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Practico

Términos clave

Atribución
Autocinesia
Complacencia
Conformidad
Efecto de conversión
Estado agéntico (modo agéntico)
Grupo de membresía o
de pertenencia
Grupo de referencia
Impacto social
Influencia de las minorías
Influencia informativa
Influencia informativa referente
Influencia normativa
?:nfluencia social Influencia social
Marco de referencia
Modelo de dependencia dual
Modelo genético
Normas
Poder
Principio de metacontraste
Sesgo de conformidad
Teoría de identidad social
236 CAPÍTULO 7 INFLUENCIA SOCIAL

+ Tipos de influencia social


La psicología social puede definirse como "un intento por comprender y explicar el modo
en que los pensamientos, los sentimientos y los comportamientos de los individuos son
influenciados por la presencia real, imaginaria o implícita de los demás" (G. Allport, 1954a,
p. 5). Esta definición, ampliamente aceptada y comúnmente citada de la psicología social
Influencia social (véase capítulo 1), identifica un problema potencial para el estudio de la influencia social:
Proceso por el que la ¿de qué modo el estudio de la influencia social difiere del estudio de la psicología social en
presencia real o su totalidad? No existe ninguna respuesta clara. En cambio, la investigación de la influen-
implícita de otra gente cia social puede circunscribirse por los tipos de cuestiones estudiados por los psicólogos
influye en las actitudes y sociales que afirman que están investigando la influencia social.
la conducta. La vida social se caracteriza por disputas, conflictos y controversias, en los que los indi-
viduos o los grupos tratan de modificar los pensamientos, los sentimientos y el comporta-
miento de otros mediante la persuasión, la fundamentación, el ejemplo, las órdenes, la
propaganda o la fuerza. Las personas pueden estar bastante conscientes de los intentos de
influencia y se pueden formar impresiones de cómo son afectados ellos y otras personas por
los diferentes tipos de influencia (véase capítulo 6).
Normas La vida social también se caracteriza por normas, es decir uniformidades en las actitu-
Uniformidad de actitud y des y las conductas entre las personas, o lo que Turner ha denominado "similitudes y dife-
de conducta que definen rencias sociales normativas entre las personas" (1991, p. 2). Uno de los más interesantes
la pertenencia a un conjuntos de problemas en la influencia social, tal vez incluso en la psicología social, es el
grupo y diferencian los modo en que las personas construyen las normas, cómo se adaptan a esas normas o son
distintos grupos. reguladas por ellas y cómo cambian esas normas. Como las normas son, por lejos, fenóme-
nos grupales, explicaremos su estructura, sus orígenes y algunos de sus efectos en el capí-
tulo 8 y reservaremos para este capítulo, capítulo 7, la explicación del proceso de
conformidad a las normas.

Complacencia, obediencia, conformidad


Todos estamos familiarizados con la diferencia entre rendirse ante la presión social directa
indirecta de un grupo o de un individuo y estar genuinamente persuadido. Por ejemplo,
usted puede simplemente estar de acuerdo, en público, con las actitudes de otras personas,
acceder a sus pedidos o seguirle el juego a sus conductas, pero en privado no sentirse
persuadido en absoluto. Otras veces usted puede cambiar en privado sus ideas más profun-
das en línea con las opiniones o con la conducta de esas personas. Esto no ha pasado inad-
Complacencia vertido a los psicólogos sociales, que vieron que era útil distinguir entre la complacencia
Cambio superficial, coercitiva por un lado y la influencia persuasiva por otro.
público y transitorio de Algunas formas de influencia social producen complacencia pública: un cambio exte-
la conducta y de las rior en la conducta y las actitudes expresadas, a menudo como consecuencia de persuasión
actitudes expresadas en coerción. Como la complacencia no refleja un cambio interno, habitualmente persiste
respuesta a peticiones,
sólo mientras la conducta está bajo vigilancia. Por ejemplo, los niños pueden obedecer las
coerción o presión del
grupo.
órdenes de los padres sobre mantener su habitación limpia, ¡pero sólo si saben que los
padres están observando! Un prerrequisito importante de la compulsión y la complacencia
coercitiva es que el blanco de la influencia social percibe que la fuente de influencia tiene
poder; el poder es la base de la complacencia (Moscovici, 1976).
Sin embargo, como el estado mental interno sólo se puede interpretar a través de la
conducta observada, puede resultar difícil saber si la conducta complaciente refleja o no
una intemalización (Allen, 1965). El control estratégico de las personas sobre sus propias
conductas para propósitos de autopresentación y comunicación puede amplificar esta difi-
cultad. La investigación sobre la complacencia con pedidos directos generalmente se ha
llevado a cabo dentro de un marco de cambio de actitud y de persuasión, y ya cubrimos este
tema en detalle en el capítulo 6.
Al contrario de la complacencia, otras formas de influencia social producen aceptación
privada e intemalización. Hay aceptación subjetiva y conversión (Moscovici, 1976), que
producen un verdadero cambio interno que persiste aunque no haya vigilancia. La confor-
midad no se basa en el poder, sino más bien en la validez subjetiva de las normas sociales
TIPOS DE INFLUENCIA SOCIAL 237

(Festinger, 1950), es decir, un sentimiento de confianza y certeza de que las ideas y las
acciones descritas por la norma son correctas, apropiadas, válidas y socialmente convenien-
tes. Bajo estas circunstancias, la norma se convierte es un estándar intemalizado de
comportamiento, y por lo tanto, es innecesaria la vigilancia.
Kelley (1952) ha realizado una distinción valiosa entre grupo de referencia y grupo de
pertenencia. Los grupos de referencia son grupos de importancia psicológica para las acti- Grupo de referencia
tudes y el comportamiento de las personas, ya sea en el sentido positivo de que buscamos Expresión usada por
comportarnos en concordancia con sus normas, o en el sentido negativo de que intentamos Kelley para designar un
comportarnos en oposición a sus normas. Los grupos de memlaresía o de pertenencia son grupo psicológicamente
grupos a los que pertenecemos (dentro de los cuales estamos) por algún criterio objetivo, significativo para
una designación externa o el consenso social. Un grupo de referencia positivo es una fuente nuestras conductas y
de conformidad (que será validada socialmente si ese grupo también es nuestro grupo de actitudes.
pertenencia), mientras que un grupo de referencia negativo que también es nuestro grupo
Grupo de membresía
de pertenencia tiene enorme poder coercitivo para producir complacencia. Por ejemplo, si
de pertenencia
soy un estudiante, pero no tengo ninguno de los atributos de ser un estudiante, y si quisiera
Expresión usada por
ser mucho más un conferencista porque valoro tanto más las normas del conferencista, Kelley para designar un
entonces "estudiante" es mi grupo de pertenencia y también un grupo de referencia nega- grupo al que
tivo, mientras que "conferencista" es un grupo de referencia positivo, pero no mi grupo de pertenecemos por
pertenencia. Cumpliré con las normas del estudiante (complacencia), pero me conformaré algún criterio externo
con las normas del conferencista (conformidad). objetivo.
La distinción general entre complacencia coercitiva e influencia persuasiva es un tema
que surge repetidamente de diferentes formas en la investigación de la influencia social. La
distinción se traza en una opinión general de psicología social de que 2 procesos bastante
separados son responsables de los fenómenos de influencia social. Así 'Furter y cols. dicen
que las perspectivas tradicionales sobre la influencia social representan un modelo de Modelo de
dependencia dual (p. ej., Tumer, 1991). Este enfoque del doble proceso tal vez sea actual- dependencia dual
mente más obvio en el modelo de la probabilidad de la elaboración de Petty y Cacioppo Modelo general de
(1986b) y en el modelo heurístico-sistemático de Chaiken (Bohner, Moskowitz y Chaiken, influencia social en la
1995) de cambio de actitud (véase capítulo 6; Eagly y Chaiken, 1993). que operan dos
procesos distintos: la
dependencia de otros
Poder e influencia para la aprobación
social y para obtener
Como mencionamos antes, la complacencia tiende a asociarse con relaciones de poder, información acerca de
mientras que la conformidad no lo hace. La complacencia es influida no sólo por las tácti- la realidad.
cas persuasivas que utilizan las personas para hacer sus solicitudes o demandas, sino
también por el grado de poder que perciben que tienen. El poder puede interpretarse Poder
como la capacidad o la habilidad para ejercer influencia; y la influencia es poder en Capacidad de influir en
acción. Por ejemplo, French y Rayen (1959) identificaron 5 bases de poder social, y luego otros y de resistir sus
Rayen (1965, 1993) los expandió a 6: poder de recompensa, poder coercitivo, poder infor- intentos por influir.
mativo, poder del experto, poder legítimo y poder de referencia (véase figura 7.1). Como
casi es una perogrullada enpsicología que el poder para administrar los reforzamientos
los castigos debe influir en la conducta, prácticamente no existe ningún intento por
demostrar el poder de las recompensas y el poder coercitivo (Collins y Rayen, 1969).
Un problema general es que las fórmulas de reforzamiento, particularmente del
comportamiento social complejo, tienden a mostrar una enorme dificultad para especificar
por adelantado qué son recompensas y qué son castigos, aunque es muy fácil hacerlo
después del acontecimiento. Por lo tanto, las fórmulas de reforzamiento tienden a ser no
falsificables, y puede ser más útil concentrarse en los procesos cognitivos y sociales que
producen los individuos específicos en ciertos contextos para tratar algunas cuestiones
como el reforzamiento y °ti-á' como el castigo.
Aunque la información puede tener poder para influenciar, claramente no es cierto que
toda la información tenga este poder. Si yo le dijera con seriedad que tuve conocimientos
de que los cerdos realmente vuelan, es muy poco probable que usted sea persuadido. Para
poder persuadirlo, otros procesos de influencia deben estar operando: por ejemplo, la infor-
mación podría haber sido percibida como consistente con las expectativas normativas, o
podría haber operado el poder de coerción o de recompensa.
238 CAPÍTULO 7 INFLUENCIA SOCIAL

Capacidad de dar o de prometer


1 Poder de nsoor pe isa
recompensas para lograr la complacencia

Capacidad de dar un castigo o de


2 Poder coercitivo
amenazar con ello por la no complacencia

ldeadel individuo de que el influyente tiene


3 Poder informativo
más información que él

Idea del individuo de que el influyente tiene


4 Poder del experto en general mayor experiencia y
conocimiento que él

Idea del individuo de que el influyente está


5 Poder legitimo autorizado por una estructura de poder
reconocida a ordenar y a tomar decisiones

Identificación, atracción o respeto hacia


6 Poder de referencia
la fuente de influencia

Figura 7.1 Hay muchas fuentes diferentes de poder a las que las personas pueden acceder para
persuadir a los demás

Fuente: basado en Rayen (1965)

Sin embargo, la información puede ser influyente cuando se origina en una fuente
experta. Bochner e Insko (1966) proporcionaron una bella ilustración del poder de un
experto. Ellos vieron que los participantes aceptaban más fácilmente la información de que
las personas no necesitaban mucho sueño cuando la información era atribuida a un fisiólogo
ganador del premio Nobel que cuando provenía de una fuente menos prestigiosa. La infor-
mación perdía el poder para influir sólo cuando se volvía intrínsecamente poco plausible,
como al afirmar que casi no se necesitaba dormir (véase la figura 6.2 en el capítulo 6).
El poder legítimo se basa en la autoridad y probablemente es mejor ilustrado como una
parte de la obediencia (véase luego). El poder de referencia puede operar a través de distin-
tos procesos (véase también Collins y Rayen, 1969), que incluyen la validación consensual,
la aprobación sdcial y la identificación grupal (todos explicados luego, en la sección sobre
conformidad).
Además del poder como la capacidad para influir, existen otras perspectivas sobre el
poder social (Keltner, Gruenfeld y Anderson, 2003; Ng, 1980, 1996). Por ejemplo, Fiske
(1993b; Fiske y Dépret, 1996; Goodwin, Gubin, Fiske e Yzerbyt, 2000) presenta un análi-
sis social cognitivo y atributivo del desequilibrio de poder dentro de un grupo (véase capí-
tulo 9). Moscovici (1976) en realidad contrasta poder con influencia y los trata como
2 procesos diferentes. Poder es el control del comportamiento a través de la domináción
OBEDIENCIA A LA AUTORIDAD 239

Poder legitimo
Usted esperaría que
el líder de la nación
más poderosa tuviera
experiencia, carisma
y fuera tratado con
respeto. No le
gustaría que actuara
como un pavo.

que produce complacencia y sumisión: si las personas tienen poder, en este sentido no nece-
sitan influencia, y si pueden influir efectivamente, no necesitan recurrir al poder. También
existen bibliotecas enteras sobre las relaciones de poder intergrupales (p. ej. Horsney,
Spears, Cremers y Hogg, 2003; Jost y Major, 2001; véase capítulo 11).
El poder puede tener también un papel dentro de un grupo que se define como la influen-
cia efectiva sobre los colaboradores, es decir, la posición de liderazgo. Sin embargo, como
veremos en el capítulo 9, la relación entre el poder y el liderazgo no es clara. Algunos líderes
ciertamente influyen ejerciendo el poder a través de la coerción, pero otros influyen mediante
la persuasión e inculcando su punto de vista en el resto del grupo. Los grupos tienden a permi-
tir que los líderes sean idiosincrásicos e innovadores (Hollander, 1985) y ven a sus líderes
como carismáticos (Avolio y Yammarino, 2003) y como poseedores de una autoridad legítima
(Tyler, 1997). Sin embargo, algunos líderes no parecen tener autoridad legítima.
En general, los investigadores sobre el liderazgo separan el liderazgo del poder (p. ej.,
Chemers, 2001; Lord, Brown y Harvey, 2001). El liderazgo es un proceso de influencia que
recluta y moviliza a los otros para alcanzar objetivos colectivos, infunde a las personas las
actitudes y los objetivos del grupo y los inspira a trabajar para lograrlos. El liderazgo no es
un proceso que exija que las personas ejerzan poder sobre los otros para obtener compla-
cencia, o más extremadamente, para ejercer coerción o forzar a las personas. El liderazgo
puede de hecho estar más estrechamente asociado con los procesos de conformidad que con
los procesos de poder (Hogg, 20011); Hogg y Reid, 2001; Hogg y van Knippenberg, 2003;
Reid y Ng, 1999).

Obediencia a la autoridad
En 1951, Asch publicó los resultados de un experimento, actualmente clásico, sobre confor-
midad en el cual los estudiantes que participaron aceptaban juicios erróneos de una mayo-
ría numérica (véanse más adelante los detalles en este capítulo) sobre la longitud de las
240 CAPÍTULO 7 INFLUENCIA SOCIAL

líneas. A algunos críticos este estudio no los impresionó: la tarea, juzgar la longitud de una
línea, era trivial, y no había ninguna consecuencia importante para la persona ni para los
otros en conformarse o resistir.
Milgram (1974, 1992) fue uno de estos críticos; intentó reproducir el estudio de Asch,
pero con una tarea que tuviera importantes consecuencias ligadas a la decisión de amol-
darse o mantenerse independiente. Milgram decidió hacer que ayudantes suyos en el expe-
rimento administraran descargas eléctricas a otra persona para ver si el verdadero
participante aceptaba la indicación. Antes de poder comenzar el estudio, Milgram debió
tener un grupo control para obtener una frecuencia basal sobre la voluntad de las personas
de aplicar descargas eléctricas a alguien sin la presión social de los ayudantes. Para
Milgram, esto se convirtió casi inmediatamente en una cuestión crucial por sí sola. De
hecho, en realidad, él nunca continuó con su estudio original de conformidad, y el grupo
control se convirtió en la base de uno de los programas de investigación más espectacula-
res de la psicología social.
Milgram también recibió las influencias de una cuestión social más amplia. Adolf
Eichmann fue el oficial nazi directamente más responsable de la logística de la "Solución
Final" de Hitler por la cual 6 millones de judíos fueron masacrados sistemáticamente. Se
publicó un libro titulado Eichmann in Jerusalem (1963) que narraba su juicio. El subtítulo
de este libro, A report over the banalay of evil, captura uno de los hallazgos más perturba-
dores que surgió del juicio de Eichmann y de los juicios de otros criminales de guerra.
Estos "monstruos" no parecían ser monstruos en absoluto. A menudo eran personas
amables, que hablaban suavemente, bien educadas, que repetida y cortésmente explicaban
que hicieron lo que hicieron no porque odiaran a los judíos, sino porque se les ordenaba
hacerlo: simplemente obedecían órdenes. Por supuesto, las apariencias pueden ser engaño-
sas. Peter Malkin, el agente israelí que capturó a Eichmann en 1960, descubrió que
Eichmann conocía algunas palabras en hebreo y le preguntó:

"Tal vez usted esté familiarizado con algunas otras palabras", dije. "Atta, Ima. ¿Le suena?".
"Aba, Inta", meditó él, esforzándose por recordar. "Realmente no recuerdo. ¿Qué significa?". Ii
"Papá, mamá. Era lo que los niños judíos gritaban cuando eran arrancados de los brazos de sus padres".
Hice una pausa, casi incapaz de contenerme. "El hijo de mi hermana, mi compañero de juego favorito,
tendría sólo la edad de su hijo. También era rubio de ojos azules, igual que su hijo. Y usted lo mató".
Genuinamente perplejo por la observación, esperó un momento para ver si yo iba a decir algo más. "Sr',
dijo él finalmente, "pero era judío, ¿no es así?" (Malkin & Stein, 1990, p. 110)

Estudios de obediencia de Mitgram


Estos hilos se reunieron en una serie de experimentos llevados a cabo por Milgram (1963,
1974) durante la década de 1960. Una característica subyacente de su interés era la idea de
que las personas son socializadas para respetar la autoridad del Estado. Si entramos en un
Estado agéntico estado o modo agéntico de pensamiento, podemos absolvemos de la responsabilidad por
(modo agéntico) lo que sucede después. Los participantes en sus experimentos fueron reclutados de la comu-
Estado mental que nidad mediante avisos y enviados a un laboratorio en la Universidad de Yale para partici-
Milgram creía que par en un estudio sobre el efecto del castigo en el aprendizaje humano. Ellos llegaban de a —a
caracterizaba la pares, y se formaron grupos para determinar sus roles en el estudio (uno era el "aprendiz",
obediencia sin el otro era el "maestro").
cuestionamiento: la El rol del aprendiz era aprender una lista de pares asociados, y el rol del maestro era
gente transfiere la
administrar una descarga eléctrica al aprendiz cada vez que éste daba una asociación erró- 1
responsabilidad caí
personal al individuo
nea de la palabra clave. El maestro veía que el aprendiz era atado a una silla, se le colocaba
que da las órdenes.
pasta para electrodos ise le fijaban electrodos a su brazo. El maestro escuchaba al experi-
mentador explicar,que la pasta era para evitar la formación de ampollas y la quemadura, y
escuchaba al aprendiz contar al experimentador que él tenía un pequeño trastorno cardíaco. 'lis
El experimentador también explicaba que si bien las descargas podían ser dolorosas, no
producirían ningún daño tisular permanente.
El maestro era llevado ahora a una habitación separada que tenía un generador de descar-
gas (véase figura 7.2). Se le instruía para que administrara descargas progresivamente más
grandes al aprendiz cada vez que éste cometía un error: 15 V por el primer error, 30 V por
OBEDIENCIA A LA AUTORIDAD 241

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30

15 75 135 195 255 -315 -375 -435 450


1voltos100145 100 11415041 90 110511201,54141150115511BOlvoltios12101226124016-.1110412701285130016019041330134513501votos1390140514201voltsfroMos1

Descarga Descarga -Descarga Descanga -Descarga Descarga Peligro: ! xx x


leve moderada fuerte muy fuerte intensa extremadamente descarga
intensa grave

Figura 7.2 Generador de descargas de Milgram

Los participantes en los estudios de obediencia de Milgram se sentaban frente a un generador de descargas eléctricas
que tenían rótulos en el potenciómetro que iban de 15 a 450 voltios, y un atemorizador "XXX" en los valores de
voltaje más altos.

Fuente: Milgram (1974)

el siguiente, 45 V por el siguiente, etcétera. Una característica importante del generador de


descargas eran los rótulos descriptivos fijados a lá escala de voltaje creciente. El maestro
recibía una descarga de muestra de 45 V, y entonces el experimento comenzaba.
El aprendiz formaba algunos pares correctos pero también cometía algunos errores, y
muy pronto el maestro alcanzaba 75 V, punto en el cual el aprendiz gruñía de dolor. Con
120 V, el aprendiz le gritaba al experimentador que las descargas se estaban volviendo
dolorosas. Con 150 V, el aprendiz, o ahora más precisamente la "víctima", pedía que lo
liberaran del experimento, y con 180 V, gritaba que ya no lo podía soportar más. La
víctima seguía gritando de dolor con cada descarga, lo que crecía hasta llegar a un "grito
agónico" con 250 V. Con 300 V, la víctima dejaba de responder a las palabras de clave; se
le decía al maestro que considerara esto como una "respuesta incorrecta".
Durante todo el experimento el maestro estaba agitado y tenso, y a menudo quería darlo
por terminado. A tales pedidos el experimentador respondía con una secuencia ordenada de
réplicas que proseguían desde un leve "por favor, continúe", pasaban por un "el experi-
mento requiere que usted continúe", hasta "es absolutamente esencial que usted continúe",
hasta el final "usted no tiene ninguna otra elección, debe continuar".
Se pidió a un panel de 110 expertos sobre el comportamiento humano, entre los que
había 39 psiquiatras, que predijera hasta cuánto un individuo normal y psicológicamente
equilibrado llegaría en este experimento. Estos expertos creían que sólo alrededor del 10%
excedería los 180 V, y que nadie obedecería hasta el final (estas predicciones se muestran
esquemáticamente en la figura 7.3). Compárese esto con el comportamiento real de los
participantes (figura 7.3).
En una variante leve del procedimiento descrito antes, en la cual la víctima no podía ser
observada ni escuchada, excepto por lo golpes que daba del otro lado de la pared cuando el
voltaje alcanzaba los 300 V y 315 V, casi todos siguieron hasta 255 V y el 65% continuó
hasta el final, ¡administrando descargas eléctricas masivas a alguien que ya ni siquiera
estaba respondiendo con golpes en la pared y que previamente había informado tenía un
problema cardíaco!
Los participantes de este experimento eran personas muy normales: cuarenta hombres de
20 a 50 años de distintas ocupaciones. Ninguno sabía que todo el experimento involucraba un
engaño elaborado en el cual ellos eran siempre el maestro, y el aprendiz/víctima era en reali-
dad un ayudante del experimento (un hombre de mediana edad con aspecto de tío bueno) al
que se le había descrito cuidadosamente cómo debía reaccionar. En realidad, nunca se admi-
nistraron descargas eléctricas fuera de la descarga de 45 V de muestra, aplicada al maestro.

Factores que influyen en la obediencia


Milgram (1974) realizó 18 experimentos en los cuales varió diferentes parámetros para inves-
tigar factores que influyen en la obediencia. En todos los experimentos excepto en uno los
242 CAPÍTULO 7 INFLUENCIA SOCIAL

5 loo
-1

O
o
o 80
o
o
o
60
o

o 40

TD
-o 20

a) Predicho
0
15-60 75-120 135-180 195-240 255-300 315-360 375-420 435-450
O
o Leve Moderado Fuerte Muy Intenso Intensidad Peligro: XXX
fuerte extrema descarga
o grave
O
o- Nivel de descarga (voltios) y rótulos en el generador de descargas

Figura 7.3 Niveles de descarga esperados para administrar a una víctima comparados con los
niveles reales en el experimento de obediencia a la autoridad de Milgram

"Expertos" en conducta humana predijeron que muy pocas personas psicológicamente equilibradas obedecerían la
orden de administrar una descarga eléctrica más potenté que la rotulada como "fuerte" al aprendiz que cometía un
error en el experimento de Milgram. En realidad el 65% de las personas obedecieron hasta el final y llegaron más allá
del "peligro: descarga intensa", a una zona marcada como "XXX".

Fuente: basado en datos de Milgram (1974)

participantes eran hombres de 20 a 50 años de edad no universitarios de distintas ocupacio-


nes y niveles socioeconómicos. En un estudio en el cual los participantes fueron mujeres se
obtuvo exactamente el mismo nivel de obediencia que con los participantes de varones. El
experimento de Milgram ha sido reproducido en Italia, Alemania, Australia, Gran Bretaña,
Jordania, España, Austria y Holanda (Smith, Bond y Kagitgibasi, 2006). La obediencia
completa varió desde más del 90% en España y Holanda (Meeus y Raajimakers, 1986),
pasando por más de 80% en Italia, Alemania y Austria (Mantel), 1971), hasta tan sólo 40%
entre los hombres australianos y sólo un 16% entre las mujeres australianas (Kilham y Mann,
1974). En algunos estudios también se han utilizado circunstancias ligeramente diferentes:
por ejemplo Meeus y Raajimakers (1986) utilizaron un marco de obediencia administrativa.
Una razón de por qué las personas siguen administrando descargas eléctricas puede ser
que el experimento comienza de una manera muy inocua con descargas insignificantes.
Una vez que las peirsonas se han comprometido a un curso es acción (es decir, a aplicar
descargas), puede ser difícil que posteriormente cambien de opinión. El proceso puede ser
similar al que involucra la técnica de persuasión del pie en la puerta (Freedman y Fraser,
1966; véase capítulo 6).
Un factor importante en la obediencia es la inmediatez, comprendida como la proximi-
dad social de la víctima con el participante. Milgram (1974) vació el nivel de inmediatez
mediante algunos experimentos. Hemos visto que más del 65% de las personas "aplicaban
descargas hasta el límite" de 450 V cuando no veían ni escuchaban a la víctima excepto
OBEDIENCIA A LA AUTORIDAD 243

Obediencia a la
autoridad
El uniforme de este
guardia simboliza la
obediencia
incuestionable y total
hacia el soberano
británico como
autoridad legítima.

por los golpes en la pared. En una condición incluso menos inmediata, en la cual la víctima
no era vista ni escuchada en absoluto, el 100% de las personas siguieron hasta el final. La
condición basal (descrita en detalle antes) arrojó una obediencia del 62,5%. A medida que
la inmediatez aumentaba la obediencia disminuía: cuando la víctima era visible en la
misma habitación el 40% obedecía hasta el límite, y cuando el maestro de hecho estaba
junto a la víctima la obediencia caía, aunque se mantenía en un espantoso 30%.
La inmediatez puede hacer más fácil considerar a la víctima como una persona viviente
y que respira igual que uno y por lo tanto permite empatizar sus pensamientos y sus senti-
mientos. De ahí que las mujeres embarazadas expresen mayor compromiso con su emba-
razo después de haber visto una ecografía que muestra claramente las partes del feto
(Lydon y Dunkel-Schetter, 1994); y es más fácil presionar un botón para arrasar una ciudad
desde 12.000 metros de altitud o desde la profundidad del océano en un submarino que
dispararle a un individuo aunque sea un enemigo desde una distancia cercana.
Otro factor importante es la proximidad/inmediatez de la figura de autoridad. La
obediencia se redujo hasta el 20,5% cuando el experimentador no estaba en la habitación y
transmitía las órdenes por teléfono. Cuando el experimentador no daba ninguna orden en
absoluto y el participante estaba totalmente libre para elegir cuándo detenerse, aunque un
2,5% persistió hasta el final. Tal vez la influencia más espectacular sobre la obediencia sea
la presión del grupo. La presencia de 2 pares desobedientes (es decir, otros que parecían
rebelarse y rehusaron continuar después de aplicar descargas en el rango 150-210 V)
redujo la obediencia completa hasta el 10%, mientras que 2 pares obedientes elevaron la
obediencia completa hasta el 92,5%.
La presión grupal probablemente tiene sus efectos porque las acciones de los otros
ayudan a confirmar que es legítimo o ilegítimo seguir administrando las descargas. Otro
factor importante es la legitimidad de la figura de autoridad, que permite a las personas
transladar la responsabilidát personal por sus acciones. Por ejemplo, Bushman (1984,
1988) había puesto ayudantes suyos vestidos de uniforme aseados y pulcros y a otros con
un aspecto andrajoso parados junto una persona que intentaba conseguir cambio para el
parquímetro. El ayudante de incógnito detenía a transeúntes y les "ordenaba" que le dieran
a la persona cambio para el parquímetro. Más del 70% obedeció al ayudante uniformado
(y daban como razón "porque me dijeron que lo hiciera"), y alrededor del 50% obedeció al
ayudante no uniformado (generalmente dando como motivo el altruismo). Estos estudios
sugieren que simples emblemas de autoridad pueden crear una obediencia incondicional.
244 CAPÍTULO 7 INFLUENCIA SOCIAL

Los experimentos originales de Milgram se llevaron a cabo con científicos vestidos de


laboratorio en la prestigiosa Yak University, y el propósito de la investigación fue muy
claramente la búsqueda del conocimiento científico. ¿Qué habría sucedido si se hubieran
eliminado todos estos "adornos de autoridad"? Así Milgram realizó un experimento en un
edificio de oficinas de mala muerte del centro de la ciudad. La investigación era aparente-
mente patrocinada por una firma de investigación privada. La obediencia disminuyó, pero
hasta un nivel aún notablemente alto del 48%.
La investigación de Milgram trata uno de los grandes defectos de la humanidad: la
tendencia de las personas a obedecer órdenes sin pensar primero acerca de (1) lo que se les
pide que hagan y (2) las consecuencias de su obediencia para otros seres vivos. Pero la
obediencia a veces puede ser beneficiosa: por ejemplo, muchas organizaciones dejarían de
funcionar o se volverían catastróficamente disfuncionales si sus miembros continuamente
negociaran las órdenes (piense en un equipo quirúrgico de emergencias, una tripulación de
vuelo, una unidad comando). (Ahora considere la primera pregunta introductoria.) Se deben
tener en cuenta los peligros de la obediencia a ciegas, el condicionamiento de la inmediatez,
la presión del grupo, las normas y la legitimidad del grupo. Una investigación estadouni-
dense ha demostrado que los errores de la medicación en los hospitales pueden atribuirse al
hecho de que los enfermeros se remiten a obedecer las órdenes de los médicos, incluso
cuando dichas órdenes pueden estar claramente mal (Lesar, Briceland y Stein, 1977).
En otro estudio sobre la obediencia en las organizaciones, el 77% de los participantes
cumplían el papel de miembros del comité de una compañía farmacéutica recomendaron
continuar la comercialización de un fármaco peligroso simplemente porque creían que el
presidente del comité estaba a favor de esta decisión (Brief, Dukerich y Doran, 1991).

Algunas consideraciones éticas


Un legado perdurable de los experimentos de Milgram es el acalorado debate sobre la ética
de la investigación (Baumrind, 1964; Rosnow, 1981). Recordemos que los participantes de
Milgram realmente creían que estaban administrando descargas eléctricas intensas y que e
estaban produciendo un dolor extremo a otro ser humano. Milgram tuvo cuidado en entre-
vistar y, con la ayuda de un psiquiatra, en seguir a los más de 1.000 participantes de sus
experimentos. No hubo ninguna evidencia psicopatológica de enfermedad y el 83,7% de los Ji
que habían tomado parte estaban felices o muy felices de haber estado en el experimento
(Milgram, 1992, p. 186). Sólo el 1,3% lamentaban o lamentaban mucho haber participado.
Las cuestiones éticas en realidad giran alrededor de 3 cuestiones relativas a la ética de
someter a los participantes en experimentos de estrés a corto plazo:
1 ¿Es importante la investigación? En caso contrario, este estrés es injustificable. Sin
embargo, puede ser difícil evaluar objetivamente la "importancia" de la investigación.
2 ¿El participante es libre de terminar el experimento en cualquier momento? ¿Qué -11

libertad tuvieron los participantes de Milgram? En un sentido estaban libres de hacer fil
lo que querían, pero nunca se les explicitó que podían terminar en cualquier momento
que lo desearan; de hecho, ¡el mismo propósito del estudio era persuadirlos para que
siguieran!
3 ¿Se le explicó la claramente la libre participación en el experimento? En los experi-
mentos de Milgram, los participantes no dieron un consentimiento completamente
informado. Fueron voluntarios a tomar parte, pero la verdadera naturaleza del expe-
rimento nunca se les explicó.
Esto plantea la ettiestión del engaño en la investigación en psicología social. Kelman
(1967) distingue 2razones para engañar a las personas: la primera es inducidas a formar parte
en un experimento desagradable. Esto desde el punto de vista ético es una práctica suma-
mente dudosa. La segunda razón es que para estudiar la operación automática de los proce-
sos psicológicos, los participantes deben desconocer las hipótesis, y esto a menudo involucra
cierto engaño referido al verdadero propósito del estudio y a los procedimientos utilizados.
Como consecuencia de este debate se ha establecido un código de ética que guía a los psicó-
logos cuando llevan a cabo la investigación. Los principales componentes del código son:
CONFORMIDAD 245

la participación debe basarse en un consentimiento plenamente informado,


los participantes deben ser explícitamente informados de que ellos pueden retirarse,
sin ningún tipo de castigo, en cualquier etapa del estudio,
se debe revelar todo completa y honestamente a los participantes al finalizar el estu-
dio.

Aunque probablemente hoy no fuera posible escapar indemne de aquellos engaños desca-
rados que produjeron muchos de los programas de investigación clásica de la psicología
social de las décadas de 1950, 1960 y comienzos de 1970, el uso de engaños procedimenta-
les menores e inofensivos encerrados en una historia creíble se considera esencial para preser-
var el rigor científico de gran parte de la psicología social experimental. La cuestión de la
ética de la investigación en la psicología social se explica más plenamente en el capítulo 1.

Conformidad

Formación e influencia de las normas


Aunque gran parte de la influencia social se refleja en el cumplimiento de pedidos directos
y obediencia a la autoridad, la influencia social también puede operar de una forma menos
directa a través de la conformidad con las normas sociales o grupales. Por ejemplo, Allport Conformidad
(1924) observó que las personas en los grupos emitían juicios menos extremos y más Cambio profundo,
conservadores de los olores y los pesos que cuando estaban solas. Parecía como si, aun sin privado y duradero de
presión directa, el grupo pudiera hacer que los miembros convergieran y se volvieran así la conducta y las
más similares entre sí. actitudes debido a la
Sherif (1936) dio un paso importante hacia delante al relacionar explícitamente este presión del grupo.
efecto de convergencia con el desarrollo de las normas grupales. Partiendo de la premisa
de que las personas necesitan estar seguras y confiar que lo que están haciendo, pensando
o sintiendo es conecto y apropiado, Sherif argumentó que utilizamos el comportamiento de
los otros para establecer una gama de comportamientos posibles: podemos llamar a esto
marco de referencia, o contexto comparativo social relevante. Las posiciones promedio, Marco de referencia
centrales o medias en estos marcos de referencia son percibidas como más conectas que las Todo el espectro de
marginales, y por lo tanto las personas tienden a adoptarlas. Sherif creía que esto explicaba posiciones
los orígenes de las normas sociales y la convergencia concomitante que acentúa el consenso subjetivamente
dentro de los grupos. concebibles que las
Para evaluar esta idea, llevó a cabo sus estudios clásicos utilizando la autocinesia personas relevantes
(véanse detalles en el recuadro 7.1 y la figura 7.4), en los cuales grupos de 203 personas pueden ocupar en un
contexto, en alguna
que hacían estimaciones del movimiento físico convergían rápidamente en una serie de
dimensión de actitud o
pruebas sobre la media de las estimaciones grupales y se mantenían bajo la influencia de conductuales.
esta norma incluso cuando posteriormente efectuaran sus estimaciones en forma aislada.
Los orígenes, la estructura, la función y los efectos de las normas se explican totalmente Autocinesia
en el capítulo 8, pero vale la pena destacar que la presión normativa es una de las formas más Ilusión óptica en la que
eficaces para modificar la conducta de las personas. Por ejemplo, vimos en el capítulo 6 que un punto de luz que
Lewin (1947) intentó estimular a amas de casa norteamericanas a modificar los hábitos brilla en una completa
alimenticios de sus familias —específicamente a comer más menudos de animales (corazo- oscuridad parece
nes y riñones). Tres grupos de 13 a 17 "amas de casa" asistieron a una interesante confe- moverse.
rencia que, entre otras cosas, destacaba el valor de este cambio en los hábitos alimentarios
para el esfuerzo durante la guérra (era el año 1943). Otros 3 grupos recibieron información,
pero también fueron estimulados a hablar entre ellos y a llegar a algún tipo de consenso (es
decir, establecer una norma) acerca de la compra del alimento.
Una evaluación de seguimiento mostró que la norma era mucho más eficaz que la infor-
mación abstracta para producir algún cambio en la conducta: sólo el 3% del grupo de la
información había modificado su conducta, en comparación con el 32% del grupo
de la norma. La investigación posterior confirmó que el factor crucial era la norma y no la
discusión asociada (Bennett, 1955).
246 CAPITULO 7 INFLUENCIA SOCIAL

in é tigatiOnes cláSic 100 ensayos se fueron centrando gradualmente en un


pequeño rango de estimaciones, y cada persona adoptó
oanético
su propio rango personal o norma (véase sesión 1 en la
ff- ndrnia figura 7.4a, cuando los participantes respondían solos).
Sherif continuó el experimento en otras sesiones de
100 ensayos en os días posteriores, en los cuales los
Muzafer Sherif (1936) creía que las normas sociales participantes en grupos de 2 o 3 tomaban turnos en
surgen para guiar la conducta en condiciones de duda, una secuencia aleatoria para decir sus estimaciones.
incertidumbre o ambigüedad. Para estudiar esta idea, Ahora los participantes utilizaban las estimaciones de
aprovechó una ilusión perceptiva, en la que un punto cada uno de los otros como marco de referencia, y
fijo de luz en una habitación completamente oscura convergían rápidamente en una media grupa!, de
parece moverse: el movimiento es producido en reali- modo que todos daban estimaciones muy similares
dad por el movimiento del ojo en ausencia de un (véanse las sesiones 2-4 en la figura 7.4a).
marco físico de referencia (o sea los objetos). Las Esta norma parece estar internalizada. Cuando los
personas a las que se les pide que estimen cuánto se pacientes comienzan' y luego continúan como un grupo
mueve luz encuentran la tarea muy difícil y general- (sesiones 1-3 en la figura 1-4b), la norma grupal es lo
mente se sienten inseguras sobre sus estimaciones. que utilizan cuando finalmente realizan las estimaciones
Sherif presentó el punto de luz muchas veces (o sea autocinéticas (sesión 4 en la figura 7.4b).
que hizo varios ensayos) y les pidió a los participantes,
que no sabían que el movimiento era una ilusión, que
estimaran cuánto se movía la luz en cada prueba. Nota: Los resultados que se muestran en la figura 7.4 se basan en
Sherif descubrió que ellos utilizaban sus propias esti- 2 conjuntos de 3 participantes que realizaron 100 juicios en cada
maciones como marco de referencia: en una serie de una de 4 sesiones, separadas en 4 días diferentes.

(b)

Solo Grupo Grupo Grupo 9- Grupo Grupo Grupo Solo

.11)
a 3.
o
o
,o
E
o
2O
la 2a. 3a. 4a la. 2a. I 3a. 4a.
Sesión Sesión

El experimento utilizó el fenómeno autocinético.


En el grupo (a) los individuos 1, 2 y 3 comenzaron solos y establecieron una norma personal.
Más tarde en los grupos, gradualmente convergieron hacia una norma grupal.
En el grupo (b) los individuos 4{5 y 6 comenzaron agrupados y convergieron hacia una norma grupal.
Más tarde cuando estaban solos, utilizaron su norma grupal, ahora intemalizada, como gula personal.

Figura 7.4 Inducción experimental de una norma grupal

Fuente: basado en datos de Sherif (1936)


CONFORMIDAD 247

Ceder a la presión de la mayoría


Al igual que Sherif, Asch (1952) creía que la conformidad reflejaba un proceso relativa-
mente racional en el cual las personas construían la norma a partir del comportamiento de
otras personas para determinar la conducta correcta y apropiada para sí mismas.
Claramente, si usted ya confía y está seguro acerca de lo qué es apropiado y correcto,
entonces la conducta de los otros en gran parte será irrelevante y por lo tanto no tendrá
influencia. En el estudio de Sheriff, el objeto de juicio era ambiguo: los participantes esta-
ban inseguros, de modo que surgía una norma rápidamente y era muy eficaz para guiar la
conducta. Asch argumentaba que si el objeto de juicio fuera muy poco ambiguo (es decir,
uno esperaría que no hubiera ningún desacuerdo entre los juicios), entonces el desacuerdo
o las percepciones alternativas no tendría ningún efecto sobre la conducta: los individuos
se mantendrían totalmente independientes de la influencia del grupo.
Para evaluar esta idea, Asch (1951, 1952, 1966) creó un paradigma experimental clásico.
Estudiantes de sexo masculino, que participaron en lo que ellos creían que era una tarea de
discrainación visual, se sentaron alrededor de una mesa en grupos del a 9. Por turnos, en
un orden fijo, decían públicamente cuál de las 3 líneas de comparación tenía la misma longi-
tud que una línea estándar (véase figura 7.5). Hubo 18 pruebas. En realidad, sólo una
persona era un participante completamente virgen de influencia y fue el anteúltimo en
responder. Los otros eran ayudantes del investigador instruidos para dar respuestas erróneas
sobre 12 pruebas focales: en 6 eligieron una línea que era demasiado larga, y en otros 6 una
que era demasiado corta. Había un grupo control en el que los participantes realizaban la
tarea en forma privada sin influencia grupal; como menos del 1% de las respuestas de los
participantes control fueron erróneas, se puede asumir que el estudio no dio lugar a dudas.
Los resultados experimentales fueron interesantes. Hubo grandes diferencias individua-
les, alrededor del 25 % de los participantes se mantuvieron constantemente independientes
durante todo el experimento, alrededor del 50% se avinieron y conformaron con la mayo-
ría equivocada en 6 o más pruebas, y el 5% se avino o conformó con los 12 ensayos. La
tasa de conformidad promedio fue del 33%: computada como número total de casos de
conformidad durante todo el experimento, dividido por el producto del número de partici-
pantes en el experimento y el número de ensayos focales en la secuencia.

Conformidad y aceptación grupal


Todos los grupos tienen normas. Los peones
de campo en la Argentina no son una
excepción.
248 CAPÍTULO 7 INFLUENCIA SOCIAL

Figura 7.5
Líneas de muestra utilizadas en un
experimento de conformidad

Los participantes en los estudios de


conformidad de Asch simplemente tenían que
decir cuál de las tres líneas tenía la misma
longitud que la línea estándar.

Fuente: basado en Asch (1951)

A B C

Estándar Comparación

Después del experimento, Asch preguntaba a sus participantes a qué se debía su confor-
midad. Todos informaron haber experimentado inicialmente incertidumbre y dudas perso-
nales como consecuencia del desacuerdo entre ellos y el grupo, lo que evolucionó
gradualmente en autoconciencia, miedo a la desaprobación y sentimientos de ansiedad e
incluso de soledad. Se dieron diferentes razones para la resignación. La mayoría sabía que
ellos veían las cosas de modo diferente al grupo, pero sentían que sus percepciones podían
ser imprecisas y que el grupo realmente estaba en lo conecto. Otros no creían que el grupo
estaba en lo conecto, pero simplemente continuaban con el grupo para no desentonar. Una
pequeña minoría informó que de hecho veía las líneas como el grupo decía. Los indepen-
dientes estaban totalmente confiados en la precisión de sus juicios o estaban afectados
emocionalmente pero guiados por una idea de individualismo o de hacer la tarea según las
directivas (es decir, ser precisos y correctos).
Estos relatos subjetivos sugieren que una razón de por qué las personas conforman con
los grupos, incluso cuando el estímulo no deja lugar a dudas, puede ser para evitar la
censura, el ridículo y la desaprobación social. Se trata de un miedo real. En otra versión de
su experimento, Asch (1951) hizo que 16 participantes vírgenes de influencias enfrentaran
a un ayudante del investigador que daba respuestas incorrectas. Los participantes conside-
raron que la conducta del ayudante informado era absurda y abiertamente ridícula, y se
rieron de él. ¡Incluso el experimentador observó que la situación era tan extraña que no
podía contener la risa y también terminó riéndose de su pobre ayudante!
Entonces, tal vez si los participantes no hubieran estado preocupados por la desaproba-
ción social, ¿no habría existido una presión subjetiva para conformar? Para evaluar esta
idea, Asch llevó a cabo otra variación del experimento en la cual la mayoría equivocada
emitía sus juicios públicamente, pero el único participante espontáneo lo hacía de forma
privada. La conformidad cayó al 12,5%.
Esta modificación fue llevada aún más lejos por Deutsch y Gerard (1955), quienes
creyeron que podían erradicar totalmente la presión de conformidad si la tarea no daba
lugar a dudas y el participante era anónimo, respondía en forma privada y no se encontraba
bajo ningún tipo de control del grupo. ¿Por qué se conformaría uno a una mayoría equivo-
cada cuando existe una respuesta obvia, inequívoca y objetivamente correcta, y el grupo no
tiene ninguna forma de saber lo que uno está haciendo?
Para evaluar esta idea, Deutsch y Gerard confrontaron a un participante virgen de
influencia cara a cara con 3 ayudantes suyos que efectuaban juicios unánimemente inco-
CONFORMIDAD 249

rrectos de líneas, exactamente como en el experimento original de Asch. En otro grupo el


participante no influenciado era anónimo, estaba aislado en un cubículo y se le dejó respon-
der en forma privada —sin que existiera presión grupal—. Hubo un tercer grupo en el que los
participantes respondían cara a cara, pero con un objetivo grupal explícito de ser tan preci-
sos como fuera posible —se aumentó al máximo la presión grupal—. Deutsch y Gerard
también manipularon la incertidumbre subjetiva incitando a que la mitad de los participan-
tes respondieran mientras los estímulos estaban presentes (el procedimiento utilizado por
Asch), y que la otra mitad respondiera una vez que el estímulo había sido retirado (habría
posibilidad para sentir duda).
Según lo predicho, los resultados mostraron que la disminución de la duda y de la
presión grupa] (es decir, la motivación y la capacidad del grupo para censurar la falta de
conformidad) reducían la conformidad (figura 7.6). Tal vez el hallazgo más interesante fue
la tasa de conformidad del 23% incluso cuando la duda fue baja (presión del estímulo) y
las respuestas fueron privadas y anónimas.
El descubrimiento de que los participantes aun mostraban conformidad cuando eran
aislados en cubículos ha facilitado mucho la investigación sistemática de los factores que
influyen en ella. Crutchfield (1955) diseñó un aparato en el cual los participantes en los
cubículos creían que estaban comunicándose con otros al presionar botones en una consola
que iluminaba respuestas cuando en realidad los cubículos no estaban interconectados y el
experimentador era la fuente de toda comunicación. De esta forma, se podía experimentar
con muchos participantes simultáneamente y aún todos creerían que estaban siendo expues-
tos a un grupo. La práctica laboriosa, costosa y riesgosa de utilizar ayudantes informados
ya no fue necesaria, y los datos pudieron ser recogidos ahora de forma mucho más rápida
en condiciones experimentales más controladas y variadas (Allen, 1965, 1975). En la actua-
lidad se puede, por supuesto, utilizar una variante computarizada mucho más eficiente de
la metodología de Crutchfield.

¿Quién se conforma? Características individuales y grupales


La existencia de grandes diferencias individuales en la conformidad ha conducido a algunos
psicólogos sociales a buscar atributos de la personalidad que predispongan a algunas perso-
nas a conformar más que otras. Quienes conforman tienden a tener baja autoestima, mucha
necesidad de apoyo social o aprobación social, necesidad de autocontrol, un coeficiente inte-

Figura 7.6
• 60
E Conformidad en función de la
duda o la ambigüedad y
ce
presión grupal percibida
o
50
o Los participantes que juzgaron que
13
o
la longitud de las líneas no era
Nivel alto de duda ambigua fueron influenciados por
2
1 40
U,
,, ambigüedad: los juicios unánimemente incorrectos
o estímulo ausente de los otros miembros del grupo; la
influencia se fortaleció cuando se
30 Nivel bajo de duda
-o declaró que la precisión debía ser un
ambigüedad:
objetivo grupal importante y se
estímulo presente
debilitó cuando se introdujo alguna
CD 20
Cara a cara y Cara a cara Privado ambigüedad y cuando las respuestas
n_o objetivo grupal y anónimo eran anónimas y privadas. Sin
Grado de presión grupal embargo, la ambigüedad y el
anonimato no producen abolición
de la conformidad.
Fuente: basada en datos de Deutsch &
Gerard (1955)
250 CAPÍTULO 7 INFLUENCIA SOCIAL

lectual (CI) más bajo, mucha ansiedad, sentimientos de autoculpabilidad e inseguridad en el


grupo, sentimientos de inferioridad, sentimientos de una condición relativamente baja en el
grupo y una personalidad generalmente autoritaria (Costanzo, 1970; Crutchfield, 1955; Elms
y Milgram, 1966; Rayen y French, 1958; Stang, 1972). Sin embargo, hallazgos contradicto-
rios y pruebas de que las personas que conforman en una situación no lo hacen en otra sugie-
ren que en la conformidad los factores situacionales pueden ser más importantes que la
personalidad (Barocas y Gorlow, 1967; Barron, 1953; McGuire, 1968; Vaughan, 1964).
Una conclusión similar puede sacarse de la investigación sobre las diferencias entre los
sexos en la conformidad. Típicamente las mujeres conforman un poco más que los hombres
en estos estudios. Sin embargo, esto en general se puede explicar en términos de las tareas
de conformidad empleadas: aquellas con las cuales las mujeres están menos familiarizadas
tienen menos experiencia generan más dudas subjetivas y por lo tanto hacen que sean más
influenciables que los hombres (Eagly, 1978, 1983; Eagly y Carli; 1981; Eagly y Chrvala,
1986; Eagly y Wood, 1991).
Por ejemplo, Sistrunk y McDavid (1971) expusieron a participantes mujeres y hombres a
la presión grupal para identificar distintos estímulos. Para algunos participantes, los estímu-
los fueron elementos tradicionalmente masculinos (p. ej., un tipo específico de llave mecá-
nica), para otros, elementos tradicionalmente femeninos (p. ej., identificar tipos de costura),
para otros, los elementos eran neutros (p. ej., identificar estrellas de rock populares). Como
era de esperar, las mujeres conformaron más en los elementos masculinos, los hombres más
en los elementos femeninos, y ambos por igual en los elementos neutros (no estereotipados
por género) (véase figura 7.7; véase también la segunda pregunta introductoria).

Normas culturales ¿Las normas culturales afectan la conformidad? Smith, Bond y


KagitObasi (2006) realizaron estudios de conformidad que utilizaban el paradigma de Asch
una de sus variantes. Observaron una variación intercultural importante. El nivel de confor-
midad (es decir, el porcentaje de respuestas incorrectas) varió de tan sólo 14% entre los estu-
diantes belgas (Doms, 1983) a 58% entre los profesores indios en las islas Fiji (Chandra,
1973), con un promedio global de 31,2%. La conformidad fue más baja entre los participan-
tes de culturas individualistas de los Estados Unidos y el noroeste de Europa (253%) que
entre los participantes de culturas colectivistas o interdependientes de África, Asia, Oceanía
y Sudamérica (37,1%). Un metaanálisis de 133 estudios que usaron el paradigma de Asch
en 17 países (R. Bond y Smith, 1996) confirmó que las personas que tienen puntajes altos
en la escala de colectivismo de Hofstede (1980) se conforman más que las que tienen punta-
jes bajos (véase también la figura 16.1 en el capítulo 16, que muestra los datos de resumen
de las muestras no occidentales comparados con las distintas muestras occidentales).

Figura 7.7
Conformidad en función del sexo del
50 Hombres • Mujeres
participante y de la estereotipicidad
por sexo de la tarea

Cuando una tarea es estereotípicamente


masculina, una mayor cantidad de mujeres
conforman. Cuando la tarea es
estereotípicamente femenina, una mayor
cantidad de hombres conforman.

Fuente: basado en datos de Sistrunk y McDayll


(1971)

20
Masculino Neutro Femenino
, Tipo de ítem
CONFORMIDAD 251

El mayor nivel de conformidad en las culturas colectivistas o interdependientes surge


porque la conformidad es vista favorablemente como una forma de cohesión social
(Marlcus y Kitayama, 1991). Lo que es sorprendente aún más es que, aunque la conformi-
dad es más baja en las sociedades occidentales individualistas, sigue siendo notablemente
alta; incluso cuando la conformidad tiene matices negativos, las personas encuentran difí-
cil resistirse a conformarse a las normas grupales.

Factores situacionales de la conformidad


Los 2 factores situacionales sobre la conformidad que han sido más exhaustivamente inves-
tigados son el tamaño del grupo y la unanimidad o concordancia grupa! (Allen, 1965,
1975). Asch (1952) observó que a medida que el grupo aumentaba de 1 persona a 2, a 3, a
4, a 8, a 10, a 15, la tasa de conformidad aumentaba y luego disminuía ligeramente: 3%,
13%, 33%, 35%, 32%, 31%. Aunque algunas investigaciones informan la existencia de una
relación lineal entre tamaño y conformidad (p. ej., Mann, 1977), el hallazgo más contun-
dente es que la conformidad alcanza su fuerza plena con una mayoría de 3 a 5 personas, y
los miembros adicionales tienen poco efecto (p. ej. Stang, 1976).
Campbell y Fairey (1989) sugieren que el tamaño del grupo puede tener un efecto dife-
rente dependiendo del tipo de juicio y de la motivación del individuo. En lo referente al gusto,
donde no existe ninguna respuesta objetivamente correcta (p. ej., preferencias musicales) y
donde lo más importante es adaptarse o "encajar", el tamaño del grupo tendrá un efecto rela-
tivamente lineal: cuanto más grande sea la mayoría, más influirá. Cuando existe una respuesta
correcta y uno se preocupa por estar en lo correcto, entonces las opiniones de 1 o 2 personas
más en general serán suficientes: las opiniones de más personas serán redundantes.
Por último, Wilder (1977) observó que el tamaño puede no referirse al número real de
personas físicamente separadas en el grupo, sino al número de fuentes aparentemente inde-
pendientes de influencia en el grupo. Por ejemplo, una mayoría de 3 individuos que son
percibidos como independientes tiene más influencia que una mayoría de digamos 5 perso-
nas que son percibidas como que están conspirando y, por lo tanto, representan una única
fuente de información. De hecho, la gente puede encontrar difícil representar más de 4 o
5 fuentes independientes de información, y por lo tanto tienden a asimilar a los miembros
adicionales del grupo en una u otra de estas fuentes iniciales de información (de ahí la falta
relativa de efecto del tamaño del grupo por encima de 3 a 5 miembros).

Tamaño del grupo y


conformidad
¿Podría un hombre
en esta aglomeración
resistirse a unirse a
ella?
252 CAPÍTULO 7 INFLUENCIA SOCIAL

El experimento original de Asch empleó una mayoría unánime equivocada (con un


postulado erróneo) y obtuvo una tasa de conformidad del 33%. Algunos experimentos
posteriores han mostrado que la conformidad se reduce significativamente cuando la mayo-
ría no es unánime (Allen, 1975). Asch observó que un colaborador acertado (es decir, un
miembro de la mayoría que siempre daba la respuesta correcta y por lo tanto concordaba
con el verdadero participante y lo apoyaba) reducía la conformidad del 33% al 5,5%. La
eficacia de un colaborador para reducir la conformidad es marginalmente mayor si
responde antes que la mayoría y no después que ella (Monis y Miller, 1975).
Es posible que el apoyo propiamente dicho no sea el factor crucial para reducir la
conformidad. Cualquier tipo de falta en la unanimidad entre la mayoría parece ser eficaz.
Por ejemplo, Asch observó que un discrepante que era incluso insensatamente más inco-
rrecto que la mayoría era igual de eficaz, y Shaw, Rotschild y Strickland (1957) observa-
ron que una desviación dubitativa e indecisa también era eficaz. Allen y Levine (1971)
llevaron a cabo un experimento en el cual a los participantes, a los que pidieron hicieran
juicios visuales, se les proporcionaba un compañero que tenía una visión normal o uno que
usaba lentes tan gruesos como para plantear serias dudas sobre su capacidad para ver cual-
quier cosa, y menos aun juzgar líneas con precisión. En ausencia de cualquier apoyo, los
participantes conformaron el 97% de las veces. El colaborador "competente" redujo la
conformidad al 36%, pero lo más sorprendente fue el hecho de que el colaborador "incom-
petente" también redujo la conformidad, hasta el 64% (véase figura 7.8).
Los colaboradores, los discrepantes y los distractores pueden reducir eficazmente la
conformidad, porque destruyen la unanimidad de la mayoría y, por lo tanto, plantean o legi-
timan así la posibilidad de vías alternativas de respuesta o de comportamiento. Por ejem-
plo, Nemeth y Chiles (1988) confrontaron a los participantes con 4 ayudantes que
identificaban correctamente filminas azules como azules, o entre los cuales uno de ellos
constantemente decía que una filmina azul era "verde". Los participantes fueron expuestos
entonces a otro grupo que unánimemente identificó las filminas rojas como "naranjas". Los
participantes que previamente habían estado expuestos al discrepante tuvieron más proba-
bilidad de llamar correctamente "rojas" a las filminas rojas.

Influencia Influencia normativa e informativa


informativa
Influencia para aceptar Los psicólogos sociales generalmente creen que 2 procesos de influencia social son los
información de otro responsables de la conformidad: la influencia informativa y la influencia normativa
como prueba acerca de (Deutsch y Gerard, 1955; Kelley, 1952). La influencia informativa es que nos induce a
la realidad. aceptar la información que proviene de otro como evidencia de la realidad. Las personas

Figura 7.8
Conformidad en función de la presencia o de la
ausencia de apoyo, y de la competencia del
colaborador -o
P• 80
El apoyo social en la tarea de juzgar una línea redujo la E
conformidad, incluso cuando el colaborador era
o
• 60
claramente incapaz de realizar juicios precisos porque
tenía un deterioro visual. o
-o

Fuente: basada en datos de Allen y Levine (1971) '

o
Sin apoyo Colaborador Colaborador
social incompetente competente
Tipo de apoyo social
CONFORMIDAD 253

necesitan sentirse confiadas de que sus percepciones, creencias, opiniones y sentimientos


son correctos. La influencia informativa entra en juego cuando las personas están insegu-
ras, ya sea porque los estímulos son intrínsecamente ambiguos o porque existe desacuerdo
social. En estas circunstancias, las personas inicialmente hacen pruebas objetivas contra la
realidad, pero si esto no es posible, hacen comparaciones sociales (Festinger, 1950, 1954).
La influencia informativa eficaz produce un verdadero cambio cognitivo.
Tal vez la influencia informativa fue parcialmente responsable de los efectos observa-
dos por Sherif (1936) en sus estudios autocinéticos. La realidad era ambigua, y los partici-
pantes utilizaron las estimaciones de las otras personas como información para eliminar la
ambigüedad y resolver la incertidumbre subjetiva. Cuando se les contó a los participantes
que el movimiento aparente era de hecho una ilusión, no conformaron (p. ej., Alexander,
Zucker y Brody, 197W; presumiblemente, como la propia realidad era dudosa, su propia
incertidumbre subjetiva fue interpretada como una representación correcta y válida de la
realidad y por lo tanto la influencia informativa no operó. Los estímulos de Asch fueron
designados como sin ambigüedad para excluir la influencia informativa. Sin embargo, Asch
(1952) observó que la conformidad aumentaba a medida que las líneas de comparación se
volvían más similares entre sí y el juicio por lo tanto se hacía más difícil.
La influencia normativa es una influencia para conformar con las expectativas positi- Influencia normativa
vas de los otros. Las personas tienen necesidad de aprobación y de aceptación social, lo que Influencia para
las hace acompañar al grupo por razones instrumentales: para cultivar la aprobación y la avenirse a cumplir con
aceptación, evitar la censura o la desaprobación, o lograr objetivos específicos. La influen- la expectativa positiva
de otros, obtener
cia normativa entra en juego cuando se percibe que el grupo tiene el poder y la capacidad
aprobación social o
de mediar las recompensas y los castigos de acuerdo con nuestro comportamiento. Una
evitar la desaprobación
precondición importante es que uno cree que se encuentra bajo la vigilancia del grupo. La social.
influencia normativa efectiva crea una conformidad superficial más que un verdadero
cambio cognitivo.
Sin duda, la influencia normativa fue la causa principal de conformidad en el paradigma
de Asch: los estímulos eran inequívocos (la influencia informativa no debería operar), pero
la conducta de los participantes estaba bajo vigilancia directa del grupo. Ya vimos de qué
modo la privacidad, el anonimato y la falta de vigilancia reducían la conformidad en el
paradigma de Asch, presumiblemente porque se debilitaba la influencia normativa.
Deutsch y Gerard (1955) intentaron eliminar completamente la influencia normativa
pero, Como vimos antes, incluso en condiciones en las que no debía esperarse que operen
la influencia informativa o normativa, vieron una conformidad residual con una tasa nota-
blemente alta, de alrededor del 23%. A partir de esto, podemos arribar a las siguientes
conclusiones:
Las condiciones del experimento fueron tales que la influencia informativa o norma-
tiva no se había erradicado completamente.
Esas condiciones no eran operativas, pero existe un tercer proceso social aún no espe-
cificado.
La influencia social en los grupos debe ser explicada de una forma diferente.

Influencia informativa referente


La distinción entre influencia informativa y normativa es una de entre muchas terminolo-
gías diferentes que se han utilizado en psicología social para distinguir entre 2 tipos de
influencia social. Representa lo que Turner y cols. denominaron modelo de dependencia
dual de la influencia social (Abrams y Hogg, 1990a; Hogg y Tumer, 1987a; Tumer, 1991).
Las personas son influenciadas por otros porque dependen de ellos para obtener informa-
ción que elimine la ambigüedad y así establezca validez subjetiva, o por razones de apro-
bación social y aceptación.
Esta perspectiva del proceso dual se ha puesto en duda porque como explicación de la
conformidad pone poco énfasis en el papel de la pertenencia al grupo. Después de todo, una
característica importante de la conformidad es que somos influenciados porque sentimos que
pertenecemos psicológicamente al grupo, y por lo tanto las normas del grupo son estánda-
254 CAPÍTULO 7 INFLUENCIA SOCIAL

Teoría de la identidad res relevantes para nuestro comportamiento. El modelo del proceso dual se ha alejado de las
social normas del grupo y de la pertenencia al grupo y se ha concentrado en la dependencia inter-
Teoría sobre la personal, que podría ocurrir tanto entre los individuos como entre los miembros del grupo.
pertenencia a grupos y
las relaciones
Este desafío provino de la teoría de !a identidad social (Tajfel y Tumer, 1979; también
intergrupales basada en Hogg, 2006; Hogg y Abrams, 1988; véase capítulo 11), que propone un proceso de influen-
la autocategarización, la cia social separado responsable de la conformidad a las normas del grupo, denominado
comparación social y la influencia informativa referente (Hogg y Tumer, 1987a; Tumer, 1981b).
construcción de una En situaciones en las cuales la pertenencia al grupo tiene relevancia psicológica —es
autodefinición decir, tenemos una sensación de pertenencia y nos definimos en términos del grupo—,
compartida en términos
de propiedades que
buscamos la información que tenemos en la memoria y usamos la disponible en el contexto
definen al grupo. social para determinar los atributos normativos relevantes de nuestro grupo. Aunque esta
última información puede ser recopilada también a partir del comportamiento de los miem-
Influencia informativa bros de otros grupos (exogrupo) o de individuos no relacionados, el origen más inmediato
referente
Presión para avenirse a
es el comportamiento de los miembros del grupo (endogrupo), sobre todo de aquellos que
las normas de un grupo consideramos fuentes generalmente fiables de información normativa del grupo. La norma
que lo define a uno endogrupo relevante al contexto construida captura y acentúa no sólo las similitudes entre
como miembro. miembros endogrupo sino también las diferencias entre nuestros grupos y otros grupos
externos relevantes: obedece al principio de metacontraste. El proceso de autocategoriza- No
Principio de
metacontraste ción asociado con los procesos de identidad social, la pertenencia al grupo y el comporta-
Principio que establece miento grupal (Turner, 1985; Tumer y cols., 1987; véase capítulo 11) hace que nos veamos
que el prototipo de un en términos del grupo y que asemejemos nuestros pensamientos, sentimientos y conducta cli si
grupo es la posición a la norma grupal, por lo tanto nos comportamos en términos normativos. Dado que todos J
dentro del mismo que los miembros del grupo construyen una norma grupa] muy similar, la autocategorización r
tiene la mayor relación
entre 'las diferencias
produce una convergencia intragrupal sobre esa norma y aumenta la uniformidad intragru- Out

respecto de posiciones pal (el típico efecto de conformidad). I


endogrupales" y "las La influencia informativa referente difiere de las influencias normativa e informativa en
diferencias respecto algunas formas importantes. Por ejemplo, las personas conforman porque son miembros 1(.4
posiciones exogrupales". del grupo, no para validar la realidad física ni evitar la desaprobación social. Las personas

níni
17-4

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independiente? No. br I
Este joven conforma pernl
con la norma de un
subgrupo int' c..
INFLUENCIA DE LAS MINOWAS Y CAMBIO SOCIAL 255

no conforman con otras personas sino con una norma: las otras personas actúan como
fuente de información acerca de la normativa grupal apropiada. Como la norma es una
representación intemalizada, las personas pueden conformar con ella en ausencia de vigi-
lancia por parte de los miembros del grupo, o porque le importa a alguien más.
La influencia informativa referente tiene apoyo directo de 4 experimentos de conformi-
dad de Hogg y Tumer (1987a). Por ejemplo, en condiciones de respuesta privada (es decir,
sin influencia normativa), los participantes conformaron con una mayoría no unánime en la
que había un colaborador acertado (es decir, sin influencia informativa) sólo cuando era el
grupo explícito o implícito del participante (véase también Abrams y cols., 1990). Otro aval
para la influencia informativa referente proviene de la investigación sobre la polarización
grupal (capítulo 9), el comportamiento de la muchedumbre (capítulo 11) y la identidad y la
estereotipación sociales (capítulo 11).

Influencia de Las minorías y cambio social.


Nuestro análisis de la influencia social, particularmente la conformidad, hasta ahora se ha
vinculado con el modo en que los individuos responden a la influencia social directa o indi-
recta de una mayoría numérica —la disposición habitual de tipo Asch—. Los discrepantes, los
distractores o los independientes en general han recibido un interés indirecto, ya sea como
medio para investigar los diferentes tipos de mayoría o los atributos de la personalidad
conformista. Sin embargo, todos estamos familiarizados con un tipo de influencia muy
diferente y muy frecuente que puede aparecer en un grupo: un individuo o una minoría
numérica a veces pueden cambiar la opinión de la mayoría. A menudo esta influencia se
basa (en el caso de los individuos) en el liderazgo o (en el caso de los subgrupos) en poder
legítimo (el liderazgo se analiza en el capítulo 9).
Típicamente una minoría tiene poco poder legítimo a los ojos del grupo mayor y, por
consiguiente, tiene poca influencia. Asch (1952), como ya hemos visto, observó que un
único distractor (que era un ayudante del investigador) de una mayoría acertada (participan-
tes verdaderos) era ridiculizado y se reían de él. Pero a veces una minoría con poco o
ningún poder legítimo puede tener influencia y finalmente desviar a la mayoría hacia su
propio punto de vista. Por ejemplo, en una variante del estudio del distractor único, Asch
(1952) observó una respuesta muy diferente. Cuando una mayoría acertada de 11 partici-
pantes verdaderos confrontaba con una minoría desacertada/incorrecta de 9 ayudantes
adoctrinados, la mayoría se mantenía independiente (es decir, seguía respondiendo correc-
tamente) pero tomaba las respuestas de la minoría mucho más seriamente, no se reía.
Claramente, la minoría tuvo cierta influencia sobre la mayoría, si bien no la suficiente en
este experimento como para producir una conformidad manifiesta.
La historia ilustra el poder de las minorías. Podríamos argumentar que si la única forma
de influencia social fuera la influencia de la mayoría, entonces la homogeneidad social
completa se habría alcanzado decenas de miles de años atrás, ya que los individuos y los
grupos siempre se inclinarían a adoptar las opiniones y las prácticas de la mayoría numérica.
Las minorías, particularmente aquellas que son activas y organizadas, introducen innovacio-
nes que finalmente producen cambios sociales: sin influencia de las minorías el cambio Influencia de las
social sería muy difícil de explicar. Por ejemplo, los mítines antibélicos durante la década de minorías
los años 1960 en los Estados Unidos tuvieron un efecto sobre las actitudes de la mayoría que Procesos de influencia
aceleraron la retirada de Vietnam. De modo similar, las sufragistas de la década de los años social donde las
1920 modificaron la opinión pública de modo de otorgar a las mujeres el voto, y los mítines minorías grandes o
de la CND (Campaign for Nttelear Disarmament, Campaña para el Desarme Nuclear) en poderosas cambian las
Europa Occidental a comienzos de la década de los años 1980 alejaron gradualmente a la actitudes de la mayoría.
opinión pública de los "beneficios" de la proliferación nuclear. Un ejemplo excelente de una
minoría activa es Greenpeace: el grupo es numéricamente pequeño (en términos de miem-
bros "activistas"), pero tiene una influencia importante sobre la opinión pública a través del
perfil alto de algunos de sus miembros y de la publicidad amplia de sus opiniones.
Los tipos de pregunta que son importantes aquí son si las minorías y las mayorías ganan
influencia a través de diferentes prácticas sociales, y, lo que es más fundamental, si la psico-
256 CAPÍTULO 7 INFLUENCIA SOCIAL

logia subyacente es diferente (véase Wood y cols., 1994, para un metaanálisis y los aspec-
tos generales sobre la investigación de la influencia de las minorías).

Crítica de la investigación sobre la conformidad


La investigación sobre la influencia social generalmente ha adoptado una perspectiva de la
conformidad en la cual los individuos dependen de las mayorías por razones normativas e
informativas. Moscovici y cols. atacaron esta perspectiva (Moscovici, 1976; Moscovici y
Sesgo de Faucheux, 1972; véase Turner, 1991). Moscovici cree que existe un sesgo de conformidad
conformidad que considera que toda la influencia social sirve como un requisito adaptativo de la vida
Tendencia de la humana: adaptarse al statu quo y por lo tanto producir uniformidad y estabilidad perpetua.
psicología social a Claramente ésta es una necesidad válida e importante de los individuos, los grupos y la
tratar la influencia del sociedad. Sin embargo, el cambio normativo a veces es necesario para adaptarse a las
grupo como un proceso
circunstancias modificadas. Este cambio es difícil de comprender desde la perspectiva de
unidireccional en el que
los individuos o las
la conformidad, porque requiere un conocimiento de la dinámica de las minorías activas.
minorías siempre se Moscovici y Faucheux (1972) sugirieron que de hecho es la influencia de las minorías
avienen a las mayorías. lo que Asch observó en sus estudios clásicos. El paradigma de Asch parece encerrar a un
individuo solo (verdadero participante) contra una mayoría equivocada (ayudantes adoctri-
nados) en una tarea de percepción física que no deja lugar a dudas. ¿Es esto claramente un
caso de influencia de la mayoría en ausencia de ambigüedad subjetiva? Tal vez no.
La certeza con la cual mantenemos nuestras opiniones depende del grado de acuerdo
que hallamos para esas opiniones: la ambigüedad y la incertidumbre no son propiedades de
los objetos "de allí fuera" sino del desacuerdo de las otras personas con nosotros. Este
punto es tan válido para cuestiones de gusto (si todos están en desacuerdo con su gusto por
la música, es probable que su gusto cambie) como para cuestiones de percepción física (si
todos están en desacuerdo con su percepción de la longitud, es probable que su percepción
cambie) (Moscovici, 1976, 1985a; Tajfel, 1969; Turner, 1985).
En este sentido, las líneas de Asch no dejaban lugar a dudas, en realidad lo único que
ocurría era que había un desacuerdo entre los ayudantes adoctrinados para el estudio y
los participantes acerca de la longitud de las líneas. Más aún, el participante solitario de
Asch puede considerarse miembro de una mayoría bastante grande (todas las personas
fuera del experimento que informarían la longitud de las líneas "correctamente", es
decir el resto de la humanidad) confrontado con una minoría muy pequeña (los ayudan-
tes que clasificaban las líneas "incorrectamente"; véase Tajfel, 1972). Los participantes
de Asch fueron influenciados por una minoría: ¡los participantes que se mantenían
"independientes" pueden considerarse conformistas! La "independencia", en este
sentido, es descrita bellamente por Henry Thoreau en su famosa cita de Walden (1854):
"Si un hombre no sigue el paso de sus compañeros, tal vez sea porque escucha un
tambor diferente".
En contraste con la investigación de conformidad tradicional, Moscovici (1976, 1985a)
creía que existe desacuerdo y conflicto dentro de los grupos, y que existen 3 modalidades
de influencia social que definen el modo en que las personas responden a este conflicto
social:
1 Conformidad: influencia de la mayoría en la cual ésta persuade a la minoría o la
desvía a adoptar el punto de vista de la mayoría.
2 Normalización: compromiso mutuo que conduce a convergencia.
3 Innovación: una minoría crea y acentúa el conflicto para persuadir a la mayoría a que
Modelo genético adopte la opinión de la minoría.
Enfoque temprano de
Moscovici sobre cómo
el conflicto social entre Influencia del estilo conductual
la minoría y la mayoría
puede cambiar las Moscovici desarrolló originariamente un modelo genético de influencia de la minoría. Él
actitudes y las lo denominó modelo "genético" porque se concentraba en la forma en la que la dinámica
conductas de la del conflicto social puede producir un cambio social. A las personas no les gusta el
mayoría. conflicto social. Intentan evitarlo o, si eso no es posible, a menudo capitularán para resol-
INFLUENCIA DE LAS MINORÍAS Y CAMBIO SOCIAL 257

ver la situación. Una minoría activa capitaliza esto haciendo un esfuerzo extraordinario
para provocar, dar la nota y acentuar el conflicto. Moscovici y cols. creen que esto puede
ser una forma efectiva de convencer a la mayoría, pero depende de cómo la minoría
emprende esta tarea (el estilo conductual que adopta).
El estilo conductual singular más importante-es la consistencia. Una minoría consis-
tente, aquella en la cual todos los miembros expresan repetidamente el mismo mensaje,
tiene los siguientes efectos:
Desestabiliza la norma de la mayoría y por lo tanto produce incertidumbre y duda.
Dirige la atención hacia sí misma como entidad.
Transmite la existencia de un punto de vista alternativo coherente y consistente.
Demuestra convicción en ese punto de vista y un compromiso inquebrantable.
Muestra que la única solución para el conflicto que ha surgido es adoptar el punto de
vista de la minoría. (Véase la tercera pregunta introductoria.)
El papel de la consistencia es ilustrado por Moscovici y cols. en una serie de experimen-
tos ingeniosos, a menudo llamados los estudios "azul-verde" (Maass y Clark, 1984). En una
versión modificada del paradigma de Asch, Moscovici, Lage y Naffrechoux (1969) hicie-
ron que 4 participantes confrontaran a 4 ayudantes adoctrinados en una tarea de percepción
de colores que involucraba filminas azules que variaban sólo en intensidad. Los ayudantes
eran consistentes, y siempre denominaban "verdes" a las tarjetas, o inconsistentes y desig-
naban "verdes" a las filminas 2 terceras partes de las veces y "azules" el tercio restante.
También existía un de grupo control sin ayudantes con sólo 6 participantes verdaderos. La
figura 7.9 muestra que la minoría consistente tuvo significativamente más influencia que la
minoría inconsistente. Aunque la tasa de conformidad es mucho menor que con una mayo-
ría consistente, aun así es notable que 4 personas (una mayoría numérica) fueran influidas
por 2 personas (una minoría).
Existen otros 2 resultados notables a partir de una extensión de este experimento, en el
cual se evaluaron privadamente los umbrales para el color real de los participantes después
de la etapa de influencia social: 1) ambos grupos experimentales mostraron un umbral
menor para el "verde" que el grupo control, es decir que cometieron errores al ver las filmi-
nas verdes-azules ambiguas e identificándolas como "verdes", y 2) este efecto fue mayor
entre los participantes del experimento que se resistieron a la minoría, es decir, los partici-
pantes que no llamaron públicamente a las tarjetas azules como "verdes".
Moscovici y Lage (1976) emplearon la misma tarea de percepción de colores para
comparar las minorías consistentes e inconsistentes con las mayorías consistentes e incon-

Figura 7.9

1,"; 10 Conformidad con una minoría en función de la


o consistencia de la minoría
-023
? 8
°
o Aunque no es tan eficaz como una mayoría consistente,
o
ra una minoría consistente de 2 personas en un grupo de
s 6 6 tuvo más influencia que una minoría inconsistente; es
o.
muy notable que 4 personas fueran influenciadas por 2.
D
o 4
Fuente: basado en datos de Moscovici, Lage y Naffrechoux (1969)
o2
ita
E
o Erre
co
Control Minoría Minoría
8 inconsistente consistente
Condición experimental
258 CAPÍTULO 7 INFLUENCIA SOCIAL

Una minoría activa con estilo


Los activistas de Greenpeace en Río de Janeiro
bajaron a rapel el Cristo Redentor. El letrero dice:
"RIO + 10 = ¿Segunda posibilidad?".

sistentes. También hubo un grupo control. Como antes, la única minoría que produjo
conformidad fue la minoría consistente (10% de conformidad). Aunque esto no es compa-
rable con la tasa de conformidad con la mayoría consistente (40%), sí lo es con la tasa de
conformidad de la mayoría inconsistente (12%). Sin embargo, el hallazgo más importante
fue que los únicos participantes de todo el experimento que realmente modificaron sus
umbrales azul-verde fueron aquellos que estaban en la condición de la minoría consistente.
Existen otras 2 propiedades de la consistencia que parecen ser importantes:
1 Se percibe la consistencia, no simplemente la repetición objetiva, que es importante
(Nemeth, Swedlund y Kanki, 1974).
2 La presencia de consistencia entre los miembros de la minoría (es decir, el consenso)
es un factor crucial (Nemeth, Watcher y Endicott, 1977).
Además de la consistencia, existen por lo menos otros 3 factores de estilo eonductual que
pueden afectar la influencia de la minoría:
1 Inversión: las minorías son más efectivas si se ve que han hecho sacrificios persona-
les o materiales importantes por su causa.
2 Autonomía: las minorías son más eficaces si se ve que actúan por principios y no por
motivos ulteriores.
INFLUENCIA DE LAS MINORÍAS Y CAMBIO SOCIAL 259

3 Rigidez/flexibilidad: una minoría que es muy rígida corre el riesgo de ser rechazada
por dogmática, mientras que aquella que es demasiado flexible corre el riesgo de ser
rechazada por inconsistente. Pero la línea es muy fina: la minoría debe tener una posi-
ción absolutamente consistente pero debe adoptar un estilo de negociación relativa-
mente abierto y razonable (Moscovici y Mugny, 1983; Mugny, 1982).

Pertenencia a un grupo e identidad social


En general los grupos sociales que promulgan las opiniones de la minoría son estigmatiza-
dos por la mayoría como extraños (outgroups), o son "psicologizados" como individuos
anormales, desviados, pervertidos. En el mejor de los casos, sus opiniones son rechazadas
como irrelevantes, pero a menudo son ridiculizados y trivializados en un intento por desa-
creditar a la minoría (p. ej., el tratamiento hacia homosexuales, ambientalistas, intelectua-
les; véase en el capítulo 10 un análisis de la discriminación contra los exogrupos). Toda esta
resistencia por parte de la mayoría hace incluso más difícil que las minorías tengan una
influencia eficaz.
A partir de esto surge que las minorías podrían ser más eficaces si, además de propagar
un punto de vista consistente que difiera de la posición de la mayoría, también fueran consi-
deradas por la mayoría como parte del propio grupo (endogrupo). En efecto, la investiga-
ción confirma que las minorías ejercen más influencia si son percibidas por la mayoría
como parte del propio grupo (Maass, Clark y Haberkorn, 1982; Martin, 1988; Mugny y
Papastamou, 1982). ¿De qué modo pueden las minorías comportarse exitosamente de
ambas formas, es decir, ser consideradas como del propio grupo (endogrupo) y a la vez
mantener una posición inamovible exogrupo? El truco parece ser que las minorías eficaces
deben ser psicológicamente capaces de establecer legítimas credenciales endogrupo antes
de llamar una atención crítica excesiva hacia su opinión minoritaria diferente (Crano y
Alvaro, 1998; David y Tumer, 1996; Turner, 1991). El establecimiento de cierto grado de
credenciales endogrupo genera lo que Crano y Alvaro denominaron "contrato de indulgen-
cia" en el cual la mayoría es lo suficientemente indulgente hacia la opinión de la minoría
como para no rechazarla rotundamente (Alvaro y Cano, 1997; Crano, 2001; Crano y
Alvaro, 1998).
La lógica que subyace a este análisis es que el desacuerdo entre las personas que se defi-
nen como miembros del mismo grupo es tanto inesperado como desconcertante, plantea
una ambigüedad subjetiva acerca de ellas mismas y de sus atributos, y obliga a buscar una
reducción de dicha ambigüedad o indefinición (How, 2007b). Cuando la pertenencia endo-
grupo es importante e ineludible, habrá cierto grado de redefinición de los atributos del
grupo en línea con la minoría, es decir que la minoría habrá sido eficaz. Cuando la perte-
nencia endogrupo no es importante y es fácilmente negable, no habrá redefinición de los
atributos del grupo en línea con la minoría, es decir que la minoría será ineficaz.

Conversión
En 1980, Moscovici complementó su primer modelo genético de influencia social con un
modelo del proceso dual. Este autor argumentaba que mayorías y minorías ejercen influen-
cia a través de diferentes procesos (Moscovici, 1980). La influencia de la mayoría produce
complacencia pública directa por razones de dependencia normativa o informativa. Las
opiniones de la mayoría son aceptadas pasivamente sin pensar demasiado. Por el contrario,
la influencia de las minorías produce un cambio privado, indirecto y a menudo latente en
la opinión debido al conflicto/ cognitivo y a la reestructuración que producen las ideas
aberrantes. Las minorías sufren un efecto de conversión como consecuencia de la consi- Efecto de conversión
deración activa del punto de vista de las minorías. Influencia de la minoría
Esta distinción es similar a la que explicamos antes entre influencia normativa e infor- que provoca un cambio
mativa y está relacionada con la distinción de Petty y Cacioppo (1986a) entre los procesa- interno y privado, súbito
mientos periférico y central, y la distinción de Chaiken (Bohner, Moskowitz y Chaiken, y profundo, en las
1995) entre los procesamientos heurístico y sistemático (véase capítulo 6, Eagly y Chaiken, actitudes de una
1993). mayoría.
260 CAPÍTULO 7 INFLUENCIA SOCIAL

Es esperable que la conversión por la influencia de las minorías tarde más tiempo en
manifestarse que la complacencia por la influencia de la mayoría. En efecto, como ya
hemos visto, Moscovici, Lage y Naffrechoux (1969) y Moscovici y Lage (1976) hallaron
evidencia de cambios privados en los umbrales para los colores (es decir, conversión) entre
los participantes expuestos a una minoría consistente, aunque no se comportaron (o aún no
se habían comportado) públicamente de acuerdo con este cambio.
Hay más evidencia de la existencia de 2 procesos distintos. Nemeth y cols. (Nemeth,
1986; Nemeth y Wachtler, 1983) llevaron a cabo algunos experimentos tipo Asch y experi-
mentos azul-verde en los cuales participantes expuestos a la influencia de la mayoría o de
la minoría convergían, casi inmediatamente, en las respuestas de las minorías; pero las
minorías estimularon pensamientos creativos nuevos y divergentes, y un procesamiento
más activo de la información, lo que aumentó la probabilidad de dar respuestas correctas.
Con un paradigma diferente, Mucchi-Faina, Maass y Volpato (1991) vieron que los
estudiantes de la Universidad de Perugia generaban ideas más originales y creativas para
promover la imagen internacional de la ciudad de Perugia cuando habían sido expuestos a
una mayoría convencional y a una minoría creativa que a la inversa, o cuando la mayoría y
la minoría eran ambas originales o convencionales.
Maas y Clark (1983, 1986) publicaron 3 experimentos que investigaron las reacciones e
públicas y privadas de las personas ante la influencia de la mayoría y las minorías en rela-
ción con la cuestión de los derechos de los homosexuales. En uno de estos experimentos
(Maass y Clark, 1983), observaron que las actitudes expresadas públicamente conformaban
a las opiniones expresadas de la mayoría (es decir, si la mayoría era prohomosexual,
también lo eran los participantes), mientras que las actitudes expresadas privadamente esta-
ban más de acuerdo con la posición expuesta por la minoría (véase figura 7.10).
Tal vez la serie de experimentos más fascinantes fue la de Moscovici y Personnaz (1980,
1986), quienes emplearon también el paradigma azul-verde. Los participantes juzgaban el
color de las filminas que eran obviamente azules y sólo variaban en intensidad; luego fueron
expuestos a un ayudante adoctrinado que siempre decía que las filminas azules eran "verdes".
Se los dejó creer que la mayoría de las personas (82%) responderían como lo había hecho el
ayudante, o que sólo muy pocas personas (18%) lo harían. De esta forma, el ayudante era una
fuente de influencia de la mayoría o de las minorías. Los participantes decían públicamente
el color de la filmina y después (éste es el cambio ingenioso que introdujo Moscovici y er
Personnaz) la filrnina era retirada, y los participantes escribían en privado el color de la

Figura 7.10
Cambio de actitud pública y privada Antihomo-
sexuales 5
en respuesta a la influencia de la
mayoría y la minoría

En relación con un grupo control no Actitudes privadas


influenciado, las actitudes públicas
heterosexuales hacia los derechos de los
homosexuales reflejaron estrechamente las
actitudes prohomosexuales y
anti homosexuales de la mayoría. Sin
embargo, las actitudes privadas reflejaron
las actitudes prohomosexuales o
anti homosexuales de la minoría.
Actitudes públicas
Fuente: basado en datos de Maass y Clark (19133)
Prohomo- 3
sexuales Mayoría Control Mayoría
antihomosexual (sin influencia) prohomosexual
y minoría y minoro
prohomosexual antihomosexual
Tipo de influencia
INFLUENCIA DE LAS MINORÍAS Y CAMBIO SOCIAL 261

imagen residual. Lo que desconoce la mayoría de las personas, y por supuesto no sabían los
participantes, es que la imagen residual es siempre el color complementario. Así, para las
filminas azules la imagen residual sería amarilla y para las filminas verdes sería violeta.
El experimento tenía 3 fases: una fase de influencia, en la que los participantes eran expues-
tos al ayudante, precedida y seguida por las fases en las que el ayudante estaba ausente y no
había ninguna influencia. Los resultados fueron notables (véase la figura 7.11). La influencia
de las mayorías apenas afectó a la imagen cromática residual: siguió siendo amarilla, lo que
indicaba que los participantes habían visto una filmina azul. Sin embargo, la influencia de
las minorías cambió la imagen residual hacia el violeta, ¡lo que indicó que los participan-
tes de hecho habían "visto" una filmina verde! El efecto persistió aun cuando el ayudante
de la minoría estaba ausente.
Este hallazgo notable apoya claramente la idea de que la influencia de las minorías
produce un cambio interno latente indirecto, mientras que la influencia de la mayoría
produce complacencia conductual inmediata directa. Moscovici y Personnaz han podido
reproducirlo, pero otros han tenido menos éxito. Por ejemplo, en una reproducción directa,
Doms y van Avermaet (1980) observaron cambios en la imagen residual tanto después de
la influencia de las minorías como de la mayoría, y Sorrentino, King y Leo (1980) no
encontraron ningún cambio en la imagen residual después de la influencia de las minorías,
excepto entre los participantes que tenían sospechas del experimento.
Para resolver el problema de estos hallazgos contradictorios, Martin llevó a cabo una
serie de 5 reproducciones del paradigma de Moscovici y Personnaz (Martin, 1998). Su
patrón de hallazgos mostró que los participantes solían mostrar un grado de desplazamiento
de la imagen residual sólo si prestaban mucha atención a las filminas azules (esto ocurrió
entre los participantes que sospechaban del experimento o que estuvieron expuestos a
muchas filminas, en lugar de estar expuestos a pocas).
El punto clave aquí es que las circunstancias que hicieron que las personas prestasen aten-
ción más estrechamente a las filminas azules los hizo de hecho ver más verdes las filminas y
por eso informaron una imagen residual que cambió hacia la correspondiente al verde. Estos
hallazgos sugieren que es posible que los fascinantes hallazgos de la imagen residual de
Moscovici y cols. no reflejen distintos procesos de influencia de minorías/mayoría sino que
representen un artefacto metodológico. Esto no significa que la teoría de la conversión sea
errónea, pero cuestiona el estado de los estudios de azul-verde como prueba de la teoría de la
conversión.

Figura 7.11

Color informado de la imagen cromática


residual como resultado de la influencia
Influencia de la minoría
de la mayoría y de la minoría
cp 6,5
o Los participantes expuestos a un miembro de la
mayoría que identificaron erróneamente las
filminas azules como verdes no modificaron su
percepción: sus imágenes residuales no se
alteraron. Sin embargo, los participantes
expuestos a un miembro de la minoría que
Influencia de la mayoría llamaron verdes a las filminas azules cambiaron
su percepción: sus imágenes residuales
cambiaron y siguieron cambiando incluso
E después de que había cesado la influencia.
—„, 4,0
Fase 1 Fase 2 Fase 3 Fuente: basado en datos de Moscovici y Personnaz (1980)
(antes de (cómplice (cómplice
o cualquier presente) ausente)
o
influencia)
Tipo de influencia
262 CAPÍTULO 7 INFLUENCIA SOCIAL

Conversión
Si usted y sus amigos le dijeran
repetidas veces a su amigo Pierre
que ésta es la torre inclinada de Pisa,
¿finalmente él lo creería?

,
m nr
j
:1,111111111111111iimbilinulltiorlitiiii ,, ravizminbriii

tSn sen, re,

Atribución e influencia de las minorías


Hay muchos aspectos de la influencia de las minorías que sugieren que tal vez opere un
Atribución proceso de atribución subyacente (Hewstone, 1989; Kelley, 1967; véase también el capítulo
Proceso de asignar una 3). Las minorías efectivas son consistentes y consensuadas, distintas de la mayoría, no están
causa a nuestra propia motivadas por autointerés ni por presiones externas y son flexibles. Esta combinación de
conducta y a la de factores estimula una percepción de que la minoría ha elegido su posición libremente. Por
otros. lo tanto, es difícil explicar completamente esta posición en términos de las idiosincrasias de
los individuos (aunque ésta es, como vimos antes, una estrategia plausible) o en términos de
incentivos o amenazas externas. Tal vez haya realmente cierto mérito externo para esta posi-
ción. Esto estimula a las personas a tomar seriamente a la minoría (aunque nuevamente las
fuerzas sociales funcionan en contra) o por lo menos a considerar su posición; este trabajo
cognitivo es una precondición importante para el cambio posterior de actitud.
INFLUENCIA DE LAS MINORÍAS Y CAMBIO SOCIAL 263

Impacto social e influencia de las minorías


Aunque las mayorías y las minorías pueden definirse en términos de poder, también se
refieren a la cantidad de personas. Si bien las "minorías" a menudo son menos poderosas y
menos numerosas (p. ej., los antillanos en Gran Bretaña), pueden ser menos poderosas pero IS

más numerosas (p. ej., los tibetanos comparados con los Chinos en el Tíbet). No debería
sorprender que se haya intentado explicar la influencia de las minorías puramente en térmi-
nos de las consecuencias de la influencia social de numerosidad relativa.
Latané y Wolf (1981) se basaron en una teoría del impacto social (p. ej., Latané, Impacto social
1981) para argumentar que a medida que una fuente de influencia aumenta en número, Efecto que otras
personas tienen sobre
tiene más influencia. Sin embargo, a medida que la fuente acumulada de influencia se
nuestras actitudes y
hace más grande, el impacto de cada fuente adicional se reduce (una fuente única tiene
nuestra conducta, en
un impacto enorme, el agregado de una segunda fuente aumenta el impacto, pero no tanto
general como
como la primera, la tercera incluso menos, etcétera). Una buena analogía es el encendido consecuencia de
de una única luz en una habitación oscura: el impacto es enorme. Una segunda luz mejora factores como el
las cosas, pero sólo un poco. Si se encienden 10 luces, el impacto de la undécima será tamaño del grupo y la
despreciable. inmediatez temporal y
La evidencia apoya esta idea: cuanto mayor es la fuente de influencia, más impacto física.
tiene, y los cambios incrementales se deben a fuentes adicionales que disminuyen con el
aumento del tamaño (p. ej., Mullen, 1983; Tanford y Penrod, 1984). ¿Pero de qué modo
esto explica el hecho de que las minorías puedan realmente tener influencia?
En un sentido el efecto de una gran mayoría sobre un miembro individual de la mayo-
ría alcanza una meseta: otros miembros o "bits" de influencia de la mayoría tienen relati-
vamente poco impacto. Si bien el punto de vista de una minoría tiene un impacto
relativamente pequeño, aún no ha alcanzado una meseta: otros miembros o "bits" de
influencia de la minoría tienen un impacto relativamente grande. De esta forma, la exposi-
ción a las posiciones de la minoría paradójicamente puede tener mayor impacto que la
exposición a las opiniones de la mayoría.

¿Dos procesos o uno?


Si bien el 'concepto de que el impacto social puede explicar algunas diferencias cuanti-
tativas entre la influencia de la mayoría y la de las minorías a nivel del comportamiento
público manifiesto, incluso Latané y Wolf (1981) reconocen que no puede explicar las
diferencias cualitativas que parecen existir, sobre todo en el nivel privado de los cambios
cognitivos secretos. Estas diferencias cualitativas, y particularmente las diferencias de
proceso propuestas por el modelo del proceso dual de Moscovici (1980), son por sí solas
objeto de cierto debate. Por ejemplo, existe cierta preocupación (p. ej., Abrams y Hogg,
1990a; Turner, 1991) de que la postulación de procesos separados para explicar la
influencia de la minoría y de la mayoría haya revivido la oposición de la influencia
informativa y normativa. Como vimos antes en este capítulo, esta oposición tiene
problemas para explicar otros fenómenos de influencia social. En cambio, ya sea que las
minorías y las mayorías sean influyentes o no, simplemente puede ser una cuestión de
dinámica de la identidad social que determina si las personas pueden definirse como
miembros endogrupo de la minoría (mayoría) o no (p. ej. Crano y Alvaro, 1998; David
y Turner, 1996).
Además, los análisis teóricos de ICruglanski y Mackie (1990) y un metaanálisis de
Wood y cols. (Wood y cols., 1994) en conjunto sugieren que las personas que se ven
confrontadas con una posición de minoría, particularmente en condiciones de cara a cara
con las minorías y las mayorías sociales/ reales, no sólo tienden a resistir un aspecto mani-
fiesto de la alineación con la minoría, sino también a evitar en privado y cognitivamente la
alineación con la minoría. Esto eíttra en conflicto con el modelo del proceso dual de
Moscovici.
264 CAPÍTULO 7 INFLUENCIA SOCIAL

La influencia social puede producir complacencia superficial a los pedidos, obediencia a las
órdenes y conformidad internalizada a las normas grupales.
Las personas tienden a ser más fácilmente influenciadas por los grupos de referencia, porque
son psicológicamente importantes para nuestras aptitudes y nuestro comportamiento, que por
los grupos de pertenencia, ya que éstos son simplemente grupos a los cuales pertenecemos por
algún criterio externo.
Dadas as circunstancias correctas, todos tenemos el potencial de obedecer a ciegas las órde-
nes, incluso cuando las consecuencias de dicha obediencia incluyen el daño a otros.
La obediencia se ve afectada por la proximidad y la legitimidad de la autoridad, por la proximi-
dad de la víctima y por el grado de apoyo social para la obediencia y la desobediencia.
Las normas grupales son fuentes muy potentes de conformidad: todos tendemos a rendirnos
ante la mayoría.
La conformidad puede reducirse si la tarea no. deja lugar a dudas y si no estamos bajo vigilan-
cia, aunque incluso en estas circunstancias a menudo existe una conformidad residual. La falta
de unanimidad entre la mayoría es particularmerrte eficaz para reducir la conformidad.
Las personas pueden conformar para sentirse seguras acerca de la validez objetiva de sus
percepciones y opiniones, para obtener la aprobación social y evitar la desaprobación social o
para expresar o validar su identidad social como miembros de un grupo específico.
Las minorías activas a veces pueden influir en las mayorías: pueden ser la misma esencia del
cambio social.
Para ser eficaces, las minorías deben ser consistentes pero nd rígidas, se debe ver si hacen sacri-
ficios personales y si actúan por principios, y debe percibirse que forman parte del propio grupo
(endogrupo).
Las minorías pueden ser efectivas porque, al contrario de la influencia de la mayoría que se
basa en la complacencia "mental", producen un cambio cognitivo latente como consecuencia
del pensamiento producido por el desafío cognitivo planteado por la posición novedosa de la
minoría.

