Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
El Antropoceno y El
El Antropoceno y El
ADVENIMIENTO DE LA NECESIDAD DE
LA TRANSICIÓN DE LAS
ESTRUCTURAS DE PODER DEL
PARADIGMA ACTUAL DE LOS
ESTADOS-NACIÓN AL PLURALISMO
AGONÍSTICO:
1
Zuboff, 2019, pag.472.
7. Movimiento que aspirar a imponer un nuevo orden colectivo basado en la certeza
absoluta.
8. Expropiación de derechos humanos cruciales que perfectamente puede considerarse
como un golpe desde arriba: un derrocamiento de la soberanía del pueblo.
Una vez delimitados el paradigma tecnológico actual y su correspondiente estructura
social, es momento de zambullirse en la reinvención política reivindicada por la ecología
que Latour nos mostrará en el siguiente apartado.
Aunque, tal como dice Latour, hacer prosperar la proposición de un nombre de una época
geológica dentro de la burocracia de la Sociedad Internacional de Geología es algo de lo
más tortuoso, es evidente el factor humano dentro de los fenómenos naturales como un
agente más de éstos y que se ven unidos por su relación de agentes que se influencian
unos a otros. Latour pone un ejemplo de Morton3, bastante lúcido y que visualiza muy
2
Extractos del informe redactado en el curso del congreso de la Unión Internacional para la
Investigación sobre el Cuaternario (conocido por sus siglas en inglés como INQUA), en Berba, Suiza, del
21 al 27 de julio de 2011. A su vez, la Fuente de las citas son el mismo libro de Latour, concretamente la
cuarta conferencia: el Antropoceno y la destrucción (de la imagen) del globo.
3
Morton, oliver (2007), Eating the Sun, The Everyday Miracle of How Plants Power the Planet, Londres,
Fourth State.
bien la magnitud de lo que hablamos, y es la estimación en 17 TW la energía instantánea
de la civilización humana. En particular, si todo el planeta viviese a la americana, eso
exigiría un gasto de 90 TW. En comparación, la energía liberada por las placas tectónicas
es estimada (calor y movimiento) en 40 TW, y la energía primaria – de origen biológico
sobre la tierra y en los océanos – en 130 TW. Aun así, todo ello sigue siendo
insignificante, evidentemente, comparado con los 130.000 TW de energía disponible
sobre la Tierra por la mera acción del Sol.
Poco a poco nos vemos forzados a redistribuir enteramente lo que antaño se llamaba
natural y lo que se llamaba social o simbólico. Cada vez se ve más difuminada la brecha
que concebíamos como infranqueable entre la geografía «física» y la antropología
«cultural».
No obstante, como se ha comentado anteriormente, sería absurdo considerar que existe
un colectivo, la sociedad humana, como el nuevo agente geohistórico, ya que literalmente
no hay nadie del que se pueda decir que sea responsable. En efecto, esto es debido a que
no hay ningún medio para unificar al Anthropos en tanto que actor dotado de alguna
consistencia moral o política, al punto de encargarle que sea el personaje capaz de
desempeñar un papel en esta nueva escena global. Ningún personaje antropomorfo puede
participar en el Antropoceno, y allí reside todo el interés de la noción.
Eso es lo que está en juego en el Antropoceno. No es que de repente el pequeño espíritu
humano deba ser teletransportado a una esfera global que, de todas maneras, sería
demasiado vasta para su pequeña escala. Más bien se trata de que debemos deslizarnos,
envolvernos en un gran número de bucles (entendiendo los bucles como los procesos que
se repiten indefinidamente en este ámbito en concreto sobre la geología y los fenómenos
naturales), de suerte tal que, progresiva, gradualmente, el conocimiento del lugar en el
que residimos y de los requisitos de nuestra condición atmosférica pueda ganar una
pertinencia mayor y ser percibido como más urgente. Esta lenta operación que consiste
en ser envuelto en circuitos de captadores en forma de bucles es lo que significa, según
Latour, «ser de esta Tierra». Pero cada uno debe aprenderlo por sí mismo, desde cero. Y
eso no tiene nada que ver con ser un humano-en-la-Naturaleza o un humano-sobre-un-
Globo. Es más bien una fusión lenta y progresiva de virtudes cognitivas, emocionales y
estéticas, gracias a las cuales los bucles se vuelven cada vez más visibles. Después de
cada paso de un bucle, nos volvemos más sensibles y reactivos a las frágiles envolturas
que habitamos.
