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Injusticia epistémica: una reflexión de
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la práctica médica en mujeres
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Xenia A. Rueda Romero

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J. Carlos García-Cruz

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Coordinadores

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Índice
Introducción
Xenia A. Rueda Romero y J. Carlos García-Cruz

1. La injusticia epistémica como norma en la ciencia médica


Herlinda Isabel Rojas Hernández
1. Introducción
2. Juicios de valor androcentristas en la ciencia médica
3. La socialización diferencial de sexo en la ciencia médica y toma de decisiones
4. Alineaciones sociales y las relaciones de poder en la ciencia médica
5. Conclusiones
6. Fuentes de consulta

2. Crédito epistémico en disputa: injusticias testimoniales en contextos de salud


reproductiva
Rebeca Granero Ferrer
1. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
2. ¿Cuál es la implicación de estar aquí?
3. La conclusión de estar aquí
4. Fuentes de consulta

3. Las mujeres durante la pandemia. Reflexiones sobre el trabajo de las cuidadoras


durante la pandemia de COVID-19 periodo 2020-2022
Patricia Eugenia Sánchez Mundo
1. Introducción
2. “Mujeres Cuidadoras”, entre la teoría y la realidad
3. Conclusiones
4. Fuentes de consulta

4. Relación de poder identitario epistémicamente injusta: médico científico-partera


tradicional en México
Silvana Torres Campoy
1. La partería tradicional y su profesionalización en México
2. Relaciones de poder identitario desde los vicios epistémicos: Fricker y Collin
3. Médico científico-partera tradicional: caso de injusticia testimonial y relación de poder
identitaria
4. Reflexiones finales
5. Fuentes de consulta

5. La patologización del trauma en el abordaje del TLP como injusticia hermenéutica


Biani Paola Sánchez López
1. Introducción
2. Replanteando la noción de injusticia hermenéutica
3. La patologización del trauma como injusticia hermenéutica
4. A modo de conclusión
5. Fuentes de consulta

2
Introducción
Xenia A. Rueda Romero y J. Carlos García-Cruz

Este libro es producto de un trabajo conjunto y líneas de investigación coincidentes respecto a


la práctica médica y las injusticias epistémicas que pueden describirse desde las mujeres. En
este sentido, el libro s encuentra constituido por cinco capítulos, el cual tienen como inicio el
capítulo titulado “La injusticia epistémica como norma en la ciencia médica”, de Herlinda
Isabel Rojas Hernández. A lo largo de esta investigación, se analiza cómo la práctica médica
ha sido dominada y constituida por hombres, lo que afianza una consideración en el binomio
poder-opresión, pues las relaciones se instauran desde una perspectiva horizontal, del “que
sabe” al “que no sabe”, y ahí es donde podemos encontrar numerosos ejemplos de
desigualdades provocadas tanto por agentes individuales como estructurales en el que se
reproduce una exclusión epistémica sobre el conocimiento de las pacientes y grupos
minoritarios.

En el mismo sentido, pero poniendo de ejemplo los contextos de salud reproductiva,


Rebeca Granero Ferrer en su capítulo El crédito epistémico en disputa: injusticias en
contextos de salud reproductiva, pone de manifiesto la destitución de las mujeres como
sujetos epistémicos en la práctica médica y cómo se consolidó el conocimiento autoritario.
Así pues, bajo este supuesto, la autora analiza a la medicina como ese conocimiento
autoritario que responde a las voluntades subjetivas que afectan, significativamente, a
libertades como las referentes a la reproductiva. De tal modo, se evidencia la existencia de un
exceso de credibilidad de la disciplina médica, en la que se perpetua las injusticias
epistémicas en el ámbito gineco-obstétrico. Por ello, el objetivo de Granero Ferrer es
visibilizar los vínculos conceptuales que contribuyen a la exclusión de las mujeres como
sujetos epistémicos en la actualidad.

Bajo este hilo conductor, podemos afirmar que a las mujeres en la práctica médica se
les restringió al cuidado, como enfermeras o cuidadoras, lo que se ha perpetuado y las ha
excluido. En este sentido, el texto Las mujeres durante la pandemia. Reflexiones sobre el
trabajo de las cuidadoras durante la pandemia de COVID-19, periodo 2020-2022 de Patricia
E. Sánchez, retomando las teorías de Gilligan y Kohlberg, da cuenta de que el rol de la mujer
ha sido subvalorado a lo largo de la historia, y ello no cambió durante la emergencia por
COVID-19, pues mientras que las mujeres asumieron roles en el cuidado del hogar, lo que
ello implicó el cuidado de enfermos, y centrarse en los otros, la gran mayoría de los hombres,

3
encontraron durante pandemia, mejores oportunidades de desarrollo. Por tanto, este texto nos
permite comprender las relaciones y pone énfasis en la necesidad de promover la convivencia
equitativa, justa y respetuosa entre los géneros, con la finalidad de distribuir la labor de los
cuidados.

Frente a estos desafíos, el análisis particular de casos ponen en evidencia la


sistemática exclusión de los conocimientos generados por las mujeres, muestra de ello es el
capítulo Relación de poder identitaria epistémicamente injusta: médico científico-partera
tradicional en México de Silvana Torres Campoy, en el cual se analiza la partería tradicional
en México como práctica y conocimiento heredado por las comunidades originarias, y que a
pesar de las imposiciones culturales desde la Conquista, ha logrado persistir. Es así que,
Silvana Torres, describe dos tipos de partería y cómo la llamada “partería profesional” se ha
incentivado por la OMS, con la finalidad de disminuir riesgos a la salud materno-infantil, en
los cuales está la partería tradicional. Bajo este presupuesto, la autora retoma conceptos de M.
Fricker y H. Battaly, en el que muestra que hay un efecto negativo en la partería tradicional,
dado que se impone una “obligatoriedad” de la profesionalización de la práctica, y la
exclusión, bajo la condición de ser “indígena”. Para ello, analiza cómo la profesionalización
de la partería tradicional es una injusticia epistémica que deriva de vicios epistémico y
prejuicios identitarios frente a la relación de poder médico en la relación científico-partera.

Así pues, frente al caso anterior, también se retoma como análisis de caso, el texto de
Biani P. Sánchez, titulado La patologización del trauma en el abordaje del TLP como
injusticia hermenéutica. En su texto, a partir de dos casos de mujeres diagnosticadas con
Trastorno Límite de la Personalidad (en adelante TLP), a quienes realizó entrevistas
semiestructuradas, da cuenta que el modelo actual de investigación sobre la etiología del TLP
carece de perspectiva de género y es escaso en cuanto a la patologización de las
sobrevivientes de abuso sexual infantil. En este sentido, se evidencia cómo la patologización
del trauma es una forma de injusticia hermenéutica, pues afecta a mujeres con diagnóstico de
TLP. En suma, los diagnósticos se ha constituido como parte de recursos hermenéuticos
colectivos. Así pues, la autora aborda el peligro de la crítica feminista y la antipsiquiatría,
debido a que vulneran las estrategias de resistencia y supervivencia de las mujeres y los
beneficios epistémicos de las narrativas personales.

Finalmente, este libro es fruto de un trabajo colectivo en el que cada una de las autoras
han explorado, desde distintas aristas las injusticias epistémicas entretejidas en las distintas

4
prácticas médicas, en las cuales se invalida el conocimiento de las mujeres, las cuales son
silenciadas, excluidas e invisibilizadas como sujetos epistémicos. No queda duda que aún nos
queda mucho por trabajar e insistir en el cambio de las prácticas médicas que reconozcan a
otros agentes de conocimiento. Este libro colectivo agradece el financiamiento a la DGAPA
en el marco del proyecto PAPIIT IA400322 “Injusticia epistémica, prácticas sociales de
opresión y privilegio de la producción de conocimientos de mujeres en México”. De igual
manera, agradecemos a los estudiantes que nos apoyaron a consolidar este libro a Cam La
Mont, Santiago Velázquez Valdez, Alejandro García Díaz y Bruno Olaf Payán Pérez.

5
La injusticia epistémica como norma en la ciencia médica

Herlinda Isabel Rojas Hernández


Facultad de Filosofía y Letras, UNAM

1. Introducción
La medicina se encarga de cuidar de la salud, curando, previniendo y tratando enfermedades.
Es practicada por personal médico; doctores, doctoras, enfermeros. Como ciencia implica la
participación de áreas que pueden no estar relacionadas de manera directa con la medicina
como la química, biológica, biomédica y otras. La medicina y sus especialidades deben ser
imparciales, equitativas, no discriminar, respetando y garantizando el derecho a la salud de
toda persona como se estipula en el artículo 4° de la Constitución de los Estados Unidos
Mexicanos. Es la ciencia que mayor impacto e influencia tiene en la vida de las personas en el
ámbito público y privado. La teoría, aunque se desarrolla en laboratorios no se limita a ellos,
también se da en los entornos de la práctica como hospitales y consultorios médicos. Los
conocimientos se obtienen mediante procesos de investigación científica y ensayos clínicos
que pueden involucrar personas. En esta ciencia la teoría y la práctica, aunque pueden ser
consideradas separadas afectan de manera directa la vida de las personas sin distinción. Lo
cual implica una mayor carga de responsabilidades y obligaciones sociales, políticas, morales,
éticas y hasta económicas.
Por su parte, el término ciencia tiene dos connotaciones, un proceso o actividad que
lleva a conocimientos; o el producto de todos esos procesos.1 De esta forma, al hablar de
ciencia podemos referirnos a la práctica científica o al conocimiento científico. La tesis de la
neutralidad de la ciencia, (que establece que ésta es neutral y se encuentra apartada de todos
los posibles intereses políticos, sociales y éticos) ha tenido mucha relevancia en estas dos
comprensiones, pues busca garantizar la objetividad del conocimiento y su independencia de
valores éticos, morales, sociales, políticos y económicos.2 Planteando los factores sociales
como un impedimento para el avance de la ciencia se afirma que se encuentra separada del
contexto histórico y social. Impulsando a científicos y científicas a separarse de su contexto
para realizar un trabajo objetivo y neutral que resulte en un producto o conocimiento
científico autónomo.3 Hay autores como Leonardo Rodríguez Zoya que mencionan que estos
procesos conllevan innegablemente componentes sociales, epistémicos e históricos. Poniendo

1 Carlos Verdugo Serna, “El mito de la neutralidad de la ciencia.” En Diálogo Iberoamericano, p. 18.
2 Ibidem.
3 Leonardo Rodríguez, Complejidad de la relación entre ciencia y valores. La significación política del
conocimiento científico, p. 2.

6
en cuestión la tesis de la neutralidad de la ciencia al establecer que tiene una relación estrecha
e inseparable con la política, sin que sean reducibles la una a la otra.4
Que la medicina sea una ciencia aún se encuentra en discusión. Debido a que la
medicina implica una gran carga práctica, la cual mantiene una relación estrecha con las
personas se considera que esto pondría en riesgo su neutralidad si se llegara a considerar una
ciencia. Hay autores que plantean una separación tajante entre la producción y el producto
para poder limitar las responsabilidades del “sujeto productor del conocimiento científico”.
Esta separación niega que estos sujetos sean parte y se encuentren determinados por un
contexto social, histórico, político y hasta económico.
Muchos de estos argumentos intentan alejarse del ámbito práctico y social
concentrándose en la teoría. Ignorando que los conocimientos y las acciones más que estar
relacionados, son inseparables. Estas concepciones únicamente hablan de que la ciencia debe
ser neutral y no estar condicionada o influenciada por ciertos intereses sin abordar las
consecuencias, ¿por qué debe ser neutral?, ¿qué pasa si no es neutral?, ¿qué tanto daño puede
hacer y a quién?

2. Juicios de valor androcentristas en la ciencia médica


Quienes afirman que la ciencia es neutral no niegan que hay valores en todos los procesos
científicos, plantean que estos son únicamente epistémicos y no se encuentran influenciados o
determinados por juicios de valor económicos, políticos, éticos o contexto histórico. Para
justificar esto se hace una distinción entre valores epistémicos y prácticos.5 Considerando a
los segundos relacionados únicamente con cuestiones de ética y separando nuevamente la
teoría de la práctica. Con esto se busca ignorar las condiciones contextuales que determinan a
la ciencia, por ejemplo, las fuentes de financiamiento, evaluación y los temas, que, aunque se
intente negar, algunos se favorecen más que otros. Todo esto incentivado también por los
premios que se otorgan. Todo conocimiento producto de trabajo científico también se
encuentra supeditado al contexto y todas sus implicaciones6, los procesos implican también
juicios de valor que influyen en la forma en que el conocimiento es adquirido, por lo cual es
importante que se hable de la relación inseparable entre hechos y valores. 7 Ya que esta
dicotomía sólo busca separar objetos o hechos empíricos, de la subjetividad humana al

4 Ibid., p. 1.
5 Javier Rodríguez Alcázar, “Esencialismo y neutralidad científicas.” En Ciencia, tecnología y sociedad.
Colección Eirene vol. 7, pp. 49-84.
6 Leonardo Rodríguez, op. cit., p. 31.
7 Id.

7
considerarla causante de errores en el conocimiento.8 Para entender las grandes implicaciones
que el conocimiento científico tiene, es necesario dejar de plantear a los valores como una
influencia y comenzar a entenderlos como constitución valorativa de la ciencia como lo
plantea el autor Leonardo Zoya en Complejidad de la relación entre ciencia y valores, sólo
así podremos entender la violencia y la injusticia epistémica que se da en la medicina.
En La validez del conocimiento médico: una aproximación el autor Joaquín Ocampo-
Martínez afirma que la medicina no es una ciencia y, que al ser una práctica, únicamente hace
uso de los conocimientos obtenidos mediante la investigación científica.9 Lo justifica debido a
que las personas que participan en la investigación científica no tienen rigurosamente la
profesión de médicas o médicos como antes, ya que ahora se involucran en estos quehaceres
científico-médicos personas del área biomédica, biológica, química, biotecnológica, etc.10
En su mayoría se busca que los científicos se separen totalmente de su contexto en
búsqueda de neutralidad. El problema parece estar resuelto con la propuesta de los autores
que han planteado la necesidad de la separación del mundo y de la razón para realizar trabajo
11
científico sin interferencias emotivas. Hume al igual que Weber hablan de que
empíricamente no hay nada que se pueda decir de la moral y la ética o filosofía moral. A
continuación, tenemos una cita de Hume en donde nos explica que aquello que estudia la
ética, antes llamada filosofía moral, no puede ser conocido en sus causas, quedando
desconocido en su existencia: “[…] la filosofía moral, donde existe una complicación mucho
más grande de circunstancias y donde las consideraciones y sentimientos que son esenciales a
la acción del espíritu se hallan tan ocultos y oscuros que escapan a veces a nuestra atención
más rigurosa, y no sólo no pueden explicarse por sus causas, sino que hasta nos quedan
desconocidos en su existencia.”12 También podemos observar la siguiente cita de Weber sobre
los valores morales: "no sólo no hay ninguna disciplina empírica, sino tampoco ninguna
ciencia en general que sea capaz de decirnos si las cosas han de pasar así y con qué
consecuencias prácticas finales".13
Hume no solamente establece un alejamiento de las cuestiones éticas, también que no
es posible estudiar sus causas o existencia, volviéndose inaccesibles y alejándose
completamente de los hechos empíricos de los que se ocupa la ciencia. En cuanto a Weber, las
consecuencias de algo no son empíricas y no se toman en cuenta como hechos. Por lo tanto,

8 Ibíd., p. 18.
9 Joaquín Ocampo Martínez, “La validez del conocimiento médico: una aproximación” En Revista Médica del
Instituto Mexicano del Seguro Social, p.2.
10 Ibid., p.3.
11 Joaquín Ocampo Martínez, op.cit., p.3.
12 David Hume, Tratado de la naturaleza humana.
13 Max Weber, “Los juicios de valor en ciencia social.” En La acción social: ensayos metodológicos, pp. 78-79.

8
las consecuencias del uso del conocimiento científico son impredecibles y ninguna disciplina
las puede tratar. A partir de planteamientos como estos se establecen los valores y lo
relacionado con ellos como algo difícil de estudiar, ya que se cree que las acciones se basan
en consideraciones y sentimientos de los cuales no se pueden conocer sus causas. Esta
separación de hechos y valores nos lleva a una ciencia que se trata como objeto, una ciencia
cosificada 14 de la cual, su uso, es responsabilidad de cada persona que lo adquiere;
deslindando a los científicos de la responsabilidad que su trabajo pueda conllevar.
Sustentándose en la creencia de que los valores no competen al ámbito epistemológico, sino
al ético. La suposición de que la ciencia no debería preocuparse por estas cuestiones ha
limitado la reflexión sobre la relación directa que tiene con las acciones. Percepciones como
la del autor Joaquín Ocampo-Martínez sobre la medicina están influenciadas por este objetivo
de una ciencia neutral, que impulsa la cosificación del conocimiento y deja la responsabilidad
en manos de doctoras y doctores, implicando también que la conducta epistémica no excede
los límites científicos y académicos.
Respecto a esto, Miranda Fricker plantea que la filosofía y la ética también se han
quedado atrás al no incluir en su estudio el ámbito epistémico. 15 La consecuencia más
importante de esta cosificación es que impide pensar el vínculo del conocimiento con la
acción, planteando que son términos distintos y separados, y el hecho de que un sujeto decida
utilizar instrumentalmente cierto conocimiento es un problema a posteriori e independiente
del conocimiento en sí mismo, se cree que éste es, en tanto cosa, neutral y aproblemático.
Argumentar que la medicina no es una ciencia debido a su estrecha relación con el
ámbito práctico, excusa cualquier aplicación de los conocimientos dejando toda la
responsabilidad a quien los pone en práctica. Es claro que podemos afirmar que doctoras y
doctores son los únicos responsables de la práctica médica, pero eso restaría importancia a
todo el trabajo que se lleva a cabo, ignorando todo el andamiaje ideológico y conceptual que
hay detrás del trabajo científico-médico. Con todas las separaciones que se acostumbra a
hacer en la ciencia entre teoría/práctica, ciencia/humanidades, hechos/valores, sólo se limita la
reflexión sobre la relación que hay entre ciencia y sociedad. En las cuales hay intenciones
ocultas que, aunque fueron establecidas hace ya algún tiempo, no están exentas de seguir
causando estragos en la actualidad. Estas hipótesis de una ciencia neutral apelan a ciertos
prejuicios que podemos determinar con precisión al observar la historia de la medicina. La
mayoría de ellos basados en ideologías patriarcales.

14 Leonardo G Rodríguez Zoya, op.cit., p.32.


15 Miranda Fricker, Injusticia epistémica, p.11.

9
La medicina teórica y práctica se limitó a los hombres; a estudiarlos, tratarlos y a
permitirles participar en los campos que involucran tareas médicas con la profesión de
médicos y científicos.

Como Barbara Ehrenreich y Deidre English escriben en For Her Own Good: Two Centuries
of the Experts Advice to Women, el aumento de la medicina científica moderna “a menudo
se ha usado como alegoría de la ciencia versus la superstición: de un lado, la mentalidad
lógica, espíritu masculino de la ciencia; del otro lado, un pantano oscuro de superstición
femenina, cuentos viejos de esposas, rumores conservados como hechos”. Cuando de hecho,
el carruaje vino antes que el caballo: la medicina se convirtió en una profesión dominada
por hombres mucho antes de que se enraizara en la ciencia.16

John Dewey plantea que la existencia de valoraciones se puede determinar mediante la


observación del comportamiento. Se pueden describir o catalogar como positivas o negativas
a partir de “cuánta energía se gasta y durante cuánto tiempo” y la dirección que esta toma.
Por ejemplo, si esta energía se gasta en alejar o en acercar, se puede justificar que sean
negativas o positivas las valoraciones que denotan los modos de comportamiento.17“[…] sólo
se producen valoraciones en el sentido de apreciar y cuidar cuando es necesario traer a la
existencia algo que falta, o conservar en la existencia algo que está amenazado por
condiciones externas, la valoración implica desear.”18
Estos modos de comportamiento observable y comprobable también implican las
valoraciones de agrado y desagrado. Por ejemplo, para “cuidar de algo” o “interesarse por
algo” es necesario que ese algo esté vinculado a la valoración de agrado. “[…] “estar atento
a”, “velar por ","fomentar ", parecen ser variantes de lo que se entiende por “apreciar”
[…]”. 19 El argumento principal que se utiliza para mantener la separación entre hechos y
valores es que estos últimos son subjetivos y la ciencia no puede tener intereses y no debe
estar apegada a su contexto. Sin embargo, para realizar cualquier acción es necesario tener en
cuenta ciertos intereses, deseos o fines, y realizar esfuerzos encaminados a realizarlos. El
autor nos permite entender que los deseos no necesariamente significan algo subjetivo, porque
estos no se vinculan únicamente a los sentimientos y a los impulsos vitales como el hambre,
la sed, la tristeza, etc. Y nos explica que las valoraciones se pueden vincular directamente con
la acción, los deseos no son únicamente apetencias y fantasías pues estos dependen del

16 Cfr., Maya Dusenbery, The truth about how bad medicine and lacy science leave women dismissed,
misdiagnosed, and sick, p.5.
17 Jonh Dewey, Teoría de la variación, p.44.
18 Id.
19 Ibid., pp. 41-42.

10
contexto en el que se encuentran las personas y se vinculan con la acción de manera directa
mediante el esfuerzo que se tiene que realizar para llevarlos a cabo. Depende de los modos de
comportamiento el que las valoraciones que reflejen los deseos y los esfuerzos por realizarlos
sean positivas o negativas. 20
Por ejemplo; en el campo de la ciencia médica, en los estudios que se realizan para
diagnosticar y tratar enfermedades diversas, los sujetos de estudio en su mayoría son de sexo
masculino, tanto en el caso del uso de roedores como en la participación de personas en
ensayos clínicos. Esto es debido a una percepción androcéntrica, en la que a los roedores de
sexo femenino se les considera hormonales y, por lo tanto, impredecibles, complicadas y los
resultados que ofrecen son considerados variables y poco confiables. Contrario a la
percepción que se tiene de los roedores de sexo masculino considerados como aquellos de los
que se puede obtener información confiable, predecible y sin complicaciones hormonales.
Estas percepciones terminan representando un problema de salud pública como lo plantea la
neurocientífica Rebecca Shansky21 y demuestra la participación de los estereotipos que tratan
de alejar a la ciencia de lo femenino en la teoría y la práctica, llevando a la injusticia
epistémica.
Debido a esta falta de información sobre el desarrollo de enfermedades, sus síntomas y
los posibles tratamientos para el sexo femenino, se dificulta el diagnóstico y tratamiento de
las mujeres. Las y los médicos sólo se encuentran preparados para identificar los síntomas de
condiciones, enfermedades y efectos secundarios de medicamentos en hombres. Dejando a las
mujeres en una situación de vulnerabilidad y abandono que atenta contra su derecho a la
salud. Esto nos ofrece una perspectiva clara de la forma en que los valores en la ciencia tienen
relación directa con las acciones. Si bien los científicos no son los que diagnostican mal y
recetan los tratamientos, sus valoraciones sí se reflejan de manera directa en la atención
médica que brindan doctoras y doctores, contribuyendo a la injusticia epistémica que también
tiene consecuencias directas en la vida de las personas. “Por más de un siglo, los roedores
masculinos han sido el organismo modelo por defecto en las investigaciones preclínicas
neurocientíficas, un convenio que ha contribuido a porcentajes altos de mal diagnóstico y
efectos secundarios adversos de los tratamientos medicinales en las mujeres.”22 Es importante
aclarar, que esto no exime de responsabilidad a las y los médicos que practican la medicina,
pues esta también se ven influenciados por valoraciones.

