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Las voces de la anorexia

Edith Cacho Aráuz

“La madre se revela de este modo como


un Otro primordial que inscribe a fuego
significantes en el cuerpo del ser
hablante, marcas arcaicas y oraculares
que eventualmente hacen insignia, pero
en cuyo fundamento se revela la
inscripción de modalidades de goce”
Zawady (2017, 47)

La propuesta del título puede llevarnos por diferentes caminos, pensar en esas voces
en relación a la comida, por ejemplo. Sin embargo, esas voces de las que se hablará
corresponden a las voces que escuchaba una analizante cuando recién llega al consultorio,
una mujer de 45 años con una extrema delgadez, a quien por cuestiones de confidencialidad
llamaremos Lizeth.

Tanto Lizeth como su familia, se encontraban preocupados por lo que había ocurrido
recientemente. Las voces encerraban a la analizante en un ciclo repetitivo de limpieza en
casa, así como también, literalmente quedaba encerrada en casa por el impacto que generaba
saber que escuchaba algo que quizá los demás no escucharan, voces que por momentos eran
tan reales que le hacían temer por la seguridad de su familia y que por momentos podía
distinguir que sólo ella las escuchaba:

“Hay voces que repiten lo que digo, voces que me dicen que mi hija corre
peligro, que no haga ruido, que no está limpio… Me dicen ¡Así no se hace!
¡Te lo dije! ¡Así no es!
Y entonces, se abren diferentes preguntas: ¿cómo pensar a esta analizante? ¿Se
requiere un trabajo interdisciplinario? Realmente, ¿necesita medicación?... Pero también,
¿por qué justo en este momento de su vida aparecen las voces? ¿Qué fue lo que detonó su
aparición? ¿Por qué las voces se encuentran en relación a temas de inseguridad, limpieza o
fallas? Y además, ¿qué relación tienen las voces con la extrema delgadez que presenta?

Vayamos respondiendo algunas de estas interrogantes, aunque posiblemente se


generen algunas más pero que permitirán generar reflexiones en torno a casos con algunas
características similares. Si bien, es importante hacer una revisión de lo que ocurre en cuanto
a las voces, también es importante recordar que cada caso es diferentes y por lo tanto, es
conveniente construir la historia de vida a partir de la escucha de la analizante, quien relata
una celebración por parte de sus vecinos con música alta fuera del horario permitido como
previo a la aparición de las voces. Pero, ¿por ello las voces? ¿Qué hubo detrás de todo ello?
¿Qué fue lo que realmente detonó la escucha de estas voces?

La analizante permite un acercamiento a ello en el momento en el que tiene ciertos


lapsus en los cuales expresa: “mi esposa” en lugar de “mi suegra”. Es así, que surge un
acercamiento distinto a su síntoma… y poco a poco va poniendo en palabra la relación que
existe con su suegra y a partir de ello, la relación con su madre.

Lacan denomina “estrago materno” a las consecuencias mortíferas del


deseo de la madre erigido como Otro primordial en la constitución subjetiva
(Zawady, 2017, 47)

Lizeth es la mayor de 4 hermanos, con quienes menciona tener una “buena relación”
aunque un poco distante con uno de ellos. Considero pertinente mencionar que uno de sus
hermanos es sacerdote y los otros dos se encuentran casados y ya no viven en casa de sus
padres. Pero uno de ellos, desayuna, come y cena con la mamá, y pasa la mayor parte del fin
de semana con ella.

Para referirse al fantasma, Nasio (2007) lo explica como si fuera una novela en
edición de bolsillo que uno lleva siempre y que sin darnos cuenta interfiere en las relaciones
que mantenemos con quienes nos rodean. Es decir, podemos aplicar lo anterior a la forma en
cómo se establece desde los primeros años de vida un vínculo, no se trata de la presencia
física de la madre o su ausencia, sino la manera en que cada persona vive ese vínculo, y cómo
más adelante se repite una y otra vez, inconscientemente.

El fantasma dirige al sujeto, pero éste no ve la escena ni distingue


claramente a los protagonistas; siente las tensiones que están en juego, la
intensidad o, más exactamente, el equilibrio de las fuerzas dominantes y
hostiles, protectoras y tiernas. El fantasma es una escena virtual, una
representación abstracta y condensada de nuestras tendencias
inconscientes. (Nasio, 2007)

En cuanto a su infancia, Lizeth recuerda los gritos de su madre durante las 3 ocasiones
que estuvo embarazada, debido a una hernia imposible de operar durante el embarazo. La
relación con su madre era un tanto distante durante ese tiempo debido a que pasaba recostada
con dolor y gritando la mayor parte del tiempo, lo único que recuerda es que cuando el padre
llegaba le decía “tu mamá se va poner bien” y que ello la reconfortaba. Sin embargo, los
gritos continuaban. Y por tanto, recuerda lo incómoda y molesta que su madre se sentía
cuando estaba con ella y lo pronto que debía regresar a recostarse, y los reclamos que le hacía
por cualquier situación que ocurriera.

