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PROBLEMA DE REALIDAD Y CONOCIMIENTO EN DESCARTES

Descartes fue muy duro con la educación que había recibido, sobre todo al compararla con
las nuevas corrientes científicas circulando en Europa. Criticaba bastantes cosas como que
era una educación sin ningún tipo de fundamento o rigor, que era excesivamente
memorística y solo se preocupaba de inculcar una sabiduría que en el fondo estaba vacía
de contenido. Por último, crítica que estaba demasiado basada en el argumento de
autoridad, donde un argumento se considera válido solamente porque lo ha defendido una
persona con autoridad (el autor que daba validez a las enseñanzas que se impartían era
Aristóteles).
Descartes se plantea cuál es el inconveniente y se propone acabar con todos estos
problemas. Primero indaga si el origen está en la razón, pero acaba defendiendo que no
puede ser, porque los hombres pueden distinguir lo verdadero de lo falso de una manera
innata. Llega a la conclusión de que el problema está en el modo de guiar la razón, ya que
no se ha sabido conducir de manera adecuada. Entonces se va a proponer elaborar un
método que permita guiar bien la razón.
Este método tiene que ser común para todas las disciplinas, ya que todas están
relacionadas entre ellas. Además, debe poder ser usado por todas las personas, y es bueno
que se inspire en las matemáticas debido al orden que poseen (ya que es una disciplina
muy sistematizada). El método debe basarse en las dos operaciones básicas de la razón:
Intuición; aquella operación del entendimiento, mediante la cual captamos una idea de
manera tan clara (se ven de manera evidente todas sus propiedades y características), y
tan distinta ( se puede diferenciar de las otras ideas), que es imposible dudar de ella.
Deducción; extraer todas las consecuencias que se derivan de lo que anteriormente hemos
intuido.
El método cartesiano consta de cuatro reglas; las dos primeras basadas en la intuición y las
dos últimas basadas en la deducción:
1) Regla de la evidencia: solo hay que admitir lo que se presente de un modo tan claro y tan
distinto que no haya ninguna posibilidad de ponerlo en duda. Para ello hay que evitar dos
vicios; la precipitación y la prevención.
2) Regla de análisis: al dividir el problema en todas las partes de las que consta, es mucho
más fácil abordarlo. Descartes propone esta regla para facilitar la intuición y ver con
evidencia cada una de estas partes simples.
3) Regla de las síntesis: regla basada en la deducción. Por tanto, nos dice que a partir de
los elementos que hemos intuido hay que ir extrayendo las conclusiones que se derivan de
ellos.
4) Regla de la enumeración: hay que ir repasando continuamente y con cuidado las
cadenas deductivas para estar seguros de que no nos dejamos nada en el camino, sobre
todo si estas son muy largas.
Una vez elaborado el método, se trata de ponerlo en práctica, sobre todo aplicando con
todas sus consecuencias la primera regla, que nos lleva a rechazar como falso o dudoso
todo aquello que no se presente de manera clara y distinta, es decir, con evidencia.
Esta duda es metódica, porque la exige el método, y no es escéptica ya que Descartes tiene
la esperanza de encontrar algo al final del camino de lo cual no pueda dudar. Además, se
presenta en tres niveles y a medida que se sube el nivel, la duda se va radicalizando:
1- Primer nivel: lo primero de lo que duda Descartes es de la información que nos
proporcionan los sentidos (al igual que platón y San Agustín), ya que estos nos engañan y
nos conducen al error.
2- Segundo nivel: la duda se radicaliza porque Descartes duda de la existencia de los
seres supuestamente reales. Parte de la imposibilidad de distinguir entre el sueño y la vigilia
para poner en duda la existencia de los seres que consideramos reales, no hay manera de
asegurar que no estás soñando. En esta duda incluye su propio cuerpo.
3- Tercer nivel: la duda aquí es hiperbólica. En principio, hay algo de lo que no parece
razonable dudar, y es de las conclusiones a las que llega la razón (sobre todo las de las
matemáticas, que son las más evidentes de todas). Pero en este nivel también duda las
conclusiones a las que llega la razón, ya que parte de la famosa hipótesis del genio
maligno, que igual se ha propuesto engañarle y le hace dar por verdaderas conclusiones de
la razón que resultan ser falsas en el fondo. Esta metáfora le vale a Descartes para dudar
de la naturaleza de la razón misma.
Descartes opina que hay algo de lo que no puede dudar, y es de que está dudando y
pensando (porque la duda es pensamiento) y de que existe como sujeto pensante. El
pensamiento no puede existir en abstracto, tiene que haber alguien que piense. Por lo tanto,
llega a la primera verdad indudable “cogito, ergo sum”; su existencia como sujeto pensante
(res cogitans). Todo lo demás está puesto en duda.
Descartes, al encontrar esta primera verdad se queda solo con sus pensamientos. No hay
nada más (a esto se le denomina solipsismo cartesiano). Va a intentar salir de este
solipsismo centrándose en sus ideas, y analizándolas se da cuenta de que todas son
iguales si las consideramos simplemente como realidades subjetivas, pero se diferencian en
cuanto su origen o contenido. Basándose en esto distingue tres tipos de ideas:
1- Ideas adventicias → parecen provenir de la realidad exterior, pero no está seguro de la
existencia de la realidad, por lo que no puede seguir este camino.
2- Ideas facticias → resultan de la combinación fantástica de ideas adventicias, pero al
estar compuesto por estas ideas, también proviene de la realidad exterior y tampoco puede
seguir este camino.
3- Ideas innatas → están en la mente al margen de la experiencia, y no dependen de ella
sino que están en nosotros. A partir de la idea innata de Dios (sustancia infinita), va a
demostrar su existencia y por fin va a haber alguien fuera de su mente. Lo hace a través de
tres argumentos:
1) Argumento ontológico de San Anselmo: todos tenemos en la mente la misma idea de
Dios como un ser totalmente perfecto, y existir en la realidad implica mayor perfección que
existir solo en la mente, por lo que Dios tiene que existir fuera de la mente.
2) Prueba por la idea de infinito: todos tenemos la idea de Dios como una sustancia infinita,
y Descartes piensa que, como ser finito, limitado y perfecto (todo lo contrario a Dios) no
puede haber creado la idea de un ser infinito. Añade que la causa debe ser de la misma
naturaleza o superior al efecto, pero esta idea, a pesar de todo, está en él, por lo que
alguien la tiene que haber puesto en su mente, y este alguien es Dios.
3) La causalidad aplicada al yo: Descartes defiende que él no puede haberse creado a sí
mismo, porque de ser así si hubiera dado todas las perfecciones y no tendría ni carencias ni
limitaciones. También defiende que sus padres tampoco son responsables de su existencia,
en todo caso de su cuerpo (sustancia extensa), pero no de su alma (sustancia pensante).
Por tanto, quien le ha creado y decide si se mantiene o no en la existencia es Dios.