20 Ibid., pp. 46-48.


21 Rebecca Shansky, Are hormone a female problem for animal research? p. 825.
22 Cfr. Rebecca Shansky y Anne Murphy, “Considering sex as a biological variebale will require a global shift
in science culture.” En Nature Neuroscience, pp. 457- 469.

11
La falta de reflexión en la parte teórica de la medicina también es parte de la práctica,
como expone Dewey, las situaciones en las que médicos sopesan las opciones de tratamiento
y diagnóstico están basadas en valoraciones sobre utilidad o necesidad, y no exclusivamente
en proposiciones empíricas verificadas.23 Pero no únicamente de los tratamientos, también
de las personas, ¿a quién se considera útil o necesario? Como ya se planteó, para valorar algo
como necesario también es imperativo que se le aprecie y se desee su preservación. No se
muestra un interés real en la preservación de las vidas de las mujeres y de su salud en las
investigaciones científicas ni en la práctica médica. Y parte de la problemática se encuentra
en que falta aceptar el papel que los juicios de valor tienen en la ciencia llevando a la
injusticia epistémica.

3. La socialización diferencial de sexo en la ciencia médica y toma de decisiones


La ciencia se esfuerza en aseverar que es neutral y que la separación entre hechos y valores es
el camino adecuado. Pero en el caso de las mujeres que acuden a consulta médica, lo que
expresan son hechos, no son cuestiones de valoración. Hay síntomas que incluso son
comprobables y observables, demostrando que la barrera no se encuentra solamente en la
práctica médica, ya que desde las investigaciones científicas hay una brecha que impide su
diagnóstico y tratamiento oportuno.
Claro que es importante no confundir validación con valoración como lo menciona
Joaquín Ocampo en La validez del conocimiento médico: una aproximación, pero también es
importante no olvidar que incluso las validaciones pueden ser influenciadas por valoraciones
al igual que nuestra conducta epistémica debido a que todas y todos hemos pasado por
procesos de socialización diferencial de sexo que determina nuestra forma de percibir,
aprender, valorar, comunicar y expresarnos en todos los campos académicos, sociales,
políticas, artísticos y científicos; estableciendo ciertos prejuicios que favorecen al sexo
masculino y violentan al femenino.24 Afirmar que la medicina no es una ciencia la deslinda y
a todos sus practicantes de reflexionar sobre los prejuicios arraigados e involucrados en la
toma de decisiones científicas.
Richard Rudner nos explica que hay 3 argumentos principales que se ofrecen para
justificar que las y los científicos realizan juicios de valor. El tercero que aquí nos interesa;
habla de que la o el científico no puede escapar a su humanidad, ya que es una “masa de
predilecciones”, que refiere a que las personas siempre tendrán preferencias, prejuicios,
preconcepciones, parcialidad y tendencias que inevitablemente influenciarán todos los

23 John Dewey, op.cit., pp. 59-60.


24 Ángeles Durán, Socialización diferencial de clases y sexo, pp. 83-84.

12
aspectos de su vida, sin exceptuar sus actividades científicas.25 Filósofos y científicos que
congenian mayormente con el empirismo rechazan estos argumentos afirmando que la toma
de decisiones que se hacen en la labor científica es extra-científica y las decisiones que se
llevan a cabo no son parte del proceso científico ya que se toman antes del mismo y, que los
juicios de valor no han demostrado encontrarse involucrados en el método científico como
tal.26
La ciencia conlleva una serie de decisiones que no quedan exentas a las consecuencias
de esta socialización y de relaciones de poder. Atravesar cualquier nivel educativo e incluso
eventos lúdicos implica un aprendizaje y enseñanza para quienes participan, esto no es menos
cierto en el caso de la ciencia, ya que entenderla como actividad o como producto implica que
quienes participan de esta actividad estarán haciéndolo desde el contexto personal en el que
han sido socializados. Sin embargo, esta socialización diferencial de sexo no es la única que
puede determinar el papel que alguien realice en distintas actividades sociales, privadas y
académicas, John Dewey nos explica en su Teoría de la valoración que hay tesis que plantean
que nuestra valoración puede estar determinada por preferencias, gustos y deseos personales.
Nuestra conducta humana también se encuentra bajo la influencia de estas valoraciones y los
fines que nos interesa alcanzar.27 Por lo tanto, no sólo la socialización, también los valores y
los fines condicionan toda toma de decisiones que llevemos a cabo. Por más objetividad que
se intente tener al elegir una hipótesis o teoría como la más relevante, o a la que se le dará
prioridad al comenzar una investigación científica es necesario que haya ciertos intereses de
por medio. “Qué tan seguros necesitamos estar antes de aceptar una hipótesis depende de qué
tan serio podría ser un error. […] Y claramente que tan grande es el riesgo que uno está
dispuesto a tomar de estar equivocado en aceptar o rechazar la hipótesis dependerá de qué tan
seriamente, en el sentido ético típico, uno ve las consecuencias de cometer un error.”28 El
error que se ha cometido y las consecuencias de dejar a las mujeres fuera de los estudios
científico-médicos pareciera no ser considerado tan seriamente. Rudner plantea las
consecuencias de la toma de decisiones en la ciencia como parte del proceso científico,
implicando una dimensión ética y práctica que la ciencia no puede ignorar; mientras sea una
actividad humana seguirá estando a merced de juicios valorativos. Pero esto no quiere decir
que debamos simplemente aceptar que la ciencia es influenciada por valores, es necesario
hacer una revisión del tipo de valores involucrados para elegir los correctos.

25 Richard Rudner, “The Scientist Qua Scientist Makes Value Judgments.” En Philosophy of Science, p. 1.
26 Ibid. pp.1-2.
27 John Dewey, op.cit., p.11-13.
28 Richard Rudner, op.cit., pp. 2-3.

13
4. Alineaciones sociales y las relaciones de poder en la ciencia médica
Gran parte de los ejercicios de validación en la ciencia médica están relacionados con el poder
social y la autoridad epistémica. Fricker nos explica que el poder es una capacidad que puede
ser ejercida por diferentes agentes sociales, como individuos, grupos o incluso instituciones.
Involucrando a dos, al agente que ejerce el poder y a quién se ve afectado o afectada por el
ejercicio del poder social, conocido como poder agencial.29 Otro tipo de poder, el estructural,
no es ejercido por un agente en particular, las personas o agentes son utilizados como
vehículos del poder. Opera como la puesta en práctica de sistemas de relaciones de poder que
operan sin que se pueda identificar un solo agente que tenga la capacidad de ejercerlo.30 En la
ciencia médica se da una combinación de ambos; el poder agencial y el poder estructural. Hay
casos en el que son inseparables, pero esto no resta responsabilidad a los agentes que lo
ejercen.

“En términos muy generales, se podría decir que la cuestión de que el poder está
socialmente situado supone constatar la importancia del contexto social en conjunto: toda
actuación del poder depende del contexto del mundo social en funcionamiento: instituciones
compartidas, significados compartidos, expectativas compartidas, etcétera. Pero lo que dice
Wartenberg es más concreto, puesto que sostiene que cualquier relación de poder dada
tendrá siempre, además, una dependencia más directa y significativa de la coordinación con
las acciones de otros seres sociales en particular. […] la alineación social es en parte
constitutiva de la relación de poder”.31

Es importante establecer cuál es esta alineación social y la forma en que establece las
relaciones de poder en la medicina. El poder agencial y el estructural al percibirse por
separado pueden pasar por alto cuan complejos y entrelazados se encuentran los ejercicios de
poder. Miranda Fricker se da cuenta de esto y ofrece una concepción que reconoce que en
ocasiones son inseparables. “[…] una capacidad práctica socialmente situada para controlar
las acciones de otras, que puede ser ejercida (de forma activa o pasiva) por agentes sociales
concretos o, de manera alternativa, puede operar de forma netamente estructural. […] allá
donde opera el poder, deberíamos estar dispuestas a preguntar quién o qué está controlando a
quién o por qué.”32
En el caso de la medicina el poder agencial es ejercido por científicos y doctores, el
cual se encuentra sustentado por el poder estructural de la medicina. Al comenzar a basarse la

29 Miranda Fricker, op.cit., p. 19.


30 Ibid., p.20.
31 Id.
32 Ibid., p.32.

14
medicina en la ciencia y constituirse como una profesión institucionalizada se hizo uso del
poder agencial que tenían los hombres blancos de familias adineradas e influyentes para
excluir de la teoría y práctica a mujeres y personas de comunidades vulnerables.
Constituyendo con ello el poder estructural que se ejerce actualmente al quitar la posibilidad
de participar y recibir atención médica en circunstancias justas a mujeres y personas de
comunidades vulnerables.33
La cosificación del conocimiento ignora la influencia que pueden tener las
alineaciones sociales y las relaciones de poder, imposibilitando que el trabajo científico sea
neutral y teniendo consecuencias directas en la vida de las mujeres. Debido a que la
dimensión práctica de la medicina es inseparable de la teórica y del trabajo científico, la
responsabilidad pertenece no sólo a médicos y médicas practicantes, sino también a
científicos de otras áreas que se involucran en las labores científico-médicas.
Shansky y Anne Murphy exponen algunos de los mitos más comunes en los que se
basan científicos biomédicos para justificar la exclusión de investigación sobre las
enfermedades y tratamientos en el sexo femenino:

● “Los datos sobre el sexo femenino son más variables que los datos del sexo masculino”
● “Usar al sexo femenino significa que necesitamos conocer las fases del ciclo estral o
remover los ovarios”
● “Hemos intentado usar ambos sexos, pero no encontramos ninguna diferencia, así que
regresamos a usar sólo el sexo masculino.”
● “Comenzamos este trabajo con el sexo masculino, así que tiene sentido continuar con el
mismo sexo. Continuaremos con el sexo femenino cuando este proyecto esté terminado” 34

Estos mitos, -que en realidad son valoraciones-, han sido demostrados como falsos, los dos
primeros, por ejemplo, mediante un estudio que revisó 293 artículos, de los cuales se
concluye que los roedores de sexo femenino no arrojan datos más variables que los roedores
de sexo masculino. Al contrario, los roedores de sexo masculino muestran resultados más
variables en relación con el tipo de hospedaje que se les da. En el caso de que se les hospede
individualmente no se muestran alteraciones ni variabilidad significante, sin embargo, cuando
se les hospeda con otros roedores de su mismo sexo, los de sexo masculino tienden a mostrar
resultados más variables debido a que se dan mayores concentraciones de hormonas por
peleas de jerarquías para establecer el roedor dominante. Si se busca excluir roedores de sexo

33 Maya Dusenbery, op.cit, p.4.


34 Rebecca Shansky y Anne Murphy, “Considering sex as a biological variable will require a global shift in
science culture.” En Nature Neuroscience, p.459.

15
femenino de este trabajo científico con la variabilidad como excusa, no estaría justificado. Lo
que se debería impulsar es dar hospedaje individual a roedores, debido a que ambos sexos
muestran variabilidad al ser puestos en grupos, la única diferencia son los comportamientos,
los roedores de sexo femenino no pelean ni muestran agresión.35
En cuanto a las últimas dos valoraciones, solamente se está demostrando que se pone
al sexo masculino como el modelo de ser humano y que en realidad lo que se considera
necesario es conocer, preservar y mantener la primacía de este. 36 La National Health
Institution de Estados Unidos (NHI) comenzó a plantear como requisito que se trabaje con
roedores de sexo femenino y no sólo masculino, sin embargo, muchos científicos expresaron
su descontento y valoraciones androcéntricas. Demostrando que incluso si el sexo femenino
es estudiado por científicos, mucha de la información importante que puede ayudar a
diagnosticar y tratar enfermedades que se presentan en las mujeres con mayor frecuencia,
puede ser pasada por alto o considerada sin importancia debido a la socialización diferencial
de sexo y las alineaciones sociales.37 Al observar los resultados del estudio de 293 diferentes
trabajos que demuestran que la valoración sobre los roedores de sexo femenino es falsa,
tenemos las condiciones para que los deseos e intereses junto con las valoraciones que los
mueven se pongan a prueba y puedan madurar. Ya que tenemos la capacidad de reflexionar,
aprender y modificar nuestros deseos e intereses mediante la observación y el análisis de las
consecuencias, no sería tan desacertado pensar, que, si los resultados que se están obteniendo
no son los deseables, entonces hay algo que estamos perdiendo de vista. Lo cual podría ser,
como plantea Dewey, que se separa la “valoración de los fines de la evaluación de los
medios”.38
Los fines podrán expresar y dirigirse por lo deseable, que es beneficiar a las personas
mediante los estudios neurocientíficos. Pero en la evaluación de los medios se está pasando
por alto que el trabajo científico que se está llevando a cabo tiene como base lo deseado. Por
ejemplo, no realizar ciertos trabajos por prejuicios basados en ideologías patriarcales; dejando
de fuera a roedores de sexo femenino, sustentando gran parte del trabajo científico en lo
deseado subjetivamente debido a esta falta de análisis entre “lo que gusta” y lo que se
“aprecia” o lo deseado y lo deseable.

35 Brian Prendergast, et al., “Female mice liberated for inclusion in neuroscience and biomedical research” En
Neurosciencie and Biobehavioral Reviews, p.3.
36 Rebecca Shansky y Anne Murphy, “Considering sex as a biological variable will require a global shift in
science culture.” En Nature Neuroscience, p.459.
37 Rebecca Shansky y Anne Murphy, “Are hormones a “female problem” for animal research?” En Nature
science,p. 826.
38 John Dewye, op.cit., pp. 78-79.

16
Rudner plantea que lo necesario es que la ciencia acepte que se basa en valores, pero
no los entendidos como impulsos vitales, sino que se reconozca que quienes participan de la
ciencia son personas adultas que han pasado por procesos que las determinan a tener ciertos
deseos, intereses, valores, concepciones y que no es posible llegar a una ciencia objetiva sin
aceptarlo para llevar a cabo una revisión de sus fines y medios. Cada persona que realiza
quehaceres científicos debe llevar a cabo una autorreflexión para despedirse de la imagen de
la persona de ciencia “fría, sin emociones, impersonal”.39

5. Conclusiones
Al alejarse de la sociedad, la ciencia ha perdido el contacto con los hechos que son realmente
importantes para un verdadero avance y beneficio de la sociedad. La problemática siempre se
abordó a medias, dejando de lado las experiencias y testimonios de aquellas personas que han
vivido de primera mano las consecuencias de una ciencia que niega tener intereses políticos,
económicos, morales y patriarcales. A saber, experiencias de mujeres y grupos en situación de
vulnerabilidad. Incluso en el caso de teorías que basan todas estas problemáticas únicamente
en la concepción de la racionalidad científica es claro que tenemos pruebas de que parte de
estas problemáticas afectan a la totalidad de la población de mujeres debido a su sexo y
género, volviéndolo un asunto de injusticia epistémica. Las mujeres resultan agraviadas y
desautorizadas en su capacidad de sujeto de conocimiento. Lo alarmante de este asunto es que
se les niega la capacidad de proveer conocimiento de su propio cuerpo y experiencias, se
niega por completo que sean capaces de conocer su propia realidad.
Al rechazar las experiencias en la práctica científica, se argumenta, no sólo que son
valoraciones personales, también que se basan en experiencias emocionales, deseos, intereses
y sentimientos. Todo este rechazo nos remite nuevamente a las palabras de Rebecca Shansky
en donde se nos confirma que este intento de alejamiento a las valoraciones se basa en
prejuicios que establecen una diferencia entre las mujeres y los hombres. Como vimos
anteriormente, los juicios de valor y las valoraciones son inevitables e inseparables en la
práctica científica. Debido a que no se ha llevado a cabo una reflexión sobre nuestra conducta
epistémica, no se ha podido avanzar para evitar que percepciones androcéntricas como la
anterior impidan la participación justa y equitativa de las mujeres en los campos científicos y
académicos, pero también que se les trate de manera justa en campos como el de la ciencia
médica en cuanto a diagnósticos y tratamientos.
Miranda Fricker plantea que es necesario acercarse a la injusticia para poder conocerla
y saber lo que debe ser la justicia. No basta con hablar normativamente de la justicia, o de la

39 Richard Rudner, op.cit., p.6.

17
conducta epistémica justa en este caso, es necesario acercarnos a conocer de forma positiva la
injusticia epistémica para entender sus implicaciones y lo imperativa que es la justicia. Este
abordaje lo justifica explicando que el estudio de la justicia ayuda a establecer que esta es la
norma, lo usual. Siendo que, en ciertas áreas, la norma es la injusticia y para cambiarla es
necesario estudiar y comprender cómo se da.40 Podemos concluir que la ciencia médica tiene
como norma la injusticia epistémica que perjudica particularmente a las mujeres, volviéndose
un asunto de poder identitario.41 Se agravia a las mujeres por su identidad como mujeres de
sexo femenino.
El poder tanto agencial como estructural que constituye a la medicina se ha basado en
otorgar un exceso de confianza a médicos y a científicos del área médica. Dejando vulnerable
al sexo femenino en una situación de falta de confianza epistémica que niega su capacidad
como sujetas de conocimiento, subyugándolas y poniendo en riesgo su salud y su vida. La
incursión de las mujeres a los campos de conocimiento científico-médico es sólo un paso, uno
muy importante, pero que sin otras acciones concretas no podrán hacer un cambio
significativo. Es necesario que los científicos y médicos acepten que la medicina está basada
en la ciencia y que se comporta como tal y no hay necesidad de separar teoría y práctica. Se
debe comprender que ambas son inseparables y que las consecuencias de la puesta en práctica
del conocimiento son responsabilidad de todos, desde científicos, médicos, enfermeros, hasta
la sociedad misma.
Podemos y debemos exigir una teoría y práctica médica que acepte que como toda
ciencia está constituida por juicios de valor; aceptarlos no significa que se deban admitir
prejuicios e ideologías dañinas y excluyentes. Significa aceptar que la ciencia tiene una
dimensión ética, política y social que es inseparable y que se deben determinar valores
objetivos y equitativos que se basen en la justicia epistémica. El poder agencial y estructural
tienen mucha influencia, pero no es imposible comenzar a trabajar al respecto, cuestionando y
trayendo a la luz las situaciones en las que prevalece la injusticia como en el caso de la
ciencia médica y sus investigaciones científico-médica o su puesta en práctica.

6. Fuentes consultadas
HUME, David. Tratado de la naturaleza humana, Libro primero, Sección XV.

DEWEY, John. Teoría de la valoración, Traducción María Luisa Balseiro. Madrid: Siruela,
2008.

40 Miranda Fricker, op. cit., p.7.


41 Ibid., p.8.

18
DURÁN, Ma. Ángeles. Socialización diferencial de clase y sexo, Madrid: Ed. Hessperia,
1983.

DUSENBERY, Maya. Doing Harm, the truth about how bad medicine and lazy science leave
women dismissed, misdiagnosed, and sick, Nueva York: Harper One, 2017.

FRICKER, Miranda. Injusticia epistémica. Traducción Ricardo García Pérez, Barcelona:


Herder Editorial, 2017

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PRENDERGAST, Brian J. et al. "Female mice liberated for inclusion in neuroscience and
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Departamento de Psicología, Universidad de California, 2014, pp. 1-5.

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política del conocimiento científico.” En Documentos de Jóvenes Investigadores, N°19,
Argentina: Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, UBA,
2010.

RUDNER, Richard. "The Scientist Qua Scientist Makes Value Judgments." En Philosophy of
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SHANSKY, Rebecca. "Are hormones a 'female problem' for animal research?" En Science,
364, Nueva York, 2022, pp. 825-826.

SHANSKY, Rebecca. y MURPHY, Anne. "Considering sex as a biological variable will


require a global shift in science culture" En Nature Neuroscience, vol. 24, 2021, pp. 457-464.

19
VERDUGO SERNA, Carlos. "El mito de la neutralidad de la ciencia" En Diálogo
Iberoamericano, Num. 10, Chile, 1997.

WEBER, Max. "Los juicios de valor en ciencia social", Traducción Salvador Giner y Michael
Faber-Kaiser, En La acción social: ensayos metodológicos, Madrid, 1984.

20
Crédito epistémico en disputa: injusticias testimoniales en contextos de salud
reproductiva

Rebeca Granero Ferrer


Universitat de València, España

1. Introducción
Tres decisiones recientes del Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la
Mujer 42 (CEDAW) condenan a España por violencia obstétrica. En los tres casos, las
demandantes fueron sometidas a distintas intervenciones médicas sin su consentimiento
durante el parto. Entre las prácticas realizadas en contra de la voluntad de las mujeres se
describen: tactos vaginales43, episiotomías44, inducción del parto45 y cesáreas46. Todas ellas
tuvieron consecuencias significativas para la salud reproductiva y la salud mental de las
mujeres. Tanto el ejercicio de estos abusos como la ausencia de una adecuada investigación
en los tribunales españoles son limitativos de la capacidad de las mujeres a ejercer su
autonomía y sugieren que su facultad para tomar decisiones en la arena de lo reproductivo
está constreñida y condicionada a la autoridad médica con la validación de la administración
pública. Suponen, además, una vulneración de derechos como el derecho a un acceso a
servicios de salud de calidad y libres de violencia y discriminación, el derecho a la autonomía
personal y el derecho a la integridad física y moral, vulnerando así los artículos 2, 5 y 12 de la
Convención de la CEDAW.
Este llamativo atropello de derechos es un lugar común en los contextos de salud
sexual y reproductiva de todo el mundo. En junio de 2019, la relatora especial de Naciones
Unidas sobre la violencia contra la mujer, sus causas y consecuencias, Dubravka Šimonović47,
alertaba de los múltiples abusos perpetrados en este ámbito, haciendo un llamamiento por

42
CEDAW/C/75/D/138/2018. (2020). Sentence of the Committee on the Elimination of Discrimination Against
Women; CEDAW/C/82/D/149/2019. (2022). Sentence of the Committee on the Elimination of Discrimination
Against Women; CEDAW/C/84/D/154/2020. (2023). Sentence of the Committee on the Elimination of
Discrimination Against Women. Chadwick, R. (2021). The Dangers of Minimizing Obstetric Violence. Violence
Against Women.
43
Examen vaginal para evaluar la progresión del proceso de parto.
44
Incisión en el periné realizada para expedir o facilitar la salida del feto.
45
Estimulación artificial del útero para facilitar el inicio del proceso de parto.
46
Intervención quirúrgica por la cual se extrae al feto mediante una incisión abdominal.
47
Dubravka Šimonović, A human rights-based approach to mistreatment and violence against women in
reproductive health services with a focus on childbirth and obstetric violence. Disponible en:
https://digitallibrary.un.org/record/3823698 [16 de enero, 2024]

21
reunir y unificar esfuerzos internacionales para erradicar esta violencia generalmente
conocida como violencia obstétrica.
Entre las denuncias más comunes encontramos la desestimación de las voces de las
mujeres. Un estudio español reciente sobre experiencias de violencia obstétrica48 demuestra
que al 45,8% de mujeres entrevistadas se le realizaron intervenciones médicas sin su
consentimiento. Adicionalmente, el 49% de ellas refirió no haber tenido la posibilidad de
expresar sus dudas y miedos y un 34,3% vio desautorizado su comportamiento. Estas cifras
ponen en evidencia una limitada libertad para tomar decisiones reproductivas que debe llamar
excesivamente la atención puesto que afecta a sujetos que a priori poseen pleno
reconocimiento de derechos y capacidad. Añadido a estos valores, el silencio de las
instituciones españolas en los tres casos CEDAW junto con la desestimación de los procesos
judiciales, revela, aún más si cabe, que los testimonios de las mujeres tienen poca cabida en el
ámbito de la salud reproductiva. El silencio institucional refuerza la autoridad del sistema
sanitario consolidándolo como único protagonista epistémico de la escena reproductiva.
Desacreditar las voces de las mujeres en contextos de salud reproductiva debe ser
considerado como un ejercicio de injusticia epistémica, concretamente un acto de injusticia
testimonial. Siguiendo la propuesta de Fricker 49 , las injusticias testimoniales tienen lugar
cuando un individuo o colectivo es desacreditado como sujeto de conocimiento por un déficit
de credibilidad. Este reducido estatus epistémico está condicionado por un prejuicio
identitario que afecta y limita la credibilidad del sujeto. De acuerdo con Cohen 50, en los
contextos de salud reproductiva, las mujeres se enfrentan a una doble realidad de descrédito:
por el hecho de ser mujer y por el hecho de estar de parto.
Si bien Fricker 51 señala que el motor de la injusticia epistémica es el déficit de
credibilidad, Medina52 apunta que el exceso de credibilidad del que gozan ciertos colectivos
es igualmente determinante en la constitución de estas injusticias. Considero que la propuesta
de Medina es esencial a la hora de analizar las injusticias epistémicas en los contextos de
salud sexual y reproductiva. Estos escenarios consisten en lugares polifónicos en los que
distintos actores se ven marcados por distintas expresiones identitarias. Por ello, la

48
Susana Iglesias., Marta Conde., Sofía González., Y Esther Parada. ¿Violencia obstétrica en España, realidad o
mito? 17.000 mujeres opinan. Disponible en:
https://revistes.ub.edu/index.php/MUSAS/article/view/vol4.num1.5 [16 de enero, 2024].
49
M. Fricker, Epistemic Injustice: Power and the Ethics of Knowing. 2007.
50
Cohen Shabot, S. We birth with others: Towards a Beauvoirian understanding of obstetric violence, [ en línea]
pp. 213-228.
51
Miranda Fricker, op.cit.
52
José Medina. The Relevance of Credibility Excess in a Proportional View of Epistemic Injustice: Differential
Epistemic Authority and the Social Imaginary, pp.15-35.

