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CLAVES FRANCMASÓNICAS

DE LA CAPILLA DE PALAFOX
EN LA CATEDRAL DE
EL BURGO DE OSMA
Ángel Almazán

En febrero de 1996 publiqué el libro El Burgo de Osma y su catedral. Guía para el


viajero curioso e inquieto, prologado por el presidente de la Junta de Castilla y León,
Juan José Lucas Giménez. En las páginas 163 a 171 intenté mostrar, con los escasos
conocimientos que entonces tenía de simbolismo francmasónico (no muy inferiores a los
actuales), que la capilla neoclásica de Palafox, conocida también como de la
Inmaculada, en la catedral de la villa episcopal, estaba repleta de símbolos que eran
perfectamente explicables partiendo de la francmasonería.
Desde esa fecha nadie, que yo sepa, ha rebatido por escrito esta tesis argumentando en
contra de la misma. Por el contrario, el conocido investigador Juan GARCÍA
ATIENZA, que ha publicado diversos libros sobre simbolismo constructivo, entre otros
temas, dio como buena mi tesis en un artículo suyo publicado en la revista Historia 16.
Igualmente ha sido leído por diversos francmasones y no han objetado la tesis
fundamental: que la capilla es francmasónica.
Dos años y medio después de la publicación de esta tesis vuelvo de nuevo a retomarla
aportando en esta ocasión nuevas pruebas acerca del simbolismo francmasónico
existente en dicha capilla, refiriéndome en esta ocasión a elementos distintos a los
citados en El Burgo de Osma y su catedral.

FLOR DE LIS
En la puerta de acceso a la capilla Palafox, situada en el centro del semicírculo se
encuentra una flor de lis, figura geométrica estilizada de la flor de lirio; ésta representa
al recipiendario "que llega al templo para su iniciación", según manifiesta José Felipe
ALONSO (ACS), lo que está en consonancia con la situación de tal icono metálico en la
entrada a la capilla.
El lirio es sinónimo de blancura, o sea, de pureza, inocencia y virginidad, siendo en la
tradición bíblica símbolo de la elección, así como de sumisión plena a la providencia
divina, según CHEVALIER Y GHEERBRANT (DS).
El lis ha sido símbolo real en diversas civilizaciones (por tanto símbolo del hombre que
está en contacto con Dios y es su elegido). Y dado que la francmasonería tiene elementos
simbólicos tomados de Egipto habría que tener muy en cuenta que en Egipto el lis
"simbolizó la resurrección y la vida, además de ser el atributo del dios Horus" (EEC).
La Biblia señala que el lis formaba parte como adorno de los capiteles de distintas
columnas del palacio de Salomón. Y en alquimia, según FULCANELLI, simboliza al
Azufre filosofal.

TOISON DE ORO

Nada más traspasar la puerta, se halla interiormente sobre la misma un escudo de


armas de Carlos III, patrocinador de esta capilla, cuyo elemento iconológico más
próximo a la cabeza de quien lo mira es el morueco colgado, emblema del Toison de
Oro, orden de caballería instituida por Felipe el Bueno, duque de Borgoña, en el s. XV,
cuyo jefe es el rey de España. El Toison de Oro nos remite directamente al vellocino de
oro, expresión del arquetípico "Tesoro difícil de Alcanzar", que consiguieran Jasón y los
argonautas. JUNG estima que el vellocino de oro es un símbolo del Sí-Mismo, esto es, de
la "chispa divina" que todos llevamos dentro, del auténtico YO, cuya consecución es el
objetivo de la iniciación, y, por lo tanto, de la masonería.
FULCANELLI, a su vez, ha señalado que el Toison de Oro, en la Alquimia, representa
al mismo tiempo la materia preparada para la Obra y el resultado final de la Gran
Obra.

