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LO URGENTE DE LA TEOLOGÍA HOY

Ponencia que el P. Hugo Martínez,


profesor de este seminario, presentó
en un congreso de profesores
de teología en Medellín.

“Todos son capaces de dar respuestas; pero plantear verdaderas preguntas


es cosa propia de genios” (Oscar Wilde).

El título del tema

El título propuesto para esta ponencia está mejor aclarado en la presentación


que se hizo para este coloquio. Allí se habla de las actuales preocupaciones
de la teología hoy, y lo relaciona, naturalmente con los nuevos enfoques
pedagógicos que iluminan el quehacer teológico. Se está haciendo un
esfuerzo muy grande por un cambio en la manera de hacer y de transmitir la
teología. Tal vez hoy ningún docente de teología está pensando en hacer su
tratado para unos diez años mientras permanezca en la universidad o el
seminario. Tampoco el estudiante de teología estará pensando que hacer
teología o el estudio de la teología consiste en leer unos tratados,
memorizarlos y así poder pasar la materia, hasta de pronto con una buena
nota.

Vuelvo con el título, tal vez no nos deberíamos preguntar por lo urgente, sino
por la importancia de la teología, porque si algo no es importante, entonces
tampoco es urgente. En otras palabras, ¿Todavía hoy la teología dice algo al
ser humano, o se trata de una ciencia del pasado, que tal vez ha cedido su
puesto a otras disciplinas? O ¿La teología por sí misma se sostiene todavía?
De esto no hay dudas, la teología continúa siendo una disciplina que se
convierte en lo fundamental a la hora de dar respuesta a la pregunta por la
vida y su sentido, por la existencia de Dios y su relación con el hombre, por el
estudio del hombre mismo y en su relación con el Creador. Es decir, la
teología continúa siendo el hilo conductor de una serie de disciplinas, que a la
hora de la verdad busca dar la respuesta última a los interrogantes del
hombre por el Absoluto y por la existencia de sí mismo y del mundo que le
rodea.
En el título se habla de la teología con artículo definido, dos cosas se deben
tener en cuenta: la primera es la definición de teología, San Anselmo la
entendía como algo que tenía que ver con la fe, y que la razón buscaba
inquietamente, Fides quaerens intellectum. Pero cuando se plantea la
pregunta ya estamos haciendo teología. Una niña de 7 años se preguntaba
¿Quién hizo a Dios? Esta niña ya estaba haciendo teología. Simplemente
hacer teología es reflexionar sobre los grandes misterios de Dios con el fin
de comprenderlos y explicarlos al mundo de hoy. Hacer teología hoy es hacer
esa reflexión de tal manera que responda a necesidades del mundo hoy. La
segunda cosa, es que toda teología es universal y es particular: es universal
en cuanto que ella busca la comprensión de la fe, que es acogida de Dios y
por ser Dios infinito, entonces es universal. Pero también es particular porque
se hace en un lugar, con cierta subjetividad. De tal manera que hablamos de
teología jesuítica, colombiana, latinoamericana, etc.

Objetivo e itinerario de la ponencia

Constatación: El siglo XX fue un ciclo de la racionalidad del problema del


conocimiento, de la lógica, de la técnica. Hoy se manifiestan nuevas
tendencias en la cultura (entiendo por cultura la forma de ser y de pensar del
pueblo), que van menos a lo racional y más a lo existencial. Menos a las
ideologías e utopías, más a la vivencia de la persona. En efecto, el Concilio
Vaticano II hace una inversión en la concepción de la teología: antes la
teología se pensaba desde afirmaciones generales para llegar a particulares:
Jesús es hombre, el hombre piensa, luego Jesús piensa. Ahora se parte de
las preguntas reales, desde la experiencia existencial, por qué murió un ser
tan querido, etc. Se pide que iluminemos ese hecho desde la teología. En
teología de la liberación cuando se habla de la opción por los pobres, quiere
decir que la teología está partiendo de un hecho existencial del pueblo que
sufre.

Me propongo entonces, mirar un poco, los paradigmas que han existido en la


historia de la teología, porque muy seguramente desde la pedagogía nos
hemos inscrito en uno de ellos, o tal vez los hemos transmitido, o los estamos
enseñando, consciente o inconscientemente. Luego veremos las tendencias
actuales de la teología, es decir, por dónde se está enrumbando hoy la
reflexión, a qué paradigmas está tendiendo y cuáles son los temas que le
interesa. Finalmente quisiera llamar la atención sobre cómo Jesús de Nazaret
abandonó los paradigmas judíos, utilizados en la época para enseñar
teología, y crea su propia pedagogía. Muy seguramente esta pedagogía de
Jesús ilumina mejor nuestro quehacer pedagógico hoy en torno a la
enseñanza de la teología y además nos iluminará para pensar qué es lo
urgente hoy en teología.

DIFERENTES PARADIGMAS EN LA HISTORIA DE LA TEOLOGÍA [1]


En primer lugar ¿Qué entendemos por paradigma? Los teólogos, en
determinado momento, comparten una constelación de reglas, esquemas y
estilos de hacer la teología. Con ese conjunto de elementos teóricos, dan
cuenta de las necesidades y demandas teológicas, o de determinado
momento histórico, lugar, intereses, preguntas a la fe. A eso llamamos
paradigma teológico. Expresa por tanto, una constelación general, un patrón
básico, un esquema fundamental, un modelo global, según el cual la teología
se percibe a sí misma, a las personas, a la sociedad, al mundo y sobre todo,
en su relación con Dios. Un paradigma revela un conjunto de convicciones,
concepciones, valores, procedimientos y técnicas que son tenidos en cuenta
por los miembros de determinada comunidad teológica. Ahora bien, ¿Cuándo
un paradigma deja de ser tal? Se da un cambio de paradigma cuando hay
una irrupción de muchas señales innovadoras, un sin número de factores y
elementos de los que el paradigma en curso ya no da cuenta. En otras
palabras, cuando se dan ciertas arritmias en el paradigma vigente.

Los siguientes paradigmas tienen una mayor o menor amplitud teológica,


geográfica o histórica. Naturalmente que podrían ser estos u otros, también
aquí entra un poco la subjetividad. De igual manera, los nombres que se dan
a cada uno de ellos entran dentro del campo de comprensión del autor.

1. Paradigma de lo Sagrado: Aquí la teología se entiende como


ciencia de las cosas, de las realidades y de las experiencias sagradas en
oposición al mundo profano de lo humano y lo cotidiano. Todo aquello que no
es tocado por la esfera divina escapa de lo sagrado, y por tanto, también del
interés teológico. Viene muy bien aquí el misterium facinans-tremendum de
Rudolf Otto, porque tiene que ver con aquello que sobrepasa la experiencia
humana común, que pertenece a otro tipo de realidad, que viene cargado de
fuerza y de poder.

Este paradigma teológico quiere responder a las preguntas que ese


extraordinario, maravilloso o atemorizante plantea a los seres humanos.
Cualquier realidad por muy banal que sea se puede convertir en sagrada
desde el momento en que se le vincula con una hierofanía. Por ejemplo,
cualquier camisa es profana, pero la de un mártir se convierte en reliquia.
Bajo este paradigma se elaboran las más exóticas teologías de la
angelología, de visiones y apariciones de la Virgen. Este paradigma oscila
entre el problema de traducir la distancia entre el misterio divino y los seres
humanos, y buscar puentes que los unan por medio de ritos. La religiosidad
popular se expresa en él. Por exigir poca reflexión, este paradigma entra en
crisis cuando se plantean dos cuestiones fundamentales: la naturaleza misma
de los seres y el sentido de la experiencia religiosa.

2. Paradigma gnóstico-sapiencial: Funcionó en el mundo de la


Biblia, de la patrística y de la antigua escolástica. Se centra en un tipo de
conocimiento que valora la totalidad de la persona que conoce. Como gnosis,
es un conocimiento teórico, su saber se eleva a un nivel superior no por el
primado de la inteligencia, sino por su calidad religiosa y totalizante. Incluye
percibir, juzgar, orientarse rectamente en todas las cosas en busca de la
perfección, la felicidad y la salvación. Se busca un conocimiento armonioso
en el que se interrelacionen de manera más sintética las dimensiones
religiosa, ética, histórica, ontológica, antropológica, cosmológica, etc. Este
paradigma encuentra su expresión en el libro bíblico de la Sabiduría, en obras
de teología bíblica, monástica, espiritual. Sin embargo, no da cuenta de la
cientificidad de la exégesis y la teología, ni del movimiento aristotélico-
tomista, de cuño más racional.