22
desautorización de las voces de las mujeres es un proceso que no puede analizarse de modo
aislado, sino que debe integrarse en la interacción con otras voces.
Poner de manifiesto la implicación del exceso de credibilidad en la configuración de la
injusticia requiere de un estudio sociohistórico que permita entender el contexto de
interacción entre ambos regímenes de credibilidad. Las injusticias epistémicas están social y
temporalmente situadas y requieren de un análisis extendido que trascienda de la
particularidad del caso 53 . Me propongo, por ello, realizar un breve recorrido sobre la
acometida labor de la medicina en la desautorización de las mujeres como sujetos de
conocimiento y, al mismo tiempo, en su consolidación como conocimiento autoritario.
Este análisis permite en primer lugar deconstruir el conocimiento médico como un
conocimiento neutral y objetivo. Revisar la disposición de la medicina como un conocimiento
autoritario permite demostrar que responde a voluntades subjetivas que siguen afectando
profundamente algunas libertades como las que conciernen a la cuestión reproductiva. De ese
modo, se evidencia el rol que el exceso de credibilidad de la disciplina médica juega en la
perpetuación de injusticias epistémicas en el ámbito gineco-obstétrico. En segundo lugar,
permite estudiar las asociaciones que se han establecido a lo largo de un amplio período de
tiempo sobre las mujeres en procesos de parto. Algunas de estas asociaciones siguen muy
presentes en muchos contextos de salud reproductiva. Es, por ello, necesario visibilizar
aquellos vínculos conceptuales que contribuyen a la desestimación de las mujeres como
sujetos de conocimiento hoy en día.

2. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?


Con el auge del positivismo, el método científico se convirtió en credo portavoz del
conocimiento. Al amparo de ideales de neutralidad y objetividad, las ciencias naturales y sus
profesionales han sido configurados como conocedores por excelencia. En suma, todo
conocedor que se precie debe trascender una mirada personal y subjetiva del mundo para
observarlo a partir de parámetros medibles y procesables.
La epistemología feminista 54 ha cuestionado la universalidad y objetividad del
conocimiento científico poniendo en evidencia como éste obedece a voluntades subjetivas
“situadas” en contextos sociohistóricos concretos. En un solo conciso: “All knowledge is a
condensed node in an agonistic power field”5556. Desde el punto de vista de la neutralidad, la

53
Ibid., p17.
54
Lorraine Code, What Can She Know? Feminist Theory and the Construction of Knowledge. (Cornell
University Press).
55
“Todo el conocimiento es un nodo condensado en un agonístico campo de poder” (traducción de la autora).
56
Donna Haraway, Situated Knowledges: The Science Question in Feminism and The Privilege Of Partial
Perspective, p.577.

23
epistemología ha adquirido tradicionalmente un carácter acogedor e integrador del sujeto
conocedor. Un proyecto que pretende enmascarar el privilegio de aquellos a los que responde,
principalmente: hombres blancos occidentales. La identidad de los excluidos es múltiple,
pero, por supuesto, tiene perspectiva de género:

“Institutionalized disciplines that produce knowledge about women, and position women in
societies according to the knowledge they produce, are informed versions of and variations
on the methods and objectives that received epistemologies authorized. These disciplines,
among which I include biology and most of the social sciences, have found women inferior
in countless ways, have been unable to accord them a place as historical agents, and have
presumed to interpret women's experiences for them, in versions often unrecognizable to the
women themselves”5758.

Constituidas desde el afuera epistémico, las mujeres han sido sistemáticamente excluidas del
campo del conocimiento. Asociada a lo patológico, lo emocional o lo irracional, la identidad
de ser mujer ha sido una barrera para su validación como sujeto epistémico. Uno de los
grandes factótums de esta empresa, ha sido la disciplina médica por lo que resulta necesario
revisar algunos de los aportes claves de este proyecto.
De antemano, no pretendo proponer una versión esencialista sobre cómo la medicina
construyó la noción de mujer desde la carencia epistémica. Esto sería caer en un
reduccionismo similar al que intento cuestionar. Resumido por Code:

“Yet there is no better reason to believe that feminine and masculine characteristics are
constant across a complex society at any one time than there is to believe in their historical
or cross-cultural constancy. Norms of masculitnity and femininity vary across race, class,
age, and ethnicity (to name few of the axes) within any society at any time”5960.

No obstante, revisar algunos de los elementos principales que vincularon un carácter


irracional con las mujeres, a través del estudio de la medicina occidental y la observación del
57
“Las disciplinas institucionalizadas que generan conocimiento sobre las mujeres y posicionan a las mujeres en
las sociedades de acuerdo con el conocimiento que producen, son versiones informadas y variaciones de los
métodos y objetivos que las epistemologías autorizadas han recibido. Estas disciplinas, entre las que incluyo la
biología y la mayoría de las ciencias sociales, han considerado a las mujeres inferiores de incontables maneras,
han sido incapaces de concederles un lugar como agentes históricos y han asumido interpretar las experiencias
de las mujeres por ellas, en versiones a menudo irreconocibles para las propias mujeres.” (traducción de la
autora)
58
Lorraine Code, op.cit.
59
“A pesar de todo, no hay mejor razón para creer que las características femeninas y masculinas son constantes
a lo largo de una sociedad compleja en un momento determinado que para creer en su constancia histórica o
transcultural. Las normas de masculinidad y feminidad varían según la raza, clase, edad y etnia (por nombrar
algunos de los ejes) dentro de cualquier sociedad en cualquier momento.” (Traducción de la autora).
60
Ibid., p.20.

24
cuerpo, permitirá evidenciar cómo estas asociaciones siguen muy presentes. Entender la
trazabilidad de estas consonancias permite entender e identificar aquellas que siguen siendo
problemáticas hoy en día61 y, en definitiva, responsables de las injusticias epistémica que se
ejercen contra las personas embarazadas en contextos de salud reproductiva.
A partir del siglo XVIII, con el auge de la ciencia obstétrica y una nueva mirada
clínica, la anatomía reproductiva servirá de autoridad discursiva respecto a la naturaleza de las
mujeres62. De ese modo, la conquista de la cavidad abdominal y el estudio detallado de sus
órganos se multiplicará en numerosos manuales médicos y debates academicistas. La
medicina, con el liderazgo de la ginecología y la psiquiatría, se convertirá en portadora de la
verdad sobre “lo femenino” 63 . Siguiendo esta naturaleza, la diferencia sexual servirá para
articular la división de roles dentro de la sociedad y de las tareas y virtudes asociadas a cada
categoría. Salirse del rol, era considerado una aberración, que en el caso de las mujeres tenía
consecuencias en su bienestar físico y mental. El profesor de Harvard, Dr. Clarke, aseguraba
así:

“Woman, in the interest of the race, is dowered with a set of organs peculiar to herself,
whose complexity, delicacy, sympathies, and force are among the marvels of creation. If
properly nurtured and cared for, they are a source of strength and power to her. If neglected
and mismanaged, they retaliate upon their possessor with weakness and disease as well of
the mind as of the body”6465.

Así, el conocimiento supuestamente objetivo formulado por la ciencia médica fue vector de la
reclusión de las mujeres a lo doméstico y lo familiar, y su consecuente exclusión de todas
aquellas tareas consideradas cognitivas66.
Si de acuerdo con la medicina, la mujer es un sujeto de naturaleza irracional, el útero
se alzará como gran emblema de esa irracionalidad. Será responsable de la exacerbación
patológica del carácter femenino que colapsará en la histeria, tótem de la invalidez

61
Stella Villarmea “When a Uterus Enters the Room, Reason Goes Out the Window.” In C. Pickles & J. Herring
(Eds.), Women’s Birthing Bodies and the Law: Unauthorised Intimate Examinations, Power, and Vulnerability.
p.70.
62
Omella Moscucci The Science of Woman: Gynaecology and Gender in England, 1800-1929, (Cambridge
Ubiversity Press) p.100.
63
Ibid., p.107.
64
“La mujer, en interés de la raza, está dotada de un conjunto de órganos peculiares, cuya complejidad,
delicadeza, simpatía y fuerza se cuentan entre las maravillas de la creación. Si son nutridas y cuidadas, son una
fuente de fuerza y poder. Si se descuidan y se administran mal, se vengarán de su poseedor con debilidad y
enfermedad, tanto de la mente como del cuerpo” (traducción de la autora)
65
Edward Clarke. Sex in Education, or A Fair Chance for the Girls. James R. Osgood and Company, (James R.
Osgood and Company). p.33.
66
Barbara Ehrenreich., & Deirdre English. For Her Own Good: 150 Years of the Experts’ Advice to Women,
p.121; Moscucci, Omella. op.cit., p.102.

25
femenina67. La histeria, enfermedad grave y alteradora del bienestar mental de las mujeres y
perteneciente etimológicamente a la raíz griega “hystéra” que significa útero, se vinculan
tradicionalmente al funcionamiento de este órgano. Segun el Dr. Isaac Ray:

“With women, it is but a step from extreme nervous susceptibility to downright hysteria,
and from that to overt insanity. In the sexual evolution, in pregnancy, in the parturient
period, in lactation, strange thoughts, extraordinary feelings, unseasonable appetites,
criminal impulses, may haunt a mind at other times innocent and pure”6869.

La incontrolable influencia del útero será descrita a partir de teorías fisiológicas entre las que
destaca el modelo “económico” basado en la compensación energética entre sistemas
orgánicos. Si un sistema requería un uso elevado de la energía orgánica, esta debía ser
extraída de otro sistema cuya función se veía alterada70. Quedaba implícito que el uso de
energía en el sistema reproductivo, como los ciclos menstruales, pero también los embarazos
y el parto, tenía una afectación directa con el uso de la energía cerebral. El útero y el cerebro
quedaban así designados como oponentes energéticos. Las soluciones para los casos
considerados más patológicos incluían ridiculizaciones, rasurados o incluso el uso físico de la
fuerza71.
Curiosamente y a pesar de la distancia con el siglo XIX estos abusos siguen
perpetuándose en los contextos de salud sexual y reproductiva. El informe de la relatora
especial de Naciones Unidas, Duvrabka Šimonović refiere que:

“prácticas profundamente humillantes, agresiones verbales y observaciones sexistas durante


la atención del parto, que tienen lugar tras las puertas cerradas de los centros de salud.”72 y a
continuación “Las mujeres también han denunciado haber recibido, durante el parto,
amenazas por parte de los profesionales sanitarios de retirarles el tratamiento, sufrir
violencia física u obtener malos resultados sanitarios, lo que también incluye amenazas de

67
Ehrenreich & English, op.cit., p.151.
68
“Con las mujeres, solo hay un paso desde la extrema susceptibilidad nerviosa hasta la histeria directa, y de ahí
a la locura manifiesta. En la evolución sexual, en el embarazo, en el proceso de parto, en la lactancia,
pensamientos extraños, sentimientos extraordinarios, apetitos inoportunos, impulsos criminales, pueden acechar
una mente que en otros momentos sería inocente y pura.” Traducción de la autora
69
Mary Poovey “‘Scenes of an Indelicate Character’: The Medical ‘Treatment’ of Victorian Women.”
Representations, p.146.
70
Moscucci, Omella. op.cit., p.104.
71
Ehrenreich & English, op.cit., p.153.
72
Dubravka Šimonović “A human rights-based approach to mistreatment and violence against women in
reproductive health services with a focus on childbirth and obstetric violence.”, p.12.

26
palizas si la mujer no obedece y la culpabilización de la mujer por los malos resultados
sanitarios de ella misma o de su bebé.”73

De nuevo, a pesar de la distancia, la supremacía del útero sigue muy presente en los paritorios
de muchos hospitales y clínicas. Expresiones tales como “cervical insufficiency” hasta hace
poco reconocida como “incompetent cervix” designa el proceso de dilatación cervical durante
el segundo trimestre74, de modo similar “failure to progress”75 es utilizado para indicar una
dilatación cervical por debajo de los parámetros establecidos. Ambas situaciones son
prescriptivas de intervenciones médicas para mejorar el funcionamiento del útero “fallido” o
“incompetente”. Este mal funcionamiento del útero reviste de carácter patológico el cuerpo de
las personas embarazadas de un modo no muy diferente al del siglo XIX.
De acuerdo con Villarmea76, bajo la influencia del útero a través de las contracciones
en el parto, las mujeres siguen siendo concebidas como fuera de control careciendo por ello
de “capacidad plena”. Esto es determinante en la omisión del consentimiento para la
realización de intervenciones obstétricas como los tactos vaginales 77 . El útero sigue
funcionando como elemento divisorio entre aquellos que lo conocen y lo manipulan versus
aquellas a quienes invalida y son manipuladas por él. En su popular trabajo “The woman in
the body”, Emily Martin78 compara el control que se ejerce sobre el funcionamiento del útero
con el mecanismo de control de un sistema de producción industrial. Basándose en
paradigmas de eficacia/ineficacia, la medicina obstétrica interviene en el proceso reproductivo
para fijar y mejorar el rendimiento de la máquina/útero. La protocolización del embarazo y el
parto ha configurado estos procesos bajo parámetros matemáticos que pueden ser medibles y
por tanto sujetos a intervención 79 . La subdivisión del parto en fases, la numeración del
progreso cervical y de los planos del descenso fetal o la gráfica del monitor cardiotocográfico,
son solo algunos ejemplos de la medición del parto. Bajo una supuesta objetividad y
neutralidad, la matematización del parto consigue consolidar el conocimiento médico
obstétrico como un conocimiento superior y autoritario. En contraposición, las personas
embarazadas, eclipsadas por el funcionamiento del útero siguen relegadas a posiciones
pasivas, excluidas, como antaño, del conocimiento de los procesos de parto.

73
Id., p. 13.
74
Antonette Dulay. "MSD Manuals."Disponible en: https://www.msdmanuals.com/professional/authors/dulay-
antonette [16 de enero, 2024].
75
“Insuficiencia cervical”, “cervix incompetente”, “progreso fallido” (traducción de la autora).
76
S. Villarmea "When a Uterus Enters the Room, Reason Goes Out the Window." In C. Pickles & J. Herring
(Eds.), Women’s Birthing Bodies and the Law: Unauthorised Intimate Examinations, Power, and Vulnerability,
p.69.
77
Id.
78
Emily Martin. The Woman in the Body: A Cultural Analysis of Reproduction. (Beacon Press).
79
Ibid., p. 59.

27
A partir de la propuesta de conocimiento autoritario de Jordan 80 , Davis-Floyd y
Sargent81 determinan que el conocimiento que predomina sobre otros conocimientos en los
contextos de parto es aquel basado en preceptos biomédicos y tecnológicos. Como todo
conocimiento autoritario, su naturaleza es ser asumido como un “hecho natural” que desplaza
o silencia otros conocimientos posibles 82 . El hecho de ser autoritario lo convierte en una
estructura de poder mediante la cual se perpetúa el estatus privilegiado de aquellos sujetos a
los que responde.
Las consecuencias en el ámbito de la salud reproductiva son evidentes, todas aquellas
voces que no responden al conocimiento autoritario y a sus portadores, son desestimadas y
silenciadas. Este ejercicio debe considerarse como una injusticia testimonial mediante la cual
las mujeres en procesos reproductivos se enfrentan a una doble realidad, la de carecer de
validez epistémica y la de interactuar con un colectivo de elevado privilegio epistémico.

3. ¿Cuál es la implicación de estar aquí?


Bajo la propuesta de Fricker83, las injusticias epistémicas son aquellas que consisten en el
menoscabo de la capacidad de un sujeto como conocedor. Divididas entre injusticias
testimoniales e injusticias hermenéuticas, las injusticias epistémicas ponen en evidencia la
relación entre las estructuras de poder social y la relevancia epistémica de los colectivos
privilegiados dentro de esas estructuras 84. A pesar de la íntima conexión entre ambas, las
injusticias hermenéuticas aluden a aquellos contextos en los que un individuo o colectivo no
puede hacer “inteligible” una determinada experiencia porque hay una laguna en los recursos
conceptuales que permiten configurarla y comunicarla efectivamente 85 . Por su parte, las
injusticias testimoniales, tienen lugar cuando uno o múltiples sujetos reciben menor
credibilidad debido a un prejuicio identitario conllevando una desestimación de su testimonio.
Las injusticias testimoniales son ejercidas a través de un poder social de tipo
identitario: quien es el otro está directamente vinculado a través de un prejuicio a cómo de
creíble es el otro y su testimonio86. Esto conlleva a la existencia de distintos regímenes de
credibilidad que interactúan en contextos de intercambio comunicativo. Mientras que algunos
colectivos gozan de un exceso de credibilidad, otros grupos experimentan un déficit de

80
Brigitte Jordan, Birth in Four Cultures: A Crosscultural Investigation of Childbirth in Yucatan, Holland,
Sweden, and the United States, pp. 152-153.
81
Davis-Floyd, Robbie., & Sargent, Carolyn. Childbirth and Authoritative Knowledge: Cross-Cultural
Perspectives, p.61.
82
Brigitte Jordan, op. cit., p.153.
83
Miranda Fricker, op.cit., p.1.
84
Ibid., p.2.
85
Ibid., p.7.
86
Ibid., p.14.

28
credibilidad porque ni ellos ni en consecuencia sus testimonios sostienen suficiente validez
epistémica. En la base de este prejuicio identitario se encuentra un estereotipo que Fricker87
concibe como una asociación entre un colectivo y uno o más atributos.
De acuerdo con la revisión realizada en la primera parte, los actores que intervienen en
los procesos reproductivos han sido objeto de asociaciones que condicionan el tipo de
credibilidad que se les atribuye como sujetos epistémicos, durante un amplio período de
tiempo y a través de una gran cantidad de discursos. En este sentido, las mujeres que
atraviesan procesos reproductivos aún están vinculadas a atributos de irracionalidad y pérdida
de control, mientras que los obstetras son reconocidos como sujetos fiables, íntimamente
relacionados con el conocimiento científico y, por tanto, considerados objetivos y neutrales.
Cabe destacar que el papel del útero continúa siendo esencial en la intensificación de
la irracionalidad de las mujeres durante el parto, lo que se traduce en una reducción del
crédito epistémico que se les atribuye. Al mismo tiempo, el conocimiento sobre el útero y sus
procesos, que ha sido exclusivamente custodiado por la disciplina médica, potencia la
credibilidad de los profesionales médicos en la gestión de todos los procesos relacionados con
la influencia uterina.
No podemos entender la reducción de credibilidad al que se enfrentan las mujeres en
situaciones de embarazo, parto y puerperio sin entender el exceso de credibilidad en el que se
alojan los profesionales de la salud, puesto que las injusticias testimoniales que tienen lugar
en los contextos de salud reproductiva están altamente unidas a las asociaciones que vinculan
a uno y otro colectivo.
Por otro lado, es importante destacar que las injusticias testimoniales pueden
comenzar antes del intercambio comunicativo, cuando el sujeto ha interiorizado como propio
un déficit de credibilidad que actúa como obstáculo participativo. Dotson88 denomina a este
tipo de violencia epistémica “testimonial smothering”, que consiste en una “fractura del
propio testimonio”, ya que se lo considera carente de relevancia. Con el tiempo, la
interiorización de un estatus epistémico devaluado conferido por los prejuicios identitarios
puede erosionar la confianza epistémica y la participación social del sujeto.
En el ámbito de la salud reproductiva, las mujeres se enfrentan a la exclusión histórica
como sujetos de conocimiento y a la falta de control durante el parto. Además, los
profesionales médicos tienen una autoridad elevada como portadores del conocimiento sobre
el cuerpo y los procesos reproductivos, lo que tiende a desplazar otros conocimientos no
privilegiados. No es sorprendente, por lo tanto, que las mujeres autocensuren sus testimonios

87
Ibid., p.37.
88
Dotson, Kristie “Tracking epistemic violence, tracking practices of silencing.”, p.244.

29
considerándolos poco relevantes en materia de salud reproductiva. Este silencio coactivo
contribuye a la jerarquía epistémica que se da en los escenarios gineco-obstétricos, reforzando
la solidez y autoridad del conocimiento médico.
Esto pone de manifiesto que el exceso de credibilidad que algunos colectivos, como en
este caso la disciplina médica, reciben, contribuye de igual manera a la génesis de la injusticia
testimonial. En el ámbito de la salud reproductiva, la creciente visibilidad de las denuncias
por abusos cometidos en servicios de salud a nivel global ha generado malestar dentro del
colectivo médico en algunos contextos, como en España, donde distintas sociedades médicas
han cuestionado públicamente el término “violencia obstétrica”, reconocido
internacionalmente.
En 2018, la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO) declaraba que la
violencia obstétrica era “un concepto legalmente delictivo, moralmente inadecuado,
científicamente inaceptable”89. Más recientemente, en 2021 el Consejo General de Colegios
Oficiales de Médicos90 (CGCOM) sostenía igualmente su rechazo al concepto de violencia
obstétrica por considerarlo ofensivo contra los profesionales de la salud.
Estas manifestaciones públicas contribuyen a perpetuar la injusticia testimonial porque
desacreditan la voz de numerosas mujeres y sus experiencias de violencia en el contexto de la
obstetricia. Al cuestionar la validez de sus testimonios y desestimar su relevancia, se
reproduce y refuerza el desplazamiento de ese conocimiento. Teniendo en cuenta que los
abusos perpetrados en el ámbito de la salud reproductiva han sido reconocidos por numerosas
instituciones internacionales91, que cuenta con el amparo de distintas legislaciones92 e incluso
con la denuncia de algunos colectivos médicos internacionales 93 , las declaraciones de la
SEGO y la CGCOM ofrecen una resistencia a enfrentarse a un conocimiento existente. En
este sentido Chadwick ha propuesto:

89
Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia. “Violencia obstétrica: un concepto legalmente delictivo,
moralmente inadecuado, científicamente inaceptable.”
90
Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos. “El CGCOM rechaza y considera muy desafortunado el
concepto de “violencia obstétrica” para describir las prácticas profesionales de asistencia al embarazo, parto y
posparto en nuestro país.” CGCOM, 2021. Disponible en: https://www.cgcom.es/notas-de-prensa/el-cgcom-
rechaza-y-considera-muy-desafortunado-el-concepto-de-violencia-obstetrica [16 de enero, 2024].
91
Organización Mundial de la Salud. “Prevención y erradicación de la falta de respeto y el maltrato durante la
atención del parto en centros de salud.” 2014. Disponible en:
https://apps.who.int/iris/bitstream/handle/10665/134590/WHO_RHR_14.23_spa.pdf [16 de enero, 2024].
92
Ley Orgánica 38.668/2007 sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, de 23 de abril de
2007. Testimony of Parlamento de la república bolivariana de Venezuela, 2007.
93
International Federation of Gynecology and Obstetrics. “FIGO Statement: Ethical Treatment of Women. A
statement from the FIGO (International Federation of Gynecology and Obstetrics) Committee on Human Rights,
Refugees and Violence against Women.” 2019. Disponible en: https://www.fi-go.org/figo-statement-ethical-
treatment-women [16 de enero, 2024].