LA ESTRELLA FLAMÍGERA

Tanto en los capiteles redondos como en los cuadrados, que son de bronce dorado, se
pueden ver coronando la parte superior de los mismos la figura flameada de una estrella
de cinco puntas en cuyo interior hay un altorrelieve de una forma sinuosa que he
identificado con la letra Yod o Iod del alfabeto hebreo (para ser más exactos la Yod y la
J están unidas en el caso burgense), primera letra del nombre del dios hebreo, Yahvéh,
cuyo tetragrama se encuentra escrito en el interior del triángulo o delta pintado por
Mariano Salvador Maella en el fresco de la cúpula del altar mayor de esta capilla. Este
delta masónico, como ya indiqué en mi libro, "expresa la presencia en el templo del
Gran Arquitecto del Universo, cuando los trabajos se han iniciado según el rito y a su
'gloria', forma secular", según ha desvelado el gran maestro masón Robert
AMBELAIN..
Pues bien, esta estrella de cinco puntas no es otra cosa que la masónica Estrella
Flamígera. Su importancia es de primer orden en la francmasonería, que comenzó a
utilizarla en su iconología a partir justamente del siglo XVIII (la primera piedra de la
capilla Palafox se colocó en 1772).
"La estrella flameante de cinco brazos es el símbolo de la manifestación central de la
luz, del centro místico, y emblema de la divinidad. Es uno de los símbolos más complejos
de la Francmasonería, correspondiente al grado de compañero masón. La estrella de
cinco puntas está asociada al número cinco y al hermetismo", afirma J.C. DAZA,
maestro masón y miembro del Consejo Simbólico de la Gran Logia Simbólica Española,
así como director de la revista Cuadernos masónicos.
Igualmente aclara que la estrella flamígera "es la estrella brillante de cinco puntas que
irradia rayos flamígeros, en cuyo centro está la letra G, equivalente a la yod, es símbolo
del magnetismo terrestre de ese fuego invisible que crea y sostiene nuestra vida sobre la
tierra. Aparece en el grado de compañero y representa el espíritu que anima al universo,
el principio de toda sabiduría y el poder generador de la naturaleza (chispa divina en el
corazón del iniciado). Sus cinco puntas forman la pentalpha de Pitágoras, y entre los
masones constituye los cinco puntos de la perfección: Fuerza, Belleza, Sabiduría, Virtud
y Caridad".
"La estrella resplandeciente -continúa afirmando J.C. DAZA- era la imagen de Horus,
hijo de Osiris o el Sol, Dios del tiempo y las estaciones, fuente inagotable de vida, brillo
del fuego increado y origen de todos los seres".
"Por otra parte -concluye este maestro masón palentino- el símbolo de la estrella
flamígera descubre aspectos que tienen que ver con el Centro que irradia el fuego-luz, y
que para el iniciado es el corazón; Centro que deberá tener presente a lo largo del
camino iniciatico si no quiere extraviarse. Tendremos en cuenta además que la estrella
flamígera tiene en el centro la letra G o la Yod simbolizando ante todo el 'germen de
inmortalidad' o Lûz (...) La estrella flamígera o pentagrama irradia por sus cinco
puntas: Gravitación, Genio, Gnosis, Geometría y Generación, símbolos del fuego
interior del propio iniciado, el cual debe perseverar por los senderos de la búsqueda de
la Verdad, simbolizados en los cinco viajes de la recepción del compañero; estos viajes se
hacen iluminados por la estrella flamígera y el brillo de la letra G".
La letra G, afirma René GUÉNON, reemplaza a la Yod hebrea dentro de la Estrella
Flamígera, pero no es éste el caso que acontece en la capilla Palafox, dado que en ella se
halla inscrita la Yod hebraica, que es la "J" e "i" del castellano.
GUÉNON recuerda igualmente que según un antiguo ritual, "la estrella resplandeciente
es el símbolo del masón (podría decirse más generalmente del iniciado) que resplandece
