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EL ANTROPOCENO Y EL

ADVENIMIENTO DE LA NECESIDAD DE
LA TRANSICIÓN DE LAS
ESTRUCTURAS DE PODER DEL
PARADIGMA ACTUAL DE LOS
ESTADOS-NACIÓN AL PLURALISMO
AGONÍSTICO:

EL TRASPASO DE LA HEGEMONIA DE LAS DINÁMICAS


DEL PODER DEL CAPITAL TRANSNACIONAL
NEOLIBERAL Y APOLÍTICO BAJO EL ARCAICO MARCO
DE LOS ESTADOS-NACIÓN A LAS DINÁMICAS DEL PODER
POLÍTICO-DEMOCRÁTICO ABIERTO POR EL NUEVO
RÉGIMEN CLIMÁTICO

Toral Milian, Aleix


Història de la Filosofia Contemporànea I
Grupo A2
INTRODUCCIÓN
Antes de nada, el objetivo del presente artículo es el de indicar la necesidad de superar la
deriva apolítica de los Estados-nación bajo las demandas de las dinámicas del poder
instrumentario marcado por la dominación del capital neoliberal del Capitalismo de la
Vigilancia, constitutivo, a su vez, de la utopista era de la información. Asimismo,
mientras que se acepta el paradigma climático actual que proporcione la posibilidad de
los canales necesarios a través de los cuales poder establecer un poder político
democrático basado en el «pluralismo agonístico» propuesto por Mouffe, evitando por el
camino la apropiación, por parte de los Estados, de las dinámicas de carácter
conductualista del poder de control instrumentario que culminara con un tipo de
dominación instrumentaria bajo el pretexto de una suerte de ecomodernidad.
Por un lado, el problema que se presenta es aparentemente claro y sencillo, y no es otro
que la crisis climática que viene a galope con el Antropoceno. Pero, por el otro lado, el
quid de la cuestión y lo que nos interesa en este ensayo se encuentra en el abanico de
posibilidades de actuar que poseemos ante tal situación y en precisamente transformar la
distribución de dichas posibilidades en la cuestión política por excelencia. Lo primero es
importante para empezar el camino de esta lucha ecológica, lo segundo, en cambio, se
torna mas complicado y por una serie de dificultades que vienen dades por el estado de
las cosas del mundo cultural o humano.
Primeramente, se esbozará el estado actual de lo político y la política bajo el marco de la
teoría social de Shoshana Zuboff que nos define las estructuras del paradigma tecnológico
del siglo XXI y que conforma la organización social y las nuevas fronteras del poder
abiertas por la mutación inescrupulosa del capitalismo gracias a la técnica de datos e
información actual. Posteriormente, tras este refuerzo teórico para presentar nuestro punto
de partida, se tratará de poner sobre la mesa la confluencia del Nuevo Orden Climático y
la tendencia a la despolitización y la pérdida de fe en la democracia típica de la sociedad
del Capitalismo de Vigilancia descrita por Zuboff para, primordialmente, afrontar la crisis
climática. y de esta manera, a través de este estado de excepción, retomar la confianza en
la política democrática. Este recorrido argumentativo se hará de la mano la politización
de la ecología que nos ofrece Bruno Latour en su obra llamada «Cara a cara con el
planeta: Una nueva mirada sobre el cambio climático alejada de las posiciones
apocalípticas (Antropológicas)» y de la propuesta política del «pluralismo agonístico»
de Chantal Mouffe. Seguidamente, se hará una síntesis de ambos autores en clave
schmittiana, como diría Latour: haciendo un buen uso de Carl Schmitt, cogiendo por una
parte la fundamentación ecológica de Latour para tender puentes hacía la realización del
modelo democrático agonístico de Mouffe.
Por consiguiente, no es baladí y ha convenido subrayar el nombre de Schmitt, ya que
tanto Mouffe, como Latour, toman de referencia teórica para el desarrollo de sus discursos
a Carl Schmitt, controvertido jurista y teórico político antiliberal por ser un destacado
miembro del Partido Nacionalsocialista. La teología política de la que es pionero y su
marco conceptual del amigo-enemigo de la política democrática, son fundamentales para
entender las respectivas aportaciones de Mouffe y Latour, aunque tanto la una como el
otro van más allá de los límites en que la propia obra schmittiana se ve constreñida
(debido a la predominante intencionalidad de defender el estado y atacar al creciente
poder del liberalismo y la apolítica que encuentra en él).
La transición de poderes del título tendrá primero que reconfigurar sus agentes, quitando
de en medio a las empresas transnacionales que hacen de títeres de esta sociedad cada vez
más apolítica donde la decadencia democrática de los Estado-nación se ve reflejada en su
subyugación a la ética del neoliberalismo del nuevo capitalismo y al proceder
instrumentario de la economía. Esto, según Latour, solo podrá suceder a raíz del estado
de excepción que representa el paradigma de la emergencia climática y que desembocará
en un enfrentamiento u oposición. El enfrentamiento consistirá en evitar el simple
trasladar la hegemonía de la dominación de los mecanismos del sistema económico
capitalista a los Estados-nación permitiéndoles un nuevo horizonte de dominación sujeto
a las mismas dinámicas de la ideología neoliberal del progresismo (que vaga hacía una
utopía sin porvenir real más allá de la acumulación de riqueza y poder), creando así una
nueva forma autoritaria de poder tanto o más violenta aún que cualquier precedente
histórico ya que contaría con el pretexto de la salvaguarda de la naturaleza y por ende de
nuestra especie y civilización. Cabe recordar la peligrosidad con la que se juega cada vez
que se invoca a la seguridad como pretexto estatal intervencionista, que, además, en el
escenario enunciado mermaría muchos más derechos individuales que en cualquier otro
régimen autoritario pretérito por el simple uso de los métodos de modificación conductual
fundamentados en un nuevo orden colectivo basado en la certeza absoluta (a partir de la
concentración del conocimiento gracias a la acumulación de datos que nos ha posibilitado
la ingeniería microelectrónica que ha consolidado la tecnología de la era de la
información) derrocando la soberanía del pueblo a través de la técnica de datos e
información de la sociedad de consumo actual y que ya se usa con fines, por ahora,
puramente lucrativos. Los requerimientos para confrontar éste posible y fatídico
escenario venidero se desarrollarán a lo largo del núcleo del artículo a través de las
aportaciones del mismo Latour y del añadido de la innovación democrática de Mouffe.