30
“There is a deep-seated resistance to acknowledging that normative patterns of relating,
interacting, and “caring” within maternity and obstetric settings might enable and reproduce
symbolic (invisible) violence that restricts, constrains, diminishes, shames, and coerces
reproductive subjects (as well as health care providers) in particular ways”9495.

Medina96, denomina esta resistencia como una “ignorancia activa” productora de una “meta-
ceguera” por la cual los grupos privilegiados se niegan a reconocer las experiencias de otros
grupos con reducido estatus epistémico. No solo están ciegos hacia el conocimiento de otros
colectivos, sino que son ciegos de su propia ceguera. De acuerdo con esta idea, los “hábitos
epistémicos” de los sujetos privilegiados son un impedimento para el reconocimiento de
alternativas a la autoridad epistémica bajo la que se amparan97.
Se pone de manifiesto cómo las interacciones epistémicas relacionadas con la salud
reproductiva son complejas, ya que se extienden a otros ámbitos, como el derecho. Las tres
decisiones de la CEDAW evidencian cómo los tribunales españoles otorgan autoridad de
conocimiento y acción al equipo médico, a la vez que desautorizan a las demandantes por
basar su testimonio en una experiencia subjetiva. Según los tribunales, “es el médico quien
decide realizar o no la episiotomía, tras ver el perineo y la cabeza de la niña” 98 y
consecuentemente no se cuestiona la actuación médica “pues está acreditado que se realizaron
todas las prescripciones indicadas a la vista de lo que iba sucediendo, al margen de que el
resultado para la parturienta (que no para la niña) le fuera enteramente satisfactorio, lo que, en
parte, dependerá de su propia percepción o características”99.
Una vez más, el exceso de credibilidad que tienen los profesionales de la salud
interactúa directamente con el déficit de credibilidad que afecta a las mujeres en los procesos
de parto, constituyendo una injusticia testimonial en un ámbito también autoritario que
tradicionalmente ha configurado a las mujeres como sujetos de dudosa validez epistémica. La
reproducción de esta jerarquía de credibilidades no solo dentro del ámbito hospitalario, sino
también en los tribunales100, la administración101 o los medios de comunicación102, demuestra

94
“Existe una resistencia arraigada a reconocer que los patrones normativos de relación, interacción y “cuidado”
dentro de los entornos de maternidad y obstetricia pueden favorecer y reproducir violencia simbólica (invisible)
que restringe, limita, disminuye, avergüenza y coacciona a los sujetos reproductivos (así como a los proveedores
de atención médica) de modos particulares.” (traducción de la autora)
95
Chadwick, Rachelle “The Dangers of Minimizing Obstetric Violence.” Violence Against Women, p.3.
96
José Medina “The Relevance of Credibility Excess in a Proportional View of Epistemic Injustice: Differential
Epistemic Authority and the Social Imaginary.”, p.28.
97
Ibid., p.26.
98
CEDAW/C/75/D/138/2018. “Sentence of the Committee on the Elimination of Discrimination Against
Women.”, pp.4-5.
99
Id.
100
(CEDAW/C/75/D/138/2018, 2020; CEDAW/C/82/D/149/2019, 2022; CEDAW/C/84/D/154/2020, 2023)
101
CEDAW/C/75/D/138/2018, op., cit. 2020.

31
cómo las injusticias testimoniales que tienen lugar en la violencia obstétrica no son
incidentales, sino que persiguen a las personas embarazadas en otros ámbitos de su vida. Se
trata, por tanto, de una injusticia testimonial sistemática.
La relación de jerarquía epistémica sostenida a través de distintas esferas vitales es
especialmente preocupante, ya que las personas embarazadas viven sus procesos
reproductivos en constante interacción e intercambio con el otro, por lo que la falta de
reconocimiento es especialmente dañina.
En este sentido, Code 103 ha señalado como hasta el ejercicio epistémico más
insignificante requiere “corroboración y reconocimiento”. Esa falta de reconocimiento causa
un daño especialmente profundo en procesos de embarazo, parto o puerperio puesto que se
trata de situaciones especialmente susceptibles para las mujeres. De acuerdo con Cohen:

“What usually undergirds narratives of loss of control and agency after traumatic or violent
births is the feeling of loneliness and detachment resulting from the lack of recognition, by
the staff or others present at the labor, of the laboring woman’s always-already-situated and
relational subjectivity, which is all the more present, in her state of heightened vulnerability
and openness, during childbirth”104105.

También es muy importante, entender el impacto de las injusticias epistémicas bajo la


propuesta de “imágenes de control” de Patricia Hill Collins106. Producto de la intersección
entre distintas marcas identitarias como la pertenencia étnica, el género o la clase social, las
imágenes de control limitan la capacidad de participación de algunos individuos en distintas
prácticas sociales. Por ejemplo, el caso del estereotipo de “mammy” aplicado a las mujeres
afroamericanas y que representa una figura maternal y servil, siempre agradable y dócil, sirve
para reforzar en el imaginario colectivo que estas mujeres son incapaces de tomar decisiones
o asumir roles de liderazgo justificando de ese modo su relegación a funciones de
subordinación y servilismo.

102
Brunet, José María. “El Constitucional rechaza un segundo recurso de la gestante que fue obligada a dar a luz
en un hospital.” [en línea] El País, 23 de febrero de 2023.
103
Lorraine Code What Can She Know? Feminist Theory and the Construction of Knowledge, (Cornell
University Press). p.216.
104
“Lo que suele sostener las narrativas de pérdida de control y agencia después de partos traumáticos o
violentos es el sentimiento de soledad y desapego como resultado de la falta de reconocimiento, por parte del
personal o de otros presentes en el parto, de la subjetividad de la parturienta siempre pre-situada y relacional, la
cual está aún más presente, en su estado de vulnerabilidad y apertura intensificadas, durante el parto” (traducción
de la autora).
105
Sara Cohen Shabot, “We birth with others: Towards a Beauvoirian understanding of obstetric violence.”, p.4.
106
Patricia Hill Collins. Black Feminist Thought: Knowledge, Consciousness, and the Politics of Empowerment,
(Routledge). p.69.

32
Se trata, por tanto, de un mecanismo de control social que permite mantener a
determinados colectivos en posiciones subordinadas y excluyentes de la producción de
conocimiento. De un modo similar, Young 107 ha señalado como uno de los mecanismos
básicos de la opresión se asienta en la perpetuación de imágenes sobre aquellos grupos a los
que se pretende mantener subordinado: “dominant meanings of a society render the particular
perspective of one’s own group invisible at the same time as they stereotype one’s group and
mark it out as Other”.108109
En contextos de salud reproductiva, la falta de reconocimiento de las personas
embarazadas como sujetos epistémicos –cosa que alude directamente a la escucha, la
valoración y la participación en el campo epistémico de la salud vinculada a los cuerpos y las
experiencias vitales– debe ser concebido como un modo de opresión. La producción y
reproducción de imágenes que mantiene una problemática asociación de las mujeres con
atributos de irracionalidad o pérdida de control, permiten mantener a las mujeres excluidas del
espacio de conocimiento que atiende los procesos sexuales y reproductivos.
Al mismo tiempo, estas asociaciones permiten que la autoridad obstétrica siga
ejerciendo control y poder sobre los cuerpos, siendo así el único conocimiento autorizado a
tomar y supervisar las decisiones reproductivas. La última sentencia del tribunal
constitucional español sobre el polémico caso Oviedo -una intervención judicial durante un
parto- lo deja claro: “en contra de lo que parece entender la parte actora, el ingreso de [dona
C.P.] por parte de los servicios médicos se contempla como algo necesario, pero no con la
única finalidad de inducir el parto, sino como mecanismo de vigilancia y control de la madre
y del nasciturus”.110

4. La conclusión de estar aquí


Este texto aborda la desestimación de las mujeres en los procesos de salud reproductiva desde
el concepto de injusticia testimonial propuesto por Miranda Fricker. A nivel global, se
produce un abuso sistemático que se articula a través de un mecanismo identitario. Mientras
que las mujeres son reiteradamente vinculadas a un déficit de crédito epistémico, los
profesionales médicos reciben un fortalecido exceso de credibilidad. Esta asociación histórica,
todavía presente, entre la falta de control de las mujeres y la configuración de los
profesionales médicos como únicos portadores del conocimiento sobre el cuerpo y sus
procesos, es de elevada proyección espacio temporal.

107
Iris Marion Young. Justice and the Politics of Difference. (Princeton University Press).
108
“Los significados dominantes de una sociedad conciben la perspectiva particular de un grupo invisible al
mismo tiempo que crean estereotipos sobre él y lo señalan como Otro” (traducción de la autora).
109
Ibid., pp.58-59.
110
STC 11/2023, 2023.

33
En la escena reproductiva, el imaginario colectivo sigue siendo crucial en la atribución
de un nivel de credibilidad a cada uno de los sujetos presentes. Las injusticias testimoniales se
dan en la intersección entre dos regímenes de credibilidad: el exceso de autoridad epistémica
del que goza la disciplina médica con el respaldo de otras instituciones públicas y el déficit de
credibilidad al que han sido relegadas las mujeres en tanto que mujeres y agravantemente por
estar embarazadas, de parto o puerperio. Como sostiene Medina, en las injusticias
testimoniales el exceso de credibilidad es tan importante como el déficit de credibilidad, y el
ámbito de la salud reproductiva es un buen ejemplo de ello.
Además, las injusticias testimoniales que enfrentan las personas embarazadas
constituyen una forma de opresión sistemática que puede afectar profundamente otras esferas
de su vida. En casos extremos, estas injusticias pueden conllevar hasta el desamparo de un
sistema de derecho que, lejos de proteger al sujeto reproductivo, refuerza aún más una
múltiple vulneración de derechos fundamentales. Por tanto, el estudio de estas injusticias debe
implicar las diferentes voces implicadas y las distintas estructuras de poder que sostienen,
todavía hoy en día, el privilegio de unos y la subordinación de otras.

5. Fuentes consultadas
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gestante que fue obligada a dar a luz en un hospital”, en El País, 23 de febrero de 2023.
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Ley Orgánica 38.668/2007 sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia,
de 23 de abril de 2007. República Bolivariana de Venezuela.

37
Sentencia 11/2023, de 23 de febrero de 2023. Recurso de amparo 899-2021. Boletín Oficial
del Estado, 77, de 31 de marzo de 2023, 47843 a 47893. BOE-A-2023-8218. Disponible en:
https://www.boe.es/diario_boe/txt.php?id=BOE-A-2023-8218

38
Las mujeres durante la pandemia. Reflexiones sobre el trabajo de las cuidadoras
durante la pandemia de COVID-19 periodo 2020-2022

Patricia Eugenia Sánchez Mundo


Posgrado en Filosofía de la Ciencia, UNAM

“Dedico este trabajo a mi abuela materna Emilia


Josefina Núñez García, por haber sido una
cuidadora, y por la lección tan grande que me dio al
morir”

1. Introducción
La mujer se ha desempeñado durante siglos dentro de una visión de androcentrismo del
mundo a través de un rol de invisibilidad asignado por la sociedad, que la ha relegado a
dedicarse a labores inferiores a las que ejerce un hombre, quien sí ha gozado de una
realización pública y social, a cargo de actividades dirigidas a garantizar el trabajo productivo
y económico fuera del hogar; mientras que a la mujer se le ha limitado a la crianza, el cuidado
de los hijos y al trabajo doméstico. En una asignación regida por las capacidades conferidas
según el género, los estereotipos y la división sexual del trabajo, en la que el hombre ha
gozado de poder y reconocimiento social, mientras a la mujer se le ha infravalorado e
invisibilizado en su labor, ha hecho que su participación en el mundo sea subestimada y
desigual frente a la jerarquización del trabajo del hombre y las oportunidades que éste ha
recibido.111
Recientemente con la pandemia por COVID-19, el rol de la mujer tuvo un aumento en
actividades y responsabilidad, puesto que ha sido mayormente quien ha estado a cargo de los
cuidados del hogar y la familia, y de quienes en este tiempo se han visto afectados por el
contagio de este virus.
La mujer desde el hogar ha tenido que desarrollar habilidades y capacidades
consideradas actividades por las que puede estar o no preparada profesionalmente tomando
roles de administradora, psicóloga, cocinera, limpiadora y hasta enfermera. Debido a que las
labores del hogar se han considerado actividades a cargo del género femenino, las mujeres
adquieren desde pequeñas responsabilidades dentro del hogar que han sido normalizadas, sin
tomarse en cuenta sus intereses de desarrollo profesionales o personales; quizá esta aceptación
se da desde una tradición inculcada de pequeñas, en que las mujeres ven bien estar a cargo del
cuidado del hogar y la familia porque han sido educadas para esa responsabilidad y como una

111Gobierno de Aragon. La invisibilización de la mujer a lo largo de la. «Unidades didácticas de igualdad de


género».

39
forma de aceptación y/o de agradar, de estar bien con la familia y consigo mismas al sentir
que mediante esa responsabilidad contribuyen al bienestar de la familia, interiorizando esta
obligación.
El presente ensayo pretende realizar una reflexión acerca del papel que ha
desempeñado la mujer durante la pandemia, el trabajo que las mujeres como cuidadoras del
hogar y la familia han realizado, el cual se ha visto cargado de más responsabilidades
haciendo evidente una desigualdad y poniendo en la mira la poca atención en el impacto de la
calidad de vida de las mujeres, al obtener un reconocimiento por una labor que debería ser
compartida entre varios miembros más y que demuestra que sigue siendo necesario continuar
construyendo una visión de equidad y revalorización de la mujer, dejando de lado las
asignaciones que por género o en la división sexual del trabajo se han convertido en
obligaciones a cargo de las mujeres.
Dentro del desarrollo de este ensayo se hará referencia al tema de las mujeres como
cuidadoras y su rol durante la pandemia, haciendo una revisión de la desigualdad en el trabajo
como cuidadoras y sus responsabilidades. Se observará esta situación a través de las teorías de
ética del cuidado y ética de la justicia para concluir con una reflexión sobre una visión del
trabajo en cuidados de equidad y ética.

2. “Mujeres Cuidadoras”, entre la teoría y la realidad


El trabajo de cuidado de algún miembro de la familia o persona cercana al círculo inmediato
ha sido una actividad adoptada por la mujer. Este tipo de cuidado informal además de no tener
una retribución económica, representa un gasto económico que muchas veces ni la familia, ni
el mismo paciente es capaz de cubrir y que ha sido invisibilizado y asumido por las mamás,
esposas o hijas, que además del crecimiento en la tasa de población de adultos mayores y
personas con enfermedades crónicas o discapacidades, durante el periodo de la pandemia,
asumieron la responsabilidad de hacerse cargo de quienes cercanos a ellas estuvieron
padeciendo los síntomas por la enfermedad del COVID-19. Esto además de evidenciar la
problemática en los sistemas de salud, que se vieron sobrepasados por el número de pacientes
y la falta de atención y recursos, puso en la mira el trabajo que muchas mujeres a lo largo de
los años han asumido como parte de sus actividades cotidianas y que ha sido dado por hecho
como parte de su responsabilidad.
El cuidado informal mayoritariamente ha estado a cargo de la mujer, entre los factores
que han llevado a esto, ha sido la convivencia cercana, el parentesco y el género, sin embargo,
el hecho de que sea así la atención informal pone de manifiesto las cargas y responsabilidades

40
diferenciales que existen en el hombre y la mujer, sobre todo debido al impacto en la calidad
de vida de las mujeres a realizar este trabajo y ahora, durante la pandemia.112
Las mujeres cuidadoras asumen este rol debido a diversas causas, la cobertura de un
cuidado formal es de alto costo; alejado, involucrando grandes desplazamientos y gastos de
traslado; o de baja calidad; también se considera, la preferencia de los enfermos por
permanecer en sus hogares, junto a sus seres queridos y cosas; además de la cultura en la que
hemos crecido, que en la mayoría de los casos da un gran peso a la familia, considerando el
cuidado como una manera de retribuir al enfermo por sus atenciones anteriores o su jerarquía
en la familia; siendo el rol de hija, cónyuge o madre los vínculos más frecuentes con la
persona cuidada. De igual importancia es el hecho de considerar que las cuidadoras dedican la
mayor parte de su tiempo a esta actividad y que en la mayoría de los casos se da en familias
de bajos recursos y/o mujeres sin trabajo113, y en casos como la pandemia por COVID-19, las
mujeres han tenido que agregar a las tareas del hogar y la familia, los cuidados hacia algún
familiar, además de actividades de remuneración económica, debido a la pérdida de empleos,
falta de proveedor y las crisis agudizadas por la emergencia sanitaria.
Aproximadamente un 80% de los cuidados los realiza una mujer, familiar o cercana al
enfermo, dedicándole a ello la mayor cantidad de su tiempo y sin recibir retribución
económica alguna, lo que prende las alarmas hacia los impactos en la calidad de vida de las
mujeres, debido a que realizando esta actividad se enfrentan a desafíos importantes como es el
hecho de que dedicar gran parte de su tiempo a la actividad de cuidado impacta
negativamente en su salud física y emocional; además también existe un impacto económico,
debido a que aceptan esta labor por estar fuera del mercado laboral, trabajan menos horas en
un empleo remunerado o ajustan sus horarios para adaptarlos a su responsabilidad de cuidado,
adoptando en muchos de los casos tareas dobles para equilibrar el cuidado y la remuneración
económica; y estando propensas a caer en la pobreza, orillándolas a acceder a programas
sociales que las apoyen en etapas posteriores114 y sobre todo a sufrir un deterioro en su salud.
Pero ¿de dónde viene esta aceptación de las mujeres a asumir el papel de cuidadoras?
Sin duda mucho de lo que se considera relevante es la convivencia en una visión de jerarquía
y androcentrismo, una aceptación de la asignación de actividades por género y división
sexual, pero sobre todo existe un gran peso cultural, apoyado en tradiciones y creencias;

112 María del Mar Garcia-Calvente, Inmaculada Mateo Rodriguez, y Gracia Maroto-Navarro, “El impacto de
cuidar en la salud y la calidad de vida de las mujeres.” En Scielo.
113 Id.
114 Fiorella Benedetti, Día de las personas cuidadoras: desafíos y oportunidades para las cuidadoras familiares
de personas mayores.

41
aunado también a considerarla una actividad interiorizada por la mujer, por ser parte de su
naturaleza.
El psicólogo Lawrence Kohlberg propuso un modelo de razonamiento moral dividido
en seis etapas y tres niveles diferentes, a través de estudios, descubrió los niveles morales que
los niños iban alcanzando a medida que su capacidad cognitiva aumentaba en relación con su
edad y educación. Dicho experimento se basaba en la exposición de dilemas morales en que
los sujetos que participaban debían elegir entre seguir normas o desobedecerlas en beneficio
de otra persona. Los distintos niveles de razonamiento van cambiando de acuerdo con la edad
y la educación, cada uno de los niveles muestran un tipo de moralidad, partiendo desde la
moralidad preconvencional en un rango de edad de 4 a 10 años, la moralidad convencional de
10 a 13 años y terminando en la moralidad posconvencional que contempla desde la
adolescencia hasta la adultez temprana, considerada esta última como la auténtica moralidad.
En el primer nivel, el niño tiene una perspectiva individualista, basada en el hedonismo y se
mueve por intereses propios. En el segundo nivel, la perspectiva individualista se funde con
una orientada hacia las personas cercanas, preocupándose por ser “niño bueno” y agradar a las
personas; y en el tercer nivel reconoce un conflicto entre estándares morales, razonando su
decisión al llevar a cabo una u otra conducta, basándose en los principios de justicia e
igualdad. La premisa de estos estudios y sus resultados, podría ser la respuesta a porqué la
vinculación entre la mujer y el cuidado. Sin embargo, Carol Gilligan, psicóloga, filósofa y
feminista, realizó críticas al modelo de Kohlberg, considerando que su modelo no fue
elaborado en situaciones reales, sino en un contexto experimental y sesgado, pues mostraba
en las mujeres niveles intermedios de desarrollo moral, diferentes a los de los hombres que
alcanzaron un máximo nivel de desarrollo en una gran proporción, con lo cual Gilligan
desarrolla su teoría de la ética del cuidado, alterna a la teoría de Kohlberg.115
La teoría de Carol Gilligan aportó una voz relevante y diferente al debate moral,
entendiendo a las personas como situadas y concretas, con hincapié en la importancia de las
relaciones en que están inmersas y su contexto. Esta teoría moral de ética en el cuidado
permite analizar el impacto en el modo de entender los principios morales de la ética de la
justicia, por lo que contribuye a justificar el carácter universal tanto de las obligaciones como
del derecho al cuidado.
Para su teoría Gilligan cita las observaciones realizadas por Nancy Chodorow,
socióloga psicoanalítica humanista y feminista, quien ,en estudios realizados en el desarrollo
de las mujeres, consideró que la reproducción humana genera diferencias, caracterizando la
personalidad y diferenciando los papeles masculino y femenino, y atribuyendo cuestiones

115 Mario Arrimada, La Teoría de la Ética del Cuidado de Carol Gilligan.

42
sobre que las mujeres son las responsables del cuidado del recién nacido, explica también que
la construcción social de los roles de género se dan desde el contraste entre experiencias del
primer amor diádico y triádico, debido a la degradación de las mujeres en los patrones
transculturales del comportamiento masculino, y la cultura, poniendo de manifiesto que la
mujer en el matrimonio se interesa más por el cuidado de los niños que de su rol de pareja.116
La personalidad femenina se relaciona y conecta más con otras personas de lo que
suele hacerlo la personalidad masculina, debido a que durante los primeros años los cuidados
están a cargo de la mujer y la formación de identidad tiene una dinámica interpersonal de
formación distinta en niños y niñas. Las niñas evolucionan en una relación de semejanza entre
madres e hijas, percibiéndose como similares y en la experiencia de apego con su proceso de
formación de identidad, contrario a lo que ocurre con los niños, quienes al definirse como
varones se separan de ellas cortando su sentido de empatía, concluyendo que en los hombres
la separación e individualización está ligada a la identidad sexual, debido a que la separación
con la madre les permite el desarrollo de su virilidad, sintiéndose amenazados con la
intimidad, y en las niñas la femineidad se relaciona con el apego y no con la separación,
afirmando Gillian que el razonamiento moral de las mujeres es diferente. 117
La concepción moral de preocupación por el cuidado se centra en el desarrollo moral
en torno a la forma de entender la responsabilidad, las relaciones y la concepción de
moralidad imparcial y ayuda al desarrollo moral para entender las reglas, en la cual las
mujeres emplean un modo diferente de pensar narrativo y contextual y no uno formal y
abstracto, que surge de responsabilidades en conflicto y no de derechos competitivos y su
resolución de problemas morales. Despertar la compasión y tolerancia se relaciona con el
racionamiento contextual de las mujeres que entienden la causa y consecuencias. En este
modo de racionamiento es posible la consideración de la injusticia social de problemas
morales, puesto que en las mujeres este razonamiento las hace considerar dichos problemas en
el reflejo e imaginación del sufrimiento individual.118
Las características fundamentales de la teoría de ética del cuidado de Carol Gilligan se
centran en la responsabilidad, la comunidad, la atención, la interdependencia y el cuidado. Así
es como las mujeres adoptan la labor de cuidado, porque para ellas significa una fuerza que
mueve la cooperación, la empatía y capacidad para sostener relaciones interpersonales.119

116
AcademiaLab. Nancy Julia ChodorowDisponible en: https://academia-lab.com/enciclopedia/nancy-
chodorow/ [16 de enero, 2024].
117
Romina Faerman, Ética del cuidado: Una mirada diferente en el debate moral, pp.123-146.
118
Id.
119
Fiorella Benedetti, Día de las personas cuidadoras: desafíos y oportunidades para las cuidadoras familiares
de personas mayores.

