— No me toques.

- La voz del hibrido fue ligeramente aguda, bajaba sus orejas mientras su
ojos verdes se fueron hasta los morados, conectando y haciendo chispas en su corazón,
causando que bajara su mirada nuevamente, no entendió porque estaba en esta situación.

— Pero si se nota que te está encantando~ ¿Ho acaso eres tú quien quiere comenzar a tocar? -
El azabache dejo su respiración chocar contra las peludas orejas del oso que estaba bajo el,
empezó a sacar su lengua, y lamió la oreja del mismo con suavidad, fue una ligera caricia que
dejó al castaño bajo el en un enredo de palabras y ligeros suspiros, lo cual a su oído se le hizo
inentendible.

Rubén tomo desprevenido al mayor, guiando una de sus manos hasta la cola del hibrido
contrario, el lobo que buscaba cazarlo. El mismo que ahora había soltado un gemido sutil por
el agarre imprevisto en esa extremidad.

— Que hijo de tu madre… No la toques. - Llevo una de sus manos hasta la muñeca del menor,
la jalo un poco, sintiendo como dejaba un apretón en la base de la misma hizo que su espalda
se estremeciera, al parecer Rubén no era el único que poseía zonas sensibles.

— ¿Qué pasa? ¿No querías que fuera yo quien tocará? Tu cola es muy suave… Y mira como se
mueve, se ve que estás muy feliz~ - La cola del Lobo, aquella fiera depredadora que lo tenía
hace un momento dominado, era un dócil cachorro que gemía cada que sus dedos se
deslizaban por la base de su cola hasta casi el final, nunca creyó que la espalda baja del hibrido
contrario haría que el hiciera sonidos tan encantadores, nunca creyó que grave y aterciopelada
voz de Vegetta fuera a escucharse tan bien en gemidos bajos contra su cuello.

— Ha, Doblas, detente… No sigas.. Ahg, no sigas tocando. - Fue lo menos que hizo Rubén, más
bien su segunda mano iba hasta sus orejas, como un segundo estímulo, ahora Vegetta rogaba
porque se detuviera, pero el quería que rogara por más, como muchas veces lo hizo con el,
como muchas veces hizo que gritara por más. Cobraría muchas cuentas con Vegetta