Por lo cual, llegamos a una de las cuestiones más importantes que plantea en este
momento Latour, y seria la siguiente: ¿Cuántos bucles suplementarios debemos trazar
alrededor de la Tierra antes de que el «conocimiento» sea lo bastante receptivo como para
que este Anthropos informe se convierta en un verdadero agente de la historia y en un
actor político al menos un poco creíble? La problemática está en que saber y no actuar no
es saber. Latour hace la analogía del que fuma y sabe que es perjudicial y nocivo para su
salud, pero hasta que no siente las consecuencias del dolor en sus propias carnes no suele
dejar de fumar. Pasa lo mismo con la iniciativa de acción ecológica con cada uno de los
sujetos que formamos este cuerpo informe llamado humanidad, y es que por muchas
evidencias que tengamos del cambio climático, y muchas consecuencias que afectan
directamente ya a millones de personas sigue habiendo negacionistas del cambio
provocado por la acción humana en el susodicho paradigma climático. Aun así, está claro
que el cambio climático no se detendrá, y que irá a peor, por lo que lo más seguro es que
si mantenemos estás redes de bucles locales alrededor del mundo aún con el trabajo de
otros para tornarnos insensibles produciendo ignorancia al respecto para el propio
beneficio económico, al final, aunque sea por necesidad y un tanto tarde, con cierta
probabilidad, los efectos serán tan claros a medio plazo que tendremos que movilizarnos.
Si queremos llegar tener una ecología política o una politización de la ecología, antes
debemos admitir la división de una especie humana prematuramente unificada. Debemos
hacer lugar para colectivos en conflicto los unos con los otros, y no sólo para culturas
conocidas por una ciencia como la antropología física o cultural. Dirigirse a un colectivo
es, sobre todo, encontrar un modo de nombrar aquello que ese colectivo respeta más,
aquello que reconoce como su autoridad suprema. Si un colectivo cuida de sí mismo, y
en ocasiones de los otros, es porque invoca una divinidad. Es la mutación ecológica la
que obliga a secularizar las diferentes teologías políticas de cada colectivo, incluida la de
la naturaleza. Latour dice que todos los colectivos compartan de ahora en adelante, como
los galos en su momento, la certidumbre de «que sólo temamos que el cielo se nos caiga
sobre la cabeza», da una idea de la solidaridad universal muy diferente al ciudadano de la
cultura liberal que vive sometiendo a la naturaleza como un alter al que tiene que amoldar
a sus gustos de su propia invención técnica sin atender a las consecuencias de la
reactividad de la naturaleza hacia la violencia ejercida hacia ella por nuestra parte.
De manera que, para Latour, se nos ha sido otorgada la suerte de desempeñar un rol de
apocalípticos de un nuevo tipo, a saber, “apocalípticos profilácticos”. distinguiéndose de
los apocalípticos judeocristianos clásicos, no solamente porque tememos el fin (que ellos,
por su parte, esperaban), sino sobre todo porque nuestra pasión apocalíptica no tiene otro
objetivo que el de impedir el apocalipsis. Ese es el estado de excepción abierto por el
Nuevo Régimen Climático. Él nos obliga nuevamente a la política.
BIBLIOGRAFIA
Mouffe, Chantal. La paradoja democrática. Trad. Tomás Fernández Aúz y Beatriz
Eguibar. Barcelona: Editorial Gedisa, 2012.
Latour, Bruno. Cara a cara con el planeta: Una nueva mirada sobre el cambio
climático alejada de las posiciones apocalípticas (Antropológicas). Trad. Ariel Dilon.
Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores Argentina, 2017. Kindle.
Zuboff, Shoshana. La era del capitalismo de vigilancia: la lucha por un futuro humano
frente a las nuevas fronteras del poder. Trad. Albino Santos. Barcelona, Editorial planeta,
2020.