
la misma globalización que estamos viviendo los pueblos latinoamericanos,
convirtiéndonos en seres “multiculturales”, ocasionando que se den
aperturas de pensamiento y se comprenda el mundo y nuestra propia vida
desde estados de conciencia más elevados. Esto propiciado principalmente
por la forma en que obtenemos la información y en que ponemos en
práctica la circulación del conocimiento. No todo es tan negativo, esta parte
o espacio de tiempo nos llevará a otros lugares mucho más conscientes.

En dialogo para un teatro vertebral, Alfredo Sastre (2), comenta que la


forma en que se presenta la información teatralizada dentro del teatro
documento se da para luchar contra la censura, siendo un modo de resistir
sin eludir la misma necesidad que nace de divulgar las máscaras de la
sociedad. También nos dice, que él mismo lo concretiza en sus obras como
se ha elaborado desde la tradición por los grandes autores clásicos; y, no es
muy lejano el ejemplo del mismo E. Buenaventura, que utilizó en algunas de
sus obras, sino en todas las historias míticas y épicas que se dieron en otras
épocas pasadas sirviendo notoriamente como analogía para presentar la
obra de teatro actual como una crítica, como denuncia frente a los abusos
de poder que se siguen dando hoy en día. Los mismos personajes griegos se
vuelven repetitivos, y no por ello aburridos; pues, al ser bien acometidos
dentro del hecho teatral convierten sus características de antaño en el
mejor uso crítico para crear la metáfora de lo actual. Nunca dejarán de ser
notoriamente contemporáneos y, tal vez, siempre sean para algunos
autores uno de los recursos más importantes para contar una historia.

Dos.

Lo anterior lo entiendo como una primera forma de manifestación que va de


lo colectivo a lo individual-colectivo, es decir, la denuncia política grupal
donde participan (piénsese como creación colectiva) dramaturgo, director,
actores y espectadores. Esta se establece como un teatro documento, en el
que se presentan casos colectivos, se relatan grandes hechos que
transformaron negativa o positivamente la sociedad, se vuelve a contextos
históricos distantes o lejanos que retroalimentan el origen de nuestras
costumbres y tradiciones latinoamericanas, procesos de colonización en el
antes, el durante y el después de los acontecimientos. El otro tipo, que es el
actual, que se ha dado en llamar teatro documental. Expresión última que
se utiliza en el cine y que queda explicita en los procesos de creación de
proyectos artísticos, se den estos en la pintura, la escultura, el performance,
etc. Sobre todo es esta última la más política de todas las expresiones
actuales debido a la forma individualizada en que se da uso al propio cuerpo
del actor y cómo él o ella misma hace uso de su experiencia personal para
denunciar lo individual-colectivo.

Una de las mejores formas de contar una catástrofe, una masacre, etc.,
desde el periodismo se hace recopilando la experiencia individual de uno de
sus protagonistas: un habitante de la zona que haya vivenciado los sucesos,
permite entrar en la historia y contarla desde un fondo más sustancial, algo
así como tocar la fibra más susceptible del caso, haciendo real y verídico los
acontecimientos narrados, ya sea en la crónica o en el reportaje.
Usualmente nos cuentan las atrocidades para que el medio de lectura
genere por medio del amarillismo las compras necesarias del producto
(impreso o audiovisual); por lo tanto no compramos el medio para conocer
los hechos y la dureza de su vivencia, se paga para nutrir la morbosidad. Así
funciona el consentimiento de lo que se informa en nuestra sociedad.

El teatro documental puede utilizar esta misma forma de denuncia, y lo que


entiendo, es que se hace en forma de proyectos de investigación, como de
igual manera se hace en cada una de las artes, que buscan el
financiamiento para el desarrollo de dicho proceso. Esto ha propiciado que
hoy en día el teatro se nutra de los hechos particulares y catastróficos que
le suceden a las comunidades minoritarias para ser portador de la voz de
los que vienen siendo sufrientes de sociedades que se invisibilizan con
mucha facilidad, consciente o inconscientemente, que van de su
cotidianidad al olvido inmediato. Lo que, como ya se dijo arriba, se ha dado
siempre y con más peso o reconocimiento desde el nacimiento de las
Vanguardias en el siglo XX.

Aquí me detengo y reflexiono. Sólo me confronta el hecho de que muchas


de estas comunidades minoritarias además de sufrir los estragos de la
guerra, de la invisibilización por parte del Estado, sumándole los cambios
climáticos que nos asolan a todos en general, en algunos casos terminan
siendo utilizados en el nombre de proyectos que nunca les vuelven a
recordar: van a sus espacios, investigan, entrevistan y de igual manera
quedan en el olvido. Sólo dado los casos en que los resultados de estos
proyectos creativos, e incluso de ONG que operan en nombre de la salud y
la educación, den a conocer dichos procesos se puede generar que estas
comunidades sea por el efecto de la denuncia, sea por efecto de que entre
los espectadores se encontraba un filántropo que promete ayudar y en
verdad lo hace; o, porque en verdad el Estado, como es el deber ser del
asunto porque se dio cuenta que le queda difícil tapar el sol con un dedo,
termine organizando la vida de desplazados, acabe con la localización,
privatización de la tierra, podrían ellos verse de verdad beneficiados. El sólo
ejercicio de respetar los derechos y deberes humanos posibilitaría un estado
equitativo de la tenencia del territorio.

