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La propuesta del título puede llevarnos por diferentes caminos, pensar en esas voces
en relación a la comida, por ejemplo. Sin embargo, esas voces de las que se hablará
corresponden a las voces que escuchaba una analizante cuando recién llega al consultorio,
una mujer de 45 años con una extrema delgadez, a quien por cuestiones de confidencialidad
llamaremos Lizeth.
Tanto Lizeth como su familia, se encontraban preocupados por lo que había ocurrido
recientemente. Las voces encerraban a la analizante en un ciclo repetitivo de limpieza en
casa, así como también, literalmente quedaba encerrada en casa por el impacto que generaba
saber que escuchaba algo que quizá los demás no escucharan, voces que por momentos eran
tan reales que le hacían temer por la seguridad de su familia y que por momentos podía
distinguir que sólo ella las escuchaba:
“Hay voces que repiten lo que digo, voces que me dicen que mi hija corre
peligro, que no haga ruido, que no está limpio… Me dicen ¡Así no se hace!
¡Te lo dije! ¡Así no es!
Y entonces, se abren diferentes preguntas: ¿cómo pensar a esta analizante? ¿Se
requiere un trabajo interdisciplinario? Realmente, ¿necesita medicación?... Pero también,
¿por qué justo en este momento de su vida aparecen las voces? ¿Qué fue lo que detonó su
aparición? ¿Por qué las voces se encuentran en relación a temas de inseguridad, limpieza o
fallas? Y además, ¿qué relación tienen las voces con la extrema delgadez que presenta?
Lizeth es la mayor de 4 hermanos, con quienes menciona tener una “buena relación”
aunque un poco distante con uno de ellos. Considero pertinente mencionar que uno de sus
hermanos es sacerdote y los otros dos se encuentran casados y ya no viven en casa de sus
padres. Pero uno de ellos, desayuna, come y cena con la mamá, y pasa la mayor parte del fin
de semana con ella.
Para referirse al fantasma, Nasio (2007) lo explica como si fuera una novela en
edición de bolsillo que uno lleva siempre y que sin darnos cuenta interfiere en las relaciones
que mantenemos con quienes nos rodean. Es decir, podemos aplicar lo anterior a la forma en
cómo se establece desde los primeros años de vida un vínculo, no se trata de la presencia
física de la madre o su ausencia, sino la manera en que cada persona vive ese vínculo, y cómo
más adelante se repite una y otra vez, inconscientemente.
En cuanto a su infancia, Lizeth recuerda los gritos de su madre durante las 3 ocasiones
que estuvo embarazada, debido a una hernia imposible de operar durante el embarazo. La
relación con su madre era un tanto distante durante ese tiempo debido a que pasaba recostada
con dolor y gritando la mayor parte del tiempo, lo único que recuerda es que cuando el padre
llegaba le decía “tu mamá se va poner bien” y que ello la reconfortaba. Sin embargo, los
gritos continuaban. Y por tanto, recuerda lo incómoda y molesta que su madre se sentía
cuando estaba con ella y lo pronto que debía regresar a recostarse, y los reclamos que le hacía
por cualquier situación que ocurriera.
A pesar de la relación conflictiva con ella, señala que ahora tienen una buena relación
aunque posiblemente le hubiera gustado que estuviera presente en eventos importantes, como
lo fue su examen profesional. Es importante considerar lo que implicaba para ella este
examen, ya que implicaba que iba ser escuchada por su madre, quien se ausentó. Y
nuevamente aparece el tema de la voz, la escucha, la presencia y la ausencia.
A partir del lapsus de Lizeth, que la conduce a hablar sobre su suegra, ella señala lo
compleja que es la relación con su suegra, que en realidad, “se llevan bien” pero tiende a
estar molesta con ella y no importa qué haga, siempre tiene un comentario para hacerla sentir
mal, le recuerda que es una mala madre, que no hace bien las cosas, que no limpia su casa
como debería e incluso recurre a la frase “te lo dije”. Es así, como las voces comienzan a
tomar sentido.
En este caso, se puede observar cómo las voces empiezan a tener sentido conforme
se pone en palabra lo que ocurre en relación a la forma en que se establece el vínculo, y es
así como también, las voces empiezan a alejarse, se escuchan cada vez más lejos, hasta que
desaparecen.
Pero a su vez, se despierta el deseo por descubrir qué está pasando. La imposibilidad
de nombrar o de ubicar lo vivido y de representarlo, de alguna forma retorna, y en este caso
lo hace a partir de estas voces. Voces que constituyen un síntoma y que esconden detrás de
él, una forma característica de relacionarse con el otro. Y que de alguna manera, se reproduce
constantemente con la suegra, pero va más allá de ella.
Por último, es importante señalar que cada caso es diferente y que a partir de la
escucha, poner en palabra puede generar un sentido al síntoma y por tanto, que este pierda
sentido.
Referencias bibliográficas
1. Nasio, J. D. (2015). ¿Por qué repetimos siempre los mismos errores? México: Paidós.
2. Nasio, J.D. (2007). El Placer de leer a Lacan. 1. El Fantasma. España: Editorial
Gedisa
3. Zawady, Megdy, 2017. El “estrago materno” como concepto psicoanalítico. En
Ética y Cine. Vol. 7. No. 2 pp. 47-54. Universidad Nacional de San Martín.