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Tema 6.

EL ESPACIO INDUSTRIAL

EL ESPACIO INDUSTRIAL

Las materias primas

Las materias primas y sus tipos

Las materias primas son los recursos que la industria transforma en productos semielaborados
o elaborados.

Las materias primas de origen orgánico proceden de los seres vivos. Son suministradas por las
actividades agrícolas, ganadera, forestal y pesquera. Se destinan a la industria agroalimentaria
y a otras, como el mueble y el papel.

Las materias primas de origen geológico proceden de la corteza terrestre. Son suministradas
por la actividad minera, que las extrae de yacimientos. Son las más importantes para la
industria e incluyen minerales, rocas y productos energéticos.

Los minerales se localizan en las formaciones paleozoicas y las cuencas terciarias.

Los minerales metálicos proporcionan metales destinados a la industria básica y mecánica

Los minerales industriales se emplean en diversas industrias por sus propiedades y no por los
metales o energía que suministran.

Las rocas presentan una localización muy heterogénea.

Las rocas de cantera se emplean sobre todo en la construcción. Proceden de canteras donde se
extraen en grandes bloques o de graveras donde se obtienen fragmentos de pequeño tamaño
(arena y graba).

Las rocas ornamentales son rocas de cantera que pueden usarse con fines decorativo en la
decoración de interiores o exteriores.

Los productos energéticos son sustancias naturales sólidas, líquidas o gaseosas empleadas en
la producción de energía. En España solo es significativa la producción de carbón.

Las fuentes de energía

Las fuentes de energía son los recursos que permiten obtener energía o fuerza para realizar un
trabajo; en el caso de la industria, transformar las materias primas.

Las fuentes de energía primaria

La producción interior se centró primero en el carbón, que cedió su primacía a la energía


nuclear y en los últimos tiempos a las energías renovables. En cambio, el consumo de energía
primaria se ha basado desde la década de 1960 en el petróleo, al que ha seguido un
importante incremento del gas natural.
El autoabastecimiento energético es muy bajo y se requieren costosas importaciones, que
generan fuerte dependencia externa.

Las fuentes de energía no renovables

El carbón

El carbón es una roca combustible de color negro, formada por la descomposición de restos
vegetales durante millones de años. Su calidad y poder calorífico dependen de la antigüedad
de este proceso: es mayor en los carbones de la era primaria -antracita y hulla- que en los de la
era secundaria -lignito-.

El destino del carbón son las industrias siderúrgica y cementera; las calefacciones domésticas;
y, sobre todo, la producción de la electricidad en centrales térmicas. Estas se localizan cerca de
las cuencas mineras.

La producción interior de carbón se localiza en trece grandes cuencas, entre las que destacan
la asturiana-leonesa-palentina, la de Teruel y la de Puertollano. En la actualidad, sufre
problemas, como el agotamiento de algunos ricos yacimientos; la baja calidad de otros; la
carestía por el predominio de explotaciones subterráneas, con vetas que impiden usar
máquinas potentes; el descenso de la demanda doméstica e industrial; y la competencia del
carbón importado.

El consumo de carbón tiende también a decrecer, pues la producción eléctrica va ganando en


eficiencia e incrementa el uso del gas natural y de fuentes renovables.

El petróleo

El petróleo es un aceite mineral compuesto por una mezcla de hidrocarburos. Se forma por la
descomposición y el almacenamiento en las capas geológicas de animales y plantas que
vivieron hace millones de años en un medio marino.

El destino del petróleo es la producción de electricidad en centrales térmicas -en la actualidad


limitado a las centrales industriales- y a la obtención de derivados en refinerías para su uso en
el transporte y la industria (gasóleo, gasolina, fueloil, nafta, queroseno, aceites lubricantes,
asfaltos).

La producción interior de petróleo es insignificante y se limita a los yacimientos de la


plataforma continental de Tarragona.

