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TÍTULO:

El ADN y la investigación policial


Se ha cometido un asesinato, pero el sospechoso lo niega todo. Afirma no conocer a la víctima.
Dice que nunca lo ha visto, que nunca estuvo cerca de él, que nunca le tocó… la policía y el juez
están convencidos de que no dice la verdad. Pero ¿cómo probarlo?
En la escena del crimen, los investigadores han reunido hasta la más mínima evidencia: Fibras de
tela, cabellos, huellas dactilares, colillas… Los pocos cabellos encontrados en la chaqueta de la
víctima son pelirrojos. Y coincide misteriosamente con los del sospechoso. Si se pudiera probar
que estos cabellos son realmente suyos, sería una prueba de que él conocía efectivamente a la
víctima.
Cada persona es única
Los especialistas pusieron manos a la obra, examinaron algunas células de la raíz de estos
cabellos y algunas células sanguíneas del sospechoso. En el núcleo de cada célula de nuestro
cuerpo hay ADN. ¿Qué es eso? El ADN es como un collar hecho de dos cadenas de perlas
enroscadas.
Imagine que estas perlas son de cuatro colores diferentes y que miles de estas perlas de colores
(que forman un gen) están dispuestas en un orden muy específico. En cada individuo este orden
es exactamente el mismo en todas las células del cuerpo: tanto en las de las raíces del cabello
como en las del dedo gordo del pie, las del hígado y las del estómago o la sangre.
Pero el orden de las perlas varía de una persona a otra. Dado el número de perlas dispuestas de
este modo, hay muy pocas probabilidades de que haya dos personas con el mismo ADN, salvo
los gemelos idénticos.
Como es único para cada individuo, el ADN es como un carné de identidad genético. Por lo tanto,
los especialistas en genética son capaces de comparar el carné de identidad genético del
sospechoso (determinado por su sangre) con el de la persona pelirroja. Si el carné genético es el
mismo, sabrán que el sospechoso estuvo en efecto cerca de la víctima que según él nunca había
visto.
Solo una prueba
Cada vez con mayor frecuencia en casos de abuso sexual, asesinato, robo o delito, la policía
hace análisis genéticos ¿Por qué? Para intentar encontrar evidencias de contacto entre dos
personas, dos objetos o una persona y un objeto. Probar dicho contacto suele ser muy útil para la
investigación, pero no proporciona necesariamente la prueba de un delito. Es solo una prueba
entre muchas otras.
Estamos formados por billones de células
Todo ser viviente está formado por muchísimas células. Una célula es realmente muy pequeña,
incluso puede decirse que es microscópica, porque solo puede verse con la ayuda de un
microscopio que la aumenta múltiples veces. Cada célula tiene una membrana exterior y un
núcleo en el que se encuentra el ADN.
¿Carné de identidad genético?
El ADN está conformado por un conjunto de genes, estando formado cada uno de ellos por miles
de perlas. Todos estos genes juntos forman el carné de identidad genético de una persona.
¿Cómo se identifica el carné de identidad genético?
El especialista en genética coge unas pocas células de la base de los cabellos encontrados en la
víctima o de la saliva dejada en una colilla. Las mete en un producto que elimina todo lo que hay
alrededor del ADN de las células, después, hace lo mismo con algunas células de la sangre del
sospechoso.
Luego el ADN se prepara especialmente para su análisis, más tarde se introduce en un gel
especial y se hace pasar una corriente eléctrica a través del gel. Al cabo de unas pocas horas,
este procedimiento produce unas barras como si fueran un código de barras (similares a las que
encontramos en los artículos que compramos) que son visibles bajo una lámpara especial. A
continuación, el código de barras del ADN del sospechoso se compara con el de los cabellos
encontrados en la víctima.
TÍTULO:
La mujer se despertaba cuando todavía estaba oscuro, como si pudiera oír al sol llegando por detrás
de los márgenes de la noche. Luego, se sentaba al telar. Comenzaba el día con una hebra clara. Era
un trazo delicado del color de la luz que iba pasando entre los hilos extendidos, mientras afuera la
claridad de la mañana dibujaba el horizonte.
Durante la mañana, la mujer tejía un largo tapiz que no acababa nunca. Ponía en la lanzadera
