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SEXUALIDAD HUMANA

¿Qué somos los seres humanos?


Los seres humanos somos primates bípedos que existimos en el convivir en el lenguaje. Es en el lenguaje que somos
conscientes, racionales y reflexivos.

¿Qué es el lenguaje como suceder biológico?

El lenguaje es un modo de vivir que ocurre en el fluir en la convivencia en interacciones de coordinaciones de conductas que
dan origen a más coordinaciones de conductas. En este proceso los objetos surgen como modos de coordinar las conductas, o
mejor, como modos de coordinar haceres que van configurando el mundo de convivencia en que se vive. Así, por ejemplo, una
pelota surge en el chutear, que es un modo de conducirse. Desde otras coordinaciones conductuales que surgen en tomo al
chutear, puede la pelota surgir de trapo, de fútbol, o de piedra.

¿Cómo convivimos los seres humanos?

Los seres humanos convivimos en la continua generación de coordinaciones de coordinaciones de haceres en las que surgen
diferentes clases de objetos que son tales (objetos) sólo en tanto corresponden a coordinaciones de haceres en el fluir del
convivir: una pelota es pelota sólo en tanto se pelotea; un encuentro es juego o pelea según las coordinaciones de conductas
(haceres) que tienen lugar en él. Estos distintos objetos pueden ser concretos como una pelota, o abstractos como jugar. El
resultado es que los seres humanos vivimos en el lenguaje generando distintas clases de coexistencia con distintas clases de
objetos que existen en las coordinaciones de los haceres de esa convivencia. Así, cuando escuchamos las conversaciones de
los comentaristas deportivos o de los comentaristas políticos podemos damos cuenta de que lo que unos y otros hacen es
coordinar sus haceres de modo que uno escucha que hablan de distintas clases de objetos y relaciones entre ellos: por ejemplo,
futbolistas y pelotas (objetos concretos) los primeros, reuniones y leyes (objetos abstractos) los segundos.

¿Cuándo surge lo humano?

En mi opinión, lo humano surge en la historia evolutiva del linaje de primates bípedos, a la que pertenecemos, hace poco más
de tres millones de años atrás cuando el vivir en el lenguajear, como un modo de fluir en la convivencia, comienza a
conservarse sistemáticamente de una generación a otra. Esta conservación ocurre en el aprendizaje de los niños al surgir la
familia como un espacio íntimo de convivencia de cinco a ocho individuos en coordinaciones de coordinaciones de haceres.
De hecho, el camino evolutivo que nos da origen debe haber comenzado hace unos seis millones de años atrás cuando,
debido a cambios climáticos, se retrae la selva africana y aparecen áreas abiertas no boscosas, y entonces algunos primates
arbóreos se hacen terrestres. Como consecuencia de este proceso se inicia un devenir evolutivo en algunos de esos primates
definido por la conservación, generación tras generación, de un modo de vivir que implicaba la progresiva expansión hacia
toda la vida relacionar adulta, de rasgos propios del emocionar de la infancia. Este devenir evolutivo de expansión de rasgos
de la infancia hacia la vida adulta que no es único o propio de nuestro linaje sino que ha ocurrido muchas veces en la historia
de los seres vivos-, se denomina neotenia. Lo central en la expansión neoténica del emocionar de la infancia en nuestro linaje
es la expansión del emocionar amoroso, de total aceptación y disfrute de la cercanía corporal, en la confianza mutua del juego,
que se da en la relación materno infantil de los mamíferos.

¿A qué nos referimos cuando hablamos de emocionar?