El consumo de petróleo sigue siendo el más elevado en el mix energético, aunque tiende a
decrecer desde 2005 por su reducido uso en la generación eléctrica.

El gas natural
El gas natural es una mezcla de hidrocarburos gaseosos, en los que predomina el metano. Se
encuentra en yacimiento subterráneos, solo o asociado al petróleo.

El destino del gas es la obtención de derivados en la industria petroquímica; el uso calorífico en


la industria y los hogares; y, sobre todo, la producción eléctrica en centrales térmicas
convencionales.

La producción interior de gas es insignificante y se centra en los yacimientos del golfo de Cádiz.
Es necesario importar gas de países como Argelia, Nigeria y Qatar, seguidos de Noruega,
Trinidad y Tobago y Egipto.

El consumo de gas, iniciado en 1969, se ha incrementado hasta 2005 gracias a su alto poder
calorífico; precio más bajo; y menor contaminación al carecer casi de azufre y emitir menos
CO2. Desde entonces decrece por la mayor importación de las fuentes renovables a la
producción de electricidad y por los efectos de la crisis de 2008.

La energía nuclear

La energía nuclear de fisión es la utilizada en la actualidad. Procede de la fisión o separación de


átomos pesados de uranio.

Su destino principal es producir electricidad en siete centrales cuya localización responde casi
exclusivamente a decisiones políticas.

La producción nuclear se realiza con uranio importado de Níger, tras el cierre de las minas
Saelices (Salamanca).

El consumo y la producción nuclear, iniciados en 1969, se mantienen estabilizados desde 1987


(<<moratoria nuclear>>), debido a la oposición. ante lo problemas que comporta; la
dependencia externa en el abastecimiento del uranio y en la tecnología; el riesgo de
accidentes; y el almacenamiento de un número creciente de residuos radioactivos. Su futuro
es incierto.

Las fuentes de energía primaria renovables

Proceden de recursos inagotables; causan menos alteraciones medioambientales; son


autóctonas, permiten el autoabastecimiento; y poseen elevada dispersión, que permite
utilizarlas en lugares diversos.

La energía hidráulica

Se obtiene haciendo saltar agua por una tubería para mover una turbina conectada a un
generador que transforma la fuerza mecánica en electricidad.
Su destino principal es la producción de electricidad. Las grandes centrales emplean el agua
procedente de un embalse construido detrás una presa o barrera transversal al cauce de un
río. Se localizan en zonas con fuertes desniveles topográficos y ríos caudalosos, como el norte
peninsular, el Pirineo, o algunas montañas del interior peninsular; y sobre todo, en la caída de
los ríos Duero y Tajo en la frontera con Portugal. Las minicentrales utilizan saltos de agua
menores.

La producción de energía hidráulica presenta grandes fluctuaciones en función de la


hidraulicidad o pluviosidad anual, por lo que se complementa con la producción térmica.

Las nuevas energías alternativas

Se obtiene del viento, el sol, la biomasa, el calor interno de la Tierra y el mar. Su destino
principal es producir electricidad y calor en diferentes tipos de centrales. La producción con
energías alternativas ha sido tardía a causa de su mayor precio motivado por el insuficiente
desarrollo tecnológico.

La energía eólica utiliza la fuerza del viento. Se destina a producir electricidad en parques
eólicos, que desde 1991 han experimentado un crecimiento espectacular, gracias a las mejoras
técnicas que han reducido los costes, convirtiendo a España en la segunda potencia eólica de la
UE. Los parques eólicos se localizan en zonas con vientos intensos, constantes y regulares, que
coinciden con las cumbres montañosas y ciertas costas (litoral gallego, Tarifa).

La energía solar usa el calor y la luz del sol. Se destina a producir agua caliente y calefacción
(mediante captadores térmicos situados sobre los edificios); o a producir electricidad. Las
centrales termoeléctricas las obtienen usando espejos para calentar un fluido y generar un
vapor. Las centrales fotovoltaicas utilizan paneles de silicio para convertir directamente la luz
solar en electricidad, en grandes centrales y en pequeñas instalaciones o <<huertas solares>>.
Las centrales solares se localizan en zonas con abundantes horas de sol y en áreas rurales,
donde el suelo es más barato.

