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La Legión de María en la China Comunista

P. Leo Robert, S.V.D.


www.legiondemaria.org

Una carta como prólogo

"La Legión de María es como un soplo del Espíritu Santo. Como una nueva primavera,
y hasta como un estruendo vehemente penetra en los corazones de nuestros cristianos
de aquí, que de una vez para siempre ven transformados su miedo, su temor y su
temblor en un ánimo fuerte de fe, en un espíritu de sacrificio y en un servicio generoso
de buenos samaritanos en la salvación de la humanidad. Sí, la Legión de María es el
gran milagro de nuestros tiempos, la "varita mágica" para nuestras circunstancias de
hoy. Uno llega a pensar a veces que el espíritu de los primeros cristianos ha vuelto a
aparecer de nuevo en nuestros días, pues la gracia de Dios se ve caer a raudales.
Hasta ahora todo, absolutamente todo, dependía exclusivamente del misionero; nadie
podía ni siquiera pensar en una colaboración por parte de los cristianos. Hoy en cambio
las cosas han cambiado; ya no estamos solos, pues son muchas las almas que,
animadas de un santo espíritu, prestan sus espaldas al trabajo. Y adonde no puede
llegar el influjo del sacerdote, allí están los legionarios de María, para saltar los
primeros a la brecha. Bien se les podía llamar "perros policías de Dios", pues, como
estos animalitos, rastrean y siguen la pista por doquier a los tibios, perezosos y
abandonados, arreglan ante la Iglesia matrimonios que no lo eran, bautizan a los
moribundos y dan la oportuna instrucción a los catecúmenos. A uno se le esponja el
corazón, cuando puede asistir a una reunión semanal, donde se reparten el trabajo,
dan cuenta de los resultados obtenidos la semana anterior y pueden contar las
maravillas de la gracia. ¡Cómo brillan allá los ojos! El corazón da saltos de alegría".

Tsingtao, Octubre de 1950 + Augustín Olbert, S.V.D.


Obispo de Tsingtao, China

Advertencia

En el relato de la presente obrita se puede experimentar la fuerza de la gracia. El que


la leyere, podrá observar cómo la gracia de Dios se dejó manifestar en un vasto
territorio chino, donde más de 500 millones de hombres viven todavía bajo la hoz y el
martillo. Nuestros misioneros vieron en el despertar de la Legión de María, a última
hora, una gran bendición del siglo (1). Ellos fueron testigos de un heroísmo cristiano,
desconocido hasta entonces en China. Estos hombres, que ahora viven desterrados de
aquel país, nos informan de la fidelidad de los cristianos, de su fuego apostólico, de su
espíritu de confesores y de su disposición para el martirio.

Para que la autenticidad y la originalidad de la información de varios misioneros


quedase bien confirmada, se ha conservado conscientemente el estilo propio de cada
uno de ellos. Los nombres se han omitido a través de la obrita por razones a todos
comprensibles.

El editor de este librito espera poder animar con él a todos los misioneros a levantar
un monumento, bien merecido por otra parte, a sus cristianos abandonados, y, en
cuanto a nuestra juventud, confía poder espolearla hacia una vida auténticamente
cristiana, llevada con postura alegre y abierta.

P. Leo Robert, S.V.D.

"EL MILAGRO DEL MUNDO MODERNO"

(Arzobispo Riberi, Internuncio) (Actualmente Nuncio en España)

¿Quién es Esta que va subiendo cual aurora naciente... terrible como un ejército
formado en batalla?

Esta antífona, juntamente con el Magníficat y una corta oración de la Iglesia,


constituye la única plegaria obligatoria de los legionarios de María. La rezan
diariamente y la llaman "Catena" (Cadena), porque, como una cadena, une a los unos
con los otros y a todos juntos con la Reina celestial.

En unión con los legionarios auxiliares hay en pie de guerra un ejército de cinco
millones de combatientes de Cristo, que son conscientes de la gracia de su bautismo y
confirmación. Bajo la dirección de María quieren contribuir activamente a renovar todo
el mundo en Cristo.

Rezan y trabajan en Irlanda, donde la Legión de María tuvo un comienzo sencillo la


víspera de la Natividad de María el año 1921. Su fundador es el humilde seglar Frank
Duff. Rezan y trabajan en África e Indonesia, donde los misioneros se ven casi
arrollados por el ingente trabajo pastoral. Rezan y trabajan en el Japón, donde
solamente una fe inquebrantable puede tener éxito. Rezan y trabajan en China, donde
la joven Iglesia misionera padece persecución sangrienta. Rezan y trabajan en París y
Londres, en Viena y Bruselas, en la India y Birmania, en Filipinas y Ceilán, en América
y en Australia. En todas las partes del mundo hay grupos de legionarios, que en
heroica acción trabajan por Cristo y su reino.

La Legión de María se ha convertido en un "escuadrón ordenado". En la Legión de


María es donde este título glorioso de la Madre de Dios, tantas veces repetido en la
Liturgia, encuentra su mejor expresión y aun su misma realización. (Cfr. el último
artículo de este libro: "Una bendición para todo el mundo").

Planes de los hombres

Nos encontramos en China, en los horrores de la guerra civil. En el recelo de que


llegase pronto la noche y no pudiésemos actuar, nosotros los misioneros trabajábamos
con optimismo y desprecio a la muerte.

Desde comienzos del año 1948 era yo director espiritual de los estudiantes en la
Universidad Católica de Fu-Yen en Pekín. En Octubre del mismo año llegó de Sanghai
en plan de visita un misionero, el P. MacGrath. Era irlandés. Como emisario de la
Legión de María de Dublín, había recibido el encargo de suscitar este movimiento en la
China. Habló en los centros de vida católica de Pekín y en todas partes encontró un
auditorio atento e interesado. También vino a nuestra Universidad. Seguimos sus
sencillas y convincentes argumentaciones con verdadero interés. A mí me vino como
un relámpago esta idea: en la noche comunista, que cada vez va extendiendo más sus
sombras, solamente hay una salvación, un contacto más estrecho con María. Bajo su
poderosa protección pusimos el futuro de la joven Iglesia de China.

A la tarde el P. MacGrath fue nuestro huésped a la mesa. Charlamos larga y


animadamente. Al despedirse nos dijo en un tono amable: "¡No vacilen mucho, lo
importante es comenzar frescos!" Al día siguiente volvía él a Sanghai. Nosotros nos
engolfamos de nuevo en nuestro trabajo, cada uno en su campo. La Legión de María se
quedó en una bonita idea. No surgió "Praesidium" alguno.

"¡Esto lo tiene que leer Ud.!"

Durante semanas enteras la ciudad está cercada por los comunistas. Un continuo
fuego de granadas y el estallido de bombas a derecha e izquierda nos roban el sueño
durante la noche y coartan nuestras salidas durante el día. ¡Combate! Yo me
encuentro junto a la cama de una joven Hermana religiosa, que se halla enferma.
Parece radiante de alegría. Todos la miran con simpatía por su modo de ser, paciente y
amable, por su sonrisa que jamás desfallece y anima su rostro. "¡Padre, esto lo tiene
que leer Ud.!" y me alarga un pequeño libro.- Todos levantamos nuestras cabezas
como por un resorte. Ella está tísica. Era un folleto sobre la Legión de María y yo lo leí,
releí y lo estudié hasta muy entrada la noche.
"¡Esto lo tiene que leer Ud.!" No, ¡esto lo tengo que realizar yo!- Y comencé. Como el
futuro se encargaría de demostrar, nosotros los misioneros necesitábamos unas tropas
de combate que nos ayudasen en nuestros trabajos pastorales, más aún que ocupasen
nuestros puestos cuando nuestras manos fuesen atadas. Y así ha sido, nuestras tropas
de combate han dado buenas pruebas de ello.

Obra de María

En Noviembre de 1948 los comunistas consiguieron una victoria decisiva en la


Manchuria, Mukden y Charbin cayeron en sus manos. La Armada Nacional en pleno se
vio obligada a capitular. Al norte de China las puertas quedaban abiertas. Una
imponente columna de fugitivos, llenos de pánico, comienzan a abandonar la ciudad, y
la retirada dura hasta el último minuto. Los misioneros católicos decidimos quedamos.
La noche de Navidad la Armada Roja se encuentra ya ante los muros de la vieja ciudad
del Emperador. Durante varias semanas retumba el sonido sordo de los cañones. El
pueblo vive horas de angustia e inquieta esperanza. Por fin se llega a un tratado de
paz y el 1 de Febrero la Armada Roja entraba en Pekín. En medio de la mayor angustia
y temor nuestros cristianos se van acercando cada vez más estrechamente a la Iglesia.
En nuestras reuniones un problema es el que de modo persistente vuelve a la
conversación: ¿Cómo podremos unirnos más estrechamente, para defendernos mejor
frente a las embestidas de los sin Dios? Una tarde de domingo yo me atreví a hablarles
sobre la Legión de María. La respuesta fue unánime; jóvenes de ambos sexos,
animados de un mismo espíritu, gritan entusiasmados: "¡Sí, esto es lo que
esperábamos!" "Queremos ser legionarios de María".

Los chinos son rápidos en sus decisiones y están habituados a la organización. En


pocos días la juventud de mi parroquia se hallaba dividida en tres grupos,
correspondientes a los círculos de vida donde diariamente viven y luchan. El primer
grupo, en su mayoría muchachas obreras, eligieron por nombre "Madre del Salvador".
En dos días han realizado verdaderas maravillas y han dado a los cristianos un ejemplo
aleccionador de una eficaz santificación. Su directora, a pesar de la persecución
religiosa que irrumpía amenazadoramente, abandonó su patria chica y familia, y entró
en un convento. El segundo grupo, "Rosa Mystica" surgió entre chicas estudiantes. A la
mayoría de ellas las había bautizado, yo mismo en Marzo de aquel mismo año. Todas
ellas eran movidas y activas a la vez que serenas. Puedo decir que han prestado
atención y ayuda a innumerables chicas, expuestas a toda clase de peligros, y han
devuelto al redil de Cristo a muchos que habían flaqueado en su fe. En el tercer grupo
se concentraron los jóvenes. Su nombre "Torre de David" era un buen símbolo de su
temple de hombres de rompe y rasga.

Ya antes de que nos diésemos cuenta de todo esto, la Legión de María había nacido, y
guiada por una mano invisible alcanzó un desarrollo tan prepotente como ni el mayor
idealista se hubiese atrevido a soñar.

"Como reguero de pólvora"

El brioso comienzo de la juventud parroquial hizo pronto escuela. Ya en Julio de aquel


mismo año un grupo de chicas estudiantes de bachillerato se englobaron al Praesidium
"Immaculata". Eran ya chicas maduras. Consiguieron traer a muchos hombres a la
Iglesia y en tiempos de abierta persecución se podaron como verdaderas heroínas.
Al comienzo del año escolar las chicas del colegio de la Fu-Yen se dirigieron un día a
mí, como profesor de religión, para rogarme que implantase en el colegio la Legión de
María. Fue cuando fundamos el Praesidium "Nuestra Señora de Fátima". Otras chicas
se unieron a los grupos de sus respectivas parroquias con lo que más de las dos
terceras partes de las estudiantes católicas eran ya legionarias activas de María.

En la Universidad estudiantes alegres y activos iban engrosando las filas del


Praesidium "Nuestra Señora de Lourdes". En el de "Consoladora de los Afligidos" se
unieron estudiantes de ambos sexos.

En las aulas de la Universidad estaban continuamente expuestos a los ataques de los


sin Dios; por eso todos ellos, en la Legión, querían defender punto por punto nuestra
fe.

Las legionarias del grupo "Reina de China", bajo la dirección de los cristianos veteranos
de la parroquia, venían siendo hacía tiempo la mano derecha del párroco.
Continuamente fueron surgiendo nuevos grupos.

Un día, en nuestro colegio de muchachos, en el que yo por cierto no daba clase


ninguna de religión, apareció un manifiesto en el que se me hacía fuertes reproches:
"En otras escuelas llegan y levantan la Legión de María y a nosotros que pertenecemos
a la Fu-Yen, nos dejan arrinconados a la izquierda... " Un mes más tarde fundábamos
en este colegio el Praesidium "Reina de todos los Santos".

En los restantes departamentos de Pekín el desarrollo de la Legión siguió caminos


semejantes, aumentando siempre en forma admirable. Como un verdadero reguero de
pólvora el movimiento de la Legión iba extendiéndose, lo mismo entre jóvenes como
entre mayores. En el colegio de muchachas de la parte oriental de la ciudad, las
jóvenes legionarias trabajaban maravillosamente. Uno tras otro iban surgiendo los
Praesidia. En unas elecciones generales, cuando ya no se hacían a puerta cerrada
como en los comienzos, fueron elegidas para presidentas del Consejo Escolar dos
legionarias de María. La Liga de la juventud comunista se aprestó para la lucha. Bajo
su imponente presión todas las paganas de la clase superior entraron en la Liga. ¿Qué
iba a ser del pequeño grupo de católicas? Todas ellas pasaron a engrosar las filas de la
Legión de María. Un misionero belga logró fundar un Praesidium con un grupo de
estudiantes católicas pertenecientes a diversas Universidades paganas. Se le impuso el
nombre de "Sede de la Sabiduría" y con él trabajó apostólicamente en forma de
estrella en estos círculos universitarios.

No creo exagerar lo más mínimo si digo que al final todos los católicos activos de Pekín
eran miembros de la Legión de María, bien por su trabajo bien, al menos, por su
oración.

El Internuncio Riberi comisionó a un misionero holandés de Tientsin para emprender el


mismo trabajo con la Legión de María. El misionero comenzó y muy pronto pudo ver
cómo la Legión de María, a modo de un tizón, prendía en los corazones de los
católicos, muy especialmente entre la juventud. En cierta ocasión vino a Pekín y trató
de animamos para una entrada en acción todavía más activa. El mismo se presentó al
Vicario General y logró de él que nombrase a un misionero belga como primer Capellán
de la Curia de Pekín.

Todavía queda en nosotros como algo inolvidable el recuerdo de aquella primera


reunión en el mes de Julio de 1949. Por primera vez los presidentes de cada
Praesidium con sus capellanes se reunían en un Consejo General. Fueron llegando de
todos los departamentos de la gran ciudad. Todos ellos, animados por el mismo fuego,
se fueron sentando en el mismo banco, discípulos con profesores, comerciantes con
obreros, sacerdotes con seglares. Saludáronse con amistad sinceramente cordial y
hablaron largamente con brillo en sus ojos del nuevo movimiento.

Desde ese momento la Curia asumió la superdirección. Los nombres de los Praesidia
fueron regulados de modo uniforme. Nosotros elegimos las invocaciones de la letanía
lauretana por su número, sin embargo pronto llegamos al final y nos vimos obligados a
buscar e incluso a crear otros nombres honrosos de la Madre de Dios para nuevos
centros.

Para el Adviento del año 1949 realizamos preparativos en común las 20 parroquias de
la ciudad y durante los cuatro domingos de Adviento se celebraron a la tarde grandes
fiestas en las cuatro iglesias principales. Fue un auténtico Adviento popular. Para el
año siguiente organizamos además para la Noche Santa de Navidad una acción
litúrgica en común. La campaña del "buen libro" tuvo una profunda y larga resonancia,
dando como resultado efectivo una ingente cantidad de escritos buenos y oportunos
que se propagaron entre el pueblo, tanto dentro como fuera de la ciudad. Pero pronto
se presentó a la Legión de María otro grave e importante problema: el movimiento
cismático, promovido y alentado por el Estado con astucia, engaños y violencia, obligó
a preparar una defensa en común y bien organizada.

