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Oleg se relamió los labios, sus mejillas sonrojadas y el corazón acelerado provocaron un

leve mareo al sentarse sobre el regazo de Lukyan, su miembro se clavó entre la mitad
de su culo y para dar un buen inicio a la ronda, observó con lujo de detalle como Bialy
fue desapuntando su pantalón y dejó a la vista la punta rosa de su miembro que
escurría preseminal.

El alcohol estaba haciendo efecto, se sentía ligero, como si estuviera flotando, incluso
la idea de levantar su brazo, era un completo desafío, porque la sensación de dejarse
llevar por la corriente del río, parecía más satisfactoria.

Al menos no era el único, y presentía que los alphas habían tomado licor antes, porque
no estaban sobrios, parecían piratas hipnotizados por el canto de una sirena, fuera de
sí, absortos bajo la influencia del alcohol.

Bialy sin quitarle la mirada a Oleg, hizo varios círculos sobre el glande de su pene con el
dedo índice y fue esparciendo el líquido transparente en la zona. Su sonrisa creció a
medida en que detuvo su movimiento y alzó su mano a la altura de los labios de su
esposo para sentir como su lengua saboreaba el preseminal que cubría su dedo.

El omega estaba en el juego, en su papel, y Dimitri con una sonrisa de complicidad con
Lukyan, dieron inicio a una noche embriagadora bajo la luz roja y el líquido quemando
sus gargantas.

El alpha sujetó una cinta de color rosa pastel y acercó su boca al cuello de Bialy, deslizó
su lengua por la marca y con sus dientes desgarró finamente su piel, dejando que las
gotas de sangre se deslicen por su piel. Colocó sus manos en ambos hombros del
omega y fue descendiendo con delicadeza por sus brazos hasta llegar a sus muñecas y
las apresó detrás de su espalda e hizo un pequeño nudo con la cinta.

Su boca reclamaba los labios de su amado, el olor de sus feromonas únicamente las
podía oler él, y eso provocaba unas inmensas ganas por poseerlo, sin embargo, estaba
en un juego, en un reto de una noche única y si Bialy disfrutaba, él también lo haría.

—Tú eres un experto en seducir… —susurró Dimitri a milímetros del lóbulo de su


oreja—. Bésalo —ordenó.

El dolor mezclado con el placer, fue potenciado cuando Dimitri sujetó la quijada de su
adorable esposo y la alzó para que recibiera un trago dulce que hizo que su visión se
volviera un poco borrosa.

La respiración de Bialy era irregular, su mente iba y venía, como si se tratara de un


flashback, entre tanto, Dimitri guardó el miembro del omega, y continuó regalando
cortos besos, hasta que Bialy tomó impulso y sus piernas se movieron, solo con dar un
paso, terminó de rodillas delante de Oleg que estaba con el aliento entrecortado.
—Probablemente no recordaremos nada mañana… —susurró Bialy con una sonrisa
traviesa y detalló cómo la mano de Lukyan rodeó posesivamente el abdomen de Oleg.

—¿Y eso es bueno o malo…? —dijo el omega acercándose a los labios de Bialy —¿Por
qué? ¿Te quieres arrepentir ahora?

—Solo quiero ver cómo pierdes ante mí —sacó su lengua y la deslizó por el labio
inferior de Oleg, provocándolo, y no solo a él, sino a los alphas que estaban en
completo silencio con la respiración pesada.

Bialy levantó su mirada cauteloso, sus ojos violeta lo analizaban en silencio a medida
en que sus alientos se mezclaban. El corazón le palpitaba emocionado, los vellos de su
piel se erizaron y cada uno de sus pensamientos se congelaron cuando sintió la calidez
de los dedos de Oleg rozando su mejilla con delicadeza, para después sentir como los
labios del omega, se apoderaron de los suyos.

El dulce sabor de la boca de Bialy fue un deleite para Oleg, que cuando percibió su
esencia, no quiso separarse, al contrario, decidió explorar. La suavidad de sus labios
carnosos le dieron una grata bienvenida, se asemejaban a un par de malvaviscos que,
con solo apreciar su textura, podrías saborear el resto.

Su boca llevó un ritmo pausado, sus dedos descendieron de su mejilla hasta su cuello e
hicieron pequeños movimientos circulares. Su piel ardía, el sudor sobresalía por cada
uno de sus poros y las ganas por deslizar su lengua no se hicieron esperar.

Para Oleg, los omegas eran tan bellos, poseían una belleza singular, un encanto que la
Diosa Luna les regaló junto con un corazón fuerte como el roble y una alma virgen
como un manantial, pura y sin maldad.

Los adoraba, pero entre sus pensamientos, su piel volvió a llamarlo, a reclamarlo como
suyo, tratando de apaciguar unos incautos celos que se camuflaron bajo el fuerte
agarre en sus caderas, haciéndolo sucumbir bajo aquella nube oscura, suprimiendo
cualquier razonamiento.