La energía de biomasa usa la materia orgánica procedente de residuos agrícolas, ganaderos y


forestales; de la basura; o de ciertas industrias que usan productos orgánicos como materia
prima, como la agroalimentaria, la madera y el papel. Estos residuos se destinan a producir
energía eléctrica o térmica, quemándolos directamente o transformándolos en biogás.

La energía geotérmica proviene del calor interno de la Tierra. En España, su aprovechamiento


es insignificante. La producción de electricidad solo es posible en los yacimientos naturales de
alta temperatura (más de 150º) de Canarias.

La energía marina procede del mar. En España existen centrales undimotrices experimentales
para producir electricidad aprovechando la fuerza de las olas frente a la costa de Santoña y en
el puerto de Mutriku (Guipuzkoa)

La industria española entre 1855-1975

La evolución industrial, 1855-1975


La industrialización española ha pasado por diferentes coyunturas entre su comienzo hacia
1830 y 1975.

Un lento inicio en relación con otros países europeos. La industrialización no comenzó a cobrar
fuerza en España hasta 1855. Las causas de este hecho, que han llevado a hablar de
<<fracaso>> de la Primera Revolución Industrial.

Resultó insuficiente la disponibilidad de materias primas y de fuentes de energías: el algodón


era escaso, el carbón mediocre y los mejores minerales se explotaban. Fue escasa la inversión
industrial: el Estado estaba endeudado, los particulares invertían en comprar la tierra
desamortizada, y el espíritu empresarial era escaso. Y fue reducida la demanda de productos
industriales por el bajo crecimiento demográfico y la pobreza campesina.

Otras circunstancias desfavorables fueron el atraso tecnológico, que obligaba a importar las
máquinas; la situación exterior (guerra de la independencia, desastre colonial); y la política
proteccionista, que libraba a la industria de la competencia externa, pero desincentivaba su
modernización tecnológica.

En el primer tercio del S. XX (1900-1936) Tuvo lugar un mayor crecimiento industrial. Aumentó
la disponibilidad de minerales. Creció la inversión industrial procedente de la repatriación de
capital de las colonias perdidas en 1898. Se incrementó la demanda, pues las obras públicas
durante la dictadura de Primo de Rivera. Y se incorporaron los avances técnicos de la Segunda
Revolución (hidrocarburos y electricidad).

La Guerra Civil y la posguerra (1936-1959) interrumpieron el crecimiento industrial. Durante la


guerra se destruyeron las industrias. Y en la posguerra, la política autárquica, basada en la
autosuficiencia y la restricción de las importaciones, privó a la industria de los necesarios
recursos energéticos, materias primas, maquinaria y capitales.

El desarrollismo industrial (1960-1975) se inició tras el abandono de la autarquía y la liberación


de las importaciones en 1959. La industria experimentó entonces un fuerte crecimiento por
diversas causas:

Aumentó la inversión industrial, pues la expansión de la economía capitalista mundial atrajo a


empresas multinacionales, que se beneficiaron de la existencia en España de una demanda en
alza; bajos costes de producción; mano de obra abundante, barata y no conflictiva; e
incentivos estatales. Y se invirtieron en la industria capitales procedentes del turismo, de las
remesas enviadas por los emigrantes y de inversores privados.

Otras circunstancias. Al elevarse el nivel de vida de la población; la incorporación de mejoras


técnicas procedentes del exterior; el bajo precio de la energía que repercutió positivamente en
los costes de producción; y la política estatal de fomento industrial a través de los planes de
desarrollo.