Después del nacimiento de sus 3 hermanos e incluso durante una parte de su


adolescencia, la relación con su madre era muy conflictiva, discutían constantemente por
cualquier situación, generando en ella la sensación de que su madre estaba sobre ella. Así
fue, hasta que la madre molesta no volvió a hacerle comentarios sobre lo que ella quería, lo
que ella hacía o comentaba. Es importante señalar que en ninguna discusión, el padre hizo
comentario alguno a pesar de estar presente en algunas de ellas, Lizeth señala que él es muy
tranquilo.

A pesar de la relación conflictiva con ella, señala que ahora tienen una buena relación
aunque posiblemente le hubiera gustado que estuviera presente en eventos importantes, como
lo fue su examen profesional. Es importante considerar lo que implicaba para ella este
examen, ya que implicaba que iba ser escuchada por su madre, quien se ausentó. Y
nuevamente aparece el tema de la voz, la escucha, la presencia y la ausencia.

La razón de esta ausencia fue porque su mamá se quedó trabajando en la iglesia,


cuestión que ocurrió en algunas ocasiones. Y que sólo más de 20 años después, Lizeth se
acerca a ella para preguntarle porqué era tan importante la iglesia, a lo que la madre
“confiesa” que después de su cuarto hijo, volvió a embarazarse y debido a los dolores tan
fuertes que tenía durante el embarazo, decidió abortar, cuestión que genera hasta la fecha
mucha culpa y en su momento generó un acercamiento muy fuerte a la iglesia, que incluso
trabajaba ahí como asistente gran parte del día. Lo anterior, sorprende a Lizeth y le hace
reflexionar sobre aquellos momentos en los cuales su mamá se mostraba molesta y cómo ella
respondía a sus comentarios también molesta generando un continuo pelear a veces sin
recordar la razón inicial de la pelea.

¿Por qué es importante este recorrido por la historia de vida de la analizante?


Realmente las voces, ¿empezaron por el ruido en la celebración que tuvieron los vecinos? Es
a través de su discurso, que Lizeth permite recorrer el entramado en el cual las voces, los
gritos y los ruidos remiten a algo más, como los son las ausencias, exigencias y vivencias
cargadas de angustia.

A partir del lapsus de Lizeth, que la conduce a hablar sobre su suegra, ella señala lo
compleja que es la relación con su suegra, que en realidad, “se llevan bien” pero tiende a
estar molesta con ella y no importa qué haga, siempre tiene un comentario para hacerla sentir
mal, le recuerda que es una mala madre, que no hace bien las cosas, que no limpia su casa
como debería e incluso recurre a la frase “te lo dije”. Es así, como las voces comienzan a
tomar sentido.

En este caso, se puede observar cómo las voces empiezan a tener sentido conforme
se pone en palabra lo que ocurre en relación a la forma en que se establece el vínculo, y es
así como también, las voces empiezan a alejarse, se escuchan cada vez más lejos, hasta que
desaparecen.
Pero a su vez, se despierta el deseo por descubrir qué está pasando. La imposibilidad
de nombrar o de ubicar lo vivido y de representarlo, de alguna forma retorna, y en este caso
lo hace a partir de estas voces. Voces que constituyen un síntoma y que esconden detrás de
él, una forma característica de relacionarse con el otro. Y que de alguna manera, se reproduce
constantemente con la suegra, pero va más allá de ella.

Es decir, y quizá una situación cotidiana en la vida de Lizeth podría ejemplificarlo:


cuando Lizeth come con su suegra, ella le sirve un plato “imposible” de terminarse y desea
rechazarlo pero a la vez lo acepta pero no puede comerlo. Así, queda claro que no es la
comida el conflicto, sino la manera de vincularse con el otro. Y que remite no a la suegra y
sus reclamos, no a las voces que asustan, sino al vínculo con la madre.

Por último, es importante señalar que cada caso es diferente y que a partir de la
escucha, poner en palabra puede generar un sentido al síntoma y por tanto, que este pierda
sentido.

Lo que no ha sido interpretado y continúa


siendo desconocido siempre retorna”
(Nasio, 2015, p. 115).

Referencias bibliográficas

1. Nasio, J. D. (2015). ¿Por qué repetimos siempre los mismos errores? México: Paidós.
2. Nasio, J.D. (2007). El Placer de leer a Lacan. 1. El Fantasma. España: Editorial
Gedisa
3. Zawady, Megdy, 2017. El “estrago materno” como concepto psicoanalítico. En
Ética y Cine. Vol. 7. No. 2 pp. 47-54. Universidad Nacional de San Martín.

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