3. Paradigma del ser-esencia: Supera en cierto modo el


paradigma sagrado en cuanto entran en juego las dualidades aristotélicas:
acto-potencia, esencia-ser, materia-forma, sustancia-accidente, persona-
naturaleza, corrupción-generación, etc. Se revela decisiva la nueva
concepción de ciencia, entendida como el estudio de las cosas por sus
causas. Y la metafísica sobresale entre las ciencias porque estudia las cosas
en sus últimas causas. En este paradigma, la teología adquiere la obsesión
de las definiciones esenciales para expresar la sustancia misma de las cosas,
de las verdades, la fe, el dogma. Al asumir categorías filosóficas este
esquema amplía su alcance. Responde a las interrogaciones de mentes más
ilustradas por la filosofía, sobre todo escolástica. Este paradigma no da
cuenta de la subjetividad, de la experiencia existencial, de la razón científica
moderna, de la historicidad, lo que provoca el surgimiento de otro nuevo
paradigma.

4. Paradigma de la subjetividad, inter-subjetividad,


existencia. Jean-Paul Sartre formula bien el cambio de paradigma de la
esencia a la existencia en su discurso sobre el humanismo. Al definir las dos
clases de existencialismos cristiano y ateo, los hace coincidir en el dato
fundamental de que “la existencia precede a la esencia”: En la visión de los
filósofos del siglo XVII, la esencia del hombre ya existe en Dios y precede a
su existencia. En la visión del existencialismo ateo, como no existe Dios, la
esencia del hombre no precede a la existencia. Él es, existe y su esencia se
va construyendo. Se va revelando a medida que va existiendo, haciéndose.

Se trata de un importante viraje antropocéntrico. En el comienzo está el ser


humano con su autoconciencia, libertad y experiencia. A partir de la propia
experiencia consciente y libre, procura interpretar las otras realidades: a sí
mismo sus relaciones con los demás, con el mundo y con la propia
Trascendencia. Este paradigma modifica la pregunta fundamental de la
teología, ya no se investiga la esencia de la revelación, sino su significado y
sentido para el hombre de hoy. La categoría de la existencia expresa dos
experiencias diferentes: experiencia situada, condicionada (Dasein), marcada
por los contornos del mundo y la existencia-posibilidad, realidad a crear,
existencia-decisión (Existenz). Esa doble calificación de ese paradigma
marca la teología. Procura interpretarla para el hombre en sus diversas
situaciones. Se elabora una teología que responda a sus posibilidades de
futuro, de esperanza. Este paradigma introduce el cambio hermenéutico del
marco tradicional del logos antiguo al horizonte del logos moderno, vinculado
con la subjetividad. Aquí se ve, por otra parte, al hombre como un ser en
relación-con, estar-abierto-a, ser-para-el-otro, ser-con, existir-con. Este
paradigma es cuestionado por la conciencia histórico-social y por las
exigencias de la praxis.

5. Paradigma de la historia: En el marco de la modernidad,


surgen otros dos paradigmas que influyen en el modo de hacer teología:
historia y praxis. Categorías de enorme repercusión en teología, al inspirar,
en los últimos tiempos, los dos conjuntos de manuales de teología más
amplios: Mysterium salutis y Mysterium Liberationis (teología y liberación). La
historia deja de ser un simple recuerdo memorístico del pasado para
convertirse en una forma de pensar lo real. En este paradigma se mira al
pasado en busca de mejor comprensión del presente y en vista del futuro. El
ser humano emerge como el gran sujeto de la historia, que al mismo tiempo
la crea y es creado por ella.

La novedad del paradigma de la historia en relación con la visión histórica,


tan familiar ya en el pensamiento bíblico, consiste en el papel desempeñado
por el hombre. La historia en la Biblia se centra en Dios, como actor principal.
La historia en la modernidad gira en torno a la acción del ser humano, como
su creador. El Concilio Vaticano II canoniza en cierta manera la historia. Los
padres conciliares preocupados por la enseñanza de la teología, determinan
que las disciplinas filosóficas y teológicas “conspiren juntas a descubrir más y
más en las mentes de los estudiantes al misterio de Cristo, que afecta a toda
la historia del género humano” (Optatam totius, 14). Aparece ya la relación
entre el misterio de Cristo y la historia. De manera más clara al hablar de las
disciplinas teológicas, los obispos expresan el deseo de que
“sean igualmente renovadas por un contacto más vivo con el Misterio de
Cristo y la Historia de la Salvación” (Optatam totius, 16). Los estudios y
tratados se elaboran con base en la Sagrada Escritura, se enriquecen con la
patrística y por los grandes teólogos medievales, para finalmente profundizar
en ellos mediante la reflexión sistemática actual. El concepto de revelación
recorre un largo camino teórico cargando hasta el día de hoy con el peso de
su historia (cf. Latourelle, su libro sobre la Revelación). Este paradigma no
consigue valorar suficientemente la praxis, sobre todo en el sentido de
transformación de una realidad socialmente injusta.

6. Paradigma de la Praxis: Este paradigma brilla especialmente


en la teología del Tercer Mundo, que escoge la praxis como punto de partida
y de llegada de su reflexión. Las prácticas concretas de cristianos o no, que
se ven envueltas en el proceso de liberación de los pobres levantan una serie
de problemas a la fe, a determinadas interpretaciones de la revelación. Por
tanto, se valora la praxis como punto de interrogación y de partida para
interrogar toda la teología. La intencionalidad también se dirige a la praxis
cristiana. En efecto, la reflexión apunta a iluminar a la luz de la fe la praxis del
cristiano. Se juzga el valor de la teología en la medida que ésta ilumina las
prácticas y a la vez se le exige al teólogo un mínimo de articulación con la
praxis. La revelación interpreta la praxis y a la vez la praxis permite una
nueva lectura de la revelación. De esa arremetida teórica surge una nueva
veta teológica. Pero el paradigma de la praxis desarrolla el lado conflictivo,
crítico, transformador de la modernidad, y menos el lado comunicativo,
reconciliador y armónico.

7. Paradigma del lenguaje: La acción comunicativa en la


perspectiva del lenguaje abre, en una sociedad post-religiosa, post-
metafísica, un camino consensual respecto a la verdad. La teología se
pregunta por su contribución específica en ese diálogo de búsqueda de
consenso en torno a la verdad. Evidentemente, el discurso teológico no
puede ser pautado por la acción comunicadora de los seres humanos y
establecerse a partir del consenso a que puedan llegar. Anularía la raíz última
de toda teología, la Palabra de Dios, libremente comunicada a la humanidad
(D.V. 2). La teología de Rahner entiende la revelación como acción
comunicativa de Dios. Allí nos podemos preguntar si un Dios que se revela a
toda la humanidad no inscribió ya en la ontología misma del hombre la
posibilidad incluso de establecer consenso sobre la propia revelación. Se
instaura una nueva forma de apologética y de teología fundamental. Este
paradigma avanza más que la praxis, pues la base de la libertad es la
comunicación. Toda opresión, censura, represión y castración bloquea la
comunicación; disfraza el lenguaje en cripto-discursos, en lenguaje de
compromiso, en concesiones cómplices. Este paradigma opera en la teología
más a modo de provocación y proyecto que de realidad. Implica, como todo
paradigma, una serie de presupuestos teóricos que deben ser explicitados y
discutidos en una empresa teórica-teológica no fácil.