Los sectores industriales

En la Primera Revolución Industrial, los sectores industriales principales fueron el textil del
algodón y el siderometalúrgico.
En la Segunda Revolución Industrial, y sobre todo durante el franquismo, la industria se
diversificó: crecieron los sectores básicos (siderurgia integral, refinerías, petroquímica,
producción eléctrica, electrometalurgia, electroquímica); los de bienes de consumo, gracias al
aumento del nivel de vida (textil, calzado, alimentario, electrodomésticos, automóvil); y los de
bienes de equipo, casi siempre instalados por las multinacionales poseedoras de la tecnología
(maquinaria, material de transporte).

La estructura industrial 1855-1975

La mano de obra industrial tenía escasa cualificación.

El tamaño de las empresas y las industrias era muy contrastado:

Las pequeñas empresas, mayoristas, poseían bajo nivel de inversión, tecnología y


competitividad.

Las grandes empresas fueron en su mayoría empresas estatales, propiedad del Instituto
Nacional de Industria -INI- correspondientes a sectores básicos; o filiales de empresas
multinacionales en los sectores de mayor crecimiento y complejidad tecnológica.

La tecnología era atrasada y la dependencia externa alta:

El atraso tecnológico, motivado por la escasa inversión en tecnología, se vio favorecido por la
política proteccionista.

La dependencia externa era triple: tecnológica, ante la falta de tecnología propia; financiera,
ante la insuficiente inversión nacional; y energética ante la incapacidad del carbón y de los
hidrocarburos nacionales de abastecer a la industria.

La orientación predominante de la industria fue el mercado interior, ante la falta de


competitividad externa..

Las áreas más industrializadas.

En estas áreas se instalaron las industrias de la Primera Revolución Industrial y, con el tiempo,
afianzaron la hegemonía, al implantar otras nuevas, atraídas por las ventajas de la
aglomeración

Las principales fueron tres:

La franja cantábrica implantó en la Primera Revolución Industrial industrias de base. Este fue el
caso de la siderurgia que, tras su fracaso inicial en Málaga, se trasladó a Asturias, Cantabria y el
País Vasco, instalándose junto a las minas de carbón o de hierro; o en los puertos
importadores o exportadores.

El litoral mediterráneo implantó durante la Primera Revolución Industrial fábricas textiles en


Cataluña. Durante el primer tercio del s. XX y la época franquista, la industria se diversificó; y
adquirieron importancia la industria ligera y las pequeñas empresas privadas.
Las grandes ciudades recibieron industrias, principalmente de consumo, que aprovechaban la
mano de obra, el mercado, los servicios y los equipamientos urbanos. El caso más destacado
fue Madrid.

Las áreas de difusión industrial y poca industrializadas

Las áreas de difusión industrial surgieron en la década de 1960. La búsqueda de nuevos


espacios industriales fue el resultado de las primeras deseconomías de congestión de las
grandes aglomeraciones industriales, que encarecieron el suelo y los servicios; y la política de
desarrollo industrial del franquismo. Surgieron así ejes industriales.

Los ejes de difusión industrial fueron ejes próximos a las grandes aglomeraciones urbano-
industriales, situados junto a las principales carreteras de su periferia. Ejes nacionales a lo
largo de las principales vías de transporte entre las regiones más industrializadas, como los
incipientes ejes del Ebro y del Mediterráneo. Y ejes regionales resultantes de la política de
desarrollo industrial del franquismo, como el del litoral gallego y el de Andalucía occidental.

La política industrial 1855-1875

La promoción industrial

La promoción industrial en las zonas atrasadas se realizó mediante los polos de promoción y de
desarrollo, además de otras actuaciones.

Los polos de promoción y desarrollo, inspirados en la planificación francesa, seleccionaban


ciertas ciudades en las regiones atrasadas y trataban de promover un proceso de
concentración industrial, que actuase como motor para el desarrollo del entorno.

La crisis y la reestructuración industrial: 1975-1990

La crisis industrial: 1975-1990

La crisis industrial afectó a todos los países industrializados a partir de 1975, e incidió
duramente sobre la industria española, debido a sus debilidades previas.

