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Hora Santa de Fin de Año
Hora Santa de Fin de Año
Lector: (Fragmentos del mensaje del Papa Francisco con motivo de la jornada de
la Paz 2015)
No se llega a ser cristiano, hijo del Padre y hermano en Cristo, por una disposición
divina autoritativa, sin el concurso de la libertad personal, es decir, sin convertirse
libremente a Cristo. El ser hijo de Dios responde al imperativo de la conversión:
«Conviértanse y sea bautizado cada uno de ustedes en el nombre de Jesús, el
Mesías, para perdón de sus pecados, y recibirán el don del Espíritu Santo» dice
en Hechos 2,38. Todos los que respondieron con la fe y la vida a esta predicación
de Pedro entraron en la fraternidad de la primera comunidad cristiana (cf. 1 P 2,17;
Hch 1,15.16; 6,3; 15,23): judíos y griegos, esclavos y hombres libres (cf. 1 Co
12,13; Ga 3,28), cuya diversidad de origen y condición social no disminuye la
dignidad de cada uno, ni excluye a nadie de la pertenencia al Pueblo de Dios. Por
ello, la comunidad cristiana es el lugar de la comunión vivida en el amor entre los
hermanos (cf. Rm 12,10; 1 Ts 4,9; Hb 13,1; 1 P 1,22; 2 P 1,7).
Señor Jesús, tú que eres la Palabra eternamente creadora de la que “todas las
cosas vinieron a la existencia y nada empezó de cuanto existe”, estamos reunidos
alrededor de ti en este último día del año. Reconocemos que somos obra de tu
amor. Eres la presencia personal de Dios en nuestras vidas. Sin embargo, en
nuestros tiempos, un cierto tipo de cultura nos ha educado a movernos solo en el
horizonte de las cosas, de creer solo en lo que vemos y tocamos con las manos.
Por eso crece el número de personas que se sienten desorientadas y creen en
todo y nada. En este contexto, las palabras del Papa Francisco que acabamos de
escuchar nos piden una respuesta, una nueva actitud ante nuestro prójimo, a
reconocerte presente y, especialmente en los que sufren, necesitado de nuestra
respuesta amorosa, solidaria y generosa.
Señor Jesús, “luz verdadera que ilumina a todo hombre”, todos necesitamos, no
solo el pan material, sino también necesitamos amor, sentido, esperanza, de un
fundamento seguro, de un terreno sólido que nos ayude a vivir con un sentido
auténtico, aún en la crisis, en la oscuridad, en las dificultades y en los problemas
de cada día. Gracias por la luz de la fe, esta fe que es una confianza plena en ti,
una adhesión a tu persona llena de esperanza y confianza porque has revelado el
rostro amoroso de Dios con tu muerte y resurrección mostrándonos de manera
luminosa que sólo en el amor está la plenitud del hombre. Ayúdanos a vivir este
nuevo año, el 2015 confiados en ti, guiados e impulsados por tu Espíritu,
aprendiendo a amar como tú nos has amado.
Señor Jesús, tú que eres el principio y el fin, “Aquel que es, que era y que ha de
venir” (Ap 1, 8), que “permanece hoy como ayer y por la eternidad” (Heb 13, 8),
pues “mil años para ti son como un día, un ayer, un momento de la noche” (Sal 90,
4). Ayúdanos a no absolutizar el presente que nos lleva al vacío, crisis de sentido,
frustración, ansiedad y angustia. Y porque eres la Palabra “que se hizo hombre y
habitó entre nosotros”, abre nuestro ser para entender que el tiempo humano ha
entrado a participar en la eternidad de Dios; suscita nuestra respuesta generosa
descubriendo que creer es encontrar la verdadera vida. Provoca que en estos
últimos minutos de este año dirijamos nuestra mirada a ti, que nos has revelado la
plenitud de la vocación y de la dignidad humana y nos enseñas a mirar la realidad
en todos sus aspectos para responderte de manera adecuada y humana.
Lector: No podemos continuar nuestra oración sin pedir al Señor por todas
aquellas personas que pasan por el sufrimiento, ya sea por el dolor físico o por las
penas morales, o por cualquier clase de esclavitud.
Todos: Te lo pedimos, Señor Jesús.
Lector: Roguemos al Señor para que nos haga experimentar a todos su fortaleza
y su gracia.
Todos: Te rogamos, Señor Jesús.