43
Sin embargo, a este respecto, siendo la mujer un ser que por esencia, tiene en su
naturaleza cuidar y proteger, además de ser una responsabilidad interiorizada, no es una
obligación que debiera ser asumida o asignada simplemente y sin considerar al hombre,
puesto que la mujer en un desarrollo de habilidades y capacidades se ha enfrentado a luchar
por lugares que en la división sexual del trabajo han sido asignados tan solo a los hombres, y
que en muchos casos, como parte de esta responsabilidad y empatía en ellas, han tenido que
afrontar además roles de proveedoras al ser madres solteras, o en búsqueda de su
independencia. En el caso de las mujeres cuidadoras durante la pandemia, es cuando más se
incrementaron sus responsabilidades, debido a que no solo se han dedicado al cuidado de
algún familiar adulto mayor o con enfermedades crónicas, sino que también al que pudiera
estar contagiado por COVID-19, a los hijos y el trabajo doméstico. Además, tienen el papel
proveedoras, lo cual se ha reflejado en un aumento desproporcionado de horas de trabajo, es
entonces que la mirada vuelve a centrarse en la injusticia.120
La teoría sobre ética de la justicia se caracteriza por valores de objetividad,
independencia, autonomía, no interferencia, razón, libertad, individualidad, igualdad y
justicia. Las mujeres buscan desarrollo personal, profesional y económico; sin embargo se ven
envueltas en las reglas y el razonamiento moral del pensamiento abstracto, formal y objetivo
que se suma a la capacidad de pensar en términos de jerarquía de derechos, siendo una visión
masculina, de un mundo social que considera a los individuos como separados,
desencarnados, autónomos y no situados; las aptitudes y competencia son la conciencia, razón
y aplicación de derechos y normas121 pero al ser visiones establecidas por el androcentrismo,
es difícil que las mujeres puedan moverse con facilidad en un mundo dominado por el
hombre. Sin embargo, es de considerarse también necesaria una labor de estudio y crítica para
cambiar el paradigma tanto del androcentrismo, que presenta a una mujer contraria a las
características intelectuales y capacidades del hombre, puesto que no debería enfatizarse el
pensamiento moral y encasillar a las mujeres bajo un esencialismo de género.122
Rumbo a conocer la teoría de ética de la justicia y su relación con la ética del cuidado,
es necesario desglosar el concepto de justicia entendiéndola de dos maneras: en la percepción
masculina y femenina; el hombre la establece como un concepto universal, socialmente
valorado, bajo un modelo kantiano el cual hace referencia a que la buena voluntad no puede
manifestarse bajo ciertas limitaciones y al hacerse presente el conflicto, se transforma en
deber. La mujer percibe la justicia como novedosa y sugerente vinculándose con aquellos que
se encuentran maltratados o agredidos, extendiéndose hacia todos los seres humanos, que dan

120 Sembra Media y ARCO, Cicatrices de la pandemia.


121 Romina Faerman. op. cit., pp.123-146.
122 Id.

44
prioridad a la vida cotidiana sobre conceptos de lo que está bien y mal. Desde la
conceptualización de Gilligan favorece la gestión de justicia amorosa; Kohlberger retoma la
perspectiva de que las niñas consideran la igualdad y los niños la justicia, sin embargo, en la
actualidad se reconoce que las conductas generadas hacia la justicia fomentan la
competitividad y que la igualdad desarrolla actitudes de consenso123, siendo esta la diferencia
fundamental de los estudios de Kohlberg y Gilligan. Para Kohlberg las mujeres y los cuidados
se basan en su sentido de justicia que favorecen un desarrollo moral de diferente manera, y
que en muchas de las veces es menospreciada por la perspectiva de justicia masculina; decidir
las acciones más justas es lo más importante para las mujeres tomando en cuenta el
sentimiento de las dificultades de otras personas y no hacer daño a nadie, con lo que
consideran con ello una autonomía moral privilegiada a nivel contextual; sin embargo, las
vida cotidiana presenta dificultades concretas, por lo que la teoría de Kohlberg no es del todo
aceptada porque plantea dificultades desde la forma misma de los dilemas y en términos de
derechos formales, en que las mujeres lo asimilan como una pregunta personal.124
En la reflexión de Alonso:

“el hecho de que una acción no sea obligatoria no significa que no deba hacerse…y no se
trata de que las relaciones entre las personas sean sólo justas sino cálidas, comprensivas,
tolerantes y que permitan abarcar las relaciones humanas desde la comprensión de la
fragilidad y no desde la potenciación de la fuerza y la competitividad”125

Podemos observar que la autora también comenta sobre los planteamientos de Kant, los
cuales no conciben la contradicción entre obligaciones y deberes; puesto que para las mujeres
las elecciones de justicia y cuidado no se realizan bajo criterios masculinos de la sociedad 126,
lo que nos lleva nuevamente a la discusión de ¿qué es lo que lleva a las mujeres a asumir estas
actividades a pesar de las implicaciones que esto provoca? El contexto no es relevante en
cuanto las decisiones morales tomadas no tengan pauta y sean atendidas bajo circunstancias
específicas, sin embargo, los principios de la ética de la justicia deben aplicarse tomando en
cuenta particularidades concretas y situadas, siendo un principio exigido en las discusiones
morales.127
Durante la pandemia, el trabajo de cuidado realizado por las mujeres ha sido decisivo,
su apoyo ha servido para que los pacientes infectados por COVID-19, no tengan que

123 Jean Kellerhals, Marianne Modak y David Perrenoud. Le sentiment de justice dans les relations sociales.
124 Rosario Alonso, La Ética De La Justicia Y La Ética De Los Cuidados, pp. 95-107.
125 Ibid., p.106.
126 Id.
127 Romina Faerman. op. cit., pp.123-146.

45
desplazarse de sus hogares, y recibir cuidados personalizados, sean escuchados y
permanezcan en un ambiente familiar y tranquilo alejados del escenario de miedo e
incertidumbre que ha prevalecido durante estos dos años. La enfermedad por COVID-19 se ha
caracterizado por el aislamiento, mucha gente que la ha padecido, al ingresar a los hospitales,
ha perdido contacto con sus familiares; y en muchos hospitales el personal sanitario propuso
estrategias para que no se perdiera la comunicación entre pacientes y sus familiares y pudiera
haber una cercanía. Considerando que también a principios de la pandemia, ante la
incertidumbre y falta de información por el desarrollo de la enfermedad, mucha gente murió
sola y aislada. Además, el cuidado de los enfermos poscovid también ha permanecido en
muchos de los casos, debido a las secuelas manifestadas después del contagio por este virus.
Por esto, las cuidadoras han seguido atentas y responsables a su labor.128
Recientemente se ha considerado el impacto en la calidad de vida de las mujeres
cuidadoras, y se exponen acciones para revertir dicho impacto, como es la redistribución de
las tareas de cuidado en dos sentidos, la primera involucra la responsabilidad compartida con
el Estado, lo que implicaría ampliar la cobertura en los servicios que el gobierno financia,
otorgando la oportunidad de que tanto el gobierno como la familia estén a cargo de las tareas
de cuidados; la segunda acción, hace referencia a la redistribución de tareas con los hombres,
lo que implica realizar cambios dentro de la familia, que a pesar de que en los últimos años el
apoyo ha crecido, todavía no es suficiente; además es necesario proveer capacitación y apoyo
psicológico para quien se encarga de los cuidados, debido al desgaste emocional y de salud
que implica dicha tarea, puesto que realizarla conlleva también estrés y agobio por no sentirse
con los conocimientos y habilidades que se requieren, asimismo se debe voltear la mirada
hacia las cuidadoras y brindarles herramientas de autocuidado psicológico y físico que pueda
mantenerlas en equilibrio.129

3. Conclusiones
En la teoría que expone Gillligan, las mujeres tienen en su naturaleza una responsabilidad de
cuidado, empatía y cooperación, en la que toma importancia su capacidad para sostener
relaciones interpersonales, no hay que cegar la mirada a la evidente desigualdad que se vive,
mostrando también el cambio de paradigma a la justicia. Tanto la ética del cuidado, como la
ética de justicia se complementan, lo que permite aceptar que pueden convivir en un mismo
espacio y tiempo, el deseo de las mujeres por cooperar, pero también la responsabilidad de los
hombres por asumir tareas de cuidados, entendiendo con ello que para lograr un cambio en el

128
Sara Bueno, Cuidum. La alternativa a las residencias.
129
Fiorella Benedetti, Día de las personas cuidadoras: desafíos y oportunidades para las cuidadoras familiares
de personas mayores.

46
paradigma del androcentrismo en que hemos vivido, es necesario tener y mantener un
equilibrio para una convivencia en armonía, en que el género, o la división sexual del trabajo
no prevalezca, sino en el que como seres humanos compartamos labores y exista un apoyo
mutuo.
La pandemia por COVID-19, ha puesto de manifiesto muchas precariedades en las que
hemos vivido, entre ellas ha estado clara la división de las responsabilidades, que mientras los
hombres, en muchos de los casos han encontrado oportunidad para el cambio y desarrollo, en
las mujeres ha habido un aumento en sus labores y compromisos; además de sacrificar con
ello su calidad de vida.
La importancia de la labor de cuidado de las mujeres debería ser considerada un apoyo
y cooperación, que merece retribución en todos aspectos, y sin asumir características
intelectuales diferentes a las del hombre, sino conviviendo en un ambiente que evolucione, en
el que las mujeres no tengan que asumir responsabilidades bajo un esencialismo de género.
El género, no define las capacidades, ni las responsabilidades, y no debería tampoco
determinar la justicia, ni la ética, sino que todos deberíamos abonar a una evolución en que
podamos caminar hacia la construcción de una nueva visión, que permita la convivencia de
géneros, la justa repartición de tareas y sobre todo el respeto mutuo.

4. Fuentes consultadas
ALONSO, Rosario y FOMBUENA Josefa. La Ética De La Justicia Y La Ética De Los Cuidados. [
en línea] Portularia, VI (1), pp. 95-107. 2006<. ISSN: 1578-0236. Disponible en:
https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=161016087008. [Consulta: 07 de agosto, 2023].

BENEDETTI, Fiorella. Día de las personas cuidadoras: desafíos y oportunidades para las
cuidadoras familiares de personas mayores. Buenos Aires, 3 de noviembre de 2022.

BUENO, Sara. Cuidum. Mujeres cuidadoras de personas mayores y su papel en la pandemia,


La alternativa a las residencias. [en línea]. Disponible en:
https://www.cuidum.com/blog/mujeres-cuidadoras-de-personas-mayores-y-su-papel-en-la-
pandemia/ [07 de agosto, 2023].

CHODOROW, Nancy Julia, ACADEMIALAB. [en línea], 2022. Disponible en:


https://academia-lab.com/enciclopedia/nancy-chodorow/ [07 de agosto, 2023].

47
SEMBRAMEDIA Y ARCO. Cicatrices de la pandemia. [ en línea] 2022. Disponible en:
https://www.connectas.org/especiales/cicatrices-de-la-pandemia/el-peso-de-ser-cuidadoras/
[Consulta: 07 de agosto, 2023].

FAERMAN, Romina. Ética del cuidado: Una mirada diferente en el debate moral. [en línea],
Revista de Teoría del Derecho de la Universidad de Palermo, 2015, pp. 123-146. Disponible
en: https://www.palermo.edu/derecho/pdf/teoria-del-derecho/n3/TeoriaDerecho_06.pdf
[Consulta: 07 de agosto, 2023].

GARCIA-Calvente M., I. Mateo-Rodriguez, y GRACIA Maroto-Navarro. “El impacto de


cuidar en la salud y la calidad de vida de las mujeres.” En Scielo, 2004.

GOBIERNO DE ARAGÓN, La invisibilización de la mujer a lo largo de la historia [ en línea] En


Unidades didácticas de igualdad de género, Unidad 2, 2019. Disponible en:
http://carei.es/wp-content/uploads/02_Unidad-2.-La-Invisibilización-de-la-mujer-en-la-
historia.pdf. [07 de agosto, 2023].

KELLERHALS, Jean, MODAK, Marianne y PERRENOUD, David. Le sentiment de justice


dans les relations sociales. Paris: PUF, 1997.

48
Relación de poder identitaria epistémicamente injusta: médico científico-partera
tradicional en México

Silvana Torres Campoy


Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM

La partería tradicional en México es una práctica y conocimiento ancestral heredado por las
comunidades originarias y que forma parte de la medicina tradicional que sobrevivió a la
Conquista.
Actualmente, podemos enunciar dos tipos de partería: la tradicional y la profesional.
Ésta última ha sido creada e incentivada por la Organización Mundial de la Salud (OMS)
como una forma de reducir los riesgos a la salud materno-infantil que implica ejercer la
partería tradicional.
Esta formación y profesionalización de la partería es obligatoria para las parteras
tradicionales. Ello derivado de un tipo de injusticia epistémica hacia la partera tradicional. Es
decir, este tipo de partería forma parte de una relación de poder identitaria en donde quien
ejerce poder contra su practicante es el obstetra u otro profesional de la salud formado en la
educación universitaria.
En este trabajo sostenemos que la relación médico científico-partera es de poder
identitario debido a que la partera tradicional ha sido subordinada en dicha interacción por su
identidad: mujer indígena. Esta subordinación afecta negativamente a la partera y, en
consecuencia, se le puede atribuir culpa al médico científico, aunque no sea responsable de
adquirir los vicios epistémicos de discriminación por identidad.
Siguiendo la propuesta de Miranda Fricker en diálogo con la de Heather Battaly,
buscamos mostrar a partir de qué vicios epistémicos podemos afirmar que el médico
científico es culpable de los efectos negativos derivados de la relación de poder identitaria y
control hacia la partera; los efectos negativos pueden observarse como consecuencia de la
obligatoriedad de la profesionalización de su práctica por ser mujer indígena. Es decir, por
tener prejuicios identitarios hacia ella y su práctica.
En virtud de lo anterior, este capítulo estará dividido en tres apartados. En el primer
apartado, describiremos qué es la partería tradicional y las razones y consecuencias de su
profesionalización en México por parte de la OMS. En el segundo apartado, describiremos la
propuesta de Miranda Fricker de injusticia epistémica, con énfasis en la idea de relación de
poder identitaria y prejuicio; y la de Heather Battaly con su aporte, a la teoría de Fricker, de la
idea de vicio epistémico. Por último, analizaremos cómo la profesionalización de la partería

49
tradicional es una injusticia epistémica que deriva de vicios epistémicos y prejuicios
identitarios en la relación de poder médico científico-partera.

La partería tradicional y su profesionalización en México.


La idea de “partera” y su práctica pueden comprenderse de dos formas: “partera tradicional” y
“partera profesional”. La “partera tradicional” es aquella mujer que aprendió la práctica de la
partería a través de la enseñanza generacional: su madre, su abuela y/u otras mujeres parteras
de su familia o de la comunidad han ejercido la práctica y se la han transmitido mediante la
enseñanza en casa. Este tipo de partería forma parte de la medicina tradicional, que es la
forma tradicional de atención a la salud en las culturas indígenas. Esto es, la partería
tradicional es un conocimiento y práctica cultural indígena.
La partería tradicional, entonces, idealmente 130 consiste en la nula utilización de
métodos, técnicas, utensilios, conocimientos, etc. científicos. Ya que alude a la práctica
originaria: en la época prehispánica, la práctica de la partería consistía en el cuidado de la
mujer embarazada y de su hijo.
Por su parte, la “partera profesional” es aquella mujer que ejerce la práctica y que la
aprendió en una institución de salud nacional. Esto es, es la práctica que se enseña en la
institución de salud nacional, no en su comunidad. Y mezcla intencionalmente conocimientos
indígenas preservados de la partera tradicional y de conocimientos obstetras (científicos).
Incluso, en la formación de esta partera se enseñan sólo aquellos conocimientos o prácticas de
la práctica tradicional que le son útiles a la partera profesional, según los criterios de la
medicina científica131.
No obstante, la partería tradicional, en tanto práctica originaria en México, se ha
enfrentado a diversas barreras en su ejercicio. Esto principalmente desde el inicio de la

130
Enuncio “idealmente” porque la “pureza” de la partería tradicional, en tanto práctica, es en relación sólo con
la definición de lo que debería ser la partería tradicional. No obstante, el ejercicio de esta partería está mezclada
con los métodos, términos, técnicas, etc. de la medicina científica desde hace más de un siglo. Ello debido a la
relación establecida profesionalmente entre médicos científicos o alópatas y parteras desde el siglo XVIII. Dicha
relación generó sin intención por parte de las parteras que, derivado de la interacción y el trabajo en hospitales,
las parteras adoptaran hábitos alópatas en su atención de la mujer. Vid. Carrillo, Ana María (1999). Nacimiento y
muerte de una profesión. Las parteras tituladas en México. Dynamis: Acta Hispanica ad Medicinae
Scientiarumque Historiam Illustrandam, Vol. 19, p. 169. Disponible en:
https://raco.cat/index.php/Dynamis/article/view/106147.
131
OMS (1954). Primer Informe del Comité de Expertos para la Formación Profesional de Parteras. Serie de
informes técnicos; no. 93. La Haya. Disponible en: https://apps.who.int/iris/handle/10665/38461?locale-
attribute=es& [07 de agosto, 2023].

50
regulación oficial132 que ha hecho la Organización Mundial de la Salud (OMS) a esta práctica
y a las mujeres parteras que buscan ejercerla.
Algunas barreras que nos competen en este espacio son las siguientes:
La primera barrera refiere a que la legislación internacional en salud, abanderada por
la OMS, ha prohibido, tanto explícita como implícitamente, el ejercicio de la práctica de la
partería tradicional. Esto mediante diversas la expedición de investigaciones,
recomendaciones y estrategias soft law 133 en donde afirma que las parteras tradicionales
ejercen prácticas nocivas para la salud134.
La segunda barrera está relacionada con el hecho de que se ha obligado a las parteras
tradicionales a capacitarse y formarse para convertirse en parteras profesionales. Esto bajo el
argumento de que requieren tener conocimientos científicos para ejercer su práctica sin riesgo
a la salud. Se ha impuesto dicha formación a partir de la medicina científica sin tener un
diálogo con las parteras para ello y sin poder comprobar desde el enfoque de riesgos
probabilístico que, de hecho, la partería es un riesgo para la salud materno-infantil135.
Además, como tercera barrera, dicha formación y profesionalización no ha implicado
el ejercicio de la partería. Las parteras tradicionales capacitadas se encargan de temas de
planificación familiar y de auxiliar externamente al Sistema de Salud Nacional, como parte
del primer contacto con las mujeres. En general, se han realizado diferentes dinámicas para
evitar y prohibir, en la práctica, que se ejerza. Por ejemplo, en México se ha negado o
dificultado la entrega de certificados de nacimiento en la Secretaría de Salud Pública a las
familias cuando éstas entregan la hoja de nacimiento expedida por la partera tradicional136.
Algunas de las consecuencias de esto es que las familias dejen de atenderse con parteras
tradicionales o que las sustituyan 137 por parteras profesionales en casas de parto donde
practican parto humanizado138.

132
Dicha regulación comenzó oficialmente en 1954 con la conformación y reunión del Comité́ de Expertos para
la Formación Profesional de Parteras. Ello no implica que las parteras no hubieran sido formadas o reguladas con
anterioridad a tal fecha. Lo que esto implica es que en 1954 los países firmantes de la OMS tuvieron que atender
las recomendaciones y regulaciones de la práctica de la partería. Ya que la OMS es la institución occidental
internacional que regula todo lo relacionado a la salud física y mental de los sujetos, en tanto derecho universal.
133
Leyes suaves. Es decir, normas y políticas que no son vinculantes (no son marco jurídico legal), pero son
contempladas en las legislaciones nacionales y en la toma de decisiones en sentencias, políticas públicas, etc.
134
OMS, op. cit., p. 4.
135
Torres, Silvana (2021). Análisis pragmático de la regulación científica de la práctica de la partería y su
prohibición en México. Tesis de maestría. Posgrado en Filosofía de la Ciencia, UNAM. Disponible en:
http://132.248.9.195/ptd2021/septiembre/0814879/Index.html [07 de agosto, 2023].
136
El-Kotni, Mounia; Ramírez-Pérez, Alba (2017). Actas que reconocen, actas que vigilan. Las constancias de
alumbramiento y el control de la partería en Chiapas. LiminaR, 15(2), 96-109. Disponible en:
https://doi.org/10.2536/liminar.v15i2.533 [marzo, 2023].
137
Esta sustitución estaba prevista desde el primer informe del Comité mencionado anteriormente: “Los planes
de formación deberán proponerse en tres finalidades: Mejorar la práctica de la partera empírica tradicional,
preparar parteras tituladas que se emplearán en la enseñanza y en los servicios de inspección, y preparar parteras

51
La cuarta, está relacionada al chauvinismo epistémico y científico; es decir, se
discrimina, subordina y hasta se ignora a la partería tradicional y a sus practicantes debido a la
creencia de que, al no basar su práctica en el conocimiento hegemónico de salud y ciencia
occidental, entonces, es una práctica no válida. Por ende, el conocimiento de las parteras, y la
medicina tradicional en general, son conocimientos no válidos para los médicos y científicos
al no pertenecer a su paradigma epistémico. Ello se puede observar en la imposición nacional
e internacional de un tipo de medicina (científica); en donde cualquier alternativa es inválida,
menos importante o, incluso, dañina porque no cumple con los criterios epistémicos de la
medicina científica.
Estas barreras evidencian un tipo de violencia ejercida por parte del sistema de salud
internacional y nacional a través de la discriminación e, incluso, desconocimiento de otras
formas de pensar el mundo y otras realidades en términos epistémicos. Ya que la partería
tradicional es un conjunto de conocimientos que fueron heredados y validados en comunidad;
y que, además, forman parte de las culturas de las comunidades indígenas y de sus creencias.
Esta violencia podemos pensarla y analizarla como un tipo de injusticia epistémica a las
parteras indígenas.

Relaciones de poder identitario desde los vicios epistémicos: Fricker y Collins


La injusticia epistémica, propuesta por Miranda Fricker, se puede entender como las prácticas
epistémicas mediante las cuales se genera un daño a alguien en su condición de sujeto de
conocimiento139. Esta injusticia podemos pensarla, entonces, como aquel daño a conocedores
particulares por otros conocedores dentro de o mediante prácticas e instituciones
epistémicas140. Este daño puede observarse a través del impedimento, negación, distorsión,
entorpecimiento, etc., de la transmisión de conocimiento, en forma de testimonio, y de la
autointerpretación de las experiencias sociales.
El daño mediante injusticia epistémica, entonces, se puede ver bajo la injusticia
testimonial (transmisión de conocimiento) y la injusticia hermenéutica (autointerpretación).

auxiliares. En un proceso adaptado a los crecientes recursos económicos y sociales del país, se podrá ir
sustituyendo las parteras tradicionales por las del grupo auxiliar y colocando en los puestos que ocupaban estas
otras a parteras graduadas”. Vid. OMS (1954). Primer Informe del Comité de Expertos para la Formación
Profesional de Parteras. Serie de informes técnicos; no. 93. La Haya, p. 8.
138
El parto humanizado es una resemantización y reapropiación de la partería tradicional, en términos
contemporáneos. Es el ejercicio de la partería profesional en “casas de parto” en donde las parteras tradicionales
no participan. Se realizan partos naturales y se ha comercializado con dicha práctica a nivel internacional. Vid.
Vega, Rosalynn (2018). No Alternative: Childbirth, Citizenship and Indigenous Culture in Mexico, University of
Texas Press: Austin Texas.
139
Miranda Fricker, Injusticia epistémica. España: Herder, 2017, p. 17.
140
Pohlhaus, Gaile. “Varieties of epistemic injustice,” en J. Kidd, J. Medina, y G. Pohlhaus Jr. (eds.) The
Routledge Handbook of Epistemic Injustice. Routledge, 2017.