Las causas de la crisis

Las causas externas fueron los cambios ocurridos en estas fechas en la economía mundial.

El encarecimiento de la energía por la gran subida del precio del petróleo, incrementó los
costes de producción y redujo la demanda.

La Tercera Revolución Industrial creó innovaciones tecnológicas; nuevos sistemas de


producción; y nuevos sectores industriales, que dejaron anticuado al sistema industrial
anterior.
La globalización de la economía favoreció una división internacional del trabajo en la que cada
territorio se especializó en los sectores industriales para los que contaba con más ventajas.
Casi todos asiáticos, se especializaron en industrias tradicionales y en sectores de montaje, en
los que son muy competitivos por el bajo coste de su mano de obra.

La política frente a la crisis: la reestructuración industrial

Para atajar la crisis, lo países industrializados adoptaron desde 1975 políticas de


reestructuración industrial. En España, las circunstancias políticas las retrasaron hasta la
década siguiente. La reestructuración industrial tiene dos vertientes complementarias: la
reconversión industrial y la reindustrialización.

La reconversión industrial

El objetivo de la reconversión industrial era actuar en poco tiempo sobre los sectores
industriales en crisis, realizando los ajustes.

Las actuaciones consistieron en ajustar la producción a la demanda. Para ello, se llevaron a


cabo cierres de empresas o reducciones de la producción; regulaciones de plantilla mediante
despidos o prejubilaciones; y procesos de modernización tecnológica.

Los sectores seleccionados para la reconversión fueron sectores maduros con importante
participación en la producción y el empleo: siderometalúrgico, construcción naval, línea blanca
de electrodomésticos, equipo eléctrico, componentes electrónicos, textil y calzado.

Los resultados fueron una fuerte reducción del empleo.

Los sectores industriales

En España siguen teniendo un peso destacado los sectores industriales maduros. Los más
dinámicos cuentan con fuerte presencia de capital extranjero. Y los de alta tecnología crecen,
aunque tienen menos importación que en otros países europeos.

Los sectores industriales maduros

Son las ramas industriales que sufren un descenso de la competitividad y de la demanda. Las
causas son una baja intensidad tecnológica y la competencia de nuevos productos o de países
más baratos, con el consiguiente riesgo de deslocalización.

La metalurgia. La siderurgia o metalurgia del hierro comprende dos subsectores. La siderurgia


integral obtiene acero a partir de mineral de hierro en el alto horno. Después de un duro
proceso de reconversión solo se mantiene en Asturias. La siderurgia no integral que obtiene
acero a partir de la chatarra en un horno eléctrico y se localiza en el País Vasco, Cantabria,
Navarra y Cataluña.
La construcción naval ha sufrido una larga reconversión por la fuerte competencia de países
asiáticos más baratos. En los últimos años ha mejorado al volcarse en innovaciones
tecnológicas.

La industria textil y de la confección se caracteriza por el abundante empleo y el minifundismo


empresarial, aunque España cuenta con algunas grandes empresas líderes en el sector. Sufre la
competencia de países más baratos asiáticos y norteafricanos.

Otros sectores maduros sufren la competencia externa como el calzado, el mueble y el


juguete, de gran implantación en la Comunidad Valenciana. O se enfrentan a la competencia
de otros materiales, como la madera y el corcho.

Los sectores industriales dinámicos

Son ramas industriales caracterizadas por su alta productividad; por tener una elevada
demanda interna y externa; y por contar con una destacada presencia de capital extranjero y
multinacionales.

El material de transporte cuenta con dos ramas muy dinámicas:

Automoción que fabrica vehículos y componentes. Es a la vez un sector maduro, que sufre
competencia externa y amenaza de deslocalización. El automóvil, en manos de
multinacionales, exporta la mayoría de la producción y tiene un importante mercado interno.
Entre las fábricas automovilísticas destacan las de Palencia, Valencia, Valladolid y Zaragoza.

