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Poemario

Alumno: Zaid Daniel


Martínez Tlatelpa
Maestra: Xóchitl
Tlemoyotzi Reyes
Materia: español
Fecha:21/05/2022
Federico García Lorca
Federico García Lorca, uno de los poetas más insignes de
nuestra época, nació en Fuente Vaqueros, un pueblo
andaluz de la vega granadina, el 5 de junio de 1898, el año
en que España perdió sus colonias. Su madre, Vicenta Lorca
Romero, había sido durante un tiempo maestra de escuela,
y su padre, Federico García Rodríguez, poseía terrenos en la
vega, donde se cultivaba remolacha y tabaco. En 1909,
cuando Federico tenía once años, toda la familia -sus
padres, su hermano Francisco, él mismo y sus hermanas
Conchita e Isabel- se estableció en la ciudad de Granada,
aunque seguiría pasando los veranos en el campo, en
Asquerosa (hoy, Valderrubio), donde Federico escribió gran
parte de su obra.

Más tarde, aun después de haber viajado mucho y haber


vivido durante largos períodos en Madrid, Federico
recordaría cómo afectaba a su obra el ambiente rural de la
vega: Amo a la tierra. Me siento ligado a ella en todas mis
emociones. Mis más lejanos recuerdos de niño tienen sabor
de tierra. Los bichos de la tierra, los animales, las gentes
campesinas, tienen sugestiones que llegan a muy pocos. Yo
las capto ahora con el mismo espíritu de mis años infantiles.
De lo contrario, no hubiera podido escribir Bodas de sangre.
En sus poemas y en sus dramas se revela como agudo
observador del habla, de la música y de las costumbres de la
sociedad rural española. Una de las peculiaridades de su
obra es cómo ese ambiente, descrito con exactitud, llega a
convertirse en un espacio imaginario donde se da expresión
a todas las inquietudes más profundas del corazón humano:
el deseo, el amor y la muerte, el misterio de la identidad y el
milagro de la creación artística.
1.- Malagueña
2.- Soneto de la dulce queja
3.- Alma ausente
4.- El poeta habla por teléfono con el amor
5.- Agua, ¿dónde vas?
6.- El pecho del poeta
7.- Los reyes de la baraja
8.- Dos lunas de tarde
9.- Canción del jinete
10.- Café cantante
11.- Canción de cuna para Rosalía Castro, muerta
12.- Soneto de la guirnalda de rosas
13.- Llagas de amor
14.- Madrigal
15.- Largo espectro
16.- La aurora
17.- Casida del sueño al aire libre
18.- Ay, voz secreta del amor oscuro
19.- Al oído de una muchacha
20.- Si mis manos pudieran deshojar
21.- El poeta pide a su amor que le escriba
22.- Sueño
23.- Es verdad
24.- Romance de la luna, luna
25.- Tengo algo que decir me digo
Malagueña
La muerte
entra y sale
de la taberna.
Pasan los caballos negros
y gente siniestra
por los hondos caminos
de la guitarra.
Y hay un olor a sal
y a sangre de hembra,
en los nardos febriles
de la marina
Y la muerte
entra y sale
y sale y entra
la muerte
de la taberna.
Soneto de la dulce queja
Tengo miedo a perder la maravilla
de tus ojos de estatua, y el acento
que de noche me pone en la mejilla
la solitaria rosa de tu aliento.
Tengo pena de ser en esta orilla
tronco sin ramas; y lo que más siento
es no tener la flor, pulpa o arcilla,
para el gusano de mi sufrimiento.
Si tú eres el tesoro oculto mío,
si eres mi cruz y mi dolor mojado,
si soy el perro de tu señorío,
no me dejes perder lo que he ganado
y decora las aguas de tu río
con hojas de mi otoño enajenado.
Alma ausente
No te conoce el toro ni la higuera,
ni caballos ni hormigas de tu casa.
No te conoce el niño ni la tarde
porque te has muerto para siempre.
No te conoce el lomo de la piedra,
ni el raso negro donde te destrozas.
No te conoce tu recuerdo mudo
porque te has muerto para siempre.
El otoño vendrá con caracolas,
uva de niebla y monjes agrupados,
pero nadie querrá mirar tus ojos
porque te has muerto para siempre.
Porque te has muerto para siempre,
como todos los muertos de la Tierra,
como todos los muertos que se olvidan
en un montón de perros apagados.
No te conoce nadie. No. Pero yo te canto.
Yo canto para luego tu perfil y tu gracia.
La madurez insigne de tu conocimiento.
Tu apetencia de muerte y el gusto de tu boca.
La tristeza que tuvo tu valiente alegría.
Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace,
un andaluz tan claro, tan rico de aventura.
Yo canto su elegancia con palabras que gimen
y recuerdo una brisa triste por los olivos.