En este primer encuentro de la Curia se vieron representados unos 17 Praesidia con 60


ó 70 comisionados oficiales. Al mes siguiente el número había crecido ya de modo
prodigioso, y en Septiembre nos vimos obligados a realizar la primera desmembración.
En Pekín se crearon tres Curiae para personas adultas y una para juveniles. Yo me
tuve que quedar al frente de esta Curia para los juveniles de todo Pekín, y en la
primera reunión se juntaron unos 80 jóvenes entusiastas, representantes oficiales de
más de 20 Praesidia. Las filas engrosaron a pasos agigantados y pronto nos
encontramos con que no teníamos un local suficientemente capaz para dar acogida a
todos. La solución se presentó en seguida: trasladamos a una habitación el Santísimo
de la iglesia de la Universidad y en ella tuvimos nuestras reuniones. Eran unas
reuniones llenas de esplendor y de unción. Sin embargo pronto se hizo imprescindible
una nueva desmembración. De la Curia juvenil surgieron cuatro Curiae más, pero aun
así y todo, todavía quedaron inscritos en la Curia primitiva más de 17 Praesidia con
unos 170 legionarios, en su mayoría estudiantes de los colegios de la Fu-Yen y
localidades vecinas.

Después de unos años Pekín contaba con 10 Curiae, que reunían unos 1200 legionarios
activos y un número más que doble de legionarios auxiliares.

Junto a la Universidad de la Fu-Yen se encontraba el "Colegio Chino". En él vivían


jóvenes sacerdotes chinos, que estudiaban en la Universidad para obtener grados
académicos. Antes de la invasión comunista el número se elevaba a unos 80,
posteriormente disminuyó aproximadamente a la mitad. Hay que decir para gloria suya
que en los potentes círculos intelectuales de la Universidad adoptaron una postura libre
de todo compromiso y trabajaron con los estudiantes en una unidad verdaderamente
admirable.

¿Cuál fue su actitud ante la Legión de María? Según los estatutos de ésta solamente
los seglares pueden ser miembros activos de la misma. Por otra parte para capellanes
de la Legión los estudiantes de la Universidad en su mayoría preferían sus directores
espirituales. Un día me invitaron para que les diese una charla sobre la Legión.
Acudieron casi todos. Pocos días después vinieron a mí unos representantes y me
aclararon: "Padre, nosotros quisiéramos fundar un Praesidium de sacerdotes, pero eso
sí, hemos de trabajar exactamente lo mismo que los demás, para captar bien su
espíritu, pues la Legión de María está llamada a conservar enteros a los cristianos de
hoy bajo la protección de la Santísima Virgen". Sus deseos quedaron colmados y
fundamos el Praesidium "Madre de los sacerdotes". El Arzobispo Riberi recibió una gran
alegría con la noticia. Cuando en el correr de la persecución contra la Iglesia, que cada
vez iba tomando mayor auge, muchos sacerdotes europeos tuvieron que retirarse de
capellanes de la Legión, estos sacerdotes chinos, llenos de juventud, ocuparon
desinteresadamente todos los puestos que habían quedado vacantes, y más tarde,
cuando estalló la verdadera tormenta, todos ellos fueron encerrados en terrible y dura
prisión, que todavía perdura hoy para algunos de ellos.

En el gran centro comercial de Tientsin, a unos 80 Kms. al Este de Pekín, el


movimiento de la Legión había comenzado tres meses antes que en Pekín, y como una
tormenta de primavera había conseguido en pocos meses una nueva vida, y una nueva
esperanza, despertando en todos un temple de verdaderos mártires. Y no podemos
callar que en Tientsin la Legión de María tuvo que luchar fuertemente desde un
principio, tanto entre las personas mayores como sobre todo entre la juventud, pues
continuamente estuvo expuesta a violentos ataques, encontrando incluso dentro de los
círculos cristianos un grupo de resistencia que les proporcionó muchos motivos de
sufrimiento.

El misionero lazarista holandés, que dirigía el movimiento en Tientsin, levantó una


residencia para muchachas que se convirtió en la Central de la Legión. Las 60
muchachas que habitaban en la residencia, eran la flor y nata más selecta. Se
repartían por las diversas escuelas de la ciudad y trabajaban valientemente para que
los cristianos, que se hallaban aterrorizados, no perdiesen los ánimos.- La Directora y
las empleadas de la Residencia eran en su casi totalidad jóvenes señoritas de elevados
ideales, que se habían consagrado en cuerpo y alma al servicio de la Legión.

Cuando en cierta ocasión los partidarios del movimiento cismático recogieron firmas
para un manifiesto en contra de Roma, y obligaron a los cristianos con amenazas para
que firmasen, los legionarios de María lograron reunir en el espacio de pocas horas
5,000 firmas en apoyo de otro manifiesto ortodoxo, echando así por tierra las
pretensiones comunistas.

En Tientsin fue donde por primera vez resonó el grito de guerra en contra de la Legión
de María y donde los legionarios aparecieron también por primera vez ante los
tribunales populares, pasando luego a las prisiones.

Para este tiempo existían ya en Tientsin 7 Curiae con unos 80 Praesidia y más de 800
legionarios activos.

En Tsingtao un gran amigo y protector de la Legión fue su Exc. Rvma. el Obispo


Olbert, S.V.D. Una alumna, que después de terminar sus estudios había vuelto de
Pekín a Tsingtao, le prestó un gran servicio desde el principio. También aquí el campo
abonado para la Legión fue la juventud estudiantil. Después de 2 años escasos de
trabajo Tsingtao tenía ya 5 Curiae con más de 30 Praesidia. (Cfr. la Introducción: "Una
carta como prólogo". Pág. 5).
Hasta en las mismas fronteras del reino

En Sanghai, Hangkou y Kaifeng, en Sinsiang, Lanchow y otras grandes ciudades de


China la Legión de María echó raíces de modo parecido. Por todas partes se repetía el
mismo cuadro. Tan pronto como la Armada Roja hacía su aparición y la serpiente, bajo
el emblema de la hoz y el martillo, se erguía avasalladoramente en odio satánico
contra Dios, aparecía también en el campo de batalla su "eterna vencedora",
disponiendo enfrente sus legiones. Todos los cristianos, animados de un mismo espíritu
divino, corrían a alistarse bajo sus victoriosas banderas, y en primera fila -claro está-
la juventud, queriendo compartir valientemente la gran responsabilidad de todo
cristiano por los hazares del Reino de Dios.

J. Wang, seminarista chino y al mismo tiempo un animoso legionario, durante sus


vacaciones de verano del año 1951 hizo un viaje por expreso deseo del Senatus para
visitar las provincias del noroeste. Me contaba más tarde que la frase "Legión de
María" había penetrado como palabra encantada hasta las más remotas regiones. Aun
sin conocer nuestro manual y no teniendo sacerdote, los cristianos desterrados se
reunían en torno al jefe de la comunidad. Ante una imagen de la Santísima Virgen
tenían sus reuniones todas las semanas, y en ellas rezaban y trabajaban en la defensa
y engrandecimiento del Reino de Dios. De cuando en cuando pequeños comerciantes o
vendedores ambulantes junto con sus mercancías llevaban también noticias de una a
otra comunidad sobre el desarrollo de este nuevo y admirable movimiento.

Incluso en la Diócesis de Ichowfu, de donde hacía ya 8 años que los misioneros habían
tenido que marchar desterrados, encontraron unas religiosas chinas en una pequeña
aldea, abandonada en las montañas, la Legión de María, que sin manual alguno y sin el
capellán de la Legión venían trabajando con el mismo espíritu que en las grandes
ciudades por la renovación de los hombres.

Y si se quiere averiguar el por qué los misioneros que se concentraron en Hong kong
de todas las partes de China, habían sido llevados a prisión y finalmente expulsados
del Norte de China, de la Manchuria, de Honan y de Kansu, se encontrará siempre la
misma respuesta: por la Legión de María.

A principios del año 1951 la organización de la Legión alcanzó su punto culminante. Por
fin había llegado la noticia de Dublín de que había permiso para organizar el Senatus,
que tiene bajo su dominio varias Curiae y que está sometido directamente al Concilium
de Dublín. Toda la China fue dividida entonces en 5 Senatus.

A partir de este momento la difusión y propagación de la Legión comenzó a llevarse de


un modo sistemático. De cuando en cuando, legionarios curtidos y bien instruidos
partían de viaje para visitar los Praesidia lejanos y tratar de fundar, siempre que fuese
posible, otros nuevos. Cuando al comienzo de las largas vacaciones de verano los
alumnos y alumnas marchaban a sus casas, se aprovechaba la ocasión para instruirles
bien de antemano con el objeto de que llegado el momento oportuno fundasen la
Legión de María en sus tierras.

Una esforzada joven, legionaria de Tientsin, vestida de comunista emprendió un viaje


a través de la Manchuria hasta Mukden. A las 10 de la noche llegaba a la Misión y
llamaba a la puerta. En seguida abrió el portero, quien demostró claramente haber
quedado intimidado al verla vestida en semejante forma. Apenas repuesto del susto, le
preguntó a la joven el motivo de su visita y habiendo oído su respuesta, meneó su
cabeza, no queriéndole dar entrada. Los tiempos eran difíciles y la policía exigía que
para que una persona pernoctase en la misión, se avisase de antemano, dando el
nombre de la persona y explicando el motivo de su visita. Ella insistió: "Por lo menos
me permitirá entrar en la casa y hablar con el misionero". Sus ruegos fueron oídos.
Tres días más tarde abandonaba de nuevo la misión y la ciudad, pero la Legión de
María quedaba implantada con 2 Praesidia.

ESPÍRITU DE LA LEGIÓN DE MARÍA

Principios básicos de la Legión

Mientras la Armada Roja se preparaba para el ataque delante de las puertas de su


ciudad, el Obispo daba a centenares de legionarios de María las últimas instrucciones y
los puntos claves para un trabajo con garantía de éxito:
1.- "Quien escucha a la Iglesia, me escucha a Mí".
La obediencia es nuestro fundamento.
2.- Solamente una sólida unidad nos hace fuertes y nos capacita para la lucha.
3.- A todos debe animar una intención recta y pura, libre de todo egoísmo, terquedad
y vanidad.
4.- ¡Sed inteligentes! ¡Sed prudentes! No seáis demasiado impetuosos, irritando a los
demás y desafiándoles insensatamente.
5.- ¡Sed pacientes! Nuestro trabajo debe de ser un mosaico de pequeñas piedrecitas
pulidas en la paciencia y reflexión.
6.- ¡Sed santos! ¡Ejercitaos en la propia santificación! "¿Qué me aprovecha a mí, si
gano las almas de los demás, pero pierdo la mía propia?" ¡Así debe presentarse ante
mí la joven Iglesia de confesores! Y así no tengo miedo. Bien puedo decir con S. Pablo:
"Henchido estoy de consolación, estoy que reboso de gozo en medio de toda esta
tribulación nuestra". (Puntos principales de un largo discurso del Obispo).

En plena faena y sin manual

Por los meses de Mayo y Junio de 1949 se alzó en Pekín, como llevado por una mano
invisible, el movimiento de la Legión de María. ¡Cosa singular! -No teníamos un solo
manual, ni conocíamos exactamente las reglas de la Legión, ni siquiera estábamos en
contacto con la Organización central, que -hablando propiamente- es absolutamente
necesaria para una nueva fundación. Pero eso sí, una cosa tenían nuestros legionarios
desde el principio: el auténtico espíritu. Sin condición alguna se pusieron bajo las
banderas de María y trabajaron seriamente en sus almas y en las de los demás.
"Propia santificación y santificación de los demás" fue nuestro santo y seña, que más
tarde había de repetirse y resonar en las salas de los tribunales y en sus actas.

Nos solíamos reunir en torno de una imagen de la Santísima Virgen, adornada de


antemano con flores y velas. A ello se juntaban las insignias de la Legión que nos
habíamos fabricado de cartón cortado y pintado. Comenzábamos exactamente a la
hora prefijada. Nos arrodillábamos. Súplica al Espíritu Santo y Santo Rosario. Seguía la
lectura espiritual que duraba cinco minutos y a continuación comenzaba el trabajo.
Cada legionario informaba de lo que había hecho por el Reino de Dios la semana
anterior y cómo había cumplido su cometido. Sus reacciones entre los triunfos y
fracasos, ante las buenas y malas experiencias. Los demás escuchaban atentamente.
Cuando terminaba esta información, se levantaban todos y rezaban el "Magníficat". En
seguida tomaba la palabra el capellán de la Legión, que hasta este momento había
cedido la dirección al Presidente, y tenía una breve plática instructiva. Inmediatamente
se exponía el plan a seguir la semana próxima, con lo que era llegado el momento de
entablar una viva y fructuosa discusión acerca de los problemas pastorales más
candentes. Cada uno recibía un cometido bien delimitado para la semana próxima.
¡Una nueva misión! Con una conmovedora oración y la bendición del sacerdote se
terminaba la reunión y cada uno marchaba animado de nuevo a sus faenas o a sus
casas.

Así transcurrieron nuestras primeras reuniones y así transcurrió también aquella


primera e histórica reunión en Dublín la víspera de la Natividad de María el año 1921. Y
me atrevería a decir que de modo parecido transcurren las reuniones en todo el
mundo, pues la Legión de María como una célula viva trabaja así por la renovación de
nuestros tiempos en el espíritu mariano.

Los apóstoles más pequeños

En el término municipal de Pekín, no lejos del llamado templo de los cielos, las
hermanas misioneras se hicieron cargo de una parroquia. Al mismo tiempo que la
iglesia abrieron también una escuela de primera enseñanza. El celoso capellán sabe
muy bien cómo animar a la juventud. Forma una legión con los niños católicos, con lo
que cada uno de estos pequeños legionarios se convierte en un apóstol de los paganos.
Entre sus condiscípulos paganos deben organizar un grupo de los "pequeños amigos de
Jesús". El fin de estos grupos lo dice su nombre: ganar amigos para nuestro querido
Redentor, enseñarles el catecismo y las oraciones, y llevarlos a la iglesia los domingos.
Naturalmente es el capellán quien lleva la superdirección.- Así consiguió este joven
capellán meter en estos niños una vida extraordinariamente activa y despertar en ellos
desde muy temprano el sentido de responsabilidad.

Sentido de responsabilidad

Sí, esto había sido siempre nuestro motivo de sufrimiento y preocupación. Cuando
nosotros, los misioneros, después de una larga preparación, bautizábamos a los
hombres, por un espacio de tiempo les animaba un espíritu de conquista, pero pronto
se convertían en unos "buenos cristianos" al estilo antiguo: se preocupaban, sí, y con
interés, de sus propios problemas y de su santificación, pero parecían no sentir en
absoluto la grave necesidad de ayuda, en que se encontraban sus familiares y amigos,
la espantosa noche en que se desenvuelve el paganismo. Esto se creía misión
exclusiva del misionero.

Ahora en cambio todos nuestros nuevos cristianos pasan por iniciativa propia a
engrosar las filas de la Legión de María y se convierten en los mejores apóstoles.
Semana tras semana informan de sus esfuerzos realizados en orden a ganar para
Cristo a sus familiares y amigos.