Cuando hablo de emocionar me refiero al vivir en el fluir estable o cambiante de nuestras emociones (deseos, preferencias,
miedos). Lo que distinguimos cuando hablamos de emociones en el diario vivir son los distintos dominios de conductas
relacionales en que un animal se mueve en cada instante. Las distintas emociones, por lo tanto, como distintas clases de
conductas relacionales determinan, momento a momento, el curso que sigue el hacer de un animal en cada momento. Por esto
mantengo que lo que guía el devenir evolutivo en general, y el devenir humano en particular, son las emociones, ya que éstas al
determinar el espacio relacionar en el que un animal se mueve en cada instante, determinan momento a momento el curso de su
vivir y de su convivir. Así, en el amor -como el espacio de las conductas relacionales a través de la cuales el otro, la otra, o uno
mismo, surge como legítimo otro en convivencia con uno-, uno se mueve en la confianza, en el respeto, en el cuidado por el
otro, en la colaboración y no en la competencia. De hecho, el amor es la emoción que constituye y sostiene la vida social como
un espacio ético de convivencia.

¿Qué hace el amor en nuestra historia?


Lo que define un devenir histórico es lo que se conserva en el curso de las generaciones como el trasfondo relacional en torno
al cual todo lo demás puede cambiar. Yo pienso que la conservación del amor, de generación en generación en el vivir
cotidiano, como la emoción que definía el trasfondo relacional en torno al cual todo lo demás podía cambiar, fue lo que dio
origen a lo humano en el linaje de primates a que pertenecemos. Los seres humanos somos hijos del amor, y nos enfermamos
del cuerpo y del alma cuando se interfiere sistemáticamente con nuestro convivir en el amor en cualquier momento de nuestro
vivir. Por esto pienso también que nuestro nombre específico debería ser Horno sapiens amans.

Pero, ¿cuáles son los rasgos infantiles que se extienden a toda la vida en la neotenia de nuestro
linaje?
Los rasgos infantiles básicos que se expanden en la vida adulta en el devenir evolutivo neoténico que nos da origen, son los del
emocionar amorosos de la relación matemo-infantil que implican la sexualidad (disfrute de la caricia y cercanía corporal), la
ternura (atención al bienestar del otro u otra), y la sensualidad (apertura al disfrute de la multidimesionalidad sensorial). Pero
estos rasgos por sí solos no nos hacen humanos pues no determinan desde sí el surgimiento del lenguaje. Para que surja lo
humano tiene que surgir el convivir en el lenguaje como un modo de convivir que se conserva de generación en generación en
el aprendizaje de los niños, y para que surja el convivir en el lenguaje tiene que surgir un espacio particular de convivencia
íntima que se viva en las coordinaciones de haceres. En mi opinión, este espacio de convivencia tiene su origen en el
surgimiento de la familia como resultado de la expansión de la sexualidad de las hembras de los primates ancestrales de
nuestro linaje evolutivo.

¿Qué es la sexualidad?

La sexualidad no se relaciona sólo con lo genital. Sin duda surge en el devenir evolutivo de los seres vivos como una
modificación del proceso reproductivo que implica la fusión de dos células. Pero para que esta fusión ocurra tiene que darse
alguna simpatía somática que en los animales implica algún grado mayor o menor de aceptación y disfrute de la cercanía y
contacto corporal. En los mamíferos esto es particularmente evidente en el disfrute y gozo del acto sexual que uno puede ver si
observa su apareamiento sin prejuicios culturales que lo denigren como obsceno. Y ese goce es aun más evidente cuando uno
observa el cortejo que antecede al apareamiento, y no teme ver el placer que viven los participantes. Los seres humanos no
somos distintos en esto a otros mamíferos, ni hemos sido distintos en nuestro origen. Muy al contrario. La neotenia de nuestro
linaje ha resultado en que seamos animales para quienes la expansión de la sensualidad, la expansión de la sexualidad y la
expansión de la ternura, han configurado los fundamentos del bienestar de la convivencia física y espiritual en la pareja, en la
familia, y en la amistad, a través del cuidado por el otro (en la preocupación ética), el disfrute de la belleza (en el gozo
estético), y el disfrute de la colaboración en el hacer y en el pensar (en la convivencia social).