gruesos hilos del algodón más cálido, y el sol se volvía demasiado fuerte y los pétalos se
desvanecían en el jardín. La artesana elegía entonces rápidamente un hilo de plata que bordaba
sobre el tejido con gruesos puntos. Al rato, una lluvia suave llegaba hasta la ventana a saludarla.
Si durante muchos días el viento y el frío peleaban con las hojas y espantaban los pájaros, bastaba
con que la joven tejiera con sus bellos hilos dorados para que el sol volviera a apaciguar a la
naturaleza. De esa manera, la muchacha pasaba sus días cruzando la lanzadera de un lado para el
otro y llevando los grandes peines del telar para adelante y para atrás.
Cuando tenía hambre, tejía un lindo pescado, poniendo especial cuidado en las escamas. Y
rápidamente el pescado estaba en la mesa, esperando que ella lo comiese. Si tenía sed,
entremezclaba en el tapiz una lana suave del color de la leche. Por la noche, dormía tranquila
después de pasar su hilo de oscuridad.
Pero tejiendo y tejiendo, ella misma trajo el tiempo en que se sintió sola, y pensó que sería bueno
tener un esposo. Comenzó a entremezclar en el tapiz las lanas y los colores que le darían
compañía. Poco a poco, su deseo fue apareciendo: sombrero con plumas, rostro barbado, cuerpo
armonioso, zapatos lustrados. Cuando estaba a punto de tramar el último hilo de la punta de los
zapatos, el joven llegó a su puerta, se quitó el sombrero y fue entrando en su vida. Aquella noche,
recostada sobre su hombro, la mujer pensó en los hijos que tendría para que su felicidad fuera
mayor.
Y fue feliz por algún tiempo. Si el hombre había pensado en tener hijos, pronto lo olvidó. Una vez
que descubrió el poder del telar, solo pensó en todas las cosas que podía tener.
“Necesitamos una casa mejor”, le dijo a su mujer. Y a ella le pareció justo, porque ahora eran dos. Él
le exigió que escogiera las más bellas lanas color ladrillo, hilos verdes para las puertas y las
ventanas, y prisa para que la casa estuviera lista lo antes posible. Pero una vez que la casa estuvo
terminada, no le pareció suficiente.
“¿Por qué tener una casa si podemos tener un palacio?”, preguntó. Ordenó inmediatamente que
fuera de piedra con terminaciones de plata. Día tras día trabajó la mujer tejiendo techos y puertas,
patios y escaleras, y salones y pozos. Afuera caía la nieve, pero ella no tenía tiempo para llamar al
sol. Cuando llegaba la noche, ella no tenía tiempo para rematar el día. Tejía y entristecía mientras
los peines batían sin parar al ritmo de la lanzadera.
Finalmente, el palacio quedó listo. Y entre tantos ambientes, el esposo escogió para ella y su telar el
cuarto más alto, en la torre más alta. “Es para que nadie sepa lo del tapiz”, dijo. Y antes de retirarse
le advirtió: “Faltan los establos. ¡Y no olvides los caballos!”.
La mujer tejía sin descanso los caprichos de su esposo, llenando el palacio de lujos, los cofres de
monedas, las salas de criados.
Y tejiendo y tejiendo, ella misma trajo el tiempo en que le pareció que su tristeza era más grande
que el palacio, con riquezas y todo. Y por primera vez pensó que sería bueno estar sola
nuevamente.
Solo esperó a que llegara el anochecer. Se levantó mientras su esposo dormía soñando con nuevas
exigencias. Descalza, para no hacer ruido, subió la larga escalera de la torre y se sentó al telar.
Tomó la lanzadera al revés y, pasando velozmente de un lado para otro, comenzó a destejer su tela.
Destejió los caballos, los carruajes, los establos, los jardines, los criados y al palacio con todas sus
maravillas. Y nuevamente se vio en su pequeña casa y sonrió mirando el jardín a través de la
ventana.
La noche estaba terminando, cuando el esposo se despertó extrañado por la dureza de la cama.
Espantado, miró a su alrededor. No tuvo tiempo de levantarse. Ella ya había comenzado a deshacer
el oscuro dibujo de sus zapatos y él vio desaparecer sus pies, esfumarse sus piernas. Rápidamente
la nada subió por el cuerpo, tomó el pecho armonioso, el sombrero con plumas.
Entonces, como si hubiese percibido la llegada del sol, la mujer eligió una hebra clara. Fue
pasándola lentamente entre los hilos, con alegría, como un delicado trazo de luz que la mañana
repitió en la línea del horizonte.