8. Paradigma de la narración: La crisis de la gran narrativa en la


post-modernidad permite la recuperación de la pequeña narración y valorar
así el paradigma de la narración en la teología. No significa transformar la
teología en narraciones, ni hacer de ella una sábana de retazos narrativos,
sino ponerse a la escucha de la narración original del acontecimiento
Jesucristo, y volverlo a contar al hombre de hoy. Hay dos momentos:
captación de una narración primigenia de la fe y su narración actualizada. En
este sentido se exige del teólogo más y menos. Menos en el sentido
académico, más en el sentido existencial, es decir, hacer la narración
presente encarnándola en sí. La teología narrativa pretende superar el
aspecto puramente informativo, anecdótico, emotivo, saciador de curiosidad,
para llevar a una toma de posición, ya que se narran acontecimientos
relacionados con la salvación del ser humano.

Este paradigma sucede de diversa manera en Europa y en nuestro


continente. En Europa, tuvieron influencia los estudios valorativos de los
mitos, la influencia de la filosofía del lenguaje, el realce dado por los exegetas
a los credos narrativos del Antiguo y del Nuevo Testamento, la proximidad al
Jesús de la historia como narrador de parábolas, el descubrimiento de la
experiencia narrativo-kerigmática de la comunidad primitiva, etc. En nuestro
contexto latinoamericano, la teología narrativa se vincula a la religiosidad
popular, sobre todo, a las experiencias de los círculos bíblicos, donde se
practica la doble narrativa: la de la vida y la de la Biblia. Ejemplo: C.
Boff, Teología con los pies en la tierra; L. Boff, Teología a la escucha del
pueblo; C. Mesters, Círculos Bíblicos, etc.

9. Paradigma de la holística: En el ámbito de la post-


modernidad surge un tipo de teología de pequeños temas, sin preocuparse
por un paradigma unificador. Unos elaboran la teología de la fiesta, del
trabajo, de la mesa, de la historia, de la tierra, etc. Por otra parte, al pensar
moderno occidental, cartesiano, analítico, mecánico y materialista se opone
una manera oriental, misteriosa, intuitiva, sintética y espiritual de sentir.
Frente al distinguir, separar y disecar, se prefiere el unir, reunificar, echar
puentes por el camino de la sinergia, comunicación, redes de interconexión
para que todas las realidades se interrelacionen.

El paradigma holístico sueña con una única religión universal entorno a un


concepto muy amplio de Dios y de la vida. Es preferible hablar de la divinidad
que hablar de Dios. Una divinidad que nos penetra y se confunde con el
mismo universo. “Somos todos parte de lo divino. Dios es cada uno de
nosotros. No hay separación entre Dios y nosotros” (Shirley MacLaine).

El P. Libanio termina diciendo que es difícil por el momento prever si se va a


imponer la post-modernidad en el interior de la teología hasta el punto de
reducirlas a pequeñas narrativas teológicas, renunciando así definitivamente
a cualquier sistematización, o si se entrará en un proceso de armonización de
todo el pensar religioso o si se convivirá con una pluralidad de paradigmas.

PANORAMA ACTUAL Y RUMBOS DE LA TEOLOGÍA

Juan José Tamayo-Acosta, en su libro Nuevo Paradigma Teológico, propone


una serie de tendencias actuales de la reflexión teológica. Por razones de
extensión de este trabajo, me limito a enumerarlas y tal vez a dar alguna
indicación para cada una de ellas [2] . Los tomo como paradigma para mirar
por dónde iría hoy la teología, las observaciones a cada paradigma en la
mayoría de los casos son las mías.

1. Hacia una teología, heurística e interrogativa [3] . Ante un


planteamiento puramente conceptual se propone una teología metafórica en
el marco de un nuevo paradigma teológico para una era ecológica y nuclear.
La teología metafórica es heurística e imaginativa, es decir, explora metáforas
alternativas, juega con imágenes nuevas, trenza nuevas ideas y crea nuevas
perspectivas. A este tipo de teología le da las siguientes características:
experimental, iconográfica y pluralista [4] .

2. Una teología de la misericordia. Ante una teología inmisericorde, que


se ocupa de un saber científico y poco se preocupa del sufrimiento; se
necesita una teología con un principio de misericordia: intellectus amoris et
misericordia que se hace cargo del sufrimiento de las víctimas desde la
compasión, toma partido por los derechos de los seres humanos y de los
pueblos empobrecidos y denuncia proféticamente a quienes causan dicho
sufrimiento (Teología de la liberación).

3. Teología con un horizonte intercultural: Se trata de pasar de la


inculturación a la interculturalidad y a la contextualidad. En Latinoamérica se
despliegan varias direcciones: ecologista, feminista, campesina, indígena,
afroamericana y económica. La Biblia se presenta como una obra intercultural
que describe la historia de un pueblo, Israel, que va forjando su identidad
política, cultural y religiosa en permanente confrontación, con las culturas y
religiones limítrofes (en el libro de la Sabiduría se conjuga la cultura griega y
hebrea).

4. Horizonte interreligioso: Uno de los signos de nuestro tiempo es el


gran número de religiones y su amplio pluralismo. Los datos estadísticos
muestran la pluralidad de manifestaciones de Dios, de dioses, de lo divino o
de lo sagrado en la historia, las múltiples experiencias del Misterio, las
plurales ofertas de salvación y los numerosos mediadores religiosos. Se trata
de un signo de riqueza, porque cualquier intento de uniformidad provocaría
un empobrecimiento en el universo religioso. Sin diálogo, las religiones se
anquilosan (Creo que Juan Pablo II fue visionario en este sentido). Hoy se
tiende hacia una espiritualidad interreligiosa.

Aquí quiero llamar la atención sobre la participación de estudiantes de


teología en nuestras facultades. Pienso en la Iglesia Metodista, porque
justamente en un conversatorio con Mattias Preisverk, pastor Metodista, en la
Universidad Javeriana, nos hablaba de la facultad de teología en la
Universidad de Costa Rica y sus convenios con un centro de estudios
teológicos de la Paz, Bolivia. En estas facultades estudian personas
indígenas, protestantes, católicos, etc. (Tengo también la experiencia en la
Uniminuto, donde se preparan varios pastores protestantes, lo que llamamos
sectas). Van allí a estudiar, en la facultad metodista, porque la teología de
sus iglesias no corresponde a las necesidades culturales, y van allí para tener
apertura. Hay un bilingüismo religioso en la comunicación con Dios, en el
caso de la Iglesia católica no tiene problemas porque ella bautiza elementos
de tradición ancestral, pero otras religiones son radicales. Detrás de una
fiesta religiosa existen muchos elementos que no pertenecen a la fe católica.
Sin embargo, el libro de Juan José Tamayo me da la impresión que va por la
línea de un repensar también la tradición y la religión católica, que tendría
que tener un puesto equitativo entre todos los demás credos, siguiendo un
poco a Hans Küng.

Lo que sí es cierto es que nuevos paradigmas nacen del diálogo


interreligioso, dado que éste se constituye en uno de los desafíos más
importantes para la reflexión teológica y la vida eclesial. Cómo conciliar la
voluntad salvífica universal (1Tim 2,5 y Hch 4,12) [5] con la única mediación
salvífica de Jesucristo (1Tim 2,5 y Hch 4,12). Se debe entender la diversidad
religiosa no como resultado del pecado, sino sobre todo como un “don de
Dios a los pueblos” (Michaël Amaladoss, rinnovare tutte le cose, dialogo,
pluralismo di evangelizzazione in Asia, Arkeios 1993 p. 126). El mismo
Vaticano II dice que muchas son las riquezas que el Dios generoso prodigó a
los pueblos (AG 11), y esas riquezas deben ser acogidas en el diálogo.

Lo intercultural y lo ecuménico andan de la mano. Se tiene que tener muy en


cuenta el trasfondo intercultural para el trasfondo de la pedagogía en
teología. No se trata de volver a la filosofía como debate, sino que cada uno
negociemos nuestras identidades sin renunciar a ellas (indígena, mestiza,
republicana, etc). La teología latinoamericana nace y se desarrolla en
coincidencia con la educación popular, entonces el teólogo profesional
aprende en el contacto con el pueblo creyente (por esto se hace una lectura
popular de la Biblia).

Qué teología hacer en este mercado de religiones, como le pregunta el


escriba a Jesús, ¿Cuál es el mandamiento principal y más grande? ¿Qué es
lo importante y lo urgente ante esta situación? Notemos que la teología está
saliendo del mundo eclesiástico para pasarse al mundo civil, cualquier
persona puede fundar hoy una facultad de teología.