Pero, ¿cómo aparece la familia como ese espacio íntimo donde surge y se conserva el vivir humano
en el convivir en el lenguajear?
La sexualidad -como interés por el disfrute del contacto corporal y genital entre los miembros ancestrales del linaje que nos dio
origen-, debe haber sido de carácter periódico anual para las hembras y de carácter no periódico continuo para los machos,
como sucede actualmente con los chimpancés, nuestros parientes evolutivos más cercanos entre los primates. A nosotros los
seres humanos nos ocurre algo diferente a los chimpancés, ya que entre nosotros, hombres y mujeres, deseamos y disfrutamos
la sexualidad de un modo continuo como un amplio ámbito de gozo y bienestar físico y espiritual, tanto en el contacto corporal
general como en la intimidad genital. Y si no tenemos juicios culturales negativos, lo vivimos como un aspecto natural de
nuestro ser seres humanos, siempre posible y deseable en el vivir cotidiano. El modo de ser sexual humano surge en el proceso
de expansión de la sexualidad de las hembras ancestrales de nuestro linaje, lo que en mi opinión tiene que haber comenzado a
ocurrir hace cerca de cuatro millones de años atrás.

¿Qué pasa con la sexualidad y la procreación?

Con la expansión de la sexualidad de la hembra, la sexualidad genital se separa de hecho de la procreación, ya que en el vivir
cotidiano hay muchísimas más ocasiones de sexualidad genital que ocasiones de embarazo. Esto -junto al hecho de que ocurra
como parte de la expansión del ser amoroso de la infancia hacia toda la vida, en el curso evolutivo neoténico a que
pertenecemos-, hace que esta expansión de la sexualidad de las hembras ocurra entrelazada con la sensualidad, y la ternura.
Así, la sensualidad, la ternura y la sexualidad en conjunto, constituyen los tres pilares fundamentales del placer y de la
estabilidad de la convivencia que nos dio origen como seres humanos.

¿Cuándo habría ocurrido esto?


De hecho yo pienso que la familia y lo humano surgen en el devenir evolutivo que nos da origen hace más de tres y medio
millones de años atrás cuando, al expandirse la sexualidad de las hembras de nuestro linaje, ellas pasan a ser el centro de unión
y estabilidad de la convivencia íntima en grupos pequeños que se conservan en el placer de la cercanía y el disfrute tierno y
sensual del contacto corporal. Esto es: pienso que la familia no surge como un núcleo económico, sino que como una
unidad de convivencia en la armonía que trae el convivir en el placer de la sensualidad, la ternura, y la sexualidad en
torno a la hembra.

¿Y lo humano cuándo surge?


Al surgir la familia como un espacio íntimo de convivencia amorosa -esto es, en el entrejuego de la sexualidad, la sensualidad,
y la ternura-, aparece un ámbito de convivencia pequeño, de entre cinco a ocho individuos (adultos, niños y bebés) en la
coordinación de haceres en la colaboración, no en la competencia, que se cierra emocionalmente sobre sí mismo en el placer de
ese vivir amoroso. Y es en la intimidad y estabilidad de ese vivir amoroso, que el entrejuego cotidiano de la sexualidad, la
sensualidad y la ternura hacen posible, donde surge el lenguaje como un modo de convivir que se conserva de una generación a
otra en el convivir de los niños. Y al surgir la conservación de una generación a otra del convivir en el lenguaje, surge lo
humano. Y surge lo humano en un devenir evolutivo en torno a la conservación del amor como la emoción fundamental que
guía ese devenir, de modo que desde nuestro origen somos más Homo sapiens amans que Homo sapiens aggressans.

El entrejuego cotidiano de la sexualidad, la sensualidad y la ternura, es tanto el fundamento de la constitución


histórica de lo humano como de su conservación en la armonía física, psíquica, y espiritual que el convivir amoroso trae
consigo. Cuando ese entrejuego se pierde nos enfermamos física, psíquica y espiritualmente, y pasamos a vivir dolencias del
cuerpo y el alma que sólo desaparecen al restituir la convivencia amorosa en la amistad, la pareja, y la familia.

Dr. Humberto Maturana


Premio Nacional de Ciencias

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