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Teresa de Jesús, exploradora, itinerante y guía

APROXIMACIÓN A LA IMAGEN TERESIANA DEL CASTILLO

A la hora de leer el Libro de Las Moradas, es importante tener en cuenta la imagen principal: el
Castillo. Teresa de Jesús lo tiene fácil a la hora de buscar la simbología con la que comparar el alma. Ella
vive en Ávila, la ciudad amurallada por excelencia y que aún perdura con ese sabor del que Teresa fue
testigo. Sin embargo, no podemos dejar de tener en cuenta que la imagen del castillo no es exclusiva de
Teresa ya que otras corrientes religiosas como la mística sufí la utiliza para expresar o describir el alma y
la relación con el Otro.

ÁVILA, UNA CIUDAD-CASTILLO:

La ciudad está rodeada por una muralla que


separa la cristiandad del mundo de la
barbarie, defiende, protege y amasa
culturas. Las Iglesias románicas situadas en
sus puertas también tienen la función de
defensa.
Ávila está poblada de palacios y nobles o
caballeros, con una fortaleza central, la
catedral, que es el Palacio del gran rey.
Belleza y estrategia; sobriedad y simetría arquitectónica; evocadora de mandalas que nos dirigen la
mirada al centro; simetrías y luz…

SOBRE EL SIMBOLISMO DEL CASTILLO:

Los hallazgos de los estudiosos como Morel Fatio o Menéndez


Pidal documentan la equivalencia del alma como castillo en
autores anteriores a la santa. Autores como Carl Jung o Mircea
Eliade, subrayan la universalidad de la imagen. En sus estudios
sobre la alquimia, Jung reproduce el grabado de un castillo fortificado con
dieciséis torres y un foso interior. El esquema coincide con las mandalas orientales que describen el Tao
o la búsqueda de la conciencia profunda, pero fue dibujado nada menos que por uno de sus pacientes.
Otra construcción de este tipo la encontramos en el templo de Borobudur en Java, un torreón que
se rodeaba por una escalera en forma de espiral que llevaba paulatinamente a su simbólico interior. Las
fortificaciones que es necesario franquear por etapas son, evidentemente, un lugar común para el símil
del acceso a la interioridad del alma.
Pero estos antecedentes, el castillo arquetípico dibujado por el paciente de Jung, los edificios
orientales a manera de mandalas de piedra y los textos literarios esgrimidos por los ilustres críticos
europeos, resultan bastante decepcionantes para nuestro rastreo de las fuentes teresianas: en ninguno
encontramos el avance místico del alma claramente estructurado a lo largo de siete moradas (o
castillos) cada vez más interiores. Gastan Etchegoyen propone como fuentes principales de Teresa a
Bernardino de Laredo y a Francisco de Osuna. Ambos autores, tan leídos por la santa, conciben el alma
interior como castillo, pero sus planteamientos no bastan para explicarnos los pormenores del símbolo
de la Reformadora.
Osuna se limita a un esquema demasiado apegado a las alegorías medievales, en el cual los

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enemigos tradicionales (carne, mundo y demonio) intentan penetrar al castillo del alma. Dice Osuna:
[...] que se guarde el corazón con toda diligencia, como se guarda el castillo que está cercado, poniendo
contra los tres cercadores tres lámparas: contra la carne, que nos cerca con deleites, poned la castidad;
contra el demonio, que nos persigue con rencores y envidia, poned la caridad...
El símil de Laredo es más intrigante y complejo pero en el fondo más distante del teresiano: el
entendimiento es a modo de civitas sancta asentada en un campo cuadrado, de fundamento de
cristal y de muros de piedras preciosas, con un cirio pascual en el centro que simboliza a
Cristo.
Ante la dificultad de dar con el origen del símil, Ramón Menéndez Pidal propone como antecedente
los libros de caballerías -aquellos best sellers del Renacimiento español- que con tanta pasión juvenil
leyó la santa. Pero cuando examinamos de cerca los castillos encantados del Amadís, del Baladro del
sabio Merlín, de la Peregrinación de la vida del hombre, de Pedro Hernández de Villalumbrales, entre
tantos otros libros semejantes, nos vemos forzados a concluir que no nos entregan la clave del símbolo
de la imaginativa monja de Ávila. Se trata de alcázares esplendentes de oro o plata y engarzados de
joyas, pero nunca son siete veces concéntricos ni celebran la unión teopática en su recinto interior.
Otros estudiosos optan por una solución extraliteraria que explique la súbita inspiración de la
Reformadora. Miguel de Unamuno propone que la ciudad murada de Ávila fue la que sirvió de modelo
a Las Moradas.
En 1970, Trueman Dicken propone como solución no a Ávila sino al castillo de la Mota de Medina
del Campo, y se esfuerza en comparar minuciosamente con el castillo de siete moradas del misterioso
símil de santa Teresa. Ninguna de estas estructuras, a todos nos consta porque aún las podemos visitar,
constan de siete castillos cada vez más interiores.
Otros intentos de contextualizar el símil en el contexto de la cosmogonía espiritual de origen
aristotélico tampoco logran explicar sus pormenores principales. Salta a la vista que santa Teresa, al
hablamos de su alma en la forma de siete círculos o castillos concéntricos, alude de manera oblicua a las
siete esferas planetarias. En ello coincide, a grandes rasgos, con espirituales de diversos credos
religiosos que han hecho otro tanto. La Reformadora visualiza su alma como un símbolo microcósmico
del macrocosmos celestial.