Mirando el panorama mundial, tres muros han caído: Berlín (sistema


comunista); Torres Gemelas, (mirada pan-óptica, electrónica, filmaciones al
ingresar a la metropolitana. Todos controlados); Naciones (globalización).
¿Qué puede decir la teología ante todo esto? Después del Vaticano II, hubo
una carrera, los clérigos dejan sus hábitos, pero después de la carrera, viene
el cansancio. Es decir, se frena todo y vuelve a la normalidad, es decir, a la
disciplina de la Iglesia. Se podría pensar en una REACCIÓN: es decir,
oposición a todo lo contracultural y lo que no está de acuerdo con el
evangelio. En este caso habría que hacer una denuncia, pero por otra parte,
proclamar una esperanza.

Además, a mi modo de ver estamos asistiendo a un choque de civilizaciones,


culturales, religiosas, étnicas, etc. El golpe final lo puede dar el
fundamentalismo (pensemos en el islamismo), la teología no puede seguir
ningún tipo de fundamentalismo (Lefrebrianos ¿Convertidos?).

5. Horizonte hermenéutico, más allá del fundamentalismo: Una de las


características de esta tendencia es la renuncia a la hermenéutica como
mediación entre los textos fundantes (inspirados) de las religiones y el
contexto cultural en que se leen. La hermenéutica se constituye en clave de
bóveda de toda teología.

6. Horizonte feminista: género y teología, más allá del Patriarcado:


Mary Hunt, teóloga feminista, propone “Las lágrimas de las mujeres como un
lugar epistemológico, si se puede decir así, apropiado para hacer teología.
Los estudios feministas proponen hoy la incorporación de las experiencias de
las mujeres, diferenciadas según su clase, raza y cultura; de sus preguntas y
problemas, de sus deseos e intereses, en aquello que se define como
problemática de investigación y estudio.

7. Horizonte ecológico: del antropocentrismo al grito de la tierra en


busca de su liberación: Cambiar la manera de pensar o de concebir la
naturaleza, no como algo para mí, sino para todos. Ver la sacralidad radical
que existe en la naturaleza, que es más grande que nuestro modo de
entender.

8. Horizonte ético y práxico: La ética teología primera; la praxis, acto


primero: La ética no es un simple apéndice o una aplicación práctica de la
teología sistemática, ni se limita al estudio puntual de casos, ni se queda en
las cuestiones relativas a la sexualidad. Se trata de un horizonte global del
quehacer teológico. El propio pensar la fe es ya un estar en el plan de hacer.

9. Horizonte utópico: principio-esperanza y rehabilitación teológica


de la utopía. El motor de la utopía es el principio-esperanza. Entendida la
esperanza como una determinación fundamental de la realidad objetiva y una
dimensión constructiva del ser humano. Sin embargo, en la filosofía neo-
histórica encontramos a André Comte, quien sostiene que la esperanza es la
causa de la infelicidad, porque desplaza el gozo para mañana y el mañana no
existe. Se trata de vivir el momento pero con cierta mesura. Qué es la
esperanza para la teología: pensar que yo soy más que momento, soy
memoria y deseo, soy más grande que el presente. Soy espíritu más allá de
la muerte. Eternidad no es lo que está más allá del tiempo, sino aquello que
invade e involucra el presente. Todo acto de amor hace eternidad, anuncia el
mundo definitivo. Una orquesta sinfónica ensaya para la fiesta, nuestra vida
es una preparación para el día de mañana (ver la Biblia como un libro de
utopías. Por otra parte pensar en términos de spes quaerens intellectum).

10. Horizonte anamnético: el recuerdo subversivo de las víctimas:

11. Horizonte simbólico: de los “símbolos rotos” a una teología


simbólica: pasar de un lenguaje dogmático al simbólico.

OTROS HORIZONTES QUE PUEDEN ENRUMBAR LA TEOLOGÍA HOY

Ante los grandes desafíos que encontramos en la actualidad, hay tres


propuestas de Benedito Ferraro, que se convierten también en tareas para la
teología hoy [6] :

--Traducir la revelación para que se convierta en elemento de comprensión y


solución de los problemas planteados por la historia humana. Esta tarea es
importante porque muestra a la teología como ciencia de la fe y muestra a la
fe articulada con la vida, no solo en la línea de darle sentido, sino también en
la perspectiva de su sustentación y manutención, pues la vida es la primera y
más fundamental mediación para el encuentro con Dios (GS 11). Todo lo que
es humano (economía, política, cultura, ecología) tiene que ver con la
teología y merece de ella una respuesta convincente, pues no hay nada
verdaderamente humano que no resuene en el corazón de los discípulos de
Cristo (GS 1).

--Para hacer comprensible esa traducción de la revelación, la teología debe


emplear todos los medios y posibilidades humanas que están a su alcance.
La teología no puede entonces, rehusar la utilización de los instrumentos que
las ciencias humanas y sociales desarrollan como fruto de la inteligencia
humana creada por Dios.

--Para poder responder a las cuestiones que emergen del contexto socio-
histórico, la teología debe estar siempre abierta para captar la NOVEDAD de
la historia y poder así meditar sobre ella y hacerla comprensible a las
personas de esta época. La teología tendrá que estar abierta y atenta a los
signos de los tiempos, sin pretensión de agotar toda verdad, pero preocupada
en servir y señalar nuevos caminos.

---La tarea de la teología es retomar la médula de la propuesta del


cristianismo. Su gran contribución, según las líneas maestras del Antiguo
Testamento, es la construcción de la comunidad solidaria de hermanos.
Jesús de Nazaret no suscita una doctrina, sino que congrega a unos
discípulos en una comunidad, y a través de su Espíritu, suscita la creación de
comunidades [7] .

Me parece importante tomar algunos ítems del discurso del Papa Juan Pablo
II, dirigido a los profesores de Teología en Alemania, aunque es de 1980 [8] .

Subsiste el peligro de que el número de los conocimientos particulares


ofusquen a veces el sentido y el fin de la teología. Todo el entusiasmo del
saber teológico debe, al fin y al cabo, conducir a Dios mismo. Durante el
Concilio Vaticano II se creía que se podría presuponer la respuesta al
problema de Dios. Pero se demostró que la relación del hombre con Dios
llegó a ser frágil y que tiene necesidad de ser confirmado. Por tanto, el Papa
pedía el favor de seguir trabajando con todas sus fuerzas para la renovación
de la comprensión de Dios y sobre todo de la Trinidad de Dios y el concepto
de creación.

La concentración sobre Dios y su obra salvífica para los hombres comporta


un orden al interno de la verdad teológica. El trabajo del teólogo al servicio de
la verdad sobre Dios es según la comprensión de Santo Tomás, un acto de
amor para los hombres (cf. S. Tomás, Summa Theologiae, II-IIae, qq. 181, a.
3 c.; 182, 2, a. 2 c.; S. Tomás, Summa Theologiae, I, q. 1, a. 7 c).

Toda teología está fundada sobre la Sagrada Escritura y sobre ella se


fundamenta siempre de nuevo. Por tanto, permanezcan fieles a la doble tarea
de toda interpretación bíblica: conserven lo incomparable del evangelio de
Dios, que no ha sido hecho por hombres, y tengan al mismo tiempo el valor
de transmitirlo de nuevo al mundo con esta pureza. El estudio de la Sagrada
Escritura permanece, por tanto, como dice la Constitución sobre la divina
revelación, “El alma de la teología” (D.V. 24). Ella nutre y rejuvenece siempre
de nuevo nuestra investigación teológica.

Permanezcan siempre en diálogo con la tradición viva de la Iglesia, obtengan


de ella tesoros que aún no han sido descubiertos. Podemos transmitir mejor
el evangelio de Dios, cuando prestamos atención a la Sagrada Escritura y a
su eco en la tradición viva de la Iglesia. Es entonces cuando nos volvemos
más críticos y sensibles hacia nuestro presente. Éste no es el único, ni
tampoco el último criterio del conocimiento teológico [9] .

