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Apreciar la naturaleza
Aquí hay que precisar dos ideas. Veamos la primera: los humano s no
podernosevitar percibir y apreciar desde nuestra humanidad, como explica-
rnosen el primer capítulo cuando hablamos de la perspectiva. De igual ma-
nera, si los lobos , los delfines o los cuervos fueran capaces de apreciar esté-
ticamente, lo harían desd e sus propias naturalezas y, por tanto, de man eras
diferentes a como lo hacemos no sotros . Pero lo que no debemos hacer es
proyectar nue stra identidad humana sobre la natural eza, porque entonces
solo nos mirar emos a nosotros mismo s en una naturale za reducida a mero
·espejo.Aunque en todo tipo de apreciación estética debemo s silenciar nues -
tra voz·para escuchar al objeto apreciado, si queremos apreciar la naturaleza
necesitamos más silencio que para apreciar nuestros artefactos , porque la
,diferenciaentre el sujeto que contempla y el objeto contemplado es 11).ayory,
por tanto , apreciarlo en profundidad requiere una actitud todavía más abier-
ta y respetuosa.
La segunda idea es la siguiente. Que las otras especies y los elemento s
naturales sean diferentes de nosotros no implica que sean tan distinto s que
:nopodamos encontrar en ellos ninguna similitud. Observando a los anima-
les, a menudo reconocemos anatomías, conductas o emocion es semejantes a
las nuestras; cuando paseamos por la naturaleza, encontramos entornos que
nos provocan una sensación de hogar ; al practicar surf, creemos que hay una
armonía intríns eca entre el oleaje del mar y el ser humano; si cultivamos un
jardín, sentimos que estamo s colaborando con las plantas. Muchas experien-
ciasestéticas de la naturaleza son experiencias de encuentro, pe ro apreciar
eonprofundidad esas afinidades y celebrar ese diálogo solo es posible cuan-
do evitamos caer en la trampa de ahogar las diferencias en la identid ad que
proyectamos. Si creemos que la naturaleza ha sido diseñada para nosotros ,
contiene mensajes para nuestra espe cie, es una máquina a nuestro servicio o
unafuente de metáfor as y símbolo s para comprendernos a nosotros mismos,
el encuentro con ella será imposible , porque la estaremos ocultando bajo
nuestros deseos.
Sin embargo , cuanto acabamos de exponer se complica todavía más por
~asiguiente razón. En la naturaleza encontramos elemento s y procesos salva-
Jesque se desarrollan con independencia del ser humano, pero también ha-
llamossubespecies domesticadas y ecosistemas gestionados , donde lo natural
Ylo artificial están estrechamente interrelacionados desde hace miles de
años, hasta el punto de que ya no resulrn fácil distinguir qué es natural y qué
es artificial. Y no se trata de que existan dos categorías opuestas, lo salvaje y
lo domesticado , sino de una gradación con muchísimos tonos de gris y una
castústica muy variada. Vamos a abordarlo con un poc o más de detalle.
En un extremo de nuestra gradación tendríamos la natural eza salvaje:
especies que aún evolucionan por selección natural y ecosistemas no regula-
dos por la mano humana. Aunque no creo que en el siglo XXI exista ya nin-
gúnecosistema completamente salvaje en la Tierra , todavía qu ed~n amplio s
territorios que el ser humano no ha logrado someter, como son los círculos
144 ECOANIMAL
polares y zonas circundantes. Los dos países más extensos del planeta, Rusia
y Canadá, poseen inmensas zonas de taiga y de tundra poco habitadas, como
sucede también en Alaska y el norte de Escandínavía. Y aunque las distintas
culturas tradicionales que han poblado esos terroritorios han dejado su hue-
lla en ellos, no les han arrancado completament e su carácter salvaje. Nuestra
civilización ansía conquistarlos desde hace siglos y hay que agradecerle al
clima tan hostil que los haya protegido , al menos en un cierto grado, de
nuestra .codicia. Sin embargo , es cierto que el calentamiento global amenaza
con robarles la salvaguarda que el frío les había brindado y algunas empresas
se prep aran ya para explotar estos lugares.1 También se no s resisten todavía
las profundidades abisales, pero la acidificación del mar como consecuencia
del exceso de CO 2 en la atmósfera y las basuras que están inundando los
océanos comienzan a ponerlas en peligro.
Cuando hablamos de lo salvaje, también incluimo s fuerzas de la natura-
leza como volcanes, terremotos, tormentas o huracanes; y, sin.embargo , ac-
tividades humana s como el fracking o el calentamiento global que estamos
provocando pueden influir en su comportamiento y agravar su violencia. Por
fórtuna, más allá de la Tierra , la naturaleza escapa a nuestro control. En el
espacio hay millones de galaxias que apenas conocemos y en las que no sa-
bemo s si existen otros planetas habitado s por forma s de vida diversas. Cada
noche tenemos la oportunidad de contemplar el :firmamento, que nos mues-
tra la inmensidad del cosmos y nos recuerda nuestra finitud. Qui zás porque
esa es una lección que no nos gusta recibir , hemos preferido rodearnos de
luces artificiales que no s roban las noches estrelladas.
Luego, en distintos grados y tipologías, encontramos la naturaleza que
hemos domesticado o modificado de diversas manera s. La agricultura y la
ganaq.ería nos ofrecen ejemplos de subespecíes sometidas a selección artifi-
cial desde hace miles de años, y cuando se practican de manera indu strial
ejercen un control férreo sobre esas formas de vida. En los parques naciona~
les no hallamos subespecies domesticadas, pero sí una naturaleza gestionada:
aunque plantas y animales siguen siendo salvajes, los humanos toman ciertas
dedsiones sobre ellos, como matar a algunos individuos , curar a otros, vallar
ciertas zonas, suministrar alimentación suplementaria , etc . En otros casos no
estamos gestionando directamente un entorno, pero nue str as acciones lo
afectan, por ejemplo, cuando construimos una carretera en medio· de un
bosque. Y a veces influimos sin pret enderlo en lugares muy lejanos: plásticos
fabricados en España pueden acabar flotando en el Pacífico. La casuística es
muy diversa.
En todos estos casos, es necesario distinguir qué aspectos son naturales y
cuáles son de origen humano. Cuando apreciamos la belleza de una manza~
na, conviene recordar que el aspecto de las manzanas salvajes era muy dife-
1
Barry Lopez, Artíc Dreams (Nuev a York: Charles Scribner' s Sons, 1986); Sueños árticos
(Madr id: Capitán Swing, 2017 ), traducción de Mireia Bo:fill.
APRECIARLA NATURALEZA 145
2
PaulJ. Crutzen, «Albedo Enhancement by StracosphericSu1fur lnjections: A Contri-
bution to Resolve a Policy Dilemma?», Clímatic Change, núm. 77 (2006), pp, 211-219 [tam-
bién en línea]. Disponible en: https:/ /link.springer.com /co nten t/pdf/10 .1007 %2Fs10584-
006-9101-y.pdf
3
Para un análisisinteresante del término Antropoceno, véase:Ned Hettinger, «Valuing
Naturainessin the 'Anthropocene': Now More than Ever»,en George Wuerthner, Eileen Crist y
Tom Butler (eds.), Keeping the Wild: Against the Domestication of Earth (Washington D.C.: Is-
land Press, 2014), pp. 174-179[también en línea]. Disponible en: http://hettingern.people.cofc.
APRECIARLA NATURALEZA 149
edu!Hettinger_K1W _reprint.pdf Y una versión más extensa en: Ned Hettinger , <<A.ge of Man
Environmentalism & Respect for an Ind ependem Nature», 2014 [también en línea]. Disponible
en: ht tp://he ttingern .people.cofc.edu/Hettinget_ Age_ of_Man_Environ mentalism .pdf
4
George Monbiot, «Forget 'the environmem' : we need new words to convey life 1s won-
ders», The Guardian,9 de agosto de 2017 [tam bi én en línea]. Disponible en: htt ps://www .
th eguardian.com/commentisfree/20 17/a ug/09/ forget -the-environm ent -new -words-lifes-won-
ders-languag e
5
Edward O. Wilson, Half-Earth:OurPlanet)sFightJorLije (Nueva York: W.W No rton
an d Company, 2016), p. 39; Medio Planeta. La luchapor las tierrassalvajes en la era de la
sexta extt'nción(Madri d: Errata Naturae, 2017) , traducción de Teresa Lan ero.
150 EcoANIMAL
Pero este es un deseo tan egoísta como iluso, además de ser un sueño
muy aburrido. ¿Qué grada tendría un mundo fabricado al gusto de una
única especie? En él ya no cabrían las sorpresas, lo extraño, lo enigmático ni
lo maravilloso. Precisamente, lo que ha ce tan enriquecedora la apreciación
estética de la naturaleza es qu~ intentar entender cada una de las formas de
vida que la componen se convierte en un viaje de aventuras y descubrimien -
tos. En cambio , diseñar un mundo artificial sería como casarse con un don
de uno mismo y reproducírse con clones de uno mismo y vivir para siempre
rodeado de repeticiones de la propia identidad. El resultado sería un monó-
logo monotemático y monótono. Imaginad esto a escala del planeta Tierra:
un monólogo monotemático y monótono monumental. Sustituir la naturale -
za por un mundo artificial es un sueño para persona s aburridas que no quie-
ren divertirs e, que prefieren que todo sea previsible y homogéneo; gente a la
que le gusta viajar a otros continente s para encerrarse en un hotel con pisci-
na y comprar en las mismas tiendas donde también compra en su ciudad .