La investigadora puertorriqueña Luce López-Baralt ha reseñado la abundante literatura mística


árabe, persa y judía en la que aparece el símbolo de los siete castillos representado tanto el alma del
místico como el proceso por el que se llega hasta lo más hondo de ella misma, lo que vendría a coincidir
con Dios mismo. Hay muchas variantes del símbolo, pero resulta interesante distinguir dos aspectos:
 La representación del castillo –morada, palacio o templo-
 El número siete como prototípico de las etapas de la iniciación mística

La imagen de los siete castillos concéntricos aparece nítidamente en Abu l-Hasan al-Nuri de Bagdad,
místico musulmán del siglo IX, en su opúsculo Las moradas de los corazones. El mismo término magam
–lugar o morada- es una palabra técnica para designar el alma o un estado del alma. En hebreo existe el
término magom que puede significar el lugar epifánico donde Yavé se revela lo mismo que un modo o
atributo del mismo Yavé. La misma imagen es utilizada por otros místicos persas y del islam en general.

No faltan en la literatura espiritual del Medievo cristiano algunas alusiones al alma como castillo o
ciudadela. Así, el maestro Eckhart, Francisco de Osuna, Ludolfo de Sajonia, Bernardino Laredo y Diego de
Estella, por citar algunos. Pero las semejanzas son muy vagas y pueden deberse más que nada a la
universalidad de la imagen ya que tanto la mística judía como la islámica o cristiana tienen un trasfondo
bíblico común para las tres religiones…

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Los estudiosos del tema se inclinan por ubicar los orígenes del símbolo en el mundo de la mística
musulmana.
El libro de los templos de las luces, de Suhrawardi: cada palacio o templo es una esfera planetaria. Su
obra es un modelo paradigmático de la utilización del símbolo del palacio-templo como un proceso en
siete fases hacia el conocimiento contemplativo, lo que supone la interiorización de la imagen exterior
cosmológica. Este pensador asumía tradiciones de diversa procedencia: aristotélica y neoplatónica,
mazdea –elementos zoroastrianos- y cristiana –especialmente joánica- sintetizadas todas ellas con
maestría con la espiritualidad islámica. Luego podemos concluir que su pensamiento actuó de crisol
para un nuevo acuñamiento del símbolo del castillo-palacio interior. Su libro trata de un conocimiento
místico y metafísico. Las visiones expresan el proceso en forma narrativa.
Aunque es evidente que Suhraward no ha podido ejercer un influjo directo sobre la mística abulense, no
puede evitarse pensar que el simbolismo de los siete castillos del alma en la espiritualidad islámica tiene
que estar determinando su utilización en Las Moradas, tantas son las similitudes entre ambas
simbologías. Y en este sentido, Suhrawardi se nos presenta como un eslabón de esa profunda cadena de
transmisión por la que el símbolo de los castillos interiores (como tantos otros) pudo haber llegado
hasta nuestros místicos. En cuanto al simbolismo específico del número siete en Suhrawardi y en el
resto de espirituales musulmanes, para nosotros es claro que se trata de una interiorización del
esquema cósmico de las siete esferas planetarias: se pasa del viaje iniciático por las esferas celestes al
viaje iniciático por la interioridad del místico. En santa Teresa, como en Suhrawardl, la conciencia misma
es castillo porque es ella misma la que se constituye como roca firme, como lugar orientador, como
recinto indemne. Si tradicionalmente el símbolo de la construcción ayuda a la conformación e
integración del Yo, en santa Teresa la conciencia es ella misma la construcción, dándose así la máxima
asimilación del contenido arquetípico, que no es referido a ninguna exterioridad sino que se establece
como pura actividad del espíritu.

LECTURA DE ALGUNAS CITAS QUE ALUDEN AL CASTILLO:

TERESA DE JESÚS:
 CP 3, 2: Mas ¿para qué he dicho esto? Para que entendáis, hermanas mías, que lo que hemos de
pedir a Dios es que en este castillito que hay ya de buenos cristianos no se nos vaya ya ninguno
con los contrarios, y a los capitanes de este castillo o ciudad, los haga muy aventajados en el
camino del Señor, que son los predicadores y teólogos; y pues los más están en las religiones,
que vayan muy adelante en su perfección y llamamiento, que es muy necesario; que ya ya, como
tengo dicho, nos ha de valer el brazo eclesiástico y no el seglar. Y pues para lo uno ni lo otro no
valemos nada para ayudar a nuestro Rey, procuremos ser tales que valgan nuestras oraciones
para ayudar a estos siervos de Dios, que con tanto trabajo se han fortalecido con letras y buena
vida y trabajado para ayudar ahora al Señor.