Marie-Olympe de Gouges es una de las muy pocas mujeres de la historia antigua en haber sido ejecutadas
por la publicación de escritos políticos. A pesar de ello, su estatus como precursora en la historia de las
ideas no ha cobrado relevancia sino recientemente. Fue una figura de excepción de la Ilustración francesa,
no solo por su compromiso político, sino sobre todo por sus posturas de vanguardia, valientemente
expresadas, con relación a la condición de los esclavos negros y la de las mujeres. Fue severamente
juzgada por la “mayoría moral” de su tiempo, para la cual la maternidad, el cuidado del hogar y la
educación de los niños debían mantenerse como temas exclusivos de la actividad de las mujeres –al
menos de aquellas de las que se decía que “se respetaban a sí mismas”–. No fue sino tras la Segunda
Guerra Mundial, cuando se discutieron bajo una nueva perspectiva las cuestiones sociales de fondo sobre
las mujeres, el racismo y las minorías, que el recuerdo trágico de Olympe volvió a los escenarios.
Nació en el seno de una familia burguesa en 1748, en el suroeste de Francia. Cuando tenía 17 años, sus
padres arreglaron su matrimonio con un hombre mucho mayor, del que enviudó dos años después. Nunca
volvió a casarse; por el contrario, la experiencia de un matrimonio forzado hizo nacer en ella un deseo de
determinación e independencia. En 1770, se mudó a París, en donde frecuentó salones literarios y conoció
a los intelectuales de la Ilustración.
En 1774, empezó su carrera literaria, centrada en el teatro. Su pieza más conocida, Zamore y Mirza o el
naufragio feliz, en la que buscó llamar la atención sobre las injusticias de la esclavitud, fue inscrita en el
repertorio de la Comédie-Française –la tropa de teatro oficial del Estado francés– en 1785. El éxito inicial
de la pieza se empañó rápidamente, sin embargo, cuando se comprendió que el drama hacía una crítica
velada de la trata de personas. La Comédie dependía económicamente de la corte de Versalles, en la que
muchos nobles se enriquecían con la trata de esclavos en las colonias francesas. La pieza fue dejada de
lado, y de Gouges cometió el error de manifestar ruidosamente su decepción al respecto. Recibió una carta
oficial del Estado en la que la amenazaban de encarcelamiento en la Bastilla. Vencida en un primer
momento por el miedo, fue a partir de estos sucesos que nació su compromiso político. De 1785 hasta su
muerte, 8 años después, publicó incansablemente sobre todos los temas que consideró importantes.
Cuando sobrevino la Revolución francesa, en 1789, Olympe había redoblado su actividad militante,
multiplicando la producción de panfletos en los que exigía la igualdad de derechos para todos los
ciudadanos, independientemente de su sexo, color de piel o ingresos. Precisamente en ese año, se
produjo un hecho bisagra para la historia en general, y para de Gouges en particular: la Asamblea
Constituyente aprobó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, texto fundamental de la
Revolución francesa, cuyos principios (incluyendo la libertad de opinión y el derecho al sufragio) aún
forman parte de los gobiernos democráticos contemporáneos. El alcance del documento era relativo, sin
embargo, pues en los años de la revolución solo eran considerados ciudadanos con derecho a voto los
varones de más de 25 años que pagaran una contribución directa igual o superior al valor de tres jornales.
Eso reducía la cantidad de electores a un escaso 15%. Los hombres menores de 25 años, las personas sin
residencia fija y las mujeres eran considerados ciudadanos pasivos, sin derecho de participación en la vida
pública.
En 1791, Olympe decidió responder al escrito con su propia Declaración de los Derechos de la Mujer y de
la Ciudadana, cuyo encabezado reza: “Hombre, ¿eres capaz de ser justo? Una mujer te hace esta
pregunta”. En este documento, uno de los primeros en proponer la igualdad de derechos para la mujer, de
Gouges denunció la pena de muerte y reclamó el derecho al voto independientemente del sexo. Asimismo,
y tal vez presintiendo su final próximo, anunciaba: “La mujer que tiene el derecho de subir al cadalso
también debe tener el derecho de subir a la tribuna”.
Alineada ideológicamente con los girondinos, la suerte de Olympe estuvo echada cuando, en junio de
1793, sus rivales políticos en la Convención, los montañeses, se hicieron con el poder de manera violenta.
Ella había criticado duramente las ideas políticas (y las personas) de Robespierre y Marat, dos de los
principales líderes montañeses. Tres días después de la ejecución de los líderes de los girondinos, fue
detenida por ser la autora de un cartel propagandístico a favor de su causa, y llevada ante el Tribunal
Revolucionario, que la condenó sumariamente a muerte por su activismo político.
Olympe de Gouges fue guillotinada el 3 de noviembre de 1793. Según fuentes de la época, subió al
cadalso con valor y dignidad. Tiempo después, y profetizando la oscuridad que caería por más de un siglo
sobre la causa por los derechos de las mujeres, un adversario político montañés la mencionó en un
discurso: “Recuerden a esa mujer-hombre, la descarada Olympe de Gouges, quien quiso politiquear y
cometió crímenes; ¡todos esos seres inmorales han sido eliminados bajo el hierro vengador de las leyes!”.
Y dirigiéndose a las mujeres en la audiencia, agregó: “¿Y ustedes quisieran imitarlos? No, solo se sentirán
dignas de estima cuando sean lo que la naturaleza ha querido que fueran. Queremos que las mujeres se
respeten, y es por ello que las forzaremos a respetarse a sí mismas”.
ENSAYO LITERARIO:
INTRODUCCIÓN
“Romeo y Julieta” es una obra escrita en torno al 1597 por el escritor y dramaturgo inglés William
Shakespeare. Basada en una leyenda italiana, cuenta la historia de dos familias de Verona enfrentadas
por viejos odios, los Montesco y los Capuleto. Romeo Montesco se enamora de Julieta, la hija de los
Capuleto. Sabiendo que su amor no va a ser permitido por sus familias, deciden tramar un plan para
casarse en secreto y escapar juntos. Pero en una disputa, Romeo acaba matando a Teobaldo, primo de
Julieta y es desterrado por ello. Julieta traza entonces un plan para que toda su familia la crea muerta y
así poder huir con su amor. Bebe una pócima que la aletarga y es enterrada con la intención de ser
liberada más tarde de su féretro y ser libre. Pero Romeo no es informado a tiempo y creyendo realmente
muerta a Julieta se quita la vida ante su féretro. Ella, al despertar de su sueño y ver que Romeo se ha
suicidado, opta por hacer lo mismo. Tras la muerte de los dos jóvenes, las familias, impresionadas por lo
sucedido, deciden firmar la paz entre ellos.