Pensemos en un ejemplo. Si estudiamos el árbol de la vida , que ordena
todas las especies por sus relaciones filogenéricas, veremos que han surgido
formas de inteligencia compleja en ramas muy alejadas entre sí. La hallamos
en mamíferos como los primat es, los elefantes o los lobo s, pero también en
mamíferos marinos , cuyos cuerpos están adapta dos a un medio diferente .
Asimismo , encontramos inteligencia compleja en aves como los córvidos
y los loros, cuya anatomía y fisiología son bien distintas. Y la observamos en
los pulpos , que ni siquiera son vertebr ados. Cada una de estas especies ma-
nifiesta condµctas inteligentes , pero lo hace de manera s diversas, y eso es lo
fascinante . Sin embar go, la ciencia ha sido muy lenta en reconocer la inteli-
gencia de todas estas especies y tan solo de manera reciente se han genera-
lizado los estudios sobr e cognición animal. Los trabajos que se publican
actualmente sobre las capacidades cognitivas de los anímales son interesan-
tes, pero lo más sorprendente de ellos es que hayamos tardado tanto en
realizarlos. ¿Cómo es posible que no supiéramos todo eso desde hace siglos?
Probab lemente tiene razón el primatólogo Frans de Waal cuando argumen-
ta que el deseo de muchos investigadores de que los animales·no fueran in-
teligentes ha estado obstaculizando sistemáticamente el avance de la ciencia.
El egoísmo suele fomentar la ignorancia , como advertía Iris Murdoch , por-
que uno cree percibir lo que le convendría que existiera en vez de lo que
existe realmente. 6
Hace miles de años que los humanos vemos a cuervos y urracas revolo -
teando cerca de nosotros: ¿por qué nos ha costado tanto estudiar su conduc-
ta y concluir que son terri blemen te astutos? Sabemos desde hace milenios
que los loros imitan nue stro lenguaje: ¿por qué hemos tardado tanto en ad-
mitir que pueden entender algunas palabras y aprender a usarlas para comu-
nicarse c·on nosotros? Los humanos estamos demasiado obsesionados con
nosotros mismos, vivimos encerrados en nuestra burbuja antropocéntrica y
nos cuesta admirar algo que no sea nuestro ombligo.
A esto hay que añadir todavía otra idea. Cuando admitimo s a regañadien-
tes que algunas especies poseen inteligen cia, lo siguiente que hacemo s es
intentar que pongan sus capacidad es a nuestro servicio, que aprendan a ha-
cer cosas que nos resulten útiles a nosotros. Extraemos a los animales de los
ecosistemas que habitan , los forzamos a abandonar sus formas de vida y
los obligamos a trabajar como instrumentos para nuestros fines. Int entamos
. eliminar de ellos, precisamente, lo más diferent e y modificar su fisiología,
anatonúa, aspecto y conducta para que sirvan a la identidad humana. En eso
consiste domesticar, en lograr que los animales pierdan su lib ertad, su carác-
ter salvajey su ser más propio, que se humanicen y vivan para nosotros. Y la
cuestión es: si estando desde siempre rodeados de animales inteligentes nos
ha costado tanto admitir sus capaddades y cuando finalmente las reconoce-
mos solo des eamos somet erlas, ¿qué sucedería si comenzáramos a diseñar
especies artificiales? ¿Qué tipo de inteligencia crearíamos? Lo diferente, lo
plural y lo diverso no tendrían cabida. Nos qu edaríam os completamente
encerrados en la burbuja antropocéntrica.
Lo más triste de esta historia es que, mientras los humanos soñamos con
sustituir la naturaleza por un mundo artificial a nuestra medida y nos cree-
mos los cuentos de nuestra omnipotencia, lo que en realid ad hacemos es
desordenar la biosfera y con ello dañar a las especies que la integran y a no-
sotros mismos. Precisamente porque causamos tanto daño, la diferencia en-
tre la naturaleza y nuestros artificios se revela de manera tan contundent e.
En cualquier caso, los sueños de humanizar completamente la natural eza
están condeQ.ados al fracaso y, sí persistimos por la vía del dominio, quien
más perderá seremos nosotros . La naturale za no nos necesita y seguirá ade-
lante si nuestra civilización colapsa o nuestra especie se extingue. En cambio,
nosotros no somos nada sin ella. Si emprendemos una guerra contra la natu-
raleza, a pesar del inmenso daño que somos capaces de causarle, somos la
parte perdedora.
Contra estas ideas irracionales y peligrosas se ha alzado en los últimos
años un a prom esa de reconciliación con la naturaleza. En inglés se habla de
rewilding y renaturalization, y en castellano de resilvestrar y renaturalizar.
Aunque estos términos designan una constelación de discursos y proyectos
con ciertas cliferencías entre sí, aquí vamos a sinteúzar las ideas comunes. 7
Esta propuesta renuncia a las pretensiones de dominar la natu raleza y, por el
contrario , reconoce y respeta su autonomía. Su ideal es la libertad , pero no
7
George Monbiot, Peral.Rewilding the LandJthe Sea, and Human Lzfe (Cb icago: The
University of Chicago Press, 2014); Salvaje. Renaturalz'zarla tierra,el mar y la vida humana
(Madrid: Capitán Swing, 2017), traducción de Ana Momplet.
152 EcoANIMAL
solo la nuestra, sino la de todas las otras especies, y por ello sostiene que la
humanidad debería dejar de entorpecer el libre desarrollo de seres vivos,
ecosistemas y procesos naturales. En vez de situar al ser humano en el cen-
tro , sostiene que debería retirarse a los márgenes, asumir una actitud humil-
de y generosa y permitir que la vida se desarrolle y la diversidad se abra paso.
Resilvestrar significa renunciar a ser los protagonistas de la naturaleza para
disfrutar de <;ontemplar las historias ajenas; significa dejar de reclamar tantos
recursos naturales para nosotros y, aún más, dejar de concebir la naturaleza
como una fuente de recursos y redescubrirla como una red de vida formada
por millones de espe cies. Entender qu e ningún ecosistem a ni ninguna espe.
cie existen para servimos a nosotros, síno para sí mismos.
Aunque esta es una llam ada a reducir drásticamente nuestro impacto en
el planeta, no equivale a la inactividad. Para que la naturaleza vuelva a desa-
rrollarse de manera plena, tenemos que retirar todos aquellos obstáculos que
se lo impiden e intentar reparar el daño causado. Así, los partidarios de re-
silvestrar y renaturalizar emprenden pr oyectos de reintroducción de especies
de plantas y animales en ecosistemas donde habían sido exte rminados, y a
veces los ayudan con alimei:itación suplementaria ; instalan pasos para fauna
que les permitan sortear carreteras y vías de tren; construyen cajas nido para
pájaros y murciélagos y hotdes para insectos; recuperan como ríos aquellas
corrientes de agua que hab ían sido encauzadas con hormigón; desmontan
infraestructuras dañinas para la fauna; retiran nuestras basuras; dejan que los
jardines se asilvestren y en ellos puedan cobijarse toda clase de animales e
incluso les ofrecen agua y comida; atienden a animales salvajes herido s o
enfermos.. .. Renaturalizar, así pues, implica actividad, pero su fin no es con-
ducir a la naturaleza en la dirección que a nosotros nos apetezca, sino retirar
los obstáculos que entorpecen el libr e desarrollo de la vida salvaje. Es una
actividad que consiste en cortar las cuerdas con las que habíamos intentado
atarla y abrir las jaulas donde la habíamos encerrado.
Es importante aclarar que este proyecto no es una mirada nostálgica al
pasado que pretenda restaurar la naturaleza tal como era antes de la apari-
ción de nuestra especie. La actividad de resilvestrar asume que la naturaleza
es dinámica, que tanto los elementos inorgánicos como las farmas de vida se
transf arman con el paso del tiempo. Más qu e una sucesión de estados, la
naturaleza es un entramado de fuerzas y procesos, y se trata de dejarlos fluir.
Por tanto, el objetivo no es recuperar alguna etapa anterior que recordamos
con nostalgia o que idealizamos, sino simplemente dejar que la naturaleza
fluya por sí misma. Dejarla fluir significa no imponerle metas ni guías, no
forzarla a avanzar en una determinada dirección, sino reconocer su libertad
y dejarla actuar por sí misma. Este respeto a su libertad no es incompatible
con que le prestemos algunos tipo s de ayuda, de la misma forma en que
podemos respetar la autonomía de nuestros congéneres y a la vez echarles
una mano cuando lo necesitan. Por supuesto, tampoco es incompatible con
APRECIAR
LA NA1URALEZA 153
que nos protejamos a nosotros mismos de los daños que pueda causamos; se
trata de aprender a convivir con ella de una manera respetuosa .
