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Enfermedades

Terminales
El derecho a la vida se precisa en el en enfermo terminal como
"derecho a morir con toda serenidad, con dignidad humana y
cristiana".
Esto no designa el poder de procurarse o hacerse procurar la muerte,
como tampoco el de evitarla "a toda costa", sino de vivir humana y
cristianamente la muerte. Este derecho ha venido surgiendo en la
conciencia explícita del hombre de hoy para protegerlo, en el
momento de la muerte de "un tecnicismo que arriesga convertirse en
abusivo".
La medicina moderna dispone, efectivamente, de medios con
capacidad de retardar artificialmente la muerte, sin que el paciente
reciba un real beneficio. Simplemente se le mantiene en vida o se
logra prorrogar por algún tiempo la vida, a precio de ulteriores y duros
sufrimientos. Éste es el caso definido como "obstinación terapéutica",
consistente "en el uso de medios particularmente extenuantes y
pesantes para el enfermo, condenándolo de hecho a una agonía
prolongada artificialmente".
Esto es contrario a la dignidad del que está expirando y al deber moral
de aceptar la muerte y de dejar que ella finalmente siga su curso. "La
muerte es un hecho inevitable de la vida humana": no se la puede
retardar inútilmente, esquivándola con todos los medios.
120. Consciente de no ser "ni el señor de la vida, ni el conquistador de
la muerte", el agente de la salud, en la valoración de los medios, "debe
hacer la oportuna elección, es decir, tener en cuenta la real condición
del paciente y dejarse determinar por ésta".

JUAN PABLO II, A las participantes al Congreso internacional sobre


la asistencia a los moribundos, 17 de marzo de 1992.

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