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UNA MIRADA INTERSECCIONAL DEL SISTEMA SANITARIO COMO POSIBLE PRINCIPIO

PARA LA DECONSTRUCCIÓN DE LA PSICOPATOLOGÍZACIÓN DE LA LOCURA/MALESTAR


FEMENINO.

I. INTRODUCCIÓN

Los discursos médicos están impregnados de moral y construidos desde una posición
androcéntrica, ejerciendo un control que asegure el orden social “útil” y “necesario”.
Se han utilizado enfermedades mentales como dispositivo regulador de los cuerpos de
las mujeres para seguir manteniendo un orden de subordinación y sumisión.

Se intentará mostrar cómo influye el modelo sociocultural basado en los estereotipos y


roles dicotómicos de género, en el discurso y las prácticas del sistema sanitario,
generando una atención e intervención profesional desigual y cargada de ideología
patriarcal.

La presente actividad de síntesis se divide en cuatro apartados. El primero hace


referencia a la exposición y explicación del modelo sanitario androcéntrico y patriarcal
que ha caracterizado nuestras sociedades, dónde se tratará la patologización de la
locura femenina y los malestares físicos (como el dolor crónico) como atributos
psicológicos de las mujeres por el existente sesgo de género.

El segundo apartado hace referencia a la invisibilidad de las mujeres en el sistema


sanitario. Trataremos como desde la investigación se estudia a la mujer a partir del
hombre, cómo desde la ciencia no ha interesado investigar enfermedades de mujeres y
cómo estas premisas han influenciado a las experiencias desiguales, difíciles e injustas
de las mujeres en sus patologías en el caso que tengan alguna y en la tendencia de
psicopatologizar enfermedades femeninas.

En el tercer apartado se profundizará sobre los impactos en la salud y las negativas


experiencias vividas de las mujeres con patologías que conllevan dolor crónico, por la
fortaleza del sistema binario de género basado en roles estereotipados.

Y, por último, se intentará reflexionar sobre diferentes alternativas o vías para un


acercamiento hacia la deconstrucción del modelo binario de estereotipos y roles
desiguales impuesto y perpetuado en el sistema sanitario. Se intentará, por lo tanto,
buscar algunas alternativas de acción que cambien el paradigma sanitario y discutir
sobre que dificultades socioculturales, posiblemente, dificultan la transformación.

II. SISTEMA BINARIO DE GÉNERO: PATOLOGIZACIÓN DE LA LOCURA


FEMENINA

Nuestras sociedades están compuestas por diversas estructuras-política, economía,


demografía, familia, medicina…- que confluyen y se interrelacionan dentro de una
misma sociedad. El sistema sanitario cumple con el mandato hegemónico normativo
del sistema sociocultural basado en una estructura binaria de género.

A lo largo de la historia el constructo social patriarcal de la “locura” ha sido un


instrumento necesario para el mantenimiento de un orden social hegemónico. La
medicina surgió para racionalizar “científicamente” la inferioridad y subordinación de la
mujer, imponiendo un discurso biologicista para patologizar enfermedades tipificadas
como femeninas. (Saez, C. 1979). Desde discursos médicos se crean lugares de
elaboración y legitimación para el mantenimiento de la desigualdad de género.

Se utilizó la patologización de una serie de elementos psicológicos y temperamentales,


asociados a las mujeres, para construir una feminización de la “locura”. El sistema
binario de género constituye unos roles y estereotipos dicotómicos de la feminidad y la
masculinidad, encargados de delimitar y definir los comportamientos, actitudes y
aptitudes de la mujer y del hombre.

Se asocia a la mujer un carácter de mayor afectividad, emotividad, sugestionabilidad,


impresionabilidad y capaz de simulación. (Jiménez Lucena, I. y Ruiz Somavilla, M.J.
1999).

Por lo que, la sintomatología para la patologización de “locura” feminizada depende de


factores internos de la mujer (intrínsecos), expresados como desencadenantes de las
enfermedades mentales femeninas.