—Puede que tu gusto predilecto sean los omegas, pero… —susurró Lukyan cerca del
lóbulo de su oreja al mismo tiempo que él aún seguía besando a Bialy—. Nadie podrá
darte el placer que yo te doy. No sentirás cómo tu piel se eriza mientras paso mi lengua
por tu culo y tiemblas bajo mis brazos. No existirán otras manos que se deslicen por tu
piel y puedan contarlo, porque no habrá un infierno al que puedas llamar paraíso si no
es el mío.

Oleg al escucharlo, se le cortó el aliento y provocó que por varios segundos sus labios
dejaran de moverse, por su parte, Bialy sintió que algo había sucedido y cuando abrió
sus ojos, se encontró con la mirada intimidante de Lukyan, quien no solo lo observaba,
sino que le sonreía como un triunfador.
Bialy no apartó su vista de aquellos ojos negros, y en el instante en que el alpha
delineó con su lengua el lóbulo de su oreja de manera sensual, mordió el labio inferior
de Oleg con algo de posesividad segundos antes de que Dimitri sujetara su cabellera y
lo hiciera sentarse sobre su miembro erecto.

—¿Lo disfrutaste? —preguntó Dimitri observando las mejillas sonrojadas de Bialy.

—Me gustó tanto, que hasta me deleité con la mirada de Lukyan…

Dimitri besó con devoción el hombro de su omega y después alzó la vista hacia el
alpha, le lanzó una cinta de tela de un tono rojo y le señaló su muñeca. Así como su
esposo tenía atada las muñecas, Oleg debía estar de la misma manera.

Lukyan sujetó la mano del omega y dejó un casto beso sobre su dorso.

Oleg mantenía su mirada hacia abajo, su mente se encontraba dispersa, sosegada ante
las palabras del alpha que calaron en su interior. Ni los besos que glorificó en el pasado
le podrán ganar a los de Lukyan.

—¿Crees que te dije mentiras? —murmuró Lukyan al dejar el rastro ardiente de sus
labios sobre su piel.

—Tal vez…

El alpha tomó las dos muñecas del omega y las apresó detrás de su espalda baja, hizo
doble nudo y sonrió al ver sus dedos temblando.

—¿Tienes miedo? —le susurró el alpha en un tono retador. Oleg volteó su rostro
lentamente y al alzar su mentón, sus ojos provocaron que se acelerara su corazón, sus
labios entrecortados se acercaron a los suyos y al notar su cálido aliento, sus deseos
por besarlo se incrementaron, pero cuando Lukyan sujetó con fuerza su mandíbula,
supo que la batalla estaba perdida.

—No es eso…

El alpha sonrió contra sus labios y desvió su mirada a una botella de licor, tenía sed, su
garganta estaba seca, pero no iba a probar el oasis que tenía a pocos centímetros,
prefirió reprimir sus instintos, engañando a su mente con el fin de anhelar los ruegos
de ese omega.

Oleg instintivamente apretó sus labios cuando la mano del alpha dejó de sostener su
mandíbula y fue descendiendo hasta su cuello y de repente, sintió como el líquido se
escurrió de sus labios. El fuerte sabor a fresa lo dejó encendido, la textura era tan
refrescante, que cuando percibió la lengua áspera del alpha vagando por su garganta,
su vientre bajo empezó a sentirse necesitado.
Lukyan dejó un camino de saliva por su cuello hasta llegar a su mentón, cerró por
varios segundos sus ojos y aspiró su olor, el vodka sobre su piel provocaba llevárselo de
ahí, arrastrarlo a una habitación oscura, y profanar su cuerpo, una y otra vez, hasta que
llorara, hasta que su último aliento fuera arrebatado por su boca.

Los dedos del alpha guiaron el rostro del omega de nuevo hacia el frente y al bajar su
mirada, notó lo excitado que estaba él. Su miembro quería romper la tela que lo
aprisionaba, sin embargo, le haría ver la realidad de sus palabras.

Un Lebedev nunca miente ante sus aseveraciones.

—Oleg —susurró en un tono travieso— ¿Qué es lo que ves?

Al omega por un momento se le dificultó respirar, sus ojos violeta examinaron el


hermoso cuerpo que tenía al frente, aun estaba algo cuerdo para saber que esa
cabellera blanca le pertenecía a Bialy, pero entre más segundos transcurrían, su vista
empezó a fallarle, se distorsionaba por la voz del alpha y ahora… justo en ese instante,
ya no sabía nada.