LITERATURA, CINE Y TV

American Beauty (Belleza americana)


Película dirigida por Sam Mendes, de 1999/protagonizada por Kevin Spacey. Situada en los suburbios estadouni-
denses, es una película acerca de la conformidad sofocante a los roles sociales, y de qué modo las personas a veces
deben liberarse de ellos.

Little Miss Sunshine (Pequeña Miss Sunshine)


Hilarante película de 2006, dirigida por lonathan Dayton y Valerie Faris. Una familia increíblemente disfuncional
parte en su decrépita camioneta VVV para dirigirse de Arizona a Los Ángeles para que su hija Olive (Abigail Breslin)
participe en un concurso de belleza infantil absolutamente grotesco. Protagonizada por Toni Collette, Steve Carell,
Greg Kinnear y Alan Arkin, es una pelícu)a acerca de las relaciones interpersonales y las familias (importante para
el capítulo 13), pero también acerca de la disconformidad y la violación de las convenciones sociales.

Eichmann in Jerusalem: A report on the banality of eviL (Eichmann en Jerusalem: un


estudio sobre la banalidad del mal.
Libro de 1963 de H. Arendt sobre los juicios de Nüremberg a los nazis. Muestra cómo estas personas dan la impre-
sión de ser individuos muy comunes que sólo estaban cumpliendo órdenes.
c

LECTURAS RECOMENDADAS 265

Rebel Without a Cause (Rebelde sin causa)


Película de 1955 dirigida por Nicholas Ray, y protagonizada por James Dean y Nathalie Wood. Clásico de todos
los tiempos acerca de la disconformidad, la contraconformidad y la independencia. James Dean se resiste a los 15

papeles sociales y grupales, y establece el molde de la "rebelión adolescente" en décadas futuras.

Town Bloody Hall


Documental de 1979 de D. A. Pennebaker y Chris Hegedus. Pennebaker y Hegedus simplemente filmaron un
debate público en 1971 entre Norman Mailer (quien representaba las actitudes masculinas conservadoras de
comienzos de la década de 1970) y un grupo de feministas radicales que incluían a Germaine Greer, Susan Sontag
y DI Johnston. La película ilustra el choque de actitudes y el modo en que los grupos dominantes a menudo no
escuchan o simplemente ridiculizan la posición que toman las minorías activas que intentan modificar el statu quo.
Lo que caracteriza a esta película es que los que hablan son, en su mayor parte, muy inteligentes y defienden muy
bien sus posiciones.

LECTURAS RECOMENDADAS
Baron, R. S., y Kerr, N. (2003). Group process, group decision, group action (2.1 ed.). Bucicingham,
Reino Unido: Open University Press. Aspectos generales de algunos temas importantes en el estudio
de los procesos grupales; incluye la explicación de los fenómenos de influencia social.
Brown, R. J. (2000). Group processes ed.). Oxford, Reino Unido: Blackwell. Introducción muy
comprensible a los procesos grupales, que también enfatiza los procesos de influencia social dentro
de los grupos, especialmente la conformidad a las normas y la influencia de las minorías.
Cialdini, R. B. y Trost, M. R. (1998). Social Influence: Social norms, conformity, and compliance. En D.
Gilbert, S. T. Fiske y G. Lindzey (eds.), The handbook of social psychology (4.1 ed., Vol. 2, pp. 151-
192). Nueva York: McGraw-Hill. Revisión minuciosa del campo de la influencia social, en la edición
más reciente del manual clásico; fuente primaria para la teoría y la investigación.
Martin, R. y Hawstone, M. (2001) Conformity and Independence. En M. A. Hogg y R. S. Tindale (eds.),
Blackwell handbook of social psychology: Group processes (pp. 209-234). Oxford, Reino Unido:
Blackwell. Aspectos generales de qué sabemos acerca de los procesos de influencia de las minorías y
de qué modo se relacionan con la conformidad y la influencia de la mayoría.
Martin, R. y Hewstone, M. (2003). Social influence processes of control and change: Conformity,
obedience to authority and innovation. En M. A. Hogg y J. Cooper (eds.), The Sage handbook of
social psychology (pp. 347-366). Londres: Sage. Actualización y revisión amplia de la investigación
y la influencia social, que incluye conformidad, obediencia e influencia de las minorías.
Mugny, G. y Pérez, J. A. (1991). The social psychology of minority influence. Cambridge, Reino Unido:
Cambridge University Press. Aspectos generales de la investigación sobre la influencia de las
minorías por dos científicos líderes en este tema notablemente europeo de la investigación; también
cobertura de las propias teorías de influencia de las minorías de Mugny y Moscovici.
Turner, J. C. (1991). Social influence. Buckingham, Reino Unido: Open University Press. Revisión
científica del campo de la influencia social que adopta una posición crítica de la perspectiva europea
y pone un énfasis particular en la identidad social, la influencia de las minorías y el papel de la
pertenencia y las normas grupales.
Facultad de Psicología UBA

Cátedra de Psicología Social I

El concepto de Representación social:


consideraciones teóricas y metodológicas.
Ficha de cátedra - 2024
.
Ficha de cátedra

Dra. Jorgelina Di Iorio

1
El concepto de Representación social: consideraciones teóricas y
metodológicas1

I. Introducción
La Psicología Social nos presenta una manera de describir y comprender fenómenos y
procesos desde una perspectiva socio-histórica e intersubjetiva. No se define como tal por
un objeto a priori determinado previamente -comunidades en condición de desigualdad,
migraciones, violencias, procesos de organización comunitaria, la salud, los procesos de
enseñanza-aprendizaje-, sino que, por el contrario, se define por presentar una forma de
comprender la realidad y las relaciones que las personas y los grupos establecemos con el
orden social y cultural. Esas relaciones, entendidas como procesos de construcción,
intercambio y negociación de significados, tampoco es un “objeto propio” sino que lo
comparte con otras ciencias sociales. Entonces, ¿qué es lo que la define como tal?

Dice Moscovici (1985: 18), “nuestra disciplina (…) es, antes que nada, una manera de
observar los fenómenos y las relaciones. En este sentido, podemos afirmar que existe una
visión psicosocial (…) una visión psicosocial que se traduce en una lectura ternaria de los
hechos y de las relaciones [el esquema ego-alter-objeto]. Esa estructura tripartita, objeto a
conocer-sujeto que conoce-contexto de conocimiento, da lugar a que, en la medida en que
se construyen esos conocimientos sociales, se construya la identidad y la realidad. Es decir,
comprendemos la realidad en términos de red de interacciones

Moscovici, 1985:22

Según este esquema, las relaciones entre las personas y los grupos con los objetos, se
conciben de manera dinámica, dialogal, interdependiente, desde una epistemología
interaccional, no como simple co-presencia. Desde una epistemología interaccional, se
entiende que:
1. las relaciones sociales condicionan/afectan los procesos psicológicos individuales
2. esas relaciones están mediadas por significados

1
Esta ficha es una actualización y ampliación de la ficha de cátedra “Aproximaciones al concepto de
representación social” (2014)

2
3. los significados son históricos: sólo pueden ser comprendidos en el contexto social
y cultural en el que se han originado

La vida cotidiana implica movimientos en distintos escenarios, dentro y fuera de ellos, que
se regulan a partir de significados que circulan configurando puntos de referencia, puntos
de detención, puntos de mirada atenta, puntos para unirnos y oportunidades de
desunirnos. Se configuran sistemas de referencia explicativos de referencia que permiten
interpretar lo que sucede, dar sentido a lo inesperado, definir el entorno y poder interactuar
en el mundo. La Teoría de las Representaciones Sociales (TRS) como una teoría de la
Psicología Social, más allá del modelo de abordaje, se presenta como una manera de
comprender esas relaciones entre las personas, los grupos y los contextos, en tanto
creaciones culturales formadoras de sentidos interdependientes con el modo de ser-estar
en el mundo. Es decir, la representación social (RS) constituyen una mediación, es un
constructo, que como otros conceptos de la Psicología Social permite comprender cuál es
la trama en la que se construyen individuo y sociedad, y cuáles son los procesos implicados
en esa construcción.

II. De la psicología social de las Actitudes a la psicología social de las Representaciones


Sociales

Son distintos los conceptos que permiten dar cuenta de las relaciones individuos-grupos-
sociedad; entre esos conceptos se encuentra el de actitud y el de representación social.
Ambas nociones son fundamentales en la psicología social contemporánea, en tanto que
abordan las relaciones entre el pensamiento y un objeto, cumpliendo la función de
integración o mediación entre lo individual y lo social. Constituyen herramientas que
permiten comprender las complejas relaciones del individuo y la sociedad, que parten de
distintas propuestas teórico-metodológicas y de diferentes posiciones epistemológicas.
Incluso son parte de distintas tradiciones dentro de la psicología social (Farr, 1994): el
estudio de las actitudes responde a la tradición norteamericana, y es parte de esa psicología
social psicológica, mientras que el de las representaciones sociales (RS) es parte de la
tradición europea, y se asocia a una psicología social sociológica

Hasta el final se la definió como la ciencia de las actitudes (Moscovici & Marková, 2003), y
a partir de la década del ’60 comienza a desarrollarse más centrada en el concepto de
representaciones sociales (Farr, 2003). En Europa y en América Latina, y en Argentina en
particular, las RS se posicionan como uno de los conceptos fundamentales tanto la
Psicología Social contemporánea como de otros campos de la Psicología, de la Sociología,
Ciencias de la Educación, Antropología, entre otras, registrándose múltiples y diversos
programas de investigación (Castorina, 2007; Chardón, 2008; Duveen, 1992; Jovchelovitch,
2010; Marková, 2010; Murekiam, 2012; Prado de Souza, 2007; Seidmann, 2008, 2012;

3
Zubieta, 2009). Con un poco más de 50 años, la importancia de la Teoría de las
Representaciones Sociales radica en que consiste en una propuesta que se enuncia como
superadora de la dicotomía individuo-sociedad.

Las actitudes como una dimensión de las representaciones sociales


Pese al aumento de estudios sobre RS desde su aparición como teoría desde hace 60 años,
la psicología social no se reduce al estudio de las RS. Convive con otros conceptos, lo que
impuso la necesidad de diferenciarlos para así poder pensar en posibles integraciones y
articulaciones. Tal es el caso de conceptos como creencias (Moscovici, 1979; 2003)
ideología (Moscovici, 1979; Castorina, 2007), mito (Paredes & Jodelet, 2009) y actitudes
(Jaspar & Fraser, 1984; Farr, 1994)2. Es interesante mencionar que, en el caso de las
creencias, la ideología, los mitos y las actitudes, tanto Moscovici como Jodelet, las
consideraron como dimensiones o aspectos de las RS:

“(…) las representaciones sociales se presentan como un conjunto de proposiciones


(…) referentes a puntos particulares (…) organizados de maneras sumamente
diversas según las clases, las culturas o los grupos y constituyen tantos universos de
opiniones como clases, culturas o grupos existen. Cada universo tiene tres
dimensiones: la actitud, la información y el campo de representación o la imagen”
(Moscovici, 1979: 45)

“(…) las representaciones sociales constituían una clase muy general de fenómenos
psíquicos y sociales que comprendían lo que designamos como ideología, mito, etc.
(…) ¿se trata de una forma de mito y podríamos confundir mito y representaciones
sociales? (Moscovici, 1979: 28)

“La representación social condensa en una imagen cosificante, historias, relaciones


sociales y prejuicios (…) constituyendo modalidades del pensamiento prácticos
orientados hacia la comunicación, la comprensión y el dominio del entorno social,
materia e ideal” (Jodelet, 1984: 470/ 474)

Al englobar las RS esas distintas nociones psicosociales (actitudes, prejuicios, imágenes,


valores, creencias y mitos), se hace difícil delimitar el concepto, registrándose un especial
interés por establecer las diferencias entre las actitudes y las RS. Esto se debe a que en una
primera comparación se encuentran puntos en común:

 ambas suponen una relación entre un sujeto y un objeto,

2
Debemos incluir en esta lista de conceptos, los desarrollos sociológicos de Pierre Bourdieu, específicamente
las relaciones con el concepto de habitus, el concepto de teorías implícitas de la psicología del desarrollo
(Castorina, 2005) y el de imaginario social (Castoriadis) retomado por Banchs, Arruda, de Alba, entre otros.

4
 se definen como una mediación entre lo social y lo individual,
 suponen un aprendizaje en el proceso de socialización,
 se establecen a lo largo del tiempo, aunque son susceptibles de ser transformadas
 incluyen elementos cognitivos, afectivos y comportamentales

Sin embargo, las diferencias residen en que parten de premisas diferentes (Moscovici, 1979,
2003; Farr, 1994; Jaspars y Fraser, 1984). En primer lugar, las RS son compartidas, mientras
que el concepto de actitud ha pasado a ser algo individualizado. En relación con este punto
es interesante recordar que en los trabajos pioneros sobre actitudes realizados por Thomas
& Znaniecki (1918)3 en The Polish peasant in Europe and America- El campesino polaco en
Europa y Estados Unidos., la noción de actitud era social. Las diferencias de valores
encontrados entre los grupos de inmigrantes de zonas rurales de Polonia y los de la
comunidad que los recibía, se correspondían a diferencias culturales más que individuales.
Ese concepto de actitud era muy semejante al que utilizamos hoy de RS, ya que los valores
reflejaban un consenso social respecto de determinada situación u objeto, que es
compartido por un grupo específico, en determinado tiempo y en determinado lugar.

Más tarde, el concepto se tornó más individual al ser considerado como una disposición a
la respuesta individual4 (Moscovici & Marková 2003). Las actitudes constituyen una
reacción individual ante un objeto del mundo social preexistente, por el contrario, las RS
construyen ese objeto en la medida en que pretenden conocerlo. Según Moscovici, para
adquirir una actitud respecto de un determinado objeto, se debe tener primero una
representación del mismo, representación que ya es parte de sus conocimientos. Esto
quiere decir que entre una actitud y un objeto existe cierta oposición entre lo exterior
(objeto a conocer, valorar, etc.) y lo interior (disposición a). “Tener una actitud respecto de
algo es como hacer una proposición actitudinal. Uno está expresando una actitud hacia su

3
Los trabajos de William Thomas (1861-1947) y Florian Znaniecki (1882-1958), ambos sociólogos, el primero
norteamericano y el segundo polaco, constituyen una aproximación sociológica sobre la adaptación de los
emigrantes de las zonas rurales de Polonia a la vida urbana en Estados Unidos, específicamente en Chicago. A
partir del estudio de diarios y correspondencia que iban y venían cruzando el Atlántico, los autores
describieron diferencias entre los valores del grupo inmigrante y los de la comunidad que los recibía,
atribuyéndolas a una dimensión cultural. El trabajo de Thomas y Znaniecki, primer trabajo relevante publicado
por la Universidad de Chicago, es un hito para la historia de la Sociología y constituyen una de las principales
contribuciones de la Escuela de Chicago al desarrollo de la psicología social. Al ser Por un lado, por el
pluralismo metodológico de su investigación en función de la diversidad de fuentes (cartas familiares, material
autobiográfico, archivos periodísticos, documentos públicos y de instituciones, etc), y por el otro, al otorgar
carácter empírico al concepto de actitud. Si bien los estudios de la Escuela de Chicago sobre las actitudes
estuvieron más vinculados al análisis cualitativo que a la utilización de escalas, fue de este trabajo que
surgieron los primeros intentos de medir el concepto de actitud, tal es el caso de Bogardus (1925) con su
Escala de Distancia Social.
4
Sobre el concepto de actitud y las teorías de cambio de actitud, ver Briñol, P., Falces, C. y Becerra,A. (2007).
Actitudes. En F. Morales, M.Moya, E.Gaviria e Cuadrado (Comps.)Psicología Social (pp.457-490). Madrid:
McGrawHill

5
propia representación de ese objeto (…) [se parte de que] el objeto es independiente de lo
que sabemos y pensamos respecto de él” (Moscovici & Marková, 2003: 121).
En cambio, las RS no constituyen reacciones o respuestas a determinado estímulo, sino que
el objeto a conocer se construye en el momento en que está siendo conocido. No se focaliza
en los aspectos cognitivos individuales, sino en recuperar el modo en que esas formas de
conocimiento socialmente compartidas se constituyen en conocimientos prácticos que
orientan la comunicación, la comprensión y el dominio del entorno en el que interactuamos
(Jodelet, 1984). Estudiar las RS implica reconocerlas como un producto, un conocimiento
social colectivamente distribuido e individualmente accesible. Así como también describir
los procesos por los cuales se crean esos conocimientos (Wagner y Elejabarrieta, 1997).

III. ¿Qué es una representación social?


La relación entre la ciencia y el sentido común
Desde la perspectiva de Moscovici, la TRS es una de las maneras de estudiar el conocimiento
del sentido y su relación con los contextos sociales donde éste se origina. En su estudio “El
psicoanálisis, su imagen y su público”, Moscovici5, pretende dar cuenta de las relaciones
entre los conocimientos científicos y los conocimientos legos o del sentido común, a partir
de describir el modo en el psicoanálisis, en tanto teoría disciplinar, se difundió y se inscribió
en la vida cotidiana de la población francesa de los años cincuenta. Utilizó el concepto de
RS para describir cómo la gente sustituye un concepto teórico y abstracto –la teoría
psicoanalítica- por un objeto real, diferenciado, accesible: “el psicoanálisis abandonó el cielo
de las ideas para entrar en la vida, los pensamientos, las conductas, las costumbres y el
mundo de las conversaciones de gran cantidad de individuos” (Moscovici, 1979: 11)

Dicen Wagner y Elejabarrieta (1997: 832): “Lo que antes eran conceptos y términos
particulares, propios de una forma de conocimiento específico, el psicoanálisis, ahora es una
representación social de la actividad y el funcionamiento psicológico humano. Ciertas
nociones del psicoanálisis se cristalizan socialmente porque permiten interpretar y dar
sentido a la vida cotidiana. Los conceptos se extienden socialmente en un espacio que no
estaba previsto para ellos y hacen comprensible lo que de otra manera sería extraño. ¿Quién
no ha visto, por ejemplo, la histeria colectiva que se apodera de los hinchas de fútbol cuando
su equipo gana, o esa misma histeria colectiva cuando se inician las rebajas? La teoría y sus
conceptos adquieren autonomía y extensión variable cuando se convierten en
representaciones sociales. Algunas nociones en esa transformación adquieren cuerpo, se
materializan, otras se pierden, se eliminan o se niegan, y otras adquieren una significación
diferente de la original. Lo importante no es en ningún caso la referencia original, el
psicoanálisis, sino su nueva funcionalidad social” 6

5
Título original: La psychanalyse son image et son pubilc
6
Se volverá a estas ideas al abordar los procesos de construcción de las RS –objetivación y anclaje-, más
adelante en esta misma ficha.

6
Rescatando el concepto de representación colectiva
La TRS se presenta como un medio para comprender las tramas de interacciones cotidianas,
por medio de las cuales las personas construyen significados sobre sí mismas y sobre los
otros a través de la comunicación. Las RS son un tipo de conocimiento específico: un
conocimiento del sentido común que permite que nos orientemos y aprehendamos el
mundo de la vida cotidiana. Son conocimientos prácticos socialmente construidos y
compartidos intersubjetivamente.

Las experiencias de la vida cotidiana conforman la base material de las RS, facilitan la
elaboración de las resonancias positivas y/o negativas de la misma y de las relaciones que
en ella se despliegan (Jodelet, 2006). La vida cotidiana se presenta como una realidad
interpretada y objetivada a partir de las relaciones intersubjetivas (Berger & Luckmann,
1966) y se constituye a partir de las particularidades espacio-temporales y del carácter
activo del sujeto en la determinación de su propio desarrollo y de los procesos sociales. En
este sentido, las RS constituyen una explicación o teoría social que los sujetos, como parte
de un colectivo, construyen sobre aspectos de esa vida cotidiana que les permiten definirla
e interactuar en ella. Es decir, son una “totalidad significante contextualizada” (Jodelet,
2003: 118) que abarca el contenido de lo representado y la identificación y definición del
grupo que construye esa representación.

Para hablar de RS, Moscovici retoma el concepto de representaciones colectivas (RC) de


Durkheim (1898)7. Con ese concepto, Durkheim intentaba designar la especificidad del
pensamiento social con relación al pensamiento individual, siendo uno de los primeros
sociólogos en preguntarse por las condiciones sociales que intervienen en la producción de
conocimientos. Así como disoció los hechos sociales de la conciencia individual, también
diferenció la representación individual de la representación colectiva. Las RC no podían
limitarse a la suma de las representaciones de los individuos que componen una sociedad.
Constituyen un mecanismo explicativo de la sociedad, refiriéndose a una clase general de
ideas y creencias, que incluye a la ideología, la ciencia, la religión, la economía, el derecho,
los mitos. Las mismas se imponen a los individuos como una serie de clasificaciones externas
que les sirven para dar forma al mundo. Durkheim observó que, de una sociedad a otra, los
conceptos – las RC- que permiten orden y jerarquizar las percepciones van cambiando. Y
además, esas RC se transmiten de generación en generación.

7
Otros aportes teóricos a la TRS son los desarrollos desde la psicología genética de Piaget (1925) y de la
antropología de Lévi-Bruhl (1951). Retoma de Piaget las diferencias entre el pensamiento infantil y el
pensamiento adulto, leyendo en las creencias infantiles descritas parte de la cultura del sentido común.
Asimismo, Piaget afirma una relación constitutiva entre lo social y lo individual, a diferencia del dualismo de
Durkheim. Retoma de los trabajos de Lévi-Bruhl las diferencias entre la sociedad moderna y la pre-moderna,
específicamente lo que respecta a las diferencias entre el pensamiento primitivo, que no se guía por el
principio de contradicción, y el pensamiento occidental, moderno, de concepción científica.

7
Lo social en la representación social
La influencia de Durkheim se hace presente en el concepto de RS, en tanto que el énfasis
está puesto en cómo los conocimientos son constituidos por la sociedad. El cambio del
término “social” por el de “colectivas”, es decir, la supuesta distancia del concepto de RC,
reside en que éstas últimas son consideradas como algo estático y rígido, frente a un sentido
común caracterizado por un pluralismo de ideas y la posibilidad de transformación de los
conocimientos por las presiones del ambiente social (Moscovici, 1979; Jodelet, 2006).
No habría diferencia entre las RC y las RS hegemónicas, entendidas como esos
conocimientos o categorías explicativas que tienen un alto grado de consenso entre los
miembros de un grupo, y que se incorporan a partir de los procesos de socialización.
Refieren a objetos históricamente y culturalmente anclados, que hacen inteligible el
mundo, como por ejemplo el género, la organización del espacio, el uso del tiempo, la
enfermedad o las relaciones materno-filiales.

Sin embargo, Moscovici (1988) distingue otros tipos de RS, más ligadas a las experiencias
personales, que se construyen, modifican y negocian en los procesos de interacción social.
Son conocimientos que no tienen un carácter hegemónico ni uniforme, y que tienen una
validez más restringida. Pueden ser compartidas por subgrupos específicos (RS
emancipadas) o que surgir como formas de pensamiento divergente frente a situaciones
de conflicto social (RS polémicas)

La TRS se presenta como una alternativa a la psicología social cognitiva tradicional,


caracterizada por su carácter individualista. Para Moscovici lo central no son los procesos
cognitivos individuales, sino las formas de conocimientos grupales, socialmente
compartidos y recreados en el curso de las interacciones cotidianas.
Lo social en las RS, entonces, refiere:
 a quién produce las RS, es decir, su soporte en grupos sociales que construyen y
portan determinados conocimientos
 a cómo se producen las RS: construcciones colectivas en intercambios
comunicacionales.
 y al para qué de las RS (sus funciones): facilitar la comprensión sobre la vida
cotidiana, orientar los procesos de interacción en contextos socio-culturales y
contribuir a la construcción de identidad.

¿Qué es y que no es una representación social?


Las RS constituyen un tipo particular de conocimiento que tienen como función aportar
medios compartidos intersubjetivamente para comprender, clasificar y orientarse en la vida
cotidiana. Configuran sistemas explicativos de referencia que permiten interpretar lo que
sucede e incluso dar sentido a lo inesperado (Jodelet, 2020; Moscovici, 1961/1979).

8
Configuran sistemas de referencia explicativos, en la interdependencia conocimientos-
prácticas. Constituyen sistemas de valores, ideas y prácticas que tienen una doble función:
en primer lugar, establecer un orden que permita a los individuos orientarse en su mundo
social y material y dominarlo; y, en segundo término, permitir la comunicación entre los
miembros de una comunidad (Moscovici, 1961/1979).
Para Farr (1984: 503) “tienen una doble función: hacer que lo extraño resulte familiar y lo
invisible, perceptible. Lo que es desconocido o insólito conlleva una amenaza, ya que no
tenemos una categoría en la cual clasificarlo”. Esa propiedad de transformar algo extraño,
novedoso, no familiar, en algo comprensible para una comunidad, se encuentra en el origen
de las RS. Son relatos compartidos, que constituyen un bagaje común de sentidos sobre el
que se desarrolla la vida cotidiana, aspecto superador al mero estar juntos en el mismo
espacio físico durante un determinado período de tiempo. Ofrecen mundos alternativos,
mundos-otros. La vida colectiva se caracteriza por su forma narrativa, lo que permite la
organización y la comunicación de experiencias: “con el tiempo, el compartir historias
comunes crea una comunidad de interpretación (…) una narración modela no sólo un
mundo, sino también las mentes que intentan darle sus significados” (Bruner, 2003, p. 45-
47).

Según Jodelet (1984), constituyen imágenes (métaforas, formas de habla, relatos


compartidos) que condensan un conjunto de significados, sistemas de referencia que nos
permiten interpretar lo que nos sucede, e incluso dar sentido a lo inesperado, categorías
que sirven para clasificar las circunstancias, los fenómenos y a los individuos con quienes
tenemos algo que ver, teorías que permiten establecer hechos. Y a menudo, cuando se las
comprende dentro de una realidad concreta de nuestra vida social, las representaciones
sociales son todo ello junto. Al ser las RS sistemas de interpretación anclados en discursos
sociales legitimados histórica y culturalmente, organizan lo decible, lo narrable, lo pensable,
lo esperado, estableciéndose como valor de verdad y operando como instrumentos de
justificación cognitiva y normativa (Di Iorio, 2023). Esto responde a lo que Jodelet (2023)
subrayó como función política de las RS, haciendo referencia a su función justificadora de
las acciones y legitimadora de la realidad de la vida cotidiana. Frente al riesgo sobre la
reducción de las RS a un acontecimiento intraindividual (Jodelet, 1984), explicitar esta
función política da cuenta de que las RS constituyen una forma de pensamiento social
anclada en fenómenos políticos, culturales e ideológicos. Es justamente “esa intersección
entre sociedad y cultura es el eje de las RS, porque nada se convierte en una realidad social
si no tiene una cierta inscripción cultural, una inscripción en las creencias” (Moscovici 1999,
citado por Lozada y Novaes, 2020). Las RS, en tanto que conocimientos reificados
organizadores de la vida cotidiana, cumplen una función normalizadora y pueden en
ocasiones operar como obstáculos en clave de construir otros lugares sociales que se
traduzcan en la reducción de estigmas y el achicamiento de la distancia social con grupos
en condición de expulsión social. En contextos de desigualdades sociales, ser conscientes

9
de esta función política de las RS constituye una herramienta para comprender la
naturalización de las violencias, la invisibilización e hipervisibilización de algunos grupos, así
como los efectos de normalización de paisajes de la crueldad que promueven en ciertas
personas, grupos y comunidades bajos umbrales de empatía y de desensibilización al
sufrimiento social.

Las RS deben comprenderse en términos de sistemas de representaciones-discursos y


prácticas, cuya interdependencia hace que la vida social se considere siempre una
construcción y no un hecho dado: en el universo consensual de la vida cotidiana no existe
una visión privilegiada (Moscovici, 1972). Las representaciones sociales son siempre de algo
y de alguien (Moscovici, 1961; Jodelet, 1984): “La representación social se define por un
contenido: informaciones, imágenes, opiniones, actitudes, etc. Este contenido se relaciona
con un objeto: un trabajo a realizar, un acontecimiento económico, un personaje social, etc.
Por la otra, es la representación social de un sujeto (individuo, familia, grupo, clase, etc.) en
relación con otro sujeto. De esta forma, la representación es tributaria de la posición que
ocupan los sujetos en la sociedad, la economía, la cultura.” (Jodelet, 1984: 475) No son el
duplicado de “lo real” ni de lo ideal, sino que constituyen el proceso por el cual se establece
una relación. En el fondo de toda RS debemos buscar la relación con el mundo y con las
cosas8.

Esto no quiere decir que pueda constituirse una representación social de cualquier objeto,
sino de aquellos que son socialmente valorados por un grupo social. Es decir, concierne a
la manera en que un grupo social aprehende los acontecimientos de su vida cotidiana, las
características del medio ambiente, las informaciones que por él circulan, las personas del
entorno más o menos cercano. Son conocimientos enraizados en nuestras experiencias y
vivencias cotidianas. Los contornos de ese grupo, entonces, se pueden delimitar en función
de la visión que tienen del mundo. Es decir, la representación traduce la relación de un
grupo con un objeto socialmente valorado, especialmente, en la medida en que diferencia
a un grupo de otro, tanto por su orientación como por el hecho de su presencia o ausencia.

8
En el caso de las RS el sujeto es una categoría fundamental, y como sostiene Jodelet (2008) no es objeto de
reflexión sistemática en el enfoque teórico de las representaciones sociales. Si ignoramos el sujeto, nos
quedamos frente a un conjunto de representaciones indiferenciadas que no hablan de la vida social (Gabucci,
Gueglio, Mira, Kracht & Di Iorio, 2013)

10
Identidad
implica social crea

Conoc. que
dan cuenta
de los Grupo
conoc. de la
mayoría

se realiza en experimenta
Proceso
Conflictos
de
o cambios
comunica-
en su vida
ción
cotidiana
colectiva
implica

Esquema simplificado del proceso sociogenético de las RS


(Wagner & Elejabarrieta, 1997)

La RS se define por tener un contenido: informaciones, imágenes, opiniones, actitudes,


valores. Este contenido se relaciona con un objeto: un trabajo a realizar, un acontecimiento
económico, un personaje social, etc. Y ese contenido es definido por un sujeto9 en función
de sus pertenencias socio-institucionales. Es decir, las RS son tributarias de las posiciones
que ocupan los grupos en determinado orden social. Es por eso que afirmamos, que las RS
son de algo y de alguien. Así, no es el duplicado de lo era, ni el duplicado de lo ideal (…) sino
que constituye el proceso por el cual se establece una relación entre los grupos, las cosas y
el mundo (Jodelet, 1984)

IV. Procesos constitutivos: objetivación y anclaje10

9
No esta demás mencionar que cuando la Psicología Social utiliza el termino sujeto y/o individuo, nunca está
pensando en términos singulares, sino como parte de una colectividad o grupo, tributario a la desigual
distribución de lugares sociales en el orden social y cultural. Según Moscovici (1961/1979), las situaciones que
vive cada persona se comprenden como parte de un segmento del cual es parte: “así los niños de alguien de
familia rica o conocida siempre son percibidos por los otros no como individuos singulares sino como el hijo o
la hija de fulano de tal o llevan un nombre y se reacciona primero frente a la posición que ocupan o al nombre
que llevan. Lo mismo sucede cuando se trata de un individuo o un grupo extranjero: no se los juzga por si
mismos sino en tanto pertenecen a una clase o a una nación. El racismo es el caso extremo en el que cada
persona es juzgada, percibida, vivida como representante de una serie de otras personas o de una
colectividad” (p. 42)
10
El concepto de themata desarrollado por Moscovici & Vignaux (2003), también es parte de los procesos
constitutivos de las RS, no será desarrollado en esta ficha. Para quienes estén interesados ver Moscovici,
Serge; Vignaux, Georges. (2003). El concepto de themata. En Moscovici, S. (comp) Representações sociais.
Petrópolis: Ed. Vozes.

11
Las RS también se definen por constituir una “elaboración de un objeto social por parte de
una comunidad” (Moscovici citado por Wagner & Elejabarrieta, 1997: 817). No son una
copia de objetos preexistentes, sino que supone la construcción de un objeto diferente,
construyen realidad. Las RS se construyen en la historia de una determinada estructura
social, en un proceso de relaciones familiares, grupales e intergrupales, que se extiende a
lo largo de la vida y en medio de lo cual, afectos, necesidades, valores, normas, estereotipos,
imágenes, símbolos, demandas e intereses adquieren forma, articulándose en palabras
enunciadas o silenciadas, palabras explicitadas o negadas. Estos conocimientos cotidianos
se configuran a partir de los procesos de objetivación y anclaje, y tienen, como define
Jodelet (2008), escenarios de pertenencia subjetivos, intersubjetivos y transubjetivos, en
los cuales se producen, negocian y reproducen esos conocimientos. Con escenarios de
pertenencia se hace referencia a los niveles en los que esas ideas, emociones y prácticas se
expresan.

La RS es un constructo teórico, en rigor, no las vemos, sino que las inferimos a partir de las
ideas que circulan sobre ciertos objetos por parte de los grupos sociales, de las prácticas
que se realizan vinculadas con esos objetos, así como de las emociones y valoraciones que
esos objetos generan en los grupos. Es en este sentido que afirmamos que las RS son
sistemas de interpretación que rigen la relación con los otros y con el mundo, organizando
las experiencias de la vida cotidiana. Conforman categorías que permiten clasificar,
interpretar y dar sentido a la vida cotidiana, cobrando especial relevancia en su elaboración,
el contexto y la vivencia de los actores sociales involucrados, lo cual constituye un saber
experiencial (Jodelet, 1984) Es decir, hay una relación entre el modo en que determinado
objeto es definido –RS- , las emociones que genera y las prácticas o acciones que se
despliegan entre esos sujetos, existiendo entre RS y prácticas relaciones de
interdependencia y transformación recíproca.

12
Esquema de comprensión y análisis de representaciones sociales
Elaboración propia
Las RS, en tanto que significados objetivados, se hacen presentes en múltiples formatos:
lenguaje articulado, oral o escrito, formas de habla y metáforas, imágenes, fijas o móviles,
gestos y prácticas, emociones y valores asociados, así como por la combinación de todos
ellos (Banchs, 2007; de Alba, 2004; Guerrero Tapia, 2007).

La coexistencia de diversas, e incluso opuestas, formas de pensar y comunicar en la vida


cotidiana, porque en el conocimiento del sentido común conviven pensamientos y
emociones incluso contradictorias, impide hablar de las representaciones sociales como
productos homogéneos (Di Iorio, 2023), cumpliendo la comunicación un papel central en la
producción, circulación y negociación de las RS (Marková & Moscovici, 2003).

Será la observación y el registro de prácticas, ideas y emociones de determinados grupos y


comunidades, utilizando tanto técnicas cuantitativas y cualitativas, así como técnicas
grupales y participativas, la metodología de acceso a las RS. Dichos observables empíricos
están emplazados en distintos niveles, los cuales son coexistentes e interdependientes. Esos
niveles –subjetivo, intersubjetivo, transubjetivo-, definidos por Jodelet (2007) como esferas
de pertenencia de las RS, permiten comprender el proceso de anclaje entendido como
proceso multidimensional.

El proceso de objetivación: del concepto abstracto a una imagen concreta


La objetivación es la operación a partir de la cual se concretiza lo abstracto en un núcleo
figurativo, es decir, se seleccionan ciertas ideas según criterios culturales y normativos, que
son descontextualizados. Emerge un conjunto gráfico y coherente que reproduce de

13
manera visible una estructura significante. La imagen que se conforma contiene al concepto
o ideas que se trate de comprender, de objetivar, adquiriendo existencia autónoma. Es
decir, ya no se percibe la información sino una imagen que reemplaza lo percibido.
“Sustituyendo conceptos abstractos por imágenes, reconstruimos esos objetos, les
aplicamos figuras que nos parecen naturales para aprehenderlos, explicarlos, y vivir con
ellos, y son esas imágenes las que, finalmente, constituyen la realidad cotidiana con la que
nos desenvolvemos” (Wagner & Elejabarrieta, 1997: 831)

La investigación clásica de Moscovici sobre la difusión del psicoanálisis en Francia, permite


afirmar que cuando usamos ciertos términos en nuestro cotidiano tales como histeria,
complejo, inconsciente, no estamos haciendo psicoanálisis. Algunas nociones, en esa
transformación social, adquieren forma adquiriendo un sentido diferente al de la teoría, y
otras se niegan o se pierden. Observó que se configuró un esquema conceptual que
permitía interpretar toda situación de la vida cotidiana como el resultado de un complejo,
producto del conflicto o tensión entre lo consciente y lo inconsciente. En algunos casos, toda
referencia a la sexualidad había desaparecido. Según encuentra a partir de analizar como el
psicoanálisis era tratado en distintos tipos de medios de comunicación francés, desde el
sentido común –ya no desde la teoría disciplinar- la organización psíquica se compone de
dos partes: inconsciente y consciente (interior-exterior, oculto-aparente) entre las cuales
se comprueba una acción de presión sobre la otra, una relación de conflicto expresada en
términos de represión o de rechazo.

En el caso de una investigación sobre las RS de la vida cotidiana en jóvenes que no estudian
ni trabajan en la Ciudad de Buenos Aires11, su no inserción formal en el sistema laboral ni
en el sistema educativo, fue configurando una imagen sobre su vida cotidiana y sobre sí
mismos que sintetiza en la idea de “vago”, tal como lo expresan los participantes: “(piensan)
que no quiero trabajar, o porque soy vaga o que me gusta la vida fácil, que me gusta que
la gente me dé cosas. A mí no me gusta eso” (E. mujer, 26 años, situación de calle); “Yo en
cierto sentido soy un parásito porque no estoy haciendo nada pero no es la idea” (G,
varón,26 años, clase media), “(…) buscá trabajo…dale buscá trabajo” me dicen que me
preocupe, que busque trabajo, que me ponga las pilas, que no me deje estar…(…) algunas
sí piensan que sos un vago, que no trabajás (…)” (M. varón, 19 años, clase baja).

Un proceso similar de selección de algunos aspectos de las experiencias de vida y de reducir


o invisibilizar otras aspectos que son parte de la temática que se aborde, podemos
encontrar en investigaciones sobre la construcción social del problema droga.12 Los
investigadores describen como en las RS sobre los usuarios de drogas en trabajadores de la

11
Investigación UBACyT Programación 2011-2014 de la cátedra de Psicología Social I, dirigida por la Dra.
Seidmann.
12
Intercambios Asociación Civil www.intercambios.org.ar

14
salud, no se admiten diferencias en los patrones de consumo, y los usuarios, cualquiera sea
la dosis, la frecuencia o la circunstancia del consumo, son considerados un “adictos”. Se lo
identifica como alguien peligroso, con una personalidad autodestructiva y con una actitud
despreocupada respecto de su salud (Touzé, 2006), desconociendo las trayectorias
subjetivas y los distintos tipos de consumo13.

Otro ejemplo podemos encontrar en un estudio sobre las RS de los docentes sobre su
ejercicio profesional14, se identificaron en los relatos de los participantes, tres dimensiones
constitutivas de su práctica: vocación, trabajo y profesión. Cada uno se relaciona con
aspectos que configuran cierta construcción identitaria, percibidos en sus vivencias
cotidianas: lo idealizado, lo denostado o no valorado y lo exigido. El gráfico pone de relieve
las relaciones entre estos aspectos, que configuran el núcleo figurativo de esa RS.

La traducción figurativa es constitutiva del


proceso de objetiva de las RS. Decir que en el
núcleo figurativo, las ideas se concretizan en
imágenes, no implica reducirlo a imágenes
visuales.15 También se alude a formas de
habla tales como metáforas, símbolos o
narraciones, que permiten establecer puentes
con los anclajes sociales, históricos y
culturales.

Seidmann et. al (2010)

El proceso de anclaje: inclusión de este nuevo conocimiento en el pensamiento social


El anclaje es el proceso por el cual ese nuevo conocimiento se hace familiar, conocido, a
partir de incorporarlo en un marco de referencia conocido y preexistente. “Este
enraizamiento de la representación en la vida de los grupos constituye un rasgo esencial del

13
La bibliografía sobre el tema advierte sobre las diferencias entre uso, abuso y dependencia a las drogas.
Asimismo, se diferencia entre consumos problemáticos y no problemáticos. Las diferencias no remiten solo a
lo cuantitativo, sino también a lo cualitativo, en relación con las motivaciones y el contexto de consumo
(Touzé, G. 2010. Prevención del consumo problemático de drogas. Un enfoque educativo. Buenos Aires:
Troquel)
14
Seidmann, S.; Thomé, S.; Azzollini, S. Di Iorio, J. (2010) Representaciones sociales del trabajo docente:
construcciones identitarias y prácticas en maestros de escuelas primarias bonaerenses. Revista Educação e
Cultura Contemporânea, v.7, n.15, jul./dez. 2010. pp 157-172 ISSN 1807-2194
15
El uso de las imágenes en investigaciones sobre RS, y en el campo de las ciencias sociales en general se fue
ampliando. Se utilizan las imágenes fijas no sólo como disparador para la discusión sobre algún tópico de la
vida cotidiana, sino también la construcción creativa de los significados posibles sobre un tema, a partir de
solicitar la realización de un dibujo en el contexto de una entrevista o de un grupo focal.

15
fenómeno representativo, ya que explica sus lazos con una cultura o una sociedad
determinadas” (Jodelet, 1984: 487) En este sentido, el anclaje permite comprender cómo
el objeto representado adquiere significado, cómo se utiliza la representación en tanto
sistema de interpretación y marco de conductas, y finalmente, cómo se integra en un
sistema de representación previo.

Las prácticas cotidianas y los sentidos atribuidos a las mismas, se organizan en ciertas RS
que se anclan de manera diferente en función de la pertenencia social, y de las
significaciones subjetivas que emergen de las experiencias vividas. El significado que
adquieren dichas imágenes para cada grupo social se vincula con los elementos simbólico-
imaginarios que cada uno de estos grupos comparte y que les permiten construir su
identidad (Seidmann et. al. 2012.)

De acuerdo con esto, en la investigación sobre jóvenes que se hacía referencia antes, se
encontraron diferencias en los modos en que cada grupo social asumía aquello que era
atribuido objetivamente en relación a no estudiar ni trabajar –ser vagos, colgados, perdidos,
parásitos-. Estas diferencias, que se comprenden en términos del anclaje de las RS,
dependen de lo valorado positivamente para cada grupo social, en determinado momento.
De este modo, no ser parte del sistema para los sectores medios, sentirse libres en el caso
de las personas en situación de calle, necesitar esforzarse más para los sectores más
populares. La emergencia de los significados diversos, es decir, la asunción subjetiva de
esos contenidos objetivados, está condicionada por la biografía personal y social. Esta
diversidad coexiste en una RS, y expresa las visiones de los grupos sociales.

RS como sistemas dinámicos y las posibilidades de cambio


Las RS deben comprenderse en términos de sistemas de representaciones-discursos y
prácticas, cuya interdependencia hace que la vida social se considere siempre una
construcción y no un hecho dado: en el universo consensual de la vida cotidiana no existe
una visión privilegiada (Moscovici, 1961/1979).

16
Sistema de representaciones, discursos y prácticas (Di Iorio, 2019)
Elaboración propia

Esto significa que no existe una única RS posible de ser identificada al intentar comprender
determinado proceso o fenómeno de la vida cotidiana, sino que hay distintas RS de distintos
objetos, que permite construir una explicación –relato- sobre eso que se pretende conocer,
definir y comprender. Sin embargo, los estudios en este campo, tienden a querer identificar
puntos de vista objetivados y ordenados que se constituyen en puntos de referencia para
comprender la vida cotidiana. En este sentido, las investigaciones en representaciones
sociales identifican estructuras significantes (Goldmann, 1980) entendidas como
organizaciones relativamente duraderas de significados referidos a aspectos particulares de
la vida social de un grupo o una comunidad, que funcionan de manera reificada.

Esa dimensión descriptiva de los contenidos de una RS se traduce en modelos de


investigación, sea cualitativos o cuantitativos, basados en metodologías tradicionales
(entrevistas, grupos focales, asociación de palabras) desde los cuales las RS son abordadas
como producto, más que como proceso. Incluso cuando esas estructuras de significado
identificadas impactan negativamente las posibilidades de integración social, se quedan en
el plano descriptivo. Es decir, no profundizan en las condiciones materiales, sociales,
culturales, políticas y afectivas en las cuales se producen y reproducen, ni tampoco
problematizan su sentido político, ni promueven procesos de transformación de RS en
términos de construcción de nuevos aprendizajes sociales.

Esta dimensión dinámica de las RS, fue conceptualizada originalmente por los estudios de
Claude Flament (1994) y la Escuela de Provenza (Francia) sobre cómo dar cuenta de las
transformaciones de las RS, así como por los aportes de Doise (1993) en lo que respecta a
los escenarios sociales en los que se producen las RS (Arruda, 2014). Como sostiene Arruda

17
(op.cit), el dinamismo de las RS y su potencial de transformación se sostiene en 5 apoyos
epistemológicos:

1. la consideración de las RS como redes de significados,


2. La dimensión emocional-afectiva de las RS,
3. El papel de los grupos en la construcción del consenso y la legitimación de las RS,
4. La coexistencia de diversas, e incluso opuestas, formas de pensar y comunicar en
la vida cotidiana que coexisten con las RS16, y
5. La existencia de ideas-fuerza en términos de contenidos antinómicos sobre los
que se mueven las significaciones que se objetivan conformando el núcleo figurativo
de una RS y que varían según condiciones grupales, sociales y políticas específicas.17

V. Representaciones y prácticas
Las prácticas sociales son un elemento constitutivo de las RS. No en el sentido único de que
constituyen conocimientos que orientan nuestras prácticas en la vida cotidiana, “sistemas
de valores, nociones y prácticas que proporcionan a los individuos los medios para orientarse
en su contexto social y material y dominarlo (…) como medio para sus intercambios y como
código para denominar y clasificar con claridad las partes de su mundo, de su historia
individual o colectiva” (Moscovici, 1979: 18), sino porque es en función de ellas que surgen
y/o se modifican.

Las RS son inseparables de los valores y de las prácticas, ya que son conocimientos que
hablan desde un lugar social, que están anclados en determinado orden social y cultural
que se constituye como matriz desde la cual se interpreta el mundo, se lo carga de valores
y de afectividad. No pueden tomarse como algo independiente, sino que entre RS y
prácticas hay relaciones de interdependencia. Es decir, condicionan la producción,
circulación y modificación de las RS (Rouquette, 2000). Tal como sostiene Burr (1995), los
grupos se definen por la especificidad de sus esquemas de construcción de conocimientos,
que a su vez están condicionados y condicionan la particularidad de las prácticas.

Jodelet (1986) muestra principalmente en su investigación sobre las RS de la locura, la


importancia de estudiar las prácticas para elucidar la construcción simbólica de una RS. En
su estudio abordó la RS de la enfermedad mental y los enfermos mentales, realizada en una
colonia familiar18 dependiente de una institución psiquiátrica en Francia en el contexto de

16
Se hacer referencia al concepto de polifasia cognitiva definido por Moscovici (2000)
17
Se hace referencia al concepto de themata definido por Moscovici & Vignaux (1994), sobre el que
profundizó conceptualmente Marková (2006) al profundizar en la epistemología dialogal de las RS.
18
Con este término se refiere a un conjunto de municipios rurales en los que algunas casas familiares alojaron
a pacientes psiquiátricos, en el contexto de un proceso de desmanicomialización.

18
un proceso de desmanicomialización19. Esta colonia estaba conformada por un conjunto
de municipios rurales en los que pacientes externados vivían en libertad y su alojamiento,
mantenimiento, vigilancia y cuidado son confiados a los habitantes de la comunidad, en su
mayoría campesinos. A partir de un trabajo etnográfico que la llevó a convivir con la
comunidad, se encontró que más allá de los intentos por integrar a los pacientes en la vida
cotidiana de la comunidad, existían prácticas de distanciamiento y exclusión. Se limitaba a
los pacientes a una actuación de vida familiar. Ese “como si” de la vida familiar se expresaba
en las siguientes prácticas:

– casi no están alojados en las casas, donde prácticamente no tenían derecho entrar.
Barrera simbólica en la entrada del hogar = barrera que se usaban en otros tiempos
para que las aves de corral no entraran en la casa.
– No comen junto con la familia, solo en raras ocasiones.
– Raramente comparten aspectos de la vida en común, prohibiciones de contacto
– Separación de utensilios y de ropa. Lavado de utensilios y ropa en distintas aguas
– Las familias o descendientes de familias que ya habían hospedados pacientes son
menos abiertos y menos acogedores que los que no tienen tradición al respecto.
– Las familias que tienen niños en edad escolar no alojan enfermos, por el temor a
que “copiaran sus comportamientos”

Este simulacro de vida familiar se establecía sobre la base del principio la preservación de
la identidad y la integridad de la comunidad. Las acciones desarrolladas en cada hogar de
alojamiento definían las formas de inserción de los pacientes, y se articulan con las RS de
enfermedad y de los propios enfermos. La RS de la locura aparecía anclada en torno al
miedo al contagio, como si algo de la substancia de la enfermedad se encontrara en las
secreciones corporales, constituyendo entonces un peligro para quien los toca.

VI. Investigaciones en Representaciones sociales


El abordaje de las RS posibilita entender la dinámica de las interacciones sociales y describir
los determinantes de las prácticas sociales, pues los discursos, las prácticas y las RS se
generan mutuamente. Los diferentes desarrollos teóricos y perspectivas analíticas dentro
de la TRS se presentan como una tradición de investigación que promueve su utilidad para

19
Proceso originado en Italia (Franco Basaglia) por el cual se reemplaza la internación en hospitales
psiquiátricos de las personas con sufrimiento mental, por otras formas de atención en salud mental con base
en la comunidad (casas de medio camino, hospitales de día, atención en centros de salud, etc). La internación
se convierte en un recurso excepcional y por tiempos breves. Esta reforma en salud mental, responde a un
paradigma en el que se elimina el aislamiento en función de la supuesta “peligrosidad”, se prohíbe la creación
de nuevas instituciones de salud mental monovalentes (“manicomios”), y se promueve el desarrollo
progresivo de estrategias alternativas de atención comunitaria en salud mental. En nuestro país, la recién Ley
Nacional de Salud Mental 26.657 responde a este paradigma en salud mental, que ya se venía implementando
en la provincia de Rio Negro y San Luis.

19
la comprensión de las relaciones entre la persona y la sociedad, tensión que se encuentra
en el origen de la disciplina.20

La importancia no se limita al estudio de los contenidos, en un sentido descriptivo, sino por


su enraizamiento cultural y social. Estudiar las RS permite identificar prácticas sociales,
marcos institucionales, modelos culturales y fenómenos psicosociales. Además, constituye
una herramienta que permite abordar las relaciones entre los nuevos conocimientos y el
mantenimiento de conocimientos tradicionales, es decir, la manera en que esto afecta o no
la transformación de las prácticas.

El doble carácter de las representaciones sociales, su dinámica y su estructura estable,


propicia el surgimiento de distintas tradiciones teórico-metodológicas que coexisten dentro
de la TRS. Distinguir estas tradiciones recurriendo a la dicotomía cuantitativo-cualitativo,
reduciendo lo cuantitativo a modelos positivistas y lo cualitativo a modelos hermenéuticos
y dinámicos, sería un error. Las investigaciones en RS utilizan diversidad de técnicas, algunas
calificadas como cualitativas (entrevistas en profundidad, grupos focales, observación,
dramatizaciones, técnicas gráficas, etc.) y también como cuantitativas (cuestionarios
estructurados, asociación de palabras, etc.) Por eso se habla de enfoques o programas de
investigación en RS, entre los que se encuentran distingue estos tres como los utilizados:

 un enfoque procesual o dinámico, centrado en la descripción de los procesos


constitutivos de las RS, no sólo los procesos sociales sino también los
cognitivos (contenidos de las RS) (Moscovici, Jodelet, Banch)
 un enfoque estructural, centrado en los aspectos cognitivos y en la
identificación de la estructura de las RS, organizada en la existencia de un
núcleo central y sistema periférico de contenidos (Abric)
 un enfoque más sociológico, centrado en las condiciones de producción y de
circulación de las RS (Doise)

Las investigaciones, en diversos campos de la vida social -vida política, memoria,


movimientos sociales, género y sexualidad, trabajo, violencia, juventud, niñez, salud,
educación- se caracterizan por utilizar un abordaje plurimetodológico, en el que se
combinan entrevistas, cuestionarios, uso de imágenes, historias de vida, observación
participante, asociaciones libres. También se registra la utilización de técnicas cuantitativas.

La TRS constituye una de las maneras posibles de estudiar el pensamiento social, entendido
como un saber instituido del sentido común, que genera atribuciones y actitudes como
producto de la participación en la vida social. Dichos conocimientos, construidos en la
experiencia, permiten aprehender y orientarse en el mundo de la vida cotidiana. La
20
Al respecto indagar sobre el debate sociológico clásico Tarde-Durkheim.

20
importancia de la articulación entre la investigación en representaciones sociales y la
intervención, reside según Jodelet (2007) en promover la desideologización, la
concientización y la formulación de necesidades e identidades, ante los saberes ingenuos
que operan sosteniendo el statu quo y transformándose muchas veces en realidades
opresoras y oprimentes para diversos grupos de la población.

La TRS es fundamentalmente una teoría sobre la construcción y circulación de


conocimientos del sentido común, entendidos éstos como parte del entorno social
simbólico -universo consensual- en el que viven las personas, según Marlová (2006) es una
teoría que (…) “busca descubrir cómo los individuos y los grupos construyen un mundo
estable y predecible partiendo de una serie de fenómenos diversos y estudia cómo, a partir
de ahí, los sujetos van “más allá de la información dada” y qué lógica utilizan en tales tareas
(p. 163). Pensar las intervenciones desde la Psicología Social como procesos de
construcción de significados o de nuevos conocimientos para la vida social, permite pensar
términos de redefinir las relaciones entre quienes conocen y quienes son conocidos, así
como sobre las potenciales de la TRS en términos de dar lugar a procesos de transformación
social. Esto no significa que se esté afirmando que todo estudio sobre RS implique
necesariamente una perspectiva de intervención, pero sí que toda intervención supone
necesariamente la consideración de las RS: (Jodelet (1986

En síntesis, este texto promueve una revisión de aspectos epistemológicos y metodológicos


frente al riesgo enunciado por Jodelet (1984) de que las representaciones sociales sean
reducidas “a un acontecimiento intraindividual, dónde lo social tan solo interviene de forma
secundaria (...) [o por el contrario al tratarse] de una forma de pensamiento social (...) [se
diluya] en fenómenos culturales o ideológicos” (p. 474).

Referencias Bibliográficas
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 Di Iorio, J. (2023) Entre el conocimiento y la acción: investigar-intervenir con-sobre
representaciones sociales En Juana Juárez-Romero, Ma. de Fátima Flores-Palacios y Silvia
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23
Nuevas formas de prejuicio y tipos de prejuicio

Federico Marchiano y Cecilia Travnik

I. Introducción a las Nuevas Formas de Prejuicio

La Psicología Social, como un área específica explora la compleja red de


interacciones humanas, constantemente se ve desafiada por la evolución de la
sociedad y sus expresiones. En esta búsqueda de comprensión y análisis, se
propone desarrollar el estudio de las nuevas formas o expresiones del prejuicio,
reconociendo que el prejuicio no es estático, sino dinámico, moldeado por las
complejas dinámicas sociales y las transformaciones culturales.

Diversas teorías han abordado el fenómeno del prejuicio, ofreciendo perspectivas


variadas sobre cómo mejorar las relaciones entre grupos para mitigar estas
problemáticas. Por ejemplo, las teorías de la personalidad, como la personalidad
autoritaria y el dogmatismo, proponen cambiar la personalidad de individuos
prejuiciosos, sugiriendo la inhibición de estrategias parentales generadoras de
intolerancia. En contraste, la teoría de la hipótesis frustración-agresión aboga por
minimizar el prejuicio y el conflicto intergrupal mediante la prevención de la
frustración, la reducción de expectativas, la distracción de las personas y la
facilitación de actividades canalizadoras de la agresión.

La perspectiva intergrupal en psicología social reconoce que el comportamiento


social está profundamente influenciado por las categorías sociales a las que
pertenecemos, así como por las relaciones de poder y estatus entre estas
categorías. Esta aproximación, considerada como una metateoría, ofrece una visión
integral y esclarecedora sobre el desarrollo de teorías adecuadas para comprender
y abordar el prejuicio y el conflicto intergrupal en la compleja trama de las
interacciones sociales.

La perspectiva intergrupal ofrece una comprensión profunda del prejuicio a través


del concepto integral de "comportamiento intergrupal". Este enfoque sostiene que
cualquier interacción entre representantes de dos o más grupos sociales separados
se clasifica como comportamiento intergrupal. Esta definición abarca no solo
acciones evidentes de contacto o conflicto directo, sino que se extiende a cualquier
percepción, cognición o comportamiento influenciado por el reconocimiento de que
las personas, tanto uno mismo como los demás, pertenecen a grupos sociales
distintos. La clave es pensar en función de las desigualdades grupales, donde se
prejuzga y discrimina para no perder la posición de privilegio. En otras palabras, la
mera conciencia de la existencia de divisiones grupales afecta las interacciones y
las actitudes, constituyendo así el comportamiento intergrupal (Hogg y Vaughan,
2017, p. 414).

Atendiendo a este modelo explicativo del prejuicio y la discriminación, se presentan


las expresiones actuales del prejuicio, es decir las nuevas formas de expresión del
mismo. El estudio psicológico del prejuicio ha evolucionado a lo largo de cuatro
momentos significativos. En el primer momento, que se remonta a la década de
1920, la teoría de la raza prevalecía, justificando la superioridad de la raza blanca
sobre otras a través del colonialismo europeo y la esclavitud en América. Las
nociones de inferioridad atribuidas a personas de raza negra eran consideradas
naturales e inevitables, marcadas por estereotipos limitantes e ideas de retraso
evolutivo. En el segundo momento, durante las décadas de 1920 a 1960, predominó
el psicoanálisis, que conceptualizaba el prejuicio como el resultado de mecanismos
de defensa y estructuras de personalidad, destacando la universalidad e
irracionalidad del fenómeno. En el tercer momento, de la década de 1960 a 1980,
el foco se desplazó de la psicología individual a la influencia social, resaltando el
desinterés por las causas psicológicas y poniendo énfasis en las normas sociales,
la socialización y la conformidad. Finalmente, en la actualidad, desde la década de
1980 en adelante, la perspectiva cognitiva ha tomado la delantera, destacando la
importancia del pensamiento categorial en la explicación del prejuicio (Etchezahar
y Unagaretti, 2019).

Se reconoce que, lejos de reducirse, el prejuicio ha evolucionado hacia nuevas


formas, aunque las perspectivas cognitivas a veces tienden a relegar lo afectivo a
un segundo plano. Este cuarto momento refleja la necesidad de comprender y
abordar las manifestaciones contemporáneas del prejuicio desde una perspectiva
más integral, considerando tanto aspectos cognitivos como emocionales. Las
formas actuales de expresión del prejuicio han experimentado una transición
notable hacia la sutileza, en parte debido a la evolución de las normas sociales y la
conciencia pública. En la actualidad, expresiones hostiles y directas de prejuicio han
perdido aceptación y se consideran socialmente inaceptables, lo que ha llevado a
la adopción de manifestaciones más encubiertas y veladas. Este cambio se
manifiesta en el contexto de la corrección política, donde la sociedad ha volcado su
atención hacia un lenguaje más inclusivo y respetuoso. Sin embargo, esta aparente
disminución en expresiones abiertas de prejuicio no indica una erradicación del
fenómeno; más bien, se ha transformado y se manifiesta de manera más sutil. La
importancia de estos cambios radica en contextos democráticos y sociedades que
buscan condiciones de igualdad, ya que la manifestación encubierta del prejuicio
puede persistir en formas más insidiosas. Este fenómeno subraya la necesidad de
un examen más profundo y crítico de las actitudes y comportamientos sociales en
busca de prejuicios latentes, incluso en entornos que promueven la igualdad y la
tolerancia.

II. Nuevas Formas de Prejuicio

Sexismo ambivalente

La teoría del sexismo ambivalente representa una nueva perspectiva en la


comprensión de los prejuicios de género y los estereotipos que delinean las
conductas esperadas para mujeres y hombres. Históricamente, los sesgos de
género se han interpretado como una dualidad complementaria, donde los roles
femeninos y masculinos se consideran interdependientes y necesarios para el
equilibrio social.

No obstante, en las últimas décadas, se ha evidenciado cómo las categorizaciones


cognitivas aparentemente benevolentes hacia las mujeres pueden encubrir formas
sutiles de discriminación. La teoría del sexismo ambivalente destaca la coexistencia
de creencias sexistas hostiles y benevolentes, donde se sobreponen concepciones
negativas (como ser consideradas poco inteligentes o histéricas) con actitudes
aparentemente positivas pero limitantes (como la caballerosidad). A diferencia de
otros prejuicios, el sexismo benevolente es socialmente aceptado, perpetuando una
ideología tradicional que refuerza la desigualdad de género al mantener roles y
expectativas específicas para mujeres y hombres. Esta concepción desvela la
complejidad del sexismo, ya que no solo se manifiesta en formas abiertamente
hostiles, sino también en actitudes aparentemente benevolentes que, sin embargo,
contribuyen a la persistencia de la inequidad de género.

El sexismo benevolente es una forma de prejuicio de género que implica actitudes


positivas y aparentemente amigables hacia las mujeres, pero que, en última
instancia, refuerzan roles y estereotipos de género tradicionales y desiguales. A
diferencia del sexismo hostil, que se manifiesta abiertamente de manera negativa
hacia las mujeres, el sexismo benevolente se presenta de manera más sutil y puede
ser percibido como amable o protector. Este tipo de sexismo puede incluir actitudes
como la idealización de la maternidad, la sobreprotección hacia las mujeres o la
atribución de características positivas y estereotipadas, como la ternura o la
fragilidad, a las mujeres (Etchezahar, 2018).

Susan Fiske y Peter Glick, psicóloga y psicólogo social cuyo trabajo ha sido
fundamental en este campo. En su artículo de 1996, titulado "The Ambivalent
Sexism Inventory: Differentiating Hostile and Benevolent Sexism", introdujeron la
teoría del sexismo ambivalente, destacando la coexistencia de actitudes hostiles y
benevolentes hacia las mujeres. Glick y Fiske (1996 y 2001), plantean que la
persistencia de la ambivalencia de género se evidencia en la polarización con la que
a menudo se clasifica a las mujeres, tanto por parte de los hombres como por ellas
mismas, como “santas o prostitutas”. Ejemplos discursivos como "Se debe ser una
dama en la calle, una reina en la cocina y una prostituta en la cama" ilustran esta
ambivalencia al combinar roles estereotipados de género, como madre, pareja y
prostituta. Al diferenciar a las mujeres en estas categorías, los hombres pueden
sentir que sus actitudes son coherentes, eligiendo un tipo de mujer o relación
basándose en estas categorías. Sin embargo, la percepción de la mujer sigue
siendo intrínsecamente ambivalente (Etchezahar, 2018).

Este fenómeno adquiere una relevancia significativa, ya que tanto hombres como
mujeres tienden a no percibir las manifestaciones benevolentes como formas de
prejuicio. Por el contrario, estas actitudes a menudo son respaldadas y, de alguna
manera, reforzadas por el entorno social, llegando a ser consideradas conductas
prosociales, especialmente en el contexto de elección de pareja heterosexual
(Blaine, 2012). Este fenómeno plantea un desafío fundamental en los estudios
psicológicos del prejuicio, ya que las actitudes benevolentes pueden parecer
inofensivas o incluso beneficiosas superficialmente, pero, en realidad, contribuyen
a la perpetuación de roles y estereotipos de género arraigados. Este giro en la
comprensión del sexismo destaca la necesidad crítica de examinar no sólo las
manifestaciones abiertamente hostiles, sino también las actitudes que, bajo la
apariencia de amabilidad, refuerzan una estructura de desigualdad de género más
sutil pero igualmente perjudicial. La investigación en este ámbito cuestiona las
percepciones comunes y resalta la importancia de abordar estas formas encubiertas
de sexismo para lograr avances genuinos en la equidad de género, es decir las
consecuencias comportamentales.

Componentes del Sexismo Ambivalente

Glick y Fiske (2001) establecen tres componentes que constituyen la teoría del
sexismo ambivalente: el paternalismo, las diferencias complementarias de género y
la heterosexualidad.
El paternalismo se define como el comportamiento que restringe las libertades de
un grupo bajo la premisa de velar por su propio bien. Esta definición presenta una
ambivalencia, ya que implica tanto dominación (paternalismo dominante) como
afecto y protección (paternalismo protector). Glick y Fiske (1996) identificaron el
paternalismo dominante como un conjunto de creencias que justifica el patriarcado
al considerar a las mujeres como no totalmente competentes, legitimando la
necesidad de control masculino. El paternalismo protector coexiste con el
dominante, ya que los hombres dependen de las mujeres en roles como esposa,
madre o amante, justificando la necesidad de amar, apreciar y proteger a las
mujeres. El paternalismo dominante genera estereotipos de superioridad masculina
en rasgos de estatus, dando lugar al sexismo hostil. Este aspecto se agudiza en
relaciones grupales competitivas, como en el trabajo y en parejas heterosexuales,
donde se manifiestan diferencias de poder. Estudios sobre el poder en parejas
heterosexuales indican que el paternalismo dominante es la norma en estas
relaciones (Etchezahar, 2018).

La teoría de la identidad social sugiere que la diferenciación de género se refuerza


socialmente, justificando distinciones de estatus. Similar al paternalismo dominante,
la diferenciación complementaria de género se perpetúa al asociar ciertos roles
y competencias específicas a cada sexo. De este modo, se perciben a los varones
como socialmente competentes para liderar y conducir las instituciones. Esta
diferenciación se manifiesta en roles convencionales en parejas heterosexuales,
donde la dependencia diádica de los hombres hacia las mujeres se define por roles
estereotipados (Etchezahar, 2018). La diferencia complementaria de género
establece la creencia, que sostiene que las mujeres son superiores solo en roles de
menor estatus. Sin embargo, en situaciones estereotipadamente masculinas, esta
diferenciación adquiere una forma hostil, considerando a las mujeres como
inferiores en competencia (Eagly, Wood y Diekman, 2000; Glick y Fiske, 1996).

Las relaciones amorosas heterosexuales son consideradas por ambos géneros


como una fuente principal de felicidad y la forma de vínculo más íntima. Aunque la
motivación sexual de los hombres hacia las mujeres puede estar vinculada a un
deseo auténtico de conexión psicológica, las relaciones románticas también pueden
ser una fuente importante de violencia hacia las mujeres (Unger y Crawford, 1992).
La dependencia de los hombres de las mujeres en estas relaciones crea una
dinámica única, donde el grupo más poderoso depende del subordinado para
establecer vínculos amorosos. Esto puede dar lugar a la percepción de que las
mujeres utilizan las relaciones sexuales como un recurso para manipular a los
hombres, generando malestar y dando lugar a la “hostilidad heterosexual” (Glick y
Fiske, 1996). La creencia de que las mujeres emplean su atractivo sexual para
dominar a los hombres subyace en esta hostilidad heterosexual.

Investigaciones locales sobre el sexismo ambivalente

Etchezahar y Ungaretti (2014) han estudiado el sexismo ambivalente en estudiantes


de colegios secundarios de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Los resultados
de su investigación demuestran que los varones obtienen puntuaciones
significativamente más altas que las mujeres en la dimensión, sexismo hostil. No
obstante, no se encontraron diferencias estadísticamente considerables en sexismo
benevolente, según el género de la población indagada.

De acuerdo con los resultados hallados en estos trabajos, que no se presenten


diferencias estadísticamente significativas entre los sexos en la forma benevolente
del sexismo favorecería la dependencia diádica de la ambivalencia sexista, ya que
la misma se observa como un comportamiento estándar de las parejas
heterosexuales (Fiske et al., 2002). (Etchezahar, 2018, p. 265).

En la mayoría de los estudios revisados por los investigadores, se evidencia de


manera constante una mayor prevalencia de la ideología de roles de género entre
los hombres en comparación con las mujeres (Etchezahar, 2013; Etchezahar y
Ungaretti, 2014). Según su análisis, si se parte de la premisa de que el sexismo se
fundamenta en la preservación del poder y en la afirmación de una identidad
distintiva y positiva por parte de los hombres en relación con las mujeres, se podría
anticipar que los hombres obtengan puntuaciones más elevadas en la escala de
ideología de roles de género en comparación con las mujeres.

Según el Observatorio de Psicología Aplicada en su Informe sobre Prejuicio y


Discriminación (2020), se observan variaciones en los resultados generales en
relación con el género. Cabe destacar que el informe tuvo como objetivo general
relevar a nivel nacional cómo se manifiestan diferentes formas de prejuicio y la
autopercepción de discriminación, así como analizar el rol de diferentes variables
psicosociales como la empatía y el contacto intergrupal en la promoción de actitudes
tolerantes, de respeto y comprensión. Las diferentes formas de prejuicio indagadas
fueron: prejuicio sexista (hostil y benevolente), prejuicio hacia inmigrantes
latinoamericanos, hacia adultos mayores, hacia la homosexualidad, hacia la
obesidad, hacia personas con una discapacidad mental, hacia personas con covid-
19.

En el mismo, aquellas personas que se autopercibieron como masculinos


obtuvieron puntajes significativamente más elevados en todas las manifestaciones
de prejuicio indagadas en comparación con aquellas que se identificaron como
femeninos. La única excepción fue la expresión del prejuicio hacia personas con
discapacidad mental, donde no se encontraron diferencias de género. En relación
al prejuicio sexista, se exploró en sus dos dimensiones: hostil y benevolente. Aquí
se encontró la disparidad más pronunciada entre los puntajes según el género, tanto
en su forma hostil como benevolente. Estas discrepancias han sido observadas en
diversos contextos; por ejemplo, recientes resultados de un informe de las Naciones
Unidas (2020) señalan la prevalencia alarmante del prejuicio sexista en todo el
mundo. Es relevante destacar que este fenómeno no se limita únicamente a
aquellos que se identifican con el género masculino, sino que también se observa
en individuos que se identifican con el género femenino (OPSA, 2020).

La noción de un género "dominante" que busca mantener sus privilegios se


manifiesta, pero es crucial reconocer que esta dinámica no podría perpetuarse sin
la complicidad de aquellos que se identifican con los géneros subyugados. La teoría
del sexismo ambivalente explica aristas de este fenómeno observado, ya que se
trata de un prejuicio encubierto por conductas que son consideradas prosociales en
determinados contextos, cuestión que lo hace más difícil de investigar y visibilizar.

Racismos

El fenómeno del prejuicio racial emerge como una cuestión compleja y preocupante,
demandando atención y esfuerzos sostenidos para su erradicación desde hace
varias décadas. Su presencia se manifiesta tanto a nivel individual como en
contextos institucionales y sociales (Oskamp y Schultz, 2005).

A nivel personal, el prejuicio racial se configura como una predisposición negativa


hacia un individuo, basada en la asignación de pertenencia a un grupo particular.
En este caso, la discriminación se fundamenta en una construcción biológica (la
supuesta raza de pertenencia), que sitúa al individuo prejuicioso en una posición de
superioridad. Desde una perspectiva societal, el racismo se convierte en una forma
de institucionalizar prácticas de dominación arraigadas social y culturalmente,
ejercidas por ciertos grupos sobre otros (Jones, 1997).

En el ámbito psicológico y psicosocial, el racismo opera a través del proceso de


categorización de individuos, asignándoles características asociadas a su grupo de
pertenencia. Este fenómeno se complementa con la identificación del individuo con
su grupo, al cual considera superior a otros grupos con los que se compara. El
estudio del racismo en la psicología social ha pasado por dos momentos distintos.
El primero, iniciado con la publicación de "The nature of prejudice" de Allport en
1954, se centra en la construcción de modelos y teorías del prejuicio que buscan
explicar el racismo clásico (formas típicas de racismo donde la discriminación se
manifiesta en comportamientos directos). El segundo momento, que surge en la
década de los 80 con la emergencia del nuevo racismo, captura la atención de los
psicólogos sociales contemporáneos. Kinder y Sears (1981) y McConahay (1986)
observan un rechazo manifiesto de actitudes y comportamientos asociados al
racismo en la sociedad, traduciéndose en una disminución de expresiones
prejuiciosas y racistas. Sin embargo, estos cambios normativos han dado lugar al
desarrollo de formas más sutiles, encubiertas y simbólicas de expresión del prejuicio
hacia grupos externos (Dovidio & Fazio, 1992; Pettigrew, 1998).

En la actualidad, el consenso general, incluso entre aquellos que podrían ser


considerados racistas, es que defender públicamente ideas anteriormente
naturalizadas sobre la superioridad étnica es socialmente condenable. Esto lleva a
quienes mantienen estas ideas a ocultarlas en público, al menos en su forma más
evidente, para evitar una reprobación social contundente (Tarman y Sears, 2005).

Sin embargo, la disminución del racismo clásico en los últimos 30 años no implica
su desaparición. Se ha evidenciado que el racismo persiste, transformándose en
formas más sutiles y difíciles de detectar debido al surgimiento de nuevas
expresiones encubiertas y simbólicas (Dovidio & Fazio, 1992; Pettigrew, 1998). El
racismo contemporáneo se manifiesta de manera menos violenta y estridente que
en el pasado, adoptando una forma más sutil y subyacente, incluso a veces pasando
desapercibido para la misma persona que lo internaliza.

En este contexto, la Psicología Social identifica formas emergentes de nuevo


racismo que se manifiestan de manera más sofisticada en las interacciones
grupales. Estas nuevas formas han sido denominadas de diversas maneras, como
racismo aversivo (Dovidio & Gaertner, 2000), racismo moderno (McConahay, 1983),
racismo ambivalente (Katz, 1981), ontologización (Roncarati et al., 2009),
infrahumanización (Leyens et al., 2003), y heteroetnización (Vala et al., 2009). Estos
conceptos comparten la característica común de que el nuevo racismo se manifiesta
cuando, en contextos sociales que promueven el antirracismo, se emplean formas
indirectas de atribución de inferioridad a grupos externos (Vala, 2009).

El racismo moderno destaca la naturaleza "ideológica" del prejuicio y su arraigo


temprano en la sociedad, separándolo de la experiencia personal. Se manifiesta a
través de conductas simbólicas que sugieren que ciertos grupos étnicos violan
valores arraigados y ejercen presión ilegítima para alterar el status quo. El racista
moderno cree que la discriminación es cosa del pasado y percibe a las minorías
como presionando excesivamente para ocupar lugares no deseados (McConahay,
1986). A pesar de su aparente adhesión a posturas igualitarias, el individuo racista
moderno puede mantener sentimientos y creencias negativas de manera
inconsciente (Dovidio y Gaertner, 2000).

Estas expresiones indirectas y “frías” (en contraste con las tradicionales que se
suponen más directas) implican una racionalización de las conductas de
discriminación que llevaría a cambiar los tradicionales sentimientos hostiles, tales
como el odio o la ira, por otros como la desconfianza, la inseguridad, el disgusto o
el miedo. A su vez, éstos llevarían a la evitación del contacto (Gaertner & Dovidio,
1986)

A ello puede añadirse que este tipo de racismo puede ser propio de una parte de la
población que sostiene de forma consciente posturas igualitarias y no prejuiciosas,
en las que cree sinceramente, pero de manera inconsciente mantienen también
sentimientos y creencias negativas de tipo racista (Dovidio y Gaertner, 2000), dando
lugar a una contradicción entre creencias conscientes e inconscientes, o entre
creencias y sentimientos.

Como se ha descripto, es característico del racismo moderno mantener la creencia


de que en la sociedad actual se ha eliminado ya todo tipo de discriminación,
mientras se mantienen de manera injustificada medidas que se posicionan de
manera favorable a las minorías (en este caso identificadas por su origen étnico)
(Pascale, 2010). Esta situación es percibida como injusta por parte de quien es
racista moderno , ante la percepción de que estas minorías gozan de una situación
de privilegio, y estarían abusando del sistema social, y de sus ventajas, valiéndose
de una injustificada discriminación. Este sentimiento de injusticia, se compatibiliza
en este caso, con creencias conscientes igualitarias, y sería experimentado por
estas personas como un sentimiento justo (y en ningún caso discriminatorio), puesto
que se basa en hechos racionalizados como objetivos y justos

En el ámbito de las investigaciones en Psicología Social, el racismo aversivo ha


captado considerable atención. Se puede resumir como la adhesión a los principios
igualitarios para todas las razas, a pesar de demostrar una aversión personal hacia
las minorías (Gaertner & Dovidio, 1986). Esta aversión se manifiesta a través de
sentimientos de evitación, como el miedo, la ansiedad y la incomodidad, hacia el
otro.

Aquellos que practican este tipo de racismo sienten rechazo a ser percibidos como
racistas por los demás (o incluso por sí mismos), siguiendo las normativas y
convenciones sociales al respecto. Por lo tanto, la tendencia prejuiciosa solo se
revelaría en situaciones donde las normas sociales no sean lo suficientemente
sólidas y no destaquen el carácter racista de su actitud.

Como ha sido demostrado experimentalmente (Dovidio, 2001), una característica


clave de este tipo de racismo es que el individuo racista aversivo discrimina cuando
puede atribuir su conducta a cuestiones relacionadas con el grupo étnico de la
persona que sufre el prejuicio. Esta forma de racismo resulta especialmente
perjudicial dada la complejidad y el encubrimiento de su lógica: por un lado, el
racista aversivo simpatiza con la víctima del prejuicio debido al trato injusto que ha
recibido en el pasado y respalda políticas contra el racismo; por otro lado, mantiene
sentimientos y creencias negativas sobre los miembros de otras etnias.

Se ha observado que este tipo de racismo está presente en muchas personas


blancas liberales que sinceramente creen no ser prejuiciosas. Dovidio et al. (1997)
encontraron que las formas de racismo moderno están mayormente relacionadas
con una perspectiva política conservadora, mientras que el racismo aversivo está
más presente entre liberales políticos.

Los racistas aversivos creen estar haciendo siempre lo correcto en relación con este
tema (y, por lo tanto, no tienen razones ni motivación para cambiar). Reconocen
que el racismo aún existe, pero no son conscientes de formar parte de él. Es fácil
de ocultar cuando coincide con otra posible razón objetiva para justificar la decisión
prejuiciosa (esta razón objetiva sirve de excusa para el comportamiento negativo,
negando el racismo).

Otra de las nuevas formas en las que se expresa el prejuicio racial es el racismo
ambivalente. Este se manifiesta de manera similar al moderno, pero aquí surge un
conflicto emocional entre sentimientos negativos y positivos hacia determinados
grupos raciales (Katz, 1981). Este conflicto emocional surge debido a la tensión
entre dos valores morales: el reconocimiento de la igualdad democrática y el
individualismo. Las personas tienden a oscilar entre estos dos extremos y muestran
hacia otra etnia una exagerada simpatía o una incomodidad.

Para finalizar se pueden mencionar tres conceptos que también han sido
catalogados como nuevas formas de racismo; Infrahumanización, Ontologización
y Heteroetnización. El concepto de infrahumanización fue acuñado por Leyens et
al. (2003) para describir una nueva forma de racismo. En estos casos, las personas
tienden a manifestar este tipo de racismo al atribuir una mayor esencia humana al
grupo de pertenencia que a grupos externos. En este contexto, el endogrupo se
atribuye a sí mismo la esencia humana, mientras considera al exogrupo menos
humano. Leyens et al. (2000) encontraron que la esencia humana se puede
concentrar en tres características: inteligencia, lenguaje y emociones humanas. Por
lo tanto, un grupo categorizado como Infrahumano lo sería si se le atribuye la
ausencia de alguna de estas tres categorías.

La teoría general de la infrahumanización sugiere que las personas tienen una


tendencia a atribuir más humanidad a su propio grupo que al exogrupo.
Específicamente, la infrahumanización implica reservar "la esencia humana" para el
endogrupo y atribuir menos humanidad a los exogrupos.

Otra forma identificada de racismo en este siglo es la ontologización. Este


concepto se aplica al racismo como una manera de menospreciar al exogrupo, al
separar a ciertos grupos humanos de su propia especie y anclarlos en la naturaleza
animal (Roncarati et al., 2009). La idea subyacente a esta forma de racismo es
considerar la diferencia entre grupos humanos no sólo en términos culturales, sino
también naturales.

Finalmente, Vala et al. (2009) desarrollaron el concepto de heteroetnización para


describir una nueva forma de racismo que se caracteriza por la atribución de
marcadas diferencias culturales al exogrupo. Así, mientras que la heteroetnización
representa la exagerada atribución de diferencias culturales al exogrupo, la
ontologización atribuye más rasgos naturales que culturales al exogrupo, y la
infrahumanización niega la capacidad del exogrupo de expresar emociones
secundarias.

Prejuicio e inmigración

La compleja problemática de la integración entre grupos culturalmente diversos


constituye uno de los desafíos más significativos en las sociedades
contemporáneas. A nivel global, a pesar de los esfuerzos gubernamentales y
educativos para atenuar estas tensiones, ninguna estrategia ha demostrado ser
universalmente efectiva. Según Licata et al. (2011), el prejuicio encuentra su origen
en una dinámica donde un grupo mayoritario no otorga reconocimiento social a una
minoría, negándole el acceso a la esfera pública. Aunque los derechos formales de
ciudadanos/as extranjeros/as avancen, mientras persistan emociones y
estereotipos negativos, la integración seguirá siendo un ideal distante.

Ejemplificando lo mencionado, diversas investigaciones han establecido una


conexión entre la percepción desfavorable de la situación económica y el prejuicio
hacia inmigrantes (Cosby et al., 2013). Domenech y Magliano (2008) indican que en
épocas de crisis económica, los grupos inmigrantes tienden a ser percibidos como
"inadmisibles" y chivos expiatorios de los males sociales.

Las actitudes hacia los inmigrantes en las sociedades receptoras son cruciales, ya
que impactan en el respaldo a políticas de inmigración, el trato y la aceptación de
los inmigrantes, sus resultados de vida y la armonía o conflictividad dentro de la
nación. Por ende, el prejuicio y la discriminación hacia los inmigrantes emergen
como determinantes clave para el futuro económico, sociocultural y cívico-político
de las sociedades receptoras y los individuos que buscan integrarse en ellas (Goldin
et al., 2011).

El prejuicio étnico, en este contexto, se aprovecha de particularidades de las


minorías, atribuyéndoles connotaciones negativas y legitimando prácticas
discriminatorias. Además, factores contextuales, como corrientes migratorias
destacadas, marcos legislativos, crisis económicas y discursos hegemónicos,
contribuyen a exacerbar estas manifestaciones. A pesar de avances en marcos
legales inclusivos, la verdadera integración requiere erradicar conductas y
representaciones discriminatorias arraigadas en la sociedad argentina (INADI,
2016; Muller et al., 2017). El estudio del prejuicio étnico, ante su evolución hacia
formas más implícitas, demanda perspectivas y abordajes metodológicos
específicos (Pettigrew & Meertens, 1995).

En este contexto, Argentina, históricamente receptora de inmigrantes, presenta


desafíos de segregación hacia estos grupos, según datos del Observatorio de
Psicología Social Aplicada (2020) muestran que los inmigrantes, particularmente los
de países limítrofes, se constituyen como uno de los principales grupos que resultan
discriminados. Estas actitudes no solo afectan a los inmigrantes, sino que también
influyen en las relaciones intergrupales, impactando en la integración social y
cultural, así como en la identificación y el sentido de pertenencia (Christ et al.,
2013)..

Los estereotipos arraigados hacia personas de origen extranjero constituyen un


desafío persistente, dificultando su combate. La percepción de la inmigración como
problemática obstaculiza la convivencia y la integración social. Cuestiones como el
impacto en el mercado laboral, la inseguridad, el rechazo cultural y la violencia de
género son percibidas como amenazas al bienestar de las sociedades receptoras,
promoviendo la estigmatización de colectivos de origen extranjero.

Particularmente, el prejuicio hacia inmigrantes latinoamericanos abarca desde el


rechazo hasta formas sutiles como la exageración de las diferencias culturales
(INADI, 2014; Pettigrew & Meertens, 1995). En este complejo escenario, abordar
estas problemáticas demanda un enfoque integral y la continuidad de esfuerzos
para promover una integración auténtica y equitativa en nuestras sociedades.

III. Estrategias de Reducción del Prejuicio


La reducción del prejuicio emerge como un desafío fundamental en la construcción
de sociedades más justas y tolerantes. La complejidad de esta tarea se manifiesta
en la interacción de variables a nivel macro, como aspectos económicos, políticos,
históricos y sociales, y micro, que incluyen características individuales, familiares y
del entorno en el que se desarrolla el sujeto. Las investigaciones en este campo
señalan dos enfoques principales: la reducción del prejuicio mediante cambios en
las actitudes individuales y la acción colectiva que busca visibilizar desigualdades y
promover activismo para mejorar la posición de grupos desfavorecidos.

La investigación sobre relaciones intergrupales se ha enfocado en mecanismos


psicosociales subyacentes a fenómenos conflictivos entre miembros de distintas
categorías sociales. La "hipótesis del contacto", formulada por Allport en 1954,
planteó la idea de que la interacción entre individuos pertenecientes a diferentes
grupos podría disminuir los prejuicios y la discriminación entre ellos. No obstante, el
autor reconoció que para que el contacto intergrupal genere percepciones más
favorables de otros grupos, debe poseer ciertas cualidades específicas. En
particular, los grupos involucrados deben colaborar de manera cooperativa,
perseguir metas comunes, mantener un estatus igualitario durante la interacción y
contar con respaldo institucional, como el respaldo de escuelas y lugares de trabajo
para el contacto entre distintos grupos sociales.

El contacto directo, especialmente a través de amistades entre miembros de


diferentes grupos, se revela como una forma efectiva de reducir prejuicios y
promover la tolerancia y el respeto. Además, el contacto indirecto, incluyendo
formas como el contacto extendido, vicario, imaginado, virtual y parasocial, ha
demostrado ser eficaz en mejorar actitudes intergrupales.

Investigaciones subsiguientes al trabajo de Allport, realizadas a partir de la segunda


mitad del siglo XX, continuaron examinando este fenómeno en diversos contextos,
abarcando distintos grupos étnicos, religiosos, nacionales y otras categorías
sociales. De hecho, un metaanálisis que engloba más de 50 años y abarca 500
estudios sobre el contacto intergrupal reveló un efecto positivo consistente en la
reducción de diversas manifestaciones del prejuicio (Pettigrew y Tropp, 2006). Este
mismo estudio resaltó que las condiciones ideales propuestas por Allport no son
esenciales para la eficacia del contacto, sino que desempeñan un papel facilitador.
Además, se dispone de evidencia que indica que el contacto puede mejorar las
actitudes no solo hacia el grupo con el que se ha interactuado, sino también hacia
otros grupos no involucrados, un fenómeno conocido como "efecto secundario de
transferencia" (Pettigrew, 2009).

De este modo, la teoría del contacto busca la generalización de efectos positivos


más allá de la situación específica de intervención. Estudios indican que los
programas de contacto pueden mejorar actitudes hacia participantes directos, todo
el grupo externo, miembros del exogrupo en otras situaciones e incluso hacia otros
grupos no involucrados inicialmente. En tal sentido los estudios incluidos en el
metaanálisis de Pettigrew y Tropp (2006) y en el de Lemmer y Wagner (2015)
indican que los programas de contacto mejoran las actitudes no solo hacia los
participantes directos, sino también hacia el grupo externo en cuestión, los
miembros del exogrupo en otras situaciones e incluso hacia otros grupos externos
no vinculados inicialmente al contacto. Este último fenómeno, denominado por
Pettigrew (2009) como "transferencia de efectos secundarios del contacto", implica
que las actitudes adquiridas hacia un grupo externo principal durante la experiencia
de contacto se trasladan hacia otro grupo externo secundario no involucrado
inicialmente. A su vez estudios longitudinales han demostrado que estos efectos de
transferencia pueden mantenerse estables en el tiempo (Lemmer y Wagner, 2015),
están mediados por la generalización de actitudes y no pueden explicarse mediante
una respuesta de deseabilidad social (Hewstone y Swart, 2011). A la vez que esta
transferencia se observa tanto en el contacto directo como en el indirecto, y se ha
evidenciado en estudios longitudinales como un fenómeno estable en el tiempo.

En referencia a la comparación de la eficacia entre las intervenciones de contacto


directo e indirecto, algunos autores sostienen que ambas son igualmente efectivas
para reducir el prejuicio. Por otro lado, hay quienes señalan que el contacto
indirecto, aunque eficaz, puede tener efectos menos duraderos e intensos que el
contacto directo (Árnadóttir et al. 2018).
Factores Asociados a la Reducción del Prejuicio

Después de años de investigaciones centradas en la reducción del prejuicio a través


del contacto, se han explorado factores y procesos que intervienen en estos efectos.
Estos estudios buscan comprender las dinámicas subyacentes que contribuyen al
éxito del contacto en la mejora de actitudes intergrupales.

Los procesos afectivos emergen como mediadores preponderantes en la relación


entre el contacto intergrupal y el prejuicio, según hallazgos recientes. Aunque el
contacto puede desmentir estereotipos negativos sobre el grupo externo, se
evidencia que los procesos cognitivos tienen una participación limitada (Seger et al.,
2017).

La investigación sobre mediadores emocionales se ha centrado en gran medida en


la ansiedad intergrupal, confirmándose su papel como mediador en la relación entre
el contacto y el prejuicio (Pettigrew y Tropp, 2006). Un meta-análisis de estos
autores sugiere que minimizar los efectos negativos del prejuicio, como la ansiedad
intergrupal, y fomentar procesos afectivos positivos, como la empatía y la toma de
perspectiva, son estrategias efectivas para mejorar las actitudes intergrupales
mediante el contacto.

En 2017, Seger y colaboradores realizaron dos estudios exploratorios sobre seis


emociones (ansiedad, envidia, repugnancia, ira, simpatía y admiración) como
posibles mediadores en la relación entre contacto y prejuicio. Hallaron que la
admiración, la rabia y la repugnancia, previas a la ansiedad, son predictores
dominantes del prejuicio. Estos hallazgos se aplicaron tanto a interacciones entre
negros y blancos como entre homosexuales y heterosexuales. En el primer caso, la
admiración y la rabia fueron los mediadores principales, mientras que en el segundo,
la admiración y la repugnancia desempeñaron un papel crucial. En situaciones
donde la diferencia racial era el foco, el contacto no fue un predictor significativo de
actitudes, indicando una mediación total por emociones (Seger et al., 2017).
Las emociones negativas identificadas como mediadores principales incluyen la
ansiedad, relacionada con la evitación del grupo externo al generar malestar o
peligro; la ira, surgida ante la percepción de amenazas a recursos económicos y
asociada con acciones hostiles colectivas; y la repugnancia, vinculada a amenazas
a la salud o moralidad del grupo externo. La ira, siendo la emoción que impulsa
acciones hostiles, destaca como un componente crucial en la comprensión del
contacto intergrupal.

Estudios adicionales de Seger y colaboradores indican que un mayor contacto


intergrupal se asocia con un aumento en emociones positivas como la admiración y
simpatía, y una reducción en la sensación de amenaza y rabia hacia el grupo
externo. Estas emociones positivas tienden a disminuir el prejuicio, siendo la
admiración la que ejerce mayor influencia al generar actitudes positivas y acciones
de apoyo hacia el grupo en cuestión. La admiración, en comparación con el
desprecio, lástima y simpatía, se destaca por influir significativamente en el
comportamiento, ya que hacia el grupo dominante suscita deferencia, mientras que
hacia los grupos oprimidos promueve el apoyo y acciones para cambiar las
jerarquías sociales.

La influencia del contexto en la reducción del prejuicio ha sido objeto de atención en


estudios recientes, los cuales han ampliado la perspectiva del contacto extendido
más allá del nivel micro-individual para considerar el impacto del entorno social en
el desarrollo de los sujetos, abarcando regiones, distritos, vecindarios y lugares de
trabajo. Se ha observado que en regiones donde el contacto intergrupal es común,
tienden a existir niveles menores de prejuicio.

El efecto contextual del contacto sobre el prejuicio se refiere a la diferencia entre el


efecto del contacto intergrupal en contextos sociales, denominado efecto inter-nivel,
y el efecto del contacto a nivel individual dentro de estos entornos, conocido como
efecto intra-nivel. En otras palabras, un efecto contextual positivo del contacto indica
que el prejuicio disminuye en aquellos lugares donde se experimentan relaciones
intergrupales positivas. Esta reducción se manifiesta independientemente de si el
propio sujeto experimenta el contacto, conoce o no a quienes lo experimentan. Por
lo tanto, una persona con el mismo nivel de contacto intergrupal que otra, pero que
se desarrolla en un contexto de mayor diversidad, exhibirá menos prejuicio que
aquel que reside en una zona caracterizada por mayor segregación (Pettigrew y
Hewstone, 2017).

El impacto del estatus social en la reducción del prejuicio ha sido objeto de


consideración en la investigación, destacando que la mayor parte de los estudios
sobre contacto se han centrado en grupos de mayor estatus (Lemmer y Wagner,
2015). En los casos en los que se ha examinado a minorías, se ha observado que
los efectos del contacto en la reducción del prejuicio explícito, aunque significativos,
son menos pronunciados en los grupos de menor estatus en comparación con los
grupos dominantes. Este hallazgo sugiere que las interacciones intergrupales son
percibidas de manera diferente por los distintos grupos ( Lemmer y Wagner, 2015;
Pettigrew y Tropp, 2006).

Una posible explicación radica en la predisposición de los miembros del grupo


minoritario a anticipar actitudes discriminatorias y prejuicios por parte de los grupos
dominantes (Lemmer y Wagner, 2015), lo que los lleva a ser más cautelosos en sus
interacciones con personas de mayor poder (Henry y Hardin, 2006). Tropp (2007)
informó que el contacto no reduce el prejuicio cuando los miembros de un grupo en
desventaja perciben discriminación hacia su grupo.

Hallazgos de Henry y Hardin (2006) revelaron que el contacto intergrupal positivo


reduce el prejuicio implícito únicamente en los grupos de menor estatus que
muestran deferencia y respeto hacia el grupo dominante. Curiosamente, incluso en
relaciones intergrupales cercanas, como las románticas o de amistad, los miembros
de mayor estatus mostraron el mismo nivel de prejuicio implícito que aquellos con
menos contacto con personas del grupo minoritario. Este descubrimiento resalta la
complejidad de las dinámicas intergrupales y subraya la importancia de considerar
el estatus social en la evaluación de los efectos del contacto en la reducción del
prejuicio.

Por último investigaciones de Lemmer y Wagner (2015) señalan que en contextos


caracterizados por conflictos prolongados, históricamente marcados por actos
significativos de violencia grupal, hostilidades mutuas y desigualdades
estructurales, las intervenciones que introducen contacto estructurado entre
miembros de diferentes grupos étnicos suelen demostrar efectos beneficiosos en la
reducción del prejuicio. En este sentido, los estudios sugieren que la
implementación de intervenciones de contacto es aconsejable incluso en contextos
que no cumplen con las condiciones óptimas propuestas por Allport.

IV. Reflexiones finales

El estudio de las nuevas formas de expresión del prejuicio, revela la complejidad y


persistencia de estos fenómenos en la sociedad contemporánea. El prejuicio ha
evolucionado a lo largo de cuatro momentos, destacando la importancia actual de
considerar aspectos cognitivos y emocionales. Las expresiones contemporáneas
del prejuicio han transitado hacia formas más sutiles debido a la evolución de
normas sociales, persisten en manifestaciones encubiertas, subrayando la
necesidad de examinar críticamente actitudes y comportamientos en busca de
prejuicios latentes.