El proyecto de renaturalización no se aplica tan solo a los ecosistemas
rnás o menos salvajes, sino también a las ciudades. Son ya muchas las urbes
en todo el planeta que están comenzando a adoptar prácticas de este tipo.
Un mayor grado de biodiversidad en los núcleos urbanos implica mejor sa-
lud , tanto para las otras especies como para la nuestra ; pero nosotro s nos
beneficiamos además de una mayor riqueza de cualidades sensoriales y ex-
periencias estéticas más profundas. Por ello cada vez ha y más gente que
apuesta por incrementar las zonas verdes en las ciudades y por renunciar a
insecticidas y herbicid as y dejar que sean la s distint as especies de flora y
fauna quienes se equilibren entre sí. Asimismo, hay cada vez mayor disposi-
ción a aceptar a los animales salvajes que se aproximan o se instalan en las
ciudades , inclu so especies que suponen un cierto grado de peligro. En Sin-
gapur hallamo s nutria s, en Jaipur y otras ciudades indias encontramos m a-
cacos, en Londres zorros, en algunas ciudades de California pum as y en
Chicago coyotes, por citar tan solo ejemplos emblemáticos. En alguno s mu-
nicipios españoles celebramos que haya cigüeñas, halcon es peregrinos o ja-
balís, entre mucha s otras especies. Por ejemplo, en 2017 se contabilizaron
ochenta y tres especies de aves que nidifican en Barcelona , y hay que reco -
nocerla s como habitant es de la ciudad y como parte fundamental de su ri-
queza. 8 Por sup uesto , convivir con otras especies requi ere un cierto apren-
dizaje: hay que ser tolerante con condu ctas diferentes de las nuestra s; a veces
es necesario tener paciencia , conducir más lentam ente por las calles o vigilar
las pertenencias cuando se acercan los macaco s; y debemos estar atentos a
posibles conflictos y bu scar para ellos solucion es razonabl es. Pero , a cambio,
la vida es más estimulante y enriqu ecedora.
Este proyecto esperanzador se construye desde el conocimiento científico
y una actitud ética resp etuosa , pero el papel de la estética es tambi én funda-
mental, porque nos enseña a apreciar las voces de la naturaleza y maravillar -
nos de ellas.
9
Kant, Criticadel ]uzcio,op. cit., § 42, «Del incerésintelectual en lo bello».
APRECIARLA NATURALEZA 155
10
H egel, Leccionessobrela estética,op. cit., pp. 7-8.
11
H egel, Leccionessobrela estética, op. cit., p. 26.
-
156 ECOANlMAL
12 Véase la antología de textos: Allen Carlson y Sheila Lintott (eds.), Nature, A esthett'cs,
and Environmentalism. From Beauty to Duty (Nueva York: Columbia Universiry Pre ss, 2008).
158 ECOANilvf.AL
13
http:/ /www.na tionalgeographic.com. es/ ciencia/ grandes -repo rtajes/las. mejores- fo.
tos -historicas-de-la-tierra-desde-el-espacio _ 10297/13
14
Rachel Carson, Silent Spring(Boston: Houghton Mífflin, 1962);Primaverasilenciosa
(Barcelona: Crítica, 2010 ), prólogo y traducción deJoandomenec Ros.
15
Ronal d Hepburn , <~Contemporary Aesthetics and the Neglect of Natural Beauty)>,en
B. Williamsy A. Montefiore (eds.), Bn'tishAnalytzcalPhilosopby(Londres: Routledge & Ke·
gan Paul, 1966), pp. 285-310.
16 No llegué a preguntárselo en persona a Ronald Hepburn, pues cuando comencé a
estudiar su obra estaba ya enfermo y falleciópoco después. Agradezco a Emily Brady, quien
había trabajado con él en la Universidad de Edimburgo, que se lo preguntara: fue tras esa
pregunta cuando Hepbum leyó a Adorno y se sorp rendió de la similitud.
APRECIAR LA NATURALEZA 159
causas que él apunta brevem ente , señalando por dónde debería transcurrir
unainvestigación más detallada. Quizás, de no haber fallecido poco despué s
de escribir esas páginas, habría continuado el análisis en otros textos. En
cualquier caso, toda la filosofía adorniana está recorrida por la idea de que
d olvido es una estrategia al servicio del proyecto de dominio de la civiliza-
ción occidental y que solo puede combatirse recuperando una memoria crí-
tica de lo dominado , de modo que nos legó el aparato conceptual con el que
proseguir su trabajo. 17
Según Adorno , como ya hemo s explicado anteriorment e, la razón ins-
trumental que vertebra la civilización occidental implanta una única iden -
tidad como legítima . Todo lo diferente es conce bido como inferior y su
valor se redu ce al servicio que pueda prestar a la identidad dominan te.
Así, nuestra civilización impone el colonialismo , la esclavitud de otras et-
nias o la exp lotaci ón de los obreros en las fábricas y reduc e millones de
seres humano s a meras herramientas. Esta estructura de dominio llega a su
culminación con los sistemas políticos totalitarios ; en ello s, la diferencia
que no resulta útil , o que no se deja someter , es sistemáticamente extermi -
nada y olvidada. El nazismo, del que el pro~io Adorno hubo de huir , y el
resto de sistemas totalitarios que se expandieron por casi todo el planeta
durant e el siglo XX se entregaron a la persecución y el asesinato masivo de
los miembros de minoría s étn icas, homo sexuales, disident es políticos o
personas con diversidad funcional. Esa imposición de una única identidad
legítima que es la medi da de toda s las cosas y la destrucción de cualqui er
forma de diferencia que no se deje subsumir , tiene lugar también cuando
la civilización aspira al dominio totalitario de la naturaleza. Por ello, par a
construir de nuevo la estética de la naturaleza es ne cesario recordar por
qué esa disciplina fue olvidada y a la vez recordar a la propia natur aleza
sometida. Cont ra la razón instrumen tal y su est rategia del olvido , necesit a-
mos que la memoria fecunde la razón: necesitamos un a racionalidad anam-
nética.
Diversos ecologistas reivindican, desde otros marcos teóricos, ideas afines
a esta s. Geor ge Monbiot denuncia en su libro Peralque , gene ración tra s
generación, se está produciendo un olvido progresivo de la riqueza biológica
de los ecosistemas. Cuando una comunidad intenta restaurar un ecosistema
dañado , trab aja por recuperar las especies y la densidad de poblacione s que
recuerda, pero , si recuerda pocas especies con poblaciones escasas, será eso
lo que intentará recuperar. Por ello resulta tan grave que el conjunto de
nuestra sociedad esté olvidando a las especies que entran en declive. Par a
defender la natural eza, necesitamos construir una memoria colectiva de la
biodiversidad que estamos exterminando.
Sobre esta cuestión, merece la pena leer el fabuloso artículo del ecólogo
John G. T. Anderson «Why Ecology Needs Natural History», 18 donde sos-
tiene que si los estudiantes y profesionales de la biología practican cada vez
más ciencia de laboratorio y salen cada vez menos al campo, olvidarán la
naturaleza de su entorno y no sabrán responder a la catástrofe ecológica.
Reivindica por ello la labor de los naturalistas que estudian el funcionamien-
to de los ecosistemas y el comportamiento de los animales, censan poblacio-
nes o hacen seguimientos de especies migratorias. Richard Louv ha defendi-
do la misma idea aplicada a la educación infantil. En su libro Los últimos
niños en el bosque, denuncia que si no educamos a niñas y niños en el cono-
cimiento de la naturaleza de su entorno, difícilmente comprenderán la catás·
trofe ecológica ni lucharán para evitarla. 19 Nos sumamos a estas tesis y tam-
bién a la defensa de.la ciencia ciudadana como una estrategia para implicar
al mayor número posible de personas en la observación atenta y respetuosa
de la naturaleza. En este sentido, resulta enormemente valioso el trabajo de
organizaciones como BírdLife, con la sección española SEO/BirdLife, el
Instituto Catalán de Ornitología, Ecologistas en Acción, el Centro de Inves-
tigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF) de la Universidad
AutQPOma de Barcelona y otras instituciones similaresque fomentan la par-
ticipación de la ciudadanía en el estudio de ecosistemas y especies.
Si regresamos al texto de Adorno, veremos que nuestro .filósofodefiende
la recuperación de la estética de la naturaleza en estrecha relación con la
ética y la metafísica, que él reclama como una metafísica materialista. Pero
aunque la estética necesita colaborar con otras disciplinas, es importante
subrayar aquellos aspectos específicos que solo ella puede aportar y que jus -
tifican su existencia junto a la ética ecológica. Según Adorno, el papel de la
bellez.a natural resulta clave para dinamitar la racionalidad instrumental y su
voluntad de dominíó. La belleza natural es para Adorno lo no-idéntico, es
' decir, lo que no se deja someter como herramienta al servicio de la identidad
imperante. La bellezanatural es lo que hallamos cuando renunciamos a do-
minar la naturaleza, a imponerle nuestra identidad; cuando aceptamos nues-
tra finitud y aprendemos a admirar lo que no ·somos nosotros. Para Adorno,
reconocer la belleza natural es la promesa de que podemos convivir en paz:
«La belleza natural es lo distinto de cualquier principio dominante y de cual-
quier _difuso desorden; es lo más parecido a la reconciliación». 2º
18
John G. T. Anderson, «WhyEcology Needs Natural History», AmericanScientz'st,vol.