LA TÉCNICA COMO FUDAMENTO DEL PARADIGMA CULTURAL:


ZUBOFF Y LA ERA DEL CAPITALISMO DE VIGILANCIA
Para empezar, dejar claro que, para Thomas Kuhn, un paradigma es un modelo conceptual
que establece los criterios estándares de interpretación de una realidad concreta.
Es decir, que por lo que se refiere a dónde nos encontramos como sociedad, nos hace
falta dar cuenta del paradigma tecnológico del informacionalismo que sirve de
fundamento técnico que es estructura social y política y, en definitiva, cultural de nuestra
época. Concretamente, estructura social se entiende como las disposiciones organizativas
de los seres humanos en las relaciones de producción, consumo, experiencia y poder, tal
como se expresan en la interacción significativa enmarcada por la cultura. A su vez, a lo
ancho de la historia las condiciones de habitabilidad del entorno definen la técnica
dominante de la que se sirve cada sociedad.
El paradigma de la era de la información sigue el camino abierto por el industrialismo
que empezó con la revolución industrial. Ya en el paradigma industrialista, el
perfeccionamiento de la técnica había llegado a interponer entre la naturaleza y el ser
humano una zona de pura creación técnica ten espesa y profunda que vino a constituir
una sobrenaturaleza. Desde este punto histórico el ser humano vive adscrito en esta
artificial sobrenaturaleza como el ser humano primitivo en su contorno natural, tendiendo
a creer que todo este fabuloso paisaje artificial está ahí por sí mismo, dado sin ningún
esfuerzo o responsabilidad. Para ejemplificar en términos este crecimiento abismal de la
técnica que nos separó hasta límites insospechados de la naturaleza, se pasó de los
aproximados 75 W de potencia que podía generar un cuerpo humano a lo largo de una
jornada de 8 horas a los más de 2 GW que podían generar las máquinas del primer tercio
de siglo XX que además podiasn funcionar las 24 horas del día.
Superpuesto a este panorama técnico, generador de energía y materia excesiva de los
últimos doscientos años, se fermentaron y expandieron un sentido fuerte de éticas basadas
en el trabajo y la productividad como fines en sí mismo y una corriente ideológica,
precedida e inaugurada por las ideales liberales de la ilustración, que colocaba la razón
humana y la cultura en el puesto de un dios en fuga. Este intelectualismo, junto al
exponencial crecimiento científico-técnico, indujo a una sensación generalizada en la
propia especie humana como de habernos librado de las cadenas que nos ataban a la
naturaleza generando de esta forma un positivismo progresista, que guiado con una fe
ciega en nuestras propias capacidades técnicas, traspasaron el nivel de lo puramente
técnico, para llegar al terreno de lo político y en última instancia de lo ético (tergiversando
los fines de perfeccionamiento representado por el esfuerzo y el beneficio económico de
la técnica en los fines mismos de la ética humana), a la vez, que se produjo una inflación
cultural, que podríamos denominar como «capitalismo de la cultura». Ya desde entonces
se empezó a producir por producir en vez de atender al consumo, a las ideas necesarias
que el ser humano de ese momento necesitaba, podía y debía absorber. En este punto
histórico lo primario y radical de la vida humana quedó en un segundo plano, como algo
al servicio del progreso de una entelequia de inspiración kantiana, que podríamos llamar
la humanidad, que, al querer abarcar tanto, irresponsabiliza al individuo cargando el peso
del destino y su sentido a esta masa homogénea e ideal que se supone que mueve el mundo
humano hacía adelante, pero que de manera paradójica cada una de las partes que
responsabilizan al todo no toman parte ni se responsabilizan para determinar la dirección
de sus vidas en relación al desarrollo técnico que, en principio, les mejora la vida.
El desarrollo tecnológico para el surgimiento del informacionalismo a finales de siglo XX
en campos fundamentales como la microelectrónica proporcionaron la capacidad de
