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—Ni siquiera lo intentes, Laufeyson.

Loki sonrió de lado con suficiencia. ¿Para qué lo retaba? Al final siempre hacía
exactamente lo que quería. Dio un paso al frente, aun con la media sonrisa petulante
plantada en su rostro.

—No va a doler —pero sabía que su expresión reflejaba con claridad todo lo contrario a
una promesa—. Si no te resistes, claro.

—Loki...

—Wanda —la interrumpió—, sabes que no puedes contra mí. Que te aplastaría con mi
magia si quisiera.

—Ni tú crees eso.

Ella alzó la barbilla, y ese gesto le encantó. En el fondo le encantaba Wanda, desde su
forma de ser y sus manías femeninas, hasta su mirada dura. Se acercó otro poco, y la
acorraló contra la barra de la cocina.

—Sólo quiero ver un poquito.

Acto seguido puso su dedo pulgar sobre la frente de la bruja, y entró en ella sin pedir
permiso.
Los ojos de Wanda brillaron en oro, y Loki pudo sentir el dolor casi como si fuesen en él
mismo.
El corazón se le apretó, y sus ojos se hicieron agua. No podía llorar, no frente a ella. Así
que alzó la vista, y se obligó a detener aquel impulso.
Sabía que estaba torturándola nuevamente, pero la curiosidad le ganó y siguió más y
más hondo.
Sabía que luego del ataque que la bruja había frenado se había quedado demasiado
débil, y el dios del engaño no podría perder la oportunidad.
Llegó hasta el recuerdo más frágil y olvidado, y sufrió adentro de él.
Tragó saliva, se despegó de Wanda y limpió con sus propios dedos las lágrimas que
habían resbalado por sus mejillas.
La bruja tenía una expresión destrozada, Loki se quedó detallándola. Era tan pequeña,
tan suave, olía tan bien... Se preguntaba cómo era que había aguantado semejantes
torturas, y sin pensarlo dos veces se inclinó hasta quedar lo más cerca de su estatura, le
alzó el rostro que aun sostenía... y la besó con una delicadeza que Wanda jamás había
probado en su vida.

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