105, núm. 5 (2017), p. 290 [también en línea]. Disponible en: https://www.americanscientist.
org/article/why-ecology-needs-natural-history E1 artículoes una síntesisde su libro:DeepThings
out o/Darkness:A Historyof NaturalHistory{Berkeley:Urúversityof CaliforniaPress, 2012).
19
Richard Louv,Last Chíldin the Woods:Saving Our Children FromNature-Defici.t Di-
sorder (Nueva York : Algonquin Books, 2005); Los últimos niños en el bosque. Salvemosa
nuestroshijos del trastornopor déficitde naturaleza(Madrid: Capitán Swing,2018), traducción
de Begoña Valle.
20
Adomo, Teoría estética,op. cit., p. 104, c.raducciónligeramentemodificada.
APRECIARLA NATURALEZA 161
21
Ofrezco una comparación más detallada de ambos textos en este artículo dedicado a
la mem oria de Ronald Hepburn , quien falleció mientras 1oescribía: «Rehabilitating the Aes-
thetics of Nature: Hep burn and Adorno>>, Environmental Ethics, vol. 33, núm. 1 (2011 ),
pp. 45-56.
22
Véase la antología: Al.len Carlson y Arnold Berleant (eds.), The Aesthetics o/ Natural
Envt'ronments(Toronto: Broadview Press, 2004). Algunas revistas, como Environmental
Ethic~ V~luesy ContemporaryAest~etz'cs,pu~lica~ regularmente artícul~s so- ~
, Enviro~7:1ental_ Ep
-bre dicha temattca. As1n11smo,merece la pena el amculo de smtes 1s:Allen Carlson, «Environ 1
mental Aesthetics», en Edwa rd N. z;it a (ed.), The Stan/ordEncyclopedtao] Phz7osophy(Sum-
mer 2016 Edition) [tambié n em línea]. Disp onible en: https://plato.stanford.edu/encries/ __)
t
environmental-aeschetics /
23
G ernot Bohme, Für eine okologúcheNaturiisthe.tik (Fránclort del Meno: Suhrkarnp,
\
1989).Martin Seel, Eine Astheti'k der Natur (Fráncfort del Meno : Suhrkamp, 1991). \
24
Alain Roger , Court traíté du paysage(París: Éditions Galli mard, 1997); Breve tratado
delpaisaje(Madrid: Biblioteca Nueva, 2007), traducción de Maysi Veuthey, edición de Javi er
Maderuelo. Augustin Berque, La penséepaysagere(P arís: Archibooks, 2008); El pensamiento
paisajero(Madrid: Biblioteca Nueva, 2009), traducción de Maysi Veuthey, edición de Javi er
Maderuelo.
25
Adriana Verissimo Serrao (coord.), Filosofiada Paz'sagem:Uma Antologia (Lisb oa:
Centro de Filosofia da Universidade de Lisbo a, 2011). Filosofi11 e Arquitecturada Pat'sagem.
UmManual (Lisb oa: C entro de Filosofia da Universidade de Lisboa, 201.3).
26
Marta Tafalla (ed.), Estétt'cade la naturaleza, número monográfico de Enrahonar~
*
vol. 45 (2010) [también en línea]. Disponib le en: ht tp ://revis tes.uab .cat/enr.ahona r/issue/view/ _)
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Carmen Velayos (ed .), Ética y política del paisaje, número monográfico de Enrahonar,}j;-
vol. 53 (2014) [también en línea]. Disponible en: http://revistes.uab.cat/enrahonar/issue/view/
V53/showToc
También pued en en contra rse algunos trab ajos en las pu blicaciones multidisciplinares del
Obs ervatorio del Paisaje de Cat alunya: http://www.catpaisatge.net/catlindex.php
162 EcoANIMAL
Uno de los tema s que aborda la estética de la naturaleza son las di stintas
maneras en que esta puede ser apreciada. Podemos contemplar elemen-
to s aislados: unas flores en un prado o en un jarrón , un gato dorm itando
en el sofá, una lagartija tomando el sol en una roca o una hoja caída en la
calle. Igualmente , podemos apreciar las células de la hoja gracias a un
microscopio. También podembs admirar el firmamento; el p aso de las
nube s y fenómenos meteorológicos como la lluvia o la nieve o emplear un
telescopio para observar los astros. Pero la forma más característica de
apreciación de la naturaleza son los entornos. Vamos, así pues, a anali-
zarlos.
Un entorno es un lugar en el que podemos entr ar>que recorremos en
distintas direcciones y observamo s desde múltipl es perspectivas. Un entorno
es un territorio que podemos hab itar y en el cual podemos realizar todo tipo
de actividades. Mientras nos hallamos en él nos rodea, nos envuelve y las
cosas que suceden en él también nos afectan a nosotr os. Con el tiempo , po-
demo s llegar a ser parte de él. Y aunque no siempre haya una línea clara que
diferencie y separe unos entornos de otros, podemo s apreciar en cada uno
algo específico que lo distingue de lo s demás, algo qu e denominamos su ca-
rácter , su personalidad o su atmó sfera .28
En consonancia con lo que explicábamos al principio de este capítulo,
debemos subrayar que algunos entornos son más naturales y otros son más
artificiales; en cada uno podemos apreciar lo natural y lo artificial en diferen-
te s gr~dos y combinados de maneras diversas. Un entorno puede ser una
ciudad, un aeropuerto , un polígono indus trial, un parque urbano , una aldea
.... rodead a de campos cultív¡:1.dos, un bo squ e en una región remota de Alaska,
· una pla ya en la Patagonia , un barco en medía del Pa cífico o una nave espa-
cial orbitando la Tierra.
Lo s entornos son multisensoriales y por ello necesitamos todos nues-
tro s sentido s para pe rci birlos y apreciarlos. Como ya exp licamo s en el
capítulo .3, que percibamos un entorno con una diversi dad de sentidos
tiene como una de sus consecuencia s que no todos los sentidos poseen el
mismo horizonte y, por tanto, con uno s sentidos percibimos má s lejos
que con otros. El horizonte es la línea que marca el límite de lo que al-
canzamos a percibir desde un punto determinado y ese límite estructura
nuestra experiencia del mundo, convirtiendo lo que podemos percibir
27 Algunas de las ide as presentadas en este apartado fueron expuestas en: Marta Tafalla,
«Paisaje y sensorialidad», en Laura Puigbert y Gemma Bretcha (eds.), Teoría y paisaje II:
Paisajey emoción. El resurgirde lasgeografíasemocionales(Olo t: O bservatorio del Paisaje de
Catalunya, y Barcelona: Universidad Pómpeu Fabra , 2015), pp. 115-136 [también en líneal
Disponibl e en: http :/ /www.catpais atge.net/ esp/ documen tado_coedi_6.php
28 Gernot Bohme, Atmosphiire: Essays zur neuen Ásthetik (Fráncfort del Meno~ Suhr-
kamp, 1995).
APRECIAR LA NATURALEZA 163
cirlo sería afirmar que un pais aje es una interpretación de un pedazo del
mundo. 29
Que el concepto de paisaje tenga este significado se explica por sus oríge-
nes. El término sur gió en los inicio s de la Modernidad como un elemento
con stituti vo de la subjetividad moderna. La filosofía comenzaba a liber arse
de la teología y se centraba en el estu dio del ser humano ; los artistas se dedi -
caban cada vez menos al arte religioso o histó rico y en su lugar empe zaban a
retratar escenas de la vida cotidiana, y la ciencia se abría paso tran sformando
nuestra concepción de la natural eza. En ese contexto cada vez más humarús-
ta , el concepto de paisaje permitía entrelazar la identidad del sujeto moderno
con el territorio que habitaba y ·era 4na forma de arr aigarlo en el mundo te-
rrenal .30
El paisaje nació como pintura de pai saje. Es decir , la idea de paisaje sur-
gió en los lienzos de los pintores , cuando comen zaron a substituir las escenas
mitológicas, batallas épicas o representaciones del delo y el infierno por re-
trato s del mun do en el que vivían . Esos artistas extraían un fragment o del
continuo de la realidad (la plaza de un pueblo, la gran avenida de un:a ciu-
da d, un jardín particular , campos cultivado s, un valle en medio de un bos-
que ... ), lo .enmarcaban, lo aislaban como un a unidad difer enciada, lo estu -
diaban y finalmente lo recreaban en una pintura. Es importante subrayar que
el pai saje no era algo que los pintores se encontraban , sino el resultado de lUl
pr oceso de pe rc epció n , selección, reflexión, ordenación de los elementos ,
composici ón , imaginación y emoción que transfi gur aba el territorio cont em-
plado en una creación artística. Una pintura de paisaje no copia la realidad
como .un esp ejo , sino .que dice algo acerca de esa realidad , es una reflexión
sobre ese lu gar y la forma en que lo habitamos. 31
El prob lema que nos ocupa aquí, sin embargo , radica en que los pintores
· nos enseñaron a interpretar un territorio, pero lo concre tar on en un senti-
do: nos enseñaron una manera de mirarlo. Por desgracia, nunca hemos te-
nido una tradición igual de sólida y secular de art istas que nos en seña ran a
escuchar el territori o, tocarlo, gustarlo, olerlo ... Así pues, durante siglos, cl
29Joan Nogué, <<Elpaisaje como constructo social», enJo an Nogué (ed.), La construc-
ción social del paisaje (Madrid: Biblioteca Nueva 1 2007), pp. 11-24, Hay que agradecer a
Nogué su ingente y entusiasta labor fomentando los estudios sobre paisaje. Además de su
propia producción teórica, realizadadesde la geografía, siempre ha impulsado la cooperación
multidisciplinar. Desde el Observatorio del Paisaje de Catalu nya, Nogué y su equipo han sa-
bido crear un fértil punto de encuentro del que han surgido una larga lista de congresos Y
publicaciones: http://www.catpaisatge.net/ cat/index.php
Véase también: Linarejos Cruz Pérez e Ignacio Españ ol Echániz, El paisaje. De la.percep-
ción a la gestión (Madrid: Liteam, 2009).
