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Se ha argumentado por medio de diversos autores que las pruebas proyectivas

no tienen suficientes garantías científicas debido a la falta de validación


empírica rigurosa. Según el autor Chávez (2007), la mayoría de las pruebas
proyectivas solo han sido validadas en el ámbito clínico, lo que significa que
su validez se basa en su uso en situaciones clínicas específicas y no en la
evidencia científica sólida. Además, agrega que desde el punto de vista
psicométrico las pruebas proyectivas solo tendrían validez de apariencia, esto
se debe a que estas pruebas tienden a arrojar datos cualitativos y subjetivos
que dificultan la cuantificación, por ello pone en duda la objetividad y
consistencia de los resultados obtenidos a través de las pruebas proyectivas.

Por otro lago según Suris (2022), señala que las pruebas proyectivas a menudo
carecen de normas claras y establecidas para la interpretación de respuestas, lo
cual puede disminuir su confiabilidad y validez en comparación con otras
pruebas psicológicas más elaboradas ya que estas pruebas se fundamentan en
estímulos ambiguos y poco estructurados debido a que no existen respuestas
correctas e incorrectas, y en su mayoría la interpretación de las respuestas
depende en gran parte de la subjetividad del evaluador.

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