El material ferroviario incluye el material rodante y el sector auxiliar de equipo ferroviario. Ha


cobrado un gran impulso gracias al desarrollo de la red de alta velocidad, que ha convertido a
España en referente mundial, consiguiendo importantes proyectos internacionales.

El sector químico comprende dos subsectores. La petroquímica o química de base se organiza


en grandes complejos (Puertollano, Cartagena, Algeciras, Huelva, Santa Cruz de Tenerife). La
química de transformación fabrica productos de consumo final: caucho para neumáticos,
plásticos, colorantes, pinturas, barnices...

Alimentos, bebidas y tabaco tienen un gran dinamismo exportador. En este sector destacan
Cataluña, Andalucía y la Comunidad Valenciana.

Los sectores industriales punta o de alta tecnología

Son las ramas industriales impulsadas por la Tercera Revolución Industrial. Cuentan con alta
intensidad tecnológica. En España, se han implantado más tarde y menos que en otros países
europeos, debido a la dependencia del exterior en investigación y en tecnología.

Los productos farmacéuticos. Se localizan en Cataluña y Madrid.

La construcción aeronáutica y aeroespacial. Participa en importantes proyectos


internacionales, como el avión Airbus y los helicópteros Tigre y en programas espaciales
europeos y de la NASA.

Electrónica y TIC, la carencia de algunas tecnologías y el reducido tamaño de la empresa.


Biotecnología aplica la ciencia y la tecnología a organismo vivos para obtener conocimientos y
bienes.

La estructura actual de la industria

El peso del sector industrial es reducido, en comparación con otros países del entorno, tanto
en el PIB como en la población ocupada.

La mano de obra industrial ha experimentado cambios como resultado de la Tercera


Revolución Industrial, que se resumen en descenso, cualificación, terciarización y
desregulación.

El empleo industrial desciende por la deslocalización de muchos sectores intensivos en trabajo.

Aumentan la cualificación y la terciarización del empleo industrial. Se reduce el empleo en las


tareas propiamente productivas, realizadas por trabajadores manuales. En cambio, aumenta el
empleo en los servicios a la producción, realizados por trabajadores cualificados. Estos
trabajan en las fases previas a la producción y en las fases posteriores.

El mercado laboral se desregulariza.

Las empresas siguen presentando tamaño y rasgos contrastados. Las pequeñas y las medianas
empresas, son más del 90%. Pero sus productos son más caros y menos competitivos al no
permitir economías de escala; invierten poco en investigación y modernización. Por su parte,
las grandes empresas son pocas y están a mucha distancia de las mayores de la Unión Europea.

La investigación, la innovación y la creación de tecnología son insuficientes.

La inversión en I+D+i (investigación, desarrollo e innovación) es menor que en los países


europeos más avanzados.

La innovación empresarial -de base tecnológica o no- es insuficiente.

La creación de tecnología es escasa y dependiente. España crea poca tecnología a causa de la


insuficiente inversión en investigación.

Existe una excesiva orientación de la industria al mercado interior.

Las áreas industriales

La localización de la industria presenta desequilibrios territoriales, pues existen áreas


industrializadas con distinto dinamismo -desarrolladas, en expansión y en declive- y áreas de
industrialización inducida y escasa.

Las áreas industriales desarrolladas

Son los espacios centrales de las áreas metropolitanas de Madrid y Barcelona, consolidados
como los centros principales de la industrias española.

Su evolución reciente ha sido doble. Por una parte, una pérdida de tejido industrial a causa de
la reconversión de los sectores maduros y de la difusión de industrias hacia espacios más
baratos. Por otra parte, una revitalización industrial, motivada por la implantación de las sedes
sociales de las grandes empresas nacionales y multinacionales en edificios. Por la instalación
de los sectores de alta tecnología en parques industriales y empresariales.

Como consecuencia, esas áreas pierden empleo industrial debido a la deslocalización de


fábricas y a la terciarización del empleo, pero concentran el empleo más cualificado, las
actividades más innovadoras y las mayores cifras de inversión en I+D+i.