La comprensión de cómo el prejuicio se manifiesta de manera encubierta y sutil,


especialmente en el ámbito del sexismo y el racismo, es esencial para diseñar
estrategias efectivas de reducción del prejuicio. La teoría del sexismo ambivalente
destaca la coexistencia de actitudes benevolentes y hostiles hacia las mujeres,
mientras que los nuevos racismos evidencian formas sutiles de discriminación en
un contexto social que busca la igualdad.

La relevancia de la Psicología Social en este ámbito es innegable. Su capacidad


para analizar las dinámicas intergrupales, comprender las bases cognitivas y
emocionales del prejuicio, y proponer intervenciones adaptadas a las realidades
cambiantes de la sociedad, la posiciona como una disciplina crucial para abordar
estos desafíos. Dicha área de la psicología no solo brinda herramientas teóricas
para comprender la complejidad del prejuicio, sino que también aporta estrategias
prácticas para su reducción, fomentando así sociedades más justas e igualitarias.
En última instancia, la investigación y la intervención en Psicología Social son
fundamentales para desentrañar y abordar las nuevas expresiones de prejuicio en
la contemporaneidad.

En este contexto, las estrategias de reducción del prejuicio, como la hipótesis del
contacto intergrupal, emergen como herramientas fundamentales. Facilitar
interacciones positivas entre grupos sociales diversos puede contribuir a cambiar
actitudes y promover la comprensión mutua. Sin embargo, es fundamental
reconocer que estas estrategias deben adaptarse a las características específicas
de las nuevas manifestaciones de prejuicio.

Además, se señala la importancia de la investigación local en la temática del


prejuicio y la discriminación. Al centrarse en contextos específicos, se pueden
identificar patrones únicos de expresión del prejuicio y comprender las dinámicas
intergrupales locales. La investigación local no solo enriquece la comprensión global
del fenómeno, sino que también proporciona información vital para diseñar
intervenciones culturalmente sensibles y contextualmente adecuadas. En este
sentido, la conexión entre la investigación y la intervención en el ámbito local
potencia la eficacia de los esfuerzos para reducir el prejuicio y promover sociedades
más justas e inclusivas.

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Pragmática de la comunicación humana
en el siglo XXI.

Dr.Martin Wainstein.
Dra. Valeria Wittner.
Esp.Gregorio Traverso.

Algunas consideraciones generales para tener en cuenta sobre la


Teoría de la Comunicación Humana.

La Teoría de la Comunicación Humana, también llamada Pragmática de la


Comunicación Humana, se ocupa de cómo los hablantes utilizan el lenguaje para
comunicarse entre sí. A diferencia de la semántica, que se centra en el significado
literal de las palabras, y de la sintáctica, que se dirige a la organización formal y
gramatical del lenguaje; la pragmática considera el significado en su contexto
comunicativo. Esto incluye el tono de voz, gestos, expresiones faciales y el
conocimiento compartido entre los hablantes. En resumen, la pragmática estudia
el lenguaje en uso y sus efectos en la interacción humana.
Un ejemplo concreto de la pragmática sería cómo interpretamos una afirmación
como “Hace calor aquí”. Dependiendo del contexto (si estamos en un día soleado o
en una sala con calefacción), el significado real puede variar. La pragmática nos
ayuda a comprender más allá de las palabras y considerar el contexto completo
para una comunicación efectiva.
La teoría de la comunicación humana de Paul Watzlawick fue y es una contribución
fundamental en el campo de la comunicación interpersonal y de la pragmática.
Watzlawick, junto con otros teóricos como Janet Beavin y Donald Jackson del
Mental Research Institute de Palo Alto, sistematizando ideas del antropólogo ingles
Gregory Bateson desarrolló esta teoría que nos ayuda a comprender cómo nos
comunicamos y cómo podemos mejorar nuestra habilidad para transmitir mensajes
de manera efectiva.
¿Quien fue Paul Watzlawick?
Paul Watzlawick (1921, Austria: 2007, Palo A lto, California, EEUU), psicólogo,
filósofo y teórico. Estudió filosofía y lenguas modernas en la Universidad de
Venecia y realizó prácticas de psicoterapia en el Carl Jung-Institut de Zurich, en
Suiza. Doctor “honoris causa” por las Universidades de Lieja, Burdeos y Buenos
Aires.
Fue un autor de referencia en el ámbito de la terapia familiar, la terapia sistémica y
en general de la Psicoterapia. Fue profesor en el Mental Reserach Institute de Palo
Alto (California), también en la Universidad de Stanford.

Los siguientes son algunos aspectos clave de la Teoría de la Comunicación de Paul


Watzlawick:
Los principales de ellos son los ya célebres Axiomas de la Comunicación:
Es imposible no comunicarse: Toda conducta es comunicación.
Este axioma supone que cualquier cosa que haga una persona, ya sea hablar o
moverse, comunica algo y, como las personas siempre están haciendo algo,
siempre están comunicando algo. De hecho superpone la noción de comunicación
sobre la noción de conducta, atribuyendo a la comunicación y la conducta
propiedades idénticas.
La comunicación (como la conducta) no siempre es verbal; por ejemplo, puede
haber una comunicación que se establece por el lenguaje corporal, gestos o
expresiones faciales. Supongamos que una persona le pregunta algo a otra
persona en la calle, y esta última se da vuelta sin responder. En ese caso, la
segunda persona se está comunicando: está transmitiendo que no quiere hablar
con la primera persona. Aunque no haya pronunciado una palabra, su conducta
(girarse y no hablar) comunica un mensaje del tipo “no quiero contestar”. Todo lo
que hacemos o dejamos de hacer siempre comunica algo. Toda conducta, no solo
el habla, es una forma de comunicación.
Contenido y Relación: Toda comunicación tiene un aspecto de contenido (el
mensaje literal) y un aspecto relacional (cómo afecta la relación entre los
comunicadores).
Este axioma señala que toda comunicación tiene dos dimensiones, la del
contenido, que se refiere al mensaje literal, es decir, las palabras y su significado
directo. Es lo que se dice explícitamente en la comunicación. Y la de la relación:
Esta dimensión se refiere a cómo se afecta, o califica, la relación entre los
comunicadores. Va más allá del contenido y considera el contexto, la historia
compartida y las emociones subyacentes. La relación se construye en el tiempo a
través de la comunicación y puede influir en cómo se interpreta el contenido.
Se puede ilustrar con el siguiente ejemplo: Supongamos que dos amigos, Juan y
María, están organizando juntos un viaje. María le dice a Juan: “No puedo ir de
viaje este fin de semana porque estoy ocupada”. El contenido de este mensaje es
claro: María no puede asistir al viaje debido a sus compromisos. Sin embargo, la
relación entre María y Juan también influye en la interpretación del contenido del
mensaje. Si María y Juan tienen una relación cercana y confiable, Juan podría
entender que María está siendo sincera y tiene una razón válida para no ir. Pero si
su relación es tensa o hay desconfianza, Juan podría pensar que María está
evitando el viaje por otras razones.
El contenido es lo que se dice, mientras que la relación afecta cómo se percibe y
se interpreta ese contenido en el contexto de la comunicación entre las personas.

Dependencia de la Puntuación: Las características que toma una relación


depende de cómo se puntúan las secuencias de comunicación entre los
interlocutores.
En la teoría de la comunicación la Dependencia de la Puntuación es un concepto
crucial que nos ayuda a comprender cómo interpretamos las interacciones
comunicativas. Veamos qué significa: se refiere a cómo estructuramos y
organizamos las secuencias de comunicación entre nosotros y nuestros
interlocutores.
La naturaleza de una relación se ve afectada por cómo dividimos y marcamos
estas secuencias de intercambio verbal y no verbal. Veamos un ejemplo:
imaginemos una discusión entre dos amigos, Marta y Juan. Marta le dice a Juan:
“Siempre llegas tarde a nuestras reuniones”. Aquí, Marta está marcando la
secuencia de eventos como si Juan fuera el responsable de la tardanza.
Sin embargo, Juan podría responder: “Llego tarde porque siempre estás ocupada
cuando intento llamarte”. Aquí, Juan está puntuando la secuencia de manera
diferente, atribuyendo la tardanza a la ocupación de Marta.
La puntuación de estas secuencias afecta cómo percibimos la relación entre Marta
y Juan. Dependiendo de quién inicie la puntuación, la dinámica relacional puede
variar significativamente.
En resumen, la dependencia de la puntuación nos recuerda que nuestra
interpretación de las interacciones comunicativas está influenciada por cómo
dividimos y organizamos los eventos en una conversación.

Los axiomas y la perspectiva interaccional


Estos axiomas incluyen la posibilidad de que entre las dimensiones que los
componen se produzcan durante la comunicación situaciones confusas,
malentendidos, incertidumbres, etc. A partir de estas posibilidades surgió la idea
de un Enfoque Interaccional de las relaciones humanas: en psicología es una
perspectiva que considera a los seres humanos como sistemas complejos (del tipo
todo tiene que ver con todo) íntimamente conectados con su contexto.
Entrando en más detalles al respecto, observando los fenómenos del entorno, es
evidente que ciertas leyes naturales rigen nuestro mundo, como la gravedad o el
intercambio de calor. Pero cuando las interacciones incluyen la participación del
lenguaje la complejidad cambia. La interacción con entornos naturales se sostiene
en eventos bastante estables, predecibles y sustentables en el tiempo. Las
conductas humanas suelen ser poco estables, poco predecibles y muy cambiantes
en el tiempo.
El sistema ser humano/entorno se ve como un sistema biológico complejo que
intercambia materia, energía e información con su entorno.
Dentro de este super-sistema, ocurre otro sistema, una red de innumerables
interacciones entre personas, otros seres vivos, objetos y ecosistemas. Cuando el
ser humano participa de estos sistemas se incluye a través del pensamiento y el
lenguaje humanos, una herramienta de comunicación exclusiva de la especie que
agrega una complejidad mayor a todos los intercambios. De hecho el lenguaje
humano en la forma exteriorizada de la comunicación verbal o la interiorizada del
pensamiento constituye la herramienta fundamental de construcción de la cultura
humana.

¿Qué pasa cuando la comunicación genera contradicciones lógicas?


Gregory Bateson un influyente antropólogo inglés, realizó importantes
contribuciones en diversos campos, como la lingüística, la epistemología y las
ciencias cibernéticas. Su enfoque en la “teoría de sistemas” y sus investigaciones
fueron fundamentales para el moderno desarrollo de las terapias familiares y
sistémicas.
Una de las teorías más destacadas de Bateson es la del doble vínculo. Esta teoría
se enmarca en el modelo sistémico y se centra en la interrelación y la
interdependencia entre los miembros de un sistema, como podría ser el caso de
una familia. Aunque inicialmente se propuso para explicar las causas psicológicas
de la esquizofrenia, su influencia trascendió este contexto específico.

¿Quién fue Gregory Bateson?


(Cambridge, 1904-San Francisco, 1980) Antropólogo estadounidense de origen
británico. Especialista en antropología social (realizó trabajos de campo en Nueva
Guinea y en Bali) y en cibernética (aplicó a la psiquiatría los principios de la teoría
de la comunicación). Es autor, entre otras obras, de Communication (1950) y Mind
and nature. A necessary unity (1979).

¿Qué es el doble vínculo?


- Los dobles vínculos son dilemas comunicativos que surgen cuando una persona
recibe mensajes contradictorios.
- En estas situaciones, el receptor se encuentra en una posición imposible: debe
cumplir una petición u orden sin desobedecer otra.
- Los mensajes suelen estar codificados en niveles de abstracción distintos (el
verbal y el corporal), creando una incongruencia entre el nivel de contenido y el de
relación.

Un ejemplo típico:
- Una madre dice a su hijo: "Te quiero", pero su lenguaje corporal transmite
rechazo.
- Aquí, se transmiten dos peticiones simultáneas: amar y rechazar al mismo tiempo,
generando una paradoja.

Bateson sugirió que muchas personas en posiciones de autoridad utilizan los


dobles vínculos como herramienta de control. Si se dan de forma continua, pueden
causar angustia y afectar la percepción de la realidad en la persona subordinada.
El doble vínculo es un fenómeno en la comunicación que surge cuando una
persona recibe dos o más mensajes contradictorios. Estos mensajes pueden ser
verbales o no verbales, y crean una situación confusa para el receptor.
En resumen, la teoría del doble vínculo de Gregory Bateson nos invita a considerar
cómo los mensajes contradictorios afectan emocionalmente a las personas y su
relación con la comunicación con otras personas y la psicología de su propia
mente.
Veamos algunos ejemplos de situaciones de doble vínculo:
1. En una relación de pareja:
- Paula le dice a José: "Te quiero mucho", pero su lenguaje corporal y sus
acciones demuestran lo contrario. Por ejemplo, evita el contacto físico o se muestra
distante.
- José se encuentra atrapado entre el mensaje verbal y las señales no verbales
contradictorias de Paula.
2. En el ámbito laboral:
- Un jefe le dice a un empleado: "Necesitamos que seas más proactivo y tomes la
iniciativa". Sin embargo, cada vez que el empleado propone ideas o acciones, el
jefe las rechaza o ignora.
- El empleado se enfrenta a un doble vínculo: se le pide ser proactivo, pero sus
acciones son desestimadas.
3. En relaciones familiares: - Una madre dice a su hijo adolescente: "Siempre
puedes contar conmigo para lo que necesites". Sin embargo, cuando el hijo busca
apoyo o ayuda, la madre está ocupada o no muestra interés.
- El hijo se siente atrapado entre el mensaje verbal de apoyo y la falta de
respaldo real.
Un ejemplo histórico dio lugar a una película (https://www.imdb.com/title/
tt0065528/) en su momento muy impactante. Durante la segunda Guerra Mundial,
en las batallas aéreas del Oceano Pacifico, en el frente contra Japón, los pilotos
estadounidenses eran derribados en forma significativa, salir al combate tenia una
baja probabilidad de regresar vivo. Muchos de ellos para evitar seguir combatiendo
fingían estar mentalmente alterados (“locos”).
Cuando intentaban recurrir a ese argumento para quedar en retaguardia, se
encontraban con un artículo del código de la aviación militar que enunciaba más o
menos que “en determinadas condiciones de combate aéreo desfavorable estar
alterado mentalmente era no solo una reacción esperable, sino probablemente la
única condición que permitía despegar hacia el combate”.
En resumen, el doble vínculo crea una tensión emocional al recibir mensajes
contradictorios, lo que puede afectar la confianza y la comprensión en las
relaciones.

La comunicación en el Siglo XXI


“El ´virus´ del lenguaje encontró un caldo
de cultivo perfecto en las redes sociales”

El surgimiento de las redes sociales, a partir del desarrollo tecnológico de internet y


la telefonía celular ha abierto un nuevo camino para facilitar las necesidades diarias
de información y comunicación. Conforme la tecnología crece y amplía la variedad
de comunicaciones, las redes sociales se han convertido en una herramienta vital
para la interacción social diaria. Crea no solo la oportunidad para que la gente
interactúe con los demás en una forma que es tanto útil como esencial para motivar
socialmente a las personas, sino que además convierte a cada persona individual
en un agente de influencia social, cuyo efecto en la sociedad apenas aún está
siendo captado e investigado. El nuevo estilo de comunicación rápido, lejos del
“cara a cara” que ha cautivado a las nuevas generaciones ha cambiado nuestras
conversaciones a situaciones “a través de la pantalla”. La comunicación con la
“red” comenzó a reemplazar la comunicación interpersonal de la
cotidianeidad presencial. Este tipo de comunicación a ampliado las
potencialidades, pero también los riesgos y patologías que lo escrito más
arriba sobre comunicación interpersonal describe.
Conductas cotidianas como la compra de bienes de consumo inmediato, de
inmuebles, contratación de alquileres, consultas médicas, tratamientos
psicológicos, búsquedas de amigos, parejas ocasionales o estables, la misma
socialización infantil y la crianza: todo lo que se va agregando día a día a la
pantalla, constituye un universo de comunicación virtual que prácticamente elimina
la necesidad de la presencialidad.
Las redes sociales son una colección de canales de comunicación en línea que
aportan interacción, compartir contenido y colaboración social dentro de una
comunidad. A través de algunos de los sitios de comunicación más populares como
Facebook, Twitter (X), e Instagram, las personas pueden compartir recuerdos,
reconectarse con amigos, planificar eventos y comunicarse de forma prácticamente
instantánea, así como relacionarse con marcas, productos y servicios. También
sienten que tienen una cierta cuota de poder personal, que la comunicación de
medios antigua, unidireccional desde el medio al público, retaceaba.

Las empresas han encontrado en los medios sociales la ventana ideal para
comunicarse con los consumidores y promocionar sus marcas, productos y
servicios. A través de ellas permiten que los consumidores den su opinión lo cual
promueve la participación de las personas. Hoy más que nunca, la gente está más
amplia y velozmente informada. Antes de tomar una decisión de compra, la gente
compara marcas, consulta las experiencias y comentarios de otras personas sobre
el producto o servicio de su interés y se informa sobre el funcionamiento de aquello
que desean.
Desde el punto de vista de las personas, las redes sociales se han convertido en el
facilitador central para la comunicación diaria con colegas, familia y conocidos.
Pero de alguna forma, también están afectando nuestras relaciones reduciendo la
calidad de la comunicación interpersonal.
El exceso de uso de los medios sociales causa el deterioro del lenguaje. De
forma frecuente, las personas que usan las aplicaciones de mensajería instantánea
suelen utilizar versiones abreviadas de las palabras para escribir y enviar sus
mensajes lo más rápido posible. Términos como “tqm”, “ntp”, “grx”, y otros
similares, arruinan completamente la gramática, la sintaxis y empobrecen el
lenguaje.
Las redes sociales y la comunicación en línea están teniendo efectos adversos en
las habilidades sociales y la comunicación entre los adolescentes. Las
interacciones en las redes sociales están dominando las conversaciones tanto en
línea como fuera de línea. En una sociedad donde el interactuar y compartir en
exceso es la norma, es muy probable que la gente prefiera hablar con amigos y
familia por medio de los dispositivos electrónicos que frente-a-frente. En fiestas y
reuniones, las personas están pegadas a sus Smartphone tuiteando y enviando
textos, pero en realidad, nadie está interactuando o participando con la gente a su
alrededor.
La telefonía celular comenzó en 1973. El primer prototipo de un teléfono móvil fue
desarrollado por Motorola, y este equipo fue conocido como DynaTAC 8000X123. El 3 de
abril de 1973, el ingeniero de Motorola, Martin Cooper, realizó la primera llamada desde un
teléfono móvil de la historia. Este prototipo pesaba 1,1 kg y era bastante grande para lo
que estamos acostumbrados hoy en día. Este dispositivo ofrecía un tiempo de
conversación de solo 30 minutos y necesitaba 10 horas para recargarse. Sin embargo, los
teléfonos móviles se popularizaron durante la revolución móvil que empezó en los años 90.
Sin embargo, en ocasiones, el uso de las redes sociales comporta un riesgo
importante. Así ocurre cuando las personas reducen su universo al filtro constante
de las redes sociales, desplazando los vínculos presenciales a un segundo plano.
La adicción a las redes sociales forma parte de un nuevo tipo de patología: las
adicciones comportamentales, un hecho real que produce mucho sufrimiento a
quien lo padece.
Una nueva realidad que requiere de un tratamiento integral y de nuevas
formaciones profesionales como másteres y postgrados en adicciones
comportamentales.
La adicción a Internet es algo muy frecuente entre los jóvenes y adultos que
se han acostumbrado a usar el medio online, pero lo hacen de un modo obsesivo.
Sin embargo, no es la única adicción sin substancia que existe, recientemente, se
han empezado a estudiar diversas actitudes relacionadas con la adicción pero que
no comportan el consumo de ningún tóxico externo, estas conductas son conocidas
como adicciones comportamentales.
Hoy en día, se consideran uno de los trastornos mentales más abundantes
en la sociedad occidental, podemos dividir estas adicciones según el estímulo que
produce la dependencia: adicción al juego o ludopatía, adicción al trabajo, adicción
al sexo, compras compulsivas, adicción a la comida o adicción a las redes sociales
e Internet, se completa con la temible adicción al teléfono celular.
Para poder abordar estas conductas, es necesario poder estudiar su origen,
mantenimiento y las diversas formas de tratarlo. A partir de este propósito, nacen
las formaciones específicas para profesionales de la psicología, cursos y
postgrados en adicciones comportamentales, cuyo objetivo es arrojar un poco más
de luz a este fenómeno de reciente aparición.
Uno de las causas de la adicción a las redes sociales que influye en el
desarrollo de la dependencia, por ejemplo hacia Instagram, es la naturalidad con la
que tantas personas comparten fotografías, escriben comentarios e interactúan con
los demás. Una experiencia positiva y creativa que deja de serlo en el momento en
el que la persona ya no disfruta de ello, sino que siente que su voluntad queda
sometida por la necesidad constante de interacción. El sujeto no puede no estar
o dejar de usar la red.
La soledad, la necesidad de la vanidad que las selfies pueden ofrecer
como refuerzo para compensar una baja autoestima, un modo de manejo de
situaciones de estrés mediante la evasión y otras necesidades emocionales
constituyen elementos que facilitan este tipo de adicción.
Referencias bibliográficas.

• Bateson, G. (1972). Pasos hacia una Ecología de la Mente. Una


aproximación revolucionaria hacia la autocomprensión del hombre. Carlos Lohlé
• De Simón, F.B., Stierlin, H., & Wynne, L. C. (1984). Vocabulario de Terapia
Familiar. Gedisa
● Von Bertalanffy, L. (1968/2012) Teoría General de los sistemas. Fundamentos,
desarrollo, aplicaciones. Fondo de Cultura Económica.

● Wainstein, M. & cols. (2016) Escritos de Psicología Social. JCE.

● Wainstein Martin, (1997,2017) Comunicación: un paradigma de la mente. JCE

● Watzlawick, P.; Jackson, D.; Beavin, J. (1967/1981) Teoría de la Comunicación


Humana. Herder
● https://psicologiaymente.com
PSICOLOGÍA
SOCIAL DEL
PREJUICIO
EDGARDO ETCHEZAHAR
JOAQUÍN UNGARETTI

Ficha de cátedra – Psicología Social I (35)


Facultad de Psicología – Universidad de Buenos Aires
A través del estudio de las relaciones intergrupales, es decir, del modo en que la gente
en un grupo interno (endogrupo) piensa y actúa hacia los miembros de otro grupo externo
(exogrupo), los psicólogos y psicólogas sociales buscaron comprender una serie de fenómenos
sociales críticos. Entre los principales se destacan las relaciones intergrupales de tipo
conflictivas, tales como el prejuicio y la discriminación (Hewstone, Rubin & Willis, 2002). En
este sentido, mientras que el prejuicio podría ser definido como una actitud, generalmente
negativa, hacia un grupo y sus miembros, la discriminación se refiere al comportamiento
negativo hacia ellos. Diferentes investigaciones han demostrado que ambas expresiones están
a menudo estrechamente relacionadas entre sí (Macrae, Stangor & Hewstone, 1996).
A continuación se abordarán, las principales definiciones del prejuicio desde una
perspectiva psicológica y dos fenómenos asociados como los estereotipos y la discriminación.
Posteriormente, se desarrollarán los principales períodos histórico-conceptuales en el estudio
psicológico del prejuicio, con énfasis en las nuevas formas de expresión de esta problemática.

1. Conceptualizaciones sobre el prejuicio, los estereotipos y la discriminación

1.1 Prejuicio
¿Qué hace que algo, digamos una actitud o creencia particular, sea una expresión de
prejuicio? ¿Qué es lo que define a una actitud particular como racista o sexista? A menudo,
estudiantes, periodistas y encargados de formular políticas públicas hacen este tipo de
preguntas. No obstante, la pregunta “¿Qué es el prejuicio?” es difícil y extremadamente
importante de responder. Según Gordon Allport (1954, p. 9), y muchos de los libros de texto
posteriores en psicología social y áreas relacionadas, el prejuicio se puede definir como “una
antipatía basada en una generalización errónea e inflexible. Puede dirigirse hacia un grupo en
su conjunto, o hacia un individuo por ser miembro de ese grupo”.
La definición de prejuicio de Allport como antipatía, o para usar algunos otros
sinónimos, prejuicio como manifiesto, aversivo u hostil, son consistentes con muchos de los
tipos de actitudes que los miembros del público en general tienden a pensar naturalmente como
características que hacen que alguien sea considerado sexista, racista, homofóbico, entre otras.
Los investigadores que trabajan en el área de prejuicio y relaciones intergrupales le deben a
Gordon Allport una enorme deuda intelectual por su trabajo fundador en el área. Sin embargo,
cuando se trata de una definición funcional de prejuicio, la propuesta de Allport resulta
incompleta.
De hecho, en la introducción del libro “En la naturaleza del prejuicio: cincuenta años
después de Allport”, Dovidio, Glick y Rudman (2005) comentaron que la definición de
prejuicio como antipatía era “el punto ciego más fundamental de la obra de Allport” (p. 10).
En este sentido, siguiendo a autores tales como Connor, Glick y Fiske (2017), Hammond y
Overall (2017), es necesario enfatizar que las actitudes condescendientes que posicionan a un
grupo como más débil que el otro y como necesitados de protección (como el sexismo
benevolente), se desempeñan notablemente bien en el mantenimiento de la desigualdad entre
los grupos. Del mismo modo, Brewer (2017) destaca que la disparidad puede surgir no sólo
como resultado del odio hacia el exogrupo, sino también por el amor hacia el propio grupo.
Ninguno de estos fenómenos se encuentra contemplado en la definición de prejuicio como
antipatía. Sin embargo, éstos fenómenos descritos anteriormente, a veces pueden tener un
efecto más poderoso sobre el apoyo a la desigualdad y las jerarquías, así como sobre la
legitimación de la violencia y la opresión, debido al hecho que parecen preocupados o se
centran en la preservación del propio grupo, en lugar de enfocarse en la hostilidad manifiesta
contra el exogrupo.
Por lo tanto, preguntar si una actitud o creencia particular puede definirse como
prejuicio no es necesariamente la pregunta más importante. En cambio, determinar si ciertas
creencias, actitudes, ideologías, estereotipos, entre otras, funcionan para ayudar a mantener la
jerarquía y la explotación intergrupal, puede ser más productivo, al menos si el objetivo que
nos proponemos es desafiar la desigualdad. En este sentido, se considera que el prejuicio podría
ser entendido como “aquellas ideologías, actitudes y creencias que ayudan a mantener y
legitimar la jerarquía y la explotación entre los grupos” (ver también Eagly y Diekman, 2005).

1.2. Estereotipos
Un concepto fuertemente asociado al de prejuicio y, en ocasiones analogado a este
último, es el concepto de estereotipo, introducido en 1922 por Lippmann en el ámbito
académico para referirse a la imagen típica que viene a la mente de un individuo cuando se
piensa en un grupo social particular. Mientras que las investigaciones pioneras lo
conceptualizaron como un fenómeno poco flexible y producto de un pensamiento defectuoso,
trabajos más recientes destacan los aspectos funcionales y dinámicos que poseen los
estereotipos como simplificadores de un entorno social complejo. En este sentido, puede
decirse que los estereotipos son esquemas cognitivos socialmente percibidos, cuya función es
procesar información acerca de otros (Hilton y von Hippel, 1996).
Los estereotipos no solo reflejan creencias acerca de los rasgos característicos de los
miembros de un grupo, sino que además, contienen información acerca de otras cualidades
como los roles sociales esperables y el grado en que sus miembros comparten características
específicas, influenciando la emergencia de reacciones emocionales hacia quienes pertenecen
a ese grupo. Los estereotipos a su vez, implican una cantidad sustancial de información acerca
de las personas que va más allá de las cualidades superficiales, inmediatas y aparentes,
permitiendo anticipar comportamientos en nuevas situaciones (Oakes y Turner, 1990). En
general, producen una preparación para la percepción de comportamientos o características que
son consistentes con la información precedente.
En resumen, los estereotipos representan un conjunto de cualidades percibidas que
intentan reflejar la esencia de un grupo. Sistemáticamente afectan cómo la gente percibe, cómo
procesa información y cómo responden los miembros de un grupo. Los estereotipos son
transmitidos durante el proceso de socialización, a través de sus agentes (e.g. medios de
comunicación, familia, grupo de pares). Dovidio, Hewstone, Glick y Esses (2010), lo definen
como un conjunto de creencias acerca de las características y atributos de un grupo y sus
miembros, que muestran cómo el individuo piensa y actúa frente a un determinado grupo.

1.3. Discriminación
Además del prejuicio y los estereotipos, otro concepto central para el estudio de las
relaciones intergrupales, es la discriminación. En este contexto, la discriminación posee un
significado peyorativo debido a que implica algo más que una simple distinción entre objetos
sociales: refiere a un trato inapropiado y potencialmente injusto de los individuos por ser parte
de un determinado grupo. La discriminación involucra comportamientos negativos hacia los
miembros de un grupo o, dicho de manera más sutil, respuestas menos positivas hacia éstos.
De acuerdo con Allport (1954), la discriminación implica negar el tratamiento igualitario hacia
una persona o grupo. Por su parte, Jones (1972) la define como “las acciones destinadas a
mantener las características endogrupales, favoreciendo la posición del grupo de pertenencia a
expensas de una comparación grupal” (p. 4).
La discriminación ha sido comprendida como un comportamiento sesgado, que incluye,
no sólo acciones que pueden dañar a otros grupos, sino también acciones que tienden al
favorecimiento injusto de miembros del propio grupo. El favoritismo endogrupal (Allport,
1954) juega un papel fundamental en las relaciones intergrupales, ya que vivimos en ellos y a
veces por ellos.
Una serie de estudios han señalado que el sesgo intergrupal que favorece al endogrupo,
aparece cuando un exogrupo se encuentra asociado a fuertes emociones (Brewer, 2001). Éstas
pueden ser percibidas como miedo, odio o disgusto, y son las principales causas de sobre
reacción frente a otros grupos (Smith, 1993). Como parte de este sesgo intergrupal, se
diferencian las emociones más leves (e.g. disgusto), de las más fuertes (e.g. desprecio o ira).
Es allí que, cuando un exogrupo viola una norma establecida por el endogrupo, aparece el
disgusto y la evitación; cuando un exogrupo es percibido como siendo beneficiado de manera
injusta (e.g. ayudas del gobierno), aparecen resentimientos y acciones que conducen a creer
que deben reducirse. Las emociones menos intensas implican formas débiles de discriminación,
pero las más intensas conllevan a movimientos en contra del exogrupo, pudiendo ser utilizadas
para justificar el daño infligido a quienes piensan diferente (Brewer, 2001). Dovidio,
Hewstone, Glick y Esses (2010) definen a la discriminación como el comportamiento
individual que crea, mantiene y refuerza las ventajas de un grupo y sus miembros por sobre
otros.

2. Recorrido histórico en el estudio psicológico del prejuicio

A lo largo de la historia, la interacción entre los diferentes grupos sociales ha sido una
parte fundamental para la comprensión de las sociedades humanas, pero fundamentalmente
para el análisis e identificación de los hechos y factores que promovieron la formación de
estereotipos y categorías sobre los miembros de diferentes grupos sociales, sobre las cuales se
asientan el prejuicio y la discriminación (Bar-Tal, Graumann, Kruglanski & Stroebe, 2013).

En la actualidad, ésta interacción intergrupal se ve potenciada por ejemplo en


Latinoamérica por la fuerte inmigración, en Europa por la explosión de la población de
refugiados, por los cambios recientes en la movilidad social de los miembros de ciertos grupos
tradicionalmente desfavorecidos, por los esfuerzos por reducir la segregación, entre otros
(Sibley & Duckitt, 2013). Si bien aquellos que celebran la diversidad ven en esto una
oportunidad para la innovación y el crecimiento social, por ejemplo el surgimiento de
organizaciones ultranacionalistas de derecha en diferentes partes del mundo y la victoria de
gobiernos que promueven la exclusión social de los inmigrantes entre otros hechos, dejan claro
que la tolerancia a la diversidad no está exenta de sus oponentes. En este sentido, con el objetivo
de analizar el modo en que el prejuicio fue estudiado históricamente desde la psicología y el
modo en que diferentes sucesos fueron modelando los desarrollos teóricos, se realizará un
recorrido histórico-conceptual por los principales cuatro períodos en que éste fenómeno fue
estudiado (Duckitt, 1992).

Períodos histórico-conceptuales del estudio del prejuicio

En términos históricos, el estudio científico del prejuicio y la discriminación como


temas propios de la psicología surge alrededor de 1920. Anteriormente, el prejuicio no había
sido considerado como una problemática social y menos aún como un constructo susceptible
de ser abordado científicamente. Por el contrario, las actitudes negativas entre los grupos eran
consideradas como respuestas naturales e inevitables frente a las diferencias intergrupales
(Dovidio et al., 2010).

Luego de que se comenzara a considerar al prejuicio como objeto de estudio, la manera


en que fue conceptualizado fue variando como resultado de los diferentes modos de explicar el
fenómeno de acuerdo al contexto en el cual se produjo. Es así como fueron surgiendo diferentes
paradigmas para el estudio del prejuicio que fueron dominantes durante ciertos períodos
históricos. Cabe destacar que cada una de las teorías desarrolladas en los períodos expuestos
no reemplazan a las anteriores, sino que arrojan luz sobre nuevos aspectos del fenómeno de
acuerdo a las demandas y necesidades propias de cada contexto histórico (Duckitt, 1992).

A continuación se presentan cuatro períodos que resumen el desarrollo histórico del


estudio del prejuicio desde una perspectiva psicológica, en relación dialéctica con la evolución
de las técnicas de abordaje metodológico para su evaluación.

De la teoría de la raza a la conceptualización psicológica del prejuicio

Durante el siglo XIX y a principios del siglo XX, la discriminación racial no era
considerada como una problemática social por los científicos de la época, por el contrario, las
actitudes de rechazo y de superioridad hacia ciertos grupos sociales eran aceptadas como
naturales e inevitables (Haller, 1971). Desde un punto de vista histórico, podría decirse que el
colonialismo Europeo y la esclavitud en América creaban un contexto en el cuál, la raza blanca
era considerada como superior al resto, aspecto que permitía justificar el dominio y la sumisión
de quienes pertenecían a otra raza. En este marco, el interés de los investigadores radicaba en
fundamentar dicha inferioridad, dando lugar a diversas teorías de la raza que dominaron el
pensamiento científico de la época y explicaron tales diferencias en términos de limitación
intelectual, retraso evolutivo y excesos sexuales.

A partir de 1920, la conceptualización del prejuicio cambió radicalmente y lo que hasta


ese entonces era concebido en términos de diferencias intelectuales, comenzó a ser pensado
como resultado de actitudes prejuiciosas de carácter irracional (Samelson, 1978). Este notorio
cambio de perspectiva, puede ser comprendido como el resultado del interés que dos grandes
desarrollos históricos acaecidos después de la primera guerra mundial, generaron en los
intelectuales y científicos de la época: por un lado, la emergencia en EE.UU de ciertos
movimientos que abogaban por los derechos civiles de la gente de raza negra y, por otro,
movimientos en el continente europeo que desafiaban el dominio colonial que los blancos
ejercían sobre las demás razas.

En el año 1924, Floyd Allport se convirtió en el primer psicólogo social en elaborar una
teoría para comprender la discriminación racial, afirmando que las discrepancias en las
habilidades mentales no eran suficientes para explicar las actitudes negativas hacia las
minorías. De esta manera, el foco de atención de los estudios de aquél entonces viró hacia la
causa, es decir, hacia el origen de las actitudes raciales negativas, que comenzaron a ser
consideradas como injustificadas y, por lo tanto, injustas. Así surge el término prejuicio,
proporcionando una denominación conceptual para las actitudes intergrupales negativas
consideradas irracionales, injustificadas y falaces.

De los procesos psicodinámicos a la estructura de personalidad

El hallazgo, evaluación y descripción del prejuicio racial como fenómeno negativo,


irracional e injustificado dio lugar a una proliferación de estudios psicológicos (y de otras
disciplinas) destinados a intentar explicarlo. En este marco, la teoría psicodinámica permitió
elaborar una explicación en la que el prejuicio era considerado como el resultado de un proceso
psicológico universal llamado mecanismo de defensa (Aviram, 2009). Este proceso operaba de
manera inconsciente, canalizando las tensiones surgidas entre la personalidad y el mundo
exterior, a través de la emergencia del prejuicio hacia colectivos minoritarios utilizados como
chivos-expiatorios (negros, pobres, extranjeros, etc.). La universalidad (generalización) de
estos procesos, explicaba la omnipresencia de los prejuicios, mientras que su función defensiva
inconsciente permitía dar cuenta de su irracionalidad y rigidez. En síntesis, esta perspectiva
planteaba que el prejuicio resultaba de mecanismos de defensas inconscientes, encargados de
la redirección de los conflictos internos y hostiles (generalmente originados por frustraciones
y deprivaciones) hacia grupos inocentes y minoritarios.

Durante este período, una gran variedad de procesos psicodinámicos fueron asociados
al prejuicio, entre ellos la proyección (Ackerman & Jahoda, 1950), la frustración (MacCrone,
1937), los chivos expiatorios (Veltfort & Lee, 1943) y el desplazamiento de la hostilidad
(Dollard, Doob, Miller, Mowrer & Sears, 1939). Estos conceptos proveyeron explicaciones
razonables a la gran extensión del prejuicio en diversas partes del mundo y a sus expresiones
más extremas como, por ejemplo, los linchamientos públicos (Hovland & Sears, 1940).
Además, han contribuido con una de las principales justificaciones que la psicología ha dado a
uno de los más graves acontecimientos de la era moderna: el advenimiento del nazismo en
Alemania como expansión del antisemitismo. Así, el nazismo fue explicado en términos de
desplazamiento de la hostilidad generada por la humillación política y las frustraciones
económicas que padeció el pueblo alemán luego de la Primera Guerra Mundial (Dollard et al.,
1939).

No obstante, aunque esta perspectiva teórica ha estimulado numerosas investigaciones


utilizando una gran variedad de estrategias metodológicas (e.g. Morse & Allport, 1952), las
mismas no han presentado resultados que den un claro sustento a tales supuestos. A pesar de
la escasa o nula evidencia empírica sobre la cual se sostienen las ideas que promueve este
marco, muchas de estas formulaciones continuaron gozando de cierto consenso hasta décadas
más tarde (e.g. Simpson & Yinger, 1985; Stagner & Congdon, 1955). Cabe resaltar que el
enfoque psicodinámico fue una plataforma de estudio que impulsó un cambio de perspectiva
en el estudio del prejuicio en un contexto histórico en el que resultaba necesaria una respuesta
más específica a esta problemática.

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, se produjo un notable cambio dentro del


paradigma psicodinámico: el énfasis ya no recaía en los procesos psicológicos que podrían
explicar el prejuicio, sino en la estructura de la personalidad. En este sentido, en lugar de
comprender al prejuicio como la manifestación de procesos intrapsíquicos universales, esta
nueva perspectiva lo consideró como el producto de ciertas estructuras de personalidad,
consideradas como la base para la adhesión a ideologías políticas extremas que promueven la
discriminación.

El impacto nefasto de la Segunda Guerra cumplió un rol central en este viraje


conceptual. A partir de la conmoción que provocó el genocidio masivo antisemita por la
ideología racial Nazi, las explicaciones que apelaban a aspectos universales comenzaron a
resultar insuficientes. Dicho de otro modo, el nazismo no podía ser explicado como un proceso
psicológico normal inherente a todos los seres humanos. En palabras de Milner (1981) “la
obscenidad del holocausto connota una clase de patología de masa, una locura colectiva. Las
explicaciones se buscaron en la personalidad perturbada, ya que era difícil imaginar que estas
podrían ser las acciones de los hombres normales” (p. 106). Por lo tanto, desde este enfoque se
comenzó a pensar que los nazis y sus líderes compartirían una estructura de personalidad
perturbada y patológica que los hacía particularmente susceptibles a manifestar alguna de las
diferentes formas de prejuicio.

Como consecuencia, los interrogantes de los investigadores de la época giraban en torno


a cómo identificar las características que originaban una estructura de personalidad tendiente
al prejuicio y al etnocentrismo. La respuesta más influyente fue la proporcionada por la teoría
de la personalidad autoritaria (Adorno et al., 1950). La misma postula que existe una
dimensión de la personalidad que determina el grado en que los individuos serán propensos a
adoptar ideologías autoritarias, actitudes prejuiciosas y etnocéntricas. Tales personalidades son
desarrolladas en el seno de familias cuyos estilos de crianza son duros, punitivos, represivos y
autoritarios, siendo reforzadas, a su vez, por ciertas ideologías políticas y ambientes con
características similares.

Si bien esta teoría fue formulada parcialmente en términos psicodinámicos, otros


enfoques dieron respuesta a este fenómeno desde otras perspectivas teóricas (e.g. la teoría del
dogmatismo de Rokeach, 1960; la teoría de la tolerancia de Martin & Westie, 1959). No
obstante, uno de los marcos interpretativos con mayor trascendencia para el estudio del
prejuicio que se inicia durante este período como una alternativa al enfoque psicodinámico, fue
el de las diferencias individuales (Allport, 1954). Este nuevo enfoque surge en el marco de la
posguerra, buscando las causas de la discriminación en factores intraindividuales, dado que la
democracia comenzaba a florecer a nivel mundial generando un clima de optimismo y, por lo
tanto, aún no era posible explicar el prejuicio y a la discriminación a partir del análisis del
sistema social y las instituciones (Fairchild & Gurin, 1978).

De la psicología individual a la influencia social

A fines de la década del ´50, el énfasis en la explicación del prejuicio da un giro desde
el nivel psicológico individual, hacia el de las influencias sociales y culturales. Esta perspectiva
sociocultural fue claramente dominante entre las décadas del ´60 y el ´70 debido a un descenso
del interés psicológico por las causas del prejuicio.

El cambio radical desde la perspectiva de las diferencias individuales para explicar al


prejuicio hacia la influencia social, ocurrió no solo por la imposibilidad de la primera para
explicar el fenómeno del racismo que tenía lugar en el sur de los EEUU y en Sudáfrica
(Pettigrew, 1958), sino fundamentalmente por la campaña en favor de los derechos civiles
desarrollada en ese lugar a fines de los ´50. Dicha campaña dejó al descubierto que el racismo
y la segregación eran fenómenos institucionalizados (Blackwell, 1982) que no podían ser
explicados por patologías o diferencias individuales de los habitantes, ya que toda la sociedad
se comportaba de la misma manera y eso significaba ser un “buen ciudadano” (Ashmore &
DelBoca, 1981). El foco de atención para la explicación del prejuicio en este período era la
norma social, en el marco de un contexto social particular. La pregunta crucial que se
realizaban los científicos en aquél entonces giraba en torno a cómo dichas normas
influenciaban a los individuos para desarrollar actitudes prejuiciosas. De esta manera, se
teorizó la existencia de tres mecanismos: la socialización (Proshansky, 1966), la conformidad
y la obediencia (Pettigrew, 1958). Los estudios generados desde esta perspectiva no solo han
puesto énfasis en la observación de los procesos de socialización en la niñez, sino también en
los estudios tanto experimentales como correlacionales sobre la conformidad y la obediencia a
la autoridad tendientes a fomentar actitudes prejuiciosas.

Esta aproximación normativa para la comprensión del prejuicio, partía de una


concepción optimista del futuro de las relaciones interraciales, ya que si el prejuicio era
sostenido por la conformidad social hacia las normas tradicionales y hacia los patrones
institucionalizados sobre la segregación interracial, el modo de erradicarlo era tomar medidas
que apunten a la abolición de tales normas y promuevan la integración racial.

Ese optimismo comenzó a desvanecerse a fines de la década del ´60, cuando se comenzó
a dejar de lado la idea de que el problema se circunscribía principalmente a una zona geográfica.
El racismo y la discriminación tienen raíces mucho más profundas que las normas sociales,
dado que se manifiestan en todos los contextos sociales. Así, se llegó a la conclusión de que la
norma social circunscripta a un cierto contexto no permitía la comprensión acabada del
fenómeno y se empezó a pensar en la presencia de conflictos intergrupales más básicos y en
ciertos condicionantes de la estructura social. El objetivo entonces era identificar y explicar
aquellos aspectos de las relaciones intergrupales y las estructuras sociales que constituían la
base del prejuicio y la discriminación.

Entonces, se propusieron distintas explicaciones en términos de un colonialismo interno


(Blauner, 1972), de una división del mercado laboral (Bonacich, 1972), del racismo
institucionalizado (Carmichael & Hamilton, 1967), y las ventajas socioeconómicas para los
blancos que les permitía sostener a la raza negra en una posición inferior (Thurow, 1969). Esta
perspectiva teórica y los estudios empíricos que la sustentan, se basan en enfoques sociológicos
e históricos, ya que los psicólogos de aquella época demostraron escaso interés por las
dinámicas intergrupales y las condiciones sociales que se encuentran por detrás de los patrones
normativos del prejuicio. El interés psicológico por los factores causales subyacentes a las
relaciones intergrupales fue retomado más adelante, hacia finales de la década del 70´.

De la perspectiva cognitiva a las nuevas formas del prejuicio

En 1980, mientras ciertos estudios evidenciaban una aparente reducción de las actitudes
negativas hacia los grupos sociales minoritarios, investigaciones en distintas partes del mundo
demostraron que el racismo no se había reducido, sino que por el contrario, sus formas de
expresión se habían modificado (Frey & Gaertner, 1986). Estas investigaciones sugerían que
el racismo tradicional había sido suplantado por un nuevo tipo de racismo más sutil y
socialmente aceptable. Esta nueva forma de racismo ha sido denominada de diferentes
maneras: racismo moderno o simbólico (McConahay & Hough, 1976), resentimiento racial
(Kinder & Sanders, 1996) y prejuicio sutil (Pettigrew & Meertens, 1995).

Estos hallazgos mencionados, sumado a otros estudios que se llevaron a cabo utilizando
como referencia a grupos mínimos, permitieron demostrar que basta la mera percepción de
pertenecía a grupos distintos (categorización social), para que se desencadenen conductas
intergrupales prejuiciosas y discriminatorias con el objetivo de favorecer al propio grupo
(Allport, 1954; Tajfel & Turner, 1979). Años más tarde y sobre la base de estos estudios
pioneros, Hamilton (1981) corroboró empíricamente que el sesgo y la discriminación
intergrupal son respuestas que resultan de procesos cognitivos normales, naturales y
universales cuyo objetivo es simplificar la complejidad del entorno social. Estos hallazgos
explicarían, entonces, porqué el prejuicio y la discriminación son fenómenos omnipresentes y
aparentemente tanto inevitables como universales.
Durante este período surgieron dos enfoques para explicar cómo los procesos cognitivos
básicos, son constitutivos del prejuicio y de la discriminación: un enfoque puramente cognitivo
por un lado, y un enfoque cognitivo motivacional por otro. El primero, focaliza en el concepto
de estereotipo como una estructura cognitiva directamente determinada por la categorización
social que organiza y representa información acerca de dichas categorías. Por su parte, el
segundo enfoque, postula que si bien los factores cognitivos son primarios, la categorización
social desencadena un proceso motivacional cuyo objetivo es efectuar una valoración positiva
del propio grupo en relación a los demás (Tajfel & Turner, 1979).

Si bien estas perspectivas cognitivas fueron las aproximaciones psicológicas


dominantes en el estudio del prejuicio en las dos últimas décadas del siglo XX y contribuyeron
en gran medida a la reducción de dicho fenómeno, estudios recientes indican que ambas
presentan importantes limitaciones para su comprensión. Algunas de las principales
limitaciones de estos enfoques, fundamentalmente de los puramente cognitivos, tienen su
explicación en que el componente afectivo no había sido tenido en cuenta o, en su defecto,
había sido relegado a un segundo plano (Smith & Mackie, 2005). Sin embargo, tal y como lo
señalaba Hamilton (1981), la mayoría de los enfoques cognitivos aunque en sí mismos resultan
incompletos, han brindado herramientas útiles para la comprensión y reducción del prejuicio,
las cuales continúan revistiendo interés en las políticas sociales de muchos países.

De acuerdo a lo expuesto por Duckitt (1992), cada uno de los puntos enfatizados por
las teorías dominantes en los distintos períodos histórico-conceptuales (Tabla 1), deberían ser
considerados conjuntamente para proporcionar un marco interpretativo integral en la
comprensión del prejuicio, que lo conciba como un fenómeno tanto grupal como individual y
que no se limite al componente cognitivo, dejando de lado el afectivo.

Tabla 1. Períodos histórico-conceptuales en el estudio psicológico del prejuicio

De la teoría de la De los procesos De la De la


raza a la psicodinámicos a psicología perspectiva
conceptualización la estructura de individual a la cognitiva a las
psicológica del personalidad influencia nuevas formas
prejuicio social del prejuicio
Período Hasta 1920 1920 - 1960 1960 - 1980 1980 –
histórico Actualmente

Forma de Justificación de la Proyección de la Construcción Sesgo cognitivo


pensar el superioridad racial hostilidad hacia del prejuicio a normal en la
prejuicio grupos partir de la construcción de
minoritarios normas sociales la identidad
social

Conceptos - Retraso evolutivo - Mecanismo de Conformidad, Categorización,


centrales - Limitación defensa - obediencia y autoestima y

intelectual estructura de socialización atribución


personalidad
autoritaria

Contexto Colonialismo y Segunda Guerra Movimientos Globalización de


social esclavitud Mundial sociales anti los DD. HH.
discriminación

Nota. -Adaptado de Duckitt (1992).

3. Las nuevas formas del prejuicio

Como fue mencionado, a lo largo de la historia se pueden identificar cuatro grandes


períodos histórico-conceptuales para el estudio del prejuicio, siendo el último de ellos el que
se encuentra vigente. A continuación se desarrollarán de manera más exhaustiva las nuevas
formas de conceptualización psicológica del prejuicio, las cuales constituyen los enfoques
actuales para el abordaje del fenómeno.

En esta línea, diferentes teorías recientes han puesto de manifiesto la necesidad de una
visión aún más compleja para el análisis de las relaciones intergrupales, cada vez más
conflictivas, ambivalentes y rebuscadas (Fiske, 2001). Entonces, si actualmente se considera
que ciertas actitudes aparentemente positivas hacia los miembros de un grupo social también
pueden ser consideradas prejuiciosas (Dovidio et al., 2010), resulta necesario analizar no sólo
las formas de expresión tradicionales, hostiles y directas del prejuicio, sino también aquellas
menos evidentes y mejor adaptadas a los valores modernos de tolerancia y no discriminación
que los sistemas democráticos promueven (Perry, Murphy, & Dovidio, 2015).

Por tal motivo, la literatura científica sobre el tema sugiere que en la actualidad
existirían dos grandes marcos teórico-conceptuales para el estudio de las nuevas formas de
prejuicio: los desarrollos acerca del prejuicio sutil y manifiesto por un lado, y los desarrollos
para el abordaje del sexismo ambivalente por otro.

3.1. Prejuicio sutil y manifiesto

Pettigrew y Meertens (1992), dieron cuenta de la necesidad de diferenciar las


expresiones de prejuicio directas reflejadas en los individuos políticamente conservadores, así
como también las formas indirectas expresadas en los políticamente progresistas. Los autores
diferenciaron entre prejuicio manifiesto y sutil, siendo el primero la forma tradicional del
prejuicio (vehemente, cercana y directa), mientras que el segundo su expresión moderna (fría,
distante e indirecta) (Perry et al., 2015).

Cómo fue mencionado anteriormente, éste enfoque se desarrolló a partir de los estudios
pioneros acerca del racismo, ya que a nivel global las décadas de 1960 y 1970 se caracterizaron
por profundos cambios sociales, destacándose los movimientos por los derechos civiles y la
igualdad social entre los individuos pertenecientes a diferentes grupos sociales minoritarios
(Dovidio et al., 2010). Además, las fuerzas políticas, sociales y morales, estimularon esos
cambios que permitieron, entre otras cosas, dar cuenta del racismo como una problemática
ampliamente extendida geográficamente. Con las legislaciones de los derechos civiles y otras
figuras legales proteccionistas desarrolladas en aquél entonces, no solamente continuaban
siendo considerados como inmorales el prejuicio y la discriminación por motivos raciales, sino
que en diferentes partes del mundo comenzaba a ser ilegal. Producto de estas modificaciones,
las investigaciones comenzaron a revelar disminuciones significativas en las expresiones
abiertas de prejuicio racial entre los individuos (Dovidio & Gaertner, 2004). Éste cambio sin
precedentes en las relaciones raciales modificó su naturaleza, pasando de expresiones
manifiestas a otras más sutiles y modificando, consecuentemente, el estudio psicológico del
prejuicio (Dovidio, 2001).
Por lo expuesto, según Devine (1995), el estudio del prejuicio racial toma un giro hacia
nuevas conceptualizaciones con las nociones de racismo simbólico (Sears & Kinder, 1971;
McConahay & Hough, 1976) y moderno (McConahay, 1986). En cuanto al primero, se
compone de cuatro creencias básicas que reflejan la confluencia del conservadurismo político,
los valores individualistas y los afectos raciales adquiridos en la temprana infancia. Estas cuatro
creencias son: a) “La discriminación hacia la raza negra, es una cosa del pasado”; b) “La
falla en el progreso de la gente de color, es debido a que no se esfuerzan lo suficiente”; c)
“Las personas de raza negra demandan demasiado”; d) “Estos individuos tienen más de lo
que se merecen” (Henry & Sears, 2002). Producto de estas creencias, el racismo simbólico
permite predecir las actitudes políticas y el comportamiento racial de mejor manera que las
medidas tradicionales de racismo clásico (Berg, 2013).

Por otra parte, si bien el racismo moderno deriva del simbólico, ambas posiciones
difieren en el origen que atribuyen al sesgo racial. Mientras que para las teorías sobre el racismo
simbólico las actitudes raciales negativas se originan en las creencias y la preocupación de que
éstos grupos amenazan la visión del mundo del grupo mayoritario, el racismo moderno sostiene
que diferentes formas de afecto negativo como miedo o desagrado son adquiridas durante el
proceso de socialización o por aprendizaje modelado y persisten hasta la vida adulta (Swim,
Aikin, Hall, & Hunter, 1995). Pese a éstas diferencias, ambas teorías asumen que las actitudes
raciales negativas se expresan indirectamente y simbólicamente a través del apoyo a temáticas
sociales y políticas más abstractas, pero en las que se ven involucrados aspectos raciales (e.g.
oposición a la integración escolar) (McConahay, 1986).

Posteriormente a éstos desarrollos surgieron otras teorías raciales que, si bien mantienen
posiciones próximas, enfatizan aspectos diferentes. Una de las más divulgadas ha sido la del
racismo aversivo (Dovidio & Gaertner, 2004), que a diferencia de las anteriores formas de
racismo -centradas en las personas políticamente conservadoras-, focaliza su atención en las
personas políticamente progresistas, con aparente tolerancia y aceptación hacia las minorías
(Nail, Harton & Decker, 2003). Éstos sujetos consideran que no son prejuiciosos, pero sus
sentimientos y creencias negativas inconscientes se expresan en modos sutiles, indirectos y a
menudo racionalizables como el temor o la ansiedad frente al contacto intergrupal (Greenwald
& Pettigrew, 2014).

Como fue mencionado previamente, todos estos desarrollos teóricos sobre las nuevas
formas del racismo, sentaron las bases para el surgimiento de múltiples teorías acerca de las
nuevas formas de prejuicio, entre las que se destaca la teoría acerca del prejuicio sutil y
manifiesto.

Según Pettigrew y Meertens (1995), mientras que el prejuicio manifiesto coincide con
el racismo clásico, el prejuicio sutil ocupa una posición intermedia entre el racismo moderno y
el aversivo, ya que se aproxima al primero en su énfasis en los valores conservadores y coincide
con el segundo al señalar que el prejuicio se manifiesta, más que en los sentimientos negativos
hacia un determinado exogrupo, en la ausencia de sentimientos positivos hacia ellos (Meertens
& Pettigrew, 1997). Uno de los aspectos más importantes de estos desarrollos es que, a pesar
de su aparente “suavidad”, estas formas sutiles de prejuicio son tan nocivas como las
expresiones de tipo manifiestas, ya que según Dovidio (2001) “afectan la vida de las personas
de manera sutil pero significativa” (p. 834).

4. El contenido de los estereotipos: el papel de la calidez y la competencia


La distinción entre las formas sutiles y manifiestas de diferentes expresiones del
prejuicio dio lugar a una serie de nuevos trabajos acerca de cómo el contenido de los
estereotipos puede influir de forma directa en las actitudes y comportamientos hacia los
distintos grupos sociales (Bargh, 1999). Así, diferentes propuestas teóricas para el estudio de
los estereotipos dieron cuenta de este aspecto (e.g., Brewer & Alexander, 2002; Fiske et al.,
2002), entre las que se destaca el Modelo del Contenido de los Estereotipos (Stereotype Content
Model, SCM; Fiske et al., 1999; Fiske et al., 2002; Cuddy, Glick & Fiske, 2008).
Según este modelo, nuestra percepción de los grupos sociales se elabora a partir de dos
dimensiones básicas en las que se combinan los diferentes estereotipos: la calidez y la
competencia. La dimensión de calidez nos permite dar cuenta de las intenciones de las demás
personas hacia nosotros/as, y se compone de rasgos tales como la confianza, sinceridad,
amistad, afecto, etc. Por su parte, la dimensión de competencia permite la categorización en
términos de la capacidad de los otros para lograr sus intenciones u objetivos, y comprende
rasgos como la eficiencia, competencia, seguridad de sí mismo/a, inteligencia, etc.
Sin lugar a dudas, estas diferencias en la clasificación de los estereotipos varían entre
diferentes culturas -o incluso en un mismo contexto- a lo largo del tiempo. No obstante, la
Psicología Social da cuenta de cómo estos estereotipos responden a procesos psicológicos
sistemáticos de generalización, más allá de los contenidos específicos, que serían
presumiblemente estables independientemente del tiempo y el contexto (Lee & Fiske, 2006).
En particular, las emociones prototípicas son una de las principales fuentes de los contenidos
de los estereotipos, siendo la piedad, envidia, desprecio y admiración algunas de las principales
que han sido estudiadas (Cuddy et al., 2008).

4.1. Emociones prototípicas que favorecen la emergencia de diferentes formas del prejuicio
Según Cuddy et al. (2008), sobre la base del proceso de comparación social, es decir la
autoevaluación de las propias opiniones y capacidades mediante la comparación con otros
individuos y grupos (Smith, 2000) y la atribución, es decir, cómo explicamos nuestros propios
comportamientos y los de los demás (Weiner, 2005), las diferencias en la percepción de calidez
y competencia hacia distintos grupos sociales dan cuenta de cuatro combinaciones, de acuerdo
a los niveles de cada dimensión. Tales combinaciones dan lugar a cuatro respuestas
emocionales prototípicas: la piedad, la envidia, el desprecio y la admiración.

4.1.1. La piedad (Prejuicio Paternalista)


Los grupos percibidos con un bajo estatus, considerados incompetentes, pero a su vez
vistos con un alto nivel de calidez, dan lugar al prejuicio paternalista. Como ejemplo de grupos
que generan esta respuesta emocional se puede considerar a personas de edad avanzada,
discapacitados/as, personas con retraso o amas de casa. Estos grupos suelen generar compasión
y simpatía (Weiner, 1985). Por ejemplo, las personas con discapacidades físicas o cognitivas
(e.g., enfermedad de Alzheimer, la ceguera, el cáncer, las enfermedades del corazón) son
percibidas comúnmente de esta forma (Weiner et al., 1988). Otro caso prototípico es el de la
pobreza, que siempre y cuando se la atribuya a causas externas e incontrolables (causas de tipo
social), suele evocar la piedad como respuesta emocional (Zucker & Weiner, 1993). De la
misma forma, el cáncer, el HIV, el abuso de drogas, la obesidad o la falta de vivienda, pueden
ser comúnmente precursores de la piedad cuando se considera que las mismas no fueron
responsabilidad del individuo. En este sentido, estudios como el de Dijker et al. (1996) dan
cuenta de que la percepción de las personas con HIV varía según si se les adjudica la
responsabilidad de su condición, reduciendo así los niveles de piedad.
De este modo, la piedad es considerada una respuesta emocional que da lugar al
prejuicio paternalista debido a que la compasión por parte de quien percibe se posiciona en un
papel dominante, superior a la persona percibida. El paternalismo, entonces, implica emociones
positivas dirigidas hacia personas por formar parte de grupos considerados como poco
afortunados debido a causas que están fuera de su control.
4.1.2. La envidia (Prejuicio Envidioso)
Los grupos sociales percibidos como competentes pero fríos suelen despertar la envidia
y los celos. El lado positivo de la envidia es que tales grupos son percibidos como altamente
competentes y por lo tanto responsables por su propio éxito. Sin embargo, el lado negativo es
que simultáneamente son percibidos como personas que carecen de calidez, empatía y/o respeto
por los demás, considerando así que sus intenciones son hostiles (Parrott & Smith, 1993). La
envidia es uno de los posibles productos que puede emerger a partir de la comparación social,
favoreciendo el resentimiento de las personas debido a que experimentan la sensación de
sentirse en desventaja frente a otras personas que son valoradas como significativamente más
competentes (Smith, 2000). Los sentimientos negativos de inferioridad que provoca la envidia
conllevan la mayoría de las veces a considerar a los altos niveles de competencia del exogrupo
como ilegítimos (Smith et al., 1994). De acuerdo con Spears y Leach (2004), la envidia
pareciera ser la reacción más prototípica hacia grupos percibidos como superiores, más incluso
que la ira o el resentimiento, sin embargo este fenómeno psicológico es muy complejo de
evaluar, debido a que las personas no suelen admitir este tipo de sentimientos.

4.1.3. El desprecio (Prejuicio Despreciativo)


La tercera combinación posible es la de percibir a grupos como incompetentes y fríos,
la cual dará cuenta del prejuicio de tipo despreciativo. Tales grupos suelen provocar una
antipatía tal que evoca la ira, el desprecio, el asco, el odio y el resentimiento. Dichas emociones
emergen sobre la base de responsabilizar a tales personas por sus resultados negativos, como
si se afirmara que ellas tienen la culpa de la situación en la que se encuentran (Weiner, 1985).
Además, estas personas suelen ser consideradas como una carga para el resto de la sociedad,
tanto en el ámbito social como en el económico. Por ejemplo, las ideologías conservadoras
suelen atribuir la pobreza a causas internas y controlables a nivel individual (Zucker & Weiner,
1993). En este sentido, el trabajo de Dijker (1987) sobre las percepciones de los holandeses y
holandesas nativas de Surinam frente a personas turcas o marroquíes inmigrantes, son ejemplo
de este tipo de prejuicio. Su estudio dio cuenta de cómo un grupo de holandeses/as era más
propenso a sentir desprecio (ira, disgusto, aversión y antipatía) hacia la gente turca y aquellas
personas con ascendencia marroquí en los Países Bajos que hacia cualquier otra minoría.
Ambos grupos, turcos/as y marroquíes, mayoritariamente de religión musulmana, suelen
realizar trabajos de bajos salarios. Sus diferencias culturales (creencias religiosas) y su
situación laboral (puestos de trabajo de baja categoría) son percibidas como opciones de las
propias personas en lugar de circunstancias incontrolables por ellos/as.
Del mismo modo, el desempleo y la pobreza son muchas veces considerados como
consecuencias de la voluntad (o la falta de) por parte de los individuos (Weiner et al., 1982).
El abuso infantil, la adicción a las drogas, la obesidad y el HIV, también son percibidos muchas
veces como estigmas controlables, lo cual genera un elevado nivel de ira (Weiner et al., 1988).
La falta de vivienda también puede ser atribuida a rasgos presumiblemente controlables, tales
como el abuso de drogas o la pereza (Barnett et al., 1997). Asimismo, las personas que
consideran a la homosexualidad como una elección individual o como producto de la
socialización, es decir, como una orientación controlable por el propio individuo, tienden a
presentar más afectividad negativa y mayor rechazo a las demandas de derechos de personas
homosexuales que quienes atribuyen causas externas y no controlables (Haider-Markel &
Joslyn, 2008).
A pesar de que la ira es un factor relevante, el prejuicio despreciativo implica emociones
más específicas, como el desprecio y el asco, sumados a un resentimiento moralista que incluye
matices de injusticia e indignación y muchas veces incluso decepción debido a un
comportamiento ilegítimo. La ira, el desprecio y el asco expresan un ultraje moral en diferentes
niveles: individual, comunitario y divino (Rozin et al., 1999).

4.1.4. Admiración
Ciertos grupos sociales son percibidos con un alto estatus pero sin embargo no son
considerados como competencia para el endogrupo, ya sea porque son altamente dominantes o
debido a que son grupos de referencia percibidos como aliados o cercanos. Puesto que tienen
un alto estatus, pero también son considerados como grupos de referencia de la sociedad,
provocan la admiración y el orgullo (por ejemplo, ex combatientes de Malvinas, Madres de
Plaza de Mayo).
Las personas suelen presentar una actitud positiva hacia los éxitos de otras personas
cercanas, siempre y cuando ese éxito se encuentre en un dominio que no se presente como una
comparación desfavorable para el autoconcepto, ya que de esta forma afectaría la autoestima y
podría ser recategorizado como envidia (Tesser, 1988). Tanto el orgullo como la admiración
suelen dirigirse hacia grupos percibidos como exitosos (por definición, el endogrupo, debido
al compromiso de la autoestima que se encuentra en juego), además de los grupos considerados
como aliados o cercanos (ver Tabla 1).

Tabla 1
Cuatro tipos de prejuicios de acuerdo a la percepción de los niveles de competencia y calidez
de los grupos sociales

Competencia

Calidez Baja Alta

Alta Prejuicio paternalista Admiración


(poco competitivo, piedad, simpatía) (no competitivos, orgullo,
(e.g., gente anciana, personas admiración)
discapacitadas, amas de casa) (e.g., endogrupos, aliados cercanos).

Baja Prejuicio despreciativo Prejuicio envidioso


(desprecio, disgusto, furia, (competencia, envidia, celos)
resentimiento) (e.g., japoneses, judíos, gente rica,
(e.g., beneficiarios de planes sociales, feministas)
gente pobre)

Nota. Extraído de Fiske (2005).

5. El sexismo ambivalente: Una nueva forma de prejuicio hacia la mujer

Según Glick y Fiske (1996), el sexismo ha sido tradicionalmente concebido como un


reflejo de la hostilidad hacia las mujeres, dejando por fuera del plano de análisis un aspecto
central del fenómeno: los sentimientos positivos hacia la mujer. Este aspecto que señalan los
autores no es menor, debido a que los hombres y las mujeres han convivido desde que existe
la humanidad, siendo compañeros muchas veces de la más íntima confianza, aunque al estudiar
del fenómeno siempre se ha puesto énfasis en la hostilidad del hombre hacia la mujer (Dovidio
et al., 2010).

Es necesario, entonces, estudiar al sexismo como un constructo multidimensional, el


cual abarca dos grupos de actitudes sexistas: el sexismo hostil y el benevolente (Glick & Fiske,
1996, 2001).

5.1 El Sexismo Hostil


El sexismo hostil se amolda a la clásica definición de prejuicio propuesta por Allport
(1954), como “una antipatía basada en una generalización inflexible y errónea, la cuál puede
ser sentida o expresada, dirigida hacia un grupo como totalidad o hacia un individuo por ser
miembro de un grupo” (p. 9).

En casi todas las culturas y períodos de tiempo de los cuáles se dispone de información,
las mujeres se han limitado al cumplimiento de determinadas funciones sociales, la mayoría de
las veces con menor estatus que los hombres (Tavris & Wade, 1984). De hecho, como fue
mencionado en el primer capítulo de este trabajo, en la actualidad hay sobrada evidencia de
que las mujeres siguen siendo objeto de discriminación en el plano laboral y profesional en
general (Fiske, 2000), así como también y de manera frecuente, víctimas de acoso sexual
(Gutek, 1985). Además, las mujeres continúan siendo percibidas de manera menos favorable
que los hombres al adoptar roles de liderazgo (Eagly et al., 2000) y también existe una amplia
evidencia de que la violencia sexual hacia las mujeres es frecuente (Unger & Crawford, 1992).
Cómo se detalló en el primer capítulo de este trabajo, particularmente en la Argentina, las
modalidades hostiles de sexismo resultarían evidentes en su máxima expresión a partir de las
alarmantes tasas de femicidios que se cometen anualmente, según los datos aportados por el
Observatorio de Femicidios “Adriana Marisel Zambrano”. Además, esta organización también
informa que la mayoría de estos actos de violencia extrema son llevados a cabo por algún
integrante del entorno familiar de la víctima. En estos casos, se deja entrever un aporte
importante de la teoría del sexismo ambivalente para la prevención de la violencia a la mujer:
diferentes estudios dan cuenta de que lo que deriva en una actitud sexista hostil, suele iniciar
como una actitud sexista benevolente (Fitz, & Zucker, 2014).

5.2. El sexismo benevolente

De acuerdo con Glick y Fiske (1996), el sexismo benevolente se define como un


conjunto de actitudes interrelacionadas hacia las mujeres que son consideradas sexistas dado
que conllevan una estereotipia de la mujer con la consecuencia de restringir su accionar, pero
que muchas veces son experimentadas como positivas a nivel emocional por su receptor. Los
comportamientos considerados como prosociales por parte de los hombres hacia la mujer (e.g.
caballerosidad), considerándolas frágiles, débiles o sentimentales, son algunos ejemplos de
sexismo benevolente (Shnabel, Bar-Anan, Kende, Bareket, & Lazar, 2016).
Esta forma de sexismo no es comprendida como positiva desde un punto de vista
psicológico, más allá de la percepción positiva de su receptor, debido a que sus fundamentos
se asientan en estereotipos tradicionales de la mujer, sirviendo al dominio masculino (e.g.
hombre proveedor - mujer cuidadora), y sus consecuencias son con frecuencia perjudiciales.
Por ejemplo, este aspecto se refleja en el hecho de que una de las desigualdades más llamativas
presentes en la mayoría de las sociedades occidentales es la menor presencia de mujeres en
puestos de dirección en distintos ámbitos y organizaciones (Lupano Perugini & Castro Solano,
2011): si las mujeres son débiles, frágiles o sentimentales, entonces no pueden ocupar roles de
liderazgo que impliquen frialdad y dureza. Sin embargo, esta forma de sexismo no siempre es
experimentada como benevolente por la mujer. Glick y Fiske (1996) ejemplifican este punto
indicando cuando un hombre le dice de manera inocente a una compañera de trabajo “lo linda
que está”, por más que la intención pueda ser positiva, comentarios de este tipo pueden poner
en peligro los sentimientos de la mujer acerca de, por ejemplo, ser tomada en serio como
profesional.

No obstante, diferentes estudios empíricos indican que quienes al buscar ayuda recurren
a mujeres, tienen más probabilidades de ser considerados que quienes buscan ayuda en hombres
(Eagly et al., 2000). Además, tanto los hombres como las mujeres son más propensos a buscar
intimidad con las mujeres que con hombres (e.g. compartir historias de vida), de acuerdo a
diversos indicadores de distancia interpersonal (Riess & Salzer, 1981). Estos estudios, sumados
a otros (ver Eagly & Mladinic, 1993) indican de que la mujer es estereotipada de forma más
positiva que los hombres en ciertas dimensiones, lo cual no sería considerado como evidencia
de prejuicio sexista de acuerdo a la definición general del prejuicio propuesta por Allport
(1954), pero sí si se consideran las definiciones más actuales de ésta problemática (Dovidio et
al., 2010).

6. Conclusiones
Si bien en la actualidad el prejuicio sigue siendo uno de los problemas sociales centrales
que enfrenta la humanidad, lamentablemente es bastante probable que los prejuicios y la
desigualdad se vuelvan más apremiantes en el futuro con una mayor presión demográfica, una
disminución de los recursos, una mayor globalización y la creciente probabilidad de
desplazamiento masivo de la población. El problema, o quizás sería más apropiado decir el
desafío en torno al estudio psicológico del prejuicio, también se entrelaza con los problemas
permanentes de reducir la desigualdad en todo el mundo y resolver dilemas cooperativos
humanos a gran escala. Es probable que en las próximas décadas, tales dilemas incluyan, por
ejemplo, cómo respondemos al cambio climático, cómo asignamos recursos escasos a escala
global y cómo reaccionamos ante el desplazamiento masivo de la población, probablemente
como el resultado del cambio climático y las guerras, entre otros motivos. Éste, puede llegar a
ser el contexto sociohistórico que configurará el estudio científico social del prejuicio en las
próximas décadas.

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nifestación de los procesos subjetivos de otro que, en conse-
lII. La sociedad como realidad cuencia, se vuelven subjetivamente significativos para mí.
Eso no significa que yo comprenda adecuadamente al otro;
subjetiva hasta puedo comprenderlo erróneamente. Puede estar
riéndose en un ataque de histeria, mientras yo creo que esa
risa expresa regocijo. Sin embargo, su subjetividad me re-
sulta objetivamente accesible y llega a serme significativa
haya o no congruencia entro SU!3 procesos subjetivos y l~s
míoa.I,a congruencia total entre los dos significados subje-
tivos, yel conocimiento recíproco de esa congruencia presu-
pone la significación, como ya se ha dicho. Sin embargo, la
internalización en el sentido general que aquí le damos
1. INTERNALIZACIÓN DKLA REALIDAD subyace tanto a la significación como a. sus propias formas
más complejas. Más exactamente, la intemalización en es-
a) Socialización nrimaria. te sentido general, constituye la base, primero, para la com-
prensión de los propios semejantes y, segunde, para la apre-
Ya que la sociedad existe como realidad tanto objetiva hensión del mundo en cuanto realidad significativa y so-
como subjetiva, cualquier comprensión teórica adecuada de cial!
ella debe abarcar ambos aspectos. Como ya sostuvimos an- Esta aprehensión no resulta de las creaciones autónomas
teriormente, estos aspectos reciben su justo reconocimiento de significado por individuos aislados, sino que comi~zll
si la sociedad se entiende en términos de un continuo proce- cuando el individuo "asume" el mundo en el que ya V1.VeD
so dialéctico compuesto de tres momentos: extemalízación, otros. Por cierto que el "'asumir" es de por sí, en cierto senti-
obietivación e internalización. En lo QUe. se renere a 10& fe- do, un proceso original para todo organismo humano, y ~l
nómenos de la sociedad, estos momentos no deben concebir- mundo, una vez "asumido", puede ser creativamente modi-
se como SI ocurrieran en una secuencia temporal: más bien fieado o (menos prebablement.e) hasta re-creado. Sea como
los tres caracterizan simulténeamentc a la sociedad y a ca- fuere, en la forma. ecmpleje de la internafizaeión, yo no solo
da sector de ella, de manera que cualquier anallsís que se "comprendo" los procesos subjetivos momentáneos del otro
ecupe solo de uno o dos de ellos no llena su finalidad. Lo "comprendo" el mundo en que él vive, y ese mundo se vuel-
misma puede afirmarse del miembro individual de la socie- ve mío. Esto presupone que él y yo compartimos el tiemP:D
dad, que axternaliza simultáneamente Sil propio ser y el en forma más que efímera y una perspectiva -comprehensí-
mundo social y lo internaliza como realidad objetiva. En va", que vincula subjetivamente series de situaciones eJ?'~
otras palabras, estar en la sociedad es participar en su dia- sí. Ahora no solo comprendemos nuestras mutuas deñmcío-
léctica. nes de las situaciones compartidas: también las definimos
Sin embargo, el individuo no nace miembro de una socio- recíprocamente. Se establece entre nosotros un nexo de mo-
dad nace con una predisposición hacia la socíalídad, y lue- tivaciones que se extiende hasta el futuro; y, lo que es de su-
go llega a ser miembro de una sociedad. En la vida de todo ma importancia, existe ahora una continua identificación
individuo, por lo tanto, existe verdaderamente una secuen- mutua entre nosotros. No solo vivimos en el mismo mundo,
cia temporal en CIlYO curso el individuo es inducido a parti- sino que participamos cada uno en el 'Ser del otro.
cipar en la dialéctica de la sociedad. El punto de partida de
este proceso lo constituye la internalizacién: la aprehensión
o interpretación inmediata de un acontecimiento objetivo 1 Nuestra concepción de ~comprender" deriva tanto de Weber como de
en cuanto expresa significado, o sea, en cuanto es una ma- Sehutz,

163
162
Solamente cuando el individuo ha llegado a este grado de manera el niño de clase baja no solo absorbe el mundo so-
internalización puede consíderérselo miembro de la socie- cial en una perspectiva de clase baja, sino que lo absorbe
dad. El proceso ontogenético por el cual esto se realiza se con la coloración idiosincrásica que le han dado sus padres
denomina socialización, y, por lo tanto. puede definirse co- (o cualquier otro individuo encargado de su socialización
mo la inducción amplia y coherente de un individuo en el primaria). La misma perspectiva de clase baja puede pro-
mundo objetivo de una sociedad o en un sector de él. La so- ducir un estado de ánimo satisfecho, resignado, amarga-
cialiaación primaria es la primera por la que el individuo mente resentido o ardientemente rebelde. Consiguiente-
atraviesa en la niñez; por medio de ella se convierte en mente, el niño de clase baja no solo llegará a habitar en un
miembro de la sociedad. La socialización secundaria es mundo sumamente distinto del de un niño de clase alta,
cualquier proceso posterior que induce al individuo ya so- sino que tal vez lo haga de una manera completamente dis-
cializado a nuevos sectores del mundo objetivo de su socie- tinta que su mismo vecino de clase bajas.
dad. Podemos aquí dejar a un lado la cuestión especial que Resulte innecesario agregar que la socialización primaria
se refiere a la adquisición del conocimiento acerca del mun- comporta algo más que un aprendizaje puramente cognos-
do objetivo de otras sociedades distintas de aquella prime- citivo. Se efectúa en circunstancias de enorme carga emo-
ra de la que llegamos a ser miembros, así como al proceso cional. Existen ciertamente buenos motivos para creer que..
de internalizar ese mundo como realidad, proceso que de- sin esa adhesión emocional a los otros significantes, el proce-
muestra, al menos superficialmente, ciertas similitudes con so de aprendizaje sería dificil, cuando no imposible". El ni-
la socialización primaria y la secundaria pero que, no obs- ño se identifica con los otros significantes en una variedad
tante, es estructuralmente distinto de las dos-, de formas emocionales; pero sean éstas cuales fueren, la in-
Se advierte a primera vista que la socialización primaria ternalización se produce solo cuando se produce la identifi-
suele ser la más importante para el individuo, y que la es- cación. El niño acepta los "roles" y actitudes de los otros sig-
tructura básica de toda socialización secundaria debe seme- nificantes, o sea que los internaliza y se apropia de ellos. Y
jarse a la de la primaria. Todo individuo nace dentro de una por esta identificación con los otros signiücautee el niño se
estructura social objetiva en la cual encuentra a los otros vuelve capaz de identificarse él mismo. de adquirir una iden-
significantes que están encargados de su socialízacioné y tidad subjetivamente coherente y plausible. En otras pala-
que le son impuestos. Las definiciones que los otros signifi- bras, el yo es una entidad reflejada, porque refleja las acti-
cantes hacen de la situación del individuo le son presenta- tudes que primeramente adoptaron para con él los otros
das a éste como realidad objetiva. De este modo, él nace no sígníficantes''; el individuo llega a ser lo que los otros signi-
solo dentro de una estructura social objetiva, sino también ficantes lo consideran. Éste no es un proceso mecánico y
dentro de un mundo social objetivo. Los otros significantes, unilateral: entraña una dialéctica entre la auto-identifica-
que mediatizan el mundo para él, lo modifican en el curso ción y la identificación que hacen los otros, entre la identi-
de esa mediatización. Seleccionan aspectos del mundo se- dad objetivamente atribuida y la que es subjetivamente
gún la situación que ocupan dentro de la estructura social 4 El concepto de "mediación" deriva de Sartre, el que, no obstante, ca-
y también en virtud de sus idiosincrasias individuales, bio- rece de una teoría adecuada para la socialización.
gráficamente arraigadas. El mundo social aparece "filtra- :; La dimensión afectiva del primer aprendizaje ha sido puesta espe-
do" para el individuo mediante esta doble selección. De esa cialmente de relieve por la psicología infantil de Freud, aunque existen
diversos descubrimientos de la teoría conductista sobre el aprendizaje
que tenderían a confirmar este punto. Pero aquí no implicamos ningu-
2 Nuestras definiciones de la socialización y sus dos subtipos siguen na aceptación de los presupuestos teóricos de una u otra escuela psico-
de cerca el uso corriente en las ciencias sociales; solo hemos adaptado lógica.
las palabras de conformidad con nuestra armazón teórica general. 6 Nuestra concepción del carácter reflejo del yo deriva tanto de Cooley
3 Nuestra descripción en este punto se apoya, por supuesto, en gran ecrnc de Mead. Sus raíces pueden hallarse en el análisis del "yu social"
medida sobre la teoría de la socialización de Mead. hecho por Wi\liam James (Principies of P"jlchology).

164 165
asumida. La dialéctica, que se presenta en todo momento ta "Mamá se enoja conmigo cada vez que derramo la sopa".
en que el individuo se identifica: con sus otros significantes, A medida que otros significantes adicionales (padre, abue-
resulta, por así decir, la particularización en la vida indivi- la, hermana mayor, etc.) apoyan la actitud negativa de la
dual de la dialéctica general de la sociedad, que ya analiza- madre con respecto a derramar la sopa, la generalidad de la
mos antes. norma se extiende subjetivamente. El paso decisivo viene
Aunque los detalles de esta dialéctica tienen, por supues- cuando el niño reconoce que todos se oponen a que derrame
to, gran importancia para la psicología social, excederíamos la sopa y la norma se generaliza como "Uno no debe derra-
nuestras actuales consideraciones si rastreáramos sus im- mar la sopa", en la que "uno" es él mismo como parte de la
plicaciones con respecto a la teoría socio-psicológica". Lo generalidad que incluye, en principio, todo aquello de la so-
que más importa para nuestra argumentación presente es ciedad que resulta significante para el niño. Esta abstrac-
el hecho de que el individuo no solo acepta los "roles" y las ción de los "roles" y actitudes de otros significantes concre-
actitudes de otros, sino que en el mismo proceso acepta el tos se denomina el otro generalizado''. Su formación dentro
mundo de ellos. En realidad, la identidad se define objetiva- de la conciencia significa que ahora el individuo se identifi-
mente canto ubicación en un mundo determinado y puede ca no solo con otros concretos, sino con una generalidad de
asumtrsela subjetivamente solo junto con ese mundo. Dicho otros o sea con una sociedad. Solamente en virtud de esta
de otra manera, todas las identificaciones se realizan den- ídentíflcactón generalizada logra estabilidad y continuidad
tro de horizontes que implican un mundo social especifico. su propia auto-identificación. Ahora no solo tiene una iden-
El niño aprende que él es lo que lo llaman. Cada nombre tidad vis-u-vis de este o aquel otro significantes, sino tam-
implica una nomenclatura, que a su vez implica una ubica- bién una identidad en general, que se aprehende subjetiva-
ción social determinada'[. Recibir una identidad comporta mente en cuanto sigue siendo la misma, no importa qué
adjudicarnos un 1ugar específico en el mundo. Así como esta otros -significantes o n(}- se le presenten. Esta identidad
identidad es subjetivamente asumida por el niño ("Yo soy con nueva coherencia incorpora dentro de sí todos los diver-
John Smith"), también lo es el mundo al que apunta esta sos "roles" y actitudes interrial izados, incluyendo, entre
identidad. Las apropiaciones subjetivas de la identidad y muchas otras cosas, la auto-identificación como no derra-
del mundo social son nada más que aspectos diferentes del mador de sopa.
mismo proceso de ínternalizacíon, mediatizados por los La formación; dentro de la conciencia, del otro generali-
mismos otros significantes. zado señala una fase decisiva en la socialización. Implica la
La socialización primaria crea en la conciencia del niño intemalizacién de la sociedad en cuanto tal y de la realidad
una abstracción progresiva que va de los "roles" y actitudes objetiva en ella establecida, y, al mismo tiempo, el estableci-
de otros específicos, a los "roles" y actitudes en general. Por miento subjetivo de una identidad coherente y continua. La
ejemplo, en la internalízacíón de normas existe una progre- sociedad, la identidad)' la realidad se cristalizan subjetiva-
sión que va desde "Mamá está enojada conmigo ahora" has- mente-en el mismo proceso de internalización. Esta cristali-
7 Aunque este punto no podría detallarse aquí. ya se ha dicho bastan- zación se corresponde con la internalización del lenguaje.
te para señalar la posibilidad de una psicología social genuinamente Por razones evidentes, según nuestro análisis previo del len-
dialéctica. Esta última tendría igual importancia para la antropología guaje, éste constituye, por cierto, el contenido más impor-
filosófica y la sociología. En lo que respecta a la segunda, una psicología tante y el instrumento más importante de la socialización
social semejante (fundamentalmente orientada según Mead, pero con el Cuando el otro generalizado se ha cristalizado en fa con-
agregado de importantes elementos provenientes de otras corrientes
del pensamiento científico-social) haría innecesaria la búsqueda de
ciencia. se establece una relación simétrica entre la reali-
alianzas teóricamente insostenibles con el freudianisrno o con el paico- dad objetiva y la subjetiva. Lo que es real "por fuera" se ea-
logismo conductista.
s Sobre la nomenclatura. cf Claude Lévi-Strauss, La pensée sauoage, 9 El concepto del "otro generalizado" se usa aquí totalmente en el
pp. 253 Y sigs. sentido de Mead.

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rreeponde con lo que es real "por dentro". La realidad obje- disponen las reglas deljuega. El niño puede intervenir en el
ti:8 puede "traducirse" fácilmente en realidad subjetiva, y juego con entusiasmo o con hosca resistencia, pero por des-
VIceversa. El lenguaie es por supuesto, el vehículo princi- gracia no existe ningún otro juego a mano. Esto tiene un co-
pal de este proceso continuo de traducción en ambas direc- rolario importante. Como el niño no interviene en la elec-
ciones. Hay que hacer notar sin embargo, que la simetría ción de sus otros significantes, se identifica con ellos casi
entre la realidad objetiva y la subjetiva no puede ser total. automáticamente. El niño no intemaliza el mundo de sus
Las dos realidades se corresponden mutuamente, pero no otros significantes cerno uno de los tantos mundos posibles:
SOn coextensrvas Siempre hay más realidad objetiva "dis- lo internaliza como el mundo., el único que exi.ste y que se
ponible" que la que se actualiza realmente en cualquier puede concebir, el mundo tour caurt Por esta razón, el mun-
conciencia individual, sencillamente porque el contenido de do interna1izado en la socialización primaria se implanta
la socialización está determinado por la distribución social en la conciencia con mucho más firmeza que los mundos in-
del conocimiento. Ningún individuo internaliza la totalidad ternalizados en socializaciones secundarias. Por mucho que
de lo que se objetiva como realidad en su sociedad, ni aun el sentido de inevitabilidad original pueda debilitarse en
cuando esa sociedad y su mundo sean relativamente sim- desencantos posteriores, el recuerdo de una certeza ya nun-
ples. Por otra parte, siempre existen elementos de la reali- ca repetida ~la certeza de los primeros albores de la reali-
dad subjetiva que no se han originado en la socialización dad- sigue adherido al mundo primero de la niñez. De esa
tales como la conciencia del propio cuerpo anterior a cual- manera, la socialización primaria logra 10 que (retrospecti-
quier aprehensión socialmente entendida de aquél y aparte vamente, por supuesto) puede considerarse como el más
de ésta. La biografía subjetiva no es totalmente social. El importante truco para inspirar confianza que la sociedad le
individuo se aprehende a sí mismo como estando fuera y juega al individuo con el fin de dar apariencias de necesi-
dentro de la sociedad 10. Esto implica que la simetría que dad a lo que, de hecho, es un hato de contingencias y así
existe entre la realidad objetiva y la subjetiva nunca consti- volver significativo el accidente de su nacimiento.
tuye un estado de cosas estático y deñnítívo: siempre tiene Los COntenidos específicos que se internalízan en la socia-
que producirse y reproducirse in actu (;';n otras palabras la lización primaria varían, claro está, de una sociedad a otra.
relación entre el individuo y el mundo social objetivo es ~_ Algunos se encuentran en todas partes. Es, por sobre todo,
mo un acto de equilibrio continuo. Las raíces antropológí- el lenguaje lo que debe intemalizarse. Con el lenguaje, y
cas de esto son, por supuesto, las mismas que las ya exami- por su intermedio, diversos esquemas motivacionales e in-
nadas en conexión con la posición peculiar del hombre en el terpretativos se intemalizan como definidos institucional-
reino animal. mente, por ejemplo, el querer actuar como un muchachito
En la socialización primaria no existe ningún problema valiente y el suponer que los muchachitos se dividen natu-
de ide~tificación, ninguna erección de otros stgmflcantes. ralmente en valientes y cobardes. Estos esquemas propor-
La sociedad presenta al candidato a la socialización ante un cionan al niño programas institucionalizados para la vida
grupo predefinido de otros significantes a los que debe cotidiana; algunos que le resultan de aplicación inmediata
aceptar en cuanto tales, sin posibilidades de optar por otro y otros que le anticipan el comportamiento socialmente de-
arreglo. Hic.Rhodus, hic salta. Hay que aceptar a los padres fmido para etapas biográficas posteriores: la Valentía que le
9-ue el destino nos ha deparado. Esta desventaja injusta permitirá sobrellevar un día plagado de pruebas de volun-
inherente a la situación de hijo tiene la consecuencia obvia tad por parte de sus iguales y de muchos otros, y también la
de que, aunque el niño no sea un simple espectador pasivo valentía que se requerirá más adelante, al iniciarse como
en el proceso de su socialización, son los adultos quienes guerrero, (J cuando haya que comparecer ante el dios. Estos
10 Compárese Georg Simmcl sobre la auto-aprehensión del hombre programas, tanto el inmediatamente aplicable como el en-
como situado dentro y fuera de la sociedad. También atañe a este punto tícípetorío, establecen la diferencia entre la identidad pro-
el concepto de "cxcentricidad~ de Plessner. pia y la de otros: niñas, niños esclavos, o niños de otro clan.

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Por último, existe ínternalízacíon de, por lo menos, los rudi- Así pues, en cualquier sociedad todo programa debe recono-
mentos del aparato legitimador: el niño aprende "por qué" cer que no es posible pretender que el niño de un año
los programas son 10 que son. Hay que ser valiente, porque aprenda lo que un niño de tres. Asimismo, la mayoría de los
hay que hacerse un hombre de verdad; hay que realizar los programas tienen probablemente que definir las cuestiones
rituales, porque de otro modo los dioses se encolerizarán' en forma diferente, según se trate de niños o niñas. Ese re-
hay que ser leal al jefe, porque solo así los dioses nos ayuda- conocimiento mínimo lo imponen, por supuesto, a la socie-
rán en momentos de peligro, etcétera. dad los hechos biológicos. No obstante, existe más allá de
En la soci~li~a~ión primaria, pues¡ se construye el primer esto una gran variabilidad histórico-social en la definición
mundo del individuo. Su peculiar calidad de firmeza debe de las etapas del aprendizaje. Lo que todavía se define co-
atribUirse, al menos en parte, a la inevitabilidad de la rela- mo niñez en una sociedad puede muy bien definirse como
ción del individuo con sus otros significantes del comienzo. edad adulta en otra, y las implicaciones sociales de la niñez
El mundo de la infancia, con su luminosa realidad, condu- pueden variar mucho de una sociedad a otr~ por ejemplo,
ce, por tanto, a la confianza, no solo en las personas de los en términos de cualidades emocionales, responsabilidad
otros significantes, sino también en sus definiciones de la moral o capacidades intelectuales. La civilización occiden-
situación, El mundo de la infancia es masivo e indudable tal contemporánea (al menos la anterior al movimiento
mente real U Probablemente no podría menos de Ser así en freudiano) tendía a considerar a los niños como natural-
esta etapa del desarrollo de la conciencia. Solo más adelan- mente "inocentes" y "dulces"; otras los consideraban "peca-
te el indivi?uo puede permitirse el lujo de tener, por lo me- dores e impuros por naturaleza", diferentes de los adultos
nos, una pizca de duda. Y, probablemente, esta necesidad solo en fuerza y comprensión. Han existido variaciones si-
de un protorrealísmo en la aprehensión del mundo resulte milares en cuanto a la capacidad del niño para la actividad
pertinente tanto fílogenétíca, como ontogenéticamentel-'. sexual, la responsabilidad criminal, la inspiración divina,
[De cualquier forma, el mundo de la niñez está constituido etc. Esas variaciones en la definición social de la niñez y
como para inculcar en el individuo una estructura nómica sus etapas repercutirán evidentemente en el programa de
tlue le infunda confianza en que "todo está muy bien", rcpi- aprendizajel-'.
tiendo la frase que posiblemente las madres repiten con El carácter de la socialización primaria también resulta
m~ frecuencia a sus hijos llorosos. El descubrimiento pos- afectado por las exigencias del acopio de conocimiento que
terior de que al~unas cosas distan de estar "muy bien" debe transmitirse. Ciertas legitimaciones pueden requerir
puede resultar mas o menos chocante según las circunstan- un grado más alto de complejidad lingüística que otras pa-
cias biográficas, pero en cualquiera de los casos es probable ra ser comprendidas. Podríamos calcular, por ejemplo, que
que el mundo de la niñez retenga su realidad peculiar en la un niño necesitaría menos palabras para comprender que
rotrospeccién, y sigasiendo el "mundo del hogar" por mu- no debe masturbarse, porque eso causa enojo a su ángel
c~o qu~ podamos alejarnos de él en épocas posteriores, ha- guardián, que para comprender el argumento de que la
CIaregiones que no tengan nada de familiar para nosotros. masturbación interferirá su ajuste sexual posterior. Los re-
.La. socia~zaeión primaria comporta secuencias de apren- querimientos del orden institucional general afectarán ade-
dizaje SOCIalmente definidas. A la edad A el niño debe más la socialización primaria. Se requieren diferentes habi-
aprender X, y a la edad B debe aprender Y, y así sucesiva- lidades en diferentes edades en una sociedad por oposición
mente. Todo programa de esa clase entraña cierto reconoci- a otra, o aun en diversos sectores de la misma sociedad. La
miento social del crecimiento y la diferenciación biológicos. edad en la que en una sociedad puede considerarse ecnve-
niente que un niño aprenda a conducir un automóvil puede
11 Compárese la realidad masiva del mundo infantil de Piaget.
12Compárese Lévy-Bruhl sobre lo filogenético análogo al "realismo" 13Cf. Philippe Aries, Centuriee o{ Childhood (Nueva York, Knopf,
infantil de Piaget. 1962).