El cuerpo de las mujeres —en específico: sus órganos sexuales, hormonas,


menstruación, embarazo y parto— es explicación suficiente para sus bienestares y
malestares subjetivos y relacionales. Así como, el reconocimiento de la feminidad en sí
misma aparece como suficiente para atribuir una subjetividad, rol y estatus específicos
dentro de las jerarquías y desigualdades de género.

III. INVISIBILIDAD DE LAS MUJERES EN EL SISTEMA SANITARIO

En la investigación sanitaria, las mujeres están invisibilizadas y, por tanto, asimiladas a


lo masculino: escasa participación en ensayos clínicos, ausencia de desagregación de
los datos por sexo y falta de análisis con perspectiva de género. Desde los orígenes de
la ciencia occidental, existió la presunción de que por medio del estudio del hombre ya
se estudiaba a la mujer. Por lo que, los cuerpos femeninos eran invisibles. (Benito, C.
2022). Este modelo androcéntrico del sistema sanitario ha producido una estructura
científica con un género determinado (masculino).

La institución sanitaria actúa como un dispositivo de control y regulación que privilegia


el cumplimiento de los roles heteronormativos, androcéntricos y patriarcales y que
ignora o sanciona las identidades disidentes.

Hay una invalidación de la mujer como sujeto de derechos. Existe una idea de
homogeneidad interprofesional y extraprofesional que mantiene una perspectiva
androcéntrica. Las elites profesionales y los órganos de representación y de poder
científico de la profesión médica se equiparán al universalismo explicativo de un
modelo estudiado e interpretado a partir del hombre. Por lo que, no se tienen en
cuenta las diferencias jerárquicas, estructurales, sociales, económicas…

La mirada androcéntrica ni siquiera contempla la existencia de mujeres y/o hombres en


las profesiones sanitarias, y utiliza los términos “médico/s” o “profesional/es” como si
fueran sexualmente neutros, ambiguos, genéricos o universales en vez de masculinos.
(Ortiz, T. Birriel, J. & Ortega, R. 2004)

A pesar del aumento del número de mujeres presentes en la profesión médica y de la


mayor participación de éstas en puestos de responsabilidad y toma de decisiones,
existen desigualdades de género dentro de la profesión y del campo de la salud
pública. Tales desigualdades se manifiestan en procesos de segregación vertical que
dificultan la participación de las mujeres en puestos de responsabilidad, poder y
autoridad profesional y científica. (Ortiz, T. Birriel, J. & Ortega, R. 2004)
IV. NEGACIONISMO EN LAS CONSULTAS BASADO EN UN SESGO DE ROLES Y
ESTERIOTIPOS DE GÉNERO

Nos encontramos delante de un sistema que, por una parte, se ha despreocupado


por estudiar e investigar enfermedades especificas con cuerpos femeninos, porque
sigue contemplando una preinscripción androcéntrica y patriarcal para detectar o
diagnosticar patologías en torno a la dicotomía de género. Y, por otra parte, nos
encontramos con la incredulidad, desconfianza y negacionismo en las consultas
cuando alguna de las mujeres presentaba dolores crónicos o malestares físicos
porque se presuponía, desde un sesgo de género evidente, que las mujeres tendían
a psicosomatitzar más que los hombres por sus características psicologías y
fisiológicas.

Esta presunción basada en una estructura de roles estereotipados del binarismo de


género tiene efectos devastadores para las mujeres con ciertas patologías. Ya que
las mujeres tienen el doble de probabilidades respecto a los hombres de sufrir
dolor crónico derivado de enfermedades como la fibromialgia, la encefalomielitis
mialgia o el síndrome de fatiga crónica, pero a la vez se encuentran expuestas a la
incredulidad y desconfianza en las consultas médicas, porque están cargadas de
moralismos y prejuicios basados por una estructura patriarcal desigual. (Plaza, S.
2022)