Áreas y ejes industriales en expansión

Son zonas que están recibiendo implantaciones industriales resultantes de la difusión


industrial y de la industrialización endógena.

Las coronas metropolitanas de la periferia urbana y las franjas periurbanas de transición entre
el espacio urbano y el rural. Atraen industrias tradicionales, nuevas o deslocalización desde las
áreas centrales metropolitanas buscando reducir costes y hacer negocio con la venta del suelo
urbano que ocupaban. Suelen ser pequeñas, poco capitalizadas y necesitadas de trabajo poco
cualificado y flexible y dedicadas a producciones tradicionales. En otros casos, las coronas y
franjas periurbanas instalan empresas innovadoras en parques tecnológico.

Los ejes de desarrollo industrial se localizan a lo largo de las principales vías de comunicación.
A nivel nacional, destacan los ejes del valle del Ebro y del Mediterráneo. Están relacionados,
mediante una red de autopistas, con los principales centros nacionales y del sur de Europa. A
nivel regional y comarcal sobresalen los ejes en torno a Madrid, que se extienden hacia las
provincias limítrofes de Castilla-La Mancha.

Áreas y ejes industriales en declive y reestructuración

Son zonas en declive industrial desde la década de 1970, localizadas en la cornisa cantábrica y
ciertos emplazamientos (Sagunto, Ferrol, bahía de Cádiz, Puertollano, Ponferrada y los valles
del textil catalán). Las causas del declive son la especialización en sectores maduros que sufren
la competencia de países más baratos, ocasionando desindustrialización, paro y emigración.

La reindustrialización ha encontrado dificultades, a causa de la escasa diversificación industrial


motivada por el predominio tradicional de grandes fábricas; el escaso espíritu empresarial por
el predominio histórico del sector público; la existencia de una mano de obra poco
diversificada, poco cualificada y conflictiva. No obstante, existen casos de revitalización
industrial, como el País Vasco a partir de 1995.

Áreas de industrialización inducida y escasa

Son zonas caracterizadas por la existencia de algunas grandes implantaciones industriales


aisladas y por el predominio de industrias pequeñas.

Las áreas de industrialización inducida se encuentran en Galicia, Aragón, Castilla y León, y


Andalucía. Aquí se crearon enclaves industriales por las políticas de promoción industrial de la
década de 1960. Es el caso del litoral atlántico de Galicia, de Zaragoza en Aragón, de Valladolid
y Burgos en Castilla y León, y del triángulo Sevilla-Cádiz-Huelva en Andalucía.

Las áreas de industrialización escasa son Castilla-La Mancha, Extremadura, Baleares y Canarias,
debido a su localización poco competitiva.

La evolución reciente de los desequilibrios industriales

En los últimos años, los desequilibrios industriales se reducen en cuanto a la ocupación


industrial debido a las tendencias difusoras de la industria.

En la ocupación industrial, entre 1990 y 2007 perdieron puestos de trabajo las provincias más
industrializadas (Barcelona, Madrid), a causa de la terciarización y la difusión industrial;
algunas provincias afectadas por el declive o ajuste de sus industrias tradicionales pesadas
(Asturias, Cantabria, Bizkaia, Cádiz y Huelva) o ligeras (Alicante). Creció la ocupación en
provincias receptoras de industrias desde provincias próximas (Guadalajara y Toledo respecto
a Madrid o Araba respecto a Bizkaia y Guipuzkoa)

Entre 2008 y 2014, la ocupación industrial ha descendido en todas las provincias a causa de la
crisis económica.

En tecnología e innovación, el mayor gasto en actividades innovadoras corresponde a las


regiones industriales más desarrolladas (Madrid, Cataluña).

Las consecuencias de la desigualdad en la distribución de la industria son desequilibrios en el


reparto de la población; en la riqueza; en la dotación de infraestructuras, equipamientos y
servicios.

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