30 Javier Maderuelo, El paisqje.Génesis de un concepto(Madrid: Abada Editores; 2005).
31 Kenneth Clark, Landscapeinto Art (Londres: John Murray, 1949); El arte del paisaje
paisaje se instauró en Occidente co1no una ima gen, de modo que nuestra
concepción de lo que es un entorno se ha focalizado en una serie de elemen-
tos que proceden del paradigma visual. Vamos a analizarlo con un poco más
de detalle.
Para qu e un pin tor pueda convertir un fragmento de territorio en una
pintura de paisaje, necesita hallarse fuera de él, mirándolo desde la distancia ,
desde un punto det erminado que le permita obtener una visión panorámica
y contemplarlo como un todo unitario. Ningún territorio pu ede convertirse
en paisaje si no es siendo mirado por un sujeto que se halla fuera de él, que
lo delimita, lo enmarca y, así, lo cierra y lo crea como una unidad con carácter
propio que se diferencia del continuo de la realidad . Esa distancia física es
también una distancia intelectual que subraya el proceso racional de la crea-
ción del paisaje. Y esa perspectiva exterior y distante se logra primando el
sentido de la vista y frenando el resto de los sentidos y los deseos del cuerpo.
Desd e gµe surgió la pintura de paisaje y fue luego proseguida por la fo-
tografía paisajista , generaciones y generaciones de per sonas han aprendido a
concebir los territorios como imágene s. La mayoría de nosotros ha crecido
viendo desde la infancia innumerables pinturas y fotografías donde una y
otra vez un entorno es mostrado como un producto visual. La creciente
proliferación de las pantallas , que nos rodea n por toda s partes, intensifica
aún más este fenómeno. El resultado es que , cuando queremos conocer un
territorio, cuando queremos captar su personalidad , buscamos insistente-
mente miradores desde los que poder enmarcar un paisaje con nuestra cá-
mara de fotos. En cambio, no nos dedicamos a tocar los distintos materiales
que componen ese lugar, ni lo recorremos grabando sus sonidos más carac-
terísticos. Las personas con buen olfato no suden dibujar mapas de olores
de las ciudades o los bosques que visitan. Y la mayoría de souvenirs que ha-
' .llames en las tiendas han sído diseñados para el sentido de la vista. Las con -
secuencias negativas son claras: las personas que podemos ver ten demos a
infravalorar el resto de sentidos en nuestra relación con los entornos, mien-
tras qu e las persona s ciegas o con problemas de visión se sienten excluidas
de una cultur a paisajista tan centrada en la mirada. Sin embargo, afortuna-
damente, geógrafos, antropólogos, sociólogos, filósofos y artistas, entre otros ,
han denunciado en las últimas década s que la reducción de los entornos a
imágenes supone una pérdida y han comenzado a explorarlos desde todos
los sentidos. 32 ·
32
María Ángeles Durán, «Paisajes del cuerpo» , en Joan Nogué (ed.), La construcción
socialdel paisaje, op. cit., pp. 27-61.
166 EcoANIMAL
33 Allen Carlson, «Appreciation and tbe Natural Environment», The Joumal o/ Aesthe-
tics and Art Crlticism, núm. 37 (1979 ), pp. 267-276. Aesthetics and the Environment . The
Appreciation o/ Na ture, Art and Ar chit ectute, op. cit.
APRECIARLA NATURALEZA 167
Sucede algo similar cuando una persona lleva un perfume muy intenso
que se ~omporta de forma invasiva con los demás. Por ejemp lo, quienes
tienen bu en olfato suelen comentar lo molesto que les resulta que una per-
sona con un perfume fuerte se siente a su lado en el cine o en un concierto
o, todavía más, en un restaurante. Si nos centramos en la información visual,
cada una de esas personas está ocupando su sitio y ninguna invade el espacio
de la otra, pero, en cambio, el olor de una sí está invadiendo el espacio de la
otra, lo que puede llegar a alterar el placer de una comida. Es una experien-
cia molesta para las personas con un olfato sensible, incluso dolorosa para
los hiperó smicos, mientra s que los anósmicos no percibimos esa invasión de
nuestro espado.
Por otra parte, el olor también puede actuar como una invitación a acer-
carse a un lugar. El buen olor de una panadería puede conseguir que alguien
se desvíe de su camino para tomarse un segundo desayuno y el aroma de
unos campos de lavanda puede impulsar a unos excursionistas a alterar su
ruta para disfrutarlo. Al entrar en un espacio con un olor agradable, las p er-
sonas se sienten bienvenidas, acogidas y relajada s. La importancia de estas
dinámicas olfativas se comprueba por el interés creciente de los expertos en
marketing, diseño y urbanismo. Algunos investigadores se dedican a elaborar
mapas olfativos de entornos y a estudiar cómo las personas perciben los
olores y reaccionan ante ellos. Inclusodefienden la necesidad de incorporar
los olores en el diseño de las ciudades. 35 P or supuesto, todas estas señales no
tienen ningún efecto sobre los anósmicos y creo que , para nosotros, es como
si el espacio estu viera más vacío. La ausencia de olfato parec e reforzar el
sentido d e la vista, qu e es el sentido por excelencia de la distancia.
Otro elelos sentidos que nos ayuda a sentirnos envueltos es el tacto. Por
ejemplo) la sensación de estar dentro del mar depe nd e básicamente del tacto
' del agua en todo nuestro cuerpo, Pero esa sensación táctil puede darse de
muchas maneras. Veamos un caso de manera detallada.
En 2015 participé en un congreso de la International Societyfar Enviran-
mental Ethics en la Universidad de Kiel que incluía una excursión al Watten-
meer o Mar de Frisia. Se trata de un mar que baña las costas de Holanda,
Alemania y Dinamarca y alcanza hasta las Islas Frisias y el Mar del Norte. Lo
caracteriza su escasa profundidad, de manera que, teniendo en cuenta las
mareas, es posible recorrerlo a pie. A lo largo de lo s diez mil kilómetros
35
Victoria Henshaw, Urban Smellscapes.Under:standingand Designing City Smell Envi·
ronments (Londres: Routledge, 2013). Véase también su conferencia <<UrbanSmellscapeEx·
perience and Design: Adressíng Fears of Sensory Manipulation and Envíronmental Sensitlvi-
ties», en el workshop Scent) Scienceand Aesthetics. UnderstandingSmell and Anosmia que
organizamosen 2013 en la UAB [tambiénen línea]. Disponible en: https://www.youtube.com/
watch?v=RSQOOlZwmyY
Agradezco a Victoria Henshaw, in memoriam,las estupendas conversacionesque tuvimos
sobre sensorialidad. Desgraciadamente, murió muy joven, dejando interrumpido Ufl prorne·
redor proyecto de investigación.
APRECIAR LA NATURALEZA 169
cuadrados que ocupa, el Mar de Frisia consiste en finas láminas de agua que
se alternan con inmensas planicies de arena, siempre en movimiento por los
ciclos de las mareas. Posee un gran valor geológico y biológico, y es muy
apreciado para ir de pajareo por la cantidad de aves que buscan allí su sus-
tento y que se pueden observar con facilidad al no haber otra cosa que arena
yagua.
Cuando una prepara una excursión al ivlar de Frisia, lo más atractivo
desde un punto de vista estético .parece ser su conocido efecto espejo, que
puede comprobarse en la gran cantidad de fotografías fascinantes que se
encuentran en Internet (buscando por su nombre alemán, Wattenmeer, o sus
equivalentes holandés o danés). En efecto, cuando una se adentra en el mar
y se aleja tanto de la costa que la pierde de vista, se encuentra en medio de
un lugar absolutamente espectacular. Lo único que se alcanza a ver en todas
direcciones es una fina capa de agua alternándose con superficies de arena,
y las láminas de agua se convierten en un espejo que se extiende hasta el
horizonte reflejando el delo. En un día luminoso) el suelo brilla de un modo
deslumbrante e hipnótico. Si hay nubes, una tiene la sensación de estar ca-
minando entre ellas. Cuando pasan aves volando, parecen pasar también por
debajo de nuestros pies. Pero la cuestión en la que quería incidir es la si-
guiente. Si una planea la visita mirando las maravillosas fotografías que se
encuentranen libros o en Internet, una se prepara, básicamente, para disfru-
tar de un espectáculo visual. Sin embargo, cuando finalmente se adentra en
elMar de Frisia, comprende que la vista es solo uno de los sentidos implica-
dos y la experiencia resulta ser profundamen te corporal y plurisensoríal.
