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Antología de poemas

Federico Garcia Lorca – Ruben Darío – Pablo Neruda

La casada infiel de Federico García Lorca


Y que yo me la llevé al río
Creyendo que era mozuela,
Pero tenía marido.
Fue la noche de Santiago
Y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
Y se encendieron los grillos.
En las últimas esquinas
Toqué sus pechos dormidos,
Y se me abrieron de pronto
Como ramos de jacintos.
El almidón de su enagua
Me sonaba en el oído,
Como una pieza de seda
Rasgada por diez cuchillos.
Sin luz de plata en sus copas
Los árboles han crecido,
Y un horizonte de perros
Ladra muy lejos del río.

Pasadas las zarzamoras,


Los juncos y los espinos,
Bajo su mata de pelo
Hice un hoyo sobre el limo.
Yo me quite la corbata.
Ella se quitó el vestido.
Yo el cinturón con revólver.
Ella sus cuatro corpiños.
Ni nardos ni caracolas
Tienen el cutis tan fino,
Ni los cristales con luna
Relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapaban
Como peces sorprendidos,
La mitad llenos de lumbre,
La mitad llenos de frío.
Aquella noche corrí
El mejor de los caminos,
Montando en potra de nácar
Sin bridas y sin estribos.
No quiero decir, por hombre,
Las cosas que ella me dijo.
La luz del entendimiento
Me hace ser muy comedido.
Sucia de besos y arena,
Yo me la llevé del río.
Con el aire se batían
Las espadas de los lirios.

Me porté como quien soy.


Como un gitano legítimo.
Le regalé un costurero
Grande, de raso pajizo,
Y no quise enamorarme
Porque teniendo marido
Me dijo que era mozuela
Cuando la llevaba al río.

Poema 20 de Pablo Neruda

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.


Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,
Y tiritan, azules, los astros, a lo lejos».
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
Y estos sean los últimos versos que yo le escribo.

Margarita de Ruben Dario

Margarita, está linda la mar,


Y el viento
Lleva esencia sutil de azahar;
Yo siento
En el alma una alondra cantar:
Tu acento.
Margarita, te voy a contar
Un cuento.

Éste era un rey que tenía


Un palacio de diamantes,
Una tienda hecha del día
Y un rebaño de elefantes.

Un kiosko de malaquita,
Un gran manto de tisú,
Y una gentil princesita,
Tan bonita,
Margarita,
Tan bonita como tú.

Una tarde la princesa


Vió una estrella aparecer;
La princesa era traviesa
Y la quiso ir a coger.

La quería para hacerla


Decorar un prendedor,
Con un verso y una perla,
Y una pluma y una flor.

Las princesas primorosas


Se parecen mucho a ti:
Cortan lirios, cortan rosas,
Cortan astros. Son así.

Pues se fue la niña bella,


Bajo el cielo y sobre el mar,
A cortar la blanca estrella
Que la hacía suspirar.

Y siguió camino arriba,


Por la luna y más allá;
Mas lo malo es que ella iba
Sin permiso del papá.

Cuando estuvo ya de vuelta


De los parques del Señor,
Se miraba toda envuelta
En un dulce resplandor.

Y el rey dijo: “¿Qué te has hecho?


Te he buscado y no te hallé;
Y ¿qué tienes en el pecho,
Que encendido se te ve?”

La princesa no mentía.
Y así, dijo la verdad:
“Fui a cortar la estrella mía
A la azul inmensidad.”
Y el rey clama: “¿No te he dicho
Que el azul no hay que tocar?
¡Qué locura! ¡Qué capricho!
El Señor se va a enojar.”

Y dice ella: “No hubo intento;


Yo me fui no sé por qué;
Por las olas y en el viento
Fui a la estrella y la corté.”

Y el papá dice enojado:


“Un castigo has de tener:
Vuelve al cielo, y lo robado
Vas ahora a devolver.”

La princesa se entristece
Por su dulce flor de luz,
Cuando entonces aparece
Sonriendo el Buen Jesús.

Y así dice: “En mis campiñas


Esa rosa le ofrecí:
Son mis flores de las niñas
Que al soñar piensan en mí.”

Viste el rey ropas brillantes,


Y luego hace desfilar
Cuatrocientos elefantes
A la orilla de la mar.

La princesita está bella,


Pues ya tiene el prendedor
En que lucen, con la estrella,
Verso, perla, pluma y flor.

Margarita, está linda la mar,


Y el viento
Lleva esencia sutil de azahar:
Tu aliento.

Ya que lejos de mí vas a estar,


Guarda, niña, un gentil pensamiento
Al que un día te quiso contar
Un cuento.

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