ampliar por sí misma el procesamiento de información en cuanto a volumen, complejidad
y velocidad a través de su capacidad recombinatoria, y su flexibilidad distributiva. Como
resultado de esto, Moore, cofundador de Intel, de manera empírica observó la tendencia
de que la complejidad de los circuitos integrados de un microprocesador se duplicaría
cada año (luego corrigió y dijo que cada dos años y se prevé que haya una desaceleración
por los límites físicos de esta tecnología) con una reducción de costos conmensurable. O
Sea, que a medida que los componentes y los ingredientes de las plataformas con base
de silicio crecen en desempeño, se vuelven exponencialmente más económicos de
producir, y por lo tanto más abundantes, poderosos y transparentemente integrados en
nuestras vidas diarias. Este crecimiento técnico ha impulsado al crecimiento de internet y
la interconectividad global exponencial de las últimas dos décadas, redefiniendo todas las
dinámicas sociales.
La nueva economía se sustenta en las redes. Eso significa que los mercados financieros
globales, origen de la inversión y la valorización, se sustentan en redes electrónicas que
procesan señales: algunas de estas señales se basan en cálculos económicos, pero a
menudo son generadas por turbulencias en la información procedentes de fuentes
diversas. la lógica de la instrumentalidad, propia de la red, ya ha logrado vincular a
segmentos dominantes de sociedades de casi todo el mundo en torno a la lógica estructural
de la nueva economía global interconectada y de las formas flexibles de trabajo
individualizado. La productividad y la competitividad se ven muy realzadas por esta
forma interconectada de producción, distribución y gestión. El modo primario de la
adhesión del individuo al poder instrumentario de la sociedad red es la dependencia al
sistema que crea la eficacia frustrada (a nivel económico) del individuo que se encuentra
fuera de la red.
Una vez llegados a este punto y haber nombrado la lógica instrumentaría del sistema que
rige nuestra era seria pertinente definir el poder instrumentario tal como lo entiende
Zuboff: “El instrumentarismo se define como la instrumentación e instrumentalización
de la conducta a efectos de la modificación, predicción, monetización y control”.1 Por un
arte, con instrumentación hace referencia a la arquitectura material basada en la
microelectrónica y la ciencia de datos informática de la computación sensible que
transfiere, convierte, interpreta y acciona la experiencia humana. La instrumentalización,
por su parte, denotan las relaciones sociales que orientan a los que poseen el control del
conocimiento y los datos acumulados de la población hacia la experiencia humana cuando
el capital de la vigilancia se vale de las máquinas supervisadas por los titiriteros en control
de esta técnica para transformarnos en medios de los fines mercantiles de otros.
Consiguientemente, hemos llegado al escenario perfecto para la consolidación de un
capitalismo de vigilancia que Zuboff al inicio de su obra La era del capitalismo de
vigilancia se encarga de definir con las siguientes ocho entradas:
1. Nuevo orden económico que reclama para sí la experiencia humana como materia
prima gratuita aprovechable para una serie de prácticas comerciales ocultas de extracción
predicción y ventas.
2. Lógica económica parasítica en la que la producción de bienes y servicios se subordina
a una nueva arquitectura global de modificación conductual.
3. mutación inescrupulosa del capitalismo caracterizada por grandes concentraciones de
riqueza, conocimiento y poder que no tienen precedente en la historia humana.
4. El marco fundamental de una economía de vigilancia.
5. Amenaza tan importante para la naturaleza humana en el siglo XXI como lo fue el
capitalismo industrial para el mundo natural en los siglos XIX y XX.
6. Origen de un nuevo poder instrumentario que impone su dominio sobre la sociedad y
plantea alarmantes contradicciones para la democracia de mercado.