Los problemas de la Legión han llegado a convertirse en sus propios problemas. En sus
mismos rostros puede leerse con toda claridad que sufren como injuria propia y
personal las injurias y oprobios que abiertamente se cometen contra la Iglesia. Son
conscientes de la gracia de su bautismo y confirmación, y un tal espíritu no puede
quedar, y de hecho no queda, sin grandes éxitos. Aunque los muros de la Universidad
aparezcan día tras día cubiertos con nuevos carteles, que son vivas llamadas de
hostilidad contra la Iglesia, nuestros locales de reunión siguen llenándose todas las
tardes con jóvenes que buscan la verdad y ansían con impaciencia la posesión
auténtica de Dios. ¿Quién les ha enseñado el camino para llegar a nosotros? El número
de catecúmenos -después de una ligera caída en los principios- vuelve a subir de
nuevo. En este espíritu trabajan nuestros legionarios.

Día del amor

Los legionarios, con un espíritu admirable de aplicación, junto al trabajo apostólico


utilizan otros medios para penetrar cada vez más en el espíritu de la Legión y alumbrar
nuevas iniciativas y nuevas fuentes de alegría y de regocijo. A este fin contribuyeron
entre otras cosas: reuniones especiales de cada uno de los grupos o de todos juntos,
un estudio afanoso de nuestro manual y de otros libros de actualidad, conversaciones
en común, ejercicios espirituales, para los que se procuraban especiales oradores.

Un día el Presidente de nuestra Curia, un joven estudiante de la Universidad, me


enseñaba un periódico comunista y me lee: "Tenemos que despertar en el hombre el
odio como una fuente de energía, movilizado y aplicado en la lucha contra la... " Se
vuelve hacia mí, me mira y me dice: "¿Y nosotros?" "Y nosotros, los cristianos, ¿qué?"
"Nosotros, los cristianos, tenemos que despertar en el hombre el amor como una
fuente de energía, movilizarlo y aplicado a la renovación de todo el mundo en Cristo".

Reflexionamos durante varios días y por fin concebimos un plan concreto. Un día se me
presentó en casa durante el descanso de mediodía, pero esta vez traía consigo a los
Presidentes de los Praesidia de estudiantes. Discutimos una vez nuestras ideas y
nuestros planes. Al despedirnos, cada Presidente se comprometió a llevar las
conclusiones adoptadas a sus respectivos Praesidia. Pronto surgió un pequeño comité,
que se preocupó afanosamente de los preparativos.

Se trataba de solemnizar un domingo, de convertirlo en el "día del amor" para todos


los legionarios estudiantes. Llegó la fecha. A las 9 de la mañana misa de la comunidad.
Inmediatamente después nos reunimos en una sala de fiestas. A la entrada en seguida
me chocó el ambiente de calor y de intimidad. Aquella sala, poco antes llena de polvo,
se había limpiado con duros esfuerzos y se había adornado recordando el estilo de
nuestros hogares, casi como en la Navidad. Todo ello obra del Comité organizador.
Enfrente precisamente de la entrada se podía leer en letras doradas sobre mantel rojo:
Día del amor. En las paredes y columnas resaltaban cintas de color con hermosas
sentencias: "Hoy queremos pasar alegres todo el día" - "Queremos alegrarnos como
hermanos y hermanas" - "Sólo la sonrisa debe llenar hoy tu cara". Y allá en el fondo
con grandes letras: "Como fue hoy, así deben ser todos tus días". En la entrada había
una cesta, donde todos los que entrasen, pudiesen depositar su pan y mantequilla con
cuanto hubiesen traído para comer. Al mediodía, a la hora de la comida, todo se
repartió amigablemente como entre buenos hermanos. Para cubrir el resto de los
gastos de todo el día, se hizo una colecta secreta.

Así comenzó un día verdaderamente espléndido con un abundante programa, todo él


bajo el lema del amor y de la alegría. Para que todos se pudiesen conocer, cada uno
llevaba fijadas en la solapa las letras iniciales de su nombre chino. En las paredes
colgaban las listas de todos los nombres de los Praesidia. Entre presentaciones, breves
informes de cada uno de los Praesidia, discusiones sobre dificultades comunes,
entretenimientos y juegos se pasó el día. Un momento realmente simpático fue el
ensayo de un nuevo himno de la Legión, cuyo texto y música habían surgido dentro de
las propias filas. A la tarde hubo una hora santa en la iglesia con plática, oración y
meditación, todo ello maravillosamente adaptado según el sentido del día, y luego se
prosiguieron todavía las conversaciones en común, donde los corazones de los
legionarios se entusiasmaron y dieron a conocer mucho de su riqueza interior.

Se había conseguido plenamente el fin del día, hacer brillar la fuerza primitiva del
Cristianismo, el amor vivo, capaz de conquistar todo el mundo, y ejercitado al mismo
tiempo de un modo práctico durante todo el día.

Este día de escuela del amor se fue repitiendo después con el mismo éxito entre
diversos grupos de la juventud.

Los misioneros son...

No lejos de nuestra célula hay un grupo que discute con verdadero acaloramiento.
Entre ellos se encuentran unos jóvenes católicos, que se ven obligados a tomar parte
todos los días durante varias horas en unos cursos de formación comunista.
Constituyen una auténtica fuerza y sería insensato el tratar de defenderse.

Tratan, como en otras muchas ocasiones, sobre los misioneros extranjeros y muy
particularmente sobre nosotros tres misioneros alemanes, que, estando tan cerca, nos
encontramos como encarcelados. "Todos los misioneros extranjeros son unos
imperialistas o al menos unos esclavos del imperio" es la frase que repiten con
machacona insistencia. "No han venido a China más que a narcotizar al pueblo chino y
a convertir a nuestros camaradas en adeptos y esclavos del imperialismo". "Son la
vanguardia de una agresión cultural contra nuestra patria". Continuamente se ven
obligados a contar y aun inventar nuevos ejemplos y testimonios cuya moraleja
siempre es la misma: ¡estos imperialistas!

De pronto, en medio de este disparo de preguntas y respuestas, de cuentos y


mentiras, escucho la voz clara y firme de una legionaria de María, que, sin miedo
alguno y con una tranquilidad pasmosa, pregona abiertamente: "Los misioneros, si se
piensa bien, no han venido a China sino a extender más la fe en Cristo. Por Dios y la
salvación de las almas se ven obligados a aguantar toda clase de sacrificios y
dificultades". -Aquellos jóvenes que llevaban la discusión, debieron mirar perplejos a
aquella joven, pues la discusión tan viva y agitada hasta aquel instante, cesó por unos
momentos.

Todo se hizo silencio. Nadie parecía estar preparado para una respuesta tan valiente.
En todo caso nadie supo encontrar en aquel momento una salida airosa. Y el tema
tomó otros derroteros...

Inmaculada

Es la víspera de la Inmaculada. Ante el pequeño calabozo en el que estoy encerrado


desde Octubre, pasean los dos vigilantes comunistas y conversan en alta voz. De
cuando en cuando se detienen ante mi puerta y a través de la mirilla acechan sobre mi
celda, que se encuentra a media luz, para cerciorarse de lo que está haciendo su preso
"imperialista". Con la indiferencia de un hombre insensible me les quedo mirando a sus
rostros sonrientes de ironía o sombríamente desdeñosos, -a veces también hay entre
ellos camaradas bondadosos- y escucho sus insinuaciones despectivas. Me he
habituado a todo con el tiempo.

Fuera, en el patio, hay un grupo de estudiantes, chicos y chicas, que están enzarzados
en una discusión y gritan acalorados. Yo puedo pescar alguna palabra o alguna frase
suelta, pero a duras penas y sin poder seguir el hilo de la conversación. Sin embargo
es suficiente esto para apercibirme de que se trata de una discusión "dirigida" -como
sucede casi siempre en la China Roja- que discurre de modo forzado, dejando traslucir
la falta de convencimiento y de interés. Un poco más alejado se está ejercitando un
grupo de jóvenes comunistas.

De pronto en medio de este ambiente de inquietud, de odio, de ateísmo suena un


canción a la Santísima Virgen, primero de un modo suave y tímido, pero luego la voz
blanca de mujer resuena clara y firme en todo el patio. Es una canción a la Virgen
Inmaculada, una canción que la juventud católica siempre canta a su gusto, una
canción muy apropiada para el mundo comunista lleno de odio, una canción que da
calor a mi calabozo frío y solitario. Yo me hago todo oídos. La voz me es conocida:
solamente puede ser la legionaria Ana, que quiere demostrar así, valientemente, su
confianza plena en la Inmaculada y a la vez anunciar a todo el mundo que mañana es
la fiesta de la Inmaculada.

Mis vigilantes comunistas también prestan atención y abren sus oídos para escuchar
bien la canción. Un gesto de mofa ha quedado helado en sus labios. La discusión en el
patio cesa por unos minutos. Incluso aquel grupo de jóvenes comunistas, que acaba de
terminar una canción, calla y escucha. Es como si todo se hubiese hecho oídos para
escuchar a la "juglar de María", que llena de cordialidad y frescura juvenil, canta
"Inmaculada, Inmaculada".

También una red

Donde los miembros de la Legión habían trabajado mano a mano y de modo constante
con el sacerdote, hicieron surgir como por encanto una verdadera primavera de fe.

En la ciudad B. teníamos siete grupos. Todas las clases sociales estaban representadas
allí: Maestros, Estudiantes. Cocineros, Amas de casa, Artesanos, Enfermeros y
Enfermeras, Mujeres que se dedican a lavar y muchos otros más. En los días de
opresión era para nosotros, misioneros, una verdadera alegría el ver cómo estos
hombres y mujeres iban así, abiertamente, a la caza de almas. Sobre toda la ciudad
lograron extender la llamada "red del santo rosario". Y cuando habían llevado los
misterios del "rosario vivo" a las familias, se convencieron de que todavía no se había
cumplido todo el deber, y comenzaron por arrodillarse y rezado con su familia. Por lo
menos habían conseguido que el santo rosario se rezase en diversas partes de la
ciudad y se elogiase así a la Madre de Dios. Ello tuvo que ser una gran alegría para la
Reina Celestial y una gran bendición para todos los cristianos oprimidos en China.

Confianza sin límites

Todavía hoy veo a Anastasia entrar apresuradamente en la iglesia. Hace una pequeña
oración ante la imagen de la Santísima Virgen y luego se acerca a mí para decirme:
"Padre, deme su bendición, pues tengo que ir a la policía". Su acostumbrada visita,
antes de ir a la policía, era siempre para la Santísima Virgen. En último término esta
visita a la Virgen servía para dos cosas: para abogar por su honor y para demostrar
que ella no abusaba del nombre de María y de la Legión, para luchar contra el
Gobierno. Yo mismo oí en cierta ocasión a un importante jefe comunista de Provincia
decir textualmente: "La Virgen es buena, pero vosotros habéis abusado de su nombre
para luchar contra el pueblo, el Estado y el partido". Puedo decir con toda verdad, que
durante todo el medio año, en que nosotros éramos todavía libres, no se extinguieron
jamás las velas delante del altar de la Santísima Virgen, más aún que se aumentaron y
que sus lenguas de fuego flamearon siempre que se celebraron reuniones, donde se
pretendía acusar a los misioneros o al Papa y a la Iglesia. Siempre hemos admirado
nosotros esta confianza sin límites en la Madre de Dios, sobre todo en una lucha, que
mirada humanamente no ofrecía ninguna perspectiva buena para los legionarios.
Solamente una fe fuerte en el triunfo final pudo animar a estas almas.

ACTUACIÓN APOSTÓLICA

"Animada la Legión con esta fe y este amor de María, no hay empresa por ardua que
sea, que le arredre; ni se queja ella de imposibles, porque cree que todo lo puede"
(Manual Cap. 3).

"No podía creer lo que mis ojos veían: católicos apartados y tibios se convertían en
auténticos y fervorosos; matrimonios inválidos eran puestos en orden: los niños eran
preparados para la confesión y comunión: los estudiantes, ellos y ellas, invitados a una
sólida formación religiosa. Los legionarios visitan continuamente a los enfermos y les
invitan a que todas sus oraciones y sacrificios los ofrezcan por las obras de la Legión.
La fuerza estancada del mundo seglar se ha convertido así en dinámica y fructífera
para el Reino de Dios".

Temple de mártires

Los seminaristas fueron llamados todos en bloque. "¿Quién de vosotros pertenece a la


Legión de María?" Ninguno respondió palabra. "Tenéis tiempo hasta mañana".
Tampoco al día siguiente hubo alguno que respondiese. "Entonces leeremos nosotros
los nombres". Dieron lectura a seis nombres y en seguida las manos de los nombrados
quedaron amarradas con esposas que ya tenían preparadas de antemano. La reacción
fue totalmente inesperada. Todos los seminaristas dieron un paso y ofrecieron sus
manos a la policía: "Amarrad también nuestras manos. Pensamos lo mismo que éstos".

El precioso regalo de la Noche de Navidad

El mayor deseo de todo misionero, encerrado en lóbrego calabozo, es poder celebrar la


santa misa, o al menos, si ello es imposible, el recibir la sagrada comunión. Ambas
cosas nos estaban prohibidas. No solamente estábamos incomunicados, sino que todo
trato con un ser humano nos estaba prohibido. Nuestras más fervientes oraciones
subían continuamente a la Virgen Santísima, para que por lo menos pudiésemos recibir
el cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo. Así pasaron semanas y meses, pero al fin... Ella
nos ayudó. Y ¿qué es lo que pasó? La policía tenía mandado que unas jóvenes de una
escuela profesional, que se consideraban ya avanzadas en sus doctrinas, nos trajesen
diariamente la comida. Pues bien, resultó que entre ellas se encontraban dos, que no
solamente eran avanzadas, sino progresistas: eran dos legionarias de María. Jamás
podíamos hablar con ellas, pues al mismo tiempo que nos traían la comida, los
vigilantes se presentaban con ellas en el calabozo. El día de la noche de Navidad lo
pasé dejando correr por mi fantasía las encantadoras fiestas de Navidad de los años
anteriores. Me emocionaba cuando recordaba que en esta ocasión nos veíamos
precisados a trasladar a la iglesia las dos terceras partes de los bancos: de lo contrario
no hubiésemos tenido lugar para todos los fieles que acudían. Llegaban desde muy
lejos. Algunos de ellos tenían que caminar a pie 70 u 80 Kms. e incluso alguno más de
100, y no pocos vivían en las montañas. Se daba el caso de que algunos no habían
visto al sacerdote por espacio de 7 u 8 años. Todos estos fieles juntamente con los
protestantes y algunos paganos llenaban la casa del Señor. Y ¡cómo resonaban en el
silencio de la noche aquellos cantos chinos de la noche de Navidad! Pero ya lo
presentíamos: sería para nosotros la última celebración de la noche de Navidad.- Y
este año ¿qué? Nada, soledad, desamparo, ninguna señal de los ciclos. "¡Virgen
Santísima, ruega por nosotros!"

Así llegó la tarde. Una joven de la Legión de María nos trajo la cena. Abrió rápidamente
la puerta, con la velocidad de un rayo dejó deslizar algo en mi mano, e
inmediatamente vertió sobre mi gran taza de prisionera la sopa de mijo. Después
echándome una mirada de salvaje para demostrar que era "mi enemiga", cerró de un
golpe la puerta y escapó. Los vigilantes habían estado allí, en la misma puerta, pero no
habían notado nada. Cuando el calabozo quedó de nuevo solitario, metí la mano en el
bolsillo. Se trataba de un pequeño paquetito de papel, pero dentro había un trocito de
lienzo cosido en sus extremos, y encima escrito a lapicero, se leía: "Regalo de la noche
de Navidad. Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo". En mis manos temblorosas tenía yo
4 Hostias consagradas. En verdad que era un regalo de Navidad, y el más hermoso...
traído a través de una legionaria de María.