Al adentrarnos en el Mar de Frisia, lo primero que hicimos fue descalzar-
nos para andar con mayor comodidad. Sin embargo, como es sabido, cami-
nar sobre la arena , y más si hay una capa de agua, es más lento que caminar
sob're una superficie dura . A esto había que sumarle un viento gélido que
soplaba con fuerza contra nosotros arrancándonos los gorros o cualquier
cosa que no lleváramos bien sujeta, con lo que avanzar requería un esfuerzo
considerable. De tanto en tanto, salía volando un pañuelo o la funda de una
cámara, que acababan empapados en el suelo. Cuando nos adentramos en
una extensa llanura sin agua, comenzamos a senti r una extraña molestia
en las piernas: el viento levantaba la arena y nos golpeaba con ella, produ-
ciendo una incómoda sensación que era una mezcla de dolor y picor, como
si un ejército de mosquitos nos estuviera atacando. Esa arena levantada por
el viento formaba curiosos dibujos, pero, sí intentabas tomar una foto, se te
llenaba la cámara de arena y, cuando abrías la boca para quejarte, también se
te llenaba de arena.
Más adelante encontramos corrientes de agua que avanzaban con fuerza
Yhabía que vadear sin tener nada en lo que apoyarse. En otros lugares, en-
contrábamos arena húmeda y densamente habitada. Tuvimos que atravesar
algunas zonas llenas de gusanos y una literalmente no sabía dónde poner los
pies para no pisarlos , porque apenas había un rincón libre. El suelo era una
170 EcoANIMAL
moderna. Esta disciplina artística ha dado lugar , sin duda alguna, a una larga
lista de obras maestras, pero al mismo tiempo nos ha enseñado a· mirar la
naturaleza como si estuviera al servido de las historias humanas. En las gran-
des obras de Pieter Brueghel el Viejo, Caspar David Fri.edrich, Jo hn Consta-
ble o Jean-Baptiste Camille Corot, que son magníficos artistas, la naturaleza
está ahí para que los humanos la habiten , la transiten , la estudien , la modifi-
quen, foexploten: la naturaleza está ahí para los humanos. Por supuesto, hay
excepciones, y hay también casos intermedios en los que se combina una
cierta función decorati va de la nat u raleza con un poco de interés por con-
templar por sí mismos algunos de sus elementos. P ero de la misma manera
en que la filosofía debe asumir su responsabilidad por haber silenciado la
estética de la natural eza , también el arte debe hacerse cargo de que su mira-
da mayoritariamente antropocéntrica ha cont ribuido a reducir la naturaleza
a un instr um ento ornamental.
Esa concepción de la naturaleza está tan asumida en nuestra cultura que
se generalizan situaciones ver d ade r amente irracionales , de las que vamos a
ofrecer dos ejemplos . Veamos el primer o. En muchas oficinas de todo tipo
de empresas, los trabajadores dan color a paredes blancas y armarios grises
decorándolos con pósteres y calendarios. Una buena parte de ellos son pin-
turas o fotografuts de paisajes más o menos naturales , que para esos trabaja-
dores representan un poco de serenidad y belleza en medio del estrés coti -
diano, les recuerdan un plan de vacaciones o evocan lugares idílicos donde
les gustaría vivir. Lo que resulta irracio nal es que también las empresas más
contaminantes, las que deforestan y exterminan especies , decoren sus despa-
chos con imágenes de playas y montañ~s. Esas personas no son capaces de
.. . entender el da ño que causan porque han reducido la naturaleza a unas cuan-
tas postales que adornan sus paredes y no quieren comprender lo que existe
detrás de las imágenes.
Veamos el segundo ejemplo. Muchos parques zoo lógícos de todo el
mundo mantienen animales salvajes cautivos en condiciones dep lor abl es:
los encierran en espacios diminutos y mal acondicionados y los exhiben
previo .pago de una ent rada como si fueran objetos decorativos en escapa-
rates. A menudo, para paliar la frialdad y el vacío de las jaulas, los zoos
pintan paisajes naturales en sus paredes, como si la naturaleza no fuera más
que un decotado cuya fuhdón es hacer bonito y diera igual si es real o un
mero dibujo. Solo alguien que ha reducido radicalmente los entornos a
imágenes puede tener la ocurrencia de pintar una selva en la misma jaula
que mantiene a unos anímales fuera de la selva real en la que deberían es-
tar . No entiende que, para un aniinal , la naturaleza no es una imagen pin-
tada en la pared, si no el hogar al que pertenece, al que está ligado por una
serie de procesos naturales complejos y un denso tejido de historias entre-
cruzadas. Y cuando a un animal se lo extrae de esa red de vida, se le e~tá
quebrando la identidad, porque no puede realizar la mayoría de sus cori-
ductas naturales.
APRECIAR LA NATURALEZA 173
raleza no suena para adornar nuestro paseo, sino que suena porque los
animales están viviendo sus vidas. 37
La naturaleza habla, y no lo hace tan solo a través de la humanidad; mu-
chas otras especíes animales tienen. sistemas de comunicación complejos, que
incluy en desde vocalizaciones a expresiones faciales y lenguaje corporal. Es
cierto que sus sistemas de comunicación no incluyen un lenguaje conceptual
como el nuestro , con el que se puedan elaborar ideas abstracta s, teorías cien-
tíficas y filosóficas, literatura y crítica literaria, pero eso no impide que los
animales se comuniquen continuamente entre sí y se transmitan mensajes
vitales en que un individuo alert a al grupo de que se acerca un depredador,
los miembros de la familia se expresan afecto o la manada se pone de acuer-
do en abandonar un territorio para adentrarse en otro.
Escuchar las voces de los animales y estudiar su significado nos recuerda
también cuán vanas son a veces, en comparación, nuestras conversaciones.
Los animales no se dicen uno s a otro s las muchísimas tonterías que llenan
tantos parloteos humanos de repeticiones infinitas de las mismas sandece s.
Nosotros tenemos una <:apacidad para la vulgaridad y la banalidad que no
po see ningún otro animal. Basta hacer zapping por los canales de televisión
y navegar por YouTube o las redes sociales par a tomar conciencia de cuántas
veces el lenguaje humano va completamente vacío de significado inteligente,
y no es más que un blablablá superficial, confuso y mal articulado, con el que
la gente se enreda en discusiones interminabl es cargadas de insultos sin ser
capaces de clarificar sobre qué están debatiendo. Deberíamos tener esto pre-
sente cuando creemos que nuestro lenguaje es sup erior al de otras especies,
porque de poco sirve ·un don tan sofisticado si lo desperdiciamos tan a me-
nudo.
Tambié ñ encontramos otro fenóm eno interesante , un tipo de conversa-
ción humana estétic amen te cautívadora. Me refiero a ese tipo de conver-
. saciones que a veces se dan entre un grupo de amigos o familiares mientras
· pasean relajadamente , ven jugar a los niño s o los perros en el parque , están
sentados en una plazoleta o celebrando una comida. Son esas charlas en que
los humanos dejan de intercambiar informaciones relevantes y simplemente
hab lan por hablar , sin que en realidad importe lo que digan. Es de cir, la
charla importa , pero no su contenido concreto. Son esas conversaciones des-
tinadas a expre sar afecto, hacerse compañía, escuchar las voces de personas
queridas y comp artir emociones. Da igual hablar del tiempo, comentar una
película , un part ido de fútbol o volver a exp licar una histo ria que todos co-
noc en. Lo que importa , en realidad , es manten er los lazos de la amistad y el
carmo.
37
Carl Safina, f>eyond Words:What Animals Think and Feel (Nueva York: Picador,
2015); Mentes maravillosas. Lo que piensany si·enten losanimales(Barcelona: Galaxia Guten-
berg, 2017), traducción de Ir ene Oliva Luque y Aguiriano Aizpur.