NO ES SOLO UN SÍMBOLO DE AMOR


Es una de las obras más populares de su autor. Se ha convertido en todo un símbolo del amor pasional
y del romanticismo. Por este motivo, son muchos los que dicen que la obra trata sobre el amor que todo
lo puede; otras afirman que es una historia sobre el odio y su poder destructor; yo creo que, en cierto
modo, podría decirse que es una novela sobre la falta de comunicación y sus fatales
consecuencias.

¿Por qué defiendo que esta novela no debería de ser un símbolo del amor romántico? Para empezar,
Romeo se enamora de Julieta apenas verla. Esto, una constante en multitud de novelas, no podría ser
considerado amor sino tan solo atracción ya que un amor real y profundo se basa en el conocimiento
mutuo y no en una atracción física o en unas palabras en un baile. A lo largo de la obra, es muy poco el
tiempo del que ambos amantes disponen para conocerse y conversar. Su amor es pues un fuerte deseo
entre adolescentes fortalecido únicamente por la prohibición de estar juntos. ¿Se abrían enamorado
Romeo y Julieta si hubieran tenido carta blanca para dar rienda suelta a sus sentimientos? Puede ser,
pero también podría suceder lo contrario. Ambos no dispusieron del tiempo suficiente para descubrirlo y
mucho menos para desarrollar un sentimiento tan fuerte que los empuje al suicidio. Se trataría pues,
desde mi punto de vista, de rebeldía romántica juvenil y no de amor verdadero.

