Ilustración: Daniel Collazos, Cali, Valle del Cauca.

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Abril 2024

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 CATARSIS DE UN ANIMAL
El animal que estoy siendo
E
l filósofo italiano Giorgio Agamben en su texto
Lo abierto. El hombre y el animal (2006) plantea
una serie de postulados que podrían interpretarse
como una apología a la animalidad del ser humano, a la
dualidad entre humanos y animales no humanos, a su
convergencia como a su separación. Es decir, Agamben
invita a reflexionar sobre lo que significa ser humano,
pero también sobre todas las relaciones del humano con
lo animal no humano que se estigmatiza o invisibiliza
socialmente, poniendo de relieve la pertinencia de volver
a esa animalidad que los seres humanos han abandonado
o que por vergüenza esconden. De una u otra manera,
los seres humanos somos la representación de muchos
animales que concebimos como salvajes —comemos,
nos apareamos, nos reproducimos, nos peleamos y hasta
dormimos como ellos—.
Agamben me suscita un par de preguntas: ¿la ani-
malidad no ha desaparecido del ser humano, sino que se
ha transformado y regido por algo llamado “cultura”? o
¿los seres humanos actuamos de manera tan similar a los
animales en contextos privados y públicos que sentimos
que ellos nos imitan, pero los que los imitamos somos
nosotros?
En este mismo sentido, el filósofo francés Gilbert Si-
mondon (2008) en el texto Dos lecciones sobre el animal
y el hombre se interroga por la conducta instintiva, los
caracteres de las conductas animales en oposición a las
conductas humanas, la noción de jerarquía de las funcio-
nes que distintos autores manifiestan a través del tiempo,
así como las funciones que pudo tener el valor heurístico
desde la antigüedad hasta nuestros días, explicando que
la primera noción que se desprende no es la del instinto,
ni de la inteligencia por oposición al instinto, sino en tér-
minos globales, la de vida humana, animal y vegetal. Es
decir, todo lo viviente está provisto de un principio vital
en el que la gran dualidad se percibe entre lo viviente y
no viviente, en el entendido que, la oposición entre vida
animal y vida humana es relativamente reciente.
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Jorge Alberto López Guzmán
Popayán, Cauca
Estudiante, Universidad del Cauca
En este sentido, nuestra concepción de superioridad
de los seres humanos sobre los animales o cualquier otra
forma de vida es algo reciente. Podría decirse que el co-
nocimiento hegemónico que puso de manifiesto la rela-
ción sujeto investigador y objeto investigado empezó a
generar que las brechas entre lo viviente se profundiza-
ran y las jerarquías se institucionalizaran. En consecuen-
cia, se han construido roles al punto que el ser humano
perciba todo lo viviente aparte de sí mismo como algo de
su propiedad, como una mercancía capaz de transformar
para privatizar y comercializar.
De hecho, Simondon (2008) expone que para Pitágo-
ras el alma humana, animal y vegetal son consideradas
como si pertenecieran a la misma naturaleza y es el cuer-
po y sus funciones las que establecen diferencias entre
la manera de vivir de un alma encarnada en un cuerpo
humano, vegetal o animal, o sea, lo que se podría de-
nominar metempsicosis o transmigración de las almas.
Así pues, un alma animal puede servir para animar un
cuerpo humano y puede reencarnarse, ya que un alma
que pasó a un cuerpo humano después de una existen-
cia humana puede preferentemente volver a la existencia
bajo una forma vegetal o animal.
De acuerdo con lo anterior, se podría reflejar una apro-
ximación a las religiones brahmánicas como el Hinduis-
mo y el Budismo (aquellas cuyo único Dios es Brahma,
creador de todo en el universo), las cuales comparten la
creencia de que un individuo encarna de un cuerpo a otro,
pudiendo ser el nuevo cuerpo el de un humano, un animal
o una planta. Entre esas muchas creencias se dice que si
cometemos pecados podemos reencarnar en vacas, caba-
llos, perros, gatos o cualquier otra especie animal.
Pero volviendo a la doctrina primitiva de los griegos,
el alma no está marcada por una existencia, podría reen-
carnar, volver a existir en otras especies y pasar de un
género viviente a otro. Incluso, estas ideas podrían ser la
base de la creencia en diferentes metamorfosis, es decir,
en los cambios de forma de un ser viviente quien debido
a una suerte o carencia se encuentra transformado por
los dioses o por otra potencia en una especie diferente.
 Lo anterior me lleva a pensar en los “transespecie”:
hombres y mujeres que manifiestan haber nacido en un
cuerpo equivocado porque ellos se consideran una espe-
cie animal. Es decir, es como si ellos mismos concibieran
una metamorfosis en términos físicos y cognitivos para
sentirse como la especie que en realidad son, aunque no
fueron transformados por los dioses y, más vale, su po-
tencia los justifica a sí mismos (López-Guzmán, 2022).
Para precisar lo anterior, recurro a una afirmación
que realiza Simondon sobre las reflexiones de Pitágo-
ras, quien expresa que “un hombre puede devenir ave
o monstruo marino o bien puede devenir río; una mujer
desconsolada puede ser transformada en manantial o en
árbol” (2008, p. 31). Por lo tanto, las raíces de los tran-
sespecie se podrían remitir a la concepción de la trans-
migración de las almas, tal y como ha sido expuesto por
los griegos y por las posturas de Pitágoras, quien plantea
que un ser humano puede sufrir una metamorfosis y con-
vertirse en ave.
Recuerdo al filósofo francés Jacques Derrida en su
texto El animal que luego estoy si(gui)endo (2008) don-
de reflexiona sobre las fronteras entre el hombre y el ani-
mal, manifestando que el ser humano es un animal que
adolece de sí mismo y que siempre estamos colocando
en la otredad el reflejo de nuestra indeterminación. No
nos damos cuenta de que el otro somos nosotros mis-
mos, porque cuando nacemos nos encontramos en un
estado de desamparo ante el mundo: desnudos, depen-
dientes y finitos. Derrida (2008) precisa que no debemos
sentir vergüenza ante nuestra desnudez —esa que nos