de luz en medio de las tinieblas (del mundo profano) ... La estrella resplandeciente
simboliza al Hombre, y más precisamente al 'hombre regenerado'." (LGT).
Respecto a la letra Yod, es conveniente recurrir nuevamente a René GUÉNON para
conocer su esoterismo. GUÉNON incide en que es la primera letra del tetragrama
divino, la cual puede usarse como abreviatura completa del nombre judío de dios,
Yahvéh, de ahí que figure igualmente sustituyendo al ojo que todo lo ve, dentro de la
delta masónica. En hebreo es considerado como "el elemento primero a partir del cual
se forman todas las letras del alfabeto hebreo". Es la menor de las letras hebreas y sin
embargo de ella derivan las formas de todas las demás: "A esta doble relación se refiere
también el doble sentido del jeroglífico del yod, como "Principio" y como "germen": en
el mundo superior, es el Principio, que contiene todas las cosas; en el mundo inferior, es
el germen que está contenido en todas las cosas".
Hemos visto anteriormente que el pentágono central o quintaesencia del pentalfa
mandálico de la ermita de San Bartolo se encuentra rodeado de diez corazones, y
curiosamente Yod tiene como valor numérico precisamente al 10; asimismo una de las
representaciones más importantes del Yod es cuando se le sitúa en un corazón, pues,
como afirma GUÉNON, "El yod en el corazón es, pues, el Principio residente en el
centro, ya sea, desde el punto de vista 'macrocósmico', en el 'Centro del Mundo', que es
el 'Santo Palacio' de la Cábala, ya sea, desde el punto de vista 'microcósmico' y
virtualmente siempre por lo menos, en el centro de todo ser, centro simbolizado siempre
por el corazón en las diferentes doctrinas tradicionales y que constituye el punto más
interior, el punto de contacto con lo divino (...) El Principio divino, en cuanto reside en el
centro del ser, es a menudo designado simbólicamente como el "Éter del corazón",
tomándose, naturalmente, para representar el Principio, el elemento primordial del cual
todos los demás proceden" (SFCS).
Si Yod es el 10 (como se sabe cada letra hebrea es al mismo tiempo un número), el resto
de las letras del tetragrama (he-vav-he) suman 16, y curiosamente la estrella del círculo
central que vemos en el suelo de esta capilla es 16, el cuadrado de cuatro, por el cual
juraban los pitagóricos (como también lo hacían "por la sagrada tetraktys"
(1+2+3+4=10). Asimismo los dos círculos inmediatos que rodean a esta estrella tienen 16
losas cada uno de ellos, y las columnas que se alzan en la circunferencia más exterior son
precisamente 16.
El periodista José Felipe ALONSO indica que así como Yod tiene al 10 como valor
numérico, igualmente se corresponde con el décimo nombre divino, Iah. Ahora bien,
según GUÉNON, este nombre divino, Iah, "se pone más especialmente en relación con el
primero de los tres Grandes Maestros en el séptimo grado de la masonería especulativa"
(SFCS). Asimismo, Marius LEPAGE, en el número de julio de 1949 de Speculativo
Mason desvelaría el simbolismo "polar" de la letra G al estimar que representa a la
estrella polar "que es a su vez el símbolo y, para el masón operativo, la sede efectiva del
Sol central oculto del Universo, Iah", habiendo sido siempre la teoría "polar" "uno de
los mayores secretos de los verdaderos masones" (SFCS). Y GUÉNON, por su parte, ha
manifestado que la estrella flamígera se identifica con la estrella polar (con su
simbolismo iniciático, por tanto) (Edudes sur la Franc-maçonnerie et le
Compagnonnage).
Así que no tiene por que extrañar que este símbolo de la Estrella Flamígera, de tan vital
importancia en la francmasonería, sea tan abundante en la capilla Palafox pues hay
nada menos que 60 estrellas flameantes situadas en la parte superior de los capiteles,
como queriéndonos advertir precisamente que su profusión desmedida vela un gran
secreto.

