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Las alteraciones se identifican desde el inicio del desarrollo infantil, neuronal y del cerebro.
Los principales rasgos se pueden detectar desde los primeros meses de vida en los que se
hacen evidentes diferencias con respecto al denominado desarrollo típico de la mayoría de
bebés. El TEA pertenece al mismo grupo que el trastorno de déficit de atención, los
trastornos del aprendizaje y los trastornos del desarrollo intelectual, antes conocidos como
retraso mental.
Explicaron que, en medicina, los TEA no son enfermedades en sentido estricto porque, para
denominarlas de esa manera, deben tener características específicas; particularmente, que
sea posible llegar al diagnóstico a través de estudios de imagen o de laboratorio, lo que en el
trastorno del espectro autista no ocurre, en virtud de que su diagnóstico es enteramente
clínico.
Con respecto al desarrollo socioemocional, personas con TEA suelen comportarse de forma
distinta a la mayor parte de los infantes. En el desarrollo típico se percibe que desde
pequeños empiezan a sonreírle a su cuidador, a tener una comunicación no verbal basada en
el contacto visual y existe una interacción social entre ambos, a pesar de no haberse
desarrollado todavía el habla. Esto no ocurre con personas que padecen este trastorno.
Los infantes con TEA no miran a los ojos y no manifiestan reciprocidad social con la
persona que los cuida, lo que debe tomarse en cuenta para acudir a valoración exhaustiva.
Otras características
Quienes viven con TEA pueden tener o no discapacidad intelectual, y es importante hacer la
diferencia. Si presentan discapacidad intelectual, el pronóstico es desde luego menos
favorable, pero hay quienes no la tienen e incluso aparentan tener una inteligencia superior
porque suelen centrarse en temas muy específicos sobre los que tienden a desarrollar un
conocimiento profundo, en línea con los patrones de intereses restringidos y repetitivos que
caracterizan a esta condición.
Mencionaron que las personas con TEA tienden también a desarrollar una inflexibilidad en
la modificación de las rutinas. Suelen angustiarse mucho por los cambios, incluso los más
sutiles como podría ser la modificación de la ruta para ir a un lugar. Las transiciones de
mayor alcance como mudarse de casa o cambiar de cuidadores primarios les afectan de
manera muy acentuada, generándoles una aguda sensación de angustia.
Tratamiento