Hacer las cosas bajo la ley de que el fin justifica los medios, puede
convertirnos en otra forma de colonizadores: conquistar y colonizar
territorios (llámense desplazados, campesinos, indígenas, afro
descendientes, homosexuales, etc.) está dentro de nuestra genética. Por
eso, como resultan relevantes para estas comunidades los proyectos que en
y con ellas se lleven a cabo, puede resultar perjudicial al mismo tiempo. A
veces creo que el arte no debiera inmiscuirse tan de cerca con este nivel
político de colaboración altruista. Pero bien es cierto que una o un humano
que se sensibiliza a su entorno le queda difícil dejar pasar tales tragedias y
abusos. Que esto mismo sea lo que lleve al efecto de denunciar,
aprovechando las formas que el mismo sistema termina creando en su
contra, en la medida que las minorías no son tan pocas como parece. Y que
es difícil poder cerrar los ojos en una época en la que todo, hasta el mismo
amor por lo vivo, nos lo están arrebatando.

Termino por comprender una de las formas del teatro documental. Y no


tengo dudas frente al hecho de su funcionalidad para las sociedades
actuales. Es beneficioso, y puede resultar mucho más eficaz cuando es la
misma comunidad la que hace el ejercicio de denunciar las
monstruosidades que viven a diario. Lástima que no podamos ofrecer
gratuitamente educación de calidad; lástima que no se cumpla con ese
derecho fundamental; lástima que no busquemos vías de hecho para lograr
sueños como este, para así convertir en un estado de obligatoriedad ese
deber del Estado, en el que todos y todas recibamos desde temprana edad
los mismos conocimientos para concretar una verdadera idea de progreso.

La otra forma es individual, es dar cuenta de mi propio pensamiento frente


a. Es revelarse, desnudarse para contar historias que van desde mi historia
de vida para resolver preguntas del quién soy, de dónde vengo, de quiénes
hago parte y en dónde estoy. La voz es propia, soy yo con mis posiciones,
con mis desvelos, mis mundos, mis yoes, mis desaciertos y claridades.
Dicen que no hay mejor manera de hablar del mundo sino he empezado por
hablar de mí. Eso ofrece un conocimiento previo que se da por las vivencias,
los aprendizajes y las maneras en que me asumo en el mundo como
humano consciente de mí mismo y de mí alrededor.

Me pregunto dónde se ubican obras de teatro como Rubiela Roja de Victoria


Valencia, Cuando ladran los perros de Fabio Rubiano, Ay días Chiqui de Luis
Freidel, cómo se da la participación y la comprensión del mundo a partir de
historias individuales que hablan de contextos en constante violencia,
donde el abuso y las desproporciones inundan el inconsciente de los
individuos. En la medida que alguien se entiende a sí mismo y comprende
su entorno, aparecen otros que están completamente ceñidos a los modelos
y conceptos que vende la sociedad de consumo. Las desgracias van en
aumento y los valores en detrimento. García Márquez, que es un poco más
farandulero de lo que parece, escribe en un texto que los primeros años de
escolaridad debería hacerse desde el campo abierto de las artes, para
formar personas más conscientes para la sociedad. No todos van a ser
artistas. Pero lo más seguro es que van a ser más humanos, más parecidos
al súper hombre del que habla Nietzche en Zarathustra.

Cuando el teatro confronta lo humano de forma poética incorpora por sí


mismo lo político y cualquier otro ámbito social. Sino lo reconocemos con
mucha facilidad podemos revisar los textos y las obras de Arístides Vargas.
Pero el arte se encuentra sirviendo al sistema y aparece en las vallas
publicitarias para que sigamos consumiendo productos intolerantes con el
medio ambiente. El arte debe empezar a renacer. En Colombia ya he
escuchado de muchas personas que dicen a mansalva que no existe el
ejercicio artístico como algo puro; pero aun así uno puede darse cuenta que
las nuevas generaciones están recibiendo otro tipo de información y
aprenden a ser más conscientes con su entorno y cabe la posibilidad de que
el todo se empiece a cambiar. Yo creo también que somos conformistas.
Nos hemos dejado manipular muy fácil. De transformarse, el esfuerzo será
al unísono y habrá una ola imparable de expresión y libertad a pesar de los
intentos de muchos espacios de querer sacralizar lo que no está libre de
pecado.

Bibliografía (encontrados en Internet)

1. Monleón José. Teatro-Documentos. Artículo de opinión. Revista


Triunfo. Artes, letras y espectáculos.

2. Sastre Alfonso. Diálogo para un teatro vertebral.

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