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ser, en otra sociedad, aquella en la que se supone ya habrá cialmente -c-por ejemplo, en forma de "versiones" basadas
matado a su primer enemigo. Un niño de clase alta puede sobre la clase---, pero a 10que aquí nos referimos es a la dis-
enterarse de "los hechos de la vida" a la edad en que un ni- tribución social del "conocimiento especializado", que surge
ño de clase baja domina los rudimentos de la técnica del como resultado de la división del trabajo y cuyos "portado-
aborto. O también, un niño de clase alta puede sentir sus res" se definen institucionalmente. Olvidando por un mo-
primeros estremecimientos de emoción patriótica más o mento sus otras dimensiones, podemos decir que la sociali-
menos a la edad en que su contemporáneo de clase baja ex- zación secundaria es la adquisición del conocimiento espe-
perimenta por primera vez el odio a la policía y a todo lo cífico de "roles", estando éstos directa o indirectamente
que ésta representa. arraigados en la división del trabajo. Existe cierto justifica-
La socialización primaria finaliza cuando el concepto d81 tivo para una definición tan restringida, pero con eso no se
otro generalizado (y todo lo que esto comporta) se ha esta- ha dicho todo. La socialización secundaria requiere la ad-
blecido en la conciencia del individuo. A esta altura ya es quisición de vocabularios específicos de "roles", lo que signi-
miembro efectivo de la sociedad y está en posesión subjeti- fica, por Jo pronto, la internalizaci6n de campos semánticos
va de un yo y un mundo. Pero esta internalización de la so- que estructuran interpretaciones y comportamientos de ru-
ciedad, la identidad y la realidad no se resuelven así como tina dentro de un área institucional. Al mismo tiempo tam-
así. La socialización nunca es total, y nunca termina. Esto bién se adquieren "comprensiones tácitas", evaluaciones y
nos presenta otros dos problemas para resolver: primero, coloraciones afectivas de estos campos semánticos. Los
cómo se mantiene en la conciencia la realidad internalizada "submundos" internalizados en la socialización secundaria
en la socialización primaria, y, segundo, cómo se efectúan son generalmente realidades parciales que contrastan con
otras socializaciones -las secundarias-e- en la biografía el "mundo de base" adquirido en la socialización primaria.
posterior del individuo. Examinaremos estos problemas en Sin embargo, también ellos constituyen realidades más o
orden inverso. menos coherentes, caracterizadas por componentes norma-
tivos y afectivos a la vez que cognoscitivos.
b) Socialización secundaria. Además los submundos también requieren, por lo menos,
los rudimentos de un aparato legitimador, acampanados
Resulta posible concebir una sociedad en la que no se pro- con frecuencia por símbolos rituales o materiales. Por ejem-
duzca otra socialización después de la primaria. Dicha so- plo, puede surgir una diferenciación entre los soldados de
ciedad tendría, por supuesto, un acopio de conocimiento infantería y de caballería. Estos últimos recibirán un adies-
muy sencillo. Todo el conocimiento sería relevante en gene- tramiento especial, que probablemente comportará algo
ral, variando los diferentes individuos solo en lo referente a más que aprender las habilidades puramente físicas que se
sus perspectivas de aquél. Esta concepción resulta útil para necesitan para manejar caballos militares. El lenguaje de
plantear un caso limitativo; pero no existe ninguna socie- la caballería se volverá muy diferente del de la infantería.
dad, dentro de las que conocemos, que no posea cierta divi- Se construirá una terminología referente a los caballos, sus
sión del trabajo y, concomitantemente, cierta distribución cualidades y usos, y a las situaciones que surjan con motivo
social del conocimiento, por lo que, mientras así ocurra, la de la vida de la caballería, todo lo cual no resultará del todo
socialización secundaria se vuelve una necesidad. relevante para el soldado de infantería. La caballería tam-
La SOCialización secundaria es la internalización de "sub- bién usará un lenguaje diferente en más de un sentido. Un
mundos" institucionales o basados sobre instituciones. Su infante enojado profiere blasfemias aludiendo a sus pies do-
alcance y su carácter se determinan, pues, por la compleji-, loridos, mientras que el soldado de caballería tal vez men-
dad de la división del trabajo y la distribución social conco- cionará el trasero de su caballo en circunstancias similares.
mitante del conocimiento. Por supuesto que también el co- En otras palabras, se construye un cuerpo de imágenes y
nocimiento relevante en general puede estar distribuido so- alegorías sobre la base instrumental del lenguaje de la ca-

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ballería. Este lenguaje específico de un "rol" lo internaliza Los procesos formales de la socialización secundaria se
in toto el individuo cuando se adiestra para el combate determinan por su problema fundamental. siempre presu-
ecuestre. Llega a ser un hombre de caballería no solo cuan- pone un proceso previo de socialización primaria; o sea, que
do adquiere las habilidades necesarias, sino cuando se debe tratar con un yo formado con anterioridad y con un
vuelve capaz de entender y usar dicho lenguaje. Puede en- mundo ya íeternaltaado. No puede construir la realidad
tonces comunicarse con sus compañeros de cuerpo en alu- subjetiva ex nihito. Esto presenta un problema, porque la
siones muy significativas para ellos, pero completamente realidad ya mternalizada tiende a persistir. Cualesquiera
ininteligibles para los soldados de infantería. Se da por que sean los nuevos contenidos que ahora haya que inter-
sobrentendido que este proceso de internalización involucra nalizar, deben, en cierta manera, superponerse a esa reali-
identificación subjetiva con el "rol" y sus normas apropia- dad ya presente. Existe, pues, un problema de coherencia
das: "Soy un jinete", "Un hombre de caballería nunca per- entre las iníernalizaciones originales y las. nuevas, proble-
mite que su enemigo vea: la cola de su cabalgadura", "Nun- ma que puede resultar más o menos arduo de resolver en
ca dejes de recordarle a una mujer el contacto de las es- los diferentes casos. Si se aprende que la limpieza es una
puelas", "Quien cabalga rápido en la guerra también es rá- virtud en la propia persona, no resultará dificil transferir
pido en el juego", etc. Cuando haya necesidad, este cuerpo esa misma virtud al caballo propio. Pero si se ha aprendido
de significados sera sustentado por legitimaciones que van que ciertas obscenidades son motivo de represión en un ni-
desde las sencillas máximas, como las que hemos citado, ño de a pie, requerirá cierta explicación el hecho de que
hasta las más complicadas construcciones mitológicas. Fi- ahora resultan "de rigor" para un miembro de la caballeria.
nalmente, puede existir una variedad de ceremonias y Establecer y mantener la coherencia en la socialización se-
objetos ñsícos representativos, como la celebración anual cundaria presupone ciertos procedimientos conceptuales
de la fiesta del dios-caballo, en la que todas las comidas se para integrar los diferentes cuerpos de conocimiento.
hacen a caballo y los jinetes recién iniciados reciben los En la socialización secundaria. las limitaciones biológicas
fetiches de cola de caballo para lucir alrededor del cuello. se vuelven cada vez menos importantes en las secuencias
El carácter de una socialización secundaria como la cita- del aprendizaje, el cual ahora llega a establecerse en térmi-
da depende del status del cuerpo de conocimiento de que se nos de las prop1edades intrínsecas del conocimiento que ha
trate dentro del universo simbólico en conjunto. Se necesita de adquirirse, o sea, en términos de la estructura fundacio-
entrenamiento para conseguir que un caballo tire de un nal de ese conocimiento. Por ejemplo, para aprender ciertas
carro de abono o para luchar montado sobre él en el comba- técnicas de la caza primero hay que aprender a escalar
te. Pero una sociedad que limita el uso de los caballos nada montañas, o para aprender cálculo matemático primero
más que para tirar de los carros de abono no es probable hay que aprender álgebra. Las secuencias del aprendizaje
que embellezca esta actividad con rituales o fetichismos pueden también manejarse segun los intereses creados de
elaborados, ni tampoco es probable que los encargados de quienes administran el cuerpo de conocimiento. Por ejem-
realizar esta tarea se identifiquen con su "rol" de manera plo, puede estar establecido que hay que aprender la adivi-
profunda; en esos casos las legitimaciones han de ser pro- nación por las entrañas de los animales antes que hacerlo
bablemente de índole compensatoria. Así pues, exíste una por el vuelo de los pájaros, o que hay que obtener un diplo-
gran variabilidad histórico-social en las representaciones ma de la enseñanza media antes de poder inscribirse en
que comporta la socialización secundaria. Sin embargo, en una escuela para embalsamadores, o que se debe aprobar
la mayoría de las sociedades la transición de la socializa- un examen de gaélico antes de poder aspirar a un puesto en
ción primaria a la secundaria va acompañada de ciertos ri- la administración irlandesa. Esas estipulaciones son ex-
tuales-". trínsecas al conocimiento requerido pragmáticamente para
14 Compárense aquí los análisis antropológico-culturales de los "ritos desempeñar los "roles" de adivinador, embalsamador o em-
de pasaje" relacionados con la pubertad. pleado administrativo irlandés. Se han establecido institu-

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cionalmente para realzar el prestigio de los "roles" en cues- texto institucional. Huelga aclarar que esto no precisa ne-
tión, o para conformar otros intereses ideológicos. La pre- cesariamente una comprensión sofisticada de todas las im-
paración que da una escuela primaria puede servir pertec- plicaciones del contexto institucional. Con todo, el hijo de
tamente para cumplir el plan de estudios de una escuela de los campesinos incultos, para seguir con el mismo ejemplo,
embalsamadores, y los empleados administrativos irlande- aprehende verdaderamente a su maestro de escuela como
ses pueden desempeñar sus tareas normales valiéndose del funcionario institucional de una manera como nunca apre-
idioma inglés. Hasta puede ocurrir que las secuencias del hendió a sus padres, y comprende el "rol" que desempeña el
aprendizaje así manipulado sean pragmáticamente disfun- maestro como representante de significados institucional-
cionales. Por ejemplo, puede estipularse que se necesita el mente específicos, por ejemplo, los de la nación en oposición
antecedente de una "cultura general" impartida por un a la región, los del mundo de clase media nacional en oposi-
college antes de aprender la carrera profesional de sociólogo ción a su ambiente hogareño de clase baja, los de la ciudad
investigador, aunque esta actividad podría realizarse real- en oposición al campo. Por consiguiente, la interacción so-
mente con mayor eficacia si no se tuviera el lastre de una cial entre maestros y educandos puede formalizarse. Los
"cultura" de esa índole. maestros no tienen por qué constituir otros significantes en
Mientras que la socialización primaria no puede efectuar- ningún sentido de la palabra: son funcionarios instituciona-
se sin una identificación con carga emocional del niño con les con la tareaformal de transmitir conocimiento específi-
sus otros significantes, la mayor parte de la socialización co. Los "roles" de la socialización secundaria comportan un
secundaria puede prescindir de esta clase de identificación alto grado de anonimato, vale decir, se separan fácilmente
y proceder efectivamente con la sola dosis de identificación de los individuos que los desempeñan. El mismo conoci-
mutua que interviene en cualquier comunicación entre los miento que enseña un maestro de tantos puede enseñarlo
seres humanos. Dicho más rudimentariamente, es necesa- otro Cualquier funcionario de su tipo podría enseñar ese ti-
rio amar a la propia madre, pero no a la maestra propia. La po de conocimiento. Los funcionarios individuales pueden,
socialización en la vida posterior comienza típicamente a por supuesto, diferenciarse subjetivamente de diversas ma-
adoptar una afectividad que recuerda la niñez cuando bus- neras (porque sean más o menos simpáticos, o porque ense-
ca transformar radicalmente la realidad subjetiva del indi- ñen mejor o peor la aritmética, etc.); pero, por principio, son
viduo. Esto plantea problemas especiales que analizaremos intercambiables.
un poco más adelante. Esta formalidad y este anonimato se vinculan, por su-
En la socialización primaria el niño no aprehende a sus puesto, al carácter afectivo de las relaciones sociales en la
otros significantes como funcionarios institucionales, sino socialización secundaria. Como quiera que sea, su conse-
como mediadores de la realidad tout court; el niño internali- cuencia más importante consiste en atribuir al conteni-
za el mundo de sus padres como el mundo y no como perte- do de lo que se aprende en la socialización secundaria una
neciente a un contexto institucional específico. Algunas de inevitabilidad subjetiva mucho menor que la que poseen
las crisis que se producen después de la socialización pri- los contenidos de la socialización primaria. Por lo tanto, el
maria se deben realmente al reconocimiento de que el mun- acento de realidad del conocimiento internalizado en la
do de los propios padres no es el único mundo que existe, socialización secundaria se descarta más fácilmente (o sea,
sino que tiene una ubicación social muy específica, quizás el sentido subjetivo de que estas íntemalízacíones tienen
hasta con una connotación peyorativa. Por ejemplo, cuando realidad, es más fugaz). Se necesitan fuertes impactos bio-
el niño es más grande llega a reconocer que el mundo repre- gráficos para poder desintegrar la realidad masiva interna-
sentado por sus padres, el mismo que él había tomado por lizada en la primera infancia, pero éstos pueden ser mucho
establecido como realidad inevitable, resulta ser, de hecho, menores para poder destruir las realidades internalizadas
el mundo de los campesinos ignorantes y de la clase baja. más tarde. Además, resulta relativamente fácil dejar a un
En la socialización secundaria suele aprehenderse el con- lado la realidad de las internalizaciones secundarias. El ni-

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ño vive de buen o mal grado en el mundo tal como lo defi- dades posteriores son "artificiales". Así pues, el maestro de
nen sus padres, pero puedo dar la espalda con alegría al escuela trata de hacer "familiares" los contenidos que im-
mundo de la aritmética, no bien abandona el salón de clase. parte, haciéndolos vívidos (o sea, haciendo que resulten tan
Esto posibilita el separar una parte del yo y su realidad llenos de vida como el "mundo hogareño" del niño), relevan-
concomitante como algo que atañe solo a la situación espe- tes (o sea, vinculándolos con las estructuras de relevancia
cífica del "rol" de que se trata. El ir\.dividuo establece, pues, ya presentes en el "mundo hogareño") e interesantes (o sea,
una distancia entre su yo total y su realidad por una parte, induciendo a la atención del niño a separarse de sus objetos
y el yo parcial específico del "rol" y su realidad por la otra 15 . "naturales" para fijarse en estos más "artificiales"). Estas
Esta importante proeza solo es posible después que se ha maniobras constituyen una necesidad porque ahí ya se alza
efectuado la socialización primaria. Expresado nuevamente una realidad internalizada que persiste "en el camino" de
en forma rudimentaria, al niño le resulta más fácil "escon- nuevas internalizaciones. El grado y el carácter preciso de
derse" de su maestro que de su madre. Inversamente, pue- estas técnicas pedagógicas variará de acuerdo con las moti-
de decirse que el desarrollo de esta capacidad de "esconder- vaciones que tenga el individuo para la adquisición del nue-
se" constituye un aspecto importante del proceso para lle- vo conocimiento.
gar a la adultcz. Cuanto más logren estas técnicas volver subjetivamente
El acento de. realidad del conocimiento internalizado en aceptable la continuidad entre los elementos originarios del
la socialización primaria se da casi automáticamente; en la conocimiento y los elementos nuevos, más prontamente ad-
socialización secundaría debe ser reforzado por técnicas pe- quirirán el acento de realidad. Una segunda lengua se ad-
dagógicas específicas, debe hacérselo sentir al individuo co- quiere construyendo sobre la realidad ya establecida de la
mo algo "familiar". Esta palabra resulta sugerente, porque "lengua materna". Durante largo tiempo cada elemento del
la realidad original de la niñez es el "hogar" y se plantea nuevo idioma que se está aprendiendo se re-traduce conti-
por sí sola en cuanto tal, inevitablemente y, por así decir, nuamente a la lengua propia. Únicamente en esta forma
"naturalmente". En comparación con ella, todas las reali- puede empezar a cobrar alguna realidad la nueva lengua. A
medida que esta realidad llega a quedar establecida por
15 El concepto de "distancia del «rnl-" es desarrollado por Erving derecho propio, puede ir prescindiéndose poco a poco de la
Goffman, particularmente cn Asylums (Garden Cíty, N. Y., Doubleday- re-traducción, para adquirir la capacidad de "pensar en" el
Anehor, 1961); Internados -c-ensayoe sobre la situación social de los en- nuevo idioma. Sin embargo, es raro que una lengua apren-
fermos mentales-« (Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1970). Nuestro dida en la vida posterior alcance la realidad inevitable y
análisis sugiere que esa distancia solo es posible con respecto a las auto-evidente que posee la primera lengua aprendida en la
realidades internalizadas en la socialización secundaria. Si se extiende
a las internalizadas en la socialización primaria, nos hallamos en los
niñez. De ahí deriva, por supuesto, la cualidad afectiva que
dominios de lo que la psiquiatría norteamericana denomina -psícopa- tiene la "lengua materna". Mutatis mutandis, las mismas
tía", que implica una deficiente formación de la identídad. Otro punto características de construir sobre la realidad "familiar", re-
muy interesante sugerido por nuestro análisis se refiere a los límites lacionándose con ella a medida que el aprendizaje avanza y
estructurales dentro de los cuales puede resultar viable un "modelo gof- quebrando luego esta relación, pero muy lentamente, perte-
fmaniano" de interacción social, a saber, las sociedades estructuradas necen a otras secuencias del aprendizaje en la socialización
de tal manera que los elementos decisivos de la realidad objetivada se secundaria.
internalizan en procesos de socialización secundaria.. Esta considera- Aquellos hechos de los cuales los procesos de la socializa-
ción, dicho sea de paso, debe prevenirnos para no equiparar el "modelo"
de Goffman (que, agreguemos, resulta muy útil para el análisis de im-
ción secundaria no presuponen un alto grado de identifica-
portantes rasgos de la sociedad industrial moderna) con un "modelo ción y cuyos contenidos no poseen la cualidad de inevitables
dramático" tour court. Después de todo, han existido otros dramas ade- pueden resultar de utilidad pragmática, porque permiten
más del hombre-organización contemporáneo empeñado en el "manejo aprender secuencias racional y emocionalmente controla-
de impresiones". das. Pero como los contenidos de este tipo de internaliza-

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ción poseen una realidad subjetiva frágil y no confiable, en la socialización secundaria adquiere una carga afectiva bes-
comparación con la de la internalización de la socialización ta el grado en que la inmersión en la nueva realidad y el
primaria, se hace necesario en algunos casos elaborar téc- compromiso para con ella se definen institucionalmente co-
nicas especiales para producir la identificación y la inevita- mo necesarios. la relación del individuo con el personal so-
bilidad requeridas. La necesidad de dichas técnicas puede cializador se carga correlativamente de "significación", vale
considerarse intrínseca en términos del aprendizaje y de la decir que los elencos soctallzadores asumen el carácter de
aplicación del contenido de la internalización, o tal vez se los otros significantes uís-a-oie del individuo que está socia-
presente a causa de los intereses creados de quienes ad- Iizéndoee. Este último se compromete, pues, ampliamente
ministran el proceso de socialización de que se trate. Por con la nueva realidad; se "entrega" a la música, a la revolu-
ejemplo, un individuo que quiere llegar a ser un músico ca- ción, a la fe, no en forma parcial, sino con lo que subjetiva-,
bal debe sumergirse en su disciplina hasta un grado que es mente constituye su vida entera. La prontitud para sacri-
totalmente innecesario en el caso del que quiere ser inge- ficarse es, por supuesto, la consecuencia final de este tipo
niero. La disciplina de la ingeniería puede aprenderse efi- de socialización.
cazmente a través de procesos formales sumamente racio- Una circunstancia importante que puede plantear una
nales y emocionalmente neutrales. La educación musical, necesidad de dicha intensificación es la competencia entre
por otra parte, involucra típicamente una identificación los encargados de definir la realidad en diversas institucio-
mucho más elevada con un maestro y una inmersión mucho nes. En el caso del adiestramiento revolucionario el proble-
mayor en la realidad musical. Esta diferencia proviene de ma intrínseco reside en la socialización del individuo en
las diferencias intrínsecas entre la ingeniería y el conoci- una contradefinición de la realidad, vale decir, contra las
miento musical, y entre los modos de vida a que se aplican definiciones de los legitimadores "oficiales" de la sociedad.
prácticamente estos dos cuerpos de conocimiento. Un revo- Pero también tendrá que intensificarse la socialización del
lucionario profesional necesita también un grado incon- músico dentro de una sociedad en la que se ofrece amplia
mensurablemente más alto de identificación e inevitabili- oportunidad de competir con los valores estéticos de la co-
dad que un ingeniero. Pero, en este caso, la necesidad pro- munidad musical. Por ejemplo, puede suponerse que un
viene no de las propiedades intrínsecas del conocimiento músico en formación en los Estados Unidos actuales debe
mismo, que pueden tener un contenido muy sencillo y aus- comprometerse con la música con una intensidad emocio-
tero, sino del compromiso personal que se requiere de un nal que resultaba innecesaria en la Viena del siglo XIX, jus-
revolucionario respecto de los intereses creados del movi- tamente porque en la situación americana existe la compe-
miento revolucionario. A veces la necesidad de técnicas in- tencia poderosa de lo que subjetivamente aparecerá como el
tensífícadoras puede provenir de factores tanto intrínsecos mundo "materialista" y de "cultura de masas" de la "lucha
como extrínsecos. La socialización de los elencos religiosos competitiva". Similarmente, el adiestramiento religioso en
es un ejemplo de ello. una situación pluralista plantea la necesidad de técnicas
Las técnicas aplicadas en esos casos están destinadas a "artificiales" de acentuación de la realidad, técnicas innece-
intensificar la carga afectiva del proceso de socialización. sarias en una situación dominada por un monopolio religio-
En particular, involucran la institucionalización de un ela- so. 'Iodavia resulta "natural" llegar a ser sacerdote católico
borado proceso de iniciación, un noviciado, en cuyo curso el en Roma, de una manera como no sucede en los Estados
individuo llega a comprometerse con la realidad que está Unidos. Consecuentemente, los seminarios teológicos nor-
internalizando. Cuando el proceso requiere una transfor- teamericanos deben entendérselas con el problema del
maci~n r:eal de la realidad "familiar" del individuo, llega a "deslizamiento de la realidad" e idean técnicas para que esa
constituir una réplica lo más aproximada posible del ca- misma realidad "quede adherida". No es de sorprender que
rácter de la socialización primaria, como veremos un poco hayan descubierto el recurso evidente de enviar por un
más adelante. Pero aun exceptuando esa transfonnación, tiempo a Roma a sus estudiantes más prometedores.

180 181
Variaciones similares pueden existir dentro del mismo un ejemplo inmejorable de la socialización secundaria, que
contexto institucional, de acuerdo con las tareas adjudica- se efectúa bajo los auspicios de organismos especializados.
das a las diferentes categorías del elenco. Así pues, el grado La consiguiente declinación de la familia como agente de
de compromiso con lo militar que se requiere en los oficiales socialización secundaria se conoce demasiado bien para que
de carrera es muy distinto del requerido en el caso de los re- nos extendamos aquí en mayores detallee'".
clutas, hecho que se refleja claramente en los respectivos
procesos de adiestramiento. De manera similar, hay diferen- e) Mantenimiento y transformación de la realidad subjetiva.
cias entre los compromisos para con la realidad institucio-
naI que se exigen a un director ejecutivo y al personal sub- Como la socialización nunca se termina y los contenidos
alterno de las oficinas, a un psicoanalista y a un trabajador que la misma internaliza enfrentan continuas amenazas a
social en psiquiatría, y así sucesivamente. Un director eje- su realidad subjetiva, toda sociedad viable debe desarrollar
cutivo debe ser "políticamente seguro", de una manera que procedimientos de mantenimiento de la realidad para sal-
no incumbe al supervisor de dactilógrafos, y al psicoanalis- vaguardar cierto grado de simetría entre la realidad objeti-
ta se le impone un "análisis didáctico", cosa que solamente va y la subjetiva. Ya hemos examinado este problema al re-
se le sugiere al trabajador social, etc. Existen, por lo tanto, ferimos a la legitimación. Nuestra atención se centra ahora
sistemas sumamente diferenciados de socialización secun- sobre la defensa de la realidad subjetiva más que de la obje-
daria en las instituciones complejas, en ocasiones ajustados tiva, sobre la realidad tal cual se aprehende en la concien-
muy sensiblemento a los requerimientos diferenciales de cia individual más que como se define institucionalmente.
las diversas categorías de elencos instítucíonalea'f La socialización primaria intemaliza una realidad apre-
La distribución institucionalizada de tareas entre la so- hendida como 'inevitable. Esta intemalización puede consi-
cialización primaria y la secundaria varía de acuerdo con la derarse lograda si el sentido de inevitabilidad se halla pre-
complejidad de la distribución social del conocimiento. En sente casi todo el tiempo, al menos, mientras el individuo
tanto resulte relativamente sencilla, el mismo organismo está en actividad en el mundo de la vida cotidiana. Pero
institucional puede pasar de la socialización primaria a la aun cuando este último retenga su realidad masiva y esta-
secundaria y realizar, en gran medida, la segunda. En los blecida in actu, estará amenazado por las situaciones mar-
casos de gran complejidad, tendrán que crearse organismos ginales de la experiencia humana que no pueden descartar-
especializados en socialización secundaria, con un plantel se por completo de la actividad cotidiana. Siempre existe la
exclusivo y especialmente adiestrado para las tareas educa- presencia obsesionante de las metamorfosis, las que real-
tivas de que se trate. Fuera de este grado de especialización, mente se recuerdan y las que solo se sienten como sinies-
puede existir una serie de organismos socializadores que tras posibilidades. Existen también las definiciones en eorn-
combinen esa tarea con otras. En este último caso, por petencia de la realidad que pueden presentarse socialmen-
ejemplo, puede establecerse que a cierta edad un muchacho te y que resultan una amenaza más directa. Una cosa es
debe abandonar la choza de su madre para instalarse en los que un decoroso padre de familia sueñe con orgías indes-
cuarteles de los guerreros donde será adiestrado como jine- criptibles en la soledad de la noche, y otra muy distinta ver
te, tarea que no entraña necesariamente la existencia de que esos sueños se representan empíricamente por una ve-
un personal educativo con dedicación exclusiva, porque los cina colonia de libertinos. Los sueños pueden aislarse con
jinetes más veteranos pueden enseñar a los más jóvenes. El más facilidad dentro de la conciencia como "absurdos" que
desenvolvimiento de la educación constituye, por supuesto, se hacen a un lado, o como aberraciones mentales de las que
17 Cf. Ta1cott Parsons, Essays on Sociological Thcory. Pure and Ap-
16 Los estudios de la sociología de las ocupaciones, en particular los piied (Chicago, Free Press, 1949), pp. 233 Y sígs. Una edición posterior
efectuados por Everett Hughes, ofrecen material interesante con res- ha sido traducida como Ensayos de teoría sociológica (Buenos Aires,
pedo a este punto. Paidós, 1963).

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nos arrepentimos en si!encio: con~rvan ~. carácter fantas- tífícacíonee previas como hombres, como seres morales, o
mal vis-u-vis de la realidad de la vida cotidiana. Una repre- como cristianos. En la misma situación, mi auto-identifica-
sentación real se impone a la conciencia mucho más clamo- ción como subjefe de la sección mercería no resulta tan
rosamente. Tendrá que ser destruida de hecho an~s de po- amenazada cuanto trivializada. Inversamente, puede decir-
der dominarla mentalmente. Sea como fuere, es innegable se que el mantenimiento de las íntemalízacíones primarias
que se puede al illen?S tratar de negar las metamorfosis de frente a situaciones marginales constituye una buena me-
las situaciones margmales. . dida para apreciar su realidad subjetiva. Esta misma prue-
El carácter más "artificial" de la socialización secundarla ba resultaría por completo irrelevante si se aplicase a la
vuelve aún más vulnerable la realidad subjetiva de sus in- mayor parte de las socializaciones secundarias. Morir como
temalizaciones frente al reto de las definiciones de la reali- hombre tiene sentido, pero casi no lo tiene morir como sub-
dad, no porque aquéllas no estén estable.cidas o.s: apreh~n­ jefe del departamento mercería. Asimismo, en casos en los
dan como algo menos que real en la ":lda cotidiana, ~mo que se da socialmente como probable que las intemalízacío-
porque su realidad se halla menos ~algada en la cO~CIen­ nes secundarias tengan este grado de persistencia de la
cia y resulta por ende más susceptible al desplazamiento. realidad frente a situaciones marginales, los procedimien-
Por ejemplo, tanto la prohibición de la,desnudez, que .af:cta tos de socialización concomitantes deberán intensificarse y
al sentido del pudor propio, internahzado en la SOCIalIza- reforzarse de la-manera aludida anteriormente. Los proce-
ción primaria, como los cánones de la vestimentJ:t adecuada sos militares y religiosos de socialización secundaria po-
para diferentes ocasiones sociales, que se adqUI:ren como drían citarse nuevamente a modo de ilustración.
internalización secundaria, se dan por establecidos en la Es conveniente distinguir dos tipos generales de mante-
vida cotidiana. En tanto no se cuestionen socialmente, nin- nimiento de la realidad: mantenimiento de rutina y mante-
guno de ellos constituye un problema para el individuo, Sin nimiento de crisis. El primero está destinado a mantener la
embargo el desafio tendría que ser mucho más fuerte en el realidad internalizada en la vida cotidiana, y el segundo, en
primer c~o que en el segundo, para que se cristal~zara co- las situaciones de crisis. Ambos entrañan fundamental-
mo amenaza para la realidad establecida de las rutinas re~­ mente los mismos procesos sociales, aunque deben anotar-
pectivas. Un cambio relativamente pequeño en !a ~e~m­ se algunas diferencias.
ción subjetiva de la realidad bastarí:t para qu~ un l?dlVlduo Como hemos visto, la realidad de la vida cotidiana se
diera por establecido que se puede 11" a la oficina SlO corba- mantiene porque se concreta en rutinas, lo que constituye
ta; pero se necesitaria un cambio mucho ~ás ~rástico para la esencia de la institucionalización. Más allá de esto, no
conseguir que fuera, como cosa natural, s.m runguna ropa. obstante, la realidad de la vida cotidiana se reafirma conti-
El primer cambio podría mediatizarse socialmente solo por nuamente en la interacción del individuo con los otros. Así
un cambio de trabajo, como por ejemplo, el pase de un cole- como la realidad se internaliza originariamente por un pro-
gio metropolitano a uno rural; el s~n~o.comportaría una ceso social, así también se mantiene en la conciencia por
revolución social en el ambiente del individuo; se aprehen- procesos sociales. Estos últimos no difieren drásticamente
dería subjetivamente como una profunda conversión, de los de la intemalizaeión anterior, y reflejan el hecho fun-
probablemente tras una intensa resistencia inicial. damental de que la realidad subjetiva debe guardar rela-
La realidad de las internalizaciones se halla menos ame- ción con una realidad objetiva socialmente definida.
nazada por las situaciones marginale~ porque s~ele resu!- En el proceso social de mantenimiento de la realidad es
tarles irrelevante. Lo que puede ocurrir es que dicha reah- posible distinguir entre los otros significantes y los otros
dad se aprehenda como trivial justamente porque se pone menos ímportantesl". Fundamentalmente, todos o por lo
de manifiesto su irrelevancia para la situación marginal. 18Hans H. Gerth YC. Wright MiIls en Charaaer and Social StructfJ.-
Así pues, es posible afirmar que ~a inminencia de la m~erte re (Nueva York, Harcourt, Brace and Co., 1953); Cartícter y es!nu:tura
amenaza profundamente la realidad de nuestras autoiden- socml (Buenos Aires, Paidós), sugieren la expresión "otros íntimos" en

184 185
menos la mayoría de los otros que el individuo encuentra, tiva; pero lo cierto es que ocupan una posición central en la
en la vida diaria le sirven para reafirmar su realidad subje- economia del mantenimiento de la realidad y revisten par.
tiva. Esto ocurre aun en una situación tan "no significativa" ticular importancia para la confirmación continua de ese
como viajar en un tren local. El individuo tal vez no conozca elemento crucial de la realidad que llamamos identidad. A
a nadie de los que viajan con él, ni hable con ninguno. Sin fin de seguir confiado en que es realmente quien cree ser, el
embargo, la multitud de pasajeros habituales reafirma la individuo requiere no solo la confirmación implícita de esta
estructura básica de la vida cotidiana. Por su conducta ge- identidad que le proporcionarán aun los contactos cotidia-
neral, sus habituales compañeros de viaje sacan al indi- nos accidentales, sino también la confirmación explícita y
viduo de la tenue realidad de su adormecimiento matinal y emotivamente cargada que le brindan los otros significan-
le proclaman en términos decididos que el mundo se compo- tes. En el ejemplo anterior, nuestro habitante suburbano
ne de hombres serios que van al trabajo, de responsabilida- buscara probablemente dicha confirmación en su familia y
des y horarios, del Ferrocarril New Haven y del New York demás componentes particulares de su ambiente familiar
Times. Esto último reafirma, por supuesto, las más amplias (vecindario, iglesia, club y otros por el estilo), aunque tam-
coordenadas de la realidad del individuo. Desde el pronósti- bién sus compañeros de trabajo pueden llenar esa función.
co meteorológico hasta los avisos clasificados del periódico, Si además se acuesta con su secretaria, su identidad se con-
todo le asegura que se encuentra, ciertamente, en el mundo firma y se amplía, lo que supone que al individuo le agrada
más real posible. ConcomiLantemente, afirma el status me- que se confirme su identidad. El mismo proceso correspon-
nos que real de las visiones siniestras experimentadas an- de para la confirmación de las identidades que al individuo
tes del desayuno: la forma extraña de los objetos supuesta- pueden no agradarle. Hasta sus conocidos casuales pueden
mente familiares, al despertarse tras un sueno inquietante; confirmar su auto-identificación como un fracasado irreme-
el impacto que causa no reconocer la propia cara en el espe- diable, pero su esposa, sus hijos y su secretaria lo ratifican
jo del cuarto de baño; un poco más tarde, la sospecha incon- de modo terminante, sin dejar lugar a dudas. Este proceso
fesable de que la propia esposa e hijos resulten misteriosos que transcurre entre la definición de la realidad objetiva y
desconocidos. La mayor parte de los individuos susceptibles el mantenimiento de la realidad subjetiva, es idéntico en
a tales terrores metafísicos consiguen excrcízarlos hasta ambos casos.
cierto punto en el curso de sus rituales matinales, rígida- Los otros significantes constituyen, en la vida del indivi-
mente ejecutados, de manera que la realidad de la vida co- duo, los agentes principales para el mantenimiento de su
tidiana se establece al menos cautelosamente para cuando realidad subjetiva. Los otros menos significantes funcionan
salen por la puerta de sus casas. Pero la realidad empieza a como una especie de coro. La esposa, los hijos y la secreta-
inspirar confianza total solamente en medio de la comuni- ria ratifican cada día solemnemente que, o bien es un hom-
dad anónima del tren local, y llega a ser masiva cuando el bre importante, o bien es un fracasado irremediable; las
tren se detiene en la estación terminal del viaje. Ergo sum, tías solteronas, los cocineros y los ascensoristas apoyan eso
puede ahora murmurar el individuo para sí, mientras se di- en grados variables. Resulta muy posible, por supuesto,
rige a su oficina, completamente despierto y seguro de sí que exista cierto desacuerdo entre estas personas. En ese
mismo. caso el individuo se halla frente a un problema de coheren-
Sería por lo tanto un error suponer que únicamente los cia que puede resolver, en particular, modificando su reali-
otros significantes sirven para mantener la realidad subje- dad o sus relaciones para el mantenimiento de aquélla.
Puede tener la alternativa, por una parte, de aceptar su
lugar de otros significantes dedicados al mantenimiento de la realidad
identidad como fracasado, y por la otra, de despedir a su se-
en la vida posterior. Preferimos no usar esta frase debido a su similitud cretaria o divorciarse de su esposa. También le queda la op-
con la de lntimsphiire, que se ha empleado mucho en la reciente sociolo- ción de degradar a algunas de esas personas en su con-
gía de lengua alemana y que tiene una connotación muy diferente. dición de otros significantes, y en su lugar recurrir a otros

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para que le confirmen su realidad significativa: su psico- será, pues, la que determine cómo será mi reacción al ver
analista, por ejemplo, o sus viejos amigos del club. Existen una mañana aparecer un apretado grupo de chinos adus-
muchas complejidades posibles en esta organización de-las tos, silenciosos y provistos de porta-documentos en el tren
relaciones para el mantenimiento de la realidad, especial- local, vale decir, la que determine el peso que atribuyo al fo-
mente si se trata de una sociedad sumamente móvil y de nómeno en mi propia definicíñn de la realidad. Para tomar
"roles" díferencíadcs-? otro caso ilustrativo, si soy católico creyente, la realidad de
La relación entre los otros significantes y el "coro" para mi fe no tiene por qué sentirse amenazada por mis compa-
mantenimiento de la realidad es dialéctica; o sea que inter- ñ.eros de trabajo no creyentes; pero es muy probable que se
actúan unos con otros, así como con la realidad subjetiva SIenta amenazada por una esposa incrédula. Por lo tanto,
que sirven para confirmar. Una identificación firmemente en una sociedad pluralista es lógico que la Iglesia católica
negativa por parte del ambiente más general puede llegar tolere una amplia variedad de asociaciones interconfesío-
eventualmente a afectar la identificación ofrecida por los nales en la vida económica y política, pero que siga desa-
otros significantes: en el caso de que hasta el ascensorista probando los matrimonios mixtos. En general, en las situa-
omita al saludarlo la palabra "señor", la esposa puede re- ciones en que existe competencia entre diferentes organis-
nunciar a identificar a su marido como hombre importante. mos definidores de la realidad, puede tolerarse toda clase
Inversamente, los otros significantes pueden causar efecto de relaciones de grupo secundario con los competidores, en
eventualmente sobre el ambiente más general: una esposa tanto existan relaciones de grupo primario firmemente es-
"leal" puede significar una ventaja en muchos aspectos tablecidas dentro de las cuales una realidad se reafirma
cuando el individuo trata de imponer una cierta identidad continuamente en oposición con sus competidorasé". La
sobre sus colegas de trabajo. El mantenimiento y la confir- manera como la Iglesia católica se ha adaptado a la situa-
mación de la realidad involucran, pues, la totalidad de la si- ción pluralieta existente en los Estados Unidos constituye
tuación social del individuo, aunque los otros significantes un ejemplo inmejorable.
ocupen una posición privilegiada en esos procesos. El vehículo más importante del mantenimiento de la rea-
La importancia relativa de los otros significantes y del lidad es el dialogo. La vida cotidiana del individuo puede
"coro" puede apreciarse mejor si se examinan ejemplos de considerarse en relación con la puesta en marcha de un
disconfirmación de la realidad subjetiva. Una acción dis- aparato conversacional que mantiene, modifica y recons-
confirmativa de la realidad por parte de la esposa tiene por truye continuamente su realidad subjetiva21. Diálogo sig-
sí sola mucho más fuerza que la de una acción similar por nifica principalmente, por supuesto, que la gente conversa
parte de un conocido casual, cuyas acciones tendrán que entre sí, lo cual no implica que se nieguen las copiosas ema-
adquirir cierta densidad para poder igualar la fuerza que naciones de comunicación no oral que rodean al habla. Con
tienen las de la esposa. La opinión reiterada de mi mejor todo, el habla mantiene una posición de privilegio dentro de
amigo en el sentido de que los periódicos no informan sobre todo el aparato conversacional. Importa destacar, empero,
hechos importantes que ocurren sin que trasciendan al pú- que la mayor parte del mantenimiento de la realidad en el
blico, quizá tenga para mí más peso que la opinión similar diálogo es implícita, no explícita _El diálogo, mayormente,
expresada por mi peluquero. Sin embargo, una misma opi-
nión expresada sucesivamente por diez conocidos míos ca- 20Los conceptos de "grupo primario" y "grupo secundario" se derivan
de Cooley. Aqui seguimos el uso corriente en la sociología norteameri-
suales puede llegar a contrarrestar la opinión contraria de cana.
mi mejor amigo. La cristalización lograda subjetivamente 21 Sobre el concepto del "aparato conversacional", el Peter L. Berger
como resultado de estas definiciones diversas de la realidad y Hansfried Keliner, "Marriage and tbe Construction of Reality", en
Di6genes, 46 (1964), pp. 1 Y sigs. Friedrich Tenbruck, op. cit., analiza
19 Compárese otra vez con Goffman sobre este punto, como también con cierto detalle la función de redes comunicativas para mantener las
con David Riesman. realidades comunes.

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no define la naturaleza del mundo en una cantidad de pala- visto cómo el lenguaje objetiviza el mundo, transfonnando
bras; más bien se efectúa con el trasfondo de un mundo que el panta rhei de la experiencia en un orden coherente. Al es-
se da silenciosamente por establecido. De esa manera, un tablecer este orden el lenguaje realiza un mundo, en el do-
intercambio de frases como: "Bueno, es hora de que salga ble sentido de aprehenderlo y producirlo. 81 dialogo es la
para la estación" y "Muy bien, querido, que tengas un buen actualización de esta eficacia realizadora del lenguaje en
día en la oficina", implica todo un mundo dentro del cual es- ras situaciones "cara a cara" de la existencia individual En
tas proposiciones aparentemente sencillas cobran sentido. el diálogo las obietívizacíones del lenguaje se vuelven obje-
En virtud de esta implicación, el intercambio confirma la tos de la conciencia individual. De esta manera el hecho
realidad subjetiva de este mundo. fundamental del mantenimiento de la realidad reside en el
Si esto se comprende, podrá advertirse claramente que la uso continuo del mismo lenguaje para objetivizar la expe-
gran parte ---cuando no la totalidad- del diálogo cotidiano riencia biográfica en proceso de desenvolvimiento. En el
mantiene la realidad subjetiva; en realidad, esta última ad- más amplio sentido, todos los que usan este mismo lengua-
quiere solidez por la acumulación y la coherencia del diálo- je son otros mantenedores de la realidad. La significación
go casual, diálogo que puede permitirse ser casual precisa- de esto puede, además, diferenciarse en términos de lo que
mente porque se refiere a las rutinas de un mundo que se se entiende por un "lenguaje común", desde el lenguaje
da por establecido. La pérdida de la cualidad de casual in- idiosincrásico de -grupos primarios, hasta los dialectos re-
dica una ruptura de las rutinas y, al menos potencialmente, gionales o clasistas de la comunidad nacional que se define
una amenaza a la realidad establecida. Así pues, es posible en términos de lenguaje. Existen correspondientes "retor-
imaginar qué efecto tendría sobre esa cualídaéde casual un nos a la realidad" para el individuo que vuelve a los pocos
intercambio de frases como éste: "Bueno, es hora de que que entienden las alusiones de su gTIlPO, al sector que co-
salga para la estación", "Muy bien, querido, no te olvides de rresponde a su acento, o hacia la gran colectividad iden-
llevar tu revólver". tificada con una tradición lingüística particular, o, en orden
Al mismo tiempo que el aparato conversacional mantiene inverso -c-por ejemplo-c-, para quien retorna a los Estados
continuamente la realidad, también la modifica de conti- Unidos, al barrio de Brooklyn y a la gente que concurrió a
nuo. Hay renglones que se suprimen y otros que se agre- la misma escuela primaria.
gan, debilitando algunos sectores de 1l'J que ya se da por es- Para poder mantener eficazmente la realidad subjetiva,
tablecido y reforzando otros. Así pues, la realidad subjetiva el aparato conversacional debe ser continuo y coherente. En
de algo de lo que nunca se habla llega a hacerse vacilante. cuanto se produce algún Quebrantamiento en su continui-
Una cosa es realizar un acto sexual vergonzante, y otra dad y coherencia, se plantea ipso fccto una amenaza a dicha
muy diferente es hablar de él antes o después. Inversa- realidad. Ya hemos hablado de los recursos a que puede
mente, el diálogo imprime contornos firmes o renglones apelar el individuo para enfrentar la amenaza de la incohe-
previamente aprehendidos de manera fugaz e imprecisa. rencia. También existen diversas técnicas para los casos en
Se puede abrigar dudas sobre la propia religión; esas dudas que esté amenazada la continuidad. El recurso de la corres-
se vuelven reales de manera muy diferente cuando se dis- pondencia epistolar para continuar el diálogo significativo
cute sobre ellas. Luego, al hablar, nos sumergimos en esas a pesar de la separación física puede servir de ejempl022.
dudas, que se objetivizan como realidad dentro de nuestra Los diálogos diferentes pueden compararse según la densi-
propia conciencia. Hablando en general, el aparato conver- dad de la realidad que producen o mantienen. En general,
sacional mantiene la realidad recorriendo en el diálogo los la frecuencia del diálogo realza el poder de éste como pro-
diversos elementos de la experiencia y adjudicándoles un ductor de realidad; pero la falta de frecuencia puede, a ve-
lugar definido en el mundo real. ces, compensarse con la intensidad del diálogo cuando éste
Esta fuerza generadora de realidad que posee el diálogo ~2 Sobre la correspondencia, cf Georg Simmel, Soeiologie, pp. 287 Y
ya se da en el hecho de la objetivización lingütstíca. Hemos sigs.

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se realiza. Podemos ver al ser amado solo una vez al mes, La estructura de plausibilidad constituye también la bao
pero el diálogo que entonces se produce tiene una intensi- se social para la suspensión particular de dudas. sin la cual
dad suficiente para suplir su falta relativa de frecuencia. la definición de realidad en cuestión no puede mantenerse
Ciertos diálogos pueden también definirse y legitimarse ex- en la conciencia. En tal caso las sanciones sociales específi-
plícitamente en cuanto poseedores de un status privilegia. cas contra esas dudas desíntegradoras de la realidad se han
do, como es el caso de los que se sostienen con el confesor, el internalizado y se reafirman continuamente. Una de esas
psicoanalista o una figura de "autoridad" similar. En este sanciones es el ridículo. Mientras permanezca dentro de la
caso la "autoridad" reside en el status cognoscitiva y norma- estructura de plausibilidad, el individuo se sentirá en ri-
tivamente superior que se adjudica a esos diálogos. dículo cada vez que lo asalte subjetivamente alguna duda
La realidad subjetiva siempre depende, pues, de estruc- acerca de la realidad de que se trate. Sabe que los demás se
turas de plausibilidad específicas, es decir, de la base social reirían de él si llegase a expresar sus dudas en alta voz.
especifica y los procesos sociales requeridos para su manteo Puede reírse silenciosamente de sí mismo, encogerse men-
nimiento. Puedo mantener mi auto-identificación como talmente de hombros y continuar existiendo dentro del
hombre importante solamente en un ambiente que confir- mundo así sancionado. Huelga agregar que este procedi-
me esta identidad; puedo mantener mi fe católica solamen- miento de autoterapia resultará mucho más difícil si la es-
te si conservo mi relación significativa con la comunidad ca- tructura de plausibilidad ya no está al alcance como su ma-
tólica, y así sucesivamente. La ruptura del diálogo signifi- triz socíal. La risa se hará forzada y es probable que even-
cativo con los mediadores de las estructuras de plausibili- tualmente sea reemplazada por una expresión entre ce-
dad respectivas amenaza las realidades subjetivas de que ñuda y pensativa.
se trata. Como lo indica el ejemplo de la correspondencia. el En situaciones de crisis se utilizan esencialmente los mis-
individuo puede recurrir a diversas técnicas para el mante- mos procedimientos que para el mantenimiento de rutinas,
nimiento de la realidad, aun en ausencia de un diálogo real; excepto que las confirmaciones de la realidad tienen que
pero el poder generador de realidad de dichas técnicas es ser explícitas e intensivas. Con frecuencia se ponen en jue-
muy inferior a los diálogos '(cara a cara" que pretenden re- go técnicas de ritual. Si bien el individuo puede improvisar
producir. Cuanto más se aíslen estas técnicas de las confir- procedimientos para mantener la realidad frente a una cri-
maciones "cara a cara", menos probabilidades tendrán de sis, la sociedad misma establece procedimientos para situa-
mantener el acento de realidad. El individuo que ha vivido ciones que presenten reconocido riesgo de una ruptura en
durante muchos años entre gente de distinto credo y que se la realidad. En estas situaciones pre-definidas se incluyen ~
encuentra aislado de la comunidad que comparte su propia ciertas situaciones marginales, de entre las cuales la muer-
fe, puede continuar identificándose él mismo como católico, te se destaca como la más importante. Con todo, las crisis
por ejemplo. Mediante la oración, las prácticas piadosas y de realidad pueden presentarse en una cantidad de casos
técnicas similares, su antigua realidad católica puede se- mucho más numerosos que los planteados por las situacio-
guir siendo subjetivamente relevante para él; estas prácti- nes marginales y que pueden ser colectivos o individuales,
cas pueden, como mínimo, sustentar su auto-identificación de acuerdo con la índole del desafio lanzado a la realidad
continua como católico; pero, a pesar de eso, llegarán a va- socialmente definida. Por ejemplo, los rituales colectivos
ciarse subjetivamente de realidad "viviente" a menos que se para el mantenimiento de la realidad pueden ser institucio-
"revitalicen" por el contacto socíal con otros católicos. Es nalizados para épocas de catástrofes naturales y los indivi-
verdad que un individuo suele recordar las realidades de su duales pueden serlo para épocas de desgracia personal.
pasado; pero la manera de "refrescar" esos recuerdos es dia- también, para tomar otro ejemplo, los procedimientos espe-
logar con quienes comparten su relevancíaé''.
23A este respecto resulta pertinente el concepto de "grupo de refe- Them-y and Social Structure; Teoría y estructura sociales (México,
renda". Compárese el análisis que de esto hace Merton en su Social F.C.E.).

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cíficos para mantener la realidad pueden establecerse para 'La alternación requiere procesos de re-socialización, que
competir con extranjeros y su amenaza potencial a la reali- se asemejan a la socialización primaria, porque radical.
dad "oficial". El individuo tal vez tendrá que someterse a mente tienen que volver a atribuir acentos de realidad y,
una complicada purificación ritual después de haber tenido consecuentemente, deben reproducir en gran medida la
contacto con un extranjero. La ablución se internaliza como identificación fuertemente afectiva con los elencos sociali-
aniquilación subjetiva de la realidad que, a modo de alter- zadores que era característica de la niñez. Son diferentes
nativa, representa el extranjero. Los tabúes, los exorcismos de la socialización primaria porque no surgen ex nihilc y,
y las maldiciones contra los extranjeros, los herejes o los de- como resultado, deben contender con un problema de des-
mentes llenan igualmente la fmalidad de "higiene mental" mantelamiento, al desintegrar la anterior estructura nó-
individual. La violencia de estos procedimientos defensivos mica de la realidad subjetiva. ¿Cómo puede lograrse esto?
estará en proporción con la seriedad que se atribuye a la Una "receta" para lograr la alternación tiene que incluir
amenaza. Si los contactos con la realidad que se da como al- condiciones tanto sociales como conceptuales, sirviendo,
ternativa y con los que la representan se hacen frecuentes, por supuesto, las sociales como matriz de las conceptuales.
los procedimientos defensivos pueden perder su carácter La condición social más importante consiste en disponer de
crítico, por supuesto, y volverse rutinarios. Por ejemplo, ca- una estructura de plausibilidad eficaz, o sea, de una base
da vez que me encuentre con un extranjero, deberé escupir social que sirva 'como "laboratorio" de transformación. Esta
tres veces, lo que haré sin pensar más en el asunto. estructura de plausibilidad será mediatizada respecto del
Todo lo dicho hasta ahora sobre la socialización implica la individuo por otros significantes, con quienes debe estable-
posibilidad de que la realidad subjetiva pueda transformar- cer una identificación fuertemente afectiva. Sin esa identi-
se. Vivir en sociedad ya comporta un proceso continuo de ficación no puede producirse ninguna transformación ra-
modificación de la realidad subjetiva. Hablar de transfor- dical de la realidad subjetiva (en la que se incluye, por
macíonés, pues, involucra examinar los diferentes grados supuesto, la identidad), identificación que reproduce inevi-
de modificación. Aquí enfocaremos nuestra atención sobre tablemente las experiencias infantiles en cuanto a la de-
el caso extremo, en el que se produce una transformación pendencia emocional de otros sígniñcantesé''. Éstos son
casi total, vale decir, aquel en el cual el individuo "permuta quienes han de actuar como guías para penetrar en la nue-
mundos". Si los procesos involucrados en el caso extremo se va realidad: representan la estructura de plausibilidad en
clarifican, los de los casos menos extremos se comprende- los "roles" que desempeñan vis-D.-vis del individuo Croles"
rán con mayor facilidad. que, en particular, se definen explícitamente en términos
En particular, la transformación se aprehende subjetiva- de su función re-socializadora) y que mediatizan ese mundo
mente como tal, 10que, por supuesto, tiene algo de engaño- nuevo para el individuo. El mundo del individuo tiene aho-
so. Puesto que la realidad subjetiva nunca se socializa to- ra su centro cognoscitivo y afectivo en la estructura de
talmente, no puede transformarse totalmente mediante . plausibilidad de que se trate. Socialmente, esto significa
procesos sociales, El individuo transformado tendrá al me- una concentración intensa de toda la interacción significati-
nos el mismo cuerpo y vivirá en el mismo universo físico. va dentro del grupo que sintetiza la estructura aludida y
Con todo, hay ejemplos de transformaciones que parecen
totales si se las compara con otras de menor cuantía: las
25 El concepto psicoanalítico de "transferencia" se refiere precisa-
llamaremos alternaciones 24.
mente a este fenómeno. Lo que no comprenden los psicoanalistas que lo'
usan es que el fenómeno puede hallarse en cualquier proceso de re-so-
cialización con su consiguiente identificación con los otros significantes
24Cf Peter L. Berger, Inuitation to Sociology (Garden City, N. Y., encargados de ella, de manera que no corresponde sacar de eso ninguna
Ijoubleday-Anchor, 1963), pp. 54 Y sigs.; Introducción a la sociología conclusión con respecto a la validez cognoscitiva de las insights que se
(México, Limusa, Wiley, 1967). producen en la situación psicoanalítica.

194 195
particularmente en el elenco encargado de la tarea de' re- La estructura de plausibilidad debe convertirse en el
socialización. mundo del individuo, desplazando a todos los demás mun-
El prototipo histórico de la alternación es la conversión dos, especialmente a aquel en que el individuo "habitaba"
religiosa. Las consideraciones antes expresadas pueden apli- antes de su alternación. Esto requiere que el individuo sea
carse aquí con la frase extra ecclesiam nulla salus. Al decir segregado de entre los "habitantes" de otros mundos, espe-
salus queremos significar en este caso (pidiendo las debidas cialmente los que "cohabitaban" con él en el mundo que de-
disculpas a los teólogos que pensaban en algo diferente jó tras de sí. Idealmente se requiere la segregación fisica; si
cuando acuñaron la frase) la consumación empíricamente por cualquier causa esto no es posible, la segregación se
lograda de la conversión. Únicamente dentro de la comuni- plantea por definición, o sea, por una definición de esos
dad religiosa, la ecclesia, puede la conversión mantenerse otros que lo aniquilan. El individuo alternalizado se desafí-
eficazmente como plausible. Con esto no se niega que la lia de su mundo anterior y de la estructura de plausibilidad
conversión pueda anticiparse a la afiliación a la comunidad: que lo sustentaba, si es posible, corporalmente, o si no,
Saulo de Tarso buscó la comunidad cristiana después de su mentalmente. En cualquiera de los dos casos, ya no puede
"experiencia de Damasco". Pero no reside en eso la cues- seguir "uncido con incrédulos" y por lo tanto hay que prote-
tión. Pasar por la experiencia de la conversión no significa gerlo contra la influencia potencialmente destructora de la
mucho: lo verdadero consiste en ser capaz de seguir tomán- realidad. Dicha segregación resulta particularmente impor-
dola en serio, en conservar el sentido de su plausibilidad. tante en las primeras etapas de la alternación (la fase del
He ahí donde interviene la comunidad religiosa, para pro- "noviciado"). Una vez que la nueva realidad ha quedado fi-
porcionar a la nueva realidad la indispensable estructura ja, pueden entablarse nuevamente relaciones circunspectas
de plausibilidad. En otras palabras, Saulo puede haberse con extraños, aunque aquellos que solían ser biográfica-
convertido en Pablo en la soledad del éxtasis religioso; pero
mente significantes todavía constituyen un peligro. Son los
para poder seguir siéndolo necesitaba el contexto de la co-
munidad cristiana que lo reconociera como tal y confirmara que podrán decir: "Deja eso, Saulo", y tal vez haya momen-
tos en que la vieja realidad que invocan asuma contornos
el "nuevo ser" en que ahora se ubicaba esta identidad. La
relación entre conversión y comunidad no constituye un de tentación.
fenómeno peculiarmente cristiano (a pesar de los rasgos La alternación comporta] por lo tanto, una reorganiza-
históricamente peculiares de la ecclesia cristiana). No se ción del aparato conversacional. Los interlocutores que in-
puede seguir siendo musulmán fuera del 'umma del Islam, tervienen en el diálogo significativo van cambiando, y el
ni budista fuera del sangha, y probablemente tampoco hin- diálegc con los otros significantes nuevos, transforma la
dú en ningún lugar que no sea la India. La religión requiere realidad subjetiva, que se mantiene al continuar el diálogo
una comunidad religiosa y vivir en un mundo religioso exi- con.ellos o dentro de la comunidad que representan. Dicho
ge afiliarse a esa comunidadé'. Las estructuras de plausibi- con sencillez, esto significa que hay que tener mucho cuida-
lidad de la conversión religiosa han sido imitadas por los do de la persona con quien se dialoga. Las personas y las
organismos de alternación seculares, cuyos mejores ejem- ideas que discrepen con las nuevas definiciones de la reali-
plos se encuentran en las áreas del adoctrinamiento políti- dad deben evitarse sistemáticamenteé''. Como esto rara vez
co y en la psicoterapiaé". se logra del todo, aunque más no sea porque subsiste el re-
26A esto se refería Durkheim en su análisis del carácter inevitable-
mente social de la religión. Sin embargo, preferirfamcs no usar su tér- ro a la alternación. Cr, por ejemplo, Edward Hunter, Brainwashing in
mino "Iglesia" para referirnos a la "comunidad morar de la religión, Red China (Nueva York, Vanguard Presa, 1951). Goffman, en su Asy-
porque solo resulta apropiado para un caso históricamente específico en lums, se acerca a la demostración del paralelo ---en cuanto a procedi-
la institucionalización de la religión. mientos se refiere---- con la psicoterapia de grupo en Norteamérica.
27Los estudios de las técnicas del "lavado de cerebro" de los comunis- Z8 Compárese nuevamente con Festinger respecto de la acción de evi-
tas chinos son altamente reveladores de las pautas básicas, con respec- tar definiciones discrepantea de la realidad.

196 197
cuerdo de la realidad pasada, la nueva estructura de plau- ducirse nuevas interpretaciones particulares de hechos y
sibilidad aportará típicamente diversos procedimientos personas del pasado con significación pasada. Por supuesto
terapéuticos para tratar las tendencias "reincidentes". Di- que lo mejor para el individuo sería que olvidase por com-
chos procedimientos siguen la pauta general de la terapia, pleto algo de esto. Pero olvidar por completo resulta nota-
como se explicó anteriormente. blemente dificil. Lo que se necesita, por lo tanto, es una re-
El requisito conceptual más importante para la alterna- interpretación radical del significado de esos hechos o per-
ción consiste en disponer de I.Jn aparato legitimador para sonas de la propia biografía pasada. Ya que inventar cosas
toda la serie de transformaciones. Lo que debe legitimarse que nunca sucedieron resulta relativamente más fácil-que
no solo es la realidad nueva, sino también las etapas por las olvidar las que sucedieron realmente, el individuo puede
que ésta se asume y se mantiene, y el abandono o repudio urdir e insertar hechos donde quiera que se necesiten para
de todas las realidades que se den como alternativa. El as- armonizar el pasado que se recuerda con el que se re-inter-
pecto liquidador del mecanismo conceptual tiene particular preta. Como ahora la nueva realidad, más que la antigua,
importancia dado el problema de desmantelamiento que resulta dominantemente plausible para él, puede ser per-
debe resolverse. La realidad antigua, así como las colectivi- fectamente "sincero" al adoptar ese procedimiento: subjeti-
dades y otros significantes que previamente la mediatiza- vamente, no está contando mentiras con respecto de su
ron para el individuo, debe volver a ro-interpretarse dentro pasado, sino alíneándolo con la verdad que, por fuerza,
del aparato legitimador de la nueva realidad. Esta re-inter- abarca tanto el presente como el pasado. Dicho sea de paso,
pretación provoca una ruptura en la biografía subjetiva del este punto tiene gran importancia si se quieren compren-
individuo en la forma de "antes de Cristo" y "después de der adecuadamente los motivos que existen detrás de las
Cristo", o "pre-Damasco" y "pos-Damasco". Todo lo que pre- falsificaciones y adulteraciones de documentos religiosos
cedió a la alternación se aprehende ahora como conducente que registra la historia repetidamente. También las perso-
a ella (como un "Antiguo Testamento", por así decir, o como nas, en particular los otros significantes, se re-interpretan
una praeparatio evangelii), y todo lo posterior como enamo- de manera similar. Los otros significantes se convierten
rado de su nueva realidad. Esto involucra una nueva inter- ahora en actores de un drama cuyo significado les resulta
pretación de la biografía anterior in tato, según la fórmula: necesariamente opaco; y no es de sorprender que rechacen
"Entonces yo creía. . . ahora se"'. Esto incluye con frecuencia típicamente semejante adjudicación. Esta es la razón por la
la retroyeccíon al pasado de los esquemas actuales (cuya que los profetas sufren típicamente wandes fracasos en su
fórmula es: "Yo ya sabía entonces, aunque de manera ciudad natal, y en este contexto es como hay que entender
vaga...") y motivos interpretativos que no estaban subjeti- la frase de Jesús cuando dijo que sus adeptos debían aban-
vamente presentes en el pasado, pero que ahora se necesi- donar a sus padres y madres.
tan para volver a interpretar lo que sucedió entonces (cuya Ahora no resulta dificil proponer una "receta" especifica
fórmula es: "Realmente hice esto porque.. ."). La biogra- para la alternación dentro de cualquier realidad que se con-
fía anterior a la alternación se elimina típicamente in toto ciba, por inadmisible que resulte desde el punto de vista del
colocándola dentro de una categoría negativa que ocupa espectador.' Es posible prescribir procedimientos específi-
una posición estratégica en el nuevo aparato legitimador: cos, por ejemplo, para convencer a individuos de que po-
"Cuando yo todavía llevaba una vida pecadora".."Cuando to- drán comunicarse con seres de otros planetas, siempre que
davía me hallaba preso en la conciencia burguesa", "Cuando guarden una estricta dieta de pescado crudo" Dejamos a la
yo todavía estaba motivado por esas inconscientes ur- imaginación del lector, si es que se siente dispuesto para
gencias neuróticas". De esa manera la ruptura biográfica se ello, el calcular los detalles de semejante secta de ictiófa-
identifica con una separación cognoscitiva entre la obscu- gos. La "receta" entraiíaría la construcción de una estructu-
ridad y la luz. ra de plausibilidad para ictiófagos, debidamente segregada
Además de esta nueva interpretación in toto, deben pro- del mundo exterior y equipada con el personal socializador

198 199
y terapéutico necesario; la elaboración de un cuerpo 'de ro- tan también chapucería con el pasado, pero de una manera
nacimiento para ictiófagos, suficientemente artificioso co- menos radical: un enfoque dictado por el hecho de que en
mo para explicar por qué el nexo, evidente por sí mismo, esos casos suele haber una asociación continuada con per-
entre el pescado crudo y la telepatía galáctica no se había sonas o grupos que eran significativos antes, que siguen en
descubierto antes; y las legitimaciones y liquidaciones nece- las cercanías, dispuestos a protestar por las interpretacio-
sarias para dar sentido al viaje del individuo hacia esta nes demasiado caprichosas y que tienen que convencerse de
gran verdad. Si se observan cuidadosamente estos procedi- que las transformaciones efectuadas son plausibles. Por
mientos, existirán grandes probabilidades de éxito una vez ejemplo, en el caso de las transformaciones que ocurren
que el individuo haya sido atraído o secuestrado por el ins- juntamente con la movilidad social, existen esquemas in-
tituto de lavado de cerebro ictiófago. terpretativos ya preparados que explican a todos los intere-
En la práctica se dan, por supuesto, muchos tipos inter- sados lo sucedido sin plantear una metamorfosis total del
medios entre la resocialización, eomo la hemos descrito, y la individuo de que se trate. Así pues, los padres de un indjvi-
socialización secundaria, que sigue construyendo sobre las duo en movilidad ascendente aceptarán con seguridad cier-
internalizaciones primarias. En estas últimas se producen tos cambios en el proceder y en las actitudes de aquél como
transformaciones parciales de la realidad subjetiva o de acompañamiento necesario, y posiblemente aun deseable,
sectores determinados de ella. Esas transfonnaciones par- de su nueva situación en la vida: "Por supuesto" -se di-
ciales son comunes en la sociedad contemporánea en lo re- rán- Jrving ha tenido que moderar su judaísmo ahora que-
ferente a movilidad social y adiestramiento ocupacional del se ha convertido en un médico importante; "por supuesto"
índividuoé". Aquí la transformación de la realidad subjetiva que ahora se viste y habla de otra manera; "por supuesto"
puede alcanzar grandes proporciones cuando el individuo que ahora vota por los republicanos; "por supuesto" se ha
se convierte en un tipo aceptable de clase media superior o casado con una egresada de "Vassar", y tal vez ahora llegue
en un médico aceptable, y llega a intcrnalizar los apéndices a ser natural que venga solo de tanto en tanto a visitar a
de realidad apropiados. Pero estas transformaciones en sus padres. Esos esquemas interpretativos, que ya se ofre-
particular no alcanzan a lograr la re-socialización. Constru- cen hechos a medida en una sociedad de gran movilidad as-
yen sobre la base de internalizaciones primarias y, en gene- cendente, y que ya están internalizadoa por el individuo an-
ral, evitan las discontinuidades abruptas dentro de la bio- tes de adquirir movilidad él mismo, garantizan la continui-
greña subjetiva del individuo. Como consecuencia de esto, dad biográfica y suavizan las incoherencias que puedan
encaran el problema de mantener la coherencia entre los surgiI·30.
elementos anteriores y posteriores de la realidad subjetiva. Procedimientos similares se adoptan en situaciones en
Este problema, que no se presenta bajo esta forma en la re- las que las transformaciones son de índole bastante drás-
socialización -la cual provoca una ruptura en la biografia tica pero que se definen como temporarias por su duración,
subjetiva y re-interpreta el pasado antes que correlacionar- por ejemplo, en el adiestramiento para un servicio militar
lo con el presente-e, se hace más agudo cuanto más se acer- de corta duración, o en casos de hospitalización durante un
ca la socialización secundaria a la re-socialización, sin que período breve 31. Aquí la diferencia con la re-socialización
por eso la primera se transforme realmente en la segunda. total resulta particularmente fácil de advertir, comparando
La re-socialización implica cortar el nudo gordiano del pro- con lo que ocurre con el adiestramiento para el servicio mi-
blema de la coherencia, renunciando a la búsqueda de esta litar de carrera o con la socialización de pacientes crónicos.
última y reconstruyendo la realidad de novo. 30Atañen a este punto el concepto de "díreceión por otros" de Ríes-
Los procedimientos para mantener la coherencia compor- rnan, y el dc "socialización anticipada" de Merton.
29 Cf Thomas Luckmann y Peter L. Berger, "Social Mobility and Per- 31 Cf. los ensayos sobre sociología médica dc Eliot Fraídson, Theodor
sonal Identity", en European Journal of Sociology, V, pp. 331 Y sigs., J. Litman y Julius A. Roth en Human BehalJior and Social Procesees,
1964. compilado por Arn.old Rose.

200 201
En los primeros casos, ya se plantea la coherencia con la la socialización. por "socialización exitosa" entendemos el
realidad e identidad previas (existencia como civil o como establecimiento de un alto grado de simetría entre la reali-
persona sana) mediante la suposición de que, eventualmen- dad objetiva y la subjetiva (junto con la identidad, por su-
te, se regresará a ellas. puesto). Inversamente, la "socialización deficiente" debe en-
En términos generales, puede decirse que los procedimien- tenderse en razón de la asimetría existente entre la reali-
tos involucrados son de carácter opuesto. En la re-socia- dad objetiva y la subjetiva. Como ya hemos visto, la sociali-
lización el pasado se re-interpreta conforme con la realidad zación totalmente exitosa resulta imposible desde el punto
presente, con tendencia a retroyectar al pasado diversos de vista antropológico. Pero, al menos, la socialización to-
elementos que, en ese entonces, no estaban subjetivamente talmente deficiente es muy poco frecuente y se limita a los
disponibles. En la socialización secundaria el presente se casos de individuos con los que fracasa aun la socialización
interpreta de modo que se halle en relación continua con el mínima, debido a una patología orgánica extrema. Por lo
pasado, con tendencia a minimizar aquellas transformacio- tanto, nuestro análisis debe ocuparse de las gradaciones en
nes que se hayan efectuado realmente Dicho de otra mane- un continuum cuyos polos extremos son empíricamente
ra la base de realidad para la re socialización es el presen- inaccesibles, análisis que resulta de utilidad porque permi-
te, en tanto Que para la socialización secundaria es el pa- te algunas aseveraciones generales en cuanto a las condi-
sado. ciones y consecúencias de la socialización exitosa.
El éxito máximo en la socialización probablemente se ob-
tenga en las sociedades que poseen una división del trabajo
2. INTERNALIZACrÓNYESTRUCTURASOCIAL sencilla y una mínima distribución del conocimiento. La so-
cialización en esas condiciones produce identidades social-
La socialización siempre se efectúa en el contexto de una mente pre-definidas y perfiladas en alto grado.' Como todo
estructura social específica. No solo su contenido, sino tam- individuo encara esencialmente el mismo programa instí-
bién su grado de "éxito" tienen condiciones y consecuencias tucional para su vida en sociedad, la fuerza íntegra del or-
socio-estructurales. En otras palabras, el análisis micro- den institucional se hace gravitar con mayor o menor peso
sociológico o socio-psicológico de los fenómenos de intemali- sobre cada individuo, produciendo una masividad compul-
zación debe siempre tener como trasfondo una comprensión siva para la realidad objetiva que ha de ser intemalizada.
macro-sociológica de sus aspectos estructuralcséé. La identidad, pues, se halla sumamente perfilada en el sen-
En el plano del análisis teórico que intentamos en este lu- tido de que representa totalmente la realidad objetiva den-
gar, no podemos internarnos en un estudio pormenorizado tro de la cual está ubicada. Dicho con sencillez, todos en
de las diferentes relaciones empíricas entre los contenidos gran medida son lo que se supone sean. En una sociedad de
de la socialización y las configuraciones socio-estructurales33. esa clase las identidades se reconocen con facilidad, tanto
Con todo, pueden hacerse algunas observaciones generales objetiva como subjetivamente. Todos saben quién es cada
con respecto a los aspectos socio-estructurales del "éxito" de uno y quiénes son los otros. Un caballero es un caballero, y
un labriego es un labriego, tanto para los otros como para sí
32Nuestra argumentación implica la necesidad de un trasfondo ma- mismos. Por consiguiente, no existe problema de identidad.
ero-sociológico para los análisis de la internalizacidn, o sea de una La pregunta "¿Quién soy yo?" no es probable que aparezca
apreciación de la estructura social dentro de la cual se produce'la inter- en la conciencia, puesto que la respuesta socialmente pre-
naiización. La psicología social norteamericana de nuestros días está determinada es masivamente real desde el punto de vista
muy debilitada por el hecho de que tiene una amplia carencia de dicho subjetivo y queda confirmada consíetentemente en toda in-
trasfondo.
33Cf Gerth y Milis, op. cit. También cf Tenbruck, op. cit., quien adju- teracción significativa.¡ Esto de ninguna manera implica
dica un lugar prominente a las bases estructurales de la personalidad que el individuo se sienta satisfecho de su identidad. Proba-
en su tipología de las sociedades primitivas, tradicionales y modernas. blemente nunca fue agradable ser labriego, por ejemplo.

202 203
Ser labriego entrañaba problemas de todas clases, subjeti- fensa subjetiva contra la identidad estigmatizada que se le
vamente reales, urgentes y que distaban mucho de aca- atribuye. Es lo que se supone sea, tanto para sí mismo ca-
rrear felicidad; pero no entrañaba el problema de la identi- mo para sus otros significantes y para la comunidad en con-
dad. Se era un labriego miserable, tal vez hasta rebelde, pe. junto. Es innegable que puede reaccionar contra su desti-
ro se era labriego. Las personas formadas en tales condicio- no con resentimiento o con rabia pero se sentirá resentido o
nes probablemente no se conciben ellas mismas como "pro- rabioso qua ser inferior. Su resentimiento y su rabia hasta
fundidades ocultas" en un sentido psicológico. Los yo de la pueden servirle como ratificaciones decisivas de su identidad
"superficie" y de "bajo la superficie" se diferencian solo en socialmente definida como ser inferior, ya que sus superio-
cuanto a la extensión de realidad subjetiva que aparece an- res, por definición, se hallan por encima de esas emociones
te la conciencia en un momento dado, y no en una diferen- bestiales. Está aprisionado por la realidad objetiva de su
ciación permanente de "estratos" del yo. Por ejemplo, el la- sociedad, si bien a esa realidad la tiene subjetivamente pre-
briega se aprehende en ~ "rol" cuando castiga a su mujer, sente como algo ajeno y trunco. Dicho individuo se habrá
y en otro cuando se humilla ante su señor. En cada uno de socializado deficientemente, o sea, existirá un alto grado de
I~s"casos, el otro "rol" está "debajo de la superficie", vale de- asimetría entre la realidad socialmente definida, en la que
CIrque está desatendido en la conciencia del labriego. Pero se halla preso de {acto como si estuviera en un mundo aje-
ninguno de los "roles" que plantea como un yo "más pro- no, y su propia realidad subjetiva, que refleja ese mundo
fundo" o "más real"; en otras palabras, el individuo en esa apenas muy imperfectamente. Esta asimetría no tendrá, sin
clase de sociedad no solo es lo que se supone sea, sino que lo embargo, consecuencias estructurales acumulativas, porque
es de manera unificada, "no estratíñcada'vt. carece de una base social dentro de la cual podría cristali-
En tales condiciones la socialización deficiente ocurre solo zar en un anti-mundo con su propio grupo institucionaliza-
como.resultado ~e accidentes biográficos, ya sean biológicos do de anti-identidades. El mismo individuo deñclentemente
o sociales. Por ejemplo, la socialización primaria de un niño socializado está socialmente pre-definido como tipo per-
puede disminuirse por causa de una deformidad física que filado: el cojo, el bastardo, el idiota, etc. Consecuentemente,
lleva un estigma social o un estigma basado en definiciones cualesquiera que sean las auto-identificaciones opuestas
sociales-". El cojo y el bastardo constituyen prototipos de que puedan surgir por momentos en su propia conciencia,
estos dos casos. Existe también la posibilidad de que la so- carecerán de toda estructura de plausibilidad que podría
cialización se vea intrínsecamente impedida por inconve- transformarlas en algo más que fantasías efímeras.
nientes biológicos, como en el caso de una debilidad mental Las anti-definiciones incipientes de realidad e identidad
profunda. Todos estos casos tienen el carácter de desgracias se presentan en cuanto los individuos de esa clase se con-
personales y no proporcionan el fundamento para la ins- gregan en grupos socialmente durables, lo que pone en ac-
titucionalización de antí-identidados y de la anti-realidad. ción un proceso de cambio que servirá de introducción a
Por cierto que este hecho provee la medida de la desgracia una distribución de conocimiento más compleja. Ahora pue-
existente en esas biografías. En una sociedad de esta clase de comenzar a objetivizarae una anti-realidad en el grupo
el individuo cojo O bastardo no tiene virtualmente una de- marginal de los deficientemente socializados. Al llegar a
este punto el grupo iniciará, por supuesto, sus propios pro-
34La implicancia importante de esto consiste en que la mayoría de cesos de socialización. Por ejemplo, los leprosos y los hijos
los modelos psicológicos, incluso los de la psicología científica cootempo- de leprosos pueden ser estigmatizados dentro de una socie-
r~ea, tienen aplicabilidad histórico-social limitada. Además, está implí-
dad. Esa estigmatización tal vez se limite a los afectados
Cito que una psicología sociológica tendrá que ser al mismo tiempo una
psicología histórica. físicamente por esa enfermedad, o puede abarcar a otros
35 Cf. Erving Goffman, Sugma (Englewcod Cliffs, N. J., Prentice- por definición social, por ejemplo, a los que nacieron dm:an-
Hall, 1963). También cf. A. Kardiner y L. Ovesey, The Murk of Oppree- te un terremoto. Así pues, los individuos pueden definirse
sion (Nueva York, Norton, 1951l. como leprosos de nacimiento, y esa definición puede afectar

204 205
seriamente su socialización primaria, por ejemplo, bajo los el punto en que la resquebrajadura se hace visible a la co-
auspicios de una anciana desequilibrada que los mantenga munidad no leprosa, no será difícil advertir que también la
vivos fisicamente más allá de los confines de la comunidad realidad de la comunidad resultará afectada por este cam-
y les transmita apenas un mínimo de las tradiciones' institu- bio. Como mínimo, ya no será sencillo reconocer la identi-
cionales comunitarias. En tanto estos individuos -aunque dad de nadie, porque si los leprosos pueden negarse a ser lo
sean más de un puñado-- no formen una anti-comunidad que se supone son, otros también pueden hacerlo, y quizá
propia, sus identidades tanto objetivas como subjetivas se hasta uno mismo. Si este proceso puede parecer fantasioso
pre-definirán de acuerdo con el programa institucional que al principio, se ejemplifica magistralmente recordando la
les confiera la comunidad. Serán leprosos y nada más. definición que dio Gandhi a los parias del hinduismo: hari-
La situación empieza a cambiar cuando existe una colo- jans, o sea, "hijos de Dios".
nia de leprosos suficientemente grande y durable para ser- Una vez que en una sociedad existe una distribución más
vir de estructura de plausibilidad a las anti-definiciones de compleja del conocimiento, la socialización deficiente puede
la realidad, y del destino de ser leproso. Ser leproso, aun- resultar de otros significantes diferentes que mediatizan
que sea en términos de adjudicación biológica o social, pue- realidades objetivas diferentes para el individuo. Dicho de
de ahora considerarse tal vez como signo de una especial otra manera, la socialización deficiente puede ser resultado
elección divina. Los individuos impedidos de internalizar de la heterogeneidad en los elencos socializadores. Esto pue-
totalmente la realidad de la comunidad podrán ahora socia- de ocurrir de muchas maneras. Pueden existir situaciones
lizarse dentro de la anti-realidad de la colonia de leprosos; en las que todos los otros significantes de la socialización
vale decir que la socialización deficiente dentro de un mun- primaria mediatizan una realidad común, pero desde pers-
do social puede ir acompañada de una socialización exitosa pectivas muy diferentes. En cierto grado, por supuesto, to-
dentro de otro mundo. En cualquiera de las primeras etapas do otro significante tiene una perspectiva diferente de la
de ese proceso de cambio, la cristalización de la anti-rea- realidad común simplemente en virtud de ser un individuo
lidad y la anti-identidad pueden ocultarse al conocimiento específico con una biografia específica. Pero las consecuen-
de la comunidad más general, que todavía pre-define e cias que aquí tenemos en mente se producen solo cuando
identifica continuamente a estos individuos como leprosos, las diferencias entre los otros significantes corresponden a
y nada más. Se ignora que son "realmente" hijos especiales sus tipos sociales más que a sus idiosincrasias individuales.
de los dioses. A esta altura un individuo ubicado en la cate- Por ejemplo, hombres y mujeres pueden "habitar" mundos
goría de leproso puede descubrir "profundidades ocultas" sociales muy diferentes en una sociedad. Si tanto los hom-
dentro de sí. La pregunta "¿Quién soy yo?" se vuelve posible bres como las mujeres funcionan como otros significantes
simplemente porque se dispone socialmente de dos res- en la socialización primaria, mediatizan estas realidades
puestas antagónicas: la de la anciana desequilibrada ("Eres discrepantes respecto del niño. Esto de por sí no provoca la
un leproso") y la de los propios elencos socializadores de la amenaza de socialización deficiente. Las versiones masculi-
colonia ("Eres hijo de un dios"). Como el individuo acuerda na y femenina de la realidad se reconocen socialmente y es-
un status privilegiado dentro de su conciencia a las defmi- te reconocimiento también se transmite en la socialización
ciones de la realidad y de sí mismo hechas por la colonia, se primaria. Así pues, hay una supremacía pre-definida de la
produce una ruptura entre su comportamiento "visible" en versión masculina para el niño varón y de la versión feme-
la comunidad más general y su auto-identificación "invisi- nina para la mujer. El niño conocerá la versión que pertene-
ble" como alguien muy diferente. En otras palabras, apare-- ce al otro sexo con el alcance que le han mediatizado los
ce una resquebrajadura entre "apariencia" y "realidad" en otros significantes del sexo opuesto, pero no se identificará
la auto-aprehensión del individuo. Ya no es lo que se supone con esa versión. Aun la distribución mínima del conoci-
que sea. Actúa como leproso, pero es hijo de un dios. Si he- miento plantea jurisdicciones especificas para las diferen-
mos de impulsar este ejemplo un paso más adelante, hasta tes versiones de la realidad común. En el caso anterior, la

206 207
versión femenina se defme socialmente como carente de ju- cesibles y pueden ser mediatizados por otros significantes
risdicción sobre el niño varón. Normalmente esta definición diferentes en la socialización primaria. Esto sucede con me-
del "lugar adecuado" para la realidad del otro sexo es inter- nos frecuencia que la situación que acabamos de conside-
nalizada por el niño, que se identifica "adecuadamente" con rar, en la que las versiones del mismo mundo común se dis-
la realidad que se le ha adjudicado. tribuyen entre el elenco socializador, porque los individuos
Como quiera que sea, la "anormalidad" se vuelve posibili- suficientemente cohesionados como grupo (por ejemplo, un
dad biográfica si llega a existir una cierta rivalidad entre matrimonio) para asumir la tarea de socialización prima-
definiciones de la realidad, que permita la opción entre ellas. ria, probablemente hayan urdido entre ellos alguna especie
Por una variedad de razones biográficas, el niño puede ha- de mundo común. Esto sucede verdaderamente y posee
cer una "elección equivocada". Por ejemplo, un varón puede gran interés teórico.
intemalizar elementos "inadecuados" del mundo femenino Por ejemplo, un niño puede ser educado no solo por sus
porque su padre está ausente durante el período crucial de padres, sino también por un ayo reclutado de entre una
la socialización primaria que administran exclusivamente subsociedad étnica o de clase. Los padres mediatizan para
su madre y sus hermanas mayores. Éstas pueden mediati- el niño el mundo de la aristocracia conquistadora de una
zar las definiciones jurisdiccionales "adecuadas" para el ni- raza, por ejemplo; el ayo mediatiza el mundo del campesi-
no a fin de que él sepa que se supone que no ha de vivir en nado sometido -de otra raza. Hasta es posible que los dos
un mundo de mujeres; sin embargo, el niño puede identifi- mediatizadores empleen idiomas completamente distintos,
carse con él. Su "afeminamiento" resultante puede ser "visi- que el niño aprende simultáneamente, pero que a los pa-
ble" o "invisible"; en cualquiera de los dos casos, existirá dres y al ayo les resultan mutuamente incomprensibles. En
asimetría entre la identidad que se le adjudica socialmente un caso semejante, el mundo paternal, por supuesto, ten-
y su identidad subjetivamente rea1 36. drá la supremacía por pre-definición. El niño será recono-
Es evidente que una sociedad proporcionará mecanismos cido por todos los interesados y por él mismo como pertene-
terapéuticos para tratar esos casos "anormales". No tene- ciente al grupo de sus padres y no al de su ayo. Con todo,
rnos por qué repetir aquí lo que ya se ha dicho con respecto las pre-definiciones de las jurisdicciones correspondientes a
a la terapia, salvo destacar que la necesidad de mecanis- las dos realidades pueden ser trastornadas por diversos ac-
mos terapéuticos aumenta proporcionalmente con la poten- cidentes biográficos, como en el caso de la primera situación
cialidad estructuralmente establecida para la socialización que analizamos, pero haciendo la salvedad de que ahora la
deficiente. En el ejemplo citado, los niños socializados exito- socialización deficiente entraña la posibilidad de la alterna-
samente ejercerán, como mínimo, cierta presión sobre los ción internalizada como rasgo permanente de la auto-apre-
"equivocados". En tanto no exista un conflicto fundamental hensión subjetiva del individuo. La elección potencialmente
entre las definiciones mediatizadas de la realidad, sino úni- al alcance del niño ahora se perfila más, involucrando mun-
camente diferencias entre versiones de una misma realidad dos diferentes antes que versiones diferentes del mismo
común, hay buenas probabilidades de conseguir una tera- mundo. Huelga agregar que en la práctica existirán muchas
pia exitosa. gradaciones entre las primeras y las segundas situaciones.
La socialización deficiente también puede ser resultado Cuando los mundos agudamente discrepantes se media-
de la mediatización de mundos agudamente discrepantes tizan en la socialización primaria, al individuo se le presen-
realizada por otros significantes durante la socialización ta una elección entre identidades perfiladas que aprehende
primaria. A medida que la distribución del conocimiento se como posibilidades biográficas genuinas. Puede convertirse
hace más compleja, los mundos díscrepantes se vuelven ac- en un hombre como lo concibe la raza A o como lo concibe la
raza B. Aquí es donde aparece la posibilidad de una identi-
36 Cf Donald W. Cory, The Homosexual in America (N ueva York, dad verdaderamente oculta, que no se reconoce fácilmente
Greenberg, 1951). porque no concuerda con las tipificaciones objetivamente

208 209
disponibles. En otras palabras, puede existir una asimetría La posibilidad de "individualismo" (vale decir, de una
socialmente disimulada entre la biografía "pública" y la elección individual entre realidades e identidades dis-
"privada". En cuanto a los padres se refiere, el niño ya está crepantes) se vincula directamente con la posibilidad de
preparado para la fase preparatoria de la caballería. Sin socialización deficiente. Hemos sostenido que esta última
que ellos lo sepan, pero sostenido por la estructura de plau- suscita la pregunta: "¿Quién soy yo?". En el contexto socio-
sibilidad que le ha proporcionado la subsociedad a la que estructural en el que se reconoce como tal a la socialización
pertenece su ayo, el nido mismo "solo está jugando a" este deficiente, surge la misma pregunta para el individuo
proceso de la caballería, en tanto que "realmente" está pre- exitosamente socializado cuando reflexiona sobre los de-
parándose para ser iniciado en los más elevados misterios ficientemente socializados. Tarde o temprano se enfrentará
religiosos del grupo sometido. Discrepancias similares se con esos "yo ocultos", los "traidores", los que han alternado
producen entre los procesos de socialización en la familia y o están alternando entre mundos discrepantes. Por una
en el grupo de pares. Con respecto a la familia, el niño está especie de efecto de espejo, la pregunta puede llegar a ser
preparado para egresar de la escuela secundaria; con res- aplicable a él mismo, en primer lugar de acuerdo con la
pecto al grupo de pares, está preparado para su primera fórmula: "Si no fuera por la gracia de Dios, ahí estaría yo" y,
prueba seria de valor que consiste en robar un automóvil. eventualmente tal vez, con la de: "Si están ellos ¿por qué no
Se da por sobrentendido que tales situaciones están pre- yo?". Con esto se abre la caja de Pandora de las opciones
ñadas de posibilidades de conflictos internos y de culpa. "individualistas", que eventualmente llegan a generali-
Es de suponer que todos los hombres, una vez socializa- zarse, prescindiendo del hecho de que el curso de la propia
dos, resultan en potencia "traidores a sí mismos". El proble- biografia haya estado o no determinado por opciones "bue-
ma interno de esa "traición" se vuelve mucho más compli- nas" o "malas". El "individualista" surge como un tipo social
cado si lleva apareado el problema adicional de cuál de sus específico que tiene al menos el potencial para peregrinar
"yo" es el traicionado en un momento dado, problema que entre una cantidad de mundos disponibles y que, delibera-
se plantea tan pronto como la identificación con otros signi- da y conscientemente, se ha fabricado un yo con el "mate-
ficantes diferentes incluye a otros generalizados diferentes. rial" proporcionado por una cantidad de identidades dispo-
El niño está traicionando a sus padres cuando se prepara nibles.
para los misterios y a su ayo cuando se adiestra para ser ca- Una tercera situación de importancia que lleva a la socia-
ballero, así como traiciona a su grupo de pares al ser un es- lización deficiente es la que aparece cuando existen discre-
pancias entre la socialización primaria y la secundaria. La
tudiante "modelo" y a sus padres al robar un automóvil. En
unidad de la socialización primaria se mantiene, pero en la
cada traición existe una concomitante "traición a sí mismo"
secundaria las realidades e identidades que se dan como al-
en cuanto a que se ha identificado con los dos mundos dís-
ternativas aparecen como opciones subjetivas. Las opciones
crepantes. Ya hemos examinado las diversas opciones que
están limitadas, por supuesto, por el contexto socio-estruc-
se le ofrecen al analizar antes la alternación, aunque está tural del individuo. Por ejemplo, es posible que quiera lle-
claro que esas opciones poseen una realidad subjetiva dife- gar a ser caballero; pero por su posición social esta ambi-
rente cuando ya se intemalizan en la socialización prima- ción es absurda. Cuando la socialización secundaria ha lle-
ria. Podemos presumir sin equivocarnos que la alternación gado a diferenciarse hasta el punto en el que se hace posi-
sigue constituyendo una amenaza que dura toda la vida pa- ble la desidentificación subjetiva con el "lugar adecuado"
ra cualquier realidad subjetiva que pueda surgir de un con- que se ocupa dentro de la sociedad, y en el que al mismo
flicto semejante, como resultado de cualquier opción que tiempo la estructura social no permite la realización de la
fuere; amenaza que se plantea de una vez por todas con la identidad subjetivamente elegida, se produce una manifes-
introducción de la posibilidad de una alternativa en la so- tación interesante. La identidad subjetivamente elegida se
cialización primaria misma. convierte en identidad fantástica, que el individuo objetivi-

210 211
za dentro de su conciencia como su "yo real". Puede supo- Una sociedad en la que en general se dispone de mundos
nerse que la gente siempre sueña con la realización de im- discrepantes sobre una base de mercado entraña constela.
posibles, y cosas por el estilo. La peculiaridad de esta fanta- ciones específicas de realidad e identidad subjetivas. Exis-
sía particular reside en la objetivización, en el plano de la tirá una creciente conciencia general de la relatividad de
imaginación, de una identidad distinta de la conferida obje- todos los mundos, incluyendo el propio, el cual ahora se
tivamente y que ya se ha internalizado en la socialización aprehende subjetivamente como "un mundo", más que co-
primaria. Es evidente que toda distribución más amplia de mo "el mundo". Se sigue que nuestro propio comportamien-
este fenómeno introducirá tensiones e inquietud en la es- to institucionalizado puede aprehenderse como "un «rol»"
tructura social amenazando los programas institucionales del que podemos separamos en nuestra propia conciencia y
y su realidad establecida. que podemos "representar" con control manipulativo. Por
Otra consecuencia muy importante, en el caso de que ejemplo, el aristócrata ya no es simplemente un aristócrata,
exista discrepancia entre la socialización primaria y la se- sino que juega a ser aristócrata, y así sucesivamente. En
cundaria, la constituye la posibilidad de que el individuo ese caso, la situación tiene una consecuencia de mucho ma-
pueda tener una relación con mundos discrepantes, que sea yor alcance que la posibilidad de que los individuos jueguen
cualitativamente diferente de las relaciones existentes en a ser lo que se supone que no son. También juegan a ser lo
la situación que acabamos de analizar. Si en la socialización que se supone son, cuestión ésta muy diferente. Esta situa-
primaria aparecen mundos discrepantes, el individuo pue- ción resulta cada vez más típica de la sociedad industrial
de optar por identificarse con uno de ellos en oposición a los contemporánea, pero evidentemente trascendería nuestro
otros, proceso que, por ocurrir en la socialización primaria, propósito actual entrar en un análisis más detallado de es-
tendrá un alto grado de carga afectiva. La identificación, la ta constelación en sus aspectos socio-psicológicos y concer-
desindentificación y la alternación serán acompañadas por nientes a la sociología del conocimíentoé''. Lo que habría
crisis afectivas, ya que dependerán invariablemente de la que destacar es que no se puede comprender una situación
mediación de otros significantes. La aparición de mundos semejante, a no ser que se la relacione continuamente con
díscrepantes en la socialización secundaria produce una su contexto socio-estructural, que se sigue lógicamente de
configuración totalmente distinta. En la socialización se- la relación necesaria entre la división social del trabajo (con
cundaria, la internalización no tiene por qué ir acompa- sus consecuencias para la estructura social) y la distribu-
ñada de una identificación afectivamente cargada con otros ción social del conocimiento (con sus consecuencias para la
significantes; los individuos pueden internalizar realidades objetivación social de la realidad). En la situación contem-
diferentes sin identificarse con ellas. Por lo tanto, si un poránea esto comporta analizar el pluralismo, tanto de la
mundo aparece como alternativa en la socialización secun- realidad como de la identidad, con referencia a las dinámi-
daria, el individuo puede optar por él de manera manipula-
tiva. Aquí se podría hablar de alternación "fría". El indivi-
duo intemaliza la nueva realidad, pero en lugar de ser ésta
su realidad, es una realidad que ha de utilizar conpropósi- estructurales para la aplicabilidad de un modelo de análisis "goffma-
tos específicos. Si bien esto entraña la realización de ciertos niano",
"roles", el individuo conserva una separación subjetiva vis- 38 Helrnut Schelsky ha acuñado la sugestiva expresión "reflectividad
a-vis de ellos: "se los pone" deliberada e intencionalmente. permanente" (Dauerrefleklwn) para indicar el símil psicológico de "mer-
cado de mundos" contemporáneo ("1st die Dauerreflektion institution-
Si este fenómeno llega a estar ampliamente distribuido, el alisierbar?", Zeítschríft (!ir eoangelisch.e Ethik, 1957). El trasfondo teó-
orden institucional en conjunto empieza a asumir el carác- rico de la argumentación de Schelsky lo constituye la teoría general de
ter de una red de manipulaciones recrprocasé". Gehlen con respecto a la "subjetivización" en la sociedad moderna. Fue
posteriormente desarrollada por Luckmann según la sociología de la re-
37 Queremos hacer notar aquí una vez más las condiciones socio- ligión contemporánea, op. cit.