—Las manos de Dimitri están… —trató de ordenar sus palabras, pero su mente
empezó a fallarle, era tan extraño, porque sentía que los dedos de Dimitri eran los que
tocaban su cuerpo, pero él estaba lejos, no había manera, no obstante, lo que sus ojos
observaban, era lo que su piel sentía.

Lukyan agarró con fuerza la cabellera rizada del omega y lo estampó contra su pecho,
sus feromonas se liberaron por toda la habitación, cada rincón estaba sumergido en un
mar letal, donde si el portador lo deseara, podría acabar con las vidas que estaban ahí,
pero su deseo de matar, se desviaba al tentador cuerpo que comenzó a temblar al
percibir sus feromonas.

—Mi preciosa mariposa —habló de nuevo el alpha en un tono ronco— ¿Qué es lo que
ves ahora? —su pregunta desconcertó al omega, tanto así, que le alteró su propia
realidad, lo arrojó a una dimensión completamente subyugada a lo que su boca declara
como veracidad.

Las feromonas provocaron un desequilibrio en el omega, lo excitaban de sobremanera,


lo inducían a una especie de celo que acabó con su brillante color violeta, y dio paso a
un dorado intenso.

—L-las manos de ese hombre… —tartamudeó Oleg, indeciso ante su respuesta, tomó
una bocanada de aire y cerró sus ojos cuando las feromonas del alpha lo envolvieron
—Está desabotonando su camisa… uno por uno.

—¿Quién es el hombre que ves al frente de ti? —preguntó Lukyan al tanto que sus
dedos hacían lo mismo que Dimitri, cada movimiento y trazo, lo copiaba a la
perfección.
El omega se encontraba arrastrado por sus feromonas, ya no reconoció los rostros que
estaban delante de él, su respiración fatigada que iba al mismo ritmo que los latidos de
su corazón, le dieron respuesta.

—El hombre que veo, eres tú, Lukyan.

—Exacto, estamos en frente de un espejo…

Oleg de nuevo enfocó su vista al frente y observó cómo una mano se deslizaba desde el
ombligo y subía lentamente por su piel hasta llegar a sus pezones.

—Quiero que describas lo que ves en el espejo. Todo lo que el alpha le hace a su
adorable chico… —demandó Lukyan en un tono modesto, mientras su dedo índice
hacía vagos círculos sobre uno de sus pezones —. Cada detalle, Todo lo que sientas,
quiero escucharlo de tu boca…

Las feromonas seguían haciendo estragos en el omega, matándolo lentamente bajo el


calor de un placer que apenas comenzaba. Su mente solo quería una cosa y ante el
vacío en su interior, el lubricante fue empapando la tela de su pantalón.

Las manos de Dimitri apretaron ligeramente el pecho de Bialy, sus labios húmedos
dejaron un camino de besos sobre su hombro, era como sentir la delicadeza de una
flor, su textura frágil y su embriagador olor, encendieron sus deseos hasta acortar su
distancia y querer atacar su cuello con su lengua que iba subiendo deliberadamente
por su cuello.

Justo en ese momento, en la mente de Oleg solo existían ellos dos en una habitación
con poca iluminación al frente de un espejo que simulaba sus movimientos. Sus ojos
dorados estaban en una fuerte conexión con el alpha, un vínculo único en su especie,
que era igual a una droga.

—Su mano acaricia sus clavículas —describió el omega con el aliento entrecortado —.
Va subiendo y… —se detuvo por un momento y tragó saliva con algo de dificultad, su
mente le pedía que continuara y cuando lo iba a hacer, sintió como su garganta fue
apresada, Lukyan ejercía fuerza a tal punto que no podía respirar.

Las piernas al omega le temblaron de solo verse a sí mismo indefenso, siendo una
presa débil del placer que le otorgaban las caricias del alpha envueltas en unas
lujuriosas feromonas.

—¿Ahora crees que algún omega te hará temblar como yo? —expresó Lukyan con un
profundo sentimiento de celos. —Te juro que no. Mi mariposa solo se eriza si yo soy
quien lo toca, quien lo besa o quien lo mira, nadie más.

El alpha liberó su cuello y Oleg se sintió en una marea alta, donde se desconectaba y
regresaba a su realidad. Los destellos blancos que observaba se iban en un parpadeo,
lo único que tenía presente era la mano del alpha sobre su cuerpo y en su mente, su
voz…

Lo que veía al frente suyo era exactamente lo que sentía, cada caricia, cada beso y cada
suspiro hacía que su piel vibrara al ritmo de sus dedos.

—Continúa —ordenó con severidad el alpha.

Oleg recostó su cabeza sobre el pecho del alpha al sentir una corriente que se
aproximaba al orgasmo. Su vientre tembló ante el calor de Lukyan, fue incapaz de
formular una oración coherente cuando escuchó su orden, sin embargo, esa necesidad
por obedecerlo, hizo que se concentrará de nuevo y volviera su vista al frente.