EL PASO DE LA ESCUADRA AL COMPÁS


Sabido es que la capilla Palafox fue diseñada, de forma complementaria, por los
arquitectos reales de Carlos III, Francisco Sabatini y Juan de Villanueva, quienes, en mi
opinión, han reflejado sus conocimientos francmasónicos en la planta y alzado de la
misma, y que quizás revelan la graduación francmasónica de quien ha podido "pasar de
la escuadra al compás" y, por consiguiente, de quien ha superado las formas
arquitectónicas cuadradas y cúbicas para ascender del grado del compañero al de
maestro masón operativo (que no especulativo) situándonse en el ámbito geométrico y
arquitectónico de la circunferencia, círculo, esfera y cúpula.
La capilla de Palafox se puede considerar como un templo individual, exento a la
catedral gótica aunque esté unida a ella a través de la girola, dado que es una obra que
se basta en sí y por sí misma.
A este respecto hay que recordar, como señala GUÉNON, que "todo edificio construido
según criterios estrictamente tradicionales presenta, en la estructura y disposición de las
diferentes partes de que se compone, una significación 'cósmica', la cual, por lo demás,
es susceptible de doble aplicación, conforme a la relación analógica entre 'macrocosmo'
y 'microcosmo', es decir, que se refiere a la vez al mundo y al hombre. Esto es válido,
naturalmente y en primer lugar, para los templos u otros edificios con destino 'sagrado'
en el sentido más limitado del término" (SFCS).
"El objetivo del arte sagrado es, justamente, el de revelar la imagen de la Naturaleza
divina imprimida a lo creado, pero oculta en ello, realizando objetos sensibles que sean
símbolos del Dios invisible. El arte sagrado es, pues, como una prolongación de la
Encarnación, del descenso de lo divino en lo creado, y, a este respecto, podría hacerse
extensiva al arte en general la justificación de los iconos que fue dada por el II Concilio
de Nicea: 'El Verbo indefinible del Padre se definió a sí mismo haciéndose carne...
Devolviendo a la imagen mancillada su forma primitiva, Él la penetro de Belleza divina.
Confesando esto, nosotros la reproducimos en obras y actos'.
Es bien evidente que, en un arte así concebido, con un valor casi 'sacramental', el artista
no puede dejarse guiar por sus propias inspiraciones; su trabajo no consiste en expresar
su personalidad, sino en buscar una forma perfecta que responda a prototipos sagrados
de inspiración celeste. Es decir, el arte es sagrado no por la intención, subjetiva, del
artista, sino por su contenido objetivo; y éste no es, por su parte, más que el conjunto de
representaciones que corresponden, en el campo de las formas sensibles, a leyes
cósmicas que expresan principios universales. Así, la estética se vincula jerárquicamente
a la cosmología y, por mediación de ésta, a la ontología y la metafísica. Este orden
jerárquico determina el carácter esencial del arte sagrado, que es del de ser simbólico, es
decir, el de traducir mediante imágenes polivalentes la correspondencia que relaciona
entre sí los diversos órdenes de realidad, el de expresar, mediante lo visible, lo invisible,
y el de conducir al hombre hacia éste", afirma Jean HANI en El simbolismo del templo
cristiano (STC).
Todo edificio sagrado, agrega HANI, es cósmico, o sea, "está hecho a imitación del
mundo (macrocosmos)". Asimismo recalca que "toda arquitectura sagrada se reduce,
en realidad, a la operación de la 'cuadratura del círculo' o transformación del círculo en
cuadrado", o de la esfera en cubo.
La planta horizontal de la capilla de Palafox está orientada siguiendo los criterios
tradicionales: el altar mayor en el este, la puerta de acceso en el oeste y los altares
laterales en el norte y sur. Esta orientación queda igualmente remarcada en el
posicionamiento de las ventanas y demás óculos; asimismo la punta principal del
triángulo del cupulín o linterna apunta hacia oriente.
La planta nos muestra, por otro lado, la existencia de dos formas geométricas: en
primer lugar una cruz celta (cruz con el círculo en el centro) y, a continuación (desde el
presbiterio al altar mayor) un cuadrado rematado en un ábside semicircular (el
cuadrado simboliza a la "tierra", a la substancia, a la materia, a la Prakriti védica y al
yin taoísta, mientas que el semicírculo hace referencia al "cielo", a la esencia, a la forma,
al Purusha védico y al Yan taoísta).
Detengámonos ahora en la planta de cruz céltica. La cruz de cuatro brazos une los dos
puntos solsticiales (norte: solsticio de invierno, y sur: solsticio de verano) con los dos
puntos equinocciales (oeste: equinoccio de otoño, y este: equinoccio de primavera). La
cruz simboliza a los cuatro elementos, y el círculo es la quintaesencia, el éter (del cual
derivan los otros cuatro elementos y por lo tanto el mundo fenoménico). La cruz es una
cuaternidad, de ahí que haga referencia a la "tierra", a la materia y al mundo de la
manifestación, mientras que el círculo simboliza al "cielo", al espíritu y al mundo de la