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cas estructurales del industrialismo, en particular la de las no que dude de que los franceses son diferentes a él puede ir
pautas de estratificación social producidas por éste39. a Francia y comprobarlo en persona. A todas luces, el status
de esas tipificaciones no puede compararse con el de las
construcciones de las ciencias sociales, ni tampoco la verifi-
3. TEORÍAS DE LA IDENTIDAD cación y refutación se efectúan conforme con los cánones
La identidad constituye, por supuesto, un elemento clave del método científico. Debemos dejar a un lado el problema
de la realidad subjetiva y en cuanto tal, se halla en una re- metodológico respecto de en qué consiste la relación exacta
lación dialéctica con la sociedad. La identidad se forma por entre las tipificaciones de la vida cotidiana y las construc-
procesos sociales. Una vez que cristaliza, es mantenida, ciones científicas (un puritano sabía él mismo que lo era sin
modificada o aun reformada por las relaciones sociales. UlS ~ucha deliberación y que como tallo consideraban, por
procesos sociales involucrados, tanto en la formación como ejemplo, los anglicanos; pero el sociólogo que desea verificar
en el mantenimiento de la identidad, se determinan por la la tesis de Max Weber sobre la ética puritana debe atenerse
estructura social. Recíprocamente, las identidades produ- a procedimientos algo diferentes y más complejos si quiere
cidas por el interjuego del organismo, conciencia individual "reconocer" los referentes empíricos del tipo ideal webe-
y estructura social, reaccionan sobre la estructura social riano). El punto de interés en el presente contexto reside en
dada, manteniéndola, modificándola o aun reformándola. que los tipos de identidad son "observables" y "verificables"
Las sociedades tienen historias en cuyo curso emergen en la experiencia pre-teérica y por ende pre-cientffica.
identidades específicas, pero son historias hechas por hom- La identidad es un fenómeno que surge de la dialéctica
bres que poseen identidades específicas. ;ntre. el individuo y la sociedad. Por otra parte, los tipos de
Si se tiene en cuenta esta dialéctica se puede evitar la no-- identidad son productos sociales tout court, elementos rela-
ción errónea de "identidades colectivas", sin tener que re- tivamente estables de la realidad social objetiva (el grado
currir a la singularidad, sub epecie aeternitatis, de la exis- de estabilidad, a su vez, se determina socialmente, por su-
tencia individual 40. Las estructuras sociales históricas es- puesto). En cuanto tales, constituyen el tópico de cierta for-
pecíficas engendran tipos de identidad, reconocibles en ca- ma de teorización en cualquier sociedad, aun cuando sean
sos individuales. En este sentido, se puede afirmar que el estables y la formación de las identidades individuales re-
norteamericano tiene una identidad diferente de la del sulte relativamente no problemática. Las teorías sobre la
francés, el neoyorquino de la del habitante del medio-oeste, identidad siempre se hallan insertas en una interpretación
el ejecutivo de la del vagabundo, y así sucesivamente. Como más general de la realidad; están "empotradas" dentro del
hemos visto, la orientación y el comportamiento en la vida universo simbólico y sus legitimaciones teóricas, y varían
cotidiana dependen de esas tipificaciones, lo que significa su carácter de acuerdo con esto último. La identidad per-
que los tipos de identidad pueden observarse en la vida co- manece ininteligible a menos que se la ubique en un mun-
tidiana y que las aseveraciones, como las expresadas ante- do. Cualquier teorización sobre la identidad -o sobre tipos
rionnente, pueden ser verificadas -o refutadas- por hom- específicos de identidad- debe por tanto producirse dentro
bres corrientes dotados de sentido común. El norteamerica- del marco de referencia de las interpretaciones teóricas en
que aquélla y éstos se ubican. Volveremos sobre este punto
39 Cf Luckmann y Berger,!OC. cit. más adelante.
40No es aconsejable hablar de "identidad colectiva" a causa del pe. Hay que destacar nuevamente que aquí nos referimos a
ligro de hipostatización falsa (o reificadora). El eumplum horríbile de
teo~as de identidad cm cuanto fenómeno social, o sea, sin
esa hipostatización es la sociología "hegeliana" de Alemania en las déca-
das de 1920 y 1930 (tal el caso de la obra de Othmar Spannl. Ese peli- prejuzgar sobre su aceptabilidad por la ciencia moderna.
gro se halla presente, en mayor o menor medida, en diversas obras de la En realidad, mencionaremos esas teorías como "psicologías",
escuela de Durkheim y en la escuela de "cultura y personalidad" de la que abarcarán toda teoría sobre la identidad que aspire a ex-
antropología cultural norteamericana. plicar el fenómeno empírico de manera amplia, tenga o no

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"validez" dicha explicación para la disciplina científica con- individuo podría estar "en otra realidad", en el mismo sen-
temporánea de ese nombre. tido socialmente objetivo con que el individuo antes citado
Si las teorías de la identidad siempre se insertan en las .estaba "en otra hora". En otras palabras, las cuestiones re-
teorías más amplias sobre la realidad, esto debe entender- ferentes a la situación psicológica no pueden decidirse sin
se en términos de la lógica que subyace a esta última. Por reconocer las definiciones de la realidad que se dan por es-
ejemplo, una psicología que interpreta ciertos fenómenos tablecidas en la situación social del individuo. Para expre-
empíricos como posesión diabólica tiene como metrie una sarlo más terminantemente, la situación psicológica está
teoría mitológica del cosmos, y resulta inapropiado inter- relacionada con las definiciones sociales de la realidad en
pretarla dentro de un marco de referencia no mitológico. Si- general y, de por sí, se define socíalmente-é.
rnilarmente, una psicología que interpreta los mismos fenó- La aparición de las psicologías introduce una nueva rela- ,
menos según los trastornos eléctricos del cerebro tiene co- ción dialéctica entre la identidad y la sociedad: la relación
mo trasfondo una teoría científica general de la realidad, entre la teoría psicológica y aquellos elementos de la reali-
tanto humana como no humana, y deriva su coherencia de dad subjetiva que pretende definir y explicar. El nivel de
la lógica que subyace esa teoría. Dicho sencillamente, la esa teorización puede variar mucho, por supuesto, como
psicología siempre presupone una cosmología. ocurre en todas las legitimaciones teóricas. Lo que se dijo
Este punto puede cjemplificarse adecuadamente por refe- antes sobre los orígenes y las fases de las teorías legitima-
rencia a la expresión "orientado a la realidadv'! tan usada doras se aplica aquí con igual validez, pero con una diferen-
en psiquiatría. Un psiquiatra que trata de diagnosticar a cia que tiene su importancia. Las psicologías pertenecen a '
un individuo cuya situación psicológica está en duda, le for- una dimensión de la realidad que posee la mayor y más
mula preguntas para determinar el grado de su "orien- continua relevancia subjetiva para todos los individuos. Por
tación a la realidad", lo cual es muy lógico: desde un punto lo tanto, ladieléctica entre teoría y realidad afecta al indi-
de vista psiquiátrico, existe indudablemente algo proble- viduo de manera palpablemente directa e intensiva.
mático en un individuo que no sabe en qué día de la sema- Cuando las teorías psicológicas alcanzan un alto grado de
°
na está que admite con prontitud haber hablado con los complejidad intelectual, existen probabilidades de que sean
espíritus de los muertos. Por cierto que usar el término administradas por planteles especialmente adiestrados en
"orientado a la realidad" resulta útil en ese contexto. Pero este cuerpo de conocimiento. Cualquiera que sea la organi-
el sociólogo tiene que formular una pregunta adicional: zación social de estos especialistas, las teorías psicológicas
"¿Cuál realidad?". Dicho sea de paso, este agregado no deja vuelven a introducirse en la vida cotidiana aportando los
de ser relevante desde el punto de vista psiquiátrico. El psi- esquemas interpretativos para tratar los casos problemáti-
quiatra tomará, por cierto, en cuenta cuando un individuo cos. Los problemas que surgen de la dialéctica entre la
no sabe qué día de la semana es, si acaba de llegar en avión identidad subjetiva y las adjudicaciones de identidad social,
de retropropulsión desde otro continente. Tal vez no sepa o entre la identidad y su substrato biológico (del que habla-
en qué día está, simplemente porque todavía tiene "otra ho- remos más adelante), pueden clasificarse de acuerdo con
ra", por ejemplo, la hora de Calcuta en vez de la hora oficial categorías teóricas, lo que, naturalmente, constituye el pre-
en el hemisferio oriental. Si el psiquiatra posee cierta sensi- supuesto de cualquier terapia. Las teorías psicológicas sir-
bilidad para el contexto socio-cultural de las condiciones ven, pues, para legitimar los procedimientos establecidos
psicológicas, sacará conclusiones difefentes sobre el indivi- (m la sociedad para el mantenimiento y reparación de la
duo que habla con los muertos, según sea que éste proven- identidad, proporcionando el eslabonamiento teórico entre
ga, por ejemplo, de Nueva York o de la campiña de Haití. El

41 Lo que aquí está implícito es, por supuesto, una crítica sociológica 42 Cf Peter L. Berger. "Iuwards a Sociological Understanding ofPsy-
del "principie de realidad" freudiano. choanalysís", en Social Reeearcti, primavera de 1965, pp. 26 Y eigs.

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individuos nacidos en determinados días del mes tienen
la identidad y el mundo, ya que éstos se definen socialmen- probabilidades de ser poseídos, o que los individuos q~e. tie-
te y se asumen subjetivamente. , . nen madres dominadoras es probable que sean neuróticos.
Las teorías psicológicas pueden ser empíricamente ade- Estas proposiciones resultan empíricamente verificables en
cuadas o inadecuadas, con lo cual no nos referimos a su la medida en que correspondan a teorías adecuadas, en ~l
ajuste de acuerdo con los cánones de procedimiento .de la sentido antes mencionado. Esa verificación puede ser reali-
ciencia empírica, sino más bien en cuanto esquemas ínter- zada tanto por los que participan como por los que observa?
pretativos aplicables por el especialista o el profano eeos fé- desde fuera la situación social en cuestión. Un etnólogo hai-
nómenos empíricos de la vida cotidiana. Por ejemplo, una tiano puede descubrir empíricamente la neurosis de Nue".a
teoría psicológica, que plantea la posesión demoníaca no es York, así como un etnólogo norteamericano puede descubrir
probable que resulte adecuada para interpretar los probl?- empíricamente la posesión vudú. El presupuesto para esos
mas de identidad de los intelectuales JUdlOS de clase media descubrimientos consiste sencillamente en que elobserva-
en la ciudad de Nueva York. Esta clase de gente, sencilla- dor desde fuera está dispuesto a emplear el mecanismo con-
mente, no posee una identidad capaz de producir fenóme- ceptual de la psicología nativa para la indagación que. se
nos que pudieran interpretarse de esa manera. Los demo- propone. Si está o no dispuesto a acordar a esa psicolo~a
nios, si es que los hay, parecen evitarlos. Por otra parte, no una validez epistemológica más general, es una cuestíon
es probable que el psicoanálisis resulte adecuado para la que no atañe a la investigación empírica inmediata.
interpretación de los problemas de identidad en la campiña Otra manera de decir que las teorías psicológicas son
de Haití, mientras que alguna clase de psicología vudú po- adecuadas consiste en decir que reflejan la realidad psicoló-
dría proporcionar esquemas interpretativos con un alto gica que pretenden explicar. Pero si en esto consistiera toda
grado de exactitud empírica. Las dos psicologías demues- la cuestión, la relación entre teoría y realidad aquí no resul-
tran su ajuste empírico en su aplicabilidad terapéutica; pe- taría dialéctica. La dialéctica genuina aparece a causa de la
ro con eso ninguna demuestra el status ontológico de sus potencia realizadora de las teorías psicológicas. ~esto q?-e
categorías. Ni los dioses vudú, ni la energía de la libido pue- las teorías psicológicas son elementos de la definición social
den existir fuera del mundo definido en los respectivos con- de la realidad, su capacidad de generación de la realidad. e.s
textos sociales; pero dentro de esos contextos exist~n real- una característica que comparten con otras teorías legiti-
mente en virtud de la definición social y se internahzan co- madoras; sin embargo, su potencia realizadora asume
mo realidades en el curso de la socialización. Los campesi- grandes dimensiones, en particular porqu~ ,se reali~a ~r
nos de Haití están poseídos y los intelectuales de Nueva medio de procesos que sirven para la formación de la Identi-
York son neuróticos. La posesión y la neurosis son, pues, dad y que tienen una carga emocional. Si una psicología n~­
constituyentes de la realidad tanto objetiva como subjetiva ga a establecerse socialmente (o sea, si llega a ser reC0r;t0Cl-
en esos contextos. Esta realidad resulta empíricamente ac- da en general como interpretación adecuada de la realidad
cesible en la vida cotidiana; las teorías psicológicas respec- objetiva), tiende a realizarse imperiosamente en los fenó-
tivas son empíricamente adecuadas precisamente en el menos que pretende interpretar. Su internalización se ace-
mismo sentido. En este lugar no corresponde ocupamos de lera por el hecho de que pertenece a la realidad inte~a, de
si existe la posibilidad de que las teorías psicológicas pue- modo que el individuo la realiza en el acto mismo de inter-
dan desarrollarse, y de qué manera, para trascender esta nalizarla. Asimismo, ya que una psicología pertenece por
relatividad histórico-social. definición a la identidad, resulta probable que su íntemali-
En tanto estas teorías psicológicas resulten adecuadas en zación vaya acompañada de identificación y, por ende, es
tal sentido, tendrán capacidad de verificación empírica. probable que ipso (acto pueda formar la identidad. Por este
También aquí lo que está en juego no es la verificación en el Íntimo nexo entre la internalizacién y la identificación, las
sentido científico, sino la prueba en la experiencia de la vi- teorías psicológicas se diferencian mucho de otros tipos de
da social cotidiana. Por ejemplo, puede sostenerse que los
219
218
teorías. Como los problemas de la socialización deficiente llamente, ¿por qué una psicología tiene que reemplazar a
resultan sumamente conducentes a este tipo de teorización, otra en la historia? La respuesta general es que ese cambio
no es extraño que las teorías psicológicas posean mayor ap- se produce cuando la identidad aparece como problema, sea
titud para producir efectos socializadores. Esto no es lo mis- por la razón que fuere. El problema puede surgir de la dia-
mo que decir que las psicologías se auto-verifican. Como ya léctica de la realidad psicológica y la estructura social. Los
hemos indicado, la verificación resulta de confrontar las cambios radicales en la estructura social (como por ejem-
teorías psicológicas con la realidad psicológica en cuanto plo, los cambios provocados por la Revolución Industrial)
empíricamente accesible. Las psicologías producen una rea- pueden desembocar en cambios concomitantes en la reali-
lidad que a su vez sirve de base a su verificación. En otras dad psicológica. En ese caso, pueden surgir nuevas teorías
palabras, aquí se trata de dialéctica, no de tautología. psicológicas, en razón de que las antiguas ya no explican
El campesino haitiano que internaliza la psicología vudú adecuadamente los fenómenos empíricos que se producen.
se convertirá en poseído tan pronto como descubra ciertas La teorización sobre la identidad buscará entonces tomar
señales bien definidas. Similarmente, el intelectual neoyor- conocimiento de las transformaciones de identidad que han
quino que internaliza la psicología freudiana se volverá ocurrido de hecho, y ella misma sufrirá transformaciones
neurótico tan pronto diagnostique ciertos síntomas bien co- en este proceso. Por otra parte, la identidad puede volverse
nocidos. Ciertamente, resulta posible que, dado un cierto problemática en el plano de la teoría misma, vale decir, co-
contexto biográfico, las señales o los síntomas sean produci- mo resultado de desarrollos teóricos intrínsecos. En tal ca-
dos por el individuo mismo. En ese caso, el haitiano no pro- so, las teorías psicológicas serán pergeñadas "antes del he-
ducirá síntomas de neurosis, sino señales de posesión, cho", por así decir. Su establecimiento social subsiguiente y'
mientras que el neoyorquino construirá su neurosis de con- su potencia correlativa para generar realidad pueden pro-
fonnidad con la sintomatología reconocida. Esto nada tiene ducirse por una cantidad de afinidades entre los elencos
que ver con la "histeria colectiva" y mucho menos con la en- teorizadores y diversos intereses sociales. Una posibilidad
fermedad fingida, pero sí se relaciona con la impronta de histórica es la constituida por la manipulación ideológica
los tipos de identidad societales sobre la realidad subjetiva deliberada a cargo de grupos políticamente interesados.
individual de la gente sensata corriente. El grado de identi-
ficación variará con las condiciones de la intemalización,
como se estudió previamente, y dependerá, por ejemplo, de 4. ORGANISMO E IDENTIDAD
que se haya efectuado, o bien en la socialización primaria, o
bien en la secundaria.~_! establecimiento social de una psi- Mucho antes de llegar a este punto hablamos de los pre-
cología, que también entraña la atribución de ciertos "roles" supuestos y limitaciones del organismo con respecto a la
sociales a los elencos que administran la teoría y su aplica- construcción social de la realidad. Ahora importa hacer hin-
ción terapéutica, dependerá naturalmente de una variedad capié en que el organismo continúa afectando cada base de
de circunstancias histórico-sociales~Pero cuanto más se la actividad constructora de realidad del hombre, y que el
establezca socialmente, más abundarán los fenómenos que mismo organismo resulta, a su vez, afectado por esta activi-
sirven para interpretar. dad. Dicho rudimentariamente, en la socialización, la ani-
Si planteamos la posibilidad de que lleguen a adoptarse malidad del hombre se transforma, pero no queda abolida.
ciertas psicologías en el curso de un proceso realizador, da- Así pues, el estómago del hombre sigue quejándose sorda-
mos por implícita la cuestión de por qué surgen en primer mente, aun cuando éste prosigue su tarea de construir el
lugar teorías todavía inadecuadas (como tendrían que serlo mundo. Lo que sucede en ese mundo, producto suyo, puede
en las primeras etapas de este proceso). Dicho más senci- hacer que su estómago se queje más, o menos, o de diferen-
te manera. El hombre es aun capaz de comer y teorizar al
43Cf ibid. mismo tiempo. La coexistencia continuada de la anima-

220 221
lidad y la eocialídad del hombre puede apreciarse conve-
nientemente en cualquier diálogo de sobremesa. Además, tanto la incidencia como el carácter de la patolo-
Resulta posible hablar de una dialéctica entre la natura- gía varían según la ubicación socialLr.os individuos de clase
leza y la sociedadv', dialéctica que se da en la condición hu- baja suelen enfermarse con más frecuencia que los de clase
mana y que se manifiesta nuevamente en cada individuo alta; asimismo, tienen enfermedades diferentes. En otras
humano. Para el individuo se desenvuelve, por supuesto, en palabras, la sociedad determina cuánto tiempo y de qué
una situación histórico-social ya estructurada. Ifay una manera vivirá el organismo individual. ~sta determinación
dialéctica continua que empieza a existir con las primeras puede programarse institucionalmen--re' en la operación de
fases de la socialización y sigue desenvolviéndose a través controles sociales, como en la institución del derecho.
de la existencia del individuo en sociedad, entre cada ani- La sociedad puede mutilar y matar.
mal humano y su situación histórico-social. Externamente, En realidad, en este poder que posee sobre la vida y la
consiste en una dialéctica entre el animal individual y el muerte se manifiesta su control definitivo sobre el indi-
mundo social; internamente, es una dialéctica entre el viduo.
substrato biológico del individuo y su identidad producida La sociedad también interviene directamente en el fun-
socialmente. cionamiento del organismo, sobre todo con respecto a la se-
En el aspecto externo todavía es posible decir que el orga- xualidad y a la .nutrición. Si bien ambas se apoyan en im-
nismo coloca límites a lo que resulta socialmente posible. pulsos biológicos, estos impulsos son sumamente plásticos
Como han dicho los abogados constitucionalistas ingleses, en el animal humano; El hombre es impulsado por su cons-
el Parlamento puede hacer todo, salvo hacer que los hom- titución biológica a buscar desahogo sexual y alimento. Pe-
bres alumbren hijos. Si el Parlamento lo intentase, su pro- ro dicha constitución no le indica dónde buscar satisfacción
yecto fracasaría al chocar contra los hechos inflexibles de la sexual ni qué debe comer. Librado a sus propios recursos, el
biología humana. Los factores biológicos limitan el campo hombre puede adherir sexualmente á cualquier objeto y es
de las posibilidades sociales que se abre a todo individuo; muy capaz de comer coses que le causarán la muerte.
pero el mundo social, que es pre-existente al individuo, im- La sexualidad y la nutrición se canalizan en direcciones
pone a su vez limitaciones a lo que resulta biológicamente específicas, socialmente más que biológicamente, y esta ca-
posible al organismo. La dialéctica se manifiesta en la limi- nalización no solo impone límites a esas actividades, sino
tación mutua del organismo y la sociedad. que afecta directamente las funciones del organismo. Así
Un ejemplo destacado de la limitación que establece la pues, el individuo exitosamente socializado es incapaz de
sociedad a las posibilidades biológicas del organismo lo funcionar sexualmente con un objeto sexual "impropio" y
constituye la longevidad. La esperanza de vida varía con la tal vez vomite cuando se le ofrece un alimento "impropio".
ubicación social. Aún en la sociedad norteamericana con- Como ya hemos visto, la canalización social de actividades
temporánea existe gran discrepancia entre la esperanza de constituye la esencia de la institucionalización, que es el
vida de los individuos de clase baja y la de los do clase alta. fundamento para la construcción social de la realidad. Por
ello, puede decirse que la realidad social determina no solo
44 La dialéctica entre la naturaleza y la sociedad que aquí se estudia, la actividad y la conciencia, sino también, en gran medida,
no puede, en manera alguna, equipararse con la "dialéctica de la natu-
el funcionamiento del organismo. De esa manera, ciertas
raleza", tal como la desarrolló Engels y más tarde el marxismo. La pri-
mera subraya que la relación del hombre con su propio cuerpo (como funciones biológicas intrínsecas comO el orgasmo y la diges-
con la naturaleza en general) es, de suyo, específicamente humana. La tión se estructuran socialmente. La sociedad también de-
segunda, en cambio, proyecta fenómenos específicamente humanos en termina la manera en que se usa el organismo en actividad;
la naturaleza no humana y luego procede a deshumanizar teóricamente la expresividad, el porte y los gestos se estructuran social-
al hombre considerándolo nada más que objeto de las fuerzas naturales mente. No nos concierne aquí la posibilidad de una sociolo-
o de las leyes de la naturaleza. gía del cuerpo surgida a causa de lo que acabamos de afir-

222
223
marAS. La cuestión es que la sociedad pone limitaciones al aunque, por supuesto, el grado de frustración biológica re.
organismo, así como éste pone limitaciones a la sociedad. sultará probablemente menos agudo.
En el aspecto interno, la dialéctica se manifiesta como la En el individuo totalmente socializado existe una dialéc-
resistencia del substrato biológico a su amoldamiento so- tica interna continua entre la identidad y su substrato
cial 46 . Esto tiene máxima evidencia en el proceso de sociali- bíológícos''. El individuo sigue experimcntandose como un
zación primaria. Las dificultades que se presentan en prin- organismo, separado de las objetivizaciones socialmente de-
cipio para socializar a un niño no pueden explicarse sencí- rivadas de sí mismo y, a veces, en oposición a ellas. Esta
ll~.m.ente en l?s té~minos del problema intrínseco dGl apren- dialéctica suele aprehenderse como una lucha entre un yo
dizaje. El ammahto se defiende, por así decir. El hecho de "superior" y uno "inferior", equiparados respectivamente
que está destinado a perder la batalla no elimina la resis- c~m la identidad social y con la animalidad pro-social y, po-
tencia de su animalidad a la influencia cada vez más pene- siblementa, anti-social. El yo "superior" debe afirmarse
'trente del mundo social. Por ejemplo, el niño resiste la im- repetidamente sobre el "inferior" a veces en pruebas
posición de la estructura temporal de la sociedad sobre la críticas de fuerza. Por ejemplo, un hombre debe vencer su
estru~tura natural de su organismos". Se resiste a comer y temor instintivo a la muerte mediante el valor en el com-
d,or.rnrr de acuerdo con el reloj más ~e con los reclamos bio- bate. Aquí el yo "inferior" es castigado por el "superior" has-
lógicamente dados del organismo.cEsta resistencia va do- ta que se somete, afirmación de dominio sobre el substrato
blegándose progresivamente en el curso de la socialización biológico que resulta indispensable si ha de mantenerse
pero se perpetúa como frustración en cada oportunidad en tanto objetiva como subjetivamente, la identidad social del
que la sociedad prohíbe comer al individuo hambriento e ir- guerrero. Similarmente, un hombre puede obligarse a ejer-
~e a .la cama al que tiene sueno. La socialización comporta cer sus funciones sexuales venciendo la resistencia inerte
inevitablemente esta clase de frustración biológica. La exis- ~e su. saciedad fisiológica, con el propósito de mantener su
tencia social depende del sojuzgamiento continuo de la re- Ide~tIdad como modelo de hombría. Aquí también el yo "in-
sistencia biológicamente fundada del individuo, lo que en- ferior" es obligado a prestar servicio en provecho del "supe-
traña legitimación, así como institucionalización. De esa rior". El triunfo sobre el miedo y sobre la postración sexual
m~era la sociedad proporciona al individuo diversas expli- son otros tantos ejemplos de la manera en que el substrato
caciones ace~a de por qué debe comer tres veces por día y biológico resiste y es dominado por el yo sociaLinterior del
no cuando SIente hambre, y explicaciones aún más enérgi- hombre. Huelga aclarar que existen muchos otros triunfos
cas acerca de por qué no debe dormir con su hermana. En la menores que se conquistan rutinariamente en el curso de la
.socialización seeundaria existen problemas similares para vida cotidiana, así como, por cierto, existen derrotas de po-
adaptar el organismo al mundo socialmente construido , ca y de mucha importancia.
El hombre está biológicamente predestinado a construir
.45 Para es~ posibilidad ~e una disciplina "soeío-somatica", cf. Georg ya habitar un mundo con otros. Ese mundo se convierte pa-
Sunmel, op. CIt., pp- 483 Ysrga. (el ensayo sobre la "sociología de los sen- ra él en la realidad dominante y definitiva. Sus límites los
tidos"); Marccl Mauss, SocwbJgie et anthropologie (París, Presses Uni- traza la naturaleza, pero una vez construido ese mundo
versitaires de France, 1950), pp. 365 y sigs. (el ensayo sobre las "técni- vuelve a actuar sobre la naturaleza. En la dialéctica entre
cas del cuerpo"); Edward T. Hall, The Silent Language (Garden City, N. la nat~raleza y el mundo socialmente construido, el propio
Y., Doubleday, 1959). El análisis sociológico de la sexualidad aportaría organismo humano se transforma. En esa misma dialécti-
probablemente el más abundante material empírico para esa disciplina.
46Esto fue muy bien captado por Freud en su concepción de la so-
ca.. el hombre produce la realidad y por tanto se produce a sí
mismo.
cialización, pero muy desestimado en las adaptaciones funcionalistas
de Freud, desde Malinowakí en adelante.
41 Compárese aquí con Henri Bergson (especialmente su teoría de la
duracMn), Maurice Merleau-Ponty, Alfred Schutz y Jean Piaget. 48Compárese aquí con Durkheim, Plessner, y también Freud.

224 225
Agentes de Socialización

Dra. Cecilia Travnik

Definición de los Procesos de Socialización


Los procesos de socialización se refieren a las dinámicas mediante las cuales,
los individuos adquieren valores, roles, conocimientos y comportamientos para
convertirse en miembros de una sociedad. Se entienden como interacciones sociales
continuas, a través de las cuales las personas construyen su identidad individual en
relación con los roles, normas y expectativas de la estructura social que las
contextúan. También, implican la transmisión de normas y valores sociales,
influyendo en la conformidad y aceptación de las convenciones sociales en la vida
cotidiana de los individuos, como así también en los procesos de cambio, a través de la
resistencia o de la innovación.
Dichos procesos, contribuyen a la construcción de la realidad social, del mismo
modo influyen en la percepción de sí mismos y de los demás, así como en la
interpretación de eventos y situaciones sociales. La psicología social se centra en el
estudio de estos procesos desde una perspectiva científica, analizando cómo las
influencias sociales moldean la cognición, las emociones y el comportamiento de las
personas en la sociedad 1.
Los procesos de socialización proporcionan a los individuos un marco de
referencia para entender quiénes son y cómo se enlazan a la sociedad. A medida que
las personas interactúan con su entorno social, forman una imagen de sí mismas,
desarrollando una identidad que incluye aspectos personales y sociales. La identidad

1
El término socialización también refiere, en una perspectiva más sociológica, a la conformación y
organización de grupos sociales. En esta línea de estudio se involucran factores políticos,
económicos, simbólicos y culturales (Becerra y Simkin, 2012). Este escrito no se enfoca en esta
perspectiva.
se construye a través de la interacción social. Las relaciones con amigos, familiares,
compañeros de trabajo y otros individuos influyen en cómo se autopercibe una
persona. La retroalimentación social y las expectativas de los demás desempeñan un
papel clave en la formación de la identidad, ya que las personas internalizan las
percepciones y las evaluaciones de quienes las rodean.
En los procesos de interacción social mencionados, se encuentran los agentes
de socialización, es decir factores clave en el proceso que consiste en que un individuo
se convierta en miembro de una sociedad. El término "agentes de socialización" ha
sido utilizado por varios autores en el campo de la sociología y la psicología para
describir entidades que desempeñan un papel significativo en la transmisión de
normas, valores, creencias y comportamientos sociales. Algunos de los autores
principales que han contribuido al concepto de agentes de socialización son: Cooley
(1902) quien introduce el concepto de “espejo social” en su teoría del yo espejo que se
basa en la metáfora de un espejo, sugiriendo que la imagen que se tiene acerca de
nosotros mismos se forma a través de la manera en que somos percibidos por los
demás y cómo interpretamos esas percepciones. Los agentes de socialización en este
contexto, serían aquellos que contribuyen a la formación de esta percepción.
Durkheim, a quien se toma como uno de los precursores de lo que hoy se denomina
Psicología Social, es conocido por su trabajo en la teoría sociológica y su relación con
la educación. Durkheim (1922) destacó la importancia de la familia y la escuela en la
socialización de los individuos, a las cuales nombra como instituciones sociales. Mead
(1925), dentro de la teoría del interaccionismo simbólico, señaló el papel de la
interacción social y de la comunicación y el lenguaje. Los agentes de socialización, en
su enfoque, incluirían a la familia, la escuela y otros entornos sociales. Parsons (1951)
quien destacó el contexto de la estructura social y la función de las instituciones en la
sociedad. Identificó a la familia, la escuela y los medios de comunicación como agentes
de socialización.
En el contexto contemporáneo, la influencia de los agentes de socialización
sigue siendo vital. La dinámica de la familia, la educación y los medios de
comunicación ha evolucionado, pero su impacto en la formación de normas, valores y
comportamientos sociales sigue siendo crucial. Los cambios tecnológicos y la
globalización han introducido nuevos elementos, como las redes sociales y la cultura
digital, que también actúan como agentes de socialización. En este contexto, la
comprensión y adaptación a los agentes de socialización contemporáneos se vuelven
fundamentales para entender la complejidad de los procesos de socialización en la
actualidad.
Atendiendo a estas consideraciones se proponen como agentes de socialización
contemporáneos a la familia, las instituciones prestando especial atención a la
educación y el trabajo, los grupos de pares y los medios de comunicación.

Familia
Según la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), la familia es
el núcleo fundamental de la sociedad. Se constituye por vínculos
naturales o jurídicos, por la decisión libre de un hombre y una mujer de
contraer matrimonio o por la voluntad responsable de conformarla. El Estado
y la sociedad garantizan la protección integral de la familia.
En la actualidad en muchos países occidentales, el concepto de familia y su
composición ha cambiado considerablemente en los últimos años.
Aunque la familia sigue siendo uno de los agentes de socialización más
importantes, las estructuras familiares han cambiado. La dinámica familiar ahora
incluye diversas configuraciones, como familias monoparentales, familias
homoparentales y familias extendidas, lo que impacta en la socialización de los
individuos.
La familia es el conjunto de personas que conviven bajo el mismo techo,
organizadas en roles fijos (padre, madre, hermanos, etc.) con vínculos
consanguíneos o no, con un modo de existencia económico y social
comunes, con sentimientos afectivos que los unen y aglutinan (OMS,
2018).
La familia en la sociedad actual viene definida por la diversidad y también
por la cohesión y la solidaridad. El individuo tiene, en mayor medida que en
el pasado, capacidad de elección en cuanto a sus formas de vida y de
convivencia. También han cambiado las relaciones personales que
configuran la familia. Cada vez se exige en ellas un mayor compromiso
emocional y una mayor sinceridad (Alberdi, 1995).
Se trata del primer agente de socialización durante los primeros años de vida, y
desde donde se suele seleccionar de modo directo o indirecto a otros agentes, como la
escuela, que adquiere especial preeminencia durante la educación básica (Tuñón,
2009). No obstante, la influencia de los padres decrece a medida que las personas se
acercan a la adolescencia, existe una amplia evidencia de que la familia sigue siendo
fundamental en el transcurso de toda la vida (Bugental y Grusec, 1998). Por ejemplo,
la socialización parental puede amortiguar efectos de experiencias negativas entre
pares en la adolescencia (Grusec, 2011).
Grusec y Hastings (2007) afirman que padres e hijos funcionan como un
sistema bio-psico-social que tiene por objeto asegurarse responder las demandas
sociales de formar una familia, dada la necesidad humana de relacionarse con otros,
que, en el caso de los padres a los hijos, supone la necesidad de protegerlos, nutrirlos
y expresarles afecto. Los padres no se limitan a crear sus prácticas de crianza "de
cero", sino que reproducen el rol social de "ser padres” a partir de sus propias
experiencias de socialización.
Es necesario mencionar que la socialización no es un proceso unidireccional,
sino que las infancias son agentes activas en el proceso según lo concebido por
Kuczynski y Parkin (2003). Estos nuevos enfoques se centran en los mecanismos de
mutua influencia entre padres e hijos, dando cuenta de una relación compleja que
involucra la cooperación pero también el enfrentamiento.
Imhoff, Marasca, Marasca y Rodríguez (2011) realizan un estudio acerca de los
paradigmas sobre la infancia, entendiendo que representan modelos teóricos y
metodológicos que influyen en la forma en que se comprende, actúa e interviene en
esta etapa de la vida. A partir de estudios revisados, las autoras identifican tres
grandes paradigmas infantiles: el del Menor en Situación Irregular, el de la Protección
Integral y el del Protagonismo Infantil Organizado. Este último, también conocido
como Paradigma de la Promoción/Rol Social de las Infancias, propone una perspectiva
que no solo transforma la mirada sobre la infancia, sino que reconfigura las
interacciones sociales.
En este sentido, implica un cambio cultural que destaca la función de las
infancias como actores sociales y como ciudadanos, promoviendo su participación en
todos los aspectos de la sociedad. En última instancia, el Protagonismo Infantil
representa una oportunidad para reconfigurar las estructuras políticas, sociales y
económicas, otorgando a los niños un papel central en la construcción de la sociedad
(Imhoff, Marasca, Marasca y Rodríguez, 2011).
A pesar de mantener cada vez menos frecuentemente el monopolio de la
educación infantil, la familia no queda nunca indiferente ante otros marcos
socializadores potenciales. Por ejemplo hay estudios que vinculan hábitos de consumo
con patrones familiares.

Instituciones
En términos de Berger y Luckmann (1972), las instituciones son sistemas de
significado y práctica que han adquirido una realidad objetiva en la mente de las
personas a lo largo del tiempo. La noción de instituciones es esencial en su teoría y se
refiere a patrones estables de interacción social que son internalizados por los
individuos y que proporcionan la estructura básica de la sociedad. Los individuos
aprenden las reglas y normas asociadas con estas instituciones a través de la
socialización, y estas reglas llegan a ser percibidas como una parte natural y objetiva
de la realidad.
Berger y Luckmann (1972) destacan la importancia de la "objetivación" y la
"tipificación" en la formación de instituciones. La objetivación se refiere al proceso
mediante el cual las construcciones sociales son percibidas como realidades objetivas
e independientes de la actividad humana individual. La tipificación implica la
clasificación y categorización de experiencias y acciones, lo que contribuye a la
estabilidad y predictibilidad de la vida social.
Siguiendo a Naila Kabeer (1996), interpretamos las instituciones como
las normas para conseguir una serie de fines sociales o económicos en un
contexto social determinado. Son las normas, reglas formales o
informales que una sociedad se otorga para delimitar el espectro de
acciones plausibles en cada situación. Dichas normas proveen los
incentivos y también las sanciones a su incumplimiento en un contexto
social determinado. Las instituciones delimitan los comportamientos
individuales y los colectivos, así como las actuaciones de las
organizaciones (Navarro Olivan, 2011, p. 5).
Desde una perspectiva local, Ulloa (1969) propone una dualidad de significados
que enriquece la comprensión de su papel como agentes de socialización. En un
sentido amplio, se presentan como entramados socio-histórico-culturales que
estructuran la sociedad, son sustanciales marcos regulatorios en ámbitos económicos,
jurídicos, culturales y políticos. Desde esta perspectiva, las instituciones no solo
regulan externamente las interacciones sociales, sino que también ejercen una
influencia constitutiva en la identidad de los individuos, predeterminando sus
acciones, pensamientos y sentimientos.
Por otro lado, en una acepción más restringida, las instituciones se equiparan a
organizaciones o establecimientos. En este contexto, las instituciones se manifiestan
como entidades visibles y delimitadas. Las organizaciones, como materialización de
las instituciones, se configuran como sistemas sociales con fines específicos,
jerarquías diferenciadas y distribución de roles y tareas, representando así la
expresión concreta de las normativas institucionales.
Dentro de las instituciones, se señalan especialmente a la educación y al
trabajo. La educación en los primeros años de vida de una persona ocurre en las
instituciones escolares. En ese sentido, Durkheim (1922) explicaba que “la educación
como realidad social, varía en el tiempo y adopta formas distintas en el espacio,
reflejando siempre toda la escala de valores de la sociedad”. En la actualidad, la
tecnología ha transformado la forma en que los estudiantes acceden a la información y
aprenden. Las plataformas en línea y la educación a distancia también influyen en la
socialización académica.
Luego, el trabajo, es decir la vida laboral y las experiencias profesionales
también desempeñan un papel en la socialización. La cultura organizacional y los
valores de una empresa u otra organización en la que se trabaje, influyen en las
actitudes y comportamientos de sus miembros.
Grupos de pares
Las amistades y los grupos de pares siguen siendo agentes poderosos de
socialización. La influencia de los amigos puede ser significativa en la formación de
actitudes y valores, especialmente durante la adolescencia y la adultez temprana. Los
grupos de pares transmiten normas y valores culturales. Los individuos tienden a
adoptar comportamientos y actitudes que son aceptados y reforzados por su grupo de
pares. Esto puede incluir modas, actitudes políticas, religiosas y preferencias
culturales.
Existe una presión para conformarse a las normas del grupo de pares. La
necesidad de pertenencia puede llevar a la conformidad con las expectativas y
comportamientos del grupo, incluso si difieren de las normas familiares o culturales.
No obstante, los grupos de pares también ofrecen apoyo emocional y social. La
aceptación por parte del grupo puede tener un impacto positivo en la autoestima y el
bienestar emocional de un individuo.
Tomando las etapas en la socialización que plantean Berger y Luckmann
(1972), a medida que los individuos crecen, la influencia de los grupos de pares puede
convertirse en una parte significativa de la socialización secundaria, complementando
la socialización primaria que ocurre en la familia.
Un grupo de pares es un conjunto de individuos que comparten categorías
sociales comunes y ciertos ámbitos de interacción en tanto grupo. Así, durante la
infancia, los grupos de pares se componen principalmente de compañeros de clase,
mientras que en la adolescencia y juventud lo hacen de personas que comparten
actividades, intereses o un mismo estatus socioeconómico (Wolf, 2008).
El grupo de pares tiene una organización y una jerarquía. Si bien los roles están
definidos implícitamente, estos pueden cambiar. En las diferentes etapas de la vida las
personas van cambiando su participación en diferentes grupos de pares. Y,
obviamente, se pertenece a diversos grupos simultáneamente.
Por último, es necesario reiterar que en este tipo de relaciones interpersonales
se experimenta un fuerte sentimiento de pertenencia. Y por ende, pueden surgir
efectos positivos como desarrollo de habilidades sociales, aprendizaje de roles,
cooperación, comportamiento prosocial y motivación.
La teoría del aprendizaje social (Bandura, 1977) destaca la importancia de
observar y modelar el comportamiento de los demás. Los grupos de pares
proporcionan contextos donde los individuos pueden aprender nuevas habilidades
sociales y comportamientos mediante la observación y la imitación. La interacción con
los pares proporciona oportunidades para desarrollar habilidades sociales, como la
comunicación, la resolución de conflictos y la empatía. También pueden darse en una
dinámica vincular opuesta, en la que surjan tendencias antisociales, refuerzo de las
actitudes del prejuicio y de la discriminación y, en el extremo, la agresión.

Medios de comunicación
La proliferación de los medios de comunicación, las redes sociales y la
tecnología digital ha tenido un impacto masivo en la socialización. Los individuos
están expuestos a una amplia gama de influencias mediáticas que pueden moldear sus
valores, creencias y comportamientos. McLuhan y Fiore (1997), desde las ciencias de
la comunicación, sentó las bases con su famoso concepto "el medio es el mensaje".
Argumentó que la naturaleza de los medios en sí mismos moldea no solo cómo se
transmite la información, sino también cómo se percibe y se experimenta la realidad
social. Es decir, que al cambiar la forma en que nos comunicamos también se
modifican esquemas cognitivos y sensoriales humanos.
En la misma línea, Postman, (1985) examina cómo la televisión y otros medios
visuales afectan el pensamiento y la cultura, partiendo de la hipótesis de que esa
afectación es negativa. Más recientemente, la psicóloga Sherry Turkle (2017) plantea
la conexión constante a través de dispositivos digitales puede traducirse en una
desconexión interpersonal, afectando la calidad de nuestras relaciones. La autora
aboga por la importancia de las conversaciones cara a cara en un mundo cada vez más
digitalizado. Destaca que, a pesar de la aparente hiperconectividad en línea, la
verdadera conexión y comprensión emocional solo se logran a través de interacciones
directas. Turkle resalta la necesidad de la intimidad y la vulnerabilidad en las
conversaciones en persona, argumentando que estas permiten una comunicación más
auténtica y profunda. Además, señala la importancia de las conversaciones cara a cara
en el desarrollo social y emocional, especialmente para los jóvenes, y advierte sobre la
pérdida de habilidades de conversación y la incapacidad para gestionar conflictos que
puede surgir con la dependencia excesiva de la comunicación digital.
Gerbner dirigió una investigación en la que se postulaba a la televisión como un
objeto de estudio porque "se ha convertido en la fuente primaria común de
socialización e información cotidiana" (Gerbner, 1996, p. 36). En la misma,
caracterizaron como consumidores ávidos de televisión a aquellos que se exponen
más de cuatro horas diarias. A partir de sus resultados, postulan la Teoría del Cultivo,
la cual sugiere que la exposición constante a ciertos mensajes y representaciones en la
televisión puede tener un impacto acumulativo en la percepción de la realidad de los
espectadores a lo largo del tiempo. La televisión, por tanto, actúa como un "cultivador"
de actitudes y creencias. Gerbner (1996) argumenta que la televisión construye una
realidad simbólica que influye en cómo las personas perciben el mundo. Las
representaciones recurrentes y estereotipadas en la televisión pueden llegar a ser
aceptadas como la realidad, aunque no se correspondan necesariamente con la
experiencia personal de los individuos.
Si bien en la actualidad, las redes sociales digitales han desplazado a la
televisión, se considera la teoría con cierta vigencia. Respecto al tema, Pariser (2011)
examina cómo los algoritmos utilizados por plataformas como Facebook y Google, en
un intento por personalizar el contenido para cada usuario, generan lo que denomina
"burbujas de filtro". Estas burbujas limitan la exposición de las personas a
información y opiniones que coinciden con sus preferencias y creencias preexistentes,
creando entornos digitales donde las perspectivas divergentes son filtradas o incluso
excluidas. Este fenómeno, según Pariser (2011), no solo moldea la experiencia en línea
de los individuos, sino que también contribuye a la formación de opiniones más
polarizadas, ya que las personas quedan atrapadas en un círculo cerrado de
información que refuerza sus propias ideas.
En el ámbito local Balmaceda, De Paoli y Marenco (2022) realizan un análisis
de los influencers digitales, desde distintas disciplinas y plantean a la cultura de la
influencia como el contexto en el cual estamos inmersos en la actualidad. En esta línea
explican cómo las redes sociales digitales nos presentan una nueva forma de construir
identidad y de presentación. La construcción de la identidad en línea y la
autopresentación en plataformas de redes sociales pueden afectar la percepción de
uno mismo y la interacción con los demás.
“... nuestro smartphone es el centro de producción y publicación en redes
sociales, las plataformas que nos permiten elegir cómo queremos
presentarnos y qué queremos contar de nosotros, además de
relacionarnos con otras personas en un ambiente que parece ser
horizontal y democrático.” (Balmaceda, De Paoli y Marenco, 2022, p. 22).
Los autores definen a la sociedad actual como la sociedad de la exposición. La
narrativa de nuestras vidas se ha entrelazado con la tecnoesfera, y la dificultad, o
incluso la imposibilidad, de olvidar se ha vuelto más evidente. Cada detalle de nuestra
vida cotidiana está inmortalizado en las redes sociales, servidores y discos duros
interconectados, dejando una huella digital imborrable. La autenticidad se ve
desafiada, ya que la sociedad se enfrenta a la presión de mantener una imagen
perfecta en un mundo donde cada error queda registrado. El miedo al juicio social se
intensifica, creando una cultura de la autoedición constante.
Además las redes sociales, concebidas como plataformas para compartir
momentos significativos, han evolucionado hacia vastos archivos digitales de nuestras
vidas. Cada experiencia, buena o mala, se convierte en un fragmento de datos
almacenado en algún rincón remoto de la red. Esta omnipresencia de la información
personal redefine la forma en que nos presentamos y nos conectamos con los demás,
generando un impacto en el proceso de socialización.
Atravesar momentos dolorosos o humillantes no debería ser motivo de
vergüenza: todas las personas tenemos eventos traumáticos que, cuando
logramos superarlos, nos abren y facilitan la transición hacia el futuro.
Estas experiencias parecen ser parte integral de nuestro crecimiento y
nos permiten alcanzar la madurez. Pero también juegan un rol central
los recuerdos que tenemos de esos momentos junto con los olvidos:
nuestras vidas serían muy duras cargando el peso de todo lo que vivimos
(...) ahora, esas imágenes están en redes sociales, servidores y discos
rígidos interconectados sin nuestro completo control. (Balmaceda, De
Paoli Marenco, 2022, pp. 30-31).
Como se intenta definir las redes sociales digitales, las comunidades en línea y
las subculturas en línea son agentes de socialización. Las personas pueden formar
conexiones y compartir experiencias con otros que comparten intereses similares,
encontrar apoyo y bienestar emocional, promover la participación civil y facilitar la
expresión, la comunicación y la interconexión global. Se trata de mostrar el impacto
que tienen en la actualidad, sin caer en posicionamientos valorativos sobre las
mismas. Como todo fenómeno social conllevan desafíos y críticas, en un terreno en el
que se está investigando actualmente y en el que la Psicología Social puede aportar
desde su perspectiva.

Socializaciones múltiples
El concepto de "socialización múltiple" se refiere a la idea de que las personas
están expuestas y participan en diversos entornos sociales a lo largo de sus vidas, cada
uno de los cuales contribuye a su desarrollo y socialización de maneras distintas. En
lugar de depender únicamente de un único agente de socialización, como la familia o
la escuela, la teoría de las socializaciones múltiples reconoce la existencia de múltiples
influencias y contextos que moldean la identidad y las experiencias de una persona.
Este enfoque reconoce que la socialización no se limita a una sola etapa de la vida ni a
una única institución. Las interacciones en el hogar, la escuela, el trabajo, los grupos
de amigos, los medios de comunicación, y otras situaciones sociales, todos
contribuyen a la formación de la identidad y la adquisición de normas y valores. Cada
uno de estos entornos puede tener su propio conjunto de expectativas, de roles y de
normas sociales, que enriquecen la experiencia de socialización de un individuo.
La noción de socializaciones múltiples destaca la complejidad del proceso de
socialización y reconoce que las personas están constantemente aprendiendo y
adaptándose a través de diversas interacciones sociales a lo largo de su vida. Este
concepto ha ganado relevancia al considerar la diversidad de influencias en un mundo
cada vez más globalizado y diverso.
Socialización e identidad
La socialización influye en la formación de la identidad de cada individuo. La
noción de sí mismo y la identidad son construcciones cognitivas que influyen en la
interacción social y la percepción, y que a su vez son influenciadas por la sociedad.
Muchos académicos creen que es el pensamiento reflexivo, es decir, la capacidad de
reflexionar sobre nosotros mismos pensando, lo que nos separa de casi todos los
demás animales (Hogg, 2018, p. 118).
En realidad, existen muchas formas diferentes de sí mismo y de identidad. Las
tres más importantes son: 1) el yo colectivo (definido en términos de atributos
compartidos con los miembros del endogrupo y distintos de los miembros del
exogrupo); 2) el yo individual (definido en términos de atributos que hacen que uno
sea relativo y único en relación a otras personas); y 3) el yo relacional (definido en
términos de relaciones que uno tiene con personas específicas) (Hogg, 2018, p. 124).
Durante la socialización, las personas internalizan las expectativas culturales y
sociales que influyen en la formación de su identidad. Los roles de género, las
expectativas familiares, las normas culturales y otros elementos moldean cómo una
persona se percibe a sí misma y cómo se ve en relación con los demás.
A través de la interacción con otros, las personas desarrollan un sentido de
quiénes son. La retroalimentación social, ya sea positiva o negativa, contribuye al
desarrollo del autoconcepto. Las etiquetas y roles que se les asignan a lo largo de la
vida influyen en cómo se ven a sí mismas. La socialización también tiene un impacto
significativo en la autopresentación de un individuo.
La autopresentación se refiere a cómo las personas se presentan a sí mismas
ante los demás, gestionando consciente o inconscientemente la impresión que desean
causar. Durante el proceso de socialización, las personas aprenden las normas sociales
y las expectativas asociadas con diferentes roles. Estas normas afectan la manera en
que uno elige presentarse en diferentes situaciones sociales. Por ejemplo, en un
entorno profesional, se espera ciertos comportamientos y formas de presentarse que
pueden diferir de la autopresentación en un entorno informal.
Por último, la socialización también involucra la negociación entre la
autenticidad personal y la adaptación a las normas sociales. Las personas aprenden a
presentarse de maneras que se alinean con las expectativas sociales, pero también
buscan mantener una cierta autenticidad. Este equilibrio afecta la autopresentación
en diversos entornos.

Reflexiones finales
Para finalizar abordar los "Agentes de Socialización" desde la perspectiva de la
Psicología Social propone un recorrido que toma como base la definición de
socialización propuesta por Berger y Luckmann, para relatar la complejidad y la
riqueza de este proceso fundamental en la construcción de la identidad individual y
colectiva.
Se plantean agentes de socialización primordiales como: la familia, entendida
como la primera y más influyente institución, establece los cimientos iniciales; los
grupos de pares proporcionando contextos de interacción que influyen en la
formación de identidades y valores; las instituciones, educativas y laborales que
modelan y guían el proceso a medida que avanzamos en la vida y los medios de
comunicación, con su omnipresencia en la era contemporánea.
Asimismo, se introduce la teoría de las socializaciones múltiples que proponen
la interacción simultánea de diversos agentes de socialización y su impacto en la
formación de identidades complejas y multifacéticas. Comprender cómo estas
múltiples influencias se entrelazan y coexisten en el desarrollo individual abre nuevas
perspectivas sobre la naturaleza dinámica y fluida de la identidad en las sociedades
contemporáneas.
En este contexto, se retoma la relación fundamental entre identidad y
socialización, subrayando cómo las experiencias a lo largo de la vida y la interacción
con diversos agentes configuran nuestra comprensión única del sí mismo y de la
sociedad que nos rodea.
En última instancia, este enfoque integral hacia los agentes de socialización
invita a reflexionar sobre la interconexión dinámica entre individuo y sociedad,
reconociendo la importancia de abordar la diversidad de experiencias y contextos que
contribuyen a la formación de identidades sociales en constante evolución.
Como futuras líneas de indagación, resulta relevante explorar cómo los agentes
de socialización contemporáneos evolucionarán en respuesta a los cambios
socioculturales y tecnológicos. La rápida transformación de la sociedad, impulsada
por avances en la tecnología y cambios en las dinámicas familiares y laborales, plantea
preguntas sobre la adaptación de los individuos a estas nuevas realidades.
El impacto de las redes sociales digitales y la virtualidad en la socialización,
acelerado por la pandemia de covid-19, considerando cómo la interconexión digital
influye en la formación de identidades y en la construcción de relaciones
interpersonales. Además, investigar la influencia de plataformas emergentes, como la
inteligencia artificial y la realidad virtual, podría ofrecer perspectivas valiosas sobre
cómo estos elementos moldearán las experiencias de socialización en el futuro.
Otro campo de estudio prometedor sería la exploración de la multiculturalidad
y la diversidad cultural como agentes de socialización. En un mundo cada vez más
globalizado, entender cómo las experiencias de individuos provenientes de contextos
culturales diversos contribuyen a la creación de identidades sociales enriquecedoras
podría arrojar luz sobre la construcción de sociedades más inclusivas.
Referencias bibliográficas
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Familia, terapia y posmodernidad

Martín Wainstein

L
a familia es uno de los primeros contextos sociales del desa-
rrollo humano. Sin embargo, ha tenido escasa presencia en los cu-
rrículos universitarios tradicionales. Hoy, la terapia familiar se en-
cuentra ante el desafío de cumplir la expectativa social de ser un lugar de
referencia en un contexto descreído de las creencias de validez general.
A partir del siglo XIX, la antropología, la etnología y la sociología se intere-
saron por la familia como motivo de estudio, comparando su existencia y di-
versidad en diferentes regiones geográficas y culturas y en distintas épocas
históricas. El conocimiento científico se introducía en un tema que, hasta ese
entonces, como otros muchos temas, había sido patrimonio de la religión.
Las teorías sobre su origen y el sentido de su constitución admitieron
varias versiones. El estudio comparativo de la familia entre los diferentes
pueblos y culturas suscitó polémicas y llamativos cambios de orientación
en el corazón del pensamiento antropológico.
Durante el siglo XIX y principios del siglo XX, los antropólogos trabaja-
ban bajo la influencia del evolucionismo biológico. Su idea era ordenar los
datos de forma que coincidieran las instituciones de los pueblos más simples
con una de las primeras etapas de la evolución de la humanidad, mientras que
las de la modernidad corresponderían a las etapas más avanzadas de la evolu-
ción. Así, por ejemplo, la familia basada sobre el matrimonio monógamo –que
en nuestra sociedad se consideraba la institución más loable y apreciada– no
podía encontrarse en las sociedades salvajes, eso era propio de las sociedades
típicas de los albores de la humanidad. Se inventó, caprichosamente, una
periodización de la historia en etapas “primigenias” en las que rigió el “matri-
monio de grupo” y la “promiscuidad”. Se acudió, por consiguiente, a una
distorsión y a una interpretación errónea de los hechos. El inicio de los tiem-
pos se explicaba por el contraste de una sociedad bárbara que desconocía las
sutilezas de la vida social, presentadas como propias del hombre civilizado
posterior y actual. Las diferencias entre culturas se catalogaban cuidadosa-
mente como vestigios de un tipo más ancestral de organización social.
86 Martín Wainstein y Otros: Escritos de Psicología Social

A medida que los estudios de arqueólogos, antropólogos e historiado-


res avanzaron, la acumulación de nuevos datos hizo evidente que el tipo de
familia característico de la civilización actual –basado en una pareja monó-
gama, unida mediante algún ritual específico de matrimonio, establecida
independientemente, cultivadora del afecto mutuo y hacia sus hijos–, si
bien muchas veces se presentaba sumergida en una trama de relaciones
más extensas, fue siempre predominante. Esto ocurría más allá de la sim-
pleza o complejidad de la organización social o del nivel tecnológico alcan-
zado (Levy-Strauss, 1986).
El saber actual concluye que –más allá de lo que pudiera haber ocurri-
do en un origen aun hoy inaccesible–, con pocas variaciones, la vida fa-
miliar estuvo presente y está presente en prácticamente todas las socie-
dades humanas.
“Papá, mamá y los chicos” es un fenómeno predominante de las rela-
ciones humanas, aun en la más amplia diversidad cultural. Las excepcio-
nes a esta regla indican que, si bien posiblemente no es la familia una
necesidad imperiosa o natural de la vida social, ha sido históricamente
una necesidad general.
Los patrones de conducta que definen rituales de unión, reproducción
y crianza, compartidos de algún modo en un marco de derechos y prohibi-
ciones sexuales, legales, económicas y en un régimen de lealtades afectivas
sustentadas en el amor, el temor y un código de respetos mutuos –legiti-
madas por la tradición y las costumbres– han registrado transformacio-
nes, en general relacionadas con el modo de producción y el trabajo. Pero
aun así persisten y constituyen invariantes que permiten pensar a la fami-
lia como un universal.

Familia y Psicología

El origen de la inquietud por lo psicológico se pierde en los tiempos


remotos, en la mitología, la filosofía y la religión. Aquellos orígenes esta-
ban signados por la preocupación en las relaciones del hombre con los
dioses y luego en nuestro mundo y con Dios.
Podría decirse que el “hombre” (que entonces, obviamente era un varón)
primero buscó un lugar entre los dioses del Olimpo, luego, mediante la filo-
sofía cristiano aristotélica, se preocupó por cómo cultivar su alma dentro de
Martín Wainstein: Familia, terapia y posmodernidad 87

un cuerpo imperfecto y, a partir del cartesianismo, se fragmentó en una


conciencia pensante separada de su cuerpo. Ese ”individuo” dividido en
biología y espíritu era básicamente una conciencia llena de ideas o pensa-
mientos que el asociacionismo hobbesiano buscó convertir en la base
explicativa de toda vida social.
Cuando hacia fines del siglo XIX Wundt le da a la disciplina un estatu-
to propio, le define una perspectiva experimentalista y una social. De am-
bas perdurará la experimental y persistirá como paradigma predominante
un sesgo individualista de subjetividad personal y privada. Se trate del Fun-
cionalismo, el Conductismo, la Escuela Rusa de Bechterev y Pavlov,
la Gestalttheorie o el Psicoanálisis, el individuo, la conducta individual y la
subjetividad privada serán el objetivo de un pensamiento que no se exten-
derá mucho más allá del estudio y la determinación de diferencias indivi-
duales. El contexto en el que ese individuo habitaba, quedaba en las teorías
reducido al ambiente, al estímulo o a un factor desencadenante de un mun-
do de complejas representaciones ”internas”.
Mientras durante la primera mitad del siglo XX la familia fue tema de
estudio y de investigación de la antropología, la sociología, la historia y la
historia social moderna, la psicología permaneció ausente, aun en su rama
más “social”, la psicología social. Esto sorprende, pues probablemente todo
psicólogo compartiría la noción de que a la persona hay que comprenderla y
estudiarla teniendo en cuenta su contexto social y su mundo de relaciones.
También el psicólogo medio aceptaría el lugar común de que la familia es el
contexto fundacional de la vida humana y el sitio donde las personas pasan
la mayor parte de esa vida.

La familia en el mundo académico

La sorpresa no es menor cuando nos acercamos al mundo académico;


allí resulta que” la familia”, uno de los primeros contextos sociales del de-
sarrollo humano y de los principales predictores del ajuste psicosocial de la
persona, ha tenido tradicionalmente escasa o casi nula presencia en los
currículos universitarios.
Aunque las actuales aplicaciones profesionales de la psicología se han
extendido y abarcado disciplinas e instituciones como la comunidad, la es-
cuela, las migraciones, el derecho de familia y la minoridad o problemas
88 Martín Wainstein y Otros: Escritos de Psicología Social

como las adicciones, la violencia familiar y de género, la inclusión so-


cial de jóvenes, etcétera, la familia permanece excluida –o apenas nom-
brada como un ítem– en los programas de Psicología del Desarrollo o
Psicología Clínica.
El lector curioso puede remitirse a los manuales más actualizados de la
disciplina o leer las propuestas de regulación académica de enseñanza de la
Psicología más actuales en nuestro país. En ellas el tópico apenas se men-
ciona. Si se compara su presencia con una gran cantidad de otros temas en
lo que hace a los criterios de intensidad en la formación práctica y los
estándares de contenidos mínimos curriculares para la formación del psi-
cólogo, la familia no es un tema específico de estudio, como sí lo son el
grupo y el liderazgo, las instituciones, las organizaciones y la comunidad.
Si intentamos buscar el tema por el lado de la Psicología Social acadé-
mica, una perspectiva singular de la Psicología en la cual se abordan un
cúmulo de contenidos, entre los que se entrecruzan aspectos sociales, his-
tóricos, psicológicos y biológicos, es obvio que la familia debiera estar pre-
sente como un tema de estudio “estrella” en el campo. Llamativamente, no
es así. Hace apenas diez años, ante la ausencia del tema en la Psicología
Social “tradicional” estadounidense, Crosbie-Burnett y Lewis (1993) afir-
maban con ironía que la Psicología Social estudiaba “los grupos no
familiares de individuos”. En España (Gracia y Musitu, 2000) llamaban la
atención sobre “su pobre estatus frente a otras asignaturas”.

La familia como agente terapéutico

Han pasado algo más de cien años desde que en 1896 Lightner Witmer
estableció la primera clínica psicológica en la Universidad de Pennsylvania
y –poco después– fundó la primera revista especializada en el tema, pro-
poniendo una nueva profesión con el nombre de “Psicología Clínica”. En
estos cien años, cada teoría psicoterapéutica que surgió se auto postuló
como basada en ciertas verdades fundamentales sobre el ser humano. To-
das fueron renuentes a autoevaluarse como emergentes y contribuyentes
de su contexto histórico cultural y del espíritu de su tiempo. Las teorías se
convirtieron en “escuelas”, con toda la resonancia institucional, cultural,
profesional y de intereses que el concepto conlleva. Esto motivó que algu-
nos años atrás, Gergen (1991) propusiera contemplar las psicoterapias
Martín Wainstein: Familia, terapia y posmodernidad 89

como enmarcadas en corrientes culturales. Se refería a las teorías psicoló-


gicas y a sus prácticas psicoterapéuticas como un reflejo de corrientes cul-
turales que le hacían de contexto a su producción. Abrió algunas hipótesis
específicas acerca de la Psicología y la Psicoterapia desde una perspectiva
sociológica similar a la que utilizo Kuhn para explicar la existencia y cam-
bios de las teorías científicas en general.
Gergen definió las teorías psicoterapéuticas como vinculadas a dos
visiones del ser humano dependientes del momento histórico y de ciertos
modos de organización social, una romántica y otra moderna. La psicología
clínica romántica promovía una perspectiva teórica de difícil contrastación
empírica y fundada en la creencia en una tendencia innata, inconsciente y
trascendente encaminada a una realización existencial del ser humano. En
sus supuestos epistemológicos, el sujeto de esa psicoterapia encierra un
conflicto atemporal e inobservable, de características trágicas, del cual como
un solitario gaucho de la pampa podrá emerger únicamente ayudándose en
la soledad de su propio proceso terapéutico. El psicoanálisis y las terapias
humanísticas coinciden con esa descripción. El terapeuta es más un testigo
abstinente que un operador proactivo.
Los modelos modernistas o racionalistas se ubicaban en el otro polo,
contraponiendo lo insondable con lo contrastable, observable y sujeto a
verificación empírica. Inicialmente, en su forma radical, los emuladores del
conductismo metodológico habían suprimido lo mental –arrojando el niño
con el agua de la bañera– o, al decir irónico de William James, esa psico-
logía suprimió la mente y perdió la cabeza. El paciente parecía convertirse
en un manojo de reflejos. Cuando esta reducción ya se hacía insostenible,
el surgimiento de la psicoterapia cognitivo-conductual en los años sesenta
abrió una vía para saltar estas dificultades. Aun así, la familia no entró en
sus técnicas principales.
Cerradas sus puertas en la psicoterapia individual tradicional, práctica-
mente debió entrar por la ventana. Ya fuera en los Estados Unidos o en la
Argentina, el establishment psicoanalítico prohibía la inclusión de los parien-
tes. En la década del cincuenta, los primeros tratamientos con parejas y
familiares se realizaban (o simulaban) como investigaciones. Se comenzó a
desarrollar una antropología de la vida hogareña y cotidiana de la que algu-
nos clínicos y otros profesionales se pusieron a la cabeza. Se había empe-
zado a hacer visible el marco familiar de los trastornos psiquiátricos.
90 Martín Wainstein y Otros: Escritos de Psicología Social

Al trabajar los pioneros con la hipótesis de una matriz social-familiar en


los problemas mentales, el marco teórico de referencia los trasladó prime-
ro hacia la Microsociología y la Psicología Social y luego a la necesidad de
una teoría que pudiera dar cuenta del efecto que las palabras tenían en las
interacciones reales, la comunicación humana en la que se delineaba la crianza
y la vida cotidiana de las personas (Bateson, 1951).
Con dificultad para trabajar con las familias usando los conceptos pro-
venientes de una psicología de conductas individuales y de subjetividades
“intracraneales”, los noveles “terapeutas familiares” eligieron para acercar-
se al “nuevo” objeto de estudio las novedosas ideas científicas que cuestio-
naban los enfoques tradicionales de la ciencia positiva vigente. Introduje-
ron en el estudio de las personas y sus familias los conceptos de la Teoría
General de los Sistemas, la Cibernética, la Teoría de la Información, la
Nueva Lingüística y reconstruyeron la Teoría de la Comunicación, ten-
diendo un puente entre esas nuevas ideas y las cuestiones psicosociales y
convirtiendo la familia en un laboratorio de investigación psicológica y
psicoterapéutica (Bateson, 1972).
La familia empezaba a ser descripta como una “mente” compleja, un
sistema constituido por patrones comunicacionales observables, recursi-
vos y relativamente estables. Un sistema que mediatizaba las relaciones
entre el ser humano, sus pensamientos y creencias y el entorno de la vida
social más amplia, un sistema que se desarrollaba en un ciclo vital familiar
que entrelazaba lo biológico con lo social, constituyendo la individualidad
psíquica del ciclo vital personal a lo largo de toda la vida. Un sistema que,
en continua adaptación a su entorno, muchas veces generaba dificultades
funcionales cuyo resultado eran malestares significativos (o patologías) ins-
talados en alguno o algunos de sus miembros.
La idea de una nueva forma de terapia surgía de hecho: si la familia
podía construir la insania o los problemas, también podría participar en
la construcción de la cordura o las soluciones. Como la desensibilización
sistemática, la interpretación de los sueños o la corrección de esquemas
de pensamiento inadaptativos, la familia ingresó al conjunto de los recur-
sos terapéuticos.
Estas ideas eran excéntricas al establishment de la psicoterapia, tanto como
los primeros terapeutas eran también marginales a él: un fotógrafo-biblio-
tecario como Jay Haley, un antropólogo y epistemólogo como Gregory
Martín Wainstein: Familia, terapia y posmodernidad 91

Bateson, un ingeniero industrial como John Weakland, un hipnólogo


famoso tanto por la rareza de sus intervenciones como por los éxitos de
sus tratamientos como Milton Erickson, un famoso psicoanalista de
niños neoyorkino que entró en herejía como Nathan Ackerman, el irre-
verente y solitario psiquiatra Carl Whitaker y Salvador Minuchin, un
exótico médico argentino recién llegado en 1950 a Nueva York desde
Entre Ríos, vía Haifa, que trabajaba con familias neoyorkinas sin casi
conocer el inglés, fueron algunos de los que sentaron las bases de una
“escuela de la Costa Este” y una mitológica “escuela de Palo Alto” en la
costa Oeste de los Estados Unidos.
Un poco por el inicial aislamiento político-profesional en un contexto
científico behaviorista y psicoanalítico, otro poco por la tendencia de todas
las ideas nuevas a agruparse en “escuelas” para sobrevivir los avatares de
las luchas interprofesionales, en el movimiento de terapia familiar predo-
minó cierto dogmatismo que los llevó a plantear la necesidad de una hege-
monía de la terapia familiar y cierta desvalorización de toda otra forma de
terapia en el tratamiento y la resolución de los problemas mentales.
La hegemonía de la terapia familiar, reemplazando a la psicoterapia, fue
un sueño corto. Lo que efectivamente ocurrió fue que se esparció por el
mundo como un procedimiento elegido en exclusividad por algunos tera-
peutas y como auxiliar de casi todas las formas de psicoterapia ejercidas
por otros. Se convirtió también en una variante de la terapia que aplicó a su
quehacer –como lo había sido desde su nacimiento– las ideas más actualiza-
das del desarrollo general del conocimiento de cada momento posterior.

El impacto de la posmodernidad

La idea de una etapa histórica concreta llamada posmodernidad está


tan difundida como discutida. De todos modos, el concepto hizo lugar a la
idea de que desde la posguerra mundial se desarrolló y predomina hoy
cierta cultura que desacraliza las grandes creencias y teorías, incluidas aque-
llas que caen en la denominación de “religiones” y “ciencia”. Se cuestiona
la búsqueda –heredada de la Ilustración– de una verdad y predomina un
relativismo amparado en el descreimiento, la ambigüedad y cierto desen-
canto por las ideas de razón, legitimidad, estabilidad, progreso o libertad
que hasta entonces guiaban las instituciones.
92 Martín Wainstein y Otros: Escritos de Psicología Social

Entre los pocos años que transcurrieron desde la posguerra a la actualidad,


se asistió también a varios fenómenos como la modernización tecnológica, la
proliferación de los medios de comunicación de masas y las telepresencias, la
urbanización acelerada y los procesos migratorios masivos y veloces. Cuánto
y cómo afecta esto la conducta humana es un tema de conversación cotidia-
no en gran parte del planeta.
Cuánto y cómo esto afectó la vida de la familia tiene su reflejo en las
interacciones familiares de cada día. La rutina de la familia rural de hace
cien años recibió el impacto de las migraciones a las grandes urbes, de la
duplicación de la esperanza de vida, del control de la fecundidad natural y
el desarrollo de la fecundidad asistida en sus múltiples variantes –que in-
cluyen hoy una potencial clonación de seres humanos–, del fin del amor
religioso y romántico “como amor para toda la vida”, de la legitimación del
matrimonio homosexual, del surgimiento de las familias mono parentales,
homo parentales, ensambladas, etcétera.
Así, la familia va a tono con un estado de saturación social y diversidad
de discursos en los que, más allá de las discusiones epistemológicas, la
antigua pregunta humana por la verdad de las cosas se disuelve en el caos
social, familiar y en el de la misma reflexividad de cada persona individual.
El surgimiento de voces e identidades singulares que reclaman verdades
particulares se nutrió de la duda y la quiebra de la confianza otorgada a la
razón hasta los principios del siglo XX. Esa verdad que debía guiar los
pasos de la humanidad, anhelada y buscada por los empiristas de los siglos
XVIII y XIX, cuyo camino fiable parecía ser el método científico, pasó a
ser tanto en los círculos de pensamiento como en la vida familiar una cues-
tión de perspectivas o puntos de vista.
Las ideas constructivistas y construccionistas registraron y teorizaron
que la realidad parecía construirse dentro de esas perspectivas y que estas
son productos de intercambios y consensos surgidos en la comunicación
interpersonal.
En su práctica, la terapia familiar se encontró con estos problemas en la
forma de conflictos ideológicos y de valores generacionales y de género en
el seno mismo de las familias. ¿Cómo construir un consenso de conviven-
cia si una construcción de realidad es tan adecuada como cualquier otra?
¿Cómo definir criterios de crianza o de organización familiar si los referen-
tes externos son ambiguos?
Martín Wainstein: Familia, terapia y posmodernidad 93

Los modelos narrativos, al reemplazar la idea de verdad por la de vero-


similitud y la de realidad por la de ficción facilitaron por un lado la expre-
sión singular y los deseos de cada uno, pero ante las necesidades de una
realidad como la familiar parecen convocar a veces tanto hacia el nihilismo
como hacia la parálisis. Las familias se preguntan hoy: ¿Dónde poner los
niños durante el día? ¿Cuáles son las reglas de crianza ante un mundo cada
vez más complejo? ¿A qué edad se puede cruzar la calle regulada por semá-
foros inciertos? ¿Cómo se comunica a un niño que esa legalmente señora
era un varón y ahora va a tener un bebé?
La psicoterapia buscó a partir de los ochenta, desensibilizar o “identifi-
car” pensamientos y emociones negativas y reemplazarlos mediante el des-
cubrimiento guiado, el cuestionamiento socrático, la solución de proble-
mas o las experiencias emocionales correctivas, es decir “poner un argu-
mento alternativo allí donde está el defecto”, convirtiendo al paciente en
un científico que no se equivoque.
Hace cien años se pensaba que si algo andaba mal era porque no se lo
conocía lo suficiente o no se aplicaban bien los conocimientos disponibles,
pero el siglo XXI trajo la buena nueva de que todos somos expertos y la
brecha entre ciencia y cultura lega se va achicando a medida que se impone
la noción de que la “validez depende de las creencias” (Gergen, 1992) o de
que “el yo es un cuento” y se ha vuelto algo distribuido y dependiente de
los accidentes de la trama social (Bruner, 2003).
Se llame posmodernidad u otra cosa, la terapia familiar –y quizás toda
forma de terapia– se encuentra hoy ante el desafío de cumplir una expecta-
tiva social de ser un lugar de referencia en un contexto descreído de las
creencias de validez general. La perspectiva sistémica construccionista se
introduce en este desafío cuando cuestiona la suposición de que las pala-
bras pueden hacer un mapa del mundo con precisión u objetivamente pro-
poniendo que no tiene mucho sentido preguntarse si una teoría científica,
una enseñanza religiosa o un sistema de ideas –incluyendo el construccio-
nismo social– son verdaderos o falsos. O que en la práctica clínica el cono-
cimiento obtenido no puede separarse del proceso de conocer y este siem-
pre implica una axiología (Mahoney, 1991).
Sostiene como premisa que hay verdades locales, que las reglas de legi-
timidad debieran ser construidas sin obviar los conflictos y la diversidad de
voces mediante acuerdos entre personas que piensan y viven en situaciones
94 Martín Wainstein y Otros: Escritos de Psicología Social

diversas. Le interesa que esos acuerdos de significado implican la vida de esas


personas: ¿Cómo determinados conjuntos de ideas contribuyen a nuestro
bienestar, familiar o social? ¿Cuáles son sus ventajas y desventajas? ¿Cómo
contribuyen a una mayor sumisión o autonomía de un grupo social o de
una madre? ¿Cómo hacen sustentable el planeta o el hogar o lo destruyen?
El trabajo por esos acuerdos, tanto en las relaciones familiares como en
los sistemas más amplios que la familia, como la escuela o la política, se
construye dialógicamente en una praxis social que solo parcialmente podrá
satisfacer la subjetividad personal.

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PAUL WATZLAWICK - ¿ES REAL LA REALIDAD? 1

conceptuales debe situarse la ballena. Encuadraremos, pues, dentro de la


LAS DOS REALIDADES
realidad del primer orden aquellos aspectos de la realidad que se refieren al
Con esto hemos llegado al fin de la segunda parte. Parece, pues, consenso de la percepción y se apoyan en pruebas experimentales,
oportuno intentar elaborar una síntesis de los ejemplos, ciertamente repetibles y, por consiguiente, verificables.
heterogéneos, que se han citado y extraer su común denominador. Ya el
A hora bien, en el ámbito de esta realidad no se dice nada sobre la
lector habrá observado que tampoco a mí me ha sido posible evitar los
significación de estas cosas, o sobre el valor (en el más amplio sentido de
conceptos de «realidad», «autenticidad» y otros semejantes. De aquí se
la palabra) que poseen. Por ejemplo: la realidad del primer orden del oro,
deriva una aparente contradicción respecto de la tesis básica del libro,
es decir, sus propiedades físicas, son perfectamente conocidas y
según la cual no existe una realidad absoluta, sino sólo visiones o
verificables en todo tiempo. Pero la significación, la importancia del oro en
concepciones subjetivas, y en parte totalmente opuestas, de la realidad, de
la vida humana desde tiempos remotos y sobre todo el hecho de que dos
las que se supone ingenuamente que responden a la realidad «real», a la
veces al día se le asigne en una oficina de la City londinense un valor
«verdadera» realidad.
concreto, y que esta asignación de valor tenga una importante influencia en
En todos los ámbitos, pero sobre todo en el de la psiquiatría, en la que el otros muchos aspectos de nuestra realidad, todo esto tiene muy poco o nada
problema de la concepción de la realidad como baremo de normalidad que ver con sus propiedades físicas. Esta otra segunda realidad del oro es
desempeña un papel de capital importancia, solemos mezclar muy a la que puede hacer de un hombre un Creso, o llevarle a la bancarrota.
menudo dos conceptos muy distintos de la realidad, sin advertirlo con la
Esta diferencia aparece con mayor claridad aún en los ejemplos que hemos
claridad suficiente. El primero de ellos se refiere a las propiedades
mencionado de conflictos interhumanos provocados a consecuencia de la
puramente físicas (y por ende objetivamente constatables) de las cosas y
diversidad de normas culturales. Es palmario y evidente que no existe
responde, por tanto, al problema de la llamada «sana razón humana» o del
ninguna norma objetiva que marque la distancia «correcta» entre dos
proceder científico objetivo. El segundo afecta exclusivamente a la
personas o que determine en qué momento de las relaciones entre novios,
adscripción de un sentido y un valor a estas cosas y, en consecuencia, a la
si al principio o ya en un estadio muy avanzado de sus relaciones, es
comunicación.
correcto besarse. Estas reglas son subjetivas, arbitrarias y de ninguna
Por ejemplo: antes de la llegada de la primera sonda a la superficie lunar, manera expresión de las verdades eternas de la filosofía platónica. En el
los astrónomos no estaban de acuerdo sobre si esta superficie tenía la ámbito de esta realidad del segundo orden resulta, por tanto, absurdo
resistencia necesaria para soportar el peso de una nave espacial; algunos discutir sobre lo que es «realmente» real.
temían que ésta se hundiría en una profunda capa de polvo. Hoy sabemos
Como ya se ha dicho, perdemos de vista con suma frecuencia esta
que se daba realmente el primer caso y que, por consiguiente, algunos
diferencia o incluso ni siquiera advertimos la presencia de dos realidades
científicos tenían objetivamente razón y otros estaban equivocados. Un
distintivas. Vivimos bajo la ingenua suposición de que la realidad es
ejemplo más sencillo sería la divergencia de opiniones sobre el problema de
naturalmente tal como nosotros la vemos y que todo el que la ve de otra
si la ballena es un pez o un mamífero. También en este caso puede darse
manera tiene que ser un malicioso o un demente. Que me lance al agua
una respuesta objetiva a la pregunta de en cuál de las dos definiciones
PAUL WATZLAWICK - ¿ES REAL LA REALIDAD? 2

para salvar a una persona que está a punto de ahogarse es un hecho que pueden moverse libremente sobre (o, por mejor decir, en) esta superficie,
puede constatarse objetivamente; que lo haya hecho por amor al prójimo, pero, al igual que las sombras, ni pueden ascender por encima ni descender
por afán de notoriedad o porque el rescatado es millonario, es una cuestión por debajo de ella. No hace falta decir que ellos ignoran esta limitación,
para la que no hay pruebas objetivas, sino sólo interpretaciones subjetivas. porque la idea de una tercera dimensión les resulta inimaginable.

Lo verdaderamente ilusorio es suponer que hay una realidad «real» del El narrador de nuestra historia vive una experiencia totalmente
segundo orden y que la conocen mejor las personas «normales» que los conturbadora, precedida de un sueño singular. En este sueño, se ve
«perturbados psíquicos». trasladado de pronto a un mundo unidimensional, cuyos habitantes son
puntos o rayas. Todos ellos se mueven hacia adelante o hacia atrás, pero
siempre sobre una misma línea, a la que llaman su mundo. A los habitantes
PLANOLANDIA de Linelandia les resulta totalmente inconcebible la idea de moverse
Hay un pequeño libro, escrito hace ya casi un siglo, del que es autor el también a la derecha o a la izquierda, además de hacia adelante o hacia
entonces director de la City of London School, reverendo Edwin A . A bbott. atrás. En vano intenta nuestro narrador, en su sueño, explicar a la raya más
A unque compuso más de cuarenta obras, todas ellas relacionadas con los larga de Linelandia (su monarca) la realidad de Planolandia. El rey le toma
temas de su especialidad, es decir, la literatura clásica y la religión, esta por loco y ante tan obtusa tozudez nuestro héroe acaba por perder la
obrita, al parecer insignificante, titulada Flatland. A Romance in Many paciencia:
Dimensions [1] (Planolandia. Historia fantástica en varias dimensiones), es, ¿Para qué malgastar más palabras? Sábete que yo soy el complemento de
por decirlo con la lapidaria observación de Newman [117], «su única tu incompleto yo. Tú eres una línea, yo soy una línea de líneas, llamada en
protección contra el olvido total». mi país cuadrado. Y aun yo mismo, aunque infinitamente superior a tí, valgo
No puede negarse que Planolandia está escrito en un estilo más bien llano; poco comparado con los grandes nobles de Planolandia, de donde he
pero aun así, se trata de un libro muy singular. Singular no sólo porque venido con la esperanza de iluminar tu ignorancia [2].
anticipa ciertos conocimientos de la moderna física teórica, sino sobre todo Ante tan delirantes afirmaciones, el rey y todos sus súbditos, puntos y rayas,
por su aguda intuición psicológica, que ni siquiera su prolijo estilo Victoriano se arrojan sobre el cuadrado a quien, en este preciso instante, devuelve a
consigue apagar. Y no parece exagerado desear que esta obra (o una la realidad de Planolandia el sonido de la campana que le llama al desayuno.
versión modernizada de la misma), se convirtiera en libro de lectura
Pero aquel día le tenía aun reservada otra molesta experiencia: El cuadrado
obligatoria para la enseñanza media. El lector comprenderá pronto por qué
enseña a su nieto, un exágono[33], los fundamentos de la aritmética y su
razón.
aplicación a la geometría. Le enseña que el número de pulgadas cuadradas
Planolandia es una narración puesta en boca del habitante de un mundo de un cuadrado se obtiene sencillamente elevando a la segunda potencia el
bidimensional, es decir, de una realidad que sólo tiene longitud y anchura, número de pulgadas de uno de los lados.
pero no altura. Es un mundo plano, como la superficie de una hoja de papel,
habitado por líneas, triángulos, cuadrados, círculos, etc. Sus moradores
PAUL WATZLAWICK - ¿ES REAL LA REALIDAD? 3

El pequeño exágono reflexionó durante un largo momento y después dijo: tridimensional y la limitación de Planolandia comparada con esta realidad.
«También me has enseñado a elevar números a la tercera potencia. Del mismo modo que el cuadrado se definió ante el rey de Linelandia como
Supongo que 33 debe tener algún sentido geométrico; ¿cuál es?» «Nada, una línea compuesta de muchas líneas, también ahora este visitante se
absolutamente nada», repliqué yo, «al menos en la geometría, porque la define como un círculo de círculos, que en su país de origen se llama esfera.
geometría sólo tiene dos dimensiones.» Y luego enseñé al muchacho cómo Pero naturalmente el cuadrado no puede comprenderlo, porque ve a su
un punto que se desplaza tres pulgadas genera una línea de tres pulgadas, visitante como un círculo, aunque ciertamente dotado de muy extrañas e
lo que se puede expresar con el número 3; y si una línea de tres pulgadas inexplicadas cualidades: aumenta y disminuye, se reduce a veces a un
se desplaza paralelamente a sí misma tres pulgadas, genera un cuadrado punto y hasta desaparece del todo. Con extremada paciencia le va
de tres pulgadas, lo que se expresa aritméticamente por 32. explicando la esfera que todo esto no tiene nada de singular para él: es un
número infinito de círculos, cuyo diámetro aumenta desde un punto a trece
Pero mi nieto volvió a su anterior objeción, pues me interrumpió
pulgadas, colocados unos encima de los otros para componer un todo.
exclamando: «Pero si un punto, al desplazarse tres pulgadas, genera una
Si, por tanto, se desplaza a través de la realidad bidimensional de
línea de tres pulgadas, que se representa por el número 3, y si una recta, al
Planolandia, al principio es invisible para un habitante de este país, luego,
desplazarse tres pulgadas paralelamente a sí misma, genera un cuadrado
apenas toca la superficie, aparece como un punto y al fin se transforma en
de tres pulgadas por lado, lo que se expresa por 32, entonces un cuadrado
un círculo de diámetro en constante aumento, para, a continuación, ir
de tres pulgadas por lado que se mueve de alguna manera (que no acierto
disminuyendo de diámetro hasta volver a desaparecer por completo (figura
a comprender) paralelamente a sí mismo, generará algo (aunque no puedo
14).
imaginarme qué), y este resultado podrá expresarse por 33.»

«Vete a la cama», le dije, algo molesto por su interrupción. «Tendrías más


sentido común si no dijeras cosas tan insensatas» [3].

Y así, el cuadrado, sin haber aprendido la lección de su precedente sueño,


incurre en el mismo error de que había querido sacar al rey de Linelandia. Esto explica también el sorprendente hecho de que la esfera pueda entrar
Pero durante toda la tarde le sigue rondando en la cabeza la charlatanería en la casa del cuadrado aunque éste haya cerrado a ciencia y conciencia
de su nieto y al fin exclama en voz alta: «Este chico es un alcornoque. Lo las puertas. Entra, naturalmente, por arriba. Pero el concepto de «arriba» le
aseguro; 33 no puede tener ninguna correspondencia en geometría.» Pero resulta tan extraño al cuadrado que no lo puede comprender y, en
de pronto oye una voz: «El chico no tiene nada de alcornoque y es evidente consecuencia, se niega a creerlo. A l fin, la esfera no ve ninguna otra
que 33 tiene una correspondencia geométrica.» Es la voz de un extraño solución más que tomar consigo al cuadrado y llevarlo a Espaciolandia. Vive
visitante, que afirma venir de Espaciolandia, de un mundo inimaginable, en así una experiencia que hoy calificaríamos de trascendental:
el que las cosas tienen tres dimensiones. Y al igual que el cuadrado en su
sueño anterior, el visitante se esfuerza por hacerle comprender la realidad
PAUL WATZLAWICK - ¿ES REAL LA REALIDAD? 4

Un espanto indecible se apoderó de mí. Todo era oscuridad; luego, una vista como fiel contrapartida de ciertos establecimientos psiquiátricos de
terrible y mareante que nada tenía que ver con el ver; vi una linea que no nuestros mismos días. Una vez al año, le visita en su celda el Círculo
era línea; un espacio que no lo era; yo era yo, pero tampoco era yo. Cuando Supremo, es decir, el sumo sacerdote, para averiguar si mejora su estado
pude recuperar el habla, grité con mortal angustia: «Esto es la locura o el de salud mental. Y cada año, el pobre cuadrado no puede resistir la
infierno.» «No es ni lo uno ni lo otro», me respondió con tranquila voz la tentación de intentar convencer al Círculo Supremo de que existe realmente
esfera, «es saber; hay tres dimensiones; abre otra vez los ojos e intenta ver una tercera dimensión. Pero el sacerdote menea la cabeza y desaparece
sosegadamente» [4]. hasta el año siguiente.

A partir de este instante místico, los acontecimientos toman un rumbo Lo que Planolandia presenta es simplemente la relatividad de la realidad. Y
tragicómico. Ebrio por la formidable experiencia de haber penetrado en una por esta razón sería deseable que los jóvenes hicieran de esta obra su libro
realidad totalmente nueva, el cuadrado desea explorar los misterios de de lectura. La historia de la humanidad enseña que apenas hay otra idea
mundos cada vez más elevados, de mundos de cuatro, cinco y seis más asesina y despótica que el delirio de una realidad «real» (entendiendo,
dimensiones. Pero la esfera no quiere ni oír hablar de semejantes dislates: naturalmente, por tal, la de la propia opinión), con todas las terribles
«No existe tal país. Ya la mera idea es totalmente impensable.» Pero como consecuencias que se derivan con implacable rigor lógico de este delirante
el cuadrado no ceja en sus deseos, la esfera, encolerizada, le devuelve a punto de partida. La capacidad de vivir con verdades relativas, con
los estrechos límites de Planolandia. preguntas para las que no hay respuesta, con la sabiduría de no saber nada
y con las paradójicas incertidumbres de la existencia, todo esto puede ser
En este punto, la moraleja de la historia cobra perfiles sumamente realistas.
la esencia de la madurez humana y de la consiguiente tolerancia frente a
El cuadrado se siente llamado a la gloriosa y acuciante tarea de predicar en
los demás. Donde esta capacidad falta, nos entregaremos de nuevo, sin
Planolandia el evangelio de las tres dimensiones. Pero cada vez le resulta
saberlo, al mundo del inquisidor general y viviremos la vida de rebaños,
más difícil despertar en sí el recuerdo de aquella realidad tridimensional que
oscura e irresponsable, sólo de vez en cuando con la respiración aquejada
al principio tan clara e inolvidable le parecía; además, fue muy pronto
por el humo acre de la hoguera de algún magnífico auto de fe o por el de las
encarcelado por el equivalente de la inquisición de Planolandia. Pero en vez
chimeneas de los hornos crematorios de algún campo de exterminio.
de acabar sus días en la hoguera, es condenado a cadena perpetua y
encerrado en una cárcel que A bbott describe, con admirable intuición,
Historia de la Psicología Social y Perspectivas Actuales

Dra. Cecilia Travnik

La psicología social es un área de la psicología que estudia cómo los pensamientos,


sentimientos y comportamientos de las personas son influenciados por la presencia real o
imaginaria de otras personas (Allport, 1954). Esta área se centra en comprender cómo las
interacciones sociales, las normas, las actitudes, los roles y los procesos de influencia social
afectan la forma en que pensamos y nos comportamos en diferentes contextos sociales. La
psicología social se interesa por una amplia gama de temas y fenómenos como la
conformidad, la obediencia, los prejuicios, los estereotipos, la discriminación, la identidad
social, la agresión y el comportamiento prosocial, entre otros. Entre los mismos se resalta el
proceso de socialización, como aquel en el que un individuo aprende valores, roles y
normas, de su cultura y sociedad. Esta adquisición de habilidades sociales se encuentra
determinada por estructuras sociales, por agentes de socialización como la familia, el grupo
de pares, las instituciones y los medios de comunicación.

Psicólogos y psicólogas sociales aplicamos métodos de investigación científica para


estudiar estos fenómenos, utilizando tanto enfoques experimentales como observacionales.
A través de experimentos de laboratorio, estudios de campo y análisis de datos, las personas
que investigamos en el ámbito de la psicología social buscamos comprender cómo los
factores sociales influyen en el pensamiento y el comportamiento de las personas, y cómo
estos procesos pueden variar entre individuos y culturas.

El objetivo de la psicología social es generar conocimientos que ayuden a explicar y


comprender mejor la conducta humana en contextos sociales, y también proporcionar ideas
y estrategias para abordar problemas sociales, con el objetivo de promover la salud mental
en la sociedad.
Precursores de la Psicología Social

La historia de la psicología social se remonta al siglo XIX, cuando surgieron las


primeras ideas y conceptos que sentaron las bases para esta disciplina. Como precursores,
de lo que en la actualidad se denomina el área de la psicología social, se encuentran con
Gabriel Tarde y Émile Durkheim. Cada autor con sus contribuciones, muchos años más
tarde, dio lugar al desarrollo de dos corrientes: la psicología social psicológica y la
psicología social sociológica, respectivamente.

Durkheim (1858-1917) estudió cómo los factores sociales influyen en la conducta


individual y colectiva. Sus investigaciones se centraron en la influencia de las normas
sociales, la solidaridad social y los fenómenos de suicidio. La “conciencia colectiva” es uno
de los conceptos que plantea dicho autor, que años después se tomará “como piedra angular
en el desarrollo de la noción de representación social. De hecho, Durkheim diferencia las
representaciones individuales, estudiadas por los psicólogos, de las representaciones
colectivas que los sociólogos estudian tomando objetivamente los hechos sociales”
(Seidmann, 2010, p. 9). Estas ideas se retomarán al introducir la psicología social europea
con los aportes de Moscovici.

Tarde (1843-1904), se interesó en la imitación social y cómo las ideas y


comportamientos se difunden entre las personas. “Somos el resultado de la combinación de
una multiplicidad de otros. Tarde preanuncia así la posterior teoría del rol y la perspectiva
social del sí mismo que deriva de “asumir el rol del otro” (Seidmann, 2010, p. 7). El énfasis
en lo individual refiere a la reciprocidad de imitaciones, que el autor denomina como
interpsicología.

No obstante, Allport (1954) señala a Augusto Comte como el fundador de la


psicología social como ciencia. Comte, filósofo francés y fundador del positivismo, en la
década de 1850, durante los últimos años de su vida, auguró que más allá de la sociología,
emergería una verdadera ciencia final, llamó a esta ciencia la moral positiva, pero era
claramente la psicología. De hecho, combinada con la sociología se convertiría en
psicología social (Goethals, 2007, p. 12).
Si no es con Comte, ¿dónde comienza la psicología social?, se pregunta Goethals
y se remonta a los filósofos antiguos quienes reflexionaron sobre la naturaleza inherente de
la humanidad. ¿Son las personas capaces de libre albedrío o se determina el
comportamiento? ¿Cuál es la naturaleza del pensamiento y la conciencia humana? ¿Los
individuos perciben la realidad con precisión? (Goethals, 2007, p. 22).

En el año 1875, Willhelm Wundt pone en funcionamiento el primer laboratorio de


psicología experimental en Leipzig, Alemania. Consideraba que la psicología debía ser una
ciencia independiente y separada de la filosofía. Su enfoque en la introspección y la
investigación experimental sentó las bases para el desarrollo posterior de la psicología
como disciplina científica. El laboratorio de Wundt fue pionero en la aplicación de métodos
científicos y experimentales para estudiar la experiencia consciente y los procesos
mentales. Su influencia se extendió por todo el mundo y se establecieron laboratorios
similares en otros países.

También en 1875 William James, establece un laboratorio de psicología


experimental informal en Estados Unidos e imparte el primer curso de psicología en la
Universidad de Harvard. Luego Stanley Hall, en 1883, fundó el primer laboratorio
psicológico, formal, en la Universidad Johns Hopkins.

Es importante comprender la ciencia, incluida la psicología, no solo como un


conjunto de teorías y enunciados, sino como una empresa social con normas, códigos,
instituciones y límites definidos. Las ciencias, incluida la psicología, están influenciadas
por factores sociales y culturales que afectan su desarrollo, evolución e institucionalización.

El proceso de institucionalización académica de la psicología como


disciplina a fines del siglo XIX incluyó, por ejemplo, la creación de cátedras
y de cargos de profesores universitarios dedicados exclusivamente a esta
área, la organización de laboratorios de investigación, la publicación de
revistas y libros especializados, y la organización de congresos y sociedades
de psicología. Ese proceso de institucionalización no fue homogéneo (Talak,
2019, pp. 2-3).
Albores de la Psicología Social

El fenómeno de la influencia social es uno de los más estudiados por la Psicología


Social. Se ubican dos autores que comienzan a indagar cómo las fuerzas sociales afectan a
los individuos, ya que sus estudios han sido muy influyentes.

El primero que se presenta es el de Triplett, realizado en el año 1895 en la


Universidad de Indiana en los EE. UU. Observando estadísticas de carreras de ciclismo de
la Liga de Ciclismo Americana. Señala que los tiempos de los ciclistas eran más rápidos
cuando competían contra otros ciclistas que cuando competían contra el reloj, es decir sin la
presencia de otro. Concluye que la ejecución de una tarea puede ser mejorada con la mera
presencia de otras personas. Tripplet para comprobar esta teoría desarrolló una serie de
experimentos en los que los participantes enrollaban hilos de pesca en un carrete en dos
ocasiones, solos y en competencia directa con otros. Vuelve a descubrir que las personas
estudiadas tienen mejor desempeño, es decir enrollan más rápido el carrete en situación de
competencia que cuando estaban solos.

Allport, años después en 1924, denomina a esta explicación como Teoría de la


Facilitación Social para referirse a que la presencia de otros, por alguna razón, producía un
mayor rendimiento en los individuos. De este modo, prosigue la línea de exploración
teórica y metodológica de Triplett, que aún hoy continúa generando preguntas.

El segundo estudio que se presenta es el de Le Bon, Psicología de las Masas,


publicado en 1895. Su contribución desde el campo de la sociología es de carácter teórico,
ya que realizó observaciones de diversos tipos de grupos, en lugar de plantear pesquisas
experimentales en el ámbito de un laboratorio. Le Bon analizó la influencia de la multitud,
la masa, en el comportamiento individual. Sus principales conclusiones fueron que las
personas que conforman una masa, son más propensas a comportamientos extremos, ocurre
en ellas una suspensión temporal de la razón a favor del comportamiento emocional.
También son más influenciables ya que son incitadas fácilmente por la figura del líder. Este
fenómeno de gran intensidad emocional y de una disminución del funcionamiento
intelectual, lo explica a través del contagio y la sugestión. Estas explicaciones han sido
influyentes en otros autores (Goethals, 2007).

En 1908 se publican dos libros que contienen en sus títulos el término psicología
social. Psicología Social de Ross (1908), que plantea las ideas de imitación y sugestión
aplicadas a temas como multitudes, movimientos sociales, clase social, matrimonio y
religión (Pepitone, 1999).

Por su parte Mc Dougall (1908) publica Introducción a la Psicología Social, en el


cual se plantea que existen muchas explicaciones diferentes de comportamiento social,
dándole entre estas un papel preponderante al concepto de instintos. Dejando en segundo
lugar, al fenómeno de la influencia social. “Sobre el pensamiento de Mc Dougall pesaron
fuertes críticas: por su posición biologista e instintivista de la conducta humana y por
consiguiente la fijeza e incapacidad de cambio del ser humano” (Seidmann, 2010, p. 11).
Doce años más tarde, publican The Group Mind (1920) proponiendo una mente de grupo,
cambiando su enfoque individualista hacia el de los procesos sociales.

Freud publica en 1921, Psicología de las masas y análisis del yo, artículo en el que
se mencionan las contribuciones de Le Bon y Mc Dougall. De este modo explica, desde el
marco teórico psicoanalítico la influencia de las masas y del liderazgo en el
comportamiento individual.

Si bien a principios del siglo XX se comienza a nombrar el área de la psicología


social, no es hasta la década de 1930 cuando queda firmemente establecida como disciplina
científica.

Influencia Social

El estudio de la influencia social fue una línea de trabajo clave en las décadas
anteriores a la Segunda Guerra Mundial. Muzafer Sherif realizó uno de los experimentos
clásicos de la psicología social, en el que indagó cómo las personas perciben el movimiento
en condiciones de incertidumbre. Para esto ubicó a un grupo participantes en una habitación
oscura y les pidió que miraran un punto de luz que parecía moverse. Sin embargo, en
realidad, la luz estaba fija, pero debido a la falta de puntos de referencia en la oscuridad, los
participantes percibían un movimiento propio de la luz.