—Sus dedos…

—¿Los dedos de quien? —preguntó Lukyan al escuchar sus quejidos.

—Del alpha…

—¿Qué hacen? —susurró acercándose a su rostro y dejó un casto beso sobre su


mejilla.

—Se posan en ambas rodillas del chico y va separando sus piernas lentamente…
—murmuró con los nervios carcomiéndole el corazón al instante en que observó como
Lukyan separó sus piernas y aunque aún llevaba su pantalón puesto, sentía como si sus
dedos traspasaran la tela y tocaran su piel directamente.

—¿Qué sientes?

—Mi piel hierve cada vez que tus manos me tocan… y quiero más.

Oleg contrae su vientre al sentir una corriente de placer que lo derrumbó, trató de
cerrar sus piernas, pero el alpha se lo prohibió y a cambio, sintió como su cuello fue
ultrajado, sus dientes se volvieron como cuchillas afiladas que desgarraron su piel.

—Las manos del alpha se deslizan por sus muslos hasta que tocan su… —mordió su
labio con tanta fuerza, que la sangre emergió en un delgado hilo que se fue deslizando
por su boca al tratar de callar sus gemidos.

—Tocan su pene —completó Lukyan su frase, mientras la gran palma de su mano hacía
presión sobre el miembro de su mariposa que estaba a punto de explotar—. Y no solo
eso, observa como su mano se mete en el interior de su boxer.

El omega alucinó cuando el alpha esparció el preseminal por toda la extensión de su


pene y apretó sus testículos, sumergiéndose en una ola intensa de calor que fue
acompañada por su lengua que danzaba sobre la piel de su cuello, convirtiéndose en la
víctima de una boca llena de lujuria que no dejó ni una zona intacta.
—Mira al chico —exigió el alpha cegado por las feromonas del omega—. Mira su boca
entreabierta, su saliva escurriéndose, su cuerpo temblando, su pecho subiendo y
bajando por el toque del alpha. Escucha sus gemidos, observa cómo el sudor acaricia
su piel y como sus caderas se mueven; todo eso, eres tú, Oleg.

La respiración del omega se volvió frenética, Lukyan ni siquiera lo estaba masturbando,


su mano solo regalaba cortas caricias sobre su miembro, pero para él, su simple toque
lo hacía sentir entre el cielo y el infierno, una brecha grande, pero a la vez corta cuando
se sintió completamente sofocado ante las garras de un dulce monstruo que tenía dos
máscaras.

Oleg no pudo soportarlo, el ardor de su cuello lo consumió, el orgasmo había llegado a


la cúspide y cuando menos lo pensó, su respiración se cortó, su pecho hormigueó con
desespero al igual que su vientre al sentir su entrada dilatándose en el instante en que
dejó de reprimir su deseo y dejó fluir su semen sobre la mano de Lukyan.

“Gane” fue lo último que escuchó Oleg, por un momento pensó que era la voz de
Lukyan, pero no, era un tono más dulce y a partir de ahí, su mente quedó
desconectada por un breve tiempo mientras recuperaba el aliento.

Lukyan levantó su vista y se percató que ahora estaban solos. La luz roja los ahogaba en
una noche hambrienta.

Oleg recobró la visión y al parpadear varias veces, se dio cuenta de que el espejo ya no
existía, había desaparecido…

Volteó su rostro de un lado a otro y no encontró nada, un sentimiento de angustia se


apoderó de su ser al pensar que estaba solo, pero cuando sintió el suspiro de una
bestia cerca de su nuca, el pánico encendió las alarmas muy tarde cuando su cabellera
fue sujetaba de manera cruel y terminó tumbado sobre los cojines.

El alpha clavó su vista en el culo del omega mientras lamía la palma de su mano que
estaba llena de semen, su lengua se dio un festín con sus dedos, degustó su sabor
salado y lo cálido que se deslizaba por su garganta, sin embargo, aún se sentía
sediento.

El omega tenía su pecho contra el cómodo suelo alfombrado y su culo levantado ante
la mirada de un alpha a punto de enloquecer con sus feromonas. Sus manos apresadas
yacían aún sobre su espalda baja y su vientre sufriendo contracciones por el reciente
orgasmo.

Lukyan se arrodilló ante el culo de Oleg y apretó sus labios cuando observó su pantalón
húmedo, su lubricante traspasó la tela del bóxer y ahora podía apreciar no solo su
textura, sino que también podía olerlo. Sus manos apretaron sus piernas y las volvió a
juntar, el alpha detalló un perfecto corazón, unos muslos grandes junto con un culo
ardiente.
—Lukyan…

—¡Silencio!