 1M 1,1: Estando hoy suplicando a nuestro Señor hablase por mí, porque yo no atinaba a cosa
que decir ni cómo comenzar a cumplir esta obediencia, se me ofreció lo que ahora diré, para
comenzar con algún fundamento: que es considerar nuestra alma como un castillo todo de un
diamante o muy claro cristal, adonde hay muchos aposentos, así como en el cielo hay muchas
moradas. Que si bien lo consideramos, hermanas, no es otra cosa el alma del justo sino un
paraíso adonde dice El tiene sus deleites. Pues ¿qué tal os parece que será el aposento adonde
un Rey tan poderoso, tan sabio, tan limpio, tan lleno de todos los bienes se deleita? No hallo yo
cosa con que comparar la gran hermosura de un alma y la gran capacidad; y verdaderamente
apenas deben llegar nuestros entendimientos, por agudos que fuesen, a comprenderla, así como
no pueden llegar a considerar a Dios, pues El mismo dice que nos crió a su imagen y semejanza
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 Epílogo Moradas, nº 22 y 23: Aunque no se trata de más de siete moradas, en cada una de éstas
hay muchas: en lo bajo y alto y a los lados, con lindos jardines y fuentes y laberintos y cosas tan
deleitosas, que desearéis deshaceros en alabanzas del gran Dios, que lo crió a su imagen y
semejanza. Si algo hallareis bueno en la orden de daros noticia de él, creed verdaderamente que
lo dijo Su Majestad por daros a vosotras contento, y lo malo que hallareis, es dicho de mí.

ALGUNOS TEXTOS SIGNIFICATIVOS DEL ISLAM:


 Los castillos del corazón del creyente:

Has de saber que Dios -enaltecido sea- ha creado en el corazón del creyente siete castillos con
cercos y muros alrededor. Ordenó al creyente que se mantuviera dentro de estos castillos,
mientras permitió que Satanás permaneciera fuera, desde donde le llama y le ladra como el perro.
El primer castillo cercado es de corindón, y es el conocimiento místico de Dios -enaltecido sea-; y a
su alrededor hay un castilIo de oro que es la fe en Dios -enaltecido sea-; y a su alrededor hay un
castillo de plata, que es la pureza de intención en los dichos y en la acción; y a su alrededor hay un
castillo de hierro, que es la conformidad con el divino beneplácito; y a su alrededor hay un castillo
de bronce, que es la ejecución de las prescripciones de Dios -enaltecido sea-; y a su alrededor hay
un castillo de alumbre, que es el cumplimiento de los mandamientos de Dios positivos y negativos;
y a su alrededor hay un castillo de barro cocido, que es la educación del alma sensitiva en toda
acción.
Como dice la palabra de Dios -enaltecido sea- «Tú no tienes poder alguno contra mis siervos
(Corán 15:42). El creyente está, pues, en el interior de estos castillos, y el que está en el castillo de
corindón, Satanás no tiene manera de llegar a él siempre que cumpla con las reglas de la conducta
del alma. Pero si deja de cumplirlas y dice «no es necesario», entonces Satanás obtiene de él este
castillo, que es de barro cocido, y codicia el próximo. Cuando el creyente se vuelve negligente en
el cumplimiento de los mandamientos de Dios positivos y negativos, obtiene Satanás de él el
castillo de alumbre, y codicia el tercero. Cuando el fiel abandona la conformidad con el
beneplácito de Dios -enaltecido sea-, toma Satanás de él el castillo de cobre y codicia el cuarto y
así, sucesivamente, hasta el último castillo.

Al- Tirmigdi

El corazón exterior es la primera de las medinas de la luz -[en otras palabras], la luz tiene siete
medinas-. La primera medina es la del corazón exterior; luego viene la conciencia; luego la
cobertura exterior; luego el corazón interior; luego la cobertura interior; luego el fondo del
corazón; y, finalmente, la quintaesencia del corazón. La conciencia es el corazón interior del
corazón exterior; la cobertura exterior es el corazón interior de la conciencia; el corazón interior es
el corazón interior de la cobertura exterior; la cobertura interior es el corazón interior del corazón
interior; y el fondo del corazón es el corazón interior de la cobertura interior y la quintaesencia del
corazón es el corazón interior del fondo del corazón, y ella es la fuente de la luz. Y la totalidad de
esta estructura está organizada a manera de siete medinas una dentro de la otra –concéntricas-.

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