Vino de Misa y hostias

Sucede algunas veces que los presos son poseídos por ideas fijas. También a mí me
pasó este fenómeno. Continuamente estaba perseguido por esta idea: "No debes
abandonar este estrecho calabozo, sin haber celebrado antes la santa misa".
Naturalmente hablando, esta idea parecía totalmente irrealizable. Pero para quien
confía en la Madre de Jesús, no hay nada imposible.

Sucedió el día 24 de Marzo: por la mañana me hacía yo toda clase de reflexiones.


Hacía ya un mes largo que no había recibido la sagrada comunión. Qué hermoso sería
-pensaba yo- si la Santísima Virgen me quisiera dar una alegría especial para su gran
fiesta. Tenía motivos para pensar así: el día 25 de Marzo había hecho yo mi profesión
solemne; un 25 de Marzo habíamos establecido la Legión de María en nuestra Diócesis;
el 25 de Marzo es la fiesta de la Anunciación de María, una de las más significativas
fiestas Marianas.

Ocurrió a la tarde, de repente como una embajada celestial del Arcángel S. Gabriel.
Una legionaria, que se presumía había cambiado de escuela, me trajo la cena. Sus
pasos eran rápidos, su proceder agitado, nervioso. Se para primero en mitad de la
puerta, y arroja un paquetito al camastro. Yo me pongo delante para ocultarlo. Lo
demás transcurre de modo ordinario. Más tarde cuando los vigilantes se han alejado,
abro el paquete: vino de misa, hostias y una fórmula de misa de la Santísima Virgen.-
¡Aquella tarde se me saltaban los nervios! La comida quedó allá, en un rincón. Me
preparé para la salita misa y todavía aquel mismo día, a las ocho y media de la tarde,
celebré la santa misa. Sin vestiduras sacerdotales, sin preciosos y limpios corporales -
para ello un pañuelo- sin velas y flores, sin concurrencia del pueblo, sin cáliz -para ello
un simple vaso-. En total solamente lo esencial. Pero estoy convencido que los ángeles
del cielo tuvieron una gran alegría. Todavía celebré la santa misa 22 veces antes de
ser trasladado de aquel lugar.

¡Pero vayan mis gracias más sinceras para aquella legionaria, y que el Señor bendiga
abundantemente su valentía y coraje!

Como en las catacumbas

Es ya la tarde, acaban de dar las tres. Los vigilantes de mi celda acaban de hacer el
relevo. Yo me paseo intranquilo en aquel pequeño y húmedo calabozo. Tenemos
prohibido detenernos en la ventana, que da al patio. Pero a causa del frío -mis manos
y mis pies están ya abiertos y ulcerados-. me veo obligado a pasear y tengo ocasión de
lanzar cautelosamente de cuando en cuando una mirada hacia el exterior. ¡Por fin!
Bastante retirado camina un legionario por el patio, su rostro medio vuelto hacia la
ventana de mi calabozo. ¡Es la señal convenida! Espero todavía diez minutos. Llamo al
vigilante y le pido me lleve al retrete. El vigilante que acaba de entrar de turno, no me
pone ninguna dificultad.

En llegando al retrete, que se encuentra en un rincón del patio, retirado de los otros
edificios, separo apresuradamente la estera de bambú, que sirve de puerta, y me cuelo
rápidamente, dejando caer detrás de mí la estera. Dentro se encuentra ya el
legionario, quien con la velocidad del rayo me entrega un paquetito de pequeñas
hostias y una botellita de vino de misa -Dios sabe dónde y cómo lo habrá conseguido-.
Ambas cosas desaparecen inmediatamente en mi bolsillo. Cuando el vigilante aparece
de nuevo, la operación estaba terminada y el legionario había ya escapado.

Ahora vuelvo alegre y contento a mi calabozo solitario. Gracias a la actuación valerosa


de este legionario, puedo celebrar la santa misa cada mañana durante varias semanas:
en un desvalijado estante, que se encuentra en un rincón de la celda, vuelto de
espaldas a los vigilantes, tengo en mis temblorosas manos un pequeño vaso, que
originariamente sirvió de bañera para ojos enfermos, pero que ahora sirve de cáliz. Es
pequeño, pero muy bien terminado, como un cáliz, y me lo había proporcionado el
legionario por el mismo procedimiento. Para patena me tengo que servir de un cristal
de color de mis gafas de sol, que se me habían dejado en el momento de mi detención.
Un pequeño espejo redondo, que cuelga de la pared, cubierto hasta más de la mitad
por unas tiras, me permite observar los movimientos de los vigilantes y me advierte de
sus miradas llenas de curiosidad. El formulario de la misa de la Virgen lo rezo de
memoria. Así el divino Salvador es mi huésped real todas las mañanas en mi celda
pobre, húmeda y expuesta a toda clase de corrientes de aire, que para mí ha perdido
ya la mitad de su dureza y terror. El santo sacrificio me llena cada día que amanece,
con su alegría y con su fuerza, aunque los únicos participantes sean mis vigilantes
comunistas, a los que yo imparto al final la bendición, y aunque sus canciones
comunistas, sus frases despectivas y sus avisos irónicos constituyan un
acompañamiento desacostumbrado.

Mi agradecimiento más sincero a ti, valeroso legionario de María, que aún a costa de
exponer tu libertad y tu vida convertiste mi calabozo miserable en un santuario del
divino amor.

Servicio de Tarsicio
En la provincia de Honan, hace ya un largo año que padece arrestado en su misma
casa un misionero. Delante de la casa día y noche hay un puesto de vigilancia, que
fuera del criado, que a la vez hace de cocinero del misionero, no permite entrar a
nadie. Sumido en preocupaciones el misionero está sentado a la luz de la lámpara.
Piensa en su comunidad desterrada. A ratos y con mucha cautela escribe sobre un
trozo de papel unos trazos chinos. Se trata de una carta pastoral a su rebaño. Por fin
ha terminado, se levanta, arrolla el trozo de papel y se va a dormir. Al caer la tarde del
día siguiente va a la ventana y contempla a los niños que están jugando fuera. En
seguida se acerca Cristina, su pequeña legionaria. Como muchos otros niños pobres
trae colgada de su brazo una cesta donde ha recogido leña, paja y otros materiales
para el fuego. El misionero abre la ventana y deja caer un trocito de bambú. La
pequeña legionaria lo recoge del suelo como cualquier otra cosa. -Poco después el
rebaño de cristianos lee con verdadera emoción las advertencias e instrucciones de su
pastor prisionero.

Tranquilo, solitario, prisionero el misionero ha celebrado en su habitación el santo


sacrificio de la misa. Lleno de veneración y con todo cuidado coloca en una cajita de
bambú unas 40 hostias consagradas. A la tarde busca con sus miradas a la pequeña
legionaria. Esta se acerca pronto de nuevo. Rápidamente el misionero abre la ventana
y deja caer la cajita de bambú. La pequeña la recoge con toda veneración, y protegida
por la oscuridad de la noche lleva la Eucaristía, como en otro tiempo San Tarsicio, a los
cristianos dispersos.

La pequeña legionaria es plenamente consciente de lo que realiza. ¡Sabe muy bien que
si fuese descubierta, recibiría el más duro de los castigos, quizás la misma prisión.
Pues a los ojos de los comunistas lo que esta niña hace, es un auténtico sabotaje, una
flagrante colaboración con los enemigos del pueblo! Pero ella es legionaria de María y
una legionaria no se debe intimidar ante ninguna dificultad.

"Mi alma tiene para mí valor mayor... "

Son las cuatro de la tarde. En el colegio de muchachas suena la campana para


terminar las clases. Lucía, la Presidenta de "Fátima", recoge sus libros y los mete en su
cartera para marchar a su casa como de costumbre. En ese momento la detienen dos
muchachas comunistas, que le sueltan a bocajarro: "¡Tienes que volver a la clase, pues
hoy tienes que declarar!" La pobre había sido ya torturada los últimos días, pero ahora
llegaba lo peor.

Durante tres horas continuas la valiente muchacha tiene que aguantar un


interrogatorio contradictorio de sus propias condiscípulas. Dos y aun tres veces ha
repetido ya todo cuanto puede y debe decir: sobre nuestra organización, sus
miembros, su trabajo y otras cosas más que desde hace tiempo están ya consignadas
en las actas de la policía. "Tú no eres sincera, tú no nos declaras todo" es la frase que
le repiten machaconamente. "¿Qué misiones secretas te ha encomendado el capellán
de la Legión? ¿Cuáles son las intrigas que tenéis planeadas contra el Gobierno? ¡Habla!
¡No te dejaremos marchar a tu casa hasta que no nos hayas dicho todo!"

Lucía llora y reza. Son ya las nueve pasadas y no se le permite el ir a casa. Para
agotarla, se le obliga a permanecer de rodillas y tener los brazos en cruz. Se le
arrastra por toda la clase. Cada vez está más desconcertada y confusa. Por fin, a eso
de las once se le escapa una sola frase: "Si tenéis pruebas de que la Legión de María
es reaccionaria tendréis razón: lo será". Las muchachas comunistas han triunfado. Es
su primera victoria. Cuatro compañeras de clase la acompañan a su casa, pero al
despedirse, le amenazan diciendo: "Esto sólo ha sido el comienzo. Mañana tienes que
confesarnos todo".

Lucía no pega ojo en toda la noche. Llora. Por la mañana, muy temprano -son las
cinco- alguien llama a la casa parroquial golpeando en la ventana de mi habitación.
Abro en seguida y me encuentro a Lucía que está llorando. "Padre, he ofendido ala
Santísima Virgen. Tome este dinero y celebre por mí una santa misa". Trato de
consolarla con todas mis fuerzas. "A las ocho continuarán de nuevo". "Bueno, pues
entonces tendrás ocasión de poner las cosas en orden. Yo rezaré por ti". Como de
costumbre, Lucía se arrodilla devotamente en la iglesia y recibe el pan de los fuertes.
Cuando sale de la iglesia, Lucía sonríe de nuevo.

A las ocho menos cuarto vienen a buscarla a casa las cuatro compañeras comunistas.

En la escuela suena una vez más la campana. Es la hora de comenzar. Las muchachas,
se apiñan para entrar en las clases. Lucía es llevada a la clase donde es recibida con
miradas irónicas, de triunfo. Se le obliga a subir al tablado. La que preside le habla en
estos términos: "Ayer comenzaste tu declaración. Hoy tienes que confesarnos todo. De
lo contrario no te dejaremos marchar".

Lucía aguarda hasta que se ha producido un profundo silencio. Entonces comienza a


hablar: "Queridas compañeras de clase, hoy os vaya confesar toda la verdad. Ayer os
dije que la Legión de María es una obra reaccionaria. Pues bien, os lo dije porque me
obligasteis a ello. ¡Escuchad ahora la verdad entera! La Legión de María no es un
movimiento reaccionario. ¡Esto es todo!"

Todas las chicas comunistas se levantaron como una jauría. De no haber tenido la
prohibición de golpear en estos interrogatorios, la pobre legionaria habría quedado
maltrecha. Aun así y todo, la arrastraron por toda la clase, la pusieron de rodillas y
trataron de intimidarla con amenazas e injurias. Pero ella, bajando su cabeza, callaba y
rezaba. Cuando observaron que rezaba, trataron de prohibirle que rezase, pero no
lograron conseguirlo. A las once sus fuerzas estaban agotadas de nuevo. Pronto cayó
desfallecida y sólo entonces las embrutecidas comunistas quedaron tranquilas.

En el patio de la escuela, una enfermera que fue llamada en seguida, atendió a la


pobrecita legionaria que se encontraba sin conocimiento. Una vez que se hubo
repuesto, fue llevada a su casa, y allí hizo la siguiente declaración: "No pienso volver
más a la escuela. Para mí tiene mayor valor la salvación de mi alma que un diploma
escolar".

Todos somos mártires

El 6 de Junio de 1951 se cerró en Sanghai la Oficina Central Católica (CCB). El 7 de


Septiembre fueron detenidos los sacerdotes directores. Entre ellos se encontraba el P.
José Sheng, director de la Acción Católica. Juntamente con el P. McGrath había sido el
cofundador de la Legión de María en China, y director de la misma para el Gran-
Sanghai. En todas partes había actuado con energía en contra del comunismo tanto de
palabra como por escrito. Todos los meses salía de sus manos una revista mariana, de
larga tirada y de volumen respetable -150 páginas- para todos los católicos, fuesen o
no miembros de la Legión de María. Le valió en primera línea el odio de todos los
enemigos de María.
El P. Sheng enfermó en la cárcel con enfermedad de muerte. Un compañero de prisión,
un P. Jesuita, en un momento en que no se sentía observado por los vigilantes, le
impartió la absolución. Luego le susurró al oído: "Tus sufrimientos pueden ser de gran
utilidad para la gloria de Dios y el bien de la Iglesia". El P. Sheng cruzó los brazos
sobre su pecho y le contestó: "Estamos seis en la prisión. Todos somos mártires".
Murió el 10 de Enero de 1953.

Os necesitamos

Ya hacía tiempo que veníamos observando que una enfermera después de cada día de
cobro encargaba una o dos misas a su intención. Un día me acerqué a ella y me atreví
a preguntarle cuál era su intención. Su respuesta fue la siguiente: por vosotros, los
misioneros, para que la Santísima Virgen os proteja. Nosotros tenemos verdadera
necesidad de vosotros. Aun cuando tengáis que languidecer y morir en la cárcel,
vosotros sois nuestra mejor protección, pues sois una auténtica fuerza para nuestra fe.
Vuestra presencia, ya estéis libres o presos, nos basta para no perder nuestra
confianza.

Hasta altas horas de la noche

Los jóvenes de nuestro colegio fundaron un periódico mural. El dinero para el papel,
pinturas y otros accesorios -cosas muy caras en China- lo ahorraban ellos mismos. Al
empezar el tiempo de Adviento dos de ellos se presentan en mi despacho y someten a
mi aprobación sus planes de propaganda para el Adviento y las Navidades. No me
parece mal y ellos día tras día trabajan duramente en una habitación bastante fría. Los
domingos el patio de la iglesia aparece adornado de tiras de papel, visibles desde lejos,
con hermosas sentencias, repletas de sentido. En las vitrinas de cristal, ya dentro de la
iglesia, periódicos murales, profusamente ilustrados, llaman la atención de todos, con
artículos que hablan de los misterios de la Iglesia y respuestas adecuadas y valientes a
la propaganda atea, que diariamente se ven obligados a escuchar en la escuela. Para
las Navidades proyectan grandes "vitrofanías".

En las vísperas de días festivos su programa se presenta abundante. Casi diariamente


trabajan hasta muy entrada la noche. Escriben, pintan, recortan y pegan. En la
ornamentación artística del periódico mural derrochan auténticos valores; por eso no
los arrollan nunca. En las últimas noches las luces de aquella habitación junto a la
iglesia no se apagan. Si se les advierte cariñosamente que no deberían trabajar tan
duramente: "Los pioneros comunistas hacen todavía más turnos de noche, y es para
obra del diablo", contestan. Y era una realidad. -Los carteles, que muy de mañana
ostentaban los muros de la Universidad, eran el resultado de un intenso trabajo
nocturno de la liga comunista de la juventud. -Aquellos días festivos nuestro patio de
la iglesia ofrecía un colorido especial de fiesta.

Mientras los cristianos admiraban a la mañana la magnificencia en colores de los


carteles murales y leían los artículos y las proclamas, nuestros legionarios dormían en
aquella habitación de junto a la iglesia, encima de unas cuantas mesas agrupadas. -
Junto al impulso juvenil para el trabajo no les faltaba tampoco un buen pujo para el
humor. Más de una vez sucedió que en aquellas noches calurosas de verano, a eso de
las doce, se veían rondar alrededor de mi habitación negras siluetas, que danzaban
tocando una serenata de la ciudad música de Bremer. Si yo abría la ventana y me
asomaba a la noche clara, cubierta de estrellas, todo se había convertido en silencio.
Tan sólo en los próximos arbustos se podían percibir unas risas sofocadas.