El alpha bajó su pantalón y Oleg obedientemente no refutó nada ante su acción, en


silencio fue despojado de dicha prenda que para el alpha era una molestia, pero todo a
su paso, Lukyan quería disfrutar del proceso y con suma cautela, acercó su nariz a su
entrada y empezó a repartir besos aún sobre la tela.

El lubricante empezó a salir en gran cantidad cuando el alpha hundió su dedo sobre la
entrada, la humedad acarició su piel como un llamado desesperado ante la clemencia
que gritaba su cuerpo por calmar la penuria de sus entrañas.

El alpha agarró sus glúteos y los apretó ligeramente, acercó su rostro y con los dientes
deslizó el bóxer mientras sus ojos se deleitaron con el tatuaje de mariposa. Su nariz fue
rozando su piel a medida que bajaba, y podía sentir como se erizaba a tal punto que el
lubricante se resbalaba entre sus muslos.

Su mirada quedó fija en su entrada, juraba que sus pliegues brillaban por el líquido y
sus jadeos, sus malditos gemidos endulzaron sus oídos, lo hechizaron bajo un fragante
aroma que no sabía a qué olía exactamente, pero lo atrajo como un miserable perro
hambriento por carne.

Lukyan detalló cómo el pene del omega estaba atrapado entre la mitad de sus muslos,
una gota de preseminal cayó sobre la alfombra y sonrió con el pecho orgulloso, Oleg
estaba tan excitado, tan necesitado de su tacto, que la punta de su pene se colocó más
roja y una vena bastante notoria amenazaba con romperse si no se corría por segunda
vez.

—¿En serio crees que un omega te dará más placer que yo? —su susurro fue
perfectamente escuchado por el omega que cerró sus ojos cuando sintió la respiración
del alpha por toda la extensión de su miembro hasta llegar al glande.

—No lo creo, lo sé…

El alpha se sorprendió ante la respuesta de Oleg, ni aunque estuviera a merced de un


monstruo, ese espíritu desafiador lo abandonaba, siempre llevando la contraria
aunque estuviera al borde de la muerte.

—Que un alpha sienta celos por un omega, solo demuestra la inseguridad de sus
palabras —murmuró Oleg con el corazón palpitando a mil cuando sintió una nueva
avalancha de feromonas por parte de Lukyan, que lo arrastró a las profundidades de un
abismo sin escapatoria.

La furia del alpha exhalaba por los poros de su piel.


Oleg tenía la valentía de hablar pero no de mirarlo a los ojos, porque aunque le
encantaba confrontarlo, no se sentía confiado de levantar su mirada ante ese hombre
que desprendía autoridad con solo respirar.

—No conozco una mejor manera de apaciguar los celos, si no es matando, destruyendo
la causa de ese sentimiento… —el tono escalofriante en que lo dijo provocó pánico en
el omega quien intentaba zafarse del nudo de sus muñecas aunque su culo se sintiera
ansioso por ser llenado.

—Eso es ser cobarde… —pronunció firme, aunque por dentro le tembló el alma.

—Yo diría que es ser inteligente —su respiración se volvió pesada—. No creo que exista
una persona a la que le guste sentir celos, y aunque hay otras maneras de erradicar
eso, solo disfruto de una, y lo más lamentable es que no siento culpa ni remordimiento,
Oleg.

El omega al querer responder, se le entrecortó su voz, y a los pocos segundos dejó salir
un ahogado gemido que emergió desde lo más profundo de su garganta cuando la
lengua del alpha envolvió la punta de su pene, sus dientes rozaron con fervor su glande
y luego su boca devoró su miembro hasta que no pudo soportar la sensación de
hormigueo en su vientre y se corrió por segunda vez.

El alpha se tragó su semen, y relamió sus labios mientras observaba el tatuaje de


mariposa en su espalda baja, una de sus manos agarró su glúteo y luego le regaló una
dura palmada que hizo que Oleg gritara.

De nuevo se acercó a su culo, y deslizó su lengua por todo su ano, empezó a lamerlo, y
a medida en que su lengua penetraba el pequeño orificio apretado, el lubricante no
paraba de salir. Sus ganas por meter su pene lo estaban matando ante las súplicas,
pero se sentía complacido por sus gemidos.

—Lu-lukyan… —volteó su rostro lloroso sin mirarlo directamente a los ojos—. Por
favor… —mordió su labio inferior con fuerza en el instante en que sintió la punta de su
lengua invadiendo su interior.

El alpha hacía movimientos círculos con su lengua, al tanto que empezaba a masturbar
el miembro del omega, su mano se encargó de hacerlo enloquecer, torturándolo,
otorgándole lo que se merecía, lo que nadie podía ofrecerle se lo estaba entregando
junto con un alma devota a su ser.