APRECIARLA NATURAlEZA 177
38
http:/ /www.elmundo.es/ espedales / 2008/ 05/ciencia/sonido_naturaleza/archivo.htm1
http://www.elmundo.es/blogs/ elmundo/ elsonidodelanaturaleza/
178 ECOANIMAL
39 http:// www.carlosdehita.es /
40 http://www.soni do sdelanatural eza.com/
41
http ://e loisamatheu. com/ en/ archivo-de -sonido s/
42 http:/ /www.rtve.es/ alacarta/ audios/vida -verdal
4
3 http://www.w ildsanctuary.com/
.APRECIARLA NATURALEZA 179
cuerda una vez más el error que supone mantener la rígida separación entre
diferentes disciplinas en nuestras universidades. 44
Hay una historia en la que participó Bernie Krause que no puedo resis-
tirme a recordar. En octubre de 1985, una yubarta o ballena jorobad a que
estaba en plena migración en el Pacífico, que bajaba desde las aguas frías de
Alaskahaci a las aguas cálidas de México, siguiendo la costa norteamericana,
se adentró accidentalmente en la bahía de San Francisco y, desorientada ,
entró en el delta del río Sacramento. Pa saron los días y Humphrey, como
bautizaron a la ballena , se adentrab a cada vez más en el intrincado laberinto
del delta, con el riesgo de que no lograra encontrar su camino de vuelta y no
pudiera regresar al océano . Finalmente, se organizó una operación para sal-
varla. La bióloga especialista en cetáceos Diana Reiss fue una de las científi-
cas que trabajó durante días para sacarla de allí y devolverla al mar. Con una
flota de varios barcos lograron acompañarla río abajo, y una de las estrate-
gias que utilizaron fue emitir grabacione s de voces de ball enas jorobadas ,
que habían sido realizadas por Louis Herman en Alaska. Krause fue uno de
los participantes en la operación. En este caso, hab er escuchado las voces
de las yubart as, haberJas grabado y usar esas grabaciones con inteligencia
permitió al equipo de rescate comunicar se con la ballena , estresada y asus-
tada, y convencerla de que siguiera al barco que la guiaba río abajo hacia el
mar y que finalmente la devolvió a la libertad. Este y otros casos similares
dejan claro que saber escuchar las voces de la naturaleza puede incluso sal-
var vidas.45
El trabajo que realizan Carlos de Hit a, Elo"isa Matheu , Bernie Krause y
-..otros especialistas puede ofre~ernos las primeras lecciones sobre cómo edu-
car nuestro oído , pero lo importante es continuar ese ap rendizaje saliendo a
la natu raleza. Sin embar go, aquí desembocamo s en otra cuestión. Krause
explica que muchas de las grabaciones de paisajes son oro s naturales que
realizó hace décadas son ahora el recuerdo de sonido s qu e ya no existen o
están a punto de desapare cer. La destrucción de ecosistemas ha sido tan rá-
pida y grave en los último s años que Krause se ha encontr ado, en el tiempo
de media vida hum ana, con una biblioteca de sonido s desaparecid os. Mu-
chas de sus graba ciones son ahora la memoria de voces que se han apagado
Y por tanto tienen un a función muy especial: servir como denuncia de la
pérdida y como recuerdo de lo perdido. Explicar la destrucción de la natu-
raleza a través de la desaparición de paisajes sonoros es un modo potente de
mostrar lo que significa: estamos acallando las voces de la natural eza, la es-
tamos dejan do en silencio. Y dado que en nuestra civilización la mayoría de
nosotro s ya no sabemos reconocer y entend er esas voces, estamos perdiendo
riqueza sin percatamos de ello. Antes de que esas voces desaparecieran, ha-
bíamos dejado de escucharlas y las habíamos olvidado. Así es como funciona
la destrucción: nuestra civilización comienza por hacernos ignorar ciertas
cosas y luego puede destruirlas sin que nos demos cuenta. Por eso es tan
importante la memoria y son tan necesarios los archivos de Krause , de Ma-
theu , de Hita y todos cuantos existen.
Un ejemplo paradigmático de este problema lo hallamos en las aves urba-
nas. Cada vez hay más aves que se instalan en las ciudades, en parte porque
nuestras urbes no cesan de expandirse y en parte porque la acumulación de
comida en ellas las hace atractivas para muchos animales. Aves de las más
diversas especies se han adaptado a la vida urbana, a hacer nidos en jardines
o en edificios, a buscar comida entre los restos que tiramos o en los comede-
ros que alguna gente instala en patios y terrazas. Han aprendido a convivir
con los humanos y a sortear peligros como el tráfico. Pero suelen tener un
problema grave: nuestras ciudades son muy ruidosas. Coches, tranvías, tre-
nes, aviones, voces humanas, música, fábricas, máquinas de todo tipo suman
una gran cantidad de ruido . Las aves emiten todo tipo de cantos y redamos
para comunicarse entre ellas, defender su territorio, encontrar pareja, man-
tener contacto con sus hijos cuando están aprendiendo a volar o avisarse
mutuamente de peligros . Sin embargo, nuestro ruido dificulta que se oigan.
En los úlúmos años, algunos científicos han estudiado el problema y han
comprobado que las aves tratan de afrontarlo con diversas estrategias. 46 Al-
gunas especies cantan en una frecuencia más alta, es decir, emiten un canto
más agudo·; otras cantan cuando hay menos ruido , más temprano por la ma-
ñana o más tarde por la noche, y otras aumentan el volumen. Todas estas
estrategias tienen un coste, obligan a modificar conductas y a hacer esfuerzos
extr a. También hay especies que , simplemente, cantan menos, es decir, se
comunican menos, o bien abandonan un territorio si es demasiado ruidoso.
Así, el ruido que no sotro s producimos perjudica sus vida"S.
Lo mismo le sucede a la fauna marina. Lí:icreciente densidad del tráfico
marítimo se ha convertido en un problema grave: los barcos pesqueros, los
balleneros , los mercantes , los yates, los cruceros y los barcos militares son
cada vez más abundantes, más grandes y más ruidosos. Por otro lado, se in-
crementan las prospecciones en el fondo de los océano s, que a menudo em-
plean sonidos para localizar las bolsas de petróleo o de gas en el subsuelo. Y
aún hay que añadir que diversos ejércitos utilizan sistemas de sónar en ma-
46 Menciono un par de fuentes, pero actualmente hay una gran cantidad de estudios al
respecto:
H ans Slabbekoorn y Margriet Peet , «Birds sing ata higher pitch in urban noise», Nature1
vol. 424 (2003), p. 267.
Gon\'.alo C. Cardoso y Jonathan W. Atwell, «On the relation between loudness and the
increased song frequency of urban birds»,Ant'malBehavt'our, vol. 82, núm. 4 (2011), pp. 831-
836.
Véase también: http: / /www.seo.org/20 16/ 06/3 O/asi·Cambia-la-ciudad-canto-las-aves/
APRECIARLA NA1URALEZA 181
'
4
Francisco J. Pu rroy y Juan M. Varela, Mamiferosde España(Bellaterra : LynxEdícíons
y SEO/ BirdLife, 2016), p. 52.
'º https://www.youtubc.com/wacch?v=j8TS1C1.3WR8 &f eamre =yomu.be&a
A.PRECIAR
LA NAllJRALEZA 183
1
' Sobre el enorme impacto que pued e tener la simple disminución de la po blación de
una espe cie, mere ce la p ena ver dos vídeos breves y contu ndent es de 2014 narrados por
George Monbiot : How Wolves ChangeRivers (Cómo los lobos cambian el curso de los ríos)
[en línea]. Disp onible en: https://www.youtube .com/watch?v=dBlKKB p YxvE y How Whales
Change Climate (Cómo las ballenas camb ian el clima): https://www .youtube .com/watch?-
v:::M18HxXve3CM
52
Jor ge Riechmann , Todo tiene un limite. Ecologíay trans/ormaáón social(Madrid: D e-
bate, 2001). Gente que no quiere viajara Marte.Ensayos sobre ecología, éticay autolimitación
(Madrid: Los Libr os de la Catarata, 2004). Biomímesis. Ensayossobre imitación de la natura-
leza, ecosocialismoy autocontención (Madri d: L os Libros de la Catarata , 2006). Interdepen-
dientesy ecodependientes (Barcelona: Pr oteu s, 2012).
184 EcoANrMAL
crear librem ente. No hace falta alejarse mucho para encontrar ejemplos. Re-
cordemos a los creadores que tuvieron que exiliarse durante el franquismo y
a los que no lograron escapar a tiempo. Recordemos , entre tantísimos otros ,
a Merce Rodoreda , Remedios Varo, Antonio Machado, Miguel Hernández o
Federico García Lorca.
La destrucción del arte de otras culturas y la de la belleza natural acos-
tumbran a ir juntas. Demasiado a menudo , alabamos el arte que hemos crea-
do «nosot ros», nuestro grupo, a la vez que ignoramos, despreciamos o inclu-
so destruimos otras manifestaciones artísticas y estéticas. En estos casos, no
estamos apreciando el arte por sí mismo, sino concibiéndolo como un instru-
mento; empleamo s las obras de arte que nos convienen para reforzar una
concepción jerárquica de la realidad, según la cual algunas culturas son su-
periores a otras.
Y, en tercer lugar, h ay todavía otra razón, que es sin duda más compleja.
Tenemos un canon de los clásicos de Occidente , sin los cuales nuestra cultu-
ra no se comprendería. Grandes escritores, de Homero a Mann, pasando por
Da!)te o Cervantes. Grandes artistas, de Miguel Angel a Picasso. Sin em-
bargo, desde los años 70, somos conscientes de que la inmensa mayoría de
aquellas que consideramos las mejores obras de nuestra civilización son en
realidad controvertidas. Desde un punto de vista artístico, no cabe duda de
que son obras maestras. Pero si examinamos los ideal es que defienden , los
mensajes que conti enen , nos encontramos con que muchas de ellas justifican
y ensalzan el sistema de dominio que reina en nuestr~ civilización: machis-
mo, clasismo, racismo, etnocentrismo, homofobia, antropocentrismo y es-
pecismo. Buena parte del ·gran arte, corno igualmente sucede con muchas
teorías filosóficas y estudios científicos, han servido para legitimar una civili-
zación radicalment e injusta.