Tenemos delante un esquema similar por el cual atraviesan todas las mujeres con
estas enfermedades que contienen dolor crónico, dónde se potencia la creencia de
que las mujeres contienen en su fisiología y psicología, es decir de manera
intrínseca en ellas mismas, características más prevalentes a la inestabilidad
emocional (anclada a la construcción social de la feminidad), que se ha
interpretado como producto de la biología femenina y por lo tanto, como
característica psicológica de carácter inevitable. Tal como argumenta Carme Valls:
“les queixes sobre el dolor i el malestar de les dones es consideraven
psicosomàtiques i es tractaven amb ansiolítics i sedants. (...)”.
El sistema sanitario no tiene en cuenta la perspectiva de género ni tiene una mirada
intercultural ni interseccional, lo cual supone un sesgo en las intervenciones
pudiendo dar lugar a diagnósticos erróneos dónde se tiende a medicalizar con
antidepresivos. Además, genera travas importantes para el bienestar de las mujeres
con patologías que generan dolor crónico porque se las “tacha” de exageradas y
con tendencia a psicosomatitzar.

Existe, por lo tanto, un esquema fuertemente universalizado y homogenizado en


estas enfermedades (que contienen dolor crónico) basado en tres ejes de actuación
patriarcales. El primero es la reducción para patologizar el dolor físico a
enfermedades mentales; como la depresión o la ansiedad, por la presunción de que
las características intrínsecas psicológicas y fisiológicas de las mujeres (constructo)
pueden derivar a patologizaciones de “locura” femenina. El segundo es derivado,
también, de esta presunción patriarcal: la desconfianza y el negacionismo que se
encuentran estas mujeres por el sistema sanitario. Esto conlleva a que puedan
llegar a naturalizar y normalizar el dolor para evitar un trato paternalista y cargado
de imposiciones estigmatizantes. Y, por último, la tendencia a medicalizar con
antidepresivos por estas imposiciones y presunciones impuestas por el sistema
dicotómico de género. Se tiene a un manejo medicalizado del malestar psíquico.
Por lo tanto, la preinscripción de psicofármacos actúa como norma para “tratar” los
casos de afección física no reconocida y/o no creída. (Plaza, S. 2022). Actúan como
impositivos reguladores de poder patologizando la feminización de la enfermedad
mental.

Esta medicalización actúa como reguladora de cuerpos femeninos. Cada vez es más
evidente que vivimos en una sociedad que comercializa la infelicidad al negar las
emociones como algo consustancial a nuestra naturaleza humana. La invención de
trastornos, o clasificación con sesgo de género, basados en emociones humanas
normales (y casi nunca patológicas) como la tristeza, la ansiedad, el desasosiego, la
timidez… acaba con procesos de sobremedicalización por supuestos trastornos
mentales, que en realidad son, en la mayoría de las situaciones, reacciones a las
desigualdades sociales y modelos socioculturales. Se construyen diferencias como
esenciales en términos sexo-genéricos y este esencialismo legitima un
ordenamiento jerárquico de subjetividades.

V. MODELO INTERSECCIONAL: UN CAMINO HACIA LA


DESTRUCCIÓN DEL MODELO BINARIO DE ESTERIOTIPOS Y
ROLES DESIGUALES EN EL SISTEMA SANITARIO

“El hecho de ser mujer” en una sociedad patriarcal como la nuestra, es un factor de
riesgo para la salud. La maternidad, la doble carga de trabajo, la normalización del
rol de cuidadoras, la falta de reconocimiento social, las dificultades para acceder al
mercado de trabajo y para conciliar la vida personal, familiar y laboral, la existencia
de la brecha salarial, la violencia de género… son algunos de los factores que mayor
impacto tienen sobre la salud de las mujeres.
La comprensión del malestar psicológico como sintomatología vinculada a la
desigualdad requiere del análisis de la operatividad del sistema de género y de su
impacto en la subjetividad (López-Gil 2014; Butler 2001). Los sujetos son
parcialmente producidos por los dispositivos de poder que operan en el cuerpo
social. (Pujal, M. Calatayud, M. & Amigot, P. 2020).
Es decir, el modelo actual biomédico no cuenta con factores externos
socioculturales del sistema sexo-genérico dicotómico como fuente explicativa de
ciertas desigualdades que impactan en la salud de las personas.
Se cree necesario la construcción de un modelo interseccional que tenga en cuenta
los sesgos de género en la investigación y los procedimientos del sistema sanitario.
Tal como señala Carol Gilligan: “(los) sesgos de género en la investigación sobre
salud mental han contribuido a etiquetar la angustia de las mujeres y la depresión
producida por la discriminación en los lugares de trabajo, las dobles jornadas, los
roles familiares, etc. como problemas psicológicos más que reacciones normales al
estrés y a las injusticias” (Cabruja, T. Estrella, N, y San Martín, C. 2008). Por lo que,
se trata de implementar un modelo que tenga en cuenta las desigualdades
socioculturales cómo desigualdades estructurales que impregnan ideologías y
constructos necesarios para el mantenimiento de un orden que genera poder-
subordinación en las diferentes esferas sociales.