52
La primera refiere al daño cometido por un oyente a un hablante a partir de otorgarle a este
último un grado disminuido de credibilidad a su testimonio. La segunda está relacionada a la
afectación que vive un sujeto epistémico en términos de vivir una desventaja en el acceso a
los recursos interpretativos para comprender sus propias experiencias sociales. Este tipo es
anterior al segundo tipo de injusticia.
En este trabajo nos centraremos en la injusticia testimonial. Ya que este tipo de
injusticia está inmersa en relaciones de poder identitario; en donde la persona hablante tiene
un déficit de credibilidad por los prejuicios hacia su identidad. En este caso, buscamos
comprender desde esta teoría la discriminación hacia las personas autoidentificadas como
“parteras tradicionales”.
Pero ¿qué es y cómo funcionan las relaciones de poder identitario? Para Fricker, quien
retoma a Foucault y a Thomas Wartenberg, el poder es la influencia de un agente o institución
sobre otro agente, derivada de la coordinación establecida entre las partes. De manera más
concreta, la autora le llama poder social a la capacidad práctica socialmente situada que se
tiene y ejerce hacia agentes particulares con fines de controlar sus acciones, ello mediante una
relación alineada entre los implicados. Esta relación de poder puede ejercerse de manera
agencial o estructural. La primera habla del control entre agentes particulares y la segunda de
instituciones a agentes particulares141 142.
No obstante, no todo el poder genera un daño sobre el sujeto influido y controlado en
la relación coordinada, voluntaria o involuntariamente. El daño ocurre cuando el tipo de
control se ejerce mediante el criterio de identidad y no derivado de la relación establecida a
nivel social. Es decir, alguien hace uso de su identidad para influir y controlar, en tanto que
les es posible por su identidad, las acciones de otra identidad por su identidad. A este tipo de
poder le llama poder identitario143.
Este tipo de poder funciona a nivel discursivo o de imaginario social. Ya que opera
sobre la base de las concepciones y significaciones establecidas y convencionalizadas de
cómo es y funciona cada identidad. Por ejemplo, concepciones generalizadas sobre qué es ser
mujer u hombre. Estas concepciones podemos enunciarlas como estereotipos y prejuicios, en
donde estos últimos derivan de los primeros.

141
Este tipo de control estructural se nombra así porque es un tipo de poder establecido sistemática y
estructuralmente. Es decir, no hay agentes concretos estableciendo control sobre otras personas.
142
Miranda Fricker, op. cit., p. 35.
143
La autora pone el ejemplo de una profesora con sus alumnos. Lo retomo y extiendo de la siguiente manera:
ella ejerce un tipo de control, poder social, sobre sus alumnos cuando les pone calificación. Esto sucede por la
relación y función establecida y coordinada socialmente. Pero en esa relación el daño no necesariamente está
presente, salvo que la profesora afecte a sus alumnos por ser hombres o por ser indígenas, es decir, por su
identidad.

53
Con la idea de estereotipos Miranda Fricker refiere a la asociación o asignación de una
generalización y atributos o características no fiables, pero aceptables convencionalmente, a
un grupo social determinado. Es decir, son imágenes que “[…] expresan asociaciones entre un
grupo social y uno o más atributos, y que de ese modo encarnan una o más generalizaciones
acerca de ese grupo social […]”144.
Por su parte, los prejuicios son aquellos juicios que se hacen de manera previa
respecto a algo o alguien y que se mantienen y vuelven fiables sin evidencia o comprobación.
Estos pueden tener valencia negativa o positiva, lo cual afecta en la resistencia a la
contraprueba de esa fiabilidad. Dentro de la injusticia testimonial, el prejuicio,
principalmente, devalúa la credibilidad que se le otorga a un hablante. Aunque también puede
ocurrir el caso de exacerbación de la credibilidad en el hablante, pero ello difícilmente lleva a
una injusticia epistémica hacia tal sujeto. Por ello, nos centraremos en el prejuicio de valencia
negativa: aquel con el que se devalúa la credibilidad de alguien sin evidencia. Siguiendo la
idea de poder identitario, el prejuicio puede surgir también por identidad. Esto es, un prejuicio
identitario como aquellos juicios previos fiables sin pruebas hacia un grupo de personas por
su tipo social; esto es, por su identidad. Este tipo de prejuicio “distorsiona la percepción que
el oyente tiene del hablante” 145 . Cuando es de valencia negativa la distorsión de esa
percepción se ve afectada por el déficit de credibilidad en dicho hablante.
En este sentido, la relación entre estereotipo y prejuicio negativo identitario
(estereotipo prejuicioso negativo identitario) lo entenderemos como la “[…] asociación
desdeñosa ampliamente aceptada de un grupo social con uno o más atributos, la cual encarna
una generalización que, en virtud de alguna inversión afectiva por parte del sujeto, ofrece
algún tipo de resistencia a las contrapruebas (habitualmente, epistémicamente culpable)”146.
Es decir, la asignación o asociación convencionalizada de una imagen, generalización y/o
atributos hacia un grupo social por su identidad, la cual genera resistencia de cuestionar y
poner a prueba la fiabilidad de esa asociación. Quien realiza tal asociación es responsable de
esa acción en tanto que deriva del conocimiento que lo caracteriza y de su inversión afectiva
hacia tal asignación (sea consciente o no de esa responsabilidad).
Por su parte, Heather Battaly sostiene que la injusticia testimonial es un vicio
epistémico. Introduce este último término de la epistemología del vicio que está en diálogo
con la de la virtud. Con vicio epistémico refiere a malas disposiciones cognitivas que
producen malos efectos epistémicos y vuelven malos pensadores a los sujetos. Por ejemplo,
tales disposiciones pueden generar creencias falsas, impedir el conocimiento o

144
Ibid. p. 72.
145
Ibid. p. 70.
146
Ibid. p. 69.

54
involucramiento de motivos para creer lo más fácil y no lo verdadero o fiable147. Esto es, el
agente tiene malos motivos y valores que generan malos efectos epistémicos.
A continuación, enlistaré sintéticamente los tipos de vicios epistémicos:
● Vicio-efecto: El agente tiene rasgos cognitivos del carácter adquiridos (arrogancia,
soberbia, mente cerrada). Las disposiciones no son vicios-efecto, los generan, pero el
agente no es responsable de los efectos de esas disposiciones.
● Vicio-responsable: El agente tiene cierto control sobre los rasgos adquiridos negativos
y es responsable de ellos. Estos expresan motivos y valores del agente.
● Vicio-personalista: El agente tiene disposiciones y rasgos cognitivos de su carácter de
los cuales puede no tener control y no es responsable de haberlos adquirido, pero son
malos y expresan su malos motivos y valores.
El vicio-personalista se caracteriza por dos elementos: la “accountability” y la
“atributability”. Es decir, alguien que puede realizar acciones, basadas en malas disposiciones
cognitivas, con efectos malos, a las cuales se les atribuye culpabilidad, aunque no sean
responsables (en el sentido de accountability).
En términos de la injusticia testimonial, para Battaly alguien que tiene disposiciones
cognitivas malas se expresa en motivos y valores malos, como el racismo, los cuales puede no
controlar. Sin embargo, cuando en la relación de poder el oyente es quien tiene malas
disposiciones negativas desde ahí interpreta lo que un hablante dice; a su vez, ello tiene
efectos malos, tales como sentenciar a cárcel al hablante por falta de credibilidad en él por ser
afrodescendiente. En este tipo de casos el oyente e intérprete se le atribuye culpabilidad de
esos efectos, aunque no pueda controlar sus disposiciones y no sea responsable de su
adquisición.
En particular, a continuación, trabajaremos con el vicio-personalista para poder
comprender desde la visión de la injusticia epistémica el prejuicio negativo identitario detrás
de la injusticia testimonial ejercida dentro de la relación de poder médico científico-partera
tradicional en México.

Médico científico-partera tradicional: caso de injusticia testimonial y relación de poder


identitaria
¿Cómo podemos entender desde la injusticia epistémica la relación médico científico-partera
tradicional? En principio, es necesario pensar a esta interacción social como una relación de

147
Battaly, Heather (2017), “Testimonial injustice, epistemic vice, and vice epistemology”, en J. Kidd, J.
Medina, y G. Pohlhaus Jr. (eds.) The Routledge Handbook of Epistemic Injustice. P. 244, Routledge.

55
poder social. Esta relación para podemos dibujar en varias escalas: 1) OMS, en tanto
organismo internacional regulador de la partería, controla a las parteras; 2) OMS controla a la
Secretaria de Salud mexicana, en tanto que México es país firmante en dicho organismo; 3) la
Secretaria Salud controla al Sistema Nacional de Salud, a los profesionales de la salud y a las
parteras tradicionales, en tanto “auxiliares de la salud”; 4) los médicos científicos, en tanto
profesionales de la salud, controlan a las parteras tradicionales, en tanto que éstas los
“auxilian” en términos de salud.
Estas relaciones de poder social funcionan en relación con la propia estructura del
sistema internacional y nacional de salud. Sin embargo, en la última relación, hay un tipo de
poder identitario: las parteras tradicionales, al ser mujeres indígenas, son estereotipadas
prejuiciosamente de manera negativa por su identidad.
El estereotipo que se tiene hacia las personas indígenas, desde la mirada occidental, ha
sido históricamente el de salvajes, no civilizados, no estudiados, pobres, con creencias míticas
y mágicas, quienes ejercen prácticas nocivas y obsoletas, etc.148 Ahora bien, si lo pensamos
interseccionalmente149, la idea de “indígena” se cruza con la de “mujer”. En donde, también a
nivel sociohistórico, se ha mantenido una relación de poder identitaria en el mundo occidental
en el binarismo hombre-mujer, en donde el hombre subordina y controla a la mujer por ser
mujer y las características que a ésta se le han atribuido: débil, madre, víctima, ama de casa,
sensible, cuidadora, etc.
El estereotipo mujer indígena, entonces, trae consigo el prejuicio negativo identitario
de que la partera tradicional, al ser mujer e indígena, no tiene la capacidad, ni el conocimiento
para poder atender un parto con seguridad. Lo cual no hay manera de poderse comprobar, es
un juicio previo no comprobable pero que se acepta como fiable; pues la idea de que la
partería tradicional es riesgosa para la salud se ha construido mediante el enfoque de riesgo
constructivista, no desde probabilístico150. A partir de dicho prejuicio, al ser negativo, hay un
déficit de credibilidad en la partera tradicional por parte del oyente: médico científico.
Este déficit se puede observar mediante la incredulidad hacia la práctica de la partería
por parte de todos los participantes en las relaciones de poder, en términos de atención a la
salud, anteriormente enunciados. Dicha incredulidad genera efectos negativos para la partera

148
Vid. Torres, Silvana (2019). El término (o concepto) "indígena”: el funcionamiento del signo, denotación y
designación en "Manos indígenas, calidad mexicana”, desde una perspectiva semiótica pragmática. Tesis de
licenciatura, México: FCPyS-UNAM. Disponible en: http://132.248.9.195/ptd2019/mayo/0788798/Index.html
[marzo, 2023].
149
Pensar interseccionalmente puede entenderse por el hecho de tener en cuenta que hay diversos factores entre
cruzados bajo los cuales se observa, piensa, interpreta, discrimina, etc. un fenómeno o sujeto. Por ejemplo, los
factores etnia, clase, género se entre cruzan cuando hablamos de mujeres indígenas rurales. Vid. Hill, Patricia;
Bilge, Sirma (2016). Interseccionalidad. España, Morata.
150
Torres, op. cit.

56
(sujeto de conocimiento-hablante), ya que causan que la práctica de la partería comience a
perderse por no reproducirse en la comunidad tras la falta de credibilidad. que niegue y
desconozca su conocimiento y, en consecuencia, su posibilidad de ejercer; que al no ejercer
no puedan tener una solvencia económica derivada de su profesión; que siga prevaleciendo un
único sistema médico a nivel nacional sin contemplar alternativas viables; y las parteras sean
discriminadas por ser parteras, mujeres e indígenas.
Estos efectos negativos, vistos desde la idea de vicio epistémico del tipo personalista,
están inevitablemente relacionados no sólo con los prejuicios identitarios, los estereotipos y la
relación de poder identitaria de la que es parte la partera a nivel agencial (con el médico
científico) y estructural (con el sistema y estructura nacional e internacional de salud
occidental-científica); sino también con la atribución de culpa por las disposiciones
cognitivas, motivos y valores negativos que tiene el médico científico (agente) hacia la
partera, sea dicho agente responsable o no de la adquisición de tales.
En este sentido, el médico científico es culpable de la injusticia testimonial ejercida a
la partera tradicional a través de la regulación y prohibición de su práctica. Aunque éste, al ser
parte de otras relaciones de poder en donde también controlado por otros agentes e
instituciones, haya adquirido tales disposiciones, valores, motivos, estereotipos y prejuicios
en su formación y práctica profesional médica de manera obligatoria e, incluso, inconsciente.
Cabe resaltar que en la estructura y sistema de salud hay jerarquías entre los
profesionales de la salud que se expresan en relaciones de poder identitarias en algunos casos.
Por ejemplo, en México cuando el médico alópata aún no tiene su cédula realiza prácticas en
hospitales y clínicas como interno y residente. Esos internos y residentes se dividen por
niveles y, a su vez, tienen una jerarquía menor que la de los médicos generales o especialistas
que ya practican su profesión en dicho sistema. Dentro de estas jerarquías hay relaciones de
poder social vertical y, a su vez, identitaria: si es mujer se le estereotipa en relación con que
no puede realizar alguna técnica, se les acosa o se les llama “señorita” y a los hombres
“doctores”, aun en el mismo nivel jerárquico; los mismo ocurre si son de la Ciudad de México
o foráneos, o, incluso, sólo por ser “internos-estudiantes” se les llega a ignorar o les piden
favores como llevar café a médicos151.
Como podemos observar, el médico científico también es víctima, en ocasiones, de
injusticias epistémicas testimoniales en la cadena jerárquica del sistema y estructura de salud.
Al mismo tiempo, aprende estereotipos y prejuicios identitarios en su formación y práctica
médica que, posteriormente, le afectan en la toma de decisiones y en la credibilidad que les da

151
Información obtenida dentro del taller “Violencia de género en Ciencias de la Salud” a residentes de nivel 1,
impartido por la autora de este capítulo en la Clínica IMSS 28 UMF en febrero del 2023.

57
a determinados agentes que, en la cadena y relación de poder, están subordinados a él. En este
caso, que le da, por ejemplo, a la partera tradicional.

Reflexiones finales
Algunas de las preguntas que derivan del apartado anterior son ¿cómo podemos pensar el
vicio epistémico personalista hacia dicho sistema y estructura de salud que produce y
reproduce injusticias epistémicas hacia las parteras?, ¿a quién se le atribuiría la culpa de los
efectos ocasionados a las parteras tradicionales al formar parte de un tipo de violencia
sistémica?, ¿cuál es la solución o propuesta para evitar o corregir la injusticia testimonial
hacia las parteras tradicionales?, ¿cómo podemos modificar los estereotipos, prejuicios
negativos identitarios y vicios-personalistas hacia las parteras tradicionales por parte del
médico científico?
Dado lo reciente que es la exploración de la injusticia epistémica desde la
epistemología de los vicios, aún quedan pendientes algunas respuestas en este trabajo. Por
ejemplo, no es claro si la culpa se puede atribuir a estructuras; ello extendiendo que la
prohibición de la partería implica la violación del derecho la cultura o a la salud, pero, aunque
esa violación puede pensarse estructural, es ejecutada por acciones concretas de sujetos
cuando, por decir un caso, alguien le niega a un padre el certificado de nacimiento. Ya que
parece que, aunque por mala suerte su acción tuvo efectos negativos, los motivos y valores
que le llevaron a tomar esa negación a la persona médica no son malos, son órdenes
sistemáticas, pero ilícitas 152 . ¿A quién deberíamos procesar legalmente por la omisión o
negación del acceso al derecho a la identidad?
Respecto a la propuesta o posible solución para evitar o corregir la injusticia
testimonial hacia las parteras tradicionales, aquí consideramos viable, pero no suficiente ni
acabada, una serie de acciones complementarias: 1) consultar a las parteras sobre sus
necesidades profesionales, culturales, epistémicas, económicas y políticas; 2) inclusión de las
parteras en hospitales. Es decir, que las parteras tradicionales puedan acceder los servicios
hospitalarios para atender y acompañar partos en estos si la mujer lo desea; 3) difusión y
comunicación, por parte de la Secretaría de Salud, de los beneficios de la partería como
alternativa a la forma de parir dentro de la salud reproductiva y materno-infantil; 4) permitir a
la partera ejercer la práctica en un lugar sanitizado, fuera del hospital, si el embarazo no es de
alto riesgo; 5) capacitar constantemente a los médicos, internos, residentes y administrativos
del sector salud en términos de perspectiva de género, diversidad e injusticia epistémica; 6)

152
Por violar el derecho a la identidad.

58
incentivar el diálogo horizontal entre parteras y médicos científicos y la eliminación de la
relación de poder identitaria; 6) regular las prácticas discriminatorias, prohibitivas, injustas,
etc. hacia las parteras por parte de los profesionales de la salud, mediante políticas públicas en
las que las mismas parteras tradicionales intervengan en su creación.
Parece ilusorio pensar que esta propuesta pueda ejecutarse en un país como México y
dentro de un sistema de salud con tantas relaciones de poder que afecta a muchos de los
implicados y participantes de dicho sistema. Pero este conjunto de acciones deriva del diálogo
con parteras tradicionales, del diálogo con residentes y médicos del sistema de salud, de la
investigación previa sobre la función de la partería frente al alto índice de mortalidad materna
y deriva también de la propuesta de norma que se está trabajando desde el año 2022 en el
Gobierno de México y en la secretaria de Salud.
Y, principalmente, esta propuesta deriva de pensar pragmáticamente la respuesta a la
pregunta ¿cómo podemos modificar los estereotipos, prejuicios negativos identitarios y
vicios-personalistas hacia las parteras tradicionales por parte del médico científico? Podemos
cambiarlos si pensamos a los estereotipos, prejuicios, valores como creencias desde el
enfoque pragmatista: las creencias son falibles, se pueden poner cuestión cuando aparecen
dudas no resueltas y pueden fijarse nuevas creencias de manera racional a través de procesos
de abducción, inducción y deducción. Es decir, se crean hipótesis que se ponen a prueba y, si
los casos la confirman, la hipótesis se vuelve una creencia fijada hasta que deje de resolver
dudas153.
El pensar de esta forma las creencias nos permite concebir que los estereotipos,
prejuicios y valores puedan modificarse por nuevos que no generen prácticas epistémicas con
efectos negativos ni injusticias epistémicas; implica considerar el hecho de que, los médicos,
al ser sujetos racionales, puedan poner en duda sus creencias frente la evidencia de violencia,
discriminación y racismo que atraviesa su formación y práctica; nos lleva a pensar que ese
poner en duda les permita considerar que la partera tradicional puede ejercer su labor con
igual profesionalismo y que sus conocimientos son válidos, funcionales y alternativos a los de
la obstetricia; ya que no hay evidencia que sostenga lo contrario. En otras palabras, la
propuesta enunciada es realizable sobre la base del mismo argumento de racionalidad al que
apelan los médicos cuando se autorefieren y se posicionan como subordinante en la relación
de poder.

153
Esta postura pragmatista es propuesta por el filósofo y semiólogo Charles Sanders Peirce; quien es padre del
pragmatismo. Dicho proceso de fijar la creencia (abducción, inducción, deducción) lo llama Peirce como un
proceso científico; ya que, afirma, así ha funcionado la práctica científica, pero también la no científica, cuando
buscamos explicar el mundo racionalmente. Vid. Peirce, Charles (2012). “La fijación de la creencia”, Obra
filosófica reunida. Tomo I (1867-1893). México: FCE.

59
Fuentes de consulta

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CARRILLO Farga, Ana María (1999). Nacimiento y muerte de una profesión. Las parteras
tituladas en México. Dynamis: Acta Hispanica ad Medicinae Scientiarumque Historiam
Illustrandam, Vol. 19. Disponible en:
https://raco.cat/index.php/Dynamis/article/view/106147 [agosto, 2020].
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TORRES, Silvana (2021). Análisis pragmático de la regulación científica de la práctica de la


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60
_____________ (2019). El término (o concepto) "indígena”: el funcionamiento del signo,
denotación y designación en "Manos indígenas, calidad mexicana”, desde una
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Disponible en: http://132.248.9.195/ptd2019/mayo/0788798/Index.html [marzo, 2023.]

VEGA, Rosalynn (2018). No Alternative: Childbirth, Citizenship and Indigenous Culture in


Mexico, University of Texas Press: Austin Texas.

La patologización del trauma en el abordaje del TLP como injusticia hermenéutica


Biani Paola Sánchez López
Red Mexicana de Mujeres Filósofas
1. Introducción

61
La relación del sujeto contemporáneo con su psicopatología es de un tipo histórico singular,
diferente al pasado. De alguna manera están entretejidos la popularización de diagnósticos y
el despliegue de posibilidades de tener, ser y hacer. El lenguaje de la psiquiatría ha entrado a
nuestras conversaciones cotidianas y al hablar de enfermedades mentales, las personas no solo
dicen que “tienen” una experiencia concreta a la que se refieren los diagnósticos; además de
decir “tengo TDAH”, también dicen cosas como “estoy ansiosa” o “soy bipolar”.
La etiqueta diagnóstica se ha convertido en una fuente de identidad en la cultura
moderna, ya sea de manera transitoria o crónica. ¿Qué tan relevantes llegan a ser los procesos
identificatorios por vía del diagnóstico? Una respuesta plausible pero apresurada sería que el
lenguaje diagnóstico es un recurso con valor terapéutico porque ayuda a externar lo
incomprensible de los problemas personales. Brinkmann 154 ha teorizado rigurosamente al
respecto, y de acuerdo con él, la demanda del propio diagnóstico no solo responde a la
expansión de la psiquiatría, sino a un acontecimiento más trascendente: el desarrollo de
culturas diagnósticas. En otros tiempos, los conceptos religiosos fueron articuladores de la
identidad, de las relaciones con el sufrimiento y con los demás; el auge de la civilización post-
secular ha dado lugar a que la cultura religiosa sea desplazada y sustituida por la invocación
de diagnósticos, que son usados como mediadores semióticos para la autocomprensión; nos
miramos a nosotros mismos y al sufrimiento bajo la luz de categorías psiquiátricas.
De esta manera, los diagnósticos han dejado de ser meros objetos epistémicos 155
especializados para el campo psi y se han integrado a nuestros recursos hermenéuticos
colectivos. El lenguaje diagnóstico ya es una hebra del tejido cultural que conecta a grupos
con características e intereses compartidos, que encuentran consonancia en algunas
experiencias sobresalientes de sus vidas pese a su diversidad geográfica y sociocultural.
Queda claro que “independientemente del valor de verdad de la comprensión biomédica [de
las experiencias vitales desafiantes], esta tiene una serie de efectos sobre cómo se utiliza el
diagnóstico para mediar en la autocomprensión de las personas diagnosticadas”156.
Un uso frecuente del diagnóstico es que media la comprensión del sujeto con respecto
a sus propios comportamientos problemáticos, brindándole una explicación con potencial de

154 Cfr. Svend Brinkmann, Diagnostic Cultures. A Cultural Approach to the Pathologization of Modern Life.
155 Llamo “objetos epistémicos” (OE) a los objetos de conocimiento que anidan lo que se sabe, ya sea en forma
de un esquema de categorías, un dispositivo, una teoría, etc. Me apego a las consideraciones de Knorr-Cetina
sobre los objetos epistémicos y su característica falta de exhaustividad (lack of completeness), que exhibe
lagunas en el conocimiento, detonan interrogantes y mantienen al objeto en constante evolución (cfr. Karin
Knorr-Cetina, Epistemic Cultures: How the Siences Make Knowledge. Cambridge, Harvard University Press,
1999). Los OE tienen detrás de sí una historia de configuración e impugnación colaborativa, integrada en
“marcos de acción que rigen comunidades de práctica específicas” (Emad Khazraee y Susan Gasson, “Epistemic
Objects and Embeddedness: Knowledge Construction and Narratives in Research Networks of Practice”, en The
Information Society, vol. 31, núm. 2, 2015, p. 139).
156 Svend Brinkmann, op. cit., p. 67.