¿Es entonces el odio el auténtico motor de la historia? Es lo que muchos defienden, que “Romeo y
Julieta” es una historia que trata sobre el odio y sus terribles consecuencias. Es el odio lo que hace que
los Montesco y los Capuleto no se entiendan. Son también los viejos rencores los que llevan a
Teobaldo, primo de Julieta, a matar a Mercucio y a Romeo a matar a Teobaldo en venganza. Pero
Romeo y Julieta no mueren como consecuencia directa de estos odios que parecen invadirán todos los
personajes de la historia, sino a causa de los malos entendidos que complican su plan para estar juntos.

¿Por qué creo entonces que es la falta de comunicación lo que de verdad desencadena toda la historia
y su verdadera alma? Vamos a analizarlo punto por punto:
La falta de comunicación es lo que hace que Montescos y Capuletos se odien. No sabemos el origen de
su rencor, pero sabemos que tras la muerte de los dos amantes las familias hablan y se reconcilian,
dándose cuenta de lo absurdo de seguir enfrentadas. El odio es pues consecuencia de la falta de
comunicación y del mismo modo que hubo un acercamiento al final de la historia, podría haberlo habido
mucho antes si se hubieran sentado a hablar.
Es también la falta de comunicación lo que lleva a los dos jóvenes a amarse en secreto. Es cierto que
es probable que no les hubieran dejado estar juntos, pero también lo es que no intentaron en ningún
momento explicar sus sentimientos a sus familias.
Por último, el plan de Julieta para huir con Romeo se ve truncado porque Romeo no recibe la carta en la
que se le explicaba que Julieta no estaba realmente muerta. De nuevo la falta de comunicación hace su
aparición en la historia y vuelve a suceder ya que Romeo, al pensar que ha muerto su amada, actúa
impulsivamente, sin hablar con nadie y por tanto sin posibilidades para él de conocer la verdad. Muere
sin motivo, por ignorar la verdad y no porque su amor estuviera prohibido.

CONCLUSIÓN
Si los Montesco y los Capuleto se hubieran sentado a hablar y a resolver sus diferencias no habría
existido un enfrentamiento tan prolongado. Es evidente que no eran problemas irresolubles ya que
finalmente, aunque demasiado tarde para los amantes de Verona, si pudieron amigarse nuevamente. Si
Julieta y Romeo hubieran tenido el valor para hablar entre ellos, trazar juntos sus planes y no actuar
cada uno por su lado, tampoco habría tenido su historia un final tan trágico. Por eso defiendo que el
verdadero corazón de la historia es la falta de comunicación y sus consecuencias dramáticas para los
hombres.

La cocina peruana, patrimonio cultural de la


Nación
Una expresión cultural que contribuye, de manera significativa, a
la consolidación de la identidad nacional.
La gastronomía peruana cuenta con una serie de platos que la han llevado a
ser una de las mejores en el mundo, lo cual contribuye con la consolidación
de la identidad nacional.
La cocina peruana es patrimonio cultural de la Nación por ser fruto de la
biodiversidad y la diversidad cultural del país, permitiendo el desarrollo de las
cocinas regionales, las cuales reflejan la identidad de los pueblos y su
visibilidad ante el mundo.
Seco de Cabrito: Un seco típico de la gastronomía peruana. Consta
principalmente de cabrito, chicha de jora, guiso de culantro y ají amarillo,
yuca, salsa criolla, arroz y frejoles.
Arroz con pato: Muchas culturas prehispánicas consumían pato en su vida
diaria. En el Museo Arqueológico Nacional Brüning, por ejemplo, pueden
verse cerámicos de patos representados como comida de la élite
precolombina.
Ceviche: Plato peruano que nos une, una expresión cultural que engloba el
trabajo de muchas personas y con el cual, todas las peruanas y peruanos
disfrutamos y nos identificamos.
Carapulcra: Uno de los potajes más emblemáticos y antiguos del Perú. Este
guiso acompaña a miles de familias desde épocas incaicas siendo el plato
más esperado durante fiestas populares.
Rocoto relleno: Entre la gran cantidad de platos que brinda la gastronomía
arequipeña, uno destaca por su sabor y popularidad: el Rocoto relleno.
Servido habitualmente como potaje de entrada.
Cuy: Los incas preparaban el cuy en ollas de barro y en la actualidad,
muchos continúan esta tradición acompañándolo con arroz o papas y
presentándose de formas variadas en distintas regiones del país.
Pachamanca: Este plato nace con los rituales de agradecimiento como parte
de la cosmovisión andina. La pachamanca representa nuestra herencia
ancestral, es la más representativa de la cocina inca.
Tacacho con cecina: Imposible resistirse a un tacacho con cecina de
nuestra selva peruana y ampliamente difundido en el país, su consumo varía
según la región donde se elabora.
El juane: Uno de los platos bandera de nuestra amazonía. Este sabroso
guiso de gallina y arroz cubiertos por hojas de bijao, es un verdadero manjar
por su especial gusto, suave aroma y singular presentación.