Invertir en políticas públicas de prevención y promoción de la salud desde un punto de


vista holístico apostando por un enfoque psicosocial de género frente a uno estrictamen-
te biomédico.

Atender a la diversidad desde una mirada respetuosa que facilite la comunicación y el


entendimiento entre mujeres y profesionales del ámbito socio‐sanitario.

Formar a profesionales del ámbito socio‐sanitario en igualdad y género destacando la


importancia que tiene conocer los determinantes de género a la hora de diagnosticar y
tratar la salud de las mujeres.

Potenciar espacios de encuentro entre mujeres que permitan compartir conocimientos,


vivencias y generar soluciones a los problemas, minimizando el impacto de la sociedad
patriarcal en general, y los mandatos de género en particular.

El objetivo final es profundizar en una ciencia más inclusiva, igualitaria y de


la diversidad, que sea realmente interdisciplinar y dé cuenta de la compleji-
dad de su objeto, la sub-jetividad; o, dicho de otra manera, en una psicolo-
gía no androcéntrica ni patriarcal.

la vulnerabilidad femenina a la psicopatología en base a un cuerpo


reproductor y sexualmente objetivado, aparecen construidos y reproducidos
desde un conocimiento socialmente legitimado y científicamente verificado.
El empleo de ficciones somáticas para sus explicaciones —que ya hemos
destacado en estudios anteriores (Roselló-Peñaloza y Cabruja, 2012) —, tiene
el efecto de despolitizar expresiones de malestar psíquico que están vinculadas
a condiciones de desigualdad y opresión, dejando a los sujetos con muy pocas
opciones de resolución o resistencia fuera de los dictámenes del conocimiento
experto y la práctica psicoterapéutica.

La salud es un concepto complejo que tiene una gran repercusión en la vida de las
personas en general y en la de las mujeres en particular y debe ser entendida desde una
óptica biopsicosocial. “La falta de perspectiva de género en el ámbito sanitario supone
un factor de riesgo para la salud integral de las mujeres”. Así, el modelo biomédico
vigente genera gran sufrimiento en las mujeres puesto que no tiene en cuenta variables
de género en su planteamiento. De hecho, la medicalización de los síntomas y la
normalización del dolor es una consecuencia de lo anteriormente dicho.

A pesar de que el fragmento es claro en su alusión a la desigualdad social y


estructural que afecta a las mujeres (“hay una invalidación tremenda de la mu -
jer como sujeto de derechos”), su comprensión queda transfigurada —o al me-
nos limitada— en una incapacidad (“no le queda otra”) para responder psico-
lógicamente de forma alternativa a la “desregulación” emocional. Se constru-
ye una desregulación ineludible y contraria a un ideal de funcionamiento psí-
quico, estableciendo una distinción entre buen funcionamiento y funciona-
miento problemático. Con ello, se elude una opción de respuesta subjetiva
temporal o transitoria, esencializando o naturalizando la reacción emocional
descrita y estableciendo una diferencia jerarquizada de estatus o de normativi-
dad en relación a la subjetividad femenina.

Cada vez es más evidente que vivimos en una sociedad que comercializa la infelicidad
al negar las emociones como algo consustancial a nuestra naturaleza humana. La
invención de trastornos, o clasificación con sesgo de género, basados en emociones
humanas normales (y casi nunca patológicas) como la tristeza, la ansiedad, el
desasosiego, la timidez… acaba con procesos de sobremedicalización por supuestos
trastornos mentales, que en realidad son, en la mayoría de las situaciones, reacciones a
las desigualdades sociales y modelos socioculturales.

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