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DEBATE SOBRE REGLAS Y PRINCIPIOS ENTRE GARCIA AMADO Y MANUEL

ATIENZA
En relación con la ponderación de principios y reglas, surge una clara divergencia.
García Amado, identificado como ius positivista, critica la teoría principialista,
destacando la falta de distinción estructural entre principios y reglas. Para él, la
ponderación conlleva un riesgo anti-garantista al permitir que cualquier norma, ya sea
regla o principio, pueda ser derrotada por otro en un caso concreto. Su crítica se
enfoca en la inseguridad jurídica resultante, donde incluso derechos fundamentales
como la prohibición de tortura podrían ser relativizados y derrotados por principios
contrapuestos, socavando la protección jurídica esperada.
García Amado cuestiona la viabilidad de la teoría de principios y ponderación,
subrayando que la distinción entre reglas y principios es subjetiva y depende del
intérprete, lo que podría conducir a una interpretación sesgada según las
conveniencias del juez. Además, ilustra su preocupación con ejemplos más mundanos,
como un litigio sobre una servidumbre de paso, donde la ponderación podría ser
aplicada de manera indiscriminada, introduciendo una dimensión subjetiva en casos
que podrían resolverse de manera más objetiva a través de la aplicación de reglas
claras.
En la primera parte del debate, García Amado destaca la potencial fragilidad de la
teoría de principios y ponderación propuesta por autores como Atienza y Alexy,
argumentando que su aplicación puede conducir a resultados impredecibles y a una
interpretación subjetiva del derecho, comprometiendo la estabilidad y certeza del
sistema jurídico.

La confrontación teórica entre García Amado y Manuel Atienza en el ámbito del


derecho constitucional y la teoría jurídica revela dos perspectivas fundamentales.
Atienza, desde una posición positivista, aboga por una interpretación rigurosa de las
reglas legales, enfatizando la seguridad jurídica y la limitación de la discrecionalidad
judicial. En su visión, los jueces deben ceñirse estrictamente a las normas explícitas,
sin recurrir a principios implícitos.
En contraste, García Amado propone una perspectiva más flexible, reconociendo la
existencia de principios implícitos y abogando por la ponderación judicial en casos
particulares. Su enfoque busca adaptar la interpretación del derecho a situaciones
excepcionales, reflejando los valores fundamentales del sistema jurídico y evitando
rigideces normativas.
Atienza critica la propuesta de García Amado, argumentando que la combinación de
reglas, valores y principios resulta en un activismo judicial dañino. Su posición
defiende la necesidad de reglas claras para garantizar la certeza normativa y evitar
decisiones subjetivas.
El caso del divorcio en México, donde se invalidó el sistema causal en favor del libre
desarrollo de la personalidad, ilustra la aplicación práctica de la teoría de García
Amado. Atienza utiliza este ejemplo para resaltar los riesgos de permitir a los jueces
basar sus decisiones en principios implícitos, argumentando que esto podría derivar
en una suerte de legislación judicial.
La cuestión del activismo judicial es un punto clave de desacuerdo. Atienza sostiene
que la ponderación de principios puede resultar en decisiones subjetivas, mientras
que García Amado defiende que la rigidez del positivismo puede conducir a situaciones
de injusticia. La ponderación, según él, es crucial en casos difíciles y excepcionales.
En resumen, el debate entre García Amado y Atienza presenta dos posturas opuestas:
la rigidez positivista de Atienza, buscando la seguridad jurídica mediante reglas claras,
frente a la flexibilidad de García Amado, que reconoce la importancia de principios
implícitos y la ponderación para adaptarse a situaciones excepcionales. Ambas
perspectivas plantean preguntas fundamentales sobre la naturaleza del derecho y el
papel de los jueces en la interpretación y aplicación de las normas.

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