A mi modo de ver hay otros horizontes que la teología actual no puede


descuidar. Me parecen importantes los siguientes:

-- Volver a lo místico, la teología no puede desconocer o destruir la


afectividad y la ternura en sus relaciones del hombre con Dios.
-- Ante los grandes problemas que se plantean hoy sobre el uso y abuso de la
vida humana, se necesita una teología que dialogue con las ciencias y la
ética (microbiología, bioética, defender la vida humana).

--La relación de la teología con las nuevas antropologías. Podemos decir que
surgen hoy nuevos paradigmas en la(s) antropología(s) y cuál es su uso
teológico. ¿Qué antropología para la teología? La antropología
contemporánea se interesa por el hombre moderno, no por el hombre eterno,
y ése es el hombre actual, en cada sociedad y cultura que debe interesar a la
teología, pues es para él para quien ella elabora su discurso, se trata de
producir una antropología de la condición humana, no ya la de la naturaleza o
esencia del hombre.

--Una pregunta, basada en las recomendaciones del Papa, cómo integrar o


cotejar la teología del sujeto o teología existencial, con la teología bíblica
desde el campo investigativo-exegético, de igual manera, con la teología
suscitada en la Tradición y el Magisterio de la Iglesia. No nos podemos
perder del depósito de la fe, es decir, que por hacer teología subjetiva, del
individuo, no puedo desconocer el patrimonio teológico de la humanidad, sin
seguir profundizando en él.

--No será que lo urgente de la teología hoy es descubrirla, vivirla y saberla


enseñar, o transmitir, de tal modo que produzca sus efectos en el discípulo. O
también, por otra parte, son estas las inquietudes y preocupaciones de los
teólogos o es realmente lo que corresponde al ámbito existencial de las
personas del mundo de hoy lo que debe interesar.

PROPUESTA PEDAGÓGICA DE LA TEOLOGÍA A PARTIR DE LA


SAGRADA ESCRITURA Y LA ENSEÑANZA DE JESÚS.

“Meteré mi Toráh en su pecho, la escribiré en su corazón. Ya no tendrán que


enseñarse unos a otros: no habrá ya maestro, sacerdote, profeta, sabio que
diga al otro: tienes que conocer al Señor. Porque todos, grandes y pequeños
me conocerán” (Jr 31,33-34).

CONTEXTO JUDÍO DE LA PEDAGOGÍA

A diferencia de lo que sucede en la actualidad con los continuos cambios en


los planes de estudio, la pedagogía popular en la antigüedad era muy
conservadora y se basaba en tres instituciones clave: la casa paterna, la
sinagoga, la escuela elemental. En las tres el aprendizaje tiene un elemento
central: la memorización. El Padre en casa tenía la obligación de transmitir
las tradiciones religiosas del pueblo a los hijos, que debían aprenderlas de
memoria. Como la lengua hebrea no tenía vocales el lector tenía que conocer
bien el texto, que en la mayoría de las veces lo recitaban en la sinagoga de
memoria. Debemos recordar que Jesús pertenecía a una familia muy
religiosa, en la que se le transmitieron sin duda, las tradiciones bíblicas (las
circunstancias de Lc 2,46-47, con los maestros del templo, son
históricamente verosímiles), y estaba capacitado para la lectura pública de la
sinagoga (Lc 4,16).

El principio pedagógico en la casa de estudio superior (bet ha Midrásh), o


también elemental (bet ha sefer) era primero aprender de memoria y luego
entender. Muchos judíos sabían de memoria la Toráh y los profetas. Tal vez
para facilitar este aprendizaje en sus discípulos, Jesús no utiliza un lenguaje
formalmente teológico, que define, distingue, conceptualiza. Usa imágenes,
metáforas, simbolismos, expresiones enigmáticas y penetrantes. Jesús se
mueve a partir de una experiencia personal de la cercanía de Dios, no es un
exégeta de la ley, sino exégeta de Dios y se expresa en lenguaje poético,
porque la realidad le habla de Dios y Dios ilumina la realidad. Este lenguaje
no es un mero revestimiento literario de conceptos, sino la expresión
connatural de experiencias profundas que no se pueden comunicar de otra
manera. Por eso el místico es poeta cuando expresa la experiencia íntima de
Dios. La experiencia profunda, la inteligencia del misterio se vierte y rebosa
en metáforas mejor que en razones. Esta es la causa de la expresión
simbólica.

Los maestros judíos pedían a los discípulos la adhesión a la ley. Jesús pide la
aceptación del Reino de Dios, que implica una adhesión muy peculiar a su
persona. A diferencia de lo que sucedía en las escuelas rabínicas, Jesús
pretende ser el único maestro, de manera que sus discípulos no deben
buscar a otro maestro ni pueden aspirar a serlo (Mt 23,8). La radicalidad
exigida por la adhesión a Jesús es sorprendente y hace preterir incluso un
deber tan sagrado como para los judíos era enterrar a los muertos (Mt 8,21-
22; 10,37). La palabra de Jesús reclama un valor decisivo: sólo sobre ella se
puede edificar auténticamente la vida (Mt 7,24-27) y sólo quien la acoja será
acogido por el Padre el último día (Mc 8,38; Lc 9,26).

Siguiendo un poco el concepto de “teología contextual”, no podemos decir


que el ambiente judío, del cual emerge la enseñanza de Jesús, sea negativo
o aún más que no funcionaba, más bien lo que pretendo mostrar es la
novedad introducida por Jesús de Nazaret en este paradigma judío.

PEDAGOGÍA DEL ACONTECER DE DIOS EN LA PERSONA

En efecto, podemos partir del presupuesto de que la misma teología es ya


una pedagogía. La pedagogía consiste en conducir niños, la teología tendría
que pensar en cómo educar a la gente para conducirla hacia el misterio. Y
dado que etimológicamente sería arriesgado identificarlas, es mejor pensar
en que a la hora de expresar su sentido, convergen entonces teología y
pedagogía.

La teología es poseedora de un sistema de elementos para conducir la


persona al misterio, que no es otra cosa sino Dios aconteciendo en la misma
persona. Si los tratados de teología hacen esto, entonces la Biblia es un
tratado, y uno más grande que éste no puede haber. Allí se encuentra un
largo proceso de percepción de cómo Dios actúa con el pueblo. Esta
percepción la captó Jesús y Pablo. La pedagogía se convierte entonces en
una mistagogia, es decir, cómo ir conduciendo al creyente para insertarlo
dentro de los misterios de Dios. Pero nosotros no podemos enseñar teología
como se enseña a los niños, porque lo nuestro es distinto. Nosotros tenemos
una ciencia no fabricada por nosotros, sino que es una ciencia de cómo Dios
conduce a las personas. En otras palabras, la teología no es hacer una
especulación deductiva de cómo es Dios, sino más bien descubrir a Dios
actuando en la historia como lo hacen los actores de la Biblia (cf. Sal 135). Es
decir, no se trata solo de ver cómo Dios se manifestó, sino cómo percibir ese
manifestarse de Dios hoy [10] .

Teología es dar razón de la experiencia que tú tienes, de lo que tú crees. Los


credos eran las primeras teologías. Teología es dar razón de la acción de
Dios en la gente que vemos o los grupos donde nos movemos, esa era la
teología de Pablo (cf. 1Tes 1,1-10). Pablo daba razón de por qué los paganos
cristianos viven mejor que los judeocristianos, se daba la razón trascendental
de por qué viven así.

La teología bíblica es global, no es solo un proceso intelectual. En hebreo el


verbo que caracteriza al maestro por su enseñanza es LAMAD. Pero es
mejor decir, que Lamad, no significa enseñar, sino aprender. Pero
curiosamente en la forma intensiva limmed, resulta enseñar. La misma raíz
no distingue entre aprender y enseñar. El verdadero maestro es uno que
también aprende, el verdadero discípulo, en fin es capaz de enseñar. El
maestro no atento al discípulo, queda de suyo condenado a la soledad, a la
torre de marfil de su elaboración, sin dejar rastro. Enseñar es dialogar. Oscar
Wilde decía: “Todos son capaces de dar respuestas; pero plantear
verdaderas preguntas es cosa propia de genios”. La pregunta genera el
diálogo.