Trabajos apostólicos en miniatura

A lo último los Praesidia de estudiantes llevaban directamente todo el trabajo


apostólico. He aquí el programa del Praesidium "Consoladora de los Afligidos", que
persistió hasta el mismo momento de la disolución de la Legión.

Francisco, el Presidente, iba todos los domingos tras un grupo del colegio con el fin de
prepararlo para la confesión y para la comunión. La Vice-Presidenta, que se llamaba
Cristina, iba todas las semanas a casa de una anciana mujer, medio sorda, para darle
una sólida instrucción. Asteria, la Secretaria, me solía acompañar a casa de un viejo
amigo de su padre, que había sido jefe de la estación de Pekín, y que por entonces se
encontraba enfermo de los pulmones. Mientras yo me preocupaba del enfermo, ella
quedaba con los niños, o instruía a su señora sobre nuestra religión. Lucas llevaba
cada semana a cuatro de sus amigos, paganos, a la clase de religión. El domingo iba él
mismo con ellos a la iglesia. Pedro daba todos los sábados a la tarde una clase de
religión en un pequeño cuartucho de zapatero, situado en la calle principal. La clase
solía durar una o dos horas, Juan, que hacía muy poco tiempo que había entrado en la
Legión, le acompañaba de ayudante. Cristina preparaba a bien morir a una pobre
anciana que vivía en su granja. La pequeña Bernardeta solía acompañar con verdadero
cariño maternal a una jovencita tuberculosa, cuando la chica ya no pudo venir a la
misión por su gran amabilidad, que cada vez iba en aumento, Bernardeta le hacía
frecuentes visitas, a pesar de que la chica vivía bastante lejos, en las afueras de la
ciudad. Por fin llegó el día de su bautizo, un día grande para todo el Praesidium. Todos
los miembros estaban allí. Sentada en una sillita la enferma recibió en la iglesia el
sacramento de nuestro segundo nacimiento en Cristo, convirtiéndose en una hija
radiante de Dios. Después de terminada la ceremonia del bautismo, cuatro legionarios
del Praesidium "Consoladora de los Afligidos" trasladaron hasta el altar aquella sillita
adornada de flores, donde iba sentada la recién bautizada, y allí delante de la Virgen,
durante la santa misa recibió la primera comunión.

Además de estos trabajos, que podíamos llamar domingueros o festivos, cada


legionario en su vida diaria trataba de esparcir la semilla de la verdad y del amor, para
atraer a la religión cristiana a los paganos. De este trabajo, que realizaban a lo largo
de la semana, también daban cuenta en la reunión semanal.

Nuestra Curia de lo juventud impuso como trabajo comunitario para el mes de Mayo
"la adquisición de nuevos catecúmenos". ¿Qué resultados obtuvo? La estadística de
nuestra Curia refleja en ese mes 350 bautizos de estudiantes.

Sobre las calles cubiertas por la oscuridad de la noche

Una tarde de sábado, cuando la oscuridad de la noche comienza a caer sobre la


ciudad, un comunista de alto rango vino a mi casa. Era algo así como Nicodemo del
evangelio. "Padre, me dijo, yo soy comunista. Hace ya diez años que estoy afiliado al
partido. Estoy plenamente convencido de que la economía y la política comunista hará
feliz a la humanidad. De una sola cosa no estoy convencido y es lo siguiente: el que
todo se acabe después de la muerte. Por eso yo quisiera conversar con Ud. sobre la
existencia de Dios y del alma". La visita se repitió con frecuencia, pero casi siempre
dieron las doce de la noche antes de que aquel hombre singular traspasase el dintel de
mi puerta y se perdiese en la oscuridad.

Una tarde, inesperadamente se presentó en mi casa. Estaba terriblemente triste y muy


pronto unos cuantos lagrimones surcaron su rostro. "Padre, mi mujer está para morir.
Yo la quiero mucho, Padre; quisiera volverla a ver después de la muerte. ¡Ayúdeme,
Padre, para que ella vaya al cielo!"... Yo quedé verdaderamente cautivado. "Bien, voy
a hacer cuanto está a mi alcance. Muy a gusto iría ahora mismo con Ud. a verla, pero
no sé si... " En seguida me entendió y repuso: "Si es posible, envíeme una mujer, pues
en mi casa sólo viven funcionarios". Inmediatamente vino a mi mente la solución.
"Quede tranquilo, le dije. Voy a enviarle a una persona que lo va a hacer mejor, mucho
mejor que yo mismo". Aquel hombre marchó consolado a su casa. En seguida tomé el
teléfono y llamé a la Universidad para que me pusieran con la Residencia de las
estudiantes. "¿Está Gertrudis? Por favor, díganle que agradecería viniese
inmediatamente a mi casa. ¡Ah!, ¡que se traiga también con ella a Bernardeta!" Aún no
había pasado un cuarto de hora cuando llamaban a mi puerta.

La aguja del reloj marcaba las 9 aproximadamente. Entraron las dos jóvenes
estudiantes, que asombradas se me quedaron mirando con sus ojos más claros que las
estrellas. "Padre, ya estamos aquí". "Escuchadme, les dije, ¿estáis dispuestas a daros
todavía un paseo por la ciudad? Se trata de salvar un alma". "Sí, Padre", respondieron
sencillamente. Brevemente les expliqué todas las circunstancias. Abrí el cajón de la
mesa de mi despacho y saqué unas cuantas monedas. "Tomad, para que hagáis un
trecho en tranvía, pues la casa está bastante lejos, en la parte occidental de la
ciudad". "No, muchas gracias -respondieron con una sonrisa en sus labios- no
necesitamos dinero". "Buenas noches". En seguida aquellas dos jóvenes muchachas se
lanzaron al torbellino de la noche de una ciudad de más de un millón de paganos y se
encaminaron al distrito comunista, donde sólo encontrarían miradas inquisidoras,
llenas de odio hacia Dios. Pero ¿qué les importaba esto a ellas, que llevaban la luz de
Cristo en sus corazones y sólo pretendían encender esa misma luz en el corazón de un
alma abandonada?

Yo no pude irme a dormir en seguida. Mi oración y mi bendición sacerdotal tenía que


acompañar a aquellas dos valientes legionarias de María en su paseo nocturno.

La valiente Teresa

Las Hermanas de la farmacia de los pobres y del suministro ambulante de los enfermos
anotaban cuidadosamente las direcciones de los paganos que se encontraban
gravemente enfermos, y las enviaban al Párroco. Este sabía muy bien lo que tenía que
hacer. Las pasaba al Praesidium y con ello ponía el caso en las mejores manos.

"Teresa, esta semana te vas a preocupar de una muchacha de 13 años, que está
gravemente enferma. La encontrarás en la calle de las Fuentes # 6. De momento le
harás tan sólo una visita de cortesía: en las siguientes tratarás de prepararla para el
bautismo". Con estas palabras la presidenta del Praesidium "Rosa Mystica"
encomendaba a una legionaria el trabajo para la semana. "Pero esto es imposible para
mí -responde Teresa, dejándose llevar de su temperamento fogoso-. Tan sólo hace
cinco meses que estoy bautizada". "No importa. Estudia de nuevo el catecismo y reza
mucho. De lo demás ya se encargará la Santísima Virgen". "Bien, me encargo del
asunto", y Teresa finaliza la conversación.
En la próxima reunión Teresa apenas puede esperar a que le llegue su turno. Se le
come la impaciencia. Cuando le llega la hora de hablar, Teresa se levanta y toda
entusiasmada cuenta: "Después de mucho buscar logré dar con la casa. En un oscuro
cuartucho, en un pobre camastro yace una muchacha demacrada de pies a cabeza.
Sus padres, paganos, no parecen preocuparse mucho de ella: están convencidos de
que la muchacha tiene que morir. Yo me acerco a ella y le digo que soy joven
estudiante, que he oído hablar de su enfermedad y que sólo pretendía hacerle una
visita de amiga. Entonces ella me mira con unos ojos grandes y comienza a llorar.
Nadie se preocupaba de aquella pobrecita muchacha. Al despedirme le dije que yo
pertenecía a la religión del Señor de los cielos (a la religión católica), y que si lo
deseaba, la próxima vez le hablaría de ella. Por respuesta me rogó que no dejase de
volverla a visitar y que lo hiciese muy pronto".

Desde aquel momento Teresa, dos veces por semana, al salir de la escuela para
marchar a su casa, se dirigía a la calle de las Fuentes y allí instruía a la pequeña
paciente en el camino del cielo. A los seis meses se celebraba el bautizo en aquella
choza. El mismo párroco fue a casa de la muchacha, y Teresa salió por primera vez de
madrina. Pocas semanas después el Divino Redentor, bajo las especies eucarísticas,
hacía también entrada en aquella pobre choza. Siguieron luego la confirmación y la
extremaunción, que prepararon a aquel pequeño ángel de los ojos alegres para el
camino de los cielos. Pero Teresa seguía todavía pensativa...

Un día nos sorprendió con una nueva noticia. "He hablado con la pequeña enferma del
ideal de la virginidad y ella ha quedado totalmente entusiasmada". Aquel sueño de
Teresa se hizo realidad, y aquella muchacha, antes de emprender el viaje para la
patria eterna, se había consagrado para siempre con unos votos perpetuos al Esposo
Celestial.

Legionarios del Praesidium "Torre de David" atravesaron la puerta norte de la ciudad


con palas en sus hombros y muy cerca de allí prepararon una digna sepultura para la
muchacha, esposa de Cristo.

"Nosotros no trabajamos por los hombres"

Las visitas a los enfermos constituyen siempre -ya desde los comienzos- una de las
misiones más peculiares de los miembros de la Legión. Cuando en los comienzos del
movimiento las casas de los enfermos católicos de Pekín se vieron inundadas por
especiales visitantes, las hermanas religiosas se quedaban asombradas. Pero pronto
sonrieron. ¡Son legionarios de María! Iban siempre de dos en dos, llevaban
frecuentemente ramilletes de flores y se encontraban en todo momento dispuestos a
consolar y a servir con amabilidad a los enfermos.

La joven Presidenta del Praesidium de "Fátima" descubrió en las cercanías del colegio
una enferma casi desatendida. Su esposo, un jornalero, debía marchar todos los días
muy temprano -a las 7- al trabajo y no regresaba hasta altas horas de la tarde.
Durante todo el día aquella enferma se veía obligada a permanecer abandonada en su
camastro sin ayuda ninguna. -Un día, en la escuela, la joven Presidenta describe de
modo impresionante la miseria de los pobres. Los ojos de sus alumnas brillan de
emoción. Es el momento oportuno para lanzar la sugerencia: nosotras tenemos que
ayudarles.

Al día siguiente, a las doce de la mañana, suena la campana, anunciando el descanso


del mediodía. Dos muchachas montan sobre sus bicicletas y atraviesan a toda
velocidad la puerta de la escuela. Pronto se presentan ante la puerta de la enferma,
que ya había sido avisada de antemano por la Presidenta. En un santiamén le barren la
habitación y le arreglan la cama. Luego, mientras una se sienta a los pies de la cama
de la enferma y charla con ella, la otra corre por la calle para comprar un plato con
sopa caliente. La enferma termina rezando con ellas. No hay tiempo que perder;
habían venido como el suave soplo de viento y asimismo desaparecen, terminada su
misión.

A las cuatro de la tarde, cuando termina la escuela, sucede lo mismo: otras dos
legionarias emprenden el mismo camino. Y así día tras día. Continuamente se van
turnando de modo que todas puedan ejercitarse en este papel de buenas samaritanas.
La enferma llora. Son lágrimas de alegría. Jamás en toda su vida había encontrado un
amor semejante. Todavía hoy en espíritu contemplo aquellos ojos radiantes de las
legionarias, cuando en la reunión semanal daban cuenta de este hermoso trabajo.

Sin embargo -hemos de decirlo también- aquel fuego del primer momento fue
decayendo con el correr del tiempo. Por lo que se desprendía de los informes, había
ido cundiendo el cansancio y la repugnancia ante la enferma. Incluso algunos hablaban
ya de abandonar lo comenzado. Entonces fue cuando la Presidenta en una histórica
reunión pronunció estas bellas palabras: "Queridas compañeras, ahora precisamente
es cuando comienza lo sublime de nuestro ministerio, pues nosotras no trabajamos por
los hombres, sino por Dios y la Santísima Virgen". El Praesidium de "Fátima" siguió
atendiendo con todo cariño a la enferma hasta que un día, en la reunión semanal, se
oyeron estas palabras: "El Señor la ha liberado y la ha acogido en su seno".

"Tenéis que ser mis testigos"

Con qué ímpetu y entusiasmo prepararon la Consagración de toda la Diócesis al


Inmaculado Corazón de María. Ni una sola familia faltó aquel día. Durante los ocho días
que precedieron, la iglesia se vio totalmente repleta de cristianos tanto en el ejercicio
de la mañana -a las 6- como en el de la tarde -a las 7-. Fue un auténtico octavario de
intensa preparación espiritual para el gran acontecimiento. Y cuando después, la tarde
del Sábado Santo, el Obispo consagró toda la Diócesis al Corazón Inmaculado de
María, recogiendo así en un solo ramillete las consagraciones particulares de cada uno,
en los rostros alegres de los legionarios se reflejan la satisfacción del triunfo, y con
toda razón, pues la Consagración había sido obra suya. Unos meses más tarde, el día
de la Asunción de la Virgen, la Consagración se repetía por familias, celebrándose cada
una de ellas en presencia de dos legionarios de María.

La Biblioteca católica, que ellos mismos levantaron con el fin de dejar llevar a casa los
libros, fue utilizada afanosamente por todos, tanto católicos como protestantes y
paganos. Incluso algunos comunistas hicieron uso de ella secretamente. Un dirigente
comunista hizo el siguiente comentario sobre la misma: "Quien lea los libros de esta
Biblioteca, jamás se convertirá a nosotros". Por eso la primera medida oficial tomada
en contra de la Legión fue cerrar esta Biblioteca. Conocí legionarias, que jamás
pasaron por la Biblioteca sin tomar dos o tres libros para prestados a otras personas.
"Tenéis que ser mis testigos".

Otros legionarios por otra parte iban a las fábricas y buscaban a los trabajadores
católicos, que vivían fuera de la ciudad, para llevarlos a la santa misa. Dos legionarios
se dirigían todas las semanas al puerto sobre el río, visitaban los barcos y recorrían
luego los barrios pobres. Un grupo daba lecciones de religión todos los días en la
escuela después de la comida del mediodía. La concurrencia de alumnos y alumnas
paganos era frecuentemente tan numerosa (de 150 a 200), que fue necesario añadir
nuevas horas de clase.

¡Una discusión!