no-manifestación. La imagen de una estrella de 16 puntas en el punto central, por otro
lado, recuerda mucho al símbolo esotérico de la rosa en la cruz.
Entre el círculo más central del pavimento y triángulo inscrito en el círculo flamígero
del cupulín hay un eje invisible que traspasa simbólicamente el suelo, uniendo así el
mundo inferior con el celeste (siendo el suelo el plano intermedio, el del hombre), y
formando de este modo lo que se denomina "cruz de tres dimensiones".
"Esta cruz de tres dimensiones tiene brazos orientados siguiendo las seis direcciones del
espacio (los cuatro puntos cardinales, el cenit y el nadir), las cuales, junto con el propio
centro, forman el septenario. Ahora bien, las direcciones del espacio corresponden a los
Atributos divinos, en cuanto polarización, con respecto a un centro, del espacio
indiferenciado, que es como la Unidad divina (...) Es la manifestación del Logos en el
mundo, en el centro de todas las cosas, en el punto primordial, del que todas las
extensiones no son más que la expansión. La cruz de tres dimensiones resume, pues, el
espacio, y este espacio simboliza el universo lleno de Dios. El eje polar es la línea
alrededor de la cual todas las cosas realizan su rotación: es el eje principal; en la
horizontal, el eje norte sur es el eje solsticial, y el eje este-oeste, el eje equinoccial",
aclara Jean HANI.
Los francmasones conocen diversos aspectos cabalístico y resulta que en el Sefer Yetsirá
-y seguimos con Jean HANI- se dice que "el mundo fue creado por el Verbo divino por
medio del Número y las Letras". Además indica que en esa doctrina "el simbolismo de
las letras está relacionado con el de las direcciones del espacio, tal como las expone
Clemente de Alejandría -muy posiblemente, además, utilizando la fuente hebraica-.
Desde el 'Palacio interior', que es el 'Centro?, dice el 'Sefer Yetsirá', Dios, para crear el
universo, hizo sentir su acción conforme a las seis direcciones, y las tres letras del gran
Nombre divino, YHWH (la cuarta no es más que la repetición de la segunda), son las
que, mediante su séxtuple permutación, conforme a las seis direcciones del espacio,
permitieron la formación del universo".
¿Y qué tenemos en la capilla Palafox, aparte de lo ya dicho?:
- En la punta más alta del eje vertical, un círculo radiante con un triángulo equilátero en
su interior (símbolo todo ello de la Palabra o Verbo Divino, creador del cosmos y del
hombre).
- La estrella flamígera situada en la punta más alta de los capiteles (las cabezas de las
columnas), con la YOD que simboliza al Verbo, se encuentra "entre la escuadra y el
compás", dado que se halla entre la cúpula y el cubo, como luego explicaremos.
- El punto central de un círculo tiene como valor numérico el 1 (al simbolizar el
Principio, a Dios), mientras que la circunferencia tiene como valor numérico el 9 (ambos
están unidos por los indefinidos radios que los unen y que conforman así el círculo). La
suma de ambos da 10 (el número de la Yod), más las 16 puntas de la estrella central,
suman 26, que es el número completo de YHWH. Y es que, si Dios es el "corazón del
universo", igualmente es el "corazón del corazón humano", y éste, en el plano hermético
del templo se encuentra encuadrado dentro de la cruz, y en el caso de esta capilla de
Palafox está claro que el punto central es el centro estrellado de esta planta circular,
punto en el que el eje vertical -por donde llega la iluminación del Verbo Divino desde
arriba- contacta con el centro de la cruz horizontal (la cual expresa el ámbito de
desarrollo humano en lo que los hermetistas denominan los Pequeños Misterios).
Ascendiendo por el eje vertical a la sumidad de la esfera, y traspasando ésta, se alcanza
el final de la iniciación: la Liberación o Fusión con la Unidad, con el Principio, con Dios,
finalidad última de los llamados Grandes Misterios del esoterismo iniciático, según
revela René GUÉNON, que es la autoridad mundial número uno en simbolismo
masónico. Sólo situándose en este eje vertical, simbólico "Eje del Mundo", que tiene su
correspondencia igualmente en el cuerpo humano (más hablar de ello sería ya excesivo
para este artículo divulgativo), se está en el "Centro".
El círculo con un triángulo inscrito de la linterna (que más arriba se remata
exteriormente con una piámide y la cruz flordelisada), es la imagen que el arquitecto
Sabatini ha querido mostrar de la piedra angular, o "piedra de remate" que culmina su
obra arquitectónica. "En la piedra angular es donde el constructor imprime su marca
personal, la que testimonia el poder creador del hombre y representa la vida y lo
sagrado", advierte el maestre masón Juan Carlos DAZA.
De ella pende por un cable (amarrado a una cruz metálica) una lámpara majestuosa, a
modo de "plomada", reforzando así el simbolismo "polar" e iluminador del Verbo.
Daza señala, al respecto, que "en muchas logias, para la luz eterna o estrella perpetua
del templo, que no se apaga nunca, se destina una lámpara de aceite", instrumento que
juega un papel esencial en el ritual denominado "Recibir y dar la luz", que acontece