Cuando en los años 60 y 7Ocomenzó a criticarse de manera sistemática el
contenido ideológico de las grandes obras del canon, quienes se erigieron en
defensores del panteón respondieron con una excusa: «era la época» . Cuan-
do alguien denuncia que la Odisea es esclavista y machista , se le responde:
<~sí, bueno, es indud able, pero es que era la época. Homero no podía liberar-
se de su época. Así era como pensaba todo el mundo en aquella época leja-
na». Cuando alguien denuncia que Shakespeare es racista y machista, se le
responde: «sí, bueno, es indudable , pero es que era la época. Shakespeare no
podía liberarse de su época. Así era como pensaba todo el mundo en aquella
época lejana». Cuando alguien denuncia que Picasso es machista o que D alí
es franquista, se le responde: «sí, bueno, es indudable, pero es que era la
época. Estos artistas no podían liberarse de su época. Así era como pensaba
todo el mundo en aquella época lejana.» Pero ... Picasso y Dalí vivieron en el
siglo XX, ¿seguro que en el siglo :XX todo el mundo era machista y franquista?
Está claro que cuando en el siglo xxrn alguien estudie nuestro tiempo y diga
que Javier Marías es machista y clasista, se le responderá: «sí, bueno, es in- ._
186 EcoANIMAL
dudable, pero es que era la época. Así era como pensaba todo el mundo en
aquella época lejana».
No solo sucede en el arte. Las grandes obras clásicas de la filosofía poseen
una sospechosa tendencia a ensalzar lo peor de nuestro sistema. Se las suele
defender diciendo que, dentro de cada obra particular, hay que distinguir lo
bueno de lo malo. Tomemos el caso, por ejemplo, de Aristóteles, uno de los
pensadores más inteligentes de la Antigua Grecia: hoy en día admiramos su
filosofía de la literatura y simplemente ignoramos su feroz defensa de la es-
clavitud. Es que era la época, pensamos , todos los ricos tenían esclavos, pero
eso no resta valor a sus reflexiones sobre el arte. Y, sin embargo, deberíamos
considerar la posibilidad de plantear la cuestión de otro modo: ¿podría ser
que Aristóteles escribiera sus obras, al menos en parte, para defender su
derecho a tener esclavos, para justificar sus privilegios? ¿Y si escribir esas
obras era su manera de fortificar su supuesta superioridad, de alzarse sobre
otros seres humanos? ¿Y si sus obras fueron un instrumento al servicio de su
egoísmo, de sus intereses personales , y a favor de un sistema injusto que lo
privilegiaba, perjudicando a otros?
Si examinamos desde esa perspectiva las grandes obras de arte de nuestra
historia, el panorama que dibujan es bien distinto. Una razón de peso para
considerar esta posibilidad es que quienes creaban esas g(a ndes obras al
mismotiempo sostenían qu e los otros (las mujeres,las clasessocialesconsi-
deradas inferiores, los esclavos, otras razas, otras culturas) no poseían sufi-
ciente inteligencia, no merecían tener acceso a la educ~ción y no podían ser
admitidos como artistas. De ese modo , abrían un abismo infranqueable entre
una minoría de seres humanos capaces de crear arte (y usarlo como vehículo
para transmitir la ideología que defendía sus privileglos) y una mayoría de
ellos considerados incapaces de crear arte (y articular con él una crítica al
sistema). De ese modo, el arte servía doblemente al fin de justificar un siste-
ma jerárquico en el que unos seres humanos eran considerados superiores a
otros. Es decir , las artes son el fruto más excelso de la humanidad , pero solo
algunos humanos serian capaces de crear obras de arte. Traducido: son algu-
nos humanos par~iculares , varones, blancos, occidentales, de clase alta, quie-
nes producen esas grandes obras recogidas en el canon que supuestamente
atesoran lo mejor de la humanidad y no s salvan a pes ar de nuestros errores.
Pero ¿nuestros errores no consistían, precisamente, en construir un sistema
de dominio y justificarlo con la cultura ?
En realidad, en todas las épo cas ha habido artistas (yfilósofo s, científicos,
y per sonas en general) que han defendido la ideología del sistema dominan -
te y han trabajado para él, y otros que han sido críticos y han combatido sus
injusticias. También en la Antigua Grecia, el Imperio romano, la Edad Me-
dia, la Modernidad, la Ilustradón, el siglo XIX, el siglo xx,hubo personas que
lucharon decididamente contra la esclavitud, el racismo, el etnocentrismo, el
colonialismo, el machismo, la homofobia, el clasismo , el antropocentrismo y
el especismo y que cre aron obras filosóficas y artísticas de denuncia. Pero las
APRECIARLA NATURALEZA 187
.54 Carmen Velayos Cascelo, «Deberes y felicidad en la ecoética», lsegoría, núm .32
(2005), pp. 145-156.
55
Joan Negué, Laura Puigbert y Gemma Bretcha (eds.), Paisatgei salut (Olot: Obser-
vatorio del Paisaje de Catalunya y Departamento de Salud de la Generalitat de Cacalunya,
2008) [también en línea]. Disponible en: http: // www.catpaisatge.ne t/ esp/ documentacio_
plecs_ref_l.php
190 ECDANIMAL
dades de los animales en cuestión. En el caso de los perros, los cerdos, los
caballos, los hurones o los visones, entre otros, se ha comprobado que las
subespecíes domesticadas tienen un cerebro un poco menor que sus antepa-
sados salvajes, y está en discusión sí lo mismo sucede con Homo sapiens.56
6
' Carl Safina,BeyondWords_·
What AnimalsThink and Feel,op. cit., pp. 427-447.
APRECIAR LA NATURALEZA 191
desde más lejos, detectarlos por el rabillo del ojo , notar que en la espesura
del bosque se ha movido una ramita, ver los nidos , comenzar a recordar
dónde está cada nido , comenzar a distin guir las aves por la forma en que
vuelan o se posan en las ramas, identificarlas por la silueta medio oculta en-
tre el ramaje, reconocerla s por el oído ... Se despiertan el cuerpo, los sentido s
y también la memo ria; surgen un torrente de preguntas que estimulan las
capacidades cogn itivas. De ese modo se unen el placer corporal, sensorial ,
emocional, cognitivo y estético y regalan una alegría vital que po cas cosas
son capaces de gene rar. Cuan do estoy en casa escribiendo , consumo grandes
cantidades de té para mantener la concentración. Cuando estoy de pajareo
no necesito té: mi cuerpo se despierta solo.
Resulta fascinante la rapidez con que nuestro cuerpo y nuestra mente se
adaptan a esa actividad , absorben información y aprenden a estar alerta. Es
así porqu e en realidad somos el resultado de miles de años de evolución que
nos han prep arado para salir de pajareo. El birdwatching hunde sus raíces en
la exploración del territorio y la búsqued a de alimentos de nuestro s antepa-
sados cazadores-recolectores. Ellos observaban la naturaleza para sobrevivir,
pero creemos que tambi én poseían curiosidad intelectual por comprender su
funcionamiento y que apreciaban la belleza natural. Ahor a que ya no necesi-
tamos esas habilidade s corpor ales, sensoriales y cognitivas para hallar ali-
mentos , po demo s enfocarlas a ente nder y disfrutar los ecosistem as. Lo qu e
quiero defender con esto es que nuestro cuerpo, nuestros sentido s y nuestr a
mente está? fabulosamente equipados para la observación naturali sta y la
apreciación estética de la naturaleza y, cuando nos entre gamos a ello, el pla-
\e r es tan biológico como inte!ectual y espiritual.
Quizás podrí amos aventurar que el pajareo es una sublimación de la caza
y la recolección. En cualquier caso, sustituir la caza por el aprecio estéti co
concede un plac er mucho más profundo. Cuando cazas un animal, el placer
estético que proporcion aba observarlo se acaba enseguida. Detien es su his-
toria, robas una vida y lo único que te queda es un cadáver. Aunque pued es
usar su cuerpo como carne y su cabeza y su piel como objetos decorativos,
en realidad has red ucido la rique za estética de ese animal, porque un sujeto
con una historia es mucho más interesante que un objeto . Si en cambio lo
observas, lo fotografías, lo graba s en vídeo , lo dibujas, grabas sus sonido s,
aprendes sobre su comportamiento, lo reconoces como un indi viduo y co-
mienzas a observar sus relacion es con otros individuos , aprecias su persona-
lidad .. . puedes volver al día siguiente y seguir observándolo, puedes regresar
al cabo de una semana , un mes, un año, una década. Pu edes reencontrarlo
muchas otras veces y seguir su historia. El animal conserv a su vida y su liber-
tad, y a ti te regala un placer mucho más enriquecedor. El respeto y la humil-
dad, que son virtudes éticas fundamental es, son también el camino para dis-
frutar de la belleza.