El poeta habla por


teléfono con el amor
Tu voz regó la duna de mi pecho
en la dulce cabina de madera.
Por el sur de mis pies fue primavera
y al norte de mi frente flor de helecho.
Pino de luz por el espacio estrecho
cantó sin alborada y sementera
y mi llanto prendió por vez primera
coronas de esperanza por el techo.
Dulce y lejana voz por mí vertida.
Dulce y lejana voz por mí gustada.
Lejana y dulce voz amortecida.
Lejana como oscura corza herida.
Dulce como un sollozo en la nevada.
¡Lejana y dulce en tuétano metida!

Agua, ¿dónde vas?


Agua, ¿dónde vas?
Riyendo voy por el río
a las orillas del mar.
Mar, ¿adónde vas?
Río arriba voy buscando
fuente donde descansar.
Chopo, y tú ¿qué harás?
No quiero decirte nada.
Yo..., ¡temblar!
¿Qué deseo, qué no deseo,
por el río y por la mar?
(Cuatro pájaros sin rumbo
en el alto chopo están.)

El pecho del poeta


Tú nunca entenderás lo que te quiero
porque duermes en mí y estás dormido.
Yo te oculto llorando, perseguido
por una voz de penetrante acero.
Norma que agita igual carne y lucero
traspasa ya mi pecho dolorido
y las turbias palabras han mordido
las alas de tu espíritu severo.
Grupo de gente salta en los jardines
esperando tu cuerpo y mi agonía
en caballos de luz y verdes crines.
Pero sigue durmiendo, vida mía.
¡Oye mi sangre rota en los violines!
¡Mira que nos acechan todavía!

Los reyes de la baraja


Si tu madre quiere un rey,
la baraja tiene cuatro:
rey de oros, rey de copas,
rey de espadas, rey de bastos.
Corre que te pillo,
corre que te agarro,
mira que te lleno
la cara de barro.
Del olivo
me retiro,
del esparto
yo me aparto,
del sarmiento
me arrepiento
de haberte querido tanto.

Dos lunas de tarde


1

La luna está muerta, muerta;


pero resucita en la primavera.
Cuando en la frente de los chopos
se rice el viento del sur.
Cuando den nuestros corazones
su cosecha de suspiros.
Cuando se pongan los tejados
sus sombreritos de yerba.
La luna está muerta, muerta;
pero resucita en la primavera.

