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“EL ROMPECABEZAS”

Si había un pasatiempo que le encantara a la familia López, era el de armar rompecabezas. Los
coleccionaban por montones y se sentaban por horas en la sala familiar a hacer coincidir las
piezas, dándole vida a paisajes diversos, y animales y personajes. Con el tiempo se hicieron tan
buenos en aquello, que fueron buscando rompecabezas cada vez más complicados y con
cientos de piezas.

Su búsqueda de un nuevo desafío los llevó a una extraña tienda de antigüedades, llena de
muebles cachivaches y objetos extraños. Su atención recayó inmediatamente en el
rompecabezas de más de mil piezas que descansaba en un rincón.

La caja era completamente negra y no mostraba la imagen que se supone, reproducía aquel
complicado juego. Tras analizar las piezas tampoco encontraron ningún indicio de cual sería el
resultado final.

—Ese rompecabezas lo trajo un hombre muy raro —les hizo saber el dueño de la tienda—. Al
parecer, lo sacó de la casa de un tipo al que condenaron a muerte en Europa del Norte, por
supuesta brujería. Se decía que estaba maldito.

—¡Pero que interesante! —Exclamó la matriarca de la familia, que lejos de horrorizarse por tan
macabra historia, parecía encantada con el rompecabezas— Nunca habíamos tenido un puzzle
con una historia tan pintoresca. Y además, con imagen sorpresa.

—Será un reto emocionante para hacer todos juntos —le dijo su esposo—. Nos lo llevamos.

—¿Están seguros?

—Sí, claro. Cobrémoslo, por favor.


El dependiente les hizo el cobro pertinente y junto, los López y sus hijos volvieron a casa,
impacientes por comenzar aquel juego.

Vertieron todas las piezas en la mesa de café de la sala de estar y entre risas y bromas, se
hicieron a la tarea de completarlo, un proceso que les llevaría de menos, varias horas. El
rompecabezas era considerablemente grande y complicado.

Durante los primeros minutos, el ambiente habitual de diversión prevaleció sobre ellos, pero al
cabo de un rato todos se habían sumido en un profundo silencio. Ya ninguno hablaba, ni emitía
el más mínimo sonido. Ni siquiera parpadeaban. Una súbita obsesión por armar el
rompecabezas hasta el final se había apoderado de sus cuerpos, y mientras entrelazaban más y
más piezas, un escalofrío les recorrió los cuerpos al reconocer sus propios rostros en aquel
lienzo perverso.

A pesar de todo, continuaron armándolo hasta el final, intrigados por saber cuál sería la escena
final que conformaría aquel tablero siniestro.

La hija menor de los López colocó entonces la última pieza…

Varios días después, la policía ingresó a su domicilio alertada por los vecinos. Estos se quejaban
de un nauseabundo olor que brotaba del interior y estaban preocupados porque no habían
visto salir a nadie de la familia.

Les encontraron en la sala de estar, muertos y ensangrentados. Al parecer los López habían
enloquecido y se habían atacado los unos a los otros hasta matarse. Pero eso no fue lo que
más asustó a los oficiales.

En la mesa de centro, un enorme rompecabezas recreaba a la perfección la horrible escena


que abarcaba aquella habitación.

FIN

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