JESÚS DE NAZARET: EL DIDÁSKALOS

En torno a Jesús se formó un grupo de discípulos y discípulas. El tema de


formación de su grupo era el Reinado de Dios y su ministerio tenía un cierto
centro en Cafarnaún, a orillas del lago de Galilea (su ciudad, según Mt 9,1),
que se conjugaba con un carácter itinerante (el Hijo del Hombre no tiene
donde reclinar la cabeza, Mt 8,20). Jesús suscitó un movimiento carismático
en el sentido de que no se basaba en los elementos institucionales de la
religión judía (de hecho Jesús no era ni escriba, ni sacerdote), sino en la
fuerza de su personalidad y en el eco popular que encontraba (Mc 1,37; 3,7-
10; cf. 12,12; 14,1-2) [11] .

Desde un punto de vista histórico, parece claro que Jesús tuvo rasgos
de maestro y de profeta, y que como tal lo vio la gente. Se le tiene por
Maestro y se dirigen a él con la expresión aramea rabbí (Mc 9,5; 10,51;
11,21) o con la griega didáskalos (Mc 10,17; 12,14.19; 14,14). [12] Pero a
diferencia de los rabbí de la época él mismo se elige a sus propios discípulos.
Tampoco hay duda de que mucha gente consideró a Jesús como profeta (Mc
8,28) y de que él mismo se presentó como tal directa (Mc 6,4) o
indirectamente (Mt 23,29-32.37). Los rasgos de maestro y de profeta no se
contraponen. En los dos últimos siglos antes del cristianismo, y en el primero
posterior, hay una asimilación creciente de las funciones de maestro y de
profeta. Los sabios adquieren rasgos proféticos, los profetas se van
convirtiendo en sabios inspirados [13] .

Continuemos viendo el ejemplo del Maestro por excelencia, Jesús de


Nazaret. Cómo Él hace pedagogía de la teología. Los mismos escritos
neotestamentarios muestran a Jesús como el didáskalos, como una persona
acreditada para la enseñanza [14] .

Al inicio del evangelio de Marcos, el mismo evangelista hace su comentario


con respecto a la enseñanza de Jesús: “Les enseñaba como quien tiene
autoridad, no como los escribas” (1,22). En el mismo evangelio los fariseos y
herodianos reconocen a Jesús como maestro: “Maestro, sabemos que eres
sincero y que no te importa de nadie, porque tú no miras lo que la gente sea.
No, tú enseñas de verdad el camino de Dios” (12,14). Aunque los fariseos lo
hayan dicho irónicamente, el versículo deja ver un retrato de Jesús como
verdadero maestro.

Jesús es un maestro sabio, que usa la parábola, el símbolo, la narración, la


paradoja, la imagen fulgurante. Veamos algunos ejemplos: “¿Quién de
vosotros que sea padre, si su hijo le pide un huevo, le va a ofrecer un
alacrán? [15] Jesús construye aquí de una manera sencilla y comprensible su
lección sobre el amor.

Si los teólogos tuvieran que hablar sobre el destino final de salvación,


empezarían con discursos soteriológicos que confundirían a la gente, Jesús
lo hace de una manera sencilla: “Si el grano de trigo, una vez caído en la
tierra no muere, permanece él solo, en cambio si muere, produce mucho
fruto” (Jn 12,24). El morir y entrar en el sepulcro, comparado con el morir de
la semilla a la que luego le sigue el tallo y la espiga, expresa la fecundidad
pascual de la muerte de Cristo y también la del creyente.
Son ejemplares sus parábolas: cómo enseñar el amor mejor que con la
parábola del buen samaritano; o la tensión escatológica con la parábola de
las diez vírgenes. Las parábolas de Jesús parten siempre de la historia
concreta, de la existencia: hijos en crisis, porteros nocturnos, relaciones
sindicales (trabajadores de la viña), jueces corrompidos, previsiones
metereológicas, el ama de casa, los pescadores, los campesinos, la polilla,
los pájaros, los lirios, etc. Este modo de hablar introduce la palabra de Dios
en lo cotidiano, en el hoy de cada persona.

Por otra parte, Jesús es un didáskalos paciente, se adapta a la comprensión


lenta del discípulo. El evangelio de Marcos presenta un panorama, por cierto
negativo, de los discípulos que tienen una gran dificultad para comprender a
Jesús y su Palabra. Se da un conocimiento gradual, por etapas, como ocurre
con la curación del ciego de Betsaida, que es un paradigma de esta
incapacidad para ver claramente (cf. Jn 9 el ciego de nacimiento). Finalmente
será el centurión romano, después de la muerte de Jesús quien proclamará la
verdadera identidad de Jesús: Éste era el hijo de Dios (15,39).

Jesús se presenta como un maestro de decisión: no he venido a sembrar


paz, sino espadas; he venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija
con su madre, a la nuera con la suegra (Mt 10,34-35). No duda en ofrecer
siete “ayes” a los fariseos (Lc 11,47ss). Es consciente que su palabra es un sí
o un no, lo demás procede del maligno (Mt 5,37). Como un verdadero profeta
actualiza su palabra, justamente cuando lee el pasaje de Isaías en la
Sinagoga de Nazaret (Lc 4,16ss). “Hoy ha quedado cumplido este pasaje
ante vosotros”. El profeta enseña hacia dónde tenemos que caminar en la
historia, y en este sentido los discípulos de Emaús saben quién es Jesús, “Un
profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo” (Lc
24,19).

LA PEDAGOGIA DE JESÚS: MÁS MAESTRO QUE TEÓLOGO

Pero cómo entender la teología de Jesús, veamos si Él era más un pedagogo


o un teólogo. Existen algunas tendencias entre los teólogos a tomar frases
sueltas o incluso discursos de personajes de la Biblia, para argumentar
algunas posiciones teológicas o defender una verdad teológica, e incluso
sustentar los dogmas [16] . En otras palabras, corremos el riesgo de hacerle
decir a un texto bíblico lo que el orador tal vez no quería expresar.

Por ejemplo, en el último discurso de Jesús se recoge lo que nosotros


llamamos las siete palabras en la cruz. De allí sacamos nuestra predicación
más elocuente para la semana santa. “Padre perdónalos porque no saben lo
que hacen” (Lc 23,34); el tema del perdón. “Hoy estarás conmigo en el
paraíso (Lc 23,43); el tema de la vida eterna. ¿Será que en las palabras
dirigidas a Juan desde la cruz, encontramos una propuesta mariológica?:
“Mujer he ahí a tu hijo, hijo he ahí a tu Madre” (Jn 19,26). “Tengo sed” (Jn
19,28); ¿A qué clase de sed se refería Jesús? “Todo está consumado (Jn
19,30); ¿Qué es todo lo consumado?; etc. En fin, todas estas frases de Jesús
nos dan pie para hablar del sentido teológico de la cruz.

Preguntas como éstas las encontramos por todas partes, son el pan de cada
día, tanto en la academia, como en la calle, como en la Iglesia.

En los evangelios encontramos una serie de preguntas dirigidas a Jesús:


“Cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí” (Mt 18,21).
Jesús no respondió exactamente. Otra pregunta: ¿Se debe apedrear a esta
mujer que fue hallada en adulterio? La respuesta parece no tener
escapatoria, si o no. ¿Debemos pagar impuestos?, la respuesta tendría que
ser sí o no. ¿Dinos cuándo sucederán estas cosas, y cuáles serán las
señales de tu venida? ¡Señor auméntanos la fe! (Lc 17,5). ¿Qué proceso
seguir para que la fe se aumente? ¿Quién pecó éste o sus padres? (9,2), etc.
Qué pasaría si Jesús hubiera respondido matemáticamente a estas
preguntas, tal vez se hubiera perdido el interés del interlocutor por el tema de
la misma pregunta.

Qué le pasó a Jesús cuando respondió exactamente lo que se le preguntaba,


pues que el interlocutor se le fue. Es el caso del rico de Lc 18,18: ¿Qué haré
para heredar la vida eterna? Se trata de una pregunta trascendental. Jesús
respondió exactamente. “Vende todo lo que tienes y dalo a los pobres”, el
joven se fue. La pregunta no era seguramente trascendental como se piensa.