Las lágrimas se deslizaron por el rostro del omega al no poder resistirse ante el placer,
la lengua del alpha estaba haciendo desastres y al sentir su pene desesperado por la
liberación, su vientre se contrajo y apretó sus entrañas al verse incapaz de retener su
orgasmo y sentirse colapsado cuando dejó de ir en contra de sus deseos.
Oleg estaba sumergido entre la vergüenza por haberse corrido por tercera vez cuando
ni siquiera Lukyan lo ha hecho y eso era lo más preocupante porque sería una noche
eterna, larga, y ojalá que nunca terminara…

—¿Crees que ahora tengo competencia? —expresó segundos después de sacar su


lengua lentamente y detallar su agujero dilatado —. No creo que tengas suerte con un
omega o con un pobre alpha después de esta noche.

—¿Eso crees? —respondió Oleg con la respiración agitada y se maldijo una y otra vez
por tener sus muñecas aún apresadas—. Déjame probar otros platos, y luego te diré si
tú estás a la altura de ellos.

A Lukyan no le dejaba de sorprender esa boca tan sucia e impulsiva.

—¿A la altura de ellos? —preguntó con ironía el alpha en un tono ronco y se colocó de
pie—. Oleg, levántate.

El omega con los rizos pegados a su frente debido al sudor, se mantuvo en silencio,
pero mientras los segundos transcurrieron, empezó a sentirse ahogado por la carga de
sus feromonas, aún se encontraba algo cuerdo, y en el momento en que escuchó su
nombre, deseo esconderse.

—¿Acaso soy alguien que repite las cosas? —expresó con soberbia.

—No.

—¿Entonces por qué no te has levantado?

El omega no le quería decir que sus piernas técnicamente estaban débiles, se


encontraban entumecidas, pero ahora, ni siquiera era dueño de sí mismo, y tratando
de mantener una imagen estable, contuvo la respiración y endureció su espalda, sus
rodillas le dieron soporte y se colocó finalmente de pie ante la atenta mirada del alpha.

Lukyan detalló cada pequeño movimiento del omega, desde su exhausta respiración
hasta el roce de sus dedos con la tela de la camisa. Sus ojos no se pudieron despegar
de su espalda y al dar el primer paso, sacó una navaja de su pantalón.

El omega segundos antes de voltearse, alzó sus hombros con espanto al sentir la punta
afilada de un arma blanca en toda la mitad de su columna vertebral.

—Las pieles son tan hermosas —susurró en el oído del omega mientras deslizaba la
navaja por su espalda sin hacerle daño—. Y la tuya es tan perfecta…

Sin embargo, la de Oleg estaba exenta de convertirse en un cuadro.

—Sé que te encanta jugar con fuego. Que no te importan las consecuencias, aunque las
veas pasar frente a ti —el sonido de la tela rompiéndose aceleran los latidos del
omega—, pero te has olvidado que el orgullo de un alpha es el punto más débil que
podrás encontrar y justo tocaste el mío.

Lukyan terminó cortando la camisa y lo dejó desnudo.

—Sé con cuántos omegas te has acostado, conozco sus nombres, donde viven y con
quien —su respuesta dejó abrumado a Oleg—. No me retes a adivinar con quien te
irás a follar, solo ten presente que cuando termines, jamás lo volverás a ver y a cambio
te daré un hermoso cuadro de mariposa.

La mente de Oleg quedó en blanco ¿Miedo? Tal vez, pero ¿Por qué mierdas no le
disgustaba? No lo entendía, debería estar nervioso, gritando como un loco, pero justo
ahora su cuerpo empezó a calentarse de nuevo cuando el alpha rodeó su cuello y
comenzó a jugar con la navaja en frente de su rostro.

—De rodillas —ordenó el alpha.

Lukyan bajó el cierre de su pantalón cuando el omega se arrodilló ante su miembro, su


mirada por fin se encontró con la suya y analizó que sus ojos eran cambiantes, pasaban
de un dorado intenso a un violeta brillante y viceversa.

La punta de la navaja se deslizó por el mentón del omega y fue subiendo hasta tocar
sus labios, sin embargo, para el asombro del alpha, Oleg sacó su lengua y acarició el
lado afilado del arma al tanto que lo observaba.

—Eres un maldito —pronunció el omega con el poco aliento, pero enfrentándose así
mismo a una mentira, porque dejando de lado el vínculo e incluso las feromonas, le
gustaba ese hombre, y si no fuera así, lucharía hasta el cansancio por liberarse.

—Tú tienes el poder —lanzó la navaja a un lado y sacó por completo su miembro—. Si
mi mariposa me pide que lo desate, lo haré. Si ordena que me detenga, mis manos se
alejaran de ti, aunque extrañen tu calidez y se congelen —acarició varios de sus rizos y
restregó la punta de su pene sobre su mejilla sonrojada y fue deslizandolo mientras el
preseminal dejaba un grato camino hasta llegar a sus labios.