Un día apareció en el periódico un largo y fuerte artículo sobre historia de la Iglesia,


escrito por un profesor comunista. La tesis fundamental era la siguiente: En los cuatro
primeros siglos después de Cristo no hubo Papa alguno. Cuatro grandes sedes
episcopales, llama, Alejandría, Antioquia y Constantinopla luchaban por la supremacía
del Papado, hasta que finalmente Roma consiguió la victoria. A esto añadíanse algunas
invectivas indecentes sobre la inmoralidad de algunos Papas y se terminaba el artículo
hablando de los malos sacerdotes en China.- Aquel día el salón estaba atestado de
hombres: estudiantes, enfermeras, maestros, médicos, trabajadores. Todos ellos eran
católicos. Podía observarse cómo contenían el aliento, mientras el agente leía el
artículo citado, y cuando llegó el momento de la discusión, todos hundieron sus
cabezas. En estas discusiones cada uno debía manifestar libremente su opinión, pero
sí, en un sentido propicio al comunismo; de lo contrario hubiesen dicho que tan solo se
había ido a oír, pero no a discutir, y en seguida habrían llamado la atención de que
nuestros cerebros no estaba hechos a pensar, o dicho con otras palabras, nuestros
nombres habrían pasado a la lista negra... En aquel momento el agente repetía la
pregunta: "¿Hay alguno que tenga que decir algo a lo que acabamos de leer?" Todos
procuraban esconderse el uno tras el otro, nadie levantaba su vista, sus miradas iban
perdidas a los rincones. "¿Nadie?", repitió el agente. "Sí, allí", dijo el agente y un
suspiro atravesó toda la sala. María había dado muestras de querer hablar. "¡Por
favor!" su voz había resonado clara en medio del silencio. María va desde los principios
del régimen comunista había sido tachada como la espía femenina por su espíritu
combativo, por su falta de miedo, por su papel directivo en la Legión de María.

"¡Camaradas! -dijo María- Nosotros no hemos estudiado historia de la Iglesia, no


somos especialistas. Por eso no podemos juzgar si lo que nos han leído, es verdad o
no. Pero en medio de nosotros hay un sacerdote que ha estudiado historia de la Iglesia
y debe saberlo. Le rogamos que nos lo aclare". De los cuatro costados de la sala surgió
espontáneo un solo grito: "¡Muy bien, eso es lo justo!" El buen sacerdote dio una
conferencia de media hora sobre el Papado en los cuatro primeros siglos de la Iglesia,
y aprovechó la ocasión para destacar en medio de las mayores alabanzas la santidad
de aquellos Papas. A la conferencia siguió un aplauso huracanado de aprobación y
asentimiento. Todos volvieron a sentirse orgullosos de su Iglesia y del representante
de Cristo. -La discusión tuvo que ser abandonada y la reunión se vio interrumpida en
aquel mismo momento. A María en cambio se le reservó la venganza para más tarde.

Una parroquia entera en pie de guerra

A un Padre Jesuita austriaco le había caído en suerte como campo de trabajo, el


terreno más escabroso de Pekín. Su parroquia, recientemente levantada, se
encontraba en el barrio mahometano del sur de la ciudad. Pero este hombre pertenecía
a esa clase de optimistas imperturbables, que poseen dentro de sí una fuerza, que
continuamente se ve rejuvenecida. Una vez al mes regularmente se presentaba para
pasar la tarde en el norte de la ciudad y se bajaba de su bicicleta bien equipada en
nuestro Fu- Yen. Aquel pequeño párroco de cara redonda y siempre sonriente era todo
curiosidad. ¿Qué hace la Legión de María por aquí? ¿Qué dirección le dais? ¿Cómo
resolvisteis aquel problema?"

En su parroquia dominaba un espíritu apostólico verdaderamente ejemplar. El grupo


en pleno de cristianos estaba englobado en la Legión de María. Maestros, Catequistas y
Empleados, niños y personas mayores. En alguna ocasión llegó a contar con 15
Praesidia. Él mismo era un entusiasta enamorado de la Santísima Virgen. Su gran
ilusión fue siempre el tener a todos los niños de la parroquia bajo la protección eficaz
de María, el ganar a los paganos para Cristo a través de María. A pesar del terreno
pedregoso que le había correspondido, al final del año entre 20 parroquias se
encontraba en segundo lugar por el número de nuevos bautizados. Cuando estalló la
tormenta en contra de la Legión, él fue uno de los primeros que se vieron
encarcelados.

Movimiento de consagración

Cuando en febrero de 1949 los soldados de la Armada Roja se adueñaron de toda la


ciudad, a pesar de la mucha trompetería de libertad y de paz, pronto vimos cernirse
entre nosotros negros nubarrones. Como los polluelos corren a protegerse bajo las alas
de la gallina, cuando se acerca la tormenta, así acudieron en aquella ocasión todos los
cristianos de la ciudad, llenos de confianza, a la Santísima Virgen. El 14 y 15 de Agosto
unas 320 familias se consagraron al Corazón Inmaculado de María (90% de las familias
de nuestra parroquia). Solamente por la ayuda de los legionarios de María fue todo
esto una bella realidad.

La buena idea nació del Párroco. Llamó en seguida a los Presidentes de cada grupo y
les propuso su idea de modo breve pero vibrante. La idea prendió en aquel los
corazones, y los Presidentes a su vez llevaron aquel fuego a sus correspondientes
grupos. La oficina de la parroquia les facilitó las direcciones de las familias católicas. En
las primeras semanas los legionarios, en grupos de dos, visitaron a todas las familias y
les explicaron el valor y sentido de la consagración familiar. Más adelante se les
preguntó sin compromiso alguno si aceptarían a gusto esta consagración. En la
primera reunión se preparó un informe detallado y se le pasó al Párroco. En las
semanas que siguieron, se dispersaron de nuevo por la ciudad, llevaron a cada familia
una fórmula de consagración, les exhortaron a tener un triduo de preparación con el
rezo del santo rosario en familia y determinaron el día y la hora en que todas las
familias habían de tener el acto de la consagración. La idea se había convertido en
realidad.

Llegó la fiesta de Asunción de María con su vigilia nocturna. Unos 15 seminaristas del
Colegio Chino se mostraron dispuestos a tomar parte en esta bella empresa. Por
tercera vez los legionarios, repartidos en parejas, visitaron a las familias. Esta vez les
acompañaba también un sacerdote. Ante un pequeño altar, levantado en casa, cada
familia hizo su consagración al Corazón de María.

Ocho días más tarde, en la fiesta del Corazón Inmaculado de María, tuvo lugar la
consagración de toda la parroquia a la Divina Pastora de aquella iglesia, atestada de
gente. Este movimiento, llevado por los legionarios, se extendió por toda la ciudad,
con lo que en pocos meses casi todas las familias católicas a través de este sencillo
acto se colocó bajo el manto protector de la Madre de Dios.

El movimiento había adquirido cuerpo y pronto se extendió también a otras partes de


la China. En la Diócesis de Sanghai lo dirigió el mismo Sr. Obispo. Primero se
consagraron las familias, después la comunidad cristiana, finalmente todo el obispado
bajo su dirección personal.

LA GRAN PECADORA

Oscuros nubarrones

Un día, mientras celebrábamos la reunión de Curia, fuimos sorprendidos por la policía.


Cuando nos arrodillamos para rezar el santo rosario, los silenciosos espectadores se
encontraron ante un duro problema; no les quedaba otra escapatoria que o arrodillarse
también con nosotros, o enfrentarse abiertamente, llamándonos la atención, o
marcharse. Se decidieron por esto último.

Pero no fuimos los únicos; también otros muchos Praesidia durante sus reuniones,
fueron sorprendidos por la policía. Ello significaba que la Legión de María se encontraba
bajo un continuo control. Nos importó muy poco, pues nosotros seguimos trabajando
sin amilanarnos por nada ni por nadie.

Medio año más tarde, por Abril de 1951, llevaron a cabo un nuevo y más escrupuloso
registro. De los 200 legionarios de nuestra Curia no llegaron a cinco, los que se
retiraron de nuestras filas por miedo. Los periódicos traían de modo persistente
artículos ignominiosos en contra de la Legión.

Estalla la tormenta

Poco después estallaba de repente la tormenta con toda violencia. La liga comunista de
la juventud eligió el día 4 de Mayo para su gran acción. Pronto nos pudimos dar cuenta
de que el principal ímpetu del ataque iba dirigido contra los cristianos, y de modo
especial contra los legionarios de María.

Los periódicos, dirigidos desde arriba, comenzaron una campaña difamatoria de un


modo sistemático. Los muros de la Universidad y de los Colegios aparecían todas las
mañanas cubiertos con nuevos carteles, llenos de odio e insultos provocadores. El
Papa, los sacerdotes, las religiosas, en una palabra toda la Iglesia fue cubierta de
ignominia, de palabra y por escrito.

En los Colegios hubo de interrumpirse la enseñanza: más tarde sucedió lo mismo con
la Universidad. Los estudiantes se vieron encuadrados en círculos de discusión, cuyo
jefe era siempre un comunista de la liga de la juventud. Un verdadero "lavado de
cerebro". Se presentaron ingentes volúmenes de actas cubiertas de actos ignominiosos
atribuidos a los obispos, sacerdotes y cristianos. Cada uno tenía que adoptar una
postura de protesta en contra. El material de las actas, que se recogía en su mayor
parte de la prensa del día, era más infalible que la Biblia. Quien se atreviese a
manifestar la más ligera duda sobre ello, era tachado en seguida de reaccionario y de
enemigo del pueblo.

Los más terribles casos se dieron ante los tribunales de estudiantes, en forma de
procesos públicos. Lo que en ellos tuvieron que sufrir los cristianos, especialmente los
legionarios, su heroica valentía, tan sólo podremos conocerlo el día del Juicio Final.
Algunos llegaron a ser interrogados durante, toda la noche por sus mismos
condiscípulos. Toda la serie de sufrimientos hubiese podido terminar en un solo
momento con tal de hacer una doble concesión: primera, que los misioneros
extranjeros eran unos enviados del Imperialismo; segunda, que la Legión de María era
una organización reaccionaria. Pero ninguna de las dos lograron oírlas de labios de los
labios de los valientes legionarios.

¡Persecución!

Ya antes del encarcelamiento de los dirigentes, desde comienzos del año 1951, había
desplegado sus alas el régimen comunista en dura batalla contra la Legión. El mismo
Mao Tse Tun dio la orden de prohibición. El guerrillero J. Tschen, que por entonces era
el alcalde de Sanghai, firmó personalmente el decreto de disolución para todo el
distrito de su administración. Como movidos por un mismo resorte, todos los
periódicos de la ciudad en sus páginas frontales airearon durante varios meses este
decreto en contra de la Legión, movimiento puramente religioso. Una vez más pudimos
percatamos de la perfecta coordinación de todos los periódicos, y de la única
paternidad literaria de todos los artículos que pegaban contra la Legión. Hasta el
momento el partido no había podido con la indeseable, obstinada e inaccesible Iglesia,
construida sobre fundamento de roca. Había encarcelado sacerdotes, los había
calumniado, les había declarado convictos de toda clase de crímenes políticos, les
había llamado traidores a la patria, los había declarado inmorales, pero no obstante
todo esto sólo había conseguido dejar más limpia la faz de la Iglesia, aumentar su
prestigio y autoridad. Clero y pueblo se hicieron cada vez más firmes, uniéndose con
mayor fidelidad a su Iglesia. Por eso el partido buscaba nuevos medios y nuevos
derroteros. Dos seminaristas desertores habían sido colocados en las oficinas del
partido comunista de Sanghai, donde trabajaban calurosamente, y muy probablemente
habían sido los padrinos de la prohibición de la Legión y de la gran batalla contra ella.

Un fundamento más -puramente externo- para proseguir la persecución contra ella,


era su mismo nombre: sheng mu djüin, "ejército de la Madre Santa". Si el partido la
hubiese podido desenmascarar como un movimiento subversivo de la Iglesia en frente
del Estado, habría justificado todas sus artimañas en contra de la Iglesia, a la que
consideraba espía, traidora y reaccionaria.

Durante todo el año 1951 no hubo un solo periódico que no agitase diariamente los
ánimos y aullase ferozmente contra nuestra Institución. En todas las escuelas, bancos,
cines, estaciones, tranvías y autobuses, en todas partes se palpaba el ambiente de
odio y persecución en contra de la Legión, el gran peligro del pueblo. A través de las
principales calles colgaban pancartas de tela roja o de papel, donde aparecían
impresos los crímenes de la Legión y sus intrigas. Potentes altavoces, enclavados en
los círculos de mayor tráfico, anunciaban día tras día el peligro que nuestra Institución
suponía para el pueblo y el Régimen. La gente de Sanghai, que entendía muy poco o
nada de esta campaña, bajaba su cabeza o la sacudía en señal de indiferencia, y
callaba.

Dos preguntas

El Régimen comunista se mantuvo siempre firme en el fin que se había propuesto.


Emprendería nuevos derroteros, descansada largos períodos, manejaría nuevas armas,
pero su idea madre jamás se debilitaba, ni vacilaba el más mínimo instante.
En China, y por tanto también en Sanghai, todos los profesores y empleados de la
Universidad debían presentarse cada año en el Ministerio de Educación Nacional -entre
los meses de Junio y Julio- para firmar por un año un nuevo contrato con la
Universidad. La disposición tenía valor tanto para el Rector, profesores, y auxiliares
como para los empleados y obreros. El que no recibía el nuevo contrato, quedaba
despedido sin más de la Universidad.

En el verano de 1952 todo el personal de las Universidades y de los Colegios, antes de


la renovación del contrato, recibió un cuestionario muy detallado, al que se adjuntaba
un extenso historial personal. En el cuestionario se preguntaba hasta el más mínimo
detalle sobre sus ideas políticas actuales, sobre sus actividades políticas anteriores,
sobre sus colocaciones, etc., etc. Entre otras muchas preguntas se encontraban
también estas dos:
"¿Eres católico o no?"
"¿Eres o fuiste en algún tiempo miembro de la Legión de María?"
Todos sabían muy bien que un "sí" escrito tras una de estas preguntas, suponía quedar
despedido, proscrito y sin pan. Sin embargo nadie se hubiese atrevido a escribir una
respuesta falsa.

Legionarios ante los tribunales

Muchos de los legionarios y legionarias fueron llevados por la policía ante los jueces.
Sus nombres habían sido conocidos a través de la traición. Yo conozco a una señorita
que tuvo que comparecer tres veces ante los jueces. Las tres veces se le amonestó y
se le amenazó para que firmase. Se le quiso arredrar por toda clase de medios, buenos
y malos. Ella acudió siempre con un hatillo debajo del brazo, donde llevaba las cosas
más necesarias, por si la llevaban a la prisión sin darle tiempo alguno. La última vez se
le dijo abiertamente: puedes firmar con absoluta tranquilidad. Vuestro dirigente ha
firmado en la prisión, y ha reconocido que la Legión es una organización secreta, que
trabaja contra el Estado. En los periódicos de aquellos días aparecieron también en
letras de grandes moldes "manuscritos y firmas" de este dirigente encarcelado.
Afortunadamente nadie creyó en la autenticidad de los mismos, o al menos supuso que
había precedido un duro tratamiento del preso. Aquella señorita respondió
resueltamente: "Si Mons. P. ha reconocido efectivamente lo que decís, ¿por qué se
encuentra todavía en la prisión, por qué no le habéis dado la libertad?"

Dos de mis discípulas de la misión de Honan, Lucía L. y Rosa Ch., que habían obtenido
en Sanghai el diploma de enfermeras y eran activas dirigentes de pequeños grupos de
la Legión, pudieron evitar al menos por algún tiempo las repetidas importunaciones de
la policía, cambiándose tres veces consecutivas de vivienda. Ya antes habían sido
llevadas frecuentemente ante los tribunales e invariablemente se habían negado a la
firma. A medida que se fueron conociendo mejor las intenciones y maniobras de las
autoridades comunistas, y la postura de la Iglesia, en un principio insegura, se fue
haciendo más firme y clara. los legionarios iban perdiendo cada vez más la perspectiva
de éxito. La mayoría de los jóvenes, tanto ellos como ellas, cuando eran citados ante la
policía, se llevaban consigo el hatillo debajo del brazo. Este ánimo produjo una
profunda impresión ante los tribunales, pero de hecho sólo se consiguió que
redoblasen la presión. Mandaban venir a los padres, y les mandaban que aconsejasen
a sus hijos para que suscribiesen la lista de los confesores. Las respuestas de los
padres se hicieron famosas: "Nuestro hijo no suscribe. Él tiene ya la suficiente edad
para decidir qué es lo que debe hacer, y no puede renegar de nuestra comunidad, que
es buena y sólo hace el bien". Aquellos hombres del uniforme sólo consiguieron con
sus mandatos el escuchar bruscas negativas.