62
alivio. El testimonio publicado por una mujer que se identifica como A. Trastornada, expresa
la encarecida búsqueda de un significado a lo que estaban viviendo, su afán era motivado por
el reclamo profundamente humano de dotar de sentido a aquello que no parece tenerlo:

Me di cuenta de que únicamente centrándome en la etiqueta podía dar sentido a mi vida […]
y cada vez que profundizo leyendo sobre el TLP me conozco mejor. También me doy
cuenta de que lo que me pasa es mucho más duro y grave de lo que yo imaginaba. Nunca
me habría dado cuenta de ello sin el diagnóstico157.

Las vidas se imaginan y organizan recurriendo a unidades de sentido que proporcionan las
categorías diagnósticas. Las condiciones de inteligibilidad de la experiencia están
determinadas histórica y culturalmente y, hoy en día, los diagnósticos representan “anclas
que de algún modo prometen solidificar las experiencias de sufrimiento de las personas en
una situación cultural que Bauman ha descrito como modernidad líquida”158.
En concreto, para varias mujeres que viven con sentimientos crónicos de vacío, de
inestabilidad en su autoimagen, recibir el diagnóstico de TLP marca un antes y un después.
Muchas críticas se han hecho a este sistema de significados, a la construcción de
subjetividades psiquiátricas y, en general, al ejercicio del poder sobre la vida en las
sociedades occidentales. Con un enfoque feminista y antipsiquiatría, Shaw y Proctor 159
argumentan que el TLP es una expresión del poder que se ejerce sobre las mujeres en una
sociedad patriarcal, que patologiza sus estrategias de supervivencia y resistencia, las hace ver
como perturbadas porque su comportamiento amenaza el statu quo, cuando su angustia podría
ser comprendida como respuesta natural a una realidad inaceptable.

El acto del diagnóstico psiquiátrico ignora el contexto de la angustia de una mujer al


definirla como individualmente “defectuosa” […] Mediante el diagnóstico del TLP, el daño
y la difsfunción se sitúan no en el sistema que lo produce sino en el individuo que lo
experimenta160.

Refrendo sus planteamientos y coincido en la opinión de que el saber-poder asociado con la


salud mental, sintetiza creencias y prácticas adaptadas a un orden social neoliberal, que borra

157 A. Trastornada, “No me pasa nada, pero… necesito un diagnóstico.” En Diario de una autoetnógrafa.
Disponible en: https://autoetnografa.com/2018/06/17/no-me-pasa-nada-pero-necesito-un-diagnostico/ [16 de
enero, 2024].
158 Svend Brinkmann, op. cit., p. 84.
159 Cfr. Clare Shaw y Gillian Proctor, “Women at the Margins: A Critique of the Diagnosis of Borderline
Personality Disorder.” En Feminism & Psychology, vol. 15, núm 4, pp. 483-490.
160 Ibid., p. 488.

63
o invalida otros marcos de comprensión. Aun así, debemos ser cautelosos para evitar
confundir el poder con la represión y la fuerza de la prohibición, ya que esta equivalencia es
inadecuada para dar cuenta de los efectos positivos o productores del poder. Hay formas
autoritarias en las que se ejerce el poder y prevalecen estados de dominación, pero poniendo
entre paréntesis la idea de que las categorías diagnósticas no son más que dispositivos de
coacción, de negación o limitación de ciertas expresiones, se observa que con ellas emergen
posibilidades de gesticular, de comportarse, de interpretarse a sí mismo.
Bajo esta luz se vislumbra que las categorías diagnósticas tienen una naturaleza
performativa que excede las evaluaciones de verdad, cientificidad e incluso de legitimidad.
Son performativas porque constituyen un saber que afecta al sujeto en un sentido
foucaultiano: “el conocimiento útil, el conocimiento en el que la existencia humana está en
cuestión, es un modo de conocimiento relacional a la vez asertivo y prescriptivo, capaz de
producir un cambio en el modo de ser del sujeto”161. Las personas se transforman en otras con
respecto a quienes eran antes de que su diagnóstico fuera emitido.
Se puede decir que los diagnósticos de enfermedades mentales en algunos casos
mejoran o incrementan los recursos hermenéuticos para quienes los reciben.
Independientemente del estatus de explicación que se les otorgue a los diagnósticos desde la
filosofía de la ciencia (ya que, si bien clasifican y ordenan constelaciones de síntomas, no es
claro que los expliquen), estos pueden ser entendidos como explicativamente importantes
desde las narrativas personales. Son casos en los que el análisis conceptual y la evidencia por
sí mismas no son los únicos factores de los credos.
El potencial beneficio epistémico de los diagnósticos no es un hecho dado, sino que
depende de la acción personal, que incluye a consideración de William James, la fe en su
advenimiento, la fe basada en el deseo. “Cuando nos aferramos a una verdad (sea del tipo que
sea), lo hacemos con todo nuestro ser y resolvemos permanecer o caer por los resultados; el
escéptico, con igual ardor, adopta la actitud dubitativa. En cuanto a quién es más perspicaz,
solo la Omnisciencia lo sabe”162.
Es importante remarcar dos afirmaciones: la primera, que las etiquetas diagnósticas no
necesariamente acarrean injusticias epistémicas; la segunda, que existe una alta probabilidad
de que lo hagan por las características estructurales de los sistemas sanitarios.
Recibir un diagnóstico tiende a producir diversos daños: cuando a una persona se le
hace creer que su estado mental no es adecuado, los recursos hermenéuticos de los que
disponía para dar sentido a sus experiencias desafiantes reciben menos apoyo, son

161Michel Foucault, Hermenéutica del sujeto, p. 79.


162William James, “The Will to Believe and Other Essays in Popular Philosophy.” En William James: Writings
1878-1899, p. 473.

64
desacreditados o anulados por completo; o puede ocurrir el efecto de disminución de la
confianza que el agente tiene en sus propios recursos y capacidades expresivas, bloqueando a
su vez, otras formas de entender sus vivencias, no necesaria pero posiblemente más
beneficiosa en términos terapéuticos. Lucía y Verónica experimentaron la etiqueta del TLP de
esta manera.

2. Replanteando la noción de injusticia hermenéutica


Miranda Fricker163 concibe que la injusticia hermenéutica ocurre cuando hay una laguna en
los recursos hermenéuticos colectivos que impide comprender algún segmento significativo
de la experiencia social, de manera sistemática; es sistemática debido a la marginación
hermenéutica derivada del prejuicio que afecta a ciertas personas, por el hecho de pertenecer a
un grupo sin poder. Sus efectos se hacen sentir de dos maneras: los intentos por hacer
inteligible (para sí o para alguien más) ciertas experiencias se ven frustrados y el recurso
hermenéutico colectivo general se ve empobrecido.
Lucía, Verónica y varias mujeres con TLP, llegan al diagnóstico después de una larga
y dolorosa búsqueda de pistas para encontrar explicaciones a lo que les ocurre, en el camino
experimentan confusión, dificultad para entenderse a sí mismas e incomprensión por parte de
quienes las rodean. Recibir el diagnóstico establece un antes y un después, con diversos
matices que a veces se expresan juntos: abre marcos de entendimiento, provoca
estigmatización y marginalización, atiza la diligencia por seguir informándose, constriñe las
expectativas de superación personal, etc.
Las heridas hermenéuticas escuecen las capacidades de crear y compartir significados
vitales, para las mujeres que no son diagnosticadas con TLP y se presentan con cuadros
clínicos que encajan con la categoría (falsos negativos), para las que son diagnosticadas
erróneamente con TLP (falsos positivos), para las que son diagnosticadas y estigmatizadas, y
para las que buscan ayuda mas no un diagnóstico.
Pero no es el caso de que haya un vacío, una falta de etiquetas, una ausencia de
interpretaciones, “huecos en los que debería haber un nombre para una experiencia que
interesa al sujeto poder volver comunicativamente inteligible”164. Es problemático plantearlo
de esta manera, porque claramente existe un sistema de categorías para nombrar y explicar
determinado tipo de experiencias desafiantes, si bien es cierto que su implantación ha traído
consigo silenciamientos y marginación hermenéutica, también ha habido logros

163 Cfr. Miranda Fricker, Injusticias epistémicas.


164 Ibid., p. 171.

65
interpretativos en el seno de las culturas diagnósticas contemporáneas. Y esto no encaja con
lo que consideró Fricker.
José Medina afirma que “cuando se trata de daños e injusticias hermenéuticos, la
cuestión no es simplemente si existen o no recursos expresivos e interpretativos disponibles
para crear y compartir significados, sino cómo se utilizan esos recursos, por quién y de qué
manera” 165 . Considero que los parámetros de clasificación de variedades de injusticias
hermenéuticas propuesto por Medina, es una buena caja de herramientas para hacer un
diagnóstico cuidadoso sobre el tema de este ensayo.

1. Origen
Semántico Performativo
2. Dinámica
Estructural / Institucional Interpersonal
3. Amplitud
Casos fortuitos / aislados Casos sistemáticos / generalizados
4. Profundidad
Cutánea (skin-deep cases) Medular (marrow-of-the-bone cases)

Tabla 2 Parámetros del daño hermenéutico, para la clasificación de injusticias hermenéuticas.


Fuente: Elaboración propia con base en Medina166.

Las injusticias hermenéuticas producidas semánticamente, resultan de la indisponibilidad de


etiquetas para nombrar ciertas experiencias, ya sea porque no existen o porque no está
permitido emplearlos. Varios casos paradigmáticos de Fricker167 caen bajo este parámetro,
por ejemplo, la situación que vivían las víctimas de acoso sexual en una sociedad en la que
todavía no se acuñaba el concepto. Otro ejemplo es que, aunque disponemos del concepto de
“conquista”, todavía es polémico utilizarlo para nombrar la violencia sanguinaria que
sufrieron los pueblos conquistados por el reino de Castilla.
En el contexto del TLP, hay una plétora de etiquetas para nombrar experiencias, que
no se reducen a las incluidas en el DSM-5. Desde la práctica clínica y la reflexión teórica, se
han desarrollado etiquetas alternativas que tratan de capturar vivencias desafiantes que, dentro
del modelo biomédico, serían vistas como TLP.

165 José Medina, “Varieties of Hermeneutical Injustice.” En The Routledge Handbook of Epistemic Injustice, p.
43.
166 José Medina, op. cit.
167 Miranda Fricker, op. cit.

66
Judith Herman, psiquiatra feminista, planteó que el “trastorno de estrés postraumático
complejo” (TEPT-C) es un diagnóstico que, en vez de atribuir los problemas a una deficiencia
de la personalidad, los enmarca como consecuencias de la victmización principalmente
relacionada con abuso sexual infantil168; siguiendo su propuesta, varias psiquiatras feministas
sostienen que la etiqueta del TEPT-C da relevancia a las raíces traumáticas que no son
apropiadamente comprendidas por la etiqueta del TLP169.
Marsha Linehan, de quien hablé al principio del capítulo, prefiere el término
“desorden de la regulación emocional”, acorde con un modelo biosocial del malestar. Lelan
Heller lo llama “dislimbia”, haciendo referencia a las alteraciones en el sistema límbico; Mary
Zanarini, “tratorno mercurial”, quizás tratando de retomar las expresiones en primera persona
sobre “el yo mercurial” de mujeres diagnosticadas con TLP, como el de Van Gelder170, que
refiere a un modo de ser sujeto a cambios impredecibles y muy reactivos; y Carolyn Quadrio,
“desorganización postraumática de la personalidad”171.
Desde las usuarias y supervivientes de servicios de salud mental, se han acuñado
repertorios interpretativos ricos en descripciones desde un punto de vista en primera persona.
Aunque a veces emplean los términos “desorden” y “enfermedad”, sus connotaciones son
distintas, pues al usarlos transmiten la tensión, lucha y negociación interna de su sentido de
“propiedad” de un trastorno y su capacidad de agencia. Una investigación exploratoria sobre
la diversidad de discursos disponibles para las personas etiquetadas con TLP y cómo se
relacionan con la comprensión de sus experiencias, optó por hacer una etnografía digital
superficial en Twitter, mostró que:

Por un lado, los autores sugieren que se espera de ellos que ‘mejoren’ y asuman la agencia
personal y el control de sus acciones. Sin embargo, por otro lado, este objetivo es
inalcanzable, ya que el TLP es intrínseco a ellos como individuos, y por lo tanto no puede
ser eliminado/tratado172.

Diamantes en bruto compila un repertorio usado por pacientes para relatar cómo viven el
TLP, de elaboración compleja, rica en imágenes y metáforas: “soy como una funambulista

168 Cfr. Judith Herman, Trauma and Recovery.


169 Andrea Nicki, “Borderline Personality Disorder, Discrimination, and Survivors of Chronic Childhood
Trauma.” En International Journal of Feminist Approaches to Bioethics, vol. 9, núm. 1, pp. 218-245.
170 Cfr. Kiera Van Gelder, The Buddha, and the borderline: my recovery from borderline personality disorder
through dialectical behavior therapy, Buddhism, and online dating.
171 Cfr. Hamilton Fairfax, “Re-conceiving personality disorders: Adaptations on a dimension?” En Counselling
Psychology Quarterly, vol. 24, núm. 4, pp. 313-322.
172 Heather Dyson y Lucy Gorvin, “How is label of borderline personality disorder constructed on Twitter: a
critical discourse analysis.” En Issues in Mental Health Nursing, vol. 38, núm. 10, p. 785.

67
dopada y novata que se pone obstáculos a sí misma, que se presiona tanto como el que echa
sal a una herida abierta […] me zambullo en mi vacío interior”173.
Las entrevistas anexadas a la tesis Mujeres diagnosticadas con Trastorno Límite de
Personalidad: significaciones en torno al género, el diagnóstico y la historia de vida174, son
otro banco que resguarda las narrativas desarrolladas en primera persona.
Lucía y Verónica tienen sus propios repertorios para hablar de su condición. Lucía se
refiere a sí misma como “persona altamente sensible” y argumenta que las emociones que
experimenta son tan fuertes que “se pueden considerar borderline”. La psiquiatra a la que
acude reconoce este diagnóstico y para ella, ha sido una etiqueta a través de la cual puede
comprender sus emociones “como una especie de habilidad cognitiva política”.
Algo interesante alrededor de la categoría “persona altamente sensible” (highly
sensitive person) es el proceso interactivo de construcción detrás. Aunque su nacimiento tiene
un nombre asociado, una buena parte de la investigación y refinamiento de su definición
proviene de una comunidad epistemológica anónima, que intercambia cartas con
investigadores e interactúa en foros y redes sociales. A diferencia de México, en el norte de
Europa es un término popular para nombrar a un tipo de individuos que, por nacimiento
(predisposición genética), son más reactivas emocionalmente y más conscientes de las
situaciones sociales. Como sugiere la definición, no se aborda como una deficiencia de
personalidad o enfermedad mental, ni siquiera como un diagnóstico, sino como un rasgo
positivo, valioso y codiciado, que a veces puede causar dificultades cuando hay una
sobreestimulación negativa. Es una categoría atractiva porque compatibiliza el enfoque de la
psicología positiva con la celebración de las diferencias neuroatípicas y su “democratización”
se relaciona con lo accesible que es informarse e identificarse, a través de libros de autoayuda
y pruebas en línea de autoevaluación.
Investigaron cómo los jóvenes que generan contenido digital sobre las personas
altamente sensibles se comprenden a sí mismos y a los demás en relación con dicha categoría,
analizaron un foro virtual y blogs suecos, sus resultados apuntan a que se están conformando
insólitas comunidades de conocimiento que usan, impugnan y reformulan los discursos
hegemónicos y alternativos sobre la salud mental. Concluyeron que la subjetividad de los
jóvenes altamente sensibles se expresa en cómo desempeñan (en el sentido de que

173 Dolores Mosquera, Diamantes en bruto. Un acercamiento al trastorno límite de la personalidad. Manual
informativo para profesionales, pacientes y familiares, p. 16.
174 Cfr. Omar Rodríguez, Blanca Pavón y Ricardo Vicencio, Mujeres diagnosticadas con Trastorno Límite de
Personalidad: significaciones en torno al género, el diagnóstico y la historia de vida, Tesis, UAM, División de
Ciencias Sociales y Humanidades.

68
performatizan) la autorreflexibidad, la superación personal y el cuidado, asumiendo “una
nueva ética informada del yo”175.
Lucía, más que creer que es una persona altamente sensible, performatiza la etiqueta,
así, su enojo y tristeza tienen sentido porque le dicen algo, la hacen capaz de reconocer
injusticias, con estos recursos explica que reconocer su propio sufrimiento ha sido un proceso
político de comprensión de problemas sociales. Lucía comparte lo siguiente:

Algo que vi es que el enojo para mí no fue transitorio; sigue siendo y desde ahí hago
algunas cosas […] no es que esté resentida de que me dejó mi novio, ¿sabes? Estoy
resentida de que violan a mujeres, de que hay niñas pariendo, sí siento el tema de mi enojo
políticamente, ha sido como un vehículo para intervenir en la realidad […] Creo que sí me
salvó acompañar mujeres, me salvó pelear por las mujeres, me salvaron las mujeres y en
este momento de mi vida puedo decir que me salvaron los niños.

Con esto, quiero demostrar que la ausencia de etiquetas de la que habla Fricker no encaja con
el paisaje que se levanta frente a nuestros ojos: una espesa serranía de múltiples tonalidades.
Para mi investigación, dejar de buscar vacíos y lagunas, ha abierto el panorama para captar
las resistencias que surgen donde el saber-poder psi domina. Al afirmar que hay injusticias
hermenéuticas originadas en la inexistencia de etiquetas, se corre el riesgo de ocultar la
producción –aunque sea incipiente– de “técnicas imaginativas”, las cuales producen “desde
todos los espacios discursivos posibles, estrategias de resistencia que [hacen] frente a las
tecnologías y dispositivos de poder que gobiernan las vidas de los individuos y las
poblaciones”176.

3. La patologización del trauma como injusticia hermenéutica


Soy una niña cuyo proceso de individuación fue interrumpido
Antropóloga trastornada (alias)

Desde hace algunos años, la investigación sobre la etiología del Trastorno Límite de la
Personalidad adopta un modelo multifactorial, que entiende los síntomas como “producto
final de una compleja mezcla de temperamento innato, experiencias infantiles difíciles y
formas relativamente sutiles de disfunción neurológica y bioquímica (que pueden ser secuelas

175 Fanny Edenroth-Cato y Björn Sjöblom, “Biosociality in Online Interactions: Youth’s Positioning of the
Highly Sensitive Person Category.” En YOUNG, vol. 30, núm. 1, p. 94.
176 Billy López, “Lenguaje y subjetividad (una lectura teórico-metodológico-vital de Foucault.” En Andamios,
Revista de Investigación Social, vol. 17, núm. 44, p. 79.

69
de esas experiencias infantiles o vulnerabilidades innatas)”177. Una debilidad de este modelo
es que carece de perspectiva de género, ya que no cuestiona los prejuicios hacia las mujeres
integrados en el conocimiento psiquiátrico, ni la patologización de sobrevivientes de abuso
sexual infantil.
En cuanto a las injusticias hermenéuticas que hunden sus raíces en el hecho de que la
utilización de ciertas etiquetas no está permitida, hay una situación que llama la atención:
aunque las historias del TLP se relacionan fuertemente con antecedentes de violencia sexual
infantil, el seguimiento que tienen las pacientes no tematiza este problema social, no
promueve algún sentido de responsabilidad comunitaria ni impulsa acciones para contribuir al
cambio social.
Lucía comienza a narrar su historia, retrocediendo a momentos en los que ella ni
siquiera había nacido, cuando se originó su familia y, con ello, el malestar: “El gran mito
fundacional de mi familia es que un señor le quitó a una mujer a sus hijos, luego se casó con
una niña; así que mi abuela no tenía mamá y mi abuelo era un pedófilo”. Siendo adolescente,
se activaron sus alarmas sobre las anécdotas familiares, aunque todavía no comprendía la
magnitud de la violencia. Ella ya había vivido una situación de abuso y a los doce ocurrió de
nuevo, entonces, su “disforia de rechazo” se exacerbó.
“Disforia de rechazo” es un término que algunos profesionales han integrado en su
léxico, pero la mayoría no está familiarizada con él, no se discute en los espacios académicos,
no se realiza investigación formal al respecto, porque nace y se multiplica desde las redes
sociales de usuarios y exusuarios de servicios de salud mental, varios de ellos diagnosticados
con TDAH o TEA. No hay consenso sobre una definición, en cambio, hay una plétora de
relatos en primera persona dispersos en foros, blogs y redes. El común denominador es el
miedo desproporcionado a decepcionar a los demás, a dejar de ser amado, a ser rechazado o
abandonado, al grado de dañar la autoimagen y propiciar ideaciones suicidas. Puede ser tan
estresante para quien la experimenta, que desencadena respuestas físicas como la contracción
dolorosa de músculos, agitación y falta de aire: “Es como si el crítico interior encendiera una
hoguera en nuestro interior y bastara un comentario hiriente para que se encendiera una cerilla
y se produjera un incendio masivo que, por supuesto, nadie más puede ver ni sentir” 178
(Marshall, 2022).
Al tratar de profundizar en los acontecimientos de su infancia y adolescencia, parece
rodear el tema y habla de su perro; “es un perro con trauma que se pone muy mal, tiene
apegos y les tiene miedo a los perros, pensamos que vivió años difíciles en la calle, porque le

177 Pamela Bjorklund, “No Man’s Land: Gender Bias and Social Constructivism in the Diagnosis of Borderline
Personality Disorder.” En Issues in Mental Health Nursing, vol. 27, núm. 1, p. 9.
178 Chantell Marshall, “The unbearable heartache of Rejection Sensitive Dysphoria” En Reframing Autism.

