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Había una vez un pequeño y tranquilo bosque donde vivían ratones y conejos en armonía.

Los ratones eran conocidos por su astucia y habilidad para encontrar comida, mientras que
los conejos eran famosos por su velocidad y destreza en la construcción de madrigueras.

Un invierno, una feroz tormenta de nieve azotó el bosque, cubriendo todo con un manto
blanco y dificultando la búsqueda de comida para los ratones. El líder de los ratones, Lucas,
estaba preocupado por su comunidad. Se dio cuenta de que necesitaban ayuda para
encontrar alimento en la nieve profunda.

Lucas decidió acercarse a la comunidad de conejos, liderada por Ruby, y pedir su ayuda.
Los conejos eran conocidos por su capacidad para encontrar raíces y hierbas bajo la nieve,
y Lucas sabía que juntos podrían enfrentar el desafío del invierno.

Cuando Lucas explicó su dilema a Ruby, esta aceptó ayudar de inmediato. Los conejos
comenzaron a cavar en la nieve con sus patas fuertes, exponiendo las raíces y hierbas que
los ratones no habrían podido encontrar por sí solos. Los ratones, a cambio, compartieron
su conocimiento sobre la construcción de refugios subterráneos para protegerse del frío.

A medida que los días pasaban, ratones y conejos trabajaron juntos, compartiendo la
comida que habían encontrado y viviendo en armonía. La colaboración entre las dos
comunidades no solo los ayudó a sobrevivir el invierno, sino que también fortaleció los
lazos entre ellos.

Con la llegada de la primavera, la nieve se derritió, y cada grupo regresó a su estilo de vida
habitual. Sin embargo, la amistad y el respeto que habían cultivado durante el invierno
perduraron. Los ratones y los conejos continuaron visitándose y ayudándose mutuamente
en momentos de necesidad, y el bosque prosperó gracias a su cooperación.

La historia de ratones y conejos nos recuerda que la colaboración entre diferentes grupos,
incluso cuando enfrentan desafíos, puede llevar a una convivencia armoniosa y fortalecer
los lazos comunitarios en el mundo natural.

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