Una vez que ha demostrado la existencia de Dios, ya no está solo con sus pensamientos
porque existe un ser fuera de él, que además es el ser superior.
Su existencia es fundamental en la filosofía de Descartes y tiene un papel decisivo porque
opina que Dios en su infinita verdad no le puede engañar, ya que es absolutamente bueno.
Entonces, Descartes ya puede confiar en el criterio de certeza que elabora al encontrar la
primera verdad y por tanto, ya ha acabado con la duda en los tres niveles que había
planteado; como ya puede confiar en este criterio, si ve con evidencia, claridad y distinción
las conclusiones a las que llega la razón, y la existencia de los seres reales, es que tienen
que ser reales porque Dios no le puede engañar. En cambio, en el primer nivel, solo
desaparece la duda en cuanto a las cualidades primarias de los seres, aquellas que se
pueden reducir al lenguaje matemático y son objetivas, mientras que en las cualidades
secundarias (subjetivas), sí que permanece la duda.
En conclusión, Dios tiene un papel crucial en la concepción del conocimiento de Descartes,
y le permite salir del solipsismo y acabar con la duda.
EL PROBLEMA DEL SER HUMANO EN DESCARTES

Descartes defiende un dualismo radical; el cuerpo y el alma son sustancias heterogéneas,


es decir, que no tienen nada que ver la una con la otra. El alma es la sustancia pensante
(yo), mientras que el cuerpo es una máquina autosuficiente.

El dualismo que defiende Descartes es mucho más radical que el que defendía Platón.
mientras que el cuerpo es una máquina autosuficiente.
Para defender y justificar esta radical separación entre alma y cuerpo, Descartes se vale del
criterio de certeza, a través del cual ve con claridad y distinción que cuerpo y alma son
distintas, ya que el cuerpo es una cosa extensa y el alma es inextensa. Entonces, si lo ve
con evidencia, es que no tienen nada que ver.
Para Descartes, el “yo” es la sustancia pensante.

Aunque Descartes insiste mucho en que alma y cuerpo son sustancias heterogéneas,
acaba reconociendo que alguna relación tienen que tener, ya que experimenta emociones,
sentimientos y pasiones, que aunque tengan que ver con la sustancia pensante, parecen
provenir del cuerpo (fuerzas que actúan sobre el cuerpo).

Entonces, según Descartes, el punto de conexión entre alma y cuerpo está en el cerebro,
en la glándula pineal, pero no concreta nada más, es decir, que no aclara cómo se
comunican el cuerpo y el alma.

Para los siguientes filósofos y pensadores, Descartes deja abierto un problema llamado
“Problema de comunicación de las sustancias”.

La idea de que el alma no existe es defendida por Antonio Dámaso en su libro “El error de
Descartes”, en el que critica a Descartes por decir que alma y cuerpo no tienen nada que
ver, además de cuestionarse la existencia del alma.

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