1
Zuboff, 2019, pag.472.
7. Movimiento que aspirar a imponer un nuevo orden colectivo basado en la certeza
absoluta.
8. Expropiación de derechos humanos cruciales que perfectamente puede considerarse
como un golpe desde arriba: un derrocamiento de la soberanía del pueblo.
Una vez delimitados el paradigma tecnológico actual y su correspondiente estructura
social, es momento de zambullirse en la reinvención política reivindicada por la ecología
que Latour nos mostrará en el siguiente apartado.

EL ANTROPOCENO COMO MOMENTO GEOHISTÓRICO Y ESTADO DE


EXCEPCIÓN: LA PROPUESTA DE LATOUR Y LA POLITIZACIÓN DE LA
ECOLOGIA
En este tramo del artículo es necesario clarificar las nociones de Antropoceno y de la
redistribución total que conlleva esta época de lo que en el pasado se dividía como lo
natural y lo social. Así pues, el término Antropoceno fue popularizado a principios de los
2000 y como su etimología presume anthropos (humano) y kainos (nuevo), designa una
nueva época geológica caracterizada por el impacto del ser humano sobre la Tierra.
Seguidamente citaré parte de un informe de una comisión de geólogos investigadores del
cuaternario:
El grupo de investigación considera por el momento al Antropoceno como una
posible época geológica, es decir, situada al mismo nivel jerárquico que el
Pleistoceno y el Holoceno, lo que implica que está situada en el Período Cuaternario,
pero que el Holoceno ha terminado (…) Grosso modo, para ser aceptado como
término técnico, el “Antropoceno” debe ser a) científicamente justificado (es decir
que la “señal geológica actualmente producida por estratos en formación debe ser
suficientemente oída , clara y distinta) , y b) útil a la comunidad científica como
término técnico. En lo que respecta a b) el término extraoficial Antropoceno se ha
revelado ya muy útil para la comunidad de investigación sobre el cambio climático
y continuará de tal modo siendo utilizado, pero queda por determinarse si la
tecnicización en la Escala de los tiempos geológicos puede tornarlo más útil o
extender su utilidad a las otras comunidades científicas, como la comunidad de los
geólogos.2 (informe INQUA, 2011)