Ilustración: Karlo Felipe Rojas Valencia @karloandmikansart / Buga, Valle del Cauca
tapan minutos después de haber llegado a este mundo—,
porque somos animales y cuando queremos distar de
ellos nos tapamos, porque lo que nos distingue en última
instancia de los animales es que ellos están desnudos sin
saberlo.
En consecuencia, podría generarse la siguiente hipó-
tesis: la animalidad a la que queremos volver en medio
de esa desnudez y desprendimiento de las vestiduras es
la que representan las transidentidades (López-Guzmán,
2022) el cambio supone la existencia de un principio
vital a través del cual la individualidad morfológica se
encuentra transformada. Se busca el cambio físico como
una manera de retornar a nuestra naturaleza pérdida —
esa que nos avergüenza— a través de transformaciones
físicas y hasta en la vestimenta, así como en el cambio
de rol —paso de humano a no humano animal—. Esta
creencia primitiva se convierte en la forma para intentar
comprender y, tal vez, justificar la continuidad de la vida
y el cambio entre las especies.
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Catarsis
Partamos de que los seres humanos somos un animal
más, que muere y se pudre, que nace desnudo y que se
encuentra expuesto ante el mundo como cualquier otro
“intrascendente” insecto. Es decir, la dicotomía entre
la vida y la muerte no es ajena al ser humano como en
ocasiones se quiere expresar, vislumbrándola como una
cuestión biológica, ontológica, cultural o hasta estética.
Más vale, es una cuestión del día a día, del salir de la
bañera y resbalarse y morir. Esto quiere decir que ese
egocentrismo que como seres humanos ostentamos no
es más que una ilusión. Así como muere una cucaracha
aplastada por el pie de alguien, podemos salir a las calles
y morir atropellados por la imprudencia de un conductor
ebrio.
Nos encontramos ante un mundo caótico que es capaz
de matarnos en vida, pero también matarnos de golpe,
porque no solamente vivimos ante las inclemencias bio-
lógicas, sino ante los procesos de industrialización, de
variabilidad del clima, del despotismo de los gobernan-
tes y las imposiciones antinatalistas de la ciencia. Así,
nos encontramos ante una naturaleza del dolor, donde
sobrevivir es un reto, porque el complejo hecho del pri-
mer respiro es la respuesta ante la nostalgia de que ya no
hay algo que nos proteja, que el mundo al que llegamos
nos recibe con un golpe ante la insensibilidad de quienes
decidieron por nosotros y, tal vez, no nos tolerarán por
mucho tiempo.
Por eso pensar en nuestra condición de animales es
pensar en nuestra fragilidad como seres humanos, como
carne que se va a podrir, como actores en un matadero
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donde la carne tiene un precio dependiendo de su calidad
y, donde cada uno tenemos signo de pesos dependiendo
el contexto donde nacimos y los privilegios que osten-
temos. De esta manera, pensar en nuestra animalidad es
pensar nuestra obviedad ante lo siniestro de nacer para
morir, de ser un animal más, porque así como mueren
cada día y se convierten en el alimento de otro animal,
igual nos pasará a nosotros; porque el día de nuestra
muerte seremos alimento para los gusanos y estaremos
generando vida; porque en medio de la muerte, surgiría
la vida y en medio de la vida, sucumbirá la muerte.
En definitiva, esta catarsis es una rememoración a
los desafíos por lo que he pasado desde mi nacimien-
to, por las imposiciones del destino para sobrellevar la
existencia en medio de enfermedades y acontecimientos
accidentales que me han podido arrebatar la vida y, fi-
nalmente, sobre la intranquilidad y a la vez, la sensación
de incertidumbre de levantarme todos los días a intentar
justificar el por qué nací.
Referencias
Agamben, G. (2006). Lo abierto. El hombre y el animal
(Traducción de Flavia Costa y Edgardo Castro). Adriana Hi-
dalgo editora.
Derrida, J. (2008). El animal que luego estoy si(gui)endo
(Traducción de Cristina de Peretti y Cristina Rodríguez Mar-
ciel). Editorial Trotta.
López-Guzmán, JA (2022). Transespecies: Transición de
humanos a no humanos. Runas. Revista de Educación y Cultu-
ra, 3 (5), e21057. https://doi.org/10.46652/runas.v3i5.57
Simondon, G. (2008). Dos lecciones sobre el animal y el
hombre (Traducción de Adrián Cangi y Tola Pizarro). Edicio-
nes La Cebra.
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Ilustración: Vanessa Sánchez Lima @ _yoru____ / Arequipa, Perú