De 1000 solamente 6

Todos los miembros de la Legión de María de Sanghai fueron obligados a presentarse a


los registros. El que se negase a cumplir esta orden, sería castigado con todo rigor, el
que se anunciase en cambio sería tratado del modo más suave. En unos treinta
puestos de la ciudad la policía levantó otras oficinas de registro. Cada uno debía
presentarse en la oficina de su distrito y firmar un formulario: la Legión de María es
una organización oculta y trabaja en contra del Estado. La orden tenía valor lo mismo
para los chinos como para los extranjeros. De los 1000 miembros que
aproximadamente tenía la Legión, solamente seis -en cuanto alcanza nuestro
conocimiento- dieron sus nombres. Su resolución fue publicada en los periódicos,
tuvieron que hablar en las reuniones de los comunistas, y pasaron como los héroes del
día, pero con ello tan sólo cayeron todavía más profundamente en las redes del terror
comunista.

Se puede imaginar el gusto y rabia que tuvo que producir en los puestos oficiales este
desprecio de las órdenes más tajantes, pero se puede pensar también sin género
alguno de duda que en muchos produjo admiración y elevada estima. Naturalmente
que no la podían manifestar. Esta persecución prolongada ya por casi un año y tanto
remilgo de las autoridades no pudo por menos de producir risa y desprecio en la
población. Después de tanto tiempo no habían podido demostrar su gran mentira de
que la Legión era una organización reaccionaria. Nada oculto y peligroso había en ella,
por el contrario todo estaba bien a las claras y en completa conformidad con la libertad
de la Religión. Frecuentemente teníamos la impresión de que si el Régimen no hubiese
comenzado esta campaña, bien pronto habríase dado cuenta de la falsa suposición, en
que se fundaba para su actuación, y habría podido prever el fracaso. Pero para "salvar
las apariencias", el Régimen no podía tocar a retirada y admitir su equivocación.

Fuerte resistencia

Una mañana, en una gran reunión, la Legión de María fue disuelta. Los legionarios sin
embargo se propusieron llevar adelante una reagrupación de varios Praesidia. La
juventud se separó y formó una nueva Legión con un solo grupo. En lugar de los
misioneros europeos, que eran considerados como "imperialistas" por el gobierno,
vinieron a ocupar sus puestos de directores espirituales sacerdotes nativos del país.
Para la primera reunión fueron invitados el jefe comunista de la policía y el dirigente de
la llamada "Iglesia Reformista". La reunión llegó a realizarse, pero los invitados no
aparecieron hasta que la reunión había terminado. Esta nueva Legión también fue
prohibida.

Sin embargo los legionarios no abandonaron tan fácilmente la lucha. Al principio sólo
eran 6 ó 7, los que diariamente, después de comer, rezaban las oraciones de la Legión
en la iglesia. Poco a poco fueron apareciendo todos, incluso los miembros auxiliares, y
el rosario resonaba cada día en las naves de la iglesia. Pero también esto llegó a
prohibirse, pues, según decían, era suficiente el que fuesen una vez a la iglesia.

Después que nosotros hubimos sido encerrados, comenzó para los legionarios un curso
de instrucción comunista. ¡Seis semanas! La clase se abría a la mañana y duraba, con
una breve pausa, hasta la tarde. Luego vinieron durante nueve meses ininterrumpidos
los devanadores interrogatorios ante la policía. Algunas de nuestras muchachas
tuvieron que aguantar 20 ó quizás más de estos interrogatorios, para que siempre se
les exigiese lo mismo: testimoniar en contra, de la Legión y del misionero.

Parece ser que no consiguieron mucho éxito con ello, pues un año más tarde los
legionarios fueron llevados a un segundo cursillo de formación comunista, a una aldea
destruida, que se encontraba en los límites de la provincia.

Rezando y cantando

La neófita Ana T. está arrodillada en el tablado de la acusación. Tiene el rosario


enroscado al cuello y reza. A todas las preguntas responde con un silencio. Los
comunistas están enojados y acaban por arrancarle el distintivo de la escuela. Ya no
podrá comer una sola vez en el patio de la escuela. Su hermana, más pequeña que
ella, todavía pagana, queda tan conmovida por ello que superando toda vacilación,
decide recibir también ella el bautismo. Pocas semanas después, en la fiesta de S.
Pedro y Pablo, y en medio de unas circunstancias lo más dramáticas, era bautizada en
presencia de la policía.

En otras escuelas de Pekín los legionarios de María durante sus propios interrogatorios
comienzan a cantar y rezar en alta voz. Las amenazas y ultrajes de los jueces no
logran traerlos a silencio. "A cuantos le recibieron, a los que creen en su nombre, les
dio potestad de ser hijos de Dios".

"Yo soy totalmente tuyo"

Los legionarios de María renuevan todos los años su consagración a la Virgen el día de
la Anunciación.

Aquel año parecía que todo se había puesto de acuerdo para que nuestra Curia de los
estudiantes no lograse reunir un solo día todos los Praesidia. Continuamente se metían
de por medio manifestaciones comunistas, en las que los estudiantes se veían
obligados a participar. Por fin llegó el 4 de Mayo, el día de la Liga comunista de la
juventud. Los estudiantes católicos no estaban obligados a tomar parte en la
manifestación de la consagración para ese día.

Desde muchos días antes los mismos estudiantes habían limpiado la iglesia y la habían
adornado primorosamente. El altar nadaba en un mar de luz. Los bancos estaban
totalmente repletos de nuestros jóvenes legionarios. Cuando hubieron terminado las
oraciones y cantos, el predicador apareció en el púlpito. En breves, pero conmovedoras
palabras, les hizo reflexionar sobre la gravedad del momento, exhortándoles a
permanecer fieles a la Virgen tanto en la persecución como en la muerte, si ello fuese
necesario. Con gravedad edificante fueron pasando luego ante el altar en dos largas
hileras. Allí por grupos se fueron prosternando ante el cuadro de la Virgen, y tocando
con sus manos la bandera, pronunciaron con toda decisión la fórmula de consagración:
"Soy todo tuyo, Reina mía, Madre mía, y cuanto tengo tuyo es".

LA GRAN PRUEBA

Estamos con la Iglesia


En muchos lugares el movimiento cismático constituyó un verdadero peligro para los
fieles. La Iglesia en China debía independizarse del extranjero. De hecho sólo se
hablaba de influjos imperialistas, económicos, políticos y culturales, y los católicos
tenían que librarse de todos estos influjos. En realidad lo que se pretendía, era la total
separación de Roma, y con frecuencia en los discursos se cometían errores colosales,
llamando al Papa el amigo de los capitalistas y al Vaticano el centro del capitalismo
mundial. Los legionarios vislumbraron el peligro desde el primer momento, pero
supieron permanecer fríos y librar a muchos fieles de los errores propagandísticos. Sin
embargo, a pesar de sus esfuerzos, llegó el momento en que el movimiento autónomo
de la Iglesia comenzó a naufragar calamitosamente en los principales centros de la
vida cristiana, que venían a coincidir con los centros de la Legión de María.
Dondequiera que un sacerdote chino, por debilidad o por miedo, simpatizaba con los
comunistas, pronto lo boicoteaban los católicos. Dejaban de ir a confesar con él, y
abandonaban la iglesia cuando él subía las gradas del altar, quedando la iglesia vacía.

En los comienzos del año 1951 los funcionarios comunistas hicieron una violenta
presión sobre el Vicario General de Pekín. Todas las tardes aparecían por su vivienda,
permanecían con él largas horas, intentando con lisonjas y amenazas ganárselo para el
movimiento cismático. Nuestros legionarios se apercibieron en seguida del peligro e
inmediatamente prepararon el contraataque. La Curia ordenó que durante todo el mes
se ofreciesen oraciones, y de modo especial el santo rosario, por el Vicario General y la
Iglesia amenazada de China. Los estudiantes enviaron una delegación que pusiese al
Vicario en conocimiento de todas estas cosas y le animase a preferir la cárcel antes
que ceder lo mínimo al comunismo. "Nosotros -le decían- y con nosotros todos los
católicos de Pekín estamos tras de ti en estos momentos difíciles".

Debemos demostrar que somos dignos de nuestro nombre de católicos

Si de algún miembro de nuestra Legión puede decirse que fue perseguido con toda
realidad, este miembro fue María. Se le prohibió hablar con las colegialas, se le
registraron en repetidas ocasiones todos sus enseres, y se le mandó varias veces
escribir su historial personal. El último año más de diez personas vigilaron
continuamente sus pasos. Cuanto hablaba o hacía, debía ser comunicado a las
autoridades. Llevó una vida de verdadera mártir.

Yo la venía observando desde hacía tiempo y noté que todos los días hacía el santo Vía
Crucis. Un día me atreví a preguntarle por qué rezaba el Vía Crucis con tanta
frecuencia. "Padre, me respondió, cuando llego a la cuarta estación, encuentro un gran
consuelo. El ver sufrir a la Madre de Dios, a esa mujer que jamás cometió el más
mínimo pecado, eso me da fuerza y ánimo para perseverar en todas la vejaciones. Yo
me repito continuamente: mira, la Madre de Dios no pecó jamás y tuvo que sufrir de
ese modo, y tú, tú eres una pecadora. ¿Qué se pierde, Padre, si yo tengo que sufrir un
poco por Cristo, su fe y su Iglesia? Algunos de nosotros tenemos que estar dispuestos
a padecer y morir por nuestra santa fe. Nosotros tenemos que demostrar a todos
nuestros bienhechores, a todos los cristianos, a nuestros enemigos, los comunistas, y
sobre todo al Santo Padre, que nosotros somos dignos de nuestro nombre de
católicos".

"¿Pero ya estás tú dispuesta a ello?" -le dije-. "¡Pues claro que sí, Padre! Yo ya he
repartido todas mis cosas entre mis amigas. Estoy cierta que terminaré en la cárcel".
Y así sucedió. Durante todo un año los grilletes y esposas no se separaron de sus pies
y sus manos. Después se le condenó a cinco años de prisión y a otros cinco de
privación de toda libertad. Según he oído hace poco, ella es el ángel de la sonrisa
dentro de la prisión. Todo vida, alegría y bondad. ¿De dónde le viene esta fuerza?

Ellos son mis bienhechores

En cierta ocasión esta legionaria, de la que venimos hablando, dio una prueba
verdaderamente angelical de su fidelidad a los misioneros. Ocurrió lo siguiente. En la
ciudad V. se celebraba un juicio popular contra el Obispo, los sacerdotes y las
religiosas. Terminado el juicio, se organizó una procesión de afrenta por las calles de
aquella animada ciudad. El sol quemaba inexorablemente, las masas ribeteaban las
calles, y el Obispo, misioneros y religiosas eran llevados por el centro de las calles,
expuestos a la burla del pueblo. El populacho, comprado, vociferaba y echaba pestes
contra el sediento sacrificio. De pronto, en un lugar especialmente animado de gente,
sale de la acera una muchacha de diecinueve años, se adelanta ante el Obispo y los
misioneros, y ante ellos hace una triple y profunda inclinación: era un saludo de
agradecimiento a sus educadores y bienhechores. Naturalmente el alboroto fue
imponente.

Aún no había vuelto a la escuela -era entonces una joven maestra- cuando le
anunciaron que la policía le esperaba en la escuela, y que tendría que ir a la Comisaría
de la policía. "Por supuesto", respondió ella sin miedo. Fue al Comisario, le hizo una
profunda inclinación y le preguntó por el motivo. El Comisario, levantándose de su
asiento, le reprende duramente por su actuación: ¡haberse atrevido a saludar
públicamente a esos criminales y embaucadores del pueblo, y precisamente cuando
una nación entera se ha levantado en contra de ellos! Ella se defiende serenamente:
"Señor Comisario, yo me he educado en la escuela de estos extranjeros desde mi
niñez. Como muchos otros, yo les debo a ellos, y a ellos solos, toda mi formación. Ellos
son mis bienhechores. Yo no he notado que ellos sean malos. Por otra parte son mis
superiores, y cuando yo me encuentro a mis superiores y bienhechores, les saludo
cortésmente. Por tanto para mí todo esto no es más que un problema de educación
china. Y si mañana, Sr. Comisario, me encuentro a Ud. en la calle, haré ante Ud. una
inclinación como a mi superior, lo mismo que la he hecho cuando he entrado en este
despacho... " El Comisario la tuvo que dejar marchar.

En la cárcel

Pekín, Marzo de 1952. Desde el 29 de Septiembre del año pasado estoy encerrado en
un oscuro sótano. Día y noche tengo tras de mí una estrecha vigilancia para que yo me
siente o esté de pie según lo ordene su caprichosa arbitrariedad. Pero al menos han
pasado ya aquellos necios interrogatorios, que se prolongaban durante la noche, poco
a poco voy recobrando el conocimiento.

Ya en el primer interrogatorio nocturno se me acusó de ser miembro de la Legión de


María. La primera bofetada -y en verdad la más fuerte que he recibido- se me propinó
porque me atreví a negar que la Legión fuese una organización reaccionaria. Después
de aquel interrogatorio aplicaron esposas a mis manos; en mi espíritu sin embargo yo
quedaba libre y lleno de alegría.

El juez durante el interrogatorio había señalado a un montón de actas y me había


dicho: "Todo este montón es material de acusación contra ti, manifestaciones de tus
estudiantes". Por algún tiempo dudé, pues temía que los estudiantes no hubiesen
podido soportar las torturas. Hoy día sé muy bien que mis estudiantes se portaron
valerosamente. El juez no tenía material alguno de acusación. Cuando en cierta
ocasión, ante mi repetida insistencia de que aportase datos, echó mano de las actas,
no encontró nada. Solamente dio nombres que yo jamás los había oído en mi vida.

Por algún tiempo hubo también en este sótano y en otras celdas algunos sacerdotes
chinos, que habían trabajado en la Legión. Les estaba reservado un duro vía-crucis.
Día tras día y noche tras noche enviaba yo mi bendición sacerdotal a mis legionarios, y
yo sabía que ellos, tanto dentro como fuera de la ciudad, levantaron sus manos
suplicantes al cielo, pidiendo fervorosamente por nosotros.

Triunfo silencioso

En la asamblea de aquel día se trataba de deshacer moralmente a la Presidenta de la


Legión de María. En la sala aparecieron representantes de las escuelas y corporaciones
forasteras, representantes del partido, etc. Ella estaba sentada en medio. Las
acusaciones zumbaban fuertemente en sus oídos. Ella callaba. Un fuego graneado de
tres horas. Falsas interpretaciones, tergiversaciones, calumnias. Ella callaba. Al día
siguiente la Hermana Superiora se expresaba en estos términos: "¡Esta chica es
realmente una heroína, una santa! Su postura ante los tribunales fue la misma de
Cristo. Nosotros no podemos compararnos con ella." Poco después preguntaba yo a la
Presidenta: "¿Qué te parece del tiroteo de ayer?" Ella se limitó a decirme: "Ellos se
aprovecharon para desahogarse ayer, pero ahora tendré yo mi tranquilidad por algún
tiempo".