Aunque, tal como dice Latour, hacer prosperar la proposición de un nombre de una época
geológica dentro de la burocracia de la Sociedad Internacional de Geología es algo de lo
más tortuoso, es evidente el factor humano dentro de los fenómenos naturales como un
agente más de éstos y que se ven unidos por su relación de agentes que se influencian
unos a otros. Latour pone un ejemplo de Morton3, bastante lúcido y que visualiza muy

2
Extractos del informe redactado en el curso del congreso de la Unión Internacional para la
Investigación sobre el Cuaternario (conocido por sus siglas en inglés como INQUA), en Berba, Suiza, del
21 al 27 de julio de 2011. A su vez, la Fuente de las citas son el mismo libro de Latour, concretamente la
cuarta conferencia: el Antropoceno y la destrucción (de la imagen) del globo.
3
Morton, oliver (2007), Eating the Sun, The Everyday Miracle of How Plants Power the Planet, Londres,
Fourth State.
bien la magnitud de lo que hablamos, y es la estimación en 17 TW la energía instantánea
de la civilización humana. En particular, si todo el planeta viviese a la americana, eso
exigiría un gasto de 90 TW. En comparación, la energía liberada por las placas tectónicas
es estimada (calor y movimiento) en 40 TW, y la energía primaria – de origen biológico
sobre la tierra y en los océanos – en 130 TW. Aun así, todo ello sigue siendo
insignificante, evidentemente, comparado con los 130.000 TW de energía disponible
sobre la Tierra por la mera acción del Sol.
Poco a poco nos vemos forzados a redistribuir enteramente lo que antaño se llamaba
natural y lo que se llamaba social o simbólico. Cada vez se ve más difuminada la brecha
que concebíamos como infranqueable entre la geografía «física» y la antropología
«cultural».
No obstante, como se ha comentado anteriormente, sería absurdo considerar que existe
un colectivo, la sociedad humana, como el nuevo agente geohistórico, ya que literalmente
no hay nadie del que se pueda decir que sea responsable. En efecto, esto es debido a que
no hay ningún medio para unificar al Anthropos en tanto que actor dotado de alguna
consistencia moral o política, al punto de encargarle que sea el personaje capaz de
desempeñar un papel en esta nueva escena global. Ningún personaje antropomorfo puede
participar en el Antropoceno, y allí reside todo el interés de la noción.
Eso es lo que está en juego en el Antropoceno. No es que de repente el pequeño espíritu
humano deba ser teletransportado a una esfera global que, de todas maneras, sería
demasiado vasta para su pequeña escala. Más bien se trata de que debemos deslizarnos,
envolvernos en un gran número de bucles (entendiendo los bucles como los procesos que
se repiten indefinidamente en este ámbito en concreto sobre la geología y los fenómenos
naturales), de suerte tal que, progresiva, gradualmente, el conocimiento del lugar en el
que residimos y de los requisitos de nuestra condición atmosférica pueda ganar una
pertinencia mayor y ser percibido como más urgente. Esta lenta operación que consiste
en ser envuelto en circuitos de captadores en forma de bucles es lo que significa, según
Latour, «ser de esta Tierra». Pero cada uno debe aprenderlo por sí mismo, desde cero. Y
eso no tiene nada que ver con ser un humano-en-la-Naturaleza o un humano-sobre-un-
Globo. Es más bien una fusión lenta y progresiva de virtudes cognitivas, emocionales y
