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PARÁBOLA

EL HOMBRE EN EL PANTANO
(Adaptada por: J. Ortiz – J. Revollo – J. Rairán – M. Vasquez – H. Hurtado – R. Peña – E. Carmona – H. Marín – G.
González)

Un pastor recién llegó a una iglesia y se dio cuenta que los miembros de su junta discutían de
muchos asuntos durante largas horas, pero ignoraban la esencia de la misión, por lo que decidió
contarles la siguiente parábola:

Un caminante estaba perdido en un terreno totalmente desconocido para él, transcurrieron las
horas y no podía orientarse, estaba cansado y con hambre, de repente, resbaló y cayó dentro de un
pantano de arenas movedizas.
Viendo que era tragado hacia el fondo, empezó luchar con todas sus fuerzas por sobrevivir.
Comenzó a moverse con desespero y a aferrarse de las ramas y los troncos de la orilla, pero no podía
salir a flote, a contrario se hundía cada vez más y se dio cuenta que podría morir allí, así que
empezó a gritar pidiendo auxilio.
Cerca de allí, en una colina, había un grupo de cristianos sentados alrededor de una fogata.
Llevaban todo el día hablando de religión, cuando oyeron los gritos a la distancia. Uno de ellos, que
era el líder, se colocó en pie y dijo:
“Creo que alguien se ha caído en el pantano de arenas movedizas”
El cristiano tomó una linterna fue a comprobarlo. ¡Efectivamente! ¡allí estaba el caminante!
Agobiado, luchando por su vida.
El líder corrió de vuelta a avisar al grupo, y todos bajaron la colina para comprobarlo.
Parándose cerca de la orilla dijeron asombrados: “Es cierto, un hombre está atrapado en las
arenas movedizas”.
El grupo se reunió en círculo, para discutir qué hacer. Unos decían una cosa y otros decían otra. Por
fin, el líder dijo:
“Estamos de acuerdo en que ese hombre tiene problemas”.
Todos se alegraron porque era la primera vez que se ponían de acuerdo en algo. Entonces buscaron
en sus libros si había alguna referencia a qué debían hacer cuando una persona fuera tragada por
las arenas movedizas del pantano. Descubrieron asombrados que en uno de esos libros era narrada
su historia, allí contaba que hacía mucho tiempo los cristianos se empezaron a reunir en la colina
para ayudar a los caminantes, incluso a los que caían al pantano así que uno de ellos propuso:
“¿Por qué no ayudamos a ese pobre hombre?”
Nuevamente se reunieron para discutir la idea. Tras llevarlo a votación, el líder se puso en pie y
anunció:
“Hemos decidido seguir estudiando el caso antes de intervenir, para saber si el ayudar a
alguien que está siendo tragado por arenas movedizas del pantano debe formar parte de
nuestras creencias actuales o no”.
Finalmente, aquel grupo de cristianos decidió ayudar al caminante en apuros; ahora la cuestión era
que se pusieran de acuerdo en cómo ayudarlo.
Luego de leer rápidamente un capítulo de uno de sus libros, uno comenzó a cantar:
“Cuando tus pies se estén hundiendo y quieras llegar a tierra seca, Jesús te ayudará”.
Con eso, el cristiano creyó que ayudaba al hombre que se hundía. Pero el pobre tenía barro hasta en
los oídos, y no oyó nada; solo se hundió más.
Otro cristiano se paró y, moviendo el dedo índice de un lado a otro, le gritó:
“¡Tonto! Doblaste a la izquierda en lugar de girar a la derecha, y ahora estás sufriendo las
consecuencias. Esto te ayudará a no caer dos veces en el mismo error; nadie puede librarnos
de las consecuencias de nuestros actos”.
El hombre que se hundía rápidamente se hundió un poco más
Otro cristiano se paró en la orilla y, con una gran sonrisa, junto sus manos y le dijo:
“Si vuelves a tener problemas como este, ven a la iglesia y con gusto oraremos por ti”.
El líder decidió hacer algo más así que juntó ramas y se las arrojó, pero algunas golpearon al
hombre en la cabeza y se hundió más aún.
Finalmente apareció otro cristiano, siempre estaba preocupado por los demás sirviendo a otros y
eso le hizo llegar tarde a la reunión religiosa. Todos pensaban que aquel tipo era raro, porque no se
interesaba mucho en las discusiones teológicas; por el contrario, hablaba con los pecadores, los
ayudaba y dibujaba mapas de pantanos. Era el más joven del grupo.
Cuando llegó y vio lo que estaba sucediendo en el pantano, corrió a buscar una cuerda luego pidió al
grupo de cristianos que la sostuvieran, mientras él amarrado del otro extremo se lanzaba al
pantano a rescatar al hombre. Al ver que la dificultad era mucha y se requería mayor fuerza todos
se unieron para halar. Poco a poco el pobre caminante fue saliendo de las arenas movedizas, estaba
sucio y casi congelado. Primero uno, luego otros y finalmente todos se acercaron para ayudar, uno
lo cargó en sus brazos y lo llevó junto a la fogata, otro le ofreció agua para beber y lavarse la cara.
El hombre débil y agradecido se recobró lentamente. Los cristianos comentaron emocionados los
detalles del rescate y recordaron que hace mucho tiempo algunos de ellos también habían sido
rescatados del pantano.

El pastor terminó su historia y luego de oración los miembros de la junta salieron en silencio
reflexionando en el significado de la parábola.

Ningún miembro de la iglesia, ninguna junta de iglesia, ninguna instancia institucional, debe
olvidar jamás que el crecimiento de la iglesia y la razón de ser de la misma implica buscar y traer
a Jesús a los pecadores que han caído en el pantano del pecado. Los tales llegarán a ser discípulos
que ayudarán a su vez a otros. Todos los demás objetivos deben estar alrededor de esta gran
tarea.

Elena G. de White expresó:


Hay almas que están pereciendo sin Cristo, y los que profesan ser discípulos de
Cristo, las dejan morir. A nuestros hermanos se les han confiado talentos para
esta misma obra de salvar almas; pero algunos los han envuelto en un pañuelo y
los han enterrado en el suelo
Testimonios Selectos Tomo 4 pág. 412

La salvación de las almas ha de ser nuestra tarea personal, y nada es de una


importancia suficiente como para distraer nuestra mente de ella. Cristo vino a
nuestro mundo a salvar almas, a difundir la luz en medio de las tinieblas
morales. Una voz viva se oye proclamar: “Yo soy el camino, y la verdad, y la
vida”.
Testimonios para los Ministros pág. 331

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