—Pero no quiero… ese es el problema —sus ojos violeta observaron la amplia sonrisa
del alpha, estaba emocionado, victorioso de que su lengua no permitiera que su
miembro fuera alejado, sino que lo atrajo lentamente al interior de su boca.

Oleg al sentir la intromisión del pene del alpha, cerró sus ojos y apretó su vientre para
relajar su garganta al ver que él deseaba meterlo por completo, sin embargo, su
tamaño se lo impedía, y aunque estaba haciendo su mejor esfuerzo, no estaba
satisfecho, quería que la punta de su nariz quedara a escasos milímetros de su pelvis,
respirando el olor de su hombría.

El lubricante se deslizó por sus muslos internos, su culo empezó a dilatarse con cada
bocanada de aire que inhalaba después de meter y sacar su pene a un ritmo acelerado.
La suavidad de su punta y lo duro de su miembro, volvían loco a su lengua, a su boca
que chupaba y succionaba su pene sin pudor, hasta que sus lágrimas aparecieron y
recorrieron con placer sus mejillas.

Lukyan jadeó al ver su rostro excitado, su cabello desordenado, sus lágrimas, su saliva
escurriendo, sus labios hinchados y hasta el sonido glorioso de sus arcadas que lo
hacían ver un desastre, un hermoso caos.

—Si me vas a insultar para después tragarte mi pene. Te suplicaría que lo hicieras todos
los días… —un hormigueo emergió en su interior y se vio obligado a cerrar sus ojos y a
sujetar la cabeza del omega para darle partida a sus caderas de moverse libremente,
amedrentando su exquisita boca que imploraba que lo penetrara.

El sudor de sus pieles, la fricción de su lengua, sus feromonas, su respiración y el


sonido de su dulce boca lo derribaron en el instante en que la punta de su miembro
atravesó su garganta y dejó que su caliente semen fluyera.

Lo llenaría por ambos lados, que su marca no solo se viera, que oliera a él, que su piel
sintiera a quien le pertenece, a pesar de que no estuviera su calidez cerca. Quería que
ese cuerpo y alma gritaran su nombre, que su ser se colocara de rodillas delante de él,
pero ante sus enemigos que sus pies se proclamaran sobre sus cabezas manchadas de
sangre.

Lo único que se escuchaba en la habitación, era la respiración pesada de ambos. Oleg


tenía su cabeza agachada mientras trataba de calmar lo agitado de su corazón, sus
muñecas aún permanecían apresadas en su espalda baja sin desear ser liberadas.

Las feromonas letales del alpha habían desaparecido, sin embargo, no quería irse a
pesar de tener la libertad de marcharse, pero ahí estaba, observando a Lukyan sentado
contra la pared, con los flequillos de su cabello húmedos, con sus ojos acechándolo,
con su pecho subiendo y bajando y su pene erecto con la punta llena de preseminal.

—¿Seguirás de espectador? —palmeó sus grandes muslos indicándole al omega que se


acercara—. Yo sé que lo quieres adentro.

Oleg no estaba para protestar, así que en silencio y suplicándole a sus rodillas otro
esfuerzo, lo logró, sus pies le concibieron un par de pasos y cuando se encontró de
frente al alpha, sus piernas temblaron cuando Lukyan agarró su miembro y se lo metió
casi por completo en su boca.

La lengua del alpha envolvió perfectamente su pene, el calor se aglomeró y la luz del
sol se sentía lejana al ver como lo chupaba con deseo, como sus manos marcaban su
piel con fervor.

—Es hora de que te sientes en tu trono —expresó el alpha segundos después de sacar
su pene y restregarlo sobre sus labios.
—Si te soy sincero…. —tragó duramente saliva y continuó—. Si me llego a enterar de
que esas palabras fueron pronunciadas a otros omegas, yo… —fue descendiendo
lentamente mientras las manos del alpha agarraron su cintura con gentileza.

—¿Tú qué? ¿Qué harías si fuera verdad? —susurró el alpha con la quijada levantada y
sus ojos entrecerrados cuando la punta de su miembro estaba saboreando el cielo en
el instante en que sintió su culo a punto de devorar su pene.

—Los mataría —respondió el omega en un tono intimidante y de una sola estocada, su


pene se enterró en lo profundo de sus entrañas, desgarrando todo a su paso, dejando
una línea suspendida entre la inconsciencia y su realidad qué fue desterrada cuando
los dientes del alpha se clavaron en sus pezones.

Lukyan abrazó con posesividad su cintura, y jamás lo soltó pese a que su boca se
aferraba y los chupaba con demencia, sin importar sus ruegos el omega nunca se alejó,
movía sus caderas para sentirlo más profundo.