estéticas, gracias a las cuales los bucles se vuelven cada vez más visibles. Después de
cada paso de un bucle, nos volvemos más sensibles y reactivos a las frágiles envolturas
que habitamos.
Por lo cual, llegamos a una de las cuestiones más importantes que plantea en este
momento Latour, y seria la siguiente: ¿Cuántos bucles suplementarios debemos trazar
alrededor de la Tierra antes de que el «conocimiento» sea lo bastante receptivo como para
que este Anthropos informe se convierta en un verdadero agente de la historia y en un
actor político al menos un poco creíble? La problemática está en que saber y no actuar no
es saber. Latour hace la analogía del que fuma y sabe que es perjudicial y nocivo para su
salud, pero hasta que no siente las consecuencias del dolor en sus propias carnes no suele
dejar de fumar. Pasa lo mismo con la iniciativa de acción ecológica con cada uno de los
sujetos que formamos este cuerpo informe llamado humanidad, y es que por muchas
evidencias que tengamos del cambio climático, y muchas consecuencias que afectan
directamente ya a millones de personas sigue habiendo negacionistas del cambio
provocado por la acción humana en el susodicho paradigma climático. Aun así, está claro
que el cambio climático no se detendrá, y que irá a peor, por lo que lo más seguro es que
si mantenemos estás redes de bucles locales alrededor del mundo aún con el trabajo de
otros para tornarnos insensibles produciendo ignorancia al respecto para el propio
beneficio económico, al final, aunque sea por necesidad y un tanto tarde, con cierta
probabilidad, los efectos serán tan claros a medio plazo que tendremos que movilizarnos.
Si queremos llegar tener una ecología política o una politización de la ecología, antes
debemos admitir la división de una especie humana prematuramente unificada. Debemos
hacer lugar para colectivos en conflicto los unos con los otros, y no sólo para culturas
conocidas por una ciencia como la antropología física o cultural. Dirigirse a un colectivo
es, sobre todo, encontrar un modo de nombrar aquello que ese colectivo respeta más,
aquello que reconoce como su autoridad suprema. Si un colectivo cuida de sí mismo, y
en ocasiones de los otros, es porque invoca una divinidad. Es la mutación ecológica la
que obliga a secularizar las diferentes teologías políticas de cada colectivo, incluida la de
la naturaleza. Latour dice que todos los colectivos compartan de ahora en adelante, como
los galos en su momento, la certidumbre de «que sólo temamos que el cielo se nos caiga
sobre la cabeza», da una idea de la solidaridad universal muy diferente al ciudadano de la
cultura liberal que vive sometiendo a la naturaleza como un alter al que tiene que amoldar
a sus gustos de su propia invención técnica sin atender a las consecuencias de la
reactividad de la naturaleza hacia la violencia ejercida hacia ella por nuestra parte.
De manera que, para Latour, se nos ha sido otorgada la suerte de desempeñar un rol de
apocalípticos de un nuevo tipo, a saber, “apocalípticos profilácticos”. distinguiéndose de
los apocalípticos judeocristianos clásicos, no solamente porque tememos el fin (que ellos,
por su parte, esperaban), sino sobre todo porque nuestra pasión apocalíptica no tiene otro
objetivo que el de impedir el apocalipsis. Ese es el estado de excepción abierto por el
Nuevo Régimen Climático. Él nos obliga nuevamente a la política.