cuando es admitido e iniciado en los misterios masónicos el neófito o recipiendario.
"Recibir la luz" es, pues, ser iniciado, siendo transmitida por el Venerable Maestro
"mediante la vibración de su espada flamígera" que es el símbolo del Verbo. Por su
parte, CHEVALIER Y GHEERBRANT señalan que la lámpara como objeto ritual
simboliza en Occidente la presencia real de Dios. Recordemos, para comprender la
importancia del Verbo (la Palabra) y de la luz, los primeros versículos del Evangelio de
San Juan: "En el principio era ya el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era
Dios. Él estaba en el principio en Dios. Por él fueron hechas todas las cosas, y sin él no se
ha hecho cosa alguna de cuantas han sido hechas. En él estaba la vida y la vida era la luz
de los hombres. Y esta luz resplandece en medio de las tinieblas, y las tinieblas no la han
recibido...El Verbo era la luz verdadera, que cuanto es de sí alumbra a todo hombre que
viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue por él hecho." Por otro lado, los
círculos concéntricos del solado de la capilla podrían interpretarse simbólicamente como
la telaraña de Maya y la lámpara o "araña" sería Ariadna, cuyo hilo dessciende desde el
origen de la Luz, el Creador.
Decía al inicio que la planta y alzado de la capilla Palafox revelan, en mi opinión, que
sus diseñadores son masones que "han pasado de la escuadra al compás". Veíamos
cómo, en la planta, se conjugan el simbolismo del cuadrado y el del círculo, y ahora cabe
citar que lo mismo acontece en el alzado, pues toda la capilla se encuentra
"encuadrada" en diversos cubos y cuadrados invisibles.
La arquitecta Inmaculada JIMÉNEZ CABALLERO nos desvela que las proporciones
del recinto del espacio centralizado son cúbicas "ya que la anchura de la planta sin
contar con los nichos de los altares laterales es similar a la altura de la capilla hasta la
línea superior de la cornisa del entablamento, mientras que la anchura total, incluidos
los nichos de los altares laterales, se aproxima a la altura de la Capilla hasta el punto de
arranque de la cúpula".
Asimismo, si cogemos una regla y medimos las distancias, en alzado, de toda la longitud
de este "templo" entero que es la capilla de Palafox constataremos igualmente que toda
ella cabe dentro de un cuadrado. Además vemos que encima de la cúpula tenemos otro
cubo que es cubierto a su vez por una pirámide que cobija en su interior una bóveda (lo
que nos remite al simbolismo de la montaña y la caverna, o sea del renacimiento
iniciático).
El cubo expresa la estabilidad de este mundo y su materialidad, pero también la forma
tridimensional que simboliza la realización humana al final de este ciclo, de ahí que la
Jerusalén Celeste sea tan larga como ancha y alta. En la francmasonería tiene un
nombre propio esta figura: "piedra cúbica". Y si se remata por una pirámide, entonces
es la llamada "piedra cúbica en punta", culmen del Opus francmasónico y equiparable
a la "piedra filosofal" de la Alquimia, según indica René GUÉNON en La Gran Triada
(GT). La "piedra cúbica" es la Sal del argot alquimista, y la pirámide sobre el cubo
"representa un principio espiritual que se fija en la base constituida por la Sal", la cual,
aparte de simbolizar la conjunción del Azufre y el Mercurio, corresponde a la
individualidad entera: "Desde este punto de vista, la transformación de la 'piedra bruta'
en 'piedra cúbica' representa la elaboración que ha de surgir la individualidad corriente
para volverse apta para servir de 'soporte' o 'base' a la realización iniciática; la 'piedra
cúbica con punta' representa la añadidura efectiva a esta individualidad de un principio
supraindividual, que constituye la realización iniciática misma, que puede además
considerarse de manera análoga y por consiguiente ser representada por el mismo
símbolo en sus distintos grados, siendo obtenidos éstos siempre por operaciones
correspondientes entre sí, aunque a niveles diferentes, como la 'obra al blanco' y la 'obra
al rojo' de los alquimistas", desvela René GUÉNON (GT).
La piedra piramidal o puntiaguda se corresponden con los misterios del maestro masón.
El maestre masón palentino señala que "teniendo en cuenta la analogía entre iniciación
y construcción, existe relación simbólica entre la piedra angular y la piedra cúbica en
punta, ya que ambas se refieren al mismo carácter ontólogico y metafísico, ambas
simbolizan el acabado y perfección de la obra, su coronamiento vertical".
La figura piramidal que remata la linterna nos hace referencia al compás masónico,
mientras que el cubo que la sostiene surge de la escuadra. En el centro de ambos el
arquitecto real Sabatini ha querido situar un símbolo del Verbo, como lo es igualmente
la Yod de la estrella flamígera: el círculo flamígero con el triángulo divino inscrito. Ese
es, quizás, el sello y señal de su principal testimonio arquitectónico en esta capilla de
Palafox.

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