Inicialmente, los participantes realizaron la tarea de forma individual. Luego, Sherif


formó grupos de tres personas y les pidió que dieran estimaciones individuales del
movimiento de la luz. Después de varias rondas de estimaciones individuales, los
participantes comenzaron a discutir sus percepciones en grupo. El resultado interesante fue
que, con el tiempo, las estimaciones individuales convergieron hacia un consenso de grupo.
Las personas que originalmente tenían estimaciones diferentes ajustaron sus percepciones
para que coincidieran con las del grupo. Esto demostró el fenómeno de "autopercepción del
movimiento" y cómo las personas se influencian mutuamente para conformarse a las
normas grupales, incluso en situaciones ambiguas (Sherif, 1936).

En esta misma línea de trabajo, Kurt Lewin desarrolló la Teoría del Campo,
consideraba que el comportamiento de una persona está determinado por la interacción
entre su personalidad y el entorno en el que se encuentra. Una de las contribuciones más
importantes de Lewin (1947) fue el concepto de "espacio vital" y “ambiente psicológico”
que se refiere al entorno psicológico y social en el que una persona interactúa con otros
individuos. El comportamiento de una persona en un grupo está influenciado por la
dinámica de ese grupo y por las fuerzas que operan en dicho espacio. En esta línea intenta
desarrollar una psicología ecológica, que años más tarde propone Urie Bronfenbrenner
(Seidmann, 2010).

Otros de los aportes más relevantes de Lewin son las investigaciones sobre el
liderazgo, en las que realizó estudios experimentales que demostraron que los diferentes
estilos de liderazgo (autocrático, democrático y laissez-faire) tienen efectos diferentes en la
dinámica y el rendimiento grupal. Por último, se destacan el modelo de tres etapas del
cambio social y las ideas de investigación aplicada y acción participativa, ya que abogó por
la aplicación de la psicología social en la resolución de problemas sociales y comunitarios.
Experimentos clásicos de la psicología social

Acerca del estudio de la influencia social, Asch impactado por los principios de la
Gestalt, plantea una de los experimentos cruciales en psicología social. Asch (1951) pidió a
los ingenuos participantes de la investigación que hicieran juicios sobre la longitud de unas
líneas cuando una mayoría unánime de sus pares hizo juicios obviamente erróneos sobre las
líneas en una situación cara a cara. La pregunta era si las personas simplemente se
ajustarían a los juicios de los demás cuando estaba completamente claro que sus juicios
estaban equivocados (Goethals, 2007, p. 9).

De este modo, encuentra que las personas que habían participado estaban mucho
más influenciadas por el juicio de la mayoría de lo que creía. Este fenómeno lo explica
enunciando la Teoría de la Conformidad y explica tres procesos mediante los cuales las
personas se conformaban. El primero es que podría ocurrir una distorsión de la acción, es
decir sabían que la mayoría estaba equivocada pero la aceptaban. El segundo sería una
distorsión del juicio, en este caso no veían las líneas como la mayoría pero seguramente la
mayoría estaría haciendo el juicio correcto. Y la tercera sería una distorsión en la
percepción, en donde los participantes entrecerraron sus ojos hasta percibir la línea
equivocada como correcta. Los estudios para indagar exhaustivamente el fenómeno de la
conformidad han continuado en las décadas posteriores.

Carolyn Sherif y Muzafer Sherif han realizado la experiencia conocida como “La
cueva de los ladrones” en 1945 en la Universidad de Oklahoma. Los participantes fueron
22 niños de 11 años de edad con un buen rendimiento académico y apoyo familiar,
divididos en dos grupos en forma aleatoria en un campamento. Cada grupo acampó en
lugares distintos de un gran parque y no sabían de la existencia.

El experimento consistió en tres fases, la primera en la que se incentivó el


sentimiento de pertenencia al grupo. La segunda, que se denominó de conflicto, en la que
los investigadores ponen en conocimiento de la existencia del otro grupo y les proponen
actividades competitivas contra ellos para ganar premios y recompensas, generando un
clima de hostilidad entre los grupos. Por último, la fase colaboración en la que “inventaron”
condiciones de desabastecimiento de bebida y comida porque personas extrañas habían
robado dichos recursos. De este modo, proponían actividades de cooperación entre los
grupos. Los autores señalan que, en esta última fase, los dos grupos se comportaron de una
forma muy solidaria y fraternal para buscar el bienestar común. Sherif y Sherif (1954)
postulan la Teoría del Conflicto Realista en la que explican que la resolución conjunta de
problemas comunes consigue que terminen por reducir y anular los prejuicios intergrupales.

Es necesario destacar que una crítica importante hacia la teoría es que supone que
los grupos sociales compiten en igualdad de condiciones por los recursos. Sin embargo, en
la realidad, las relaciones entre grupos son más complejas y a menudo se caracterizan por la
existencia de grupos dominantes que tienen un acceso desproporcionado a los recursos
materiales y simbólicos. Este desequilibrio de poder y acceso a recursos permite a los
grupos dominantes reaccionar rápidamente ante las amenazas a su posición privilegiada y
poner en marcha mecanismos de control social para mantener y perpetuar su posición de
ventaja (Smith Castro, 2006).

Los estudios sobre la obediencia la autoridad de Milgram (1963 y 1965) son otras
de las experiencias que han marcado esta área disciplinar. El objetivo de esta investigación
era explorar la obediencia a la autoridad y comprender por qué las personas podían cometer
actos inmorales o dañinos hacia otros cuando se les ordenaba hacerlo por una figura de
autoridad.

El diseño del experimento consistía en asignar dos roles, el "evaluador" y el


"aprendiz", siempre en presencia de un experimentador que ocupaba el rol de autoridad. El
“evaluador” debía administrar una serie de descargas eléctricas progresivamente más
intensas al "aprendiz" cada vez que respondía incorrectamente a una pregunta. Sin
embargo, el "aprendiz" en realidad era un cómplice del experimentador y no recibía
realmente ninguna descarga eléctrica, actuaba el sufrimiento y el dolor que supuestamente
le era infligido. ¿Obedecerían los sujetos al experimentador que ordena estas descargas o se
negarían a continuar? Al igual que Asch, Milgram encontró mucho más influencia social de
lo que él, o casi cualquier otra persona, creía posible (Goethals, 2007, p. 7).
La experiencia de Milgram, realizada en la Universidad de Yale, arrojó luz sobre
la naturaleza de la obediencia a la autoridad y cuestionó cómo situaciones sociales pueden
influir en el comportamiento humano. Sin embargo, también fue objeto de controversia
debido a las implicaciones éticas de someter a los sujetos a situaciones estresantes y
potencialmente traumáticas sin el conocimiento completo del experimento.

Zimbardo en 1971 en la Universidad de Stanford propone examinar el


comportamiento humano en situaciones de autoridad y poder, específicamente en entornos
cerrados y jerárquicos, centrándose en cómo los roles pueden influir en el comportamiento
de las personas. Para esto realizó una convocatoria a través de anuncios, en la que
seleccionó a 24 jóvenes varones universitarios debido a su salud física y psicológica
aparentemente normal. De esos 24 participantes, 12 fueron asignados al rol de "guardias" y
los otros 12 al rol de "prisioneros". El experimento implicaba la simulación de una prisión
en el sótano de la universidad.

A los seis días de comenzado el experimento, la situación se descontroló y se


interrumpió el mismo. Los "guardias" comenzaron a ejercer su poder de manera abusiva,
utilizando tácticas psicológicas y físicas para controlar y humillar a los "prisioneros". Por
otro lado, los "prisioneros" empezaron a mostrar signos de angustia emocional y
degradación.

Al igual que la experiencia de Milgram, este estudio fue altamente controvertido


debido a la extrema crueldad que se desarrolló en tan poco tiempo. Se cuestionó su ética, ya
que los participantes no estaban adecuadamente protegidos y el experimento claramente
afectó negativamente su bienestar psicológico. A lo largo de los años, se ha debatido mucho
sobre la validez y la interpretación de los resultados del experimento.

Acerca de las cuestiones éticas en el ámbito de la investigación en psicología social,


se menciona el consentimiento informado, que implica obtener la aprobación voluntaria y
consciente de los individuos antes de su participación en un estudio. Este proceso está
basado en una comprensión completa y clara de lo que implica la investigación y sus
posibles implicaciones. Los elementos esenciales del mismo son: voluntariedad,
información adecuada, comprensión, capacidad para consentir, revocación del
consentimiento y confidencialidad. En Argentina, en la década de 1990 se empezó a
fortalecer la regulación en investigación biomédica y en psicología. Así se crearon comités
de ética en investigación en las instituciones académicas y de salud para revisar y aprobar
los protocolos de investigación. Estos comités empezaron a exigir el consentimiento
informado como parte integral de los procedimientos éticos de investigación. Actualmente,
el Ministerio de Salud de la Nación publica en su página web las pautas generales para la
obtención del consentimiento informado, sostenidas en la Resolución 1480/2011, el artículo
59 del Código Civil y Comercial, la ley n°26529 Derechos del Paciente y sus
modificaciones vigentes.

Percepción, actitudes y cognición social

La psicología social, luego de la Segunda Guerra Mundial, creció rápidamente


proponiendo nuevos enfoques. Dentro de ellos se señalan la Teoría de la Atribución de
Heider y la Teoría del Equilibrio de Festinger, ambos psicólogos guestálticos. La
Psicología de la Gestalt, proviene de Alemania de la mano de Wertheimer, Koffka y Köhler
quienes enfatizaron que las personas procesan la información y organizan elementos
perceptuales en totalidades coherentes. “El todo es más que la suma de las partes” es uno
de sus principios fundamentales, tomando como ejemplo las notas musicales se integran en
un acorde musical para formar un sonido integrado (Wheeler, 1970).

Heider en 1944 publica “Percepción social y causalidad fenomenal”, explicando


que las personas vinculan las acciones percibidas con motivos o disposiciones subyacentes.
La comprensión de las formas en que las personas hacen atribuciones causales para el
comportamiento personal se desarrolló más completamente más tarde en el libro clásico de
Heider, “Psicología de las Relaciones Interpersonales” en 1958.

Heider intenta construir una psicología del sentido común al plantear


que todos somos “psicólogos ingenuos” que intentamos descubrir las
relaciones causa-efecto en los hechos que nos rodean. Nos proponemos
explicar el mundo para hacerlo coherente y comprensible y poder así actuar
en él. Esta atribución de causas es sistemática. Se crean patrones explicativos
definidos que tienen consecuencias para nuestros sentimientos y nuestras
conductas. De modo que nos acercaremos o rechazaremos de acuerdo a
nuestra evaluación cognitiva de la situación, enfatizando ya sea causas
personales o situacionales que conforman inferencias causales, mecanismos
cognitivos centrales para la comprensión de los comportamientos en las
relaciones interpersonales (Seidmann, 2010, p. 33).

Dos años más tarde, en 1946, Heider presenta la Teoría del Equilibro o de
Consistencia Cognitiva en su artículo titulado Actitudes y Organización Cognitiva. Según
dicha teoría las personas tendemos a mantener consistencia y coherencia en nuestras
relaciones. Si algo perturba ese equilibrio o armonía se buscará un cambio de actitud para
volver al mismo. A partir de la misma se desarrolló la Teoría de la Congruencia de Osgood
y Tannembaum (1955) y la Teoría de la Disonancia Cognitiva de Festinger (1957).

León Festinger es uno de los autores más influyentes en el área de la Psicología


Social, discípulo de Lewin en la Universidad de Iowa, postuló teorías a través de una vasta
evidencia empírica. Cartwright y Festinger han sido los líderes del Centro de Dinámica de
Grupo, luego de la repentina muerte de Lewin en 1947.

En primer lugar, Festinger postula la Teoría de la Comparación Social, en la que


explica que las personas evalúan sus habilidades y opiniones a través de una referencia
social. El cambio situó las preocupaciones de Festinger directamente en la mente de la
persona, eludiendo así las viejas cuestiones de la naturaleza independiente del grupo
(Goethals, 2007, p 9.). No obstante, Festinger, como se presentó previamente, es
reconocido por la Teoría de la Disonancia Cognitiva. Esta teoría explica el conflicto mental
que ocurre cuando una persona tiene dos creencias que se contradicen entre sí, o cuando
existe una discrepancia entre creencia y comportamiento. Para reducir esa disonancia, se
puede evitar exponerse a la información contradictoria “sesgo de confirmación”, se puede
persuadir y justificar que la información contradictoria es falsa y/o se puede cambiar la
creencia o el comportamiento contradictorio.
Festinger y Carlsmith en 1959 llevaron a cabo un experimento en que se les pedía a
todos los participantes que realizaran una tarea aburrida y tediosa: rellenar una serie de
pequeñas fichas con alfileres durante un período de tiempo. Después de completar la tarea,
los participantes fueron asignados aleatoriamente a uno de dos grupos de pago: en un
grupo, se les pagaba a los participantes solo $1 por completar la tarea (el pago era mínimo y
claramente insuficiente para motivar a los participantes), y en el otro grupo, se les pagaba a
los participantes $20 por completar la misma tarea (el pago era sustancial y debería haber
sido un incentivo mucho más fuerte para ver la tarea como valiosa).

Después de recibir su pago, a los participantes se les preguntó sobre su opinión


sobre la tarea. Lo que Festinger y Carlsmith descubrieron fue que los participantes del
grupo de $1 tendían a evaluar la tarea como más interesante y agradable en comparación
con los del grupo de $20, a pesar de que ambos grupos realizaron la misma tarea aburrida.
Esta discrepancia en las evaluaciones reflejaba una disonancia cognitiva en el grupo de $1,
ya que sabían que habían realizado una tarea aburrida por muy poco dinero. Para reducir
esta disonancia cognitiva, los participantes del grupo de $1 cambiaron sus actitudes hacia la
tarea, convenciéndose a sí mismos de que, en realidad, la tarea era más interesante de lo
que inicialmente pensaban. Por otro lado, los participantes del grupo de $20 no
experimentaron la misma disonancia, ya que tenían una razón clara para realizar la tarea: el
dinero.

Este experimento fue denominado por los críticos como “el malentendido de los 20
dólares”, han cuestionado el diseño del experimento, señalando que la manipulación de la
recompensa (1 dólar vs. 20 dólares) puede no haber sido la única variable que influyó en las
respuestas de los participantes. Otros factores, como el aburrimiento o la monotonía de la
tarea, podrían haber influido en las evaluaciones. Se ha discutido si las interpretaciones de
la disonancia cognitiva y las conclusiones sobre cómo se resuelve podrían haber sido
simplificadas o sobre-interpretadas, dejando de lado otros posibles mecanismos de
explicación. Si bien estas críticas no invalidan completamente los hallazgos originales del
experimento, destacan la necesidad de considerar con cautela las limitaciones y la
interpretación de los resultados. Décadas más tarde, han surgido muchas reformulaciones y
nuevos enfoques para justificar el cambio actitud.
Psicología Social Europea

A este apartado pertenecen varias corrientes de la disciplina con un fuerte anclaje en


lo social, no obstante, se presentan los aportes de Moscovici y las líneas de investigación
actuales.

Moscovici y Zavalloni (1969) tratan de explicar el fenómeno de la polarización y


determinar en qué condiciones se produce. Para esto han realizado un estudio de 140
participantes estudiantes de secundaria franceses, se les requería que puntúen
individualmente una escala de actitud con una seria de ítems relativos a Charles De Gaulle,
político y militar francés. A esta primera fase se la denominó “pre-consenso”y se conocían
las actitudes negativas, positivas o neutras que tenían hacia la persona mencionada. Luego,
se les pedía que conformen grupos de discusión en los que debían llegar a una decisión
unánime sobre cada uno de los ítems de la escala, que previamente habían completado en
forma individual, esta segunda fase fue denominada “consenso”, Por último, cada
participante volvía a responder la escala de forma individual, fase denominada “post-
consenso”. Además se han realizado estudios similares pero cambiando la figura, en lugar
de Charles De Gaulle debían puntuar a los estadounidenses. Ambos estudios muestran que
luego de la fase de consenso, ocurre la polarización de actitudes.

Moscovici (1961) plantea la Teoría de la Representaciones Sociales. Sus estudios


abordan la influencia de las minorías y la innovación en los grupos, formas de influencia
social que no han sido indagadas por la psicología social psicológica de tradición
norteamericana.

Las representaciones sociales son sistemas cognitivos compartidos por los


miembros de una comunidad, explicaciones de sentido común que les
permiten evocar objetos ausentes, pasados o futuros, portando una
condensación de significados que conllevan emociones, imágenes e ideas.
Estas se crean y transforman en la comunicación de la vida cotidiana
(Seidmann, 2010, p. 35).
También, enmarcada en esta teoría, se encuentran los estudios de Denise Jodelet,
quien es Doctora de Estado por el gobierno francés y ha sido galardonada por múltiple
universidades latinoamericanas, entre ellas la Universidad de Buenos Aires en el año 2007,
por su labor en la reivindicación de los espacios de investigación social.

Por último, se mencionan los aportes de Ivana Markova, psicóloga social checa,
que ha contribuido a través de múltiples investigaciones empíricas sobre las
representaciones sociales, el pensamiento social y la semiótica.

Cognición social

La perspectiva cognitiva toma las bases impulsada por los psicólogos de la


Gestalt, entre ellos se destacan nuevamente a Lewin, Ash, Heider y Sherif. Dentro de esta
perspectiva, el pensamiento juega un papel central: la gente piensa en su mundo social y, a
partir de ese pensamiento, actúa de ciertas maneras. Sin embargo, es necesario aclarar que
pensamiento y cognición no son sinónimos. El pensamiento es el lenguaje interno y los
símbolos que se utilizan, es consciente. La cognición es más amplia, si bien también se
refiere al procesamiento mental, advierte que este puede ser en gran medida automático,
inconsciente.
La cognición actúa un poco como un programa de computadora o un sistema
operativo: opera automáticamente en segundo plano, ejecutando todas las
funciones de la computadora. La cognición y el pensamiento ocurren dentro
de la mente humana. Son las actividades mentales que median entre el mundo
exterior y lo que la gente hace posteriormente. Su funcionamiento puede
inferirse de lo que la gente hace y dice: de las acciones, expresiones, dichos y
escritos. (Hogg & Vaughan, 2018, p. 44).

Dicha perspectiva, en el año 1984, se presenta en auge con la publicación de


Social Cognition de Susan Fiske y Shelley Taylor. En ella definen a la “cognición social
como el estudio de cómo las personas dan sentido a otras personas y a sí mismas” (Fiske y
Taylor, 1991, p. 1). Las autoras argumentaron que aunque “las personas pueden parecer
perezosas y crédulas, cuando tienen razón, pueden ser pensadores sociales efectivos: En
resumen, las personas no son tontas” (Fiske y Taylor, 1991, p. 136).

La cognición social también ha contribuido con su perspectiva a indagar en los


fenómenos de la memoria de la persona, el desarrollo de esquemas, el papel de la cognición
en la persuasión y la inferencia social.

Teoría de la Identidad Social

La teoría de la identidad social se basó en una serie de estudios sobre


categorización social, etnocentrismo y relaciones intergrupales. En las décadas de 1960 y
1970 Tajfel, realiza una serie de estudios empíricos que hallan las condiciones mínimas
requeridas para conformar un grupo, el Paradigma del Grupo Mínimo.

En 1971, Tajfel y Turner publican “Categorización social y conducta intergrupal”,


en sus experiencias pedían a los participantes, jóvenes de 14 y 15 años, que eligieran entre
pinturas de Paul Klee y Vasili Kandinsky, con este criterio determinaron a qué grupo
pertenecían. Por supuesto, esta fue una mentira diseñada para establecer la idea de
“nosotros” y “ellos” en sus mentes. Los experimentadores querían dos grupos de niños sin
la menor idea de quién estaba también en su propio grupo o qué significaba la agrupación o
qué tenían que perder o ganar.

Después, los niños fueron llevados a un cubículo, uno a la vez, y se le pidió a cada uno que
distribuyera dinero virtual a los otros miembros de ambos grupos. El hallazgo básico fue un
fuerte favoritismo en el grupo.

Luego, en 1985, Turner postula la Teoría de la Autocategorización, en la que se


desarrolla la tendencia a ver a las personas en grupos en relación con un “prototipo”, el cual
refiere a:
un conjunto borroso de atributos que definen los pensamientos, sentimientos
y comportamientos ideales de los miembros de esos grupos. Los individuos
no son percibidos por sus cualidades únicas. Más bien, se asimilan al
prototipo del grupo al que pertenecen, y se acentúan las diferencias entre
miembros prototípicos de diferentes grupos, formando la base para los
estereotipos (Hogg, 2001, p.125).

La teoría de la identidad social tiene mucho en común con la teoría de la


comparación social se centra en cómo nos evaluamos a nosotros mismos como individuos
dentro de ciertos grupos. Como se mencionó anteriormente, la teoría de la identidad social
y de la autocategorización han contribuido a comprender la dinámica de las relaciones
intergrupales.

Los trabajos relacionados al estudio de las relaciones intergupales, el prejuicio,


los estereotipos y la discriminación forman parte de las perspectivas actuales en el
desarrollo de la psicología social.

Los teóricos de la identidad social proponen la existencia de dos clases


amplias de identidad que definen diferentes tipos de yo: (1) identidad social,
que define el yo en términos de pertenencia a grupos (por ejemplo, el origen
étnico de cada uno) y (2) identidad personal, que define el yo en términos de
relaciones y rasgos personales idiosincrásicos (por ejemplo, la relación de
uno con sus pareja romántica o ser ingenioso). (Hogg & Vaughan, 2018, p.
132).

Desarrollos locales

La Psicología Social en Latinoamérica también ha tenido desarrollos relevantes,


afectada por diversas corrientes teóricas y contextos socioculturales propios de la región.
Busca comprender los procesos sociales y psicológicos en el contexto de la historia, la
cultura y las estructuras sociales específicas de América Latina. Los principales enfoques
son la Psicología Social de la Liberación, la Psicología Social Comunitaria, la Psicología
Política y la Psicología Social de la Salud Comunitaria.

La Psicología Social de la Liberación se originó en la década de 1970 y está


profundamente influenciada por la realidad social y política de América Latina. Los
psicólogos sociales de la liberación se centran en la transformación social y la justicia
social. Abordan y promueven la participación activa de las personas en la sociedad y se
esfuerzan por abordar desigualdades sociales, opresión y exclusión. Ignacio Martín Baró,
fue un psicólogo y sacerdote considerado uno de los pioneros de la Psicología de la
Liberación. Desarrolló una perspectiva psicológica comprometida con la transformación
social y la justicia y abordó temas como la violencia política, los derechos humanos y la
marginalización social. Esta corriente tiene una relación estrecha con la Teología de la
Liberación, propone la lectura contextual de la Biblia, la crítica a las estructuras de poder y
la participación activa y empoderamiento de los grupos marginales de la sociedad. También
se puede incluir a Paulo Freire, aunque es más reconocido por su trabajo en el área de la
educación y la pedagogía crítica, también influyó en la Psicología de la Liberación. Su
enfoque pedagógico, centrado en la concientización y la emancipación, se ha aplicado en
contextos psicológicos para fomentar la conciencia crítica y la acción transformadora.

La Psicología Social Comunitaria se centra en comprender y mejorar la calidad de


vida de las comunidades. Su objetivo principal es fortalecer los lazos comunitarios y
promover la participación activa de los individuos en su entorno. Maritza Montero es una
destacada psicóloga social comunitaria que ha contribuido significativamente al avance de
este campo en América Latina. Su enfoque se centra en entender y mejorar la calidad de
vida de las comunidades a través del fortalecimiento de la cohesión social y la participación
activa de sus miembros en la construcción de soluciones a los problemas que enfrentan.
Parte fundamental de su trabajo es la investigación participativa, donde involucra a la
comunidad en la identificación y análisis de sus desafíos, promoviendo así la apropiación
de los procesos y resultados por parte de los propios involucrados. Esta metodología
permite una comprensión más completa y contextualizada de la realidad social en la que se
interviene. Montero se ha destacado por abordar problemáticas sociales relevantes en
América Latina, como la violencia, la pobreza, la exclusión social y la desigualdad,
buscando soluciones desde una perspectiva colaborativa y de trabajo conjunto con la
comunidad.

La Psicología Política es una disciplina que se centra en el estudio de los procesos


psicológicos que subyacen en la participación política, las actitudes políticas y la acción
colectiva de los individuos en contextos políticos. Examina cómo diversos factores
psicológicos pueden influir en el comportamiento político, incluyendo la intención de voto
y otros aspectos relacionados con la participación cívica y electoral. Uno de los aspectos
clave en el estudio de la Psicología Política es entender cómo las percepciones de justicia,
los valores políticos, la identificación con grupos políticos, la confianza en las instituciones
políticas y las actitudes hacia la autoridad pueden moldear las decisiones políticas de las
personas. Estos elementos psicológicos pueden afectar la intención de voto, las preferencias
políticas y la participación en diferentes formas de acción política, como la protesta, la
movilización o la afiliación a partidos políticos.

La Psicología Social de la Salud Comunitaria en Latinoamérica es un campo


interdisciplinario que se enfoca en comprender y abordar las dinámicas sociales y
psicológicas que influyen en la salud de las comunidades en esta región. Se nutre de la
Psicología Social y la Salud Pública para analizar cómo los contextos sociales, económicos
y culturales impactan en la salud y el bienestar de los individuos y grupos. Este enfoque
busca considerar las particularidades y desafíos propios de la región, como las inequidades
sociales, la diversidad cultural, los determinantes sociales de la salud y las condiciones
económicas desiguales. Se centra en la prevención de enfermedades, la promoción de
estilos de vida saludables y la participación activa de la comunidad en la toma de
decisiones relacionadas con la salud. Algunos temas clave incluyen: equidad en salud,
participación comunitaria y salud mental comunitaria.

Dentro de los desarrollos locales, se deben mencionar los aportes de Enrique Pichon-
Rivière, fue un destacado psiquiatra, psicoanalista y psicólogo social que realizó
importantes contribuciones al campo de la Psicología Social, tanto en Argentina como a
nivel internacional. Quiroga (2010) señala tres etapas en el pensamiento de Pichon-Rivière:
un primer período (1940-1950) en el que predomina una perspectiva psiquiátrica y clínica
donde estudiaba un único núcleo generador de patologías mentales; un segundo período
(1950-1960) en el que desarrolla la teoría del vínculo social señalando la importancia de los
vínculos interpersonales en la construcción de la identidad y el desarrollo individual y en
donde plantea a la familia como unidad intersubejtiva de análisis en el ámbito clínico; y un
tercer momento (1960-1970) en el que desarrolla la psicología social a nivel grupal y
comunitario.
Algunos de los aportes más influyentes de su pensamiento son la noción de grupos
operativos, como herramienta de intervención en diversos contextos. Estos grupos buscan
promover la reflexión y la acción colaborativa para abordar problemáticas y generar
cambios en el entorno social. La psicoterapia institucional, que se enfoca en el estudio y
abordaje de las instituciones y organizaciones desde una perspectiva psicológica y social.
Propuso técnicas y estrategias para intervenir en estas estructuras y promover el cambio.
Las estrategias grupales para la psicoterapia, desarrolló técnicas y estrategias para el trabajo
psicoterapéutico grupal, enfocándose en cómo utilizar la dinámica grupal para facilitar la
comprensión y transformación de padecimientos mentales.
La fundación de la "Escuela de Psiquiatría Social" por parte de Enrique
Pichon-Rivière en 1953, la cual posteriormente se articula con el "Instituto
Argentino de Estudios Sociales" (I.A.D.E.S.). Esta institución fue un espacio
clave para el desarrollo de investigaciones sociales, estudios de opinión y
cursos de formación para coordinadores de grupos (...) la institución cambia
su enfoque de "Escuela de Psiquiatría Social" a "Escuela de Psicología
Social" en 1967, bajo la dirección de Ana P. de Quiroga. Se subraya que esta
transformación está relacionada con la reconceptualización del pensamiento
de Pichon-Rivière en torno al E.C.R.O. (Becerra, 2015 pp. 11-12).

El ECRO refiere a Esquema Conceptual, Referencial y Operativo, y lo define


“como un conjunto organizado de conceptos generales, teóricos, referidos a un sector de lo
real, a un determinado universo de discurso, que permiten una aproximación instrumental al
objeto particular (concreto).” (Pichon-Rivière, 1970, p. 36). Está sostenido desde la
interdisciplinariedad de las Ciencias Sociales, el Psicoanálisis y la Psicología Social.
Por último, Becerra (2015) enfatiza el contexto de auge de educación no formal en
que se funda la Escuela de Psicología Social, con criterios de admisión basados en aptitud
psicológica en lugar de títulos formales. Ni siquiera se exigía título secundario, lo cual
representa una postura anti-academicista, que podría haber influido en la marginación de
Pichon-Rivière de la universidad.

Reflexiones finales
El estudio de la historia de la psicología social revela experiencias clásicas que han
marcado su evolución y desarrollo en diversas partes del mundo. A través de un recorrido
histórico se ha intentado poner de relieve la relación entre los eventos históricos y los
avances en esta disciplina. Es necesario reflexionar acerca de la influencia del entorno en la
psicología social, ya que esta área no es solo un producto de teorías abstractas, sino también
de contextos culturales, políticos y sociales en constante cambio.
Se han presentado las perspectivas actuales de la psicología social, que buscan
integrar conceptos tradicionales con la dinámica contemporánea de la sociedad. La
psicología social actual se esfuerza por abordar los complejos problemas que enfrentamos
en el mundo actual, como la identidad y diversidad cultural, la influencia de las redes
sociales y las dinámicas digitales, la polarización política, la sostenibilidad ambiental y la
justicia social, las perspectivas de género y las desigualdades sociales ocupan un lugar
central en la investigación y práctica psicosocial.
En particular, se han identificado los desarrollos locales principales en psicología
social, reconociendo la importancia de las perspectivas regionales y sus contribuciones
únicas al campo.
Para concluir, la historia de la psicología social brinda una visión retrospectiva, al
mismo tiempo que propone mirar hacia adelante, reconociendo que el estudio de las
interacciones humanas y la influencia del entorno social sigue siendo fundamental para
comprender y mejorar la salud mental.
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UNLP.
Wheeler, L. (1970) Interpersonal Influence. Boston, MA: Allyn and Bacon.
Teórico
Seres sociales en red. La necesidad de los vínculos.
Dra. Valeria Wittner

En Wittner, V (2024) Psicología y Complejidad. Buenos Aires, Ed: Fundación IGB.

Dra. Valeria Wittner


Prof. Adjunto Regular a cargo de T y T de la Clínica Sistémica
Prof. Adjunto Psicología Social I

Introducción
La utilización de la metáfora de Red Social para dar cuenta de las
relaciones humanas en general, está dentro de una concepción que concibe la
realidad en término de relaciones y de pautas interaccionales que conectan
sistemas, estructuras y formas de funcionamiento, y que puede definirse como una
perspectiva sistémica, ecológica, de complejidad.
La epistemología clásica da por supuesto una organización jerárquica y
piramidal, de elementos aislados, individuales y poco conectados entre sí. Frente
a eso el modelo de la complejidad propone la búsqueda de pautas de conexión,
promoviendo una forma diferente de concebir las relaciones humanas: ahora en
términos de redes y heterarquía (Von Foester, 1990; Najmanovich, 1995).
Es en este sentido que el concepto de red se concibe como una noción
clave para entender las relaciones humanas en general, a partir del salto
epistemológico que ha implicado dar importancia a las interacciones por sobre los
elementos aislados, pasando del individuo al sistema como unidad básica de
análisis, y por cuanto la idea de red se impone como metáfora global aplicable a
cualquier orden que se quiera estudiar: el universo es entendido como un
entramado de relaciones en el que los sujetos son partes de un sistema en
constante interacción con un contexto más amplio como un todo que los abarca y
los excede a la vez (Najmanovich, 1995). En tanto metáfora del pensamiento
ecológico y de complejidad, el concepto de red puede ser aplicado al estudio y
1
entendimiento de diferentes sistemas: las personas, sus familias, las instituciones
en las que despliegan roles y funciones, así como también la sociedad y cultura a
la que pertenecen.
Las redes son sistemas heterárquicos en tanto coexisten una variedad de
jerarquías en forma sucesiva y simultánea, y en el que los diferentes roles son
reconocidos en función de la idoneidad y no por su función adscripta (Von Foester,
1990; Dabas y Perrone, 2006).
La entrada en el modelo de la complejidad lleva a visualizar el universo
como una red de interacciones e implica hacer foco en las relaciones más que en
los elementos. La metáfora de la red se aleja de la idea de singularidades que se
suman, y supone el énfasis en las interacciones de una totalidad que construye
significaciones en ese mismo proceso de interacción. Esta es una de las
características fundamentales de la perspectiva ecológica de redes sociales
(Dabas & Najmanovich, 2006).
Pensar en términos de redes implica ubicar a los sujetos en un contexto
determinado a la hora de entender sus conductas, en un conjunto de interacciones
que hacen que se comporte de determinada manera en el aquí y ahora. Con esa
red se comparte una historia, un devenir histórico que hace que ese sujeto sea
quien es y no otro. Es un proceso de construcción mutuo, dinámico (Dabas, 1993;
1998).
El concepto de red social por tanto, es una excelente metáfora que permite
representar la idea de que los seres humanos somos seres sociales, o sea,
dependemos de nuestras interacciones y lo que resulta de ellas para sobrevivir,
tanto física como emocionalmente. En nuestro campo en particular, esto nos
permite no sólo pensar en cómo los contextos sociales pueden promover el
malestar en las personas, si no y sobre todo, cómo podemos lograr que las redes
sociales puedan ser o convertirse en constructoras de salud mental.

2
La Perspectiva Ecológica. Marco epistemológico del concepto de red social
Cuando hablamos de Perspectiva Ecológica, hacemos referencia particular
a los postulados de Uri Bronfenbrenner (1917-2005), psicólogo, nacido en la ex
Unión Soviética y emigrado a los Estados Unidos en el año 1923 (para ampliar
información sobre el autor, ver Glosario de autores, T y T de la Clínica Sistémica,
2024).
El autor (Bronfenbrenner, 1987) parte del supuesto de que el
funcionamiento psicol gico de las personas queda definido en gran medida a partir
de la interacci n que estas mantienen con el ambiente o entorno que las rodea.
Ambiente en el que se desarrollan y construyen su identidad en la interacción con
él (ver para esto Wainstein, 2016, capítulo 1). Es en base a ello que se propone
que los ambientes naturales son entonces la principal fuente de influencia sobre la
conducta humana, con lo cual la observaci n en ambientes de laboratorio o
situaciones cl nicas nos ofrecen poco de la realidad humana cotidiana
(recordemos en este punto la propuesta de autores de la sociología del
conocimiento, como Berger y Luckmann, y el énfasis puesto en el estudio de la
vida cotidiana). El autor puntualiza que todo desarrollo humano es siempre en
contexto, por lo que los procesos psicológicos deben estudiarse necesariamente
en los ambientes reales en los que los seres humanos viven.
Si bien este supuesto de un sujeto interactuando con su entorno no es
novedoso -Kurt Lewin (1936) ya había planteado en su momento la idea de que la
conducta surge en funci n del intercambio de la persona con el ambiente, y
Gregory Bateson (1972/1998) sostenía que toda persona es un sujeto
interaccional, cuya identidad es una construcción dinámica producto emergente de
su relación con su medio ecológico, marco multidimensional en el que ese sujeto
está inmerso y le da contexto, por citar dos ejemplos- Bronfenbrenner (1979)
propone considerar el desarrollo humano como un proceso de acomodaci n
progresivo entre un ser humano que es activo, y sus entornos inmediatos, que se
encuentran en constante cambio. Pero además, este proceso se ve influenciado
por las relaciones que se establecen entre estos entornos y con otros contextos de
mayor alcance en los que estos est n incluidos.
3







La Teoría Ecológica del desarrollo humano
Tal como se comenzó a delinear en el apartado anterior, Bronfenbrenner
(1987) hace especial hincapié en que a la hora de evaluar el desarrollo humano,
siempre es preciso hacerlo teniendo en cuenta el contexto en el cual este se
produce. Esto quiere decir que cuando se habla de desarrollo humano se habla de
un desarrollo ecológico que implica un intercambio constante entre el sujeto y su
medio ambiente, siendo que la noción de contexto refiere a los ambientes
ecológicos de las personas -sociales, culturales y físicos-.
El autor define cuatro niveles interconectados entre sí que caracterizan y
dan cuenta del contexto en el que las personas se hallan insertas. Para ello
propone un mapa de red planteado como un conjunto de sistemas concéntricos:
micro, meso, exo y macrosistema. Cada nivel supone una dinámica y un tempo
particular, y a la vez se afectan mutuamente.

4
Definiremos brevemente cada uno de ellos a continuación.
En cuanto al microsistema, este involucra los roles, relaciones
interpersonales y patrones de actividad que desarrolla una persona en su relación
con aquello que le rodea de manera más cercana o inmediata (la escuela, el
trabajo, la familia). El mesosistema corresponde a la relación entre dos o más
microsistemas, como pueden ser familia y escuela, familia y trabajo, y demás.
Ambos niveles involucran ambientes en los que el sujeto participa directamente,
como ser la familia, el vecindario y el trabajo.
Ahora bien, la persona puede no participar activamente en cierto entorno, y
sin embargo esto no quiere decir que no se vea afectada de alguna manera por él.
Este tipo de entornos según el autor (Bronfenbrenner ,1987) pueden ser definidos
como el exosistema, que si bien no lo incluyen como participante activo, afectan
los entornos más cercanos al sujeto –micro y mesosistema-.
El macrosistema refiere a aquellos aspectos idiosincráticos asociados a
pautas culturales y subculturales propios de la sociedad global. Incluye los
sistemas de creencias, los valores culturales, el poder político, económico, entre
otros.
Cualquier evaluación de un sujeto debe necesariamente incluirlo en su
contexto teniendo en cuenta su relación e influencia recíproca, y por tanto la forma
en que conjugan los distintos niveles ya descriptos, así como también las
modificaciones que uno o varios eventos de la vida del sujeto en cuestión genera
en estos niveles.
A esto debe entrecruzarse la dimensión temporal o cronosistema el cual
hace referencia a las condiciones sociohistóricas del sujeto y sus efectos sobre los
sistemas antes mencionados. Esto incluye el momento histórico en el cual vive
una persona, así como los cambios producidos en el ciclo vital de las personas y
la influencia de las épocas críticas del desarrollo, implicando edad cronológica,
periodo histórico, duración y continuidad de exposición a situaciones o eventos. Se
refiere, igualmente, al efecto acumulativo de procesos e influencias del contexto.
El entrecruzamiento de todos estos sistemas permite acercarse al concepto
de transiciones ecológicas, que el autor define que se producen cuando, por algún
5
motivo, la posición de una persona en su ambiente se modifica a consecuencia de
un cambio de rol, entorno o ambos a la vez. En determinado momento y ciertas
circunstancias, las situaciones pueden llevar a que entornos más lejanos puedan
pasar a convertirse en ambientes más próximos, o viceversa.

El sujeto y sus relaciones sociales

Siguiendo lo descripto hasta ahora, puede definirse que todas las personas
participan de variadas comunidades e integran muy diversas y complejas redes de
interacción. Esta participación involucra un entretejido dinámico de redes tanto
formales como informales en permanente interacción. Podría decirse a partir de
ello, que la identidad del sujeto está construida en base a toda una historia de
pertenencias simultáneas a múltiples redes sociales, y es en función de esta que
debe ser evaluada su participación e inserción social.
Carlos Sluzki (Médico Psiquiatra argentino, nacido en 1933, recibido en la
Universidad de Buenos Aires, radicado en Estados Unidos desde 1971. Para
ampliar información sobre el autor, ver Glosario de autores, T y T de la Clínica
Sistémica, 2024) refiere que las múltiples relaciones sociales de las personas
contribuyen sustancialmente a su reconocimiento, constituyendo por ende, un
punto central de la experiencia individual de identidad, bienestar y competencia,
además de la posibilidad de protagonismo y sensación de control de la propia
vida. A esto se agrega la posibilidad de incorporar hábitos y herramientas para el
cuidado de la salud y la capacidad y adaptación a una crisis (Sluzki, 1996).
En la medida en que esta múltiple pertenencia constituye parte central de la
construcción de la identidad de las personas, la necesidad de contacto, vínculo e
interacción social, sería una derivación lógica.

La necesidad de vínculo social


La posibilidad de sobrevivir de los seres humanos está dada por la
posibilidad de satisfacer ciertas necesidades básicas: biológicas, emocionales,

6
sociales, económicas, motivacionales, entre otras. Las distintas disciplinas han
basado sus estudios desarrollando alguna o un grupo de ellas.
En lo que respecta a las disciplinas del área social, Sen (en Carcedo
González & Reviriego Picón, 2007) formula la importancia de partir desde un
enfoque psicosocial para entender la necesidades fundamentales de los seres
humanos, y hace hincapié sobre todo en la posibilidad y libertad que tienen las
personas para resolver dichas necesidades.
A partir del estudio de las necesidades infantiles, López (1995) destaca tres
tipos de necesidades fundamentales en los seres humanos: de relaciones
sociales, de vínculos afectivos y de intimidad. Cada una de estas necesidades se
cubre con un tipo de relación específica, y en la medida en que esto no ocurre o
no es posible, el sujeto experimentaría algún tipo de sentimiento de soledad.
Las necesidades sociales suponen la posibilidad de disponer de una red de
relaciones sociales, que en un nivel micro estarían representadas por las
amistades, las relaciones con vecinos, compañeros de trabajo, y otras personas
conocidas, y en un nivel más macro, implicaría la sensación de pertenencia a una
comunidad. Cuando esta necesidad no se resuelve convenientemente, el sujeto
percibirá soledad social, sentimientos de marginación y de tristeza.
Con respecto a las necesidades de vínculos afectivos, o emocionales, éstas
hacen referencia a los vínculos de apego, relacionados primero con la familia de
origen, y luego con la pareja en la edad adulta, e implicarían la posibilidad del
establecimiento de vínculos afectivos incondicionales y duraderos. Si esta
necesidad no es cubierta aparecerá la soledad emocional, caracterizada por la
inseguridad, la falta de protección, el miedo al abandono.
Por último, y en cuanto a la necesidad de intimidad, esta hace referencia a
la necesidad de contacto corporal e intimidad placentero que se resuelve a través
de los contactos sexuales adultos, y que en caso de no poder satisfacerlas, el
sujeto sentirá frustración sexual, tensión y/ o insatisfacción sexual.
Entonces, y en base a lo que se ha visto hasta aquí, si los seres humanos
somos seres sociales, y el desarrollo de las personas depende de los contextos
relacionales en los que estas se hayan inmersas, entonces los vínculos sociales
7
resultan en una necesidad, siendo centrales en la construcción de la identidad y el
desarrollo evolutivo. Y con la misma fuerza con la que pueden resultar en
contención emocional y promover la experiencia de identidad y bienestar, pueden
promover el malestar y generar conductas disfuncionales (Wittner, 2016).

El concepto de red social


El concepto de red social es entendido como metáfora, construcción
lingüística que puede ser utilizada para dar cuenta de cierta forma de organización
social (Pakman, 1995). La elección de la figura implica en sí misma una
determinada postura epistemológica: la idea de red puede ser utilizada como
metáfora que dé cuenta del pensamiento moderno: el paradigma de la complejidad
(Najmanovich, 2006), permitiendo una posibilidad de descripción y análisis de
cómo se establecen las relaciones sociales (Dabas, 1993).
Para poder entender la dimensión del concepto se hace necesario hacer un
breve recorrido por su origen y definición, y abordar la epistemología de la cual es
espléndida metáfora.

Definición
El concepto de Red Social hace referencia a un entramado de relaciones
que involucra una multiplicidad de actores con roles y funciones diferenciales
(Nuñez, 2006). Castells (2009) la define como un conjunto de nodos
interconectados, configuraciones comunicativas que requieren de flexibilidad,
adaptabilidad y supervivencia para ser eficientes.
Speck & Attenave (1973) la definen como las relaciones humanas que
tienen una influencia duradera en la vida de las personas, siendo entonces la red
la forma en que se expresa la vida social.
Las redes son pautas de conexión que involucran la historia, el presente y
el futuro de los vínculos entre las personas y las organizaciones. Es un proceso
que involucra múltiples engranajes en constante interacción y cambio, generando
equilibrios y desequilibrios, modificando su configuración y estructura de una
8
manera dinámica y compleja (Dabas, 2006). Conjunto de nodos interconectados
(Castells, 2009) que posee la capacidad de adoptar siempre nuevas y variables
formas gracias a su capacidad de extensión, deformación y transfiguración. En
este sentido la red es fluida y autotransformadora (Dabas y Najmanovich, 2006).
La noción de redes sociales implica el intercambio dinámico entre
elementos de un sistema abierto, proceso de construcción constante, tanto
individual como colectivo, que potencializa los recursos de ese sistema creando
alternativas de resolución de problemas y/ o la satisfacción de necesidades. En
este contexto, cada miembro se enriquece gracias y en las interacciones con el
conjunto en general, optimizando los aprendizajes socialmente compartidos.
(Dabas, 1998). En este sentido puede sostenerse que las redes implican
multicentralidad y reciprocidad (Dabas, 1993).
Calvo (2009) utiliza la figura de una trama o urdimbre para usarla como
metáfora de lo que considera el concepto de red. Desde una concepción holística
define al ser humano como una parte integrante de esa red, una hebra de un
tejido, relacionado siempre con un sistema más amplio y abarcador.
La noción de Red incluye tanto la red vincular como la red nocional. La
primera incluye las múltiples relaciones que cada persona establece, en tanto que
la segunda refiere a la red de nociones, significados compartidos que constituyen
soporte de nuestro accionar.
La importancia de la red social para el sujeto no está dada por la suma de
personas que la conforman, si no porque sus funciones son emergentes de su
propio entramado interaccional. Ni sus propiedades, ni aún sus limitaciones son
propiedades de sus elementos constitutivos, son inmanentes al sistema
interaccional que conforman. Morin (1994) refiere que además del “plus”
emergente en un sistema, también se da un minus, ya que las mismas
interacciones sistémicas hacen que algunas características o propiedades de los
elementos no se expresen. Esto permite pensar que de un entramado de red
particular emergen una propiedades (recursos o limitaciones) determinadas que
favorecen la aparición de unas conductas por sobre otras. Estas no deben ser
evaluadas como buenas o malas/ mejores o peores de por sí, si no mas o menos
9
funcionales respecto de las circunstancias particulares que el sujeto deba afrontar
en cierto momento de su vida (la funcionalidad o disfuncionalidad es entendida
como una propiedad emergente del sistema, no como un atributo de los elementos
que lo componen).

Origen y desarrollo del concepto


El considerar a las Redes como unidad de análisis se consolidó con fuerza
durante los años ´70 y ´80 a partir del desarrollo de los modelos sistémicos y
ecológicos que propició la comprensión psicosocial de las personas. Según
Najmanovich (1995), la introducción del concepto de Red Social permitió dar
cuenta de realidades sociales multidimensionales, complejas y dinámicas que el
lenguaje del pensamiento positivista imposibilita (Najmanovich, 1995; Dabas &
Najmanovich, 2006).
Sluzki (1996) define que el desarrollo del concepto de red resultó
acumulativo pero desordenado. En este sentido, son varias las referencias de su
origen o precursores, encontradas en la bibliografía. A continuación se hará un
repaso por los autores más citados en la bibliografía y definidos como más
significativos en el desarrollo del concepto de Redes Sociales.
Algunos autores (Sluzki, 1996; Lozares, 1996; Dabas & Najmanovich, 2006)
coinciden en ubicar a John Barnes (1954), un antropólogo inglés, como el
precursor del uso del término redes sociales en el ámbito académico, a partir de
un trabajo desarrollado en una aldea de pescadores en Noruega.
Barnes (1954) utiliza el concepto para dar cuenta de la múltiple y variedad
de prácticas sociales que encontró en la aldea, y analiza la importancia de las
relaciones informales –amistad, parentesco y vecindad- como una parte de una
red total. En el citado trabajo el autor define que la totalidad de la vida social
puede simbolizarse como un conjunto de nodos que se vinculan por líneas
conformando redes totales de relaciones, y de la cual la red informal es una parte
de ese total más amplio.
Otra autora mencionada en este desarrollo del concepto de Red es
Elisabeth Bott (1957), también antropóloga, quien en un estudio realizado en
10
Inglaterra acerca de las relaciones externas de familias urbanas, desarrolló
métodos de análisis de las prácticas de interacción informal. En este análisis
discrimina conceptos como la composición y estructura de la red, y los contenidos
de las interacciones (Lozares, 1996; Sluzki, 1996).
Asimismo, Speck y Attneave (1973) aplicaron la noción de red al juntar en
reuniones terapéuticas a la familia extensa con las redes informales de relaciones,
para el manejo de pacientes en crisis (Sluzki, 1996).
Por su parte, Freeman (2004) define como precursores del uso del
concepto de redes sociales, a E. Durkheim y F. Tönnies. Durkheim plantea que los
fenómenos sociales implican una realidad que se constituye de la interacción de
individuos, no explicable en términos de los atributos de los actores individuales. Y
distingue una sociedad moderna que desarrolla cooperación entre individuos
diferenciados con roles independientes –solidaridad orgánica-.
En cuanto a F. Tönnies, este autor plantea que en los grupos sociales
pueden coexistir lazos sociales personales tanto como lazos formales. Los
primeros, personales y directos, que vinculan a los individuos con quienes se
comparten creencias y valores. Los segundos, vínculos sociales formales e
instrumentales (Freeman, 2004).
Varios autores (Dabas, 1993; Lozares, 1996; Sluzki, 1996; Dabas &
Najmanovich, 2006) evalúan que los desarrollos teóricos de dos autores, Kurt
Lewin y Jacob Levy Moreno, resultaron valiosos aportes a este nuevo
pensamiento. Lewin refiere que tanto la percepción, el comportamiento y la
estructura de un grupo se inscriben en un espacio social, configurando un
entramado de relaciones entre ese grupo y su entorno. Remarca que estas
relaciones pueden ser analizadas formalmente a través de procedimientos
matemáticos (Lozares, 1996; Sluzki, 1996).
En esta misma línea de pensamiento puede citarse a Jacob Levy Moreno,
quien puede ser considerado como uno de los fundadores de la teoría de redes,
bajo lo que él denominó sociometría (Lozares, 1996), desarrollando el concepto de
psicología geográfica así como el de sociograma, una técnica sociométrica para
esbozar un mapa de red de relaciones en grupos y comunidades (Sluzki, 1996).
11
Ambos autores tuvieron gran influencia en el desarrollo de la corriente
Análisis de Redes Sociales (Dabas & Najmanovich, 2006).
Puede agregarse el trabajo del sociólogo Manuel Castells, el que contribuyó
a la expansión e instalación del concepto de redes por fuera del ámbito académico
En su trabajo el autor enfatiza el rol de las nuevas tecnologías de información y la
comunicación en el fenómeno de globalización y en la generalización y expansión
de las redes (Dabas & Najmanovich, 2006).
José Luis Molina presenta el Análisis de Redes como un nuevo paradigma
que se ocuparía de estudiar las relaciones entre elementos, los efectos de estas
relaciones en la conducta y su interés por la descripción de la estructura social
(Molina, 2001). Najmanovich propone que el Análisis de Redes instaló el tema de
redes sociales en el ámbito académico de la Sociología (Dabas & Najmanovich,
2006).

Tipos de Redes
Ya específicamente en el área de la salud, Dabas y Perrone (1999; 2006)
reconocen los siguientes niveles de redes: Personal y familiar, Comunitaria,
Institucional, Red de servicios, Intersectorial. No debe perderse de vista que la
forma de diferenciar los niveles de redes no implica no tener en cuenta las
complejidad que supone la interacción entre ellos.
Las redes sociales personales, merecen un apartado especial en este texto,
y por tanto serán definidas con más detalle en el apartado siguiente.
Con respecto a las redes comunitarias, estas pueden ser pensadas como
las que involucran las relaciones de los sujetos con su comunidad, implicando los
niveles meso y exosistema tal como lo define Bronfenbrenner (1987).
Las redes institucionales involucran tanto las que ofrecen servicios de
salud, como todas aquellas instituciones que pueden colaborar en el ejercicio y
optimización de sus funciones.
Cuando se piensa en las redes de servicios es necesario tener en cuenta la
articulación entre los sectores público, privado y de seguridad social, a nivel local,
provincial, regional y nacional. Las dificultades en este nivel están relacionadas
12
con cuestiones presupuestarias provinciales/ municipales/ nacionales, que a la vez
implican políticas de gobierno.
Por último, las redes intersectoriales involucran las anteriores, en su
interacción con lo local, lo regional, lo nacional y/o lo transnacional, suponiendo
este tipo de redes un alto nivel de complejidad.

Redes Sociales Personales


Definición
Puede definirse que las fronteras del sistema significativo de las personas
no se limitan a las relaciones familiares, sino que incluyen a todo el conjunto de
vínculos interpersonales del sujeto: familia, amigos, relaciones de trabajo, de
estudio, de inserción comunitaria y de prácticas sociales. La red social personal
está constituida por todas las relaciones que las personas perciben como
significativas y que diferencian de la masa anónima de la sociedad. En términos
de Bronfenbrenner (1987), se estaría haciendo referencia a los niveles micro y
mesosistémicos.
Es por este motivo que la red social personal contribuiría al reconocimiento
propio del sujeto como individuo y a la construcción de la imagen de sí mismo
(Sluzki, 1996), constituyendo de esta manera una clave central de la experiencia
de identidad y bienestar, así como competencia y protagonismo en la participación
(Sluzki, 1995).

Grupos que las conforman


La red social personal puede ser organizada en un mapa mínimo que
supone cuatro grupos o cuadrantes, según quiénes la conformen: la familia, las
amistades, las relaciones laborales o escolares; y las relaciones comunitarias, de
servicio o de credo (Sluzki, 1996; Dabas & Perrone, 1999; Dabas & Perrone,
2006).
Con respecto a la familia es importante tener en cuenta no sólo la forma en
que ésta está compuesta, sino también las relaciones que resultan o son
evaluadas más significativas por el sujeto, incluyendo familia nuclear, extensa y a
13
quienes geográficamente estén lejos. En la actualidad, y con la tecnología a
disposición, las familias han podido sortear hasta grandes distancias geográficas.
Las relaciones de amistad son en general, altamente significativas para las
personas, y cobran especial relevancia en ciertas ocasiones, que determinan una
pérdida o disminución de las relaciones familiares de sostén. Un ejemplo de ello
es el caso de migraciones. Asimismo resulta de importancia indagar sobre las
relaciones de vecindad, que pueden constituirse en apoyos naturales y
espontáneos importantes para las personas.
En cuanto a las relaciones laborales o escolares puede decirse que la
cotidianeidad de estos vínculos hace que resulten sumamente importantes para
las personas. De hecho muchas veces son las únicas relaciones que las personas
poseen por fuera del ámbito familiar. Dado que tienen el contacto y el control
cotidiano del sujeto, puede ser de gran utilidad tanto para brindar información
como para las funciones de acompañamiento y apoyo.
Por último, relaciones comunitarias, de servicio o credo pueden conformar
un grupo muy significativo de pertenencia, posible de ser activado en caso de
necesidad.
Sobre estos cuatro cuadrantes se inscriben tres áreas. Un círculo interior,
cercano al sujeto, de relaciones íntimas; un círculo menos próximo, intermedio, de
relaciones personales con menor compromiso relacional; y un círculo externo, de
conocidos y relaciones ocasionales (Sluzki, 1996). Esto hace que a la hora de
evaluar los vínculos de un sujeto, esto se realice estudiando quién es la persona y
cuán próxima es.
Dabas y Perrone (2006) advierten no perder de vista que la importancia
central que nuestra sociedad ha dado a los vínculos consanguíneos, podría llevar
a que en circunstancias en que estos se hallan debilitados, se dificulta tener en
cuenta la importancia de otros lazos que pudieran tener los mismos atributos que
los vínculos familiares.
Pueden agregarse como partes integrantes de la red de un sujeto las
relaciones profesionales que son consultadas o buscadas estratégicamente en
determinados momentos específicos de la vida de una persona. Ante el
14
surgimiento de un problema, la red debería ponerse en marcha de forma
diferencial y especializada, lo cual garantizaría un mejor afrontamiento y
resolución de la situación planteada. Rodríguez Abellán y Navarro Góngora (s.f.)
utilizan el término red de tratamiento para dar cuenta de la forma en que las
personas que se relacionan con el individuo ofreciendo su participación en el
tratamiento y resolución del problema presentado, ofreciendo apoyo de diversa
índole: material, emocional, profesional, consejo.
Todos estos grupos constituyen un banco de recursos en tanto multiplicidad
de actores con disposición para asumir responsabilidades, recursos y saberes
diferenciales que pueden generar acciones de diversa índole, especializadas y
localizadas que brinden un múltiple sostén al sujeto en cuestión. Supone la
posibilidad de cambios en las funciones y roles que se ejercen, de acuerdo al
contexto, abriendo un campo emergente de respuestas posibles y formas de
resolver problemas (Dabas & Perrone, 2006; Nuñez, 2006).
A través de la focalización, estimulación y desarrollo de estas redes sociales
se pueden establecer relaciones hasta el momento no promovidas que pueden
constituir recursos, o bien hacer uso “a propósito” de redes que ya estén
funcionando de manera espontánea (Dabas & Perrone, 2006).

Características de la Red Social Personal


Sluzki (1996) define que las Redes Sociales Personales pueden ser
evaluadas en términos de sus características estructurales, de las funciones de
sus vínculos, y de los atributos de cada vínculo.
El autor resalta la importancia de tener en cuenta que todas estas variables
son interdependientes, y que de entrada ninguna de ellas define ninguna
circunstancia en forma aislada, sino que las características de una red son
siempre emergentes de las relaciones dadas entre sus elementos y atributos, y
esto nunca es estático. Por el contrario, implica un proceso dinámico y en
construcción permanente (Najmanovich, 2006).

15
Características estructurales de la Red
Al referir a las características estructurales el autor (Sluzki, 1996) menciona
las propiedades de la red en su conjunto, lo que implica tener en cuenta los
siguientes:
- El tamaño es el número de personas en la red, suponiendo que las de
tamaño mediano en general son las más efectivas
- La densidad refiere al grado y tipo de conexión entre los miembros de la
red, con independencia del sujeto que uno tiene en cuenta, siendo que
un nivel medio de densidad pareciera ser más funcional
- La composición de la red involucra la distribución de los miembros
según los cuadrantes y áreas anteriormente mencionados. La
composición más variada aportaría mayor flexibilidad al sistema
- La dispersión, o sea, la distancia geográfica y posibilidad de conexión
entre los miembros de una red, hacen a su accesibilidad, sensibilidad y
posibilidad de respuesta ante una situación de crisis
- Su homogeneidad o heterogeneidad en cuanto a cuestiones
demográficas, socio culturales e idiosincráticas, hacen a la efectividad
de la red para atender a las necesidades de alguno de sus miembros

Las funciones de la Red


Sluzki (1996) agrega a las características estructurales, aquellas que están
determinadas por la forma prevalente de intercambio entre los miembros que la
componen, y por tanto hacen a sus funciones.
Estas son variadas, y es importante tener en cuenta que ninguna de ellas
es mejor o peor que la otra, sino sólo en función de la necesidad que deben cubrir
en determinado momento. A su vez, es importante recordar que un mismo sujeto
puede cumplir más de una de estas funciones, según el tipo de interacción que
sostenga en determinado momento.
Estas funciones incluyen:
- Compartir actividades en conjunto o compañía social
- Apoyo emocional
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- Apoyo o guía cognitiva y consejos
- Regulación o control social vinculado a la distribución de roles, funciones
y responsabilidades sociales que evitan el desvío del comportamiento
- Ayuda material y prestación de servicios específicos
- La posibilidad de apertura y acceso a nuevos contactos

Atributos de los vínculos


Los vínculos, además de cumplir ciertas funciones ya mencionadas, tienen
atributos específicos a partir de los cuales pueden ser descriptos.
Entre las características importantes a resaltar, están las funciones que
cumple ese vínculo. Hay vínculos en que prevalece una determinada función, y
otros en los que estas son más variadas o versátiles –multidimensionalidad-.
La reciprocidad es otra característica importante, vinculada al compromiso e
intensidad de la relación, dada entre otras cosas por la historia compartida. A
mayor distancia y menor frecuencia de contacto, es mayor el esfuerzo para
mantener la intensidad del contacto (Sluzki, 1996).

La función de apoyo social de las Redes


La red proporciona un apoyo que tiende a ser dado cuando los miembros
de la misma observan que una persona tiene un problema. La calidad de este
apoyo social depende sobre todo de que la red del sujeto sea activa en la
prevención y resolución de problemas, así como también que pueda brindarle
estabilidad emocional y confiabilidad (Sluzki, 1996).
De acuerdo a las características descriptas en los puntos anteriores, podría
pensarse que una red estable, confiable y activa implicaría una red accesible, que
cuente con un número intermedio de miembros, con distintos niveles de
proximidad emocional y de composición heterogénea, que permita dar una
respuesta pronta y creativa a la dificultad que se presente en determinado
momento de la vida de un sujeto. La posibilidad de que el apoyo sea brindado por
diferentes personajes del entorno ecológico del sujeto, permite responder mejor a
la complejidad presentada por una situación problemática.
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En un estudio (Pino & Gaos, 1997) se referencia que en la mayoría de las
circunstancias, los que proporcionan este apoyo son los miembros de la familia,
amigos íntimos y parejas, y particularmente de parte de las mujeres,
independientemente de que el receptor sea un hombre o una mujer.
Villalba Quesada (2002) sostiene que ésto puede deberse en parte a las
expectativas culturales de que los miembros femeninos de la familia son fuentes
primarias tanto de apoyo psicológico, como de ayuda física para otros miembros
de la familia. De esta manera, al menos en las culturas occidentales, de las
madres, hijas, y nueras, se espera que sean proveedores primarios de apoyo,
mientras los miembros de la familia varones, a menudo no consideran dar tal
apoyo como parte de su responsabilidad. Un resultado de estas expectativas es
que las mujeres que tienen redes de apoyo más amplias pueden beneficiarse
menos del apoyo que éstas proporcionan porque también experimentan mayores
niveles de estrés debido a que se espera que ayuden a aminorar el de otros
miembros de la familia. Los hombres, en los mismos tipos de redes sociales,
pueden beneficiarse más del apoyo sin que se espere ningún tipo de reciprocidad
(Sarasón, 1999). Estas son algunas de las cosas que tenemos que pensar a la
hora de describir las funciones sociales de las redes desde una perspectiva de
género.

Intervención en Redes Sociales


El trabajo de Intervención en Redes Sociales implica necesariamente tener
en cuenta que éstas preexisten a cualquier intervención. Las redes se construyen
en el devenir histórico de una comunidad determinada y se sustentan en sus
prácticas colectivas cotidianas. Cuando se interviene sobre esas redes, se lo hace
con la intención de optimizar su funcionamiento a los fines de lograr ciertos
objetivos.
La suposición de preexistencia de las redes conlleva a la necesidad de
mapearlas a partir de la inserción en un territorio concreto, y que implica la
importancia de conocer los valores, la cultura, el lenguaje y las prácticas concretas
18
de la comunidad sobre la que se trabajará. El trabajo en redes así concebido
implica ir desde la comunidad hacia las instituciones (Bertucelli, 2000).
Una vez aclarado lo anterior, puede definirse que toda intervención en
redes requiere de una planificación estratégica que permita ubicar lo que cierta
comunidad –foco de intervención- define como problema, y definir los pasos a
seguir en términos de metas mínimas, que conllevarían la resolución del mismo.
Esta estrategia podría implicar tanto la optimización de redes preexistentes,
como también la generación de interconexiones nuevas, que favorezcan alcanzar
el objetivo planificado.
La reactivación y reconfiguración de la red vincular, es lo que Speck &
Attneave (1977) han denominado efecto de red, el cual se produce cuando un
colectivo descubre que juntos pueden realizar algo diferente que lo que logran por
separado. Esta capacidad de visibilizar redes es uno de los elementos más
importantes del pensamiento y de las prácticas desde las perspectivas de redes
sociales (Dabas y Najmanovich, 2006).
Rovere (1999) describe que el trabajo con redes en el ámbito de la salud
podría constar de los siguientes pasos. En primer lugar la visibilización del vínculo
y el reconocimiento del otro, a los fines de comenzar a detectar quiénes podrían
colaborar. En segundo lugar, se haría foco en el conocimiento de las personas
reconocidas con anterioridad. Para luego trabajar en generar vínculos de
reciprocidad que sustenten la colaboración en el campo. Esto permitiría la
definición conjunta del problema y el diseño de estrategias de afrontamiento
comunes –cooperación-. Por último se apuntaría a profundizar lo anterior y
establecer acuerdos para compartir recursos –asociación-. (Rovere, 1999).
Desde un punto de vista más sociológico, la posibilidad de visibilización,
optimización y construcción de redes sociales puede ser vista entonces, como
forma de lograr una mayor integración social, reduciendo la marginación y la
exclusión (Martinez Nogueira, 1995).

19
Redes Sociales y Salud Mental
Las relaciones sociales influyen en la salud y el estado de ánimo. Una red
personal estable, confiable, sensible y activa sería promotora de salud, en tanto
que la cercanía y calidad de estos vínculos no sólo protegerían a las personas de
la enfermedad, sino que acelerarían los procesos de curación y aumentaría la
sobrevida (Myers, 2000). Sluzki (1995) plantea que es directa la correlación entre
la calidad de la red social de un sujeto y la calidad de su salud.
Las relaciones personales saludables y la redes sociales de apoyo sirven a
los seres humanos a percibir mayor sensación de bienestar y a resistir y superar
situaciones estresantes con las que pueden enfrentarse a lo largo de su vida, dado
el efecto moderador de los factores que influyen negativamente, sobre todo en lo
que respecta a los acontecimientos estresantes que estas tienen que afrontar
Wainstein & Wittner, 2005, 2024).
Numerosos estudios (Buendia, 1991) han encontrado que el apoyo social
puede ser un promotor de la salud, y la recuperación de la salud se asocia con un
descenso en el riesgo de mortalidad, el vínculo entre el apoyo social y resultados
de salud tanto física como salud psicológica está reconocido ampliamente en la
literatura científica (Buendia, 1991).
Myers (2000) refiere que las personas son más felices cuando están
apoyadas por un grupo de familiares y amigos, en tanto genera una
reconfirmación y estímulo para las sí mismas. Agrega además que esto serviría
como predictor de la felicidad y la salud, en tanto promueven la autoestima y el
bienestar. Las personas que cuentan con relaciones cercanas que les
proporcionan apoyo tendrían menos riesgo de enfermar y morir prematuramente
(Myers, 2000).
Lindemann (1979), creador de la teoría de crisis, resaltó el lugar central de
la red social personal –familiar y extrafamiliar- de un individuo en la determinación
de los efectos a corto y largo plazo producto de una situación de crisis.
La red social ofrece una excelente oportunidad para entender nuevas
estrategias de afrontamiento para enfrentarse a diferentes desafíos que plantean
un problema o crisis. Contar con una red social de apoyo, es idóneo para estimular
20
y potenciar nuevas soluciones. Los otros refuerzan incluso los pequeños éxitos y
apoya a sus integrantes ante los fracasos (Barrón et al., 1988).
A su vez, debe agregarse en esta misma línea que una red funcional al ser
un aspecto central de la experiencia individual de identidad, bienestar y
competencia, contribuiría a dar sentido a la vida de los miembros que a través de
ella interactúan. Asimismo, la participación activa en redes sociales (participar de
ella con protagonismo a la hora de tomar decisiones y plantear acciones) brindaría
al sujeto la sensación de control de su accionar, tanto del medio que lo rodea
como de su vida en general, que permitiría sortear la apatía y la sensación de
indefensión. Es por esto que las redes benefician la capacidad de tolerar y
adaptarse a una situación de crisis (Sluzki, 1996).
La creación de redes sociales de apoyo es, en este sentido, una de las
intervenciones claves que favorece el uso de los propios recursos del sujeto y el
aprendizaje de otros nuevos a los fines de adaptarse y superar lo sucedido. Es
necesario un otro significativo que mantenga una actitud de aceptación de la
persona, de su self, independientemente de sus actos.
Elkaim (1989) puntualiza que cuando las personas tienen un problema
similar pueden compartirlo, se produciría la ruptura del aislamiento que sentirían
frente al mismo, produciendo esto en sí mismo un efecto terapéutico.
A partir de algunos estudios (Myers, 2000) puede concluirse que así como
las relaciones cercanas y satisfactorias promueven la salud, la pérdida o deterioro
de las mismas aumentaría los riesgos de enfermedad.
Las personas que integran la red de un sujeto tienen diversos grados de
influencia sobre este según su vínculo relacional. Al influir la red sobre todas las
conductas del individuo, puede pensarse que las conductas sintomáticas que este
presenta serían indicadores de que la red social está disfuncionando, parcial o
completamente (Klefbeck, 1995).
La sensación de que las relaciones sociales son menos numerosas o
significativas de la expectativa que se tiene de ellas, produciría el sentimiento de
soledad. Esta no necesariamente coincide con el aislamiento, de hecho son
conceptos diferenciados (Myers, 2000). Sentirse solo implica sentirse excluido o
21
no querido por quienes a uno lo rodean, provocando una imposibilidad de
compartir desde los eventos cotidianos hasta las cuestiones más íntimas (Beck &
Young, 1978; Davis y Franzoi, 1986).
Algunos autores (Stokes & Levin, 1986; Berg & McQuinn, 1988) han
estudiado la forma en que las cuestiones de género imprimen diferencias en las
circunstancias en las que hombres y mujeres refieren sentir soledad. Mientras que
los hombres se sentirían solos al encontrarse aislados de la interacción grupal, las
mujeres lo harían cuando se encuentran deprivadas de las relaciones cercanas
uno a uno.
House, Landis y Umberson (1998), indicaron que la fuerza de la asociación
entre ausencia de apoyo social y salud era tan fuerte como el de otros factores de
riesgo tan conocidos como fumar, presión sanguínea, lípidos en sangre, obesidad
y bajos niveles de actividad física. A su vez refieren algunos casos los datos de
morbilidad muestran una clara asociación con el apoyo de la red social.
Una serie de estudios epidemiológicos de tipo prospectivo han demostrado
que la mortalidad mayor se acumula en los subgrupos con una red social mínima
(Berkman & Syme, 1979; Tibblin, 1986).
Así también ya es conocido de que, eventos negativos que se extienden a
lo largo del tiempo (como por ejemplo enfermedades de larga duración) debilita las
redes del sujeto en tanto deteriora su calidad de sus interacciones y afecta a su
tamaño (Sluzki, 1995).

A modo de cierre, y haciendo énfasis en el desafío que representa en


nuestra profesión el trabajo orientado a la disminución del malestar de las
personas (en cualquiera de los ámbitos en los que trabajemos), la perspectiva
ecológica y el concepto de redes sociales -en tanto metáfora que resalta la
importancia de las relaciones y el contexto- resultan centrales a la hora de diseñar
estrategias de intervención orientadas a modificar los entornos de manera tal de
mejorar significativamente las condiciones de salud en general, y de salud mental
en particular.

22
Referencias Bibliográficas

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Buendia, J. (1991). Apoyo social y salud. Murcia: Universidad de Murcia.
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25

1
El concepto de violencia

Abordar un concepto siempre es un asunto lingüístico, aunque no solo lingüístico.


Especialmente si ese concepto ha sido casi omnipresente en la historia de la hu-
manidad. El concepto de violencia ha preocupado a la Etología, Psicología, So-
ciología, Antropología, Semiótica, Política, Polemología, Irenología, Genética,
Criminología, Historia… y probablemente más disciplinas y subdisciplinas. Los
intentos por encontrar una definición que satisfaga las necesidades de tan variado
público han sido numerosas, pero a lo más que han llegado es a hacer una pro-
puesta que tiene sentido admitiendo algunas restricciones o acotaciones.

1.1. El concepto de violencia

1.1.1. El uso del término violencia

A las dificultades generadas por la multiplicidad de disciplinas académicas intere-


sadas por la violencia se añade que su uso no se restringe al ámbito académico, ni
las personas fuera de ese ámbito están pendientes de la adecuación de su uso a
unas restricciones eruditas sino a una utilización del mismo que les sirva para
comprenderse con sus interactuantes o consigo mismo.
Así, expresiones cotidianas que usasen el término violencia podrían ser: Se
espera una noche de violencia en el barrio. La entrada del defensa fue muy vio-
lenta. Ante la detención reaccionó de una forma muy violenta. La protesta dege-
neró en violencia. La violencia de la tormenta sorprendió a los meteorólogos. La
violencia se generaliza en Oriente Medio. Su vecino es un hombre muy violento.
El toro embistió contra el vallado con gran violencia. El choque entre el coche y
el autobús fue muy violento. Solo hizo falta que le preguntase por su padre para

1
Título del Libro o Parte

que reaccionase de forma violenta. En ellas podemos encontrar acciones colecti-


vas a comportamientos individuales, pasando por características individuales
permanentes; desde situaciones a fenómenos de la naturaleza, comportamientos
animales o sucesos; desde fenómenos intencionales a espontáneos o no atribuibles
–de la naturaleza, de animales-…
¿Por qué una tormenta es violenta? Probablemente, porque tenga una fuerza
superior a lo habitual, o porque haya causado daños catastróficos, lo mismo po-
dríamos decir de la embestida del toro o del accidente automovilístico. ¿Por qué
una manifestación de reclamación ciudadana degenera en violencia? Probable-
mente, porque utilice medios ilegítimos basados en la utilización de la fuerza.
¿Por qué un lance de un juego deportivo puede ser violento? Probablemente, por-
que la fuerza utilizada por uno de los implicados haya sido desproporcionada…
Este uso cotidiano no conduce a un denominador común vinculado al uso de la
fuerza desproporcionada o excesiva. Pero, pronto hay que introducir “peros”, no
es simplemente el uso de fuerza. Si un halterófilo levanta una barra con 180kg de
peso es evidente que utiliza mucha fuerza física, pero nadie diría que es un acon-
tecimiento violento. Tiene que ser una fuerza explosiva para que se catalogue de
violenta. Pero, los medios ilegítimos basados en la utilización de la fuerza utili-
zados por los protestantes, ¿son desproporcionados o excesivos? ¿Eso es lo que
los hace merecedores del calificativo de violentos o su ilegitimidad? Y el vecino
violento ¿tiene que tener explosiones habituales de fuerza desproporcionada o
excesiva para ser catalogado de violento o le basta con amenazar a su pareja?
Pero si acudimos a su uso académico el panorama no solo no es menos dis-
perso sino todo lo contrario, la adjetivación de violencia es casi infinita: violen-
cia… civil, militar, social, estructural, institucional, sistémica, mental, verbal,
física, indirecta, revolucionaria, política, criminal, anómica, emancipatoria, me-
diática…
Y no hay ninguna pretensión de exhaustividad en ninguna de las enumeracio-
nes.
De hecho, empezar un texto sobre el concepto de violencia mostrando la am-
plitud y confusión del campo semántico y del uso asociado al mismo no es una
originalidad: se podría decir que en la mayoría de los casos se señala el uso ex-
tensivo de la palabra violencia, no sólo para constatar que con ella se nombran
fenómenos muy diferentes sino, sobre todo, para explicar la dificultad de su con-
ceptualización (Blair, 2009). Es un término que se ha definido de forma vaga e
inestable, a menudo se ha usado con mucha libertad y a veces, simplemente, de
forma errónea (Mider, 2013)
Los diccionarios nos van a mostrar una diferencia en el significado entre el
español y el inglés que por la interacción entre culturas va minimizándose en el

2
Título de Capítulo

uso. El Diccionario de la RAE nos remite de violencia a cualidad de violento y


aquí encontramos nada menos que ocho acepciones que, resumiéndolas y elimi-
nando alguna que remite a significados claramente diferentes, remiten a fuerza,
brusquedad, ira, torcido (del sentido o interpretación de o dicho o escrito), ilegí-
timo. De todas ellas solo la fuerza, si no media ninguna consideración ulterior,
podría considerarse como elemento no negativo, o incluso positivo, las demás
(brusco, ira, aberrante, ilegítimo) dotan al término de un aura de negatividad,
rechazo, e incluso advertencia al categorizar algo de esa manera.
Si en inglés tomamos un par de diccionarios de referencia (Webster y Collins) ve-
mos algunas diferencias los elementos incluidos remiten a fuerza física (en el dic-
cionario de la RAE no se adjetiva la fuerza), a daño (en el de la RAE no se hace
referencia a las consecuencias de la violencia), a acción destructiva (en este caso la
brusquedad e intensidad del DRAE remiten de nuevo a las consecuencias y además
de gran magnitud: acción o fuerza destructiva), a sentimiento vehemente -
remitiendo a fervor- (en el DRAE es un genio impetuoso cercano a la ira). La ilegi-
timidad se recoge en el Collins, pero vinculada a la fuerza (an unjust, unwarranted,
or unlawful display of force) que trata de intimidar o atemorizar; en el DRAE a lo
contrario a la razón y justicia, y en el Webster al daño por distorsión, infracción o
profanación.

Intensidad de Fuerza (física en ING)


Fuerza devastadora, intensidad extraordinaria

Intensidad emocional
Fervor/Genio impetuoso Violencia Daño, maltrato (ING)

Ilegitimidad
Contra la razón, la justicia, inti-
midatoria, atemorizadora

Figura 1.X. Campo semántico, según los diccionarios, de la violencia

Resumiendo las referencias de los diccionarios, vemos un término que remite


a fuerza intensa, emociones intensas e ilegitimidad. Entendiendo este campo co-

3
Título del Libro o Parte

mo elementos implicados en el sentido de uso del término violencia, no como


criterios definitorios de la violencia. En realidad, los diccionarios mezclan esos
criterios de forma diversa. Así, podemos entender un uso de la fuerza de intensi-
dad extraordinaria como violento ¿Legítimo o ilegítimo? En principio, podría ser
de ambos tipos, pero debería ser evaluado frente a esa característica. Por ejemplo,
A aplicó una fuerza extraordinaria sobre B, la consideración inmediata es ¿podía,
debía… estaba legitimado para hacerlo? Un policía se arroja sobre un secuestra-
dor armado, le golpea y le inmoviliza contra el suelo; una persona inmoviliza a
otra y la somete a abusos sexuales. Ante un acto violento es difícil sustraerse a la
evaluación legitimista, incluso en el uso se puede encontrar discrepancias: hablan-
tes que afirmen que la acción del policía no es violenta. La intensidad emocional
puede ser violenta en sí misma (una violenta pasión) o acompañar a la intensidad
de la fuerza o a la ilegitimidad: intensidad de fuerza acompañada de ira o que
produce ira o temor en quien lo recibe. Evidentemente, si se suman los elementos
se reconoce de forma generalizada como violencia.
El detalle de uso diferencial entre el español y el inglés es la referencia a las
consecuencias de la violencia, en español no se mencionan, en inglés violencia se
vincula a daño. Esto hará que en español las consecuencias puedan ser potenciales
(una situación de amenaza puede ser una situación violenta) mientras que en in-
glés algunas de las definiciones se vinculen a la relación con el daño.
La etimología de la palabra violencia muestra que procede del latín violentia,
cualidad de violentus, que a su vez procede de vis –fuerza- y –lentus que, como
sufijo, indica un valor continuo. Es decir, que violentus tendría el significado de el
que usa la fuerza con continuidad. Otras palabras derivadas de la raíz vi- son
vigor, vir (hombre, en latín), viril, virtus (hombría, caballerosidad. El vocablo
latino vis proviene de la raíz indoeuropea wei- fuerza vital.
En griego se encuentra una interesante diferenciación entre violencia y poder
en la tradición poética. Según nos indica van der Dennen (1980), en el Prometeo
encadenado de Esquilo los primeros en aparecer en escena con Kratos (el Poder)
y Bia (la Violencia)1 arrastrando a Prometeo a la roca donde será encadenado.

1
Seguimos la sugerente traducción ofrecida por van der Dennen (1980): Kratos: Might
(que traducimos por Poder por similitud con algunas traducciones en español de Kratos);
Bia: Violence. Pero en las traducciones españolas de la obra de Esquilo los personajes de
Kratos y Bia varían. Así, Menéndez Pelayo traduce Kratos por Fuerza y Bia por Poder;
en la de la editorial chilena Pehuén Kratos es Poder y Bia es Fuerza; en la de Bernardo
Perea para Gredos, Kratos es Fuerza y Bia es Violencia. El diccionario Vox de griego
clásico nos da las siguientes traducciones: κράτος: fuerza, vigor, solidez, robustez, poder,
dominio, trono, soberanía, autoridad, imperio, victoria, supremacía, violencia; βία: fuerza,
energía corporal, vigor, robustez, vigor moral, violencia, coacción.

4
Título de Capítulo

Allí se lo entregan a Hefestos y Kratos (el Poder) le urge a cumplir el castigo que
Zeus le ha impuesto a Prometeo por desafiar a los dioses. Aunque tanto Kratos
como Bia son instrumentos al servicio del poder tiránico de Zeus, su comporta-
miento en la obra de Esquilo es diferente, mientras que Kratos (el Poder) utiliza
las palabras y procesos de razonamiento para disipar las dudas de Hefesto, que las
manifiesta al apelar a los vínculos de sangre y amistad que tiene con Prometeo,
Bia (la Violencia) permanece en silencio.
Por lo tanto, etimológicamente violencia se muestra como un término asocia-
do al ejercicio continuo de la fuerza y al del poder exento de capacidad discursi-
va.

1.1.2. Propuestas de definiciones sobre violencia

Teóricos procedentes de las más variadas disciplinas han realizado propuestas


para una definición de violencia (van der Donnen, 1980, recoge en un apéndice a
su trabajo, que no pretende ser exhaustivo, 48 definiciones de violencia). Y otro
número de autores no despreciable ha hecho esfuerzos por sistematizar y clasifi-
car esas propuestas.
En una reflexión sobre la importancia del concepto de violencia en el ámbito
latino, Jean-Marie Domenach (1980) se asombra del descuido que ha tenido la
cultura latina hacia la violencia afirmando que no le prestó atención hasta finales
del XVIII, teniendo que esperar hasta finales del XIX para que un autor, Georges
Sorel, lo tomase como centro de su obra. A pesar de tan escaso pasado, Dome-
nach identifica tres aspectos principales en los que cristaliza el concepto actual de
violencia:
 El aspecto psicológico, explosión de fuerza que cuenta con un elemento
insensato y con frecuencia mortífero;
 El aspecto moral, ataque a los bienes y a la libertad de otros;
 El aspecto político, empleo de la fuerza para conquistar el poder o dirigir-
lo hacia fines ilícitos

Esta primera caracterización teórica nos muestra tanto la relación parcial con
el mapa semántico de la violencia que bosquejábamos más arriba (intensidad de
la fuerza, ilegitimidad) como añade otro que orienta gran parte de los trabajos que
han tenido lugar sobre la violencia: la vinculación de la violencia con la política
(tanto violencia soterrrada en el ejercicio de la política desde el poder, como en la
violencia manifiesta de ese mismo poder, o en los intentos de debilitar ese poder o
de derribarlo).

5
Título del Libro o Parte

Pantara (1978) nos propone tres criterios a los que tiene que adecuarse una
definición de violencia:
 Criterio normativo. Lo que se entienda por violento debe recoger el as-
pecto ético del término. Lo violento tiene una connotación negativa que
tiene que tener elementos discriminativos en la definición, es decir, que si
algo violento es peor, éticamente hablando, que algo no violento debe ha-
ber criterios que permitan reconocerlo y afirmarlo.
 Criterio teórico. Una definición de violencia tiene que integrase en un
modelo teórico que justifique las preferencias de la no violencia sobre la
violencia más allá de la mera prescripción ética. Además de ser preferi-
ble éticamente debe serlo social e interpersonalmente.
 Criterio descriptivo. Finalmente, la propuesta que se haga tiene que ade-
cuarse al uso cotidiano de violencia. Puede matizar, precisar, o desbrozar
aspectos que en ese uso habitual no quede claro, pero tiene que ser fácil-
mente reconocible, no puede ser un artefacto para uso de eruditos.

1.1.3. Tipos de definiciones de violencia

Un posible criterio para ordenar las definiciones de violencia es la división entre


amplias, restringidas y legitimistas (Coady, 2007)2.
Las definiciones amplias de violencia tratan de recoger cualquier tipo de res-
tricción impuesta a la persona. Entre ellas está la de Garver (1968). Para este au-
tor la violencia, en el ámbito de las interacciones entre personas, se relaciona con
la idea de violación más que de fuerza. Toda persona tiene unos derechos que son
inalienables por el mero hecho de serlo y que son el derecho al propio cuerpo y el
derecho a la autonomía. El derecho al propio cuerpo es evidente porque sin el
propio cuerpo uno deja de ser persona. El derecho a la autonomía lo considera
como más básico que otros como la dignidad, ya que esa dignidad no es algo que
pueda simplemente darse o protegerse por otros sino que lo que hace ser humano
diferente de otros seres es su modo de afrontar esa dignidad, su capacidad para
definir, orientar y defender esa dignidad: su autonomía. La violencia sería la vio-
lación de los derechos básicos de la persona: el derecho al propio cuerpo y el de-
recho a la autonomía. Esta violación puede ser de dos tipos: personal o institucio-
2
Esta terminología entra en discusión con la propuesta por Grundy, K.W. and Weins-
tein, M.A. (1974. The Ideologies of Violence. Columbus, OH: Merrill): expansivas, obser-
vacionales y estrechas. De hecho algunos autores simplemente yuxtaponen las etiquetas:
amplias/expansivas, restringidas/observacionales, y legimistas/estrechas (Aróstegui, 1994)

6
Título de Capítulo

nal y puede tener lugar de forma manifiesta o encubierta, dando lugar así a cuatro
tipos de violencia: violencia personal manifiesta (por ejemplo, un atraco, una
violación, un asesinato); violencia institucional manifiesta (cuando la violencia
manifiesta se apoya en un papel institucional; por ejemplo, el castigo de padres
hacia los hijos, la represión policial, la guerra como forma institucionalizada de
violencia, etc.); violencia personal encubierta (por ejemplo, las amenazas y las
presiones psicológicas en general que afectan al cuerpo o la autonomía de otra
persona); y la violencia institucional encubierta (las acciones institucionales que
restringen sistemáticamente esos derechos y que pueden ser advertidos o no por
las víctimas, por ejemplo, la existencia de guetos de cualquier tipo, la estructura
machista de la sociedad, etc.).

Violencia: violación del derecho al propio cuerpo o del derecho a la autonomía


como derechos básicos de la persona
Violencia Manifiesta Encubierta
Personal Atraco, violación, Amenazas, presiones
asalto… psicológicas…
Institucional Castigo paterno, re-
Guetos, cultura ma-
presión policial, gue-
chista…
rra…
Figura 1.X. Definición amplia de violencia de Garver (1968)

Pero el ejemplo más conocido de definición amplia de violencia es el concep-


to de violencia estructural de Johan Galtung. Para Galtung la violencia está pre-
sente cuando los seres humanos están influidos de tal manera que sus realizacio-
nes somáticas y mentales están por debajo de sus realizaciones potenciales
(Galtung, 1969, 168), posteriormente acuñará la definición más conocida: cual-
quier aspecto evitable que impide la autorealización humana (Galtung, 1975,
apud van der Donnen, 1980). La violencia estructural es, por tanto, todo aquel
tipo de dominación que pueda coartar de algún modo la libertad –la potenciali-
dad- de un ser humano. La defensa de Galtung de su propuesta y las críticas coin-
ciden en el mismo aspecto que para Galtung es su fortaleza y para sus críticos es
su debilidad: la amplitud y extensión de su propuesta.
Las definiciones restringidas (u observacionales, ver nota 2) son aquellas
que tratan de acotarse a las manifestaciones explícitas de violencia. Normalmente
se restringen a la violencia física observable y en los daños que produce. Así,
Nieburg establece que la violencia puede ser definida sin ambigüedades como la
forma más severa y directa de poder en sentido físico. Es fuerza en acción. Su uso
es la continuación de la negociación por otros medios ya sea por el estado, los

7
Título del Libro o Parte

grupos privados o las personas (Nieburg, 1969, 194). U Ogle: Debe ser puramen-
te físico –un acto manifiesto tal como el golpe de un puñetazo o el apuntar con un
arma, o la actividad de una muchedumbre como en el caso de un linchamiento
masivo. Donde quiera que conlleve el uso de fuerza material medible, nos referi-
remos a violencia (Ogle, 1950, apud van der Dennen, 1980). Estas definiciones
cubrirían el campo de violencia manifiesta de Garver pero ignorarían cualquier
otro tipo y excluyen explícitamente la violencia psicológica. Buscan la operativi-
dad del concepto.
Finalmente, la tercera categoría son las consideradas definiciones legitimis-
tas (o estrechas). La restricción del concepto se debe a que no solo se restringen a
violencia explícita, sino a violencia explícita ilegal. En esta categoría puede en-
cuadrarse la de Hook: uso ilegal de métodos de coerción física para fines perso-
nales o grupales (Hook, 1975, apud Coady, 2007), o la de Walter (1964) el tér-
mino violencia debe restringirse al sentido de daño destructivo; por lo tanto, un
tipo destructivo de fuerza (…) se entiende habitualmente por violencia un daño
exagerado o desmesurado a los individuos que no está prescrito socialmente está
más allá de los límites establecidos (Walter, 1964, 250 y 255). Estos dos ejemplos
recogen también una diferencia en esta categoría, mientras que Hook limita la
violencia a violencia física, Walter incluye violencia no física también la magia,
la brujería, y las diversas técnicas para infligir daño por medios mentales o emo-
cionales (ibíd., 250), aunque generalmente este tipo de definiciones suele restrin-
girse al ejercicio de la fuerza física.
Estas definiciones legitimistas se asientan en la tradición de autores como
Hegel (autoridad: uso de la violencia legitimada; violencia: uso ilegítimo de la
fuerza), Weber, la regla legitimada, o Parsons (la fuerza es un elemento necesario
en el orden social normativo; la violencia es un síntoma de patología social) (Mi-
der, 2103).
Las definiciones legitimistas de la violencia tienen el riesgo del criterio de
oportunidad y de la dependencia de un segundo concepto. Así, en cada momento
la violencia se redefiniría con arreglo al entorno normativo en el que tuviese lugar
además de cambiar el etiquetamiento de un acontecimiento según está amparado
normativamente o no. Por otro lado, evitan el incómodo paralelismo entre accio-
nes cometidas por poderes legítimos y por quienes pretenden derribarlo. Por
ejemplo, la diferencia en términos de violencia entre terrorismo y represión poli-
cial (legal) es posible en esta categoría de definiciones pero no en las categorías
anteriores.
Coady (2007) indica un correlato imperfecto entre estos tipos de violencia y la
ideología política. Del mismo modo que puede establecerse un continuo desde las
definiciones más amplias hasta las más restringidas (o legitimista), también se

8
Título de Capítulo

puede establecer un continuo en la aceptación de las categorías de definiciones


desde la izquierda hasta la derecha. Las definiciones amplias encontrarían una
mejor recepción en posturas políticas de izquierdas. Por un lado, permitirían cata-
logar como violencia no solo a todo tipo de coerción ejercido por un poder esta-
blecido, sino también incluir a cualquier injusticia social, discriminación o de-
sigualdad social. La diferencia entre violencia conservadora, orientada al
mantenimiento del statu quo, y violencia revolucionaria, orientada a la alteración
del statu quo, quedaría difuminada o eliminada.
Las definiciones restringidas, de tipo esencialmente operativo y que enlazan
con facilidad con la percepción cotidiana de la violencia, encontrarían una mejor
recepción en posturas de tipo centrista o liberal. Son definiciones que evitan tanto
la equiparación de violencias de distinto signo como la sacralización de lo legal.
Aceptan mejor la valoración legítima que legal y hacen residir la connotación
ética negativa en la propia experiencia cotidiana del observador.
Las definiciones estrechas están claramente ajustadas a una concepción con-
servadora de la realidad social identificando claramente legal y legítimo. Como
señaló Marcuse, gracias a un tipo de lingüística política, no podemos usar la
palabra violencia para describir las acciones de las fuerzas especiales en Viet-
nam pero sí las de los estudiantes que se defienden de la policía (apud Coady,
2007), o trayéndolo a nuestros días, podríamos calificar de violentas las acciones
de Hamas en el conflicto en la franja de Gaza, pero no podríamos calificar de
violentas las acciones del ejército israelí… hasta que la ONU declarase su ilegali-
dad.
Estas son concordancias políticas genéricas o a priori, pero pueden ser altera-
das en circunstancias concretas. Por ejemplo, es frecuente encontrar posturas con-
servadoras clamando contra la violencia del Estado que impide el libre mercado o
que obliga a abortar. Del mismo modo, se pueden encontrar discursos de izquier-
da justificando la represión estalinista como un modo legítimo de conseguir la
nueva sociedad comunista.

9
Título del Libro o Parte

Categoría de la definición

Amplias Restringidas Legitimistas


(o expansivas) (u observacionales) (o estrechas)

Violaciones mani-
Coerción (física) Coerción manifiesta
fiestas y encubiertas de
derechos manifiesta ilegal

Izquierda Centro liberal Derecha

Concordancia política

Figura 1.X. Categorías de definiciones políticas y su concordancia política

1.1.4. El campo de la violencia

No es intención de los autores proponer una nueva definición, si es que tal cosa
fuera posible ya que con la acumulación existente parece que solo se pueden ha-
cer repeticiones o definiciones ad hoc para propósitos específicos. Por lo que
vamos a cerrar este apartado con una figura comprensiva de lo que se ha entendi-
do por violencia.

10
Título de Capítulo

Fuerza Emociones Normatividad Consecuencias


Uso Gran intensi- Intensidad Fuera de lo Daños
dad normado

Etimología Continua
Violencia
No discursiva

Coerción Daños
Legal /Ilegal Físicos
Definiciones Física/No física
Gran intensidad Legítima/Ilegítima Psicológicos
Sociales
Imposición Posición respecto
del Poder a la norma

Figura 1.X. Resumen del campo de la violencia generado por las definiciones del
término

El campo de la violencia resulta ser bastante coherente. Desde todos los pun-
tos de vista hay una fuerza coercitiva. La intensidad y la naturaleza de esa fuerza
ya es más ambigua. La percepción del lego es que es de gran intensidad, pero los
teóricos gradúan esa intensidad: para muchos no es necesaria esa alta intensidad,
una baja intensidad de la fuerza –una amenaza, por ejemplo- puede tener efectos
similares. La naturaleza física o no física también es ambigua. Tanto para el len-
guaje común como para muchos teóricos, la violencia es física, pero de nuevo hay
teóricos que no aceptan esa restricción y ven tan merecedora de ser etiquetada de
violenta una fuerza física (una patada, un disparo) como una no física, y en este
sentido, las concepciones que se apartan de la fuerza física se acercan más al ejer-
cicio de la fuerza como imposición no discursiva del poder. La violencia para
todos sería el ejercicio del poder no argumentativo, que no intenta convencer o
persuadir, que se impone. Pero para algunos teóricos esta imposición sería brusca
y física, mientras que para otros podría adoptar otras formas que devienen en
imposición, que no aceptan la réplica ya que no buscan el entendimiento aunque
utilicen expresiones verbales (por ejemplo, una humillación sería aceptada como
violenta por algunos teóricos, no es física, es verbal, pero no entra en el juego de
desarrollar argumentativamente la corrección a la realidad y a las normas sociales
de lo manifestado, solo busca el daño de forma no contemplada en las normas
sociales).

