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Lea detenidamente el siguiente cuento, posteriromente en una tabla o cudro (tabla dinamica)
clasifique los distintos sintagmas que encuentre en este, tener en cuentas las cuatro formas del
sintagma nominal, ademas frases, sujeto explicito, sujeto implicito o tácito, oraciones
impersonales, debe de estar ilustrado cada uno de los hallazgos que encuentre. Subrayar el
núcleo de los sintagma hallado.
Nota. Las oraciones no deben estar repetidas, es decir si la utilizó para un sintagma y está inmerso
otro, tómela solo para uno solo.
EL FLAUTISTAS DE HAMELÍN
Había una vez una ciudad llamada Hamelín. Era una ciudad preciosa, pero un día sus calles se
llenaron de una plaga de ratas.
Había tantas que asustaban a la gente que allí vivía. Hasta a los perros y los gatos, robaban y
mordían la comida, roían la ropa y hacían agujeros en las casas.
Pronto la gente del pueblo se cansó de aquella situación y fueron a ver al alcalde con el fin de
protestar para poder buscar una solución al grave problema.
El Alcalde, que también estaba preocupado por las ratas, se puso a pensar durante varias horas,
pero no daba con una buena solución.
Entonces fue cuando apareció un extraño personaje en el ayuntamiento. Llevaba una capa rara
que le cubría desde el cuello hasta los pies. El hombre era alto y delgado y tenía colgado al cuello
una flauta. Se dirigió a todo el pueblo y les contó que él era capaz, mediante un encanto secreto,
que podía hacer que cualquier animal le siguiera a donde él quisiera.
Este encantamiento ya lo había usado en otros pueblos contra topos, sapos y víboras. La gente lo
conocía como El Flautista Mágico.
Este personaje le ofreció al pueblo la posibilidad de librarse de las ratas a cambio de una bolsa de
dinero ya que, el hombre era pobre.
Ante la desesperación el alcalde aceptó sin pensarlo ni un segundo la oferta de aquel desconocido
hombre.
Acto seguido, se dirigió a la calle principal del pueblo, se paró allí y comenzó a tocar la flauta. Era
un sonido irresistible para las ratas que, a millares, salían de todas partes en dirección hacia el
muchacho. El flautista seguía tocando sin cesar, mientras recorría todas las calles una por una,
haciendo que todas las ratas lo siguiesen a su paso.
El hombre salió del pueblo y se dirigió a un río cercano, donde las ratas al caer al agua,
desaparecían por la corriente. El flautista volvió de nuevo al pueblo para cobrar la recompensa por
haberse librado de la plaga.
Cuando fue a ver al Alcalde, éste le dijo que no le daba nada porque las ratas se habían ahogado
solas en el río y que él mismo lo había visto. El flautista le dijo que quien había provocado la
desaparición de las ratas había sido él, y le advirtió que si no le pagaba, sufriría las consecuencias.
Entonces el Alcalde, sin hacer caso de las palabras del muchacho, lo expulsó del Ayuntamiento.
El flautista, muy enfadado, se dirigió al centro de la plaza principal del pueblo y se subió a una
fuente. Cogió su flauta, se la puso en sus labios y tocó tres notas musicales.
De repente y desde lo lejos se comenzaba a escuchar voces y risas, que se iban acercando hacía el
flautista. Se trataba nada más y nada menos que de los niños del pueblo. Todos los niños y niñas,
jóvenes y muchachos, de las casas y palacios sin excepción, rodeaban la fuente donde se
encontraba el hombre, sin poder hacer nada para evitarlo, pues, estaban hipnotizados por el
sonido de su flauta. El Alcalde quedó pasmado y boquiabierto con aquello que estaba pasando. No
se lo podía creer.
El flautista comenzó a caminar hacia la salida del pueblo, pero esta vez no se dirigía hacia el río
sino hacia la cima de una montaña que había a lo lejos, donde había una cueva secreta y donde el
muchacho tenía pensado meter los niños.
Sólo uno de ellos se quedó detrás al pie de la montaña, porque era cojo y no podía seguir el ritmo
de los demás. La gente del pueblo le preguntó al niño hacía donde se dirigía el flautista y éste les
contó que el flautista los llevaba a un lugar maravilloso a vivir donde había manantiales cristalinos,
con árboles frutales, los pájaros eran de colores y las abejas no tenían aguijón.
El Alcalde invirtió todo su tiempo en buscar al flautista, pero no obtuvo resultado alguno. Se dio
por vencido, sabía que había perdido a los niños para siempre y entendió que de haber cumplido
con la su parte del trato, los niños nunca hubiesen desaparecido. Desde entonces en Hamelín, está
prohibido tocar ni tener una flauta.