La teología, por muchos años se puso a discutir preguntas como éstas:


¿Cuántos ángeles caben en la cabeza de un alfiler? ¿Qué tanto de hombre y
de Dios tenía Jesús? ¿Jesús nombró a Pedro como el primer papa? Hoy en
día se siguen discutiendo muchas cosas similares: ¿Dónde está la tumba de
Moisés? ¿En qué lugar podemos encontrar el arca del diluvio? ¿El libro del
profeta Isaías son tres o uno? ¿Los milagros son una realidad o un mito? Y
qué decir, de las tantas preguntas que se hace la gente de nuestro pueblo:
¿Qué es eso del 666, que figura en los códigos de barras de los productos?
¿El aborto, la clonación, son pecados? Naturalmente dentro de este elenco
de preguntas hay unas que son más importantes que otras. Lo que quiero
decir es que, muchas de las cuestiones teológicas que nos planteamos los
teólogos hoy tal vez no son muy importantes, o siendo importantes se quedan
en la teología especulativa y pasan a engrosar una serie de volúmenes que
se añejan en las bibliotecas, pero que nadie se acerca a ellos. O simplemente
se esperan nuevos postulados o nuevas propuestas que pasen a ocupar su
lugar.

Cuando leemos los evangelios, notamos que Jesús habló de muchos temas
teológicos: resurrección, ángeles, de vida eterna, pecado, amor, de
demonios, recompensa en el cielo, de justicia, etc. que nos llevarían a
concluir que Jesús hizo teología. Pero su teología no procuró reflexionar
sobre los grandes misterios, ni tampoco pretendió que los oyentes
comprendieran esos misterios, ni que al oírlos pudieran explicarlos. Por el
contrario, parece que Jesús confundió a los oyentes.

“Es necesario nacer de nuevo” (Jn 3,3). ¿Y cómo puede ser un hombre ya
viejo nacer de nuevo? Nosotros le hemos oído decir, que derribaría este
templo hecho a mano y en tres días lo reedificaría (Jn 2,20). Estaban
confundidos. Hasta en la cruz, las personas que estaban al pie de Jesús, ante
las palabras “Eloí Eloí Lemá Sabactani” ellos murmuran diciendo: “Mirad está
llamando a Elías” (Mc 15,35). Por otra parte, en el evangelio de Juan leemos:
“No tienes cincuenta años y dices que has visto a Abraham” (Jn 8,57),
¿Cómo es eso? Para nosotros después de dos mil años, todas estas cosas
son muy fáciles de entender. Después de haber sido explicadas por los
padres de la Iglesia, por la tradición, etc.

En Mc 4,10-12 leemos: “A vosotros se os ha dado a conocer el misterio del


reino de Dios, para que viendo no vean y oyendo no oigan, porque si se
convierten, entonces hay que perdonarles”. La intención de Jesús tal vez no
era dar a conocer doctrinas, explicar grandes misterios, etc. Su propósito era
ayudarle a la gente a alcanzar aquellas cosas de las que Jesús hablaba.
Jesús no habló para enseñar algo de algo, sino que habló para ayudar a
alcanzar ese algo, para cambiar y transformar, para imprimir un nuevo
carácter en los oyentes.

Por ejemplo, si leemos y analizamos Jn 4,17ss, encontramos abundantes


temas teológicos: conflicto judeo-samario, salvación, agua viva, preexistencia
de Cristo (acaso eres más que nuestro padre Jacob), origen del pozo donde
están parados, vida eterna, nuevas nupcias (4 maridos y el que tiene todavía
no es marido), profetas, culto, de dónde proviene la salvación, cómo se debe
adorar, la doctrina de Dios, mesianismo, Jesús habla de su divinidad. Se trata
de un repertorio teológico impresionante, se tratan muchos temas, se habló
de todo. Cambian de tema de un momento a otro, están hablando una cosa y
no terminan, sino que cambian, luego entra otro tema y luego cambian. Pero
de todos los temas discutidos Jesús no respondió a ninguno. Tanto hablaron
y de nada respondió Jesús. Pero Jesús consiguió su verdadero propósito, la
conversión de esa mujer, de inmediato esta mujer comenzó a dar testimonio
de su encuentro personal con Jesucristo. Lo que le impactó a la mujer era
que Jesús era un adivino: “Me ha dicho todo lo que hecho, vengan, tienen
que escucharlo”. No le impactó la gran propuesta teológica de Jesús.

Se ha propuesto uno de los muchos diálogos que sostuvo Jesús y de las


narraciones joánicas. Sobre muchos temas habló Jesús, se le hicieron
muchas preguntas hasta tal punto que en Mc 12,34 se dice que ya ninguno
osaba preguntarle a Jesús. Habían discutido del cielo, ángeles, etc. No se
atreven a preguntar no porque ya se hubiera acabado la curiosidad de la
pregunta, sino más bien porque Jesús los dejaba descontrolados.
Simplemente los confundía.

EL MÉTODO DE CORRELACIÓN

El secreto pedagógico de Jesús estuvo en lo que Paul Tillich denomina:


“Método de correlación” [17] . Este autor parte del principio de que la fe
implica un tipo de conocimiento que es cualitativamente distinto al
conocimiento que implica la labor técnica y científica del teólogo. El
conocimiento que yo necesito para tener fe es cualitativamente distinto al
conocimiento que necesito para hacer teología. Porque el conocimiento para
la fe se caracteriza por ser completamente existencial. En cambio, al teólogo
se le exige que exprese su verdad de un modo metódico, es decir, soy
teólogo cuando soy metódico y sistemático, para tener fe no se necesita esto.
Si la fe implica un tipo de conocimiento que en calidad es distinto al de la
ciencia, entonces la teología no sirve para transformar al individuo, a no ser
que la teología se proponga ese fin. Si la teología sigue siendo simplemente
la reflexión sistemática, elaboración de conceptos y métodos, nunca irá a
transformar al individuo.

Para conseguir ese cometido entonces Paul Tillich propone el método de


correlación. Es complejo, pero su planteamiento es sencillo. Dice Paul Tillich:
“Al utilizar el método de correlación, la teología sistemática procede de la
siguiente manera: realiza un análisis de la situación humana del que surgen
las cuestiones existenciales, y demuestra luego que los símbolos utilizados
en el mensaje cristiano son las respuestas a tales cuestiones
existenciales” [18] .

Lo que dice Tillich, es que quien plantea una pregunta teológica no lo hace
porque quiera saber exactamente la respuesta a tal pregunta, sino que la
persona al plantearse tal cuestionamiento lo que tiene es un problema
existencial mucho más de fondo; entonces ¿Cuál debe ser mi función?, tratar
de comprender cuál es la situación humana en que se encuentra ese
individuo que lo lleva a hacerse tal pregunta, una vez que discierno cuál es la
situación, entonces le demuestro que en los símbolos cristianos hay
respuesta, pero no a su pregunta, sino a la pregunta que hay de orden
existencial en el fondo de la persona. Cuando la mujer samaritana pregunta,
¿Señor, dónde debemos adorar, en Jerusalén o en este monte? Jesús no le
dice que aquí o allá, porque eso no transforma la vida de la mujer.

Nuestro pueblo se pregunta ¿Cuál es el número de la bestia?, ¿Es Hitler el


anticristo, o quién es?, etc. Si se responde a la pregunta del anticristo, la
persona sale muy emocionada a contar a los cuatro vientos quién es el
anticristo, pero eso no transformó para nada la vida del individuo. No resuelve
los problemas existenciales en la vida del hombre; luego el secreto está en no
responder a la pregunta planteada, sino en descubrir cuál es la verdadera
necesidad del individuo en orden existencial. Cuando se descubre la
verdadera necesidad, entonces puedo satisfacer su necesidad. Puedo
conseguir un verdadero cambio en la vida de la persona. El problema es que
gran parte de la teología tanto sistemática como bíblica está girando en torno
a responder las inquietudes del teólogo y entonces él, estudia, analiza y
escribe libros, que muchas veces no dicen nada a nadie, pero son gordos y
se venden a buen precio. Hacemos profundas reflexiones que no responden
a necesidades existenciales.