11
Título del Libro o Parte

En el uso cotidiano, la violencia se asocia a emociones intensas, tanto referi-


das a alguien que la ejerce (la asociación persona violenta, persona iracunda, a
veces se establece como una sinonimia), como a alguien que las padece (la vio-
lencia de las pasiones). Este uso, en cambio, no es sostenido en las definiciones
teóricas que dejan los asuntos emocionales en un segundo plano.
La relación con la normatividad sí es más uniforme. El lego percibe lo violen-
to como algo fuera de las normas en algún sentido. El teórico precisa esa falta de
normatividad enredándose en algún caso en su consideración para discriminar lo
realmente violento de lo que solo lo es en apariencia. Pero, en cualquier caso, la
calificación de violento exige posicionarse respecto a la normatividad, si no en
términos de legalidad sí en términos de legitimidad.
Finalmente, la consecuencia lógica asociada a la imposición de una fuerza in-
tensa son los daños que provoca. Inicialmente, esos daños son aparentes, visibles:
físicos, pero la complejidad teórica ampliará a daños de otro tipo, en primer lugar
psicológicos, y para los más expansivos sociales.
Si retomamos los criterios de Pantara –normativo, teórico y descriptivo- ve-
mos como la violencia, la defina quien la defina, es un ejercicio de imposición de
poder que, por su intensidad o consecuencias, tiene que dar cuenta ante algún tipo
de legitimidad, ya que va contra el deseo o la voluntad de quien sufre la violencia,
–criterio normativo-, dependiendo de la propuesta concreta mostrará unos límites
en su inclusividad –criterio teórico- y se adecúa con bastante comodidad a lo que
el lego percibe como violento –criterio descriptivo-. Lo cual podemos resumir en
el siguiente cuadro

Violencia

Imposición de poder
Perpetrador Objetivo

Intención de coartar o Resistencia (Deseo de no


coaccionar ser coartado o coaccionado)

Figura 1.X. Esquema resumen del núcleo del concepto de violencia

12
Título de Capítulo

1.2. El concepto de agresión

Para tratar de comprender el concepto de violencia es inevitable abordar el con-


cepto de agresión. Son términos muy cercanos, a veces utilizados para definirse
mutuamente (DRAE: Agresividad: Tendencia a actuar o a responder violenta-
mente), a veces tratados como sinónimos. Por ello, la revisión del concepto de
agresión tendrá que dilucidar en qué medida son intercambiables y en qué medida
no, y en este caso, delimitar en la medida de lo posible cuando es correcto usar
uno de los términos y no el otro.

1.2.1. El uso del término agresión

Los diccionarios son más escuetos con el término agresión que con el de violen-
cia. Así, encontramos definiciones bastante similares en los diccionarios de refe-
rencia como el DRAE m el Merriam-Webster o el Collins. En todos hay alguna
acepción para la agresividad humana personal, una o dos, y otra para la agresivi-
dad como nación. Entre las primeras encontramos Acto de acometer a alguien
para matarlo, herirlo o hacerle daño (DRAE) o Conducta o actitud hostil, injuriosa
o destructiva (Merriam-Webster), Conducta o actitud mental hostil o destructiva
(Collins). Todas ellas suponen la acción de alguien que provoca un daño en otro.
La inclusión de términos como matarlo, junto a hacerle daño, u hostilidad o des-
trucción permiten pensar que el daño recibido es no deseado por quien lo experi-
menta. Otro conjunto de acepciones completan esta agresión personal: acto con-
trario al derecho de otra persona (DRAE), Procedimiento o acción enérgica
especialmente cuando es para dominar (Merriam-Webster), Cualquier práctica o
actividad ofensiva (y aclaran: una agresión contra la libertad personal (Collins).
En estos casos la consecuencia de la agresión son los derechos o la libertad de la
persona, por contraste suponemos que las primeras acepciones recogidas se orien-
tan al daño físico de la otra persona. Por lo tanto la agresión tendría como objeto
causar daño de cualquier tipo a otra persona. De forma generalizada, se recoge
una acepción sobre el ataque (sin declaración previa, que supone violación de la
integridad territorial o no provocado) de una nación contra otra, que, en el nivel
de las naciones, sería una mezcla de las dos aplicadas a las personas: provocación
de daños físicos y violación de derechos. En los diccionarios ingleses se incluye
el que se pueda hablar de actitud (outlook –Merriam-Webster-, mental attitude –
Collins-) mientras que en el español solo se hace referencia explícita a comporta-
mientos o acciones (acto de acometer, ataque armado) solo quedando un margen

13
Título del Libro o Parte

a un acto no exclusivamente físico en la ambigua expresión acto contrario al


derecho…

Comportamiento o hostilidad, destrucción Daños


actitud enérgica Físicos o no

Agresión

Figura 1.X. Campo semántico, según los diccionarios, de la agresión

En la etimología de agresión, los autores no se apoyan en los poetas griegos y


su sentido parece bastante claro en la procedencia de aggredere: avanzar contra
(algo o alguien). Revisando otros términos derivados de la misma raíz latina qui-
zá se destaque mejor su sentido. El participio pasado del verbo latino gradi (ca-
minar, dar pasos) es gressus, y del cual se formaron diversos términos en las len-
guas romances. Así, del dar pasos hacia adelante surgió pro-greso, y de dar pasos
hacia atrás re-greso, de alejarse de algo o alguien: di-gresión, de entrar en algún
lugar: in-greso, de la de caminar juntos hacia un punto de reunión: con-greso y de
la de ir en sentido opuesto al de otra persona: a-gresión3.
En ninguno de los diccionarios referenciales consultados se recoge alguna
acepción positiva del término agresión, ni se deduce de su origen etimológico, y,
sin embargo, es muy popular coloquialmente, con el sentido de gran asertividad
(ejecutivo agresivo, vendedor agresivo, etc.). De hecho, el uso del término agre-
sión es mucho más amplio de lo que los diccionarios nos muestran: abarca todo
ese abanico desde comportamiento destructivo hasta asertividad. No extrañan
expresiones como la agresión que sufrió a manos de su pareja le produjo lesiones
irreversibles, se encontraba incómodo en su trabajo porque su compañero se
dirigía a él en un tono agresivo, es un tiburón en los negocios: es un empresario
muy agresivo, es difícil que no sea el mejor en ventas: es un vendedor muy agre-
sivo.
El rango de significados no sigue un continuo sino que desplaza el sentido
desde la referencia al poder a la asertividad. En los primeros ejemplos se supone
un poder en la persona que realiza la acción. Poder que puede ser físico (la pareja
que causa lesiones) o posicional en una estructura (el tono agresivo del compañe-

3
Ver: www.elcastellano.org

14
Título de Capítulo

ro tiene que apoyarse en algún tipo de poder que la víctima no puede contrarres-
tar, ya se deba a un mayor estatus profesional, a una popularidad entre el resto de
compañeros o a un apoyo de determinados superiores jerárquicos). En los dos
últimos ejemplos sería forzar el significado de poder al poder por competencias o
habilidades, en lugar de eso la agresividad referida se apoya en la capacidad que
tienen esas personas para realizar una actividad enérgicamente y con la suficiente
intensidad y continuidad que les permita obtener logros que de otra manera serían
muy difíciles, si no imposible, de conseguir
Pero el lenguaje aquí hace una pequeña trampa. Esa diferencia de uso se suele
marcar en el lenguaje: mientras que las agresiones como actos se relacionan con
el sentido negativo, destructivo, del término, la agresividad como actitud o rasgo
se puede relacionar tanto con el sentido positivo como con el negativo. Así, se
puede decir le agredió al salir de la reunión, con el sentido evidentemente nega-
tivo de le provocó daños; pero no se puede decir le agredió vendiéndole una enci-
clopedia, con el sentido positivo de le acabó convenciendo de que la comprase.
Pero, por otro lado, sí se puede decir el jugador demostró tanto agresividad en el
campo que acabó expulsado, con sentido negativo: su comportamiento excedía
los límites aceptables de intensidad establecidos como normativamente acepta-
bles; y también se puede decir la agresividad de sus técnicas de venta le hacen
obtener grandes resultados para la empresa, con el sentido positivo de energía,
intensidad, persistencia en las técnicas de venta utilizadas.
La relación que hay entre agresión y agresivo no es la misma que hay entre
violencia y violento. Mientras que entre violencia y violento se mantiene de un
modo u otro la negatividad asociada al daño o exceso asociado a la violencia, en
el caso de agresión/agresivo el primer término tendría un solo polo (negativo)
mientras que el segundo tendría una dualidad que se muestra según se acerque
más al ejercicio hostil del poder (negativa) o a la intensidad de la asertividad.

15
Título del Libro o Parte

poder Daños
Físicos o no
hostili-
dad, des-
trucción
Comportamien- Agresión/
to o actitud enérgi- Agresivi-
ca dad
intensi-
dad, persis- Logro
tencia con especial difi-
asertivi-
dad cultad
Figura 1.X. Campo semántico, según el uso, de la agresión

1.2.2. Propuestas de definiciones sobre agresión

Un concepto como el de agresión ha generado una gran cantidad de propuestas de


definición desde distintas perspectivas científicas. Van der Dennen (1980) recoge
106 en su revisión, algunas de ellas tan dispares como Proceso consciente de
coerción contra el entorno físico, otros animales o humanos por un individuo o
un grupo de personas (Tiger, 1969, apud van der Dennen, 1980) o Conducta cuyo
fin deliberado es matar o causar serios daños a otro ser humano (Prosterman,
1972, apud van der Dennen, 1980).
La clasificación u ordenación de las distintas propuestas sigue criterios dispa-
res, pero, en aras de la simplificación, se podría forzar una agrupación respecto a
tres ejes, que a veces han sido utilizados como elementos constituyentes y veces
como tipos diferenciales de modelos explicativos. Estos tres ejes son el biológico,
el psicológico y el del entorno.
Alrededor del eje biológico se agrupan definiciones que recogen los aspectos
de la agresión más vinculados a la evolución animal y a la lucha por la supervi-
vencia. Por ejemplo desde la etología, Konrad Lorenz define la agresión como el
instinto de lucha en las bestias y los hombres, que se dirige contra miembros de
la misma especie (Lorenz, 1966). Este instinto de lucha no es necesariamente
negativo, sino que se vincula a la supervivencia: la lucha puede ser tanto para
conseguir recursos necesarios (comida) como para proteger a la prole. La base de
ese comportamiento, desde el punto de vista etológico, no difiere mucho entre
animales y seres humanos. Lo cual no supone negar la adaptación de este instinto

16
Título de Capítulo

de lucha a las condiciones a las que ha evolucionado el ser humano: ya no suele


ser necesario luchar físicamente por conseguir alimentos, ni defender el territorio
de depredadores; la adaptación para tener una posición de ventaja en la actualidad
puede relacionarse más con el logro de una posición social o la defensa de la pro-
le quizá se manifieste más en un encuentro airado con un tutor escolar que ha
castigado o suspendido a un hijo. Evidentemente, son comportamientos alejados
de los de la mera supervivencia, pero, afirman los etólogos, sin que haya una ce-
sura radical entre aquellos y estos.
Además de esta postura holística en la consideración de la agresión en los se-
res humanos como un instrumento general de la adaptación, son numerosos los
trabajos que tratan de desentrañar los mecanismo neurológicos y biológicos que
subyacen a la agresión, especialmente en la agresión denominada reactiva que,
por su falta de control, parece responder a reacciones basadas en mecanismos
biológicos más que en ningún tipo de elaboración psicológica (Nelson y Trainor,
2007).
El eje psicológico recoge los aspectos vinculados a disposiciones diferencia-
das entre unos individuos y otros, ya sea por estabilidad comportamental o por
respuestas diferenciales ante los mismos estímulos. En estos casos los elementos
psicólogicos en juego son múltiples, desde emociones generadas hasta elabora-
ción cognitivas de la situación.
La estabilidad del comportamiento agresivo y, por lo tanto, su consideración
de rasgo estable o hábito adquirido es un elemento que cíclicamente tiene presen-
cia y tratamiento en los medios. La posibilidad de identificación de perfiles de
personas que facilitan reconocer a aquellas que tienen mayor probabilidad de
desarrollar conductas agresivas parece un deseo defensivo más que una aspiración
científica.
Los estudios sobre estabilidad de la agresividad en los sujetos son contradic-
torios y pueden encontrarse los que indican que hay una continuidad moderada
(Huesmann, Dubow y Boxer, 2009), mientras que otros destacan que una propor-
ción substancial de los jóvenes que manifiestan comportamientos agresivos desis-
ten de ellos en su adultez (Loeber y Hay, 1997) y en algunos estudios se encuen-
tran evidencias tanto para la estabilidad como para el cambio: muchos individuos
nunca muestran niveles altos o moderados de agresión, otros muestran agresión
física tanto en la infancia como en la adolescencia, pero desisten al llegar a adul-
tos, otros solo muestran conducta agresiva como adultos y un pequeño grupo
muestra estabilidad en la agresión en la infancia, en la adolescencia y en la adul-
tez (Piquero, Carriaga, Diamond, Kazemian, 2012).
Dentro de los aspectos psicológicos se encuentra la identificación del dispara-
dor de la conducta agresiva en elementos internos frente a los elementos externos

17
Título del Libro o Parte

del ambiente. Ahí pueden considerarse desde disposiciones propias de la personas


en forma de rasgos estables a elementos emocionales. En este sentido, ocupa un
lugar destacado la actualización que Berkowitz hizo en los años sesenta de la
conocida Teoría de la Frustración-Agresión de Dollard, Miller, Doob, Mowrer, y
Sears del año 39 (Berkowitz, 1969). Si la propuesta original establecía una rela-
ción simple entre la conducta de agresión y el antecedente de frustración, que fue
evolucionando a una mayor complejidad de la relación entre frustración y agre-
sión, será Berkowitz el que la revitalice señalando como elemento mediador ex-
plicativo de la relación entre la frustración y la agresión a las emociones, y con-
cretamente a la ira. Una frustración que provoca en una persona elementos
emocionales negativos como la ira sí es probable que genere una respuesta de
agresión, en caso contrario no.
En el tercer eje, el del entorno, se encuentran múltiples elementos que han si-
do considerados esenciales para entender la agresión. Desde la identificación de
estímulos que realizó Moyer en los años sesenta (depredadora, por miedo, induci-
da por irritación, territorial, maternal, e instrumental -Moyer, 1969 apud Liu,
2004-) al aprendizaje de los modelos de comportamiento a los que se expone la
persona (Bandura, 1973).
En este sentido, Delgado (1971, apud van der Dennen, 1980) propone la si-
guiente definición: La agresividad humana es una respuesta conductual, caracte-
rizada por el ejercicio de la fuerza en un intento de perjudicar o dañar a perso-
nas o propiedades. Este fenómeno debe analizarse en sus tres componentes a) las
circunstancias del entorno, incluyendo económicas, ideológicas, políticas, socia-
les, y familiares que están afectando al individuo, b) recepción de esta informa-
ción del entorno por vías sensoriales y su interpretación por mecanismos cere-
brales que provocan sentimientos emocionales y respuestas conductuales; c)
realización de respuestas individuales o sociales que constituyen las manifesta-
ciones observables de la violencia. En su propuesta, Delgado no parece diferen-
ciar entre agresión y violencia, aunque lo hará más adelante: es una cuestión de
grado (la violencia es una forma extrema de la agresión, dirá), pero eso lo abor-
daremos más adelante. Ahora cabe destacar cómo la agresión, para Delgado, aun-
que es una conducta, es fundamentalmente una respuesta, es decir una reacción a
un entorno. El individuo procesará la información del entorno para dar esa res-
puesta, pero deben darse esos elementos del entorno que provocarán en el indivi-
duo la conducta agresiva. El foco, por tanto, se desplaza a los elementos externos
al individuo.
Se podrían resumir las propuestas de definición de la agresión teniendo en
cuenta estos tres ejes en el siguiente cuadro.

18
Título de Capítulo

Conexión con lo animal/evolutivo


Eje Biológico
Supervivencia. Ventaja respecto a congéneres

Emociones
Eje Psicológico Elaboración cognitiva
Disposición/rasgo: estabilidad

Eje del Entorno Disparadores externos


Aprendizaje de modelos/Socialización

Figura 1.X. Resumen de los ejes de las definiciones del término agresión

Sin embargo, estos ejes aunque acotan el campo de la agresión quizá desvíen
un tanto la pretensión de definir el concepto. El eje biológico nos recuerda que no
podemos olvidar nuestra continuidad con otros seres vivos; el psicológico que
somos seres complejos que (casi) no emitimos respuestas automática sino media-
das por procesos emocionales y cognitivos y que somos seres dotados de conti-
nuidad identitaria (en la que nos reconocemos y se nos reconoce y en la que pue-
de entrar, o no, la agresión); finalmente, el eje social enfatiza el papel de los
estímulos en la emisión de respuestas y la ineludible socialidad del ser humano.
Pero esos ejes también son válidos para multitud de aspectos.
Tratando de centrar la definición de agresión, podemos cuestionar el uso coti-
diano de agresividad para considerarlo en la definición de agresión. Un compor-
tamiento agresivo que se refiere a un logro asociado a un desempeño intensivo,
persistente, con uso generoso de energía y que se vincula a la asertividad difícil-
mente se denominará agresión, pero sí entrará en la agresividad. Por ejemplo, un
vendedor de un producto a domicilio que utiliza tácticas apoyadas en una gran
insistencia, en un bombardeo de datos, de ofertas sucesivas… puede ser conside-
rado un vendedor agresivo, pero es extraño que un posible cliente considere que
su comportamiento haya representado una agresión.
Esto nos reduce el término agresión al comportamiento enérgico que produce
daños por el ejercicio del poder de modo hostil o destructivo, la mitad del campo
de uso semántico de la agresión señalado más arriba. Ahora bien, en ese campo
semántico de la agresión hay dos aspectos implícitos a considerar. La agresión
siempre es un comportamiento o una conducta. Puede ser como respuesta a un
estímulo, pero no es un mero reflejo: hay una utilización intencional de un esfuer-

19
Título del Libro o Parte

zo, al menos moderado, para provocar un daño. Es, por tanto, una conducta inten-
cional.
Van der Dennen (1980) considera que la intencionalidad no es necesaria para
la calificación de agresión, sin embargo los ejemplos que pone no son consisten-
tes. Por ejemplo, se refiere a la agresión de un niño que está llorando o patalean-
do, o a la de una unidad de policía que se defiende de un ataque de una guerrilla
urbana. En ambos casos la intencionalidad de emitir la conducta y provocar daños
en los posibles receptores parece indiscutible, lo que puede no haber es una moti-
vación específica para causar una daño concreto en un persona concreta. Y, como
consecuencia, el niño puede asustarse si la consecuencia es que le ha roto las ga-
fas a su abuelo o los policías ven que han causado la muerte de unos adolescentes
solo armados de su bravuconería.
Anderson y Bushman (2002) introducen un matiz importante en la clarifica-
ción de la relación de la intencionalidad con la agresión. Señalan que para que
una conducta sea considerada agresión debe tener la intencionalidad de dañar a un
objetivo próximo, mientras que los daños como objetivo último van a servir para
diferenciar entre tipos de agresión. Por ejemplo, dos personas van a subir a un
autobús y una de ellas golpea intencionalmente a la otra con el codo en las costi-
llas. Supongamos dos situaciones para ese ejemplo: a) apenas hay sitio en el auto-
bús y solo la primera que logre subir viajará; b) las personas se conocen y tienen
rencillas habituales entre ellas. En ambos casos, podemos hablar de agresión (ob-
jetivo inmediato: causar daño a la otra persona), pero son agresiones diferentes
(en el primer caso la persona agresora hubiese golpeado a cualquiera ya que su
objetivo último es subir al autobús; en el segundo caso la persona agresora solo
golpearía a esa persona porque su objetivo último es perjudicarla de la manera
que pueda en cada momento).
La precisión de Anderson y Bushman nos lleva al segundo de los aspectos
implícitos, que es el daño provocado. La agresión siempre intenta provocar daños.
Aquí la diferencia entre el daño real y potencial como criterio para considerar un
comportamiento como agresión no es tan nítido. Si alguien lanza un puñetazo a
otra persona y le golpea, no hay duda de que es una agresión, pero ¿y si la posible
víctima lo esquiva? Nos encontramos con una diferencia de uso. En el lenguaje
cotidiano probablemente digamos que intentó agredirnos, pero no lo consiguió
porque estuvimos ágiles4; pero en el lenguaje científico no tendría sentido cam-
biar la calificación de un comportamiento solo porque ha fracasado, probable-
mente diremos que ha sido una agresión fallida, pero, sin duda, una agresión.

4
Es evidente que las referencias al uso del lenguaje van vinculadas a un idioma concreto,
en este caso el español.

20
Ficha de Cátedra – Psicología Social I (35)
Facultad de Psicología – Universidad de Buenos Aires

Factores Protectores en
Salud Mental:
Bienestar Psico-Social.
Matias Mandelbaum.
Contenido

Introducción ............................................................................................... 2

Antecedentes del concepto ......................................................................... 4

Principales modelos teóricos del bienestar ................................................. 5

Relación entre Psicología Social y bienestar como factor protector de la

salud mental ............................................................................................. 10

Bienestar: Impacto en la calidad de vida................................................... 14

Conclusiones ............................................................................................ 15

1
Introducción

Desde los inicios de la psicología a fines del Siglo XIX hasta el correr de nuestro

tiempo la mayoría de las corrientes hegemónicas de la psicología han puesto el acento

de la práctica en lo sintomatológico, patológico o bien en aquellas acciones que generan

consecuencias adversas a la salud mental de la población. En relación, es menor lo que

se ha desarrollado e investigado sobre la promoción primaria de la salud y los factores

que promueven la salud mental.

En la actualidad, cada vez son mayores las investigaciones que exploran

diferentes prácticas y constructos que se relacionan con aquellos factores que

promueven la salud y que previenen la enfermedad, el bienestar psicológico y social son

parte de ella. Ambos constructos los vamos a desarrollar en el presente escrito con el

fin de realizar una exposición de delimitación conceptual, operacional y epistemológica

de ellos. También hay otros factores protectores de la salud mental como la resiliencia

(Vanistendael, 2015; GonzálesArratia, 2016; Ortega & Mijares, 2018), el optimismo

(Park & Paterson, 2008; Seligman, 2001; Paterson, 2000), las fortalezas de carácter

(Seligman, 2005), la esperanza (Snyder, 2000), el amor (Romagosa & Albizu Miranda,

1986) y la inteligencia emocional (Góngora & Casullo, 2009) que cumplen con la tarea

de promover la salud mental de la población.

Para la Organización Mundial de la Salud (OMS) “La salud mental es un estado

de bienestar mental que permite a las personas hacer frente a los momentos de estrés de

la vida, desarrollar sus habilidades, poder aprender y trabajar adecuadamente, y

contribuir a la mejora de su comunidad” (OMS, 2022). Desde esta perspectiva, la

exploración del bienestar cobra vital importancia para la psicología social ya que es un

estado que se presenta como condicionante de salud mental y sucede en un contexto de

2
interacción, entre las personas y su entorno. Afecta la conducta, los comportamientos y

la cognición.

No hay un significante universal para definir a la salud mental, por ende, su

definición va a depender de la cultura, sociedad, época histórica y campo de estudio que

la interpele. El presente escrito adhiere a la definición de salud mental divulgada por la

OMS (2022) la cual concibe a la salud mental como un proceso dinámico y complejo

donde encontrarse saludable es mucho más que la mera presencia o no de un

padecimiento mental.

Asimismo, este trabajo se encuentra encuadrado bajo el enfoque salugénico, el

cual brega por evitar la enfermedad e incrementar el bienestar,es orientado hacia el

desarrollo de las potencialidades, la prevención de la enfermedad, la promoción de la

salud y el análisis del funcionamiento humano saludable (Gancedo, 2008). El enfoque

salugénico no niega ni deja de lado la psicopatología, lo traumático ni las adversidades

de la vida.Sino que también incluye en su desarrollo teórico-práctico aspectos que

promueven la salud mental y sirven como agentes en tareas de prevención y promoción.

(Seligman, 2005, 2012; Ingram & Snyder, 2006; Góngora & Casullo, 2009; Gable &

Haid, 2005; Park & Paterson 2006; Sheldon et al., 2006)

Por lo expuesto, se tiene como objetivo explorar al bienestar psicológico y social

como factores protectores de salud mental, considerando que disponen de un carácter

salugénico y que operan como agentes en tareas de prevención y promoción. Desde un

enfoque epistémico donde se alude a salud mental no sólo como ausencia

sintomatológica sino también como un estado de bienestar. Dicho estado, se alcanza en

un intercambio armónico y sano con el contexto que rodea al individuo, dándose un

proceso dialéctico entre lo más subjetivo y lo objetivo, acción compartida en un mundo

que dispone, pero también predispone en el intercambio con las redes que habitamos.
3
Antecedentes del concepto

Los antecedentes sobre bienestar los encontramos en los conceptos desarrollados

por los filósofos empiristasde la antigua Grecia, primordialmente por Epicuro (341 a.C-

270 a.C.) y Aristóteles (384 a.C.- 322 a.C.) en la noción sobre el hedonismo y

eudaimónia respectivamente, términos que se encuentran íntimamente ligados a la

explicación de la felicidad. Siendo ella representada por la presente corriente como la

tranquilidad, imperturbabilidad y serenidad en el almapero con ausencia de dolor en el

cuerpo (Robinson, 1999).

El hedonismo, que es la doctrina filosófica a la cual adhiere Epicuro, aborda a la

felicidad desde una perspectiva efímera. La cual, se puede experimentar en los placeres

de la vida que se perciben practicando actividades que resultan gratificantes y estimulan

los sentidos. Sucede en contextos favorables y la dirección es hacia el rodeo de las

necesidades, no suelen tener un horizonte temporal extenso, sino más bien tiene la

característica de ser momentánea, pero con una carga emocional de alta intensidad. Es

una doctrina que procura evitar los excesos, otorga un lugar primordial al placer y a

evitar el dolor como propósito de la existencia. Reconoce que los placeres que

satisfacen al alma son superiores a los que satisfacen al cuerpo, siendo el cultivo de

ambos necesarios para llegar a un estado de felicidad.

En Ética nicomáquea (349 a.C.) Aristóteles expone sus reflexiones sobre la

eudaimónia. Es una felicidad que se encuentra ligada a la virtud, la autorrealización, la

sabiduría y se basa en las construcciones a largo plazo. En el tratado, Aristóteles

desarrolla tres vías de acceso a la felicidad. Por un lado, se encuentra la vida del placer

donde la felicidad se descubre en la satisfacción de los impulsos. La segunda, es una

vida de actividad política donde media el honor en relación con aquello que implica el

4
saber, el conocimiento y el juzgar. Por último, es la vida contemplativa que trata de la

observación atenta y pausada de la realidad sin juzgar. Donde se actúa en base a la razón

y se comprende que la felicidad es un fin en sí mismo. Para Aristóteles la felicidad

eudaimónica es la que brinda el mayor bienestar, siendo ella el bien más elevado o

supremo para los seres humanos, implica de esta manera actividad exhibiendo virtud

conforme a la razón. Por ende, el bienestar es logrado por el desarrollo de las

potencialidades humanas ya que intermedia la actividad racional y obedece a la lógica

de la virtud, aun pasando en el proceso por circunstancias adversas (Robinson, 1999).

Principales modelos teóricos del Bienestar

Bienestar Psicológico

A partir de la finalización de la segunda guerra mundial y durante nuestra era,

fueron psicólogas y psicólogos sociales quienes retomaron el concepto de bienestar.

Exploraron la relación entre el constructo y diferentes variables, principalmente con las

que atañen al campo de la salud mental.

Entre las psicólogas sociales precursoras en el estudio del bienestar encontramos

a Marie Jahoda (1958) quien realizó numerosos aportes al campo de la psicología social.

Entre las investigaciones más relevantes encontramos sus estudios sobre el prejuicio,

publica en 1950 “Antisemitismo y trastorno emocional: una interpretación psicológica”.

También fue una de las pioneras en el estudio del tema que nos atañe: investiga la

relación entre bienestar y salud mental. Crea un modelo de “salud mental positiva”

(1958) compuesto por seis criterios que abordan el tema en cuestión. Siendo ellos: las

actitudes hacia sí mismo, el crecimiento y el desarrollo, la integración, la autonomía, la

percepción de la realidad y el dominio del entorno. La limitación del modelo de Jahoda

(1958) es que no ha desarrollado una escala que evalué el constructo referente a “salud
5
mental positiva”, no obstante así, se presenta como un punto de partida para el estudio

de la relación entre bienestar y salud mental.

Carol Ryff (1989) es una de las máximas referentes en el estudio del bienestar, lo

define a partir de factores no hedónicos y es abordado desde un carácter

multidimensional considerando aspectos del contexto, sociales, psicológicos y

comportamentales. Desarrolló un modelo de seis dimensiones que representa al

bienestar psicológico, como así también una escala para medirlo. Las dimensiones son:

autoaceptación, relaciones positivas con otras personas, autonomía, dominio del

entorno, propósito en la vida y crecimiento personal. Es un modelo que pone el acento

del abordaje sobre el bienestar desde factores más subjetivos centrándose en variables

psicológicas del individuo, pero sin dejar de lado el contexto. En investigación sobre

bienestar psicológico es asiduamente utilizado ya que dispone de una escala para

cuantificar el constructo, siendo ella la “escala de bienestar psicológico” (EBP)

compuesta por un instrumento de 39 ítems de autoadministración. Constituyéndose de

esta manera una forma de evaluación objetiva del constructo. Fue traducida a más de 25

idiomas y es aplicada en numerosos campos de investigación científica en relación al

bienestar.

Mihály Csíkszentmihályi (1998) teoriza sobre bienestar psicológico desde un

enfoque eudaimónico, el autor lo relaciona con experiencias óptimas llamadas “flow”.

Las describe como un estado que se genera al realizar actividades de alta dificultad,

pero en las cuales las personas tienen altas habilidades para responder a ellas. Generan

un sentir positivo y de felicidad en el momento de practicarla como así también una

sensación de que el tiempo se detiene durante el lapso de práctica de la actividad, de

esta manera, el sentido de duración del tiempo se altera.

6
Hemos visto como describen las personas las características comunes de

la experiencia óptima: Una sensación de que las propias habilidades son

adecuadas para enfrentarse con los desafíos que se nos presentan (…) La

concentración es tan intensa que no se puede prestar atención a pensar en

cosas irrelevantes (…) La conciencia de sí mismo desaparece, y el sentido

del tiempo se distorsiona. Una actividad que produce tales experiencias es

tan agradable que las personas desean realizarlas por sí mismas, y se

preocupan poco por lo que van a obtener de ellas (Csíkszentmihályi,

1998, p. 115).

Es un enfoque que pregona por el desarrollo de las virtudes y fortalezas de las

personas, logrando así las diferentes metas que se propongan y teniendo, en última

instancia, un estado de sentido y propósito en la vida. Generando de esta manera

bienestar psicológico.

En Argentina, fueron María Martina Casullo y Alejandro Castro Solano (2000)

los precursores en investigación acerca del bienestar psicológico. Instalaron la discusión

sobre el constructo en el ámbito académico de la región latinoamericana. Desarrollaron

la primera escala para la evaluación del bienestar psicológico (BIEPS) validada en

población Argentina, tomando de base la escala de Carol Ryff (1989). Desarrollan 20

ítems que evalúan las áreas de control de situaciones, vínculos psicosociales, proyectos

y aceptación de sí. Logrando una confiabilidad de la escala muy aceptable del 0.74.

Relacionaron la escala de bienestar con una serie de variables, hallando una correlación

negativa entre bienestar psicológico y presencia de síntomas psicopatológicos, a mayor

presencia de ellos se evidenciaba menor presencia de autopercepción de bienestar

psicológico, siendo las áreas más afectadas las de vínculos psicosociales y aceptación

(Casullo & Castro Solano, 2000). Era una época donde reinaba en el mundo académico

7
una serie de opiniones y teorías acerca del bienestar pero con baja contrastación

empírica, por lo que la investigación llevada a cabo por ellos fue de gran referencia para

el estudio del bienestar en nuestra región. En ese momento, se carecía de un marco

teórico referente para la investigación sobre el bienestar, años más tarde Martin

Seligman (2002) crea la psicología positiva, ofreciendo de esta manera un marco teórico

referente para este tipo de investigaciones.

Martin Seligman (2002) propone una teoría del bienestar basada en un modelo

de cinco componentes llamado PERMA en alusión a la letra inicial 1 de cada

componente: emociones positivas, compromiso, relaciones positivas, sentido y logros.

Trabajar sobre cada uno de ellos y potenciarlos es la forma para Seligman de aumentar

el bienestar psicológico. Seligman (2002, 2005, 2011) al ser uno de los máximos

referentes de la psicología positiva elabora una serie de teorías, intervenciones y

prácticas con el fin de aumentar los niveles de bienestar, entre las más recurrentes es el

trabajo sobre las virtudes y fortalezas de las personas.

Huppert y So (2013) desarrollaron el concepto de “flourishing” para medir el

bienestar. La construcción de este concepto es desde la “otra cara de la moneda” al

paradigma de “salud-enfermedad” el cual considera a la salud como ausencia de

enfermedad. Los autores toman aquellos indicadores diagnósticos para trastorno

depresivo mayor y ansiedad generalizada del DSM IV y los reescriben pero desde un

lado saludable, enumeran diez de esos indicadores del sentirse bien para poder

diagnosticar un estado del bienestar en las personas.

Bienestar Social

1
En inglés los cinco componentes: Positive emotions, engagement, relationships, meaning and purpose,
accomplishment.

8
Ahora bien, en cuanto al abordaje del bienestar social nos centramos en los

estudios de Corey Keyes (1998, 2002) sobre el presente constructo. Es definido como

“la valoración que hacemos de las circunstancias y el funcionamiento dentro de la

sociedad” (Keyes, 1998, p. 122). El presente modelo toma en consideración al individuo

como partícipe en el entramado social y que es mediado por un contexto que lo

interpela. Se encuentra determinado por cinco áreas que lo componen que

desarrollaremos a continuación. La integración social: la cual es definida como “la

evaluación de la calidad de las relaciones que mantenemos con la sociedad” (Keyes,

1998, p. 122). El autor considera que las personas con altos niveles de bienestar social

se sienten parte de la sociedad y generan vínculos variados con la familia, amigos,

compañeros de trabajo y con la comunidad vecinal. La aceptación social: es el

sentimiento de pertenencia a grupos sociales que integra la persona con aceptación y

actitudes positivas hacia los demás integrantes, tales como la honestidad y la

amabilidad. Aceptando los aspectos positivos y negativos de la vida, los cuales son

indicadores de salud mental. La contribución social: se encuentra referida al sentimiento

de utilidad, en el cual la persona se siente un integrante de la sociedad, que dispone de

algo de valor para ofrecer al mundo que integra. La actualización social: es la

concepción de que la sociedad y las instituciones que la conforman son dinámicas y

permeables. Las personas se mueven en una determinada dirección a fin de conseguir

metas y objetivos que le van a presentar resultados beneficiosos, ofreciendo de esta

manera oportunidades de crecimiento. Y por último, la coherencia social: es la

percepción de que el mundo dispone de una lógica de funcionamiento donde se presenta

coherente y predecible.

Este constructo de “bienestar social” desarrollado por Keyes (1998) es

cuantificable ya que desarrolló un instrumento de medición: escala de bienestar social

9
(SWB). La cual evalúa la percepción que tienen las personas sobre las cinco áreas que

lointegran y es asiduamente utilizada en investigaciones del campo de la psicología

social sobre el bienestar social.

Relación entre Psicología Social y bienestar como factor protector de la salud

mental

Durante el siglo XX la psicología social se afianzó como disciplina, estudiando

una serie de procesos psicosociales, entre ellos el bienestar. Para Allport (1954) la

definición de psicología social es un “intento de comprender y explicar cómo el

pensamiento, el sentimiento y la conducta de las personas individuales resultan

influidos por la presencia real, imaginada o implícita de otras personas” (p. 31). En

consecuencia, vamos a recorrer en el presente apartado la relación entre psicología

social y bienestar en un contexto determinado, con sus elementos y lógicas de

funcionamiento que lo integran para ir dilucidando la relación que nos incumbe y

comprender, a la vez, el bienestar como un factor protector de la salud mental.

Considerando, que la intervención psicosocial es una disciplina de la psicología

social que trata de comprender, predecir y accionar a partir del cambio social sobre la

conducta social de la población con el fin de aumentar los niveles de bienestar de las

personas, grupos y comunidades (Blanco & Rodriguez. 2008; Blanco & Valera 2007).

Que ello dispone de una serie de efectos sobre las redes sociales que habitan las

personas y que, en consecuencia,repercute en sus grupos y subgrupos; beneficiando de

esta manera cambios a nivel cognitivo, afectivo, comportamentales y sociales sobre las

redes que estructuran a una sociedad (Villalba Quesada, 1993; San Juan, 1996; Sluzki,

1996; Ceberio, 2013).

10
Los factores protectores de la salud mental son recursos con los que cuentan las

personas que sirven como dique de contención ante las adversidades de la vida,

situaciones de riesgo y vulnerabilidades emocionales. A su vez, cumplen con la función

de regular el estrés, asistir al manejo emocional de manera más adaptativa, considerando

que su desarrollo permite fortalecer las virtudes y capacidades de las personas (Amar et

al., 2003). De esta manera, se constituyen como agentes en la promoción de la salud

mental y la prevención de las afecciones de salud mental. En momentos de mayor salud

su promoción incide en la reducción preventiva de la patología y en momentos de

enfermedad el fortalecimiento también es saludable ya que tiende a aumentar los niveles

de salud mental, reduciendo de esta manera la patología (Góngora & Casullo. 2009).

Fortalecer los factores protectores de la salud mental implica una adaptación más

eficiente a las condiciones vitales que imperan en el contexto que habitan las personas

(López et al., 2019) y aportan consecuencias significativas en el entramado social.

Baron y Byrne (1994) proponen que la tarea de la psicología social es

comprender por qué y cómo las personas se comportan, piensan y sienten en situaciones

que comparten con otras personas en un entorno determinado. Para ello, cobra vital

importancia explorar aquellos factores que disponen de incidencia sobre la forma en que

las personas sientan, piensan y se comportan. En este caso, podemos considerar que el

bienestar entra en relación directa con ellos. Numerosas investigaciones dan cuenta que

altos niveles de bienestar psicológico correlaciona con mayor concentración, felicidad,

emociones placenteras, pensamientos positivos, empatía, realización de diferentes

acción comportamentales enfocadas en las capacidades en función de la persona misma

pero también mayores conductas altruistas y prosociales (Gutierrez, et al., 2022;

Gonzalez Gonzalez& Betancourt Ocampo, 2021; Csíkszentmihályi, 1998; Park &

Paterson, 2008; Seligman, 2005; Fredrickson, 2001).

11
Contexto

El análisis del contexto en el cual estudiamos el presente constructo es de suma

importancia; no hay fenómeno social que no se encuentre interrelacionado con el

contexto que comparte. Ahora bien, el contexto es el entorno natural y social o

sistémico (Bateson, 1985; Ceberio & Watzlawick, 1998; Morin., 1994; Watzlawick &

Ceberio, 2008). Contexto en tanto y en cuanto conjunto de circunstancias, de entorno,

sobre cualquier índole en el que sucede un hecho y que le da un significado e

interpretación particular. Contexto como escenario o teatro de operaciones donde las

personas le brindan significado a las acciones de la vida, siendo aquello que enmarca y

rodea a los acontecimientos de la vida cotidiana.

Una de las aristas del contexto es la cultura, entendida como un sistema de

significados e información que es trasmitida a lo largo de las generaciones (Matsumoto,

2012). Hay culturas que tienden más al individualismo que son aquellas que ubican el

acento en el desarrollo individual, donde prima la competencia, y culturas que tienden

más al colectivismo que son aquellas que priorizan el desarrollo grupal, suscitando la

interdependencia entre los integrantes de un grupo (Hofstede, 1980). En esta línea de

análisis, aquellas culturas colectivistas se definen por los tipos de vínculos en el

endogrupo, se valora el sentido de comunidad y se pone el acento en el bienestar de los

integrantes de su comunidad (Gouveia et al., 2011). En culturas colectivistas “es un

valor destacado fomentar la armonía y cooperación en grupo” (Rodriguez Ceberio &

Rodriguez, 2017, p. 59) tal es así que es esperable que el bienestar cobre mayor

relevancia en culturas colectivistas que en aquellas que tienden al individualismo.

Para Garbarino (1983) la red social es el "conjunto de relaciones interconectadas

entre un grupo de personas que ofrecen unos patrones y un refuerzo contingente para

afrontar las soluciones de la vida cotidiana" (p. 221). Dándose de esta manera formación
12
de redes sociales a partir de las conexiones entre diferentes elementos, sistemas y

subsistemas que la integran; que disponen de la condiciónde generar efectos al resto de

sus elementos. Lo que vamos a tratar es de comprender aquellos procesos adaptativos, y

desadaptativos también, que pueden generar un malestar o bienestar en las personas.

La red social constituye un actor fundamental en el bienestar ya que una de las

funciones que cumple es la de sostener al individuo ante los avatares de la vida y le da

una imagen de su propio reconocimiento en la sociedad (Sluzki, 1996). Comprender la

red social personal implica un nivel de análisis necesario para comprender al individuo

y al ecosistema que lo rodea como así también su influencia sobre el bienestar.

En el abordaje del bienestar, el análisis de la red social es de sumo interés para

disponer de una perspectiva integral de la temática ya que ocupan un lugar central en el

entramado social. “Las redes sociales en las cuales circulan códigos comunicacionales

compartidos y no, que constituyen los grupos y subgrupos que, unidos, organizaran la

estructura total de la sociedad” (Ceberio, 2013, p. 2). Por lo que sería una incongruencia

no considerar los efectos y lógicas de los sistemas abiertos en el estudio del tema que

nos interpela.

Conformándose de esta manera el pasaje del ser humano a la condición de

persona que implica la interacción con el ambiente que lo rodea, recordándole su

condición de ser social e integrante de un proceso cultural que se encuentra inmerso en

la continua interacción con las redes que lo habitan.

Lo interesante también, desde este nivel de análisis es que a su vez cada sistema

se encuentra atravesado por otros sistemas que lo condicionan y que lo pueden llegar a

condicionar en su funcionamiento. Lo que hay es un constante movimiento, una

dinámica circular relacionada con el pasado, presente y futuro. La posibilidad de

13
sucesión de hechos, con ajustes y desajustes, con energía nueva que puede condicionar

al sistema y transformarlo, o no y recursarlo, o no. Pero siempre manteniéndolo en

continuo movimiento y fluidez. Para Ceberio (2013) “El sistema discrimina acerca de lo

que está permitido o no en la interacción, consolidándose así las reglas inherentes al

sistema” (p.7). Siguiendo este nivel de análisis, nos encontramos con el principio de

circularidad que rige en las relaciones sociales. Hace referencia a que las pautas de

causalidad se retroalimentan circularmente, donde un evento particular implica efectos

en los elementos del contexto que se relaciona. De este modo, podemos reflexionar que

mayores niveles de bienestar en un elemento del sistema puede tener un impacto

positivo en los niveles de bienestar de los elementos de la red que lo componen.

Bienestar: Impacto en la calidad de vida

El impacto en la calidad de vida de la población en relación con el bienestar

psicológico es significativo, investigaciones demuestran que hay relación positiva entre

mayor emociones positivas y longevidad (Danner et al., 2001). Relación

significativamente inversa entre bienestar psicológico y sintomatología depresiva

(Rossi, 2019) y también se encuentra relación significativamente negativa entre

bienestar psicológico y ansiedad (Mori Duran, 2022), como así también relación

negativa entre bienestar e indicadores psicopatológicos (Casullo & Castro Solano,

2000).

En la actualidad, numerosas intervenciones, programas y estrategias son llevadas

a cabo en diferentes poblaciones con el fin de aumentar los niveles de bienestar en la

población con resultados prometedores (García Alvarez et al., 2020; Cabrera Gomez et

al., 2019; Flujas Contreras et al., 2017; Corredor et al., 2020).

14
La desigualdad social genera una serie de consecuencias en la sociedad, entre

ellas se encuentra su incidencia en los niveles de bienestar de la población. Las

desigualdades son multidimensionales y pueden disponer de una dirección vertical u

horizontal (Stewart, 2010) se encuentran relacionadas con una serie de factores

económicos, políticos, culturales y sociales. La perspectiva vertical mide cómo se

distribuye la desigualdad en la sociedad en su conjunto, por ejemplo podría ser la

diferencia entre los ingresos más altos y bajos de una sociedad. En cambio la

perspectiva horizontal, se centra en las diferencias entre los grupos y subgrupos que

integran una sociedad, por ejemplo las diferencias entre jóvenes y adultos mayores o

entre los géneros. Medir las desigualdades de bienestar en las sociedades, grupos y

subgrupos, es decir de manera horizontal y vertical, es una herramienta recurrente en

investigación que arroja resultados de interés y relevancia para la psicología social ya

que brinda información relevante sobra las condiciones de vida de la población

estudiada.

Conclusiones

El bienestar es un constructo que abarca dimensiones psicológicas y sociales. Es

definido por su naturaleza subjetiva y vivencial, en un contexto que lo predispone y

determina, de esta manera se encuentra relacionado con lo particular del funcionamiento

psíquico y social. Donde conducta, cognición, contexto, redes sociales y salud mental

cobran vital relevancia en los efectos del bienestar.

Lo psíquico y lo social se entrelazan en el constructo. Aún en las corrientes más

psicológicas del bienestar el intercambio con el ambiente se encuentra presente, sea en

una dimensión que evalúa un instrumento o en el desarrollo teórico que lo sustenta.

15
Comprender al bienestar psicológico y social como factores protectores de la

salud mental es uno de los objetivos del presente escrito. Ocupa un lugar de relevancia

el enfoque salugénico, siendo con la prevención de la enfermedad y la promoción de la

salud ideas directrices que se intenta trasmitir a sus lectores para comprender la

hermenéutica del escrito.

La evidencia empírica comprueba que los niveles de bienestar tienen relación

directa con la salud mental de una población determinada. Siendo de esta manera un

constructo de relevancia para los psicólogos sociales dada su condición multicausal

como indicador de aspectos relevantes en una sociedad.

Para futuras investigaciones es pertinente ampliar los conocimientos sobre

bienestar, principalmente las relaciones con variables sociodemográficas en poblaciones

que han sido históricamente marginalizadas de la investigación científica y a su vez la

relación existente entre bienestar y otros constructos teóricos que en la actualidad se

presentan como una laguna del conocimiento. Como así también el desarrollo y

validación en nuestra región de protocolos y programas de aplicación para elevar los

niveles de bienestar.

Para finalizar, remarcar la importancia de considerar a laspersonas en el mundo

social que habitan, en su contexto, con sus redes y singularidades. Promover el

autocuidado y aquellas acciones saludables para el cuerpo y la mente. Como así también

investigar y difundir desarrollos teóricos respaldados en la psicología basada en

evidencia.

16
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24
25
Las redes sociales y el apoyo social

Luisa Acrich

E
l interés por el estudio de las redes sociales y el apoyo social en
en las personas mayores tiene su origen en tres circunstancias.
Por un lado, el incremento en términos absolutos y relativos de la
población mayor, ya mencionado, trae aparejado el aumento en las necesi-
dades de atención específica para este grupo de edad. Por el otro, los siste-
mas asistenciales gubernamentales, ante el aumento de la demanda, propi-
cian el desarrollo y fortalecimiento de las redes sociales como una forma
de complementar y a veces sustituir su accionar. Por último, procesos típi-
camente asociados a la edad mayor, como la jubilación, la posible viudez, el
fallecimiento de coetáneos y la independencia de los miembros jóvenes del
núcleo familiar, hacen que decrezcan las oportunidades de interacción so-
cial. Baltes (1999) identifica la viudez, el no haber tenido hijos y la institu-
cionalización como las causas más frecuentes de disminución de los con-
tactos sociales en la vejez.
Sluzki (1996) describe una serie de situaciones que atentan contra el
mantenimiento de las redes sociales. Ellos son: el incremento de las perso-
nas que viven solas, muchas parejas deciden no tener hijos o tienen hijos
adultos que viven lejos, las migraciones internas rompen el entramado de la
red social, hay menos presión social a participar de actividades en la comuni-
dad y una merma en las actividades ligadas al mantenimiento de los vínculos
con la familia extensa.
La realidad de la vida cotidiana es compartida con otros en situaciones
que van desde encuentros “cara a cara” a interacciones en las que se va
acrecentando el anonimato. (Berger y Luckmann, 1966). Elaboran así la
idea de un continuum, donde ubican en uno de los extremos a las personas
del círculo íntimo, y en el otro extremo a las relaciones anónimas, con las
que nunca se interactuará “cara a cara”. Incluyen no sólo a los contempo-
ráneos, sino también a los ascendientes y descendientes. Estos tienen su
influencia ya que forman parte de la realidad de la vida cotidiana. Desta-
can también que debe considerarse el grado de interés en cada relación
130 Martín Wainstein y Otros: Escritos de Psicología Social

en particular, que se combina con el grado de intimidad. La frecuencia de


interacción no es el único elemento a considerar, hay otros significativos
con los que se interactúa con poca frecuencia y sin embargo pueden
ocupar un lugar central.
Se pueden trazar tres hitos en el estudio de las redes sociales, funda-
mentalmente centrados en lo que se denomina la red social personal. A
pesar de ello una visión integrada de las redes sociales articula el nivel
individual, el entorno social próximo y el entorno social más amplio.

Primer hito: Ross Speck.


Las redes familiares y la terapia de red

En su trabajo clínico Speck (1976), detecta las transformaciones de la


familia debidas a las migraciones internas, con la concomitante pérdida de
las redes del lugar de origen; el aumento en las tasas de divorcio, con el
concomitante aumento de las familias monoparentales, y la desaparición
de los rituales sociales que mantenían vivas las redes y daban origen a re-
uniones que posibilitaban encuentros tales como las fiestas de bautismos,
esponsales y aún funerales.
Mostró que en el veinte por ciento de los casos que se presentaban a
consulta, la posibilidad de abordaje terapéutico debía buscarse más allá del
límite de la familia, ya que éste resultaba estrecho. La unidad familia era
demasiado restringida en estos casos y por lo tanto el tratamiento fracasa-
ba. Fue así que sólo en casos en que todo intento terapéutico había fraca-
sado empezó a trabajar con estas familias solicitándoles que convoquen a
una sesión a todas aquellas personas que ellos consideraban que podían
desempeñar un rol significativo en la solución del problema que los aqueja-
ba. Lo denominó terapia de red. Desarrolló entonces una técnica específica
que a través de seis momentos intenta retribalizar, recuperar la afectividad
propia de las sociedades tribales, el sentido de nosotros para delinear solu-
ciones al problema.
Con este fin trabajó con un equipo terapéutico compuesto por un jefe
de equipo, que es el que coordina toda la intervención, un terapeuta inter-
viniente que es el que lleva adelante la intervención, un experto en técnicas
de grupo, que es el que lleva adelante el proceso grupal de los miembros de
la red convocados, y uno o dos asesores, expertos en la problemática que
Luisa Acrich: Las redes sociales y el apoyo social 131

padece la familia. Por ejemplo, si el motivo de la consulta involucra cues-


tiones legales, se busca como asesor a un abogado, si hay cuestiones vincu-
ladas a la salud, un médico; a las drogas, un especialista en adicciones. Esto
se hace con la finalidad de que el o los asesores sean los encargados de
evaluar la viabilidad de las soluciones propuestas por la red.
Prefiere trabajar con redes que oscilen entre cuarenta y sesenta perso-
nas, durante un promedio estimado en seis sesiones. Durante éstas, una
vez lograda la retribalización se da inicio al intercambio de ideas en torno a la
problemática presentada, lo que lleva a la polarización, los participantes ex-
ponen su perspectiva, discuten acerca de lo que pudo haber originado el
problema y se enfrentan en opiniones encontradas. Generalmente este
enfrentamiento se da en torno a temáticas que se repiten, tales como los
conflictos generacionales, la polaridad femenino –masculino, autoritaris-
mo– permisividad, actitud conservadora o liberal. Van surgiendo, produc-
to de esta polarización, los líderes que son los que van a llevar adelante las
soluciones propuestas.
La polarización lleva a la movilización, donde se explicitan las metas y las
estrategias para alcanzarlas y los integrantes de la red comienzan a asumir
compromisos. A modo de ejemplo se puede exponer el caso de un señor
mayor, viudo, depresivo y con tendencia al autoabandono, durante la pola-
rización se discute que el señor está demasiado tiempo con las hijas muje-
res que son quienes lo atienden y se ocupan de sus necesidades cotidia-
nas. A su vez se sugiere que éstas son demasiado permisivas y que los
límites deberían estar más claros. Los líderes de esta posición proponen
la movilización: que el señor pase más tiempo con los yernos y los nietos
varones y que comparta alguna actividad que uno de los integrantes de la
red realiza con su propio padre y/o suegro. Esto implica un compromiso
de todos los involucrados.
Producto de este compromiso se produce lo que se denomina resisten-
cia-depresión. Aquéllos que lideraron y propusieron soluciones se dan cuen-
ta que deberán llevarlas adelante y tratan de resistirse, de evitar las difi-
cultades que deberán enfrentar. Es aquí cuando el equipo interviniente
más tiene que sostener al grupo y ayudarlo a concretar lo propuesto.
Esto se puede conseguir volviendo a maniobras de retribalización. Cuan-
do se logra el compromiso, la red tiene la sensación de haber conseguido
132 Martín Wainstein y Otros: Escritos de Psicología Social

un avance, de haber superado un obstáculo y concretado un logro, lo que


la lleva a la plenitud y a la culminación.
Estos seis momentos, retribalización, polarización, movilización, resis-
tencia-depresión, avance y culminación se van dando a lo largo de las se-
siones, pero también en cada sesión el grupo va transitando por todos
ellos. Las primeras sesiones se dedican más a los tres primeros momentos
y las últimas a los tres últimos, pero a su vez cada sesión pasa por estos seis
momentos, y cada una de ellas tiene un logro o culminación donde los
integrantes van asumiendo compromisos y evaluando los resultados en el
encuentro siguiente.

Segundo hito: Mony Elkaïm y las intervenciones barriales

Como resultado también de su práctica clínica con orientación sistémi-


ca, Elkaïm (1989) se interesa por el trabajo con redes sociales. Tal como a
Speck, (1974) le resultaba estrecho el trabajo con la familia únicamente, a
Elkaïm (1989) le resultaba estrecho el limitarse a la terapia de red sin ex-
pandirse a la comunidad inmediata, al barrio. Desarrolla en Bruselas un
encuentro con las figuras más representativas del trabajo con redes de Eu-
ropa de ese momento, a la que convoca también a Ross Speck.
En aquel momento Speck (1989) propone cambiar la denominación
de terapia de red por la de intervención de red, ya que esta refleja mejor la
idea de un equipo interviniente que actúa como catalizador y el agente
terapéutico es la red que se ha conformado. El equipo prepara y coordi-
na el trabajo del grupo compuesto por los integrantes de la red.
Define la red social como
“un grupo de personas, miembros de la familia, vecinos, amigos y otras
personas, capaces de aportar una ayuda y un apoyo tan reales como duraderos
a un individuo o a una familia” (...) “es el conjunto de las relaciones humanas
que tienen para él una importancia duradera” (...) “es, en síntesis, un capullo
alrededor de una unidad familiar que sirve de almohadilla entre esta unidad
y la sociedad”.

Dentro del mismo encuentro, Pluymaekers (1989) retoma las inter-


venciones de red hasta aquí descriptas y propone ampliar la perspectiva
hacia lo que denomina las prácticas de red. Su interés se centró fundamental-
mente en la exclusión social. Con ese fin sostiene que cuando hablamos de red
hacemos referencia a tres tipos de fenómenos, tres realidades:
Luisa Acrich: Las redes sociales y el apoyo social 133

1. La red relacional en sentido amplio o red social, destruida por las actua-
les condiciones de vida y paradójicamente reemplazadas por redes “asis-
tenciales”. Estas intentan suplir desde la sociedad lo que la misma socie-
dad destruye.
2. La red centrada sobre una familia, a veces llamada red primaria.
3. La red institucional o asistencial también llamada red secundaria, mu-
chas veces creadas porque se destruyeron las familiares por la exclusión,
las visualiza como una forma de control social.
Estas tres realidades se superponen entre sí, una penetra a la otra y los
límites entre una y otra son endebles. En el trabajo barrial, tal como lo
realiza Pluymaekers (1989) esto se evidencia a cada paso. Propone el
trabajo en red de redes, práctica de red que desarrolló en la siguiente pro-
puesta de trabajo:
1. Fuerte énfasis en la recepción de la persona y el problema. Aquí se
permite a la persona que trae su problema encontrar un ámbito de
donde pueda expresar y compartir el problema que lo aqueja y solici-
tar algo concreto.
2. Luego se trata de detectar a aquellos que pueden querer involucrarse: el
vecino que acompañó, el grupo de amigos o compañeros con el que
vino, el hecho de compartir una problemática en común permite agru-
parlos. Se forma así la red de pares. Al trabajar de esta manera, sorprende
que los problemas que traen los vecinos de un mismo barrio son muy
similares entre sí.
Las redes de pares emergen en torno a un problema específico, y una
vez resuelto éste, se disuelven. En caso de necesidad por presentarse un
nuevo problema, se vuelve a armar. Por tal motivo considera necesario
afianzar las redes en instituciones barriales para que no se pierda el es-
fuerzo y éste quede cristalizado. Se constituye así una red iniciadora de redes,
que permite el surgimiento de redes específicas para abordar problemas
específicos y permitir que los problemas sean abordados con los recur-
sos que posee la misma comunidad.
134 Martín Wainstein y Otros: Escritos de Psicología Social

En una experiencia desarrollada en Montreal (Canadá) (Desmarais,


1989) desarrollan un modelo de intervención centrado en la red primaria
con el fin de realizar una acción comunitaria. A diferencia de Speck (1974)
buscan trascender al ámbito de lo comunitario, con el objetivo que la red
primaria sea a la vez objeto y sujeto de la intervención, en el sentido que
será la principal protagonista. Proponen ubicar a tres actores en el centro
de la escena: el paciente portador del síntoma, denominado en la tradición de
la psicología sistémica paciente identificado, la red primaria y el equipo de
intervención, los tres en la búsqueda de la autonomía del paciente y su red
primaria. Con este fin se hace necesario denunciar lo que denominan la
ideología dominante y oponerse activamente a ella, es decir a las prácticas
de intervención social que, aún con buenas intenciones, impiden la auto-
nomía del paciente y de su red primaria.
Es la red primaria la que articula lo que denominan vida privada y vida
pública: cuando lo privado se hace público se produce la resistencia ante
la posibilidad que se vuelva público lo que hasta ese momento se mante-
nía secreto. Surgen dificultades cuando un problema que hasta ese mo-
mento se había mantenido en el ámbito familiar pasa al ámbito de lo
público y entra en el campo de la intervención social.
La participación activa de los tres actores mencionados permite supe-
rar la resistencia que se presenta inevitablemente.

Tercer hito: la propuesta integradora de Carlos Sluzki

La estructura de la red social y el mapa mínimo


Sluzki (1996) propone trascender el estrecho límite de las relaciones
familiares y ampliar nuestra mirada hacia el conjunto de relaciones signifi-
cativas que una persona tiene en el mundo social. La mirada se expande
hacia la interface entre el individuo, la familia y su inserción en el entorno
social. Establece el nexo entre las redes sociales y las narrativas consideran-
do que es allí donde se alojan los significados compartidos que organizan
nuestra experiencia. Establece el nexo entre identidad y la red social perso-
nal. Considera que la relación con los demás, con esos otros con los que
interactuamos, nos da existencia real, nos permite tener esa experiencia
“coherente en tiempo y espacio que constituye nuestra identidad”.
Luisa Acrich: Las redes sociales y el apoyo social 135

Para su utilización en la clínica, Sluzki (1996) propone realizar una


serie de preguntas para poder definir, desde el punto de vista de lo percibi-
do por el paciente, cuál es su red social. Estas preguntas apuntan a explorar
acerca de los vínculos que la persona considera importantes y con los que
interactúa, realiza actividades placenteras, quién lo escucha cuando ne-
cesita contar sus problemas. Permite así trazar la frontera de lo que el
individuo considera su red social personal.
Enmarca al individuo en lo que denomina el universo relacional y dentro
de él recorta la red social personal, que caracteriza como la “suma de todas
las relaciones que un individuo percibe como significativas o define como
diferenciadas de la masa anónima de la sociedad”.
Establece el nexo entre identidad y la red social personal. Considera
que la relación con los demás, con esos otros con los que interactuamos,
nos da existencia real, nos permite tener esa experiencia “coherente en
tiempo y espacio que constituye nuestra identidad”.
Elabora una forma de graficar la red social, proponiendo organizar, en
un mapa que denomina mínimo, el conjunto de personas con las que inter-
actúa un individuo, tal como es percibido por él. Es decir que está hacien-
do referencia a la red social percibida por el individuo.
El gráfico del mapa mínimo incluye tres círculos concéntricos, que
marcan tres grados de intimidad. En el círculo más cercano, el que rodea al
individuo, se ubican las relaciones más significativas y con mayor grado de
compromiso, tales como familia, generalmente conviviente o muy cercana,
amigos muy queridos, compañeros de trabajo con los que se ha desarrolla-
do una amistad, vecinos con los que interactúa a diario y son importantes
para la persona. En el círculo medio ubica relaciones con menor grado de
intimidad y compromiso, pero con un contacto de frecuencia e intensidad
significativas. En el tercer círculo, el más alejado, ubica a conocidos, rela-
ciones con las que se tiene un contacto esporádico, menos comprometido
pero que constituyen un reservorio de relaciones que se pueden activar en
cualquier momento.
A su vez, establece cuatro cuadrantes que atraviesan los tres círculos
concéntricos, donde ubica la familia, los amigos, las relaciones laborales y
de estudio y las relaciones en la comunidad. Logra así graficar en forma
sencilla el conjunto de las relaciones que tiene un individuo, por grado de
intimidad y por origen de la relación.
136 Martín Wainstein y Otros: Escritos de Psicología Social

Este mapa mínimo permite trazar la red personal de un individuo en el


momento actual o en un momento de su historia. Va variando a lo largo
del tiempo, es decir, la red social es dinámica. Además, se intersecta con
otros mapas de las personas que componen la red, constituyéndose así el
tejido social.
El componente de los círculos concéntricos, si bien no es original de
esta propuesta, tiene la virtud de ordenar todas las relaciones que puede
tener una persona. Hasta este modelo, se consideraba círculo íntimo a la
familia conviviente, y no podía explicarse luego la proximidad afectiva de
amigos, relaciones laborales, vecinos. Por ejemplo, la taxonomía propuesta
por Blanco (1991) categoriza a las relaciones sociales en seis tipos, a saber:
1) relaciones individuales ocasionales, poco íntimas y numerosas. 2) rela-
ciones dependientes de los grupos de pertenencia. 3) relaciones profesio-
nales que no llevan a un grado importante de intimidad. 4) relaciones de
amistad que define como íntimas y escasas. 5) relaciones familiares con un
alto grado de intimidad. 6) relaciones del más alto grado de intimidad como
esposos o las relaciones entre padres e hijos. Como se desprende, da lugar
a múltiples superposiciones y zonas grises. Por el contrario, el diagrama de
Sluzki (1996) permite ubicar en forma sencilla y completa el mapa de
relaciones de un individuo.
Propone analizar la estructura de la red. Aquí se describen y analizan las
características de la red en su conjunto. Las que considera este modelo son:
1. Tamaño: número de personas que componen la red. Las redes de tama-
ño mediano son las más efectivas. Mientras que las de muy pocos miem-
bros producen una sobrecarga en ellos, las muy extensas llevan a la
desresponsabilización, donde los miembros consideran que ya otro se
va a ocupar, y que a él no le corresponde, o si se ocupa, siente que es
injusto que lo tenga que hacer él y que los demás no lo hagan.
2. Densidad: conexión entre los miembros. Un nivel de densidad medio es
el más efectivo. Favorece el intercambio entre los miembros y la preocupa-
ción compartida por sus integrantes, donde se pueden comparar pers-
pectivas. Por el contrario, una red muy densa en la cual todos los inte-
grantes están vinculados entre sí, provoca una alta presión hacia la con-
formidad grupal, con el riesgo de que un miembro que se desvía sea
excluido. Produce también mucha presión y sensación de control y de
Luisa Acrich: Las redes sociales y el apoyo social 137

agobio. En cambio, si los vínculos entre los integrantes de la red son


muy débiles y esporádicos, no hay intercambio entre ellos y esto dismi-
nuye el compromiso. Sarason, Sarason y Pierce (1990) consideran
que una red poco densa es útil en las transiciones y en las adaptaciones
a situaciones nuevas. En cambio, una red con alta densidad es ventajosa
cuando hay que enfrentar eventos estresantes.
3. Composición o distribución: aquí se analiza la localización de los miem-
bros en cada cuadrante y en cada círculo de intimidad. Las redes que se
localizan en un solo cuadrante son menos flexibles y efectivas. Las op-
ciones se restringen y se cierran las posibilidades. Si bien el modelo no lo
específica, se deben considerar los casos en que los cuadrantes están
superpuestos, por ejemplo, en el caso de una empresa familiar, donde
familia y trabajo se concentran en las mismas personas, y nuevamente
se restringen las opciones.
4. Dispersión: hace referencia a la distancia geográfica entre los miem-
bros, lo que facilita o impide el contacto. Esto afecta directamente la
capacidad de reacción de los integrantes de la red cuando son requeri-
dos. El punto crucial de esta característica es la accesibilidad, quizás
más importante que la distancia, ya que una serie de consideraciones
vinculadas a la disponibilidad de transporte, de recursos económicos,
de tiempo libre, acortan o alargan las distancias. Si bien el modelo no
lo específica, debe agregarse la distancia emocional, ya que es muchas
veces ésta y no la geográfica la que impide la reacción efectiva de los
integrantes de la red.
5. Homogeneidad o heterogeneidad: hace referencia a la pertenencia de-
mográfica y sociocultural homogénea de los integrantes de la red, lo
que nuevamente restringe las opciones, por ejemplo, todos los contac-
tos de una persona son de su misma clase social, o edad. O bien la
composición es heterogénea, es decir que la persona interactúa con otros
de diversas clases sociales, edades y procedencias culturales.
Las últimas dos características de la estructura de la red son los atribu-
tos de vínculos específicos, tales como intensidad, compromiso, relación,
historia y la función prevaleciente de cada vínculo y del conjunto, los cuales
serán considerados a continuación.
138 Martín Wainstein y Otros: Escritos de Psicología Social

Las funciones prevalecientes de cada relación y de la red en su conjunto.


Este modelo identifica seis funciones de cada vínculo específico y de la
red en su conjunto. Los descriptos son:
Compañía social: es la función que cumplen aquellas personas con quie-
nes se comparten actividades placenteras y/o las rutinas de la vida
cotidiana. Todos necesitamos personas que nos acompañen en estas
actividades. Rook (1990) destaca la importancia de esta función del
apoyo social brindada por las interacciones placenteras con los de-
más, más orientadas hacia lo expresivo, que están presentes a lo largo
de toda la vida.
Apoyo emocional: es la función que cumplen aquellos con quienes po-
demos compartir íntimamente las cosas que nos pasan, sabiendo que
vamos a ser escuchados, comprendidos, tenidos en cuenta. A veces
coincide en las mismas personas de la función anterior.
Guía cognitiva y consejos: es la función que cumplen aquellas personas
que nos pueden brindar orientación, modelos de cómo actuar, informa-
ción calificada y valiosa acerca de cómo comportarnos y manejarnos en
el entorno. Son todas las líneas de derivación, recomendación, apoyo y
orientación para la toma de decisiones.
Regulación o control social: son aquellas interacciones que tenemos con
otras personas que actúan como recordatorio de la norma social. Re-
fuerzan lo que se debe hacer y alertan al desviado acerca de cómo debe
comportarse. La presencia de los miembros de la red actúa contra los
desvíos ya que esos otros nos recuerdan cómo comportarnos. Esta fun-
ción fue detectada en base a las interacciones escasas y superficiales que
suelen tener familias donde hay violencia doméstica, abuso sexual y/o
dependencia de sustancias. Estas familias tienden a aislarse, a mantener
poca actividad social, a cortar los lazos con la familia de origen y con los
amigos que tenían hasta ese momento porque son ellos los que les dirían
que lo que están haciendo no es lo correcto. Se mantiene así distancia
con los otros significantes y con el coro, que son los otros menos signifi-
cantes (Berger y Luckmann, 1966). Ambos cumplen la función de con-
firmar o disconfirmar el accionar y lo hacen privilegiadamente a través
del diálogo, de las conversaciones. Evitar estos diálogos es la manera de
mantener una realidad por fuera de la norma social.
Luisa Acrich: Las redes sociales y el apoyo social 139

Ayuda material y de servicios: es un apoyo, generalmente invisible. Cada


uno de nosotros tiene una rutina para satisfacer sus necesidades mate-
riales. El problema surge cuando ésta se desestabiliza por enfermedad,
traslado o cualquier otra ruptura de la cotidianeidad. Los servicios pro-
fesionales también están incluidos en esta función y muchas veces se
superponen con la función de guía y consejo.
Acceso a nuevos contactos: es una cualidad que tienen todas las relacio-
nes en la red, aunque no siempre la cumplen. Todas las personas que
constituyen una red son potencialmente un nexo con otros, desconoci-
dos que no integraban la red personal hasta ese momento.
Como ya se ha señalado una misma persona puede cumplir más de una
función. Asimismo, las funciones se van estabilizando con el paso del tiempo,
cuando se renuevan exitosamente, es decir una y otra vez la persona espe-
rada cumple con la función deseada. También una misma función puede ir
pasando de persona a persona de la red a lo largo del tiempo. En la vejez, el
caso típico es el de los hermanos. En la niñez ocupan un rol central. Luego
lo más probable es que cada uno de ellos forme su propia familia y esta-
blezca una distancia, mayor o menor, según el caso. En la vejez nuevamen-
te pasan a formar parte de las relaciones de mayor intimidad y a veces hasta
del núcleo conviviente.

Otros aportes para la comprensión de las funciones

Veiel (1990) diferencia las relaciones que proveen apoyo social de otras
relaciones sociales. Las relaciones que brindan apoyo social son las que
satisfacen, desde la red social, las necesidades de la persona. Considera que
hay una correspondencia entre la estructura de la red social y las necesida-
des que se nos presentan. Propone diferenciar red social de red de apoyo,
siendo esta última la que satisface las necesidades. Necesidades que clasi-
fica en dos tipos: materiales y psicológico-sociales. Los materiales hacen
referencia a lo instrumental, comprenden los recursos tangibles, la reali-
zación de tareas y la satisfacción de demandas ambientales. Mientras que
las psicosociales engloban la necesidad de contacto, intimidad, influen-
cia. Las primeras apuntan a la utilidad y a la satisfacción de las necesida-
des básicas, las segundas a lo vincular y al mantenimiento de relaciones
interpersonales.
140 Martín Wainstein y Otros: Escritos de Psicología Social

Estas necesidades pueden ser persistentes o emergentes. Las persisten-


tes son las de rutina, las de largo plazo, y las denomina apoyo cotidiano.
Las emergentes están vinculadas a eventos estresantes y las denomina apo-
yo en situaciones de crisis; se podría decir cuando hay una ruptura de la
cotidianeidad. Se generan así cuatro cuadrantes que apuntan a apoyo psi-
cológico cotidiano, apoyo psicológico en situaciones de crisis, apoyo ins-
trumental cotidiano y apoyo instrumental en situaciones de crisis.
Weiss (1974) desarrolla el concepto de provisiones sociales, entendiendo
que estas reflejan lo que recibimos de las relaciones con los demás. Consi-
dera que el bienestar de las personas depende de la existencia de una serie
de relaciones interpersonales que satisfacen necesidades sociales específi-
cas. Describe seis, que son:
·Apego: sensación de seguridad y cercanía emocional, obtenido a través
de la relación de pareja o de otras relaciones íntimas.
·Integración social: es el sentimiento de formar parte de un grupo de
personas que comparten intereses y actividades en común. General-
mente está vinculado al trabajo, a las tareas desarrolladas en la comuni-
dad y a las amistades.
·Reafirmación personal: es el reconocimiento, por parte de los demás,
de las habilidades y capacidades que tenemos y de los roles que ocupa-
mos. En muchas ocasiones este reconocimiento es obtenido del grupo
de pares y las relaciones en el trabajo y/o estudio.
·Alianzas confiables es la convicción de que se puede contar con un
número de personas, no importa lo que le esté pasando en ese momen-
to. En la provisión de esta función, la familia ocupa un papel destacado,
como así también amigos íntimos y socios.
·Guía y consejo: son las relaciones que nos proveen de orientación y nos
ayudan a encontrar el camino en el anonimato de la sociedad contem-
poránea. Son personas más capaces y confiables en un tema específico,
que nos brindan información, consejo o guía para superar las situacio-
nes estresantes y/o ambiguas.
·Posibilidad de nutrir a otros, de brindarnos, de cuidar de otros, de sen-
tir que su supervivencia y/o su bienestar dependen de nuestro accionar.
Luisa Acrich: Las redes sociales y el apoyo social 141

Esta provisión va acompañada de la sensación de tener un papel impor-


tante en el bienestar de esas personas y de poder brindarles asistencia
cuando lo necesiten.
Es en las relaciones con los demás que se obtienen estas provisiones, o
funciones y es en ese cúmulo de relaciones que vamos tejiendo las relacio-
nes de apego, que nos proveen apoyo emocional; integración social, que
nos brinda apoyo de la red; sentimiento y seguridad de ser valiosos, lo que
aumenta la autoestima; alianzas confiables, lo que nos proporciona apoyo
material; guía y consejo, lo que nos da apoyo informacional; oportunidad
de brindarnos a otros, lo que aumenta la autoestima, el sentimiento de
integración social y de ser valiosos.
Con respecto a la primera función, la de apego, va a sostener este autor
que es en la red social donde encontramos y elegimos las figuras de apego.
Este concepto lo extrae de Bowlby (1989) quien describe al apego como la
tendencia a establecer, a lo largo de la vida, vínculos afectivos intensos con
otras personas. En la infancia el apego se establece con el progenitor, pero
luego se constituye entre adultos, permaneciendo activo durante toda la
vida, “de la cuna a la tumba”. A lo largo de la vida varía la intensidad del
apego, no así su naturaleza, que es instintiva. Diferencia conducta de apego
de figura de apego. La conducta de apego es todo lo que el individuo hace
para lograr la proximidad y cercanía de un otro “preferido y diferenciado”
al que se considera más apto para enfrentar las contingencias de la vida.
Esta conducta se pone en marcha ante situaciones nuevas o que despiertan
temor. Por tal motivo tiene una función protectora para la especie.
La figura de apego entonces, es ese otro preferido y distinguido que
debe responder brindando cuidados y protegiendo al individuo apegado.
Mientras el vínculo de apego se mantiene, la conducta de apego se activa
cuando es necesario. En torno a estas relaciones se entretejen las emocio-
nes más intensas, cuando se mantienen, se convierte en una fuente de se-
guridad y alegría, la amenaza de pérdida es una fuente de ansiedad y la
pérdida real es una causa de dolor y pesadumbre.
142 Martín Wainstein y Otros: Escritos de Psicología Social

Las variables interaccionales: contenido de la relación, reciprocidad,


frecuencia, duración e intensidad
Podemos analizar asimismo lo que Sluzki (1996) denomina los atributos
de cada vínculo, es decir, propiedades específicas de cada relación. Propone
profundizar en los siguientes aspectos:

Intensidad o compromiso de la relación: apunta a la proximidad afecti-


va con cada uno de los integrantes de la red. Describe su posición en los
círculos de intimidad.
Reciprocidad: se basa en el supuesto que nuestras acciones serán retri-
buidas de la misma forma. Es lo que se conoce como la norma de reci-
procidad (Vander Zanden, 1986). Esta norma establece que una perso-
na ayudará a quien lo ha ayudado y no perjudicará a quien lo ha ayudado.
Asimismo, marca que a las personas no les gusta ser deudoras, prefieren
devolver los favores y mantener relaciones de cooperación y equidad.
Antonucci y Jackson (1990) investigaron la reciprocidad en relaciones
que brindan apoyo social en la vejez. Concluyen que la norma de reci-
procidad es la preferida en relaciones distantes o formales. Pero en rela-
ciones de intimidad se presentan otras alternativas, donde las interaccio-
nes son valoradas a largo plazo, y la reciprocidad no es rígida sino flexi-
ble. Los intercambios pueden ser de distinta naturaleza, y una relación
asimétrica en el pasado, puede acumular “recursos” que los autores de-
finen como un “banco”, del cual se pueden hacer extracciones y reesta-
blecer la reciprocidad y la igualdad en el momento actual.
Frecuencia de contactos: hace referencia a la cantidad de contactos en
un lapso determinado. Puede incluir solo las relaciones cara a cara, o
también considerarse los contactos telefónicos y en la actualidad los
virtuales.
Historia de la relación: Es un aspecto fundamental a tener en cuenta y
apunta a indagar acerca de la historia del vínculo analizado. Considera el
tiempo transcurrido y la calidad de la relación, como asimismo vicisitu-
des que puedan haberse presentado.
Multidimensionalidad o versatilidad: Analiza cuantas de las funciones
descriptas son cumplidas por un mismo integrante de la red. Es la
Luisa Acrich: Las redes sociales y el apoyo social 143

cantidad de funciones que cumple un mismo vínculo. Puede llevar a la


sobrecarga, ya que esa persona es convocada para múltiples funciones.
Funciones prevalecientes: analiza cuál es la función predominante
de cada vínculo en particular. Se entrecruza con el anterior ya que
varias funciones pueden ser cumplidas por la misma persona inte-
grante de la red.

Las redes sociales y el apoyo social en la gerontología

Desde un modelo ecológico conductual, Fernández Ballesteros (1989)


destaca la importancia de considerar las variables ambientales y contextua-
les para explicar la conducta de las personas mayores. En ese marco propo-
ne estudiar bajo la denominación apoyo social, el mantenimiento de las rela-
ciones sociales y las consecuencias que esto tiene para las personas. Se
centra fundamentalmente en el análisis de las relaciones sociales que brin-
dan ayuda. Diferencia actividad social, que hace referencia al mantenimiento
de contactos sociales y a la integración de la persona mayor en la sociedad,
de red social, que hace referencia a las características estructurales que adop-
ta el conjunto de relaciones que tiene una persona, como ya se describió
más arriba. Por último, hace referencia al apoyo social, que es la ayuda que
recibe una persona de ese conjunto de relaciones que tiene configurado en
forma de red. La ayuda debe ser entendida en forma integral, consideran-
do tanto la instrumental como la emocional. El apoyo es brindado tanto
por los parientes como por los amigos y vecinos, en la vejez es destacable
la relevancia que tiene el proveniente de la familia. Las personas mayores
prefieren recibir apoyo de personas que han sido parte de su vida, y en este
sentido se lo puede homologar con el atributo de historicidad propuesto
por Sluzki (1996) mencionado más arriba.
Desde un enfoque psicosocial Muchinik (1993) considera a la red so-
cial como creadora del nicho ecológico humano que se convierte en un
entorno que brinda seguridad y protección. Destaca también la diferencia
entre red social y apoyo social, remarcando que para que una red social
brinde apoyo, este debe ser percibido positivamente como proveedor de
asistencia por quien lo recibe. La red social puede o no incluir el apoyo
social, y la denominación red social de apoyo hace referencia a un fenómeno
complejo con múltiples relaciones.
144 Martín Wainstein y Otros: Escritos de Psicología Social

Antonucci (1985) propone un mapa de tres círculos concéntricos


que diagraman los grados de intimidad de las relaciones que un indivi-
duo, ubicado en el centro, posee. Las relaciones con cada uno de los
puntos graficados son recíprocas y bidireccionales. Estas relaciones son
las que proveen una base segura al adulto y le permite afrontar los desa-
fíos a lo largo de la vida. Puede así explorar el mundo y desarrollar su
potencial; siguen siendo importantes las relaciones paterno-filiales, pero
cobran preeminencia las relaciones con los pares.

Efectos beneficiosos de la existencia de red social y de la percepción


de apoyo social: Amortiguador, capullo, efecto red, convoy

Puede establecerse una diferencia entre los efectos directos y los efec-
tos indirectos del apoyo social (Fernández Ballesteros, 1989) Los direc-
tos están vinculados con la necesidad de la integración social y al verse ésta
satisfecha, influye directamente en el bienestar de las personas. En cuanto
a los efectos indirectos, la existencia de una red social de apoyo y la percep-
ción del apoyo social aumentan la autoestima y la autoeficacia. Esto lleva a
una consideración del apoyo social como una dimensión cognitiva y subje-
tiva ya que se vincula a la percepción que se tiene del apoyo social.
El efecto amortiguador (o buffer) está vinculado a la teoría del estrés (La-
zarus y Folkman, 1986) De acuerdo a esta teoría, ante situaciones perci-
bidas como amenazantes, las personas no permanecen pasivas, sino que,
por el contrario, tienden a cambiar las cosas o a cambiar el sentido de la
situación a través de los mecanismos de afrontamiento. El énfasis está puesto
en el significado del evento. La evaluación cognitiva que se hace del evento es
la que decide si este es potencial fuente de estrés, entendido como una
demanda que supera la capacidad de respuesta del organismo. Es un pro-
ceso mental que implica dos momentos: el primario, donde se determina si
el evento es amenazante y por lo tanto estresante; y el secundario donde se
determina si se dispone de mecanismos que permitan afrontar el evento en
cuestión. En este segundo momento el acento está puesto en la autoeficacia.
En el proceso primario se determina si un acontecimiento es positivo, irrele-
vante o neutro, o fuente potencial de stress. La evaluación como potencial-
mente estresante puede ser de tres tipos:
1) como potencialmente dañino que provocará una pérdida.
Luisa Acrich: Las redes sociales y el apoyo social 145

2) como potencialmente amenazante y generará la expectativa de un daño


a futuro.
3) como potencialmente desafiante y proporcionará una oportunidad de
crecimiento personal.
Los eventos rotulados como negativos producen por lo general más stress
que los positivos, al igual que los eventos incontrolables y/o ambiguos. Esta
teoría sostiene que redes sociales de apoyo sólidas actúan como amortigua-
dor frente a los desafíos del ambiente. Cuanto mayor y más sólida sea la red,
mayor será su capacidad de amortiguar los eventos fuente de estrés.
Otro efecto descripto es el de capullo. Como ya se mencionó, para
Speck (1989) la red se constituye en un capullo que protege a la familia, que
le sirve de almohadilla frente a la sociedad. A través de la terapia de red,
promueve el desencadenamiento de lo que denomina efecto red.
Para Antonucci (1985) el conglomerado de relaciones e interacciones
sociales constituye el convoy de relaciones sociales. Utiliza este término para
dar la idea de seguridad en tiempos difíciles, ya que el convoy provee ayuda
y protección, y acompaña en los momentos de crisis, en los cambios debi-
dos al desarrollo y en los acontecimientos significativos de la vida. Su mar-
co teórico es el del apego y estudia las relaciones de este tipo en la adultez
y en la vejez. El convoy cumple una función y tiene un efecto protectivo,
aunque a veces puede poner al individuo en peligro y volverlo vulnerable,
tal el caso de relaciones negativas. La autora encuentra que relaciones que
brindan un apoyo negativo, tienen un efecto negativo más significativo que
el beneficioso por parte de las relaciones positivas.
Al comparar 60 viudos recientes de ambos sexos con 60 personas casa-
das Stroebe, Stroebe, Abakoumkin y Schüt (1996) evaluaron la teoría
del estrés y la teoría del apego. De acuerdo a la teoría del estrés la red social
de apoyo tendría un efecto amortiguador ante la pérdida. La teoría del
apego, por el contrario, niega que amigos que brindan apoyo social puedan
compensar la pérdida de la figura de apego. En el estudio longitudinal rea-
lizado por estos autores, los datos obtenidos sustentan la teoría del apego.
La pérdida de la figura de apego, en especial en la adultez mayor, la viudez,
no puede ser amortiguada por la presencia de otros significativos en la red.
Deberá transitar por las cuatro fases del duelo ante la pérdida y no en
todos los casos podrá llegar a la cuarta y última de reorganización. Esta
146 Martín Wainstein y Otros: Escritos de Psicología Social

supone una resolución favorable del duelo e implica considerar nuevas


formas de enfrentar la situación a partir de una nueva definición de sí
mismo y de su condición de viudo/a. Se puede concluir que el efecto con-
voy, que acompaña en momentos difíciles, es el que produce la red de
apoyo social en el caso de la pérdida del cónyuge.

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32 Cultura y representaciones sociales

El movimiento de retorno al sujeto y el


enfoque de las representaciones sociales
Denise Jodelet

De ahora en adelante ya es posible quebrar el silencio im-


puesto a todas las concepciones del sujeto, de sus representaciones
y de sus combates.
Touraine, 2007: 18.

El artículo registra en las ciencias sociales un retorno a la noción de


sujeto, susceptible de inspirar un nuevo enfoque de la subjetividad
en el campo de estudio de las representaciones sociales. Luego de
recorrer los momentos que han significado la muerte y la resurrec-
ción de la noción de sujeto, destaca los principales temas que marcan
su reintegración en la historia, en la sociología y en la antropología.
Estos temas permiten descartar el riesgo de una visión solipsista en
el examen de la parte subjetiva de las representaciones sociales. Para
este fin se propone un esquema tripartito que relaciona la génesis y
las funciones de las representaciones sociales con tres esferas (sub-
jetiva, intersubjetiva y trans-subjetiva). El esquema se ilustra con un
análisis de los debates relativos al célebre episodio de las caricaturas
de Mahoma. Las reflexiones finales proponen orientar el estudio
de las representaciones sociales hacia las relaciones entre el pensa-
miento y el cambio social. Palabras clave: representaciones sociales, sujeto,
cambio social.

* Investigadora jubilada de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (Labora-


torio de Psicología Social, Instituto Interdisciplinario de Antropología de lo Con-
temporáneo) email: denise_jodelet@wanadoo.fr). Artículo publicado por la revista
francesa CONNEXION, N° 89 – 2008/1, (dedicado al tema Identité et subjectivité),
Editorial Érès, pp. 25-46. La traducción al español y su publicación en esta revista
fueron autorizadas por la autora. Traducción de Catherine Héau y Gilberto Giménez.
Se autoriza la copia, distribución y comunicación pública de la obra, reconociendo la autoría, sin fines comerciales y sin autorización
para alterar, transformar o generar una obra derivada. Bajo licencia creative commons 2.5 México
http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/mx/
33
Representaciones sociales

Abstract
This article points out the return of a notion representations. For this purpose a tripar-
of subject in social sciences that can be ca- tite scheme that relates the genesis and
pable of inspiring a new approach to sub- functions of social representations to three
jectivity in the field of study of social repre- spheres (subjective, intersubjective and
sentations. After over viewing the moments trans-subjective) is suggested. The scheme
that have meant the death and resurrection is illustrated with an analysis of the deba-
of the notion of subject, the main topics that tes on the famous episode of Mohammed’s
mark its restitution in history, sociology and cartoons. The final considerations have the
anthropology are emphasized. These topics purpose of orientating the study of social
prevent the risk of a solipsistic vision in the representations towards the relations bet-
examination of the subjective part of social ween thought and social change.

Résumé
L’article enregistre, dans les sciences so-
ciales, un retour à la notion de sujet, sus- représentations sociales. À cette fin, un
ceptible d’inspirer une nouvelle aproche de schéma tripartite est proposé, rapportant la
la subjectivité dans le champ d’étude des genèse et les fonctions des représentations
représentations sociales. Après avoir par- sociales à trois sphères (subjective, inter-
couru les moments qui ont signifié la mort subjective et transsubjective) et illustré par
et la résurrection de la notion de sujet, il une analyse des débats relatives à la cé-
dégage les principaux thèmes marquant sa lèbre affaire des caricatures de Mahomet.
réintégration en histoire, en sociologie et Les réflexions finales proposent d’orienter
en anthropologie. Ces thèmes permetten l’étude des représentations sociales vers les
d’écarter le risque d’une visión solipsiste relations entre la pensé et le changement
dans l’examen de la part subjective des social.

D esde el momento en que se abrió el campo de estudio de las


representaciones colectivas y sociales, la construcción teórica
de estos objetos, así como el estudio empírico de los fenómenos
que les corresponden, no han dejado de suscitar una interrogación
sobre su relación con las representaciones individuales y sobre el
estatuto —sea individual o social— otorgado al sujeto enunciador
y productor de dichas representaciones. Esta interrogación se ex-
presa, explícitamente o en segundo plano, en la manera en que la
noción de representación social o colectiva ha sido elaborada en el
curso del tiempo, tanto por Durkheim (1895) y Moscovici (1961 y
1975) —precursor el primero e iniciador el último de este campo de
investigación—, como por diversas corrientes y trabajos que la han
desarrollado.1
Si bien en Durkheim la relación entre representaciones indivi-
duales y colectivas ha tomado la forma de una oposición radical,

1 Para una presentación sucinta de este campo de investigación, ver Jodelet, 2006b.

Cultura y representaciones sociales


34 Cultura y representaciones sociales

en Moscovici, el hecho de tratar la representación social como una


“elaboración psicológica y social” y de abordar su formación a partir
de la triangulación “sujeto-alter-objeto” (1970,2 1984, 2000) condu-
ce a interrogarse sobre el lugar reservado al sujeto. Éste se presenta
en los diferentes enfoques, más o menos explícitamente, sea como
respuesta elemental de agregados que definen una estructura repre-
sentacional, sea como lugar de expresión de una posición social, sea
como portador de significados que circulan en el espacio social o
que son construidos en la interacción. Algunos autores que se han
preocupado de la relación entre las representaciones individuales
y las sociales, llegan incluso a hablar de “representaciones sociales
individualizadas”, de los límites del carácter social de las represen-
taciones obtenidas por la suma de los contenidos manifestados por
los individuos, o de la necesidad de indagar la manera en que los
individuos se apropian de las representaciones socialmente compar-
tidas. Sin embargo, es preciso constatar que la cuestión del sujeto no
ha sido, hasta el presente, objeto de una reflexión sistemática en el
enfoque teórico de las representaciones sociales.
Esto que aparece en cierta medida como un vacío teórico, puede
atribuirse a dos tipos de razones. En psicología social, la definición
de su objeto propio ha conducido a los investigadores a centrarse
sobre los fenómenos de interacción y de comunicación, situando
el estudio de las representaciones sociales en el espacio intermedio
tejido por las relaciones sociales, con el riesgo de perder de vista la
dimensión subjetiva de su producción. A mi modo de ver, otro tipo
de razones ha intervenido de manera aún más decisiva: el que se
relaciona con el destino que ha tenido la noción de “sujeto” en las

2 En efecto, es preciso recordar que desde 1970 Moscovici había planteado esta trian-
gulación para despejar las dificultades encontradas por la psicología social en la defi-
nición de su unidad de análisis y de observación. Para superar la óptica individualista
de los puntos de vista taxonómico o diferencial, él proponía una óptica social que
asume “como punto focal la unidad global constituida por la interdependencia, real
o simbólica, de varios sujetos en su relación con un entorno común, sea éste de na-
turaleza física o social. Tal perspectiva es aplicable tanto a los fenómenos de grupo
como a los procesos psicológicos y sociales, e integra el hecho de la relación social en
la descripción y explicación de los fenómenos psicológicos y sociales. En este caso, la
relación sujeto-objeto está mediada por la intervención de otro sujeto, de un “Alter”,
y deviene una relación compleja de sujeto a sujeto y de sujetos a objetos” (33).

Año 3, núm. 5, septiembre 2008


35
Representaciones sociales

ciencias sociales y en la filosofía social, particularmente en la segun-


da mitad del siglo XX.
Al final de la Segunda Guerra mundial, algunas corrientes de
pensamiento convergieron para desacreditar la noción de sujeto.
Sin embargo, las coyunturas históricas y epistemológicas que han
marcado el fin del siglo han conducido al cuestionamiento de los
paradigmas hasta entonces dominantes, provocando un vuelco en
las posiciones, vuelco que la psicología no podía ignorar, máxime
si se considera que asocia la rehabilitación de la noción de sujeto al
reconocimiento de la de representación como fenómeno social ma-
yor. El examen de este destino debería permitir desprender algunas
pistas para avanzar en la reintegración del sujeto en la aproximación
teórica de las representaciones sociales.

La muerte del sujeto


Se puede decir grosso modo que la noción de sujeto, asociada a las
ideas del individualismo, del humanismo y de la conciencia, había
sido rechazada en virtud del golpeteo de los anatemas surgidos del
positivismo, del marxismo, del estructuralismo y del postodernismo,
o resultantes de la combinación de algunas de estas perspectivas.
En primer lugar, ya desde el siglo XIX se había esbozado un movi-
miento, encabezado por Nietzsche, que rechazaba la idea de que el
pensamiento fuera algo propio de un sujeto personal y responsable.
Este movimiento encontraba su fundamento en el conjunto de las
“teorías de la sospecha”3 que denunciaban el carácter ilusorio de
una conciencia transparente para sí misma. Más específicamente, el
anatema positivista encontró dos expresiones que anulaban al sujeto
bajo la determinación de causalidades objetivantes: por una parte,
en psicología, el behaviorismo eliminó al sujeto en virtud de su iden-
tificación con la noción de conciencia, de caja negra inaccesible a
la investigación científica; por otra parte, en las ciencias sociales, el
objetivismo reificador de los procesos sociales redujo el mundo a
un “teatro de marionetas”, según una imagen de Simmel. El anate-
3 En esta categoría se incluyen el marxismo, el psicoanálisis y el estructuralismo.

Cultura y representaciones sociales


36 Cultura y representaciones sociales

ma marxista, que consideraba el individualismo como producto de


una ideología de clase y rechazaba la idea de una conciencia libre
disociada de sus condiciones materiales, situó al sujeto del lado de
la falsa conciencia. El anatema estructuralista, que cuestionaba el
discurso del humanismo, obliteró al sujeto originario y fundamental
bajo el juego de funcionamientos inconscientes de orden psíquico,
lingüístico y social. El anatema posmodernista, tomando por blanco
al sujeto cartesiano y su carácter unitario y substancial, dispersó al
“Sí mismo” —el Self que es una objetivación de la identidad y no un
sujeto— bajo las “técnicas sociales de saturación”, para retomar una
expresión de Gergen (1991).
Estas condenas subyacen a lo que Touraine (2007) llama un “dis-
curso interpretativo dominante” que desplazó la investigación hacia
lugares exteriores al sujeto en el análisis y en la interpretación de los
hechos sociales y de las conductas humanas y sociales, afectando
de rebote los paradigmas de la investigación psicológica y social.
En el campo de la psicología social, este movimiento de rechazo
tuvo consecuencias positivas en cuanto que permitió reintroducir la
dimensión social en el enfoque de los fenómenos estudiados. Pero
al mismo tiempo condujo a la eliminación de la idea de sujeto como
entidad psicológica y mental, orientando la atención únicamente ha-
cia los fenómenos de interacción, excluyendo todo espacio que tu-
viera que ver con la dinámica psíquica que subyace a la producción
del pensamiento y de la acción, y externalizando los fenómenos de
representación.
Esta orientación provocó el olvido o el abandono de ciertas
contribuciones que desde la apertura del campo de estudio de las
representaciones sociales habían intentado alcanzar su dimensión
subjetiva.4 Pienso, entre otras, en la contribución de Kaës (1976)
concerniente al aparato psíquico de los grupos, o en la de la ego-
ecología (Zavalloni, 2007) que desde hace treinta años se empeña en
4 En 1970, al señalar lo que le parecía entrar dentro de los “temas prioritarios que
constituyen lo que puede llamarse objeto de una ciencia”, Moscovici había incluido,
junto con la ideología y la comunicación, las relaciones entre y en los grupos sociales
“cuyo estudio toca de cerca un problema fundamental de la psicología social: el de la
constitución del ‘sujeto social’ (individuo o grupo) que recibe, en y por la relación, existen-
cia e identidad sociales” (63).

Año 3, núm. 5, septiembre 2008


37
Representaciones sociales

indagar —a propósito de los procesos identitarios— las relaciones


entre representaciones sociales y subjetividad. Tales puntos de vista
remiten a un sujeto que no sería un individuo aislado en su mundo
de vida, sino un individuo auténticamente social; un sujeto que inte-
rioriza y se apropia de las representaciones, interviniendo al mismo
tiempo en su construcción. Ahora que se observa una inversión de
perspectiva en las ciencias humanas, sería el momento de reanudar
el contacto con esta tradición, sobre todo considerando que los es-
tudios desarrollados en el campo de las representaciones sociales
toman por objeto tanto a individuos insertos como participantes
activos en redes y contextos sociales, como a colectivos de natu-
raleza variada (grupos, comunidades, conjuntos definidos por una
categoría social, etcétera).
Para avanzar en esta dirección, conviene abrir un paréntesis sobre
las reflexiones desarrolladas en el plano filosófico sobre la noción
de sujeto. Esto por dos razones: por una parte se ha subrayado que
las ciencias humanas no se abren al diálogo con la filosofía (Dosse,
1995); y por otra, en psicología social las críticas al enfoque de las re-
presentaciones sociales tratan de apoyarse frecuentemente en textos
filosóficos, particularmente en lo concerniente a fenómenos men-
tales y discursivos. Obviamente, en el marco de este artículo no es
posible cubrir todas las discusiones relativas al concepto de sujeto.
Me limitaré, por lo tanto, a algunas referencias directamente relacio-
nadas con la articulación de la subjetividad y de las representaciones,
después de un breve desvío por el debate sobre la tradición clásica.