La tarde canta
una berceuse a las naranjas.
Mi hermanita canta:
La tierra es una naranja.
La luna llorando dice:
Yo quiero ser una naranja.
No puede ser, hija mía,
anque te pongas rosada.
Ni siquiera limoncito.
¡Qué lástima!
Canción del jinete
Córdoba.
Lejana y sola.
Jaca negra, luna grande
y aceitunas en mi alforja.
Aunque sepa los caminos
yo nunca llegaré a Córdoba.
Por el llano, por el viento,
jaca negra, luna roja.
La muerte me está mirando
desde las torres de Córdoba.
¡Ay qué camino tan largo!
¡Ay mi jaca valerosa!
¡Ay que la muerte me espera,
antes de llegar a Córdoba!
Córdoba.
Lejana y sola.
Café cantante
Lámparas de cristal
y espejos verdes.
Sobre el tablado oscuro,
la Parrala sostiene
una conversación
con la muerte.
La llama,
no viene,
y la vuelve a llamar.
Las gentes
aspiran los sollozos.
Y en los espejos verdes,
largas colas de seda
se mueven.
Canción de cuna para
Rosalía Castro, muerta
¡Levántate, niña amiga,
que ya cantan los gallos del día!
¡Levántate, mi amada,
porque el viento muge, como una vaca!
Los arados van y vienen
desde Santiago a Belén.
Desde Belén a Santiago
un ángel vienen en un barco.
Un barco de plata fina
que traía dolor de Galicia.
Galicia tumbada y queda
transida de tristes hierbas.
Hierbas que cubren tu lecho
con la negra fuente de tus cabellos.
Cabellos que van al mar
donde las nubes tiñen sus nítidas palmas.
¡Levántate, niña amiga,
que ya cantan los gallos del día!
¡Levántate, mi amada,
porque el viento muge, como una vaca!

Soneto de la guirnalda
de rosas
¡Esa guirnalda! ¡pronto! ¡que me muero!
¡Teje deprisa! ¡canta! ¡gime! ¡canta!
que la sombra me enturbia la garganta
y otra vez viene y mil la luz de enero.
Entre lo que me quieres y te quiero,
aire de estrellas y temblor de planta,
espesura de anémonas levanta
con oscuro gemir un año entero.
Goza el fresco paisaje de mi herida,
quiebra juncos y arroyos delicados.
Bebe en muslo de miel sangre vertida.
Pero ¡pronto! Que unidos, enlazados,
boca rota de amor y alma mordida,
el tiempo nos encuentre destrozados.

Llagas de amor
Esta luz, este fuego que devora.
Este paisaje gris que me rodea.
Este dolor por una sola idea.
Esta angustia de cielo, mundo y hora.
Este llanto de sangre que decora
lira sin pulso ya, lúbrica tea.
Este peso del mar que me golpea.
Este alacrán que por mi pecho mora.
Son guirnalda de amor, cama de herido,
donde sin sueño, sueño tu presencia
entre las ruinas de mi pecho hundido.
Y aunque busco la cumbre de prudencia
me da tu corazón valle tendido
con cicuta y pasión de amarga ciencia.

Madrigal
Yo te miré a los ojos
cuando era niño y bueno.
Tus manos me rozaron
Y me diste un beso.
(Los relojes llevan la misma cadencia,
Y las noches tienen las mismas estrellas.)
Y se abrió mi corazón
Como una flor bajo el cielo,
Los pétalos de lujuria
Y los estambres de sueño.
(Los relojes llevan la misma cadencia,
Y las noches tienen las mismas estrellas.)
En mi cuarto sollozaba
Como el príncipe del cuento
Por Estrellita de oro
Que se fue de los torneos.
(Los relojes llevan la misma cadencia,
Y las noches tienen las mismas estrellas.)
Yo me alejé de tu lado
Queriéndote sin saberlo.
No sé cómo son tus ojos,
Tus manos ni tus cabellos.
Sólo me queda en la frente
La mariposa del beso.
(Los relojes llevan la misma cadencia,
Y las noches tienen las mismas estrellas.)
Largo espectro
Largo espectro de plata conmovida
el viento de la noche suspirando,
abrió con mano gris mi vieja herida
y se alejó: yo estaba deseando.
Llaga de amor que me dará la vida
perpetua sangre y pura luz brotando.
Grieta en que Filomela enmudecida
tendrá bosque, dolor y nido blando.
¡Ay qué dulce rumor en mi cabeza!
Me tenderé junto a la flor sencilla
donde flota sin alma tu belleza.
Y el agua errante se pondrá amarilla,
mientras corre mi sangre en la maleza
mojada y olorosa de la orilla.

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