Mito de los Amaru Aranway


En tiempos remotos, el actual valle de Jauja o del Mantaro estaba cubierto por las aguas de un
gran lago en cuyo centro sobresalía un peñón llamado Wanka, sitio de reposo del AMARU,
monstruo imponente y abominable con cabeza de llama, largos cuernos de taruka o venado
andino, dos pequeñas alas y cuerpo de batracio que termina en una gran cola de serpiente.
Cuentan los Wancas, que sus ancestros vivían en cavernas, porque en los alrededores de un
gran lago, habitaban unas terribles fieras que los atacaban. Así que imploraron a Viraqucha,
quien a su vez ordenó al Tulunmanya, el “arco iris”, que les enviara ayuda. Fue así que este
hizo brotar de su pecho, con un gran estruendo, a una bestia fabulosa de colosal tamaño, era
el Yana Amaru, de color oscuro.
Esta criatura fue enviada para acabar con aquellas fieras que no permitían a los pobladores ir
al lago y así poco a poco ahuyento a las bestias del lugar, sin embargo, también comenzó a
atacar a los pobladores y se quedó merodeando el lago. Por lo que nuevamente suplicaron, y
entonces fue engendrado Yuraq Amaru, de color plateado, para combatir al primero y ni bien
llego al lugar se le enfrentó.
La pelea fue tan fuerte y duradera que a la larga causo aún más estragos que las bestias de
antes. Los dos monstruos se disputaban la primacía sobre el lago, cuyo peñón, aunque de
grandes dimensiones, o alcanzaba ya a dar cabida para su reposo a los dos juntos. Estas
frecuentes luchas, por cuya violencia se elevaban a grandes alturas en el espacio sobre
trombas de agua, agitando el lago, el Amaru grande perdió un gran pedazo de su cola al atacar
furioso al menor.
Entonces Viraqucha envió a Illapa, el Rayo y a Wayra, el Viento, a combatirlos. Al verlos, los
dos Amarus se sumergieron en el lago, pero Illapa quebró una orilla y Wayra empujó las aguas
para que se desbordasen y así el lago se secase, dejando a los Amarus al descubierto.
Ellos entonces trataron de huir al cielo, pero Wayra los hizo volver, e Illapa les dio el combate
definitivo. Poco antes de morir, ambos Amarus se estiraron y crecieron aún más,
transformándose en las dos cadenas montañosas que amurallan el valle del Mantaro. El mayor
hacia el poniente, convirtiéndose en una cordillera de fértiles tierras de cultivo y amplias
pasturas, mientras que el menor lo hizo hacia el saliente, con nieves perpetuas que lo
adornaban desde el nevado de Waytapallana, de él es donde viene los deshielos y sus aguas
que bañan este valle y son aptas para el consumo.
Es por eso que, desde entonces, cuando ve acercarse una nube cargada de tormenta, el
Amaru intenta llegar a ella para así esparcir su granizo sobre los sembradíos. Solamente en
esos momentos es vulnerable; Es cuando se le puede ver, bajo la forma de una inmensa
serpiente sinuosa que busca alcanzar lo alto del cielo. Apenas logra distinguirlo, el campesino
agitará su sombrero para dar aviso a sus los dioses salvadores. Entonces, llegan presurosos el
rayo y el viento y, tras una descomunal batalla, logran vencerlo y partirlo en dos, para confinarlo
otra vez a las profundidades del
lago.

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