Excursus sobre el sujeto cartesiano


En efecto, muchos de los discursos que rechazan al sujeto tienen
por blanco un pretendido “sujeto cartesiano” que suele asociarse a
la representación. Estas críticas han tenido un efecto notable sobre
la concepción de la representación social como modo de conoci-
miento que vincula un sujeto a un objeto, descartando la validez de
una exploración de las formas mentales en beneficio de la sola dis-

Cultura y representaciones sociales


38 Cultura y representaciones sociales

cursividad, y suscitando la cuestión de las relaciones con las ciencias


cognitivas.5
Pues bien, desde el fin del siglo XX se han levantado voces para
rectificar ciertas interpretaciones erróneas del dualismo de Descar-
tes, cuya reflexión ha constituido —según Chomsky (2006)— la pri-
mera revolución cognitiva contemporánea que “ha estimulado en
gran medida” la segunda revolución cognitiva contemporánea bajo
tres aspectos, a saber: el interés por la naturaleza de la conciencia y la
lógica que preside la coherencia de las acciones humanas; las teorías
de la mente y de sus relaciones con los funcionamientos corporales;
y el estudio del lenguaje marcado por “la confluencia de ideas de
carácter tradicional olvidadas desde hace mucho tiempo” (98).
Se puede hablar, a propósito de las alegaciones del posmodernis-
mo o de la filosofía del espíritu, de un “cartesianismo de caricatura”
(Jacques, 2000) en razón de los contrasentidos operados por ciertos
autores anglosajones al asimilar el Cogito al “sentido íntimo”, a la
introspección que Descartes rechazaba, o “sustancializando” lo que
sólo era una proposición existencial por la que el yo —la mismidad—
se sitúa frente a Dios o frente al mundo. La reducción de la filosofía
de Descartes a la dicotomía alma-cuerpo o al dualismo pensamien-
to-extensión, correspondería a un “uso incierto” por parte de las
ciencias humanas y a una tradición cultural que condujeron a una
“lectura incorrecta” y a “lugares comunes” que reflejan muchas in-
comprensiones ligadas al desconocimiento de un proyecto antropo-
lógico fundado en la unión entre el alma y el cuerpo (Milon, 2007).
Y, en efecto, algunos autores han identificado en la articulación del
cuerpo y del ego en Descartes6 las premisas del uso filosófico de la
noción de “carne” como pensamiento encarnado (Merleau-Ponty,

5 Se podría discutir tanto los recursos como los límites que comporta una referencia,
no sólo a los modelos de la cognición social, sino también a los de la filosofía del
espíritu (Fisette y Poirier, 2002). Pero esta discusión excede el marco del presente
artículo.
6 Ver, en particular, en la sexta Meditación (1641), la célebre frase: “No estoy alojado en
mi cuerpo como un piloto en su navío, sino que, además de esto, estoy unido muy
estrechamente con él, y fusionado y mezclado de tal manera que compongo un solo
todo con él” (1949, 217).

Año 3, núm. 5, septiembre 2008


39
Representaciones sociales

1964),7 y de la de la asunción fenomenológica de una intersubjetivi-


dad (Husserl, 1950).8
Para otros, las expresiones “sujeto cartesiano” y “subjetividad
cartesiana” corresponden a “una invención que es un quid pro quo”
de traducción, detectado sobre todo en Kant, pero que provoca en
otros autores, particularmente en Heidegger, errores de interpreta-
ción del sentido del Cogito (Balibar et al., 2004). Por último, encon-
tramos hoy a un filósofo como Zizek (2007), quien “reafirma el su-
jeto cartesiano” contra el pacto tácito que lo evacúa, retomando una
lectura política y psicoanalítica del cogito que niega su trasparencia y
muestra su cara oscura.
Por lo demás, se ha insistido sobre la dimensión reivindicativa y
de crítica que comporta la posición del Yo, como lo indica Canguil-
hem (1989, 29):

Pensar es un ejercicio del hombre que requiere la conciencia de


sí mismo en la presencia en el mundo, no como la representación
del sujeto Yo, sino como su reivindicación, porque se trata de una
presencia vigilante o, más exactamente, sobre-vigilancia (sur-veillan-
ce). […] El Yo vigilante del mundo de las cosas y de los hombres es
tanto el Yo de Spinoza como el Yo de Descartes. […] Asignar a la
filosofía la tarea específica de defender el Yo como reivindicación
intrasmisible de presencia-vigilancia (sur-veillance), es reconocerle
sólo su papel de crítica.

7 La idea cartesiana del cuerpo humano considerado como lo humano —no cerrado,
sino abierto en la medida en que está gobernado por el pensamiento— es posible-
mente la idea más profunda a propósito de la unión entre el alma y el cuerpo. Se
trata del alma interviniendo en un cuerpo que no existe en sí mismo (si así fuera, sería
un cuerpo cerrado como el del animal), que no puede ser cuerpo y viviente-humano
más que consumándose en una ‘visión de sí mismo’ que es el pensamiento.” (283).
8 “Únicamente a través del vínculo entre la conciencia y el cuerpo en una unidad na-
tural manifestada a la intuición empírica, es posible una comprensión mutua entre
seres animados que pertenecen a un mismo mundo. […] Únicamente por este medio
cada sujeto cognoscente puede descubrir el mundo total como algo que lo engloba
a él mismo y a otros sujetos, y al mismo tiempo reconocerlo como el solo y único
mundo de vida compartido entre él y los otros sujetos.” (179).

Cultura y representaciones sociales


40 Cultura y representaciones sociales

Emergencia de la subjetividad
Esta inscripción activa en el mundo encuentra un eco en toda la
reflexión contemporánea que sitúa la cuestión del sujeto en una
perspectiva política e histórica. Esta reflexión interesa sobre todo
al medio intelectual francés, pero ha influenciado el pensamiento de
corrientes contestatarias, particularmente las del feminismo norte-
americano, como el de Butler, por ejemplo (1997). Puede compro-
barse también que tiene implicaciones importantes para las ciencias
sociales, en virtud de la identificación entre la problemática de la
subjetividad y la de la sujeción.
Así, para Deleuze y Guattari (1980), el sujeto moderno del sis-
tema capitalista se describe mediante dos paradigmas: el de la ser-
vidumbre, que deriva del latín servus, el avasallamiento, y el de la su-
jeción, el sometimiento del individuo a reglas y a objetivaciones. Salir
de ambos estados supone una liberación en la construcción de la
relación a sí mismo mediante diversas modalidades prácticas. Las
formas y las figuras de la subjetividad son creadas y modeladas en
el devenir histórico por las condiciones sociales y las instituciones,
llamadas por Guattari “equipamientos colectivos de subjetivación”,
que son de orden religioso, político, técnico, artístico, etcétera. He
aquí una constatación que deja abierta la posibilidad del cambio:

La subjetividad está hoy masivamente controlada por dispositi-


vos de poder y de saber que ponen las innovaciones técnicas, cien-
tíficas y artísticas al servicio de las figuras más retrógradas de la
socialidad. Pero sin embargo, se puede concebir otras modalidades
de producción subjetiva —como las procesuales y singularizantes.
Estas formas alternativas de reapropiación existencial y de auto-
valorización pueden convertirse mañana en la razón de vida de las
colectividades humanas y de los individuos que se niegan a entre-
garse a la entropía mortífera característica del periodo por el que
estamos atravesando (Guattari, 1986, 18).

Detectamos un movimiento semejante en Foucault, quien afirma


haberse preocupado siempre por el sujeto, que habría sido el hilo

Año 3, núm. 5, septiembre 2008


41
Representaciones sociales

rojo de su reflexión. En 1982, definiendo el objetivo de su trabajo


en el curso de los últimos veinte años, afirma que su propósito...

... no ha sido analizar los fenómenos del poder ni de sentar las


bases de tal análisis. Más bien he tratado de producir una historia
de los diferentes modos de subjetivación del ser humano en nuestra
cultura” (2001b, 1041).

Se sitúa en la línea de este objetivo general la empresa de una


historia de la sexualidad como experiencia, entendiendo por expe-
riencia “la correlación, en una cultura, entre ámbitos del saber, tipos
de normatividad y formas de subjetividad (ibíd: 1559). Y la tarea que
él asigna a la filosofía es la de una emancipación del sujeto:

Indudablemente, el objetivo principal de nuestros días no es


descubrir, sino rechazar lo que somos. Necesitamos imaginar y
construir lo que nosotros podríamos ser para desembarazarnos de
esta especie de ‘doble coacción’ política que son la individualización
y la totalización simultáneas de las estructuras del poder moderno.

No se trata de...

... intentar liberar al individuo del Estado y de sus instituciones,


sino de liberar al nosotros del Estado y del tipo de individualización
que le es inherente. Necesitamos promover nuevas formas de sub-
jetividad rechazando el tipo de individualidad que nos han impues-
to durante siglos (ibíd: 1051).

Foucault sitúa en los años 1950 la salida de la fascinación hegelia-


na, gracias a autores como Bataille, Blanchot y Klossowski que “hi-
cieron aflorar el problema del sujeto como problema fundamental
para la filosofía y el pensamiento moderno”, abandonando la idea,
defendida por la filosofía clásica y combatida por los estructuralistas,
según la cual el sujeto tiene un carácter “fundamental y originario”.
“El sujeto tiene una génesis, tiene una formación, tiene una historia;
el sujeto no es originario” (Ibíd: 590). En su búsqueda de un “nuevo
pensamiento acerca del sujeto”, Foucault trata de...

Cultura y representaciones sociales


42 Cultura y representaciones sociales

... explorar lo que podría ser una genealogía del sujeto, muy
consciente de que los historiadores prefieren la historia de los ob-
jetos y de que los filósofos prefieren el sujeto que no tiene historia.
Lo que no me impide sentirme en parentesco empírico con los lla-
mados historiadores de las “mentalidades”, y con una deuda teórica
con respecto a un filósofo como Nietzsche, quien ha planteado la
cuestión de la historicidad del sujeto (2001a, 506).

Quien esté interesado en las representaciones sociales no puede


menos que ser sensible a esta proximidad declarada con la historia
de las mentalidades y, por otro lado, no puede dejar de advertir que
cuando Foucault trata específicamente del sujeto, como es el caso en
el curso del Colegio de Francia “Hermenéutica del sujeto” (2001a),
recurre a la noción de representación como “conjunto de ideas”.
Esta obra es la única cuyo índice contiene el término “represen-
tación”, mencionado dieciocho veces. Los pasajes donde se utiliza
este término ponen de manifiesto que la representación interviene
en el proceso de subjetivación como objeto de un trabajo de re-
flexión y de elección, en el marco de las técnicas del sí mismo y del
conocimiento de sí mismo practicadas en la Antigüedad. Más aún,
este trabajo sobre las representaciones se realiza bajo la orientación
de un director de conciencia, lo que remite al papel que desempeña
la interacción en la elaboración de la representación de sí mismo.

El retorno del sujeto en las ciencias


sociales
Encontraremos también en los nuevos paradigmas de las ciencias
sociales el vínculo entre sujeto historicizado y representaciones, así
como la correlación entre sus respectivos cambios. El fin de los
“grandes relatos”, el abandono de lo que se llamó “pensamiento
ruso” o “pensamiento chino” (Rioux y Sirinelli, 1997) después del
desmoronamiento del imperio soviético, y la emergencia de un pen-
samiento posmoderno, provocaron en las ciencias sociales pertur-
baciones que tuvieron por consecuencia a la vez la rehabilitación
del concepto de representación y la afirmación de la necesidad de

Año 3, núm. 5, septiembre 2008


43
Representaciones sociales

un retorno a la idea de “sujeto activo y pensante”, así como una


nueva interrogación sobre el vínculo social. Según Dosse (1995),
las ciencias humanas en su conjunto han tomado “en cuenta una
concepción que ya no es la de la divinización del sujeto, ni la de su
disolución”. La complejidad creciente de los problemas las conduce
a postular “una forma de indeterminación que vuelve imposible y
vano el encierro del hombre en una lógica exclusivista, sea ésta de
carácter moral, nacional, genética o neuronal”. Por lo demás, esta...

... nueva interrogación sobre el vínculo social implica otra escala


de análisis, más cercana a los actores sociales. Lo cotidiano y las
representaciones desempeñan el papel de palancas metodológicas
que permiten interesarse más en lo instituyente que en lo instituido
(418).

En virtud de este hecho, ha cambiado la manera en que el indi-


viduo ha sido conceptualizado en su relación con la sociedad. La
relación individuo/sociedad, inicialmente formulada en términos de
oposición entre actor o agente y sistema social o estructura, ha evo-
lucionado en un sentido que aproxima, en su acepción, las nociones
de actor y de agente, acercándolos a la noción de sujeto.
Alejándose de una concepción del individuo orientado por sus
intereses y sus intenciones privadas, el término actor ha llegado a
ser de uso generalizado en las ciencias sociales desde Parsons. En un
primer momento, el actor ha sido considerado como manifestándo-
se a través de las conductas sociales, personales y colectivas. Éstas
reflejan asignaciones de rol y de estatuto, y dependen de los proce-
sos de socialización. Dichas conductas se definen por su conformi-
dad o su desviación con respecto al sistema de normas dominantes,
en función del cual ha sido fijado su sentido. Esta interpretación
colocaba en posición subordinada al actor, ya que desempeña roles
que le son impuestos por un lugar social, sin autonomía frente a
una sociedad regida por los imperativos del poder y del lucro. La
evolución posterior del tratamiento de la noción de actor ha puesto
en claro la posibilidad de elecciones racionales y la capacidad de
oposición a las coacciones del sistema, acercándola de este modo

Cultura y representaciones sociales


44 Cultura y representaciones sociales

a la noción de agente, particularmente desarrollada en la tradición


inglesa inspirada por Giddens.
Presentar al individuo como agente implica el reconocimiento
en este último de un potencial de selección de sus acciones, que le
permite escapar a la pasividad con respecto a las presiones o coac-
ciones sociales, e intervenir de manera autónoma en el sistema de las
relaciones sociales en tanto que detentor de sus decisiones y dueño
de su acción. Desarrollando la noción de agente, Giddens (1982)
ha denunciado el error introducido en el pensamiento francés por
el estructuralismo, por el que se confundía una historia sin sujeto
trascendental con una historia sin sujetos humanos cognoscentes
(knowledgeable) y capaces de ejercer una reflexión sobre su situación y
su saber. Contra la idea de una historia sin sujeto (subject-less-history),
este autor propone, en su teoría de la estructuración, considerar a
los seres humanos como agentes cognoscentes, incluso cuando ac-
túan dentro de los límites, históricamente especificados, fijados por
condiciones sociales que ellos no reconocen, incluyendo las conse-
cuencias de sus actos que ellos no pueden prever. Esta concepción
se acerca singularmente a la de sujeto, y sitúa en primer plano la
cuestión de los modos de conocimiento en los cuales se apoya la
acción.
La evolución paralela de los dos términos culmina en las reflexio-
nes recientes de Touraine (2007). Éste impulsa el acercamiento entre
actor y sujeto hasta producir una teoría del sujeto con la finalidad
de integrar las transformaciones que afectan, en virtud de la globali-
zación, la reflexión de los individuos y de los grupos marcados por
una voluntad de libertad, de afirmación de su singularidad o de su
particularidad, y por una reivindicación identitaria, así como por un
deseo de reconocimiento para sí y para los otros. Para circunscribir
esta nueva realidad que se impone a la mirada del investigador, se
requiere “abandonar nuestros principios aparentemente más firmes
y nuestras representaciones más clásicas de la sociedad y de los ac-
tores sociales”. La nueva demanda social es la del “derecho a tener
derechos”; la idea de sujeto es convocada por la “transformación de
una conciencia de sí que se vuelve más fuerte que la conciencia de

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45
Representaciones sociales

las reglas y de las normas, así como de las exigencias de los sistemas
dentro de los cuales se vive y se actúa” (Touraine, 2007: 16).

El giro subjetivista en historia y en


antropología
La inversión de perspectiva se percibe también en las demás discipli-
nas sociales, en virtud de una crisis que se sitúa a partir de los años
ochenta. Desde un punto de vista epistemológico, esta crisis derivó
del cuestionamiento de los determinismos económicos y de los con-
dicionamientos sociales, así como del rechazo del modelo positivista
y del carácter dogmático del linguistic turn. De aquí ha resultado, en
las contribuciones correspondientes al arribo del tercer milenio, una
puesta en relieve de la historicidad, del pragmatismo, y de los mode-
los interpretativos que se prestan...

... a una apropiación libre, en contraposición a las transposicio-


nes mecánicas, en cuanto a su aplicación, de esquemas teóricos pre-
confeccionados y osificados. (Lepetit, 1995: 15).

Este movimiento ha desembocado, particularmente en historia,


en una doble perspectiva. Por una parte, un recurso sistemático a la
noción de representación, como lo decía Boureau en 1995:

Desde hace unos quince años, la noción de representación se ha


implantado fuertemente en el taller del historiador. Este éxito no
tiene que ver con la moda, porque se debe a un verdadero progreso
en la descripción de los estados mentales y de su expresión según
su relación con el proceso histórico o social (20).

Por otra parte, la emergencia de una corriente crítica propia del


campo histórico.9 En consecuencia, una vez abiertas las perspecti-

9 De modo particular, se ha cuestionado el modelo de la “larga duración” de Braudel,


que orientó por mucho tiempo la escuela de los Annales, y se ha denunciado la “rei-
ficación” de conceptos como clase y territorio, así como el privilegio otorgado a los
procesos globales.

Cultura y representaciones sociales


46 Cultura y representaciones sociales

vas, la antropología y la micro-historia10 proporcionaron a los histo-


riadores las razones de un cambio de escala en el enfoque y la defi-
nición de los objetos de estudio. Éstos preconizaron el respeto por
la complejidad de los fenómenos estudiados y la rehabilitación de la
experiencia de los actores sociales, considerados en su singularidad,
destacando la importancia del contexto particular que confiere sen-
tido a la experiencia.
En el plano colectivo, todo esto llevó a considerar el papel de
los sujetos vistos como “pensantes y actuantes”, y a reconocer la
importancia de las reivindicaciones identitarias en las luchas por la
dominación y el reconocimiento social. El estudio de estas luchas
que ponen en juego la estructuración de lo social condujo a poner el
acento sobre “las estrategias simbólicas que determinan posiciones
y relaciones, y construyen, para cada clase, grupo o medio social, un
ser-percibido constitutivo de su identidad” (Chartier, 1989). Tales
afirmaciones ponen de manifiesto una singular proximidad con la
óptica psicosocial, cuyo centro de gravedad se desplaza, en con-
secuencia, del individuo que manifiesta su pertenencia grupal, a la
afirmación identitaria de una colectividad mediante procesos sim-
bólicos que rigen las relaciones sociales.
Es así como se ha podido hablar de un nuevo paradigma, el “pa-
radigma subjetivista”, para retomar una expresión de Noiriel (1989).
Este último, evocando la posibilidad para la sociología de contribuir
a la superación de los impasses de la historia cuantitativa, propone
recurrir, por una parte, a nociones como la de experiencia vivida y
la de sentido investido por los individuos en sus conductas, y por
otra parte a la de objetivación bajo la forma de evidencia cotidiana,
y a la de interiorización referida al proceso por el cual las normas

10 La micro-historia surge en Italia en los años 1970, con la escuela de Bolonia y au-
tores como Ginzburg y Levi, cuyos trabajos centrados sobre personajes singulares
—un sacerdote y un molinero inscritos en una historia familiar y en una red de
relaciones sociales—, se han abierto a la necesidad de hacer escuchar, de dar la voz
a actores desconocidos, mostrando de este modo cómo los fenómenos de amplia
escala —como la industrialización, la modernización y la formación del Estado—
son resultado de estrategias y de trayectorias individuales y familiares. De este modo
los fenómenos de agregación y de desagregación sociales son reconstruidos desde el
punto de vista de las conductas y de las identidades individuales.

Año 3, núm. 5, septiembre 2008


47
Representaciones sociales

y los valores sociales son integrados en el espacio interior de los


individuos.
En antropología, la integración de los aportes del psicoanálisis y
de las ciencias cognitivas en autores como Godelier (2007) y Descola
(2006) ha orientado la atención hacia los procesos psíquicos y cogni-
tivos que intervienen en las organizaciones sociales y estructuran la
formación de las identidades de los sujetos sociales inscritos en un
orden simbólico y político. Es así como Godelier, reconstruyendo
“el nacimiento para sí del sujeto social”, insiste sobre el hecho de
que a través del lenguaje “los otros están en él y con él”, y de que a
través de las interacciones él interioriza la visión cultural de su yo.

La presencia ideal y emocional en los individuos de las relacio-


nes sociales que caracterizan su sociedad, constituye la parte sub-
jetiva de esas relaciones sociales, un conjunto de representaciones
y de valores que están presentes tanto en el individuo como en sus
relaciones con los otros, ya que confieren sentido a sus relaciones.
De este modo vemos que las relaciones sociales no existen sola-
mente entre los individuos, sino también en ellos —bajo diversas
formas— (179).

Descola adelanta la hipótesis de que la manera en que se estruc-


tura la experiencia del mundo y del otro en las diferentes culturas y
épocas, está regida por procesos cognitivos. Esto ocurre según dos
modalidades operantes en, y asumidas por todos los miembros de
un colectivo: por una parte, la identificación por la que se instauran las
diferencias y las semejanzas entre sí y los otros existentes —huma-
nos y no humanos— con base en la imputación de una interioridad
(estado de conciencia, alma, etcétera.) y de una fisicalidad (materia-
lidad, corporeidad); por otra parte, la relación que define los vínculos
establecidos entre los existentes, fundados sea en su equivalencia
—el intercambio, el don, la predación—, sea en su dependencia —la
producción, la protección, la transmisión—. Esta caracterización a
partir de un funcionamiento cognitivo que remite a una interioridad,
si no es que a una subjetividad, permite establecer modelos de or-

Cultura y representaciones sociales


48 Cultura y representaciones sociales

ganización de las relaciones sociales que podrían aplicarse al estudio


de las representaciones sociales en espacios sociales definidos.

Las representaciones sociales y el


sujeto
Todas estas evoluciones detectadas en las ciencias sociales deberían
incitar a los psicólogos sociales que se ocupan de las representacio-
nes a profundizar los medios de análisis de todo lo que se relaciona
con la subjetividad. Reconocer la existencia de un sujeto no implica,
sin embargo, suponer en él un estado de solipsismo. Los modelos
de interiorización cuyo parangón es el habitus de Bourdieu, el mo-
delo del psicoanálisis y las diferentes conceptualizaciones sociales
de la relación con el otro (Jodelet, 2003) interiorizan al otro en el
sujeto. En psicología social, Zavalloni (2007) muestra la parte que le
toca a la representación de la alteridad en la estructuración de una
identidad que incluye igualmente la corporeidad. Más recientemen-
te, Markova (2007), inspirada por Bajtín, relaciona con el dialogismo
tanto la formación de las categorías de pensamiento como la de las
representaciones, en una recuperación ontológica de la oposición
distintiva tomada en préstamo de la antropología.11 Sin embargo, la
necesidad de descartar una visión solipsista del sujeto no implica en
modo alguno referir los sistemas de pensamiento a una pura estruc-
turación mediante el intercambio lingüístico. El lugar del encuentro
intersubjetivo se encuentra, como lo muestra Merleau-Ponty (2003),
en el campo de la institución que significa...

... establecimiento en una experiencia (o en un aparato cons-


truido) de dimensiones (en sentido general, cartesiano: sistema de
referencia) con respecto a las cuales tendrán sentido toda una serie
de otras experiencias que se ordenarán en forma de una sucesión
(suite), de una historia.

11 Se notará que en el seno mismo de la antropología, se han propuesto diversas inter-


pretaciones de esta oposición desde Evans-Prichard, quien la deriva de un proceso de
diferenciación social donde el “ ‘no-nosotros’ es necesario para la afirmación identi-
taria de un nosotros”, hasta Héritier, quien funda la formación binaria de las catego-
rías de pensamiento en la experiencia originaria y primordial del cuerpo sexuado.

Año 3, núm. 5, septiembre 2008


49
Representaciones sociales

Tanto el sujeto como el otro son inseparablemente instituido e ins-


tituyente.

Yo me proyecto en él y él en mí, hay una proyección-introyec-


ción, productividad de lo que yo hago en él y de lo que él hace
en mí, comunicación verdadera por arrastre lateral: se trata de un
campo intersubjetivo o simbólico, el de los objetos culturales, que
constituye nuestro medio ambiente, nuestra bisagra, nuestro punto
de juntura (Merleau-Ponty, 2003: 35-38).

Lo que parece importante para ser desarrollado en el futuro se-


ría estudiar de qué manera un trabajo sobre las representaciones
puede a la vez sacar partido de y contribuir a un trabajo sobre la
subjetivación, desde un punto de vista teórico y práctico. El esbozo,
ciertamente limitado, que acabamos de trazar podría proporcionar
ciertas orientaciones, trátese de la vinculación entre subjetividad y
representación, en el plano de la producción de conocimientos y de
significados; de efectos sobre los contenidos representacionales im-
putables a las formas de subjetivación ligadas a los marcos sociales e
históricos; o del papel de las representaciones en la constitución de
las subjetividades y de su afirmación identitaria.
Desde este último punto de vista, sería interesante ver cómo la
intervención sobre las representaciones endosadas por cada quien
puede contribuir a un cambio de subjetividad. Esta perspectiva no
es nueva. Foucault la ha abordado a propósito de las técnicas del
sí mismo. En el plano empírico, basta con volver a los diferentes
modelos propuestos para la intervención social tanto en sociología
como en psico-sociología (Jodelet, en prensa). Para inducir un cam-
bio, sea a través de modos de influencia o de procesos de interac-
ción y de negociación de sentido en vista de una resignificación de
la experiencia de los actores sociales, estos modelos de intervención
siempre hacen referencia a un trabajo sobre las representaciones
individuales, sociales o colectivas. Este trabajo supone la corrección
de creencias consideradas como inadecuadas o falsas, la valoriza-
ción de saberes de sentido común, la concientización crítica de las
posturas ideológicas, la reinterpretación de situaciones de vida, y la

Cultura y representaciones sociales


50 Cultura y representaciones sociales

puesta en perspectiva de las posiciones en función de un análisis de


los contextos de la acción y del punto de vista de los actores. Tales
perspectivas implican que el enfoque de las representaciones socia-
les puede proporcionar —en vista de un cambio social en el nivel
individual o colectivo y cualquiera sea el ámbito de intervención—,
la mejor contribución pero también la más difícil. La mejor, porque
las maneras en que los sujetos ven, piensan, conocen, sienten e in-
terpretan su mundo de vida, su ser en el mundo, desempeñan un pa-
pel indiscutible en la orientación y la reorientación de las prácticas.
La más difícil, porque las representaciones sociales son fenómenos
complejos que ponen en juego numerosas dimensiones que deben
ser integradas en una misma aprehensión y sobre las cuales se tie-
ne que intervenir conjuntamente. Con tal propósito, propongo un
marco de análisis que permite situar el estudio de la representación
social en el juego de la subjetividad.

Las tres esferas de pertenencia de


las representaciones sociales
Para analizar las representaciones sociales de los individuos y de los
grupos localizados en espacios concretos de vida y —superando el
estadio de la simple descripción de estados representacionales—,
para definir las modalidades de una acción transformadora, propon-
go el esquema siguiente que delimita las esferas o universos de per-
tenencia de las representaciones.
Tratándose de su génesis y de sus funciones, las representacio-
nes sociales pueden ser referidas a tres esferas de pertenencia: la
de la subjetividad, la de la intersubjetividad y la de la trans-subje-
tividad. Como lo plantea la teoría de las representaciones sociales
(Moscovici, 1961, 1976; Jodelet, 1989), toda representación es la
representación de un objeto y de un sujeto. Si bien es cierto que se
debe tomar siempre en consideración el tipo de objeto referido en
el estudio de una representación social, el comentario del esquema
se focalizará, por razones analíticas, exclusivamente sobre el sujeto
pensante. No se deja de subrayar fuertemente, como está indicado

Año 3, núm. 5, septiembre 2008


51
Representaciones sociales

Las esferas de pertenencia de las representaciones sociales

No existe individuo aislado No existe pensamiento desencarnado

INTERSUBJETIVO SUBJETIVO

RS

TRANS-SUBJETIVO

Contexto social de integración e inscripción Espacio social y público

en los ángulos del esquema, que los sujetos deben ser concebidos
no como individuos aislados, sino como actores sociales activos,
concernidos por los diferentes aspectos de la vida cotidiana que
se desarrolla en un contexto social de interacción y de inscripción.
La noción de inscripción subsume dos tipos de procesos cuya im-
portancia es variable según la naturaleza de los objetos y de los
contextos considerados. Por un lado, la participación en una red
de interacciones con los otros, a través de la comunicación social
—aquí me estoy refiriendo a la triangulación Ego-Alter-Objeto,
propuesto por Moscovici (1984)—. Por otro lado, la pertenencia
social definida en múltiples escalas: la del lugar en la estructura so-
cial y la de la posición en las relaciones sociales; la de la inserción
en los grupos sociales y culturales que definen la identidad; la del
contexto de vida donde se desarrollan las interacciones sociales; y
la del espacio social y público.
La noción de subjetividad nos lleva a considerar los procesos que
operan a nivel de los mismos individuos. Por más de que nuestras
indagaciones apuntan a detectar los elementos representacionales
compartidos, sería reductor eliminar de nuestro examen lo que co-
rresponde a los procesos por los cuales el sujeto se apropia de y
construye tales representaciones. Estos procesos pueden ser de na-
turaleza cognitiva y emocional, y depender de una experiencia en el

Cultura y representaciones sociales


52 Cultura y representaciones sociales

mundo de vida (Jodelet, 2006). Ellos remiten, igualmente, a estados


de sujetamiento o de resistencia, de los que hemos hablado anterior-
mente. Desde este punto de vista conviene distinguir las representa-
ciones que el sujeto elabora activamente de las que el mismo integra
pasivamente, en el marco de las rutinas de vida o bajo la presión
de la tradición o de la influencia social. Es preciso subrayar tam-
bién que el sujeto situado en el mundo lo es en primer lugar por su
cuerpo, como lo establece la fenomenología. La participación en el
mundo y en la intersubjetividad pasa por el cuerpo: no existe pensa-
miento desencarnado flotando en el aire. Esto nos lleva a integrar en
el análisis de las representaciones los factores emocionales e identi-
tarios, juntamente con las tomas de posición ligadas al lugar social
(Doise, 1990), y las connotaciones que van a caracterizar, en función
de la pertenencia social, la estructura de las representaciones (Abric,
1994). Las diferentes facetas que califican al sujeto no entran en
juego de modo sistemático en la producción de las representaciones
sociales, y su importancia relativa debe relacionarse, evidentemente,
con el tipo de objeto representado y con la situación en la que se
forja la representación.
Sea lo que fuere, el tomar en cuenta el nivel subjetivo permite
comprender una función importante de las representaciones. Las
representaciones, que son siempre de alguien, tienen una función
expresiva. Su estudio permite acceder a los significados que los su-
jetos individuales o colectivos atribuyen a un objeto localizado en su
entorno social y material, y examinar cómo tales significados están
articulados a su sensibilidad, sus intereses, sus deseos y sus emocio-
nes, así como también al funcionamiento cognitivo.
La esfera de la intersubjetividad remite a situaciones que, en un
contexto determinado, contribuyen a establecer representaciones
elaboradas en la interacción entre sujetos, especialmente las ela-
boraciones negociadas y producidas en común a través de la co-
municación verbal directa. Son numerosos los casos que ilustran
el papel del intercambio dialógico del que resultan la transmisión
de información, la construcción del saber, la expresión de acuer-
dos o de divergencias a propósito de objetos de interés común, la

Año 3, núm. 5, septiembre 2008


53
Representaciones sociales

interpretación de temas pertinentes para la vida de los participantes


en la interacción, y la posibilidad de creación de significados o de
resignificaciones consensuales. Este tipo de intercambio es el objeto
privilegiado de la psicología social y de las intervenciones de tipo
terapéutico o de las que están destinadas a individuos que tienen
que modificar su relación a una situación de vida en un contexto
comunitario, o de trabajo en un marco organizacional. En estos es-
pacios de interlocución, también se ha recurrido a un universo ya
constituido, en el plano personal o social, de representaciones. És-
tas intervienen como medios de comprensión y como instrumentos
de interpretación y de construcción de significados compartidos en
torno de un objeto de interés común o de acuerdo negociado.
Finalmente, la tercera esfera, la de la trans-subjetividad, no fue
tomada muy en cuenta por lo menos en los últimos años. Esta esfe-
ra se compone de elementos que atraviesan tanto el nivel subjetivo
como el intersubjetivo. Su escala abarca tanto a los individuos y a
los grupos, como a los contextos de interacción, las producciones
discursivas y los intercambios verbales. El empleo de la noción de
trans-subjetividad, presente en la fenomenología, aquí es directa-
mente tributario de la reflexión de R. Boudon (1995) sobre “la ra-
cionalidad subjetiva” y las “razones trans-subjetivamente válidas”
para endosar una creencia inserta en una situación (marco espacio-
temporal, campo social o institucional, universo de discursos) o de-
rivada de un “entrelazamiento de principios, de evidencias empíri-
cas, lógicas o morales , que se comparte colectivamente porque tiene
sentido para los actores involucrados”.
En la formación de las representaciones sociales, la esfera de la
trans-subjetividad se sitúa en relación con la de la intersubjetividad
y con la de la subjetividad, y remite a todo lo que es común para
los miembros de un mismo colectivo. En efecto, esta comunalidad
puede tener orígenes variados. Puede resultar del acceso al patri-
monio de recursos proporcionados por el aparato cultural para la
interpretación del mundo, el cual proporciona los criterios de codi-
ficación y de clasificación de la realidad, los instrumentos mentales y
los repertorios que sirven para construir significados compartidos, y

Cultura y representaciones sociales


54 Cultura y representaciones sociales

constituye la retro-escena que permite la intercomprensión (Searle,


1979). Puede depender también del juego de coacciones o de pre-
siones, asignables sea a las condiciones materiales de existencia, sea
a imposiciones ligadas a la estructura de las relaciones sociales y de
poder, sea al vigor de los sistemas de normas y valores, sea al estado
de las mentalidades que los historiadores tratan como sistemas de
representaciones que orientan las prácticas colectivas, asegurando el
vínculo social y la identidad colectiva. Remite, igualmente, al espacio
social y público donde circulan representaciones de origen diverso:
la difusión por los medios masivos de comunicación, los marcos
impuestos por los funcionamientos institucionales, las hegemonías
ideológicas, etcétera. Atravesando los espacios de vida locales, esta
esfera constituye una especie de medio-ambiente donde están in-
mersos los individuos. En virtud de su circulación, las representa-
ciones generadas de este modo superan el marco de las interaccio-
nes y son asumidas por los sujetos bajo el modo de la adhesión o de
la sumisión. Para dar un ejemplo del funcionamiento de esta esfera,
tomaré el caso del juego de representaciones en la comprensión de
un acontecimiento político.

La comprensión de los
acontecimientos
Las tendencias recientes de la interpretación de la acción en las cien-
cias sociales ponen el acento sobre la importancia del acontecimien-
to, irrupción inesperada en un orden temporal y un estado de cosas.
Suele seguirse dos direcciones cuando se trata de dar sentido a un
acontecimiento. Para la ciencia, lo que permite analizar los signifi-
cados y la envergadura del acontecimiento son las consecuencias.
Para el sentido común, estas últimas derivan del anclaje del aconte-
cimiento en el sistema de pensamiento preexistente de las personas
que lo interpretan. Según las pertenencias sociales, los compromi-
sos ideológicos, los sistemas de valores referenciales, etc., un mismo
acontecimiento puede movilizar representaciones trans-subjetivas
diferentes que lo sitúan en horizontes variables. De aquí derivan,

Año 3, núm. 5, septiembre 2008


55
Representaciones sociales

por parte de los sujetos, interpretaciones que pueden ser objeto de


debate y desembocar en situaciones de consenso o de disenso.
La noción de horizonte, tomada de la fenomenología, designa
aquí los ámbitos en relación con los cuales puede situarse un mismo
objeto. El objeto que un sujeto observa puede ser considerado en
horizontes diferentes. Por ejemplo, yo puedo aprehender un árbol
en el marco de un horizonte externo constituido por el bosque o
el jardín donde está plantado, indagando sus diferencias y su espe-
cificidad, y su contribución al efecto estético de conjunto. O bien
puedo aprehenderlo en su horizonte interno, concentrándome en la
textura de su corteza, la disposición de sus ramas y la forma de su
follaje, para definir su especie, su desarrollo, su estado de salud o su
belleza, etcétera. Ambos horizontes de observación van a permitir
detectar, según la perspectiva adoptada, propiedades diferentes. La
noción de horizonte en la que se encuentra encastrado el objeto
permite superar el carácter individual de la noción de perspectiva.
Porque el modo de enfocar los objetos y los acontecimientos que
pueblan nuestro mundo cotidiano apela a sistemas de representacio-
nes trans-subjetivas que modelan y matizan nuestras percepciones.
Para ilustrar este fenómeno de conferir sentido, tomaré el ejem-
plo reciente del asunto de las caricaturas de Mahoma publicadas en
Dinamarca hace dos años.12 Este asunto es una buena ilustración de la
noción de horizonte y del juego de las representaciones trans-subjetivas
asumidas por los sujetos y convocadas en las retóricas sociales. En efecto,
el análisis de contenido de los debates suscitados por este asunto y que
ocuparon por varios meses el espacio público (prensa, radio, TV) muestra
12 Recordaré rápidamente este episodio y sus repercusiones. Un periódico danés de
extrema derecha publicó una serie de caricaturas del profeta Mahoma, una de las
cuales, en particular (una cabeza del profeta con barba, cuyo turbante blanco sirve
de nido a una bomba), suscitó cuatro meses más tarde, en varios medios y países
islámicos, un movimiento de protesta de amplitud y violencia raras (manifestaciones
en la calle, ataque a embajadas danesas, cremación de figuras alusivas y de banderas,
etcétera). Este movimiento provocó diversas reacciones de reprobación y, en el con-
texto democrático francés, una defensa de la libertad de prensa. Así, el semanario
Charlie-Hebdo reprodujo las caricaturas como gesto de solidaridad y de afirmación
de la libertad de prensa. Esta publicación provocó a su vez debates públicos clamo-
rosos y tomas de posición contradictorias. El semanario, que fue demandado por un
organismo oficial de representación de la comunidad musulmana, recibió el apoyo
de diversas personalidades del mundo científico, jurídico y político. La justicia des-
estimó las acusaciones de los demandantes.

Cultura y representaciones sociales


56 Cultura y representaciones sociales

que los argumentos de los protagonistas se diferenciaban según el hori-


zonte dentro del cual se situaban.
Del lado de quienes se alzaron contra las caricaturas, se distingue
referencias a: 1. Un horizonte religioso que lleva a calificar las ca-
ricaturas como blasfemia. En efecto, en las religiones judía y musul-
mana, la imagen de Dios no puede ser objeto de una representación
figurativa. El profeta, encarnación de Dios, no puede ser represen-
tado. Las caricaturas constituyen, por lo tanto, una violación de una
prohibición sagrada, una blasfemia que debe ser condenada como
lo fueron los Versos satánicos de Salman Rushdie. 2. Un horizonte
comunitario. Los musulmanes constituyen una comunidad, y todo
gesto que atenta contra uno de sus elementos se considera como
un atentado contra la comunidad en su conjunto. Se desarrolla, en
consecuencia, una doble argumentación. O bien la caricatura signi-
fica una humillación, ya que al tratarse de una burla, se la interpreta
como un insulto más dirigido al conjunto de los musulmanes que
reivindican su derecho a creer y a defender su creencia, y este insul-
to es interpretado como una humillación por pueblos, a menudo
ex colonizados, que se han sentido siempre expuestos al desprecio,
razón por la cual resienten la caricatura como una herida narcisista;
o bien la caricatura es asumida como un prejuicio: al identificar a
todos los musulmanes con una secta islámica extremista y terroris-
ta, ella expresa un prejuicio para todos los que se reconocen como
musulmanes. La amalgama entre terrorismo y musulmán es racista
y opera en detrimento de toda la comunidad, que de este modo se
siente rechazada en un mismo gesto de oprobio.
Del lado de quienes defienden las caricaturas, se observa también
una argumentación fundada en dos horizontes de referencia. O bien
se sitúan en el horizonte de la democracia y de la Declaración de los
derechos del hombre de 1948, y entonces la caricatura responde a
un derecho inalienable y universal que asegura la libertad de expre-
sión que debe prevalecer sobre la creencia religiosa; o bien se sitúan
en un horizonte político, y entonces se apunta a una historia de ma-
nipulación. En este caso, aún cuando se condena al periódico danés
por su orientación de extrema derecha, se subraya el retardo de la

Año 3, núm. 5, septiembre 2008


57
Representaciones sociales

reacción por parte de los medios musulmanes. Se denuncia entonces


la presencia de una manipulación islamista en la movilización de las
masas, esto es, una intervención de lo político sobre la credulidad
de las multitudes.

La interacción entre las esferas de


pertenencia de las representaciones
El análisis de los debates ha mostrado no sólo la irreductibilidad
de las posiciones, sino también el hecho de que los horizontes no
son necesariamente compatibles o acumulables en el interior de una
misma toma de posición. El ejemplo muestra que un mismo objeto
o acontecimiento, situado en horizontes diferentes, da lugar a inter-
cambios de interpretación y a confrontaciones de posición mediante
los cuales los individuos expresan una identidad y una pertenencia.
Cada uno de los horizontes pone de relieve un significado central del
objeto en función de sistemas de representaciones trans-subjetivas
que son específicas de los espacios sociales o públicos dentro de los
cuales se mueven los sujetos. Éstos se apropian de estas representa-
ciones en razón de su adhesión y de su afiliación a esos espacios.
Debido a que ha sido referida a un nivel social global o asimilada
a un sistema rígido de determinación, la esfera de la trans-subjeti-
vidad no ha sido objeto de una atención específica en el estudio de
las representaciones sociales; más aún, ella ha sido evacuada de las
preocupaciones de los investigadores que deseaban respetar el po-
tencial de creatividad y de libertad propio de la nueva modernidad.
Sin embargo, como indica el ejemplo de las caricaturas, no sólo no
se puede dejar de tomarla en cuenta, sino que ella permite afinar el
análisis del interjuego de ideas y de representaciones. Además, como
puede comprobarse a propósito de la experiencia (Jodelet, 2006),
surgen nuevas perspectivas que tratan de establecer un puente entre
esta esfera y las demás. Finalmente, el encuentro entre estas esferas
abre un espacio de comunicación y de libertad, como lo muestran
autores como Arendt y Habermas.

Cultura y representaciones sociales


58 Cultura y representaciones sociales

Para Arendt (1983), las condiciones de existencia, sean éstas na-


turales o creadas por los hombres, modelan la experiencia subjetiva:
“La influencia de la realidad del mundo sobre la existencia humana
es sentida y recibida como fuerza de condicionamiento” (1983, 43).
Estas condiciones de existencia son el resorte del ejercicio del “pen-
samiento”, que debe distinguirse, siguiendo a Kant, del “conoci-
miento” que se refiere a un saber positivo. Arendt plantea que noso-
tros pensamos a partir de nuestra propia experiencia y que, por vía
del pensamiento, nuestra vida se vuelve comunicable, compartible y
comprensible por los otros. El pensamiento reformula lo que nues-
tras condiciones de existencia nos imponen, y lo hace válido para
una comunidad de seres humanos, y no únicamente para una sola
persona. De este modo el pensamiento del sujeto, modelado por la
esfera trans-subjetiva —encarnada aquí en los condicionamientos
sociales— se convierte en una voz/vía de la intersubjetividad. A lo
que se podría añadir, en lo concerniente a la relación pensamiento
/conocimiento, el hecho de que el pensamiento propio del sujeto
es también una manera de resistir y de afirmar su autonomía con
respecto al saber y al conocimiento científico. Una reflexión de Can-
guilhem (1978), referida al campo médico, lo ilustra perfectamente:

El enfermo es un Sujeto capaz de expresión, que se reconoce


como Sujeto en todo aquello que no sabe designar más que por
posesivos: su dolor y la representación que se forma del mismo, su
angustia, sus esperanzas, sus sueños. […] Resulta imposible anular
en la objetividad del saber médico la subjetividad de la experiencia
vivida por el enfermo. Esta protesta existencial merece ser escucha-
da, incluso cuando opone a la racionalidad de un juicio bien funda-
do el límite de una especie de techo que no puede ser traspasado.

Del mismo modo, encontramos en Habermas (1987) un reco-


nocimiento de las coacciones que constituyen un espacio de trans-
subjetividad, a la vez que confiere a la intersubjetividad y al lenguaje
un estatuto de garantía de libertad.

La infraestructura lingüística de la sociedad es el momento de


un contexto que, aunque mediatizado por símbolos, se constituye

Año 3, núm. 5, septiembre 2008


59
Representaciones sociales

igualmente a través de coacciones reales: la de la naturaleza externa,


que repercute en los procedimientos del dominio técnico, y la de la
naturaleza interna, que se refleja en las represiones que ejercen las
relaciones de fuerza sociales. Ambas categorías de coacción no son
sólo objeto de interpretación; sin que el lenguaje se percate de ello,
ellas actúan sobre las mismas reglas de la gramática en función de
las cuales nosotros interpretamos (220).

Frente a esto, el logos, el pensamiento incorporado en el lenguaje


ordinario y la comunicación, permite a los interlocutores conservar
la libertad de ejercer como sujetos, a través de la expresión de sus
razones, un poder que los une.
Las reflexiones de estos autores tienen una pertinencia directa
para nuestra práctica de investigación sobre las representaciones so-
ciales, en cuyo seno podemos distinguir también lo que depende
del conocimiento —del saber—, de lo que depende de un pensa-
miento que se despliega a partir de nuestra experiencia concreta.
Ellas nos invitan a tomar en consideración la negociación entre las
condiciones trans-subjetivas y la liberación propiciada por un pen-
samiento subjetivo comunicable y comunicado en la intersubjetivi-
dad, así como también a descubrir, en el juego de estas tres esferas
las condiciones de una libertad que apuntalará las intervenciones
orientadas al cambio social. La relación dialéctica establecida entre
modos de formación y funciones de las representaciones sociales
según su asignación topológica, merecería desarrollos más amplios,
ilustrados por casos empíricos. Pero falta espacio para ello. Espero
que el cuadro que se acaba de bosquejar a grandes rasgos permita,
sin embargo, medir las potencialidades contenidas en la perspectiva
subjetivista adoptada.

Conclusión
Al término de este recorrido, sin duda ambicioso, pero necesario,
¿qué conclusiones podemos sacar? El sujeto aparece bajo diferen-
tes figuras: la de una ilusión o de una transparencia engañosa; la de
una objetivación en subjetividades históricamente constituidas; la
Cultura y representaciones sociales
60 Cultura y representaciones sociales

de una libertad reivindicadora de sus derechos, de sus referencias


identitarias y de su responsabilidad; la de un objeto en disputa en los
combates simbólicos y políticos. El recorrido nos ha permitido ver
la evolución del tratamiento de la noción de sujeto, los horizontes
en los que se sitúa, los debates que desencadena y los efectos que
dicha noción provoca en la práctica de las ciencias humanas y en las
proposiciones de intervención en vista de un cambio. De este modo
se delinean los contornos de un territorio de estudio de las represen-
taciones epocales (Jodelet, 2007), es decir, de las representaciones
sociales, colectivas y científicas estrechamente vinculadas al devenir
social e histórico.
Por lo demás, hemos podido entrever algunas de las relaciones
que el sujeto mantiene con las representaciones, productos y cris-
talizaciones de los sentidos que confiere a su universo de vida, o
interiorizaciones de las imposiciones sociales que lo constituyen,
mediaciones de la expresión de sus identidades. Habría aquí abun-
dante materia que desarrollar, señalando la urgencia de reintroducir
esta noción en la reflexión psico-sociológica sobre el pensamiento
social.
Porque hablar de sujeto en el campo de estudio de las repre-
sentaciones sociales es hablar del pensamiento, es decir, referirse a
procesos que implican dimensiones psíquicas y cognitivas; a la re-
flexividad mediante el cuestionamiento y el posicionamiento frente
a la experiencia; a los conocimientos y al saber; y a la apertura hacia
el mundo y los otros. Tales procesos revisten una forma concreta
en contenidos representacionales expresados en actos y en palabras,
en formas de vivencia, en discursos, en intercambios dialógicos, en
afiliaciones y conflictos. Esta especificidad de la representación del
sujeto como pensamiento abre un espacio de investigación que en
gran medida aún queda por balizar. En los autores referidos, el tér-
mino “sujeto” se presenta frecuentemente como revestido de una
estructura conceptual y abstracta, como dotado de un carácter pro-
gramático. Necesitamos encarnarlo, lo que no será una tarea fácil.

Año 3, núm. 5, septiembre 2008


61
Representaciones sociales

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Cultura y representaciones sociales
LAS REPRESENTACIONES SOCIALES Y SU HORIZONTE IDEOLÓGICO
UNA RELACIÓN PROBLEMÁTICA

J.A. Castorina y A. Barreiro

José Antonio Castorina es Doctor en Edu-


cación e Investigador del CONICET (Con- Introducción
sejo Nacional de Investigaciones Científi-
La teoría de las representa-
cas), así como Profesor Consulto en la
Facultad de Filosofía y Letras de la Uni- ciones sociales (en adelante
versidad de Buenos Aires. Alicia Barreiro RS) se ha conformado en una
es Licenciada en Psicología y Becaria encrucijada de disciplinas que
CONICET, así como Ayudante de Psico- van desde la historia, pasando
logía y Epistemología Genética en la por la sociología, hasta la an-
misma Universidad.
tropología y la psicología del
desarrollo (Moscovici, 2001a).
Este origen ha determinado el carácter algo borroso e impreciso del
concepto, de modo tal que no se dispone de criterios consensuados
para diferenciarlo de otros, como por ejemplo: representación colectiva,
teoría implícita, mentalidad histórica o ideología. Más aún, las relaciones
entre tales conceptos dependen del estado de las disciplinas al momen-
to de la constitución de la teoría y de sus vicisitudes ulteriores en el pen-
samiento contemporáneo.
El modo en que se ha caracterizado a las RS respecto de la ideolo-
gía (en adelante ID) es un caso ejemplar del carácter histórico de sus
relaciones con otras categorías del pensamiento social. A este respecto
cabe señalar que tampoco la ID es un término unívoco: el debate acerca
de su alcance y significado es amplio, incluso en el pensamiento con-
temporáneo se ha propuesto abandonar su utilización. (Eagleton, 1997;
Bourdieu, 1997; Ziziek, 2003). Ambas categorías conceptuales han sido
consideradas como irreductibles entre sí, como simplemente yuxtapues-
tas, más aún, se las interpretó como siendo articulables bajo ciertas
condiciones (Deconchy, 1991). Según algunos psicólogos sociales,
aquella declinación histórica del concepto de ID o sus dificultades para

Boletín de Psicología, No. 86, Marzo 2006, 7-25


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Boletín de Psicología, No. 86, Marzo 2006

tratar los problemas concretos de las ciencias sociales, abren un campo


de pertinencia para el estudio de las RS (Jodelet, 19991).
Como hemos mencionado, las relaciones entre RS e ID tienen un
carácter histórico, porque las disciplinas y corrientes de pensamiento
dónde se originaron han sufrido serios desplazamientos teóricos en la
segunda mitad del siglo XX. Justamente, el propósito de este trabajo es
retomar el paralelismo, la convergencia o el contrapunto entre RS e ID
teniendo en cuenta los debates actuales en las ciencias sociales y en la
psicología social.
Para nosotros es necesario examinar el significado y alcance de las
diferentes concepciones de la ID, aunque sin adoptar el sentido descrip-
tivo del término, usual entre algunos teóricos de la sociedad y psicólogos
sociales. Ambos grupos de científicos hablan de sistemas de creencias
o de concepciones del mundo, pero sin hacer distinciones respecto a su
función legitimadora de la dominación social. En cambio, las concepcio-
nes críticas de la ID asumen de manera central que tales producciones
imaginarias sirven para sustentar y ocultar el orden social dominante
(Thompson, 1985).
Recordemos que hay versiones que conciben a las ID en términos
“positivos” y no solo de “negatividad” u ocultamiento de las relaciones de
dominación, como hemos dicho respecto de la versión crítica. En este
sentido, se la concibe como un proyecto compartido, más o menos utó-
pico, que orienta el cuestionamiento de la realidad social y la construc-
ción de otra sociedad (Adorno y Hortheimer, 1962). Sin embargo, en
este trabajo nos limitaremos a las versiones de la ID que adoptan un
sentido crítico.
Además, para nuestro análisis comparativo nos cerniremos a un
campo de análisis: la producción del conocimiento de sentido común, en
sus conexiones con el conocimiento científico y con la legitimación de la
formas de dominación. En este contexto, nos preguntamos, siguiendo a
Jodelet (1991a) si hay rasgos comunes entre ID y RS. Más aún, ¿en qué
sentido las RS son una parte de la ID? De otra manera, ¿qué quiere
decir que las RS tienen aspectos de ID? o también ¿qué significa que
las RS tienen rasgos que son exteriores o irreductibles a las ID? En últi-
ma instancia, nuestro interrogante principal es: ¿qué significa afirmar
que las RS se constituyen sobre el horizonte de una concepción del
mundo?
Para examinar estas preguntas asumiremos la diversidad de defini-
ciones de ID y la dificultad, quizás insalvable, para articularlas en una
única caracterización (Eagleton, 1997). Así, ubicándonos dentro de lo
que llamamos perspectiva crítica, seguiremos la clasificación que propo-
ne Ziziek (2003). De este modo, al trasfondo de creencias más amplias
acerca de la sociedad de las que se recortan o diferencian las RS lo
entendemos de tres modos: como falsa conciencia, inspirándonos en la
versión más clásica del pensamiento de Marx en la Ideología Alemana
8
Boletín de Psicología, No. 86, Marzo 2006

(Marx y Engels, 1970); como las prácticas corporales e institucionales


que las materializan (por ejemplo, Althusser, 1968/2005); o como creen-
cias implícitas que participan de la reproducción de la sociedad, como es
el caso de la tesis del fetichismo de la mercancía en Marx y la doxa de
Bourdieu (Zizek, 2003).
Ahora bien, para llevar a cabo este análisis es pertinente aclarar qué
significa postular el carácter implícito o explícito de las ID para pensar su
conexión con las RS, así como el modo en que su elaboración se vincu-
la con la realidad de las prácticas sociales. Por otra parte, resulta nece-
sario relacionar al sentido común con el conocimiento científico a los
fines de elucidar las conexiones de la teoría RS con la teoría de la ID.
Por último, se intentaremos establecer la especificidad –si la hay– de
sus relaciones con la distribución desigual del poder, en términos simbó-
licos.
En resumen, este trabajo se propone, en primer lugar, hacer una
breve historia de las relaciones entre la ID y las RS según el enfoque de
algunos influyentes psicólogos sociales. En segundo lugar, comparar
sistemáticamente las RS e ID atendiendo a los corpus teóricos donde
adquieren su significado conceptual respecto de: su carácter implícito,
sus relaciones con la ciencia y el sentido común, su amplitud cognosciti-
va, sus relaciones con lo real. Asimismo, abordaremos el impacto de
nuevas categorías, introducidas para pensar el origen de las RS, tales
como los themata.
Finalmente, queremos establecer el alcance de dicha comparación,
ya sea para situar a la teoría de las RS en el pensamiento contemporá-
neo de las ciencias sociales y la filosofía o para inferir sus consecuen-
cias respecto de la investigación empírica.
Al plantear de este modo el problema hemos supuesto la resolución
de un interrogante aún más básico: si las RS formuladas por la escuela
de Moscovici se pueden interpretar en relación a las versiones actuales
de la ID o si ambas pertenecen a universos intelectuales inconmensura-
bles. En el transcurso de estas reflexiones, dicha pregunta insistirá una y
otra vez, justamente porque está en juego la articulación de la teoría de
las RS con la teoría más amplia sobre la sociedad.

Los psicólogos sociales y la ideología


En primer lugar, vamos a examinar las vinculaciones entre ID y RS,
pero solo desde el punto de vista asumido por los psicólogos sociales
cuándo caracterizaron la cuestión, dado que no disponemos de referen-
cias en los sociólogos o teóricos de la ID.
Como es sabido, Moscovici hace hincapié en la distinción de las RS
respecto de las representaciones colectivas de Durkheim, en tanto estas
últimas son interpretaciones amplias del mundo social, tales como los
sistemas religiosos o la concepción individualista en la modernidad. De
9
Boletín de Psicología, No. 86, Marzo 2006

este modo, el autor quiso destacar el carácter específico, tanto del grupo
que produce las RS como del objeto al que se refieren. Además, señaló
su dinamismo al construirse en la comunicación social, por contraposi-
ción al carácter estático de las representaciones colectivas.
Sin embargo, una representación colectiva no es una ID, al menos
según la versión crítica aquí asumida, ya que no cumple la función ne-
cesaria de ocultar el significado de las diferencias de clase, en la socie-
dad capitalista. Más aún, al diferenciar las RS de las representaciones
colectivas, Moscovici concibe a las RS en tanto producciones de un gru-
po, ya que expresan su posición ante el mundo social y además les atri-
buye una historia de “corta duración”. Curiosamente, esta caracteriza-
ción aproxima a las RS a las ID, o se hacen compatibles, en tanto am-
bas no expresan a la sociedad en su conjunto sino a sus sectores y a la
vez son inseparables de su génesis histórica.
Por otra parte, el fundador de la teoría de las RS elaboró sus ideas
en un intento de reivindicar al sentido común, en contra de la perspecti-
va leninista predominante en el pensamiento marxista. La ID fue inter-
pretada como concepción del mundo y no se la identificó con las RS,
aunque ambas pertenecen al mismo género de conocimiento social,
junto al mito, o la ciencia (Moscovici, 1961; 2001a). Mientras el enfoque
leninista oponía ciencia e ideología y consideraba que esta última im-
pregnaba el conocimiento corriente deformándolo, el psicólogo social
intentó recuperar la especificidad del saber cotidiano (Moscovici, 1961;
2001b). Es decir, se propuso diferenciar a las RS de aquella familia de
conceptos, en tanto sistema cognitivo u organización psicológica.
Además, el concepto de RS tuvo que sortear el obstáculo de la con-
cepción mecanicista de las relaciones entre infraestructura y superes-
tructura, propio del marxismo ortodoxo (Jodelet, 1991b). Este último le
quitaba legitimidad a su estudio por considerarlo impregnado de idealis-
mo filosófico: los fenómenos mentales tratados en su especificidad deja-
rían de estar determinados por las relaciones de producción. Desde el
punto de vista de la psicología social, la aceptación y difusión de esta
categoría hay que ubicarla a fines de los 70, en el momento de la decli-
nación del paradigma estímulo-respuesta. De esta manera, comienza a
pensarse que la representación determina al mismo tiempo el estímulo y
la respuesta. Según Jodelet, este cambio teórico llego a afectar todas
las ciencias sociales, la historia, la sociología y a la psicología social. La
emergencia de la teoría de las RS y la reconsideración de la ID, en el
pensamiento contemporáneo, supone una ruptura con una perspectiva
que jerarquizaba los niveles de estructuración de la vida social y les qui-
taba a las creencias sociales cualquier autonomía respecto de sus con-
diciones económicas.
Al parecer, Moscovici considera que las RS dan sentido a la diversi-
dad de experiencias cotidianas, mientras la ciencia y la ID proporcionan
un sistema general de objetivos o de justificación de los actos de un
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Boletín de Psicología, No. 86, Marzo 2006

grupo humano. La orientación de las RS hacia fenómenos más específi-


cos se pone de relieve en el siguiente texto: “Resolver problemas, dar
una forma a las interacciones sociales, proporcionar un molde a la con-
ducta, son motivos poderosos para edificar una representación y trasva-
sar el contenido de una ciencia o una ideología” (Moscovici 1961, p. 54).
En la misma dirección, Jodelet (1991a) considera que las RS se
construyen respecto de un horizonte ideológico, entendido como con-
cepción del mundo. Su tesis es la siguiente: la teoría de las RS se ocupa
de indagar creencias específicas, como el género o la locura, que se
encuentran en el saber cotidiano. Así, tales creencia no son considera-
das como un simple efecto de las ID. Si bien la elaboración de las RS
moviliza componentes del posicionamiento ante el mundo, hay algo más
en ellas vinculado a las circunstancias sociales en que son elaboradas.
La autora subraya los caracteres que son propios de las RS, respec-
to de la ID, afirmando que: “[…] es necesario para desarrollar la diferen-
ciación y la exacta relevancia de los términos, volverse hacia los carac-
teres cognitivos y a su rol en la organización de los saberes y las prácti-
cas.” (1991, p. 21) Es decir, las RS tienen un fuerte contenido cognitivo
ya que son un saber de la vida cotidiana, socialmente construido. A su
vez, éstas posibilitan una estructuración de las prácticas mediante la
comunicación y otras interacciones sociales, recortándose sobre un tras-
fondo ideológico.
Por ejemplo, la RS de la locura en los trabajos de Jodelet
(1989/2005), involucra una teoría ingenua del organismo, en tanto sis-
tema tripartito: un sistema funcional orgánico (propio de la especie) arti-
culado por el cerebro (que remite a lo social) y los nervios (que remiten a
la naturaleza). El hecho de que tales instancias sean imaginadas como
independientes y antagónicas permite inferir un sesgo ideológico, si nos
colocamos en el punto de vista del control ejercido sobre los enfermos.
Así, la locura pensada como un déficit biológico imposibilita al enfermo
de ocupar un lugar en la sociedad en un pie de igualdad con los otros
miembros. “Las carencias de control cerebral le impiden administrar su
vida profesional y su vida privada. Este argumento es reforzado y legiti-
mado por el carácter biológico de la incapacidad social” (1989/2005, p.
270). Es decir, se relega a los enfermos mentales a un estatus que los
diferencia de los cuidadores, preservando la identidad e integridad del
grupo social que los excluye.
Hemos mencionado que Jodelet (2003) hace hincapié en los aspec-
tos propios de las RS, sin que esto implique su exterioridad respecto de
las ID. Al contrario: “[…] si la representación incluye elementos de la
ideología (a título de contenido o estructura), o presenta funcionamien-
tos similares, la ideología no es el todo la representación y aquella regis-
tra de manera original los efectos de la historia y de las mentalidades
que marcan la vida de los grupos y de los individuos.” (p. 102)

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Boletín de Psicología, No. 86, Marzo 2006

Por su lado, Doise (1982) concibe la relación entre las RS y la ID


desde una perspectiva algo diferente. Señala que los psicólogos socia-
les, en sus investigaciones, hacen referencia a la articulación entre lo
individual y lo social, a través de cuatro niveles de análisis: intra-
individual, interindividual, posicional e ideológico. Este último correspon-
diente al estudio de las creencias globales que influyen en las conductas
de los sujetos. En cambio, las investigaciones que tienen por objeto las
RS articulan los diferentes niveles de análisis, aunque el foco principal
se ubica predominantemente en uno de ellos. Más aún, constituyen una
bisagra entre el sistema ideológico y la cognición individual.
Asimismo, el mencionado autor (Doise, 1993) señala que la diferen-
cia entre ambas categorías reside en que la ID es una producción social
institucionalizada con un alto grado de sistematización intelectual, y con
criterios para establecer ortodoxias y heterodoxias. En este sentido, las
RS no presentan un alto grado de sistematicidad y la adhesión a ellas no
está regulada institucionalmente.
Finalmente, en el enfoque de la psicología social discursiva, se cues-
tiona a la propia teoría de las RS por estar íntimamente vinculada a una
concepción ideológica, dado que las RS fueron teorizadas por los psicó-
logos sociales a partir de una concepción filosófica básica que disocia
representación y mundo. De este modo, se instaura una relación cogniti-
va que la condena a diversas antinomias conceptuales (Ibáñez, 1994).

El carácter implícito o explícito


Tanto las RS como la ID presentan diferentes modos de ser explíci-
tas o implícitas, en el sentido de un mayor o menor nivel de acceso a la
conciencia y a la enunciación por parte de los sujetos. Así, si bien am-
bos conceptos presentan diferencias, éstas no permiten establecer una
clara distinción entre uno y otro.
Respecto de las RS, en principio, podemos distinguir un nivel en el
que los sujetos asumen sus creencias, por ejemplo: “creo que el Sida es
un castigo a la libertad sexual”. No obstante estas verbalizaciones las
RS son implícitas, porque escapan a la conciencia individual en tanto
producciones sociales y no individuales. Es decir, su vivencia implica
para los sujetos la ignorancia de su carácter social, más aún, del hecho
de ser parte de un mundo simbólico objetivo. De este modo, las RS se
imponen con fuerza a los individuos, suministrándoles un modo de ver
las cosas del que no pueden evadirse (Marková, 1996). Ellos descono-
cen el origen y función social de sus propias creencias, aunque éstas
determinan su comportamiento y comprensión de los fenómenos socia-
les.
De esta manera, las RS proporcionan un marco para interpretar los
fenómenos que nos rodean, incluso condicionan la percepción y las vi-
vencias respecto de uno mismo. Por ejemplo, los cambios culturales que
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tuvieron lugar en los 60’, sobre todo las corrientes feministas y la difu-
sión del psicoanálisis, dieron lugar a transformaciones en las vivencias
subjetivas del cuerpo y de las categorías para su aprehensión como
objeto de conocimiento. De esta manera, se produjeron cambios en el
esquema corporal, manifestados, entre otras cosas, en la manera de
vivir y llevar el embarazo que dejo de ser algo vergonzoso para ser
“mostrable” con orgullo (Jodelet, 2003).
Ahora bien, en el caso de las ID, su carácter implícito o explícito de-
pende de la perspectiva teórica asumida. En primer lugar, si las conside-
ramos como falsa conciencia, se trata de un conjunto de ideas, creen-
cias o argumentos –conscientes como tales– que son falsos respecto a
las fuerzas que los producen. Su función es convencer de su “verdad”,
pero ocultando su carácter legitimador del orden social. En este sentido,
lo explícito es la formulación directa del cuerpo de ideas, mientras que lo
implícito sería lo que se esconde: la dominación. En palabras de
Habermas (1971), se trata de un tipo de comunicación dónde lo dicho se
escinde y a la vez oculta los intereses de dominación.
Por su parte, Gramsci (1970) vincula la ID con el concepto de hege-
monía, es decir, con la variedad de estrategias políticas por medio de las
cuáles el poder dominante logra el consenso de los dominados sin vio-
lencia física. Para este teórico del marxismo hay una transición de la ID
como conjunto explícito de ideas a una práctica social habitual de los
sectores sociales. En otras palabras, la ID se sitúa entre la filosofía y la
vida cotidiana, ya que las argumentaciones propias del pensamiento de
los teóricos se hacen orgánicas, esto es, devienen acciones concretas y
vividas, formas de conducta y de valoración cultural. Se puede decir que
las ideas filosóficas adquieren validez psicológica para los actores socia-
les. En este sentido, la filosofía se hace implícita en la actividad práctica,
“[…] como concepción del mundo que se manifiesta implícitamente en el
arte, en el derecho, en la actividad económica, en todas las manifesta-
ciones de vida, individuales y colectivas.” (p. 369).
Retomando algunos de estos aspectos Althusser (1968/2005) postu-
la que la ID no se refiere directamente al mundo social sino a nuestra
relación imaginaria con éste, por ello no se puede hablar de falsa con-
ciencia, ya que no se trata de un conocimiento de la realidad social. Más
aún, la ID no es estrictamente un conocimiento porque expresa la mira-
da global que se tiene de las relaciones vividas imaginariamente. Más
bien, se trata de una estructura que, en términos sociológicos, consiste
en ritos o prácticas materiales como saludar o arrodillarse para rezar. La
misma involucra aquellas relaciones imaginarias, pero no se trata de
que, por ejemplo, alguien cree y por ello reza, sino que en el rezo mismo
hay incluida una creencia.
Bourdieu produce otro giro original en la interpretación de la ID: se
ocupa de los modos en que las creencias naturalizadas –la doxa– se
presentan en la vida cotidiana, como es el caso de aquellas referidas al
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género o a los dones intelectuales (Eagleton, 1997). Más aún, el autor


rechaza el término “ideología” en cuanto falsa conciencia, por su fuerte
compromiso con la idea de representación, a la que se puede considerar
como falsa y luego modificar intelectualmente (Bourdieu, 1997).
Por el contrario, el núcleo de su enfoque reside en que las creencias
dóxicas son tácitas, dependen de los habitus encarnados en el cuerpo
vivido. En otras palabras, no son creencias explícitamente formuladas
por los actores sociales en su significación, sino que son vividas como
naturales a partir de una experiencia corporal. Las creencias dóxicas
son el efecto de la violencia simbólica, en tanto imposición de un arbitra-
rio cultural desde una relación de dominación. Por tanto, las creencias
naturalizadas (por ejemplo: “no me da la cabeza para la matemática”,
dicho por un niño de sectores populares) suponen el reconocimiento de
la autoridad como legítima, pero el desconocimiento de aquella violen-
cia.
Un comentario final: Marková (1996) considera que el carácter implí-
cito o explicito de las RS y las ID es un rasgo que permite diferenciarlas
tajantemente. Para la autora, la ID involucra un compromiso explícito
con un sistema de ideas que expresa a sectores que detentan el poder
(por ejemplo, la religión o las concepciones políticas). Cuándo aquellas
ideas se difunden por la sociedad y son asumidas implícitamente por
quienes no las han concebido se convierten en RS. Dicho de otro modo,
la objetivación que constituye a éstas últimas las impone como lo real
para las personas en su vida cotidiana, pero este proceso escapa a su
reflexión.
Por el contrario, según nuestro análisis, no es posible distinguir a las
RS y la ID por ser o no explícitas. Si nos atenemos a las interpretaciones
que hemos ofrecido, Ambas presentan rasgos explícitos e implícitos,
aunque debemos reconocer que estos últimos son dominantes.

Relaciones con el conocimiento científico y el sentido común


El escenario principal en el que se ponen a jugar las particularidades
de ambas categorías es la producción del conocimiento de sentido co-
mún, en sus conexiones con el conocimiento científico y con la legitima-
ción de la formas de dominación. Dada la complejidad de las relaciones
a considerar, tomaremos los aportes de distintos autores que nos permi-
tan iluminar aspectos diferentes de las relaciones que se establecen en
dicho escenario.
En este sentido, el enfoque de Gramsci (1970) resulta relevante por-
que ha examinado particularmente las relaciones entre ideología, senti-
do común y ciencia. Según su versión, la ID en tanto concepción del
mundo está asociada al sentido común, es el modo en el que la filosofía
se instala en las masas populares. La concepción del mundo desarrolla-
da por los filósofos es un todo coherente elaborado argumentalmente,
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pero se convierte en sentido común al ser difundida en la sociedad. Se


trata de un conglomerado caótico, contradictorio, de creencias que se
mantienen implícitas en las prácticas cotidianas y en los distintos modos
de expresión social, como el arte o las actividades jurídicas. Incluso, el
sentido común es vivido de manera no racional por las masas populares,
como una fe. Cabe señalar que tal concepción popular del mundo es
una visión hegemónica: la aceptación –no crítica– de la perspectiva filo-
sófica más difundida, ligada a los sectores dominantes. Sin embargo, en
los momentos de crisis política y social suele emerger una visión del
mundo no hegemónica, y que expresa a los sectores dominados, el de-
nominado “buen sentido”.
A su vez, la ideología enmarca la ciencia, al ser una interpretación
que el sentido común hace del conocimiento, en los términos de un con-
junto de certezas que son aceptadas de manera no reflexiva. Es decir,
una versión casi mítica de las relaciones entre los saberes y el mundo.
Por el contrario, el análisis filosófico tiene que situar a la ciencia en una
concepción reflexiva y crítica.
Desde una mira diferente, la ciencia es interpretada en su distancia
radical con el carácter imaginario de la ID (Althusser, 1968/2005), por la
vía de la célebre ruptura epistemológica. En otras palabras, el conoci-
miento científico se caracteriza por producir su objeto teórico y por esta-
blecer sus procedimientos de objetivación, oponiéndose a la representa-
ción de una relación imaginaria con el mundo social. Su rasgo central es
la revisabilidad de las teorías y la reorganización de los objetos de cono-
cimiento. Por el contrario, el imaginario ideológico es cerrado y reiterati-
vo, de modo tal que siempre hay respuestas seguras y terminantes para
las situaciones experimentadas en la vida social.
Por otro lado, en la teoría de las RS, el sentido común no es interpre-
tado en su discontinuidad respecto de la ciencia, en términos de “ruptura
epistemológica” entre un mundo imaginario y un mundo de teorías sis-
temáticas. En cambio, el sentido común se constituye a partir del cono-
cimiento científico en los términos del proceso de objetivación y de an-
claje durante la difusión y propagación de la ciencia. Aunque puede
pensarse en una cierta discontinuidad de sus rasgos en comparación
con la posición del científico: su sesgo confirmatorio, la ausencia de sis-
tematicidad, y la transformación de la abstracción conceptual en imáge-
nes (Castorina, Barreiro y Toscano, 2005).
Sin embargo, para Moscovici (1984/2001) las RS, en su vinculación
con el conocimiento científico, pueden adoptar la función de una ideolo-
gía dominante. En este sentido, pueden distinguirse fases en la constitu-
ción de las RS: a) científica, referida a la elaboración de las RS a partir
de un conocimiento científico (por ej. el psicoanálisis o la biología);
b) representativa, que atiende a su difusión en una sociedad, de modo
tal que las imágenes que transforman a los conceptos originales llegan a
ser aceptadas; c) ideológica, en la que una RS es apropiada por un par-
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tido, una escuela de pensamiento o una institución del Estado y “ […] es


lógicamente reconstruida , de modo tal que un producto, creado por la
sociedad como un todo, se puede legitimar en nombre de la ciencia […]
Toda ideología posee, pues, estos dos elementos: un contenido, deriva-
do de la base y una forma, que proviene de la cima, que da al sentido
común un aura científica” (p. 77.)
De este modo, la apropiación de la RS y el intento de legitimarlas
como “científicas” es una actividad de las instituciones como las escue-
las de pensamiento, las iglesias o los partidos políticos. Como puede
verse, la ID es inseparable de este aspecto institucional y de cierta for-
malización discursiva que la hace lógicamente respetable.
Más aún, Moscovici llega a situar a las ID y a la ciencia en contrapo-
sición con las RS. Aquellas pertenecen a un mundo reificado, en el sen-
tido de que fijan las situaciones como objetos, proponen cierta esquema-
tización de las ideas y recurren a procedimientos más o menos formales.
Sin duda, el autor está pensando aquí a la ID como una concepción del
mundo sistematizada explícitamente. Por su lado, el sentido común
mantiene un nivel de fluidez y vivencialidad especificas, caracterizándo-
se también por ser una especie de conglomerado de experiencias que
no llegan a ser tematizadas en una actividad intelectual. Esto es, los
sujetos no pueden tomar la distancia necesaria para convertir a la vida
cotidiana en objeto de conocimiento. Por último, el sentido común no
puede reducirse al conocimiento científico ni a ninguna forma de siste-
matización racional, ya que son dos formas de entender el mundo. De
esta manera, el sentido común: “[...] resiste a cualquier intento de reifi-
cación que transformaría los conceptos e imágenes enraizados en el
lenguaje en reglas o procedimientos explícitos.” (p.199)

La diferencia con lo real


Los argumentos disponibles en la discusión contemporánea que aquí
presentaremos permiten rechazar la tesis de que la ID y las RS son re-
flejos más o menos distorsionados de lo real.
Respecto de la ID, cabe evocar la crítica actual a la versión de la fal-
sa conciencia originada en La Ideología Alemana y según la cuál esta-
mos ante una mistificación de la realidad social. No resulta aceptable la
teoría del conocimiento del realismo representativo que subyace a la
tesis de la ilusión ideológica, a causa de sus insoslayables dificultades
filosóficas; entre otras, la imposibilidad de mostrar que ciertas represen-
taciones se corresponden con el mundo. Por otra parte, al afirmar la
tesis de la ID como falsa conciencia se sostiene también que algún co-
nocimiento de la sociedad es inequívocamente verdadero. Sin embargo,
esto último es inaceptable, dado el carácter relativo de toda afirmación
sobre el mundo social.

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Boletín de Psicología, No. 86, Marzo 2006

Por otra parte, la versión de Althusser (1968/2005) cuestiona la falsa


consciencia ya que entiende a la ID como una organización de las prác-
ticas significantes que constituyen a los sujetos y también dan lugar a
las relaciones vividas con la realidad social. Claramente, la ID como
representación de tales relaciones no puede ser ni verdadera ni falsa
respecto de la realidad.
Finalmente, al utilizar abiertamente el pensamiento de Lacan para
revitalizar las tesis del marxismo, Ziziek (2003) vincula a la ID con lo
Real de los conflictos sociales, como lo no simbolizado de la realidad.
En otras palabras, los sectores sociales logran simbolizar a esta última,
organizándola por medio de sus interpretaciones. Ahora bien, cualquier
ensayo de simbolización es incompleto, es constitutivamente insuficien-
te, porque el antagonismo social que le subyace es irreductible. Desde
esta perspectiva, el autor reinterpreta un estudio clásico de Lévi-Strauss
desarrollado en La Antropología Cultural (1958). Cuando los miembros
de una población estudiada por éste último, elaboran los planos de dis-
posición de sus chozas, pueden observarse diferencias según su perte-
nencia a distintos grupos sociales. Los distintos diagramas involucran la
presencia –que no es un reflejo– de algún antagonismo social no simbo-
lizable por la actividad grupal y que permanece como un plus. Tales
intentos de simbolización constituyen la “realidad” para esos pobladores,
pero ese núcleo conflictivo de la sociedad como tal les es inalcanzable.
Justamente, la ID sería un espectro que pretende llenar la distancia
insalvable entre un núcleo irrepresentable y los modos relativos de sim-
bolizar la realidad. Al constituirse la realidad social se reprime el antago-
nismo real que, sin embargo, retorna como diferencia insalvable a través
de la ID. De este modo, no se trata de una ilusión que enmascare el
estado real de las cosas, sino de una creencia que estructura nuestra
propia realidad. Aquella diferencia es imprescindible para cuestionar al
mundo espectral de la ideología, porque de lo contrario quedaríamos
encerrados en él.
Respecto de las RS, el objeto al que se dirigen no es la realidad en
sí misma, sino su reconstrucción por medio de la actividad simbólica,
como hemos señalado antes. La construcción social de la RS es la
construcción del objeto: “[…] la representación es el objeto que parece
representar y el mundo de los objetos domesticados es el universo ‘lo-
cal’ de las representaciones” (Wagner, 1998, p. 308). Por otra parte,
esta identidad entre RS y objeto no elimina la realidad de los fenómenos
sociales que han motivado la construcción.
En una perspectiva semejante, Jovchelovitch (2001) ha subrayado
que la actividad representacional tiene una función simbólica, ya que por
su intermedio un mismo objeto social adquiere diferentes significados
que se constituyen según los grupos sociales y en contextos específi-
cos. De este modo, inspirada en Piaget y Vigotsky, la teoría de la RS
rechaza la posibilidad de algún conocimiento donde la realidad se de por
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sí misma o de modo directo. La mediación simbólica otorga significado a


la realidad para los grupos sociales, y en tal sentido puede hablarse de
una construcción de realidades, porque éstas son lo que los sujetos
creen vivenciar naturalmente.
Sin embargo, la realidad es mucho más amplia que lo estructurado
simbólicamente, se la puede postular como lo que aún no ha sido “do-
mesticado” por la construcción de las RS. Entre éstas y la realidad hay
una diferencia que llega a formar parte de la teoría de las RS, y se pone
de manifiesto al analizar la historia de cada RS, de su variación cultural
y de su dimensión pública. Por ejemplo, si se afirma que las mujeres son
“realmente” inferiores al hombre, se está asumiendo el punto de vista de
los dominadores (Jovchelovith, 2000). Gracias a la historia de las RS de
género en nuestra sociedad se puede cuestionar aquella afirmación y
rechazar la identidad entre construcción simbólica y realidad, justamente
por la interpretación de su diferencia.
Para Wagner (1998) la realidad es algo no familiar que afecta a los
grupos sociales, lo que testimonia la intervención de lo que existe más
allá de la “domesticación” producida por la construcción social. Este algo
está escondido por detrás de las RS y en algún momento llegará a ser
simbolizado. Al trascender cualquier representación, la realidad pone
límites a su simbolización, que en algún sentido aparecen indicados en
la propia formulación de la teoría.
Además, por lo dicho se infiere que no es razonable que haya RS
más “objetivas” que otras respecto de un mundo preexistente. Dado que
las mismas no se aproximan a una realidad social ya dada, para hacer
inteligible su génesis hay que asumir aquella diferencia entre la cons-
trucción social y la realidad social. Esta última suscita y limita la produc-
ción de las RS.
En nuestra opinión, la realidad no simbolizada por las ID y las RS
constituye su límite crítico, pero no sabemos si la índole de tal distancia
es la misma para ambas categorías. Probablemente, habría que exami-
nar con más cuidado las posiciones filosóficas asumidas por los teóricos
sociales y por los psicólogos sociales. Sin embargo, hay una semejanza
central para nuestro propósito actual: en lugar de ser ilusiones contra-
puestas a conocimientos verdaderos, ambas se constituyen en la dife-
rencia con lo la realidad (o lo real, según sea el caso).

Thematas, representación social e ideología


Al comienzo de este trabajo nos preguntamos por el significado de la
tesis según la cual las ID constituyen el trasfondo sobre el que se recor-
tan las RS. Específicamente, nuestro interés se dirige al modo en que
dicho trasfondo interviene en su formación. Hace algunos años Mosco-
vici (Moscovici y Vignaux, 1994/2001) introdujo el concepto de themata
para explicar el origen de las RS. Este concepto proviene de la filosofía
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de la ciencia (Holton, 1985/1988) y refiere a ciertas antinomias que reco-


rren la historia del pensamiento científico, como por ejemplo los pares:
continuidad/discontinuidad, complejidad/simplicidad, necesario/contin-
gente, etc. Tales pares antinómicos han orientado la formulación de las
teorías, porque los científicos deben expresar su posición respecto de
los mismos. Esto es: “[...] edificar una auténtica teoría científica requiere
decisiones explícitas o implícitas como la adopción de ciertas hipótesis y
normas de preselección que no son científicamente ‘validas’ [...] (p.16).
A los fines de este trabajo, cabe señalar que Holton diferencia explícita-
mente a los temathas de la ideología, dado que no se trata de concep-
ciones del mundo que orientan las prácticas científicas, sino de ciertos
pares antinómicos que se han tomado en cuenta al momento de elabo-
rar las teorías.
Como hemos dicho, Moscovici utiliza este concepto para esclarecer
el origen de las RS. En tal sentido, afirma que se trata de: “arquetipos de
razonamiento común o pre-concepciones, establecidas durante un largo
período de tiempo, esto es, tributarias de historias retóricas y creencias
sociales que poseen el status de imágenes genéricas”. (2001, p.244). Se
trata de ideas-fuerza o arquetipos enraizados en la historia colectiva de
un grupo, que permiten la reiteración de los contenidos socialmente
construidos. Las RS resultan de su tematización en forma de oposicio-
nes reconocibles en imágenes en un contexto socio-histórico, como los
pares hombre/mujer, cuerdo/loco o inteligente/no inteligente.
Por su parte, Markovà (2000; 2003) considera que las antinomias
básicas –nosotros/los otros, justicia/injusticia; libertad/opresión, mo-
ral/inmoral, etc. – existen en forma implícita en nuestro sentido común,
pero llegan a convertirse en RS justamente por el proceso de tematiza-
ción. Tales antinomias pueden convertirse en tema de elaboración sim-
bólica en una sociedad: “[…] si en el curso de ciertos eventos sociales e
históricos -políticos, económicos o religiosos- se convierten en proble-
mas y llegan a ser el foco de la atención social y una fuente de tensión y
de conflicto” (2003, p.184). Es decir, los pares de opuestos son candida-
tos potenciales a convertirse en las RS del sentido común, pero su te-
matización en los debates y disputas públicas sucede solamente en al-
gunos casos.
La autora se inspira en la dialéctica del amo y el esclavo de Hegel, al
considerar que buena parte de la historia podría ser interpretada en tér-
minos de una lucha por el reconocimiento social, lo cual implica la reali-
zación de las antinomias potenciales del Yo y el Otro, cada uno en su
búsqueda de un trato digno. Dicho reconocimiento social se ha proble-
matizado en relación con otros themata, como nosotros/los otros; liber-
tad/opresión, o justicia/injusticia. En este sentido, el yo solitario emerge
en la modernidad, cuándo las expectativas de reconocimiento de la pro-
pia identidad no han sido cumplidas, es decir, cuándo la búsqueda de
reconocimiento se ha vuelto un thema. Más aún, la identidad social es
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conformada por su opuesto, por ejemplo, por el no reconocimiento o


desconocimiento por los otros, lo cual provoca sentimientos de daño u
opresión (Markovà, 2003).
Ahora bien, para estos psicólogos sociales los themata son el tras-
fondo potencial de donde emergen las RS. Entonces, ¿cuál es el lugar
de la ID en dicha emergencia? ¿Hay alguna relación entre las ID y los
themata?
En primer lugar, dichas antinomias que recorren en diversas formas
la historia de las creencias sociales, no son estrictamente ID. Esto signi-
fica que los themata son un modo de entender el trasfondo de las RS,
una serie de antinomias implícitas en la historia del grupo, que no consti-
tuyen aún una concepción del mundo, hasta tanto no estén tematizadas.
Además, mientras las ID y las RS son históricamente contingentes, los
themata insisten en diversos episodios históricos, desde el fondo del
sentido común. Sin embargo, los psicólogos sociales han sostenido que
las ID suministran los materiales para la formación de las RS o estas
últimas se recortan sobre las primeras. Por lo visto, al introducir los the-
mata para dar cuenta de la formación de las RS, los psicólogos sociales
han dejado de considerar las relaciones de éstas con la ID.
En segundo lugar, se podría hablar de una fuerte relación entre los
themata y los conflictos sociales, al menos en los términos planteados
por Markovà. En este sentido, puede decirse que los antagonismos so-
ciales son la ocasión para la tematización de las antinomias. Es decir, la
búsqueda de reconocimiento supone los conflictos que dan lugar a las
vivencias de sufrimiento o daño en los no reconocidos. Tales conflictos
son los que desencadenan la tematización de las antinomias.
En tercer lugar, puede señalarse una diferencia entre la tematización
que se encuentra en el origen de las RS y la producción social de la
doxa. En el caso de la violencia simbólica de género (Bourdieu, 1997),
los dominados –las mujeres– aplican a los objetos del mundo natural y
social ciertos esquemas de pensamiento que son una reencarnación de
relaciones de poder: abajo/arriba, interno/externo, adentro/afuera, rec-
to/curvo, fuerte/débil, masculino/femenino. Estos pares expresan la vi-
vencia del carácter natural de la relación con el dominante, siendo el
producto de la incorporación de formas sociales de clasificar. Por ejem-
plo, que las mujeres se queden “adentro” de la casa y los hombres va-
yan al “afuera” social. De este modo, la dominación que se inscribe en
los gestos corporales de la mujer, en su modo de vivir el espacio, se
legitima al ser considerada como algo natural (la mujer es “más débil”).
Estos pares serían similares a las antinomias potenciales propuestas
por Marková, pero la propia tematización es más bien el efecto de la
violencia simbólica que el resultado de un proceso discursivo o de deba-
te público. Una vez más, hay un rasgo que parece identificar a la ID res-
pecto de las RS: a través de los pares típicos de la doxa se expresa una

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aceptación o un reconocimiento implícito de la dominación por parte de


los dominados.
Finalmente, como hemos visto antes, tanto las RS como las ID son
intentos de simbolizar los antagonismos que constituyen su más allá
irreductible (Zizek, 2003). Mientras que las primeras son una construc-
ción específica, las segundas son una elaboración espectral, suponien-
do ambas a un núcleo que resiste a los intentos de simbolización y por
eso mismo insisten a través de la historia social. Ahora bien, los themata
son ideas o concepciones potenciales que recorren la historia del pen-
samiento y como tales no son equiparables a los antagonismos sociales
que pertenecen al orden de lo real. Quizás, estos últimos puedan inter-
pretarse como un límite al proceso de tematización. De este modo, lo
que resiste a la simbolización no son los themata sino la experiencia
social no simbolizada. Según lo que hemos sostenido a lo largo de este
trabajo, hasta la lucha por el reconocimiento de la propia dignidad
humana y la identidad del yo como RS de la modernidad, siguen supo-
niendo un más allá de la simbolización. De esta manera, la introducción
de los themata para explicar la conformación de las RS deja vigente la
problemática de la diferencia entre lo simbolizable y lo real.
En síntesis, lo que queremos decir es que la introducción de los
themata no elimina el recurso a las ID como un horizonte necesario de
las RS, al menos en el sentido de que las ID constituyen un modo de
legitimar las relaciones sociales de dominación. En este sentido, las
antinomias que se tematizan no dan cuenta por sí solas del “otro tras-
fondo” constituido por una concepción del mundo que emerge de lo inal-
canzable de los antagonismos sociales.

Notas finales
Los argumentos expuestos nos permiten llegar a ciertas conclusio-
nes tentativas sobre las relaciones entre las RS y las ID. Estas han sido
examinadas en el escenario constituido por la producción del sentido
común en sus conexiones con la ciencia y con la legitimación de las
formas de dominación:
a) No ha sido posible determinar de modo convincente una nítida
distinción entre ambas categorías, especialmente en lo referido a su
carácter explícito o implícito. Puede decirse que ambas se imponen a los
individuos por fuera de su conciencia, aunque con matices que derivan
de los enfoques teóricos de los psicólogos y los teóricos de la sociedad.
b) El modo de transmisión de las RS y de las ID está asociado a su
carácter implícito o explícito. En algunas perspectivas sobre las ID se
proponen mecanismos institucionales explícitos. En el caso de Althus-
ser, la interpelación ideológica a los sujetos supone una intervención
institucional, en el sentido de que algún dispositivo asume la función de
transmitir a los individuos una visión que legitima su posición en el mun-
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do de la división del trabajo. En Bourdieu, la dominación simbólica no es


una inculcación discursiva producida institucionalmente, sino que suce-
de en “la oscuridad” de los hábitos corporales. Por el contrario, Gramsci
propone una inculcación explícita de las concepciones del mundo que
expresan la hegemonía de un sector social, que se hacen implícitas en
la vida cotidiana de las masas populares.
Por su parte, la adquisición de las RS es en buena medida implícita,
en el sentido de que se lleva a cabo por fuera de dispositivos instruccio-
nales y sin que los sujetos sean conscientes de dicha adquisición. Esto
es, se puede considerar menos frecuente una transmisión o inculcación
explícita por las instituciones o los grupos sociales de pertenencia. Sin
embargo, hay formas de transmisión explícita de creencias sociales,
como las de género en el medio educativo, por ejemplo. Por lo dicho,
podemos diferenciar de modo nítido a las ID de las RS en los términos
de una inculcación institucional explícita o no.
c) Ni las RS ni las ID pueden considerarse una falsa conciencia de la
realidad, a la que se contrapone un conocimiento enteramente verdade-
ro. Además, aunque desconocemos la manera en que se vinculan con
los antagonismos sociales que les subyacen, señalamos una semejanza
básica: ambas se constituyen y modifican en su diferencia con antago-
nismos sociales irreductibles a los intentos históricos de simbolización.
d) Desde el punto de vista de su origen social, las RS y las ID se
asemejan por ser producciones colectivas. Sin embargo, se distinguen
por la amplitud de dicha producción. Mientras que las ID constituyen
cosmovisiones, es decir, una versión global de la realidad social asumi-
da por los individuos, las RS siempre refieren a objetos específicos. Esto
último es destacado por Jodelet (1991b): “[...] representar o representar-
se corresponde a un acto de pensamiento por el cual un sujeto se rela-
ciona con un objeto. Esto puede ser bien una persona, una cosa, un
evento, una teoría, etc.; este objeto puede ser tanto real como imagina-
rio o mítico; en cualquier caso, la presencia del objeto es requerida
siempre”. (p.32)
Más aún, las RS requieren de un trabajo creativo ante la irrupción de
un evento social inédito, que reclama algo más específico que la reitera-
ción de la cosmovisión existente. De este modo, la ID tiene que reelabo-
rarse en función del fenómeno novedoso. El carácter específico de las
RS ha sido la característica más subrayada por los psicólogos sociales
para diferenciarla de la generalidad de la ID.
De este modo, puede comprenderse que las ID constituyen el tras-
fondo de las RS, en el sentido de ser una interpretación del mundo so-
bre la que se recortan significados referidos a objetos específicos. Jus-
tamente por eso, las RS tienen la función peculiar de posibilitar que di-
cha concepción se vincule con una diversidad de situaciones cotidianas.
Esto es, la producción de creencias para enfrentar nuevas situaciones

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sociales o fisuras en la cultura que reclaman una reacomodación del


sentido del mundo social.
e) Hemos puesto de relieve una diferencia que resulta aún más es-
clarecedora a los fines de interpretar las particularidades de los enfo-
ques que siguen los estudios sobre RS e ID. Al referirnos a las relacio-
nes con el poder y la legitimación del orden social, mostramos que éstas
son constitutivas del concepto de ID, según la versión crítica. En cambio
los psicólogos, si bien han considerado aquel trasfondo ideológico, al
momento de estudiar la constitución y los rasgos específicos de las RS
no han tenido en cuenta cómo se pone a jugar la dominación en su con-
formación. Esto último pudo verse cuando comentamos la investigación
de Jodelet sobre la locura. Ella estudia la constitución y los rasgos de la
RS, para luego considerar como la enfermedad es inscrita por los pobla-
dores en un discurso ideológico que permite excluir a los “locos”. Dicho
de otra manera, una cosa es indagar la especificidad de la RS en su
mecanismo de formación y otra buscar su significado ideológico.
Incluso, cuando Moscovici (1988) hace mención de ciertas RS
hegemónicas, relativamente uniformes y coercitivas que prevalecen en
las prácticas sociales, no examina el mecanismo o el significado social
de dicha coerción. Únicamente menciona que se imponen por sobre un
pluralidad de representaciones posibles para un fenómeno, pero no tie-
ne en cuenta sus relaciones con la legitimación.
A este respecto, evocamos la obra de Bourdieu que establece una
cierta semejanza entre la doxa y las RS al abandonar la tesis de la ideo-
logía como concepción del mundo explícita y ocuparse de las creencias
cotidianas sobre fenómenos particulares. Aún así, la doxa sigue siendo
un efecto de la dominación y los agentes sociales la aceptan como natu-
ral, desconociendo la violencia que la ha provocado.
Finalmente, el análisis realizado parece indicar que habría dos pro-
yectos intelectuales detrás de cada una de las categorías conceptuales.
Por un lado, la teoría de las RS se centra en reivindicar el sentido co-
mún, buscando reconstruir la génesis de las RS, en su diversidad, y en
los rasgos cognitivos que le corresponden. Estamos ante un análisis
psicosocial de las creencias del sentido común. Por el otro, la teoría
social sitúa a las ID en relación a la dominación o como modo de ocultar
la naturaleza del orden social jerárquico que rige en un contexto históri-
co. Aquí interesa menos la diversidad de las creencias o su función cog-
noscitiva específica ante las fisuras de la cultura o la incertidumbre de la
existencia social y mucho más la búsqueda de modos de dar coherencia
al sistema social.
De este modo, los teóricos de la sociedad se centran en el significa-
do de la imposición de bloques ya constituidos de creencias. En cambio,
la preocupación de los psicólogos sociales parece dirigirse a la génesis
social de las creencias y al proceso de su apropiación individual, a pesar
de que las RS se imponen a los individuos.
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