LA PLURALIDAD AGONÍSTICA: UN MODELO DEMOCRÁTICO


PROPUESTO POR MOUFFE
Mouffe hace un análisis de las paradojas que representan las democracias liberales de hoy
en día que van a una deriva apolítica. La autora belga ve la necesidad de dar con una
alternativa al marco racionalista de las democracias deliberativas actuales ya que
representan a la perfección lo que para Schmitt era el pensamiento liberal, eludiendo o
ignorando de un modo muy sistemático el Estado y la política, instalándose en cambio en
una polaridad recurrente de dos esferas heterogéneas, a saber, la de la ética y la economía.
Es por esta misma razón que los Estados actualmente, determinados por las urgencias
económicas y morales a través de los medios de comunicación, se sirven de los mismos
procedimientos técnicos de control del capitalismo de vigilancia para llevar su agenda
política, sin hacer realmente política y desvalorizando el concepto del Estado como
representación del pueblo. En su lugar la política pasa a ser un seguido de planes sociales
valiéndose de medios instrumentarios de modificación conductual.
Dado que cualquier orden político es la expresión de una hegemonía, de una pauta
específica de relaciones de poder, la práctica política, no puede ser concebida como algo
que simplemente representa los intereses de una identidad previamente constituidas, al
contrario, se tiene que entender como algo que constituye las propias identidades y que
además lo hace en un terreno precario y siempre vulnerable. El carácter democrático de
una sociedad sólo puede venir dado por el hecho de que ningún actor social limitado
pueda atribuirse la representación de la totalidad y afirmar que tiene el «control» de los
fundamentos.
Por consiguiente, la democracia requiere que la naturaleza puramente construida de las
relaciones sociales encuentro su complemento en los fundamentos puramente
pragmáticos de las pretensiones de la legitimidad de poder.
Debido a estas razones, Mouffe propone la alternativa del «pluralismo agonístico». Para
aclarar esta nueva perspectiva necesita una primera distinción entre «lo político» y «la
política» inspirada en Schmitt. Con «lo político» se refiere a la dimensión de antagonismo
que es inherente a las relaciones humanas, antagonismo que puede adoptar muchas formas
y surgir en distintos tipos de relaciones humanas, hecho necesario para el desarrollo en el
siguiente apartado del artículo para la extrapolación de «lo político» más allá de lo
meramente humano y la concepción política de amigo-enemigo schmittiana fuera de los
límites humanos para así poder desarrollar una política humana agonística. La «política»,
por otra parte, designa el conjunto de prácticas, discursos e instituciones que tratan de
establecer un cierto orden y organizar la coexistencia humana en condiciones que son
potencialmente conflictivas porque se ven afectadas por la dimensión de «lo político».
Así pues, la política se propone la creación de unidad en un contexto de conflicto y
diversidad; estando relacionada con la creación de un «nosotros» mediante la
determinación de un «ellos». Por lo tanto, la novedad de la política democrática no es la
superación de esta oposición, sino la diferente forma en la que se plantea.
La intención de Mouffe con la perspectiva del «pluralismo agonístico» es transformar el
antagonismo de la política democrática en agonismo, convirtiendo la lucha entre
enemigos del antagonismo de la concepción política de amigo-enemigo a una relación
entre adversarios. Esto requiere proporcionar canales a través de los cuales pueda darse
cauce a la expresión de las pasiones colectivas en asuntos que, pese a permitir una
posibilidad de identificación suficiente, no construyan al oponente como enemigo sino
como adversario.
En consecuencia, y como una diferencia esencial e importante con el modelo de la
«democracia deliberativa» de los Estados-nación postsocialdemócratas es que para el
«pluralismo agonístico» la primera obligación de la política democrática consiste en
movilizar las pasiones de la esfera de lo público en dirección de los objetivos
democráticos.
A MODO DE CONCLUSIÓN: LA OCUPACIÓN ANTAGONÍCA ENTRE LO
HUMANO Y LO NO HUMANO Y LA PREOCUPACIÓN ECOLÓGICA COMO
PASIÓN QUE MOVILIZA LOS OBJETIVOS DEMOCRÁTICOS
AGONÍSTICOS
En suma, para concluir con el artículo, ya se ha sentado la base para hacer una síntesis de
todo lo expuesto a lo largo del trabajo para llegar al objetivo final del mismo. La primera
innovación introducida por Latour, la más radical pero la que pareció ser obvia, es que en
el nuevo Régimen Climático ya no se puede dejar que los Estados-nación sean los únicos
en ocupar la escena política. Ya que significaría el desarrollo hacia una deriva
antidemocrática, que ya sucede hoy en día, a través de la aplicación por parte de los
Estados-nación de los medios instrumentarios de modificación conductual utilizados por
la hegemonía del poder del capital transnacional a fin de garantizar los resultados
calculados para, en principio, luchar contra el cambio climático, pero que, al utilizar el