—Si tú eres celoso, te juro que yo soy peor, señor Lebedev —susurró con la voz
temblándole al tanto que observaba la cabellera del alpha. Su abdomen estaba a punto
de explotar, sentía que su miembro crecía con el pasar de los segundos, pero justo
ahora se sentía tan feliz, era una emoción que englobaba tantos pensamientos.

—Los dos estamos locos… —lamió por una última vez su pezón y elevó su mirada para
quedar a la misma altura de su rostro, con sus narices rozándose, con sus almas
viéndose a través de sus ojos, deseando que ese instante fuera eterno.

—Somos un caos.

—No, solo tú eres un caos —las huellas de sus dedos se deslizaron con dulzura por la
piel del omega. Su tacto erizó los vellos de sus brazos, los suspiros que salían de sus
labios lo atrajeron hasta quedar a pocos milímetros de su boca.

—¿Yo…?

—Si —sonríe seductor contra sus labios—. Tus alas pueden formar un huracán, incluso
desde el otro lado del mundo... Todo lo que tú hagas, altera mi vida, le da sentido,
bueno o malo te haces sentir en mi alma como un perfecto caos —sus manos tocaron
las muñecas del omega y en medio de sus alientos, Lukyan entrelazó sus manos con las
de él y sus labios se unieron a un ritmo lento mientras sus penetradas se volvieron
punzantes.

El alpha tenía claro en su pensamiento que el caos no implicaba orden, sino su


realidad, los sucesos que no se acoplaban a un patrón lineal y su bella mariposa de
invierno representaba aquello, a un ser tan indescifrable, imposible de determinar que
por más que lo analizará, terminaba observando un panorama caótico.
Oleg se restregaba en círculos, el sonido de sus pieles y el choque de sus labios
incrementaron la intensidad de su deseo, su lengua jugaba con la de él, una sutil pelea
por el poder terminó en la derrota del alpha que se dejó someter por la dominancia del
omega.

—¿Por qué me aprietas tanto? No me iré —manifestó el alpha sofocado por el aliento
del omega, su interior lo consumía, el calor lo abrazaba. Se sentía como un maldito
sueño, uno del cual no quería jamás despertar.

—Tú no te irás hasta que yo te lo ordene.

—Si… así es como debe ser.

Las fuerzas volvieron a sus piernas, y en el instante en que detuvo sus movimientos,
sintió como el pene del alpha palpitó en su interior, su vientre estaba a escasos
minutos de colapsar, pero a pesar de que estaba exhausto, tomó la iniciativa y empezó
a subir y a bajar lentamente, hasta asemejar la montada de un semental en una carrera
despiadada.

Profanando su interior con furia, sus entrañas le advertían del posible peligro, pero
cada vez que su miembro tocaba su punto, se sentia demente, un completo lunatico al
anhelar ese dolor enfermo que estremecia su piel con cada toque.

Lukyan apretó con más fuerzas sus manos al sentir las salvajes autopenetradas que
hacía Oleg, lo volvieron adicto a él, estaba loco, obsesionado, un maldito desquiciado
por poseer para siempre a ese omega que no permitía cadenas en su alma.

—Quiero tu nudo…

Su vientre se colocó rígido y al soltar su agarre del omega, lo abrazó con desespero
cuando su respiración se entrecortó, los latidos de su corazón se detuvieron por un
instante y en su mente, el caos inundó su ser cuando su nudo se abrió paso.

El ahogado gemido llenó la habitación mientras su pene se hinchaba en el punto más


profundo, provocando un desgarre al tanto que su semen lo llenaba por completo.

Las lágrimas empaparon las mejillas del omega, era inevitable el dolor. Tener su cuerpo
tan débil como una hoja a expensas de un alpha que tenía el mundo a sus pies, era una
emoción inexplicable que se canaliza en gotas salinas.

—Duele tanto… —ni siquiera podía hablar bien, presentía que sus huesos iban a
quebrarse con tan solo el sonido de su respiración.

—Cierra tus ojos y escucha mi voz —pidió de manera dulce el alpha al tanto que una de
sus manos acariciaba su cabellera, hizo masajes en su cabeza lentamente para relajarlo
y persuadir aunque sea un poco el dolor por el que atravesaba.
Oleg esperó con ansias escuchar su reconfortable voz, pero Lukyan no pronunció ni una
palabra. El omega colocó su rostro de medio lado sobre su pecho y se concentró en el
sonido de los latidos del corazón del alpha.

Esa era la voz que Lukyan quería que escuchara, la de su corazón, lo que las puertas de
su alma le susurraban a través de suaves latidos.

Sus lágrimas dejaron de fluir por sus mejillas rojizas, sus ojos hinchados agradecieron el
descanso y dejó que su cuerpo se sumiera en una calma gracias a las caricias del alpha
que lo apaciguaron.

—Gracias…

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