El éxito de Jesús es que su teología no fue de orden académico, sino de


orden existencial. Fue un hecho pedagógico. Con su teología Jesús condujo
a un nuevo camino a quienes lo escucharon, a un cambio de vida. Es
simpático ver las respuestas de Jesús a los fariseos, a los inteligentes de la
época. La respuesta que esperaban era sí o no, hasta que se cansaron, (Mc
12,34). Jesús pretende la transformación del individuo, del ser humano. El
que escuchó a Jesús, supo cuál era el camino de la vida eterna. Jesús
comprendía la teología pero no era el interés tratarla. Jesús no fue solamente
teólogo, sino más bien un verdadero maestro.

CONCLUSIÓN

Después de haber discutido un poco el tema que nos ocupa, hicimos un


recorrido por la historia de la teología, con base en algunos paradigmas. Se
trataba de observar cómo nosotros enseñamos teología, con base o dentro
de uno de esos u otros paradigmas. Luego presentamos algunas de las
tendencias por donde puede ir la teología hoy, pero quisimos iluminar esas
tendencias desde la Sagrada Escritura y más concretamente desde la
pedagogía de Jesús. Nos situamos dentro de la amplia gama de métodos
pedagógicos de Jesús, pero nos detuvimos sobre la pregunta, desde allí
veíamos cómo más que ser teólogo Jesús era un verdadero maestro de
teología. No analizamos aquí las preguntas de Jesús como modelo
pedagógico, pero lo que tenemos claro es que la pregunta es tan importante
en la educación que no podemos dejar de afirmar que el maestro que domina
la técnica de la pregunta domina también el arte de la enseñanza. En teología
esto es vital, pues la fe que no resiste al cuestionamiento, ¿Qué clase de fe
es?

Nos percatamos de la manera como Jesús enseña teología, con una


pedagogía anclada en la vida existencial de las personas. Esto es muy
importante, porque no podemos olvidar que enseñar la fe no es meramente
una actividad intelectual, sino también una actividad que envuelve los
sentimientos, la voluntad, y en general todo el ser de la persona. Por otra
parte, desde nuestro contexto constatamos que la verdadera teología es la
que la gente cree y vive, es el pueblo el que vive la teología. Pero solo
cuando la historia de nuestras vidas es insertada en la historia de la fe o
cuando la historia de la fe es insertada en la historia de nuestras vidas, se
produce una pedagogía transformadora.

Tal vez no se trata de imitar a Jesús, sino de seguirlo en la novedad de su


pedagogía. Porque tal vez él no utilizaría las mismas técnicas para impartir su
enseñanza hoy. Lo importante no es hacer las mismas cosas que hizo Jesús,
sino hacer la hermenéutica de esa pedagogía, siguiendo su dinamismo,
viveza y profundidad. La pedagogía religiosa debe ser de suyo una actividad
teológica.

La figura que más daría cuenta del verdadero maestro es aquella del padre
de familia, que quiere darle toda su sabiduría a su hijo. De tal modo, que el
maestro que es padre no desea otra cosa, sino que su discípulo crezca, cosa
que en cambio el maestro-amo no quiere, porque es celoso de su supremacía
intelectual. El padre, en cambio piensa en su interior: a él le toca crecer, a mí
menguar, como decía Juan el Bautista con respecto a Jesús (Jn 3,30).

Finalmente, siguiendo el método de correlación de Paul Tillich, no respondí a


la pregunta formulada como tema de esta ponencia, tal vez el problema
existencial que subyace es la importancia y la pertinencia de la teología hoy,
del cual no hay ninguna duda. Dentro de nosotros está la preocupación por
comunicar de una manera pedagógica la teología, a fin de seguir dando
sentido a la existencia humana.

[1] Para esta parte me valgo de un artículo del P. João Batista Libanio,
profesor del Centro de Estudios Superiores de la compañía de Jesús, en
Brasil, en el libro: Teología y nuevos paradigmas, ed. Mensajero, Bilbao 1999,
pp. 37-50.

[2] JUAN JOSÉ TAMAYO-ACOSTA, Nuevo Paradigma Teológico, ed Trotta,


Madrid 2004.

[3] El diccionario define la palabra heurística como el arte de inventar.

[4] Experimental, no una teología autoritaria, de definiciones últimas o de


afirmaciones incuestionables. Utiliza la imagen del desarmado David con
respecto al gigante Goliat. Iconográfica, porque en las creencias y prácticas
de las personas en las culturas y de las comunidades religiosas influyen más
las imágenes y los símbolos que los conceptos. Pluralista: porque son
necesarias muchas imágenes para expresar la experiencia religiosa, pues
una sola agota el misterio de Dios.

[5] 1 Tim 2,5 ei-j ga.r qeo,j( ei-j kai. mesi,thj qeou/ kai. avnqrw,pwn( a;nqrwpoj
Cristo.j VIhsou/j (Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre
Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre). Hch 4,12 kai. ouvk e;stin evn a;llw|
ouvdeni. h` swthri,a( ouvde. ga.r o;noma, evstin e[teron u`po. to.n ouvrano.n to.
dedome,non evn avnqrw,poij evn w-| dei/ swqh/nai h`ma/j (Y en ningún otro hay
salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en el
cual podamos ser salvos).

[6] BENEDITO FERRARO, “Función de la teología en medio de las crisis de


referentes, de utopías y de esperanza”, en Teología y Nuevos Paradigmas,
Bilbao 1999, pp. 196-197

[7] A mi modo ver, se trata de seguir el modelo de la comunidad que presenta


el libro del Deuteronomio, una sociedad igualitaria con un alto sentido de
trascendencia de el uno por el otro. De igual manera, en el Nuevo
Testamento San Pablo no entiende la predicación del evangelio si no es en el
contexto de formar comunidad.

[8] El Santo Padre valoraba la producción teológica en los grandes


diccionarios y manuales que hacían de conexión con la tradición y el mundo
de hoy, y los invitaba a seguir adelante en la investigación teológica. Que
miren en ella, sobre todo, los problemas y a las necesidades del mundo
actual; pero que no se dejen desviar por corrientes caducas y transitorias del
espíritu humano. El conocimiento científico y particularmente el conocimiento
teológico, tiene la necesidad de valor para atreverse, y paciencia para
madurar. Este conocimiento tiene sus leyes, que no se pueden imponer
desde el exterior.

[10] Tenemos problemas cuando la teología dogmática funciona al margen de


la exégesis, algunos dicen que la Biblia que maneja un teólogo es una mini-
Biblia. Por su parte los exegetas también se encuentran a mitad de camino,
porque la tarea de la exégesis no es dar razón de los contenidos
conceptuales de un texto, sino que cada texto es una teología subyacente,
porque está dando razón de una percepción de la voluntad de Dios.

[11] Cf. RAFAEL AGUIRRE y ANTONIO RODRÍGUEZ, Evangelios Sinópticos


y Hechos de los Apóstoles, Verbo Divino, Stella 2000, pp 20-30.

[12] Curiosamente Mc 4,38 y 9,17 Jesús es llamado maestro, mientras que en


los paralelos de Mt (8,25 y 17,14) se usa la expresión Señor. Parece claro
que Mc refleja un uso más primitivo y que Mt ha introducido una utilización
más reverente y eclesial.

[14] El término didáskalos aparece 58 veces en el N.T. De ellas 48 en los


evangelios, prevalentemente aplicado a Jesús. El verbo didáskein, enseñar,
aparece 95 veces casi siempre relacionado con Jesús. Por lo tanto Jesús es
el maestro por excelencia.

[15] En Palestina hay un escorpión, el alacrán blanco y venenoso, parecido a


un huevo, que anida en los pedregales del desierto.

[16] Acordémonos, que antes hemos dicho que un texto bíblico se tiene que
interpretar en su sentido completo, no solo en el ámbito del mismo texto.

[17] Exegeta alemán, muerto en 1965.

[18] PAUL TILLICH, Teología Sistemática, Tomo I, Ed. Sígueme, Salamanca


1982, p. 89.

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