Antes la cárcel que la traición

Clara había sido siempre una entusiasta legionaria. Cuando ella recibió una buena
colocación en una gran aldea, aprovechó el momento para proseguir su trabajo de
legionaria. Pronto se hizo sospechosa a la policía y tuvo que sufrir los interrogatorios
durante varios meses. Por fin se le encerró en la prisión, porque había rehusado
denunciar traidoramente lo que se había dicho en las reuniones de la Legión. "Así está
prescrito en las reglas de la Legión", había sido su respuesta.

EL ESPÍRITU CONTINÚA INCANDESCENTE

Enseñanza de religión en las familias

Los comunistas podrían destrozar la organización externa de la Legión, pero no su


espíritu. Podrían oprimir y meter en los calabozos a los legionarios; podrían
desterrarlos de su país, pero jamás podrían hacer lo mismo con su espíritu apostólico.

Pronto apareció en la prensa la siguiente noticia: En Sanghai 700 estudiantes se han


puesto a disposición del Obispo para dar clases de religión a las familias. ¡Magnífico!

Una carta recibida de Hong kong da la noticia de que los legionarios de María, a pesar
de la persecución, continúan todavía trabajando con todo denuedo por la defensa de la
Santa Iglesia y la salvación de los hombres.
Fidelidad tras fidelidad

Pocos días antes de mi encarcelamiento vino a mi casa un legionario. Yo quedé


maravillado de que se hubiese atrevido a venir, pues la Misión estaba estrechamente
vigilada, todos nuestros pasos eran perfectamente controlados. Él parecía no tener
miedo. "Padre, -me dijo- vengo en nombre de los cristianos para despedirme de Ud.
por todos los preparativos de la policía y de los agentes comunistas de propaganda
sabemos que Ud. será hecho prisionero dentro de muy poco. Más tarde o más
temprano Ud. tendrá que salir de China. Si nosotros le hemos de volver a ver, es una
cosa muy discutible. Por eso vengo yo esta tarde para agradecerle una vez más, en
nombre de todos los cristianos, el mucho bien que Ud. y los otros misioneros nos han
hecho, y para darle, en nombre de todos, nuestro último adiós. Confiamos y para ellos
rezamos, que la prisión no le será una carga pesada, y sobre todo esperamos que
todos Uds. saldrán sanos y salvos para que si ello fuese posible puedan volver muy
pronto a sus cristianos de China que quedamos abandonados... "

"Padre, dígale que nosotros le queremos"

Hacía tiempo que se había prohibido a todos los cristianos, y de modo especial a los
legionarios, el hablar con nosotros, misioneros extranjeros. Las pocas religiosas
extranjeras que quedaban en la Misión, estaban para marchar. Una legionaria entregó
a escondidas una carta a una Hermana para que me la diese a mí. Era una carta de
despedida, antes de que fuésemos expulsados. Al final de la carta puedo leer todavía
lo siguiente: "Querido Padre, rece todos los días por nosotros a la Santísima Virgen,
pidiéndole que permanezcamos fieles a nuestra fe. Vuelva a China lo antes posible. Si
va a Europa, y vive su buena madre, le salude cariñosamente en nombre de todos
nosotros, y si tiene la ocasión de hablar con el Santo Padre, dígale que nosotros le
queremos de veras".

Adiós de los legionarios

Pekín. Finales de Junio de 1951. Nosotros, los misioneros, estamos en nuestra propia
casa bajo la más estrecha vigilancia. No llega nadie a nuestra casa que no sea
secretamente anotado, y se pase aviso a la policía. Sin ser advertido, logro abandonar
la casa y me paso al vecino patio del convento de los P.P. Franciscanos. Allí me está
esperando Luisa. Después de su vuelta del Sur me quería ver necesariamente. Luisa
desciende de una distinguida familia de Tientsin. Había realizado siempre un ingente
trabajo, incluso en su entrega a Dios. Yo la conocí en sus últimos años de Universidad,
donde ella trabajaba por conseguir el título.

A pesar de su estudio todos los días encontraba un cuarto de hora libre para pasárselo
delante del tabernáculo de la Capilla de la Universidad. La comunión diaria era algo
indispensable para ella. Ayunaba todos los días y tomaba al mediodía lo que ella
consideraba el primer alimento. En una palabra vivía fervientemente la Iglesia y la
Patria.

A penas entré yo en el patio corrió llena de alegría hacia mí y me estrechó


calurosamente las manos. En seguida comenzó contarme los últimos pasos de su vida.
Cómo además de la labor realizada en un laboratorio del Estado, había trabajado
también por la Iglesia, fundando y dirigiendo la Legión de María. Hablamos de la
necesidad y del destino de la joven Iglesia de China, que precisamente en aquellos
días se veía amenazada por la más pavorosa tormenta del comunismo. Sus ojos
brillaban de entusiasmo. "¡Padre, nosotros tenemos que ser mártires!" Si dentro de las
próximas semanas oigo que vosotros, los misioneros, habéis sido encarcelados, me
alegraré. Padre. Y si Ud. oye de mí que he sido hecha prisionera, entonces rece por mí
para que llegue a ser una segunda Santa Lucía". Después nos estrechamos de nuevo
las manos y nos separamos para siempre. Pocas semanas después yo era conducido a
la prisión y ella bien pronto corría la misma suerte. Durante la persecución de la Legión
dieron con el rastro de ella. La cogieron en Tientsin y se la llevaron prisionera hacia el
Sur.

Una tarde iba yo paseando con otro misionero por la ribera del lago. De pronto se
acerca a nosotros una joven estudiante. "Vengan, Padres". Nosotros la seguimos y ella
nos llevó fuera de la multitud. De una mesita que está junto a la pared, se levantan y
vienen hacia nosotros unos cuantos jóvenes sonrientes, que nos saludan
calurosamente. Eran legionarios de María. El dueño del restaurante, que ya estaba
avisado, nos trae en seguida dulces y té. Al día siguiente varios legionarios querían
marchar a Sanghai, y toda su ilusión era el podernos volver a ver. Fueron unas horas
inolvidables. Aunque el tiempo fue corto y como de costumbre estuvo salpicado de
risas y de humor, hablamos sobre todo de cosas serias. El lema principal de la
conversación fue naturalmente la suerte futura de nuestra joven Iglesia, y de la boca
de aquellos legionarios sólo salían palabras de ánimo y esperanza. Renovamos nuestra
mutua promesa del recuerdo en la oración y nos despedimos impartiéndoles nuestra
bendición sacerdotal.

"¡Que el Señor os proteja, valientes legionarios!".

UNA BENDICIÓN PARA TODO EL MUNDO

La "Legión de María" está llevando a cabo una ofensiva tal en todo el mundo que es
imposible de todo punto hablar de números, pues éstos continuamente están siendo
superados. Sin embargo es fácil dar una idea de su rápido crecimiento. Se ha calculado
que por un término medio cada semana supone una Diócesis más ganada para el
movimiento y cada día tres Praesidia nuevos. Hasta el momento presente la "Legión de
María" despliega su trabajo en más de 1300 Diócesis.

La "Legión de María" podríamos decir que crece de abajo arriba, es decir: como primer
paso se establece siempre el simple "Praesidium". Solamente cuando se ha puesto en
marcha un número suficiente de Praesidia se crea una unidad superior, llamada
"Curia", que extiende su red sobre una ciudad o una determinada región. Si en las
grandes Diócesis llegan a levantarse varios de estos grupos de administración, se crea
la unidad diocesana llamada "Comitium". Finalmente, cuando la "Legión de María" se
ha implantado ya en muchas diócesis, se procede a erigir la unidad que se llama
"Senatus". En un país pueden existir todos los "Senatus" que el Concilium juzgue
oportuno, pues de suyo es éste un Consejo destinado a controlar los Consejos
Legionarios inferiores de todas las diócesis de una o varias regiones, y no
precisamente las de todo un país, a no ser mientras sea uno solo el erigido en el
mismo. Bien podemos decir, pues, que la erección de un "Senatus" en una nación
supone un elevado grado en el desarrollo del movimiento. Hasta el presente tienen
constituido el "Senatus" -uno o varios- las siguientes naciones: Inglaterra, Escocia,
Francia, India, Birmania, Ceilán, Nueva Zelanda, África Oriental, Filipinas, Australia,
Austria, Bélgica, Italia, todas las naciones de Centro y Sudamérica, Estados Unidos,
España. (En los Estados Unidos, cuyo territorio es demasiado extenso para ser
administrado por un solo "Senatus", existen hasta el momento tres, establecidos en S.
Luis, Cicinnati y Baltimore. Muy probablemente habrá que aumentar todavía este
número). En China el "Senatus" tenía su sede en Pekín, pero desgraciadamente tuvo
que ser levantado a causa de los últimos acontecimientos.

Desde Dublín, donde está enclavado el "Concilium" de la Legión, se suelen enviar


embajadores a otros países, donde todavía no ha sido fundada la Legión, o está en sus
comienzos. Uno de los más destacados entre estos embajadores fue Edel Quinn, que
durante 8 años ejerció este cargo en el África Oriental, hasta que -dada su naturaleza
delicada y enfermiza- sucumbió a las fatigas de su misión en Nairobi.

Una vez que se ha establecido el "Senatus" en un país, inmediatamente es retirado el


embajador de la Legión. Actualmente están en función una veintena de embajadores,
que se distribuyen entre el Congo Belga, el Canadá Francés, Alemania, Italia,
Escandinavia, Japón, India e Indonesia, encima de las Islas Indicas Occidentales. En
Sudamérica trabajan 5. Como dato curioso podemos añadir que en un principio todos
los embajadores eran naturales de Irlanda, hoy en cambio solamente cuatro
descienden de las Islas Verdes, mientras que los otros son: una canadiense, una
danesa, dos filipinos, una inglesa, un indio, una china, una americana, una austriaca y
varios irlandeses. En Bélgica hasta la erección del Senatus estuvo trabajando una
francesa. Bastan estos datos para demostrar bien a las claras que la "Legión de María"
se ha convertido ya en una obra de carácter internacional. Más aún, podemos añadir
que apenas existe ya un país donde no haya puesto sus pies. Si bien es verdad que en
alguna nación el número de grupos es todavía reducido, esos grupos existen ya en casi
todo el mundo, pues incluso detrás del telón de acero -y no solamente en China- hay
un buen número de legionarios, que tienen que trabajar en secreto, y expuestos
siempre a continuos peligros; solamente al futuro está reservado el poder contar la
historia del heroísmo.

Hemos de mencionar todavía, y de un modo muy especial, un apostolado peculiar de la


Legión: su trabajo por aumentar el número de conversos. Reduciéndonos a los países
de habla inglesa, este apostolado ha alcanzado un maravilloso florecimiento,
acarreando a la Iglesia muchos fieles de otras religiones. La conferencia de los Obispos
de Austria, celebrada el año 1950, confió exclusivamente a la Legión esta delicada
misión. Fue deseo expreso de los Obispos el que en cada parroquia además del
"Praesidium" ordinario, se erigiese otro con la misión exclusiva de aumentar el número
de conversos.

Las obras de Dios aparecen siempre señaladas con la inconfundible marca de la cruz,
la cual suele ser tanto más grande cuanto lo que se pretende es más glorioso para el
Señor.

Por eso la Legión de María, "hoy en el primer plano de la actualidad entre los
movimientos de mayor empuje apostólico" (Miriam) y una de las cosas más bellas que
existen en la Iglesia de Dios, encuentra casi siempre su camino erizado de dificultades
provenientes de los sectores más diversos, y no pocas veces de los mismos que
debieran prestarle el más decidido apoyo.

En casi todos los países, especialmente los europeos, su penetración resultó


dificilísima. España no ha sido una excepción en esto, sino quizá lo contrario, pues
mientras en otros pueblos bastaron cuatro o cinco años para que la Legión se
consolidase, en España puede decirse que empezó a hacerla después de un decenio de
vida. Su puesta en marcha aquí se debe principalmente a la legionaria filipina señorita
María Paz Santos Díaz, que, como Enviada del Concilium Legionis, llegó a nuestra
patria a principios de 1950, fundando en Bilbao y en Febrero de dicho año, el primer
Praesidium. Inmediatamente, emprende la campaña de extensión legionaria visitando
a casi todos los Obispos de la nación y a una infinidad de sacerdotes, quienes,
realmente, en la mayoría de las veces, no aceptaron la invitación que se les hacía de
fundar la Legión. Esto no obstante, su ruta se fue determinando de Praesidia y algunas
Curiae durante los 9 años que pudo consagrar a tan ardua labor, teniendo que
abandonarla y regresar a su país enferma y maltrecha en 1959. Después de esta
fecha, lo peor estaba ya andado, y desde entonces la Legión no ha dejado de
incrementarse, lenta pero sólidamente, en España. Obispos que al principio le cerraron
las puertas de su diócesis, ahora se las abrieron, siendo ya muy pocos los que todavía
se niegan a admitirla. A pesar de lo cual, la verdad es que actualmente la Legión sólo
está establecida y funciona en 27 diócesis, o sea, menos de la mitad de las que
comprende la iglesia española.

La vida de los Consejos Legionarios ya existentes es espléndida, como lo demuestra el


que algunos de sus miembros estén desplazados a lo largo del territorio nacional en
campaña de extensión, con lo que aumenta mucho la probabilidad de que en un futuro
no lejano todas las diócesis de España estén dotadas de esta maravillosa organización
mariana y apostólica.

El 22 de Septiembre de 1963 ha sido constituido el Senatus de Bilbao y seguidamente


el de Barcelona y Madrid. A estas alturas ya ha sido puesta en funcionamiento toda la
gama de Consejos y grupos propios de la Legión, distribuidos como sigue: 3 Senatus,
1 Comitium, 23 Curiae (tres de ellas juveniles), 276 Praesidia de adultos y 153
juveniles, con un total aproximado de 2000 Legionarios Activos Juveniles y 4000
Adultos. La mayoría de todos estos Praesidia son de carácter parroquial, existiendo
muy pocos dedicados a labores extra o supraparroquiales.

La Legión de María ha sido hasta ahora una gran bendición para todo el mundo.

Oración de la Legión de María

Señor, concédenos a cuantos servimos bajo el estandarte de María, la plenitud de fe en


ti y confianza en Ella, a las que se ha concedido la conquista del mundo. Concédenos
una fe viva, que, animada por la caridad, nos habilite para hacer todas nuestras
acciones por puro amor a Ti, y a verte y servirte en nuestro prójimo; una fe firme e
inconmovible como una roca, por la cual estemos tranquilos y seguros en las cruces,
afanes y desengaños de la vida; una fe valerosa, que nos inspire comenzar y llevar a
cabo sin vacilación, grandes empresas por tu gloria y por la salvación de las almas;
una fe que sea la Columna de Fuego de nuestra Legión, que hasta el fin nos lleve
unidos, que encienda en todas partes el fuego de tu amor, que ilumine a aquellos que
están en oscuridad y sombra de muerte, que inflame a los tibios, que resucite a los
muertos por el pecado; y que guíe nuestros pasos por el Camino de la Paz, para que,
terminada la lucha de la vida, nuestra Legión se reúna sin pérdida alguna en el reino
de tu amor y gloria. Amén.
(1) La "Legión de María" fue fundada el año 1921 por el funcionario irlandés Frank
Duff, quien la concibió como un "Movimiento seglar". Su nombre y organización
corresponden a la "Legión romana", si bien se le ha dado un carácter totalmente
religioso. Cada una de sus estructuras: Praesidium, Curia, Comitium, Senatus vienen
más ampliamente explicadas.

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