70
querían morder otros perros”. Presentí que el comentario no era trivial y comunica, en una
forma sutil, lo inenarrable. Lucía explicó que fue cuando aparecieron las ideaciones suicidas.
Verónica afirma que “su venganza es ser feliz”, aunque gran parte del tiempo sea
difícil serlo, desde que fue víctima del primer acto de violencia machista en su vida:
pornografía infantil. Siendo menor de edad, subieron a redes sociales fotografías suyas, sin su
consentimiento. La respuesta social general fue de rechazo, pasó humillaciones públicas por
parte de extraños y parientes, incluso frente a sus padres, su pareja la dejó y cuando el
problema parecía contenido en un territorio vecinal, repentinamente explotó en su escuela,
donde fue agredida por compañeros y maestros. Aunque la producción, posesión y
distribución de pornografía infantil es un delito tipificado, no ha denunciado por miedo a la
revictimización. Lejos de ser un acontecimiento aislado, la ha perseguido. Poco tiempo
después de la muerte de su padre, volvieron a circular las fotografías y fue objeto del severo
rechazo de su madre, entonces se desarrolló una crisis suicida. Con intervención de activistas
feministas, se frenó el fenómeno en redes sociales y sus redes de apoyo (anidadas
principalmente en Twitter) la salvaron. Unos años después volvió a ocurrir. Cada cierto
tiempo, vuelve a ver su nombre en carpetas de pornografía infantil que se ofrecen en redes
sociales por un pago, recibe mensajes de acoso, insultándola, revictimizándola, etc. y, cada
cierto tiempo, estalla una crisis suicida en consecuencia. Ella sabe que sus fotos siguen siendo
vendidas y le intranquiliza que en cualquier momento sean otra vez difundidas, escalando a
niveles que afecten su trayectoria académica y profesional. La impotencia, la frustración, el
temor al rechazo y abandono atraviesan su día a día. Su venganza es ser feliz.
Escuchando a Lucía y Verónica, llegó a mí una interrogante: ¿bajo qué
consideraciones sus respuestas emocionales al trauma temprano se convierten en parte de un
cuadro psicopatológico?
En el DSM-5 encontramos una mención ambivalente sobre el abuso sexual en la
infancia; por un lado, se cree que ha habido una infradeclaración de los sucesos por pérdida
de memoria, por negación o distorsión de los testimonios por parte de adultos, mientras que,
por otro lado, cabe la posibilidad de que las denuncias sean excesivas, ya que los recuerdos
infantiles se consideran poco fiables. Aunque es un tema controversial, es muy frecuente que
las personas diagnosticadas con TLP tengan historias de abuso físico y sexual durante la
infancia que, además, los médicos suelen menospreciar alegando que “los pacientes
borderline tienen tendencia a magnificar, exagerar o inventar traumas infantiles con el fin de
llamar la atención de los terapeutas”179.

179 Dolores Mosquera, Anabel Gonzalez y Onno van der Hart, “Trastorno límite de personalidad, trauma en la
infancia y disociación estructural de la personalidad.” En Persona, p. 13.

71
Una forma sencilla de entender el impacto del abuso en la patogénesis es reconociendo
la violación de fronteras, de los límites invisibles que protegen nuestra integridad; romperlos
conduce a una pérdida de sentido sobre sí mismo y sobre la propia seguridad. Cuando,
además, los principales cuidadores no se muestran emocionalmente disponibles a las
necesidades afectivas, se puede desarrollar apego evitativo en los niños 180 , es decir, una
tendencia a reprimir su deseo de buscar consuelo en sus círculos cercanos. Con esto, no hay
que caer en una explicación simplista sobre los “malos padres” como causantes del TLP.
Lucía dice al respecto: “mi mamá no tenía la educación como para entender qué tipo de ayuda
necesitaba, hizo lo que pudo con sus medios”.
Mosquera, González y van der Hart181 proponen otra forma de entender el componente
del trauma en los trastornos de la personalidad. Los autores analizan que, desde una teoría de
la disociación estructural de la personalidad, los procesos de traumatización grave temprana
pueden generar una división de la personalidad. El trauma puede incluir maltrato, abuso o
negligencia. En un grado severo de disociación, ocurre que las personas relacionan aspectos
inevitables de su vida cotidiana con los eventos traumáticos de su pasado, lo cual reactiva sus
recuerdos.
El día a día de Lucía encaja con esta imagen. Una preocupación se infiltra entre sus
pensamientos y expresiones, a saber, que su hijo esté expuesto a sufrir por pedofilia. Por eso,
cuando la abuela del niño interactúa con él, ella se mantiene alerta de que los juegos no den
lugar a tocamientos sobre los genitales o pezones. Confrontar a la abuela con severidad sobre
su forma de acariciar al bebé, parecería exagerada en un contexto normal; pero
contextualizando el trauma temprano de Lucía, que rompió sus fronteras y pudo haber
desencadenado apego evitativo sobre las figuras que considera que debieron cuidarla, nos
lleva a comprender su intranquilidad.
“Acomodar el trauma” en su propio relato de vida ha sido para Lucía un logro
personal. Ella reporta que en terapia y en las interacciones con amigas, sentía que
patologizaban sus respuestas emocionales, contribuyendo a la autopercepción de mujer
“intensa, fuera de control, mala”. Poner el trauma en su lugar ha implicado “digerir y procesar
terapias” en las que solo había sido abordado marginalmente, como un indicador más que
corroboraba un cuadro clínico, pero nadie parecía entender verdaderamente “lo difícil que
había sido vivir con pedófilos” y vivir expuesta a la violencia machista.

180 Cfr. Nompumelelo Ntshingila, Marie Poggenpoel, Chris Mybourgh y Annie Temane, “Experiences of
women living with borderline personality disorder.” En Health SA Gesondheid, vol. 21, pp. 110-119.
181 Cfr. Dolores Mosquera, Anabel Gonzalez y Onno van der Hart, op. cit.

72
¿Así que la patologización del trauma debe clasificarse como una variedad de
injusticia hermenéutica que afecta a las mujeres diagnosticadas con TLP? La sentencia es
afirmativa cuando se reúnen ciertas condiciones, que sintetizo en esta definición:
Las mujeres en cuestión han sido victimizadas por alguna o varias manifestaciones de
violencia, y sus respuestas emocionales al trauma son ajustadas a un cuadro clínico
psicopatológico que les genera un daño hermenéutico profundo. Este daño tiene lugar cuando
se menosprecia el peso del trauma en la narrativa propia con la que se explican los problemas
que tienen, o cuando la cronificación del trauma constriñe o impide el desarrollo de una voz
propia.
Por su dinámica, la patologización del trauma puede ser estructural/institucional,
entendiendo que “el conjunto de la maquinaria de los significados sociales colectivos se
[engrana] de forma efectiva para mantener esas experiencias apartadas de la vista y en la
oscuridad”182; en este tenor, vale la pena discutir si la existencia de una categoría diagnóstica
que agrupa mayoritariamente a mujeres, de las cuales, muchas han pasado por abuso sexual
infantil, concreta un ejercicio del poder heteropatriarcal para resguardar un orden social que
crea a sujetos marginalizados: mujeres que reaccionan de maneras desproporcionadas.
O bien, la patologización del trauma puede tener una dinámica interpersonal, cuando
en las interacciones se pone en tela de juicio la inteligibilidad de las personas.

Las miradas escépticas, parecer confuso, perplejo o incapaz de seguir, interrumpir


constantemente o cuestionar lo que significa para uno, son algunas de las sutiles (a veces no
tan sutiles) intimidaciones comunicativas y microagresiones que pueden silenciar a las
personas o animarlas implícitamente a limitar su discurso o a tomar un desvío discursivo183.

En el marco de la terapia dialéctico conductual, a Verónica le dieron un “manual de vida” con


diagramas de flujo para reconocer emociones y regular reacciones. Ella comenta al respecto:

Este manual se trataba de entender qué pasa en el aquí y ahora, y que la vida vale la pena de
ser vivida a pesar del diagnóstico este. Te daba un gran sentido de responsabilidad: aquí tú
tienes que hacerte cargo. Y digo, está bien, pero a veces sí era como… [hace un gesto de
insatisfacción y dice en tono irónico] estás con veinte morras que están contando historias
de violencia sexual y nada se dice sobre eso.

182 Miranda Fricker, op. cit. p. 163.


183 José Medina, op. cit. p. 46.

73
La disonancia que enfrenta Verónica tiene dos polos: es evidente que la angustia psicológica y
la ira que tienen las mujeres con TLP tiene entre sus antecedentes el abuso infantil y la
violencia sexual, sin embargo, la terapia hace que toda la responsabilidad de cambio recaiga
sobre sí misma, sin denunciar las condiciones sociales y políticas que desataron su malestar,
sin meter en la ecuación la responsabilidad comunitaria por atender problemas públicos.
Además, en su grupo se prohibió que las pacientes tuvieran interacción externa, no conocían
sus nombres, no podían intercambiar teléfonos ni datos personales, lo cual frenaba los
intentos de Verónica por discutir con las otras mujeres el impacto de la violencia sexual en
sus vidas.
Por supuesto que también hay una producción performativa de la injusticia
hermenéutica en las interacciones interpersonales, que se relaciona no con lo que dicen, sino
con cómo las mujeres comunican lo que experimentan.
Lucía y Verónica suelen ser percibidas como mujeres intensas y violentas, porque
narran lo que han vivido con una fuerza emocional que se exacerba cuando sus relatos son
atravesados por problemas sociales. Su entonación transmite desesperación, dolor y rabia, su
expresión es enérgica pero no tienen arrebatos de agresión. Verónica, además, intercala
palabras o frases en su lengua indígena, a veces por costumbre y otras, de manera
intencionada, para hacer inaudibles algunos mensajes.
Los estilos expresivos personales, emotivos, anecdóticos y biográficos, no tienen la
misma acogida que otros estilos más distantes, objetivos, fríos y lógicos, sobre aquellos se
imponen restricciones; hay muchos contextos en los que, hablar como lo hacen Lucía y
Verónica, las hace sonar menos racionales o competentes para transmitir información valiosa.
Las redes sociales han impactado significativamente en las formas en las que
compartimos información personal, al grado de que se ha acuñado un término para nombrar a
la práctica de revelar demasiado de uno mismo: oversharing. Las culturas digitales fomentan
la sobrerrevelación, tienen un efecto deshinibitorio y de retroalimentación pública de los hitos
en nuestras vidas privadas, al mismo tiempo que condenan la sobreexposición de detalles
incómodos y expresiones fuera de la norma.
En foros de Reddit, blogs y grupos de Facebook, se han construido espacios públicos,
otros cerrados y autorregulados, en los que varias personas diagnosticadas con TLP
comparten sus perspectivas. Verónica utiliza su Facebook personal y una cuenta alterna de
Twitter para compartir sus problemas de salud, narra cómo ha vivido las crisis, describe
detalladamente lo que siente y esto le ha permitido llevar un registro de los detonantes, las
ayudas recibidas y sus esperanzas. Le preocupa que dar voz a sus experiencias nuble la

74
percepción que tienen otros sobre sus capacidades académicas, por preferir un estilo
expresivo inusual.
Las mujeres con TLP notan que sus intentos de abrirse hacia los demás son señalados
como oversharing o demandas inapropiadas de atención. En un foro de Reddit de personas
con TLP, varias compartieron anécdotas al respecto, como la que transcribo a continuación:

Me ha pasado que al compartir más de la cuenta (oversharing), me sale el tiro por la culata:
ahora una persona me ve como una manipuladora que busca atención y está en su derecho,
porque no entiende del todo mis problemas. Sentía que tenía una conexión con ella, así que
compartí más de la cuenta (overshared).184

Butler 185 y Sykes 186 argumentan que el uso del término oversharing tiene una carga de
género: “El uso contemporáneo del término está impregnado de misoginias demasiado
familiares que privilegian la subjetividad masculina sobre la femenina, y caracterizan el
autoconocimiento femenino y el compartir públicamente ese conocimiento, como algo
vergonzoso” 187 . Butler desglosa un único artículo de una revista de estilo de vida para
mujeres, realiza un análisis crítico del discurso que deja al descubierto la carga ideológica que
permea en la industria de la prensa para mujeres, y ve que la noción de oversharing implica la
percepción pública de falta de competencia comunicativa, que las críticas al compartir más de
la cuenta están “feminizadas”, en el sentido de que “la caracterización de las personas que
comparten exceso como proveedoras de comunicaciones banales, corporales, domésticas,
emocionales y quizás incluso mentalmente inestables se basa y contribuye a las nociones
estereotipadas de las preocupaciones y rasgos femeninos”188.
Identificar casos en los que la patologización del trauma constituye una injusticia
hermenéutica requiere dimensionar, a través de estudios participativos, la amplitud y
profundidad de los daños.

4. A modo de conclusión

184
[BloodlessCorpse], How do I stop oversharing. Disponible en:
https://www.reddit.com/r/BPD/comments/ibjsuw/how_do_i_stop_oversharing/?rdt=62605 [20 de diciembre,
2022].
185
Cfr. Jessica Butler, Too much info? ‘Women’s Health’ Magazine on ‘Oversharing’ in Social Media – a
Critical Discourse Analysis.
186
Cfr. Rachel Sykes, “Who Gets to Speak and Why? Oversharing in Contemporary North American Women’s
Writing.” En Signs: Journal of Women in Culture and Society, vol. 43, núm. 1, pp. 151-174.
187
Ibid. p. 158.
188
Judith Butler, op. cit., p. 14.

75
De este diagnóstico incipiente que realizo ha surgido una conjetura. Considero que revertir las
injusticias hermenéuticas derivadas de la patologización del trauma temprano, daría pie a un
cambio en el rol explicativo de este componente; distinguiendo el tipo y gravedad del trauma,
se podría desagregar al conglomerado de pacientes con TLP y brindar una atención más
apropiada para sus diversas expresiones, capturando elementos significativos de sus historias
traumáticas que, empleando exclusivamente los criterios del DSM-V, no serían tomados en
cuenta.
Entender cuál es la contribución relativa de cada aspecto a un problema específico en
un paciente es relevante, porque algunos aspectos del tratamiento, como las intervenciones
farmacológicas o la terapia EMDR189 para aspectos relacionados con el trauma, tendrían más
o menos peso en el tratamiento dependiendo de esta evaluación190.
Considerando que es extremadamente difícil distinguir si un cuadro clínico debe ser
diagnosticado como TLP, TEPT complejo o un trastorno disociativo, ya que la constelación
de síntomas es semejante y se yuxtaponen entre ellos: la desregulación, la disociación, los
intentos de suicidio, el abuso de sustancias, las autolesiones y las dificultades para
relacionarse, se deben buscar formas de integrar las narrativas personales de sobrevivientes de
abuso infantil en los encuentros clínicos, que no marginalicen la relevancia del trauma en la
vida de los pacientes. Algunos investigadores sugieren con base en datos empíricos que “la
mayoría de los pacientes con diagnóstico de TLP pueden ser entendidos y tratados como
individuos traumatizados que han experimentado abuso temprano y negligencia”.191

5. Fuentes consultadas
A. TRASTORNADA, No me pasa nada, pero… necesito un diagnóstico, en Diario de una
auto etnógrafa [en línea]. Disponible en: https://autoetnografa.com/2018/06/17/no-me-pasa-
nada-pero-necesito-un-diagnostico/ [16 de enero, 2024].

189 EMDR es la sigla con la que se conoce a la terapia de desensibilización y reprocesamiento por movimientos
oculares, en inglés, eye movement desensitization and reprocessing. En México también se le conoce como
terapia de reprocesamiento del trauma, con la sigla TRT. Esta técnica terapéutica es avalada por la Organización
Mundial de la Salud y varias guías clínicas con validez internacional. De acuerdo los Lineamientos de Práctica
Clínica para el Tratamiento del Trastorno de Estrés Postraumático (American Psychological Association, 2017),
a través de la terapia EMDR se busca que el paciente se enfoque en recuerdos traumáticos, por un tiempo corto
determinado, mientras que simultáneamente recibe estimulación bilateral; los resultados favorecen la reducción
de estrés, emociones negativas y la vividez con que se recuerda el trauma.
190 Dolores Mosquera, Anabel González y Onno van der Hart, op. cit., p. 21.
191 Onno van der Hart, Ellert Nijenhuis y Kathy Steele, The haunted self. Structural Dissociation and the
Treatment of Chronic Traumatization.

76
[BLOODLESSCORPSE]. How do I stop oversharing?, 2020. Disponible en:
https://www.reddit.com/r/BPD/comments/ibjsuw/how_do_i_stop_oversharing/?rdt=62605
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79
Semblanzas

Xenia A. Rueda Romero


Doctora en Filosofía de la Ciencia por la Universidad Nacional Autónoma de México.
Actualmente es Profesora Asociada “C” de Tiempo Completo en el área de Teoría del
Conocimiento y Filosofía de la Ciencia, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
Maestra en Filosofía de la Ciencia por la UNAM y Máster en Filosofía, Ciencia y
Valores por la Universidad del País Vasco. Su principal línea de investigación se centra en
incorporar una visión feminista a la filosofía de la ciencia. De igual manera, ha incorporado
diversas discusiones a sus investigaciones desde la inclusión social, exclusión e injusticias
epistémicas. Ello le ha permitido contribuir en el conocimiento del área de enseñanza de la
filosofía, de las ciencias en contextos interculturales y de comunicación y apropiación de la
ciencia y la tecnología. Ha realizado investigación teórica y práctica en diversos contextos en
México, España y Estados Unidos. Actualmente, la UNAM le ha otorgado financiamiento
para el desarrollo del proyecto PAPIIT titulado: Injusticia epistémica, prácticas sociales de
opresión y privilegio en la invisibilización de la producción de conocimientos en mujeres en
México, de la cual es responsable y pertenece al Sistema Nacional de Investigadores, de
CONAHCYT en su distinción Nivel 1.
Es miembro investigador en el Seminario de Investigación sobre Sociedad del
Conocimiento y Diversidad Cultural de la UNAM. Es miembro activo de la “Society of
Social Studies of Science (4S)”, del “Public Communication of Science and Technology” y la
Asociación Filosófica de México. Desde 2007 y hasta la fecha ha sido docente en las
Facultades de Química, Ingeniería y Filosofía y Letras de la UNAM.

J. Carlos García-Cruz
Doctor en Estudios Sociales de la Ciencia y la Tecnología por la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM), con la investigación: “Hacia una caracterización de la
innovación intercultural. Una perspectiva de los Estudios Filosóficos y Sociales de la Ciencia
y la Tecnología”, obteniendo Mención Honorífica y el Premio a la mejor tesis en
Humanidades, otorgada por la Academia Mexicana de las Ciencias 2016. Maestro en
Filosofía, Ciencia y Valores por la Universidad del País Vasco (2009-2010). Maestro en
Filosofía de la Ciencia, con especialización en Comunicación de la Ciencia (2005-2007), por
la UNAM. En la Licenciatura obtuvo la Medalla Gabino Barreda por concluir sus estudios
con el promedio más alto de calificación; así como por su tesis, Mención Honorífica.
Actualmente, es catedrático CONAHCYT, adscrito a la UAM-Xochimilco en el
Departamento de Producción Económica bajo la supervisión del Dr. Alexandre Vera-Cruz en
el proyecto “Modelos de transferencia de conocimiento para el desarrollo inclusivo: el caso de
la diabetes”. Imparte clases en la Maestría en Economía y Gestión de la Innovación (MEGI),
el Doctorado en Ciencias Sociales (DEGI) y el Tronco Interdivisional (TID) de la UAM-
Xochimilco. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI), en su distinción
Nivel 1.

Herlinda Isabel Rojas


Estudiante de Filosofía, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Sus temas de
estudio se centran en la bioética, ética médica, temas relacionados con androcentrismo y
misoginia en la medicina.

80
Rebeca Granero Ferrer
Estudiante de doctorado en la Universitat de València dentro del programa de Estudios de
Género y Políticas de Igualdad. Su investigación está centrada en la criminalización del
embarazo y la desautorización de las personas embarazadas en procesos de salud sexual y
reproductiva. Trabaja, además, como matrona en un equipo que atiende partos en casa en la
ciudad de Valencia.

Patricia Eugenia Sánchez Mundo


Es Licenciada en Diseño de la Comunicación Gráfica y Maestra en Economía, Gestión y
Políticas de Innovación ambas por la UAM-Xochimilco. Ha participado en diversas
actividades de diseño social y comunicación, como fue la estrategia de comunicación vial
“Driving is a team project” a cargo de la Iniciativa MissionPossible y la Universidad de
Alberta, Canadá en 2002, obteniendo mención honorífica por mejor investigación.
Expositora en el Seminario: “Cuerpo erótico y violencia” a cargo de la licenciatura de
Psicología en la UAM-Xochimilco en 2003. Participó en Programa Editorial de la División de
Ciencias y Artes para el Diseño en UAM-X en la generación de material informativo y para
eventos de difusión cultural del 2002 al 2003; con material promocional para cursos del
Museo Nacional de Arte a través de Amigos MUNAL en 2013 y en el diseño y realización del
Catálogo Digital de patentes académicas de UAM, para la Dirección de Innovación, Rectoría
General de la UAM en 2020. Actualmente estudia el Doctorado en Filosofía de la Ciencia, en
el área de Comunicación de la Ciencia.

Silvana Torres Campoy


Doctoranda y maestra en Filosofía de la Ciencia con especialidad en Estudios Filosóficos y
Sociales en Ciencia y Tecnología por la UNAM. Licenciada en Ciencias de la Comunicación
por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM (FCPyS-UNAM).
Cuenta también con un Diplomado en Derechos Culturales y Agenciamiento por la Secretaría
de Cultura; uno en Argumentación Jurídica por el Instituto de Investigaciones Filosóficas de
la UNAM; y otro en Derechos Humanos expedido por la Suprema Corte de Justicia de la
Nación.
Se desempeña como profesora en el eje de Teorías del Lenguaje en la FCPyS-UNAM;
y como profesora de Comunicación en la UVM. Asimismo, es consultora independiente en
comunicación, análisis cultural, análisis de riesgos cualitativos y semiótica. Se especializa en
semiótica, perspectiva de género, derechos humanos, salud, violencia y comunicación.
Ha sido coordinadora del proyecto SemioTalk y Coloquio de Estudiantes en Semiótica
y Análisis del Discurso, UNAM; investigadora y consultora en el proyecto Cultura y
Gobernanza coordinado por la OSC Traza, MX. Y coordinó el Seminario Las Ciencias de la
Comunicación desde la Perspectiva Semiótica. Es miembro del Seminario de Investigación
sobre Sociedad del Conocimiento y Diversidad Cultural, de la FFyL-UNAM. También
colabora como asesora en perspectiva de género y derechos humanos en las Teorías del
Lenguaje en la reforma al plan de estudios de la licenciatura Ciencias de la Comunicación en
la FCPYS-UNAM. Sus últimos artículos publicados son La construcción de la partería como
un “riesgo” a partir de la OMS para el libro “Experiencias interculturales y reflexiones
filosóficas desde perspectivas diversas”, editado por UNAM San Antonio; y La apropiación
de los saberes tradicionales en México: una perspectiva semiótico-pragmática para la Revista
de Estudios Semióticos, de Brasil.

Biani Paola Sánchez López


Licenciada en Filosofía y Maestra en Filosofía de la Ciencia por la UNAM. Es miembro de la
Asociación Filosófica de México y miembro cofundadora de la Red Mexicana de Mujeres
Filósofas. A través de los lentes de la epistemología social, investiga cómo las poblaciones
silenciadas producen saberes colectivos y capacidades para el cambio social; así mismo,

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aplica propuestas y diseña metodologías participativas para mitigar los efectos de las
injusticias epistémicas.
En el 2022 se desempeñó como Promotora de los Derechos de las Mujeres Indígenas y
Afromexicanas del INPI; desde el 2023 forma parte del colectivo Orgullo Loco México y en
el 2024 coordinó el proceso de codiseño curricular del curso “Epistemología y pensamiento
pedagógico” en el marco de la Estrategia Nacional de Mejora de las Escuelas Normales. Sus
temas de investigación son: injusticias epistémicas; estudios locos latinoamericanos; género y
locura; epistemología intercultural. Sus publicaciones y productos de divulgación pueden
consultarse en la página web: https://bianipaola4.wixsite.com/injusticiaepistemica

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