Antropoceno como estado de excepción ejercerían con mucha más autoridad su
dominación, llegando a cotas totalitarias y hasta de violencia no conocidas aún.
Para evitar esta distopía política hay que colocar junto a ellos delegaciones no estatales,
reinventado de esta manera a los caducos Estados-nación. Ya no porque representen
intereses superiores a los de la Humanidad, sino porque son otras potencias, poseídas por
otros intereses, que ejercen sobre los primeros una presión continua y que forman, por
consiguiente, otros territorios. De esta forma, se le daría voz al resto de los fenómenos de
la naturaleza (océanos, atmosfera, suelos…), una voz capaz de narrar las reacciones de
estos a nuestras acciones en un escenario de lucha entre «ellos» y «nosotros». A partir de
este momento, en el sitio de la antigua relación entre el orden de una sociedad y el orden
natural que le servía de marco, de una geografía humana posada sobre una geografía
física, comenzamos a definir fronteras amigo-enemigo, y, por lo tanto, a dibujar los
frentes de territorios en lucha. Es decir, que, a través de los bucles gestionados por
delegaciones sin ánimo de lucro comentados anteriormente, que hacen de nodos de las
redes de información de los fenómenos de la naturaleza, llegaremos a la aceptación de
que la tierra en su conjunto es un agente formado por múltiples agentes, entre ellos los
humanos, que se relacionan entre sí y se afectan. Esto nos permitirá extrapolar las
relaciones de amigo-enemigo características de lo político, que tradicionalmente era
exclusivo del mundo humano, al ambiente más amplio de los fenómenos de la naturaleza,
pasando por la consideración de que los humanos somos uno de los agentes integrados
dentro de la totalidad de la tierra, pudiendo redefinir el resto de los fenómenos de la
naturaleza como el «ellos» que nos amenaza y con el que «nosotros», el conjunto de los
humanos, tenemos que luchar.
Es tan simple como entender que no estamos solos en los comandos que definen nuestras
vidas. La tierra y el conjunto de los fenómenos naturales que la conforman no tienen otra
forma legal que ser aquello a la cual nos dirigimos. Si ellos no tienen soberanía, podemos
dirigirnos a ellos, no como nos dirigíamos a la Naturaleza impersonal y sin embargo
personalizada, sino franca y directamente, nombrándolas como nuevas entidades
políticas. Vivir en la época del Antropoceno es admitir una extraña y difícil limitación de
poderes en beneficio de la tierra, consideradas como la agregación profana de todos los
agentes reconocidos gracias al trazado de los circuitos de retroacción.
De ahí que, los Estados, en lugar de ocupar todo el lugar, se encontrarían en posición de
servidores, de facilitadores, de organizadores, de técnicos en logística, de juristas. La
única competencia que se les habría reconocido es aquella para la cual son realmente
indispensables: concebir, firmar y mantener acuerdos internacionales. Todo el resto
habría quedado en otras manos. Nos habríamos llevado la sorpresa de ver surgir el
equivalente de una sociedad civil de los territorios en lucha, que habría hecho del aparato
de Estado un órgano ya no de mando sino de servicio.
En pocas palabras, la ocupación antagónica entre lo humano y lo no humano que exige el
Nuevo Régimen Climático del Antropoceno, representa justo el estado de excepción
política, que permite un retorno a la democracia, si la ha habido alguna vez, a través del
modelo del pluralismo agonístico en el marco de lo humano. Dicho de otra manera, la
preocupación ecológica como causa y fin de los objetivos democráticos, representa los
fundamentos pragmáticos de la creación de los canales supraestatales que guíen la pasión
colectiva que permitan la identificación interestatal suficiente, para considerar al resto de
Estados, no como oponentes, sino como adversarios políticos que versan sobre el mismo
problema pero que tratan de solucionarlo de manera conjunta aportando cada una de sus
perspectivas y necesidades buscando así el término medio que al final resulte mejor para
todos. Tal como define el pluralismo agonístico Mouffe, no se trata de llegar a un simple
consenso racional en la esfera pública, sino en admitir que todo consenso existe como
resultado temporal de una hegemonía provisional, como una estabilización del poder que
siempre implica alguna forma de exclusión.

BIBLIOGRAFIA
Mouffe, Chantal. La paradoja democrática. Trad. Tomás Fernández Aúz y Beatriz
Eguibar. Barcelona: Editorial Gedisa, 2012.

Latour, Bruno. Cara a cara con el planeta: Una nueva mirada sobre el cambio
climático alejada de las posiciones apocalípticas (Antropológicas). Trad. Ariel Dilon.
Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores Argentina, 2017. Kindle.
Zuboff, Shoshana. La era del capitalismo de vigilancia: la lucha por un futuro humano
frente a las nuevas fronteras del poder. Trad. Albino Santos. Barcelona, Editorial planeta,
2020.

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